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REFLEXIÓN

Si nos preguntan ¿cómo es vivir la vida? Muchos quizás a esa preguntan tal vez
puedan responder que “Normal”, pues ¿Qué es normal?
De allí surgen pregunta tras preguntas que dilatan la respuesta y los argumentos
son tan vacíos como quien responde.
¿Qué es ser cristiano? ¿No es una forma de vivir donde modelamos a Jesús en todo
lo que hizo aquí en la tierra? eso quiere decir que no se trata de conseguir los
resultados que él consiguió, los cuales son maravillosos, se trata de alcanzar una
relación íntima con el Padre.
Hablar de intimidad, es hablar de una estrecha relación directa con Dios, y dicha
relación se verá reflejada con cómo tratas a tu prójimo.
Por una parte se encuentran aquellas personas que mantienen viva esa comunión,
la cual alimentan cada día con su estilo de vida devocional: Oración, adoración,
deleitarse en la palabra, etc. Esta relación se evidencia en resultados maravillosos,
donde observamos que el Espíritu Santo va obrando en la vida de esta persona y
de quienes lo rodean.
Por otra parte, está quienes mantienen una vida devocional pobre, deprimente,
nula, absurda y sin nada de sacrificios, pero muestran un estilo de vida que
pareciera que mantuvieran esa intimidad, una fachada que alimenta un abismo de
soledad que va carcomiendo su propio ser.

Hablar de intimidad y de mantener una relación con Dios, es reconocer que somos
pecadores y necesitamos ir al trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar
esa gracia para el oportuno socorro, y al reconocer que necesito acercarme cada
día al trono, mi necesidad del Padre va creciendo para conocer más de él, y querer
agradarlo en todo. No se trata de lo que hacemos para agradar a los hombres,
agradar a mi hermano, al pastor, a mi novia, a mi mejor amigo, a mi suegra, a la
chica que me gusta, a mis líderes, o quien quieras que desees agradas, la relación
e intimidad con Dios trata de mantener mis pensamientos aislados del pecado, de
mantenerme integro en cualquier momento, en amar en todo momento, en orar
por aquellos que me rechazan, en perdonar por quienes me odian, en abrazar a
quienes me hieren. Mi lucha es en la soledad donde nadie ve mis actos, en lo
oscuro solitario de mis pensamientos, donde nadie puede escuchar, es en la
intimidad donde Dios ve tu corazón y puede restaurar tu vida, no se trata del por
qué lo hacemos, sino para quien lo hacemos, y cómo lo hacemos.

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