CAPITULO IV
LAS EXPERIENCIAS CONSTITUCIONALES
DERIVADAS DE LA REVOLUCION FRANCESA
1. INTRODUCCION: LA MONARQUIA ABSOLUTA Y EL ANTIGUO
REGIMEN EN FRANCIA.
135. La tercera variante del movimiento constitucional arranca de la expe-
riencia revolucionaria francesa y de los afios posteriores a ella. En efecto,
1789 serd la fecha a partir de la cual se puede hablar que comienza a con-
solidarse un nuevo paradigma de sistema constitucional, esto es, el derivado
de los presupuestos dogmiticos de la Revolucién francesa. Ese proceso revo-
lucionario acabara con la monarquia absoluta, asi como con el Antiguo Régi-
men, estableciéndose un sistema constitucional que tendrd por estandartes
la libertad, ta igualdad y ta defensa de la propiedad.
136. Es preceptivo ocuparse, en todo caso, de esta variante del cons-
titucionalismo, puesto que serd la que impacte con mayor fuerza sobre fa
evolucién del fenémeno constitucional en Espaiia y, en fin, sobre las cate-
gorias de nuestro Derecho constitucional en particular y del Derecho ptblico
en general, Ni qué decir tiene que examinar, siquiera sea brevemente, ese
fendmeno exige situarlo en su verdadera dimensién hist6rica. En efecto, no
sc puede comprender cabalmente la emergencia de la Revolucién francesa
sin tener presente cémo se ha construido en Francia el Estado moderno
y cémo se ha ido gestando la monarquia absoluta (un término que por lo
demas no fue acuiiado hasta 1797, ocho aiios después de la desaparicién
del Antiguo Régimen).
137. La racionalizacién y secularizacién del poder que se produce a par-
tir del siglo xvs implica que gradualmente se vayan asentando los presupues-66. RAFAEL JIMENEZ ASENSIO
tos doctrinales del Estado absoluto. Bien es cierto que ya en el quattrocento
en Italia se produce una ruptura con el oscurantismo medieval a través del
Renacimiento y de su revolucién cultural; trascendental en ese cambio del
estado de cosas fue la figura de MaguiAvero y su concepcién moderna de
la politica. Como se ha dicho, para él la politica no es otra cosa que la lucha
de los opuestos, el equilibrio de tensiones, el reajuste de fuerzas en oposicién;
de esta forma, «las sociedades que cabe considerar como bien ordenadas
proveen necesariamente de salidas institucionales a estos estados de con-
tradiccién y de conflicto» +.
138. En Francia la racionalizacién y secularizacién de la politica es un
proceso que se inicia principalmente a partir del siglo xvi. En ese periodo
se produciré una importante corriente doctrinal que subrayard cada vez con
més énfasis, tal como hiciera Horman en su momento, que el fundamento
del Estado son las instituciones y no los hombres. En ese escenario doctrinal
emerge con fuerza la figura de BopIno, que, aunque ligado en cierto mado
auna corriente doctrinal anclada en lo tardomedieval, aporta a la teoria poli-
tica (y, por ende, al Derecho constitucional) Ja definicién del concepto clave
de soberania, a partir del cual se construirdn los cimientos de Ja monarquia
absoluta. La soberania se cualifica por ser perpetua, absoluta, inalienable e indi-
visible. Sin embargo, como ha recordada Mareucei, «Bodino no es un secuaz
del despotismo, ni siquiera un tedrico del absolutismo, a pesar de este nuevo
y tremendo poder confiado al rey, (puesto que) en la base de su construccién
esta siempre el Derecho» 2,
139. Asi, sin perjuicio de que «el primer atributo del principe soberano
es ef poder de dar leyes a todos en general y a cada uno en particular [...]
sin consentimiento de superior, igual o inferior», ello no impide que esta
facultad no esté exenta de limites: «el poder absoluto no signitica otra cosa
que la posibilidad de derogacién de las leyes civiles», pero tal poder esta
siempre limitado —concluye— a las leyes fundamentales*, Booio, como
expuso en términos precisos Hermann He1 er, «ve en la legistaci6n la marca
esencial de la soberania» 4,
140, Partiendo de esos presupuestos doctrinales, la monarquia fue con-
centrando en sus manos cada vez mas poder. Asi, el Rey acumulé un poder
hasta entonces desconocido: la legislacion, la administracién y la justicia fue-
ron atribuciones asumidas por el Rey de las que fueron previamente des-
pojados los sefores feudales y las instituciones eclesidsticas. En cualquier
caso, ea monarquia absoluta no implicaba que no siguiera existiendo una
sociedad estamental, asi como tampoco suponia que el Rey gobernara solo,
puesto que en el ejercicio de su poder soberano se veia asistido por un sistema
de consejos que rodeaban al monarca. En todo caso, hay que romper el tépico
de que el Antiguo Régimen supuso siempre y en todo caso una época de
ostracismo y oscurantismo, pues durante el siglo xvm el Estado francés se
modernizé6 en todas sus estructuras.LAS EXPERIENCIAS CONSTITUCIONALES DERIVADAS DE LA REVOLUCION 67
141. Laimplantacién definitiva del Estado absoluto en Francia se realiza
durante el siglo xvur, a partir de 1610, En ese periodo se fortalece el poder
del monarca en detrimento de los sefiorios, se inicia una cerralizacidn y se
personaliza el poder en la figura del Rey. Uno de los teéricos del absolutismo,
Cardin uc Bret, en su obra De la souveranité du roy (fechada en 1632), ya
no habla de la soberania del Estado, sino de 1a soberania del Rey. Pero el
apogeo del absolutismo, como es conocido, se produce durante el largo rei-
nado de Luis XIV, ef rey sol. Se dice que Luis XIV escogié el simbolo del
sol como distintivo de su reinado mientras asistia a unos juegos publicos
en 1662: «Lo que le fascinaba no sélo era “su singularidad” y la luz que
“comunica a otras estrellas, que lo rodean como una corte”, sino la expresion
de la justicia uniforme con que irradia esta luz a todas las zonas de la tierra» 5.
142. Ciertamente, la etapa de Luis XIV supuso el establecimiento de
una monarquia administrativa que, con el inicial impulso de CoLsert, acentia
el control de las finanzas publicas, establecié un sistema eficaz de intendentes
y, en suma, instalé un proceso de centralizacién paulatina del poder. Sin
‘embargo, las contradicciones estaban en la misma esencia del sistema, pues
la Monarquia de Luis XIV se debatia entre «una monarquia sagrada y de
esencia divina» y una «monarquia terrestre, racional y actuante» °,
143, La descomposicién paulatina de la monarquia absoluta fue un pro-
ceso que se gesté y desarrailé durante el siglo xv, y que llega a su cénit,
como es obvio, con Ja Revolucién francesa. Durante todo este largo periodo
se proyecté una decadencia del viejo régimen que encontré su causa inte-
lectual en la Hustracin, cuyo exponente francés mas emblematico fue La
Enciclopedia. Las tesis imperantes se podian resumir en pocas frases: «No
es el Estado el que pertenece al principe, es el principe el que pertenece
al Estado [...]. En una palabra, la corona, el gobierno y la autoridad publica
son bienes de los que el cuerpo de la nacién es el propietario, los principes
Jos usufructuarios y los ministros los depositarios» 7,
2, LAS BASES DOCTRINALES DEL CONSTITUCIONALISMO
FRANCES (1): LA (RELATIVA) INFLUENCIA
DE MONTESOUIEU
144. Pero la doctrina constitucional moderna seré principalmente tri-
butaria de la gran aportacién de MonTEsourmu en su obra Del espinitu de
las leyes, que en. su conocida teorfa de la separacién de poderes siembra los
presupuestos del Estado liberal. Asi fue definida por TieRNo GaLvAn:
«De profundo y permanente, ef esquema de Montesquieu sobre la divisién
de poderes tiene la idea central de que la libertad no existe con suficientes
garantias y condiciones fijas si un poder absorbe las funciones de otro. La
demostracién que se hace de este hecho en el libro y capitulos citados es tan68 RAFAEL JIMENEZ ASENSIO
acertada que forma un resumen del Derecho constitucional y de las garantfas
individuales en los Estados democraticos liberales» *.
145. Sin duda, la aportaci6n de Monresquinu se convirtié en el para-
digma del Estado constitucional. Y ello se advierte con precisién si se tiene
en cuenta que su planteamicnto se apoya, de modo complemeatario al de
Locke, en tres premisas; a saber:
4) Los recelos que la obra de Monrssquiau rezuma ante el Poder Legis-
lativo, de ahi la configuracién bicameral de la Asamblea y toda la
construccién del sistema de equilibrios (frenos y contrapesos);
6) La articulacién de un Poder Judicial (rectius, de una funcién) con
entidad propia, lo que constituye, como se ha visto, una de sus mayo-
res aportaciones.
c) Todo ese esquema se cerraba, en efecto, en torno a /a garantia de
la libertad, cuya premisa fundamental consistfa en evitar a toda costa
el abuso del poder: Asi se expresaba el autor francés:
«... €3 una experiencia eterna, que todo hombre que tiene poder siente la incli-
nacién de abusar de él, yendo hasta donde encuentra limites [...]. Para que
no se pueda abusar del poder es preciso que, por la disposicién de las cosas,
el poder frene al poder» °,
146, Los recelos ante la ommnipotencia del Poder Legislativo, asi como
e] caracter moderado de las tesis del autor, se reflejan una y otra vez en
la citada obra. Veamos algiin ejemplo:
«... el poder legislative se confiard al cuerpo de nobles y al cuerpo que se
escoja para representar al pueblo; cada uno de ellos se reunir’ en asambleas
y deliberaré con independencia del otro, y ambos tendrén miras e intereses
separados».
«Es intiti! que el cuerpo legislativo esté siempre reunido: serfa incémodo
para los representantes y, por otra parte, ocuparfa demasiado al poder cje-
cutivo, el cual no pensarfa en ejecutar, sino en defender sus prerrogativas y
su derecho de ejecutar [...]. Bl cuerpo legislative no debe reunirse a instancia
propia, pues se supone que un cuerpo no tiene voluntad mas que cuando est
reunido en asamblea».
«Si el poder ejecutiva no posee el derecho a frenar las aspiraciones del cuerpo
legislativo, éste serd despético, pues, como podrd atribuirse todo el poder ima-
ginable, aniquilard a los demas poderes» ".
147. Pero, como decia, es en la configuracién del Poder Judicial en don-
de descansa una de las mayores peculiaridades de la doctrina de Mon-
TESQUTEU:
".
165. El presupuesto dogmatice sobre el que se basara el proceso revo-
lucionario francés, heredado de la doctrina rousseauniana, ser el de la pri-
macia de la voluntad general que se expresard en la soberania del Parlamento
(0 de la Asamblea Nacional). La fuente de inspiracidn principal de ese dog-
ma, aparte del ideario del autor ginebrino, se encuentra en la doctrina de
Steyés. Este autor que, como se ha dicho, tuvo la peculiar capacidad de adap-
tarse a los distintos sistemas constitucionales que atravesaron los diez afios
subsiguientes al proceso revolucionario (lo cual es muestra también de su
evidente oportunismo), edificé toda su construccidn tedrica en una serie de
presupuestos en los que conviene detenerse.
166. En primer lugar, su concepto de soberania nacional identificada
con el tercer estado, a través del cual sdlo la nacién tenia derecho a elaborar
una Constitucién, produciéndose ademas una identificacién entre ley y sobe-
rania nacional. En esa direccién argumental, su ataque a la nobleza y al alto
clero fue frontal:
«Extrano pais, aquel en el cual los ciudadanos que mas se aprovechan de
Ja cosa piiblica eran los que menos contribuian a ella; en el cual existfan impues-
tos que era vergonzante soportar y que el propio legislador tachaba de ser
envilecedores» "',
167. Su concepto de Constitucién se fundia, pues, con el concepto de
nacién, lo cual acartearia las consecuencias que ulteriormente veremos, aun-
que en su doctrina se vislumbra con claridad una de las distinciones mas
basicas del Derecho constitucional revolucionario. En efecto, en Sieyés apa-
rece con nitidez la distincién (que ya hemos visto manifestarse en Nortea-
mérica) entre poder constituyente y poderes constituidos. Las leyes fundamen-
tales (la Constituci6n, al fin y a la postre) emergen como manifestacién expli-
cita del poder constituyente u originario, el resto de Grganos son poderes
constituidos. Estas son sus palabras:
«.. la constitucién no es obra del poder constituido, sino del poder consti-
tuyente, Ninguna suerie de poder delegado puede cambiar nada de las con-LAS EXPERIENCTAS CONSTITUCIONALES DERIVADAS DE LA REVOLUCION 75:
diciones de su delegacién, Es en este sentido en el que las leyes constitucionales
son fundamentales. Las primeras, aquellas que establecen la legislatura, estén
(furdadas por ta voluntad nacional antes de cualquier constitucién; forman su
primer grado. Las segundas tienen que estar establecidas por una voluntad
representativa especial [..]. Se ve en seguida cémo las leyes propiamente dichas,
las que protegen a los ciudadanos y deciden sobre el interés comin, son obra
del cuerpo legislative formado y se mueven de acuerdo con sus condiciones
constitutivas» ™,
168, El tercer punto importante, al margen ahora de su importante cons-
truccién de la teoria de la representaci6n, estriba, por tanto, en que este
autor deja claro que el objeto de las leyes constitucionales es exclusivamente
la organizacién del poder, mientras que /a tutela de los derechos quedaba
siempre al arbitrio del legislador y, en consecuencia, en un plano constitu-
cional rebajado, Esta apreciacién tendré también importantes consecuencias
sobre el futuro del constitucionalismo continental.
169. Pero la consecuencia mas sobresaliente del esquema ideado por
StzyEs consiste en que det mismo no se extraen las consecuencias pertinentes
que se derivan de la distincién entre poder constituyente y poderes cons-
tituidos; pues en tal diferenciacién sdlo trasluce una supremacia formal y no
material. Particularmente ello sera evidente en toda la construccién que las
distintas Constituciones hagan de la institucién de reforma.
170. Es cierto, en cualquier caso, que el pensamiento de Stevés evo-
tucion6 conforme se alteraban también las bases constitucionales del proceso
revolucionario. En 1795, por ejemplo, Steves propuso la creacién de un jurie
constitutionnaire (que no era otra cosa que «un cuerpo de representantes
con la misin especial de juzgar la Constitucién») con la finalidad de paliar
los excesos del Poder Legislative. Su propuesta fue frontalmente rechazada
por los presupuestos dogmatices que nos son conocidos: la soberania nacional
y el Parlamento como tinico 6rgano que 1a encarna. La propuesta de Sievés
consistia en la constitucién, bajo el nombre de “Tribunal Constitucional”,
de un cuerpo de representantes que tuviera la misién especial de juzgar y
pronunciarse sobre las demandas de violacién de la Constitucién dirigidas
contra los derechos de Ia legislatura ¥.
6. LA DECLARACION DE DERECHOS DEL HOMBRE
Y DEL CIUDADANO DE 26 DE AGOSTO DE 1789
171. Si algiin documento sobresale de la Revolucién francesa es La
Declaracién de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 26 de agosto de
1789, un documento que se ha considerado emblemitico del constituciona-
lismo. El objetivo que persegufa, como ha reconocido ZAGREBELSKY, «era6 RAFAEL JIMENBZ ASENSIO
la demolicién de las estructuras del Ancien Régime y ta instauraci6a del reino
de la libertad y de la igualdad» ®,
172. Sabida es, por otra parte, la polémica que tuvo lugar entre JELLINEK
y Bourmy en torno al origen de esta Declaracién. A los efectos que aqui
interesan, Jetumex defendid que la citada Declaracién no encontraba su fun-
damento en las tesis de Rousssau ni en los pensadores de la Ilustraci6n,
sino que sus fuentes inmediatas se hallaban en las Declaraciones de las Cons-
tituciones de los estados norteamericanos tras la Declaracién de la Inde-
pendencia (y mas en concreto en la Declaracién de Virginia), mientras que
sus fuentes mediatas se encontraban en la libertad religiosa de las colonias
angloamericanas. Pero particularmente importante, por lo que luego se dird,
cra la configuracién que hacia JeLuinex de los derechos recogidos en esas
Constituciones como manifestaciones de una supremacia frente a la ley. Estas
eran sus palabras:
«Las declaraciones americanas [...] contienen reglas que estén por encima
del legislador ordinario. Tanto en la Unién como en los Estados particulares
hay Grganos distintos para la legislacién ordinaria y para la Constitucién, y
el juez vela por que el poder legislative ordinario no infrinja los limites de
la Constitucién: aquél debe negarse a aplicar una ley si la creyese contraria
a los derechos fundamentales. Las Declaraciones de Derechos se consideran
atin hoy por los americanos como la garantia préctica para las minorfas. ‘Tal
es lo que las distingue de los “Derechos garantidos” en los Estados europeas.
Las Declaraciones americanas no son séto Leyes formales de naturaleza supe-
rior, sino que son también la obra de un legislador superior» *.
173. Esta es la diferencia fundamental, efectivamente, entre las Decla-
raciones de uno y otro lado del Atlntico. Por lo demés, parece evidente
a estas alturas que los revolucionarios franceses conocieron perfectamente
la obra de los constituyentes de los diferentes estados americanos. La influen-
cia fue, en este sentido, incontestable. Asf lo puso de relieve Adolfo Posapa,
traductor del trabajo de JELLINEK, cuando el efecto opinaba lo siguiente:
«A mi juicio, después de la labor del sabio alemén, ya no es posible negar
e] influjo directo, inmediato, inspirador de las Declaraciones americanas en
la Declaracién francesa. Pero creo que la tesis podria formularse en términos
de mayor gencralidad, sefialando el influjo del movimiento constitucional ame-
ricano sobre las Constituciones francesas, 0, si se quiere, del Derecho cons-
titucional americano sobre el francés, ya que al fin y al cabo las Declaraciones
de Derechos, juridicamente consideradas, son una parte del régimen consti-
‘tucional, como lo demuestra el hecho de su incorporacién a las Constituciones
escritas, que son, sin duda, la expresién legislativa en que se condensa y que
caracteriza el Derecho politico contemporanco» ™.
174. Lo cierto es que el 11 de julio de 1789 La Fayette habia presentado
un proyecto de Declaracién elaborado con JEFFERson, entonces embajador‘LAS EXPERIENCIAS CONSTITUCIONALES DERIVADAS DE LA REVOLUCION 77
de Estados Unidos en Paris ¢ impulsor de la Declaracién de Derechos de
Virginia. Efectivamente, como seftalé Havek, fue la Declaracién de Virginia
Ja que sirvid de prototipo a las posteriores, «no sélo para los restantes Esta-
dos, sino también para la Declaracién de Derechos del Hombre y del Ciu-
dadano de 1789 y, a través de esta tiltima, pasé a todos los documentos euro-
peos». A partir de ese primer texto se fueron redactando numerosos Pro-
yectos, hasta que finalmente se redacté el definitivo: la discusién de la Decla-
racion de Derechos del Hombre y del Ciudadano apenas duré siete dias,
desde el 20 de agosto al 26, y a pesar de sus lagunas (algunos derechos estén
ausentes 0 muy tangencialmente reconocidos) la obra tuvo una proyeccién
que se ha prolongado hasta nuestros dias.
175. No obstante, siendo cierto lo anterior, se debe indicar asimismo
que en la Declaracién francesa se introducen elementos nuevos que van a
condicionar el desarrollo ulterior del Derecho piiblico continental en general
y del Derecho constitucional en particular. Sin duda, una de las diferencias
mas radicales entre el mundo estadounidense y el francés va a residir en
la posicién de la Ley en el sistema constitucional, asi como en la diferente
inteligencia del principio de separacién de poderes que llevaron a cabo los tevo-
lucionarios franceses, cuyas primeras manifestaciones ya se advierten en la
Declaracion de 1789 y se concretaran en la Constitucién de 1791. El primer
punto lo ha expresado con claridad el profesor Eduardo Garcia DE ENTERRiA,
cuando, en contra de las tesis mantenidas por Jetuanex, afirmaba lo siguiente:
«Por lo demas, el enunciado del art. 4 de la Declaracién no es ocasional.
Otros cuatro articulos més, el 5, 6, 7 y 8 extraen de ese principio consecuencias
decisivas para el régimen positivo de la libertad y, derivativamente, para la
formacién de todo el Derecho piiblico post-revolucionario. En conjunto, la
Declaracién cita once veces la palabra “Ley” y dos mas el adverbio “Iegal-
mente”. Veremos que esta colocacién de la Ley en el centro mismo del sistema
de los derechos esté en el origen de dos fenémenos capitales derivados cn
linea recta de la Dectaracién francesa y que se buscaré en vano en la influencia
historica del Derecho norteamericano: la formacién del Derecho piblico eu-
ropeo a lo largo de todo el siglo xix y la reconversién del sistema juridico
en un sistema de Leyes, precisamente, la reconfiguracién del Estado en lo
que no habia sido en todo el largo y profundo Antiguo Régimen, una machina
legislatoria, en el “Estado Legislacién”, segiin la licida explicacién de Carl
Schmitt» #,
176. La Declaracién de Derechos del Hombre y de! Ciudadano constaba
de un preémbulo, en el que se hacia hincapié en el dato de que «los repre-
sentantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional», exponian
en una Declaracién solemne «los Derechos naturales, inalienables y sagrados
del hombre». Entre ellos se encontraban las primeras manifestaciones de
la Declaracién encaminadas a enfatizar que «los hombres nacen y perma-
anecen libres ¢ iguales» (art. 1), asi como el reconocimiento de una serie de% RAFAEL JIMENEZ ASENSIO
derechos imprescriptibles como eran «la libertad, la propiedad, Ja seguridad
y la resistencia a la opresi6n» (art. 2). Al margen de otros muchos derechos
‘del primer liberalismo (y algunas ausencias), la Declaracién postulaba el prin-
cipio de soberania nacional («el origen de toda soberania reside esencialmente
en la Nacién»), y apostaba por /a ley como la expresién de la voluntad general.
Uno de los preceptos mas citados de esa Declaracién es, sin duda, el art. 16
cuando recoge, como vefamos en la Introducci6n de este trabajo, la siguiente
prevision: «Toda sociedad en la que la garantia de los derechos no estd ase-
gurada, ni la separacion de poderes establecida, carece de Constitucién>.
7. LA CONSTITUCION FRANCESA DE 1791
177. La Constitucién francesa de 1791 representa el primer ejemplo del
constitucionalismo derivado de la Revolucién de 1789. Se trata de una Cons-
titucién muy larga (un predmbulo, siete titulos y 208 articulos), donde los
revolucionarios franceses afrontan una tarea ingente: reformar el Estado y
las instituciones, asi como reformar la organizacién social, la justicia, la eco-
nomfa, etc. Tras reconocer en el Preambulo una Declaracién de Derechos,
el Titulo I enumera un catdlogo de buenas intenciones (creacién de la edu-
cacién piblica gratuita, proclamacién de fiestas nacionales en recuerdo de
la Revolucién, elaboracién de un Cédigo de leyes civiles, etc.).
178. La Constitucién de 1791 establece, en linea de continuidad con
la Declaracién de Derechos del Hombre y del Ciudadano, el principio de
soberania nacional, que lo intenta cohonestar con la figura del Rey. Los pode-
res del monarca permanecen tasados en la propia Constitucién: el Rey sigue
siendo el titular del Poder Fjecutivo (no en vano nombra y separa a los Minis-
tros), asi como se le configura como irresponsable ¢ inviolable. El monarca
puede ejercer el derecho de veto temporal sobre las leyes de la Asambléa
Nacional (durante dos legislaturas). En virtud de la consagraci6n formal del
principio de separacién de poderes, la elaboracién de las leyes y la ratificacién
de los tratados pertenece a la Asamblea Nacional, que se configura con carac-
ter unicameral y se compone de 745 miembros. Una concepcidn rigida de
la separacién de poderes conlleva que los Ministros no pueden ser parla-
mentarios.
179, Convencidos de que para ejercer el derecho de voto de forma
correcta era preciso que cl ciudadano fuera independiente e instruido, atri-
buyen el derecho de voto tnicamente a aquellos ciudadanos franceses mayo-
res de veinticinco afios, que hayan prestado juramento civico y paguen como
minimo una contribucién equivalente a tres jornadas de trabajo. No eran
requisitos muy duros, lo que permitid que se incorporaran al censo electoral
muchos ciudadanos (en torno a cuatro millones y medio). Pero la propia
Constitucién establecia que esos primeros ciudadanos elegian a “los grandes‘LAS EXPERIENCIAS CONSTITUCIONALES DERIVADAS DE LA REVOLUCION 79
electores” (para formar parte de los cuales los requisitos se endurecian: pues
se exigia para ser “gran elector” haber pagado como contribucién un minimo
de diez jornales de trabajo) que eran quienes, a su vez, designaban a los
diputados. Un sistema, por tanto, de eleccidn indirecta, puesto que no todos
los ciudadanos elegian directamente a sus representantes. La importancia de
la propiedad en la Revolucién francesa era, pues, un signo evidente de la
desconfianza en las clases populares. Y para comprobarlo nada mejor que
el presente testimonio:
«La historia ain no ha desvelado lo suficiente la importancia que desde
el principio tuvo en la Revoluci6n francesa el miedo de los propietarios a per-
der sus bienes. Limitémonos a escuchar a Madame de Staél en sus Conside-
raciones de 1816, su iiltimo escrito; confiesa el estremecimiento de terror que
sintieron ella y todos los ricos en 1789, “Los de ta clase obrera —escribe, tur-
bada atin por ese recuerdo— se imaginaron que iban a poderse sacudir el
yugo de la desigualdad de fortunas". Y Chateaubriand confirma con su estilo
peculiar: “Los zuecos llaman a la puerta de la gente con zapatos”. Germaine
Necker se alegra de haber visto sélo una vez a Robespierre, ese monstruo:
“Sus rasgos eran toscos, sus venas de un color verdoso”. Luego viene la expli-
cacién de ese retrato sorprendente. Efectivamente, [...] Robespierre se habia
expresado con una lucidez brutal: “La gran mayoria de nuestros conciudadanos
se ven reducidos, por indigencia, a la lucha por la supervivencia; esclavizados
hasta tal punto, son incapaces de reflexionar sobre las causas de su miseria
y los derechos que la naturaleza les ha dado” [...] se comprende que Madame
de Stiel, temerosa por la seguridad de sus millones, tuviera motivos para con-
siderar a Robespierre un hombre especialmente enojoso y funesto» 24
180. La Revolucién francesa supuso, no obstante, un cambio de orga-
nizacion social indudable con la emergencia de la burguesia como clase ascen-
dente. Este ascenso ha sido atentamente estudiado por Bernard MANIN. Asi,
el citado autor, al analizar el principio de distincién, pone de manifiesto como
en la Francia revolucionaria el sufragio activo estaba bastante extendido en
comparacién con otros paises en el mismo perfodo, mientras que las dife-
rencias mds clevadas se daban en lo que concernia al derecho a ser elegido
representanie, pues por medio de practicas sutiles se limité considerablemente
el derecho a ser elegido:
«E] efecto socialmente selectivo de las elecciones, aunque sin duda menos
marcado que en Inglaterra, estuvo igual de presente. También en Francia los
fundadores del gobierno representativo tenian la intencién de establecer un
sistema en el que los elegidos fueran generalmente los mas ricos y preeminentes
de los electores. Pero mientras que en Inglaterra ese resultado se logré par-
cialmente mediante la operacién silenciosa de normas y limitaciones sociales,
en Francia, se consiguié un resultado similar mediante arreglos institucionales
totalmente explicitos: el requisito fiscal para los electores en la segunda fase
y el principio de la eleccién indirecta» ®.80 RAFAEL JIMENEZ ASENSIO
181i. Particular importancia tiene, tal como se vera de inmediato, en
este disefio de la Constitucién de 1791 el papel que se le atribuye al Poder
Judicial y sobre todo su cardcter adjetivo en relacidn con los otros dos pode+
res: el Legislativo y el Ejecutivo. Ademés, este texto constitucional se carac-
teriza por establecer un procedimiento de reforma de cardcter rigido y, asi-
mismo, prever que durante un periodo de tiempo el texto constitucional seria
irreformable. Se establece, asi, una supremacia formal del texto constitucional
frente a las leyes, pues la Constitucién sélo se podfa reformar de acuerdo
con ¢] procedimiento previsto en la misma, que se diferenciaba claramente
del procedimiento de aprobacién y modificacion de la legislacién.
8. LA INTERPRETACION Y APLICACION DEL PRINCIPIO
DE SEPARACION DE PODERES POR LOS REVOLUCIONARIOS
FRANCESES,
182. El papel central que ocupaba la Ley (el “legicentrismo”) en el dise-
fio revolucionario francés no era sino consecuencia de la peculiar concepcion
que la Revolucion francesa adopté del principio de separacion de poderes; con-
cepcién que ya se trasluce en la propia Declaracién y que s¢ trasladar4 pos-
teriormente a la Constitucion de 1791 y, en términos mas radicales todavia,
a la Constitucién de 1793. En efecto, conforme ha recordado Resurra, «las
doctrinas constitucionales de Ja Revolucién francesa parecen tributar un
homenaje formal al principio de separacién de poderes [...]. Sin embargo,
en el lenguaje y en la praxis de la revoluci6n se evidencia con gran frecuencia
la desconfianza y la hostilidad hacia el principio de separacion de poderes» *.
Es més, en su aplicacién més radical, que fue sin duda el texto de 1793,
la Constitucién consagra la soberanfa del pueblo y la desconfianza hacia los
poderes constituidos; el ideal de Rousssau, aunque no puede imponerse ple-
namente (supresién de toda representaci6n), al menos consigue implantarse
de forma relativa. Tal como dijera Sanvt-Jusr, «el pueblo no tiene mas que
un serio enemigo, es su gobierno».
183. Lo cierto es que el proceso revolucionario francés, su propia con-
cepcién de la separacién de poderes y, en definitiva, el valor que se le otor-
gaba a la Constitucion, por utilizar la expresién con la que titula Roberto
Bianco su excelente libro, partia del presupuesto basico de la supremacia
del legislador 0, mejor dicho, de la soberania del Parlamento. Un presupuesto
dogmatico que acompanard al constitucionalismo continental hasta bien
entrado el siglo xx. Y que, sin embargo, tampoco fue un presupuesto real.
Roberto Bianco Vatpés ha recordado, en linea con lo antes expuesto, que
el postulado politico general del liberalismo revolucionario se sustentaba en
el peligro de que, tal como se estimaba, las futuras extralimitaciones pro-
cederian «en mucha mayor medida de las eventuales violaciones constitu-