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CAPÍTULO 7
HECHOS Y ACTOS JURÍDICOS
(Actualizado según programa 2020)
Temario:
Introducción.
Hecho jurídico. Concepto y clasificación.
El acto voluntario e involuntario. Elementos constitutivos de la voluntad. Vicios de la voluntad. Mo-
dos de manifestación de la voluntad.
Acto jurídico. Concepto legal. Elementos esenciales y accidentales. Vicios de los actos jurídicos: con-
ceptos.
Forma de los actos jurídicos. Concepto. Libertad de forma, forma impuesta y expresión escrita.
Prueba de los actos jurídicos. Concepto.
Instrumentos. Instrumentos públicos. Requisitos. Eficacia probatoria. Instrumentos privados y parti-
culares no firmados. Requisitos. Firma. Firma digital. Doble ejemplar. Fecha cierta. Valor probatorio.
Correspondencia. Régimen legal.
1. INTRODUCCIÓN
Resulta curioso observar cómo el derecho incide en nuestra vida cotidiana dando, en ocasio-
nes, consecuencias a acontecimientos que en otras resultan intrascendentes jurídicamente. Así, la
caída de una helada o la excesiva afición a la bebida de una persona podrían ser acontecimientos sin
trascendencia para el mundo jurídico. Pero si un agricultor contrata un seguro que cubre tal riesgo
para su cosecha, o la afición se convierte en embriaguez habitual, los mismos acontecimientos pro-
ducen efectos regulados por las normas: la facultad del agricultor de exigir la indemnización a la ase -
guradora en el primer caso; el elemento debilidad psíquica que, unido a la intención de aprovecharse
de parte de otro, genera el vicio de lesión, como causal de nulidad del acto, en el segundo.
El Código Civil y Comercial (CCC) regula la teoría de los hechos y actos jurídicos dentro del Libro
Primero, Título IV. Esta teoría general reviste suma importancia, porque permite desentrañar cuándo
un hecho o un acto tienen trascendencia para el Derecho, y éste los dota de consecuencias jurídicas;
es decir, hace nacer derechos u obligaciones para los sujetos que quedan alcanzados por él.
En este trabajo nos proponemos brindar las nociones básicas sobre hechos y actos jurídicos a
través de un lenguaje sencillo y accesible para el alumno, y con ejemplos que permitan vincular ade -
cuadamente la teoría con la realidad.
2. HECHO JURÍDICO
a. Concepto
El CCC comienza el título IV definiendo el hecho jurídico, en el art. 257: “El hecho jurídico es el
acontecimiento que, conforme al ordenamiento jurídico, produce el nacimiento, modificación o extin-
ción de relaciones o situaciones jurídicas”.
Para comprender mejor la dimensión del concepto lo analizaremos en partes.
Primeramente, ¿qué debemos entender por acontecimiento? Según la Real Academia Españo-
la, acontecer es suceder1. De allí que acontecimiento es lo que sucede, lo que pasa en el mundo de
los sentidos.
Estos acontecimientos pueden tener un origen diverso: ser resultado de fenómenos de la natu-
raleza sin intervención del hombre; por ejemplo, un terremoto, granizo, inundación, , la muerte natu -
ral, el paso del tiempo, etc. O bien, ser producto del accionar humano como la firma de un acuerdo,
el reconocimiento de un hijo, la comisión de un delito, etc.
En muchos casos, el acontecimiento obedece a causas mixtas: por ejemplo en la fecundación
in Vitro, se mezclan procesos naturales con la intervención médica para lograr la viabilidad del ser. Si
se contrata un seguro de vida o contra daños producidos por granizo, el acto humano de acordar con
la aseguradora se sujeta al acaecimiento del suceso natural: la muerte del asegurado en el primer
caso, la caída del granizo y la generación de daños en los bienes asegurados, en el segundo. La doctri-
na entiende que al existir intervención humana, éste tipo de hechos quedan incluidos entre los actos
humanos.
El acontecimiento a su vez, por sí solo, no tiene trascendencia jurídica en tanto no exista una
norma (derecho objetivo) que vincule el mismo con una consecuencia jurídica. Se trata, ciertamente,
de un hecho, de un acontecimiento que, precisamente por generar consecuencias de Derecho, se le
califica, como hecho “jurídico”.
Esas consecuencias jurídicas pueden corresponder al nacimiento, la modificación o extinción
tanto de relaciones como situaciones jurídicas.
El concepto de relación jurídica nos es más familiar, en orden a que está vinculado al de dere -
cho subjetivo. Hablamos de relación jurídica como el vínculo jurídico entre dos o mas sujetos, en vir-
tud del cual, uno de ellos tiene la facultad jurídica de exigir algo que el otro debe cumplir.
Con lo dicho se comprende que en virtud de una relación jurídica, una persona tiene la facul-
tad de exigir algo (derecho subjetivo), que otra debe cumplir (deber jurídico a cargo del sujeto pasi-
vo de la relación). Por ejemplo: la relación jurídica que nace entre vendedor y comprador de una
cosa, por la cual el vendedor se obliga a transmitir la propiedad de la cosa y el comprador a pagar el
precio; y por otra parte, el vendedor tiene la facultad jurídica de exigir el pago del precio y el compra -
dor de exigir la entrega de la cosa.
La situación jurídica en cambio, es el conjunto de derechos y deberes, determinados o even -
tuales, que el Derecho atribuye a una persona colocada en ciertas condiciones.
“Es un determinado modo o una determinada manera de estar las personas en la vida social,
regulado por el derecho” (DIEZ-PICAZO, L.; 1996).
Por ejemplo: la situación referida a la persona en sí misma (menor de edad, mayor de edad,
empresario, heredero, etc.), o con relación a los bienes (titular de un derecho real de propiedad, o de
cualquier otro derecho real).
b. Clasificación
La doctrina comienza la clasificación de los hechos haciendo esta primera distinción: si los
acontecimientos derivan de causas naturales los denomina hechos de la naturaleza. Si existió inter-
vención humana, los califica de actos humanos.
A su vez, los actos humanos se sub clasifican en dos grandes ramas: los actos voluntarios e in-
voluntarios. Los primeros son aquellos que reúnen tres elementos internos (del fuero psicológico o
espiritual): discernimiento, intención y libertad. Los actos involuntarios en cambio, son aquellos a los
que les falta alguno de estos tres elementos, o se hallan viciados.
Luego, los actos voluntarios pueden distinguirse en: actos lícitos e ilícitos. Los lícitos, como su
nombre indica, son aquellos permitidos por el ordenamiento jurídico. Los ilícitos son aquellos que
contrarían la norma, y que resultan imputables a título de dolo (si hay intención de dañar) o de culpa
(si media imprudencia, impericia o negligencia). Dependiendo de cual sea el factor de atribución, se
califican en delitos y cuasidelitos, respectivamente.
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Por último, dentro de los actos lícitos aparece una nueva división: actos jurídicos y simples ac-
tos lícitos.
Ambos poseen los rasgos comunes de voluntariedad y licitud, pero difieren en que los simples
actos lícitos se realizan por el sujeto sin tener en cuenta como fin inmediato la consecuencia jurídica
que el ordenamiento le atribuye al acto (adquirir, modificar o extinguir relaciones o situaciones jurídi-
cas), aunque la misma se cumpla.
El art. 258 del CCC establece: “Simple acto lícito. El simple acto lícito es la acción voluntaria no
prohibida por la ley, de la que resulta alguna adquisición, modificación o extinción de relaciones o si-
tuaciones jurídicas”.
El ejemplo típico es el de la pesca deportiva o de recreación. El pescador deportivo no realiza el
acto teniendo como fin inmediato la adquisición de un derecho real de dominio sobre lo pescado,
aunque tal consecuencia se produce -salvo que haya una prohibición legal respecto de la pesca de la
especie en cuestión, caso en que estaríamos frente a un acto ilícito-.
En cambio, en el acto jurídico, el fin inmediato de adquirir modificar o extinguir relaciones o si -
tuaciones jurídicas es elemento esencial: es la llamada causa fin, finalidad perseguida y querida por el
o los sujetos, que los lleva a realizar el acto. Por ejemplo, si quiero transmitir la propiedad de un bien
a una persona puedo realizar el acto jurídico que cumpla con la finalidad querida: lo vendo (percibo
un precio), lo dono (porque quiero hacer una liberalidad), realizo un testamento (dispongo la trans-
misión para después de mi muerte), etc.
En síntesis podemos esquematizar la clasificación del siguiente modo:
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La norma resulta clara, en el sentido que caracteriza al acto involuntario como aquel privado
de discernimiento, entendiendo éste como la aptitud de comprender y valorar un acto y las conse-
cuencias que emanan de él.
La falta de voluntad no significa, sin embargo, que el acto no vaya a producir ningún efecto ju -
rídico, dado que algunos se darán por la simple circunstancia de que estemos frente a un hecho hu -
mano; tal como ocurre, por ejemplo, con la indemnización por equidad en caso de haberse dañado a
alguien con el acto involuntario (art. 1750 CCC 2).
A diferencia de lo que ocurre con los otros elementos de la voluntad jurídica, la ausencia de
discernimiento no se produce a raíz de vicio alguno, sino por una circunstancia inherente a la aptitud
intelectual general del sujeto (RIVERA, J.; 1997). Por falta de madurez intelectual, o privación tempo -
ral o permanente de la razón.
Ahora bien, ¿por qué se hace esta distinción? La calificación del acto como voluntario o como
involuntario genera consecuencias diferentes para el autor del mismo. El autor de un acto involunta -
rio no responde por él, salvo por razón de equidad, en casos en que el juez estime que las circunstan -
cias personales del autor y de la víctima lo ameriten (que el autor esté en una posición económica
privilegiada y la victima se halle en estado de indigencia). Por ejemplo, un niño menor de diez años
que manipula una herramienta eléctrica con la que destruye una pared del vecino.
Por supuesto que en todos los casos, también habrá que traer a escena la responsabilidad de
sus padres, tutores o asistentes frente al tercero dañado, según el caso.
2. Intención
“Es el propósito de realizar ese acto” (BORDA, A.; BORDA, D; BORDA, G; 2009). A diferencia del
discernimiento que se adquiere o se pierde de manera general, la intención se vincula con un acto en
concreto.
3. Libertad
2 Art. 1750 CCC: “Daños causados por actos involuntarios. El autor de un daño causado por un acto involuntario responde por razones de equidad. Se aplica lo dispuesto en el
artículo 1742 (atenuación de la responsabilidad por el juez considerando las circunstancias personales del autor y la victima del daño).
El acto realizado por quien sufre fuerza irresistible no genera responsabilidad para su autor, sin perjuicio de la que corresponde a título personal a quien ejerce esa fuerza”.
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Es la posibilidad de llevar a cabo o no el acto jurídico según las propias conveniencias o deseos
de la persona” (BORDA, A. et al; Ob. Cit.). Es la autodeterminación, el libre albedrío (elegir qué, có -
mo, dónde, cuándo y con quién realizar el acto jurídico).
5. VICIOS DE LA VOLUNTAD
Como anticipáramos en el punto 3) los vicios pueden atacar la intención y la libertad. El discer-
nimiento obedece a cuestiones de madurez o de falta de plenitud de las facultades intelectuales del
propio sujeto.
Los vicios son ciertos defectos o anomalías que pueden derivar del propio sujeto o del accionar
de otro, que alteran el propósito (quiero realizar un acto y termino haciendo otro), o la libertad de
elegir (no quiero celebrar el acto pero lo hago obligado por amenazas).
Son vicios de la intención como elemento de la voluntad: el error y el dolo.
a. Error de hecho
El error es la falta de conocimiento o el conocimiento falso de determinadas circunstancias.
Es la falsa representación mental de la realidad que vicia el proceso formativo de la voluntad
para la realización del negocio, de forma que éste o no se hubiera querido de haberse conocido exac -
tamente la realidad o se hubiera querido de otra manera (CAPILLA RONCERO, F.; 1999).
Puede ser de hecho o de derecho, pero resulta imprescindible aclarar desde un principio que
el error de derecho (no conocer la norma) es inexcusable; es decir, no produce la nulidad del acto ni
justifica al sujeto (nadie puede alegar no conocer la ley para excusarse de la responsabilidad derivada
de sus actos).
Por ende, el vicio de la voluntad es el error de hecho. A su vez, éste debe ser esencial y ser re -
conocible por el destinatario del acto.
Así lo establece el art. del 265 CCC: “Error de hecho. El error de hecho esencial vicia la voluntad
y causa la nulidad del acto. Si el acto es bilateral o unilateral recepticio, el error debe, además, ser re-
conocible por el destinatario para causar la nulidad”.
A su vez, el art. 267 del CCC enumera los supuestos de error esencial. Expresa: “Supuestos de
error esencial. El error de hecho es esencial cuando recae sobre:
a) la naturaleza del acto (por ej. si creo que me donaron el terreno y en realidad me lo dieron
en préstamo)
b) un bien o un hecho diverso o de distinta especie que el que se pretendió designar, o una cali-
dad, extensión o suma diversa a la querida; (por ej. si encargo la pintura de un ambiente creyendo
que el presupuesto incluye la de todo el departamento; o creo que adquirí una joya de oro macizo
cuando en realidad está solo bañada en el metal)
c) la cualidad sustancial del bien que haya sido determinante de la voluntad jurídica según la
apreciación común o las circunstancias del caso (por ej. se adquiere un auto con caja manual cuando
se requería caja automática por una lesión en una pierna del comprador que es evidente para el ven-
dedor; se adquiere un terreno para construir, pero las condiciones del suelo o las ordenanzas urba -
nísticas de la ciudad impiden la edificación).
d) los motivos personales relevantes que hayan sido incorporados expresa o tácitamente (ídem
lo anterior)
e) la persona con la cual se celebró o a la cual se refiere el acto si ella fue determinante para su
celebración” (por ej. se encomienda la realización de un cuadro, confundiendo a la persona con un
pintor famoso).
Por su parte, el Art. 268 del CCC establece: “Error de cálculo. El error de cálculo no da lugar a la
nulidad del acto, sino solamente a su rectificación, excepto que sea determinante del consentimien -
to”.
Así, el error de transcripción, que altera alguna letra de los nombres de las partes, o una cifra
fácilmente comprobable, no tiene incidencia sobre la validez y debe ser objeto de corrección.
b. Dolo
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La palabra dolo ha sido utilizada hasta aquí con un sentido: intención de dañar, como elemen -
to que caracteriza a un acto ilícito, que es el delito civil. Ahora, vamos a ver un segundo significado: el
dolo como vicio de la intención.
Esta acepción está definida en el art. 271 del CCC, que reza: “Acción y omisión dolosa. Acción
dolosa es toda aserción de lo falso o disimulación de lo verdadero, cualquier artificio, astucia o ma-
quinación que se emplee para la celebración del acto. La omisión dolosa causa los mismos efectos que
la acción dolosa, cuando el acto no se habría realizado sin la reticencia u ocultación”.
Podemos decir entonces que el dolo es un ardid o engaño dirigido a lograr que una persona
realice un acto jurídico, que sin ellos no hubiera realizado.
A diferencia del error que se genera en el propio sujeto, el dolo implica la acción (realizar ac-
tos, simular cosas, convencer, etc.) o la omisión (callar la verdad, no sacar del error al otro) de otro,
tendiente a lograr que el sujeto haga lo que quiere aquél, dirigiendo su intención a eso. Por ej. le ha -
cemos creer a una persona que está firmando un boleto de compraventa como vendedor (que recibi -
rá un pago por el precio), cuando en realidad es una donación (por la que transmite gratuitamente el
bien).
El dolo puede ser esencial o incidental. Es esencial cuando el engaño provoca el nacimiento del
acto (sin el engaño el acto no se hubiera realizado). Es incidental cuando altera las circunstancias o
condiciones del mismo, pero no incide en la voluntad de realizar el acto (es decir, de haber conocido
el engaño, la persona aún estaría dispuesta a celebrar el mismo). Debemos aclarar, que el mismo ar-
did puede ser parte de ambos tipos de dolo: por ej., si se altera el cuentakilómetros de un vehículo
que se pone a la venta, esto puede resultar elemento decisivo para una persona interesada en com-
prarlo, en tanto para otro, solo puede ser un elemento complementario que incide en el precio que
está dispuesto a pagar por el bien, pero no en la compra.
La calificación de uno u otro debe hacerse en cada caso y los efectos de uno u otro tipo de dolo
son diferentes.
El dolo esencial afecta la validez del acto, en tanto que el incidental solo da lugar a indemniza -
ción de daños y perjuicios (o la readecuación del precio, en el ejemplo dado).
El art. 272 del CCC define al dolo esencial: “El dolo es esencial y causa la nulidad del acto si es
grave, es determinante de la voluntad, causa un daño importante y no ha habido dolo por ambas par -
tes”.
El art. 273 del CCC hace lo propio con el dolo incidental: “El dolo incidental no es determinante
de la voluntad; en consecuencia, no afecta la validez del acto”.
El dolo puede provenir de alguna de las partes del acto jurídico, o puede generarse por un ter -
cero (art. 274 CCC3) para influir en las partes del acto. En ambos casos, produce la nulidad del acto
para las partes (se tiene por no realizado), y genera responsabilidad por los daños en el autor (art.
275 CCC4).
c.Violencia
La violencia vicia el elemento libertad.
Establece el art. 276 del CCC: “Fuerza e intimidación. La fuerza irresistible y las amenazas que
generan el temor de sufrir un mal grave e inminente que no se puedan contrarrestar o evitar en la
persona o bienes de la parte o de un tercero, causan la nulidad del acto. La relevancia de las amena -
zas debe ser juzgada teniendo en cuenta la situación del amenazado y las demás circunstancias del
caso”.
De la norma se desprende que la violencia puede manifestarse de dos modos: fuerza física irre-
sistible ejercida sobre el autor del acto para que realice el mismo (ej: tomar la mano de la persona y
hacerla firmar un testamento); o también puede consistir en intimidación o amenaza de sufrir un mal
3 Art. 274 CCC: “Sujetos. El autor del dolo esencial y del dolo incidental puede ser una de las partes del acto o un tercero”.
4 Art. 275 CCC: “Responsabilidad por los daños causados. El autor del dolo esencial o incidental debe reparar el daño causado. Responde solidariamente la parte que al tiem -
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grave e inminente (ej: si no firmas el contrato, mato a tu hijo) que no le permita acudir al auxilio de la
fuerza pública.
Respecto de este vicio, se repite lo previsto para el dolo, en cuanto a sujetos que generan la
violencia (art. 277 CCC5), y la responsabilidad por daños derivados del acto viciado (art. 278 CCC 6),
que recae solidariamente entre el autor de la violencia y la parte que la conocía al tiempo de la cele -
bración del acto.
6 Art. 278 del CCC: “Responsabilidad por los daños causados. El autor debe reparar los daños. Responde solidariamente la parte que al tiempo de la celebración del acto tuvo
8 Cita de Bueres, A. (Dir.) (2015) Código Civil y Comercial de la Nación. Analizado, comparado y concordado. Ed. Hammurabi. Buenos Aires. Pág. 247.
9 En este sentido se expiden Borda, A.; Borda, D.; Borda, G. ((2009) Manual de Derecho Privado. Ed. LA Ley. Buenos Aires. Pág. 134.
7
Recordemos que el silencio para el Derecho implica la ausencia de todo comportamiento. Es
decir, no solo el abstenerse de pronunciar o escribir palabras, sino también la abstención de realizar
actos, signos o conductas que permitan inferir la voluntad. Como principio general, la máxima “quien
calla otorga” no tiene efectos jurídicos, pero excepcionalmente se aplica para los casos que se men-
cionan en la norma a continuación.
Al respecto, el Art. 263 del CCC expresa: “Silencio como manifestación de la voluntad. El silen-
cio opuesto a actos o a una interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad
conforme al acto o la interrogación, excepto en los casos en que haya un deber de expedirse que pue -
de resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una relación entre el si -
lencio actual y las declaraciones precedentes”.
Son supuestos de lo que se denomina “silencio calificado” 10. El primer caso contemplado es
aquel en el que media deber de expedirse o expresarse derivado de la ley. Por ej., el deber que recae
sobre el sujeto a quien se le atribuye la firma de un documento de manifestar judicialmente si le per-
tenece (art. 314 CCC). El silencio u omisión de expresarse en este ámbito, genera la presunción de su
autoría.
El segundo, se refiere a los casos en que las propias partes han definido en el acto que el silen -
cio tenga efectos de declaración de voluntad. Por ej., si en un contrato de transporte de mercaderías
embaladas se incluye una cláusula por la que el transportista se libera de responsabilidad por daños
en lo transportado, si el cargador no reclama dentro de los 10 días de recibida la carga.
El tercer caso, toma el silencio incorporado como manifestación de voluntad por los usos o
prácticas (comerciales) del lugar. Aquí habrá que observar la costumbre local.
Por último, se da el supuesto de que medie relación entre el silencio actual y declaraciones
previas. Cuando la vinculación entre ambas conductas es tan estrecha que, dentro del marco de la
buena fe que debe imperar en las relaciones jurídicas, se infiere que el silencio es una declaración de
voluntad. El ejemplo más utilizado es el del comercio que recibe mercaderías del proveedor con au -
mentos de precios notificados con anterioridad sin emitir declaración alguna. El silencio se considera
aceptación de las nuevas condiciones.
Cuestión similar se regula en el art. 1145 del CCC 11, respecto de la falta de impugnación de la
factura emitida por venta de mercaderías. La diferencia que media con el segundo caso, es que no
existe cláusula alguna del contrato que contenga esta solución, sino que la misma deriva de la aplica -
ción normativa supletoria.
10 Se denomina "silencio calificado", al que forma parte de una conducta expresiva compleja, que le otorga el grado de expresión de voluntad (De Castro y Bravo, F.; 1985).
11 Art. 1145 del CCC: “Entrega de factura. El vendedor debe entregar al comprador una factura que describa la cosa vendida, su precio, o la parte de éste que ha sido pagada
y los demás términos de la venta. Si la factura no indica plazo para el pago del precio se presume que la venta es de contado. La factura no observada dentro de los diez días
de recibida se presume aceptada en todo su contenido.
Excepto disposición legal, si es de uso no emitir factura, el vendedor debe entregar un documento que acredite la venta” (el resaltado nos pertenece).
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Dentro de este esquema, los particulares pueden crear nuevos negocios no regulados, o modi-
ficar los efectos de algunos de los que sí están previstos — siempre y cuando no se trate de una pre -
visión imperativa, que excede el marco de la autonomía de la voluntad— y el ordenamiento legal le
proporciona los mecanismos de protección para que puedan concretarse los efectos perseguidos.
c. Causa
La causa final puede ser entendida como “el resultado jurídico objetivo que al sujeto le es posi -
ble conseguir valiéndose de determinado negocio” (GARRIDO CORDOBERA, L. et al; Ob. Cit). Es el
“para qué” del acto en razón de los sujetos que lo realizan.
El art. 281 del CCC define la causa al decir: “La causa es el fin inmediato autorizado por el orde-
namiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa los motivos ex-
teriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si
son esenciales para ambas partes”.
El CCC toma como elemento del acto la noción de causa fin, que es la finalidad inmediata que -
rida por las partes, siempre que sea autorizada por el ordenamiento jurídico (es decir, que no sea ilí -
cita ni contraríe las normas), y admite que se incorporen a la misma los motivos personales de los
contratantes, que pasarían a integrar la causa si son lícitos y si se agregan al acto.
De allí que resulta necesario aclarar ambos conceptos de causa.
1. Causa objetiva o causa “fin”: es la finalidad inmediata y concreta perseguida por
las partes al celebrar un determinado acto o negocio jurídico.
12 Legado: Disposición testamentaria a título particular que confiere derechos patrimoniales determinados que no atribuyen la calidad de heredero (Gatti)(…).(OSSORIO, M.;
1992).
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“Fin inmediato, directo y concreto que ha determinado la celebración del acto” (Borda, A. et
al; Ob. Cit.).
La doctrina la caracteriza como objetiva, abstracta, intrínseca e inmutable (es siempre la
misma para cada acto jurídico de la misma especie) y tiene un rol tipificante (permite identificar el
tipo de negocio realizado).
2. Causa subjetiva o causa “motivo”: se refiere a los móviles individuales o personales que
cada contratante tiene y que pasan a ser elemento del acto cuando quedan exteriorizados y se hacen
conocidos para las partes. Cuando se exteriorizan y se les da jerarquía en el acto (se conocen o se
pueden conocer por las partes como fundamento del acto) adquieren categoría de causa.
Veamos un ejemplo sencillo para entender mejor la cuestión.
Pensemos en el contrato de compraventa. Como acto jurídico, es fuente de obligaciones para
los contratantes (hace nacer la obligación de transmitir la propiedad del bien para el vendedor, y la
obligación de pagar el precio para el comprador).
La causa entendida como finalidad va a ser siempre la misma para el mismo tipo de contrato:
para el comprador el fin inmediato es adquirir la propiedad de la cosa, en tanto que para el vendedor
es obtener el precio pactado. En todos y cada uno de los contratos de compraventa celebrados (no
importa entre qué sujetos, qué bienes y en qué condiciones) encontraremos esta causa invariable.
Ahora bien, cada contratante llega al negocio con intereses y razones personales diferentes: se
puede comprar para alquilar el bien, para revenderlo, para vivienda familiar, para acumular riquezas,
etc. y se puede vender también por diversos motivos, para costear un viaje, mudar de domicilio, para
obtener liquidez, incluso el móvil puede resultar ilícito, como el caso de quien vende para burlar los
intereses de sus acreedores personales, para evitar dejar bienes en sucesión a determinadas
personas, etc.
Cada acto se genera a partir de motivos distintos que varían porque varían los sujetos,
intereses, lugares y momentos. Por eso se dice que los motivos son contingentes (variables y propios
para cada acto, aunque se trate de contratos del mismo tipo).
Algunos de esos motivos, como dijimos pueden resultar ilícitos o contrarios a la moral. De allí
que si los mismos se incorporan al acuerdo (manifiestamente), se constituyen en causa, y siendo
ilícitos, pueden dar lugar a la demanda de nulidad del mismo.
La incorporación de los motivos psicológicos se produce cuando se refiere expresamente a
ellos en el acto o cuando no existiendo manifestación expresa, resultan esenciales para ambas par-
tes, es decir resultan comunes a los otorgantes del mismo. Un ejemplo típico de esto se da cuando
una persona encarga a otra un trabajo u obra intelectual (tesis, monografía, ensayo, etc.) para pre-
sentar a un concurso a nombre de quien paga el trabajo y no de su autor real. La finalidad aquí es co -
mún a ambas partes, (ya que quien recibe el encargo no puede alegar no saber cual es el fin del mis -
mo), y en este caso en particular, además es al menos inmoral cuando no ilícita, porque se hace con
el fin de engañar a la organización del evento (GLIBOTA LANDRIEL, V.; 2015)
10
ej. te dono mi Código Civil y Comercial comentado si apruebas Instituciones del Derecho Privado I en
el turno de marzo. Si se produce el acontecimiento, nace el derecho a exigir la donación.
Ahora, si se supedita la extinción del derecho a que se produzca el acontecimiento futuro e in -
cierto, estamos frente a una condición resolutoria. Siguiendo el mismo ejemplo: el préstamo de mi
Código Civil y Comercial comentado queda sin efecto si no apruebas Instituciones del Derecho Priva -
do I en el turno de marzo. Aquí, el hecho condicionante está incorporado como una acción negativa
(no aprobar), pero el efecto de dicho acontecimiento es hacer perder un derecho (el de tener en
préstamo el libro).
El art. 348 del CCC es claro al referirse a los efectos de ambos tipos: “Cumplimiento de la con -
dición suspensiva y resolutoria. El cumplimiento de la condición obliga a las partes a entregarse o res-
tituirse, recíprocamente, las prestaciones convenidas, aplicándose los efectos correspondientes a la
naturaleza del acto concertado, a sus fines y objeto.
Si se hubiese determinado el efecto retroactivo de la condición, el cumplimiento de ésta obliga
a la entrega recíproca de lo que a las partes habría correspondido al tiempo de la celebración del
acto. No obstante, subsisten los actos de administración y los frutos quedan a favor de la parte que
los ha percibido”
A su vez, en el art. 344 del CCC se establecen los supuestos de condiciones prohibidas.
“Condiciones prohibidas. Es nulo el acto sujeto a un hecho imposible, contrario a la moral y a
las buenas costumbres, prohibido por el ordenamiento jurídico o que depende exclusivamente de la
voluntad del obligado.
La condición de no hacer una cosa imposible no perjudica la validez de la obligación, si ella fue -
ra pactada bajo modalidad suspensiva.
Se tienen por no escritas condiciones que afectan de modo grave la libertad de la persona,
como la de elegir domicilio o religión, o decidir sobre su estado civil”.
Ejemplo típico de condición prohibida, es aquella en la se condiciona a un sujeto a casarse, o
no casarse, o casarse con determinada persona, para obtener determinado beneficio.
b. Plazo
“Plazo o término es la cláusula en virtud de la cual se difieren o se limitan en el tiempo los
efectos de un acto jurídico” (BORDA, A. et al; Ob. Cit).
Las características que lo distinguen de la condición son que el plazo supedita la exigibilidad
del derecho (desde cuándo o hasta cuándo se puede exigir el cumplimiento), y no la existencia del
acto.
A su vez, se sujeta tal exigibilidad a un acontecimiento futuro pero siempre cierto (que va a su-
ceder indefectiblemente, aunque no se sepa cuándo).
El art. 350 del CCC prescribe las especies de plazo: “Especies. La exigibilidad o la extinción de
un acto jurídico pueden quedar diferidas al vencimiento de un plazo”.
Aquí también podemos calificar al plazo en inicial o suspensivo, si se difiere la exigibilidad del
derecho en el tiempo. Por ej., se pacta el pago de una suma de dinero en cuotas con vencimiento del
1 al 10 de cada mes, a partir del mes próximo, no pudiendo el acreedor exigir el pago antes de ese
tiempo.
En cambio, si lo que se difiere es la extinción del derecho, el plazo es final o resolutorio. Por ej.,
se pacta que el contrato de locación venza el 31 de enero de 2017, cesando a partir de ese momento
los derechos del locador de exigir pagos de alquiler y del locatario de usar la cosa.
c. Cargo o modo
El Art. 354 del CCC dispone: “Cargo. Especie. Presunción. El cargo es una obligación accesoria
impuesta al adquirente de un derecho. No impide los efectos del acto, excepto que su cumplimiento
se haya previsto como condición suspensiva, ni los resuelve, excepto que su cumplimiento se haya es -
tipulado como condición resolutoria. En caso de duda se entiende que tal condición no existe”.
Así, constituye un cargo incorporado a la donación de un lote o terreno la imposición por el do-
nante al donatario de que una porción del mismo se utilice para construir un refugio para perros
abandonados.
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El cargo se presume simple, es decir que el incumplimiento de esta obligación accesoria no al-
teraría ni impediría el efecto del acto principal (en este caso, la donación), salvo que de su redacción
o las circunstancias del caso se entienda que es condición suspensiva o resolutoria del derecho prin -
cipal, en cuyo caso opera el efecto de adquisición o extinción del mismo, respectivamente. Sin em-
bargo, podrá solicitarse judicialmente su cumplimiento.
b. Simulación
El CCC no define la simulación, pero la caracteriza detalladamente en el art. 333: “Caracteriza-
ción. La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia de
otro, o cuando el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son verdaderas, o
cuando por él se constituyen o transmiten derechos a personas interpuestas, que no son aquellas
para quienes en realidad se constituyen o transmiten”.
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El vicio de simulación es definido como el defecto de buena fe del acto jurídico consistente en
la discordancia consciente y acordada entre la voluntad real y la declarada por los otorgantes del
acto, con ánimo de engañar, de donde puede resultar, o no, lesión al orden normativo o a los terce -
ros ajenos al acto. Por eso, es importante destacar que la simulación aunque apareja engaño, no
siempre será llevada a cabo con intención de perjudicar, y por ello la ley la clasifica en lícita e ilícita,
con efectos diferentes para cada caso.
A su vez, la simulación puede ser absoluta o relativa. La simulación absoluta es aquella en que
el acto ostensible (evidente) no oculta un acto real. El acto es pura y total apariencia. Tal sucede, por
ejemplo, cuando para evitar la acción de los acreedores, el propietario de un inmueble simula la ven-
ta a otro sujeto (comúnmente llamado testaferro o prestanombre), pero de manera puramente apa -
rente, pues en realidad sigue siendo el titular del dominio, y esa apariencia se crea sólo para impedir
que sus acreedores puedan hacer valer sus derechos sobre la cosa. En este caso del ejemplo, la simu -
lación se hace con intención de perjudicar los derechos de terceros y entonces se considera ilícita.
En cambio, la simulación relativa se presenta cuando debajo del acto ostensible existe otro
acto diferente que es el realmente querido. Por ej., bajo la apariencia de venta de un bien, se encu-
bre un mandato, en el que se encomienda al comprador simulado (mandatario) que comercialice el
bien con una empresa de la competencia. Se utiliza en este caso, para lograr vender a mejor precio y
condiciones un bien, pero no existe ánimo de perjudicar a otros o violar la ley. Podemos decir que en
este caso, la simulación es lícita. O el caso del padre de un hijo no reconocido que simula la donación
de un bien al mismo bajo la forma de una compraventa, siempre que no perjudique la legítima de los
herederos forzosos (esposa, hijos matrimoniales, etc.).
Esto surge de considerar lo establecido en el art. 334 del CCC: “Simulación lícita e ilícita. La si-
mulación ilícita o que perjudica a un tercero provoca la nulidad del acto ostensible. Si el acto simulado
encubre otro real, éste es plenamente eficaz si concurren los requisitos propios de su categoría y no es
ilícito ni perjudica a un tercero. Las mismas disposiciones rigen en el caso de cláusulas simuladas”.
En el último ejemplo dado, los herederos del padre podrán demandar la nulidad del acto simu -
lado (venta), pero sólo podrán anular la donación si ésta perjudica sus derechos a la porción legítima
como sucesores. Así lo prevé el art 336 del CCC, que regula la acción de nulidad de los terceros perju-
dicados por los actos simulados.
c.Fraude
Como sabemos, el patrimonio del deudor es prenda común de los acreedores, constituyéndo-
se en garantía de sus créditos. Por ello, muchas veces tienen su suerte atada a la fortuna del deudor.
Toda salida de bienes del patrimonio de éste importa disminución de la garantía, como asimis-
mo las renuncias a efectivizar el cobro de sus créditos frente a sus respectivos deudores (que implica
no realizar los actos tendientes a que ingresen bienes a su patrimonio).
Y si estos actos se realizan con la intención de perjudicarlos, la ley les otorga un remedio judi-
cial: la acción por fraude, que permite a los acreedores solicitar la declaración de inoponibilidad del
acto (entendiendo por tal la ineficacia de un acto jurídico o la ineficacia de su nulidad, respecto de
ciertos sujetos).
La diferencia con la acción de nulidad es que ésta genera la extinción del acto (como si nunca
hubiera existido para las partes); en cambio, la inoponibilidad no produce la extinción entre las par -
tes, sino la ineficacia del acto respecto del que demandó por fraude (acreedor de una de las partes,
por ejemplo).
De este modo, se considera como si el acto de transmisión de bienes o de renuncia a incorpo-
rarlos al patrimonio por parte del deudor no existe para el acreedor demandante, y por ende, éste
puede perseguir los mismos y ejecutarlos contra quien los posea.
Así lo prescribe el art. 338 del CCC: “Declaración de inoponibilidad. Todo acreedor puede solici-
tar la declaración de inoponibilidad de los actos celebrados por su deudor en fraude de sus derechos,
y de las renuncias al ejercicio de derechos o facultades con los que hubiese podido mejorar o evitado
empeorar su estado de fortuna”.
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Los requisitos para que proceda la acción están claramente establecidos en el artículo siguiente. Art.
339 del CCC: “Requisitos. Son requisitos de procedencia de la acción de declaración de inoponibilidad:
a) que el crédito sea de causa anterior al acto impugnado, excepto que el deudor haya actuado con
el propósito de defraudar a futuros acreedores; b) que el acto haya causado o agravado la insolvencia
del deudor; c) que quien contrató con el deudor a título oneroso haya conocido o debido conocer que
el acto provocaba o agravaba la insolvencia”.
c. Forma impuesta
Como dijimos, los actos a los que la ley les impone una determinada forma de exteriorización,
se denominan actos formales. Ahora bien, ¿qué sucede si esa forma impuesta no se cumple?
El art. 285 del CCC, prevé las consecuencias de esta situación, al decir:“Forma impuesta. El acto
que no se otorga en la forma exigida por la ley no queda concluido como tal mientras no se haya
otorgado el instrumento previsto, pero vale como acto en el que las partes se han obligado a cumplir
con la expresa formalidad, excepto que ella se exija bajo sanción de nulidad”.
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Para poder entender mejor, resulta necesario clasificar primeramente los actos desde el aspec-
to de la forma.
Sostiene la doctrina clásica que los actos jurídicos se pueden clasificar en dos grandes grupos:
formales y no formales, según tengan forma impuesta por la ley, o ésta remita a las partes la elección
del modo de manifestar su consentimiento, tal como lo apuntamos más arriba.
A su vez, los actos formales, se sub clasifican en formales solemnes y no solemnes o formales a
los fines probatorios. Por último, los solemnes ofrecen una nueva subdivisión: de solemnidad absolu-
ta y de solemnidad relativa.
Los actos jurídicos solemnes, en general, son aquellos a los que la ley les impone una forma,
que de no cumplirse, afecta su existencia como tal (se tienen como no ocurridos, o se les otorga la
entidad de actos distintos a los queridos por los sujetos). Dentro de esta categoría se distingue:
1. Actos solemnes de solemnidad absoluta, representan aquellos actos en los que la forma es
esencial para su existencia como negocio jurídico. Si no se cumple la formalidad impuesta por la ley,
el acto simplemente no existe en el mundo jurídico.
Estos actos se identifican porque la ley expresamente dispone que la forma debe cumplirse
bajo pena de nulidad.
Ejemplos típicos de esta clase de actos resultan el acto solemne de celebración del matrimonio
(art. 406 CCC13); ciertos contratos como la donación de bienes inmuebles, muebles registrables y
prestaciones periódicas o vitalicias (art. 1552 CCC 14).
2. Actos solemnes de solemnidad relativa, son aquellos en los que la ley impone una forma,
pero admite el otorgamiento del acto como pendiente de la misma, dándole al acto realizado sin la
forma legal validez como una obligación de hacer (que consiste en cumplir con la formalidad impues-
ta para lograr la finalidad querida).
Por ejemplo, aquellos actos que deben ser realizados por escritura pública de conformidad al
art. 1017 del CCC, entre los que figura la adquisición de derechos reales sobre inmuebles.
Así, si se pretende adquirir por compra un terreno, y en vez de materializar el acuerdo en escri -
tura pública se lo hace por instrumento privado (boleto de compraventa), la adquisición de la propie -
dad (causa fin del comprador) no tiene lugar, sino que se ha celebrado un acto por el que las partes
se obligan a otorgar la pertinente escritura (que genera la transmisión del dominio entre partes).
En pocas palabras, el acto que los contratantes pretendían no se genera, sino que nace un acto
distinto con consecuencias diferentes al fin querido por ellas. Ese acto distinto, tiene como efecto
obligarlas a cumplir con la forma pendiente (impuesta en la ley), a tal punto que, en caso de incum-
plimiento de la sentencia que obliga a escriturar a la parte remisa, el juez podrá actuar representán -
dola, y escriturando por ella (art. 1018, in fine del CCC 15).
En tanto los no solemnes, son aquellos a los que la ley prevé realizarlos con determinada forma
que permite la acreditación de su existencia en juicio (generalmente, la forma escrita está asociada a
la prueba del acto).
Ejemplo típico de acto no solemne o formal a los fines de la prueba es el caso del contrato de
locación de cosas inmuebles o muebles registrables, que, de conformidad con el art. 1188 del CCC 16,
debe ser hecho por escrito, al igual que sus modificaciones o prórroga. El hecho de celebrarlo verbal-
13 Art. 406 del CCC: “Requisitos de existencia del matrimonio. Para la existencia del matrimonio es indispensable el consentimiento de ambos contrayentes expresado personal
y conjuntamente ante la autoridad competente para celebrarlo, excepto lo previsto en este Código para el matrimonio a distancia. El acto que carece de este requisito no produ -
ce efectos civiles”.
14 Art. 1552 del CCC: “Forma. Deben ser hechas en escritura pública, bajo pena de nulidad, las donaciones de cosas inmuebles, las de cosas muebles registrables y las de
15 Art. 1018 del CCC: “Otorgamiento pendiente del instrumento. El otorgamiento pendiente de un instrumento previsto constituye una obligación de hacer si el futuro contrato
no requiere una forma bajo sanción de nulidad. Si la parte condenada a otorgarlo es remisa, el juez lo hace en su representación, siempre que las contraprestaciones estén
cumplidas, o sea asegurado su cumplimiento”
16 Art. 1188 del CCC: “Forma. Oponibilidad. El contrato de locación de cosa inmueble o mueble registrable, de una universalidad que incluya a alguna de ellas, o de parte ma-
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mente por ejemplo, no invalida la eficacia del acto ni el fin querido por las partes, simplemente difi -
culta la comprobación de la existencia del contrato en caso de controversia judicial entra las partes.
d. Expresión escrita
El CCC referencia a ello en el art. 286: “Expresión escrita. La expresión escrita puede tener lugar
por instrumentos públicos, o por instrumentos particulares firmados o no firmados, excepto en los ca -
sos en que determinada instrumentación sea impuesta. Puede hacerse constar en cualquier soporte,
siempre que su contenido sea representado con texto inteligible, aunque su lectura exija medios téc -
nicos”.
La norma amplía la noción de lo que debe entenderse por documento escrito, incorporando el
que consta o se lee mediante medios electrónicos o digitales, siempre y cuando pueda ser compren -
dido utilizando medios técnicos de decodificación.
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Sí los enumera en el art. 289, aunque con un criterio enunciativo o ejemplificativo, lo que per -
mite incorporar por vía de interpretación otros instrumentos a los enumerados. Así establece: “Enun-
ciación. Son instrumentos públicos:
a) las escrituras públicas y sus copias o testimonios;
b) los instrumentos que extienden los escribanos o los funcionarios públicos con los requisitos
que establecen las leyes;
c) los títulos emitidos por el Estado nacional, provincial o la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
conforme a las leyes que autorizan su emisión”.
El primer inciso refiere a las escrituras públicas y sus copias o testimonios La escritura pública,
que es la especie más importante de los instrumentos públicos, autorizada por Escribano Público, en
el protocolo de su registro notarial, observando o cumpliendo las formalidades dispuestas en la ley
para el efecto.
El segundo inciso permite incorporar, por una parte, cualquier otro instrumento que extendie -
ren los escribanos o notarios distintos a los protocolizados como escritura pública (como por ej., una
certificación de firmas).
Por otra, a los actos de funcionarios que no son escribanos pero en el marco de sus funciones
actúan como tales, dando fe de lo acontecido o del contenido de ciertos documentos (por ej. las ac -
tas del Poder Legislativo y las resoluciones y leyes sancionadas por él, las resoluciones, decretos o
providencias emanados del Poder Ejecutivo Nacional, Gobernadores, Ministros, Jefes de Reparticio-
nes y entes autárquicos, las partidas o asientos en los libros del Registro del Estado Civil y Capacidad
de las personas y las respectivas certificaciones que se expidan de tales partidas, así como las que
obren en los registros parroquiales de la Iglesia Católica anteriores a la instalación del Registro Civil,
las boletas de depósitos judiciales, los telegramas colacionados, las sentencias, providencias y las re -
soluciones en general y las Acordadas y resoluciones de la Corte Suprema de Justicia, y todos las ac-
tuaciones judiciales llevadas a cabo por magistrados, funcionarios y oficiales de justicia en el marco
de sus competencias, asientos, informes y certificaciones emanados de los demás registros públicos,
etc. ).
Por último, los títulos emitidos por el Estado Nacional, Provincial o Municipal, conforme a las
leyes que autorizan su emisión, entre los que cuentan los billetes, letras del tesoro, bonos, certifica-
dos de deuda emitidos por el Estado, etc.
a. Requisitos
Prescribe el art. 290 del CCC: “Requisitos del instrumento público. Son requisitos de validez del
instrumento público:
a) la actuación del oficial público en los límites de sus atribuciones y de su competencia territo-
rial, excepto que el lugar sea generalmente tenido como comprendido en ella;
b) las firmas del oficial público, de las partes, y en su caso, de sus representantes; si alguno de
ellos no firma por sí mismo o a ruego, el instrumento carece de validez para todos”.
El primer requisito hace referencia a la necesidad que el funcionario que interviene obre den -
tro de sus atribuciones, lo que es estudiado comúnmente en doctrina como competencia de tipo ma-
terial.
Lo que se trata de determinar son las atribuciones propias de cada función y de las competen -
cias a ella atribuida por ley, como aquellas que describen las actividades generales repartidas a cada
una de ellas. Estas demarcación de funciones o competencia sirve para poner límites al exceso o a lo
realizado indebidamente o en desmedro de otras o de inclusive, de la misma función que se realiza
(por ej. un escribano no puede celebrar un matrimonio civil porque esa competencia le pertenece al
titular del Registro del Estado Civil y Capacidad de las personas)
Además, se requiere de competencia territorial (así, siguiendo el ejemplo anterior, si los con -
trayentes tienen domicilio en Resistencia, no tiene competencia para casarlos el titular del Registro
Civil de Corrientes Capital).
Asimismo, habrá que considerar la competencia temporal, para determinar si el acto fue sus-
cripto por el oficial público durante la vigencia de su función (si en el ejemplo que seguimos, el acta
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es redactada y firmada por un ex titular del Registro Civil, jubilado al momento del acto, el instru -
mento pierde el carácter de tal). A tal efecto resulta concordante la norma del art. 292 del CCC 17 que
establece como presupuesto para la validez del instrumento que el oficial se encuentre efectivamen -
te en funciones al otorgarse el acto.
El segundo inciso establece como requerimiento para la eficacia del instrumento la firma del
oficial interviniente y la de todas las partes intervinientes.
La ausencia de solo una de ellas anula y vicia el instrumento (RIVERA, J.; 1997), de nulidad ab-
soluta, es decir, de imposible subsanación por parte de los interesados o por el mismo pasar del
tiempo (GARRIDO CORDOBERA, L. et alt; Ob. Cit).
Pero la ley prevé la contingencia de que una o varias partes no supieran o no pudieran firmar.
En este caso, se admite la firma a ruego, entendiendo por tal a la que se realiza a petición de la per-
sona que no sabe (analfabeto) o no puede (impedido físicamente) firmar la escritura pública, que so -
licita a otra que lo haga en su lugar; circunstancia de la que se deja constancia en el mismo instru -
mento.
La firma a ruego sólo puede utilizarse en los instrumentos públicos, y no es admisible en los
instrumentos privados, en los que la norma impone la impresión digital o la actuación de testigos,
para los casos de personas que no sepan firmar.
En concordancia, el art. 2480 del CCC 18, prescribe la posibilidad de la firma a ruego del testador
en los testamentos por acto público.
Esta limitación persigue el propósito de asegurar que el instrumento refleje sin deformaciones
la voluntad del otorgante.
Adviértase que el mencionado instrumento debe ser leído previamente en voz alta por el ofi-
cial público, de manera que el otorgante tome conocimiento del contenido del acto instrumentado, y
que la persona que firma a ruego del impedido también debe escuchar esa lectura, lo que le permite
verificar si el contenido del instrumento coincide realmente con la voluntad del otorgante (MOISSET
DE ESPANÉS, L.; 1972).
Por otra parte, el art. 291 del CCC, establece prohibiciones, que de incumplirse provocan la in-
validez del acto, motivadas en la finalidad de evitar situaciones abusivas o aprovechamientos por
parte del oficial o funcionario público interviniente. Así prescribe la norma: “Es de ningún valor el ins-
trumento autorizado por un funcionario público en asunto en que él, su cónyuge, su conviviente, o un
pariente suyo dentro del cuarto grado o segundo de afinidad, sean personalmente interesados”.
Finalmente, el art. 294 del CCC impone una sanción ante la existencia de defectos de forma no
salvados debidamente en el documento, al establecer: “Defectos de forma. Carece de validez el ins-
trumento público que tenga enmiendas, agregados, borraduras, entrelíneas y alteraciones en partes
esenciales, si no están salvadas antes de las firmas requeridas.
El instrumento que no tenga la forma debida vale como instrumento privado si está firmado
por las partes”.
Salvar implica que las partes del instrumento acuerdan la alteración o corrección que corres-
ponda y la legitiman con su firma, quitándole virtualidad para anular el instrumento público.
b. Eficacia probatoria
El art. 296 del CCC establece: “Eficacia probatoria. El instrumento público hace plena fe:
a) en cuanto a que se ha realizado el acto, la fecha, el lugar y los hechos que el oficial público
enuncia como cumplidos por él o ante él hasta que sea declarado falso en juicio civil o criminal;
17 Art. 292 CCC: “Presupuestos. Es presupuesto para la validez del instrumento que el oficial público se encuentre efectivamente en funciones. Sin embargo, son válidos los
actos instrumentados y autorizados por él antes de la notificación de la suspensión o cesación de sus funciones hechos conforme a la ley o reglamento que regula la función de
que se trata.
Dentro de los límites de la buena fe, la falta de los requisitos necesarios para su nombramiento e investidura no afecta al acto ni al instrumento si la persona interviniente ejerce
efectivamente un cargo existente y actúa bajo la apariencia de legitimidad del título”.
18 ARTICULO 2480 del CCC: “Firma a ruego. Si el testador no sabe firmar, o no puede hacerlo, puede hacerlo por él otra persona o alguno de los testigos. En este caso los
dos testigos deben saber firmar. Si el testador sabe firmar y manifiesta lo contrario, el testamento no es válido. Si sabiendo firmar, no puede hacerlo, el escribano debe explici -
tar la causa por la cual no puede firmar el testador”.
18
b) en cuanto al contenido de las declaraciones sobre convenciones, disposiciones, pagos, reco-
nocimientos y enunciaciones de hechos directamente relacionados con el objeto principal del acto ins-
trumentado, hasta que se produzca prueba en contrario”.
En concordancia con lo anterior, el art. 293 del CCC reza: “Competencia. Los instrumentos pú-
blicos extendidos de acuerdo con lo que establece este Código gozan de entera fe y producen idénti-
cos efectos en todo el territorio de la República, cualquiera sea la jurisdicción donde se hayan otorga -
do”.
La expresión plena fe significa que los instrumentos públicos gozan de la presunción de auten-
ticidad, a diferencia de los instrumentos privados que requieren para llegar a ella del reconocimiento
de las firmas y fecha cierta si se deben probar ante terceros.
El instrumento público es por sí mismo, una prueba completa, aunque no es indiscutible, ya
que admite su declaración de falsedad a través de la acción de redargución de falsedad, mediante
otras pruebas que contradigan al instrumento.
a. Requisitos: Firma
Tradicionalmente se ha dotado a la firma de dos funciones esenciales: individualización del firmante
como sujeto del acto, y exteriorización de su voluntad coincidente con el contenido del documento
firmado.
Así, lo establece el art. 288 del CCC: “Firma. La firma prueba la autoría de la declaración de vo-
luntad expresada en el texto al cual corresponde. Debe consistir en el nombre del firmante o en un
signo.
En los instrumentos generados por medios electrónicos, el requisito de la firma de una persona
queda satisfecho si se utiliza una firma digital, que asegure indubitablemente la autoría e integridad
del instrumento”.
La norma incorpora dos tipos de firma: la ológrafa (de puño y letra), y la firma digital para los
documentos digitales (que tienen soporte informático).
“La firma ológrafa consiste en un trazo que una persona escribe de una manera particular y
exclusiva con la finalidad de rubricar los documentos que otorga” (LORENZETTI, L.; 2015).
La firma digital en cambio, consiste en la utilización de medios técnicos (criptográficos) a los
que el Derecho les asigna valor como manifestación de voluntad.
“También permite considerar firma a los métodos electrónicos utilizados para probar la autoría
y contenido en los documentos emitidos por estos medios, lo que concuerda con la legislación
vigente en esta materia (ley 25.506)” (LORENZETTI, L.; 2015)
Asimismo, el art. 313 del CCC establece: “Firma de los instrumentos privados. Si alguno de los
firmantes de un instrumento privado no sabe o no puede firmar, puede dejarse constancia de la im -
presión digital o mediante la presencia de dos testigos que deben suscribir también el instrumento”.
Se sustituye la firma a ruego de los instrumentos públicos, por la estampa de la huella digital,
que si bien asegura la individualización (cada persona tiene una que es única y distinta a la de los de -
más), no asegura la autoría (ya que puede ser obtenida aún en contra de la voluntad del sujeto, o en
su ignorancia, como sucede con una persona en estado de inconciencia, o aún fallecida). Por ello, la
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norma incorpora la posibilidad de la presencia de testigos que acrediten que quien puso la huella di -
gital en el documento lo hizo voluntaria y conscientemente.
El efecto probatorio de un documento con la huella digital inserta no es pleno, sino que consti -
tuye un principio de prueba por escrito, tal lo prescribe el art. 314, última parte, de tal modo que no
prueba por sí mismo el acto sino que requiere de otros indicios o pruebas coincidentes.
Por su parte, el art. 314 del CCC regula lo relativo al reconocimiento de firma. Expresa al efec-
to: “Reconocimiento de la firma. Todo aquel contra quien se presente un instrumento cuya firma se le
atribuye debe manifestar si ésta le pertenece. Los herederos pueden limitarse a manifestar que igno -
ran si la firma es o no de su causante. La autenticidad de la firma puede probarse por cualquier me-
dio.
El reconocimiento de la firma importa el reconocimiento del cuerpo del instrumento privado. El
instrumento privado reconocido, o declarado auténtico por sentencia, o cuya firma está certificada
por escribano, no puede ser impugnado por quienes lo hayan reconocido, excepto por vicios en el acto
del reconocimiento. La prueba resultante es indivisible. El documento signado con la impresión digi-
tal vale como principio de prueba por escrito y puede ser impugnado en su contenido”.
Como vimos más arriba, éste es uno de los casos en donde el silencio se interpreta como mani-
festación de la voluntad.
Precisamente por ser en principio una obligación inherente al sujeto supuestamente suscri-
biente (firmante), es que los herederos pueden limitarse a manifestar que ignoran si la firma es o no
del causante, sin consecuencias jurídicas. Ahora, si es el supuesto firmante quien omite su reconoci -
miento, se le atribuye su autoría, tal como vimos más arriba.
Se prevé la más amplia gama de prueba tendiente a corroborar la autenticidad de la firma (en-
tendiéndose a la prueba pericial caligráfica como la más apta y eficaz para demostrar si la firma per -
tenece a quien se imputa).
En su última parte, el artículo prevé que la impresión digital vale como principio de prueba por
escrito, y puede ser impugnado en su contenido. Es evidente, como aquí queda demostrado, que el
valor de la firma al de la impresión digital es diferente.
b. Firma digital
La firma ológrafa, de puño y letra, supone la existencia del soporte papel, ya que sin el mismo
no puede concretarse el acto de estampar la firmar. Es necesario asentar el nombre de una persona
de una forma particular en algún espacio en blanco.
Dicho soporte no existe en un documento digital. O por lo menos no tiene la misma naturale-
za.
Cuando en el segundo párrafo del art. 288 del CCC, se habla de documento o instrumento elec-
trónico, se refiere a la fijación de información en un soporte electrónico, que queda registrado en la
memoria auxiliar de la computadora, incluyendo en este concepto los medios técnicos necesarios
para la recuperación de la información (hardware y software).
El documento electrónico es en sentido estricto, el que aparece instrumentado sobre la base
de impulsos electrónicos y no sobre un papel.
Pensemos en las operaciones que realizamos a través de Internet: entramos al sistema, y co -
menzamos a dialogar a través de las múltiples opciones que la página Web despliega. Muchas veces
completamos formularios o clikeamos sobre espacios de la pantalla. Lo mismo ocurre cuando opera-
mos con cajeros electrónicos o a través de home banking. Entramos utilizando una clave, escribimos
en lenguaje corriente sobre el teclado, pero esa información se codifica para su registro sobre sopor -
te magnético, y el comprobante que nos entrega es el resultado de un proceso distinto al de la escri -
tura tradicional. Este es un ejemplo típico de documento electrónico.
Por lo tanto, frente a estas nuevas realidades, es menester actualizar el concepto de "firma"
para adaptarlo a los nuevos instrumentos.
La firma se transformó en la principal barrera para la celebración de negocios jurídicos a través
de vías electrónicas. Apareció entonces el concepto de "firma digital" con características y procedi-
mientos particulares que los sistemas normativos comenzaron a regular.
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La regulación jurídica de un proceso o mecanismo tecnológico tiene por fin equiparar el valor
de la firma digital al de la firma ológrafa, de modo que las firmas digitales puedan ser utilizadas para
verificar la integridad y autenticidad de un mensaje y asimismo garantizar la no repudiabilidad del
mismo, esto es la posibilidad de atribuirlo al remitente sin que éste pueda rechazarlo. (Basanta – Cla-
ra; 2005).
En materia de documentos electrónicos, la noción de firma debe entenderse en el sentido de
la utilización de instrumentos o medios técnicos (distintos de la caligrafía) que permiten la verifica -
ción de la autoría atribuida.
Si bien el CCC refiere a la firma digital, la misma se encuentra regulada en una ley especial, Nº
25.506, sancionada el 14 de noviembre del 2001 y reglamentada a través del Decreto 2628/02, modi -
ficado y complementado a través de diversos decretos desde el 2001 a la fecha.
Puede decirse que consiste en una cadena de números, letras y símbolos generados por
métodos matemáticos, basados en la criptografía, entendiendo a ésta última como una técnica de
codificación (encriptación) de textos o cifras mediante el empleo de claves confidenciales que los
tornan incomprensibles para quien no posee esa clave o llave, que le permite desencriptarlo, y
verificar que proviene de determinada persona.
El artículo 2, de la citada norma define la firma digital: “Firma Digital . Se entiende por firma di-
gital al resultado de aplicar a un documento digital un procedimiento matemático que requiere infor-
mación de exclusivo conocimiento del firmante encontrándose ésta bajo su absoluto control. La firma
digital debe ser susceptible de verificación por terceras partes tal que dicha verificación simultánea -
mente permita identificar al firmante y detectar cualquier alteración del documento digital posterior
a su firma”.
En tanto que el artículo 5 define firma electrónica: “Firma electrónica. Se entiende por firma
electrónica al conjunto de datos electrónicos integrados, ligados o asociados de manera lógica a otros
datos electrónicos, utilizado por el signatario como su medio de identificación, que carezca de alguno
de los requisitos legales para ser considerada firma digital. En caso de ser desconocida la firma elec-
trónica corresponde a quien la invoca acreditar su validez”.
Es decir que la diferencia entre firma digital y electrónica radica en que la primera posee certi -
ficación por un ente certificador licenciado, que a su vez, se halla debidamente inscripto y autorizado
a tal fin por el ente licenciante que es la Subsecretaría de Tecnologías de Gestión de la Secretaría de
Gabinete y Coordinación Administrativa de la Jefatura de Gabinete de Ministros.
Este certificado (mientras esté vigente) hace presumir la inalterabilidad del documento y la au-
tenticidad de la firma, lo que puede ser objeto de verificación si resulta necesario, por el certificador
o por el propio tercero (dependiendo del grado de seguridad y el software utilizado).
En cuanto a la eficacia de la firma digital, a los fines de la prueba del instrumento en el que se
halla plasmada, se entiende que hace las veces de una firma de puño y letra. Así surge de lo precep -
tuado en el ya citado art. 288 CCC, cuando establece que: “… en los instrumentos generados por me-
dios electrónicos, el requisito de la firma de una persona queda satisfecho si se utiliza una firma digi -
tal, que asegure indubitablemente la autoría e integridad del instrumento”.
El art. 1 Ley 25506 prescribe acerca de la eficacia de estas herramientas: “Objeto. Se reconoce
el empleo de la firma electrónica y de la firma digital y su eficacia jurídica en las condiciones que esta -
blece la presente ley”.
En consonancia, el art. 3 de la misma norma establece: “Del requerimiento de firma. Cuando la
ley requiera una firma manuscrita, esa exigencia también queda satisfecha por una firma digital. Este
principio es aplicable a los casos en que la ley establece la obligación de firmar o prescribe consecuen -
cias para su ausencia”.
De allí que a contrario sensu, la firma electrónica no tendría entidad de tal, y puesta en un do-
cumento digital llevaría a considerar al mismo como instrumento particular no firmado, con el valor
probatorio que el juez en cada caso considere otorgarle (de conformidad a lo establecido por el art.
319 CCC).
“Ahora la diferencia entre la utilización de firma digital o la firma electrónica es sencilla, en el
primer caso, el documento será firmado, en el segundo, formará parte de los documentos no firma -
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dos. Ello es de vital importancia, especialmente para aquellos documentos que tanto la normativa
como la jurisprudencia establecieron que deben estar firmados, y que –en caso de no poseer firma
digital de quienes intervienen en su elaboración- puedan ser tenidas como meros “documentes no
firmados”, con las consecuencias legales que ello puede traer aparejado” (GRANERO, H.; 2015). Por
ejemplo, las historias clínicas.
La firma digital es utilizada en diversos organismos públicos (AFIP, dependencias del Poder Ju -
dicial, Comisión Nacional de Valores, entre otros, que actúan además como certificadores). En cam-
bio puede considerarse firma electrónica a la firma manual escaneada y pasada a un instrumento
electrónico, o el nombre que figura al final del mail.
Ahora bien, tengamos presente que el ámbito de aplicación de la firma digital se encuentra li -
mitado sustancialmente, en orden a que la norma excluye la utilización de la misma para numerosos
actos de innegable trascendencia.
Así, el art. 4 de la Ley 25506 dispone: “Exclusiones Las disposiciones de esta ley no son aplica-
bles:
a) A las disposiciones por causa de muerte;
b) A los actos jurídicos del derecho de familia;
c) A los actos personalísimos en general
d) A los actos que deban ser instrumentados bajo exigencias o formalidades incompatibles con
la utilización de la firma digital, ya sea como consecuencia de disposiciones legales o acuerdo de par-
tes.
En cuanto a la validez de la firma digital, el artículo 9 establece que la misma es válida si ha
sido creada durante el período de vigencia del certificado digital del firmante, y ha sido debidamen -
te verificada por la referencia a los datos de verificación de firma digital indicados en dicho certifica -
do según el procedimiento de verificación correspondiente; si dicho certificado ha sido emitido o re-
conocido, por un certificador licenciado.
c. Doble ejemplar
Este requerimiento aparecía regulado como exigencia en el Código Civil, para los contratos bi -
laterales, estableciéndose que debían producirse tantos ejemplares como partes con intereses distin -
tos hubiera, a los fines de dotar a cada una de ellas de una prueba del acto.
El CCC abandona este requisito para la prueba de los instrumentos privados, sin perjuicio de
que perdura como una costumbre jurídica motivada u orientada por el principio de la forma escrita
como medio más eficaz de prueba. Que cada parte del negocio jurídico conserve testimonio escrito y
firmado por la contraria del acto.
Ahora bien, sí refiere el CCC a la necesidad de entrega de ejemplar del instrumento en los con-
tratos por adhesión a condiciones generales de la contratación. Ello surge de interpretar la letra del
art. 985, en la parte que establece que se tendrán por no convenidas las cláusulas que estén incorpo -
radas a textos que no se entregan al adherente antes o en el momento de la celebración del contra -
to.
Art. 985 del CCC: “Requisitos. Las cláusulas generales predispuestas deben ser comprensibles y
autosuficientes.
La redacción debe ser clara, completa y fácilmente legible.
Se tienen por no convenidas aquellas que efectúan un reenvío a textos o documentos que no se
facilitan a la contraparte del predisponente, previa o simultáneamente a la conclusión del contrato.
La presente disposición es aplicable a la contratación telefónica, electrónica o similares”.
Por su parte, el requisito del doble ejemplar aparece regulado en la Ley 24240, de Defensa del
Consumidor, a favor del consumidor o usuario, al prescribir la obligación del proveedor de entregar
el documento de venta al mismo. Surge del art. 10: “Contenido del Documento de Venta. En el docu-
mento que se extienda por la venta de cosas muebles, sin perjuicio de la información exigida por otras
leyes o normas, deberá constar:
a) La descripción y especificación de la cosa;
b) El nombre y domicilio del vendedor;
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c) El nombre y domicilio del fabricante, distribuidor o del importador cuando correspondiere;
d) La mención de las características de la garantía conforme a lo establecido en esta ley;
e) Los plazos y condiciones de entrega;
f) El precio y las condiciones de pago.
La redacción debe ser hecha en idioma nacional, ser completa, clara y fácilmente legible, sin
reenvíos a textos o documentos que no se entreguen previa o simultáneamente. Un ejemplar debe
ser entregado al consumidor. Cuando se incluyan cláusulas adicionales a las aquí indicadas o exigi-
bles en virtud de lo previsto en esta ley, aquéllas deberán ser escritas en letra destacada y suscritas
por ambas partes.
La reglamentación establecerá modalidades más simples cuando la índole de la cosa objeto de
la contratación así lo determine, siempre que asegure la finalidad perseguida por esta ley”. (el resal-
tado nos pertenece)
d.Fecha cierta
Así como el art. 314 del CCC establece que la firma reconocida por las partes otorga al instru -
mento valor probatorio entre las partes, el art. 317 incorpora otro requisito más para extender la
fuerza probatoria del acto instrumentado hacia terceros que no han intervenido en él: la fecha cierta.
Establece la norma: “Fecha cierta. La eficacia probatoria de los instrumentos privados reconoci-
dos se extiende a los terceros desde su fecha cierta. Adquieren fecha cierta el día en que acontece un
hecho del que resulta como consecuencia ineludible que el documento ya estaba firmado o no pudo
ser firmado después.
La prueba puede producirse por cualquier medio, y debe ser apreciada rigurosamente por el
juez”.
Por fecha cierta se entiende a aquella que otorga certeza de que el instrumento privado ya es-
taba firmado al momento de su producción, o no pudo ser firmado después de su acaecimiento (RI -
VERA, J.; Ob. Cit.).
El artículo no hace referencia a casos particulares, sino que sienta un principio general que per-
mitirá incluir numerosos supuestos, aunque con criterio judicial muy riguroso. Algunos de los ya con -
siderados por la doctrina: la fecha de la muerte de una de las partes o de un tercero que actuó como
testigo, la de la certificación de firmas por escribano, la exhibición del documento en juicio y su archi -
vo, la transcripción en registros públicos, el sello fechador del impuesto a los sellos puesto por una
repartición pública, etc.
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es confidencial no puede ser utilizada sin consentimiento del remitente. Los terceros no pueden valer-
se de la correspondencia sin asentimiento del destinatario, y del remitente si es confidencial”.
El artículo refiere tanto a las cartas misivas tradicionales como a la correspondencia electróni-
ca (mails, Whats App) enviadas o recibidas por las partes. Ellas sirven como medio de prueba y pue-
den presentarse como tal por las propias partes o por terceros con el consentimiento del destinata-
rio. Si revisten el carácter de confidencial, se requerirá el consentimiento del remitente, o de ambas
partes, si quien la pretende utilizar como prueba es un tercero.
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