Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
(MATEO 17:19‐21)
(POR EL PASTOR EMILIO BANDT FAVELA)
(DOMT 190306)
V. C. NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO HA PUESTO A NUESTRO ALCANCE
TODO SU PODER PARA VENCER AL ENEMIGO.
Todos los cristianos sabemos que sostenemos una gran guerra espiritual.
Bien dice Pablo: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este
siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios
6:12).
Sin embargo, en algunas de las batallas dentro de esta guerra los cristianos somos
derrotados.
Así pasó con aquellos discípulos de nuestro Señor Jesucristo, quienes enfrentaron
a un demonio, pero no pudieron con él, fracasando totalmente y haciendo quedar
mal el testimonio y el nombre de Cristo ante aquella multitud que les rodeaba.
¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? Fue la pregunta de ellos hecha con
urgencia al Señor Jesucristo.
Veamos aquí su respuesta y a la vez, aprendamos cuales son las armas para
vencer al enemigo.
1º LA PRIMERA ARMA ES LA FE. (17:19‐20).
“… Por vuestra poca fe”. Fue la respuesta del Maestro.
La Versión Reina Valera Revisada 1909 dice: “… Por vuestra incredulidad”. Y la
Versión Reina Valera 1865 traduce: “… Por vuestra infidelidad”. La Biblia en
Lenguaje Sencillo dice: “… Porque ustedes no confían en Dios”.
Es como si les dijera: “El poder para vencer al enemigo está a su alcance… pero
ustedes no pueden creer”.
Hay una potencia ante la cual, tanto en el reino de las tinieblas como en el reino
de Dios, todo tiene que postrarse: Nuestra fe.
Así que, si somos vencidos por el diablo, existe una sola causa: La falta de fe.
Nuestra fe, es la única condición, por medio de la cual todo el Poder de Dios
puede penetrar en la vida del hombre y obrar grande maravillas.
El poder para vencer no es algo que se retiene. No es una posesión permanente en
el discípulo. El poder no reside en los siervos, sino en el Señor de esos siervos. Así
que si los siervos quieren vencer, necesitan acudir a Cristo, en quien habita todo
el poder, para recibir y usar esa fuerza divina ante la cual nada es imposible.
Si los discípulos hubiesen estado llenos de esa fe viva, puesta en ÉL como el
Señor y Dueño de todos los espíritus y de toda carne, entonces esa fe les habría
dado la victoria.
DOMT 190306. “LAS ARMAS PARA VENCER AL ENEMIGO”. MATEO 17:19‐21… 1/3
Si ellos hubieran estado henchidos de esa fe viva de que ÉL les había enviado y
les había dado toda autoridad sobre los espíritus inmundos, entonces esa fe les
hubiera hecho más que vencedores.
El apóstol Juan afirma: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y
esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4). Sí. Es sólo
nuestra fe en Cristo la que nos puede dar la total victoria sobre el enemigo.
2º LA SEGUNDA ARMA ES LA ORACIÓN. (17:21a).
Nuestro Señor añadió: “Pero este género no sale sino con oración…”.
Los discípulos quizá asombrados por la respuesta del Señor, tal vez se
preguntaron: ¿Por qué no pudimos creer? ¿Por qué habían fallado precisamente
en ese momento en su confiar en el Señor?
El Señor les dijo: “… este género no sale sino con oración…”.
La fe es el ejercicio superior de la vida espiritual. Es por medio de la fe como
nuestro ser recibe de Dios todo bien necesario para nuestra suprema actividad.
Pero para recibir ese poder debe llenarse la condición de fuerte y plena comunión
con el Omnipotente. Esa es la oración. Es sólo cuando el hombre vive una muy
íntima comunión con Dios por la oración, que puede recibir del Señor todo el
poder para vencer. No hay nada que pueda hacer crecer tanto nuestra fe como
una vida de oración. La fe sólo puede vivir nutriéndose de lo divino, es decir, de
Dios mismo; y esto sólo es posible por medio de la oración.
Nosotros podemos verlo. Los hombres de poderosa fe son aquellos que son
hombres de mucha, muchísima oración.
Moisés es considerado juntamente con Samuel como un príncipe de la oración. Y
no es para menos, echando una ojeada al libro de Deuteronomio podemos contar
todas las veces que este hombre estuvo en oración y ayuno intercediendo por su
pueblo. Él mismo testifica así: “Cuando yo subí al monte para recibir las tablas
de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en
el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua”
(Deuteronomio 9:9). Cuando Dios le dice que se aparte porque va a destruir al
pueblo idólatra de Israel, él oró: “Y me postré delante de Jehová como antes,
cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua, a causa de todo
vuestro pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová
para enojarlo” (Deuteronomio 9:18). Cuando Dios nuevamente quiere destruir al
pueblo por rehusarse entrar en la tierra prometida, Moisés testifica: “Me postré,
pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque
Jehová dijo que os había de destruir” (Deuteronomio 9:25). Y cuando vuelve a
subir al monte para recibir nuevamente las tablas de la ley dice: “Y yo estuve en el
monte como los primeros días, cuarenta días y cuarenta noches; y Jehová
también me escuchó esta vez, y no quiso Jehová destruirte” (Deuteronomio
10:10).
DOMT 190306. “LAS ARMAS PARA VENCER AL ENEMIGO”. MATEO 17:19‐21… 2/3
¡Oh si los cristianos de hoy oráramos así! ¡Con toda seguridad recibiríamos poder
en abundancia!
3º LA TERCERA ARMA ES EL AYUNO. (17:21b).
Mientras que la oración es la mano para asirnos de Dios, el ayuno es la otra mano
con la cual nos despojamos y arrojamos de nosotros todo lo terrenal.
Con nada es más relacionada la carnalidad que con la necesidad de comer y el
gusto por comer.
Fue con el comer, como Satanás logró la caída del hombre en el huerto de Edén. Y
fue con pan, con lo que el mismo tentador intentó hacer fracasar al Señor Jesús en
su Obra de Redención.
Pero, ‐y esto nunca hay que olvidarlo‐ fue con el ayuno con lo que ÉL triunfó.
¿Por qué no seguimos nosotros este sin igual ejemplo?
El ayuno es de grande beneficio.
Es en el negarnos a nosotros mismos, en la moderación y en la intemperancia en
el comer como hemos de glorificar a Dios.
Si ayunamos, crecerá en nosotros el deseo y el poder para orar mucho.
El ayuno nos ayudará a expresarle al Señor que estamos dispuestos a renunciar a
todo, a sacrificarlo todo, aún el comer, para alcanzar aquello que afanosamente
buscamos del reino de Dios, ante el trono de su Gracia.
Ayunar, es decirle a Dios que de nuestra propia voluntad, nos queremos despojar
aún de aquello que nos es lícito a fin de entregarle todo para su reino.
En las Sagradas Escrituras tenemos muchos personajes que ayunaron y oraron:
Josué, David y Samuel ayunaron. Josafat, Elías, Esdras, Nehemías, Ester y Daniel
también son bien conocidos por sus ayunos. Pablo también estaba convencido de
que el ayuno es una estrategia poderosa establecida por Dios.
No es posible recibir poder para la iglesia de Cristo de otro modo.
A Martín Lutero se le criticó por ayunar demasiado. Juan Calvino oró y ayunó
hasta que la mayor parte de Ginebra se convirtió a Cristo. John Knox ayunó y
clamó a Dios hasta que la reina María le dijo que temía más a sus oraciones que al
ejército de Escocia. Jonathán Edwards era poderoso en el ayuno y en la oración
hasta que sacudió a Nueva Inglaterra para Dios. ¡Sigamos su ejemplo!
Permitamos que esta triple lección penetre hasta el fondo de nuestro corazón.
Necesitamos fe poderosa que venza al enemigo, pero necesitamos orar mucho
para que esa fe alcance toda su plenitud. Pero también necesitamos ayunar para
renunciar a todo y seguir a Jesús en esta misma senda. El premio bien vale el
precio.
¡Ojalá cada uno de nosotros decida ser un hijo o una hija de Dios que crece en su
fe por medio de la oración y el ayuno! ¡Que cada uno de nosotros en su lucha
personal con el enemigo siempre resulte más que vencedor! ¡Así sea! ¡Amén!
DOMT 190306. “LAS ARMAS PARA VENCER AL ENEMIGO”. MATEO 17:19‐21… 3/3