Francisco nos manifestó que por Decreto 1333 de 1942, el presidente Eduardo Santos
fijó el 29 de Abril como “Día del Árbol” y que los colombianos en esta fecha tan
importante olvidamos la obligación de “reunir las escuelas en la plaza principal de
cada localidad para que cada niño siembre un árbol en el lugar del poblado que
determinen los maestros y las autoridades locales”, de allí su soneto:
AL BOSQUE In memoriam
TERCOS Y TERCOS
“Cometer un error y no corregirlo es cometer otro error”. Confucio.
“Cualquier hombre puede equivocarse pero solo los necios se sostienen en el error”
Cicerón.
A las diez de mañana ,
en un oscuro aposento,
deliberaba un Congreso
que aprobó que era de noche.
Pero al abrir la ventana
Se coló el sol y al momento
Casi todos murmuraban
-Brilla el sol…. pero es de noche.
Otra vez hubo un entierro,
cataléptico el muerto era,
todos a cual mas lloraban
mas de pronto grito el “muerto”
“-Que me saquen de éste encierro
quiero respirar afuera”
y algunos vociferaban
-Por mas que grite…. Está muerto.
El “Canastao”, plato típico de Sevilla
Ahora bien, si vemos las elecciones del 2007, observamos que para la Asamblea
Departamental en Sevilla fueron puestos 2.789 votos para Rafael Arias Molina, 1.190
para Fernando Forero del Polo Democrático y 82 para Danilo Useche del Partido
Liberal. Sin embargo, lo más triste y significativo de todo este proceso electoral fue que
el actual gobernador del Valle, Juan Carlos Abadía, obtuvo 7.325 votos en Sevilla y ha
sido el mandatario más injusto y avaro con nuestro pueblo pues no solamente habla mal
de todos nosotros sino que se ufana de no darle nada a Sevilla.
Rafael Andrés Quintero Ceballos cuenta con 33 años y será probablemente el próximo
alcalde puesto que no se trata de un político profesional sino de un verdadero
profesional político, ingeniero civil de la Universidad del Valle con 33 años de vida, ex
concejal del municipio, deportista entusiasta por el fútbol, experto en administración
pública, ferviente y decidido trabajador de las causas sociales y sobre todo, como él
mismo lo afirma, “admirador de su familia y creyente en Dios”.
Su abuela paterna, Alicia García, desde muy niña llegó a Sevilla traída por su mamá
Teresa Franco, quien tuvo que establecerse aquí sola y con todos sus pequeños hijos
después del asesinato de su esposo Rafael García acaecido en Neira (Caldas).
Ya en 1945, Alicia se casó con Don Manuel Quintero Mejía, agricultor llegado a Sevilla
procedente de San Carlos (Antioquia) y posteriormente servidor público de las Rentas
Departamentales. Manuel y Alicia, ya desaparecidos, son los padres del actual
magistrado y Presidente del Honorable Tribunal Superior de Buga, Orlando Quintero
García y de Rafael Antonio Quintero García, ya pensionado por el Congreso Nacional,
padre de Rafael Andrés y dirigente de una generación de relevo en el ámbito municipal,
iniciada en la década del 70 y formada por una camada inquieta y relevante que tuvo
alcaldes, diputados, congresistas y funcionarios del poder judicial que con Rafael
Antonio Quintero a la cabeza fue reemplazando a los veteranos caciques de la época:
Jesús María Pinzón, Neftalí Beltrán Sabogal, Roberto Duque Hoyos y Alfonso Ossa
Jaramillo.
Nuestro dirigente siempre ha contado con el respaldo y la amistad política del doctor
Humberto González Narváez y en tres oportunidades que fue representante a la Cámara
alcanzó respectivamente la siguiente votación: 17.244 Votos en 1991. 26.605 Votos en
1994 y 30.641 Votos en 1998.
Ellos son De Greiff – me decía Inés Naranjo – cuando se refería a su amiga Alicia, a
Guillermo, Ema o Pedro González de Greiff, éste último el papá de nuestro personaje
sevillano de hoy, Carlos Alberto González, el
mayor coleccionista de Art Decó en
Latinoamérica con museo propio en Bogotá.
Para lograr esta memoria local tuve la oportunidad de encontrarme con Carlos Alberto y
su hermana Cecilia, aquí en Sevilla, en “El Polo”, el mismo tertuliadero de hace años
cuando la adolescencia nos sonreía. Ellos siguen orgullosos de su mamá, Susana Pérez
Sanz, que aún vive y disfruta de sus 94 años.
“En las vacaciones, en pleno diciembre de 1996 - narra Luis Felipe - cortamos las
guaduas en la finca “La Quiebra” de mi papá y nos quedaron más ampollas que dedos
porque nunca en la vida habíamos utilizado un machete … Entonces qué hacer con esa
guadua, cómo es el proceso de secamiento e inmunización …. Acudí al primer libro que
me leí sobre la guadua, el “Manual para construcciones en Bambú”, de Oscar Hidalgo
López, de Chinchiná”.
Después de la lectura del libro, Luis Felipe y “Nano” Bonilla, con la ayuda de un
carpintero, construyeron la primera silla de guadua y la pusieron en exhibición en la
carpintería del papá de “Nano” al frente del almacén de telas de Margarita hasta que
cierto día pasó un señor y preguntó por el precio de una sala completa con ese tipo de
sillas y a pesar de que le pidieron mucha plata para no venderle resultó que el interesado
no objetó el precio y les cogió la caña. Frente a este nuevo reto tuvieron que pasar las
vacaciones metidos en la carpintería, chupando polvo y haciendo sillas, para dejar
plenamente satisfecho a este primer comprador. Terminaron la elaboración de las sillas,
se tomaron en aguardiente la plata producto del trabajo y siguieron sin muebles en el
apartamento.
Ya en la navidad de 1997 comenzaron con otro diseño y esta vez hicieron negocio con
el dueño de la cafetería de la universidad que quería regalarle a su esposa una sala con
sillas de guadua, no sin antes caer en cuenta que la mujer de éste era también compañera
de estudio de ellos y que al darse cuenta del anticipo de plata de su marido a “ese par”
montó en cólera hasta el día 8 de enero de 1998, fecha en que entregaron el trabajo y
“esa mujer se puso feliz” y el buen chisme corrió por todas las aulas de la facultad de
ingeniería de la Universidad Nacional de Manizales.
A la altura del quinto semestre ya corría por la mente de nuestro investigador la decisión
de un trabajo de grado sobre la guadua y el tiempo seguía andando hasta que al terminar
el séptimo semestre debido a una incontrovertible “tusa” o crisis sentimental, concibe la
idea “más trascendental” de su vida, recorrer Suramérica durante seis meses vendiendo
collares en los andenes e ingresando entonces a ese curso superior y vital de aventura, al
sarampión necesario que produce el paradigmático Che Guevara cuando a su misma
edad de 22 años le dio por lo mismo; conoce el Cuzco, la milenaria ciudad de los Incas
en el Perú y se establece temporalmente en una aldea llamada Pisaq donde aprende con
una brasilera y unos artesanos argentinos a fabricar collares para sobrevivir y seguir
viajando hasta la Patagonia.
Después de llevar mucho más de 10.000 kilómetros conocidos bajo la planta de los pies,
Luis Felipe regresa a Sevilla un día de diciembre de 1998 y como si las fuerzas fatales
de la naturaleza se pusieran de acuerdo para lograr el objetivo de una simple tesis sobre
la sismoresistencia del bahareque aparece el terremoto de Armenia aquel fatídico 25 de
enero de 1999.
En febrero de 1999, Luis Felipe inicia su octavo semestre en Manizales y nos dice:
“Yo sigo con mi cuento de la tesis de la guadua y buscando encuentro a Felipe Silva,
un compañero pastuso con ganas de jalarle al proyecto y con computador……
empezamos a diseñar piezas hechizas sin director de trabajo hasta que me encuentro
con el arquitecto Jaime Mogollón, quien me manda hablar con Jorge Eduardo
Hurtado, mi primer profesor y el mismo que se había negado inicialmente a dirigir la
tesis por costosa …… cuando le entrego mi propuesta a Hurtado sonríe y me dice que
es igual a la investigación que está por realizarse financiada por el Banco Mundial y
avalada por la Asociación Colombiana de Ingeniería Sísmica, entidad que tiene como
función establecer todas las normas de construcción en Colombia con el respaldo de la
Ley 400 de 1997”.
Finalmente, el trabajo de Tesis de Grado sobre la Guadua presentado por Luis Felipe
López Muñoz y Felipe Silva fue terminado en octubre del año 2000 y ha sido
reconocido en Colombia e internacionalmente por la comunidad universitaria y por
diferentes especialistas; además se inicia con dos meritorias distinciones: 1ª.- Mención
Meritoria otorgada a la Tesis por los Jurados Calificadores, y 2ª.- Primer Tesis de Grado
de la Universidad Año 2000.
Desde entonces, nuestro investigador y tratadista, entra al lugar de las grandes ligas de
la guadua y comienza a repetirse su nombre en cuanto evento se lleve a cabo sobre ese
pasto gigante. En 2001 asiste al Congreso Mundial del Bambú en Guayaquil y ya es
suficientemente conocido en INBAR, Red Internacional para el Desarrollo del Bambú y
el Ratán (Mimbre), una organización que es la “FIFA” de la guadua y que es manejada
por los chinos.
Luis Felipe López es nieto de Rogelio López Ocampo, un comprador de café que llegó
a Sevilla apenas de seis años, traído de Chinchiná, por sus padres Crescencio y Benilda,
y establecido en la vereda de Palomino donde inicialmente monto una fábrica de velas
de cebo para después ubicarse en el pueblo, comenzar a comprar café y pasilla y casarse
con Ofelia Ruiz, hija de Don Pablo Ruiz, dueño de “La Olga” y otras fincas cafeteras.
Los muchachos de entonces, de mitad del siglo pasado, todavía recordamos el flamante
Ford de color rojo modelo 1953, la berlina particular, más ostentosa y brillante de
último modelo llegada al municipio en esos bellos tiempos.
Por el lado materno, Luis Felipe López Muñoz, es nieto de Noé y Amalia. Noé Muñoz
había comenzado como ayudante de granero cuando el mercado infalible de todos los
sábados se armaba con toldos en la Plaza de la Concordia, después compró un taxi y
posteriormente se dedicó a vender repuestos de carro para terminar como propietario del
Almacén “El Repuesto” con sucursales en Caicedonia y Zarzal.
Don Luis Jesús Echeverri, su banda familiar y su nieto compositor Hugo Toro
Echeverri.
Autor Rafael Duque Naranjo
Don Luis Jesús Echeverri llegó a Sevilla en 1916, oriundo de Marinilla (Antioquia) y
procedente de Pereira, había constituido una banda musical con toda su familia. Luis
Carlos, su hijo mayor tocaba el violín. Arturo, la flauta. Mario Adán, el violonchelo.
Jorge “Portalira”, el tiple; y sus hijas, Clara Emilia y Maruja eran las voces del grupo.
Según el investigador Nelson Ortiz “ Don Luis Jesús impartió esmerada educación
musical a sus hijos y durante los días de Semana Santa hacía sus presentaciones desde la
plazuela del Carmen, hoy plaza de mercado, hasta la Plaza de la Concordia, entonando
coros e himnos devociónales. En compañía de sus amigos Adolfo León Gómez y Luis
Antonio Calvo, enriqueció de manera significativa el repertorio musical nacional y,
finalmente, dejó una enorme contribución a la formación y orientación de nuevas
generaciones del naciente poblado no solamente en la música sino también mediante
aguerrida actividad periodística que ejerció desde 1918 a través del periódico “Eco de
Sevilla”.
De igual manera, Don Luis Jesús, compuso la música del “Himno a Sevilla” en 1928,
cuya letra fue escrita por Juan Botero Jiménez, así:
Coro
Ensalcemos al pueblo que un día,
Por querer de una raza tenaz,
Emergió de la selva bravía,
Vigoroso, pujante y audaz.
I
Fue la gesta sublime del hacha
Que este emporio de vida creó;
Fue el empuje viril de una raza
Que los bosques en pueblos trocó.
II
El patricio de estirpe procera
Que en la selva tus calles trazó,
Arrojó la simiente proficua
Y tus pasos solícitos guió.
III
Tus hermosas mujeres Sevilla,
Tienen gracia y donaire sin par,
Son las novias y castas esposas,
Que harán siempre a tus hijos triunfar.
IV
En las tardes serenas el Cauca
De tus calles hermoso se ve,
Como undívaga cinta de plata
Que adornara graciosa tus pies.
Coro Final
Un gran pueblo serás en la historia,
Si prosigues la lucha tenaz,
Y tus hijos en masa compacta,
Laborando por ti van en paz.
Luis Carlos Echeverri García, hijo mayor de Don Luis Jesús, fino talento musical
educado en el Conservatorio Nacional de Bogotá, fue el continuador de la obra musical
de su padre. Luis Carlos estudió composición, violín y artes plásticas; también compuso
algunas piezas musicales de calidad, entre ellas, “El Alma del Maizal” y “Estampa
Campesina”.
Como en aquella época el cine era mudo – contaba mi padre Lisandro Duque Ossa –
Luis Carlos Echeverri tomaba su violín en el Teatro Real y en sentidas y bellas notas
musicales daba sonido y vida a la proyección cinematográfica muda. El cine que por
entonces era pura imagen, se convertía, gracias a Luis Carlos, en espectáculo sonoro y
esto sólo sucedía en Sevilla.
Clara Emilia Echeverri, hija de Don Luis Jesús y hermana de Luis Carlos; casó con el
artista y fotógrafo Eduardo Toro, quien había nacido en Santa Rosa de Cabal y era
poseedor de un exquisito gusto artístico, además escultor y tallador en madera de las
imágenes de Jesús Nazareno, La Dolorosa, San Juan y San Pedro que aún desfilan en las
procesiones de Semana Santa.
Eduardo Toro y Clara Emilia Echeverri fueron padres de Hugo Toro Echeverri,
compositor y prosista grecolatino de alto sentimiento telúrico, nacido aquí en Sevilla el
19 de Diciembre de 1920. Don José Henao, notable corista y maestro fue su profesor de
música y quien siempre lo involucró en cuanto acto público o religioso se realizara en la
Sevilla naciente. Hugo estudió odontología en la Universidad Nacional, carrera muy
distante a su inmenso potencial artístico; también fue violinista y hasta dibujante como
su hermano Oscar. Sin embargo, lo único que perdura, que nunca morirá y que aún se
canta en toda fiesta sevillana es el inolvidable y bello repertorio de sus canciones,
algunas como los pasodobles “En el Patio”, “Mi Sevilla” y los boleros “Madrigal”,
“Siempre te he de querer” y “Porque te quiero”. El 9 de mayo de 1958 fue asesinado en
su gabinete odontológico por haber sido un activo dirigente liberal elegido diputado a la
Asamblea Departamental del Valle del Cauca en un año donde la violencia partidista
puso más de 200 muertos en Sevilla.
El investigador social Nelson Ortiz Osorio, notable profesor del Colegio General
Santander y autor de obras de pedagogía, le dio en 1999 por escribir la “Historia
Musical de Sevilla”, el único libro sobre nuestra música tutelar, Premio Jorge Isaac de
la Secretaria de Cultura del Valle del Cauca y repertorio de convicciones populares que
rescatan los principales protagonistas del ritmo, la melodía y la composición musical de
la patria chica.
El folklore, esa voz inglesa creada por William Jhon Thoms en 1846 y ya generalizada
en todo el mundo por su valor etimológico: Folk = Lo popular, Lore = Lo tradicional,
nos está indicando que la obra de Ortiz Osorio ha investigado las fuentes de la creación
musical sevillanista desde su fundación y a través de sus múltiples expresiones artísticas
durante los últimos cien años.
Ortiz nos muestra que a partir del 3 de mayo de 1903, la plaza principal de la naciente
Sevilla, fue el espacio de socialización de colonos y primeros pobladores donde
comenzaron a celebrarse los primeros espectáculos públicos, fiestas de conmemoración,
corridas de becerros, eventos políticos y mercado popular; indiscutiblemente el jolgorio,
la música y la canción aparecieron no solamente para la diversión sino también para el
acompañamiento de los actos religiosos. El 21 de Junio de 1908 – nos cuenta Antonio
María Gómez en su Diario – durante la procesión de Jesús Nazareno más de mil
personas, incluidas las dos únicas escuelas con sus 180 niños, desfilaron al compás de la
música de “un tambor y sendas guitarras y tiples”.
Pero lo mejor de la obra de Ortiz Osorio es la historia de Don Senito Aguirre y la Banda
de sus doce hijos llegados a Sevilla por allá en 1912, procedentes de Finlandia. Don
Senito según Arturo Echeverri Carvajal en sus memorias autobiográficas era gordito, de
unos sesenta años, más bien de baja estatura, era el único director y clarinete mayor de
su pintoresca banda y llevaba la batuta con movimientos del dedo gordo del pié, claro
porque iba descalzo como el noventa por ciento de la población de aquella época que
aún no había adquirido el hábito de usar zapatos. Los instrumentos de viento de la
banda estaban remendados con cera, cabuyas y alambre, y cuando hacía mucho sol no
podían ejecutar porque al derretirse la cera se perdía las notas.
Senito Aguirre y la banda de sus hijos, desde su aparición en el pueblo, amenizó todos
los acontecimientos de alguna importancia que se presentaron en la naciente aldea, tales
como la llegada del agua el 12 de Noviembre 1912, a la plaza principal, hoy plaza de La
Concordia, por unos canales de guadua que venían desde “Los Alpes”, la finca del
fundador Heraclio Uribe Uribe. Los festejos fueron celebrados por los habitantes con
pólvora y aguardiente tapetusa, pelapinga o de contrabando y música soplada por la
banda de Senito Aguirre, el cual nadie menciona en las varias historias de Sevilla, a
pesar de haber sido el primero en presentar al pueblo una banda organizada por él como
director y clarinete mayor con sus doce muchachos.
Echeverri Carvajal nos cuenta que “durante las presentaciones de Senito todo el mundo
estaba que no cabía de la dicha”. La banda musical de Senito y sus hijos fue el primer
conjunto de banda de música soplada que llegó a Sevilla y que le costó a Echeverri una
pela de su papá porque lo habían mandado al pueblo por unas velas y se quedó
embelesado al pié de los músicos hasta cuando se acabó la función casi a la madrugada.
El primero de septiembre de 1932, el Alférez peruano Juan de la Rosa, asaltó con sus
soldados la población de Leticia, todo porque el intendente del Amazonas, un cachaco
bogotano llamado Alfredo Villamil Fajardo, le había quitado su mujer, una hermosa
mestiza apodada “La Pila”. El Alférez de la Rosa contó también en su incursión armada
con la colaboración de algunos trabajadores peruanos azuzados por el dueño de un
ingenio que se negaba a pagar derechos de aduana para exportar azúcar a Iquitos. Todo
conflicto internacional comienza por cualquier pendejada, me decía el amigo Libardo
Borja, quien fue jefe del “DAS” en la Guajira y se mantenía atento a los constantes
rifirrafes de colombianos y venezolanos.
La invasión prendió la llama patriótica en Bogotá y el senador conservador Laureano
Gómez dejó de atacar al presidente de la república Enrique Olaya Herrera con su
histórica sentencia: “Paz en el interior y guerra en las fronteras”. El general Vásquez
Cobo, candidato conservador derrotado por Olaya, se ofreció para dirigir “la expedición
punitiva” contra los peruanos y el otro candidato perdedor, el poeta de Popayán
Guillermo Valencia, exclamó: “Que bella es la paz pero no vale nada sin el honor”.
Mi madre Inés Naranjo, entonces maestra de escuela en Sevilla por aquel 1932, me
contaba que el profesorado y la ciudadanía de todos los municipios del país entregaron
sus argollas de oro para financiar la guerra con el Perú. Las alhajas fueron fundidas y
convertidas en lingotes del Banco de la República que llegaron a pesar 400 kilos.
El general Luís Miguel Sánchez Cerro, presidente del Perú, apoyó la toma de Leticia y
el 18 de febrero de 1933 en un discurso incendiario como todos los suyos, incitó a sus
hordas de asaltantes para que se tomaran la legación colombiana. Ni cortos ni
perezosos, aquellos vándalos destrozaron los cristales, las ventanas y los muebles,
robando joyas, alfombras, platería y cuadros. El embajador Fabio Lozano y Lozano tuvo
que saltar por una ventana y se refugió en un rincón del sótano donde fue rescatado a las
3 de la mañana.
Durante los años cuarenta, los sevillanos aún recordamos en nuestra infancia la imagen
delgada y morena del loquito “Cascarilla” gritando: “Viva el partido Liberal y Olaya
Herrera. Muera el hijueputa de Sánchez Cerro.”
El general Sánchez Cerro creía que Colombia no tenía cómo defenderse por la ausencia
de vías terrestres y las distancias. Sin embargo, el equilibrio de fuerzas cambió cuando a
finales de diciembre de 1932, el general Vásquez Cobo, arribó a la desembocadura del
Amazonas con una flota de barcos viejos adquiridos en Europa. También apareció el
piloto alemán Herbert Boy acompañado de unos pocos aviadores colombianos de la
“Scadta” que adaptaron sus aviones comerciales para convertirlos en aviones de guerra.
El proyecto de ciudad virtual, una casa en el aire sevillano, creada y administrada por
Alirio Acevedo Sánchez, es un multimedio de comunicación que se llama EL
CIUDADANO (www.elciudadanoenlared.com) y que hasta hoy tiene algo así como
100.000 entradas en un año y medio de vida, dos mil lectores semanales vía E-mail y
5.000 visitas mensuales.
Al respecto, puedo dar testimonio del sin número de felicitaciones recibidas de todo el
mundo de muchos sevillanos residentes en el exterior, entre otros, de seres tan gratos
como Edison Álvarez desde los Estados Unidos, Beatriz Palmqvist desde Suecia y
Edgar Álzate desde Bogotá.
EL CIUDADANO entró a formar parte del único medio actual en la historia de nuestro
pueblo con todas las arandelas de la tecnología reinante. Atrás quedaron por allá en el
siglo pasado, la revista mensual CINCUENTENARIO de Pedro Emilio Gil y el
periódico semanal BATALLA de Everardo Valencia, no sin darle especial
reconocimiento a las memorias de los primeros años de fundación de Sevilla escritas en
manuscrito por Don Antonio María Gómez en el DIARIO que comenzó a escribir en
1904. Apenas estos cuatro medios nombrados son los únicos, entre muchos, que han
podido lograr supervivencia histórica y cultural en el municipio.
La empresa sigue tomando forma gracias a un acuerdo con Mauricio Martínez, director
de VIVANOTICIAS y del Canal Local 21 de Cable Unión de Occidente, para tener
dominio propio y ofrecer en emisión de prueba un portal (www.elciudadano.tk) que
retransmite audio y video de Vivanoticias, Emisora Juventud Stereo, Radio Sevilla y
demás medios del municipio.
De regreso al Valle del Cauca se instaló en Cali donde se desempeñó como vendedor de
productos naturales hasta que un fatídico 23 de noviembre de 1990 fue sorprendido por
el perverso espíritu de la naturaleza humana que obrando con las manos criminales de
un asesino dio muerte a su señor padre Joel Antonio antes de llegar a su finca
“Buenavista” en la vereda de El Congal.
No hay efecto amable sin buena causa como reza la filosofía hermética y el fundador de
EL CIUDADANO es hijo de Joel Antonio Acevedo (1922-1990), un antioqueño de
principios nacido en Copacabana, siempre vinculado al campo como los demás
fundadores de ésta civilización de vertiente, además gran conocedor del valor de la
amistad, inquieto por la lectura, la biografía de los caudillos liberales y dueño de
profundas convicciones alrededor de la noble y querida familia que formó con María
Guillermina Sánchez,(1931-2001), educadora sevillana que estudió en el Liceo
Femenino de entonces, hizo su apostolado como maestra de escuela en San Marcos y
Canoas, fue dama gris de la Cruz Roja Colombiana, formó parte de la junta directiva del
ancianato San Vicente de Paúl y tenía un costurero comunitario donde desde el mes de
enero de todos los años acudía sin falta todos los jueves a elaborar las prendas para el
aguinaldo de los niños pobres. A los 24 años de edad se casó con Joel Antonio y tuvo
siete hijos: Esperanza, Alirio, Carmenza, Constanza, Joel Antonio y las mellizas María
Elena y Luz Clarena, a quienes siempre cuidó con especial esmero.
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