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LAS SALUDABLES
SATISFRIES
La campaña de Google para dar a conocer las Google Glass se basó en contar
con personalidades públicas como embajadores del producto. Esto llegó a
conferirles un gran protagonismo mediático, pero no logró que el gran público
pudiese hacerse una idea del funcionamiento del dispositivo o de sus bondades.
El mensaje que se extraía de esta campaña de marketing era, en resumen,
vago: se nos muestra un producto innovador, espectacular y revolucionario, pero
nunca alcanzamos a saber por qué. Google, en su campaña de marketing, dejó de
lado lo más importante: hacer que el consumidor potencial comprenda cuáles son
las ventajas y funcionalidades de un producto. ¿Por qué, si no, iba el consumidor a
pagar unos mil quinientos dólares por un dispositivo?
Conseguir unas Google Glass, aunque se quisiera, fue en todo momento una
tarea complicada. Si bien restringir su compra en un principio, teniendo en cuenta
que se trataba de un prototipo, podía tener sentido, tras su difusión lo más lógico
habría sido ponerlas a la disposición del gran público. No obstante, lo que sucedió
fue que, tras levantar muchas expectativas, su disponibilidad llegó tarde y no
consiguió consolidarse como un producto útil en el día a día.
Todo aquel que use o haya usado gafas sabe que, por muy ligeras y discretas que
sean, son un complemento engorroso que resulta incómodo en muchas
situaciones. El hecho de que se coloquen en la cara, justo delante de los ojos, y
que sean visibles en todo momento hace que llevarlas sea una decisión atrevida,
ya que llama la atención y puede inquietar a las personas de nuestro entorno.