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Taller de Psicología del Rostro

Nervioso (Emotivo-noActivo-Primario)
Una persona con carácter nervioso es idealista y muy sensible, siente la necesidad de
tener emociones y de vivir intensamente. Por su emotividad, su reacción a las impresiones
es inmediata e impulsiva, cambia de humor según la emoción del momento, pasa del
entusiasmo al desaliento, de la alegría a la tristeza y del amor al odio.
Busca resultados inmediatos y que no impliquen mucho esfuerzo, le resulta muy difícil
centrarse en el trabajo. Es perezoso, distraído, inconstante e irreflexivo. Tiene pocos
intereses intelectuales. Está mal dotado para la comprensión, la memorización, la
abstracción y el razonamiento lógico.
Su inteligencia es más intuitiva que lógica. Tiene una gran predisposición para la literatura,
poesía y las bellas artes. Destaca por su imaginación viva y la expresión espontánea.
Entre sus potencialidades se puede decir que es sumamente sensible a la belleza, su
comportamiento social es agradable y generoso lo cual le hace tener muchos amigos,
aunque sean superficiales. Es delicado, alegre; generalmente optimista y afable. La
emotividad es su fuerza. Su valor dominante es la diversión, la alegría de vivir el momento
actual.
La mayor limitación caracterológica es su movilidad tanto sentimental como de humor. A
veces quiere huir de sí mismo, a base del alcohol o de los amigos, por esa emotividad que
le impide sistematizar su vida.
Experimenta una potente necesidad de amar y de imitar a alguien, sin embargo, por ser
no activo, no está predispuesto al esfuerzo que supone el servicio al prójimo. Ama como
emoción y frecuentemente bajo un punto de vista estético o poético. Su amor es
superficial.
A este carácter espontáneo, movedizo y cambiante le resultan duros los compromisos
metódicos, la disciplina, los horarios. No puede estar tranquilo. Sometido a la inspiración
del momento, se distrae o se aburre. Debido a su gran sensibilidad por la belleza, su afán
de novedad y su desmesurada vanidad, busca en el amor sensaciones pasajeras y no la
fidelidad de un amor profundo.
Flexibilidad y constancia.
Se le debe ayudar a conocerse; de un modo afable, no hiriente, hacerle ver las dificultades
de su carácter. Hay que apoyarle para que el mismo descubra los aspectos negativos de su
carácter y sugerirle los medios para controlarlo. El formador puede tener mucha influencia
en su vida, ya que este tipo de carácter siente fácilmente la influencia positiva de las
personas, a las que intenta luego imitar.
Metas cortas y atractivas.
Es necesario habituarle al esfuerzo personal y progresivo porque le cuesta el trabajo
sistemático. Por ser muy primario, el nervioso se desanima pronto, hay que ayudarle a
disciplinar su trabajo, a centrarse en lo que hace y a organizarse.

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Hay que darle metas escalonadas. Eso ayuda mucho. A un nervioso se le deben proponer
programas mensuales o semestrales; incluso, ponerle medios dinámicos para lograrlas, no
medios fríos. No se puede abusar de su esfuerzo porque, al contar con bases poco
profundas, se puede desmoronar fácilmente. Un esfuerzo por metas y medios ágiles es la
clave para su perseverancia y superación.
Dominio interior.
Firmeza para lograr el dominio de sí mismo, es un objetivo importante que se debe lograr.
Si se le deja actuar a su antojo puede llegar el momento en que se convierta en un
esquizofrénico. Es esencial acostumbrarle a ser reflexivo, no dejarle actuar a lo primero
que le salga o a lo primero que se le ocurra. Acostumbrarle a reflexionar antes de hablar y
de actuar; que domine esos movimientos desordenados primarios. Aconsejarle una
metódica y constante disciplina para salir de su precipitación, ligereza e inconstancia. Que
trabaje en el desarrollo de hábitos de la puntualidad, el orden, y la responsabilidad en el
trabajo.
Reflexionar en las actitudes.
No hay que fijarse tanto en las faltas que pueden resultar innumerables. Un nervioso hace
tantas tonterías que impacienta a cualquiera. Hay que ayudarle a profundizar en las
actitudes que producen esas constantes fallas para que ponga soluciones de raíz.
A un nervioso hay que darle responsabilidades, que trabaje, que desarrolle su inquietud
en labores perdurables. Pero es necesaria la supervisión, no conviene dejarlo solo por su
inconstancia, porque vuelve al egocentrismo y a realizar lo que su capricho le dictamina.

Sentimental (Emotivo-noActivo-Secundario)
El sentimental es introvertido e inclinado hacia la vida interior. Sensible, templado, tenaz,
auténtico, audaz, con piedad profunda. Por ser emotivo, los reproches le duelen
hondamente, estos le pueden causar un complejo o una represión obsesiva o una
sensación de fracaso. Percibe profundamente cualquier impresión, tanto si es buena como
si es mala, alegre o triste. La medita lentamente y la revive una y otra vez.
No busca impresiones nuevas, le gusta ser conservador y cuando la vida le presenta una
nueva experiencia le cuesta trabajo adaptarse a ella. Es idealista, pero en forma reservada
y moderada. Le atrae lo estético.
Es vulnerable, tímido, pesimista, indeciso, con poco sentido práctico. Es una persona que
desconfía de sí mismo. Tiende a la inactividad, al aislamiento, al aburrimiento. Está lleno
de costumbres y manías.
El sentimental tiene escasa aptitud para emprender, para la organización lógica y para la
abstracción. Trabaja con interés, orden y método y le gusta hacer las cosas bien; sin
embargo se desalienta pronto ante las dificultades, desconfía de sus posibilidades y es
lento, tanto en la concepción como en la realización de las tareas. Tiene problemas para
adaptarse a nuevas actividades y para el esfuerzo prolongado.

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Vive muy apegado al pasado, en el cual se refugia muchas veces, mientras que por otra
parte se preocupa de organizar "con la imaginación" su porvenir. Sus proyectos e
iniciativas se quedan siempre en el estado de aspiración y de sueño.
Es delicado, muy fiel y constante en el afecto, amante de la soledad y el silencio. Muy
recto, honrado, veraz. Con poco se contenta, no es nada ambicioso. Da mucho valor a la
vida sencilla y pura. Está predispuesto a la comprensión de los demás, porque es reflexivo,
procede con mucha calma y posee un espíritu muy noble y delicado.
Su poca actividad provoca en él la necesidad de una vida reposada, regular, bastante
egoísta.
Por ser emotivo, es sensible al amor, y por ser secundario se inclina a la vida interior y a la
constancia. Sin embargo, apoya su amor en el sentimiento y no en elementos estables; así
se deja llevar fácilmente por estados de ánimo de tristeza, alegría, desaliento y
escrúpulos. Como es muy escrupuloso y tiene muchos recuerdos del pasado, manifiesta
sentimiento de culpabilidad por lo que hay que hacerle ver que también existe la
misericordia.
El sentimental está inclinado a la intimidad y la veracidad, va a la amistad en busca de
comprensión y de cariño. Puesto que es muy sensible a la influencia de otra persona y del
ambiente en que vive, el formador tiene una enorme responsabilidad en el aspecto
humano; requiere tener una gran delicadeza de trato, una profunda comprensión y una
paciencia ilimitada. Siempre que sea posible se le debe ofrecer la ocasión para expresarse
libremente y a sus anchas; que nunca tenga la impresión de que se le apresura o de que
cansa escucharle. El sentimental necesita acogida. El formador debe ofrecerle cariño,
comprensión y bondad; debe ser un apoyo para él, pero sin exageraciones, para evitar el
apego excesivo.
Seguridad y proyección a los demás.
Crear y mantener un clima de confianza y comprensión es la única manera de salvar al
sentimental de sus complejos. Hay que infundirle confianza en sí mismo valorando los
menores éxitos y restando importancia a los fracasos, con el fin de que sea más optimista.
Tiene una gran capacidad de amar y de ser amado por lo que hay que saber explotar esta
fuerza. Que salga del propio yo y se proyecte hacia los demás porque el amor, por
definición, es donación permanente. Descubrirle la alegría y satisfacción de la entrega,
que se sienta feliz de darse, porque tiene capacidad de amar intensamente. Educarle a
amar bien; no a amar para ser amado, con interés egoísta.
El sentimental goza de magníficas cualidades como son la comprensión y la delicadeza.
Goza de una emotividad intensa. Se sensibiliza muy fácilmente con las miserias humanas.
Pero a la vez le faltan cualidades como: dinamismo, liderazgo, coraje. Por esto habrá que
formarle en el sentido de responsabilidad y de iniciativa (sobre todo, esta última le es
necesaria), para que llegue a poseer una "personalidad" recia y desarrolle su capacidad de
liderazgo.

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Colérico (Emotivo-Activo-Primario)
La característica más importante de este carácter es la actividad exuberante. El colérico ha
nacido para actuar, la actividad es su verdadera fuerza y, por tanto, la nota predominante
de su carácter.
En la vida social es muy cordial, es popular por su iniciativa y optimismo, por su alegría y
buen humor, es muy extrovertido. Susceptible, inquieto, charlatán, es propenso a la
exageración. Sus reacciones son instantáneas, violentas, necesita respuestas inmediatas,
nada a largo plazo.
Este carácter es idealista al máximo, compasivo, generoso y servicial. Incapaz de guardar
algún rencor. Es voluble, cambiando fácilmente de gustos y amigos. Suele cambiar de
actividad de manera frecuente y caprichosa y sin terminar lo que ha empezado. Busca
éxitos inmediatos ya que es incapaz de subordinar sus actos a un fin lejano.
Eleva a verdadera caridad fraterna su innata inclinación a amar. La inteligencia del colérico
está inclinada a lo concreto, lo inmediato y lo técnico. Es una inteligencia práctica que
comprende con rapidez y demuestra capacidad de improvisación. Prefiere el trabajo en
equipo al trabajo individual. Tiene espíritu de camaradería: ayuda con gusto a los demás,
colabora siempre que puede, aún más, se adelanta y previene los deseos y necesidades de
sus compañeros.
Su generosidad natural le lleva a la abnegación y la caridad; está dispuesto a cualquier
trabajo, aun cuando le suponga especial sacrificio. Por su gran capacidad de amar, ama las
obras de misericordia. Sin embargo su acción carece de raíces profundas. Se compromete,
sin reflexionar suficientemente.
Es poco favorable a la dirección espiritual, porque no le encuentra utilidad. No
experimenta la necesidad de pedir consejo, porque, en general, decide por sí mismo. Le
cuesta ser humilde, es propenso a hablar de sí; se resiente si fracasa y atribuye los éxitos a
su actividad y a sus cualidades.
Hay que acostumbrarle a dominar sus explosiones temperamentales, convencerle de las
desventajas de la extroversión que le llevan a disiparse, que le empujan a actuar según sus
tendencias primarias. Hay que lograr que su trabajo converja en un sólo objetivo.
Se debe usar con él un lenguaje directo, pero no hiriente. No chocar con él por el afán de
dominarle, sino moldearle con motivos. Si se le trata de imponer algo, fácilmente se
puede poner de malhumor. No tiene conciencia de sus limitaciones y hay que dárselas a
conocer, pero con mucho cuidado, pues si se le contradice directamente quedará inhibido
y molesto.
La actividad es un arma de defensa y de ataque en el colérico. En su actividad pone todo
su corazón. Hay que vigilarle de cerca, pero sin ahogar su entusiasmo generoso; es
necesario encontrarle objetivos a corto plazo, pues si no dejará todo a medio camino. Hay
que acostumbrarle a la reflexión sobre la obra que va a realizar, sobre los fracasos y sobre
el porqué de los éxitos logrados. Que realice ejercicios de constancia y que recapacite en
el porqué de la interrupción de su trabajo en una obra importante.

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Apasionado (Emotivo-Activo-Secundario)
Uno de los caracteres más ricos. La vida del apasionado está hecha fundamentalmente de
sacrificio, toma muy en serio cosas tan vitales como la familia, la patria, la religión. La
persona de este carácter es servicial, honorable, amante de la sociedad. Está dotado de
una comprensión inteligente para cualquier tipo de problemas y es compasivo con la
debilidad, pena o aflicción ajena.
Es, así mismo, dominador, ambicioso, apto para mandar. A veces fanático e impaciente,
hasta agresivo. Peca de temeridad arrastrando a los demás consigo. Se deja guiar por la
regla y por la razón, que considera como normas supremas de su obrar. De aquí que
observe el orden de una manera meticulosa. Puede convertirse en un hombre o mujer
severa, dura, obstinada, de las que atosigan con el ejercicio de su autoridad.
Organiza jerárquicamente su vida afectiva y es generalmente reservado. Tiene una gran
capacidad de trabajo, y ese trabajo tiene como base la responsabilidad; se concentra en lo
que hace y es constante y organizado. Está siempre orientado hacia la acción que desea
resulte lo más perfecta posible y, generalmente, consigue llevarla a feliz término. Es
además puntual y de conducta honorable.
El exceso de orden, indiferencia por los deportes, poca resistencia física, desinterés por las
artes son otros rasgos de este carácter. La inteligencia del apasionado es muy apta para la
abstracción y el razonamiento lógico. Sus intereses intelectuales son de carácter social,
metafísico y religioso. Posee capacidad inventiva, gran memoria, buena atención,
imaginación y comprensión. Prefiere trabajar solo.
Sus aptitudes le permiten aceptar un ideal elevado y ser fiel al mismo, aun a costa de un
esfuerzo duro y continuo. No se deja dominar por los placeres de los sentidos.
Caracterológicamente hablando, es el que está mejor dispuesto para aceptar y ser
consecuente con los principios que impone la religión, especialmente en la vida práctica;
no una religión vaga, meramente teórica basada en el sentimiento, sino en acciones
nobles y en el esfuerzo continuo. Pero, por ser orgulloso, no acepta el servicio humilde,
"yo he nacido sólo para cosas grandes"´ suele pensar.
Su orgullo es su gran defecto, que se manifiesta en la falta de docilidad, en la excesiva
confianza en sí mismo.
Quiere una dirección seria, elevada. Por ser tan emotivo, posee una marcada sensibilidad
y profundo espíritu observador. Siente la necesidad de un guía que lo oriente con firmeza,
pero a la vez, con suavidad. Por eso el formador deberá mostrársele comprensivo e
inspirarle confianza y simpatía. Conocerle lo más exactamente posible para aprovechar su
riqueza caracterológica. Al tratarle, no usar ironías ni palabras ásperas o humillantes que
lo desalentarían.
Combatir el orgullo y la independencia.
Su formación debe empezar por la lucha constante contra el orgullo, que es su defecto
dominante. Que se acostumbre a conocerse a sí mismo con sus cualidades positivas y sus
deficiencias. Se debe educar en la aceptación gustosa de los consejos y correcciones.

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Acostumbrarle a comprender y apreciar las cualidades de los demás y a amarles. A


reconocer sus faltas de tacto y de delicadeza. A aceptar los reveses y fracasos, las
enfermedades y la inacción.
Debe prestar atención a no abarcar un campo de acción superior a sus posibilidades. Debe
preocuparse por el progreso de la obra más que pensar en el honor en que se tiene su
nombre. Tiene la tendencia al despotismo y a la incomprensión por las debilidades y
deficiencias de los demás.
Por tanto, primero hay que ayudarle a desarrollar la propia emotividad dirigiéndola hacia
un ideal superior. Segundo, fundamentar su emotividad y actividad en su capacidad
organizadora. Tercero, acostumbrarle a actuar según los dictámenes de la razón y no de
los sentimientos. Cuarto, prevenirle sobre la posibilidad de derrotas penosas.

Sanguíneo (noEmotivo-Activo-Primario)
El sanguíneo es el carácter más extrovertido de todos. Es un amante de la vida,
oportunista, versátil y educado.
Con un gran sentido analítico, buen sentido práctico, una gran inventiva y gran destreza
manual, muy independiente en sus juicios y críticas. Destaca por sus dotes diplomáticas,
inteligencia clara y buena observación. La ironía es una de sus armas predilectas.
Está predispuesto al egoísmo y a la codicia. Es propenso a la intriga, la denigración, el
cinismo. Es inconstante, falto de sistematización; tiene grandes necesidades sensuales por
su curiosidad malsana. Es insensible, sin convicciones hondas, dado a la dispersión, al
escepticismo, al libertinaje, a la picardía y a la glotonería.
Su inteligencia tiene muchos puntos fuertes: comprensión rápida, claridad y precisión en
las ideas, capacidad crítica y expresión objetiva. Posee una natural inclinación a obrar,
admirable adaptación a las circunstancias, a las situaciones concretas, deseoso siempre de
conocer, más reflexivo que impulsivo. Se interesa por las cosas concretas, que
impresionan los sentidos. Apegado al dinero. Es versátil: tiene el sentido del trabajo y del
trabajo hecho inteligentemente, pero se aplica a él de manera irregular; también busca el
resultado de inmediato.
Al carácter sanguíneo le faltan convicciones profundas, tiene un verdadero vacío interior;
por ello, su sentimiento religioso es muy superficial y muy escasa su piedad. Practica la
religión más por costumbre que por convicción religiosa.
Tiene una cierta curiosidad intelectual por la vida sobrenatural; curiosidad que busca
explicaciones. Pero en realidad está poco dispuesto para la vida espiritual, mantiene una
actitud crítica, sobre todo contra los caracteres emotivos en el campo religioso, pues él es
frío y calculador, en función de sus gustos e inclinaciones.
Se inclina al sacrificio siempre que vea un resultado inmediato. No es humilde ni sensible a
la voz del sufrimiento, de la miseria o de la debilidad ajena.

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El dirigido con carácter sanguíneo considera que la dirección espiritual es una pérdida de
tiempo, que no sirve más que para complicar la vida, especialmente cuando las
conversaciones se hacen frecuentes y largas. En general, quiere resolver por su cuenta los
problemas; así se cree más independiente, ya que tiene una gran confianza en sí mismo.
Por eso, el formador, además de buscar la forma adecuada de relacionarse con él, porque
es difícil de trato, debe cimentar su labor sobre razones y no sobre sentimientos.
Hay que suscitar el desarrollo de la emotividad. Crear un ambiente afectivo, para que a
través de la acción de los demás, constate la existencia de valores elevados en el mundo,
que llenan el alma. Formarle con razonamientos convincentes y no con reproches,
buscando siempre el lado bueno.
Para desarrollar sus cualidades positivas hay que influirle a través de su inteligencia.
Habituarle a organizar y dirigir bien su actividad a través de un trabajo metódico y
continuo para robustecer su voluntad. Hay que formarle, por tanto, con ideas claras, con
energía y a la vez con corazón paternal, de tal manera que vea, comprenda y ame las
virtudes que le son necesarias. Posee una inteligencia que le ayuda eficazmente a ir
conociéndose a sí mismo.
Es un buen organizador: tiene sentido de lo práctico, demuestra calma ante las
dificultades, sabe esperar y, sobre todo, es objetivo, claro y rico en iniciativas. Debe
combatir el egoísmo y formarse en la humildad: posee un egoísmo frío, una verdadera
indiferencia ante las necesidades de los demás: para él no existe el sentimiento, sino la
utilidad; por eso hay que procurar que en su actividad domine el motivo intelectual.
Hay que espiritualizar su bondad natural con la verdadera caridad: hay que educarle antes
que nada en miras a la simpatía y al amor. Animar su sentido comunitario. Acostumbrarle,
poco a poco, a la delicadeza, a la lealtad, a combatir con valor y constancia su
egocentrismo.

Carácter Flemático (noEmotivo-Activo-Secundario)


El signo más característico del carácter flemático es su frialdad y su excepcional calma, es
poco expresivo, franco y sencillo; su curiosidad es sin entusiasmo.
Su valor dominante está en la firme constancia con que lleva a cabo sus obras. Se aplica al
trabajo con método y constancia; su actividad es fría y sin calor, pero profunda, vigorosa,
tenaz y eficaz. Se propone fines determinados y precisos y no descansa hasta haberlos
terminado. Actúa con convicción y en silencio.
Sus intereses son intelectuales, sus juicios incipientes, precisos y categóricos. El flemático
es autónomo, circunspecto, tenaz, firme, puntual, regular y sistemático. Es ordenado y
limpio. No está apegado ni al dinero, ni a las cosas, ni a los atractivos del mundo. Lleva una
vida muy sencilla y aprovecha muy bien el tiempo.

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Su principal cualidad es una calma especial que lo hace tener una templanza perfecta y
una sabiduría sexual muy marcada. Son muy laboriosos debido a la tenacidad y
constancia. Son adaptables en cualquier ambiente, no riñen.
La inteligencia del flemático es lenta, pero profunda; es de tipo conceptual, con buena
aptitud para comprender lo esencial, ordenar, clasificar y sistematizar. Posee también
buena memoria y capacidad de concentración; en cambio, tiene poca imaginación. Ama la
lectura y se aplica seriamente al estudio.
En sus relaciones sociales, le falta espontaneidad y desenvoltura; es reservado, pero no
tímido. Parece indiferente a los acontecimientos exteriores y por ello, lo juzgan como
insensible. No le gusta participar en grupo, no se abre ante las personas. Le choca
renunciar a sus puntos de vista, o aceptar lo que no había previsto. Posee un orgullo frío,
duro, conscientemente fundado en su inteligencia, es un orgullo de indiferencia, como si
los demás no existieran, de origen intelectual, sin nada de emotividad.
No ve que la religión se basa en el amor, para él es fría, árida, reducida a un esquema
legislativo.
El flemático no busca un corazón que lo comprenda ni alguien a quién imitar; para él, el
formador tiene poca importancia. Lo que tiene mucha importancia, y por lo que va a la
dirección espiritual, es para que se le sugieran ideas y el método para progresar
espiritualmente. Él necesita un formador paciente, que le abra nuevas perspectivas
apostólicas, para que su vida no se diseque en sus manías y en su frialdad. No hay que
imponerle nada, sino presentarle nuevos horizontes. Para infundir calor en su vida
espiritual hay que aconsejarle la oración, y el apostolado, para que nutra su vida exterior.
Hay que formarlo iluminando su inteligencia, haciéndole comprender la necesidad de
ayudar a los demás, despertar en él la emotividad. Lo que le cuesta en definitiva es darse a
los demás, considerarlos como personas en vez de cosas indiferentes a los que juzga
duramente. Crearle disposiciones favorables que provoquen sentimientos de compasión y
delicadeza.
No cambia por nada sus ideas: sólo después de un convencimiento personal y si va de
acuerdo a sus intereses; por ello requiere suavidad y una dirección moral que no sea sólo
de prohibiciones categóricas, sino motivaciones que pueda aceptar. Se necesita un
procedimiento persuasivo y no coercitivo que crearía reacciones de oposición duras: la
simpatía y el afecto no se imponen, sino que es necesario que nazcan casi
espontáneamente.
Deberá esforzarse por sentir con el corazón lo que cree con la inteligencia y lo que
práctica fríamente llevado por el razonamiento. Exponerle un ideal concreto, preciso y
elevado. Conducirle para que abra su corazón a la caridad con el prójimo. Hay que
combatir su orgullo (que sabe defender fríamente con mil razones), hacerle comprender
los límites de sus posibilidades y que considere todos sus defectos bajo una luz
sobrenatural.
Ama los cargos de organización o administración. Para el flemático todo trabajo ha de
tener un sentido. No es la persona adecuada para crear o atender relaciones sociales, él
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mismo se reconoce como incapaz de ejercer una influencia inmediata sobre los demás.
Cuando llega a ser administrador de una obra se vuelve conservador, poco flexible y sin
espíritu de adaptación a las exigencias del momento o poco comprensivo con los demás.
Vitalizar su vida.

Amorfo (noEmotivo-noActivo-Primario)
Tenemos que partir del hecho de que este carácter, junto con el apático, es el más pobre
de todos porque le faltan los tres elementos positivos: no tiene la riqueza interior de la
emotividad; no tiene el poder y la fuerza de la actividad y no tiene el equilibrio y la
discreción de la secundariedad.
Su rasgo característico más fuerte es la pereza. No siente internamente su falta de
actividad, más bien, ésta va acompañada de cierta alegría y satisfacción. Se deja arrastrar
fácilmente por el ambiente, es indolente para todo y poco aseado. Su incapacidad de
esfuerzo es modesta, pero no nula.
Carece de miras elevadas, se contenta con poco, se consuela enseguida ante las
contrariedades, no tiene grandes aspiraciones, le basta con vivir al nivel ordinario. No
tiene temor ante los peligros y las desgracias, por lo tanto es valiente al máximo. No es
aprensivo, ni pesimista, está protegido contra las enfermedades nerviosas y mentales que
en el mundo actual es una gran ventaja, es sociable en grado sumo. Es dócil y nada
polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y exacto, objetivo y observador. Este es su
secreto de éxito en el trabajo y en la sociedad. Le gustan los deportes.
Se deja llevar por los deseos del cuerpo, es comelón, dormilón y fácilmente se deja llevar
por sus bajos instintos; está sometido a las excitaciones del instante. Es indiferente a todo,
aunque es inteligente no sobresale, a causa de su inercia y baja curiosidad. Razona con
mucha lentitud y de forma superficial. Está incapacitado para el pensamiento abstracto.
Se muestra indeciso, torpe, desordenado, abúlico e inadaptado.
No vibra por ningún ideal, ni se esfuerza ante una acción noble, no experimenta ningún
sentimiento porque tiene un vacío interior, al no poseer nada de afectividad se deja llevar
por el egoísmo. Vive en y del momento presente; es superficial, se deja llevar por el medio
ambiente. Carece de fervor religioso. Es él más frío de todos los caracteres. El sentimiento
religioso es muy débil y superficial. No se inclina a la piedad. Cumple las prácticas cuando
debe seguir a los demás. No siente deseo de perfeccionarse. No se preocupa del más allá.
Está situado en las cosas de este mundo. El misterio y el sentido sobrenatural no
encuadran en su psicología. Carece de vitalidad personal para comenzar por propia
iniciativa un trabajo espiritual.
Escucha y acepta los consejos que se le dan, no pone resistencia alguna ni manifiesta
ninguna reacción. La bondad y confianza, por una parte, y darle ánimos, por otra, con
consejos oportunos impartidos con firme pero paternal insistencia, pueden dar efectos
sorprendentes en el alma de un amorfo. Ante un formador fuerte y cariñoso cede y se
deja formar. Dado que el amorfo es insensible y flojo, el formador debe poseer mucha

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fuerza de carácter y virtud para avivar su corazón en una actividad continua. No se deben
esperar milagros, ni que se vaya a entusiasmar con ideales demasiado elevados, pero sí
debe lograr un esfuerzo consciente y ordenado, a través de metas sucesivas y fáciles de
alcanzar.
Al ser esclavo de su propio cuerpo, hay que empezar por el dominio de sus sentidos
interiores y exteriores; que se ejercite en los pequeños sacrificios corporales para
robustecer la voluntad.
Ayudarles a la entrega a los demás picándole su amor propio y aprovechando su
capacidad intelectual; incluso que se sensibilice poco a poco con el dolor y las miserias
humanas.
Como no le atrae el apostolado por su pereza y egoísmo, hay que insistir en dos aspectos:
la motivación del sentido del deber y la necesidad y nobleza del trabajo por el prójimo.
Motivarlo continuamente y ayudarle a organizarse, porque de lo contrario no hará nada.
Se puede conseguir de él un esfuerzo consciente y ordenando, cuando se le propone algo
atrayente y fácil de lograr.
Finalmente conviene anotar que este carácter no es para grandes empresas, porque le
faltan elementos fundamentales positivos, pero no es un enfermo incurable. Debe ser
valorado por el formador. La experiencia enseña cómo han existido ejemplos de carácter
amorfo, de radical conversión psicológica, lo que demuestra que una naturaleza humana
no está predeterminada.

Apático (noEmotivo-noActivo-Secundario)
El carácter apático goza de una objetividad e indiferencia poco comunes, es una persona
de principios fijos y fríos; avaro, conservador. Sus valores principales son la disciplina, la
fidelidad y la rica imaginación. Casi siempre es sincero, honrado y digno de confianza.
El apático suele caracterizarse por una pasividad habitual en un total sometimiento al
pasado y a los hábitos que va adquiriendo. Su vida está apagada, carece de fuerza interior,
entusiasmo y alegría. Es el tipo rutinario, conservador y esclavo de las tradiciones y
costumbres. Es el más terco de todos los caracteres.
El apático es meditativo y lento; se separa de cuanto lo rodea para insistir en su
pesimismo y carencia. Es un carácter pobre y está sometido a las necesidades orgánicas y
al automatismo. La pereza es algo constitucional en el apático, es retraído y solitario, no se
interesa por nada. No siente necesidad de trabajar. No tiene iniciativas.
En cuanto a la vida social tienen pocas cualidades, pues siente un atractivo especial por la
soledad y el aislamiento. Le gusta la tranquilidad, la vida monótona. Es cerrado,
independiente, insensible y egoísta. Su lema es: "Pensar en sí mismo y quejarse".
Carece del estímulo de la emotividad y de la ayuda de la actividad. Por esta razón
permanece casi en estado potencial, sin movilizar, prácticamente sin tensión. Es una

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inteligencia muy mal dotada para extraer lo esencial, para la abstracción y para el
establecimiento de relaciones lógicas. El pensamiento es incoherente y pobre de ideas. Su
inactividad y la no emotividad lo debilitan para alcanzar ideales de orden superior. Lleva
por dentro un gran vacío interior.
Comprende que la dirección espiritual es muy útil para conocerse y ser mejor, pero no ve
su conveniencia ni concibe su necesidad, por estar aferrado a sus ideas. Esto es una
dificultad para cambiar su manera habitual de vivir.
El formador puede tener mucha influencia en su formación, pues el apático necesita
mucha simpatía, afecto y aliento. Muchas veces ha sido la falta de aliento y afecto durante
su vida pasada lo que le ha causado una reacción de sombría tristeza. Una cara alegre, un
corazón expansivo por parte del formador es la mejor manera de ganárselo. Esto le
inducirá a la confianza y a la simpatía.
Con el apático hay que combinar la motivación con la exigencia. Estimularle en su trabajo,
interesarse por lo que hace y proponerle metas de dificultad progresiva. Por otra parte,
hay que fomentar hábitos de trabajo y actitudes de apertura y colaboración con sus
compañeros de equipo.
Sus dos grandes defectos son la insensibilidad y su inactividad. Conviene poner remedio a
base de un trabajo serio y con mucha paciencia y constancia; pero además, con mucho
afecto y firmeza.
Se le facilita por su sentido del deber, su sentido de disciplina y su honradez y lealtad. Hay
que motivarle con el fin de suscitar un principio de inquietud por hacer algo. Así irá
disminuyendo en él la dureza innata y la manera mecánica de comportarse. Conviene
animarlo mucho y darle muestras de confianza, así irá saliendo de su inactividad y de su
no emotividad. Hacerle experimentar la satisfacción del esfuerzo y del éxito logrado
realizado por iniciativa personal, no por automatismo o por hábito, sino como fruto de su
deliberación.
Hacerle trabajar en equipo con otro de carácter equilibrado, para que se le abran la mente
y el corazón a la emotividad y al trabajo. Sacar provecho de su inclinación a hacer las cosas
por costumbre y de su tendencia a la terquedad, encauzándolas en una actividad fundada
en el sentimiento y en la dócil colaboración.
El formador debe despertar el gusto y la satisfacción que proporciona la entrega a un ideal
elevado. Hay que desarrollar las virtudes altruistas. Inducirle a considerar las necesidades
del prójimo e interesarle por los demás.
Según su capacidad, poco a poco hay que irle insinuando maneras con las cuales puede
poner en juego su emotividad y actividad en el plano natural y sobrenatural.

LOS TEMPERAMENTOS QUE COMPARTEN ENTRE SI AFINIDADES NATURALES:


Te llevas mejor con unos que con otros… aquí sabrás porque…

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El SANGUÍNEO – con personalidad activa, se llevan con la gente, son emocionales.


El COLÉRICO – con personalidad activa, se llevan con el trabajo, son simples.
El FLEMÁTICO – con personalidad tranquila, se llevan con la gente, son complejos.
El MELANCÓLICO – con personalidad tranquila, se llevan con el trabajo, son emocionales.
Los FLEMÁTICO/SANGUÍNEO/ son primos, comparten el ser ingeniosos, no complicados,
sin metas orientadas.
Los SANGUÍNEO/COLÉRICOS son hermanos, comparten el ser extrovertidos, optimistas y
habladores.
Los MELANCÓLICO/ FLEMÁTICO son hermanos, comparten el ser introvertidos, pesimistas,
y hablan suave.
Los COLÉRICO/ MELANCÓLICO son primos, comparten el ser decididos, organizados, con
metas y orientados.

Combinaciones Naturales - Hermanos


SANGUÍNEO – COLÉRICO - Si tiene esta combinación, tiene grandes potenciales para el
liderazgo. Combinado sus dos fortalezas puede dirigir a otros y hacer que disfruten su
trabajo Negativamente puede ser una persona prepotente, impulsiva e impaciente que
monopoliza la conversación
FLEMÁTICO – MELANCÓLICO “Habla con palabras suaves y lleva un garrote” Esta
combinación produce grandes educadores ya que el amor del melancólico por el estudio y
la investigación es humanizada por la habilidad del flemático para llevarse bien personas
Negativamente puede que al tomar decisiones tenga problemas, pero el flemático evita
que el melancólico caiga en depresión haciendo y el deseo del melancólico por la
perfección pone en acción al flemático.

Combinaciones Complementarias - Primos 


SANGUÍNEO – FLEMÁTICO El flemático apacigua los altibajos del sanguíneo. El sanguíneo
le da color al flemático Se inclina hacia las cosas fáciles y al placer, son los mejores amigos
posibles, son buenos líderes cívicos Negativamente son perezosos, sin intenciones de
hacer algo que puedan evitar
COLÉRICO – MELANCÓLICO Ambos encajan y suplen las necesidades de cada uno bueno
para los negocios, tienen éxito. Ambos se impulsaran hasta obtener un producto perfecto.
Negativamente pueden llegar a ser dominantes.
Tabla básica de Opuestos
SANGUÍNEO – MELANCÓLICO Es el más emocional de los dos que trata de acomodar los
pequeños altibajos del sanguíneo con los profundos y más prolongados traumas del
melancólico, esto le conduce a problemas emocionales. Esta es la combinación más difícil
de manejar
COLÉRICO – FLEMÁTICO Trabajar o no trabajar, esto se resuelve trabajando duro durante
el día y relajándose durante la noche, esta es una combinación que se da muy poco.

LAS DOCE COMBINACIONES DE TEMPERAMENTOS


COMBINACIÓN DE TEMP. ASPECTOS POSITIVOS ASPECTOS NEGATIVOS

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MUY EXTROVERTIDO 
CARISMÁTICO INFUNDADAS
ENTUSIASTA  HABLA DEMASIADO
ORIENTADO A LOS DEMÁS  EMITE OPINIONES
1 - SANGUÍNEO – DOTES DE VENDEDOR  ENOJADIZO PRESTO A LA
COLÉRICO RESOLUCIÓN ACCIÓN
PRODUCTIVO DÉSPOTA
MEDIANAMENTE JUSTIFICA SUS ACCIONES
ORGANIZADO
DEPORTISTA
MUY EMOCIONAL  FLUCTUANTES
SIENTE LOS PESARES AJENOS  MUY CRÍTICOS
2- SANGUÍNEO –
FANTÁSTICOS MAESTROS  DEPRESIVOS
MELANCÓLICO
PERFECCIONISTAS  ENOJADIZO
DON DE GENTES  TEMEROSO
MUY CARISMÁTICO 
FALTOS DE DISCIPLINA
3- SANGUÍNEO – ALEGRE Y ENTRETENIDO 
FALTOS DE MOTIVACIÓN
FLEMÁTICO QUERIDOS POR LA FAMILIA 
POCO SERIO
HACE REÍR
EXTROVERTIDO 
HOSTIL
MUY ACTIVO 
IRACUNDO Y RESENTIDO
4 - COLÉRICO – PROMOTOR Y VENDEDOR
IMPACIENTE
SANGUÍNEO NATURAL 
SARCÁSTICO
GRAN MOTIVADOR 
ATROPELLA A LA GENTE
SEGURO DE SÍ
MUY INDUSTRIOSO  AUTOCRÁTICO Y
CAPAZ DICTATORIAL
5 - COLÉRICO -
MINUCIOSO  SARCÁSTICO
MELANCÓLICO
DE METAS DEFINIDAS  HOSTIL
DECIDIDOS RESENTIDO
MUY CAPAZ  TERCO
ORGANIZADO  NO RECONOCE SUS
6 - COLÉRICO –
OBJETIVOS CLAROS  ERRORES
FLEMÁTICO
BUEN TRATO PARA LOS DEMÁS PUEDE GUARDAR
BUENOS ADMINISTRADORES AMARGURA
INTROVERTIDO  HUMOR VARIABLE
SENSIBLE AL ARTE  MUY CRÍTICO
7- MELANCÓLICO –
ANALISTA  IDEALISTA E IMPRÁCTICO
SANGUÍNEO
ESTUDIOSO  INSEGURO, TEMEROSO
SE LLEVA BIEN CON LA GENTE  AUTOIMAGEN POBRE
8 - MELANCÓLICO – AMPLIA GAMA VOCACIONAL  DIFÍCILES DE COMPLACER
COLÉRICO LIDERAZGO  NEGATIVO

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SE DEPRIME CON FACILIDAD


INICIATIVA 
EXCESIVAMENTE
PERFECCIONISTA 
METICULOSO
ANALISTA 
MUY CRÍTICO
POCO HOSTIL  SE DESANIMA FACILMENTE
SE LLEVA BIEN CON LA GENTE  MUY NEGATIVO
9- MELANCÓLICO –
TALENTOSO  RENCOROSO Y VENGATIVO
FLEMÁTICO
PERFECCIONISTA Y EFICIENTE  ANSIOSO Y TEMEROSO
CAPAZ T ERCO Y RÍGIDO
SIMPÁTICO  TIENDE A PERDER EL
DIPLOMÁTICO  TIEMPO
10 - FLEMÁTICO –
ALEGRE FALTO DE DISCIPLINA 
SANGUÍNEO
COLABORADOR  TEMEROSO E INSEGURO 
DE CONFIANZA SOLITARIO
BUEN OIDOR 
FALTO DE MOTIVACIÓN
BUEN TRATO CON LAS
11- FLEMÁTICO – TEMEROSO 
PERSONAS 
COLÉRICO OBSTINADO E INFLEXIBLE
PACIENTE 
PASIVO
DE CONFIANZA 
REPOSADO 
TEMOR
AGRADABLE, SUAVE 
12 - FLEMÁTICO – EGOÍSTA 
CONFIABLE 
MELANCÓLICO NEGATIVÍSTA
SENCILLO 
CRÍTICO
PACIENTE Y MINUCIOSO

DEBILIDADES DE LOS TEMPERAMENTOS

SANGUÍNEO

Indisciplinado y falto de voluntad. La tendencia a ser indisciplinados y su voluntad débil


puede llegar a destruirlo a menos que sepa vencer estas debilidades. Como son altamente
emocionales tienden a ser "manoseadores".
La voluntad débil y falta de disciplina hacen que les resulte fácil hacerse deshonestos,
falsos y poco dignos de confianza. Tienden a cometer excesos y a aumentar de peso y les
resulta sumamente difícil mantener una dieta; en consecuencia es muy normal que un
sanguíneo de treinta años de edad pese quince kilos de más y que siga aumentando
rápidamente.
Inestabilidad emocional. El sanguíneo no sólo es capaz de llorar por cualquier pretexto,
sino que la chispa de ira puede transformarse en furioso infierno instantáneamente. Hay
algo consolador en su enojo – no guarda rencor. Una vez que ha desatado su furia se

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olvida de la cuestión. Los demás no, pero él sí. Por eso es que él no tiene úlceras; se las
pasa a los demás.
El egotismo. El sanguíneo lucha constantemente por ser el centro de la atención. Para él
todo el mundo es un gran escenario y él es el actor principal. Normalmente él mismo es su
personaje favorito.
Un habito muy sutil del sanguíneo es hacer referencia a personalidades (proyección),
haciendo hincapié en su relación con la persona.
Inquieto y desorganizado. Los sanguíneos son tremendamente desorganizados y siempre
están en movimiento. Raras veces planifican por anticipado; generalmente aceptan las
cosas a medida que se le presentan. Son felices buena parte del tiempo porque raramente
vuelven la mirada hacia atrás (y en consecuencia no se benefician de los errores pasados),
y raras veces miran hacia delante. Donde quiera que viva o trabaje las cosas se encuentran
en un desastroso estado de desarreglo. No consigue las herramientas, y las llaves
constituyen su ruina- invariablemente se le pierden. Dado su ego, generalmente es
exigente para vestirse, pero si sus amigos vieran la habitación donde se vistió pensarían
que alguien ha sido víctima de una explosión.
La inseguridad. Aun cuando su personalidad extrovertida lo hace ver como una persona
segura de sí misma en realidad es una persona muy insegura.
Generalmente el sanguíneo no teme el daño personal y a menudo se arriesga a realizar
desmedidas hazañas de osadía y heroísmo. Sus temores giran en torno más bien del
fracaso personal, el rechazo o la desaprobación de los demás.
Conciencia flexible. Ya que el sanguíneo tiene la capacidad de convencer a los demás, con
lo cual se granjea la reputación de ser el timador más grande del mundo, no le resulta
difícil convencerse de que todo lo que quiere hacer está perfectamente bien. Tiene la
tendencia a torcer la verdad o a exagerar. Para el sanguíneo "el fin justifica los medios" y
normalmente el fin es el de él. Es por ello que frecuentemente pisotea tranquilamente los
derechos de los demás y pocas veces titubea ante la posibilidad de servirse de otros.
COLÉRICO.
El enojo y la hostilidad. El colérico es extremadamente hostil. Algunos aprenden a
controlar su ira, pero una erupción de violencia es siempre una posibilidad en ellos. No les
lleva mucho tiempo comprobar que los demás generalmente se asustan de sus estallidos
de enojo y de que por lo tanto pueden valerse de su ira como un arma para conseguir lo
que quieren- y generalmente lo que quieren es salirse con la suya.
El enojo de los coléricos es enteramente diferente a la de los sanguíneos. La explosión del
colérico no es tan fuerte como las del sanguíneo ya que es menos extrovertido, pero
puede ser mucho más peligrosa. El colérico puede herir a los demás con toda intención y
gozarse de haberlo hecho. La esposa del colérico generalmente le tiene miedo, y éste
tiende a aterrorizar a los hijos. El colérico da portazos, golpea la mesa con el puño, usa la
bocina del automóvil sin discreción. Cualquier persona o cosa que se le cruce en su
camino, que retarde su progreso, o que deje de funcionar en la medida de sus

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expectativas, no tardará en experimentar la erupción de su cólera. Y a diferencia del


sanguíneo, al colérico no se le pasa el enojo fácilmente, sino que por el contrario puede
arrastrar su encono durante un tiempo increíblemente largo. Tal vez sea ésta la razón de
que a los cuarenta años de edad ande con úlceras estomacales.
Cruel cortante y sarcástico. Nadie pronuncia con su boca comentarios más ácidos que el
colérico sarcástico, el cual está preparado con un comentario cortante que es capaz de
aniquilar a los que se sienten inseguros y demoler a los menos combativos. Raras veces
titubea cuando quiere cantarle las cosas claras a alguien o hacerlo papilla. En
consecuencia, va dejando un reguero de casos psíquicos y de personas heridas por donde
pasa.
Frío y sin afecto. De todos los temperamentos el colérico es el que evidencia menos afecto
y se neutraliza ante la idea de hacer alguna demostración pública de afecto; su rigidez
emocional rara vez le permite derramar lágrimas.
Insensible y desconsiderado. Similar a su natural falta de amor es la tendencia del colérico
a ser insensible a las necesidades de los demás y desconsiderado acerca de sus
sentimientos.
Porfiado y terco. La firmeza y la decisión natural del colérico es una característica
temperamental que puede ayudarlo en el curso de su vida, pero también puede
convertirlo en un hombre porfiado y terco. Como tiene un sentido intuitivo generalmente
toma resoluciones rápidamente (sin consideración y análisis adecuados), y una vez que ha
tomado una decisión es prácticamente imposible que cambie de parecer. El colérico se
muestra neutral en muy pocas cosas y terco en todo.
Astuto y dominador. Una de las características del colérico es su inclinación a proceder
con astucia a fin de lograr lo que quiere. Raras veces acepta un no como respuesta y con
frecuencia recurre a cualquier medio necesario para alcanzar su meta. Si tiene que
adulterar las cifras y torcer la verdad, raras veces vacila, porque para él el fin justifica los
medios. Cuando necesita un favor, puede transformarse casi en un sanguíneo en su
capacidad persuasiva, pero en el momento que se le da lo que busca, se olvida de que te
conoció.
MELANCÓLICO
Negativo, pesimista y crítico. Las admirables cualidades del perfeccionismo y la
escrupulosidad conllevan con frecuencia la seria desventaja del negativismo, el pesimismo
y de un espíritu de crítica. Normalmente, la primera reacción de un melancólico ante
cualquier cosa va a ser negativa o pesimista. Éste sólo rasgo limita la actuación vocacional
del melancólico más que ningún otro. Apenas se le presenta una nueva idea o un proyecto
nuevo su habilidad analítica se enciende y comienza a imaginar toda clase de problemas y
dificultades que en su opinión podrían surgir al poner el proyecto en práctica. Para la
industria esto es una ventaja, porque mediante este rasgo el melancólico puede anticipar
los problemas y prepararse para ellos. Pero para él mismo es una desventaja porque le
impide largarse por su cuenta y sacar ventaja de su creatividad. Es raro que una persona
predominantemente melancólica inicie un nuevo negocio o proyecto por su cuenta; en

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cambio es fácil que sea utilizado por personas menos dotadas pero de temperamento más
emprendedor. El melancólico es capaz de experimentar el "arrepentimiento del
comprador" antes de comprar la mercancía, y no como los otros que la experimentan
tiempo después.
Los melancólicos deben luchar constantemente contra su espíritu de crítica que proyectan
hacia los que lo rodean como hacia sí mismo, razón por la cual suele sentirse sumamente
disconforme consigo mismo.
Egocéntrico, susceptible, y quisquilloso. El melancólico es más egocéntrico que cualquier
otro temperamento, pues todo lo interpreta en relación consigo mismo. Si, por ejemplo,
se anuncia en su trabajo alguna nueva disposición, inmediatamente reacciona alarmado
pensando que es a él al que quieren agarrar. Tiende además a compararse con los otros
en apariencia exterior, en talento, en intelecto, sintiéndose invariablemente deficiente
porque jamás se le ocurre que se compara con los mejores rasgos del otro y hace a un
lado sus puntos débiles.
Este rasgo de egocentrismo, juntamente con su carácter sensible, hace que el melancólico
sea muy susceptible y quisquilloso por momentos. Se puede ofender a un melancólico con
solo mirarlo.
Vengativo y propenso a sentirse perseguido. El talentoso cerebro del melancólico puede
ser terreno fértil para conceptos creativos y positivos, o la fuente de pensamientos
perjudiciales. Aun cuando no es tan expresivo como el sanguíneo o el colérico en su enojo,
es perfectamente capaz de alentar un rencor de ebullición lenta y de larga duración que se
manifiesta en pensamientos vengativos y en meditaciones de auto persecución. Si se
alienta esto por un tiempo suficiente el resultado puede ser el que se transforme en un
maniático depresivo o por lo menos que explote de ira, de un modo que resulta
enteramente distinto de su naturaleza normalmente suave.
Las líneas negativas de pensamiento hacen que el melancólico tome decisiones poco
realistas. El noventa y cinco por ciento de las veces su línea de pensamiento vengativa y
opresiva saca el problema fuera de toda perspectiva.
Temperamental, depresivo, antisocial. Una de las características más prominentes del
melancólico se refiere a los vaivenes de ánimo. En algunas ocasiones se siente
transportado a tales alturas que obra como si fuese un sanguíneo y en otras, se siente tan
deprimido que quisiera deslizarse por debajo de las puertas. A medida que aumenta en
años aumentan los momentos de insatisfacción, amargura y depresión, a menos que halla
a prendido a auto controlarse.
Legalista y rígido. Ningún temperamento es tan susceptible a ser rígido, implacable e
intransigente, hasta el punto de ser totalmente irrazonable, como el melancólico.
Es el mártir natural de su causa. Es incapaz de falsear la información en los formularios de
impuestos o cualquier otro. Es intolerante e impaciente con los que no ven las cosas como
las ve él; en consecuencia le resulta difícil formar parte de un equipo y con frecuencia se
desenvuelve sólo en el mundo comercial.

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Impráctico y teórico. El melancólico es un idealista por lo que a veces tiende a ser


impráctico y muy teórico por lo que le convendría someter siempre sus proyectos a la
prueba de la viabilidad y le conviene asociarse con personas de otro temperamento que
se complementen.
FLEMÁTICO
Sin interés, lento y ocioso. La debilidad más evidente del flemático es su aparente falta de
empuje o de ambición. Si bien pareciera que siempre hace lo que se espera de él, raras
veces hace más de lo necesario. Hace pensar en que tiene un metabolismo bajo, o lento, y
con frecuencia se queda dormido en el momento que se sienta. Raramente propicia
alguna actividad, y en cambio busca excusas para evitar tener que comprometerse en las
actividades de los demás. Incluso su ritmo tiende a disminuir con el paso de los años. El
flemático generalmente se levanta temprano, se va a su trabajo o actividad diaria de buen
humor, y habiendo cumplido un horario corrido, regresa "completamente agotado". Con
frecuencia duerme una larga siesta, tras lo cual se sienta frente al televisor (que maneja a
control remoto), y en el curso de la tarde se duerme y se despierta según los programas.
Por último, después de las noticias de la noche, su mujer lo despierta y lo ayuda a meterse
en la cama, donde se duerme profundamente hasta la mañana siguiente. Y esto todos los
días invariablemente.
Autoprotección. A nadie le gustan las heridas, y esto resulta particularmente cierto en el
caso del flemático. Si bien no es tan sensible como el melancólico, tiene piel bastante
delgada y, por lo tanto, aprende a protegerse a una edad muy temprana. Es bastante
frecuente que aprenda a vivir como una tortuga, erigiendo un duro caparazón protector
que lo escude de todo dolor o afrenta externos.
Mezquino y avariento. Esta es una característica de las que solo pueden dar fe las
personas que viven con un flemático, pues su actitud siempre cortés y correcta para con
los demás, hacen que el resto de las personas no se percaten de ella. El flemático cuida
cada centavo y actúa como un avaro, excepto cuando se trata de comprar algo para sí
mismo. Normalmente es el que da las propinas más pequeñas.
Terco, terco y terco Nadie es más terco que el flemático; pero es tan diplomático, hasta en
eso, que a la gente le puede pasar desapercibido. Casi nunca se enfrenta con otra
persona, ni se niega a hacer algo, pero de algún modo se las arregla para eludir la
responsabilidad. Ante una situación familiar el flemático jamás grita o discute. Se limita a
arrastrar los pies o se planta y se niega a moverse.
Indeciso y temeroso. Debajo de la amable superficie del flemático diplomático late un
corazón sumamente temeroso. Esta tendencia a temer le impide, con frecuencia,
aventurarse por su cuenta para sacar el mayor provecho de sus potencialidades.
Habiendo hecho un recorrido por las características de cada uno de los temperamentos,
se pasará en el siguiente capítulo a comentar, tomando algunos casos, cómo influyen ellos
en la conducta cotidiana de las personas.

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Sentimental (Emotivo-noActivo-Secundario)
El sentimental es introvertido e inclinado hacia la vida interior. Sensible, templado,
tenaz, auténtico, audaz, con piedad profunda. Por ser emotivo, los reproches le
duelen hondamente, estos le pueden causar un complejo o una represión obsesiva
o una sensación de fracaso. Percibe profundamente cualquier impresión, tanto si es
buena como si es mala, alegre o triste. La medita lentamente y la revive una y otra
vez.
No busca impresiones nuevas, le gusta ser conservador y cuando la vida le
presenta una nueva experiencia le cuesta trabajo adaptarse a ella. Es idealista, pero
en forma reservada y moderada. Le atrae lo estético.
Es vulnerable, tímido, pesimista, indeciso, con poco sentido práctico. Es una
persona que desconfía de sí mismo. Tiende a la inactividad, al aislamiento, al
aburrimiento. Está lleno de costumbres y manías.
El sentimental tiene escasa aptitud para emprender, para la organización lógica y
para la abstracción. Trabaja con interés, orden y método y le gusta hacer las cosas
bien; sin embargo se desalienta pronto ante las dificultades, desconfía de sus
posibilidades y es lento, tanto en la concepción como en la realización de las tareas.

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Tiene problemas para adaptarse a nuevas actividades y para el esfuerzo


prolongado.
Vive muy apegado al pasado, en el cual se refugia muchas veces, mientras que por
otra parte se preocupa de organizar "con la imaginación" su porvenir. Sus
proyectos e iniciativas se quedan siempre en el estado de aspiración y de sueño.
Es delicado, muy fiel y constante en el afecto, amante de la soledad y el silencio.
Muy recto, honrado, veraz. Con poco se contenta, no es nada ambicioso. Da mucho
valor a la vida sencilla y pura. Está predispuesto a la comprensión de los demás,
porque es reflexivo, procede con mucha calma y posee un espíritu muy noble y
delicado.
Su poca actividad provoca en él la necesidad de una vida reposada, regular,
bastante egoísta.
Por ser emotivo, es sensible al amor, y por ser secundario se inclina a la vida
interior y a la constancia. Sin embargo, apoya su amor en el sentimiento y no en
elementos estables; así se deja llevar fácilmente por estados de ánimo de tristeza,
alegría, desaliento y escrúpulos. Como es muy escrupuloso y tiene muchos
recuerdos del pasado, manifiesta sentimiento de culpabilidad por lo que hay que
hacerle ver que también existe la misericordia.
El sentimental está inclinado a la intimidad y la veracidad, va a la amistad en
busca de comprensión y de cariño. Puesto que es muy sensible a la influencia de
otra persona y del ambiente en que vive, el formador tiene una enorme
responsabilidad en el aspecto humano; requiere tener una gran delicadeza de trato,
una profunda comprensión y una paciencia ilimitada. Siempre que sea posible se le
debe ofrecer la ocasión para expresarse libremente y a sus anchas; que nunca tenga
la impresión de que se le apresura o de que cansa escucharle. El sentimental
necesita acogida. El formador debe ofrecerle cariño, comprensión y bondad; debe
ser un apoyo para él, pero sin exageraciones, para evitar el apego excesivo.
Seguridad y proyección a los demás.
Crear y mantener un clima de confianza y comprensión es la única manera de
salvar al sentimental de sus complejos. Hay que infundirle confianza en sí mismo
valorando los menores éxitos y restando importancia a los fracasos, con el fin de
que sea más optimista.
Tiene una gran capacidad de amar y de ser amado por lo que hay que saber
explotar esta fuerza. Que salga del propio yo y se proyecte hacia los demás porque
el amor, por definición, es donación permanente. Descubrirle la alegría y
satisfacción de la entrega, que se sienta feliz de darse, porque tiene capacidad de

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amar intensamente. Educarle a amar bien; no a amar para ser amado, con interés
egoísta.
El sentimental goza de magníficas cualidades como son la comprensión y la
delicadeza. Goza de una emotividad intensa. Se sensibiliza muy fácilmente con las
miserias humanas. Pero a la vez le faltan cualidades como: dinamismo, liderazgo,
coraje. Por esto habrá que formarle en el sentido de responsabilidad y de iniciativa
(sobre todo, esta última le es necesaria), para que llegue a poseer una
"personalidad" recia y desarrolle su capacidad de liderazgo.
Colérico (Emotivo-Activo-Primario)
La característica más importante de este carácter es la actividad exuberante. El
colérico ha nacido para actuar, la actividad es su verdadera fuerza y, por tanto, la
nota predominante de su carácter.
En la vida social es muy cordial, es popular por su iniciativa y optimismo, por su
alegría y buen humor, es muy extrovertido. Susceptible, inquieto, charlatán, es
propenso a la exageración. Sus reacciones son instantáneas, violentas, necesita
respuestas inmediatas, nada a largo plazo.
Este carácter es idealista al máximo, compasivo, generoso y servicial. Incapaz de
guardar algún rencor. Es voluble, cambiando fácilmente de gustos y amigos. Suele
cambiar de actividad de manera frecuente y caprichosa y sin terminar lo que ha
empezado. Busca éxitos inmediatos ya que es incapaz de subordinar sus actos a un
fin lejano.
Eleva a verdadera caridad fraterna su innata inclinación a amar. La inteligencia del
colérico está inclinada a lo concreto, lo inmediato y lo técnico. Es una inteligencia
práctica que comprende con rapidez y demuestra capacidad de improvisación.
Prefiere el trabajo en equipo al trabajo individual. Tiene espíritu de camaradería:
ayuda con gusto a los demás, colabora siempre que puede, aún más, se adelanta y
previene los deseos y necesidades de sus compañeros.
Su generosidad natural le lleva a la abnegación y la caridad; está dispuesto a
cualquier trabajo, aun cuando le suponga especial sacrificio. Por su gran capacidad
de amar, ama las obras de misericordia. Sin embargo su acción carece de raíces
profundas. Se compromete, sin reflexionar suficientemente.
Es poco favorable a la dirección espiritual, porque no le encuentra utilidad. No
experimenta la necesidad de pedir consejo, porque, en general, decide por sí
mismo. Le cuesta ser humilde, es propenso a hablar de sí; se resiente si fracasa y
atribuye los éxitos a su actividad y a sus cualidades.

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Hay que acostumbrarle a dominar sus explosiones temperamentales, convencerle


de las desventajas de la extroversión que le llevan a disiparse, que le empujan a
actuar según sus tendencias primarias. Hay que lograr que su trabajo converja en
un sólo objetivo.
Se debe usar con él un lenguaje directo, pero no hiriente. No chocar con él por el
afán de dominarle, sino moldearle con motivos. Si se le trata de imponer algo,
fácilmente se puede poner de malhumor. No tiene conciencia de sus limitaciones y
hay que dárselas a conocer, pero con mucho cuidado, pues si se le contradice
directamente quedará inhibido y molesto.
La actividad es un arma de defensa y de ataque en el colérico. En su actividad pone
todo su corazón. Hay que vigilarle de cerca, pero sin ahogar su entusiasmo
generoso; es necesario encontrarle objetivos a corto plazo, pues si no dejará todo a
medio camino. Hay que acostumbrarle a la reflexión sobre la obra que va a
realizar, sobre los fracasos y sobre el porqué de los éxitos logrados. Que realice
ejercicios de constancia y que recapacite en el porqué de la interrupción de su
trabajo en una obra importante.

Apasionado (Emotivo-Activo-Secundario)
Uno de los caracteres más ricos. La vida del apasionado está hecha
fundamentalmente de sacrificio, toma muy en serio cosas tan vitales como la
familia, la patria, la religión. La persona de este carácter es servicial, honorable,
amante de la sociedad. Está dotado de una comprensión inteligente para cualquier
tipo de problemas y es compasivo con la debilidad, pena o aflicción ajena.
Es, así mismo, dominador, ambicioso, apto para mandar. A veces fanático e
impaciente, hasta agresivo. Peca de temeridad arrastrando a los demás consigo. Se
deja guiar por la regla y por la razón, que considera como normas supremas de su
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obrar. De aquí que observe el orden de una manera meticulosa. Puede convertirse
en un hombre o mujer severa, dura, obstinada, de las que atosigan con el ejercicio
de su autoridad.
Organiza jerárquicamente su vida afectiva y es generalmente reservado. Tiene una
gran capacidad de trabajo, y ese trabajo tiene como base la responsabilidad; se
concentra en lo que hace y es constante y organizado. Está siempre orientado hacia
la acción que desea resulte lo más perfecta posible y, generalmente, consigue
llevarla a feliz término. Es además puntual y de conducta honorable.
El exceso de orden, indiferencia por los deportes, poca resistencia física, desinterés
por las artes son otros rasgos de este carácter. La inteligencia del apasionado es
muy apta para la abstracción y el razonamiento lógico. Sus intereses intelectuales
son de carácter social, metafísico y religioso. Posee capacidad inventiva, gran
memoria, buena atención, imaginación y comprensión. Prefiere trabajar solo.
Sus aptitudes le permiten aceptar un ideal elevado y ser fiel al mismo, aun a costa
de un esfuerzo duro y continuo. No se deja dominar por los placeres de los
sentidos. Caracteriológicamente hablando, es el que está mejor dispuesto para
aceptar y ser consecuente con los principios que impone la religión, especialmente
en la vida práctica; no una religión vaga, meramente teórica basada en el
sentimiento, sino en acciones nobles y en el esfuerzo continuo. Pero, por ser
orgulloso, no acepta el servicio humilde, "yo he nacido sólo para cosas grandes"´
suele pensar.
Su orgullo es su gran defecto, que se manifiesta en la falta de docilidad, en la
excesiva confianza en sí mismo.
Quiere una dirección seria, elevada. Por ser tan emotivo, posee una marcada
sensibilidad y profundo espíritu observador. Siente la necesidad de un guía que lo
oriente con firmeza, pero a la vez, con suavidad. Por eso el formador deberá
mostrársele comprensivo e inspirarle confianza y simpatía. Conocerle lo más
exactamente posible para aprovechar su riqueza caracteriológica. Al tratarle, no
usar ironías ni palabras ásperas o humillantes que lo desalentarían.
Combatir el orgullo y la independencia.
Su formación debe empezar por la lucha constante contra el orgullo, que es su
defecto dominante. Que se acostumbre a conocerse a sí mismo con sus cualidades
positivas y sus deficiencias. Se debe educar en la aceptación gustosa de los consejos
y correcciones. Acostumbrarle a comprender y apreciar las cualidades de los
demás y a amarles. A reconocer sus faltas de tacto y de delicadeza. A aceptar los
reveses y fracasos, las enfermedades y la inacción.

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Debe prestar atención a no abarcar un campo de acción superior a sus


posibilidades. Debe preocuparse por el progreso de la obra más que pensar en el
honor en que se tiene su nombre. Tiene la tendencia al despotismo y a la
incomprensión por las debilidades y deficiencias de los demás.
Por tanto, primero hay que ayudarle a desarrollar la propia emotividad
dirigiéndola hacia un ideal superior. Segundo, fundamentar su emotividad y
actividad en su capacidad organizadora. Tercero, acostumbrarle a actuar según los
dictámenes de la razón y no de los sentimientos. Cuarto, prevenirle sobre la
posibilidad de derrotas penosas.

Sanguíneo (noEmotivo-Activo-Primario)
El sanguíneo es el carácter más extrovertido de todos. Es un amante de la vida,
oportunista, versátil y educado.
Con un gran sentido analítico, buen sentido práctico, una gran inventiva y gran
destreza manual, muy independiente en sus juicios y críticas. Destaca por sus
dotes diplomáticas, inteligencia clara y buena observación. La ironía es una de sus
armas predilectas.
Está predispuesto al egoísmo y a la codicia. Es propenso a la intriga, la
denigración, el cinismo. Es inconstante, falto de sistematización; tiene grandes
necesidades sensuales por su curiosidad malsana. Es insensible, sin convicciones
hondas, dado a la dispersión, al escepticismo, al libertinaje, a la picardía y a la
glotonería.
Su inteligencia tiene muchos puntos fuertes: comprensión rápida, claridad y
precisión en las ideas, capacidad crítica y expresión objetiva. Posee una natural
inclinación a obrar, admirable adaptación a las circunstancias, a las situaciones
concretas, deseoso siempre de conocer, más reflexivo que impulsivo. Se interesa
por las cosas concretas, que impresionan los sentidos. Apegado al dinero. Es
versátil: tiene el sentido del trabajo y del trabajo hecho inteligentemente, pero se
aplica a él de manera irregular; también busca el resultado de inmediato.
Al carácter sanguíneo le faltan convicciones profundas, tiene un verdadero vacío
interior; por ello, su sentimiento religioso es muy superficial y muy escasa su
piedad. Practica la religión más por costumbre que por convicción religiosa.

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Tiene una cierta curiosidad intelectual por la vida sobrenatural; curiosidad que
busca explicaciones. Pero en realidad está poco dispuesto para la vida espiritual,
mantiene una actitud crítica, sobre todo contra los caracteres emotivos en el campo
religioso, pues él es frío y calculador, en función de sus gustos e inclinaciones.
Se inclina al sacrificio siempre que vea un resultado inmediato. No es humilde ni
sensible a la voz del sufrimiento, de la miseria o de la debilidad ajena.
El dirigido con carácter sanguíneo considera que la dirección espiritual es una
pérdida de tiempo, que no sirve más que para complicar la vida, especialmente
cuando las conversaciones se hacen frecuentes y largas. En general, quiere resolver
por su cuenta los problemas; así se cree más independiente, ya que tiene una gran
confianza en sí mismo. Por eso, el formador, además de buscar la forma adecuada
de relacionarse con él, porque es difícil de trato, debe cimentar su labor sobre
razones y no sobre sentimientos.
Hay que suscitar el desarrollo de la emotividad. Crear un ambiente afectivo, para
que a través de la acción de los demás, constate la existencia de valores elevados en
el mundo, que llenan el alma. Formarle con razonamientos convincentes y no con
reproches, buscando siempre el lado bueno.
Para desarrollar sus cualidades positivas hay que influirle a través de su
inteligencia. Habituarle a organizar y dirigir bien su actividad a través de un
trabajo metódico y continuo para robustecer su voluntad. Hay que formarle, por
tanto, con ideas claras, con energía y a la vez con corazón paternal, de tal manera
que vea, comprenda y ame las virtudes que le son necesarias. Posee una
inteligencia que le ayuda eficazmente a ir conociéndose a sí mismo.
Es un buen organizador: tiene sentido de lo práctico, demuestra calma ante las
dificultades, sabe esperar y, sobre todo, es objetivo, claro y rico en iniciativas. Debe
combatir el egoísmo y formarse en la humildad: posee un egoísmo frío, una
verdadera indiferencia ante las necesidades de los demás: para él no existe el
sentimiento, sino la utilidad; por eso hay que procurar que en su actividad domine
el motivo intelectual.
Hay que espiritualizar su bondad natural con la verdadera caridad: hay que
educarle antes que nada en miras a la simpatía y al amor. Animar su sentido
comunitario. Acostumbrarle, poco a poco, a la delicadeza, a la lealtad, a combatir
con valor y constancia su egocentrismo.

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Carácter Flemático (noEmotivo-Activo-Secundario)


El signo más característico del carácter flemático es su frialdad y su excepcional
calma, es poco expresivo, franco y sencillo; su curiosidad es sin entusiasmo.
Su valor dominante esta en la firme constancia con que lleva a cabo sus obras. Se
aplica al trabajo con método y constancia; su actividad es fría y sin calor, pero
profunda, vigorosa, tenaz y eficaz. Se propone fines determinados y precisos y no
descansa hasta haberlos terminado. Actúa con convicción y en silencio.
Sus intereses son intelectuales, sus juicios incipientes, precisos y categóricos. El
flemático es autónomo, circunspecto, tenaz, firme, puntual, regular y sistemático.
Es ordenado y limpio. No está apegado ni al dinero, ni a las cosas, ni a los
atractivos del mundo. Lleva una vida muy sencilla y aprovecha muy bien el
tiempo.
Su principal cualidad es una calma especial que lo hace tener una templanza
perfecta y una sabiduría sexual muy marcada. Son muy laboriosos debido a la
tenacidad y constancia. Son adaptables en cualquier ambiente, no riñen.
La inteligencia del flemático es lenta, pero profunda; es de tipo conceptual, con
buena aptitud para comprender lo esencial, ordenar, clasificar y sistematizar. Posee
también buena memoria y capacidad de concentración; en cambio, tiene poca
imaginación. Ama la lectura y se aplica seriamente al estudio.
En sus relaciones sociales, le falta espontaneidad y desenvoltura; es reservado,
pero no tímido. Parece indiferente a los acontecimientos exteriores y por ello, lo
juzgan como insensible. No le gusta participar en grupo, no se abre ante las
personas. Le choca renunciar a sus puntos de vista, o aceptar lo que no había
previsto. Posee un orgullo frío, duro, conscientemente fundado en su inteligencia,
es un orgullo de indiferencia, como si los demás no existieran, de origen
intelectual, sin nada de emotividad.
No ve que la religión se basa en el amor, para él es fría, árida, reducida a un
esquema legislativo.
El flemático no busca un corazón que lo comprenda ni alguien a quién imitar; para
él, el formador tiene poca importancia. Lo que tiene mucha importancia, y por lo
que va a la dirección espiritual, es para que se le sugieran ideas y el método para
progresar espiritualmente. Él necesita un formador paciente, que le abra nuevas
perspectivas apostólicas, para que su vida no se diseque en sus manías y en su
frialdad. No hay que imponerle nada, sino presentarle nuevos horizontes. Para
infundir calor en su vida espiritual hay que aconsejarle la oración, y el apostolado,
para que nutra su vida exterior.

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Hay que formarlo iluminando su inteligencia, haciéndole comprender la necesidad


de ayudar a los demás, despertar en él la emotividad. Lo que le cuesta en definitiva
es darse a los demás, considerarlos como personas en vez de cosas indiferentes a
los que juzga duramente. Crearle disposiciones favorables que provoquen
sentimientos de compasión y delicadeza.
No cambia por nada sus ideas: sólo después de un convencimiento personal y si va
de acuerdo a sus intereses; por ello requiere suavidad y una dirección moral que
no sea sólo de prohibiciones categóricas, sino motivaciones que pueda aceptar. Se
necesita un procedimiento persuasivo y no coercitivo que crearía reacciones de
oposición duras: la simpatía y el afecto no se imponen, sino que es necesario que
nazcan casi espontáneamente.
Deberá esforzarse por sentir con el corazón lo que cree con la inteligencia y lo que
práctica fríamente llevado por el razonamiento. Exponerle un ideal concreto,
preciso y elevado. Conducirle para que abra su corazón a la caridad con el prójimo.
Hay que combatir su orgullo (que sabe defender fríamente con mil razones),
hacerle comprender los límites de sus posibilidades y que considere todos sus
defectos bajo una luz sobrenatural.
Ama los cargos de organización o administración. Para el flemático todo trabajo ha
de tener un sentido. No es la persona adecuada para crear o atender relaciones
sociales, él mismo se reconoce como incapaz de ejercer una influencia inmediata
sobre los demás. Cuando llega a ser administrador de una obra se vuelve
conservador, poco flexible y sin espíritu de adaptación a las exigencias del
momento o poco comprensivo con los demás.
Vitalizar su vida.
Es conveniente introducir en su vida la diversidad, abrir su carácter y su
inteligencia, no tolerar que viva replegado sobre sí mismo, sin entregarse.
Hay que motivarlo continuamente para que pase de la comprensión abstracta, a la
experiencia vivida. Que no se irrite por causa de las deficiencias ajenas. Tiene que
acostumbrarse, por tanto, a la práctica de la comprensión, soportando los defectos
de los demás, con el cual hará un servicio de amor. Prevenirle contra el
automatismo, que lo llevaría a la excesiva meticulosidad, a la dureza y al
formalismo.
Aconsejarle sobre la desconfianza en sí mismo; que no se crea nunca demasiado
seguro, pues el orgullo es mal consejero y fácilmente puede jugarle una mala
pasada.
El flemático es un carácter del cual se pueden obtener muchos elementos positivos,
porque si es cierto que tiene graves deficiencias naturales, no por esto deja de

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poseer cualidades excelentes. Todo el trabajo de la formación en la vida


sobrenatural del flemático deberá centrarse en dar vida a su psicología: que ponga
sentimiento en su acción; que la luz de su inteligencia se convierta en fuego para el
corazón.

Amorfo (noEmotivo-noActivo-Primario)
Tenemos que partir del hecho de que este carácter, junto con el apático, es el más
pobre de todos porque le faltan los tres elementos positivos: no tiene la riqueza
interior de la emotividad; no tiene el poder y la fuerza de la actividad y no tiene el
equilibrio y la discreción de la secundariedad.
Su rasgo característico más fuerte es la pereza. No siente internamente su falta de
actividad, más bien, ésta va acompañada de cierta alegría y satisfacción. Se deja
arrastrar fácilmente por el ambiente, es indolente para todo y poco aseado. Su
incapacidad de esfuerzo es modesta, pero no nula.
Carece de miras elevadas, se contenta con poco, se consuela enseguida ante las
contrariedades, no tiene grandes aspiraciones, le basta con vivir al nivel ordinario.
No tiene temor ante los peligros y las desgracias, por lo tanto es valiente al
máximo. No es aprensivo, ni pesimista, está protegido contra las enfermedades
nerviosas y mentales que en el mundo actual es una gran ventaja, es sociable en
grado sumo. Es dócil y nada polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y
exacto, objetivo y observador. Este es su secreto de éxito en el trabajo y en la
sociedad. Le gustan los deportes.
Se deja llevar por los deseos del cuerpo, es comelón, dormilón y fácilmente se deja
llevar por sus bajos instintos; está sometido a las excitaciones del instante. Es
indiferente a todo, aunque es inteligente no sobresale, a causa de su inercia y baja
curiosidad. Razona con mucha lentitud y de forma superficial. Está incapacitado
para el pensamiento abstracto. Se muestra indeciso, torpe, desordenado, abúlico e
inadaptado.
No vibra por ningún ideal, ni se esfuerza ante una acción noble, no experimenta
ningún sentimiento porque tiene un vacío interior, al no poseer nada de
afectividad se deja llevar por el egoísmo. Vive en y del momento presente; es
superficial, se deja llevar por el medio ambiente. Carece de fervor religioso. Es él
más frío de todos los caracteres. El sentimiento religioso es muy débil y superficial.
No se inclina a la piedad. Cumple las prácticas cuando debe seguir a los demás. No
siente deseo de perfeccionarse. No se preocupa del más allá. Está situado en las
cosas de este mundo. El misterio y el sentido sobrenatural no encuadran en su

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psicología. Carece de vitalidad personal para comenzar por propia iniciativa un


trabajo espiritual.
Escucha y acepta los consejos que se le dan, no pone resistencia alguna ni
manifiesta ninguna reacción. La bondad y confianza, por una parte, y darle
ánimos, por otra, con consejos oportunos impartidos con firme pero paternal
insistencia, pueden dar efectos sorprendentes en el alma de un amorfo. Ante un
formador fuerte y cariñoso cede y se deja formar. Dado que el amorfo es insensible
y flojo, el formador debe poseer mucha fuerza de carácter y virtud para avivar su
corazón en una actividad continua. No se deben esperar milagros, ni que se vaya a
entusiasmar con ideales demasiado elevados, pero sí debe lograr un esfuerzo
consciente y ordenado, a través de metas sucesivas y fáciles de alcanzar.
Al ser esclavo de su propio cuerpo, hay que empezar por el dominio de sus
sentidos interiores y exteriores; que se ejercite en los pequeños sacrificios
corporales para robustecer la voluntad.
Ayudarle a la entrega a los demás picándole su amor propio y aprovechando su
capacidad intelectual; incluso que se sensibilice poco a poco con el dolor y las
miserias humanas.
Como no le atrae el apostolado por su pereza y egoísmo, hay que insistir en dos
aspectos: la motivación del sentido del deber y la necesidad y nobleza del trabajo
por el prójimo. Motivarlo continuamente y ayudarle a organizarse, porque de lo
contrario no hará nada. Se puede conseguir de él un esfuerzo consciente y
ordenando, cuando se le propone algo atrayente y fácil de lograr.
Finalmente conviene anotar que este carácter no es para grandes empresas, porque
le faltan elementos fundamentales positivos, pero no es un enfermo incurable.
Debe ser valorado por el formador. La experiencia enseña como han existido
ejemplos de carácter amorfo, de radical conversión psicológica, lo que demuestra
que una naturaleza humana no está predeterminada.

Apático (noEmotivo-noActivo-Secundario)
El carácter apático goza de una objetividad e indiferencia poco comunes, es una
persona de principios fijos y fríos; avaro, conservador. Sus valores principales son
la disciplina, la fidelidad y la rica imaginación. Casi siempre es sincero, honrado y
digno de confianza.
El apático suele caracterizarse por una pasividad habitual en un total sometimiento
al pasado y a los hábitos que va adquiriendo. Su vida está apagada, carece de

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fuerza interior, entusiasmo y alegría. Es el tipo rutinario, conservador y esclavo de


las tradiciones y costumbres. Es el más terco de todos los caracteres.
El apático es meditativo y lento; se separa de cuanto lo rodea para insistir en su
pesimismo y carencia. Es un carácter pobre y está sometido a las necesidades
orgánicas y al automatismo. La pereza es algo constitucional en el apático, es
retraído y solitario, no se interesa por nada. No siente necesidad de trabajar. No
tiene iniciativas.
En cuanto a la vida social tienen pocas cualidades, pues siente un atractivo especial
por la soledad y el aislamiento. Le gusta la tranquilidad, la vida monótona. Es
cerrado, independiente, insensible y egoísta. Su lema es: "Pensar en sí mismo y
quejarse".
Carece del estímulo de la emotividad y de la ayuda de la actividad. Por está razón
permanece casi en estado potencial, sin movilizar, prácticamente sin tensión. Es
una inteligencia muy mal dotada para extraer lo esencial, para la abstracción y
para el establecimiento de relaciones lógicas. El pensamiento es incoherente y
pobre de ideas. Su inactividad y la no emotividad lo debilitan para alcanzar ideales
de orden superior. Lleva por dentro un gran vacío interior.
Comprende que la dirección espiritual es muy útil para conocerse y ser mejor, pero
no ve su conveniencia ni concibe su necesidad, por estar aferrado a sus ideas. Esto
es una dificultad para cambiar su manera habitual de vivir.
El formador puede tener mucha influencia en su formación, pues el apático
necesita mucha simpatía, afecto y aliento. Muchas veces ha sido la falta de aliento y
afecto durante su vida pasada lo que le ha causado una reacción de sombría
tristeza. Una cara alegre, un corazón expansivo por parte del formador es la mejor
manera de ganárselo. Esto le inducirá a la confianza y a la simpatía.
Con el apático hay que combinar la motivación con la exigencia. Estimularle en su
trabajo, interesarse por lo que hace y proponerle metas de dificultad progresiva.
Por otra parte, hay que fomentar hábitos de trabajo y actitudes de apertura y
colaboración con sus compañeros de equipo.
Sus dos grandes defectos son la insensibilidad y su inactividad. Conviene poner
remedio a base de un trabajo serio y con mucha paciencia y constancia; pero
además, con mucho afecto y firmeza.
Se le facilita por su sentido del deber, su sentido de disciplina y su honradez y
lealtad. Hay que motivarle con el fin de suscitar un principio de inquietud por
hacer algo. Así irá disminuyendo en él la dureza innata y la manera mecánica de
comportarse. Conviene animarlo mucho y darle muestras de confianza, así irá
saliendo de su inactividad y de su noemotividad. Hacerle experimentar la

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satisfacción del esfuerzo y del éxito logrado realizado por iniciativa personal, no
por automatismo o por hábito, sino como fruto de su deliberación.
Hacerle trabajar en equipo con otro de carácter equilibrado, para que se le abran la
mente y el corazón a la emotividad y al trabajo. Sacar provecho de su inclinación a
hacer las cosas por costumbre y de su tendencia a la terquedad, encauzándolas en
una actividad fundada en el sentimiento y en la dócil colaboración.
El formador debe despertar el gusto y la satisfacción que proporciona la entrega a
un ideal elevado. Hay que desarrollar las virtudes altruistas. Inducirle a considerar
las necesidades del prójimo e interesarle por los demás.
Según su capacidad, poco a poco hay que irle insinuando maneras con las cuales
puede poner en juego su emotividad y actividad en el plano natural y
sobrenatural.

DEBILIDADES DE LOS TEMPERAMENTOS

SANGUÍNEO

Indisciplinado y falto de voluntad. La tendencia a ser indisciplinados y su voluntad


débil puede llegar a destruirlo a menos que sepa vencer estas debilidades. Como
son altamente emocionales tienden a ser "manoseadores".
La voluntad débil y falta de disciplina hacen que les resulte fácil hacerse
deshonestos, falsos y poco dignos de confianza. Tienden a cometer excesos y a
aumentar de peso y les resulta sumamente difícil mantener una dieta; en
consecuencia es muy normal que un sanguíneo de treinta años de edad pese quince
kilos de más y que siga aumentando rápidamente.
Inestabilidad emocional. El sanguíneo no sólo es capaz de llorar por cualquier
pretexto, sino que la chispa de ira puede transformarse en furioso infierno
instantáneamente. Hay algo consolador en su enojo – no guarda rencor. Una vez
que ha desatado su furia se olvida de la cuestión. Los demás no, pero él sí. Por eso
es que él no tiene úlceras; se las pasa a los demás.
El egotismo. El sanguíneo lucha constantemente por ser el centro de la atención.
Para él todo el mundo es un gran escenario y él es el actor principal. Normalmente
él mismo es su personaje favorito.
Un habito muy sutil del sanguíneo es hacer referencia a personalidades
(proyección), haciendo hincapié en su relación con la persona.
Inquieto y desorganizado. Los sanguíneos son tremendamente desorganizados y
siempre están en movimiento. Raras veces planifican por anticipado; generalmente
aceptan las cosas a medida que se le presentan. Son felices buena parte del tiempo
porque raramente vuelven la mirada hacia atrás (y en consecuencia no se
benefician de los errores pasados), y raras veces miran hacia delante. Donde quiera

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que viva o trabaje las cosas se encuentran en un desastroso estado de desarreglo.


No consigue las herramientas, y las llaves constituyen su ruina- invariablemente se
le pierden. Dado su ego, generalmente es exigente para vestirse, pero si sus amigos
vieran la habitación donde se vistió pensarían que alguien ha sido víctima de una
explosión.
La inseguridad. Aún cuando su personalidad extrovertida lo hace ver como una
persona segura de sí misma en realidad es una persona muy insegura.
Generalmente el sanguíneo no teme el daño personal y a menudo se arriesga a
realizar desmedidas hazañas de osadía y heroísmo. Sus temores giran en torno más
bien del fracaso personal, el rechazo o la desaprobación de los demás.
Conciencia flexible. Ya que el sanguíneo tiene la capacidad de convencer a los
demás, con lo cual se granjea la reputación de ser el timador más grande del
mundo, no le resulta difícil convencerse de que todo lo que quiere hacer está
perfectamente bien. Tiene la tendencia a torcer la verdad o a exagerar. Para el
sanguíneo "el fin justifica los medios" y normalmente el fin es el de él. Es por ello
que frecuentemente pisotea tranquilamente los derechos de los demás y pocas
veces titubea ante la posibilidad de servirse de otros.

COLÉRICO.
El enojo y la hostilidad. El colérico es extremadamente hostil. Algunos aprenden a
controlar su ira, pero una erupción de violencia es siempre una posibilidad en ellos.
No les lleva mucho tiempo comprobar que los demás generalmente se asustan de
sus estallidos de enojo y de que por lo tanto pueden valerse de su ira como un arma
para conseguir lo que quieren- y generalmente lo que quieren es salirse con la suya.
El enojo de los coléricos es enteramente diferente a la de los sanguíneos. La
explosión del colérico no es tan fuerte como las del sanguíneo ya que es menos
extrovertido, pero puede ser mucho más peligrosa. El colérico puede herir a los
demás con toda intención y gozarse de haberlo hecho. La esposa del colérico
generalmente le tiene miedo, y éste tiende a aterrorizar a los hijos. El colérico da
portazos, golpea la mesa con el puño, usa la bocina del automóvil sin discreción.
Cualquier persona o cosa que se le cruce en su camino, que retarde su progreso, o
que deje de funcionar en la medida de sus expectativas, no tardará en experimentar
la erupción de su cólera. Y a diferencia del sanguíneo, al colérico no se le pasa el
enojo fácilmente, sino que por el contrario puede arrastrar su encono durante un
tiempo increíblemente largo. Tal vez sea ésta la razón de que a los cuarenta años de
edad ande con úlceras estomacales.
Cruel cortante y sarcástico. Nadie pronuncia con su boca comentarios más ácidos
que el colérico sarcástico, el cual está preparado con un comentario cortante que es
capaz de aniquilar a los que se sienten inseguros y demoler a los menos
combativos. Raras veces titubea cuando quiere cantarle las cosas claras a alguien o
hacerlo papilla. En consecuencia, va dejando un reguero de casos psíquicos y de
personas heridas por donde pasa.

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Frío y sin afecto. De todos los temperamentos el colérico es el que evidencia menos
afecto y se neutraliza ante la idea de hacer alguna demostración pública de afecto;
su rigidez emocional rara vez le permite derramar lágrimas.
Insensible y desconsiderado. Similar a su natural falta de amor es la tendencia del
colérico a ser insensible a las necesidades de los demás y desconsiderado acerca de
sus sentimientos.
Porfiado y terco. La firmeza y la decisión natural del colérico es una característica
temperamental que puede ayudarlo en el curso de su vida, pero también puede
convertirlo en un hombre porfiado y terco. Como tiene un sentido intuitivo
generalmente toma resoluciones rápidamente (sin consideración y análisis
adecuados), y una vez que ha tomado una decisión es prácticamente imposible que
cambie de parecer. El colérico se muestra neutral en muy pocas cosas y terco en
todo.
Astuto y dominador. Una de las características del colérico es su inclinación a
proceder con astucia a fin de lograr lo que quiere. Raras veces acepta un no como
respuesta y con frecuencia recurre a cualquier medio necesario para alcanzar su
meta. Si tiene que adulterar las cifras y torcer la verdad, raras veces vacila, porque
para él el fin justifica los medios. Cuando necesita un favor, puede transformarse
casi en un sanguíneo en su capacidad persuasiva, pero en el momento que se le da
lo que busca, se olvida de que te conoció.

MELANCÓLICO
Negativo, pesimista y crítico. Las admirables cualidades del perfeccionismo y la
escrupulosidad conllevan con frecuencia la seria desventaja del negativismo, el
pesimismo y de un espíritu de crítica. Normalmente, la primera reacción de un
melancólico ante cualquier cosa va a ser negativa o pesimista. Éste sólo rasgo limita
la actuación vocacional del melancólico más que ningún otro. Apenas se le presenta
una nueva idea o un proyecto nuevo su habilidad analítica se enciende y comienza a
imaginar toda clase de problemas y dificultades que en su opinión podrían surgir al
poner el proyecto en práctica. Para la industria esto es una ventaja, porque
mediante este rasgo el melancólico puede anticipar los problemas y prepararse
para ellos. Pero para él mismo es una desventaja porque le impide largarse por su
cuenta y sacar ventaja de su creatividad. Es raro que una persona
predominantemente melancólica inicie un nuevo negocio o proyecto por su cuenta;
en cambio es fácil que sea utilizado por personas menos dotadas pero de
temperamento más emprendedor. El melancólico es capaz de experimentar el
"arrepentimiento del comprador" antes de comprar la mercancía, y no como los
otros que la experimentan tiempo después.

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Los melancólicos deben luchar constantemente contra su espíritu de crítica que


proyectan hacia los que lo rodean como hacia sí mismo, razón por la cual suele
sentirse sumamente disconforme consigo mismo.
Egocéntrico, susceptible, y quisquilloso. El melancólico es más egocéntrico que
cualquier otro temperamento, pues todo lo interpreta en relación consigo mismo.
Si, por ejemplo, se anuncia en su trabajo alguna nueva disposición,
inmediatamente reacciona alarmado pensando que es a él al que quieren agarrar.
Tiende además a compararse con los otros en apariencia exterior, en talento, en
intelecto, sintiéndose invariablemente deficiente porque jamás se le ocurre que se
compara con los mejores rasgos del otro y hace a un lado sus puntos débiles.
Este rasgo de egocentrismo, juntamente con su carácter sensible, hace que el
melancólico sea muy susceptible y quisquilloso por momentos. Se puede ofender a
un melancólico con solo mirarlo.
Vengativo y propenso a sentirse perseguido. El talentoso cerebro del melancólico
puede ser terreno fértil para conceptos creativos y positivos, o la fuente de
pensamientos perjudiciales. Aun cuando no es tan expresivo como el sanguíneo o el
colérico en su enojo, es perfectamente capaz de alentar un rencor de ebullición
lenta y de larga duración que se manifiesta en pensamientos vengativos y en
meditaciones de auto persecución. Si se alienta esto por un tiempo suficiente el
resultado puede ser el que se transforme en un maniático depresivo o por lo menos
que explote de ira, de un modo que resulta enteramente distinto de su naturaleza
normalmente suave.
Las líneas negativas de pensamiento hacen que el melancólico tome decisiones
poco realistas. El noventa y cinco por ciento de las veces su línea de pensamiento
vengativa y opresiva saca el problema fuera de toda perspectiva.
Temperamental, depresivo, antisocial. Una de las características más prominentes
del melancólico se refiere a los vaivenes de ánimo. En algunas ocasiones se siente
transportado a tales alturas que obra como si fuese un sanguíneo y en otras, se
siente tan deprimido que quisiera deslizarse por debajo de las puertas. A medida
que aumenta en años aumentan los momentos de insatisfacción, amargura y
depresión, a menos que halla a prendido a auto controlarse.
Legalista y rígido. Ningún temperamento es tan susceptible a ser rígido, implacable
e intransigente, hasta el punto de ser totalmente irrazonable, como el melancólico.
Es el mártir natural de su causa. Es incapaz de falsear la información en los
formularios de impuestos o cualquier otro. Es intolerante e impaciente con los que
no ven las cosas como las ve él; en consecuencia le resulta difícil formar parte de un
equipo y con frecuencia se desenvuelve sólo en el mundo comercial.
Impráctico y teórico. El melancólico es un idealista por lo que a veces tiende a ser
impráctico y muy teórico por lo que le convendría someter siempre sus proyectos a
la prueba de la viabilidad y le conviene asociarse con personas de otro
temperamento que se complementen.

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Taller de Psicología del Rostro

FLEMÁTICO
Sin interés, lento y ocioso. La debilidad más evidente del flemático es su aparente
falta de empuje o de ambición. Si bien pareciera que siempre hace lo que se espera
de él, raras veces hace más de lo necesario. Hace pensar en que tiene un
metabolismo bajo, o lento, y con frecuencia se queda dormido en el momento que
se sienta. Raramente propicia alguna actividad, y en cambio busca excusas para
evitar tener que comprometerse en las actividades de los demás. Incluso su ritmo
tiende a disminuir con el paso de los años. El flemático generalmente se levanta
temprano, se va a su trabajo o actividad diaria de buen humor, y habiendo
cumplido un horario corrido, regresa "completamente agotado". Con frecuencia
duerme una larga siesta, tras lo cual se sienta frente al televisor ( que maneja a
control remoto), y en el curso de la tarde se duerme y se despierta según los
programas. Por último, después de las noticias de la noche, su mujer lo despierta y
lo ayuda a meterse en la cama, donde se duerme profundamente hasta la mañana
siguiente. Y esto todos los días invariablemente.
Autoprotección. A nadie le gustan las heridas, y esto resulta particularmente cierto
en el caso del flemático. Si bien no es tan sensible como el melancólico, tiene piel
bastante delgada y, por lo tanto, aprende a protegerse a una edad muy temprana.
Es bastante frecuente que aprenda a vivir como una tortuga, erigiendo un duro
caparazón protector que lo escude de todo dolor o afrenta externos.
Mezquino y avariento. Esta es una característica de las que solo pueden dar fe las
personas que viven con un flemático, pues su actitud siempre cortés y correcta para
con los demás, hacen que el resto de las personas no se percaten de ella. El
flemático cuida cada centavo y actúa como un avaro, excepto cuando se trata de
comprar algo para sí mismo. Normalmente es el que da las propinas más pequeñas.
Terco, terco y terco Nadie es más terco que el flemático; pero es tan diplomático,
hasta en eso, que a la gente le puede pasar desapercibido. Casi nunca se enfrenta
con otra persona, ni se niega a hacer algo, pero de algún modo se las arregla para
eludir la responsabilidad. Ante una situación familiar el flemático jamás grita o
discute. Se limita a arrastrar los pies o se planta y se niega a moverse.
Indeciso y temeroso. Debajo de la amable superficie del flemático diplomático late
un corazón sumamente temeroso. Esta tendencia a temer le impide, con frecuencia,
aventurarse por su cuenta para sacar el mayor provecho de sus potencialidades.
Habiendo hecho un recorrido por las características de cada uno de los
temperamentos, se pasará en el siguiente capítulo a comentar, tomando algunos
casos, cómo influyen ellos en la conducta cotidiana de las personas.

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