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Cartas de Ninon de Lenclos Al Marques de Sevigne Tomo I
Cartas de Ninon de Lenclos Al Marques de Sevigne Tomo I
NINON DE LENCLÓS
AL MARQUES DE SÉVIGNÉ,
aumentadas con la vida de aquella y Motmte* c% su retrato.
TRADUCIDA DEL FRANCES
POR
3. H. Coetuttj.
Fulix yin potuit rerum cognoscere causas,
YIRG. GERG. L. 2 .
TOMO I.
M A D R I D , 18*4.
ES LA IMPRENTA DE D. ANTONIO TENES,
catte de Segovia, num. 6.
AL PÚBLICO.
Tomo I. 4
SUCINTA NOTICIA
DE LOS PERSONAGES MAS PRINCIPALES
SE Ol'IENES SE HACE REFEÜEKCIi.
AL MARQUES DE SKVÏGNÉ.
CAUTA PRIMERA.
CARTA II.
CARTA III.
CARTA IV.
CARTA V.
(1) La Bruycrc
75
el efecto que ha causado. Un leve colorido
de enfado basta por sí solo para prestar la
variedad necesaria en un bello rostro, para
prevenir el fastidio de verle siempre en !a
misma situación. Desgracia la muger dema-
siado igual y consecuente: su uniformidad
fastidia y desazona; es siempre la misma es-
tatua ; el hombre que está á su lado no es-
perimenta la mas leve contradicción; es tan
buena, tan amable, que priva á los que la
rodean hasta de la libertad de disputar; y
esta libertad es á veces demasiado agrada-
ble para renunciada. Poned en su lugar una
muger vivaracha, caprichosa, determinada
(por supuesto hasta cierto grado) y veréis
cuan presto cambia todo de aspecto. E l
amante hallará en la misma persona el pla-
cer de la variedad, porque.el capricho es en
la galantería una sal que impide su corrup-
ción ; la inquietud, los celos, las disputas,
las reconciliaciones, los pesares son los ali-
mentos del amor. Preciosa variedad que lle-
na, que ocupa un corazón sensible mucho
mas deliciosamente que la regularidad en el
trato y que la fastidiosa igualdad de eso
7G
que llaman buen carácter. Esla es la regla
que debe gobernaros.
En vano suspira la razón; todo os anun-
cia que el ídolo de vuestro corazón es un
conjunto de capriebo y de locura, pero es
un niño mimado á quien no podéis menos
de amar. Por mas esfuerzos que hagáis pa-
ra desprenderos, mas estrechamente os veréis
encadenado; porque el amor nunca es tan
fuerte como cuando se le ve' pronto á termi-
nar por los arrebatos de una riña. Vive en
medio de las tormentas; en él todo es con-
vulsivo, lodo irregular: si se trata de cpndu-
cirle al régimen, se apodera de él h langui-
dez y espira. Sacad la consecuencia para
vuestras mugeres de solidez.
CARTA VI.
CARTA VII.
CARTA VIII.
CARTA IX.
CARTA X.
CARTA XI.
CARTA XIÏ.
CARTA XIII.
CARTA XIV.
CARTA XV.
CASITA XVI.
CARTA XVII.
CAUTA XVIII.
CARTA XIX.
CAUTA XX.
CAUTA XXI.
CAUTA XXII.
CARTA XXIII.
CARTA XXIV.
Tomo /, to
H6
CARTA XXV.
CAUTA XXVI.
CARTA XXVII.
CARTA XXVIII.
CAUTA XXIX.
CARTA XXX.
CAUTA XXXI.
CARTA XXXII.
CARTA XXXIII.
CARTA XXXIV.
CARTA XXXV.
Y a no es el caballero el causante de
vuestras inquietudes; la condesa recibe en
su casa muchos mas hombres que mugeres,
y esa conducta os alarma... Crcedmc ; lejos
de quejaros de ella, procurad arraigar esa
costumbre. Muchas señoras he conocido, que
aconsejaban á sus amigas tratasen de for-
mar su sociedad de hombres de distinción
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y recibiesen las menos mogeres que las fue-
se posible, persuadidas fie que las lison-
jas de aquellos son siempre menos peligro-
sas para una joven que los consejos y el
ejemplo de estas.
Pocas mugeres bay que no se hayan
visto comprometidas, unas por impruden-
cias y oirás por faltas positivas. Lo uno y
lo otro es igual para el público; de todas
hace la misma clasificación, y no guarda
mayores consideraciones con las que con
ellas se relacionan. La tranquilidad de la con-
desa y la vuestra, no quedarían con seme-
jante sociedad menos cspueslas que su re-
putación. Las intrigas que reinan en seme-
jantes reuniones, la envidia que todas las
mugeres se tienen unas á otras os espon-
drian á disgustos sin fin. Si la hermosura
de la condesa, sus gracias, y talento esce-
diesen al de.las demás, como continuamen-
te las observaban de cerca/se aumentaría su
envidia: las mas eminentes cualidades de la
primera serian el objeto de las hurlas y
changonetas mas insultantes; su inclinación
hacia vos, sus atenciones, su fidelidad se-
Tumo I. 13
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rían elogiados por la sátira y por la ironía,
mas á proposito para hacerla sonrojar que
todos los requiebros de los hombres mas
apreciables. Al contrario, el deseo de mere-
cer el aprecio de estos últimos, el temor de
ser descubierta por los que procediesen con
objeto determinado, la firmeza de alma que
se adquiere en su trato, sostienen la fideli-
dad de una muger, la fortaleza de sus prin-
cipios, y muchas veces de una querida afec-
tuosa hacen una amiga solida y verdadera.
Pasare' mas adelante á riesgo de escan-
dalizaros; estoy persuadida de que la so-
ciedad de las mugeres, aun de las mas jui-
ciosas, puede ser peligrosa para una joven.
La virtud no destruye en nosotras el fondo
de envidia que en materia moral constituye
el carácter distintivo de nuestro sexo: pue-
de una ser consecuente y no por eso dejar
de ser envidiosa, y por lo misino perversa.
La jo'ven no tiene que temer de las honestas
consejos contrarios á la virtud, pero está
próxima á otro peligro no menos temible.
Casi todas las que abrazan la profesión de
juiciosas, ó pasaron ya la edad de la juven-
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tud , o son defectuosas en su conformación,
ò se hallan dotadas de un carácter duro é
incompatible con todo lo que constituye
una persona amable. Estas tres especies tie-
nen con corta diíerencia los mismos intere-
ses y siempre las mismas intenciones, que
son declamar contra las mugeres de me'rilo
porque las privan de los homcnages á que
se creen acreedoras. Empiezan per afectar
desprecio á las bellezas del rostro y las gra-
cias de la juventud ; continúan haciendo valer
la superioridad de las cualidades solidas
que se precian de obtener. Pero al ver que
los hombres tienen la poca delicadeza de
preferir la hermosura, las prendas agrada-
bles, la festiva alegria, concluyen por dismi-
nuir cuanto las es posible esas bellas cuali-
dades que constituyen el adorno moral de
la juventud. Son la Celeno de la fábula que-
corrompia cuanto tocaba (*). Adjunta os in-
cluyo copia de una caria que viene coito de
CAUTA XXXVI,
CARTA XXXVII.
CAUTA XXXVIII.
CARTA XXXIX.
CARTA XL.