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Resumen (síntesis) del fallo Aquino

LA INDEMNIZACION TARIFADA EN LA LRT

AQUINO (ver sentencia)

En el caso "Aquino" la Corte declaró inconstitucional el art. 39 de la Ley de Riesgos


del Trabajo que impedía que los trabajadores reclamaran por la vía civil la indemnización en caso
de sufrir un accidente de trabajo. El máximo tribunal consideró que aquella norma afectaba los
derechos de lostrabajadores al no permitirles obtener una reparación integral por los daños
sufridos.

Caso “Aquino, Isacio c/ Cargo Servicios Industriales S.A s/ accidentes ley 9688” (Resuelto el
21/9/2004)

Hechos:

En 1997, Isacio Aquino -de 29 años de edad- sufrió un accidente en su trabajo. El joven se
desempeñaba como operario de un autoelevador y, por instrucciones de su empleador, estaba
colocando una membrana en el techo de chapa de un depósito de camiones de la empresa. En
esas circunstancias cayó desde la altura de diez metros, cuando una de las chapas cedió. La
minusvalía se determinó en el 100% de su capacidad obrera, ya que quedó totalmente
imposibilitado de realizar cualquier actividad, en su especialidad o en cualquier otra. A Aquino no
se le habían entregado elementos de seguridad, ni se había equipado al lugar con una red de
protección para prevenir las caídas[1] .

El accidente dio lugar a un juicio y a una nueva discusión sobre la validez constitucional del artículo
39 de la LRT[2] , que impide que los empleados que sufrieron accidentes o enfermedades
laborales persigan el cobro de la indemnización por la vía civil. En otras palabras, se trataba de
determinar si el legislador válidamente pudo crear un sistema específico para la reparación de los
daños del trabajo, que fuera distinto y autónomo del régimen general de responsabilidad por daños
que establece el Código Civi y que sólo indemniza daños materiales y, dentro de estos,
únicamente el lucro cesante[3] . La relevancia práctica de esta cuestión reside en que, por lo
general, las indemnizaciones obtenidas por aplicación de las normas civiles pueden ser más altas
que las tasadas en la LRT. Como se ha explicado, el reclamo por vía civil incluye rubros como el
daño moral, estético, psíquico, a la vida de relación, el derecho a la integridad personal, la
protección de la honra y de la dignidad, del nivel de vida adecuado, de la familia y de la propiedad
privada, por lo que permite intentar un reclamo por la totalidad del daño operado. Pero a su vez,
una indemnización previamente tasada como la que regula la LRT juega en favor de la
previsibilidad, un factor esencial para el funcionamiento eficaz de todo sistema de seguros.
En esta disputa, los trabajadores argumentan que su exclusión del régimen civil de responsabilidad
importa un trato desigual, ya que serían los únicos a quienes no se les aplicara una normativa que
es más beneficiosa que el régimen de la LRT. También aducen que la LRT no garantiza
una reparaciónintegral del daño, pues a diferencia de la ley civil, no contempla los demás rubros
mencionados. En definitiva, consideran injusto y discriminatorio el hecho de que cualquier
habitante que sufra un accidente mientras no está trabajando cobre en concepto de daños un
monto mayor que quien lo sufre en el ámbito laboral.

En contra de aquella posición se pronuncian quienes estiman necesaria la existencia de un


régimen especial de reparación de los accidentes de trabajo. Este grupo alega que no hay motivos
para que el Código Civil sea el único sistema de respuesta a todas las situaciones de
responsabilidad. Afirman que el ámbito laboral es específico y diferenciado de la vida cotidiana y
que, por ello, la LRT prevé posibles daños de acuerdo con parámetros preestablecidos. También
sostienen que las diferencias en los montos indemnizatorios que eventualmente surgieran de la
aplicación de la LRT o el Código Civil, se ven compensadas, en tanto la LRT fija un mecanismo
rápido y automático de prestaciones en dinero y en especie, por el que los trabajadores quedan a
salvo de litigios judiciales y de las probables insolvencias de los empleadores[4] . Por último,
expresan la necesidad de previsibilidad en el sistema de seguros, que únicamente se logra al tasar
de antemano los daños reparables, para poder calcular el monto que las empresas deben pagar en
concepto de prima.

Un antecedente de interés:

En el año 2002, la Corte había dictado una importante sentencia sobre un tema similar, en la causa
“Gorosito”[5] . Allí resolvió que el mencionado art. 39 de la LRT no era, en principio,
inconstitucional. Es decir, que el Congreso tenía facultades para implementar un régimen
de reparación que impida recurrir a la vía civil en caso de accidentes o enfermedades de trabajo,
ya que el Código Civil es uno, pero no el único sistema posible para indemnizar el daño causado.
(Voto de los jueces Nazareno, Moliné O´Connor, Belluscio, Boggiano, López, Vázquez. En
disidencia por cuestiones formales: Fayt, Petracchi y Bossert)

El principal argumento de aquella decisión fue que el trabajador no había logrado acreditar que
la reparación prevista en la LRT fuera menor que la que surgiría de la aplicación del Código Civil.
En otras palabras, que no se puede predicar en abstracto la inconstitucionalidad de la norma que
cierra la vía civil, sino que ello debe ser demostrado en cada caso concreto. Así, la Corte dejó
abierta la posibilidad de que si durante el juicio se prueba que la diferencia entre los montos
otorgados por una y otra vía es realmente significativa, correspondería declarar
la inconstitucionalidad del artículo de la LRT para ese caso en particular.

Decisión de la Corte:
La Corte declaró la inconstitucionalidad del art. 39 de la LRT (Voto de los jueces Petracchi,
Zaffaroni. Según su voto: Belluscio, Boggiano, Maqueda, Highton de Nolasco). Los jueces
entendieron que elsistema de la LRT se apartaba de la reparación integral, al no permitir
la indemnización por ningún otro daño que no fuera la pérdida de la capacidad de ganancia del
trabajador (la cual, a su vez, sólo resulta mensurable en forma restringida). La Corte también
observó que anular la oportunidad de la reparación civil afecta el principio constitucional que
prohibe a las personas perjudicar los derechos de un tercero.

A pesar de que todos los jueces coincidieron en declarar la inconstitucionalidad de la norma, no


hubo acuerdos definitivos sobre los motivos para tal decisión. Así, sólo tres jueces -Maqueda,
Belluscio y Boggiano - de los seis que firmaron la sentencia se remitieron a su precedente
“Gorosito”, al afirmar que la posibilidad de reclamar civilmente quedaba supeditada a la
comprobación de una diferencia sustancial entre ambas indemnizaciones. Estos magistrados
consideraron probado que la eventual compensación según la ley civil superaría los 209.000
pesos, una cifra tres veces mayor que la resultante de aplicar el artículo 39 de la LRT.

En cambio, para los otros tres jueces -Petracchi, Zaffaroni y Highton de Nolasco-
la inconstitucionalidad de la norma podía ser declarada en abstracto. No estimaron necesario saber
si la diferencia entre ambas indemnizaciones era significativa para invalidar una norma que impide
demandar ante los tribunales civiles. Además sostuvieron que el artículo era censurable, en la
medida en que privaba al trabajador, por su sola condición de tal, “de acceder a la justicia en
procura del amparo de sus derechos que, paradójicamente, tienen expreso y especial
reconocimiento en la Ley Fundamental" .

El máximo tribunal hizo hincapié en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional que afirma que
“el trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes” y éstas asegurarán al
trabajador “condiciones dignas y equitativas de labor”. Además citó disposiciones en el mismo
sentido, contempladas por tratados de derechos humanos con igual jerarquía. En conclusión,
aseveró que “si el régimen anterior al de la LRT había demostrado su fracaso para proveer
una reparación integral y oportuna a quien sufre las consecuencias del siniestro, () lo cierto es que
su reemplazo, supuesto que hubiese logrado mejorar la reparación en términos de oportunidad,
importó un franco retroceso del predicado carácter integral, por vía del art. 39”[8]

Esta decisión dio lugar a una duplicación del reclamo. Por un lado, se mantiene la obligación para
las aseguradoras de pagar la indemnización hasta el límite que establece la LRT. Por otro, la
diferencia entre la cifra tasada en la ley y la que surja de la aplicación de los criterios de
responsabilidad civil, debe ser reclamada en un juicio civil. En principio, es el empleador quien
debe pagarla. Sin embargo, algunos jueces también están determinando que las ART cubran este
monto.

Repercusiones:
Una vez más, se produjo una fuerte polémica entre las entidades que agrupan a las empresas y a
las ART y las que representan a los trabajadores. El sector empresario advirtió que el fallo
ahuyentaría inversiones y elevaría el costo laboral. Denunciaron que causaría incertidumbre, en la
medida en que hace imposible prever el monto que deberá soportar la empresa ante un accidente,
y no establece el modo de cubrir ese riesgo. Por último, alertaron sobre el posible resurgimiento de
prácticas abusivas y el daño que ello podría causar, principalmente a las pequeñas y medianas
empresas, sin capacidad financiera ni económica para afrontar indemnizaciones abultadas. Todos
concordaron en que una probable solución podía ser el aumento de los topes fijados por la LRT, de
modo de garantizar una reparación integral a los trabajadores que sufrieron un accidente o
enfermedad.

Por otro lado, los representantes de los trabajadores estuvieron conformes con la decisión de la
Corte, y dijeron que ponía fin a un sistema pensado con la lógica de los ‘90, cuando el trabajo sólo
era concebido como una mercancía y los derechos de los trabajadores como una variable más del
mercado laboral. Sostuvieron que la única solución autorizada por la Constitución Nacional es que
los trabajadores reciban una indemnización integral, que de ningún modo puede ser restringida por
una ley. A la vez reafirmaron que no es posible mantener un sistema que discrimine a los
empleados respecto del resto de las personas, que sí pueden exigir indemnizaciones por la vía
civil.

Comentario:

Esta sentencia debería provocar que todos los sectores involucrados se unan para acordar una
solución, que no implique el retroceso al sistema anterior a la sanción del la LRT -que demostró ser
ineficaz-, sino su consolidación por medio de las reformas y ajustes necesarios. Tal como algunos
sectores proponen, una posibilidad sería aumentar las indemnizaciones tarifadas. Así, los
trabajadores obtendrían una reparación “integral” del daño sufrido, disminuiría la litigiosidad y se
garantizaría la previsibilidad que requiere un sistema de seguros para funcionar adecuadamente.

Esta indefinición prolonga la situación de incertidumbre para las empresas, que no pueden
protegerse ante eventuales infortunios laborales, y para los trabajadores, que si bien tienen la
oportunidad de reclamar por la vía civil en caso de accidentes laborales, corren el riesgo de no
poder cobrar si las empresas son insolventes para afrontar el monto fijado por los jueces civiles en
concepto de indemnización.
Comentarios sobre el caso Aquino
o Economía
o Laboral
El 21 de septiembre de 2004, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, recayó en la
causa “Aquino, Isacio C. Cargo Servicios Industriales S. A.”, decretó la
inconstitucionalidad en abstracto del artículo 39.1 de la ley de Riesgos del Trabajo.

Desde la sanción de la ley 24557, se manifestó que la validez constitucional del artículo
39 de la ley 24557 se encontraba cuestionada porque derogaba el derecho de los
damnificados a una reparación integral del daño, siendo imposible de disimular el
hecho de que vulneraba garantías constitucionales, de suerte tal que su supervivencia
al control judicial difícilmente pudiera garantizarse; y que un subsistema de
responsabilidad, por el sólo hecho de serlo, no resultaba siempre constitucional.

Así entendida, la eximición de la responsabilidad civil del empleador frente al daño


sufrido por el trabajador, se desentiende de la realización de la justicia social, y ha
agravado la desigualdad de las partes que regularmente supone la relación de trabajo
y, en consecuencia, formular una “preferencia legal” inválida por contraria a la justicia
social.

Sobre la exclusión de la vía reparadora del Código Civil, los juristas arguyeron que tal
exclusión no resulta en principio censurable, sí lo es en la medida que se invoque y
demuestre que el desarraigo del principio general que aquella vía reglamenta,
comporta un menoscabo sustancial al derecho a la adecuada reparación.

A su vez, dejan dos advertencias: 1) Que el desenlace de este litigio no implica la


censura de todo el régimen limitativo de la reparación por daños, lo cual incluye el
propio de la ley de Riesgos del Trabajo, sosteniendo la sentencia que por más ancho
que fuese el margen que consienta la Constitución Nacional en orden a dichas
limitaciones, resulta poco menos que impensable que éstas puedan obrar válidamente
para impedir que el trabajador pueda verse probado, en todos los casos, de reclamar a
su empleador la justa indemnización por los daños derivados de un accidente o
enfermedad laborales; y 2) Que la solución alcanzada no acarrea frustración alguna de
los elevados propósitos de la automaticidad y celeridad en el otorgamiento de las
prestaciones perseguidas por la ley de Riesgos del Trabajo, dado que el hecho de ser
constitucionalmente inválido, en determinados supuestos, que la mentada prestación
de la ley de Riesgos del Trabajo origine la exención de responsabilidad civil del
empleador, no obsta a que las aseguradoras de riesgos del trabajo deben satisfacer las
obligaciones que han contraído en el marco de la citada ley.

Como conclusión, podemos afirmar que, al declarar la inconstitucionalidad del artículo


39 de la ley sobre Riesgos del Trabajo, golpeó en el corazón del régimen estructurado
a partir de la vigencia de dicho cuerpo legal, desarticulándolo en gran medida.
Comentario al fallo Aquino
Descripción del accidente y del reclamo en primera instancia
El 22 de noviembre de 1997, el obrero Isacio Aquino, de 29 años de edad, sufre un
accidente al caer de un techo de chapa de unos diez metros de altura en el que
trabajaba, siguiendo las directivas de su empleadora, en la colocación de una
membrana, sin que se le hubiera provisto ningún elemento de seguridad o se hubiera
instalado una red o mecanismo protectorio para el supuesto de caídas. Cabe destacar,
que la categoría laboral del trabajador era de operador de autoelevador, y que el
accidente ocurrió cuando, durante los días sábados, reparaba la chapa de fibrocemento
de un depósito de camiones del empleador, circunstancia en la que aquella cedió bajo
el peso del operario.

En primera instancia se ponderó la minusvalía derivada del accidente en un 78,79% de


la denominada total obrera (t.o.) y se demostró que al trabajador no le habían sido
otorgados los elementos de seguridad necesarios como colocar una red u otra
protección para el caso de caídas.

Camara Nacional de Apelaciones del Trabajo


La victima apela a la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo argumentando la
existencia de una cuestión federal relativa a la declaración de invalidez constitucional
del artículo 391 párrafo 1 Ley de Riesgos de Trabajo (ley de Riesgos del Trabajo), que
además de violar la garantía del articulo 17 de la Constitución Nacional (CN), se aparta
de lo resuelto por la Corte Suprema en el antecedente de Fallos 325:112. Acusa que la
ad quem3, al dejar de lado los parámetros reparatorios previstos en el sistema
especial, se convierte en una suerte de legislador, desconociendo el andamiaje jurídico
derivado de la Constitución y soslayando que, conforme al régimen de la ley 24557, la
única obligada al pago de las prestaciones era la compañía de seguros4; al tiempo que
resalta que el objetivo de la regla consiste, por un lado, en reducir la siniestralidad
laboral; y por el otro, en garantizar un conjunto de beneficios a las víctimas de los
infortunios, solventados por los empleadores mediante el pago de un seguro
obligatorio, con prescindencia de sus patrimonios y libertades individuales.

La Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo (sala VI), modifica parcialmente la


decisión de primera instancia que declaró la invalidez constitucional del artículo 39
párrafo 1 (ley de Riesgos del Trabajo), y admitió el reclamo de la indemnización por
minusvalía laboral con fundamento en normas de derecho común elevando el monto
de condena, puntualizando que: a) la cifra determinada sólo repara la incapacidad
laboral, sin tener en cuenta los gastos médicos, farmacológicos y de rehabilitación ya
abonados por Asociart S.A. ART; b) los gastos futuros por atención médica, sanitaria y
farmacológica son admitidos, adicionándose a la suma fijada; y, c) el importe por daño
moral se eleva atendiendo a los perjuicios extramatrimoniales sufridos. Asimismo,
comprendió la minusvalía laboral como total y definitiva, no sólo porque la suma de las
incapacidades parciales superaba el 100%, sino, porque el porcentaje de la remanente
le imposibilitaba realizar cualquier actividad, en la especialidad del trabajador o en
cualquier otra5. Ratificó, a su vez, la eximicioon de responsabilidad en las actuaciones
de la aseguradora de riesgos de trabajo, la eximicioon de la responsabilidad en las
actuaciones de la aseguradora de riesgos de trabajo, traída a proceso por iniciativa de
la accionada6. Entendió también, que resulta incompatible con las garantías previstas,
entre otras normas, en los artículos 14 bis, 16, 17, 19, 23, 43 y 75 inciso 22 Ley
Fundamental, que una persona incapacitada por la culpa de otra o por la cosa viciosa o
peligrosa bajo la responsabilidad de un tercero no pueda ser indemnizada por completo
por el sólo hecho de ser un trabajador.

Estableció por último, que el hecho se produjo por la culpa del empleador, quien lo
expuso a su operario, en reiteradas ocasiones, a un trabajo en altura, sin satisfacer los
requerimientos de seguridad establecidos en la legislación respectiva7.

Fundamentos del Fallo de la Corte


La demandada apela a la Corte Suprema de Justicia, contestando acerca de la
inconstitucionalidad de los artículos 1 y 39 apartado 1 ley 24557, defendiendo la
regularidad de dichos preceptos.

Resulta indudable aquí que dicha apelación fue contestada y denegada.

En el fallo “Aquino Isacio c/Cargo Servicios Industriales S. A. s/accidentes ley 9688’ del
21de septiembre de 2004, se confirma un pronunciamiento de la Sala VI de la Cámara
Nacional de Apelaciones del Trabajo y sienta una nueva postura, declarando8 la
inconstitucionalidad del artículo 39 inciso 1 de la ley de Riesgos del Trabajo, que
establece: “Las prestaciones de esta ley eximen a los empleadores de toda
responsabilidad civil, frente a sus trabajadores y a los derechohabientes de éstos, con
la sola excepción de la derivada del artículo 1072 Código Civil”9 .

El voto mayoritario decide la inconstitucionalidad en abstracto de la norma


mencionada. Lo hace al entender que la ley de Riesgos del Trabajo, al excluir, sin
reemplazarla, con análogos alcances, la tutela de los artículos 110910 y 111311 del
Código Civil, no se adecua a los lineamientos constitucionales, pese a haberse
proclamado que tiene entre sus objetivos “reparar los daños derivados de accidentes
de trabajo y de enfermedades profesionales”12, negando el principio alterum non
laedere, al no considerar en forma plena a la persona humana y los imperativos de
justicia de la reparación, seguidos por nuestra Constitución Nacional y, por
consiguiente, por esta Corte, que no deben cubrirse sólo en apariencia.13

En este sentido, concluyen que “la responsabilidad que fijan los artículos 1109 y 1113
del Código Civil sólo consagra el principio general, de manera que la reglamentación
que hace dicho código en cuanto a las personas y las responsabilidades consecuentes
no las arraiga con carácter exclusivo y excluyente en el derecho privado, sino que
expresa un principio general que regula cualquier disciplina jurídica… La incapacidad
debe ser objeto de reparación, al margen de lo que pueda corresponder por el
menoscabo de la actividad productiva y por el daño moral… No sólo cabe justipreciar el
aspecto laboral sino también las consecuencias que afectan a la víctima, tanto desde el
punto de vista individual como desde el social”14

La Corte sostiene que indemnizar es eximir de todo daño y perjuicio mediante un cabal
resarcimiento, lo cual no se logra si el daño o el perjuicio subsisten en cualquier
medida; y es por ello que en el ámbito del trabajo, corresponde indemnizar también la
pérdida de “chance”, cuando el accidente ha privado a la víctima de la posibilidad
futura de ascender en su carrera.

Así entendida, la eximicioon de la responsabilidad civil del empleador frente al daño


sufrido por el trabajador, se desentiende de la realización de la justicia social, y ha
agravado la desigualdad de las partes que regularmente supone la relación de
trabajo15 y, en consecuencia, formula una ‘preferencia legal” inválida por ser contraria
a la justicia social16.

Sostiene que resulta fuera de toda duda que el propósito perseguido por el legislador,
mediante el artículo 39, inciso 1 de la ley de Riesgos del Trabajo, no fue otro que
consagrar un marco reparatorio de alcances menores que los del Código Civil. El
sistema de la ley de Riesgos del Trabajo se aparta de la concepción reparadora
integral, porque no admite indemnización por ningún otro daño que no sea la pérdida
de la capacidad de ganancias del trabajador, la cual, a su vez, resulta conmensurable
de manera restringida.

La ley de Riesgos del Trabajo, mediante la prestación del artículo 15, inciso 2, segundo
párrafo, y la consiguiente eximicioon de responsabilidad del empleador en su artículo
39, inciso 1, sólo indemniza daños materiales y, dentro de éstos, únicamente el lucro
cesante: pérdida de ganancias, que, asimismo, evalúa menguadamente.

A raíz de este fallo, la Corte dejó sin efecto el artículo 39 de la ley de Riesgos del
Trabajo, ya que el Tribunal consideró que en ese caso las indemnizaciones previstas en
la ley de Riesgos del Trabajo eran insuficientes para reparar integralmente los daños
ocasionados al actor. Consecuentemente, confirmó la responsabilidad del empleador de
tener que solventar el pago de las sumas adicionales necesarias para que, sumadas a
las indemnizaciones otorgadas por la ley de Riesgos del Trabajo, cumplan con el
principio de reparación integral establecido en el Código Civil.

No obstante, debe tenerse presente que, para ser asimilable, se deberá demostrar en
cada caso concreto que las prestaciones establecidas en la ley de Riesgos del Trabajo
son insuficientes para reparar los daños ocasionados. Esto es así toda vez que las
sentencias de la Corte Suprema son para cada caso concreto y no modifican la Ley.
Resumen (síntesis) del fallo Milone

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PAGO EN CUOTAS vs. PAGO UNICO en la LRT

En el caso "Milone" la Corte resolvió que la norma de la LRT que ordenaba -en ciertas situaciones-
que el pago de la indemnización debía ser en forma de una renta periódica era inconstitucional.
Estimó que ese sistema de percepción en cuotas no garantizaba adecuadamente los derechos de
los trabajadores que sufrieron accidentes laborales.

Caso “Milone, Juan Antonio c/ Asociart S.A Aseguradora de Riesgos del Trabajo s/
accidente - ley 9688” (Resuelto el 26/10/2004)

Hechos:

Milone, un taxista de 55 años, sufrió un accidente que le provocó la pérdida de visión de su ojo
izquierdo, por lo que le resultó imposible reubicarse laboralmente. Se declaró su minusvalía total
del 65% y la empresa “Asociart S.A., ART”, a la que estaba afiliado, le abonó la indemnización en
forma de renta periódica, tal como lo indica la ley.

Según el artículo 14 de la LRT, ante situaciones de incapacidad permanente parcial entre el 20% y
el 66%, el trabajador recibirá la indemnización en forma de renta periódica. Ésta se calcula sobre el
salario y el porcentaje de incapacidad . Así, por ejemplo, a un trabajador con un sueldo de
1.000 pesos que sufre una incapacidad del 65%, le correspondería una renta de aproximadamente
455 pesos por mes .

Presentación del caso Disconforme con esta solución, Milone planteó un reclamo en contra de la
ART exigiendo recibir su indemnización en un solo pago. Adujo que la percepción de
una renta periódica le acarreaba la pérdida de la disponibilidad y control del dinero, que estaba
destinado a parcializarse y desvanecerse en su finalidad reparatoria. Explicó que la administración
del monto total le resultaría más beneficiosa, en tanto podría obtener una mayor rentabilidad,
manteniendo el capital para adecuarlo a sus necesidades y las de su familia.

De esta manera, la cuestión que se discutía era si el pago por incapacidad laboral en forma
de renta periódica era constitucionalmente válido, o si, por el contrario, el artículo 14 de la LRT
debía ser declarado inconstitucional y, en consecuencia, las aseguradoras tendrían que abonar la
indemnización en una sola vez, por la totalidad de la prestación debida.

Decisión de la Corte:

La Corte Suprema resolvió declarar la inconstitucionalidad de la norma y ordenar que la


indemnización se pagara en una única cuota (Voto de los jueces Petracchi, Boggiano, Maqueda,
Zaffaroni, Highton de Nolasco. En disidencia Belluscio y Fayt). La mayoría adujo que la LRT tiene
por objetivo central reparar los daños derivados de accidentes de trabajo y enfermedades
profesionales y que, en este caso específico, el pago de la indemnización en cuotas podía conducir
a objetivos distintos de los que se proponía la ley y no atender a las necesidades de
los beneficiarios del sistema. El máximo tribunal agregó que el pago total en una sola vez es la
solución que mejor refleja el principio protectorio establecido en el mencionado artículo 14 bis de la
Constitución Nacional.

Otra razón para declarar la inconstitucionalidad del artículo 14 de la LRT fue que violaba el
principio de igualdad, ya que si el porcentaje de incapacidad del trabajador no supera el 20%, la
misma LRT determina que se debe hacer un pago único . En otras palabras, la norma trata a las
personas en forma distinta según su grado de incapacidad, lo cual fue considerado irrazonable por
la Corte Suprema.

Por último, los jueces aclararon que el sistema de pago de renta periódica no es censurable en
todos los casos, sino que declaraban su inconstitucionalidad porque no preveía excepciones para
cuando fuera dañoso para el trabajador percibir la indemnización de ese modo. Es decir que no
siempre el pago en cuotas resulta violatorio de los derechos del trabajador ni atenta contra el
objetivo reparatorio que debe perseguir aquel sistema. Por el contrario, aquello debe ser
argumentado y probado en cada caso concreto que se plantee ante la justicia.

Repercusiones:

Esta decisión favorece a los trabajadores, en la medida en que reciben todo el dinero en un único
pago en vez de cobrar cuotas que, en la mayoría de los casos, son insuficientes para vivir. De
creerlo conveniente, el beneficiario ve facilitada la posibilidad de emprender alguna inversión que le
genere un ingreso en reemplazo del sueldo que percibía. Como contrapartida, esta solución les
crea a los trabajadores el riesgo de que la inversión fracase, y los deje sin medios y sin la relativa
tranquilidad de percibir unarenta periódica. En definitiva, la elección de alguna de estas opciones
quedará a cargo del empleado que sufrió el infortunio laboral.

Por su parte, las compañías aseguradoras declararon a través de la UART que "para las ART la
forma de pago es indistinta ya que, en lugar de depositar el total del dinero en una compañía de
seguros de retiro para que pague la renta mensual, deberá entregar ese mismo importe al
trabajador". Sin embargo, manifestaron su preocupación porque "los perjudicados serán aquellos
trabajadores que producto de una mala administración del dinero que cobren, al cabo de algunos
años se queden sin dinero. También al no existir la renta mensual no tendrán aportes al sistema
jubilatorio y a la obra social".
Resumen (síntesis) del fallo Castillo

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JURISDICCIÓN FEDERAL vs. JUSTICIA LOCAL en la LRT

En el caso "Castillo" la Corte declaró la inconstitucionalidad de un artículo de la Ley de Riesgos del


Trabajo y resolvió la justicia laboral y no la federal es la compete para entender de los reclamos de
los trabajadores. Entendió que la ley había alterado el reparto de competencia establecido por la
constitución nacional

Caso “Castillo, Angel Santos c/ Cerámica Alberdi S.A”(Resuelto el 7/09/04)

Hechos:

En su art. 46, la LRT introdujo un novedoso sistema para el tratamiento judicial de los reclamos de
los trabajadores. En primer lugar intervienen las comisiones médicas, que son entes
administrativos -no judiciales- con facultades para determinar: si el accidente o la enfermedad son
de naturaleza laboral; qué tipo o grado de incapacidad produjeron; y el contenido y alcance de las
prestaciones en especie.

En caso de que el trabajador no quedara conforme con la decisión de estos organismos y deseara
apelar, no debe hacerlo ante los jueces provinciales con competencia laboral, sino ante la justicia
federal o una comisión médica central -a opción del trabajador-, con una instancia última en la
Cámara Federal de la Seguridad Social. Es decir que las cuestiones relativas a los accidentes de
trabajo se tramitan primero ante la comisión médica y luego en la justicia federal, no en la laboral.
Quienes sancionaron la LRT se inclinaron por esta solución atendiendo los reclamos de los
empresarios y de las aseguradoras, que en general desconfían de los tribunales con competencia
laboral, pues tienden a responsabilizarlos de los abusos que hicieron fracasar el sistema anterior. A
su vez, los legisladores entendieron que imponer que la justicia federal interviniera en estos
asuntos permitiría unificar criterios y dar certidumbre y previsibilidad al sistema -un requisito
mínimo y básico de cualquier régimen de seguros- .

Presentación del caso:

En octubre del año 1997, Ángel Castillo inició una demanda contra su empleadora (Cerámica
Alberdi S.A.) reclamando 20.757,20 pesos en concepto de reparación por su incapacidad laboral.
En garantía, citó a la Aseguradora de Riesgos del Trabajo “La Segunda, A.R.T. S.A.”.

Castillo impugnó por inconstitucional la norma descripta, alegando que en aquellos casos
correspondía la intervención de la justicia local y no la federal. Además de las cuestiones formales
de la distribución de competencias , Castillo consideró que sus derechos estarían mejor protegidos
si su caso era tratado por un juez laboral. En definitiva, la Corte Suprema tenía que determinar cuál
era el tribunal que debía conocer en los reclamos por accidentes laborales: si el federal que
indicaba la LRT, o el laboral como solicitaba el demandante. Para ello, debía interpretar la LRT a la
luz de la Constitución Nacional y el reparto de competencias que allí se hace: las cuestiones de
derecho común, como la legislación laboral, son competencia de los jueces provinciales y no de los
federales .

Decisión de la Corte:
La sentencia de la Corte Suprema llegó siete años después de iniciada la demanda. El máximo
tribunal resolvió que el artículo 46 de la LRT era inconstitucional y, por lo tanto, que las decisiones
de las comisiones médicas debían ser revisadas por la justicia laboral y no la federal. (Voto de los
jueces Petracchi, Belluscio, Fayt, Boggiano, Maqueda, Zaffaroni, y Highton de Nolasco). Los
magistrados afirmaron que el régimen de reparaciones que dispone la LRT es de carácter común y
no federal, y que el Congreso Nacional no puede cambiar la condición local de aquellas normas.

Respecto de la importancia de lograr uniformidad de criterios en la resolución de este tipo de


reclamos y, consecuentemente, otorgarle previsibilidad y buen funcionamiento al sistema, la Corte
expresó que no advertía indicios para sospechar o concluir que la justicia local no fuera capaz de
hacerlo. A la vez, manifestó que la necesidad de contar con decisiones uniformes no justificaba
cambiar la jurisdicción federal por la local. Por último, agregó que “un buen número de motivos” -sin
especificar cuáles- militan a favor de pensar que la justicia provincial está en mejores condiciones
que la federal para lograr los objetivos que se trazaron al sancionar la LRT.

Otro importante argumento fue el de la protección del principio de autonomía de las provincias (al
habilitar el fuero local). En ese sentido, la Corte reafirmó que es su función impedir los intentos de
restringir indebidamente las facultades jurisdiccionales de las provincias que hacen al mencionado
principio.

Repercusiones:

Esta sentencia fue bien recibida por los representantes de los trabajadores y con preocupación por
las organizaciones que nuclean a las ART. Los primeros dijeron que promovía la protección de los
trabajadores pues sus reclamos serían atendidos por un juez laboral, que debido a su especialidad,
garantizaría mejor sus derechos. También celebraron el respeto por el diseño institucional, en la
medida en que se otorgó a los jueces laborales, y no a los federales, la resolución de las
cuestiones relativas a los accidentes de trabajo.
En cambio, los segundos, por medio de un comunicado de la Unión de ART (UART), respondieron
que la decisión podría “afectar los principios de previsibilidad, equidad e inmediatez de las
prestaciones, pilares sobre los que se sustenta este sistema.” A su vez, empresarios y
especialistas en seguros alertaron sobre el probable “aumento de los costos del sistema, que se
traduciría en un aumento de las primas o cuotas que pagan los empleadores” .

Es posible que tales reacciones hayan surgido en función del concepto que tienen estos sectores
sobre los jueces laborales. Como dijéramos, los responsabilizan de haber posibilitado la existencia
de ciertos abusos, que beneficiaron principalmente a los abogados que patrocinaban las causas
laborales.

Editorial
La ley de riesgos del trabajo a la luz de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (*).
por Héctor Guisado
Sumario: 1. La Introducción. 2. Los pronunciamientos paradigmáticos de la Corte Suprema. 3. Evolución
posterior de la jurisprudencia. 3.a. Inconstitucionalidad del art. 39.1. 3.b. Extensión de condena de la ART
3.c. Pago en forma de renta o pagos periódicos 3.d. Competencia judicial 3.e. Enfermedades no incluidas en
el listado 3.f. Responsabilidad civil de las aseguradoras 4. La reforma del régimen

1. Introducción
En el breve tiempo asignado para esta exposición voy a efectuar un somero repaso de la actualidad
del sistema de riesgos del trabajo de la ley 24.557 (o de los retazos que quedan de él), con especial énfasis
en la temática que es motivo de este Seminario, es decir el seguro.
Precisamente una de las características distintivas de este sistema es la obligatoriedad del
aseguramiento. En las anteriores leyes de accidentes de trabajo (la 9688 y la 24.028) sólo se establecían
unas pocas normas especiales sobre el seguro y se permitía la citación en garantía de la aseguradora del
empleador. En cambio, la ley 24.557 impuso al empleador (con algunas limitadas excepciones) la
obligación de asegurarse, y no con cualquier compañía sino con una aseguradora de riesgos del trabajo
(ART), que son firmas cuyo objeto exclusivo es la gestión de las prestaciones y demás acciones previstas en
la ley 24.557, y que están sujetas a un doble control: el de la SSN y el de la SRT.
La ley 24.557 se presenta como un sistema integral y hermético (ya que, a diferencias de las leyes
anteriores, pretende clausurar virtualmente la opción para el trabajador de accionar contra el empleador por
la vía del derecho civil).
Entre sus objetivos explícitos (es decir, anunciados en el texto legal) se encuentra no sólo la reparación de
los daños, sino también la reducción de la siniestralidad laboral, a través de la prevención de los riesgos
derivados del trabajo, objetivo este último en el que las ART también tienen un papel destacado, ya que la
ley y sus reglamentaciones le imponen obligaciones en materia de prevención.
Otro objetivo (aunque esta vez implícito) es la reducción de la litigiosidad, a través de un procedimiento en
el que las ART nuevamente tienen un rol esencial, ya que actúan como una especie de primera instancia,
con un mecanismo recursivo librado principalmente a órganos administrativos de carácter federal (las
comisiones médicas), con la posterior intervención de la justicia federal.
2. Los pronunciamientos paradigmáticos de la Corte Suprema
Como es harto conocido, esta ley suscitó, desde el comienzo mismo de su vigencia, serios reparos de
índole constitucional, tanto de parte de la doctrina como de la jurisprudencia, que alcanzaron su punto
culminante entre setiembre y octubre de 2004, época en la que la Corte dictó tres fallos paradigmáticos:
* “Aquino c/ Cargo Servicios Industriales”, en el que el Tribunal declaró la inconstitucionalidad del artículo
39 apartado 1 de la ley de riesgos del trabajo, en cuanto veda al trabajador el reclamo por la vía civil contra
el empleador;
* “Milone c/ Asociart”, en el que la Corte descalificó constitucionalmente el artículo 14 apartado 2 de la
misma ley, en cuanto establece el pago de ciertas indemnizaciones mediante una renta periódica; y
* “Castillo c/ Cerámica Alberdi”, en el que el Tribunal censuró, también con base constitucional, el artículo
46 de la ley de riesgos, en cuanto atribuye competencia revisora a los tribunales federales en desmedro de
las jurisdicciones provinciales.
El primero de esos fallos hizo pedazos el pretendido carácter integral y hermético del sistema. El tercero,
desarticuló el régimen recursivo de la ley.

3. Evolución posterior de la Jurisprudencia

1. Inconstitucionalidad del art. 39.1


La doctrina del precedente “Aquino” ha sido ratificada por la Corte Suprema en la causa “Díaz c/ Vaspia”,
un fallo de marzo de 2006. Lo interesante es que se suma a las opiniones ya vertidas, la de la Dra. Argibay,
quien no había tenido oportunidad de intervenir en “Aquino”, y en este nuevo pronunciamiento ratifica la
tesis de una de las corrientes de la mayoría (representada por los jueces Petracchi, Zaffaroni y Highton), en
el sentido de que el artículo 39 apartado 1 de la ley de riesgos del trabajo es inconstitucional “en general”,
es decir en todos los casos, a diferencia de otros votos concurrentes de ese fallo “Aquino” donde los jueces
Boggiano, Belluscio y Maqueda habían sostenido que la inconstitucionalidad solamente se presentaba
cuando la indemnización de la ley de riesgos producía la“supresión o desnaturalización” del derecho que se
pretendía asegurar o provocaba un “menoscabo sustancial" a ese derecho. Entonces, la tesis a la que se
adhiere la Dra. Argibay es la más categórica en cuanto a la inconstitucionalidad del precepto en cuestión.

1. Extensión de condena a la ART

La apertura a la vía civil que propició la tesis de “Aquino” abre paso, a su vez, a otro tipo de interrogantes.
Uno de ellos, bastante actual, es el de determinar si es posible que en el mismo proceso en que se condena
al empleador a satisfacer una indemnización plena, con sustento en el derecho común, puede hacerse
extensiva la condena en la medida del aseguramiento contra la aseguradora de riesgos del trabajo que ha
sido demandada o citada como tercero.
Ya antes de “Aquino”, la tendencia mayoritaria de la jurisprudencia se inclinaba por admitir esa extensión
de responsabilidad contra la ART. Insisto, siempre en la medida de su aseguramiento, más allá de que hay
otro tipo de reclamos (con fundamento en normas civiles) a los cuales después me voy a referir.
Los argumentos a favor de esa extensión eran, entre otros, que la reparación integral del derecho civil, por
ser plena, comprende también a la indemnización tarifada de la ley de Riesgos, y que, además, negar esta
extensión de responsabilidad implicaría un empobrecimiento o perjuicio injustificado para el empleador que
ha pagado la póliza siguiendo la obligación legal y ha confiado en que esa póliza cubriría su eventual
responsabilidad; y al mismo tiempo, produciría un enriquecimiento indebido de la aseguradora de riesgo de
trabajo que, ante una contingencia que podría encuadrarse dentro del sistema de la ley 24.557, se vería
eximida de pagar esa prestación por el simple hecho de que la víctima hubiera optado por otra vía, es decir,
solamente en función del fundamento legal elegido por el actor para formular su reclamo, al cual el
empleador es ajeno porque no puede modificar esa opción del trabajador.
Esta tesis ha sido ratificada en fecha reciente por la CSJN en la causa “Cura c/ Frigorífico Riosma”, un fallo
de junio de 2005, donde el Tribunal, recordando expresiones utilizadas en algunos votos del precedente
“Aquino”, dijo que “del hecho de ser constitucionalmente inválido el artículo 39 apartado 1, en cuanto
exime de responsabilidad civil al empleador, no se sigue que las aseguradoras de riesgos del trabajo no
deban satisfacer las obligaciones que han contraído en el marco de la ley 24.557”, de manera que esa
inconstitucionalidad igualmente posibilita que el empleador pueda encontrar protección en la medida de su
aseguramiento. Se ha convalidado de esta manera la tesis que (según estimo) era ya predominante en la
jurisprudencia.
c) Acumulación de indemnizaciones
Otra cuestión conexa con la anterior y que también se vincula con la apertura a la vía civil, es si la
percepción de las indemnizaciones de la ley de Riesgos (o el haber intentado la vía procesal prevista en esa
ley) inhibe al trabajador de demandar la indemnización plena, o por lo menos reclamar la parte no satisfecha
del daño contra el empleador. Si bien la jurisprudencia mayoritaria, dentro de la cual se enrola la Sala IV de
la CNAT que integro, se inclinaba por desestimar este tipo de defensas patronales, algunos tribunales se
hacían eco de ellas y sostenían la imposibilidad de reclamar civilmente, cuando ya se había seguido la vía
de la ley de Riesgos, con apoyo en la teoría de los actos propios. La CSJN en dos pronunciamientos
bastante recientes fallados en junio de 2007 (“Llosco c/ Irmi” y“Cachambí c/ Ingenio Río Grande”)
descalificó sendos fallos del Superior Tribunal de Justicia de Jujuy que aplicaban esa teoría para desestimar
reclamos de daños y perjuicios fundados en la ley civil.
Hay matices distintos en los votos de ambos fallos y aun dentro de cada uno de ellos, en los fundamentos de
los jueces que integran la mayoría. Pero destaco, por ser el más contundente y más claro, el voto conjunto
de los jueces Fayt, Petracchi y Zaffaroni en la causa “Llosco”, quienes sostuvieron que el hecho de que el
trabajador cobre la indemnización tarifada por parte de la ART no le impide reclamar del empleador la
diferencia que la víctima considera insatisfecha, con apoyo en la ley civil.
Fíjense que en toda esta línea de fallos la Corte admite la posibilidad de acumular resarcimientos, no en el
sentido de que el trabajador cobre el total de la reparación plena al empleador más la indemnización tarifada
de la LRT, sino en el sentido de que el trabajador pueda reclamar de la ART lo que prevé la misma ley y
paralelamente (o sucesivamente) requerir del empleador la diferencia no satisfecha, esta vez por la vía del
derecho civil.
c) Pago en forma de renta o pagos periódicos
Otro tema conflictivo es el del abono de ciertas indemnizaciones en forma de renta o pagos periódicos. En
el recordado caso “Milone”, de 2004, la Corte declaró la inconstitucionalidad de una de esas normas de la
ley de riesgos (el art. 14.2.b, que establecía el pago mediante renta de la prestación por incapacidad
permanente parcial mayor al 20% e inferior al 66%). En la causa “Torales c/ Provincia ART”, de mayo de
2007, la Corte ratificó esa doctrina, esta vez respecto del art. 15.2 (que determina el pago de prestaciones
mensuales por la incapacidad permanente total), remitiéndose a los fundamentos de “Milone”. La duda que
quedaba era si esa doctrina era o no aplicable a los infortunios regidos por la reforma del DNU 1278/200.
Algunos tribunales, entre ellos el TSJ de Córdoba (causa “Gastelacoto c/ Superior Gobierno de la Provincia
de Córdoba”, de 2006) entendieron que no, porque el decreto 1278/2000 había mejorado las prestaciones de
la LRT e incorporado otras de pago inmediato que permitían a la víctima disponer de un capital para paliar
las necesidades más próximas.
Sin embargo, la Corte descalificó esta interpretación en la causa “Suárez Guimbard c/ Siembra ART” (de
junio de 2008), donde sostuvo que la doctrina si bien la reforma del decreto 1278/2000 tradujo una mejora
en el régimen de la LRT al establecer una compensación dineraria adicional de pago único, esa
circunstancia no alcanzaba a desvirtuar las razones expuestas en “Milone”, “toda vez que su percepción no
deja de conculcar el derecho del beneficiario a disponer libremente de la totalidad de su crédito, según sus
necesidades”.
A partir de “Milone” han venido proliferando demandas en las cuales se reclama a la aseguradora la entrega
en forma directa y mediante un pago único de sumas que aquélla ya había depositado a la orden de la AFJP.
Hay fallos de primera instancia que han hecho lugar a esos reclamos condenando a la ART a pagar dos
veces, es decir, a abonar nuevamente lo que ya había depositado y además con intereses desde la fecha del
infortunio.
En la causa “Pagés c/ CNA” de marzo de 2008, la sala IV de la Cámara Nacional de Apelación del Trabajo,
por mayoría, revocó un fallo de primera instancia que había seguido esa tesitura. En mi voto, al que adhirió
el Dr. Moroni, sostuve que si la ART había depositado la indemnización a la orden de la AFJP, en forma
oportuna, contemporáneamente con el accidente, sin oposición del interesado, ajustándose al diseño legal,
no podía luego reclamársele que pagara por segunda vez. Entendimos entonces que ese reclamo carecía de
causa justificada y sólo consideramos procedente la pretensión de entrega del pago único contra la AFJP,
aunque sin los intereses que reclamaba el trabajador, porque, según nuestro parecer, no había existido mora,
por cuanto la AFJP también se había limitado a adecuarse al procedimiento legal. En ese voto compartido
agregué que no resultaba óbice a la solución propuesta, la doctrina asentada por la Corte en la
causa“Milone”, porque como es sabido, en nuestro régimen jurídico, las declaraciones de
inconstitucionalidad solamente tienen eficacia en el caso concreto y además, las ART o las AFJP no tienen
facultades para declarar la invalidez constitucional de normas legales. En otras palabras, tanto una como
otra se habían ajustado a la ley y por lo tanto su actuación era lícita. También ponderamos en este fallo que
el capital de todas maneras produce una renta para el beneficiario en virtud de la rentabilidad que generan
las cuotas partes en la cuenta de capitalización.
d) Competencia judicial
Otro tema que se suscita a partir de los pronunciamientos de la Corte que mencioné al comienzo, es el
relativo a la competencia judicial. Recordemos que en“Castillo” se declaró la inconstitucionalidad del
artículo 46 de la ley de riesgos en cuanto atribuye aptitud jurisdiccional para revisar las decisiones de las
Comisiones Médicas a la Justicia Federal, en desmedro de las jurisdicciones provinciales, con lo cual, como
bien se dijo en ese “leading case”, se contrariaba el diseño constitucional plasmado en los artículos 75
inciso 12 y 116 de la Ley Fundamental, que reservan a las provincias la competencia para fallar en materia
de derecho común en la medida que las cosas o las personas caigan bajo sus respectivas jurisdicciones.
Hasta ahí no tengo reparos contra la doctrina de “Castillo”, pero lo que a mí me parece decididamente
censurable es la extensión que la Corte ha hecho de esa doctrina respecto de litigios radicados en la Capital
Federal. Me refiero a varios juicios iniciados ante la Justicia Nacional del Trabajo donde –en general- se
plantea en la demanda la inconstitucionalidad del artículo 46 de la LRT. En uno de esos casos, como juez de
primera instancia, me declaré incompetente, por cuanto el diseño legal atribuye aptitud jurisdiccional a la
Justicia Federal de la Seguridad Social, y en definitiva en la Capital Federal todos los jueces somos
nacionales, como lo ha dicho hasta el cansancio la propia Corte. Sin embargo, en esa causa que menciono
(“Ramírez Fonseca c/ Servicio Penitenciario”) el alto Tribunal consideró que debía seguir entendiendo en la
causa la Justicia Nacional del Trabajo, con remisión a los fundamentos de “Castillo”. La Corte reiteró ese
criterio en otros casos similares (“Venialgo c/ Mapfre Aconcagua” y “Marchetti c/ La Caja ART”, ambos de
2007). Entonces existe ahora una jurisprudencia consolidada de la Corte Suprema, que no comparto pero
que vengo acatando como juez de Cámara, por razones estrictas de economía procesal, según la cual
también en la Capital Federal es competente la Justicia Laboral (y no la de la Seguridad Social) ya sea para
revisar las decisiones de las Comisiones Médicas, como para resolver en forma originaria en los casos en
que el trabajador o sus derecho habientes inicien la acción directamente en sede judicial sin pasar por las
Comisiones Médicas.
e) Enfermedades no incluidas en el listado
Otra cuestión actual, plasmada en un reciente pronunciamiento, es la relativa a las enfermedades no
incluidas en la lista de enfermedades profesionales; cuestión que ha perdido alguna actualidad con el
decreto 1278/00, sancionado el día de los inocentes del año 2000, que abrió una vía (aunque bastante
limitada) para el reconocimiento de afecciones no listadas.
En el fallo “Silva c/ Unilever” de diciembre de 2007, la Corte admitió la posibilidad de reclamar un
resarcimiento por la vía de la ley civil, por una enfermedad no incluida en la lista aprobada por el Poder
Ejecutivo. En el voto mayoritario de cuatro jueces, la Corte consideró que la sentencia apelada, que
provenía de la Sala VIII de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, era arbitraria, por cuanto había
juzgado la situación a la luz del artículo 6 de la ley de riesgos que impide la reparación de enfermedades no
comprendidas en el listado (por lo menos en principio, porque insisto que esta restricción ha sido atenuada
por el decreto que antes nombré), sin advertir la Cámara que la acción se había fundado en el derecho civil,
con lo cual, según la Corte, era incongruente aplicar una limitación prevista en la ley de riesgos a una
acción fundada en otro régimen legal. En este voto de la mayoría de la Corte subyace la tesis (que no es
pacífica en la doctrina ni en la jurisprudencia) de que el sistema de la ley 24.557 en materia de
enfermedades profesionales no sería tan cerrado como parece, porque solamente vedaría (en principio) la
reparación de enfermedades ajenas a la lista por la vía de la ley especial, pero no obstaría a la admisión de
reclamos fundados en el derecho común, siempre y cuando, por supuesto, concurran todos los presupuestos
de responsabilidad de la ley civil.
En cambio, otros votos concurrentes (los de los jueces Fayt y Petracchi) partieron de la premisa sentada por
la Cámara en el fallo apelado, de que el sistema era absolutamente cerrado y que también vedaba cualquier
tipo de reparación, sea fundada en la ley civil o en la ley de riesgos del trabajo. Sin embargo, consideraran
que de acuerdo a esa interpretación (que obviamente no era la única posible) la norma sería
inconstitucional. Y esto lo dijeron con una muy elaborada argumentación, en la línea de los
precedentes “Aquino” y “Díaz”, entre otros que se citan expresamente.
Como señala ACKERMAN en un comentario a este fallo, la doctrina de la Corte en el caso Silva no pone
en cuestión la validez del listado de enfermedades profesionales previsto en el art. 6.2 la ley 24.557 y
desarrollado por el decreto 658/96 y, en consecuencia, este pronunciamiento en nada afecta a los derechos y
deberes de las aseguradoras de riesgos del trabajo, sea en el terreno de la prevención de los riesgos del
trabajo o en el de la extensión de sus obligaciones en orden a la reparación de los accidentes del trabajo y
las enfermedades profesionales.

f) Responsabilidad civil de las aseguradoras


Una última cuestión, es lo referente a la responsabilidad civil de las ART. Por varios factores, entre ellos, la
mezquindad de las prestaciones (sobre todo las del texto originario de la ley de riesgos de trabajo), y las
vacilaciones iniciales de los tribunales acerca de si era posible o no demandar civilmente al empleador
(cuestión que ya ha quedado superada por la jurisprudencia), hubo (y siguen habiendo) muchos reclamos
por responsabilidad civil contra las aseguradoras de riesgo de trabajo fundados en el artículo 1074 del
Código Civil, esto es el llamado “cuasidelito por omisión”.
Se perfilan en la jurisprudencia de los tribunales nacionales y provinciales tres corrientes: una la podríamos
denominar “amplia”, representada por la Suprema Corte de Buenos Aires (entre otros), según la cual
parecería que cualquier tipo de incumplimiento de la ART en sus obligaciones de prevención justificaría su
condena con base en el citado artículo 1074 de la ley civil a satisfacer la indemnización integral, no la
tarifada. En el otro extremo, una corriente “restrictiva” representada por las salas I y VIII de la Cámara
Nacional de Apelaciones del Trabajo, entre otros tribunales, que sostiene que en ningún caso el
incumplimiento de la ART justificaría su condena por la ley civil. Y como suele suceder, existe una
corriente “intermedia”, en la que se enrola la sala IV que integro, según la cual puede haber responsabilidad
civil en las ART en los términos del artículo 1074 si se dan todos los presupuestos de esa responsabilidad,
entre ellos, la existencia de un nexo de causalidad adecuada, entre la omisión de la aseguradora y el daño
sufrido por el trabajador.
En un primer momento, la Corte Suprema, en su anterior composición, pareció enrolarse en la tesis
restrictiva, al fallar en la causa “Rivero c/Techo Técnica” del año 2002. Y digo “pareció” porque, en
definitiva lo único que hizo fue desestimar una queja por denegación del recurso extraordinario, sosteniendo
que no era arbitraria la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo que había rechazado
una demanda contra una aseguradora fundada en el citado art. 1074 del Código Civil, sin sentar una
doctrina clara respecto de la cuestión en debate.
Pero luego, en “Soria c/ Ra y Res SA”, “Galván c/ Petroquímica Argentina” (ambos de 2007) y más
recientemente, en “Torrillo c/ Gulf Oil” (de abril de 2009), el alto Tribunal adoptó decididamente la que
antes denominé una “postura intermedia”. En efecto, en el primero de estos casos (“Soria”), la Corte
descalificó severamente la tesis restrictiva sostenida en el fallo de segunda instancia, afirmando que no se
podía interpretar con alcance general, como lo había hecho en el caso la Cámara, “que cualquiera fuese el
incumplimiento de la aseguradora de sus obligaciones en materia de prevención ello nunca podría constituir
la causalidad jurídica computable a los fines de su responsabilidad”, pues ello importaría “un apartamiento
palmario del derecho que juzgó aplicable, al consagrar, mediante tal enunciado, una suerte de exención de
responsabilidad, absoluta y permanente, de las aludidas empresas en el marco obligacional indicado”. Y en
el último de esos precedentes (“Torrillo”), la Corte concluyó que “no existe razón alguna para poner a una
ART al margen del régimen de responsabilidad previsto por el Código Civil, por los daños a la persona de
un trabajador derivados de un accidente o enfermedad laboral, en el caso en que se demuestren los
presupuestos de aquél, que incluyen tanto el acto ilícito y la imputación, cuanto el nexo causal adecuado
(excluyente o no) entre dichos daños y la omisión o el cumplimiento deficiente, por parte de la primera, de
sus deberes legales”.
Como dije antes, la Corte se enroló en estos fallos en una postura intermedia entre las dos corrientes
extremas que describí al comienzo (la que postula que cualquier incumplimiento de la aseguradora a sus
obligaciones de control genera su responsabilidad civil y la que, por el contrario, entiende que en ningún
caso procede esa responsabilidad) ya que el Tribunal admite la posibilidad de obtener de la ART una
reparación integral, siempre y cuando exista un nexo de causalidad adecuado entre el incumplimiento y el
daño. De ese modo, la Corte puso las cosas en lo que (a mi juicio) serían sus justos términos.
4. La reforma del régimen
En setiembre del año pasado se publicó un informe sobre el “Estado actual del sistema de relaciones
laborales en la Argentina” elaborado por un “Grupo de Expertos en Relaciones Laborales” convocado por el
Ministerio de Trabajo de la Nación. En ese informe se señala como evidente que “no sólo debe producirse
una reforma en el régimen [de riesgos del trabajo] actualmente vigente, sino que además ésta debe ser de
una intensidad tal como quizá no necesite otro instituto de nuestras relaciones del trabajo”. Comparto esta
apreciación, porque –como lo demuestra la reseña jurisprudencial que acabo de hacer- el régimen de la ley
24.557 se encuentra desarticulado en algunos de sus aspectos esenciales y no satisface sus objetivos. Nótese
que los empleadores pagan el seguro de riesgos del trabajo, pero se encuentran expuestos a reclamos por la
ley civil, respecto de los cuales no pueden asegurarse. A su vez, las propias ART también se ven
involucradas en juicios fundados en el derecho civil, que resultan ajenos al riesgo asegurado. Por su parte,
las víctimas de los accidentes se ven obligadas a litigar para obtener una reparación satisfactoria, lo cual ha
provocado un creciente incremento de la litigiosidad.
Desde hace más de dos años, el Poder Ejecutivo viene anunciando el envío de un proyecto de reformas. En
setiembre del año pasado la Presidenta de la Nación expresó (en un discurso pronunciado en la sede de la
UIA) que había “intimado al Ministro de Trabajo para arribar a un final feliz, con un proyecto de ley
consensuado”. Unos días después, el Ministro Tomada declaró a la prensa que existía “un buen nivel de
consenso” entre empresarios y sindicatos para avanzar en la reforma. Sin embargo, el proyecto todavía no
ha sido enviado.
A mi juicio, la futura reforma debería mantener y profundizar los aspectos positivos de la ley 24.557: el
énfasis en la prevención de los riesgos del trabajo, la asignación de funciones en esta materia a las ART, la
obligatoriedad del aseguramiento, la búsqueda de mecanismos que favorezcan la inmediatez en el goce de
las prestaciones, la existencia de fondos de reserva y de garantía para asegurar el pago de aquéllas, etc.
Pero al mismo tiempo resulta indispensable la modificación de otros aspectos, sobre todo aquellos que
colocaron al régimen actual en pugna con la Constitución Nacional (y con diversas normas internacionales):
la asignación de competencia revisora a la justicia federal (en detrimento de las autonomías provinciales), la
supresión de la opción por la vía civil y la obligatoriedad del pago de ciertas prestaciones en forma de pagos
periódicos, aspectos estos que suscitaron severos cuestionamientos de la Corte Suprema (en los precedentes
que mencioné). Otro aspecto censurable es el carácter limitativo del listado de enfermedades profesionales,
que también ha merecido censuras del alto Tribunal (en algunos votos del caso “Silva”) y observaciones de
la Comisión de Expertos de la OIT (las últimas de ellas, publicadas en 2008).
La reducción de la litigiosidad y la previsibilidad de los costos (objetivos implícitos de la ley 24.557)
constituyen una legítima aspiración de los empresarios (y de la sociedad en su conjunto); pero estos
legítimos objetivos no deberían procurarse a expensas de los derechos constitucionales de las víctimas, sino
más bien a través del establecimiento de prestaciones adecuadas (cercanas a la reparación integral prevista
en el Código Civil) que desalienten (sin prohibirla) la opción por la vía del derecho común. A fin de
conferir al principio alterum non laedere toda la amplitud que éste amerita (como lo propició la Corte en el
citado precedente “Aquino”) parece preferible adoptar la “teoría del cúmulo”, esto es, permitir a la víctima
que perciba de la ART las prestaciones del sistema y pueda reclamar al empleador (en su caso) por el daño
no reparado (como lo estableció el alto Tribunal en el caso “Llosco”).
En otro orden de ideas, sería conveniente instituir órganos paritarios (con representación sindical) en las
empresas a fin de colaborar en la prevención de los riesgos del trabajo, como son los comités mixtos de
seguridad laboral, previstos en algunos proyectos de reforma y concretados en una reciente ley santafecina
(de setiembre de 2008), como así también en numerosos convenios colectivos de trabajo.
En cuanto al sistema contencioso, comparto la propuesta del Grupo de Expertos en el sentido de reemplazar
las comisiones médicas por órganos especializados, con trámites rápidos, debido proceso y acceso a la
jurisdicción ordinaria laboral, lo que a su vez haría necesario contar con una ley marco a la que adhieran las
provincias
ART: la Corte admitió la via civil
para reclamar indemnizaciones
15/06/2007 Le garantizó a un trabajador que había cobrado de una aseguradora
las prestaciones previstas por la ley el derecho a reclamar una indemnización
por vía judicial. El Máximo Tribunal además instó al Poder Ejecutivo a resolver
la demora en la sanción de una nueva ley de riesgos laborales
Por

La Corte Suprema de Justicia volvió a sorprender ayer con un nuevo fallo que impacta de lleno
sobre el sistema de riesgos del trabajo. En el caso "Llosco Raúl c/ Irmi SA", el Máximo
Tribunal admitió el reclamo de un trabajador que había cobrado la indemnización por un
accidente laboral a través de la ART y luego elevó su reclamo a la Justicia. De esta
manera, consagró la llamada "doble vía" indemnizatoria que permite a los trabajadores
reclamar ante las ART y también ante la Justicia, en caso de un accidente de trabajo.
En el caso "Llosco", el trabajador había reclamado a su empleador una indemnización integral
de los daños derivados de un accidente laboral con base en el derecho civil, para lo cual
planteó la inconstitucionalidad del art. 39.1 de la Ley de Riesgos del Trabajo (LRT), en cuanto
le impedía el ejercicio de la acción civil, concediéndole sólo derecho a una reparación
tarifada a cargo de la Aseguradora de Riesgos del Trabajo (ART).
El Superior Tribunal de Justicia de Jujuy rechazó la demanda con fundamento en que el actor
no podía impugnar la constitucionalidad de dicha ley, dado que, con anterioridad, se había
sometido voluntariamente a ésta al haber reclamado a la ART, y haber percibido de ésta, las
prestaciones legalmente previstas.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación descalificó el pronunciamiento jujeño, al considerar
que, con arreglo a su jurisprudencia, el sometimiento a determinadas normas de una ley no
impide el posterior cuestionamiento constitucional de otras de su normas, en tanto entre
éstas y aquéllas no exista interdependencia, situación que juzgó ajena al caso.
Sostuvo, en tal sentido, que las disposiciones que establecen la relación entre el damnificado
y la ART, son independientes de las que rigen el vínculo entre aquél y su empleador, de tal
manera que nada impide que un operario dañado reclame y obtenga de la ART lo que la LRT
le reconoce y, posteriormente, impugne esta ley en la medida en que le niega la posibilidad de
reclamar al empleador, por la vía civil, la diferencia indemnizatoria que estime insatisfecha.
Los jueces Highton de Nolasco, Maqueda y Argibay formularon, cada uno de ellos, un voto
concurrente.
Antecedente
En 2004, la Corte Suprema ya había declarado inconstitucional la posibilidad de limitar la
responsabilidad de los empleadores frente a un accidente de trabajo, y permitió,
entonces, que los tribunales inferiores habilitaran la vía civil para los reclamos,
incrementándose las reparaciones económicas para los demandantes.

En esa oportunidad, el fallo hirió gravemente al sistema de riesgos de trabajo, que, como
todo sistema de seguros, requiere cierta dosis de previsibilidad para ser viable.

Esto preocupó a los empresarios, quienes desde 2004 esperan impacientes la sanción de
algún régimen legal que vuelva a hacer viable el sistema.

Casualmente estos reclamos fueron expuestos por representantes del sector empresario
y del sindicalismo, quienes, en el congreso anual de la OIT manifestaron su preocupación y
la necesidad de que en el mediano plazo se sancione de manera definitiva esta ley, la cual
sigue demorada en el Congreso.

En distintos estrados y con distintas expectativas, tanto el titular de la Unión Industrial


Argentina, Juan Lascurain, como el líder de la UOCRA, Gerardo Martínez, reclamaron que los
legisladores apuren el tratamiento de la norma, que, según especulaciones estaría demora
hasta por los menos el 2008.

En ese sentido, durante su presentación Lascurain apuntó que el sector empresario ya


hizo varios reclamos sobre la necesidad de contar con una nueva norma que regule el
sistema de los riegos laborales.

En tanto, Martínez opinó que en la Argentina está "atrasada la sanción de una norma que
tenga sus objetivos en la prevención de los riegos laborales"
CSJN Riesgos del Trabajo
Riesgos del Trabajo-
La labor de la Corte Suprema de Justicia de la Nación para dar cumplimiento a los Tratados
Internacionales de Derechos Humanos.

Sumario: Riesgos del Trabajo. Comentario al fallo Llosco, Raúl c. Irmi S.A. s. Recurso de Hecho. L.
334 .XXXIX. Complementa los lineamientos del caso Aquino. Libre acceso del trabajador a la
reparación integral. No es obstáculo la percepción de prestaciones de la L.R.T.Opción no xcluyente.
Conclusiones.

Autora: María Angélica Coma Ojeda

Las decisiones que la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó en los casos "Castillo, Angel
Santos c. Cerámica Alberdi SA" (7/9/04), "Aquino, Isacio c. Cargo Servicio SA" (21/9/04) y en
"Milone, Juan A. c. Asociar A.R.T. SA" (26/10/04) han jaqueado al régimen nacido de la ley 24.557
(DT, 1995-B, 1980) y han dado lugar a una iniciativa oficial del Poder Ejecutivo para instar cambios
legislativos[1]. El máximo Tribunal de la Nación continuando con su acción positiva, en pro de de la
adecuación de la legislación nacional a los parámetros del nuevo diseño constitucional inaugurado
con la reforma de 1994, que incorporó los Tratados Internacionales de Derechos Humanos a nuestra
legislación interna, -art. 75 inc. 22 C.N.- se ha pronunciado con fecha 12 de junio de 2007 en el fallo
“Llosco, Daniel c. Irmi S.A. s/ Recurso de Hecho” L. 334 .XXXIX, . , la Corte Suprema de Justicia de
la Nación decidió en la causa, admitir el recurso extraordinario y revocar la sentencia apelada del
Tribunal Superior de la Causa ( Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Jujuy).
La sentencia del ST-Jujuy, había desestimado un reclamo de reparación de daños por accidente del
trabajo. El actor ya había obtenido prestaciones reguladas en la ley 24.557 y pretendía la
inconstitucionalidad del sistema, para obtener la reparación integral, de derecho común, que
superaba las tarifas de la ley especial, dictó un nuevo pronunciamiento, en el caso decidido,
elaborando una directriz, para el debido resarcimiento en la reparación de los infortunios laborales,
desechando la aplicación de la doctrina de los actos propios,[2] toda vez que al trabajador le
corresponde una doble tutela como víctima del perjuicio, y dependiente amparado por los principios
favor debilis e in dubio pro operario, en cuanto percibiera, sin reservas, las prestaciones en especie y
dinerarias de la ley 24.557, ello no le impide el ejercicio de la acción de derecho común,
persiguiendo la reparación integral. El dictamen de la Procuración Fiscal destaca estas cuestiones,
remitiéndose a dictámenes de otras causas, especialmente del fallo “Aquino” que declaró la
inconstitucionalidad del art. 39 inc.1º de la L.R.T., debido a que una persona incapacitada por la
culpa de otra o bajo la guarda de una cosa viciosa o peligrosa bajo la guarda de un tercero, no pueda
ser indemnizada por el sólo hecho de ser un trabajador, por afectarse los arts. 14 bis, 16, 17, 19, 23,
43 y 75 inc. 22 de la C.N.
Dado que no existe interdependencia y solidaridad inexcusable entre la normativa especial de la ley
24557 y el derecho común para una reparación plena. El sometimiento a la normativa de la LRT,
para la obtención de las prestaciones a cargo del asegurador, no implica renuncia a obtener la
inconstitucionalidad de la normativa en cuanto prohíbe obtener una reparación integral, toda vez
que la inconstitucionalidad del art. 39 inc. 1º, no invalida todo el sistema, debido a que los sujetos
obligados son diversos, el asegurador en la LRT, -que establece una tarifa indemnizatoria- y el
empleador en la acción integral, por ende :
“el sometimiento a las normas que rigen un supuesto, no importa hacer lo propio de las que regulan
el otro.”
“Ahora, en el caso “Llosco”, la Corte viene a complementar los lineamientos expuestos en el caso
“Aquino”, ratificando que el trabajador tiene libre acceso a la reclamación civil, pero aclarando que
la percepción previa de las prestaciones de la LRT a cargo de la ART, no constituye impedimento al
respecto”[3]
El libre acceso a la reparación plena, como al debido proceso, y a los recursos judiciales, se trata de
derechos sociales, que como derechos son exigibles.[4]
Se trataría de una opción no excluyente, con palabras del Dr. Vázquez Vialard.
Siguen en pie los propósitos de automaticidad y celeridad de las prestaciones perseguidos por la
LRT, - fundamento en la condición de dependiente y el carácter alimentario de las prestaciones-que
las aseguradoras deban cumplir con las obligaciones que han contraído en el marco de aquélla (voto
de los jueces Petracchi y Zaffaroni -considerando 14-, Belluscio y Maqueda -considerando 11- y
Boggiano -considerando 4°-)., del referido fallo Aquino.
Conforme con Sagües, "Si la ley es reputada parcialmente inconstitucional, y ese sector es
independiente del restante, el tramo legal no cuestionado continúa en vigor. Por ello puntualiza la
Corte Suprema, el principio según el cual la declaración de inconstitucionalidad acarrea la
inaplicabilidad del precepto objetado, "pero no la alteración de sus términos, al extremo de sustituir
y alterar la disposición legislativa", debe entenderse en el sentido de que los efectos de aquella
declaración se limitan a la parte de la ley que la ha determinado, cuando el resto de ésta última
conserva unidad orgánica y puede seguir con prescindencia de lo alcanzado por lo que se declara
inconstitucional. Por tanto, "corresponde a los jueces delimitar el alcance de la o
inconstitucionalidad que declaren y asegurar así la vigencia del resto de la ley"[5]
“De manera tal, que el trabajador damnificado, tiene derecho a percibir las prestaciones a cargo de
la ART, sin que exista impedimento alguno para que luego pueda reclamar de su empleador, aquello
que el sistema le ha negado, objetando, claro está, la constitucionalidad de tal negativa.
Con este nuevo mecanismo, el trabajador puede percibir la reparación tarifada, pero ésta no se
acumula con los daños y perjuicios del régimen general. Por el contrario, la acción civil al empleador
es del tipo integradora, y “por la parte de la indemnización que, a juicio de aquél (el trabajador),
queda insatisfecha por la mentada exención” (Consid. 5°).”[6]
El sistema elaborado por la ley 24557, ha fracasado. Sus propósitos han sido loables fundados en la
prevención, y la automaticidad de las prestaciones, con el fin de evitar la litigiosidad, dando una
solución eficaz , al problema de los infortunios laborales, mediante la contratación de un seguro.
Este sistema que funciona eficazmente en Alemania y otros países de Europa, lamentablemente en
nuestro país, ha sido pergueñado mezquinamente, en cuanto a las prestaciones, que sólo son parte
del salario real- se aplica el Mopfre, Unidad de referebcuaen materia de jubilaciones y pensiones y lo
estima el Indec, en base a la evolución de los salarios promedios, pero se debe adecuar a las
limitaciones del presupuesto nacional [7]-.
Afirma Luis Ramírez que
“Al colocar como principal operador a un sujeto, cuyo objeto social es el lucro, la LRT plantó una
tremenda contradicción al interior del sistema, generando tensiones que lo han llevado
prácticamente a su destrucción. La contradicción de intereses, entre las víctimas de siniestros
laborales y quienes actúan con espíritu de lucro, es insalvable. …En la medida que, además, la
correlación de fuerzas era absolutamente desfavorable para las víctimas de un accidente de trabajo o
una enfermedad profesional, el resultado estaba cantado. Esto explica que más de dos tercios de los
infortunios laborales hayan quedado sin cobertura. Las estadísticas oficiales demuestran que en
Argentina, país en el cual las normas de higiene y seguridad en la mayoría de las empresas son letra
muerta, han "desaparecido" las enfermedades profesionales. No se cubren las patologías
columnarias ni las hernias umbilicales. Las várices bilaterales, en trabajadores que cumplen tareas
en permanente bipedestación y con escasa o nula deambulación, fueron explícitamente excluidas. El
estrés laboral y las patologías mentales son sistemáticamente rechazados. Las reagravaciones son
desconocidas por las ART, etc. etc. “[8]
La normativa está siendo incumplida la realidad, dejando a las víctimas de accidentes y
enfermedades, en una desprotección que genera de por sí la discapacidad laborativa, sumiendo en
tristeza y desesperación, la ausencia de protección.
El Dr. Vazquez Vialard, refiriéndose a la necesidad de reforma a la Ley 24557 afirmaba
“Mientras no se sancione una ley que sustituya la LRT,[9] los interesados, previo cuestionamiento
de la constitucionalidad de algunas normas de ésta, entre ellas, la de impedir el acceso a la vía del
Código Civil (excepto en los casos en que el daño hubiera sido provocado por dolo), pueden
promover acción ante los jueces de trabajo de las distintas jurisdicciones del país, reclamando una
indemnización sin tope”..” Mientras ello no ocurra, los trabajadores se verán obligados, para
promover acción a fin de lograr la reparación del daño sufrido, a realizar una serie de
cuestionamientos respecto de temas …” lo que trae aparejado una cierta inseguridad jurídica.”
.--La Corte Suprema de Justicia de la Nación en el fallo Aquino, señaló que el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, intérprete autorizado del Pacto Internacional de Derechos
Económicos Sociales y Culturales, en el plano internacional, este Comité respecto de nuestro país
mostró su inquietud con motivo de la “privatización de las inspecciones laborales” y por el hecho de
que “a menudo las condiciones de trabajo (…) no reúnen las normas establecidas”. Instó a “mejorar
la eficiencia de las medidas que ha tomado en la esfera de la higiene y seguridad ambientales e
industriales, y asegurar que la autoridad pública vigile e inspeccione las condiciones de higiene y
seguridad industriales (Observaciones finales al Segundo Informe períodico de la República
Argentina, 1-12-1999, E/C. 12/1/Add 38, párrs.22 y 37.
-La Corte Nacional también señaló en el caso Aquino: En el terreno de las personas con
discapacidad, en el que se insertan naturalmente las víctimas de los infortunios laborales, el
PIDESC exige que claramente los gobiernos hagan mucho más que abstenerse sencillamente de
adoptar medidas que pudiesen tener repercusiones negativas, para dichas personas en el caso de un
grupo tan vulnerable y desfavorecido, la obligación consiste en adoptar medidas positivas para
reducir las desventajas estructurales y para dar trato preferentemente apropiado a las personas con
discapacidad, a fin de conseguir los objetivos de la plena realización e igualdad de la sociedad para
todas ellas, máxime cuando la del empleo es una de las esferas en las que la discriminación, por
motivos de discapacidad ha sido tan preeminente como persistente. En la mayor parte de los países
la tasa de desempleo entre las personas con discapacidad es de dos a tres veces superior a la tasa de
desempleo de las personas, sin discapacidad. (Comité de Derechos Económicos Sociales y
Culturales. Observación Gral. Nro. 5. Las personas con discapacidad 1994, HRI/GEN/1/ Rev. 6,
pags. 30-parr. 9 y 33- párr.20).
-Asimismo en el fallo Aquino, la Corte en el considerando 10 expresó: Que es un hecho notorio que
la LRT al excluir la vía reparadora del Código Civil, eliminó para los accidente y enfermedades
laborales un instituto tan antiguo que los cuerpos legales específicos no hacían más que mantener,
lo cual significó un retroceso legislativo en el marco de protección de la LRT, que la pone en grave
conflicto con un principio arquitectónico de Derechos Humanos en general y del derecho
internacional, y del PIDESC en particular. Esto último está informado en el principio de
progresividad, según el cual todo estado parte, se compromete a adoptar medidas….para lograr
progresivamente… la plena efectividad de los derechos aquí reconocidos (art. 2.1). El mentado
principio de progresividad también enuncia la Convención Americana de Derechos Humanos,
respecto de los Derechos Económicos y Sociales. La Declaración Universal de los Derechos del
Hombre, preámbulo, primer párrafo, y art. 1. ,Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
preámbulo y art. 10.1, Convención Americana de Derechos Humanos, siendo el art. 30 inc. 1,
contrario a la dignidad humana, debido a que el hombre no es un factor de producción, un objeto
del mercado. Que el mentado art. 39 inc. 1 no se encuentra en armonía con otro principio de nuestra
Constitución y del Derecho Internacional de los Derechos Humanos: La justicia social, inscripto en
el preámbulo de la Constitución de la O.I.T., medio para cimentar la paz universal, pero también
con un fin propio.
-Podemos agregar que la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, reconoce un
conjunto de derechos civiles, políticos y los derechos económicos, sociales y culturales. Al
desarrollar las provisiones de la Declaración Universal en los Tratados Internaciones exigibles a los
Estados, se crea un derecho internacional de los derechos humanos contemporáneos.[10]
-
CONCLUSIONES

- Como pilar del sistema de riesgos del trabajo, entiendo que el ordenamiento legal debe brindar
protección inmediata, mediante el otorgamiento de las prestaciones médicas y dinerarias.
- Antes deben diseñarse sistemas de control y prevención eficaces desde el Estado, para el
cumplimiento de las normas sobre seguridad e higiene industrial, lo cual redundará en beneficio de
los trabajadores y empleadores.
-El cumplimiento de los estándares internacionales, en materia de seguridad industrial, la
humanización en el cumplimiento de la normativa, sin duda generará seguridad jurídica, e
inversiones de capital.
-El tratamiento del tema, también está relacionado con la integración mundial y las condiciones
para las exportaciones de nuestro país.
- Los sujetos pasivos de infortunios laborales, no pretenden juicios, sino soluciones.
-La litigiosidad a pesar de lo que equivocadamente se afirma, es ínfima, [11]en relación a la
siniestralidad efectivamente ocurrida.[12]
-No niego que brindar el amplio acceso a la justicia de los trabajadores afectados es un camino para
intentar remediar hechos muchas veces irreversibles, cuando no fatales, pero no es la única vía
posible, porque entiendo que debería modificarse la legislación en el rumbo de generar
automaticidad de las prestaciones, y que ello pueda plasmarse en la realidad.
-Nuestro Máximo Tribunal, con el fallo en comentario Lloscos, cumple la función de hacer respetar
la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales de Derechos Humanos, asegurando el
cumplimiento de los estándares internacionales mínimos, que el país se encuentra comprometido, y
evitar de ese modo que el Estado argentino incurra en responsabilidad internacional.
Caso Torrillo, Un nuevo avance sobre la Ley de Riesgos del Trabajo

UN NUEVO AVANCE SOBRE LA LEY DE RIESGOS DEL TRABAJO.


POR RICARDO OSCAR GONZALEZ

En un nuevo paso, tendiente a protege la salud sicofísica del trabajador, y el respeto por las
condiciones dignas de trabajo, la CSJN el 31-3-2009 en la causa “Torrillo, Atilio Amadeo y otro c/
Gulf Oil Argentina SA y otro”, condena no sólo al empleador principal, sino que también hace
extensiva la obligación indemnizatoria en forma solidaria y por el total de la misma en los
términos del Código Civil, a la ART, por considerar que la misma no cumplimentó en modo
alguno lo establecido tanto en el art 1 de la ley 24557 en cuanto pretende prevenir los riegos
del trabajo y la reparación de los daños derivados del trabajo, sino también el art 4 del citado
cuerpo normativo en cuanto a las obligaciones de seguridad de las ART atinentes a planes de
mejoramiento, control, fiscalización de las empresas aseguradas con el objeto de verificar el
adecuado cumplimiento de la normativa sobre higiene y seguridad del trabajo. En otras
palabras, estos entes son los encargados de controlar que los empleadores asegurados, cumplan
en tiempo y forma con el ordenamiento protectorio, a punto tal que les es permitido incluso en
aras del buen funcionamiento del sistema, acceder a los lugares de trabajo para comprobar y
evaluar la forma en que los trabajadores desempeñan sus tareas.
Ello sin lugar a dudas, las torna responsables frente a los trabajadores, empleadores y
principalmente ante el propio sistema instituido por la ley 24557, por los incumplimientos en que
incurran, ya que su función no es sólo cobrar el seguro impuesto coactivamente a los
empleadores, y en última instancia brindar en forma acotada las prestaciones establecidas en la
LRT, sino que más allá de ello, su fin primordial es proteger la salud del trabajador, y hacerse
cargo de las consecuencias negativas que su omisión pueda acarrear.
Y esto es lo que sucede en el fallo que se comenta, en el cual no sólo se invocan normas
constitucionales y tratados con jerarquía constitucional, sino también, y ello es de fundamental
importancia, la Declaración Sociolaboral del MERCOSUR, como instrumento integrante del
ordenamiento laboral.
Continuando con el análisis que venimos efectuando, entiendo que del juego armónico de los
arts 1, 4 inc 1) y 27 de la LRT; surge una indubitada obligación de las ART de adoptar todas las
medidas de prevención necesarias para evitar de una manera eficaz los riesgos e infortunios
laborales, lo cual implica la concreción de todas las gestiones necesarias para que ello acontezca
y que les han sido impuestas por el propio régimen normativo.
Como bien lo señalara el Fiscal General del Trabajo en su dictamen 27107 del 19-5-99 en la
causa “Rivero, Mónica c/ Techno Técnica SRL s/ accidente acción civil y en el cual expresara “el
singular y atípico artículo 4 de la ley 24557, más allá de la opinión que suscite y el juicio crítico
que merezca, establece claramente en su primer párrafo, que “…las ART están obligadas a
adoptar las medidas previstas para prevenir eficazmente los riesgos del trabajo…”
La normativa en su suerte de delegación del control de acatamiento a las disposiciones de
seguridad proyecta una ampliación de los sujetos responsables.
Las ART, en el orden de saber de la ley, desempeñan un papel muy relevante en materia de
seguridad y es esta función, la que genera responsabilidad, más allá del vínculo de causalidad
adecuada necesario para efectivizarla. Adviértase que el art 18 del Dec 170/96 reglamentario de
la ley 24557, las obliga a asesorar a los empleadores para prevenir y proteger, y el art 19 les
impone la realización de actividades permanentes de prevención y la carga de vigilar…”
En virtud de lo expuesto y en tanto la ART ninguna de estas funciones haya cumplido, lo cual
implica violar lisa y llanamente los presupuestos legales, incurre en una conducta culposa en los
términos de los arts 512 y cctes del Código Civil, rigiendo además lo preceptuado por el art 1074
del citado cuerpo legal, por la omisión que ocasionó el daño.
El artículo 1074, se refiere a hechos ilícitos que no son delitos, y como dice el Fiscal General “el
verdadero ocasionar concierne a esa negligencia que genera la oportunidad misma del daño y
que es disímil a la intencionalidad que caracteriza al dolo (con cita de Llambías). Se trata de una
expresión clara del principio que impone el deber que veda dañar a otro (alterum non laedere)
de innegable rango constitucional.
El art 901 del CC, establece que “las consecuencias de un hecho que acostumbra suceder ,
según el curso natural y ordinario de las cosas, se llaman en este Código, “consecuencias
inmediatas”. Las consecuencias que resultan solamente de la conexión de un hecho con un
acontecimiento distinto, se llaman “consecuencias casuales”.
Esta disposición que se complementa con los artículos 902 a 906 y cuya fuente es el Código de
Prusia, describe lo que la doctrina llamó “teoría de la causalidad adecuada” y que se basa,
precisamente , en la idoneidad de representación, o sea de previsión, del sujeto responsable.
Vélez Sarsfield, se opuso a la “teoría de la equivalencia de las condiciones” y en nuestro
ordenamiento no basta que un hecho sea condición de un resultado para que al agente se lo
pueda considerar “autor”. La existencia de relación de causalidad se vincula a un juicio en
abstracto, en el Código Civil Argentino, que impone al magistrado analizar el punto de vista del
sujeto, tomando en cuenta todas las circunstancias que previó o pudo prever.
Las consecuencias inmediatas, que acostumbran a suceder según el curso natural y ordinario
de la vida, implican que no existe interposición de otra circunstancia entre el hecho y el daño. Es
obvio, entonces, que son imputables al autor del hecho (art 903) porque son siempre
previsibles.
Las consecuencias mediatas, suscitan un mayor interés en este caso, porque son las que
provienen de la vinculación del hecho del sujeto con otro acontecimiento. Este último,
interpuesto entre el acontecimiento principal y la consecuencia, impone la responsabilidad,
dentro de la teoría de la causalidad adecuada, si su autor debió preverlo, empleando la debida
atención, y conocimiento de las cosas (art 904). Pero el juicio de la probabilidad de las
consecuencias en abstracto, debe llevarse a cabo teniendo en cuenta si el sujeto, por sus
conocimientos, sus aptitudes o su actividad, poseía mayor idoneidad de previsión que un hombre
medio”.
Volviendo entonces a la responsabilidad de la ART, considero que la conducta omisiva de la
aseguradora, que implica negligencia en su obrar, trae como consecuencia su responsabilidad en
los términos del art 901del CC, tornando aplicable la teoría de la causalidad adecuada que
deviene como corolario de lo normado en los arts 902 a 906 del CC, así como de los arts 512 y
1074 del CC, por no haber observado las conductas que impone la LRT.
“El art 902 del CC sanciona una preciosa regla de conducta al imponer mayor previsibilidad que
la ordinaria a aquellos sujetos a quien la sociedad ha otorgado deberes de seguridad, en virtud
de las funciones asistenciales que cumplen, esta posibilidad autoriza a graduar la relación de
causalidad, otorgándole un mayor poder causal denominado “supra causal”, que como sucede en
el caso, cuando se trata de hechos en que hay obligación de emplear conocimientos científicos,
el no haber previsto el peligro, por falta de conocimientos técnicos, responsabiliza a su autor,
por las consecuencias que de éstos resulten “ (CACC Morón Sala II, 30-3-93 ED 165:685)
En este orden de ideas, considero que el fallo de la CSJN resulta totalmente ajustado a
derecho, no sólo por los fundamentos constitucionales que menciona, sino por los fundamentos
que expongo supra, tornando a la ART responsable solidariamente y por el total de condena
conjuntamente con el empleador, con sustento en los arts 699, 700 y 701 del CC., por
incumplimiento de las normas legales que le impone la ley 24557, las que nacen a partir de la
suscripción del contrato de afiliación que lo vincula con el empleador.
Si bien no escapa a mi conocimiento que en base al derecho común, y por imperio legal la ART
quedaría eximida por exceder el contrato de afiliación y que excluye la cobertura de todo tipo de
responsabilidad civil, el principio de razonabilidad y proporcionalidad, hacen que aquélla deba
responder in totum por el daño ocasionado por su inoperatividad.
Ello es así porque de resolverse de otro modo, en el caso, eximiendo a la ART de toda
responsabilidad por la condena dictada respecto del empleador, se causaría un daño grave al
mismo, a quien la misma legislación que por imperio legal ampara a la ART también le impuso a
aquel la obligación compulsiva de contratar el seguro y la carga de solventar un sistema
destinado a reparar los daños que de manera objetiva puedan ser atribuidos al hecho u ocasión
del trabajo, garantizándole en cambio que estaba cubierto por cualquier infortunio que pudieran
sufrir sus dependientes.
El principio de razonabilidad es un criterio por medio del cual el juez busca, a partir de las
particularidades de las situaciones de hecho, y de la regla del precedente determinar los límites
de lo razonable en el caso concreto, adunado al debido proceso legal adjetivo y sustantivo (cfr.
Linares, J.F. “Razonabilidad de las leyes, El Debido proceso como garantía innominada de la
Constitución Argentina”)
Conforme expresa este autor, “de acuerdo con el patrón debido proceso, no basta que una ley
sea dictada con las formas procesales constitucionales y dentro de la competencia o arbitrio del
órgano legislativo para que sea válida, sino que es necesario que se respeten ciertos juicios de
valor a los que se liga íntimamente la justicia en cuanto orden, seguridad, paz, etc, de los que
resulta un campo mínimo de libertad del individuo oponible al Estado mismo”
Sin lugar a dudas, y toda vez que el art 1113 del CC prevé la reparación integral del daño, en
caso de incumplimiento de la ART esta debe responder por las consecuencias del mismo.
Como corolario de lo expuesto, y una vez más, se ha puesto en jaque el sistema de la ley
24557, determinando en forma oportuna tal cual lo hace la CSJN la condena a la ART, y en este
caso por el total del monto de condena y en forma solidaria con el empleador, asegurado,
logrando de esta manera evitar un enriquecimiento ilícito de la aseguradora si se la eximiera de
responder por el infortunio en el cual su omisión tuvo plena incidencia.

Fallo de la Corte en contra de las


ART
La Corte decidió que una aseguradora de riesgos de trabajo es plenamente responsable de todos
los daños que haya sufrido el trabajador si, por su parte, omitió cumplir su deber de fiscalizar al
empleador y las condiciones de seguridad laboral que brinda a sus empleados. En otras
palabras, la aseguradora no podrá limitar su responsabilidad a lo pactado en el contrato de
seguro, sino que deberá indemnizar al trabajador conforme a las normas del Código Civil.

El fallo fue dictado ayer, por la Corte, en la causa Torrillo c/ Gulf Oil Argentina, y lleva la
firma de los ministros Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda, Enrique Petracchi, Raúl Zaffaroni,
Carmen Argibay y Elena Highton –estas dos últimas, con un voto concurrente–. En cambio, el
presidente del tribunal, Ricardo Lorenzetti, votó en disidencia.

En 2004, en la causa Aquino, la Corte había decidido que el empleador no limita su


responsabilidad ante el empleado al monto del seguro, sino que puede ser condenado a pagar
una indemnización plena. En cambio, en el caso Torrillo, la responsabilidad plena recae sobre
la aseguradora, sólo si ésta omitió fiscalizar las condiciones de seguridad laboral. La doctrina
recogida ayer por la Corte está ampliamente aceptada en el fuero laboral y, también, fue la
adoptada por la Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires, pero es la primera vez que la
Corte nacional la acoge. El fallo, que contiene largas consideraciones, confirma una sentencia
de la Sala Vi de la Cámara Nacional de Apelaciones del trabajo.

EL CASO
Un trabajador falleció en el lugar de trabajo, como consecuencia de un incendio y sus padres
obtuvieron una plena indemnización de daños y perjuicios. Según la mayoría del alto tribunal,
la ley de riesgos de trabajo 24.557, tuvo por objeto principal reducir la siniestralidad laboral a
través de la "prevención" de los riesgos derivados del trabajo, lo cual es un mandato del artículo
14 bis de la Constitución nacional, donde se recepta el principio protectorio.

El fallo hace hincapié en que la ley estableció sobre las aseguradoras obligaciones de control,
promoción, asesoramiento, asistencia, planeamiento, programación, vigilancia y visitas a los
lugares de trabajo y sólo cuando se cumplen esas obligaciones las aseguradoras son vehículos
útiles para prevenir los riesgos del trabajo.

Por eso, las ART tienen un deber de conducta que por un lado las obliga a tener un acabado
conocimiento de la específica realidad del ámbito laboral asegurado y, por el otro, deben
realizar actividades concretas de prevención e, incluso, denunciar a las empresas que no
cumplen con las condiciones de seguridad laboral. La salud no sólo interesa al individuo sino
que también es un bien público. Para el criterio de la mayoría, el hecho de que las aseguradoras
no puedan obligar a las empresas aseguradas a cumplir determinadas normas de seguridad, ni
impedir a que éstas ejecuten sus trabajos por no alcanzar ciertas condiciones de seguridad, no
debe hacer olvidar que una de sus funciones es la de prevenir los incumplimientos, para que
éstos puedan evitarse.

SWISS MEDICAL GROUP LANZA SU ASEGURADORA


Swiss Medical Group lanzará en "dos o tres semanas" su aseguradora de riesgos del trabajo
(ART), confió a La Nacion el presidente de ese grupo empresario, Claudio Belocopitt. La firma
SMG ART tiene ya autorización de la Superintendencia de Seguros para operar y, según dijo el
directivo, el lanzamiento significará la contratación de entre 50 y 60 nuevos empleados. Se trata
de la primera empresa que surge, en este rubro, en medio del debate por una ley que rija el
sistema, luego de que la actual fuera cuestionada por inconstitucional, en varios de sus
artículos, por la Corte Suprema de Justicia. Belocopitt consideró que "se necesita clarificar" el
régimen y expresó su expectativa de que ello ocurra este año. La compañía es fruto de una
inversión no menor a los $ 15 millones, de los cuales $ 10 millones son el capital para operar.
Como uno de sus objetivos, la ART apuntará a los clientes corporativos de SMG

Breves Reflexiones sobre el Caso "Torrillo"


y la Responsabilidad Civil de las A.R.T.
Dr. Nicolás J. R. Vitantonio
Juez de la Cámara de Apelaciones del Trabajo de Rosario ( Sala I)

I – INTRODUCCIÓN.

En los días en que este comentario se está escribiendo, se cumplen


diez y seis años de vigencia de la ley 24.557 (B.O. 04.10. 1996).
Bien se dice, en la jerga popular, “que cualquiera hace política con el diario del lunes”,
en clara referencia a los comentarios sobre hechos ya pasados y que concitan la
atención de los medios de comunicación. Por ello puede resultar un escenario común
afirmar – y el lector debe tolerarnos la simpleza – que la ley 24.557 de riesgos del
trabajo se constituyó en la norma más funesta, aciaga e infausta para el derecho del
trabajo que pudo haber dado la regulación jurídica argentina.
En efecto, consecuencia de la intromisión y la clara influencia de las teorías
neoliberales en el esquema político, económico y jurídico de la Argentina de los años
noventa, en que se ofrendaron en el ara del mercado todos los derechos laborales sin
distinción ninguna, desde la detracción normativa y protectoria hasta la propia vida del
trabajador, la denominada ley de riesgos del trabajo fue, quizá, su quintaesencia.
Surgida al amparo de la visión economicista del derecho, significó un giro
compernicano del tradicional esquema reparador de antigua legislación que permitía,
incluso, el tránsito de la denominada opción del derecho común, al proyecto
supuestamente preventor traspolado en cabeza de una nueva institución denominada
por la leyadministradoras de riesgos del trabajo.
La doctrina y la jurisprudencia demoró algún tiempo en recorrer y desentrañar los
oscuros meandros de la ley propiamente dicha; de sus primeros decretos
reglamentarios y del sinfín de resoluciones de la Superintendencia de Administradores
de Riesgos del Trabajo, organismo creado y pensado para oficiar de autoridad de
aplicación de la nueva legislación. Por suerte, y para bien de todos los operadores del
derecho pero – fundamentalmente – para los trabajadores, a partir
de “Castillo” (C.S.J.N. – 07.09.2004 – DT 2004 B, 1280 y sigts.) y“Aquino” (C.S.J.N. –
21.09.2004 – DT 2004 B, 1288 y sigts.), por citar solamente los primeros y ya
conocidos precedentes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, comenzó a
desmoronarse el dique que se había construído para solidificar el escamoteo, el abuso
y la arbitrariedad legislada para evitar que los trabajadores reclamen por las
consecuencias sufridas en su salud como consecuencia de la prestación del débito
laboral. Vendrían después “Milone”; “Silva”; “Marchetti” ; “Diaz” ; “Llosco” y tantos
otros precedentes en que nuestro máximo tribunal federal fue, poco a poco, fijando la
doctrina judicial en que se reacomodaron los ladrillos más inequitativos y arbitrarios
del esquema legal. Hogaño, nadie duda de la clara y directa inconstitucionalidad de
varios de los artículos que conformaron el esquema del texto original de la ley.

II – LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LAS A.R.T. – ESTADO ACTUAL DEL TEMA.

Sin embargo, la cuestión referida a la responsabilidad civil de las


administradores de riesgos del trabajo, por incumplimiento de sus obligaciones, ora
administrativas y de asesoramiento, control y prevención, ora por los servicios médicos
prestados por ellas mismas o tercerizados, no tuvo – desde la doctrina vernácula o de
la jurisprudencia – un tránsito que permitiera un abordaje sistemático. A la fecha del
dictado de la ley, y en tiempo posterior, tampoco los operadores del derechos
transitaron el camino dada la evidente oscuridad que afloraba de las normas que
regulaban el tema (arg.art. 31, apartado 1, de la ley 24.557 y artículos 18 a 21 del
Decreto 170/90). Bien afirma Miguel Angel Maza que “…a partir de la relectura de las
normas citadas, los jueces fueron advirtiendo que las ART tenían asignado en el
régimen que entró en vigencia operacional el 01.06.96 un papel que sobrepasaba en
mucho el de meras “aseguradoras” que se limitasen, tras la afiliación, a cobrar las
primas y que sólo debieran ser llamadas a dar prestaciones económicas o asistenciales
ante la eventual verificación de alguna de las contingencias definidas en el artículo 6
L.R.T…”1 Eduardo Alvarez amplía más la base de sustentación de la responsabilidad al
afirmar que “…la ley 24.557, más allá del parecer que suscite este punto, crea una
suerte de “delegación”, con ampliación de sujeto obligdo que se refleja en la teleología
lucrativa del vínculo que la une con la empleadora y que implica una suerte de
“privatización” de los sistemas de contralor y acatamiento de las obligaciones que
emergen del tácito deber de prevención, que está ínsito en todo contrato que implica
obligaciones personales. Desde la perspectiva del análisis expuesta, las Aseguradoras
de Riesgos del Trabajo están llamadas a representar,un papel trascendente en materia
de seguridad, y es en esta función la que genera responsabilidad, más allá,
obviamente, de la relación de causalidad adecuada…”2
Así, entonces, la doctrina comenzó a visualizar que las administradoras de riesgos del
trabajo, en cuanto obligadas por la ley (arg.art. 31, apartado 1, ley 24557 y artículos
18 a 21 del decreto reglamentario 170/96, ya citados) a cumplimentar con una serie
de requisitos de asesoramiento, prevención y de asistencia técnica en materia de
infortunios del trabajo, se constituían en sujetos pasivos de responsabilidad civil.3
El contorno normativo de esta responsabilidad se anclaba en las previsiones del
artículo 1074 del Código Civil, en la medida que “toda persona debe responder por
cualquier omisión que hubiese ocasionado en perjuicio de otro..solamente cuando una
disposición de la ley le imponga la obligación de cumplir el hecho omitido” (sic – Art.
1074). Sin embargo, resulta sabido que no existió un quietus en la doctrina civil clásica
respecto de la interpretación del citado artículo del Código. Aida Kemelmajer de
Carlucci resume la cuestión afirmando que los cultores de la denominada teoría
restrictiva, se basaban en la interpretación gramatical del artículo, de su fuente y del
principio constitucional de libertad, afirmando que el artículo 1074 ha consagrado la
tesis de la responsabilidad sólo cuando existe una disposición expresa que imponga la
obligación de cumplir el hecho. Los que se enrolan en tesis amplia, seguida por la
mayor parte de la doctrina y la jurisprudencia, admiten la responsabilidad siempre que
exista una obligación jurídica de obrar. Sin embargo, en esta pauta interpretativa debe
tenerse presente el artículo 902 del Código Civil ya que la apreciación de la culpa es
disinta según exista o nó una disposición de la ley que imponga la obligación de
cumplir el hecho omitido. Si existe, basta la omisión para que nazca la responsabilidad
mientas que si la disposición no existe, será menester un análisis de las circunstancias
de tiempo, persona y lugar.4
O dicho de otra manera el esquema principal de para el examen de la responsabilidad
civil de las administradoras de riesgos del trabajo estará dado, en lo básico, por un
perímetro de tres lados:a) si se cumplió o incumplió con las pautas de la ley y el
decreto reglamentario; b) examen de las previsiones del artículo 902 del Código Civil
sobre la culpa; c) si existió o nó nexo adecuado de causalidad. Todo ello, claro está,
en cada caso concreto.

III – LA NUEVA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE SUPREMA. EL CASO “TORRILLO”.

Ya con su actual composición, y consecuente con la doctrina judicial


que viene perfilando en función de que “el trabajador es sujeto de preferente tutela
constitucional”, la Corte Suprema dicta, en fecha 31 de marzo de 2009, el
precedente “Torrillo, Atilio Amadeo c/ Gulf Oil Argentina S.A.”5 El máximo tribunal
nacional desestima el recurso de queja que había interpuesto La Caja ART SA, contra
el fallo de la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelacones del Trabajo, con el voto de
los Ministros Fayt; Petracchi; Maqueda y Zaffaroni que constituyeron la mayoría. Las
doctoras Higton de Nolasco y Carmen Argibay lo hicieron según su voto, desestimando
la queja por inadmisible, con fundamento normativo procesal (arg.art. 280 CPCCN), sin
considerar – obviamente – el fondo de la cuestión. El presidente de la Corte, Doctor
Lorenzetti votó en disidencia.
III.1 El pulcro y meduloso voto de la mayoría, sobre todo por las amplias referencias
al Derecho Internacional de los Derechos Humanos en orden a la protección de la salud
psicofísica del trabajador, impondrían una reflexión particular y mucho más extensa de
lo que esta publicación posibilita. Por ello, con la debida licencia del lector, nos
abocaremos a señalar aquellos aspectos relevantes del fallo que dan contorno y a la
vez fundamento, en nuestro criterio, a la importante doctrina judicial sentada por el
tribunal cimero de la Nación y que se encuentran en los Considerandos del voto de la
mayoría:
a) A partir del fallo, ya nadie debe poner en duda que las Aseguradoras de Riesgos del
Trabajo, al igual que todo ciudadano, están sujetas al régimen de responsabilidad civil
establecido en las normas del derecho común reguladas en el Código Civil, por los
daños a la persona de un trabajador derivados de un accidente o enfermedad laboral(
Considerando nº 8 del voto de la mayoría).
b) Para que tal esquema sea procedente deben demostrarse los presupuestos de la
responsabilidad que incluyen tanto el acto ilícito, esto es, el acto jurídicamente
reprochable; la imputación (culpa) y el nexo adecuado de causalidad (“..excluyente o
no..” dice el fallo) entre dichos daños y la omisión o el cumplimiento deficiente por
parte de la ART de sus deberes legales (Considerando nº 8 del voto de la mayoría).
c) Esta responsabilidad, aun a despecho de la variedad de los deberes que la norma le
impone a las ART, no se exime “…por el solo hecho que las ART no puedan obligar a
los empleadoras aseguradas a cumplir determinadas normas de seguridad, ni impedir
a éstas que ejecuten sus trabajos por no alcanzar ciertas condiciones de resguardo al
no estar facultadas para sancionar ni para clausurar establecimientos. Esta postura, sin
rebozos, conduciría a una excención general y permanente, por cuanto se funda en
limitaicones no menos generales y permanentes…” (sic, íbidem, Considerando nº 8).
Debemos destacar que estas pautas que dan perímetro a la responsabilidad de las
ART, el voto de la mayoría las fija encladas en una visión ius naturalista que, en
nuestro criterio, debe ser rescatada. Así dijo el voto de la mayoría:
a) “…la protección de la integridad psicofísica del trabajador, cuando no de la vida
misma de éste, mediante la prevención en materia de riesgos laborales resulta, sin
dudas, una cuestión en la que alcanza su mayor significación y gravedad la doctrina de
esta Corte, según la cual, aquél, es un sujeto de preferente tutela constitucional
(“Vizzoti”, Fallos 327:3677, 3689 y 3690 y “Aquino”, Fallos 327:3753,3770 y 3797)
….” (sic – Considerando nº 4, último párrafo).
Como consecuencia de esta visión trascendente de la persona del trabajador, la Corte
ratifica su condición de eje y centro de todo el sistema jurídico, al afirmar que “…el ser
humano, desde luego, es eje y centro de todo el sistema jurídico y en tanto fin en sí
mismo – más allá de su naturaleza trascendente – su persona es inviolable y
constituye valor fundamental con respecto al cual los restantes valores tienen siempre
carácter instrumental (“Campodónico de Beviacqua”, cit. Fallos 323:3239 y sus
citas) mayormente cuando el derecho a la vida comprende no sólo el derecho a no ser
privado de ésta arbitrariamente, sino también el derecho a que no se le impida a la
persona el acceso a las condiciones que garanticen una “existencia digna”…” (sic –
Considerando nº 7, segundo párarfo).
b) “…Por ello, continúa el Máximo Tribunal nacional, es condición inexcusable del
empleo que éste se preste en condiciones dignas y que se garantice el estricuto
cumplimiento de las normas de seguridad, tanto en general, como en lo que concierne
a las propias de cada actividad…” (sic – Considerando nº 8, último párrafo).
III.2. Sin embargo, no debemos dejar de tener en cuenta – de igual forma – los
sólidos fundamentos del voto del Doctor Ricardo Lorenzetti y las reflexiones que realiza
en orden alnexo adecuado de causalidad. Recordemos que el voto de la mayoría había
determinado que el cumplimiento del nexo causal, como elemento esencial de la
responsabilidad, podía ser o no excluyente. Lorenzetti no comparte esta posición.
En efecto, en su voto el Presidente de la Corte expresa, con cúmulo de argumentos
que avalan su posición, que la sola omisión del deber de control y prevensión por parte
de las ART no autorizan, por sí solos a establecer una regla general y abstracta que
resulta condición para producir el hecho dañoso, con independencia del curso normal
de las cosas, según doctrina que dimana del artículo 904 del Código Civil. Por el
contrario, hay que probar que el daño igual hubiera sucedido (Considerando nº 12, in
fine).6
La posición esbozada en el voto del Doctor Ricardo Lorenzetti resulta bastante
espinoso. Es que, resulta sabido, a la hora de conceptualizar el denominado nexo
adecuado de causalidad o, en concreto, respecto de la prueba de la adecuada
causalidad material, no existen recetas abstractas; no se exhibe un catálogo de
posibles soluciones predeterminadas sino que, por el contrario, debe examinarse en
cada caso en particular las circunstancias en que sucedieron los hechos reales
(acontecidos) o los probables y sacar conclusiones.

IV – CONCLUSIONES.
El precedente “Torrillo” vino a poner un quietus en un tema, espinoso por cierto, que
requería un pronunciamiento definitivo del máximo tribunal federal para terminar de
cerrar, definitivamente, el contexto examinativo de las inconstitucionalidades de la ley
24.557.
A partir de su dictado ya no deberá discutirse la responsabilidad civil de las
Aseguradoras de Riesgos del Trabajo pero, claro esta, deberán examinarse, en cada
caso y de forma particularmente puntillosa, el cumplimiento de los cuatro elementos
que resultan componentes esenciales de la responsabilidad civil.

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