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GRAU, O.

La concepción de infancia en Matthew Lipman

Antecedentes históricos y biográficos de Matthew Lipman

Matthew Lipman nace en Estados Unidos en 1922. Ya en la década de


1960 manifiesta un pleno interés por la educación y la pedagogía, donde
se ven las primeras luces de una transformación política y social
mediante un nuevo programa educativo.

De alguna manera su propia experiencia parece verse reflejada en sus


obras; describe el aula y la diversidad de modos, comportamientos y
actitudes de niños y niñas en sus novelas, mediante sus personajes, donde
van apareciendo algunos modelos ideales de niño/ niña, construidos
probablemente como efecto de una mixtura entre el niño que él mismo
fue y el que hubiera querido ser en un contexto escolar diferente al
vivido.

Influencias Teóricas

La elaboración del programa está sustentada por un interés en la


educación y la necesidad de transformarla mediante la introducción de la
práctica filosófica en el aula, en la escuela, que desemboque finalmente,
en sujetos capaces de participar y vivir en democracia.

Su pensamiento es preferentemente político, con influencias


socialdemócratas, en donde el ideal de la comunicación, el diálogo y la
deliberación juegan un rol fundamental. En el aspecto pedagógico se
pueden encontrar rastros de la Escuela Nueva o Activa, el
Constructivismo y la Pedagogía Crítica.

La Escuela Nueva o Activa emerge a principios del siglo XX y


apunta a una pedagogía donde el pensamiento debe hacerse activo. La
validez del pensamiento en tanto acción, se intercala con la idea de que
los seres humanos estamos en relación con nuestro ambiente como
cualquier otro organismo; se basa en ideas como el humanismo, la
libertad, la crítica, la individualidad, el razonamiento, la investigación y

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la naturaleza. La educación es pensada como un proceso natural y que
permitiría políticas de democratización. En su visión del niño y la niña,
éste/a ya no es un adulto en miniatura, sino un individuo sui generis.

Uno de los conceptos que M. Lipman toma de John Dewey –uno de


los mayores exponentes de la Escuela Nueva- es el de una filosofía activa
en la educación; la filosofía se transforma para el autor en una puerta
para que niños y jóvenes reflexionen sobre las diversas áreas del
conocimiento.

Dewey concibe la educación como un elemento en la vida del sujeto


que fomenta la capacidad de pensar, punto que nos permite comprender
la clara relación con el método y los intereses de Lipman. Dewey niega
la simple transmisión como forma válida de educar y reconoce la
importancia de las habilidades de razonamiento, las mismas que Lipman
intenta fortalecer y liberar con el Programa de Filosofía para Niños.
Ambos autores coinciden en su apreciación del infante como un ser
creativo, el cual debe ser invitado a participar de actividades desafiantes
y significativas.

Dewey expresa que el proceso de convivir es precisamente el que


educa y Lipman por su parte, propone provocar una “convivencia”
escolar que sitúe al niño o joven en un ambiente ideal para la reflexión,
en este caso, la comunidad de indagación

Dewey concibe al ser humano como un ser social, que habita en un


grupo que mantiene sus costumbres mediante la educación de los
miembros más jóvenes de la comunidad, y para que esa tradición se
mantenga, la misma sociedad o comunidad tiene la responsabilidad de
propiciar la educación. Al educar a los jóvenes Dewey afirma que
tenemos el objetivo de capacitarlos para la vida común y que debemos
darles herramientas para ello.

Cuando la civilización avanza, el aprendizaje por imitación ya no es


suficiente; entonces, nacen instituciones formales de enseñanza
(escuela). El problema es que en la escuela es difícil conciliar la teoría y

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la práctica. Esta dificultad es detectada por Lipman quien pro- pone su
método como una forma nueva de realizar la labor educativa, dentro de
un sistema ya construido y funcional.

Debemos descubrir la manera en que niños y jóvenes asimilan los


conocimientos de los mayores, lo que no puede ser algo físico o directo,
sino que debe darse mediante la interacción con el ambiente. Claramente
la concepción de una infancia contextualizada se encuentra ya presente
en el trabajo de Dewey, para quien los niños son de alguna forma el
resultado del trabajo y del ambiente que se les otorgue. “El medio
ambiente consiste en aquellas condiciones que promueven o dificultan,
estimulan o inhiben las actividades características de un ser vivo”.

Respecto del Constructivismo pedagógico, éste se basa en enfoques


de la psicología cognitiva y la psicología del desarrollo (Piaget y
Kohlberg). Lipman, no obstante, se acerca más al constructivismo
vygotskiano, donde la construcción del pensamiento y el modo de
asimilación del aprendizaje están influenciados por el medio social.

Lipman nos muestra expresamente la necesidad que él le da a la


experiencia compartida, del diálogo y de la intersubjetividad, pues es
desde ahí preferentemente desde donde se potencia el pensamiento crítico
y cuestionador.

Para entender la lectura crítica que hace Lipman de la psicología


congnitiva y del desarrollo, optando por el modelo constructivista que
representa Vygotsky, queremos presentar una breve síntesis de los
elementos centrales de estas corrientes y cómo influyen en lo
pedagógico.

Ésta se orienta hacia la acción; lo básico en ella sería que considera


el estadio que poseería el niño o la niña a la hora de construir su
conocimiento; surge en respuesta a la teoría psicogenética de Piaget que
plantea que los conocimientos son internalizaciones de la realidad
externa. Por esta razón, la pedagogía operatoria se pregunta si se puede

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mejorar el desarrollo de la cognición al modificar los aspectos
ambientales.

En relación con el aprendizaje y el conocimiento, consideran que el


niño posee curiosidad y actividad constante, lo que permite su
motivación. De este modo, niños y niñas deben proponer los temas que se
tratarán en la escuela. En el caso de conflictos, éstos son ejercitados en
vistas al acuerdo, desarrollando capacidades socioafectivas, lo que
apuntaría a una real democratización dentro de la sala de clase, lo que se
caracteriza por tres objetivos: desarrollo afectivo, cooperación social y
creación intelectual.

Tomando la estructura del desarrollo del pensamiento de Piaget y la


visión de infancia de Kohlberg, Lipman trabaja desde la filosofía. No
está desarrollando su visión desde la psicología como ellos, sino desde
una postura filosófica y crítica de los mismos. Para Lipman el sustento
ideológico en la psicología educacional hace “ negar la posibilidad de
que los niños y niñas pensasen críticamente”.

El pensamiento complejo, que para Lipman es propio del ser humano,


sólo necesita ser desarrollado para formar seres humanos críticos y
problematizadores, ciudadanos responsables. Aquí encontramos, además,
una influencia kantiana en la formación de seres humanos políticos, es
decir, con autonomía reflexiva y responsable, lo que potencia la
utilización del juicio, un juicio filosófico que se presenta como fuerza
transgresora, mostrando las posibles incomodidades para así buscar un
nuevo equilibrio.

Estos aspectos donde el niño y la niña aparecen como agentes activos


para el desarrollo de su educación tienen relación con las ideas de la
Pedagogía Crítica. Los elementos básicos de esta actitud crítica son: los
componentes cognitivos, afectivos y comportamentales, siendo sus
funciones principalmente motivacionales, orientadoras y estabilizadoras.

Se puede observar cómo Lipman tomaría algunos aspectos de la


teoría crítica y la reconstrucción de la razón como posibilidad de

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construcción y transformación de una nueva sociedad, donde el
fundamento para esa transformación se encontraría en la capacidad
comunicativa humana.

A partir de las influencias señaladas nos parece cada vez más claro
que para Lipman el pensamiento no es comprendido en grados de
superioridad, sino que es visualizado en diferentes dimensiones de
comprensión del mismo, incluyendo los aspectos cognitivos, afectivos y
sociales del ser humano.

Niños y niñas, para Lipman deben, antes que todo, contar con un
reconocimiento de sus libertades, y con un espacio socio-político (la
escuela) libre que les garantice la posibilidad de desarrollar su
pensamiento en el más alto grado.

Por otro lado, vemos también con más nitidez que tras la concepción
de la realidad nos muestra dos modos de asirla: la teoría y la praxis, que
se entrelazan en un momento eminentemente articulador, llamado
diálogo. Éste se hace necesario desde una semántica de hechos, una
experiencia compartida en la que se fusionan la emoción, el sentimiento
y el pensamiento. Es desde ahí que el pensamiento lipmaniano, que se
presenta estrictamente conceptual, se articula con la experiencia de
manera hermenéutica.

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