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EL RENACIMIENTO

10-4

Liceo Samario

Javier torres

Anuar Hatun

Jhosep carrillo

Zully de luque

Jhan camilo cera

1
INDICE

 EL RENAIMIENTO
 Contexto histórico
 Definición
 Características
 Estéticas
 Artes
 arquitectura
 Pintura
 Escultura
 Renacimiento en España
 Renacimiento en Francia
 Renacimiento en Alemania
 Renacimiento en Flandes y países bajos
 Renacimiento en rusia
 Otros países
 LA REFORMA EN EL RENACIMIENTO
 Causas
 Desarrollo
 Zwingli
 Calvino
 Inglaterra
 Los radicales
 Resultados de la reforma
 CONTRAREFORMA EN L RENACIMIENTO
 Lutero y sus tesis
 Reforma y política
 Consecuencias inmediatas del concilio
 fechas claves
OBJETIVOS

El objetivo de este trabajo es informar sobre el renacimiento y algunos de sus aspectos, también
de la reforma y contrarreforma que se dio en el renacimiento
INTRODUCCION

El Renacimiento fue el periodo de la historia europea caracterizado por un renovado interés por el
pasado grecorromano clásico y especialmente por su arte. El renacimiento comenzó en Italia en el
siglo XIV y se difundió por el resto de Europa durante los siglos XV y XVI.
EL RENACIMIENTO

Renacimiento es el nombre dado en el siglo xix a un amplio movimiento cultural que se produjo en
Europa Occidental durante los siglos xv y xvi. Fue un periodo de transición entre la Edad Media y
los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes,
aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. La
ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, que se
extendió después por toda Europa.

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva
concepción del hombre y del mundo. El término «Renacimiento» se utilizó reivindicando ciertos
elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicó originariamente como una vuelta a los
valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de
predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval.
En esta nueva etapa se planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con nuevos
enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el
teocentrismo medieval por el antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra "Renacimiento"
(rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística medieval, a la que calificaba como un
estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes
habían entrado en decadencia al hundirse el Imperio Romano y solo habían sido rescatadas por los
artistas de la Toscana a partir del siglo xiii.

El concepto actual de Renacimiento (del francés Renaissance) fue formulado a mediados del siglo
xix por el historiador francés Jules Michelet, en su obra Renaissance et Réforme, publicada en
1855.2 Por primera vez, Michelet usó el término en el sentido de un periodo histórico, que
abarcaría desde el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por
sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura. Michelet, que era nacionalista francés y
republicano, le atribuyó al Renacimiento unos valores democráticos opuestos a los de la Edad
Media precedente y un protagonismo francés.

El otro historiador que tuvo gran influencia en dar forma al concepto de Renacimiento fue el suizo
Jacob Burckhardt, quien lo definió como el periodo entre Giotto y Miguel Ángel, es decir, del siglo
xiv a mediados del xvi. Beckhard destacaba del Renacimiento el surgimiento del espíritu
individualista moderno, que la Edad Media habría cohibido.

Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una
«ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». El
Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico: su
ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que
las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad
Moderna, marcada por la consolidación de los estados europeos, los viajes transoceánicos que
pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la
burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por
su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.

Contexto histórico

El Renacimiento marca el inicio de la Edad Moderna, un período histórico que por lo general se
suele establecer entre el descubrimiento de América en 1492 y la Revolución francesa en 1789, el
cual, en el terreno artístico, engloba estilos como el Renacimiento y el manierismo (siglos xv y xvi),
el Barroco, el rococó y el Neoclasicismo (siglos xvii y xviii). Otros historiadores sitúan la fecha de
inicio en 1453, caída de Constantinopla, o bien remarcan un hecho trascendental como la
invención de la imprenta (hacia 1440 aproximadamente, de la mano de Johannes Gutenberg).6

Los antecedentes históricos del Renacimiento cabe situarlos en la decadencia del mundo medieval
ocurrida a lo largo del siglo xv por diversos factores, como el declive del Sacro Imperio Romano
Germánico, el debilitamiento de la Iglesia católica a causa de los cismas y los movimientos
heréticos —que darían origen a la Reforma protestante—, la profunda crisis económica derivada
del anquilosamiento del sistema feudal y la decadencia de las artes y las ciencias, lastradas por una
teología escolástica sumida en el escepticismo.

Frente a esta decadencia, los principales centros académicos europeos buscaron regenerarse a
través del retorno a los valores de la cultura clásica grecorromana. A su vez, comenzó a fraguarse
una nueva sociedad fundamentada en el auge de los nuevos estados centralizados, con poderosos
ejércitos y administraciones burocratizadas —inicio del autoritarismo monárquico preconizado por
Maquiavelo—, así como en el crecimiento demográfico y una economía centrada en una nueva
clase social emergente, la burguesía, que puso los cimientos del capitalismo y una economía
mercantil y preindustrial; todo ello coadyuvado por el progreso técnico y científico experimentado
durante este período, fundamentado en la imprenta y la consiguiente velocidad de difusión de las
novedades.8 Surgió así una visión del mundo más antropocéntrica, desligada de la religión y el
teocentrismo medieval, en la que el hombre y los avances científicos supondrán la nueva forma de
valorar el mundo: el humanismo, un término inicialmente aplicado a los especialistas en disciplinas
grecolatinas (derecho, retórica, teología y arte), que se haría extensivo a filósofos, artistas,
científicos y cualquier estudioso de las diversas ramas del conocimiento que comenzaron entonces
a aglutinarse en un concepto de cultura general.

En Italia, el epicentro de la cultura renacentista, la división del territorio en ciudades-estado con


diferentes regímenes políticos —repúblicas como Florencia o Venecia, estados monárquicos como
Milán y Nápoles o el dominio papal en Roma— propició el ascenso de una élite económica que
patrocinó la cultura y el arte como instrumentos de propaganda del estado, cada uno rivalizando
con los demás en magnificencia y esplendor. La educación se volvió más accesible, dejando de
estar circunscrita al clero, y se favoreció el debate intelectual, con la fundación de universidades y
el patrocinio de la literatura.

Por su parte, el siglo xvi estuvo marcado por los grandes descubrimientos geográficos iniciados con
la llegada de Colón a América en 1492, como el establecimiento de la ruta del Cabo por Vasco da
Gama en 1498, la vuelta al mundo de Magallanes entre 1519 y 1521, el desembarco de Cortés en
México, 1519, y la conquista del Perú por Pizarro (1530-1533); así como por la ruptura de la
unidad cristiana causada por la Reforma protestante de Martín Lutero (1520), el desarrollo de la
ciencia y la técnica (Nova Scientia de Tartaglia, 1538; De revolutionibus de Copérnico, 1543;
Anatomía de Vesalio, 1543) y la expansión del humanismo (Erasmo de Róterdam, Giovanni Pico
della Mirandola, Ludovico Ariosto, Tomás Moro, Juan Luis Vives, François Rabelais).7

Definición

La Fornarina, pintura de Rafael, expuesta en el Palacio Barberini de Roma. En el Renacimiento se


afianza el retrato como género autónomo. Aquí se aprecia además el interés por el desnudo,
procedente del arte clásico.

El término «Renacimiento» procede del italiano Rinascita y fue acuñado por el artista e historiador
Giorgio Vasari en sus Vidas (1542–1550), en alusión al renacer de la cultura clásica tras el
oscurantismo medieval. Como tal, supone un fenómeno tanto social como político y cultural que
abarcó todo el continente europeo durante los siglos xv y xvi.7 En la historiografía moderna, la
primera definición del Renacimiento procede del historiador francés Jules Michelet (La
Renaissance, 1855),10 mientras que la visión actual del mundo renacentista fue forjada por Jacob
Burckhardt en su ensayo La cultura del Renacimiento en Italia (1860).

Aunque se suele situar el inicio del Renacimiento en el siglo xv numerosos historiadores lo


retrotraen al siglo xiv o aún al xiii, a la obra de algunos artistas considerados precursores, como
Cimabue y Giotto en pintura o Nicola Pisano en escultura. Estos sentaron las bases de los primeros
artistas plenamente renacentistas en la Florencia del primer cuarto del siglo xv, como el pintor
Masaccio, el escultor Donatello o el arquitecto Brunelleschi, todos ellos interesados en el
naturalismo, la armonía y las proporciones matemáticas.

En este clima cultural de renovación, basado en modelos de la antigüedad clásica, surgió a


principios del siglo xv un movimiento artístico en Italia de gran vitalidad, que se extendería de
inmediato a otros países de Europa.12 El artista tomó conciencia de individuo con valores
intrínsecos, se sintió atraído por la cultura y el saber en general, y comenzó a estudiar los modelos
de la antigüedad, a la vez que estudiaba disciplinas como la anatomía e investigaba nuevas
técnicas, como el claroscuro y la perspectiva, desarrollándose enormemente las formas de
representar el mundo natural con fidelidad. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da
Vinci, quien se interesó por múltiples ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel
Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen
de la antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y
arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.

No cabe duda de que el Renacimiento evolucionó en buena medida del arte medieval, una parte
del cual no había dejado de valorar e imitar el arte clásico; pero el artista renacentista buscó
imperiosamente distanciarse de la etapa posterior, a la que menospreciaban por su supeditación a
los valores religiosos y por su estilo anti naturalista, proveniente no de una falta de habilidad
técnica en imitar a la naturaleza, sino de una voluntad propia de eludirla para enfatizar otros
valores más subjetivos, ligados a la espiritualidad. Sin embargo, el propio artista renacentista no
valoró este hecho y se sintió distinto, «renacido»; así, Lorenzo Valla llegó a afirmar que no sabía
por qué las artes «habían decaído hasta tal punto, y casi muerto; ni tampoco por qué habían
resurgido en esa época; apareciendo y triunfando tantos buenos artistas y escritores».
David (1440), de Donatello, Museo Nazionale del Bargello, Florencia. En esta obra se representa un
personaje bíblico como un héroe de la Antigüedad clásica, una clara muestra del nuevo concepto
renacentista del arte.

Buena parte del surgimiento de esta nueva escala de valores, en que artistas y literatos serán
exaltados por encima de personajes de noble cuna, proviene del sistema de ciudades-estado
italianas de tipo republicano, alejadas así de los modos autoritarios de la aristocracia y el clero,
con sociedades en que se valoraba más el mérito propio que no el proveniente del nacimiento en
una determinada estirpe. En esta nueva sociedad se valora más la virtud cívica que la caballeresca
o contemplativa, el talento personal —fuese en los negocios, la ciencia o el arte— que el rancio
abolengo.

Conviene remarcar que un factor que coadyuvó enormemente al éxito de las nuevas teorías
artísticas fue el mecenazgo, tanto de ciudades y entidades de diversa índole como de personajes
provenientes tanto de la aristocracia y el clero como de la nueva burguesía emergente. Para estos
personajes, el patronazgo de la cultura era una señal de poder y estatus social, que otorgaba a
quien lo ejercía prestigio y ostentación frente a sus semejantes. Algunos de los mecenas más
distinguidos fueron: el florentino Lorenzo de Médicis, apodado «el Magnífico»; Federico da
Montefeltro, duque de Urbino; Ludovico Gonzaga, marqués de Mantua; Alfonso el Magnánimo,
rey de Nápoles; Francesco y Ludovico Sforza, duques de Milán; además de los papas y cardenales
de la Iglesia.

El artista renacentista es heredero de los preceptos de la cultura clásica, pero los reinterpreta a
través del humanismo, reafirmando los valores intrínsecos del mundo perceptible y del ser
humano como parte de esa realidad sensible. Aunque no renuncia a la religión y los valores de la
realidad cristiana, da preponderancia a esta nueva visión humanística por encima de la
trascendencia religiosa. Así, a la visión estática del universo preponderante durante la Edad Media
se sucede una visión dinámica que se sustenta en la experimentación y en la revalidación del
método científico como fuente de conocimiento.17 Por otro lado, los nuevos valores supremos del
artista serán la belleza y la armonía, desligadas de la religión y sustentadas en el estudio de la
naturaleza, que a través de la medida y la proporción otorgan al artista nuevas herramientas para
realizar sus obras.

Mientras surgía en Florencia el Quattrocento o Primer Renacimiento italiano —así llamado por
desarrollarse durante los años de 1400 (siglo xv)—, originado por la búsqueda de los cánones de
belleza clásicos y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno similar y coetáneo en
Flandes —especialmente en pintura—, basado principalmente en la observación de la naturaleza.
Este Primer Renacimiento tuvo gran difusión en la Europa Oriental: la fortaleza moscovita del
Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos.

La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo xvi), estuvo marcada por la hegemonía
artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente VII y Paulo III, algunos de ellos
pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las
artes, así como la investigación de la antigüedad clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia
(saco de Roma en 1527), muchos de estos artistas emigraron y propagaron las teorías
renacentistas por toda Europa.

Así, a lo largo del siglo xvi el Renacimiento italiano se extendió por toda Europa, desde Portugal
hasta Escandinavia, y desde Francia hasta Rusia. Muchos artistas viajaron en busca de formación o
mecenazgo, y las grandes cortes europeas —como Fontainebleau, Madrid, Praga o Dresde— se
llenaron de artistas de múltiples nacionalidades. Se valoraba especialmente a los artistas italianos,
pero numerosos extranjeros que fueron a formarse a Italia adquirieron así una nueva reputación.
Un factor coadyuvante de la difusión del nuevo arte fue el grabado, cuya fabricación en serie
permitió expandir las obras de los artistas por todo el continente.19 También aumentó
considerablemente el mercado del arte, y la labor de los marchantes fue esencial para conectar a
artistas y compradores; uno de los mayores centros de mercado del arte de la época fue
Amberes.20 También creció el coleccionismo, y aparecieron las llamadas «cámaras de arte»
(Kunstkammern), generalmente pertenecientes a personajes de la aristocracia y la realeza, unas
estancias donde se exponían objetos de arte de todo tipo, libros y objetos de toda clase, e incluso
minerales o muestras naturales, de la flora y la fauna; una de las más afamadas fue la de Rodolfo II
en Praga.

Características

De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:

La «vuelta a la antigüedad»: resurgieron tanto las antiguas formas arquitectónicas como el orden
clásico y la utilización de motivos formales y plásticos antiguos. Asimismo, se tomaron como
motivos temáticos la mitología clásica y la historia, así como la adopción de antiguos elementos
simbólicos. Con ello el objetivo no era efectuar una copia servil, sino la penetración y el
conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico. Buena parte de esta revalorización del arte
clásico vino por los hallazgos arqueológicos de piezas como monedas, camafeos o esculturas
romanas, así como la recuperación de tratados clásicos como los de Vitruvio, esenciales en la
renovación de la arquitectura.

Surgimiento de una nueva «relación con la naturaleza», que iba unida a una concepción ideal y
realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se
preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de
acceder a la verdad de la naturaleza, como en la antigüedad, no se orienta hacia el conocimiento
de fenómeno casual, sino hacia la penetración de la idea.

El Renacimiento hace al «hombre» medida de todas las cosas. Presupone en el artista una
formación científica, que le hace liberarse de las actitudes gremiales y mecanicistas más propias
del medievo y elevarse en la escala social. Esto supone revestir al artista de una nueva
consideración, la de «creador». La figura humana es el nuevo centro de interés del artista, que
estudia con detenimiento la anatomía para hacer una representación fidedigna, al tiempo que
valora aspectos como el movimiento y la expresión.

El «mecenazgo»: las clases altas patrocinaban y encargaban obras constantemente, ya que el arte
era visto como un instrumento de prestigio y refinamiento, lo que condujo a un momento de gran
brillantez en todas las disciplinas artísticas. Los principales centros de mecenazgo fueron la
Florencia de los Médicis en el Quattrocento y la Roma papal en el Cinquecento.

Estética

Ejemplo canónico para representar la cabeza humana acorde con La Divina Proporción de Luca
Pacioli

La cultura renacentista supuso el retorno al racionalismo, al estudio de la naturaleza, la


investigación empírica, con especial influencia de la filosofía clásica grecorromana. La estética
renacentista se basó tanto en la antigüedad clásica como en la estética medieval, por lo que a
veces resultaba algo contradictoria: la belleza oscilaba entre una concepción realista de imitación
de la naturaleza y una visión ideal de perfección sobrenatural, siendo el mundo visible el camino
para ascender a una dimensión suprasensible.

Uno de los primeros teóricos del arte renacentista fue Cennino Cennini: en su obra libro dell'arte
(1400) sentó las bases de la concepción artística del Renacimiento, defendiendo el arte como una
actividad intelectual creadora, y no como un simple trabajo manual. Para Cennini el mejor método
para el artista es retratar de la naturaleza (ritrarre de natura), defendiendo la libertad del artista,
que debe trabajar «como le place, según su voluntad» (come gli piace, secondo sua volontà).
También introdujo el concepto de «diseño» (disegno), el impulso creador del artista, que forja una
idea mental de su obra antes de realizarla materialmente, concepto de vital importancia desde
entonces para el arte moderno.

En ese contexto surgieron varios tratados más acerca del arte, como los de Leon Battista Alberti
(De Pictura, 1436-1439; De re aedificatoria, 1450; y De Statua, 1460), o Los Comentarios (1447) de
Lorenzo Ghiberti. Alberti recibió la influencia aristotélica, pretendiendo aportar una base científica
al arte. También habló de decorum, el tratamiento del artista para adecuar los objetos y temas
artísticos a un sentido mesurado, perfeccionista.24 Fue Alberti quien agrupó a la arquitectura, la
escultura y la pintura en el grupo de las artes liberales, ya que hasta entonces eran consideradas
como artesanía; con ello, elevó al artista a la categoría de creador intelectual.25 Ghiberti fue el
primero en periodificar la historia del arte, distinguiendo antigüedad clásica, período medieval y lo
que llamó «renacer de las artes» (Renacimiento).

El Renacimiento puso especial énfasis en la imitación de la naturaleza, lo que consiguió a través de


la perspectiva o de estudios de proporciones, como los realizados por Luca Pacioli sobre la sección
áurea: en De Divina Proportione (1509) habló del número áureo —representado por la letra griega
φ (fi)—, el cual posee diversas propiedades como relación o proporción, que se encuentran tanto
en algunas figuras geométricas como en la naturaleza, en elementos tales como caracolas,
nervaduras de las hojas de algunos árboles, el grosor de las ramas, etc. Asimismo, atribuyó un
carácter estético especial a los objetos que siguen la razón áurea, así como les otorgó una
importancia mística.

Por otro lado, Giorgio Vasari, en Vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue hasta nuestros tiempos (1542–1550), fue uno de los predecesores de la
historiografía del arte, al confeccionar una crónica de los principales artistas de su tiempo,
poniendo especial énfasis en la progresión y el desarrollo del arte.
Arte

Etapas

David de Miguel Ángel. Diseñada y ejecutada para presidir la plaza principal de Florencia, esta
escultura es en realidad una estudiada alegoría política bajo la apariencia del tema cristiano. La
visión resulta amplificada por las dimensiones colosales de la estatua, pensada para no perderse
en el espacio de la plaza. Hoy en día la sustituye una copia, mientras que el original está en la
Academia de Florencia.

Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: la primera tiene como espacio
cronológico todo el siglo xv: es el denominado Quattrocento, y comprende el Primer Renacimiento
—también llamado «Renacimiento temprano» o «Bajo Renacimiento»—, que se desarrolla en
Italia; la segunda surge en el siglo xvi y se denomina Cinquecento: su dominio artístico queda
referido al clasicismo o Alto Renacimiento —también llamado «Renacimiento pleno»—, que se
centra en el primer cuarto del siglo. En esta etapa surgen las grandes figuras del Renacimiento en
las artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del arte renacentista. Este período
desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el manierismo, que dura
hasta el final del siglo xvi. Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el
resto de Europa se mantiene el arte gótico en sus formas tardías, situación que se iba a mantener,
exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo xvi.29

En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad grecorromana, considerada como un


legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística homogénea y de
validez general. Por ello, allí fue posible su surgimiento y precedió a todas las demás naciones.
Fuera de Italia, el desarrollo del Renacimiento dependería constantemente de los impulsos
marcados por Italia: artistas importados desde Italia o formados allí harían el papel de verdaderos
transmisores. Monarcas como Francisco I en Francia o Carlos I y Felipe II en España impusieron el
nuevo estilo en las construcciones que patrocinaban, influyendo en los gustos artísticos
predominantes y convirtiendo el Renacimiento en una «moda».

Italia

Arquitectura

La Iglesia de Santa Maria Novella, en Florencia, con fachada de Leon Battista Alberti. La ordenación
geométrica que propone Aberti en el diseño queda mitigada por el empleo de mármoles
polícromos, conforme a la tradición local.

La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en comparación con la


época anterior. Surgió en una ciudad en donde la arquitectura gótica apenas había penetrado,
Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras más destacadas fueron edificios religiosos.
Con el nuevo gusto, se buscaba ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se
proyectaban ciudades de nueva planta. La búsqueda de la «ciudad ideal», opuesta al modelo
caótico y desordenado del medievo, sería una constante preocupación de artistas y mecenas. Así,
el papa Pío II reordenó su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del
nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirían en el escenario ideal de la
renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo rural tenía un papel
preferente gracias al monacato.

Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo hacían de forma


selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna dórica clásica se prefirió el orden toscano.
Igualmente se crearon formas nuevas, como la columna abalaustrada, nuevos órdenes de
capiteles o decoraciones que si bien se inspiraban en la antigüedad habían de adaptarse al uso
religioso de las iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban a Venus en las
representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes (putti).

Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de órdenes que aparecía
en los edificios romanos; las cúpulas se utilizaron mucho como elemento monumental en iglesias y
edificios públicos. A partir de este momento, el arquitecto abandona el carácter gremial y
anónimo que había tenido durante la Edad Media y se convierte en un intelectual, un investigador.
Muchos de ellos escribieron tratados y obras especulativas de gran trascendencia, como en el caso
de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.

Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista fueron:

Estructurales: arco de medio punto, columnas, cúpula semiesférica, bóveda de cañón y cubierta
plana con casetones.30 Todos ellos habían sido usados en la antigüedad, especialmente por el arte
romano, y se recuperan ahora, modificándolos. Decae paulatinamente el tradicional método de
construcción del gótico, y se abandona en gran medida las bóvedas de crucería, el arco apuntado,
las naves escalonadas y, sobre todo, la impresión de colosalismo y multiplicidad de los edificios
medievales. Predominarían ahora valores como la simetría, la claridad estructural, la sencillez y,
sobre todo, la adaptación del espacio a la medida del hombre.

Decorativos: pilastras, frontones, pórticos, motivos heráldicos, almohadillados, volutas, grutescos,


guirnaldas, motivos de candelieri (candelabros o pebeteros) y tondos o medallones. Algunos de
estos ya se habían utilizado en el gótico, otros son creaciones originales y la mayoría se inspiraron
en modelos romanos y griegos. En cuanto a la decoración, el Renacimiento preconizó el
despojamiento, la austeridad, el orden. Solo a finales del siglo xvi esta tendencia se rompería en
favor de la fantasía y la riqueza decorativa con el manierismo.

Por etapas, se pueden distinguir dos grandes momentos:

Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel, autor del diseño final que se ejecutó en
su mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo
Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones
en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a
extenderse con la Contrarreforma.
El Quattrocento tuvo su centro neurálgico en Florencia y la Toscana. La sencillez y claridad
estructural y decorativa fue el rasgo fundamental de la arquitectura de este momento. Los
modelos clásicos se someten a un proceso de estilización y se adaptan al templo cristiano. Fue
frecuente recurrir a los órdenes clásicos, con columnas y pilastras adosadas, capiteles (con
preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de animales),
fustes lisos y casi omnipresencia del arco de medio punto. Se usa también la bóveda de cañón y de
arista, y cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente distingue a la arquitectura
del Quattrocento de la del Alto Renacimiento es la decoración menuda (putti, guirnaldas de flores
o frutos, grutescos, etc.), las cúpulas con nervios, con ciertos resabios góticos (catedral de
Florencia, de Filippo Brunelleschi) y las fachadas simétricas de pisos superpuestos (palacio
Medici−Riccardi, de Michelozzo) o con sillares almohadillados (palacio Rucellai, de Bernardo
Rossellino, proyecto de Alberti, palacio Pitti). En general, la arquitectura cuatrocentista da la
impresión de orden, sencillez, ligereza y simetría, predominando en el interior de los edificios la
luminosidad y la desnudez. Los arquitectos más destacados de este período fueron Brunelleschi
(Basílica de San Lorenzo, 1420; Basílica del Santo Spirito, 1436) y Leon Battista Alberti (San Andrés
de Mantua, 1460); y la principal obra fue la catedral de Santa María del Fiore de Florencia y su
famosa cúpula, obra de Brunelleschi.31 Del resto de Italia destacan: la Cartuja de Pavía, de
Giovanni Antonio Amadeo (1475); la iglesia de San Zacarías de Venecia, de Mario Codussi (1470); y
el Castel Nuovo de Nápoles, de Francesco Laurana (1453).32

El Cinquecento tuvo como centro Roma: en 1506 Donato Bramante terminaba su célebre proyecto
para la Basílica de San Pedro en el Vaticano, que sería el edificio que marcaría la pauta en lo
restante del siglo xvi.33 En esta etapa, los edificios tienden más a la monumentalidad y la
grandiosidad. Miguel Ángel introdujo el «orden gigante» en su proyecto para la basílica vaticana,
lo que rompió con el concepto de «arquitectura hecha a la medida del hombre».34 Los palacios se
adornaban con elaborados bajorrelieves (palacio Grimani de Venecia, 1549, obra de Michele
Sanmicheli) o de esculturas exentas (Biblioteca de San Marcos, 1537–1550, Venecia, obra de
Jacopo Sansovino). Predominaría de este modo la idea de riqueza, monumentalidad y lujo en las
construcciones. A medida que avanza el siglo, el manierismo se introdujo en la arquitectura, con
edificios cada vez más suntuosos, rebuscadas decoraciones y elementos que pretenden captar la
atención del espectador por su originalidad o extravagancia (palacio del Té, en Mantua, de Giulio
Romano). Podemos distinguir, de este modo, como en las demás disciplinas artísticas, dos
periodos: el «clasicismo» de principios de siglo, con autores como Bramante, Miguel Ángel,
Antonio da Sangallo el Viejo, o Jacopo Sansovino;35 y el «manierismo», que se da a partir de 1530,
siendo sus principales autores Andrea Palladio, Giorgio Vasari, Giulio Romano, Jacopo Vignola y
Vincenzo Scamozzi.36 Hay que apuntar que la ruptura del manierismo no fue radical puesto que
ya en la obra de Miguel Ángel aparecen elementos que la preludian.37

Pintura

El Nacimiento de Venus, obra de Botticelli, conservada en la Galleria degli Uffizi, Florencia. El


paganismo se introduce en el arte renacentista como contrapunto al mundo hermético y cerrado
del medievo en el que Dios era el fin de todo. El ser humano en su individualidad y diversidad será
a partir de ahora el objeto máximo del interés de los artistas.
En pintura, las novedades del Renacimiento se introdujeron de forma paulatina pero irreversible a
partir del siglo xv. Un antecedente de las mismas fue Giotto, pintor aún dentro de la órbita del
gótico, pero que desarrolló en sus pinturas conceptos como volumen tridimensional, perspectiva y
naturalismo, que alejaban su obra de los rígidos modos de la tradición bizantina y gótica y
preludiaban el Renacimiento pictórico.

En el Quattrocento (siglo xv) se recogieron todas estas novedades y se adaptaron a la nueva


mentalidad humanista y burguesa que se expandía por las ciudades-estado italianas. Los pintores,
aun tratando temas religiosos la mayoría de ellos, introdujeron también en sus obras la mitología,
la alegoría y el retrato, que se desarrollarían a partir de ahora enormemente. Una búsqueda
constante de los pintores de esta época sería la perspectiva, objeto de estudio y reflexión para
muchos artistas: se trató de llegar a la ilusión de espacio tridimensional de una forma científica y
reglada. La pintura cuatrocentista es una época de experimentación; las pinturas abandonan lenta
y progresivamente la rigidez gótica y se aproximan cada vez más a la realidad. Aparece la
naturaleza retratada en los fondos de las composiciones, y se introducen los desnudos en las
figuras.

Los pintores más destacados de esta época fueron: en Florencia, Fra Angélico, Masaccio, Benozzo
Gozzoli, Piero della Francesca, Filippo Lippi y Paolo Uccello; en Umbría, Perugino; en Padua,
Andrea Mantegna; y, en Venecia, Giovanni Bellini. Por encima de todos ellos destaca Sandro
Botticelli, autor de alegorías, delicadas madonnas y asuntos mitológicos. Su estilo dulce, muy
atento a la belleza y sensibilidad femeninas, y predominantemente dibujístico, caracterizan la
escuela florentina de pintura y toda esta época. Otros autores del Quattrocento italiano son
Andrea del Castagno, Antonio Pollaiuolo, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cima da Conegliano,
Luca Signorelli, Cosimo Tura, Vincenzo Foppa, Alessio Baldovinetti, Vittore Carpaccio y, en el sur de
la península, Antonello da Messina.

El Cinquecento (siglo xvi) fue la etapa culminante de la pintura renacentista, y denominada por
ello a veces como «clasicismo». Los pintores asimilan las novedades y la experimentación
cuatrocentistas y las llevan a nuevas cimas creativas. En este momento aparecen grandes
maestros, cuyo trabajo servirá de modelo a los artistas durante siglos. El primero de ellos fue
Leonardo da Vinci, uno de los grandes genios de todos los tiempos. Fue el ejemplo más acabado
de artista multidisciplinar, intelectual y obsesionado con la perfección, que le llevó a dejar muchas
obras inconclusas o en proyecto. Poco prolífico en su faceta pictórica, aportó sin embargo muchas
innovaciones que condujeron a la historia de la pintura hacia nuevos rumbos. Quizá su principal
aportación fue el sfumato o claroscuro, delicada gradación de la luz que otorga a sus pinturas una
gran naturalidad, a la vez que ayuda a crear espacio. Estudiaba cuidadosamente la composición de
sus obras, como en la Última Cena, donde las figuras se ajustan a un esquema geométrico. Supo
unir en sus trabajos la perfección formal a ciertas dosis de misterio, presente, por ejemplo, en la
celebérrima Gioconda, La Virgen de las Rocas o el San Juan Bautista.

La Virgen, el Niño Jesús y santa Ana, por Leonardo da Vinci, Museo del Louvre, París.
«Verdaderamente celestial y admirable fue Leonardo [...]. Hizo un cartón de Nuestra Señora y
santa Ana, con Cristo, que también les pareció maravilloso a todos los artistas; una vez terminado,
estuvo expuesto dos días para que lo vieran los hombres y las mujeres, los jóvenes y los viejos,
como se va a las fiestas solemnes, para ver las maravillas de Leonardo, que hicieron asombrar a
todo este pueblo». Giorgio Vasari, Las Vidas.

Retrato de Eleonora Gonzaga, por Tiziano. La dama se muestra en la lejanía aristocrática de su


opulento atuendo, pero con ciertas alusiones a la vida cotidiana (reloj, ventana abierta al paisaje,
perrito dormido) que la acercan al espectador. Galleria degli Uffizi, Florencia.

Miguel Ángel es, cronológicamente, la segunda gran figura. Fundamentalmente escultor, se dedicó
a la pintura de forma esporádica, a petición de algunos admiradores de su obra, sobre todo el
papa Julio II. Los frescos de la Capilla Sixtina muestran el atormentado mundo interior de este
artista, poblado de figuras monumentales, sólidas y tridimensionales como si fueran esculturas, y
de llamativa presencia física. En su obra cobra mucha importancia el desnudo, aun cuando la casi
totalidad de la misma fue hecha para decorar iglesias.

Rafael Sanzio completa la tríada de genios del clasicismo. Su estilo tuvo un enorme éxito y se puso
de moda entre los poderosos. La pintura de Rafael buscaba ante todo la grazia, o belleza
equilibrada y serena. Sus madonnas recogen las novedades de Leonardo en lo que se refiere a
composición y claroscuro, añadiendo una característica dulzura. Anticipa claramente la pintura
manierista en sus últimas obras, cuyo estilo agitado y dramático copiarán y difundirán sus
discípulos.

Con la aparición de estos tres grandes maestros, los artistas contemporáneos asumen que el arte
ha llegado a su culmen —concepto recogido en la obra de Giorgio Vasari Las Vidas—43 y se
afanarán por tanto en incorporar estos logros, por un lado, y en la búsqueda de un estilo propio y
original como forma de superarlos. Ambas cosas, junto con el ambiente pesimista que se respiraba
en la Cristiandad en la década de 1520 (Saco de Roma, Reforma protestante, guerras), hizo surgir
con fuerza a partir de los años 1530 una nueva corriente, el Manierismo. Se buscaría a partir de
entonces lo extravagante, lo extraño, lo exagerado y lo irreal. Pertenecen a esta corriente pictórica
Jacopo Pontormo, Bronzino, Parmigianino, Rosso Fiorentino o Francesco Salviati. Otros autores
tomarían algunas novedades manieristas pero siguiendo una línea más personal y clasicista. Entre
ellos podemos citar a Sebastiano del Piombo, Correggio, Andrea del Sarto o Federico Barocci.

Dentro de las diferentes escuelas que surgen en Italia en el Cinquecento, la de Venecia presenta
especiales características. Si los florentinos ponían el acento en el disegno, es decir, en la
composición y la línea, los pintores venecianos se centrarían en el color. Las especiales
características del estado veneciano pueden explicar algo de esta particularidad, puesto que se
trataba de una sociedad elitista, amante del lujo y muy relacionada con Oriente. La escuela
veneciana reflejaría esto mediante una pintura refinada, hedonista, menos intelectual y más vital,
muy decorativa y colorista. Precursores de la escuela veneciana del Cinquecento fueron Giovanni
Bellini y, sobre todo, Giorgione, pintor de alegorías, paisajes y asuntos religiosos, melancólicos y
misteriosos. Deudor de su estilo fue Tiziano, el mayor pintor de esta escuela, excelente retratista,
quizá el más demandado de su tiempo; autor de complejas y realistas composiciones religiosas,
llenas de vida y colorido. En la última etapa de su vida deshace los contornos de las figuras,
convirtiendo sus cuadros en puras sensaciones de luz y color, anticipo del impresionismo.45
Tintoretto, Paolo Veronese y Palma el Viejo continuaron esta escuela llevándola hacia el
manierismo y anticipando en cierta manera la pintura barroca.46
Escultura

Como en las demás manifestaciones artísticas, los ideales de vuelta a la antigüedad, inspiración en
la naturaleza, humanismo antropocéntrico e idealismo fueron los que caracterizaron la escultura
de este período. Ya el gótico había preludiado en cierta manera algunos de estos aspectos, pero
algunos hallazgos arqueológicos (el Laocoonte, hallado en 1506, o el Torso Belvedere) que se
dieron en la época supusieron una auténtica conmoción para los escultores y sirvieron de modelo
e inspiración para las nuevas realizaciones.

El condotiero Gattamelata, en Padua, por Donatello. El monumento ecuestre conmemorativo


apenas sobrevivió a la antigüedad. La plástica renacentista recuperó esta tipología típicamente
romana y la aplicó, en este caso, al héroe característico de la época: el condotiero o capitán
mercenario.

Detalle de la Puerta del Paraíso, en el Baptisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. Fue
Miguel Ángel quien, admirado por la perfección de los relieves de esta puerta, dijo que merecería
ser la del propio Paraíso.

Aunque se siguieron haciendo obras religiosas, en las mismas se advierte un claro aire profano; se
reintrodujo el desnudo y el interés por la anatomía con fuerza, y aparecieron nuevas tipologías
técnicas y formales, como el relieve en stiacciato (altorrelieve con muy poco resalte, casi plano) y
el tondo, o composición en forma de disco; también la iconografía se renovó con temas
mitológicos, alegóricos y heroicos. Apareció un inusitado interés por la perspectiva, derivado de
las investigaciones arquitectónicas coetáneas, y el mismo se plasmó en relieves, retablos,
sepulcros y grupos escultóricos. Durante el Renacimiento decayó en cierta manera la tradicional
talla en madera policromada en favor de la escultura en piedra —mármol preferentemente— y se
recuperó la escultura monumental en bronce, caída en desuso durante la Edad Media. Los talleres
de Florencia fueron los más reputados de Europa en esta técnica, y surtieron a toda Europa de
estatuas de este material.

Los dos siglos que dura el Renacimiento en Italia dieron lugar, igual que en las demás artes, a
dos etapas:

El Quattrocento (siglo xv): el centro escultórico principal fue Florencia, donde la familia Médicis y,
con posterioridad, la República, ejercieron de mecenas de numerosas obras. Lorenzo el Magnífico
era aficionado a las esculturas griegas y romanas y había formado una interesante colección de las
mismas, poniendo de moda el gusto clásico. Los autores más destacados de la época fueron
Lorenzo Ghiberti (Puerta del Paraíso del Baptisterio de Florencia), Andrea Verrocchio (Monumento
al condotiero Colleoni), Donatello, el taller de los hermanos Della Robbia —que introdujeron la
cerámica vidriada y policromada como novedad, utilizándola en decoraciones de edificios—,
Jacopo della Quercia, Desiderio da Settignano y Bernardo Rossellino. El más importante de ellos es
Donatello, gran creador que, partiendo de los supuestos del gótico, estableció un nuevo ideal
inspirado en la grandeza clásica. Suyo es el mérito de rescatar el monumento conmemorativo
público —su Condotiero Gattamelata es una de las primeras estatuas ecuestres de bronce desde la
antigüedad—, la utilización heroica del desnudo (David) y la intensa humanización de las figuras,
llegando al retrato en ocasiones, pero sin abandonar nunca una orientación claramente idealista.
La Piedad del Vaticano, de Miguel Ángel, encargada por el cardenal francés Jean Bilhères de
Lagraulas para su sepultura, hoy se encuentra en la Basílica de San Pedro. El idealismo e
impasibilidad de los dioses clásicos se traslada aquí a un tema cristiano; la serena belleza de María
y de Cristo apenas se ve alterada por el dolor o la misma muerte.

El Cinquecento (siglo xvi): esta época está marcada por la aparición estelar de uno de los
escultores más geniales de todos los tiempos, Miguel Ángel.49 Hasta tal punto marcó la escultura
de todo el siglo que muchos de sus continuadores no fueron capaces de recoger todas sus
novedades y estas no se desarrollaron hasta varios siglos después. Miguel Ángel fue, como tantos
otros en esta época, un artista multidisciplinar. Sin embargo, él se consideraba preferentemente
escultor. En sus primeras obras recoge el interés arqueológico surgido en Florencia: así, su Baco
ebrio fue realizado con intención de que aparentara ser una escultura clásica. Igual espíritu se
aprecia en la Piedad, realizada entre 1498 y 1499 para la basílica vaticana. Protegido primero por
los Médicis, para los que creó las Tumbas Mediceas, soberbio ejemplo de expresividad, marchó
luego a Roma, donde colaboró en los trabajos de construcción de la nueva basílica. El pontífice
Julio II lo tomó bajo su protección y le encomendó la creación de su Mausoleo, denominado por el
artista como «la tragedia de la sepultura» por los cambios y demoras que sufrió el proyecto. En las
esculturas hechas para este sepulcro, como el célebre Moisés, aparece lo que se ha venido
denominando terribilitá miguelangelesca: una intensa a la vez que contenida emoción que se
manifiesta en anatomías sufrientes, exageradas y nerviosas —músculos en tensión—, posturas
contorsionadas y escorzos muy rebuscados. Los rostros, sin embargo, suelen mostrarse
contenidos. En sus obras finales el artista desdeña de la belleza formal de las esculturas y las deja
inacabadas, adelantando un concepto que no volvería al arte hasta el siglo xx. Miguel Ángel
continuó con la tradición de monumentos públicos heroicos y profanos que inició Donatello y la
llevó a una nueva dimensión con su conocido David, esculpido para la Piazza della Signoria de
Florencia.50 En los años finales de la centuria, la huella de Miguel Ángel tuvo sus réplicas en
Benvenuto Cellini (Perseo de la Loggia dei Lanzi de Florencia, espacio concebido como museo de
escultura al aire libre), Bartolomeo Ammannati, Giambologna y Baccio Bandinelli, que exagerarían
los elementos más superficiales de la obra del maestro, situándose plenamente todos ellos en la
corriente manierista. Destaca en esta época también la saga familiar de los Leoni, broncistas
milaneses al servicio de los Habsburgo españoles, auténticos creadores de la imagen áulica, un
tanto estereotipada, de estos monarcas. Su presencia en España llevó allí de primera mano las
novedades renacentistas, extendiendo su influjo hasta la escultura barroca.

España

El Greco, La Resurrección de Cristo, pintado para Santo Domingo el Antiguo de Toledo. El Greco
rebasa el concepto de artista renacentista por su constante búsqueda de un universo propio y
original. Influido por Tintoretto y Miguel Ángel, su arte va a conocer su mayor desarrollo en
Toledo.

En España el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe


abruptamente con la tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más
original y variado que en el resto de Europa. Así, la literatura acepta las innovaciones italianas
(Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición anterior. En cuanto a las
artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia —de donde
llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Domenico Fancelli—
con la tradición local, y con algunos otros influjos —lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de
moda en la época por las intensas relaciones comerciales y dinásticas que unían estos territorios a
España—. Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía: hasta la década
de 1520 no se encuentran ejemplos acabados de las mismas en las manifestaciones artísticas, y
tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No llegaron a España plenamente, pues, los ecos del
Quattrocento italiano —solo por obra de la familia Borja aparecen artistas y obras de esa época en
el área levantina—, lo que determina que el arte renacentista español pase casi abruptamente del
gótico al manierismo.

Monasterio de El Escorial, Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, San Lorenzo de El Escorial.

En el campo de la arquitectura, tradicionalmente se distinguen tres periodos: plateresco (siglo xv-


primer cuarto del siglo xvi), purismo o estilo italianizante (primera mitad del siglo xvi) y estilo
herreriano (a partir de 1559-mediados del siglo siguiente). En el primero de ellos, lo renaciente
aparece de forma superficial, en la decoración de las fachadas, mientras que la estructura de los
edificios sigue siendo gotizante en la mayoría de los casos. Lo más característico del plateresco es
un tipo de decoración menuda, detallista y abundante, semejante a la labor de los plateros, de
donde deriva el nombre. El núcleo fundamental de esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya
Universidad y su fachada son el paradigma del estilo. Arquitectos destacados del mismo fueron
Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El purismo representa una fase más avanzada de la
italianización de la arquitectura. El palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro
de Machuca, es ejemplo de ello. El foco principal de este estilo se situó en Andalucía, donde
además del citado palacio destacaron los núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de
Vandelvira y Diego de Siloé.52 Finalmente, apareció el estilo escurialense o herreriano, original
adaptación del manierismo romano caracterizada por la desnudez y el gigantismo arquitectónico.
La obra fundamental fue el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de Toledo
y Juan de Herrera, sin duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano. Lo escurialense
traspasó el umbral cronológico del siglo xvi llegando con gran vigencia a la época barroca.53

En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del siglo xvi. Los
primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a artistas venidos de fuera, como
Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajó al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo su
sepulcro (1517). No obstante, pronto surgieron artistas locales que asimilaron las novedades
italianas, adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé Ordóñez y Damián Forment. En una fase
más madura del estilo surgieron grandes figuras, creadoras de un peculiar manierismo que sentó
las bases de la posterior escultura barroca: Juan de Juni y Alonso Berruguete son los más
destacados.54

La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la
herencia del gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la obra de
Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y Alejo
Fernández. Posteriormente aparecieron artistas conocedores de las novedades italianas
coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes —influidos por Rafael—, Luis de Morales,
Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez de la Almedina y Hernando de
los Llanos.55 Pero la gran figura del Renacimiento español, y uno de los pintores más originales de
la historia, se inscribe ya en el manierismo, aunque rebasando sus límites al crear un universo
estilístico propio: El Greco.

Francia

Vista del Patio del Caballo Blanco del palacio de Fontainebleau, con la famosa escalera, preludio de
las formas barrocas. Fontainebleau fue la auténtica capital artística de Francia durante el
Renacimiento. En el conjunto palaciego intervinieron algunos de los mejores artistas del
momento.

En Francia la influencia italiana se dejó sentir desde muy temprano, favorecida por la cercanía
geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar los territorios
limítrofes de la península italiana, y lo consiguió en algunos momentos. Sin embargo, el impulso
definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el reinado de Francisco I. Este
monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo que procediera de Italia, protegió a
importantes maestros, solicitando sus servicios para la corte francesa —entre ellos el mismo
Leonardo da Vinci, que murió en el castillo de Cloux—, a la vez que emprendió un ambicioso
programa de revitalización cultural que revolucionó el desarrollo de las artes en el país. Conviene
tener presente que Francia fue la cuna del gótico y que, por tanto, este estilo estaba fuertemente
arraigado y podía ser visto como un estilo nacional. De ahí que las formas góticas continuaran
presentes durante un tiempo, a pesar del nuevo estilo impuesto por la corte.

En cuanto a la arquitectura, la monarquía, fortalecida y en período de expansión territorial, había


patrocinado ya desde el siglo xv la remodelación de los viejos châteaux medievales y la creación de
nuevas residencias más acordes con los tiempos. Pero fue precisamente Francisco I el que dio un
impulso definitivo a esta operación renovadora, que tuvo varios focos. El primer edificio
renacentista en Francia fue el castillo de Saint-Germain-en-Laye, imponente fortaleza de ladrillo y
piedra en la que aparecen pequeños detalles renacentistas, dentro de una general sobriedad de
aire militar. De estilo más avanzado fueron los castillos del valle del Loira, conjunto de mansiones
para la realeza y la nobleza que muestran los rasgos más característicos del Renacimiento francés:
decorativismo de raigambre manierista, recuerdos goticistas en las estructuras, y quizá lo más
novedoso: una perfecta integración de los edificios en la naturaleza circundante, como se ve en el
Castillo de Montsoreau o en el grácil puente del castillo de Chenonceau. El más célebre dentro de
este conjunto es el castillo de Chambord, que presenta grandes audacias estilísticas, como una
escalera interna helicoidal. Otros ejemplos de estas residencias suburbanas son los castillos de
Amboise, Blois y Azay-le-Rideau.57

Además de todas estas realizaciones, Francisco I se embarcó en la que quizá fue la obra
fundamental de este período: el palacio de Fontainebleau, vieja mansión de los reyes franceses
que se renovó totalmente. En el edificio en sí se aprecia ya el triunfo de las formas italianas,
aunque adaptadas al gusto francés con sus típicas chimeneas y mansardas. Incluye fragmentos de
desbordante creatividad, como la célebre Escalera Imperial, anticipo de soluciones barrocas. No
obstante, quizá lo más destacado del proyecto fue que involucró a creadores de prácticamente
todas las disciplinas artísticas, algunos venidos expresamente de Italia, como los pintores
Francesco Primaticcio o Rosso Fiorentino, el famoso escultor Benvenuto Cellini o el arquitecto
Sebastiano Serlio, importante autor de tratados de arquitectura del que apenas se conocen obras
salvo este palacio. Las novedades que se fraguaron aquí trapasarían el ámbito local y darían origen
a todo un estilo, el «estilo de Fontainebleau», un manierismo refinado al servicio de los gustos
aristocráticos.

Tras Francisco I, las formas «a la italiana» acabaron imponiéndose definitivamente en la


arquitectura bajo Enrique II, cuya esposa, Catalina de Médicis, pertenecía a la familia florentina
más poderosa. Bajo su mandato (1547-1559) se reformó la antigua sede de la corte en París, el
palacio del Louvre, convirtiéndolo en un moderno edificio de estética plenamente manierista. La
reforma fue dirigida por uno de los arquitectos franceses más destacados del momento, Pierre
Lescot, que diseñó el gran patio central (Cour Carrée), con características fachadas en las que
utiliza el módulo de arco de triunfo clásico.59 Asimismo, estos monarcas iniciaron la construcción
de un nuevo palacio, enfrente del Louvre, el palacio de las Tullerías, en el que intervino el otro
gran arquitecto francés del Renacimiento, Philibert Delorme.

La Resurrección, obra de Germain Pilon. Todo procede aquí de Miguel Ángel: la anatomía hercúlea
de Cristo, los escorzos, el efecto «no acabado». Hasta el diseño general del grupo remite a las
Sepulturas Mediceas del florentino. Museo del Louvre, París.

La escultura del Renacimiento en Francia fue también al compás de lo dictado por Italia. Francia
dejó de ser ya a finales del siglo xiv el gran centro escultórico de Europa que fue gracias a los
talleres catedralicios, situación que continuaría durante el siglo xv, y aún más en el xvi. Es
paradójico y a la vez revelador que esta situación coincida con la consolidación progresiva de la
institución monárquica, evidentemente deseosa de renovar su imagen y dispuesta a usar el arte
como instrumento propagandístico de primer orden. Noobstante, de la pérdida de hegemonía en
este campo, que de todas formas nunca había sido definitiva, surgieron grandes figuras al calor de
los proyectos reales; es de destacar el carácter ornamental y decorativo que tuvieron las
esculturas, subordinándose al proyecto general de los edificios e integrándose en estos. Dos
fueron los autores más sobresalientes: Germain Pilon y Jean Goujon.61

La pintura también experimentó el progresivo declive de las formas góticas tradicionales y la


llegada del nuevo estilo. Como se ha señalado, se conocieron en Francia de primera mano las
formas pictóricas italianas en el siglo xvi gracias a la llegada de autores muy innovadores, como
Leonardo o Rosso Fiorentino. Francisco I impulsó la formación de artistas franceses bajo la
dirección de maestros italianos, como Niccolò dell'Abbate o Primaticcio, siendo este último el
responsable de la decoración del palacio de Fontainebleau y la organización de las fiestas de la
corte, y teniendo por tanto a sus órdenes a muchos artesanos y artistas. Esta convivencia de
talentos, escuelas, disciplinas y géneros dio origen a la llamada «escuela pictórica de
Fontainebleau», una derivación del manierismo pictórico italiano que incide en el erotismo, el lujo,
los temas profanos y las alegorías, todo ello muy del gusto de su clientela principal, la aristocracia.
La mayor parte de los artistas de Fontainebleau fueron anónimos, precisamente por esa
integración de las artes que se propugnaba y por el magisterio de los artistas consagrados. No
obstante, conocemos los nombres de algunos pintores, figurando Jean Cousin el Viejo o Antoine
Caron entre los más destacados. Sin embargo, el pintor francés más importante de la época, a la
vez que uno de los grandes retratistas de todos los tiempos, aunque gran parte de su obra se haya
perdido, fue François Clouet, que superó a su padre, el también apreciable Jean Clouet, en la fiel
plasmación de la vida de los poderosos de la época, con una profundidad psicológica y brillantez
formal cuyo precedente hay que buscarlo en Jean Fouquet, gran pintor del siglo xv aún en la órbita
del gótico.

Alemania

La liebre, obra de Durero. El interés por los fenómenos y los elementos de la naturaleza fue uno de
los pilares del humanismo. Durero analiza el mundo vegetal y animal en multitud de dibujos,
bocetos y acuarelas caracterizados por su precisión de científico. Albertina, Viena.

El Renacimiento artístico no fue en Alemania una tentativa de resurrección del arte clásico, sino
una renovación intensa del espíritu germánico, motivado por la Reforma protestante. Alberto
Durero fue la figura dominante del Renacimiento alemán. Su obra universal, que ya en vida fue
reconocida y admirada en toda Europa, impuso la impronta del artista moderno, uniendo la
reflexión teórica con la transición decisiva entre la práctica medieval y el idealismo renacentista.
Sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte ejercieron una profunda influencia en
los artistas del siglo xvi de su propio país y de los Países Bajos. Durero comprendió la imperiosidad
de adquirir un conocimiento racional de la producción artística, e introdujo el idealismo de
raigambre italiana en el arte alemán.

La pintura germánica conoció en esta época uno de sus mayores momentos de esplendor. Junto a
la figura fundamental de Durero surgieron otros grandes autores, como Lucas Cranach el Viejo,
pintor por antonomasia de la Reforma protestante; Hans Baldung Grien, introductor de temáticas
siniestras y novedosas, deudoras en cierto modo del arte medieval; Matthias Grünewald, uno de
los precursores del expresionismo; Albrecht Altdorfer, excelente paisajista; o Hans Holbein el
Joven, que desarrolló casi toda su producción, centrada en el retrato, en Inglaterra.

En escultura pervivieron las formas góticas hasta bien entrado el siglo xvi. Destaca la obra de Peter
Vischer, autor de las tumbas imperiales de Innsbruck (1513) y de la tumba de San Sebaldo en
Núremberg (1520). También trabajaron aquí algunos artistas flamencos, como Hubert Gerhard,
autor del San Miguel de la fachada de la iglesia de San Miguel de Múnich.

En arquitectura, los primeros exponentes de relevancia fueron los edificios patrocinados por la
familia Fugger en Augsburgo, como la Capilla Fugger en la iglesia de Santa Ana (1509-1518) o el
barrio de casas obreras llamado Fuggerei (1519-1523).66 Tras la Reforma, el mecenazgo de la
nobleza alemana se centró en primer lugar en la arquitectura, por la capacidad de esta para
mostrar el poder y prestigio de los gobernantes. Así, a mediados del siglo xvi se amplió el castillo
de Heidelberg, siguiendo las directrices clásicas. Sin embargo, la mayoría de los príncipes alemanes
prefirieron conservar las obras góticas, limitándose a decorarlas con ornamentación renacentista.

Flandes y Países Bajos

Pieter Brueghel el Viejo: El regreso de los rebaños. El paisaje se ha convertido en el tema principal
del cuadro. Brueghel introduce casi siempre la figura —en este caso, los pastores— como
anécdota o contrapunto a un universo del que el ser humano solo es una parte, mínima y frágil.
Obsérvese el interés por la plasmación de los efectos atmosféricos en los nubarrones que
oscurecen el cielo. Museo de Historia del Arte, Viena.
A la par que se desarrollaba en Italia el Cinquecento la escuela flamenca de pintura alcanzó un
desarrollo notable, como heredera y continuadora de la tradición tardogótica anterior
representada por Jan van Eyck, Rogier van der Weyden y otros grandes maestros. Se caracterizó
por su naturalismo, rasgo que comparte con los maestros italianos, aunque se llegó más a él por la
experimentación que por la teoría o los avances científicos, como en Italia. Los modos del gótico
pervivieron con mayor fuerza, aunque matizados con características singulares, como cierta vena
caricaturesca y fantástica y una mayor sensibilidad a la realidad del pueblo llano y sus costumbres.
Se recoge ese interés en obras de carácter menos idealizado que las italianas, con una marcada
tendencia por el detallismo casi microscópico que aplican a las representaciones —influjo de los
maestros tardogóticos ya mencionados y la miniatura—, y tendencia hacia lo decorativo, sin
demasiado interés por disquisiciones teóricas. Por otro lado, la gran aportación del arte flamenco
en esta época fue la técnica de la pintura al óleo.

A mediados del siglo xvi el clasicismo italiano entra con fuerza en la pintura flamenca,
manifestándose en la llamada Escuela de Amberes y en pintores como Jan van Scorel o Mabuse,
algunos de los cuales permanecieron en Italia estudiando a los grandes maestros. A la difusión de
los nuevos modelos contribuyó sobremanera el grabado, que puso al alcance de prácticamente
cualquier artista las obras producidas en otras escuelas y lugares, poniendo muy de moda en toda
Europa el estilo italianizante. Algunos grandes nombres de la época fueron Joachim Patinir, uno de
los creadores del paisaje como género autónomo de la pintura, aunque apegado todavía al gótico;
Quentin Metsys, que se inspiró en los dibujos caricaturescos de Leonardo y en las clases populares
para retratar vicios y costumbres; el retratista Antonio Moro; el Bosco, uno de los pintores más
originales de la historia, apegado formalmente a la tradición de la vieja escuela flamenca, pero a la
vez innovador, creador de un universo fantástico, casi onírico que lo sitúan como uno de los
precedentes del surrealismo (El jardín de las delicias, 1500-1505); y Pieter Brueghel el Viejo, uno
de los grandes maestros del paisaje y las costumbres populares, quizá el más moderno de todos
ellos, aun cuando en su pintura glose sentencias morales y de crítica social que tienen algo de
medieval (El triunfo de la Muerte, 1563).69

En el campo de la escultura destacó Adriaen de Vries, autor de expresivas obras —generalmente


de bronce— en las que el movimiento, la línea ondulada o serpentinata y el desnudo heroico las
caracterizan como excelentes ejemplos de manierismo escultórico fuera de Italia.

En arquitectura el gótico siguió teniendo una gran preponderancia hasta bien entrado el siglo xvi,
en que se recibió la influencia de la arquitectura renacentista francesa, como se denota en el
Ayuntamiento de Amberes (1561-1565), obra de Cornelis Floris de Vriendt.67

Hans Holbein el Joven: El retrato de Erasmo de Róterdam, que vivió y trabajó en Basilea desde
1521 en la universidad más antigua de Suiza, es una de las obras más importantes del pintor.
Museo del Louvre, París.

Suiza

Con la llegada de la familia Holbein, Basilea se convirtió en el centro más importante del arte del
Renacimiento en Suiza. Más tarde, en 1661, la primera colección de arte público del mundo
también se fundó aquí. Una de las colecciones más importantes de arte renacentista de la región
del Alto Rin se encuentra aún hoy aquí.70 La influencia italiana se notó especialmente en el cantón
de Ticino, como se evidencia en las catedrales de San Lorenzo de Lugano (1514) y San Francisco de
Locarno (1528). En pintura destacó la obra de Niklaus Manuel, aún cercana al gótico tardío.71

Otros países

Convento de Cristo de Tomar (Portugal), obra de Diogo de Torralva (1554-1562)

Inglaterra: en arquitectura, durante prácticamente todo el siglo xvi pervivió el estilo Tudor de
origen gótico, mientras que las novedades renacentistas fueron adoptadas únicamente en algunos
elementos ornamentales; así, por ejemplo, en la tumba de Enrique VII en la abadía de
Westminster, realizada arquitectónicamente en el más puro estilo gótico, se contrató al artista
italiano Pietro Torrigiano para realizar la decoración escultórica.72 Otros ejemplos de estilo Tudor
serían los palacios de Sutton (1523), Nonsuch (1530) y Hampton Court (1514-1540).73 Más
adelante se recibió la influencia palladiana, que se desarrolló especialmente en la construcción de
palacios.67

Portugal: en arquitectura, el gótico pervivió hasta bien entrado el siglo xvi en el llamado estilo
manuelino. A mediados de siglo se recibió la influencia de arquitectos italianos como Serlio o
Palladio, como se denota en la iglesia de Nuestra Señora de Gracia en Évora (1536) o en el claustro
del convento de Cristo de Tomar (1554-1562), obras de Diogo de Torralva.67 En este país trabajó
el arquitecto italiano Filippo Terzi, autor de la iglesia de San Vicente de Fora en Lisboa (1582).74

Austria y Bohemia: unidos por el imperio de los Habsburgo, estos países contaron con la labor
patrocinadora del emperador Rodolfo II, un gran coleccionista que atesoró en su corte de Praga
una gran variedad de obras de arte y objetos de todo tipo (joyas, minerales, relojes, autómatas,
instrumentos científicos), ya que también era un gran amante de la ciencia. Adquirió cuadros de
artistas como Brueghel, Tiziano, Leone Leoni o Durero, y acogió a artistas como Giuseppe
Arcimboldo, un original pintor de retratos confeccionados con elementos propios de los
bodegones.75 En Bohemia se construyeron diversos palacios, como el Comunal de Pilsen y el de
Schwarzenberg en Praga; y castillos, como los de Litomyšl, Černý y Kostelec.76

Hungría: este país contó con el gran mecenazgo del rey Matías Corvino, un gran amante del arte
italiano, quizá por influjo de su esposa, Beatriz de Nápoles.77 El monarca compró numerosas
obras de arte italianas, y contrató artistas y arquitectos italianos para reformar y decorar sus
palacios, como Benedetto da Maiano, Clemente Camicia y Giovanni Dalmata; el miniaturista
Attavante degli Attavanti fue autor del Breviario de Matías Corvino y del Códice de Marciano
Capella; el escultor Andrea Ferracci realizó el altar de la Anunciación de la catedral de
Esztergom.78

Polonia: como en otros países, las novedades renacentistas llegaron de la mano de artistas
italianos llegados al país, como los arquitectos Franciscus Italus y Bartolomeo Berecci (Palacio Real
de Cracovia), Gian Maria Mosca (Palacio Episcopal de Cracovia) y Giovanni Battista di Quadro
(Palacio Municipal de Poznań); y los escultores Santi Gucci (capilla de Segismundo de la catedral de
Cracovia), Girolamo Canavesi (monumento de Gorka, catedral de Poznań) y Domenico Veneziano
(monumento sepulcral de Esteban I Borthiry, catedral de Cracovia). En cambio, en pintura
trabajaron mayormente artistas alemanes, como Hans Sues von Kulmbach, Louz von Kitzingen y
Martin Koeber. También se desarrolló notablemente la miniatura, en la que destacan el Códice de
Baltasar Behem y el Libro de preces de Segismundo I.79
Rusia:

durante esta época continuó la tradicional arquitectura rusa de influencia bizantina, pero se
recibió alguna influencia del Renacimiento italiano a través del arquitecto boloñés Aristotele
Fioravanti, que viajó en 1475 a Rusia invitado por Iván III, donde construyó la catedral de la
Dormición en el Kremlin de Moscú (1475-1479); otro arquitaliano, Aloisio Nuovo, fue el encargado
de construir la catedral del Arcángel Miguel también en el Kremlin (1505-1508). La influencia
italiana se denota igualmente en la catedral de San Basilio de Moscú, obra de Póstnik Yákovlev
(1555-1560).

LA REFORMA EN EL RENACIMIENTO

La Reforma del siglo XVI fue un movimiento dentro de la cristiandad occidental para purgar la
iglesia de abusos medievales y restablecer las doctrinas y prácticas que, según creían los
Reformadores, concordaban con la Biblia y con el modelo de iglesia en el Nuevo Testamento. Esto
condujo a un quiebre entre la Iglesia Católica Romana y los reformadores, cuyas creencias y
prácticas pasaron a llamarse protestantismo.

Causas

El Renacimiento cultural ocurrido durante el siglo y medio precedente fue un preliminar necesario,
porque incrementó el nivel de educación, Re enfatizo a los antiguos clásicos, contribuyó al
pensamiento y a la erudición y ofreció el Humanismo y la Retórica como alternativas al
Escolasticismo. Especialmente a través de su énfasis en los idiomas bíblicos y cuidadosa atención a
los textos literarios, el Renacimiento posibilitó la exégesis bíblica que condujo a la reinterpretación
doctrinal de Martín Lutero. Además, los humanistas cristianos como Desiderio Erasmo criticaron
los abusos eclesiásticos y promovieron el estudio de la Biblia y de los padres de la iglesia. La
invención de la imprenta por Johann Gutenberg proporcionó un instrumento de gran alcance para
la expansión de la erudición e ideas de la Reforma.

Que serias corrupciones se extendían por la iglesia, era ya evidente en el Cuarto Concilio de
Letrán, convocado en 1215 por el Papa Inocencio III a fin de reformarla. El Papado mismo se
debilitó por su traslado de Roma a Avignon (1309-77), por el Gran Cisma del Papado que duró las
cuatro décadas posteriores a ello, y por la doctrina de que la autoridad suprema en la iglesia
residía en los concilios generales (Conciliarismo). Los Papas del Renacimiento eran notoriamente
mundanos; aumentaron los abusos tales como simonía, nepotismo y excesos financieros, y la
venalidad e inmoralidad minaron a la iglesia; la venta de indulgencias era una práctica
particularmente desafortunada porque afectaba el arrepentimiento y enmienda de la vida. Al
mismo tiempo se manifestó un genuino resurgimiento de la religiosidad popular, incrementando
la disparidad entre las expectativas de la gente y la capacidad de la iglesia de satisfacer
necesidades espirituales. Algunos se volvieron hacia el misticismo y la religión propia, pero la gran
masa estaba agitada y descontenta.

Económicamente, el auge del comercio y el cambio a una economía monetarizada crearon una
clase media más fuerte en una sociedad más urbana. Durante ese período la iglesia encontró
dificultades financieras porque había llegado a implicarse en la economía señorial: poseía riqueza
en tierras y topaba con problemas para desempeñar sus extensas obligaciones administrativas,
diplomáticas y judiciales.
Desarrollo

Lutero

La reforma comenzó en Alemania el 31 de octubre de 1517, cuando Martín Lutero, un agustino


profesor de la universidad de Wittenberg, fijó 95 tesis que invitaban la discusión sobre la
legitimidad de la venta de indulgencias. El Papado consideró a esto un acto de rebeldía y procedió
a tomar medidas contra Lutero como hereje. Durante los primeros años los humanistas alemanes
apoyaron la causa de Lutero; los famosos tres tratados de 1520 del Reformador, Carta Abierta a la
Nobleza Cristiana de la Nación Alemana sobre la Reforma del Estado Cristiano; Cautiverio
Babilónico de la Iglesia, y Acerca de la Libertad del Cristiano, también le granjeó un apoyo popular
de gran alcance. Lutero fue excomulgado en 1521 y en la Dieta de Worms, en abril de ese año.

Zwingli

En Suiza la Reforma se desarrolló inicialmente en Zurich bajo la dirección del sacerdote Ulrich
Zwingli, que había sido influenciado por Erasmo y por el humanismo cristiano. Él llegó a una
concepción evangélica del cristianismo por su estudio de la Biblia y contactos con luteranos. El 1°
de enero de 1519 comenzó una serie de seis años de sermones sobre el Nuevo Testamento que
llevó al Concejo de ciudad y al pueblo de Zurich hacia la reforma. La respuesta favorable a los 67
Artículos, que él preparó en 1523 para discusión pública con un representante papal, probó el
renombre de su programa. Zwingli abogó por la abolición de la misa (y de su reemplazo por una
simbólica Cena del Señor), la independencia del control episcopal y una reforma de la ciudad-
Estado en que sacerdotes y magistrados cristianos se atendrían a la voluntad de Dios. Su influencia
se extendió a otros cantones suizos, tales como Basilea, San Gall y Berna.

Calvino

A través de las áreas luteranas y misiones mercantiles el movimiento evangélico se expandió a


Francia, donde ganó muchos conversos, entre ellos Juan Calvino. En 1536 Calvino fue a Ginebra,
donde se desarrollaba una reforma conducida por Guillaume Farel. Calvino fue persuadido de
permanecer en Ginebra y ayudar a organizar la segunda mayor oleada de protestantismo. En sus
Ordenanzas de 1541, le dio una nueva estructura a la iglesia, consistente en pastores, doctores,
mayores o ancianos, y diáconos. Sus Institutos de Religión Cristiana (1536) tuvieron gran influencia
en Francia, Escocia (a la que John Knox llevó la reforma calvinista), y entre los Puritanos en
Inglaterra. Ginebra se convirtió en el centro de una gran empresa misionera que entró en Francia,
donde los Hugonotes llegaron a ser tan poderosos que en 1559 se reunió en París un sínodo para
organizar una iglesia nacional de unas 2.000 congregaciones reformadas. Como resultado de las
Guerras de Religión francesas, el partido hugonote fue controlado y la monarquía francesa
mantuvo católico al reino.

Inglaterra

Aunque Inglaterra tenía un movimiento de reforma religiosa influido por las ideas de Lutero, la
Reforma inglesa fue resultado directo de los esfuerzos del rey Enrique VIII por divorciarse de su
primera mujer, Catalina de Aragón. La ruptura formal con el Papado fue organizada por Thomas
Cromwell, principal ministro del rey; bajo la dirección de Cromwell el Parlamento aprobó la Ley de
Restricción de Apelaciones (a Roma; 1533), seguida por la Ley de Supremacía (1534) que definía
plenamente la jefatura real sobre la iglesia. Como arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer
anuló el matrimonio de Enrique y Catalina, permitiendo que el rey casara con Ana Bolena. Aunque
el propio Enrique no quería hacer cambios doctrinarios, Cromwell y Cranmer autorizaron la
traducción de la Biblia al inglés, y Cranmer fue en gran medida responsable del Libro de Oración
Común, adoptado bajo Eduardo VI, sucesor de Enrique. Los avances del protestantismo bajo
Eduardo (r. 1547-53) se perdieron bajo su hermana católica María I (r. 1553- 58), pero la
consolidación religiosa (1559) bajo Isabel I garantizó el entorno anglicano.

Los Radicales

los radicales fueron una gran variedad de grupos sectarios conocidos como Anabautistas debido a
su oposición común al bautismo infantil. El líder anabautista Thomas Munzer desempeñó un papel
principal en la Guerra del Campesinado (1524-26), suprimida con ayuda de Lutero. En Munster los
Anabautistas radicales establecieron (1533) una teocracia de corta duración en la que la propiedad
era comunitaria, lo cual también fue drásticamente suprimido. Los radicales abarcaron asimismo
evangélicos humanistas y espiritualistas que desarrollaron filosofías religiosas sumamente
individualistas.

Resultados de la reforma

La división de la cristiandad occidental en áreas protestantes y católicas fue un resultado obvio de


la Reforma Otro resultado fue la instauración de iglesias nacionales, que reforzaron el crecimiento
de estados nacionales modernos, así como antes la creciente conciencia nacional había facilitado
el desarrollo de la Reforma. La Contra-Reforma católica —incluidos la fundación de los Jesuitas por
Ignacio de Loyola (aprobada en 1540), el Concilio de Trento (1545-63), la Inquisición, el Índice, y
clero reformado como Carlos Borromeo— dio nueva vida a la antigua iglesia y fue en parte
resultado del movimiento de Reforma. Finalmente, la Reforma introdujo cambios muy radicales en
el pensamiento y el la organización y política eclesiásticas, y así comenzaron muchas de las
tendencias que se entiende que caracterizan el mundo moderno.

Reforma Y Contrarreforma

Desde finales de la Edad Media, en Europa se sentía la necesidad de emprender una profunda
reforma religiosa que acabara con los vicios y la corrupción de la Iglesia. Lutero, en Alemania, fue
el primero en romper con el dogma establecido, poniendo fin a la unidad de la cristiandad
occidental.

CONTRAREFORMA EN EL RENACIMIENTO

Lutero y sus tesis

A principios del siglo XVI la imagen que ofrecía la Iglesia indignaba a muchos cristianos, que no
podían aceptar prácticas como la compraventa de cargos eclesiásticos, el lujo de los papas, que se
comportaban como príncipes renacentistas, la vida relajada de los clérigos y su escasa
preparación.

Martin Lutero (1483-1546), monje agustino y profesor de teología de la Universidad de


Wittenberg, se rebeló contra Roma cuando el Papa León X (1513-1521) ordenó, en 1517, la
predicación de indulgencias, es decir, el perdón de los pecados a cambio de limosnas para
financiar la reconstrucción de la basílica de San Pedro.

Grabado que representa a Martin Lutero fijando sus tesis en la Iglesia de Wittenberg.

El 30 de octubre de ese año Lutero fijó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus noventa y cinco
tesis contra la doctrina católica. Los puntos principales de su reforma eran:

La justificación por la fe: las personas se salvan sólo por su fe, y no por sus obras.

El sacerdocio universal: todos los creyentes pueden interpretar libremente los textos sagrados.

El libre examen de la Biblia, con el rechazo de la tradición de la Iglesia como fuente de la verdad y
como autoridad en la interpretación bíblica.

Abolición del celibato sacerdotal obligatorio.

Reducción de los sacramentos a dos: bautismo y eucaristía.

Reforma y política

En Alemania las ideas de Lutero se extendieron rápidamente, por estar dividida en múltiples
estados cuyos príncipes deseaban independizarse de la autoridad del emperador Carlos V y del
Papa (ver t28). De este modo, la Reforma se convirtió en un arma ideológica para justificar
intereses políticos.

En Inglaterra, la misma motivación política, impulsada por el deseo de reforzar la monarquía


autoritaria, propició la separación respecto a la Iglesia de Roma cuando Enrique VIII (1509-1547)
decidió crear la Iglesia anglicana (1534).

En Suiza, la Reforma tuvo como protagonistas a Ulrico Zuinglio (1484-1531) y, sobre todo, a Juan
Calvino (1509-1564), quien instauró en Ginebra un gobierno extremista basado en la doctrina de la
predestinación. El calvinismo se propagó por los Países Bajos, Escocia (presbiterianos), Inglaterra
(puritanos) y Francia (hugonotes).

La consecuencia principal de la Reforma fue la división de Europa en diversas confesiones


enfrentadas.

Tras la paz de Augsburgo (1555) entre Carlos V y los príncipes protestantes alemanes, se impuso la
idea de que los súbditos estaban obligados a abrazar la religión de su señor, según la fórmula cuius
regio, ecus religió («tal es su país, tal su religión»). Dentro de cada demarcación no se toleraron las
disidencias religiosas.

El Concilio de Trento y la Contrarreforma

La Iglesia católica también tenía un anhelo de reforma. Erasmo de Rotterdam (h. 1469-1536)
realizó una crítica de la Iglesia desde dentro de la institución, pero la verdadera reacción sólo tuvo
lugar cuando se comprobó que el acuerdo con los protestantes era imposible.
El resultado fue la Contrarreforma, cuyos principios eran opuestos a los de la Reforma de Lutero.
El Concilio de Trento (1545-1563) fue convocado por el Papa Paulo III (1534-1549) para fijar el
dogma católico y crear nuevos medios de difusión de la doctrina.

Las consecuencias inmediatas del Concilio fueron:

El dogma: se mantuvieron la creencia en la salvación por la fe y también por las obras, los siete
sacramentos, el celibato sacerdotal y el culto a la Virgen y los santos; se ratificó la posición del
Papa como cabeza de la cristiandad y la autoridad exclusiva de la Iglesia para interpretar los textos
sagrados.

Nuevos medios: se crearon los seminarios para mejorar la educación del clero, se fundaron
numerosas escuelas, se estableció el catecismo y se intensificó la labor misionera en otros
continentes.

La Compañía de Jesús, fundada en 1540 por el vasco San Ignacio de Loyola (h. 1491-1556), fue el
principal apoyo de los papas para poner en práctica la Contrarreforma.

Fechas clave

1512 el papa Julio II convoca el V Concilio de Letrán para reformar la organización eclesiástica.

1517 Martin Lutero fija en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus noventa y cinco tesis contra la
doctrina católica.

1521 Carlos V convoca la Dieta de Worms para intentar un acuerdo con los luteranos.

1528 Las ideas de Ulrico Zuinglio triunfan en Suiza.

1529 Dieta de Spira: las propuestas del emperador son rechazadas por los luteranos, que desde
entonces son llamados protestantes.

1530 Dieta de Augsburgo: no hay acuerdo entre el emperador y los príncipes protestantes.

1531 Los príncipes protestantes alemanes se unen en la Liga de Smalkalda y se preparan para la
guerra.

1534 por el Acta de Supremacía, Enrique VIII se aparta del catolicismo y se convierte en jefe de la
Iglesia de Inglaterra.

1545 concilio de Trento: inicio de la Contrarreforma.

1540 san Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús.

1552 en la guerra contra España, Enrique II de Francia se alía con los protestantes alemanes.

1555 Paz de Augsburgo: los príncipes alemanes consiguen la libertad religiosa.

1563 concluye el Concilio de Trento.


CONCLUSION

El renacimiento fue importante en el avanzar del hombre, no solo por el nuevo pensamiento, sino
que este exploto la imaginación de los artistas, ya que su faceta principal estaba dedicada al
humanismo.

El arte renacentista trajo consigo aspectos como la formación de la perspectiva, la idea de un arte
perfeccionista, la posibilidad de hacer al hombre más productivo a nivel racional.

Recopilar información sobre el renacimiento, sus características, sus principales representantes y


las obras más importantes, fue una ardua tarea, pues en este el hombre de la edad media, paso a
ser un individuo pensante, consciente amplio y expresivo.

El renacimiento fue un movimiento importante para el desarrollo de la cultura, este movimiento


hizo que el hombre tomara otra visión del mundo, que fuera el centro de atracción e inspiración
para rehacer el pensamiento y el nivel social, político y económico.

Gracias a este trabajo pudimos viajar a el pasado y observar de una forma mas detallada los
diversos cambios en el pensamiento del ser humano, la evolución de ésta. También apreciamos las
diferentes manifestaciones de la creatividad del ser humano y el reflejo de la cultura de la época
en las obras de pintura, escultura y arquitectura.
BIBLIOGRAFIA

https://es.wikipedia.org/wiki/Renacimiento#:~:text=Renacimiento%20es%20el%20nombre
%20dado,los%20siglos%20XV%20y%20XVI.&text=El%20Renacimiento%20fue%20fruto%20de,del
%20hombre%20y%20del%20mundo.

https://sites.google.com/site/reformaycontrareforma/time-tracker

https://www.hiru.eus/es/historia/reforma-y-contrarreforma

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