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Antología de textos

metaliterarios

Profesor Ángel Luis Luján

Luis del Rincón Molina


1º Humanidades: Historia Cultural
Enero 2022

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ÍNDICE
1. Introducción al concepto de metaliteratura
2. Textos metaliterarios
3. Conclusión
4. Bibliografía

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1. Introducción al concepto de metaliteratura

Etimológicamente, el término “metaliteratura” viene del sufijo griego meta-, “más


allá de”, aplicado al término “literatura”. En su sentido más amplio, es literatura cuyo
objeto es la propia literatura.
Es un concepto complejo, aunque la metaliteratura que trataremos en este trabajo
se referirá a textos en que se realiza una reflexión sobre la esencia o la condición de lo
literario o sobre los mecanismos de sus géneros principales.
Podemos hablar de metaliteratura cuando el autor rompe el marco narrativo (va
más allá de la narración) y entra en el libro con la intención de clarificar una idea, mostrar
su punto de vista, analizar la obra, la forma en la que ha sido escrita. También para hacer
referencia a cuestiones generales de literatura. Este papel también lo puede hacer el autor
a través de un personaje.
Aunque ha estado presente a lo largo de toda la historia de la literatura, el concepto
no se va a configurar hasta la crisis de la novela en la posmodernidad.

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2. Textos metaliterarios

ANÓNIMO: El libro de Alexandre (versos tomados de la II estrofa)

Mester traygo fermoso, non es de joglaria


mester es sen pecado, ca es de clerecía
Fablar curso rimado por la cuaderna vía
a síllabas cuntadas, ca es grant maestría

El Libro de Alexandre es una obra en verso del primer tercio del siglo XIII
perteneciente al mester de clerecía. Está escrito en romance y narra la vida de Alejandro
Magno. Utiliza como forma métrica la cuaderna vía.

Estos versos hacen referencia a la métrica que se ha utilizado en el propio verso,


por ende, es una aclaración del autor acerca del mecanismo utilizado (versos
alejandrinos).

MIGUEL DE CERVANTES: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (Parte I,


capítulo VI)

Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos
inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos. Y el primero
que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula, y dijo el cura:
—Parece cosa de misterio esta, porque, según he oído decir, este libro fue el
primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado
principio y origen de este, y así me parece que, como a dogmatizador de una secta tan
mala, le debemos sin excusa alguna condenar al fuego.
—No señor —dijo el barbero—, que también he oído decir que es el mejor de
todos los libros que de este género se han compuesto, y así, como a único en su arte, se
deber perdonar.
—Así es verdad— dijo el cura, y por esa razón se le otorga la vida por ahora.

Nos encontramos ante el final de la primera parte del hilo argumental del Quijote.
Alonso de Quijano, tras su primera marcha del pueblo, ha regresado. Sus más allegados,
deciden proceder a la quema de sus libros de caballerías, a los que se les atribuye la causa
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de su locura. Así, Cervantes aprovecha para ir más allá de la propia narración literaria y
proceder a la crítica de las obras de la biblioteca del hidalgo.

En este caso, mostramos el fragmento en el que el cura y el barbero hablan sobre


el Amadís de Gaula, una de las más importantes novelas de caballerías. El cura lo tacha
de iniciador de ese tipo de novelas que tanto daño están haciendo a la sociedad. No
obstante, puesto que el barbero reconoce su indudable calidad literaria, deciden salvarlo
de la quema.

JOSÉ CADALSO: Cartas marruecas (Carta LXVI)

En Europa hay varias clases de escritores. Unos escriben cuanto les viene
a la pluma; otros, lo que les mandan escribir; otros, todo lo contrario de lo que
sienten; otros, lo que agrada al público, con lisonja; otros, lo que les choca, con
reprehensiones. Los de la primera clase están expuestos a más gloria y más
desastres, porque pueden producir mayores aciertos y desaciertos. Los de la
segunda se lisonjean de hallar el premio seguro de su trabajo; pero si, acabado de
publicarlo, se muere o se aparta el que se lo mandó y entra a sucederle uno de
sistema opuesto, suele encontrar castigo en vez de recompensa. Los de la tercera
son mentirosos, como los llama Nuño, y merecen por escrito el odio de todo el
público. Los de la cuarta tienen alguna disculpa, como la lisonja no sea muy baja.
Los de la última merecen aprecio por el valor, pues no es poco el que se necesita
para reprehender a quien se halla bien con sus vicios, o bien cree que el libre
ejercicio de ellos es una preeminencia muy apreciable. Cada nación ha tenido
alguno o algunos censores más o menos rígidos; pero creo que, para ejercer este
oficio con algún respeto de parte del vulgo, necesita el que lo emprende hallarse
limpio de los defectos que va a censurar. ¿Quién tendría paciencia en la antigua
Roma para ver a Séneca escribir contra el lujo y la magnificencia con la mano
misma que se ocupaba con notable codicia en atesorar millones? ¿Qué efecto
podría producir todo el elogio que hacía de la medianía quien no aspiraba sino a
superar a los poderosos en esplendor? El hacer una cosa y escribir otra es el modo
más tiránico de burlar la sencillez de la plebe, y es también el medio más poderoso
para exasperarla, si llega a comprender este artificio.

En esta epístola de la obra de Cadalso, el joven marroquí Gazel describe los


distintos tipos de escritores que ha encontrado en España. El autor, mediante epístolas de
las impresiones del joven protagonista acerca del estado del país, habla sobre el contenido
que se debe incluir en las creaciones literarias. Así, alaba a aquellos autores que no hacen
sino sacar a la luz los vicios de la sociedad. Además, da un sabio consejo para llevar a

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cabo esta tarea de crítico; el de la coherencia de vida de acuerdo con lo que se escribe.
Arremete por tanto contra aquellos cuya vida está impregnada de los defectos que
precisamente ellos critican.

MARIANO JOSÉ DE LARRA: Don Timoteo o el literato

—Por lo demás, no he publicado otras cosas...


—Conque una oda y otra oda -dije yo recapitulando-, y una silva,
anacreóntica, una traducción original, un folletillo que no llegó a publicarse, y un
prólogo que se publicará...
—Eso es. Precisamente.
Al oír esto no estuvo en mí tener más la risa; despedime cuanto antes pude
del sabio don Timoteo, y fuime a soltar la carcajada al medio del arroyo a todo mi
placer.
—¡Por vida de Apolo! -salí diciendo-. ¿Y es este don Timoteo? ¿Y cree
que la sabiduría está reducida a hacer anacreónticas? ¿Y porque ha hecho una oda
le llaman sabio? ¡Oh reputaciones fáciles! ¡Oh pueblo bondadoso!
¿Para qué he de entretener a mis lectores con la poca diversidad que ofrece
la enumeración de las demás consultas que en aquella mañana pasé? Apenas
encontré uno de esos célebres literatos, que así pudiera dar su voto como en
legislación, en historia como en medicina, en ciencias exactas como en... Los
literatos aquí no hacen más que versos, y si algunas excepciones hay y si existen
entre ellos algunos de mérito verdadero que de él hayan dado pruebas positivas,
no son excepciones suficientes para variar la regla general.
¿Hasta cuándo, pues, esa necia adoración a las reputaciones usurpadas?
Nuestro país ha caminado más deprisa que esos literatos rezagados; recordamos
sus nombres que hicieron ruido cuando, más ignorantes, éramos los primeros a
aplaudirlos; y seguimos repitiendo siempre como papagayos: «Don Timoteo es un
sabio». ¿Hasta cuándo? Presenten sus títulos a la gloria y los respetaremos y
pondremos sus obras sobre nuestra cabeza. Y al paso que nadie se atreve a tocar a
esos sagrados nombres que sólo por antiguos tienen mérito, son juzgados los
jóvenes que empiezan con toda la severidad que aquéllos merecerían. El más leve
descuido corre de boca en boca; una reminiscencia es llamada robo; una imitación
plagio, y un plagio verdadero intolerable desvergüenza. Esto en tierra donde hace
siglos que otra cosa no han hecho sino traducir nuestros más originales hombres
de letras.1

1Extraído de http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/don-timoteo-o-el-literato--0/html/ff756a60-
82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html en enero de 2022.

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En este fragmento del artículo de Larra, encontramos una parodia de los falsos
intelectuales y literatos que, por sus composiciones pedantes y exuberantes en cuanto a
su forma, son considerados sabios supremos de la sociedad. En este caso encontramos la
forma de hacer metaliteratura mediante la crítica de los autores y de la forma de realizar
composiciones, únicamente dando importancia a la utilización del lenguaje en su máxima
belleza y complejidad, excluyendo la riqueza de contenido tan importante para una buena
creación literaria (según Larra, carecen del conocimiento de las ciencias, la medicina, la
legislación etc.) Encontramos de nuevo, como en el fragmento de Cadalso, literatura
dentro de literatura con objeto de crítica a la comunidad escritora.

MIGUEL DE UNAMUNO: Niebla (Capítulo XVII)

—Pero ¿te has metido a escribir una novela?


—¿Y qué quieres que hiciese?
—¿Y cuál es su argumento, si se puede saber?
—Mi novela no tiene argumento, o mejor dicho, será el que vaya saliendo.
El argumento se hace él solo.
—¿Y cómo es eso?
—Pues mira, un día de éstos que no sabía bien qué hacer, pero sentía ansia
de hacer algo, una comezón muy íntima, un escarabajeo de la fantasía, me dije:
voy a escribir una novela, pero voy a escribirla como se vive, sin saber lo que
vendrá. Me senté, cogí unas cuartillas y empecé lo primero que se me ocurrió, sin
saber lo que seguiría, sin plan alguno. Mis personajes se irán haciendo según obren
y hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá formando poco a poco. Y a
las veces su carácter será el de no tenerlo.
—Sí, como el mío.
—No sé. Ello irá saliendo. Yo me dejo llevar.
—¿Y hay psicología? ¿descripciones?
—Lo que hay es diálogo; sobre todo diálogo. La cosa es que los personajes
hablen, que hablen mucho, aunque no digan nada.
—Eso te lo habrá insinuado Elena, ¿eh?
—¿Por qué?
—Porque una vez que me pidió una novela para matar el tiempo, recuerdo
que me dijo que tuviese mucho diálogo y muy cortado.

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—Sí, cuando en una que lee se encuentra con largas descripciones,
sermones o relatos, los salta diciendo: ¡paja! ¡paja! ¡paja! Para ella sólo el diálogo
no es paja. Y ya ves tú, puede muy bien repartirse un sermón en un diálogo...
—¿Y por qué será eso?...
—Pues porque a la gente le gusta la conversación por la conversación
misma, aunque no diga nada. Hay quien no resiste un discurso de media hora y se
está tres horas charlando en un café. Es el encanto de la conversación, de hablar
por hablar, del hablar roto e interrumpido.
—También a mí el tono de discurso me carga...
—Sí, es la complacencia del hombre en el habla, y en el habla viva... Y
sobre todo que parezca que el autor no dice las cosas por sí, no nos molesta con
su personalidad, con su yo satánico. Aunque, por supuesto, todo lo que digan mis
personajes lo digo yo...
—Eso hasta cierto punto...
—¿Cómo hasta cierto punto?
—Sí, que empezarás creyendo que los llevas tú, de tu mano, y es fácil que
acabes convenciéndote de que son ellos los que te llevan. Es muy frecuente que
un autor acabe por ser juguete de sus ficciones...
—Tal vez, pero el caso es que en esa novela pienso meter todo lo que se
me ocurra, sea como fuere.
—Pues acabará no siendo novela.
—No, será... será... nivola.
—Y ¿qué es eso, qué es nivola?
—Pues le he oído contar a Manuel Machado, el poeta, el hermano de
Antonio, que una vez le llevó a don Eduardo Benot, para leérselo, un soneto que
estaba en alejandrinos o en no sé qué otra forma heterodoxa. Se lo leyó y don
Eduardo le dijo: «Pero ¡eso no es soneto!...» «No, señor—le contestó Machado—
, no es soneto, es... sonite.» Pues así con mi novela, no va a ser novela, sino...
¿cómo dije?, navilo... nebulo... no, no, nivola, eso es, ¡nivola! Así nadie tendrá
derecho a decir que deroga las leyes de su género... Invento el género, e inventar
un género no es más que darle un nombre nuevo, y le doy las leyes que me place.
¡Y mucho diálogo!
—¿Y cuándo un personaje se queda solo?
—Entonces... un monólogo. Y para que parezca algo así como diálogo
invento un perro a quien el personaje se dirige.
—Sabes, Víctor, que se me antoja que me están inventando...
—¡Puede ser!
Al separarse uno de otro, Víctor y Augusto, iba diciéndose éste: «Y esta
mi vida, ¿es novela, es nivola o qué es? Todo esto que me pasa y que les pasa a
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los que me rodean, ¿es realidad o es ficción? ¿No es acaso todo esto un sueño de
Dios o de quien sea, que se desvanecerá en cuanto Él despierte, y por eso le
rezamos y elevamos a Él cánticos e himnos, para adormecerle, para cunar su sueño

Nos encontramos ante el famoso pasaje de Niebla en el que se explican las


características del género creado por Unamuno; la nivola. Augusto le describe a Víctor
las características de la novela que va a escribir exponiendo así las principales
características de esta variante: gestación “vivípara” de la obra f rente a su excesiva
preparación, abundancia del diálogo… Además, al final del fragmento se cuenta la
anécdota en la que Manuel Machado le enseñó a Benot un soneto con ciertas
peculiaridades arcaicas que, al darse cuenta Benot de que no era una forma de soneto
clásica, Manuel le aplicó el término de “sonite”.

LUIS CERNUDA: Góngora

El andaluz envejecido que tiene gran razón para su orgullo,


El poeta cuya palabra lúcida es como diamante,
Harto de fatigar sus esperanzas por la corte,
Harto de su pobreza noble que le obliga
A no salir de casa cuando el día, sino al atardecer, ya que las sombras
Más generosas que los hombres, disimulan
En la común tiniebla parda de las calles
La bayeta caduca de su coche y el tafetán delgado de su traje;
Harto de pretender favores de magnates,
Su altivez humillada por el ruego insistente,
Harto de los años tan largos malgastados
En perseguir fortuna lejos de Córdoba la llana y de su muro excelso,
Vuelve al rincón nativo para morir tranquilo y silencioso.

Ya restituye el alma a soledad sin esperar de nadie


Si no es de su conciencia, y menos todavía

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De aquel sol invernal de la grandeza
Que no atempera el frío del desdichado,
Y aprende a desearles buen viaje
A príncipes, virreyes, duques altisonantes,
Vulgo luciente no menos estúpido que el otro;
Ya se resigna a ver pasar la vida tal sueño inconsistente
Que el alba desvanece, a amar el rincón solo
Adonde conllevar paciente su pobreza,
Olvidando que tantos menos dignos que él, como la bestia ávida
Toman hasta saciarse la parte mejor de toda cosa,
Dejándole la amarga, el desecho del paria.

Pero en la poesía encontró siempre, no tan solo hermosura, sino ánimo,


La fuerza del vivir más libre y más soberbio,
Como un neblí que deja el puño duro para buscar las nubes
Traslúcidas de oro allá en el cielo alto.
Ahora al reducto último de su casa y su huerto le alcanzan todavía
Las piedras de los otros, salpicaduras tristes
Del aguachirle caro para las gentes
Que forman el común y como público son árbitro de gloria.
Ni aun esto Dios le perdonó en la hora de su muerte.

Decretado es al fin que Góngora jamás fuera poeta,


Que amó lo oscuro y vanidad tan solo le dictó sus versos.
Menéndez y Pelayo, el montañés henchido por sus dogmas,
No gustó de él y le condena con fallo inapelable.

Viva pues Góngora, puesto que así los otros


Con desdén le ignoraron, menosprecio
Tras del cual aparece su palabra encendida
Como estrella perdida en lo hondo de la noche,

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Como metal insomne en las entrañas de la tierra.
Ventaja grande es que esté ya muerto
Y que de muerto cumpla los tres siglos, que así pueden
Los descendientes mismos de quienes le insultaban
Inclinarse a su nombre, dar premio al erudito,
Sucesor del gusano, royendo su memoria.
Mas él no transigió en la vida ni en la muerte
Y a salvo puso su alma irreductible.
Como demonio arisco que ríe entre negruras.
Y a salvo puso su alma irreductible.
Como demonio arisco que ríe entre negruras.

Gracias demos a Dios por la paz de Góngora vencido;


Gracias demos a Dios por la paz de Góngora exaltado;
Gracias demos a Dios, que supo devolverle [como hará con nosotros],
Nulo al fin, ya tranquilo, entre su nada.

En este poema de Luis Cernuda, encontramos una metaliteratura en forma de


elogio a Góngora, poeta que, a pesar de su ruina en su vuelta a Córdoba, tras dejar la
Corte y Madrid, es admirado por Cernuda, que magnifica sus creaciones literarias en
versos como “El poeta cuya palabra lúcida es como diamante”. Es especialmente
destacable cuando Cernuda habla de lo viva que se mantiene la palabra de Góngora, que
todavía sigue transmitiendo cosas a la humanidad: Tras del cual aparece su palabra
encendida / Como estrella perdida en lo hondo de la noche / Como metal insomne en las
entrañas de la tierra.

CAMILO JOSÉ CELA: La Colmena

El joven poeta está componiendo un poema largo, que se llama “Destino”.


Tuvo sus dudas sobre si debía poner “El destino”, pero al final, y después de
consultar con algunos poetas ya más hechos, pensó que no, que sería mejor
titularlo “Destino”, simplemente. Era más sencillo, más evocador, más misterioso.
Además, así, llamándole “Destino”, quedaba más sugeridor, más... ¿cómo
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diríamos?, más impreciso, más poético. Así no se sabía si se quería aludir a “el
destino, o a “un destino”, a “destino incierto”, a “destino fatal” o “destino feliz” o
“destino azul” o “destino violado”. “El destino” ataba más, dejaba menos campo
para que la imaginación volase en libertad, desligada de toda traba. El joven poeta
llevaba ya vanos meses trabajando en su poema. Tenía ya trescientos y pico de
versos, una maqueta cuidadosamente dibujada de la futura edición y una lista de
posibles suscriptores, a quienes, en su hora, se les enviaría un boletín, por si
querían cubrirlo. Había ya elegido también el tipo de imprenta (un tipo sencillo,
claro, clásico; un tipo que se leyese con sosiego; vamos, queremos decir un
bodoní), y tenía ya redactada la justificación de la tirada. Dos dudas, sin embargo,
atormentaban aún al joven poeta: el poner o no poner el “Laus Deo” rematando el
colofón, y el redactar por sí mismo, o no redactar por sí mismo, la nota biográfica
para la solapa de la sobrecubierta.

Nos encontramos ante un pasaje de La Colmena en el que José Cela explica el


procedimiento de creación de un poema y su título por parte del joven. Cela explica de
manera magistral la técnica utilizada a la hora de titular ese gran número de versos e
incluso nos instruye en cómo puede afectar al significado e interpretación de una
afirmación cualquier pequeño detalle, en este caso, el artículo determinante “el”. Se está
reflexionando una vez más sobre los procesos de creación literaria y, por ende, se está
haciendo metaliteratura.

CARMEN MARTÍN GAITE: Nubosidad variable

[…] quién pudiera tener delante y copiarlo para ti aquel pasaje de Cumbres
borrascosas que tanto te gustaba, está casi al principio, cuando el rostro de
Catherine niña se asoma en una noche de tormenta al cuarto abuhardillado que fue
suyo y donde se ha quedado a dormir Lockwood, y a través del cristal súbitamente
roto él aferra sus dedos fantasmales y comprende aterrado que, aunque tal vez en
sueños, ha rozado una historia de la que ya jamás se podrá desprender, la que
luego investiga por conducto de la señora Dean y nos cuenta a nosotros, pero sobre
todo a ti.

En este fragmento de Nubosidad variable (una obra repleta de metaliteratura),


Mariana le está escribiendo a Sofía y se da cuenta de que, ante sus mutuos problemas
existenciales y, en especial, para los de Sofía, le sería muy iluminador el pasaje de la obra
Cumbres borrascosas que menciona. Martín Gaite, a través de la psiquiatra, habla de la

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obra como palabra viva que cada vez que la lee le sugiere algo nuevo, y, por tanto hace
metaliteratura en este fragmento epistolar.

Anochecía. Recuerdo que iba llorando de rabia por la calle Aribau,


mirando hacia los balcones y acordándome de Andrea, la protagonista de Carmen
Laforet, que vivía por allí, y me gustaba imaginar que podía encontrármela y
cogerme de su brazo como del de una amiga antigua. Tal vez estaba a punto de
volver a aquella casa oscura donde vivían sus parientes, un ambiente opresivo que
a ti, Sofía, te recordaba el de Cumbres borrascosas, y ella llegaba allí después de
haber estado deambulando sin rumbo por la ciudad, con su trajecillo raído, se
paraba vacilante ante el portal de la casa, le daba pereza subir a encerrarse, yo la
llamaría: «¡Andrea!», y nos reconoceríamos de inmediato. Empecé a andar más
despacio, como extrañándome a mí misma. Hacía tiempo que no sufría ese tipo
de alucinaciones, casi siempre nacidas, Sofía, al calor de las tuyas. Y además de
noche, porque era aquel olvidado duendecillo Noc, padre de todas las historias, el
que ponía el mundo patas arriba. Y el corazón me dio un vuelco al verlo resucitar
entre piruetas, colgado de los hierros de un viejo balcón de la calle Aribau, a la
luz de los faroles. Andrea-Noc, una de esas asociaciones de ideas tan intensas y
arbitrarias que desplazan en el recuerdo al razonamiento que las motivó, lo cual
no deja de ser poesía pura. Ojo, Mariana, encanto, si le pides lógica a la poesía es
que tu inteligencia se empieza a oxidar. Tenía razón Sergi. ¿Por qué me empeñaba
siempre en vivir a la defensiva?
En este otro fragmento metaliterario encontramos dos momentos que son
especialmente destacables. Primeramente, Mariana se acuerda de Andrea, protagonista
de Carmen Laforet. Se identifica con la crisis existencial que la joven sufre al llegar a la
ciudad. Martín Gaite, en cierto modo introduce en la escena a Andrea como un personaje
real. Además, Mariana menciona la analogía que Sofía solía hacer antre el ambiente
opresivo de la casa de los parientes de la protagonista de Nada, y el de cumbres
borrascosas, es decir, una vez más se está “pensando en alto” sobre una obra literaria.

Al final del fragmento, destaca el consejo que Mariana le da a Sofía; huir de la


excesiva lógica y racionalidad para escribir poesía. Encontramos así metaliteratura en
forma de discurso que habla sobre los mecanismos de creación literaria.

3. Conclusión

Metaliteratura es un término realmente complejo que consiste en un “ir más allá”


de la literatura para hablar en el discurso sobre esta. He podido observar a lo largo del
trabajo que ese “ir más allá” convierte al discurso en una composición con una gran
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riqueza de contenido. Además, me he percatado de que muchísimas obras de la historia
de la literatura española presentan fragmentos metaliterarios. Prueba de ello es la
antología realizada de textos ordenados cronológicamente como ejemplos de
metaliteratura o metapoesía en la Edad Media (versos anónimos del mester de clerecía),
los Siglos de Oro (El Quijote), la Ilustración (Cartas marruecas), el Romanticismo
(artículo de Larra), la Generación del 98 (Niebla), la Generación del 27 (Góngora, Luis
Cernuda), la narrativa de posguerra (La Colmena) y la narrativa posterior a 1975
(Nubosidad variable).

Ha sido un trabajo muy enriquecedor, pues me ha ayudado ha sumergirme en el


término algo ambiguo de “metaliteratura”. Además, ha sido la primera vez que realizo un
compendio de textos literarios, por lo que, a pesar de la dificultosa tarea, me ha capacitado
algo más para la realización de posteriores antologías (de cuya gran utilidad me he
percatado) así como para repasar y tener una visión más sólida de las grandes riquezas de
la literatura española.

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Así, se va más allá de la literatura para Ese ir más allá de la literatura se pone de
manifiesto cuando el autor rompe el marco narrativo y entra en el libro (va más allá de la
narración, lo que permite encontrar -reconstruir en el comentario- la mentalidad del autor
en su obra), cuando se rompe la barrera diferenciadora de los géneros literarios (tránsito
entre géneros literarios), cuando hay un juego en el origen del texto (uso de literatura)el
ir más allá del propio discurso literario para Según Camarero, J., la metaliteratura “es el
resultado de extender la función metalingüística de Roman Jakobson al texto literario por
medio de una adaptación que consiste en definir la operación que el texto puede llevar a
cabo para mostrar el procedimiento mismo de su funcionamiento interno anotando de
paso el concepto de una función metaliteraria dentro de la literariedad” (p.457, 2004) es
la apuesta del escritor por una acción comunicativa capaz de incorporar al lector a un acto
de construcción textual en la que se ponen al descubierto las estructuras conformantes de
ese mismo texto, de modo que el lector se puede volver más activo en la tarea de
construcción (significación + interpretación) del sentido, completado éste por el conjunto
de significaciones añadidas en el desvelamiento metaliterario. Es decir, es el uso de la
literatura para la reflexión sobre la esencia y mecanismos de la literatura así como el uso
de lo literario para afrontar cuestiones filosóficas y existenciales.

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