Está en la página 1de 1

Por qué el hombre muere y no renace

Ana María Shua

EGOISMO en un mito de los Masai, pueblo de África.

Le-eyo fue uno de los primeros hombre, del que descienden los Masai.
Cierta vez Naiteru-kop, un semidiós que protegía a Le-eyo, le enseñó cómo proceder si
moría un niño para asegurarse de que la muerte no fuera definitiva. Cuando arrojara el
cadáver, tenía que decir así: “Hombre, muere y vuelve a la vida; luna, muere y no vuelvas
más”.
Un niño murió poco después, pero no era uno de los hijos de Le-eyo, y cuando le pidieron
que se llevara lejos el cadáver, lo levantó y se dijo a sí mismo: “Este niño no es mío; cuando
arroje su cuerpo diré ‘Hombre, muere y no vuelvas más; luna, muere y vuelve a la vida’”.
Así lo hizo y volvió tranquilamente a su casa.
Pero después murió uno de sus propios hijos y esta vez pronunció la palabras mágicas tal
como se las habían enseñado.
Entonces apareció Naiteru-kop y le dijo:
- Es inútil. Lo que hiciste con el otro niño hizo que el ser humano perdiera para siempre la
oportunidad de volver a nacer.
Y por eso cuando un hombre muere, ya no vuelve. Mientras que la Luna muere cada mes y
sin embargo vuelve a renacer y siempre podremos seguir viéndola.

Los animales y las plantas pueden haber sido creados con la muerte a cuestas. Pero el
hombre nace para ser inmortal: así sucede en casi todos los mitos de creación, tanto en las
religiones más sofisticadas como en las más primitivas. En su origen, ha sido creado para
vivir eternamente. Ninguna cultura percibe como un hecho totalmente natural la muerte de
un ser humano. Por eso es necesario un hecho, un pecado, un error, una circunstancia
particular para que la muerte entre a formar parte de la vida humana. En el Antiguo
Testamento, es el pecado de Adán. En la epopeya babilónica de Gilgamesh, es un error de
Utnapishtin, el héroe del Diluvio. Entre los indios Surei de Rondonia, en el Amazonas, es
simplemente la invención de la reproducción sexual y por lo tanto la necesidad de hacer
lugar en la tierra para los nuevos que van llegando.
En todas partes, desde todos los ángulos y culturas posibles, el conocimiento y la certeza
que tiene el hombre de su propia muerte ineludible es una de las características que los
convierten en humano y es, al mismo tiempo, intolerable. Como dice una antigua canción
alemana:
“Vivo y no sé por cuánto tiempo,
moriré y no sé cuándo,
voy, y no sé hacia dónde.
Me asombra y maravilla
que aún pueda ser feliz”.

Mito extraído de “Libro de los pecados, los vicios y las virtudes” de Ana María Shua (Ed. Alfaguara).

También podría gustarte