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-el idioma
-el hecho de que no estoy representando a nada ni a nadie, por lo menos entre los
vivos, salvo a mí mismo y un trozo de historia pasada
No se trata solo de un Réquiem generacional; es que tanto los sobrevivientes de esa guerra
como sus hermanos menores, jugaron un papel importante en nuestra historia
posterior. Primero como guardianes y renovadores de los valores del humanismo
revolucionario; la gente del deshielo de los años 60, y de la perestroika. La mayor parte de
la historia soviética es la historia de su fracaso, de nuestro fracaso. Primero fracasaron las
esperanzas de la postguerra inmediata, junto con las realizaciones reales –la ruptura del
monopolio atómico y la reconstrucción del país–; el sistema entró en un proceso de
involución política absoluta, hacia una situación de irreversibilidad completa.
Después de la muerte de Stalin, tuvimos la impresión de que las cosas, los procesos, iban a
tomar su rumbo original según las normas de la democracia y el bienestar
internacionalista. Los años de empalme de los 50 y 60 fueron los mejores al respecto:
Festival de la Juventud (58), reformas en el campo y en las pensiones, construcción masiva
de viviendas, la ruptura cósmica, y lo más importante, la acogida triunfal y espontánea del
Ché y de Fidel Castro; fueron los hitos del proceso de renovación, del regreso que muchos
creímos ya irreversible, y que apoyamos como pudimos –yo, por ejemplo, en mis
conferencias públicas y artículos, en la lucha en los pasillos de las estructuras
conservadoras de PCUS, y vs la posición pro-Stalin del Partido Comunista Chino.
Pero de nuevo, el proceso real tomó el rumbo inverso. Ya a mediados de los años 60
tuvimos la sensación de que algo no cuajaba, sentimos un malestar creciente. Las primeras
señales llegaron a Praga, de la esfera económica y social, lo que ocasionó aquella política
con la masacre en Checoslovaquia y la ofensiva a intelectuales y la destitución de
Dubcek[3]. No podíamos apreciar desde Praga lo que realmente estaba pasando. Pero fue
precisamente allí, en Praga, donde se selló el destino de la renovación socialista de los 60 y
de la mejor alternativa del siglo en su totalidad. Los tanques nuestros aplastaron la
revolución democrática y social. Nosotros sentimos sus estragos en cuerpo propio. Fueron
los peores momentos de los errores –hay que decirlo- del post Stalinismo, comparable solo
con un día de febrero de 1990. Aún no me daba cuenta que los tanques, la opción del
poder, constituyeron solo una parte del desastre, completado por la posición de la enorme
mayoría de la población que había creído en las boberías infames de la propaganda
oficial. La ruptura entre un grupo de “nosotros” y el bloque “de ellos”, resultó
infranqueable.
Fue en aquél entonces (1968-69), que en relevo de la gran esperanza vino la conciencia del
fracaso total en cuanto a la situación nacional. Pero las conclusiones era diversas. Unos
encontraron otros ideales (y parcialmente, valores) y pasaron a la lucha, activa o pasiva,
contra el régimen existente. Otros –centenas de miles- se atrincheraron en las estructuras
del poder para influenciarlo desde adentro. Otros aun, se dedicaron a identificarse con (el
poder); y otros, ya no centenas sino más bien varios grupos o individuos sueltos, prefirieron
el camino escapista, salvaguardando los valores anteriores. Cambiaron el terreno de su
actividad. Fue mi opción (no del todo segura ni tranquila): nos pusimos al servicio de los
que seguirían la lucha fuera de las fronteras del país. Es decir, nos esforzamos en
contribuir a la elaboración de nuevas teorías y estrategias, muy racionalmente, y ayudar la
práctica de los movimientos de izquierda real en el Tercer Mundo, y en especial, en
América Latina. Ello nos puso en confrontación más o menos aguda con la línea de las
estructuras oficiales, pero sin entrar en choque frontal y total contra ellas. (Los mayores
líos, con los partidos comunistas de América Latina).
A partir de ese momento, mi historia personal se individualiza casi por completo Cada una
de estas opciones y de modo particular, en su conjunto, resultaron desfavorables para el
futuro de la izquierda renovadora nacional. Fueron los años de un así llamado
“estancamiento”. Se rechazaron todas las variantes de la renovación. La estadocracia
nuestra festejaba su luna de miel con la estabilidad, el consumo y el enriquecimiento
personal o la incitación a ello. En quince años dejamos de ser un país en desarrollo
alternativo –igual que hace 50 años dejamos de ser un país con trayectoria hacia el
socialismo.
Pero tan fuerte fue el espejismo de algunos, la nostalgia adentro, que una vez que se
presentó algo como una nueva, enésima posibilidad de re-arrancar, fuimos con armas y
equipaje, la mayoría de la generación X a adherimos al proceso originado desde arriba, con
un programa embrionario cuya implementación tanto esperamos durante 20 años. Lo
perdimos, y con él, como lo entendimos más tarde, se perdió toda posibilidad. Estamos en
el mundo de Alicia: “hay que correr rápido para mantenerse donde se está”. Y otra vez
perdimos. Las masas de los 80, a diferencia de las de los 60, quedaron pasivas en su
mayoría; y la minoría intelectual salió con otra opción –a favor de los valores del
mercado, el espejismo del mercado, las ilusiones del mercado, ganó la batalla contra el
poder dividido e incapaz, que no quiso ni supo movilizar a las mayorías que hubieran
podido movilizar.
4) Nivel de vida de las mayorías siempre por debajo de los niveles de 1990. La
expectativa de vida en hombres, bajó de 79 a 69 años (índice de desarrollo
humano) Polarización social acercándose hacia la de América Latina.
8) En esta última fase, el pueblo se resignó, se negó a luchar, depositó toda su confianza
en el poder supremo, lo que se combinó con la apreciación bastante realista de su actual
situación.
Etc., etc.
Todo eso constituye una parte esencial de la verdad, pero no toda la verdad. Es que la
resignación del pueblo, su negativa a luchar, su segregación, es no solo por problemas
puramente históricos y psicológicos (fuga de la libertad, regreso a las tradiciones), no solo
por la debilidad inherente a la izquierda, sino por:
-el restablecimiento del nivel de vida de pre-crisis, cierto crecimiento económico a partir de
1999;
-porque basta que la situación no empeore para que la población se sienta aliviada;