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A principios de marzo, el halcón hembra -bastante más grande que el macho- deposita de dos a
cuatro huevos en una oquedad natural e inaccesible del roquedo o en un viejo nido de cuervo. La
incubación dura treinta y cinco días. Los polluelos aparecen cubiertos de blanco plumón durante
las dos primeras semanas. La madre vigila afanosamente el nido, expulsando a cualquier presunto
enemigo, aunque sea del tamaño de un zorro o de un lobo, como he podido observar en algunas
ocasiones. El macho caza para toda la familia. Transporta las presas en las garras hasta las
inmediaciones del nido, donde se las entrega a la hembra. Ésta se encarga de desplumar y
despedazar las aves para alimentar a sus polluelos.
Durante sus dos segundas semanas, los halcones se van cubriendo de plumas. Al mes y medio,
totalmente vestidos, están en condiciones de emprender el vuelo. Como puede observarse en las
fotografías, los halcones jóvenes o inmaduros son de color pardo rojizo. Hasta después de la
primera muda no adquieren los tonos grises y azulados de los ejemplares adultos. Un mes entero
permanecen los jóvenes halcones viviendo en la roca paterna, después de haber abandonado el
nido. Durante todo este tiempo son instruidos en la caza por los adultos. Para ello, el halcón
macho suele transportar presas que deja caer en el aire, para que sus hijos las capturen en pleno
vuelo. Paulatinamente, a medida que sus músculos y sus alas se fortalecen, los jóvenes halcones
acompañan a sus padres en las cacerías.
Eran tiempos de guerra entre moros y cristianos en la vega de Granada, y María no solía alejarse
sin escolta del castillo en que vivía. Sin embargo, rodeada de arcabuces y ballestas se sentía
prisionera. Con ella estaba siempre Hernando, un joven morisco cuya presencia le era tan grata
que las cosas parecían más hermosas cuando él estaba cerca.
Una tarde abandonaron ambos el castillo y marcharon por senderos estrechos y escarpados,
flanqueados de viejísimos olivos. Los dos se detuvieron a contemplar un antiguo castillo moro, casi
destruido por las guerras y los años. Desde una quebrada llegaba el canto claro y sonoro de una
avecilla.
-Canta noche y día, y todas las horas parecen ser escasas para sus gorjeos. Pero con la noche
cesan los ruidos, y hay quietud para oír lo que durante el día no suele oírse.
-¿Es cierto que los pájaros hablan unos con otros? -preguntó María.
-Siendo yo muy niña pensaba que los animales y aun las cosas podían hablar como las personas,
y disfrutaba oyendo historias de hombres sabios que entendían el lenguaje de las aves y de las
plantas. ¿Conoces tú estás bellas leyendas?
-Nárrala para mí ahora -suplicó María, sentándose al pie de unos años a higuera silvestre.
Hace largos años había en Granada un rey despótico y cruel, al que temían todos sus súbditos. Su
hijo mayor, el príncipe Hassán, por el contrario, era bondadoso y gustaba de mezclarse con
campesinos y gentes sencillas. Y ocurrió que el príncipe se enamoró de la hija de un labrador de
la vega llamado Abahul.
Los jóvenes mantenían en secreto su amor. Pero los rumores son más veloces que el viento; el
rey se enteró y prohibió a su hijo que viese a la labradora. El príncipe le respondió que deseaba
tener a la hija de Abahul como esposa. Enfurecido, el rey le encerró en la Alhambra, en lo más alto
de la torre que llaman de Comares, sin más compañía que la de un hosco carcelero.
Pasaba Hassán las horas en la más completa soledad, mirando entristecido hacia la vega.
Cientos de aves volaban cerca de la torre. El observaba sus vuelos y oía sus cantos, y así entretenía
su ocio y calmaba su tristeza. Al cabo de los meses, el príncipe llegó a comprender el lenguaje de
los pájaros.
Una mañana cayó a sus pies una tórtola herida. Hassán la tomó con cuidado y restañó sus
heridas; luego calmó su sed y le habló en el lenguaje de las aves. Durante los días en que
permaneció en la torre, la tortolica y el príncipe llegaron a ser grandes amigos. Ella le contaba
hermosas historias del aire y él le confió la causa de su tristeza. Sanó al fin el ave y una luminosa
mañana Hassán la puso en libertad, aunque con gran pena, pues con su marcha tornaba a la
soledad.
Voló la tórtola hacia la vega y Hassán siguió su vuelo hasta que la vio perderse en la lejanía.
Cayó entonces en un profundo abatimiento, y así permaneció hasta que al atardecer se posó la
tórtola en el ajimez.
Ella le contó que había visto a la hermosa hija del labrador llorando en el jardín. Aumentó
entonces de tal manera el dolor y el abatimiento de Hassán que no quería tomar alimento ni
bebida alguna.
Salió la Luna y se volvieron de plata las aguas del Darro. A lo lejos, coronadas de blancos
resplandores, se alzaban las cumbres de Sierra Nevada. Cantó el ruiseñor y sus trinos eran más
claros que las aguas del río. Pero el príncipe miraba y no veía la hermosura de la montaña, oía y no
escuchaba el canto del ruiseñor. El alba lo encontró acodado en el ajimez, mirando tristemente
hacia la vega.
Reunió entonces la tórtola a las aves de la llanura y del monte, y juntas deliberaron la manera de
sacar a Hassán de su prisión. Al atardecer, cientos y cientos de aves llegaron a la orilla de la
Alhambra.
Estaba el carcelero de vigilancia. La llave pendía de su cuello, y el candado tenía dadas tres
vueltas. De pronto, el aire se hizo música. Escuchó sorprendido: ¿Qué era aquel sonido suavísimo
que descendía de la torre? Nunca había oído nada semejante... Cantaban las aves y el carcelero las
oía embelesado. ¡Qué hermosa melodía! Pero entre aquellos gruesos muros llegaba débilmente.
Subió unos peldaños; la música era más clara. Subió un poco más; las notas descendían cristalinas
y dulces. Subió y subió hasta llegar a lo más alto. Pinzones, calandrias, verdecillos, ruiseñores...
desgranaban unidos sus trinos. Salió entonces la Luna y un ensueño maravilloso se apoderó de
él. Con el alba, el carcelero despertó sobresaltado de su encantamiento. ¡La llave no pendía de su
cuello! La vega despertaba al sol de la mañana, y el príncipe y la hija de Abahul cabalgaban hacia
tierras de Córdoba.
- ¡Qué hermoso canto! -susurró María-. No me extraña el ensueño del carcelero. ¿Crees tú,
Hernando, que es posible comprender el lenguaje de las aves?
-No como Hassán. Pero, observando sus costumbres y sus cantos, se puede llegar a entenderlas.
Caía la tarde cuando iniciaron la vuelta. Una pareja de palomas salió del olivar y se dirigió al
castillo. María las siguió con la mirada; volaban a la par y era su vuelo tranquilo y vigoroso. Se
posaron en una de las torres, arrullándose, dándose los picos, ahucando las plumas.
-Ese es el lenguaje de amor de las palomas, ¿no es cierto? -preguntó María. -Así parece. Y creo
que se sienten muy felices.
Alzó María de nuevo la vista y su corazón latió angustiado. ¡En el paso de ronda había aparecido
un ballestero! María ahogó un grito, y sobre las almenas cayó una paloma con el pecho
atravesado.
Voló espantada su compañera, pero no se alejó; describía círculos a su alrededor, con vuelos
desiguales. María gritaba en silencio: "¡Vuela lejos, paloma!". Los círculos eran cada vez más
cerrados, el vuelo más inseguro, la inquietud mayor, y al fin, la paloma fue a posarse junto a su
compañera caída. La arrulló, le ofreció el pico, atusó suavemente sus plumas... y, como no pudiera
despertarla, abrió la cola y correteó desesperada invitándola a levantar el vuelo. Se alzó un
instante y, de nuevo, fue a posarse a su lado.
Dudó un momento el ballestero, pero al fin tensó la ballesta y la paloma cayó sobre las almenas.
- ¿Sabes, Hernando, si el amor es más hermoso que la vida? -preguntó María apesadumbrada.
Hernando no supo hallar respuesta. El silencio se hizo doloroso y María penetró en el castillo.
Concha López Narváez. La tierra del Sol y la Luna. (Adaptación)
11. María y Hernando vivían en: c) Una princesa cristiana.
d) Una princesa musulmana.
a) Granada.
b) Córdoba. 16. El rey enfurecido lo encerró en la torre
c) Sevilla. de:
d) Barcelona.
a) La mezquita.
12. Una tarde escucharon el canto de: b) Comares.
c) Un castillo abandonado.
a) Una calandria. d) Una iglesia.
b) Un pinzón.
c) Un ruiseñor. 17. Hassán se hizo amigo de:
d) Un loro.
a) Un ruiseñor.
13. ¿De qué hablaban María y Hernando? b) Una paloma.
c) Una tórtola herida.
a) Del silencio de la noche. d) Un águila.
b) Del lenguaje de los pájaros.
c) De las guerras entre moros y cristianos. 18. El canto de cientos de aves lograron que:
d) Del lenguaje de los animales.
a) El carcelero cayera en un ensueño
14. Una leyenda de Granada hablaba de: maravilloso.
b) Todos se pusieran contentos y alegres.
a) Castillos y almenas. c) El aire se llenó de música.
b) Pájaros cantores. d) Todas las anteriores.
c) El príncipe Hassán.
d) El príncipe Carlos. 19. Hassán y la hija de Abahul se dirigieron a: