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Formación y evolución del sistema solar

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Concepción artística de un disco protoplanetario


Se estima que la formación y evolución del sistema solar comenzó hace unos 4600
millones de años con el colapso gravitacional de una pequeña parte de una nube
molecular gigante. La mayor parte de la masa colapsante se reunió en el centro,
formando el Sol, mientras que el resto se aplanó en un disco protoplanetario a
partir del cual se formaron los planetas, satélites, asteroides y otros cuerpos
menores del sistema solar.

Este modelo ampliamente aceptado, conocido como la hipótesis nebular, fue


desarrollado por primera vez en el siglo XVIII por Emanuel Swedenborg, Immanuel
Kant y Pierre-Simon Laplace. Su desarrollo posterior ha entretejido una variedad de
disciplinas científicas como la astronomía, la física, la geología y las ciencias
planetarias. Desde los albores de la era espacial en 1950 y el descubrimiento de
planetas extrasolares en la década de 1990, el modelo ha sido desafiado y refinado
para incorporar las nuevas observaciones.

El sistema solar evolucionó mucho desde su formación inicial. Muchas lunas se


formaron a partir de discos de gas y polvo circulares alrededor de los planetas a
los que pertenecen, mientras se cree que otras lunas se formaron de manera
independiente y más tarde fueron capturadas por sus planetas. Todavía otras, como
la Luna de la Tierra, pueden ser el resultado de colisiones gigantes. Estas
colisiones entre cuerpos aún se producen y han sido fundamentales para la evolución
del sistema solar. Las posiciones de los planetas se desplazaron con frecuencia.
Ahora se cree que esta migración planetaria fue responsable de gran parte de la
evolución temprana del sistema solar.

Índice
1 Formación inicial
1.1 Nebulosa solar
1.2 Problemas con el modelo de nebulosa solar
2 Estimación de la edad
3 Evolución subsecuente
3.1 Sistema solar interior
3.2 Cinturón de asteroides
3.3 Planetas exteriores
3.4 Bombardeo pesado
3.5 Cinturón de Kuiper y nube de Oort
3.6 Satélites
4 Futuro
4.1 Evolución solar
4.2 Otros eventos
5 Historia de las hipótesis sobre la formación del sistema solar
6 Véase también
7 Referencias
8 Referencias adicionales
8.1 Referencias de teoría de la captura
9 Enlaces externos
Formación inicial
Nebulosa solar
La hipótesis actual sobre la formación del sistema solar es la hipótesis nebular,
propuesta por primera vez por Emanuel Swedenborg.1 En 1775 Immanuel Kant, quien
estaba familiarizado con el trabajo de Swedenborg, desarrolló la teoría más
ampliamente. Una teoría similar fue formulada independientemente por Pierre-Simon
Laplace2 en 1796. La teoría nebular sostiene que hace 4600 millones de años el
sistema solar se formó por un colapso gravitacional de una nube molecular gigante.
Esta nube inicial tenía probablemente varios años luz de largo y fue la sede del
nacimiento de varias estrellas.3 Aunque el proceso era visto como relativamente
tranquilo, estudios recientes de antiguos meteoritos revelan restos de elementos
solamente formados en los núcleos de estrellas muy grandes que explotan, indicando
que el ambiente en el que el Sol se formó estaba dentro del alcance de algunas
supernovas cercanas. La onda de choque de estas supernovas pudo haber desencadenado
la formación del Sol a través de la creación de regiones de sobredensidad en la
nebulosa circundante, causando el colapso de ellas.4

En un artículo aparecido en 2009 se ha sugerido que nuestro Sol nació formando


parte de un cúmulo estelar con una masa de entre 500 y 3000 masas solares y un
radio de entre 1 y 3 pársecs, pensándose que aunque las estrellas que formaron
dicho cúmulo se han ido dispersando con los años existe la posibilidad de que entre
10 y 60 de esas estrellas pudieran estar en un radio de 100 parsecs alrededor del
Sol.5

Una de estas regiones de gas colapsante (conocida como nebulosa protosolar)6 pudo
haber formado lo que llegó a ser el sol. Esta región tenía un diámetro de entre
7000 y 20 000 UA (unidad astronómica)37 y una masa apenas mayor que la del Sol
(entre 1,001 y 1,1 masas solares).8 Se creía que su composición sería más o menos
la del Sol actual: aproximadamente 98 % (por masa) de hidrógeno y helio presente
desde el Big Bang, y 2 % de elementos más pesados creados por generaciones
anteriores de estrellas que murieron y los expulsaron de vuelta al espacio
interestelar (ver nucleosíntesis).

Isótopos más abundantes


en el sistema solar9
Isótopo Núcleos por
millón
Hidrógeno-1 705 700
Hidrógeno-2 23
Helio-4 275 200
Helio-3 35
Oxígeno-16 5920
Carbono-12 3032
Carbono-13 37
Neón-20 1548
Neón-22 208
Hierro-56 1169
Hierro-54 72
Hierro-57 28
Nitrógeno-14 1105
Silicio-28 653
Silicio-29 34
Silicio-30 23
Magnesio-24 513
Magnesio-26 79
Magnesio-25 69
Azufre-32 396
Argón-36 77
Calcio-40 60
Aluminio-27 58
Níquel-58 49
Sodio-23 33
Tan pronto como la nebulosa colapsó, la conservación del momento angular significó
que girara más rápido. Tan pronto como el material dentro de la nebulosa se
condensó, los átomos en su interior comenzaron a colisionar con frecuencia
creciente, causando que liberaran energía en forma de calor. El centro, donde la
mayor parte de la masa se acumuló, se volvió cada vez más caliente que el disco
circundante.3 Cuando las fuerzas en competencia asociadas con la gravedad, presión
del gas, campos magnéticos y la rotación actuaron en ella, la nebulosa en
contracción empezó a aplanarse, tomando la forma de un disco protoplanetario con un
diámetro de aproximadamente 200 UA,3 y una protoestrella caliente y densa al
centro.10

Estudios de las estrellas T Tauri, estrellas jóvenes con masa solar prefundida, que
se creían similares al Sol en este punto de su evolución, mostraron que están
frecuentemente acompañadas por discos de materia preplanetaria.8 Estos discos se
extienden por varias UA y son bastante fríos, alcanzando apenas 1000 K en su punto
más caliente.11 Después de 100 millones de años, la temperatura y la presión en el
núcleo del Sol se hizo tan grande que su hidrógeno comenzó a fusionarse, creando
una fuente interna de energía que contrarrestó la fuerza de la contracción
gravitacional hasta que se alcanzó el equilibrio hidrostático. En este punto el Sol
se volvió una estrella completamente nueva.12

De esta nube y su gas y polvo (la "nebulosa solar") se piensa que se formaron
varios planetas. El mecanismo actualmente aceptado por el cual los planetas se
formaron es conocido como acreción, en el que los planetas comenzaron como granos
de polvo en órbita alrededor de la protoestrella central, que inicialmente se
formaron por el contacto directo entre grupos de entre uno y diez kilómetros de
diámetro, que a su vez colisionaron para formar cuerpos más grandes
(planetesimales), de aproximadamente 5 km de tamaño, gradualmente incrementados por
colisiones adicionales de 15 cm por año durante el transcurso de los siguientes
pocos millones de años.13

El sistema solar interior era demasiado cálido para que se condensaran moléculas
volátiles como las del agua y metano, así que los planetesimales que se formaron
ahí fueron relativamente pequeños (abarcando solo 0,6 % de la masa del disco)3 y
compuesto principalmente por componentes con altos puntos de fundición, como los
silicatos y metales. Estos cuerpos rocosos finalmente se convirtieron en planetas
terrestres. Más lejos, los efectos gravitacionales de Júpiter hicieron imposible
que se unieran los objetos protoplanetarios presentes, dejando detrás el cinturón
de asteroides.14

Todavía más lejos, más allá de la línea de congelación donde más compuestos
volátiles de hielo pudieron permanecer sólidos, Júpiter y Saturno consiguieron
juntar más material que los planetas terrestres, así como esos componentes eran más
comunes. Se convirtieron en gigantes gaseosos, mientras que Urano y Neptuno
capturaron mucho menos material y son conocidos como gigantes de hielo porque se
cree que sus núcleos están hechos principalmente de hielo (compuestos de
hidrógeno).1516

El viento solar del joven Sol esparció el gas y el polvo del disco protoplanetario,
diseminándolo en el espacio interestelar, poniendo así fin al crecimiento de los
planetas por acrecimiento. Las estrellas T Tauri tienen vientos solares mucho más
fuertes que los de estrellas más viejas y estables.1718

Problemas con el modelo de nebulosa solar


Uno de los problemas del modelo de nebulosa solar es aquel del momento angular. Con
la gran mayoría de la masa del sistema acumulándose alrededor de una nube en
rotación, la hipótesis predice que la gran mayoría del momento angular del sistema
debería acumularse en ese mismo lugar. Sin embargo, la rotación del sol es mucho
más lenta de lo presupuestado, y los planetas, a pesar de contar con menos del 1 %
de la masa total del sistema, cuentan con más del 90 % de su momento angular. Una
resolución a este problema es que las partículas de polvo del disco original
crearon fricción, lo que disminuyó la velocidad de rotación en el centro.19
Planetas en el "lugar equivocado" son un problema para el sistema de la nebulosa
solar. Urano y Neptuno están ubicados en una región donde su formación es muy poco
plausible debido a la baja densidad de la nebulosa solar y los largos tiempos
orbitales en su región. Aún más, los Júpiter caliente que ahora se observan
alrededor de otras estrellas no se pueden haber formado en sus posiciones actuales
si es que ellas se formaron a partir de "nebulosas solares" también. La solución a
estos problemas pueden estar en las migraciones planetarias por las cuales los
planetas cambian con el tiempo su distancia al Sol bien acercándose bien alejándose
de este.

Las detalladas características de los planetas son también un problema. La


hipótesis de la nebulosa solar predice que todos los planetas se formarán
exactamente en el plano eclíptico. En cambio, las órbitas de los planetas clásicos
tienen varias (eso sí, pequeñas) inclinaciones respecto del plano de la eclíptica.
Aún más, para los gigantes gaseosos se puede predecir que sus rotaciones y sistemas
lunares tampoco estarán inclinados respecto del plano eclíptico, teniendo Urano una
inclinación de 98°. La Luna, siendo relativamente grande en comparación a la
Tierra, y otras lunas que se encuentran en órbitas irregulares respecto a su
planeta son otro problema. Ahora se cree que estas observaciones se explican por
eventos que ocurrieron después de la formación inicial del sistema solar.

Estimación de la edad
Usando fechado radiométrico, los científicos estiman que el sistema solar tiene
4600 millones de años de antigüedad. Las rocas más viejas en la Tierra tienen
aproximadamente 4400 millones de años. Las rocas así de viejas son raras, ya que la
superficie de la tierra está siendo constantemente remodelada por la erosión, el
vulcanismo y las placas tectónicas. Para estimar la edad del sistema solar, los
científicos deben usar meteoritos, que se formaron durante la condensación temprana
de la nebulosa solar. Los meteoritos más viejos (como el meteorito del Canyon
Diablo) se han encontrado con 4600 millones de años de edad, por lo tanto el
sistema solar debe tener por lo menos 4600 millones de años.20

Evolución subsecuente
Originalmente se creyó que los planetas se formaron en o cerca de las órbitas en
las que los vemos ahora. Sin embargo, este punto de vista ha sido sometido a un
cambio radical durante la parte final del siglo XX y el principio del siglo XXI.
Actualmente se cree que el sistema solar se veía muy diferente después de su
formación inicial, con cinco objetos por lo menos tan masivos como Mercurio estando
presentes en el sistema solar interior (en lugar de los actuales cuatro), el
sistema solar exterior siendo mucho más compacto de lo que es ahora y el cinturón
de Kuiper empezando mucho más adentro de lo que comienza ahora.

Actualmente se cree que los impactos son una parte regular (si bien poco frecuente)
del desarrollo del sistema solar. Además del impacto que formó la Luna, se cree que
el sistema Plutón-Caronte resultó de una colisión entre objetos del cinturón de
Kuiper. También se cree que otros casos de lunas alrededor de asteroides y otros
objetos del cinturón de Kuiper son el resultado de colisiones. Que siguen
ocurriendo colisiones está demostrado por la colisión del cometa Shoemaker-Levy 9
con Júpiter en 1994 y por la huella del impacto de Meteor Crater en el estado
americano de Arizona.

Sistema solar interior


De acuerdo con el punto de vista aceptado actualmente, el sistema solar interior
fue "completado" por un impacto gigante en el cual la joven Tierra colisionó con un
objeto del tamaño de Marte (véase: Teoría del gran impacto). De este impacto
resultó la formación de la Luna. La especulación actual es que el objeto del tamaño
de Marte se formó en uno de los puntos de Lagrange estables entre la Tierra y el
Sol (L4 o L5) y después se fue a la deriva desde esa posición.21
Cinturón de asteroides
De acuerdo con la hipótesis de la nebulosa solar, el cinturón de asteroides
inicialmente contenía más que suficiente materia para formar un planeta, y,
efectivamente, un gran número de planetesimales se formó ahí. Sin embargo, Júpiter
se formó antes de que un planeta pudiera formarse de esos planetesimales. Debido a
la gran masa de Júpiter, las resonancias orbitales con Júpiter rigen las órbitas
del cinturón de asteroides. Estas resonancias dispersaron a los planetesimales
lejos del cinturón de asteroides o los mantuvieron en bandas orbitales estrechas y
evitaron que se consolidaran. Lo que resta es lo último de los planetesimales
formados inicialmente durante la formación del sistema solar.

Los efectos de Júpiter han dispersado la mayor parte de los contenidos originales
del cinturón de asteroides, dejando menos del equivalente a 1/10 de la masa de la
Tierra. La pérdida de masa es el principal factor que evita que el cinturón de
asteroides se consolide como un planeta. Los objetos con una masa muy grande tienen
un campo gravitacional lo suficientemente grande para evitar la pérdida de grandes
cantidades de material como resultado de una colisión violenta. Este no es
usualmente el caso en el cinturón de asteroides. Como resultado, muchos objetos más
grandes se han roto en pedazos, y a veces los objetos más nuevos han sido forzados
fuera en colisiones menos violentas. Se puede encontrar evidencia de las colisiones
en las lunas alrededor de algunos asteroides, que actualmente sólo se pueden
explicar como siendo consolidaciones de material arrojado del objeto de origen sin
suficiente energía para escapar de él.

Planetas exteriores
Artículo principal: Gigante gaseoso
Los protoplanetas más grandes fueron lo suficientemente masivos para acumular gas
del disco protoplanetario, y se cree que sus distribuciones de masa se pueden
entender a partir de sus posiciones en el disco, aunque esa explicación es
demasiado simple para dar cuenta de muchos otros sistemas planetarios. En esencia,
el primer planetesimal joviano en alcanzar la masa crítica requerida para capturar
gas de helio y subsecuentemente gas de hidrógeno es el más interior, porque —
comparado con las órbitas más lejanas del Sol— aquí las velocidades orbitales son
más altas, la densidad en el disco es mayor y las colisiones ocurren más
frecuentemente. Así Júpiter es el joviano más grande porque acumuló gases de
hidrógeno y helio por el periodo más largo de tiempo, y Saturno es el siguiente. La
composición de estos dos está dominada por los gases de hidrógeno y helio
capturados (aproximadamente 97 % y 90 % de la masa, respectivamente).

Los protoplanetas de Urano y Neptuno alcanzaron el tamaño crítico para colapsar


mucho después, y por eso capturaron menos hidrógeno y helio, que actualmente
constituye cerca solamente de ⅓ de sus masas totales.

Siguiendo a la captura de gas, se cree actualmente que el sistema solar exterior ha


sido formado por migraciones planetarias. Así como la gravedad de los planetas
perturbó las órbitas de los objetos del cinturón de Kuiper, muchos fueron
dispersados hacia dentro por Saturno, Urano y Neptuno, mientras que Júpiter muchas
veces expulsó esos objetos completamente fuera del sistema solar. Como resultado,
Júpiter migró hacia dentro mientras que Saturno, Urano y Neptuno migraron hacia
fuera. Un descubrimiento importante en el entendimiento de cómo esto condujo a la
estructura actual del sistema solar ocurrió en 2004. En ese año, nuevos modelos de
computadora de Júpiter y Saturno, mostraron que si Júpiter iniciara tomando menos
de dos órbitas alrededor del Sol por cada una de Urano y Neptuno vez que Saturno
completara una órbita, este patrón de migración pondría a Júpiter y Saturno en una
resonancia de 2:1 cuando el periodo orbital de Júpiter llegara a ser exactamente de
la mitad de la de Saturno. Esta resonancia podría poner a Urano y Neptuno en
órbitas más elípticas, teniendo una probabilidad de 50 % de que cambiaran lugares.
El objeto que terminó siendo el más exterior (Neptuno) podría entonces ser forzado
hacia fuera, al cinturón de Kuiper como inicialmente existió.
La interacción subsecuente entre los planetas y el cinturón de Kuiper después de
que Júpiter y Saturno pasaron por la resonancia de 2:1 puede explicar las
características orbitales y las inclinaciones del eje de los planetas gigantes
exteriores. Urano y Saturno acabaron donde están debido a las interacciones con
Júpiter y entre ellos, mientras que Neptuno terminó en su lugar actual porque es
ahí donde el cinturón de Kuiper terminaba inicialmente. La dispersión de los
objetos del cinturón de Kuiper puede explicar el intenso bombardeo tardío que
ocurrió aproximadamente hace 4 mil millones de años.22

Bombardeo pesado
Artículo principal: Bombardeo intenso tardío
Mucho tiempo después de que el viento solar limpiara el disco del gas, una gran
cantidad de planetesimales permanecieron atrás sin ser "aceptados" por ningún otro
cuerpo planetario. Esta población se creyó primeramente que existía más allá de los
planetas exteriores, donde los tiempos de "adhesión" planetesimal son tan extensos
donde era imposible que el planeta se formara antes de la dispersión gaseosa. El
planeta gigante exterior interactuaba con este "mar planetesimal", dispersando
estos cuerpos rocosos pequeños hacia adentro, mientras que sí mismo moviéndose
hacia fuera. Estos planetesimales se dispersaron del planeta siguiente encontraron
de una manera similar, y del siguiente, moviendo las órbitas de los planetas hacia
fuera mientras que los planetesimales se movieron hacia adentro.

Finalmente, este movimiento planetario derivó en una travesía de la resonancia en


una relación de 2:1 entre Júpiter y Saturno mencionada más arriba, y (se cree)
Neptuno y Urano fueron rápidamente movidos hacia afuera e interactuar fuertemente
con el mar de planetesimales. La cantidad de planetesimales siendo arrastrados
hacia el interior para alcanzar al resto del sistema solar ha aumentado enormemente
y con varios impactos en todos los cuerpor planetarios y lunares observados. Este
período es conocido como el bombardeo intenso tardío.

De esta forma, los planetas jóvenes (particularmente Júpiter y Neptuno) dejaron el


disco libre de restos planetesimales, "limpiando el vecindario", ya sea lanzándolos
hacia los extremos de la Nube de Oort (tan lejos como 50 000 ua), o continuamente
alterando sus órbitas para colisionar con otros planetas (o tener órbitas más
estables como el cinturón de asteroides). Este período de bombardeo pesado duró
varios cientos de millones de años y es evidente en los cráteres que continúan
siendo visibles en cuerpos geológicamente muertos del sistema solar. El impacto de
los planetesimales en la Tierra se cree que trajo el agua y otros compuestos
hidrogenados. Aunque no es ampliamente aceptado, algunos creen que la vida misma
fue depositada en el Tierra de esta manera (conocida como la hipótesis de la
panespermia). Las actuales ubicaciones de los cinturones de Kuiper y de Asteroides
pueden depender de gran manera del Bombardeo Pesado Tardío al transportar grandes
cantidades de masa a través del sistema solar.

Aún más importante, el bombardeo y colisiones ente planetesimales y protoplanetas


puede explicar la existencia de lunas, órbitas lunares e inclinaciones axiales
inusuales entre otras discrepancias en movimientos originalmente muy ordenados. la
excesiva cantidad de cráteres en la Luna y otros cuerpos grandes, fechados hasta
esta era del sistema solar, también es naturalmente explicado por este proceso. El
impacto gigante de un protoplaneta del tamaño de Marte se sospecha que es el
responsable del satélite inusualmente grande de la Tierra, cuya composición y
densidad es similar a la del manto terrestre, y podría simultáneamente haber
alterado el eje de rotación de la Tierra hasta sus actuales 23,5° respecto de su
plano orbital.

En el modelo de nebulosa solar la única forma en que los planetas pueden obtener
lunas es capturándolas. Las dos pequeñas y llanas lunas de Marte son claramente
asteroides y otros ejemplos de satélites capturados abundan en sistemas jóvenes.
Las interacciones orbitales regulares de Júpiter (ver resonancia orbital) también
es responsable de que material que alguna vez formó parte del cinturón de
asteroides no se desvíe y se acerque a otro planeta terrestre importante. La mayor
parte de ese material lleva tiempo dentro de órbitas excéntricas y han colisionado
con algo más; la masa total del cinturón de asteroides es actualmente menos de un
décimo de la masa terrestre.

Cinturón de Kuiper y nube de Oort


El Cinturón de Kuiper fue inicialmente una región externa de cuerpos congelados que
carecían de suficiente densidad másica para consolidarse. Originalmente, en su
límite interno podría haber estado sólo al otro lado del extremo de Urano y Neptuno
cuando éstos se formaron. (Esto es más probable en el rango de 15 -20 UA). El
límite externo se encontraba a aproximadamente 30 UA. El cinturón de Kuiper
inicialmente "goteaba" objetos hacia el sistema solar externo causando las primeras
migraciones planetarias.

La resonancia orbital Júpiter-Saturno de 2:1 causó que Neptuno atravesara el


cinturón de Kuiper dispersando a la mayoría de los objetos. Muchos de estos objetos
fueron dispersados hacia adentro, hasta que interactuaron con Júpiter y puestos en
su mayoría en órbitas altamente elípticas, o siendo expulsados fuera del sistema
solar. Los objetos que terminaron en órbitas muy elípticas formaron la nube de
Oort. Más hacia dentro, algunos objetos fueron dispersados hacia fuera por Neptuno,
y aquellos formaron el disco disperso, dando cuenta de la baja masa del cinturón de
Kuiper de la actualidad. Sin embargo, un gran número de objetos del cinturón de
Kuiper, incluyendo a Plutón, se unieron gravitacionalmente a la órbita de Neptuno,
forzándolos hacia órbitas resonantes.23

La evolución del sistema solar exterior parece haber sido influenciada por
supernovas cercanas y posiblemente también por el paso por nubes interestelares.
Las superficies de los cuerpos en el sistema solar exterior podían experimentar
aclimatamiento espacial por el viento solar, micrometeoritos, así como los
componentes neutrales del medio interestelar, e influencias más momentáneas como
supernovas y erupciones magnetarias (también llamadas terremotos estelares). Beth
E. Clark24 está entre aquellos que hacen investigación sobre aclimatación espacial
o erosión espacial aunque todavía no se cuantifican las implicaciones específicas
para el sistema solar exterior.

La muestra del Stardust que volvió del cometa Wild 2 ha revelado también alguna
evidencia de que los materiales de la formación temprana del sistema solar migraron
desde el más cálido sistema solar interior a la región del cinturón de Kuiper, así
como algo del polvo que existía antes de que se formara el sistema solar.25

Satélites
Los satélites naturales han llegado a existir alrededor de la mayoría de los
planetas y muchos otros cuerpos del sistema solar. Estos satélites naturales han
llegado a existir por tres posibles causas:

coformación desde un disco protoplanetario (peculiar de los gigantes gaseosos),


formación a partir de escombros (dado un impacto lo suficientemente fuerte en un
ángulo superficial, y
captura de un objeto pasando.
Los gigantes gaseosos tienden a tener sistemas interiores de lunas que se
originaron a partir del disco protoplanetario. Esto está indicado por el gran
tamaño de las lunas y su proximidad al planeta. (Estos atributos son imposibles de
alcanzar por la vía de la captura, mientras que la naturaleza gaseosa de los
planetas hace la formación a partir de escombros de colisiones otra imposibilidad).
Las lunas exteriores de los gigantes gaseosos tienden a ser pequeñas y tener
órbitas que son elípticas y tienen inclinaciones arbitrarias. Estas características
son apropiadas para cuerpos capturados.

En el caso de los planetas interiores y otros cuerpos sólidos del sistema solar,
las colisiones parecen ser el mayor creador de lunas, con un porcentaje del
material expulsado por la colisión, terminando en órbita y uniéndose en una o más
lunas. Se cree que la Luna se formó de esta forma.

Después de formarse, los sistemas de lunas continuarán evolucionando. El efecto más


común es la modificación orbital debida a las mareas. Esto ocurre debido al aumento
que una luna crea en la atmósfera y los océanos de un planeta y, en una menor
medida, en el planeta en sí mismo. Si el planeta rota más rápido que las órbitas de
la luna, el aumento de las mareas se desplazará constantemente por delante del
satélite. En este caso, la gravedad del aumento causará que el satélite se acelere
y lentamente se aleje del planeta (como es el caso de la Luna). Por otro lado, si
la luna orbita más rápido de lo que el planeta gira (o gira en dirección
contraria), el aumento permanecerá detrás de la luna, y la gravedad del aumento
causará que la órbita de la luna decaiga con el tiempo. (La luna marciana Fobos
está lentamente cayendo en espiral hacia Marte por esta razón.)

Un planeta también puede crear un aumento en las mareas de una luna, y este
disminuirá la rotación de la luna hasta que su periodo de rotación llegue a ser el
mismo que su periodo de revolución. Así la luna mantendrá uno de sus lados mirando
hacia el planeta, como es el caso de la Luna. Esto es llamado rotación sincrónica y
está presente en muchas otras lunas del sistema solar, como en el satélite Ío de
Júpiter. En el caso de Plutón y Caronte, tanto el planeta como el satélite están
sincronizados por las mareas del otro.

Futuro
Excepto por un acontecimiento imprevisible e inesperado, tal como la llegada de un
agujero negro o una estrella a su espacio, los astrónomos estiman que el sistema
solar, como lo conocemos hoy durará otros pocos cientos de millones de años, tiempo
en el que se espera sea sometido a su primer transformación mayor. Los anillos de
Saturno son bastante jóvenes y no se calcula que sobrevivan más allá de 300
millones de años. La gravedad de las lunas de Saturno gradualmente barrerá la
orilla exterior de los anillos hacia el planeta y, finalmente, la abrasión por
meteoritos y la gravedad de este harán el resto, dejándolo sin sus característicos
ornamentos;26 sin embargo, estudios recientes realizados sobre la base de los datos
tomados por la misión Cassini-Huygens muestran que los anillos podrían durar aún
varios miles de millones de años más.

En algún momento dentro de 1,4 y 3,5 miles de millones de años contados desde
ahora, la luna de Neptuno, Tritón, que está actualmente en una lenta órbita
retrógrada, en declive alrededor de su compañero, caerá bajo el límite de Roche de
Neptuno, tras lo que su fuerza de marea hará la luna pedazos, pudiendo crear un
amplio sistema de anillos alrededor del planeta, similar al de Saturno.27

Debido a la fricción de la marea contra el lecho marino, la Luna está gradualmente


drenando el momento rotacional de la Tierra; esto, a su vez, causa que la Luna
lentamente se retire de la Tierra, a una tasa de aproximadamente 38mm por año.
Mientras esto ocurre, la conservación del momento angular hace que la rotación del
planeta disminuya, haciendo los días más largos por aproximadamente un segundo cada
60 000 años. En alrededor de 2 mil millones de años, la órbita de la Luna alcanzará
un punto conocido como "resonancia de giro y órbita", y tanto la Tierra como la
Luna estarán sincronizados por sus mareas. El periodo orbital de la Luna, igualará
el periodo de rotación de la Tierra y un lado de esta apuntará eternamente hacia la
Luna, justo del mismo modo que un lado de la Luna actualmente apunta hacia ella.28

Evolución solar
Concepción de un artista de la evolución futura de nuestro Sol. Izquierda:
secuencia principal; al centro: gigante roja; derecha; enana blanca.
El Sol se está haciendo más brillante a una tasa de más o menos del diez por ciento
cada mil millones de años. Se estima que dentro de mil millones de años, provocará
un efecto invernadero descontrolado en la Tierra que hará que los océanos empiecen
a evaporarse29

Toda la vida sobre la superficie se extinguirá, aunque la vida podría sobrevivir en


los océanos más profundos; se ha sugerido que finalmente nuestro planeta podría
recordar a cómo es Titán, la mayor luna de Saturno, hoy: una región ecuatorial
cubierta por campos de dunas, con fuertes tormentas ocasionales descargando allí y
creando depósitos fluviales, y la poca agua líquida existente concentrada en los
polos —el resto perdida a la atmósfera y destruida allí por la radiación solar—.30

Dentro de 3500 millones de años, la Tierra alcanzará condiciones en su superficie


similares a las del planeta Venus hoy en día; los océanos hervirán por completo, y
toda la vida (en las formas conocidas) será imposible. Durante este tiempo la
temperatura de Marte se elevará, y el dióxido de carbono congelado y el vapor de
agua en su superficie empezarán a sublimar.31

Dentro de alrededor de seis mil millones de años, las reservas de hidrógeno dentro
del núcleo del Sol se habrán agotado y comenzará a utilizar aquellas en sus capas
superiores menos densas y, en más o menos 7600 millones de años en el futuro,
volverse una gigante roja, fría y embotada por su muy incrementada área de
superficie. Cuando el Sol se expanda absorberá a Mercurio y Venus y posiblemente
también La Tierra.32 Se espera que el Sol permanezca en una fase de gigante roja
por alrededor de cien millones de años, alcanzando un diámetro alrededor de 256
veces mayor al que tiene ahora —1.2 UA—, y una luminosidad más de 2300 veces
superior. Durante este tiempo, es posible que en mundos alrededor de Cinturón de
Kuiper, tales como Plutón e Caronte, la temperatura superficial se haga lo
suficientemente apacible para que la superficie congelada se convierta en océanos
líquidos que podrían alcanzar condiciones similares a aquellas requeridas para la
vida humana actual. 33

La Tierra poco antes de su fin


Esto tendrá consecuencias dramáticas para la Tierra; prácticamente toda la
atmósfera se perderá en el espacio debido a un potente viento solar y la
temperatura de la superficie terrestre, la cual estará cubierta por un océano de
magma en el que flotarán continentes de metales y óxidos metálicos y "glaciares" de
materiales refractarios por entonces, puede sobrepasar en algunos momentos los
2000°.34Además, la proximidad de la superficie estelar al sistema Tierra-Luna hará
que la órbita lunar se vaya cerrando hasta que la Luna esté a alrededor de 18 000
kilómetros de la Tierra —el límite de Roche—, momento en el cual la gravedad
terrestre destruirá la Luna convirtiéndola en unos anillos similares a los de
Saturno. De todas formas, el fin del sistema Tierra-Luna es incierto y depende de
la masa que pierda el Sol en esos estadios finales de su evolución.

Recientes estudios muestran que, a diferencia de lo que se creyó por un tiempo (que
la Tierra no sería aniquilada por el Sol), la Tierra será absorbida y destruida por
nuestra estrella tras ser tragada por la misma a causa de la abrasión y
vaporización producida por su caída en espiral hacia el centro solar en un proceso
que llevará apenas 200 años,35 aunque también existe la posibilidad de que
sobreviva y de que el mencionado roce producido por el movimiento de nuestro
planeta, primero dentro de la atmósfera solar y luego dentro del astro, despoje a
nuestro planeta de sus capas externas, quedando solo su núcleo.

La Nebulosa del anillo, una nebulosa planetaria similar a lo que el Sol llegará a
ser finalmente.
Finalmente, el helio producido en la superficie caerá de vuelta al núcleo,
incrementando la densidad hasta que alcance los niveles necesarios para fundir el
helio en carbono. El flash del helio ocurrirá entonces y el Sol se convertirá en
una estrella de la rama horizontal; encogerá abruptamente a un tamaño de alrededor
de 10 veces mayor que su radio original y su luminosidad descenderá de manera
brusca, al caer su fuente de energía de nuevo a su núcleo. Debido a la relativa
rareza del helio como opuesto al hidrógeno (se necesitan cuatro iones de hidrógeno
para crear un núcleo de helio, y adicionalmente tres núcleos de helio para crear
uno de carbono) y la tasa incrementada de reacciones debidas a la temperatura y
presión en el núcleo del Sol, la fusión de helio en carbono durará solamente 100
millones de años, mientras que alrededor del núcleo seguirá fusionándose el
hidrógeno en helio. Finalmente tendrá que recurrir de nuevo a sus reservas en sus
capas exteriores y recuperará su forma de gigante roja convirtiéndose en una
estrella de la rama asintótica gigante, siendo entonces aún mayor y más luminosa
que en su época de gigante roja (hasta más de 200 veces mayor y más de 5000 veces
más brillante). Esta fase dura otros 100 millones de años, después de los cuales,
sobre el curso de otros 100 000 años, las capas exteriores del Sol desaparecerán,
expulsando un gran flujo de materia en el espacio y formando un halo conocido (de
forma engañosa) como una nebulosa planetaria.

Este es un evento relativamente pacífico; nada semejante a una supernova, la cual


nuestro Sol es demasiado pequeño como para sufrir. Los habitantes de la Tierra, si
seguimos vivos para atestiguar este acontecimiento y si el planeta sigue existiendo
por entonces, podremos observar un incremento masivo en la velocidad del viento
solar, pero no lo suficiente como para destruir a la Tierra completamente.

Finalmente, todo lo que quedará del Sol será una enana blanca, un objeto caliente,
sombrío y extraordinariamente denso; de la mitad de su masa original pero con sólo
la mitad del tamaño de la Tierra. Si fuera visto desde la superficie terrestre,
sería un punto de luz del tamaño de Venus con el brillo de cien soles actuales,
aunque disminuyendo rápidamente.3637

Tan pronto como el Sol muera, su empuje gravitacional en los planetas, cometas y
asteroides que lo orbitan, se debilitará. Las órbitas de la Tierra y de otros
planetas se expandirán. Cuando el Sol se convierta en una enana blanca, se
alcanzará la configuración final del sistema solar: La Tierra y Marte —si todavía
existen—, orbitarán respectivamente a 1.85 y 2.80 AU. Todo nuestro sistema solar se
alterará drásticamente. Éstos, y los otros planetas restantes, se congelarán como
cáscaras oscuras, heladas y sin vida. Continuarán orbitando su estrella, con su
velocidad reducida debida a su mayor distancia del Sol y a la reducida gravedad del
mismo. Ese cambio de las órbitas planetarias también producirá que las de
asteroides y cometas se inestabilicen hasta el punto de que algunas de ellas pueden
llevar a dichos cuerpos tan cerca de la enana blanca solar que sean destruidas por
las fuerzas de marea de esta, produciendo un anillo de restos a su alrededor3839

Dos mil millones de años más tarde, el carbono en el núcleo del Sol se
cristalizará, transformándose en un diamante gigante. Finalmente, luego de
trillones de años más, se desvanecerá y morirá por fin, cesando de brillar
completamente.40414243

Otros eventos
Más o menos dentro de tres mil millones de años, con el Sol aún en su secuencia
principal, Andrómeda se acercará a nuestra galaxia para, tras varios pasos
cercanos, terminar colisionando y fundiéndose con ella. Si bien, ello podría
afectar a nuestro sistema solar como un todo, es muy poco probable que pudiera
afectar al Sol o a los planetas dada la gran distancia a la que están las estrellas
unas de otras, incluso en el caso de una colisión galáctica. Sin embargo, es
bastante probable que el sistema solar sea expulsado de su posición actual y acabe
en el halo de la galaxia recién formada.

Con el paso del tiempo, y ya con el Sol apagado y convertido en una enana negra,
las posibilidades de que una estrella se acerque al sistema solar y arruine las
órbitas planetarias irán aumentando. Si no se cumplen los escenarios que apuntan a
un Big Crunch o a un Big Rip, dentro de 1015 años la gravedad de las estrellas que
hayan pasado cerca de este habrán conseguido quitarle al Sol sus planetas. Si bien
todos ellos podrían sobrevivir aún mucho más tiempo, ello marcará el fin de nuestro
sistema solar en el sentido en el que lo conocemos.44

Historia de las hipótesis sobre la formación del sistema solar


Durante los últimos años del siglo XIX la hipótesis nebular de Kant-Laplace fue
criticada por James Clerk Maxwell, quien probó que si la materia de los planetas
conocidos hubiera estado alguna vez distribuida alrededor del Sol formando un
disco, las fuerzas de rotación diferencial habrían impedido la condensación de
planetas individuales. Otra objeción fue que el Sol posee un momento angular menor
que el requerido por el modelo de Kant-Laplace. Durante varias décadas, muchos
astrónomos prefirieron la hipótesis de las colisiones cercanas, que consideraba que
los planetas se habrían formado debido a la aproximación de otra estrella al Sol.
Esta cercanía habría arrancado gran cantidad de materia del Sol y de la otra
estrella, debido a las fuerzas de marea, que al condensarse habría formado los
planetas.

La hipótesis de las colisiones cercanas también fue criticada y, en los años 1940,
el modelo nebular fue mejorado hasta conseguir una amplia aceptación por parte de
la comunidad científica. En la versión modificada, se asumió que la masa del
protoplaneta original fuese mayor y que la variación del momento angular fuese
debida a fuerzas magnéticas. Es decir, el joven Sol transfirió algo de momento
angular al disco protoplanetario y los planetesimales mediante ondas de Alvén, como
se supone que ocurre en las estrellas T Tauri.

El modelo nebular refinado fue desarrollado completamente basado en observaciones


de nuestro propio sistema solar, puesto que era el único conocido hasta mediados de
los años 1990. Aun así, se creía ampliamente aplicable a otros sistemas
planetarios, por lo que los científicos estaban ansiosos de probar el modelo
nebular encontrando discos protoplanetarios o incluso planetas alrededor de otras
estrellas: planetas extrasolares.

En la actualidad se han observado nebulosas estelares y discos protoplanetarios en


la nebulosa de Orión y en otras regiones con estrellas en formación empleando el
telescopio espacial Hubble. Algunas de estas áreas tienen hasta 1000 UA de
diámetro.

En noviembre de 2006, el descubrimiento de más de 200 exoplanetas45 hizo que el


modelo nebular dejara de ser coherente con los datos experimentales. Por tanto,
debe ser revisado para tener en cuenta estos sistemas planetarios, o un nuevo
modelo debe ser propuesto. No existe un consenso sobre cómo explicar los "Júpiter
calientes" observados, pero la idea mayoritaria es la de migración planetaria. Esta
idea consiste en que los planetas deben de ser capaces de migrar de sus órbitas
iniciales a estrellas más cercanas por alguno de los diversos procesos físicos
posibles, como la fricción orbital cuando el disco protoplanetario todavía está
repleto de hidrógeno y helio.

En los últimos años se ha desarrollado un nuevo modelo de formación de sistemas


solares: la Teoría de la Captura. Esta teoría sostiene que la gravedad de un objeto
errante podría extraer materia del sol, que luego se condensaría y enfriaría
formando los planetas. Este modelo explica características del sistema solar no
explicadas por el modelo nebular. Sin embargo, la Teoría de la Captura ha sido
criticada por el hecho de que supone una edad diferente para el sol y para los
planetas cuando existen pruebas de que el Sol y el resto del sistema solar fue
formado aproximadamente en la misma época, lo que modelos más aceptados sí que
consiguen explicar.

Véase también
Historia de la Tierra
Gran Historia
Futuro de la Tierra
Edad de la Tierra
Hipótesis del gran impacto
Migración planetaria
Sistema solar
Nebulosa solar
Evolución estelar
Fotoevaporación
Anexo:Datos de los planetas del sistema solar
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The extrasolar planets encyclopedia
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Enlaces externos
Evolución del Sistema Solar, de la NASA, en inglés
Formación del Sistema Solar, del sitio web Astrosigma
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Proyectos WikimediaWd Datos: Q3535
Categoría: Sistema solar
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