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TEORÍA DEL TRABAJO

SOCIAL CON GRUPOS

Antonio López Peláez

Segunda edición revisada y ampliad¡


TEORÍA DEL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

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ISBN: 978-84-7991-439-4
Depósito Legal: M-35534 - 2015
Segunda edición revisada y ampliada. Noviembre 2015

Imprime:
Solana e hijos, A.G. , S. A. U. San Alfonso, 26 - La Fortuna (Leganés) - Madrid
Impreso en España / Printed in Spain
, .
Indice

PRESENTACIÓN 21

CAPÍTULO 1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL SIGLO XXI:


CIUDADANÍA Y DINÁMICA DE GRUPO EN LA ÉPOCA DEL E-SOCIAL
WORK 25
Objetivos 27

Conceptos 27

1. Introducción 28

2. Ciudadanía, trabajo social y bienestar: una dinámica imparable


de universalización de derechos 29

3. Trabajo Social en un contexto cambiante 32

4. ¿Qué puede aportar el Trabajo Social como disciplina científica? 35

5. Altruismo, generosidad y comunidad: ¿una vuelta a los orígenes


del Trabajo Social? 37

6. E-Social Work: un nuevo ámbito para el Trabajo Social con Grupos 43


6.1. Hacia una definición de e-Social Work 44
6.2. Nuevos desafíos en una sociedad de nativos digitales 45
6.3. Fases para desarrollar un proyecto de e-Social Work 47

7. Conclusiones 48

8. Lecturas recomendadas 49
8.1. Texto 49
8.2. Lectura recomendada 50
8.3. Bibliografía recomendada 50
9. Ejercicios de autoevaluación 51
10. Resumen 51

13
TEORÍA DEL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL:


PERSPECTIVAS SOBRE LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS 55

Objetivos 57

Conceptos 57

1. Introducción 58
2. Dinámicas grupales 58
2.1. ¿Qué es lo que pasa en un grupo? 60
2.2. Teoría y Trabajo Social con Grupos: avanzando hacia
enfoques «no binarios» 64
3. Reflexiones sobre el trabajo social con grupos en el siglo XXI 71
3.1. Reflexiones sobre la dinámica de grupos : Richard Sennett 72
3.2. Reflexiones sobre la dinámica de grupos: la paradoja de la
generosidad 75

4. El Trabajo Social con Grupos en nuestro contexto actual :


perspectivas para el debate 79
4.1 . Reflexividad y marcos lingüísticos 79
4.2. Dinámica de grupos y paradojas relacionales 81

5. Modelos teóricos en Trabajo Soci al con Grupos 87


5.1 . Individuo, grupo y sociedad: un debate inacabable 89
5.2. Perspectivas sobre el Trabaj o Social con Grupos desde los
modelos sistémicos, psicodinámicos y de la ayuda mutua 92

6. Conclusiones 95

7. Lecturas recomendadas 96
7.1. Texto 96
7.2 . Lectura recomendada 98
7.3. Bibliografía recomendada 98

8. Ejercicios de autoevaluación 98

9. Resumen 98

CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS: RASTREANDO


LOS FUNDAMENTOS DEL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS 101

Objetivos 103

Conceptos 103

1. Introducción 104

14
Antonio López Peláez

2. Fundamentos del Trabajo Social con Grupos 105


2.1. Del súdbito al ciudadano: un largo camino hacia la libertad 106
2.1.1. La libertad como categoría antropológica 108
2 .1 .2. 11 ustración y ciudadanía 111
2.2. Nuevas sociedades, industrialización y exclusión social 114
2.2.1. Ciencia, tecnología y sociedad 115
2.2.2. Revolución industrial y exclusión social 119
2.2.2.1. La Primera Revolución Industrial 119
2.2.2.2. La Segunda Revolución Industrial 121
3. Dinámica de grupos y libertad personal 123
4. Trabajo Social con Grupos en un entorno cambiante: economía,
sociedad y dinámica de grupos 129
4.1. Tecnología, organizaciones y dinámicas grupales 134
4.2 . Trabajo Social con Grupos y empleo: competencias y
habi 1idades en un entorno ca mbiante 141
5. Conclusiones 144
6. Lecturas recomendadas 145
6.1. Texto 145
6.2. Lectura recomendada 146
6.3. Bibliografía recomendada 146
7. Ejercicios de autoevaluación 147
8. Resumen 147

CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES 149


Objetivos 151
Conceptos 151
1. Introducción 152
2. Comunicación, cultura y lenguaje 153
2.1. Cultura y comunicación 153
2.2. Comunicación y libertad 159
2.3. Tecnología y transformación cultural 161
3. Características básicas de la co municación 164
3.1. Elementos del proceso comunicativo 165
3.2. Dimensiones de la comunicación 167
4. Comunicación y grupos sociales 186

15
TEORÍA DEL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

5. Conclusiones 192

6. Lecturas recomendadas 193


6.1. Texto 193
6.2. Lectura recomendada 194
6.3. Bibliografía general del capítulo 194

7. Ejercicios de autoevaluación 195

8. Resumen 195

CAPITULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS


SOCIALES 197

Objetivos 199

Conceptos 199

1. Introducción 200

2. El origen del poder 203


2.1. Perspectivas desde la Antigüedad 205
2.2. Poder y voluntad 206
2.3. Ciudadanía y poder 209

3. Conflicto, negociación y poder: reflexiones sobre la dinámica


de grupo 220
3 .1. De los objetivos a las capacidades 221
3.2. Tipologías del poder 224

4. Empowerment y Trabajo Social con Grupos 230

5. Conclusiones 234

6. Lecturas recomendadas 236


6.1. Texto 236
6.2. Lectura recomendada 236
6.3. Bibliografía general del capítulo 237

7. Ejercicios de autoevaluación 237

8. Resumen 238

CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO


SOCIAL CON GRUPOS 241

Objetivos 243

16
Antonio López Peláez

Conceptos 243

1. Introducción 244

2. Hacia una defi nición de Trabajo Social con Grupos 246


2.1. Teoría y práctica en el Espacio Europeo de Educación
Superior 246
2.2. Elementos para una definición del Trabajo Social con Grupos 249
3. Principios básicos para un modelo teórico en el Trabajo Social
con Grupos 253
3.1 . Primer principio: más allá del relativismo, el conocimiento
científico es posibl e 254
3.2. Segundo principio: la vida humana es histórica, relacional
y aspiracional 256
3.3. Tercer principio: gradualidad, reversibilidad y progresividad 264
4. Hacia un modelo de intervención: fases en el Trabajo Social con
Grupos 271

5. Conclusiones 277
6. Lecturas recomendadas 277
6.1. Texto 277
6.2. Lectura recomendada 278
6.3. Bibliografía general del capítulo 278

7. Ejercicios de autoevaluación 279

8. Resumen 279

17
PRESENTACIÓN
Presentación

n libro de texto es siempre un producto circunstancial, responde a unas

U demandas determinadas, y se mejora con las sugerencias de colegas y estu-


diantes. En este caso, esta segunda edición se beneficia de los proyectos de
intervención social que he llevado a cabo desde el año 201 O hasta el año 2015. Y espe-
cialmente de las dinámicas grupales en las que he participado en Segovia, Madrid y
Kalamazoo (Michigan, USA). Trabajar codo con codo con trabajadores sociales nortea-
mericanos especializados en la dinámica de grupos, me ha permitido profundizar más
en los retos que afrontamos, especialmente en el ámbito de las nuevas tecnologías. A la
vez, las sugerencias de profesores tutores y estudiantes de la UNED, me ha llevado a
redefinir y aclarar algunos conceptos, y mejorar la exposición de algunas teorías.
Quiero en este primer párrafo agradecerles expresamente, a estudiantes y tutores, que
me hayan enviado sus observaciones, ya que me ha permitido mejorar esta segunda
edición. Como cualquier libro docente, se trata de un «work in progress», y espero
poder seguir mejorando este texto en los próximos años.

Como señalaba en la introducción a la primera edición, el Trabajo Social con


Grupos es una especialización clave dentro del ámbito del Trabajo Social como dis-
ciplina científica. Junto con el Trabajo Social con Casos, y el Trabajo Social con
Comunidades, permite abordar las tres dimensiones básicas en las que desarrollan su
actividad profesional los trabajadores sociales. Nuestra disciplina ha alcanzado su
madurez académica en España (que no profesional ni intelectual, conseguida hace ya
muchos años) recientemente, con la adaptación de las titulaciones académicas a los
nuevos Grados (adaptados a las exigencias del Espacio Europeo de Educación
Superior). Por fin, el Trabajo Social es ya un Grado, en igualdad de condiciones con
otras disciplinas del ámbito de las Cien cias Sociales, como el Derecho, la Sociología,
la Psicología o la Ciencia Política. Y en igualdad de condiciones con los estudiantes
de Trabajo Social en Estados Unidos o en Europa, que también accedían al título de
Grado (equivalente a las antiguas licenciaturas) al finalizar sus estudios.

21
PRESENTACIÓN

Podemos decir que con los nuevos Grados, con los nuevos Másteres, y con las
tesis doctorales en Trabajo Social, nuestra di sciplina ha alcanzado el estatus que siem-
pre le ha correspondido, y los profesion ales del Trabajo Social tienen ya una forma-
ción y una titulación a la altura de los ti empos que corren . Para los que nos dedica-
mos a esta disciplina, es un motivo de alegría y, también, de satisfacción por el tra-
bajo bien hecho. Durante muchos años, la actividad profesional de los profesionales
del Trabajo Social ha constituido un eje cl ave en la puesta en marcha del Estado del
Bienestar. Ahora, además, en las univers idades pueden ya investigar, ejercer la
docencia, y formarse, con los mayores nive les de calidad y los mejores resultados.

En el caso específico de la UNED, a nuestro Grado en Trabajo Social, ofertado por


la Facultad de Derecho, se une el Máster en Trabajo Social, Estado del Bienestar y
Metodologías de Intervención Social, ofertado también por nuestra Facultad de
Derecho (y que no estaba disponible en la primera edición de este libro, en el año
201 O). Y también ofertamos una línea de investigación específica en el ámbito del
Trabajo Social, en el programa de doctorado en Derecho y Ciencias Sociales de la
Facultad de Derecho de la UNED. En definitiva, cinco años después de lanzar el
Grado en Trabajo Social, en la UNED ya podemos ofrecer un itinerario formativo
completo en nuestra área de conocimiento, desde el Grado hasta el Doctorado.

Dentro del extenso campo de con ocimiento específico del Trabajo Social, el
Trabajo Social con Grupos ocupa un lugar relevante. Contamos con manuales muy
rigurosos en lengua inglesa y en lengua española sobre la disciplina, desde diver-
sas perspectivas teóricas. En este libro, me he centrado en una dimensión clave en
cualquier ciencia: la teoría. No hay nada más práctico que una buena teoría, y es
necesario analizar las principales perspectivas teóricas sobre la disciplina. Dada la
distribución de asignaturas por créditos ECTS, y las exigencias de la enseñanza uni-
versitaria a distancia, presento un texto que favorece el aprendizaje autónomo del
estudiante, limitando nuestra temática a cuestiones que considero realmente estra-
tégicas en la formación de los profesional es del Trabajo Social, como el análisis del
poder, la comunicación o las etapas o fa ses de las dinámicas grupales. En asigna-
turas posteriores, tanto del Grado en Trabajo Social de la Universidad Nacional de
Educación a Distancia, como de los Grados ofertados por otras Universidades, se
presentarán y analizarán las principales técnicas aplicables en el ámbito de las
dinámicas grupales.

Los planteamientos que formulo en esta obra están íntimamente relacionados con
anteriores publicaciones que he realizado sobre esta temática. Todas ellas encuentran su
cimiento en el concepto de ciudadanía democrática, que es el que nos permite recono-
cer a los demás como iguales y coprotagoni stas de nuestra historia común. La extensión
de los derechos de los ciudadanos, la vi gencia de la democracia como el mejor medio
para resolver nuestros problemas, y la necesidad de conformar estructuralmente la socie-
dad para que nuestros derechos teóricos se conviertan en capacidades reales que pode-

22
Antonio López Pelaéz

mos ejercer, son tres temáti cas que recurrentemente van a aparecer en las páginas que
siguen. Creo que es necesario analizarlas una y otra vez, puesto que el Trabajo Social se
genera como disciplina científica precisamente para hacer posible la ciudadanía real
(afrontando problemas personales, gru pales y comunitarios, y trabajando para que el
bienestar de los ciudadanos sea real, y por lo tanto, avancen en su inclusión social -y se
alejen de los procesos de exclusión social-).

No puedo concluir este prólogo sin manifestar mi agradecimiento a todos los que
hacen posible la vida universita ria. En prim er lugar, quiero agradecer a los estudian-
tes de la UNED su esfuerzo y su tesón, y recordarles en el inicio de su carrera aca-
démica, que estudiar e interiorizar una mentalidad científica merece la pena. Nuestra
profesión se consolidará y crecerá en prestigio si adoptamos siempre una actitud cien-
tífica, rigurosa en la evaluación, diseño, realización y evaluación final de nuestra acti-
vidad. En segundo lugar, quiero agradecer el compañerismo y la curiosidad intelec-
tual de Héctor Luis Díaz, catedrático de Trabajo Social y director de la School of
Social Work, Western Michigan University (Michigan, USA). Gracias a su apoyo he
podido aprender, compartir e investi gar en el ámbito del Trabajo Social con Grupos.

En tercer lugar, quiero agradece r al profesor Rafael Acebes, que forma conmigo el
equipo docente de la asignatura «Teoría del Trabajo Social con Grupos», su dedica-
ción y su competencia en la acti v id ad docente. Y también agradecerle que haya com-
partido conmigo su experiencia profes ional como trabajador social con grupos en el
Ayuntamiento de Segovia. En cuarto lugar, quiero agradecer al personal de adminis-
tración y servicios del Centro Asoci ado de la UNED de Segovia, del que he sido direc-
tor desde el 1 de noviembre de 2006 hasta el 5 de octubre de 2015, su competencia
y su profesionalidad: gracias, Paloma, Montse, Begoña, Paqui , Ana, Enrique, Alberto
y José Luís, porque he podido compartir con vosotros un entorno de trabajo, una
dinámica de grupo, excepcional. Ya no estoy allí, pero no os olvido.

Y finalmente, pero no en último lugar, nada de esto sería posible sin mi familia y sin
mi equipo, que, cinco años después de la primera edición de este libro, siguen constitu-
yendo mi más preciado bien y el ám bito seguro de mi intimidad.

Madrid, 19 de octubre de 2015

23
,
CAPITULO 1:
Trabajo Social con Grupos en el siglo XXI:
ciudadanía y dinámica de grupo
en la época del e-Socia/ Work
Capítulo 1: Trabajo Social con Grupos
en el siglo XXI : ciudadanía y dinámica
de grupo en la época del e-Social Work

Objetivos:
- Conocer las principales características del entorno en el que se desarrolla
el Trabajo Social con Grupos.

- Comprender la dimensión ci entífica del Trabajo Social con Grupos.

- Analizar el escenario digi tal como nuevo entorno para lo que denomina-
mos E-Social Work.

Conceptos:
- Ciencia

- Trabajo Social con Grupos

- Ciudadanía

- E-Social Work

27
CAPÍTULO 1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL SIGLO XXI

1. INTRODUCCIÓN:

El Trabajo Social es una disciplina científica (Dulmus and Sowers 2012), y


una profesión, relativamente contemporánea, con poco más de un siglo de
existencia. No puede analizarse sin tomar en consideración las consecuencias
de la industrialización, por un lado, y por otro, la expansión de la democracia
como forma de gobierno. Se trata de un proceso en el que juega un papel fun-
damental la experiencia norteamericana. Tanto Jane Addams como Marie
Richmond, consideradas las fundadoras del Trabajo Social como disciplina y
como profesión de ayuda, son norteamericanas. Y es su contexto el que las
impulsa a afrontar desde una perspectiva innovadora la lucha contra la pobre-
za y la degradación de las condiciones de vida en las sociedades de su tiempo.
Fueron innovadoras, y afrontaron retos. Junto a ellas, un colectivo cada vez
mayor de profesionales hicieron frente a dichos cambios, dando origen a nues-
tra profesión.
Dentro del Trabajo Social, el Trabajo Social con Grupos se configura como
una disciplina específica y una comunidad (tanto en el ámbito académico
como en el ámbito de la práctica profesional). El punto de partida de nuestra
especialidad es el siguiente: reconocer la dinámica grupal como un elemen-
to clave en la construcción de la identidad personal y social. Dado que siem-
pre vivimos inmersos en grupos y somos animales sociales, la dinámica gru-
pal se constituye en sí misma en un objeto de estudio, y en un ámbito estra-
tégico para lograr el cambio en nuestra trayectoria personal y colectiva. Inves-
tigamos las dinámicas grupales para comprender sus características, y diseña-
mos dinámicas grupales para intervenir profesionalmente y favorecer proce-
sos de cambio personal y grupal. Los trabajadores sociales con grupos se han
agrupado en diversas organizaciones, defendiendo la especificidad de su
enfoque, y conservan la memoria de aquellos que han ejercido un liderazgo
científico y profesional. Por ejemplo, el caso de Katy Papell, a quien se ha
dedicado un número especial en la revista Social Work with Croups (Bergart,
A.M. (ed.) (2015). A Life in Social Work with Groups: Unpublished Works of
Catherine (Katy) Papell. Social Work with Croups 38, 3-4, 181-392).
En este capítulo, analizamos algunos aspectos cruciales que tenemos que
tomar en consideración para poder abordar los fundamentos del Trabajo
Social con Grupos. Abordamos cuatro cuestiones que forman parte del deba-
te contemporáneo sobre el futuro del Trabajo Social con Grupos. En primer
lugar, el debate sobre el sujeto de nuestra acción, el ciudadano. En segundo
lugar, el debate sobre las características de las sociedades contemporáneas.

28
Antonio López Pe laéz

En tercer lugar, el debate sobre las aportaciones del Trabajo Social con Gru-
pos como disciplina científica en un entorno en el que se evalúan constan-
temente nuestros resultados. Y, finalmente, el nuevo contexto digital, en el
que tenemos que redefinir nuestra profesión desde lo que denominamos el
e-Social Work.

2. CIUDADANÍA, TRABAJO SOCIAL Y BIENESTAR: UNA DINÁMICA


IMPARABLE DE UNIVERSALIZACIÓN DE DERECHOS

Desde nuestro punto de vista, la noción de ciudadanía transforma la


«ayuda» al necesitado en algo muy distinto: la reconfiguración del entorno
para que todas las personas puedan ejercitar sus derechos. Y precisamente
la capacitación de las personas, tanto a nivel individual como grupal o
comunitario, se convierte en el objetivo básico de la intervención social. Se
trata de hacer posible el ejerc icio de la ciudadanía (Dominelli and Hackett
2012). En cierta manera, la activ idad práctica de los trabajadores sociales,
mucho antes de formular Am ayrta Sen (201 O) la teoría de las capacidades,
se orientaba ya desde el prime r momento hacia el fortalecimiento de lastra-
yectorias personales (incluyendo también la modificación de las condicio-
nes estructurales mediante el tra bajo social comunitario) (Segado Sánchez-
Cabezudo 2011 ).
Hacer posible el ejercicio de la condición de ciudadano exige dar la pala-
bra al ciudadano (López Peláez 2006b). En este sentido, podemos destacar
dos consecuencias de la moderna condición de ciudadanía:

- En primer lugar, hay una lógica interna en las sociedades democráticas


que nos lleva a la universalización de las prestaciones y servicios (todos
los ciudadanos son, com o tales ciudadanos, miembros iguales y por lo
tanto con los mismos derechos, y reclaman tener acceso a las presta-
ciones y servicios).
- En segundo lugar, dado q ue los ciudadanos son sujetos de sus propias
vidas, y por lo tanto actores políticos, lo que se considera básico para
el ejercicio de la ciudadanía será redefinido en cada momento históri-
co por dichos ciudadanos (Gilbert 2015). Y esto implica que se deman-
dan nuevos servicios y prestaciones, y se redefine aquello que conside-
ramos necesario para viv ir nuestra vida como ciudadanos.

29
CAPÍTULO 1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN El SIGLO XX I

De esta forma, nos encontramos con la demanda de la universalización, y


con la generación de nuevas demandas de prestaciones y servicios. Univer-
salización y redefinición de los derechos y de las condiciones para ser ciuda-
dano, se encuentran en la base del proceso de visibilización de colectivos
excluidos, como las mujeres, las minorías étnicas, los inmigrantes, las perso-
nas mayores, y también las personas discapacitadas y/o dependientes (López
Peláez 2006a).
Independientemente del equilibrio inestable que en cada país se alcanza
entre los recursos disponibles, la definición de las prestaciones, y la selec-
ción/clasificación de los usuarios que pueden acceder a dichas prestaciones
en función de dichos recursos disponibles, la condición de ciudadano tiende
a dinamitar cualquier statu quo, ya que introduce nuevas demandas. Precisa-
mente por ello, en contextos de crisis económica, las estrategias más utiliza-
das son las siguientes: en primer lugar, restringir la pertenencia al colectivo de
ciudadanos con derechos, rechazando como ciudadanos al inmigrante o
extranjero; en segundo lugar, redefinir las condiciones de vida y recursos dis-
ponibles que consideramos indispensable para una vida digna como ciuda-
dano, de tal forma que se pueda excluir a un número mayor de personas de
dicho ámbito (ahorrando recursos, y también invisibilizando y discriminando
a colectivos muy diversos).
En nuestras sociedades de consumo de masas (Alonso 2005), los ciudada-
nos se preparan y compiten por acceder al estilo de vida de las clases medias,
definido por el acceso a un conjunto de bienes y servicios, vinculados con el
bienestar, la educación, la salud, el ocio y el poder. Desde el mercado del
lujo a la asistencia sanitaria o el sistema educativo, las demandas de mayor
preparación y competencia que reciben los jóvenes encuentran su justifica-
ción en la promesa de un bienestar mayor, en la aspiración por mantener y
mejorar el nivel de vida alcanzado por los progenitores.
La movilidad intergeneracional e intrageneracional en China, India o Amé-
rica Latina parece ratificar un futuro de clases medias, como destino adscrito
a un porcentaje cada vez mayor de la población (Ferreira et al. 2013) (y que
toma como modelo precisamente el modelo de clases medias de los países
occidentales). La experiencia básica que legitima las instituciones democráti-
cas es, precisamente, el bienestar de sus ciudadanos: la viabilidad de la demo-
cracia depende de la viabilidad de las trayectorias vitales de sus ciudadanos.
En este contexto de clases medias, de continua mejora del nivel de vida,
se produce una expansión de los servicios sociales, y una integración pro-

30
Antonio López Pelaéz

gresiva en lo que podemos denominar la zona de inclusión social, de un


número mayor de colectivos y personas: personas mayores, personas disca-
pacitadas, personas dependientes, grupos minoritarios que demandan sus
derechos (minorías étnicas, religi osas, etc.). En este entorno, en el que con-
fluyen los principios democráticos, el crecimiento económico, y la visibili-
zación de colectivos excluidos, se produce una mejora constante de las con-
diciones de vida de la población en los países occidentales, en la segunda
mitad del siglo XX.
Por ejemplo, en relación con las personas discapacitadas, el diseño acce-
sible para todas las personas se convierte en un aspecto clave (desde los dise-
ños arquitectónicos hasta los aparatos electrónicos (De la Fuente y Sotomayor
2014)). Redefinimos nuestro espacio público y privado para hacer posible el
mayor nivel de independencia y autonomía de dichas personas. En el caso de
los menores inmigrantes, tamb ién las investigaciones en el ámbito del Traba-
jo Social permiten aumentar la información disponible para la toma de deci-
siones (Skivenes et al. 2015).
Sin embargo, la crisis económ ica y los procesos de ajuste en los que lle-
vamos inmersos ya siete años han puesto de relieve que este conjunto de aspi-
raciones que articulaba el esfuerzo de las familias y los individuos en las déca-
das previas (alcanzar el estilo de v ida y el bienestar de las clases medias aco-
modadas de los países avanzados), no son fáciles de conseguir (Kessler and
Horwitz 2014), al menos en EEUU y la Unión Europea. La crisis de las clases
medias en los países occidentales es ya un problema que se ha introducido
en la agenda pública y los medi os de comunicación (Young 2013). Un pro-
blema también presente en la investigación en el ámbito del Trabajo Social
(Segado y López 2014). En un contexto de precariedad laboral, reducción de
las prestaciones del Estado del Bienestar, y cambio en los modelos de finan-
ciación de la educación y la sanidad, la situación en la que viven los jóvenes
pone de relieve la crisi s del modelo de sociedades de clases medias caracte-
rístico de las sociedades occidentales tras la Segunda Guerra Mundial.
Durante la crisis económica, ha sido cada vez más difícil, para un mayor
número de jóvenes en los países occidentales, y específicamente en España,
reproducir el estilo de vida de las clases medias, y alcanzar un bienestar
socioeconómico similar al de sus progenitores. En este sentido, los programas
de austeridad en los que están inmersos las economías de los países de Euro-
pa y Estados Unidos favorecen la degradación de las condiciones de vida de
las clases medias (Sassen 2014b: 75). Y, por otra parte, para las personas

31
CAPÍTULO 1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN El SIGLO XXI

mayores, la reducción de las prestaciones y servicios públicos disponibles,


(vinculado en países familistas como España al apoyo financiero y de ayuda
de todo tipo que prestan a las generaciones más jóvenes), conlleva que tanto
sus expectativas como sus condiciones de vida presente también se deterio-
ren. En un contexto, en el año 2015, de recuperación económica en USA y
en algunos países de la UE, la pregunta clave es la siguiente: ¿experimentare-
mos una mejora de las prestaciones sociales, o, por el contrario, el creci-
miento económico irá acompañado de una política de austeridad y recortes
permanente (en el ámbito de los servicios sociales) en los países occidentales?

3. TRABAJO SOCIAL EN UN CONTEXTO CAMBIANTE:

El Estado del Bienestar sigue gozando de una fuerte legitimidad en nues-


tras sociedades democráticas avanzadas. Los numerosos movimientos socia-
les demandan, precisamente, una redefinición del mismo que ampare y per-
mita una mayor inclusión social, una mayor integración de los colectivos en
riesgo de exclusión social. Nuestras instituciones deben hacer frente a los pro-
fundos procesos de cambio social en los que estamos inmersos. Ante este
nuevo contexto, el papel de las políticas sociales, y del Estado del Bienestar,
tiene que reformularse para lograr su objetivo básico: asegurar las condicio-
nes estructurales que permiten disfrutar de nuestra condición de ciudadanos.
En los nuevos modelos emergentes, hay posib ilidades y riesgos. Por lo tanto,
deben analizarse las nuevas circunstancias: globalización, nueva organiza-
ción del trabajo, nuevas tecnologías, transformación de la familia y las comu-
nidades.
Para responder a estos desafíos globales desde la perspectiva del Trabajo
social, se ha desarrollado un proceso participativo entre las tres principales
organizaciones que agrupan a los profesionales del Trabajo Social: IFSW
(lnternational Federation of Social Workers), IASSW (lnternational Association
of Schools of Social Work) y ICSW (lnternational Council on Social Welfare).
Los resultados, después de un largo proceso de debate y participación global,
pueden consultarse en: www.globalsocialagenda.org. Se establecieron cuatro
áreas prioritarias:

- Desigualdades sociales y económicas entre países y regiones.


- Dignidad y valor de la persona.

32
A nton io López Pelaéz

- Desarrollo sostenible.
- Importancia de las relaciones humanas.

En relación con estas grandes áreas, se alcanzó una evaluación comparti-


da del contexto global. Desde nuestro punto de vista, algunas de las condi-
ciones más relevantes fueron las siguientes:

- Solo una minoría de la población mundial puede disfrutar y ejercer sus


derechos humanos en toda su amplitud.
- La desregulación de los sistemas económicos, junto con la ausencia de
normas internacionales estandarizadas sobre las condiciones de traba-
jo, y la falta de responsabilidad social corporativa, han deteriorado la
salud y el bienestar de personas y comunidades.
- Deterioro de las relaciones comunitarias y de apoyo en un contexto de
crisis económica.
- El deterioro medioambienta l favorece el incremento de desigualdades
relacionadas con el cambio climático, la contaminación, guerras, desas-
tres naturales y violencia, y necesita una respuesta desde una perspec-
tiva internacional.

En función de estos planteamientos, en la Agenda se establecen una serie


de objetivos básicos para los próximos años. Uno de los puntos de partida para
establecerlos es el siguiente: reconocer la importancia de la fortaleza y resi-
liencia de las personas y de las comunidades, para poder alcanzar un bienes-
tar estable. Y, en relación con ellos, el objetivo básico que consiste en poten-
ciar sus capacidades y contribuir al desarrollo de una sociedad en la que pue-
dan ejercer sus derechos. Como señala la Global Agenda, hay que tomar en
consideración las exigencias de una economía basada en el conocimiento, las
consecuencias de una organización del trabajo que conlleva la individualiza-
ción de los trabajadores, y las características de una fam i 1ia marcada por la
incorporación de la mujer al trabajo.
Se trata de analizar las políticas y formas de actuación que pueden hacer
posible sociedades más coherentes socialmente, y más productivas económi-
camente en el nuevo contexto. Y en este proceso de cambio, las nuevas
demandas de la población deben ser resueltas en función de un principio
básico de la democracia: las instituciones deben garantizar las condiciones
mínimas para el ejercicio de la condición de ciudadano que nos es previa. Si

33
CAPÍTULO 1: TR ABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL SIGLO XXI

no es posible ejercer la ciudadanía, la democracia como tal pierde su funda-


mento ético. Precisamente por ello, en los debates en las instituciones inter-
nacionales, como la ONU, la OMS, o el Consejo de Europa, cada vez se seña-
la con más insistencia la necesidad de adaptar las legislaciones nacionales
para hacer posible, por ejemplo, la integración de las personas con discapa-
cidad y las personas en situación de dependen cia.
Desde nuestro punto de vista, hay que resaltar el papel que juegan las nue-
vas tecnologías, y específicamente Internet como espacio de socialización
(Del Fresno and López Peláez 2014), y Facebook y Twitter como redes socia-
les. Nos encontramos en un contexto en el que personas, grupos y comuni-
dades conviven on-line y off-line. U n nuevo modelo de comunicación y
acción en el que los consumidores son a su vez usuarios y creadores de con-
tenidos (característica básica de la denominada web 2.0). En este contexto, el
Trabajo Social tiene que dar respuesta tanto a los nuevos y viejos riesgos que
se reproducen en las redes sociales, como a las nuevas formas de vida de los
jóvenes, que son ya «nativos digitales». En este sentido, podemos resaltar dos
retos:

- En primer lugar, la dimensión tecnológica de nuestra vida no puede que-


dar al margen del Trabajo Socia l. La tecnología es una parte consustancial
de nuestra vida. Nos conform a a la vez que la creamos. La tecnología,
que utilizamos continuamente, no es solo hardware: es también softwa-
re, es también nuestra forma de organizarnos, y los instrumentos y máqui-
nas que desarrollamos. Nuestras máquinas y nuestros sistemas de organi-
zación no son transparentes para nosotros: derivados de su complejidad,
exigen una fuerte formación previa (a través de las instituciones educati-
vas), financiación para su desarrollo (de ahí que la política científico-tec-
nológica se haya convertido en una cuestión estratégica en nuestras socie-
dades del conocimiento), y se conv ierten en un elemento central en torno
al cual se dilucida el poder y la inclusión social. El Trabajo Social tiene
que investigar los nuevos procesos de exclusión que se generan con las
nuevas tecnologías, y tiene que utilizar las nuevas tecnologías para
potenciar las capacidades de los ciudadanos.
- Nuestra interacción a través de la tecnología, reflexivamente considera-
da, también se convierte en ámbito para la investigación en el ámbito
del Trabajo Social, dando lugar a lo que hemos denominado el Traba-
jo Social online o Trabajo Soci al en la red (López Peláez 2010). Las
movilizaciones sociales convocadas online, las nuevas formas de parti-

34
Anton io López Pelaéz

cipac1on en la red, y los procesos exclusógenos vinculados con las


redes sociales, ponen de rel ieve la importancia de investigar los com-
portamientos sociales online, las relaciones sociales en el ciberespacio
(Del Fresno, Segado and López Peláez 2013).
- Por ejemplo, en el ámbito de los jóvenes, los servicios sociales y la labor
profesional de los trabajadores sociales tienen que ampliar su ámbito de
intervención. Es necesario desarrollar más y mejores competencias y
habilidades en el ámbito de la intervención social online. Para ello, hay
que analizar las opiniones y demandas de los jóvenes en la red. Y, en fun-
ción de los resultados obtenidos y de la monitorización de las opiniones
de los jóvenes en las redes sociales, desarrollar una web de apoyo que
permita gestionar mejor los recursos disponibles (evitando la duplicidad
entre administraciones), establecer estrategias de intervención online
(información, interacción grupal para recuperar habilidades sociales, cre-
ación de redes sociales para desarrollar proyectos comunitarios), y crear
ámbitos de interacción orientados a las demandas de los jóvenes.

4. ¿QUÉ PUEDE APORTAR EL TRABAJO SOCIAL COMO DISCIPLINA


CIENTÍFICA?

En nuestro contexto actual, la evaluación de los resultados de la investigación


científica (y también la de la investigación que se realiza en el ámbito del Tra-
bajo Social con Grupos) es una exigencia que se deriva de la necesidad de ren-
dir cuentas ante las instituciones que nos financian (Fernández, Díaz and Ramos
2011). La evaluación se organiza en torno a la medición de los resultados obte-
nidos (tanto nuevo conocimiento, cuanto nuevas aplicaciones prácticas y mejo-
ra de procesos). En este sentido, como señala el informe de la Comisión Euro-
pea, «lmproving knowledge tran sfer between research institutions and industry
across Europe» (EC 2007), la generaci ón de conocimiento tiene que ir vinculada
a la mejora de productos y de servicios. Dentro de estos servicios, podemos
incluir la actividad profesional de los trabajadores sociales. En cualquier convo-
catoria de proyectos de investigación, un apartado clave es el que hace referen-
cia a los resultados y la transferenci a de conocimiento a la sociedad .
Como las demás disciplinas científicas, el Trabajo Social compite por un
espacio académico. Como otras profesiones en el ámbito de ayuda, compite
también por un espacio profesiona l. La capacidad para generar nuevos cono-
cimientos y nuevos procedimientos, para mejorar los protocolos y las inter-

35
CAPÍTULO 1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL SI GLO XXI

venciones que se llevan a cabo en la actualidad, se convierte en un predictor


clave de progreso o retroceso de nuestra disciplina/profesión. Las políticas
científicas, que se han convertido en políticas estratégicas en las sociedades
del conocimiento del siglo XXI, insisten particularmente en este punto:

- Nos encontramos inmersos en una revolución científico-tecnológica


que afecta a cada vez más dimensiones de la vida social, a la vez que
se sitúa como una barrera en torno a la cual se articulan nuevos proce-
sos de inclusión y exclusión económica y social. En este contexto, las
políticas científicas y tecnológicas juegan un papel crucial en las socie-
dades contemporáneas. Dado que «la revolución tecnológica aporta la
infraestructura necesaria para el proceso de formación de una economía
global y es fomentada por las demandas funcionales generadas por esta
economía» (Castells and Hall 1994: 23), las políticas científico-tecnoló-
gicas (es decir, aquellas que persiguen «el esfuerzo deliberado de
influenciar la dirección y la tasa de desarrollo del conocimiento cientí-
fico por medio de la aplicación de recursos financieros, dispositivos
administrativos, y educación y formación, en tanto que todos ellos sean
afectados por la autoridad política» (Shils 1968: IX), se han convertido
en un factor estratégico en las sociedades del siglo XXI.
- Precisamente porque son estratégicas, y disponen de recursos limitados,
las poi íticas científicas diseñan 1íneas prioritarias de investigación, y
demandan resultados que puedan ser transferibles a los ámbitos de la vida
social correspondientes. En este sentido, nos encontramos inmersos, tam-
bién en el Trabajo Social, en un nuevo pacto o acuerdo más o menos
explícito (López Peláez and Kyri akou 2009) entre los actores políticos, el
mundo académico e investigador, y la sociedad (tanto en el ámbito
empresarial como en el ámbito del Tercer Sector o las instituciones públi-
cas que prestan servicios a los ciudadanos). En este nuevo consenso,
prima la evaluación de los resu ltados y la capacidad para transferir los
mismos y producir con ello una mejora de la sociedad que financia la
investigación científica. Nuestra disciplina no puede permanecer ajena a
estos requisitos de evaluación, si quiere desarrollarse en términos de
igualdad con otras disciplinas de las ciencias sociales y jurídicas. Y, sobre
todo, si pretendemos crear un círculo virtuoso de transferencia de cono-
cimientos y resultados entre la universidad y el ámbito profesional.
- La demanda de evaluación va unida a la preocupación por la preven-
ción de posibles riesgos en el desarrollo científico-tecnológico, y por la

36
Antonio López Pe laéz

anticipación para introducir mejoras en todos los órdenes de la realidad


(López Peláez 2009). La preocupación por el futuro, originariamente
centrada en el ámbito de tecnologías críticas (como las militares), se ha
expandido al ámbito de las ciencias sociales, y también al ámbito de
nuestra disciplina, el Trabaj o Social con Grupos. Necesitamos estudios
prospectivos de tenden cias que nos permitan diseñar mecanismos y
buenas prácticas que se pueden implantar para prevenir o anticiparse a
diversos tipos de problemas. Por ejemplo, más y mejores investigacio-
nes sobre el sistema de atención a la dependencia que tengan en cuen-
ta las proyecciones demográficas y la posible evolución de los flujos
inmigratorios, di señando si stemas de prestaciones con una evaluación
y adaptación al entorno, y con cierta capacidad de anticiparnos a los
riesgos emergentes, incluyendo los avances tecnológicos (De la Fuente
and Sotomayor 2014). En la investigación en Trabajo Social con Gru-
pos, no podemos solamente adoptar una visión retrospectiva, necesita-
mos diseñar aplicaciones que, tomando en consideración diversas ten-
dencias de evolución , nos permitan diseñar mejores sistemas de aten-
ción social. Por ejemplo, en el ámbito de las personas mayores (Schar-
lach and Hoshimo 2013 ).

En el área del Trabajo Social y los Servicios Sociales, como se pone de


manifiesto con The Global Agenda for Social Work and Social Development
(http://www.globalsocialagenda.org/), el futuro de la disciplina y de la profe-
sión se vincula claram ente con la capacidad para convertirnos en expertos
que contribuyen, en todos los entornos institucionales, con su experiencia
práctica y sus resultados de investigación. Desde Naciones Unidas al Banco
Mundial, pasando por todos los niveles de gobierno local , regional, nacional
o multilateral, se trata de aportar «the specific contribution of social w ork kno-
wledge and skills to a world in social crisis» Uones and Truell 2012: 465).

5. ALTRUISMO, GENEROSIDAD Y COMUNIDAD: ¿UNA VUELTA A LOS


ORÍGENES DEL TRABAJO SOCIAL?

Una de las paradojas de la reciente crisis económica (2007-2014) en los


países occidentales es la siguiente: ha vuelto a resurgir con fuerza el fenóme-
no de la cooperación y la ayuda altruista. A pesar de la mitificación del indi-
v idualismo en nuestras sociedades consumistas, ha sido la capacidad de orga-

37
C APÍTU LO 1: T RA BAJO SOCIAL CON GR UPOS EN EL SIGLO XXI

nización de familias, grupos y comunidades lo que ha permitido afrontar la


crisis en los países del sur de Europa (con elevados índices de desempleo).
Precisamente esta ayuda de las familias permite entender fenómeno del «baby
boomerang»: el apoyo de la familia a los jóvenes que, una vez emancipados
del hogar familiar, tienen que volver con sus progenitores al quedarse des-
empleados o no obtener los ingresos suficientes (Moreno, López and Segado
2012). Esta experiencia colectiva de apoyo y solidaridad se ha visto también
reflejada en nuevas investigaciones que ponen de relieve la dimensión altruis-
ta de nuestro cerebro (Pfaff 2015), o el papel paradójico que juega la genero-
sidad en la sociedad norteamericana: nos permite alcanzar una vida más salu-
dable, productiva y feliz (Smith and Davidson 2014).
Desde esta perspectiva, la revitalización del Trabajo Social con Grupos se
convierte en uno de los desafíos que tiene que afrontar el Trabajo Social en el
siglo XXI. Los principales retos para la intervención social con grupos, en los
países con un estado del bienestar consolidado, pueden organizarse en cuatro
grandes ámbitos: la puesta en valor de la dinámica grupal, las estrategias para
afrontar mediante las dinámicas grupales los procesos de desafiliación y exclu-
sión, la redefinición de la actividad profes ional de los trabajadores sociales, y
el reto de las nuevas tecnologías como aceleradores de la experiencia grupal.

- En primer lugar, la recuperación de la legitimidad del grupo como


ámbito para la intervención profesional. Tanto culturalmente, como
en función del desarrollo institucional del Estado del Bienestar, en el
ámbito español el Trabajo Soci al con Grupos ha ido perdiendo rele-
vancia, sustituido por una crec ien te burocratización de la profesión
del Trabajo Social, por un lado, y por el creciente individualismo, por
otro. Si analizamos la labor profesional diaria de los trabajadores
sociales en cualquier institución pública, lo que podemos denominar
la intervención basada en las dinámicas grupales ocupa un reducido
lugar. Es necesario recuperar un concepto de comunidad basado en la
participación, en la ciudadanía, en el respeto al disenso democrático,
y por supuesto la legitimidad de las decisiones tomadas democrática-
mente. Y para poder participar en dicha comunidad, necesitamos
mejorar nuestra capacidad de interacc ión con los demás, necesitamos
diseñar más y mejores dinámicas grupales. Hay que poner en marcha
intervenciones basadas en las d inámi cas grupales .
Los grupos se definen por el objetivo u objetivos que quiere alcanzar
en cada caso concreto, pero que también se definen por el proceso de

38
Antonio López Pelaéz

enriquecimiento que permiten en cada ciudadano al compartir y deba-


tir, al participar, y al convertirse en sujeto de su propia realidad históri-
ca. Dinámicas grupales que tienen que ser, necesariamente, cosmopo-
litas, porque nos encontramos inmersos en sociedades interculturales,
en las que el conflicto entre identidades debe dar paso a la capacidad
de construir juntos nuestro futuro. Recuperar nuestra identidad, que se
decide en la preocupac ión por los otros, con-ciudadanos, en los que
producimos nuestra ciudadanía al tratarlos como tales ciudadanos. Este
es un proceso que tiene que ver, a su vez, con una doble cuestión. Por
un lado, es necesario superar las definiciones del grupo en clave defen-
siva, como lugar de refugio para los iguales que comparten una identi-
dad estable. En nuestros barrios y ciudades, los ciudadanos tenemos
intereses muy diferentes, y nuestra procedencia étnica, geográfica y cul-
tural puede ser muy diversa. Frente a los modelos de grupos y comuni-
dades como lugares de recogimiento, enclaustramiento y aislamiento,
los trabajadores sociales tienen que ser capaces de articular y dejar arti-
cularse dinámicas grupales y movimientos comunitarios reales, en los
que puedan coincidir ciudadanos con diferentes perspectivas que se
organizan en función de objetivos compartidos.
Por otro lado, hay que tener en consideración que en nuestras sociedades
interculturales, las personas pueden organizarse en función de identida-
des étnicas, religiosas o de otro tipo, que se caracterizan por defender
solo los intereses de los que pertenecen a ellas, y con ello, negando, si
llegan a predominar, la afirmación de aquellos que no comparten dichas
características. Es decir, los trabajadores sociales deben tomar en consi-
deración lo que podemos denominar la tendencia a la fuga y el aisla-
miento (como podemos ver ejemplarmente en urbanizaciones privadas,
en las que se refugian personas que detentan grandes recursos económi-
cos detrás de costosos sistemas de seguridad), y también la tendencia con-
traria, hacia el dominio del espacio público y los recursos por parte de
grupos y comunidades organizadas que se afirman de forma excluyente.
Tanto en su versión de «reducto», como en su versión «expansiva», ambas
tendencias constituyen riesgos que el trabajador social debe tomar en
consideración en su intervención social con grupos.
- Íntimamente vinculado con el apartado anterior, el segundo reto que
afronta el Trabajo Social con Grupos va más allá de afirmar la legitimi-
dad de la dinámica grupal como ámbito de intervención y como sujeto
de acción colectiva. Hay algo más: la realidad cotidiana del proceso de

39
CAPÍTULO 1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL SIGLO XXI

desafiliación que experimentan nuestros conciudadanos, la ruptura o


pérdida del vínculo social (que nos deja aún más indefensos ante los
retos de la vida). Los procesos de exclusión social, como hemos mos-
trado con detalle al analizar la trayectoria vital de los denominados tra-
bajadores con bajo salario o trabajadores pobres en la década de los
años 90 en España (López Peláez 2005), conllevan pérdidas, rupturas,
situaciones de aislamiento, y un aumento de la vulnerabilidad social
(más grave en aquellos que han perdido sus vínculos sociales y se ins-
talan en la precariedad permanente). A la vez, la transformación de la
familia o las familias, última barrera que nos protege de la exclusión
socia l (Del Fresno 2011 ), nos sitúa en un contexto diferente. Y la pro-
pia heterogeneidad de la población , en sociedades cada vez más diver-
sas, nos obliga a una evaluación más detallada de los procesos de des-
afiliación, de los vínculos sociales que se debilitan. Con un objetivo
claro: recrear vínculos sociales como nuevo objetivo, para hacer posi-
ble la propia evolución personal de cada uno de nosotros.
Es necesario establecer programas, metodologías de investigación y téc-
nicas de intervención que permitan recuperar nuestra capacidad de vin-
cularnos, de reencontrarnos, de fiarnos y de confiarnos en la mirada y
la acción de cada uno de nosotros mismos, de nuestros familiares, de
aquellos que se integran en los grupos a los que pertenecemos, y final-
mente, de las comunidades en las que nos integramos y que nos per-
miten realizarnos. Se trata de fortalecer la confianza en uno mismo y en
los demás, desarrollar nuestro «empowerment», nuestras capacidades
personales, grupales y comunitarias. Y para ello, es necesario vincular
las personas con sus redes de pertenencia. Desde una perspectiva basa-
da en los derechos de la ciudadanía, la participación en proyectos gru-
pales pone de relieve hasta qué punto los derechos sociales y las obli-
gaciones sociales van unidas: en la preocupación por los derechos pro-
pios y de los demás, debatiendo y analizando la educación, se objetiva
rápidamente la necesidad de contribuir a la financiación del sistema
educativo de nuestra ciudad, comunidad o país. Tenemos derechos, sí,
pero también tenemos obligaciones.
Nuestros derechos, si no nos organizamos estructuralmente para garan-
tizarlos, transformándolos en capacidades, en los términos formulados
por Sen (Sen 201 O), dejan de serlo. Igualmente, nuestras obligaciones,
para hacer posible el ejercicio de dichos derechos, si no se cumplen y
se organizan adecuadamente, hacen imposible su ejercicio práctico. La

40
Antonio López Pelaéz

emancipación de cada persona no puede lograrse sin vínculos, sin vin-


culación con grupos y sin una comunidad a su vez emancipada. Qui-
zás la excesiva lejanía entre el individuo aislado y el Estado al que se
considera un extraño, ha llevado a justificar la evasión de impuestos, y
también la reducción de prestaciones, como si fueran una simple deci-
sión graciable de un ente lejano, que pierde legitimidad progresiva-
mente, como la pierden también quienes lo dirigen, la clase política .
Recuperar el vínculo entre ciudadanos, Estado, y clase política, exige
una revitalización de la experiencia de lo grupal y comunitario, una
mayor proximidad a las preocupaciones de los demás, y una participa-
ción más activa en las decisiones.
La democracia se sustenta en la preocupación por el otro, por los con-ciu-
dadanos, y, para preocuparse, hay que ocuparse de aquello que nos pre-
ocupa. La exaltación del individualismo, la complejidad de la burocracia,
y la profesionalización de la política como actividad, han llevado, en
sociedades de consumo de masas, a una cierta indiferencia hacia lo públi-
co, que no se ha materializado en un abandono de las preocupaciones,
sino en una deslegitimación de la actividad política, de la actividad colec-
tiva, y por lo tanto, de la propia democracia representativa. Necesitamos
revitalizar nuestros vínculos, la preocupación por los otros y la dignidad
de la vida pública. Y para eso, es necesario el Trabajo Social con Grupos.
- El tercer gran reto que hay que afrontar en los próximos años podemos
formularlo de la siguiente manera: la reinvención del Trabajo Social en
un entorno de crisis (Featherstone 2011 ). El Trabajo Social como profe-
sión, y el Trabajo Social como disciplina científica que da soporte y per-
mite el desarrollo de la profesión, (introduciendo estándares científicos
de evaluación, diseño, intervención y evaluación final de los resultados
obtenidos), tiene que hace r frente a un doble proceso. Por una parte, la
redefi n ición de las poi íticas sociales y sus profesionales en un entorno
diferente al de las décadas centrales del siglo XX . Se demandan nuevos
derechos y, consiguientemente, nuevas prestaciones. A la vez, se pro-
duce una burocratización de la profesión, identificada con la gestión de
dichas prestaciones.
En el caso español, el limitado número de trabajadores sociales lleva a
que la mera gestión de las prestaciones se convierta en su actividad pro-
fesional ordinaria, agotando en ella su tiempo de trabajo. Por otra parte,
los recursos disponibles di sminuyen, y en un contexto en el que pare-

41
CAPÍTULO 1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL SIGLO XXI

cía que el aumento de recursos era la norma, nos encontramos con una
mayor precariedad en la financiación. Y, consecuentemente, con una
mayor precariedad en la carrera profesional de los trabajadores socia-
les, que desempeñan su actividad en instituciones públicas o privadas
obligadas a reestructurarse. El aumento de los problemas, derivados
también de la mayor proporción de personas solas en una sociedad que
mitifica el individualismo, el aumento de la exclusión social, y la pre-
carización de las condiciones de vida de sectores cada vez más amplios
de la población, también introducen nuevas demandas a las que hacer
frente. Y, en último lugar, podem os señalar la transformación de los
modelos de gestión, que, con menos recursos, deben hacer frente a
mayores problemas, y en los que se introducen criterios de eficiencia
importados del sector privado. Tienen que readaptarse en función de
los objetivos de las políticas sociales, de la condición de ciudadanos de
aquellos que acuden a los servicios sociales, y también de la evolución
y requerimientos de los profesionales del Trabajo Social. Una de las for-
mas de adaptarnos a la crisis (y tamb ién a la presión de los partidos polí-
ticos que defienden una menor intervención del Estado), que se ha con-
solidado en los últimos años, es la siguiente: la transferencia al sector
privado, o al sector asociativo, de un número mayor de recursos, pres-
taciones y servicios.
- El cuarto gran reto para la renovaci ón del Trabajo Social con grupos
tiene que ver con la utilización de las nuevas tecnologías de la infor-
mación y la comunicación. Cierta burocratización, individualización y
aislamiento en nuestras sociedades urbanas, complejas, coinciden con
un modelo prestacionista en el que la carga de trabajo burocrática favo-
rece que la actividad profesional del trabajador social se oriente hacia
la mera gestión de prestaciones. La intervención social con grupos per-
día vigor, a la vez que los cauces de participación democrática se redu-
cían a las reclamaciones a los partidos políticos, la participación en las
elecciones, y el papel que juegan los sindicatos. Volcados en el consu-
mo, en una sociedad de masas con cierto nivel de bienestar y una visión
individualista y competitiva de las relaciones con los demás, la partici-
pación, clave de la democracia y también clave de la vida social, se
difuminaba, a la vez que la política se profesionalizaba y se alejaba de
la vida cotidiana de la población.
La consecuencia clara ha sido, desde nuestro punto de vista, la desafi-
1iación a partidos políticos y sindicatos, y la menor participación en

42
Antonio López Pelaéz

actividades colectivas. Si n embargo, las nuevas tecnologías han roto ese


escenario: las redes sociales nos permiten, (como han puesto de mani-
fiesto movimientos como el 1 SM en España, o Occupy Wall Street en
USA), salir del anonimato y vincularnos con los afines. Permiten acele-
rar la difusión de noticias, permiten nuevas formas de votación y parti-
cipación a través de los , edios de comunicación electrónicos. Permi-
ten realizar convocatorias y movilizar a personas que, de otro modo, no
accederían con tanta facilidad a la información. Y, sobre todo, permiten
que los que participan en dichas redes sociales se sientan protagonistas
de su historia, la compartan (desde fotos hasta ideas o manifiestos),
encuentren un altavoz para sus demandas, y puedan recuperar sus vín-
culos sociales perdidos en el anonimato de la vida urbana.
La respuesta de los trabajadores sociales no puede ser otra que diseñar
lo que denominamos el «trabajo social en la red» (López Peláez 2010).
Por ejemplo, en el ámbito del Trabajo Social con grupos se diseñaban
hace más de 40 años dinámicas de grupos basadas en el teléfono, y
ahora, con las nuevas tecnologías de comunicación, todo es más fácil:
puedes verte en Internet, puedes encontrar aquellos que coinciden o
discrepan con tu forma de pensar, puedes quedar en un lugar físico o
virtual, puedes agruparte y puedes buscar información, y todo ello en
tiempo real. Internet se está colonizando con las reglas de juego de
nuestras sociedades avanzadas, y desde la pornografía hasta los casinos
virtuales, se reproducen nuestras formas de vida. Hay que ocupar ese
espacio virtual y redefinir nuestras metodologías para diseñar el Traba-
jo Social con Grupos en la red y a través de la red. En la red se dan nue-
vos y viejos procesos de exclusión, y a la vez, a través de la red pode-
mos reforzar nuestros vínculos grupales.

6. E-SOCIAL WORK: UN NUEVO ÁMBITO PARA EL TRABAJO SOCIAL


CON GRUPOS

En una sociedad de nativos digitales, es necesario desarrollar lo que deno-


minamos «e-Social Work». Se trata de aquella especialidad del Trabajo Social
que toma como objeto de análisis, evaluación e intervención el ámbito on-
line, estableciendo estrategias de acceso a los usuarios, evaluación de las
necesidades de los usuarios, y diseño de dinámicas de intervención y empo-
deramiento de los usuarios, en el ámbito on-line. Con ello, busca ofrecer

43
CAPÍTULO 1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL SIGLO XXI

ayuda a una población que se define como nativa digital, tanto en el ámbito
online como offline.

6.1. Hacia una definición de e-Socia/ Work

El e-Social Work puede definirse como el uso de nuevas tecnologías de la


información y la comunicación en el ámbito del Trabajo Social y los Servicios
Sociales. Incluye investigación online, tratamiento de pacientes (tratamiento
individual, dinámicas grupales y comunitarias), formación y capacitación de
los trabajadores sociales, y monitorización de los programas de servicios
sociales. En el ámbito de la investigación on-line, el e-Social Work utiliza dife-
rentes enfoques, entre los que destaca la netnografía (Del Fresno y López
2014). Y en el ámbito de la intervención social, los trabajadores sociales recu-
rren a metodologías de intervención basadas en las nuevas tecnologías.
El e-Social Work permite crear una mejor comunicación entre los usuarios
y los trabajadores sociales, independientemente de la proximidad física. De
esta forma, permite acercar los servicios sociales a colectivos que interaccio-
nan a través de las redes sociales, pero que no se acercan a los servicios socia-
les, a las oficinas físicas. Hay colectivos para los que acudir a los servicios
sociales supone un estigma, como ocurre con las familias de clase media afec-
tadas por un proceso de movilidad social descendente, que les lleva a con-
vertirse en usuarios de los servicios sociales (Segado Sánchez-Cabezudo y
López Peláez, 2014). O los jóvenes, un colectivo que apenas acude a los ser-
vicios sociales (López Peláez y Segado Sánchez-Cabezudo 2015).
El e-Social Work permite mejorar el propio proceso de cambio, monitorizar-
lo y potenciar el proceso de retroalimentación entre el trabajador social y el
usuario. Es decir, permite un mayor autocontrol, una mejor monitorización de
los comportamiento, y un mejor proceso de retroalimentación. Desde la pers-
pectiva teórica del empowerment, estas nuevas posibilidades de la tecnología
son especialmente relevantes:

- Reforzar los procesos de autocontrol y autoevaluación son claves para


lograr un proceso de cambio integral en cualquier persona. Si diseña-
mos un conjunto de tareas a rea lizar (pequeñas modificaciones en el
comportamiento relacional entre un padre y un hijo, o en los hábitos de
alimentación de una persona con problemas de obesidad), y establece-
mos objetivos claros y medibles, a través de una aplicación de telefonía

44
Antonio López Pelaéz

móvil, el usuario puede medir su proceso de cambio, y el auto-control


y autoevaluación favorece su proceso de mejora. A través del móvil, el
trabajador social tiene un feedback inmediato de los avances. Y puede
diseñarse una aplicación automática que vaya estableciendo fases y
mensajes, y que cada cierto nivel de progreso requiera la conexión
directa con el profesional que supervisa el proceso. A la vez, los resul-
tados obtenidos permiten desarrollar mejores aplicaciones de autocon-
trol y autoevaluación.
- Reforzar los procesos de monitorización y evaluación de resultados se ha
convertido en una prioridad de las instituciones del sistema de bienestar.
Un proceso de empoderamiento colectivo exige evaluar los resultados y
analizar los problemas que permanecen, los éxitos obtenidos, y los nue-
vos riesgos que emergen siempre en todo proceso de cambio. En el ámbi-
to presupuestario, es necesario evaluar con precisión los resultados de las
medidas que se ponen en marcha. Y, para ello, es necesario investigar,
como una fuente relevante de información, los discursos, demandas y
opiniones de los ciudadanos. Para lograrlo, es necesario desarrollar inves-
tigaciones online sobre nuestras redes sociales, la creación de opinión, el
liderazgo, y la difusión de buenas o malas prácticas.

6.2. Nuevos desafíos en una sociedad de nativos digitales

El e-Socia/ Work tiene que hacer frente también a los nuevos desafíos que
se originan en nuestra sociedad tecnológica avanzada. Podemos resaltar dos:
la privacidad, y la capacidad para interpretar correctamente los mensajes que
nos llegan.

- Tenemos acceso a multitud de datos, y tanto lo que buscamos como lo


que encontramos y aquello que hacemos a través de las redes sociales
deja rastro, deja huella. Nosotros utilizamos nuestros ordenadores para
buscar información, interactuar con nuestros colegas, comprar y ven-
der, etcétera. A la vez, nuestros ordenadores y los servidores que nos
permiten conectarnos a la red nos observan, registran y procesan nues-
tro comportamiento. Y la investigación sobre lo que hacemos, puede
ser realizada tanto desde el gobierno, como desde organizaciones cri-
minales. De ahí que tengamos que tomar precauciones, y evitar los
robos de nuestra identidad electrónica. Cada vez tomamos más medi-

45
CAPÍTULO 1: T RABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL SIGLO XXI

das de precaución, para garantizar el comercio electrónico y la seguri-


dad, y a la vez hay grupos del crimen organizado que se han especiali-
zado en estos nuevos delitos. Por otra parte, tanto en las calles como en
restaurantes y locales de ocio, la presencia de cámaras y de sistemas de
vigilancia aumenta la información disponible sobre nuestro comporta-
miento. En este contexto, el código ético de los trabajadores sociales
debe garantizar el correcto uso de la información obtenida en la red,
resultado de análisis de grandes can tidades de datos disponibles online,
lo que se denomina Big Data. Hay que tener en cuenta que, por ejem-
plo, de forma libre y gratuita podemos analizar twits de los últimos diez
años, ya que la información es pública y accesible. Eso implica que
nuestro pasado es accesible sin que nosotros lo sepamos, y que nuestra
actividad deja rastro (Payton y Claypoole 2014).
- Por otra parte, la forma en la que nos relacionamos genera también opor-
tunidades y riesgos, tanto en la información de nosotros mismos que
difundimos, como en los modelos re lacionales en los que nos movemos.
Y nos demanda nuevas habilidades. Pensemos por un momento en los
mensajes de texto, los whatsapp o las fotos en lnstagram. Trabajamos
con nuestros ordenadores, nos comunicamos por emails, enviamos men-
sajes de texto, colgamos nuestras fotos en Facebook, encontramos tra-
bajo a través de Linkedln, enviamos y recibimos curricula vitae, el móvil
se ha convertido en nuestra herramienta preferida para entrar en contac-
to con los demás, y tenemos que estar pendientes de los mensajes que
nos envían ... Nos comunicamos, pero también los móviles pueden utili-
zarse como herramienta de control (por qué no me contestas, estabas
conectado pero no me enviaste un mensaje, etcétera). Y frecuentemente
necesitamos nuevos códigos para interpretar correctamente los mensajes
y nuestras interacciones en la red.

¿Qué implica aceptar como amigo a una persona en Facebook? ¿Puede ser
un novio/a? ¿Qué implicaciones tiene subir fotos a Facebook? ¿Cómo contes-
tar a un mensaje corto? ¿Y a uno largo? ¿Cuáles son las connotaciones y deno-
taciones de los mensajes? ¿Qué está di ciendo al otro/a mi forma de contestar,
la rapidez en hacerlo, el contenido, el vocabulario, y la extensión de la res-
puesta? ¿Cómo manejarnos en el trabajo con los mensajes, como evitar gene-
rar conflictos derivados de emails que so n rudos o maleducados? Podemos
establecer diversas categorías de mensajes de texto (Winning and McDermott
2014): Texted, Group Texted , eTxd, Ranted, Sexted, Linked, Dated, Ended.

46
Antonio López Pelaéz

¿Cómo interpretar que los textos que nos envía una persona son cada vez más
cortos? ¿Cómo manejar una ins inuación? El análisis de los mensajes de texto,
que cada vez más se convierten en una jerga específica, sobre todo en los
jóvenes, se ha convertido ya en una cuestión clave en el ámbito del trabajo
social con jóvenes.
Los trabajadores sociales necesitan más y mejores habilidades en este
terreno, para poder diseñar estrategias de intervención adecuadas al contexto
j uven i 1: entender su jerga, uti 1izarla, ser capaces de trabajar con el los para
mejorar sus capacidades y hab ilidades. En el ámbito específico del acoso, es
muy relevante empoderar a los usuarios para poder gestionar correctamente
las nuevas tecnologías. Y para poder hacer frente, en su caso, a las nuevas for-
mas de acoso que se derivan de los insultos y presiones de internautas que
con su cuenta de twitter, pueden acusar falsamente o vituperar o bloquear
nuestra cuenta, en un ataque masivo. Formular críticas o pensamientos ajenos
a lo que se considera políticamente correcto en un entorno determinado,
puede convertirse en una pesadilla, arruinando nuestra carrera profesional o
nuestra vida privada.

6.3. Fases para desarrollar un proyecto de e-Socia/ Work

En función de los proyectos de intervención en las redes sociales que


hemos desarrollado hasta este momento, dentro del grupo de investigación
Koinonía (www.koinonía.org.es), podemos diferenciar tres fases que garanti-
zan la viabilidad de un proyecto de e-Social Work:

- La primera fase es la escucha activa: se trata de analizar y monitorizar


las intervenciones en las redes sociales, indagando en el discurso y las
demandas de los ciudadanos, y en las características de sus patrones de
interacción.
- La segunda fase se centra en diseñar un espacio virtual para desarrollar
actividades de intervención social. En este punto, es importante, una
vez establecidas las demandas y problemas en la fase 1, crear un ámbi-
to de interacción online en el que los usuarios pueden debatir, y entrar
en relación con los servicios sociales y los trabajadores sociales. En esta
fase, hay que detallar el obj eto de la intervención, analizar los recursos
disponibles online y offl ine, las diferentes unidades o servicios de la
administración pública y las empresas privadas implicadas, y establecer

47
C APÍTULO 1: TRABAJO SOC IAL CON GRUPOS EN EL SIGLO XXI

los objetivos concretos que hay que alcanzar. Específicamente en el


ámbito del Trabajo Social con Grupos, hay que analizar el objetivo del
grupo, las dinámicas más apropiadas para alcanzar dicho objetivo, y la
metodología más adecuada para poder poner en práctica dichas diná-
micas en las redes sociales.
- La tercera fase se centra en el desarrollo de aplicaciones online espe-
cíficas. Se trata de generar aplicaciones web específicas que permitan
gestionar mejor los recursos, acceder mejor a la información, eliminar
duplicidades entre organismos, orientar correctamente a los usuarios,
y generar redes sociales en las qu e afrontar problemas específicos
(personales, grupales o comunitarios). El diseño de aplicaciones web
específicas debe tener tres prioridades: el análisis de opinión , el dise-
ño de la intervención online, y la puesta en marcha de los proyectos
específicos. Con este diseño de apli caciones web específicas, es posi-
ble crear espacios adecuados a las demandas de los diversos colecti-
vos, coordinando mejor los recursos disponibles y creando entornos
para desarrollar proyectos de inte rvención en el ámbito personal , gru-
pal y comunitario.

7. CONCLUSIONES

En este capítulo, hemos analizado algunos aspectos cruciales que tene-


mos que tomar en consideración para poder abordar los fundamentos del
Trabajo Social con Grupos. Abordamos cuatro cuestiones que forman parte
del debate contemporáneo sobre el futuro del Trabajo Social con Grupos.
En primer lugar, el debate sobre el suj eto de nuestra acción, el ciudadano.
En segundo lugar, el debate sobre las ca racterísticas de las sociedades con-
temporáneas. En tercer lugar, el debate sobre las aportaciones del Trabajo
Social con Grupos como disciplina ci entífica en un entorno en el que se
evalúan constantemente nuestros resul tados. Y, finalmente, el nuevo con-
texto digital, en el que tenemos que red efinir nuestra profesión desde lo que
denominamos el e-Social Work. A lo largo de los diferentes epígrafes,
hemos puesto de manifiesto la importanci a de las dinámicas grupales, en un
contexto en el que necesitamos recupe rar nuestros vínculos con los demás,
y reconocer el papel clave que los modelos relacionales desempeñan en
nuestra vida cotidiana.

48
Antonio López Pelaéz

8. LECTURAS RECOMENDADAS

8.1. Texto

«Mientras escribía este libro me asombró la presencia recurrente de un


capital social particular implícito en la realización del trabajo práctico: la coo-
peración. La cooperación lubrica la maquinaria necesaria para hacer las cosas
y la coparticipación puede compensar aquello de lo que tal vez carezcamos
individualmente. Aunque inserta en nuestros genes, la cooperación no se
mantiene viva en la conducta rutinaria; es menester desarrollarla y profundi-
zarla. Esto resulta particularmente cierto cuando se trata de cooperar con per-
sonas distintas de nosotros; con el las, la cooperación se convierte en un duro
esfuerzo. En Juntos me centro en la sensibilidad para con los demás, por ejem-
plo la capacidad de escuchar en la conversación, y en la aplicación práctica
de esa sensibilidad en el trabajo y en la comunidad. Es indudable que escu-
char con atención y trabajar en armonía con los demás implica un aspecto
ético; sin embargo, concebir la cooperación tan sólo como algo positivo
desde el punto de vista ético entorpece su comprensión. Así como el buen
científico-artesano puede dedicar sus energías a producir la mejor bomba ató-
mica posible, también se puede colaborar con toda eficiencia en un robo.
Además, aunque la cooperación se deba a que nuestros recursos propios no
nos son suficientes, en muchas relaciones sociales no sabemos exactamente
qué necesitamos de los demás, ni qué deberían ellos esperar de nosotros. Por
tanto, he tratado de explorar la cooperación enfocada como una habilidad.
Como tal, requiere de los individuos la capacidad de comprenderse mutua-
mente y de responder a las necesidades de los demás con el fin de actuar con-
juntamente, pero se trata de un proceso espinoso, lleno de dificultades y de
ambigüedades y que a menudo tiene consecuencias destructivas».

Sennett, R. (2012) . Juntos. Rituales, placeres y políticas de cooperación.


Barcelona: Anagrama, pp. 9-1 O.

«El trabajo social se está moviendo hacia el ámbito online, ya que las nuevas
tecnologías ofrecen formas innovadoras para la formación y para la prestación
de servicios. Esta transición presenta retos y riesgos potenciales. La comunica-
ción digital y las redes sociales ofrecen nuevas formas de conectar a los profe-
sionales entre sí y con sus clientes, a la vez que en los últimos años hemos asis-
tido a la introducción de «e-servicios», donde el apoyo y la información están

49
disponibles en línea. Por ejemplo, los adolescentes suecos con una pregunta
acerca de las drogas o el alcohol pueden recurrir a un sitio web para respuestas
inmediatas, y en Bélgica está disponible un «chat de ayuda» que se ofrece a las
personas con las consultas e inquietudes sobre temas de salud.
La Conferencia Mundial Conjunta sobre Trabajo Social y Desarrollo Social,
organizada en Suecia, se centró en cómo la comunicación digital está desempe-
ñando un papel cada vez mayor en la actividad profesional de los trabajadores
sociales. Al ser el confundador de Skype sueco, y al ser miembros de Facebook la
mitad de la población sueca, según las fuentes disponibles, (un porcentaje similar
al del Reino Unido), el uso de medios de comunicación social por los estudian-
tes y profesionales se convirtió en un tema apropiado para la conferencia. La con-
ferencia analizó cómo la ciudad de Estocolmo ha estado evaluando la utilización
de internet y la comunicación digital por parte de sus trabajadores sociales. El estu-
dio muestra cómo los trabajadores sociales utilizan el Internet y la tecnología
móvil para la información, la investigación y la comunicación. Prácticamente
todos los trabajadores sociales utilizan los emails para contactar a sus clientes,
siendo también comunes las llamadas de teléfono móvil y los mensajes de texto».
The rise of social care 'e-services' (2012). http://www.theguardian.com/social-
care-network/2012/jul/25/rise-social-care-e-services

8.2. Lectura recomendada

SENNETT, R. (2012) . Juntos. Rituales, placeres y políticas de cooperación . Bar-


celona: Anagrama.

8.3. Bibliografía recomendada

DELLA PORTA, D. (2013): «Neoliberalismo amoral y protestas morales: movi-


mientos sociales en tiempos de cri sis», en Servicios Sociales y Política
Social. Social Services and Social Po licy XXX (103): 21-38.

EHRENREICH, J. H. (1985): The Altruistic lmagination: A History of Social Work


and Social Policy in the United States, New York, Cornell University Press.

FEATHERSTONE, B. (2011 ): «The current economic crisis in lreland: Why social


work needs to be part of the challenge to a discredited system? En Comu-
nitania. lnternational }ournal of Social Work and Social Sciences 1: 1 7-29.
Antonio López Pelaéz

JONES, D. N., TRUELL, R. (2012): «The Global Agenda for Social Work and
Social Development: A place to link together and be effective in a globali-
zed world», in lnternational Social Work 55 (4): 454-472.

PAYTON, T.M., CLAYPOOLE, T. (2014): Privacy in the Age of Big Data, Lanham
(Maryland), Rowman & Littlefield.

REISCH, M. (2002): The Road Not Taken: A History of Radical Social Work in
the United States, New York, Routledge.

SMITH, C., DAVIDSON, H. (2014) : The paradox of Generosity, New York,


Oxford University Press.

W1NNING, L., McDERMOTT, C.H. (2014): He texted. The Ultimate Cuide to


Decoding Guys, New York, Gallery Books.

9. EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

- Describe dos características de la dinámica de la ciudadanía


- ¿Cuáles son las principales fases de un proyecto basado en el enfoque
del e-Social Work?
- Describe dos características de las sociedades contemporáneas

10. RESUMEN

En este capítulo, hemos analizado algunos aspectos cruciales que tenemos


que tomar en consideración para poder abordar los fundamentos del Trabajo
Social con Grupos. Abordamos cuatro cuestiones que forman parte del deba-
te contemporáneo sobre el futuro del Trabajo Social con Grupos.
En primer lugar, el debate sobre el sujeto de nuestra acción, el ciudadano.
Hemos destacado dos consecuenc ias de la moderna condición de ciudadanía:

- En primer lugar, hay una lógica interna en las sociedades democráticas


que nos lleva a la universalización de las prestaciones y servicios (todos
los ciudadanos son, com o tales ciudadanos, miembros iguales y por lo
tanto con los mismos derechos, y reclaman tener acceso a las presta-
ciones y servicios).

51
CAPÍTULO 1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL SIGLO XXI

- En segundo lugar, dado que los ci udadanos son sujetos de sus propias
vidas, y por lo tanto actores políticos, lo que se considera básico para
el ejercicio de la ciudadanía será redefinido en cada momento históri-
co por dichos ciudadanos. Y esto implica que se demandan nuevos ser-
vicios y prestaciones, y se redefine aquello que consideramos necesario
para vivir nuestra vida como ciudadanos.

A continuación, analizamos las características de las sociedades contem-


poráneas. Desde nuestro punto de vista, al gunas de las más relevantes fueron
las siguientes:

- Solo una minoría de la población mundial puede disfrutar y ejercer sus


derechos humanos en toda su ampli tud .
- La desregulación de los sistemas económicos, junto con la ausencia de
normas internacionales estandarizadas sobre las condiciones de traba-
jo, y la falta de responsabi 1id ad social corporativa, han deteriorado la
salud y el bienestar de personas y comunidades.
- Deterioro de las relaciones comunitarias y de apoyo en un contexto de
crisis económica.
- El deterioro medioambiental favorece el incremento de desigualdades
relacionadas con el cambio climático, la contaminación, guerras, desas-
tres naturales y violencia, y necesita una respuesta desde una perspec-
tiva internacional.

En tercer lugar, el debate sobre las aportaciones del Trabajo Social con
Grupos como disciplina científica en un entorno en el que se evalúan cons-
tantemente nuestros resultados. En el área del Trabajo Social y los Servicios
Sociales, el futuro de la disciplina y de la profesión se vincula claramente con
la capacidad para convertirnos en expertos que contribuyen, en todos los
entornos institucionales, con su experiencia práctica y sus resultados de inves-
tigación.
Y, finalmente, el nuevo contexto digita l, en el que tenemos que redefinir
nuestra profesión desde lo que denominamos el e-Social Work. El e-Social
Work puede definirse como el uso de nuevas tecnologías de la información y
la comunicación en el ámbito del Trabaj o Social y los Servicios Sociales.
Incluye investigación online, tratamiento de pacientes (tratamiento individual,
dinámicas grupales y comunitarias), form ación y capacitación de los trabaja-

52
Antonio López Pelaéz

dores sociales, y monitorización de los programas de servicios sociales . En el


ámbito de la investigación on-line, el e-Social Work utiliza diferentes meto-
dologías y perspectivas de análisis. Y en el ámbito de la intervención social,
los trabajadores sociales recurren a metodologías de intervención basadas en
las nuevas tecnologías.

53
CAPÍTULO 11:
Ciencia, sociedad y dinámica grupal:
perspectivas sobre las sociedades
contemporáneas
Capítulo 11: Ciencia, sociedad y dinámica
grupal: perspectivas sobre las sociedades
contemporáneas

Objetivos:
- Conocer los procesos que se desarrollan en una dinámica grupal.

- Comprender las característ icas de las sociedades contemporáneas, y las


paradojas a las que hacemos frente desde la perspectiva del Trabajo
Social con Grupos.

- Analizar algunos de las principales perspectivas teóricas que se utilizan


en el Trabajo Social con Grupos.

Conceptos:
- Generosidad

- Teoría

- Dinámica grupal

- Empowerment

57
CAPÍTU LO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

1. INTRODUCCIÓN:

En este capítulo, nos centramos en un tema clave desde la perspectiva de


nuestra disciplina: las características de las dinámicas de grupos. Profundizamos
en algunos elementos básicos de las dinámicas grupales, y reflexionamos sobre
las teorías de autores que ejercen una influencia notable en el Trabajo Social
con Grupos. El análisis de nuestra vida cotidiana nos muestra cómo utilizamos
nuestros conceptos y teorías de una forma intuitiva y automática. Desvelar
dichos «automatismos» es un primer paso necesario para poder abordar un pro-
ceso de cambio personal y grupal. Tom ar conciencia de nuestra forma de ver el
mundo, de nuestras teorías, conlleva necesariamente analizar otros plantea-
mientos teóricos. Para desarrollar nuestra labor profesional como trabajadores
sociales, es necesario abandonar esquemas de interpretación reduccionistas, y
ampliar nuestra mirada, integrando diversas perspectivas teóricas.
En primer lugar, analizaremos algunas características de las dinámicas gru-
pales. En segundo lugar, ponemos de relieve la necesidad de desarrollar enfo-
ques que respondan a la complejidad de la realidad social. Para ello, nos cen-
tramos en las aportaciones de George H. Mead, Richard Sennett, George Lakoff,
y de Christian Smith y Hilary Davidson. En este sentido, prestamos especial
atención al concepto «generosidad». Finalmente, exponemos los modelos teóri-
cos más relevantes que se utilizan en nuestra disciplina. Específicamente, anali-
zamos los modelos sistémicos, psicodinámicos y de ayuda mutua.

2. DINÁMICAS GRUPALES:

Las personas somos animales sociales, cuanto más nos descubrimos a nos-
otros mismos, más aprendemos sobre nuestros grupos y la sociedad en la que
estamos inmersos. Y, por contraste, cuando nos integramos en nuevos grupos
o viajamos y nos resocializamos en un nuevo contexto, tomamos conciencia
de las diferencias entre unos grupos y otros. El sentido del humor, la forma de
saludarnos, lo que se considera comportamiento educado o maleducado, las
pautas de cortesía, las relaciones de género, entre otras muchas dimensiones
de nuestra vida social, responden a un contexto social determinado, y varían
de un lugar a otro.
No estamos solos. Nuestro bienestar, y nuestro malestar, están vinculados
con el éxito o el fracaso de aquellos con quienes vivimos. Una persona que
pertenece a una familia bien educada, con muchos recursos económicos, con

58
Anton io López Pelaéz

una educación políglota, y con una red de contactos muy relevante, no expe-
rimenta los mismos tipos de constricciones que una persona que vive en un
contexto de exclusión social, sin educación formal, que ha sufrido maltrato
físico y psíquico, y que experimenta severos problemas para poder relacio-
narse con los demás.
Las relaciones humanas están condicionadas por habilidades o discapaci-
dades físicas, enfermedades, diferencias de género, de raza, de educación,
discriminaciones por causa de las creencias religiosas, de la clase social, y un
largo etcétera. En este sentido, el punto de partida del Trabajo Social como
disciplina científica es precisamente la importancia que tiene en nuestras
vidas la interacción con los demás: «los seres humanos dependemos extraor-
dinariamente de las relaciones con otros seres humanos. Casi todo lo que
hacemos en nuestra vida lo hacemos en grupos y a través de la dinámica de
grupos» (Skidmore, Thackeray y Farley 1994: 71 ).
Las personas nos relacionamos, somos seres sociales, disfrutamos, com-
partimos, competimos, generamos y padecemos conflictos que pueden llevar
al triunfo o a nuestra propia extinción (como pareja, como familia, como ser
vivo en un conflicto bélico). Nuestras relaciones pueden ser positivas, y
hacernos crecer (se denominan relaciones «nutritivas», que nos nutren, nos
alimentan, nos permiten desarrollarnos en un sentido equilibrado), pueden
darnos poder sobre nosotros y nuestros proyectos personales y colectivos (lo
que se denomina «empowerment») . Pero también los modelos relacionales
pueden convertirse en una cárcel, en un conjunto de pautas de comporta-
miento que nos llevan siempre al fracaso, a perder oportunidades, a bloquear
nuestras relaciones personales ...
La falta de habilidades sociales, los patrones de comportamiento que
hemos interiorizado a lo largo de nuestra vida (sean eficientes o no), no se
cambian con facilidad. Necesitamos, porque somos seres sociales, trabajar
sobre ellos a través de las dinámicas grupales, precisamente porque los hemos
incorporado mediante la interacción con los otros. De lo contrario, podemos
permanecer siempre atrapados dentro de un modelo relacional insatisfactorio.
O podemos recurrir a una proyecci ón imaginaria de nosotros mismos.
A menudo, personas que han crecido en entornos que no les satisfacen,
que no tienen una relación madura consigo mismos, reaccionan inventándo-
se una identidad, lo que denominamos en el ámbito de las redes sociales, un
«Catfish»: «alguien que pretende ser otra persona distinta a la que es en reali-
dad, utilizando Facebook o las redes sociales para crear falsas, particular-

59
CAPÍTU LO 11: Ü ENCIA 1 SOCI EDAD Y DINÁMICA GRUPAL

mente para conseguir amistades o relaciones amorosas» (Schulman 2014: 24).


¿Por qué suplantan su identidad? Normalmente, porque se sienten inseguros
en relación consigo mismos, con su imagen, con su familia, con su trabajo, y
les gustaría tener otra vida, otra famili a, otro entorno.
Las relaciones con los demás influyen de forma decisiva en nuestra vida.
Casi todo lo que hacemos en la vida lo hacemos relacionándonos con otras per-
sonas, vivimos en relaciones grupales, e interactuamos dentro de múltiples gru-
pos. La falsificación de nuestra identidad tiene que hacernos pensar sobre el
conjunto de relaciones insatisfactorias en las que estamos inmersos. Los pro-
blemas de comunicación, trabajo en equipo, liderazgo, gestión de conflictos,
etc., tienen que hacernos pensar sobre nuestras relaciones con los demás, sobre
nuestros patrones o normas de interacción, sobre la forma en la que hemos
aprendido a relacionarnos y a perseguir nuestros objetivos mediante la interac-
ción con los demás. El Trabajo Social con Grupos toma como objeto de inves-
tigación las dinámicas grupales en las que estamos inmersos. Y desarrolla un
conjunto de metodologías de intervención precisamente sobre la base de la uti-
lización de dichas dinámicas grupales, generando un contexto en el que pode-
mos resocializarnos, aprender y trabajar en equipo.
En este sentido, la teoría siempre es muy importante: nuestras estrategias
de intervención, el objetivo que perseguimos con la dinámica grupal, se vin-
culan con un doble principio teórico:

- En primer lugar, está directamente relacionado con la idea de que el


cambio, la recuperación, la mejo ra, es posible. «Todas las estrategias de
reparación dependen de la idea ini cial de que lo que se ha roto puede
arreglarse» (Sennett 2012 : 300) .
- Y, en segundo lugar, depende de cómo se define el cambio, la mejora,
la habilidad que se quiere recuperar, el modelo de relación que se quie-
re afianzar, el modelo de integración social hacia el que dirigimos nues-
tros esfuerzos.

2.1. ¿Qué es lo que pasa en un grupo?

Las personas necesitamos relacionarnos con los demás, pero no como una
necesidad que uno siente en un determinado momento de su vida. Antes de
tener conciencia de nosotros mismos, ya estábamos en relación con los

60
Antonio López Pelaéz

demás, ya somos producto de la interacción de nuestros progenitores, ya nos


hablaban, cuidaban y querían en un entorno que no hemos elegido, en el que
de antemano nos socializamos. Para ser amados, queridos, protegidos, acogi-
dos y educados, necesitamos a los demás. Vivimos «con los demás» desde el
primer minuto de nuestra vida.
Nuestras habilidades, nuestra personalidad, y nuestros proyectos, están vin-
culados con las personas que nos rodean. Y, en un sentido más amplio, somos
animales lingüísticos, tenemos lenguaje, palabras y teorías, y vivimos en rela-
ción a ellas. Podríamos decir que, utilizando la terminología de George Lakoff,
las personas pensamos, interpretamos y decidimos mediante marcos lingüísti-
cos (estructuras mentales que hemos aprendido, que se refuerzan en nuestro
entorno cultural, y mediante las cuales damos sentido a la realidad).
¿Cómo interpretamos las relaciones personales? ¿Cómo definimos y como
vivimos términos como lealtad, confianza, verdad, solidaridad, o términos
como progresista, tradicional , revolucionario o conservador? Interpretamos la
realidad, pero no desde cero: no somos los dueños de nuestras teorías o nues-
tras formas de comportamiento. Nos las encontramos ahí, vivimos ya en ellas,
a través de nuestro proceso de socialización. Y, en un determinado momen-
to, tomamos conciencia, podemos analizarlas y analizarnos, y a partir de ahí
establecer procesos de cambio.
Esta posibilidad real de tomar conciencia, ver el pasado como el resultado
de un proceso, vernos a nosotros mismos como un proceso inacabado, como
un «work in progress», esta 1ibertad derivada de entender los procesos que nos
han conducido hasta el momento de la vida en el que nos desenvolvemos,
esta «reflexividad» que toma concienciad en nuestra identidad compartida ...
Todo ello es lo que se encuentra en el origen de las disciplinas como la Psi-
cología o el Trabajo Social, que son capaces de entender los procesos por los
cuales nos hemos configurado de una determinada manera. Y por ello, en fun-
ción del análisis de dichos procesos, estas disciplinas diseñan metodologías
para evaluar y hacer posible procesos de cambio y empoderamiento de las
personas, los grupos y las comunidades.
Las dinámicas grupales nos aportan modelos relacionales, pautas de com-
portamiento, y nos capacitan para relacionarnos con lo demás. Pero no sola-
mente aportan reglas de juego para la interacción. Al introducirnos en una
dinámica grupal, nos encontramos con los demás, experimentamos afecto,
ilusión, sorpresa, inseguridad y diversos tipos de anhelos. Aprendemos a
negociar, a compartí r, a reír y a trabajar en equipo. Aprendemos a gestionar

61
CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

los conflictos, y con ello aumentamos nuestro bienestar interior, nuestra segu-
ridad, y mejoramos nuestra autoestima.
Las dinámicas grupales, aunque pueden diseñarse de forma instrumental
para lograr un objetivo común del grupo (una tarea a realizar entre todos), tie-
nen siempre un impacto más profundo en nuestros afectos, nuestra forma de
comportarnos y nuestra forma de afrontar la realidad. Por ello, el objetivo final
de las dinámicas de grupo no es quedarse dentro del grupo indefinidamente. Al
contrario, se trata de capacitar a cada miembro de grupo para tener interaccio-
nes adecuadas, maduras y equilibradas, en cualquier otro contexto, diferente al
del propio grupo en el que se ha estado trabajando con el/la trabajador/a social.
Podemos observar las diferentes dimensiones de lo que ocurre dentro de
un grupo, (y cómo debemos intervenir en cada una de ellas), analizando los
objetivos específicos de una intervención desde la perspectiva del Trabajo
Social con Grupos. Estos objetivos pueden agruparse en cuatro ámbitos:

- Los objetivos de la institución u organización que diseña las dinámicas


grupales (reflejan las prioridades de la comunidad en la que desarrollan
su actividad, y nos muestran por lo tanto las prioridades del entorno soci-
ocultural). En este sentido, los objetivos de la institución nos remiten a las
prioridades sociales y los valores en un entorno determinado. Unos valo-
res y prioridades que ponen de manifiesto las características de nuestra
sociedad, y nos permiten reflexionar sobre el ideal de integración, el
modelo de convivencia, de nuestro entorno.
- Los objetivos del grupo como tal. Deben estar relacionados con los
objetivos tanto de la institución, como con los objetivos de cada uno de
los miembros, y los objetivos del trabajador social. Deben ser realistas
y deben poder formularse con cl aridad .
- Los objetivos de los participantes o miembros del grupo. Estos objetivos
están siempre vinculados con las expectativas y deseos de los miembros
del grupo, que pueden ser de diverso tipo: pueden integrarte en un
grupo para conseguir un objetivo común, o para mejorar algunas de tus
habilidades, o simplemente para encon trar apoyo y acogida.
- Los objetivos del trabajador social están siempre vinculados con la meto-
dología, los objetivos y los programas que tiene que utilizar para lograr
que los miembros del grupo alcancen sus objetivos individuales, alcancen
sus objetivos como grupo, y en este sentido, puedan cumplirse también los
objetivos de la institución que organiza la dinámica de grupo.

62
Antonio López Pelaéz

Pensemos por un momento en una dinámica de grupo con padres y madres


con relaciones conflictivas con sus hijos adolescentes. La organizan los servicios
sociales del Ayuntamiento, respondiendo a una prioridad de los ciudadanos:
potenciar las habilidades sociales dentro de las familias, gestionando de mejor
forma los conflictos intergeneracionales. Se trata de reducir los episodios de vio-
lencia dentro de las familias, favoreciendo la convivencia y afrontando desde la
familia los problemas de la adolescencia. Los objetivos de la institución nos
muestran, por un lado, la preocupación por los conflictos dentro de las familias,
y por otro lado, ponen de relieve el imaginario social vigente sobre la familia,
como un espacio de encuentro, crecimiento y acogida.

Los objetivos del grupo como tal son los siguientes:

- Aumentar la autoestima de padres y madres, aceptar sus características


y sus preocupaciones, creando un espacio para la participación y el
encuentro.
- Desarrollar una mayor vinculación y amistad entre sus miembros.
- Favorecer la adquisición de un conjunto de habilidades para poder ges-
tionar mejor los conflictos dentro de cada familia.

Los objetivos de cada uno de los participantes pueden ser muy diferentes:

- Buscar un espacio para compartir sus preocupaciones.


- Buscar nuevos amigos y nuevas orientaciones sobre su comportamiento
personal.
- Aprender a ser buenos padres y madres.
- Aprender a aceptarse y a aceptar a los demás.

Los objetivos del trabajador social pueden ser los siguientes:

- Ayudar a que los participantes se expresen en libertad, intimidad y


seguridad.
- Compartir experiencias y recursos que permitan aumentar la confianza,
el liderazgo y la capacidad crítica de los miembros del grupo.
- Aportar modelos de comportamiento, interacción y comunicación (en rela-
ción con la amistad, la relación paterno-filial, el conflicto, las responsabili-

63
C APÍTULO 11: ÜE NCIA, SOCI EDAD Y DINÁM ICA GRUPAL

dades y las recompensas en la vida familiar), que permitan contrastar, eva-


luar y reproducir comportamientos saludables a los miembros del grupo.

Resulta evidente que al diseñar esta dinámica grupal, el trabajador social ha


tenido que reflexionar sobre los modelos de familia, el modelo normalizado de
integración social, las expectativas que tenemos y las diferencias de comporta-
miento en función del género. Ha tenido que establecer los objetivos y la meto-
dología de trabajo, buscando reforzar algunas habilidades básicas relacionadas
con los conflictos entre adultos y adolescentes. En la selección de los partici-
pantes, ha tenido que considerar (en fun ción de los objetivos generales de la
intervención que está desarrollando) la edad de los participantes, sus sistemas
de valores (tanto la homogeneidad total como la heterogeneidad absoluta tie-
nen un efecto negativo en la dinámica grupal), los problemas que comparten,
el nivel de formación, el género o el nivel de autoestima.
A la vez, en el desarrollo de la dinámi ca grupal, entran en colisión los dife-
rentes modelos de familia, las diferentes estrategias de comunicación, y las
diferentes formas de abordar los conflictos, de cada uno de los miembros del
grupo. Por otra parte, los participantes, que tienen sus propios objetivos, al
trabajar conjuntamente sobre los objetivos propuestos por el trabajador
social, experimentan cambios positivos en su trayectoria personal. Y a la vez
experimentan la solidaridad, cohesión y reconocimiento del grupo como tal ,
favoreciendo con ello su autoconfianza y su autoestima.

2.2. Teoría y Trabajo Social con Grupos: avanzando hacia enfoques


«no binarios»

Cualquier trabajador social, en el ejercicio de su actividad profesional,


debe tener una preocupación constante al aplicar un determinado modelo
teórico, o una técnica específica: no realizar análisis reduccionistas, no mani-
pular los datos o los discursos de las personas, no dejarse llevar por una
opción ideológica. El Trabajo Social es una disciplina científica, y la práctica
profesional del Trabajo Social también lo es. Podemos definir el «reduccio-
nismo» como aquella postura teórica que explica el comportamiento humano
en función de un elemento determinado, sin tomar en consideración el resto
de características de nuestra especie. Podemos distinguir, entre otros, dos
grandes bloques de teorías reduccionistas: los reduccionismos biológicos y
genéticos, y los reduccionismos culturales e ideológicos.

64
A ntoni o López Pelaéz

2.2.1. ¿La biología y los genes lo explican todo?

Cualquier de nosotros puede preguntarse por el origen de sus aficiones, de


sus gustos, de sus habilidades ... Numerosos científicos subrayan que la raíz de
nuestros comportamientos se encuentra en nuestros genes, y que, por lo tanto,
el estudio de los mismos revelará las bases ocultas de nuestro comportamien-
to y de nuestras capacidades específicas. Desde finales del siglo XIX, en algu-
nos círculos científicos se pensaba que los comportamientos humanos estaban
determinados por la estructura del cuerpo. Se describían las tipologías físicas
de los delincuentes, para poder detenerles y prevenir sus delitos.
Cesare Lombroso fue uno de los principales defensores de este plantea-
miento. La confluencia de estas ideas con la pretendida validez del concepto
de «raza», y las propuestas de el im inación de los seres humanos «defectuosos»
llevó en las primeras décadas del siglo XX a la extensión de las denominadas
prácticas eugénicas en numerosos países, como Suecia, Estados Unidos o Ale-
mania. El caso de la ciudadana estadounidense Carrie Back, que fue esterili-
zada por una supuesta deficiencia mental , constituye un ejemplo de los peli-
gros que conlleva subordinar los principios éticos que sustentan los derechos
humanos, a una pretendida mejora genética derivada de la aceptación acríti-
ca del principio evolucionista que establece la supervivencia del más fuerte.
La postura teórica que defiende la reducción de la identidad humana a su
código genético recibe el nom bre de reduccionismo genético. Los peligros
que se derivan de las propuestas de algunos científicos para construir una
sociedad «sana», en la que los posibles problemas se resuelven por la inge-
niería genética, ha dado lugar a una notable serie de novelas y de películas
de ciencia ficción. Y ha producido enconados debates, cuando, por ejemplo,
se ha intentado explicar la violenc ia por el gen de la agresividad, o se inten-
ta explicar la orientación sexual de una persona en función de un determina-
do gen.
El espacio de la libertad de los seres humanos se levanta, como no puede
ser de otra manera, sobre su dimensión física, corporal, y por lo tanto sobre
su base genética. Pero la dotación genética no lo explica todo. Frente a quie-
nes reducen la vida humana a los genes, hay que señalar que las personas,
aunque nacemos con una información genética específica, no nacemos pre-
determinados. Más aún, la especie humana se caracteriza por la capacidad de
aprendizaje y modificación del entorno, incluida la intervención sobre los
propios genes (mediante las modernas técnicas de ingeniería genética).

65
CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁM ICA GRUPAL

2.2.2. ¿Nuestro contexto cultural determina nuestro comportamiento?

Las personas somos seres históricos. Estamos aquí y ahora, en una cir-
cunstancia determinada y con unas posibilidades y limitaciones que depen-
den del contexto en el que nos ha tocado v ivir. En las sociedades contempo-
ráneas, por ejemplo, las diferencias en el nivel de bienestar pueden objeti-
varse analizando la esperanza de vida (ya que lo más básico que tenemos es
nuestra propia vida). En unos países de l mundo, la esperanza media de vida
es la mitad que en otros países. Y dentro de los países desarrollados, como
EEUU, hay zonas degradadas donde la esperanza media de vida de muchas
personas no supera los 40 años.
En realidad, según el lugar en el que haya nacido cada uno de nosotros, y
su entorno socioeconómico, algunas personas pueden vivir el doble de tiem-
po que otras, es como si tuvieran dos vidas. En España, país receptor de inmi-
gración en los últimos años, muchas personas lo experimentan. Pensemos en
las mujeres que abandonan un país en desarrollo, mujeres pobres, que con
cuarenta años son ya abuelas, y no encuentran empleo en su país de origen.
Al llegar en avión a España, se encuentran con que muchas mujeres españo-
las de 40 años están decidiéndose a tener su primer hijo, y tanto física como
laboralmente se encuentran en la pleni tud de la vida.
Hay posiciones teóricas que defienden un reduccionismo cultural: las per-
sonas estaríamos determinados por nuestra cultura, de tal forma que no es
posible un diálogo entre culturas diversas, ya que cada uno percibe y analiza
desde su patrón cultural. La comparaci ón y el diálogo entre culturas es, por lo
tanto, imposible, y desde este punto de vista, el objetivo fundamental de cada
grupo social es mantener libre de contaminación , mantener pura, su propia
cultura, negando la posibilidad de un d iálogo intercultural.
No todos los relativismos de este ti po, que niegan un fundamento común
para establecer un diálogo entre las personas y las culturas, son etnocentris-
tas. Pero uno de los peligros del relativ ismo fuerte es que puede desembocar
en la afirmación de la propia cultura como superior a las demás. La conse-
cuencia de esta forma de pensar es cl ara : las demás culturas deben quedar
negadas o sometidas a su mínima expresi ón. El ideal de la superioridad de la
raza se traslada, en consecuencia, a la cultura propia, que se considera crite-
rio absoluto de verdad y pauta ún ica de comportamiento. La postura teórica
que considera la propia cultura superi or a las demás e interpreta a las cultu-
ras ajenas desde la suya propia, se denomina etnocentrismo.

66
Antonio López Pelaéz

Cuando analizamos el comportamiento social de los seres humanos, no


podemos reducirnos solo a constatar los condicionamientos biológicos o cul-
turales en un sentido genérico. Las personas vivimos en sociedades comple-
jas, y en numerosas ocasiones nuestras ideas son producto de nuestro entor-
no, las hemos interiorizado, y constituyen una elaboración teórica que persi-
gue la justificación de un modo de vida y de un conjunto de intereses. Deno-
minamos ideología a este tipo de construcción teórica, que podemos defend-
er consciente o inconscientemente. En este segundo caso, la percibimos
como algo natural, como el orden evidente de las cosas.
Estamos tan apegados a ella, la hemos interiorizado de tal manera, que nos
resulta imposible objetivarla y descubrir su función de mecanismo domina-
dor. En este sentido, la ideología no afecta solamente a los que ejercen el
poder, como señalaba Mannhe im: también incide en los que se oponen al
orden establecido y pretenden subvertirlo. A menudo, solo ven aquellos ele-
mentos de la situación que coinciden con su diagnóstico, sin analizar la rea-
lidad en su conjunto. Están tan fu ertemente interesados en la destrucción y
transformación de la sociedad, que ven solo aquellos elementos de la situa-
ción que tienden a negarla, y son incapaces de diagnosticar correctamente la
realidad como tal.
Muchas de las ideas que se defienden como únicas y científicas responden
simplemente a la defensa de los intereses determinadas clases sociales y
determinados países. Con un ejemplo muy gráfico, si las pautas de consumo
de los países ricos de la OCDE se extendieran a toda la población mundial,
necesitaríamos varios planetas como la Tierra para poder soportarlo. Nuestro
modelo de desarrollo se caracteriza por el derroche energético, el incremen-
to espectacular de la diferencia entre países ricos y países pobres, y por el
incremento de las diferencias entre los que tienen más recursos y los que tie-
nen menos recursos.
Este modelo de desarrollo socioeconómico no es el único posible, pero se
presenta como el mejor, el único, y ha sido la crisis económica mundial del
año 2007 la que ha generado un contexto en el que se pueden cuestionar
supuestos que parecían dogmas en la teoría económica de los años 90 del
siglo XX (como la intervención masiva de los bancos centrales, nacionalizan-
do bancos con problemas ... ). Este mismo proceso puede ocurrir en los nive-
les individuales o grupales: podemos justificar nuestro comportamiento, aun-
que objetivamente nos esté produciendo severos problemas de integración
social, o podemos establecer objetivos para un grupo que sean reflejo de

67
CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

nuestra posición ideológica, pero que no se correspondan con una evaluación


objetiva de nuestras necesidades y problemas.

2.2.3. Más allá de las explicaciones binarias en el ámbito del Trabajo


Social con Grupos

La reflexión que formula Susan P. Robbins (The Red Pill or the Blue Pill?
Transcending Binary Thinking), centrada en la necesidad de superar los enfo-
ques binarios, es particularmente relevante en el ámbito del Trabajo Social con
Grupos. Las personas tendemos a clasificar y organizar la realidad en oposicio-
nes binarias: elementos contrapuestos que mutuamente se excluyen. Podemos
pensar en pares opuestos como progresista/conservador, ortodoxo/heretodoxo,
o nosotros/los otros. Esto nos da tranquilidad aparente, y favorece nuestra per-
tenencia al grupo, por contraposición con el grupo opuesto.
Es una estrategia común en muchos grupos o comunidades: buscar el ene-
migo externo que consolida las relaciones internas. Identificarnos con los
nuestros y descalificar a los otros. Nos aporta seguridad y cohesión interna,
pero a la vez simplifica y manipula la realidad, que siempre es más comple-
ja. Y tiene un segundo efecto: no solo nos permite clasificar la realidad y esta-
blecer diferencias. También implica una posición de poder, un sentimiento de
superioridad, una negación y devaluación del contrario: «En las ciencias
sociales, y también en el trabajo social , la aceptación y la confianza en las
oposiciones binarias crea fronteras entre los grupos de personas, sino que
también coloca a un grupo en una relación de superioridad con respecto a
otro» (Robbins 2015: 1).
Este pensamiento binario no solo nos sirve para clasificar personas y gru-
pos. También lo utilizamos para organizar nuestras ideas y métodos de inves-
tigación. Si analizamos con detalle la evolución de los debates teóricos y
metodológicos en nuestra disciplina, podemos observar como con frecuencia
se reproduce una dialéctica entre los dos enfoques predominantes, buscando
afianzar la legitimidad de uno de ellos. Al clásico debate entre el positivismo
(planteamiento teórico que afirma que solo podemos conocer a través de los
sentidos, y que toda afirmación científica tiene que tener su correlato verifi-
cable a través de los sentidos) y el constructivismo (que afirma que lo que
conocemos es un producto de nuestra forma de ordenar el mundo, y nuestras
categorías ordenan los datos de la realidad), se añaden nuevos debates en el
ámbito del Trabajo Social con Grupos.

68
Antonio López Pelaéz

Por ejemplo, la contraposición entre el enfoque basado en la modificación


del comportamiento y la personalidad en base a la modificación de compor-
tamientos que pueden ser controlados y medidos (enfoque característico de la
corriente que denominamos análisis del comportamiento social -social beha-
vior analysis-, y aquellos modelos de Trabajo Social con grupos, como los
modelos psicodinámicos, que insisten en el análisis de las experiencias pasa-
das y la resolución de conflictos internos almacenados en el inconsciente.
En este contexto, y tratando de ir más allá de los enfoques binarios, vamos
a detenernos brevemente en tres autores que ejercen una influencia notable
en nuestra disciplina, y que nos permiten afrontar tres ámbitos teóricos claves
en la intervención basada en las dinámicas de grupo: en primer lugar, la
importancia de las interacciones sociales (Mead); en segundo lugar, ya en el
epígrafe siguiente, las dimensiones de la cooperación (Sennett); y, en tercer
lugar, las paradojas de la generosidad, de la vinculación con los otros basada
en la interacción desinteresada (Smith y Davidson).
Desde sus comienzos el Trabajo Social con grupos ha estado muy vincu-
lado con el análisis de las interacciones en una perspectiva que podríamos
denominar microsociológica, en la que se incide en el proceso por el cual
aprendemos a relacionarnos (para reaprender y ser capaces mediante las diná-
micas grupales de fortalecer y/recuperar nuestras capacidades relacionales).
Herbert Blumer acuñó el término 'interaccionismo simbólico', y lo postuló
como programa teórico alternativo al funcionalismo. Se basa en la relectura
de la obra de George Herbert Mead y en la tradición pragmatista norteameri-
cana. Mead mantuvo, como persona comprometida con la reforma social, un
fuerte vínculo con jane Addams, siendo visitante asiduo de la Hull House, y
tesorero de la misma (Miranda 2003: 232).
La obra de Mead 'Espíritu, Persona y Sociedad' fue publicada póstumamente
por sus alumnos, y en ella desarrolla un análisis de la persona humana como ser
social. Para Mead, la dimensión social de la persona humana descansa en el pro-
ceso de comunicación: el sujeto humano se desarrolla como sujeto social en el
proceso de interacción comunicativa con los demás. En este proceso, el sujeto
no solo se expresa, sino que se reconoce a sí mismo en el proceso de interac-
ción, y reconoce al otro, adoptando su perspectiva sobre sí mismo y sobre la rea-
lidad (y no solo al otro individual, sino al 'otro generalizado', lo que explica la
adopción de roles y la concepción de la socialización como un proceso de inter-
acción en el que el individuo se autorregula interiorizando la pauta general de
acción, a la vez que puede revisarla en un permanente ejercicio de revisión).

69
CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

El ser humano «Se convierte ... en una persona en la medida en que puede
adoptar la actitud del otro y actuar hacia sí mismo como actúan otros ... Lo que
constituye una persona es el proceso social de influir sobre otros en un acto
social y luego adoptar a la actitud de los otros que ha sido provocada por el estí-
mulo y por fin reaccionar a su turno frente a esta reacción» (Mead 1972: 199).
Para Mead, «la relación personalidad-sociedad, o lo que es lo mismo, la
relación entre el 'I' y el 'me' (... ) remite expresamente a una suma concreta
de individuos o actores que en su interactuación modifican su propia psico-
logía y aún la realidad intersubjetiva global. (. .. ) El 'self' es la personalidad
propiamente dicha, el individuo social; una parcela hecha de fases dinámi-
cas, dialécticamente engarzadas, que al mismo tiempo que sedimenta los fru-
tos de la introspección (o diálogo consigo mismo/a), impacta los 'gestos' aje-
nos y desarrolla respuestas» (Rodríguez lbañez 1989: 205).
El 'self' o personalidad se estructura a través de dos fases dialécticamente entre-
lazadas: el 'I' («la respuesta del organismo a las actuaciones de los otros» (Mead
1972: 175) y el 'me' («la serie organizada de actitudes de los demás que uno
mismo asume» (Mead 1972: 175). En este sentido, «el 'I' es el elemento nuevo, el
'me' es el elemento social que corresponde al 'otro generalizado'. (. .. ) el 'I' y el
'me' son 'dos fases' diferenciadas del mismo acto» (Alexander 1997: 172).
Por lo tanto, la personalidad no existe previamente a la interacción social:
a través de dicha interacción el individuo asume papeles, organiza sus expe-
riencias y desarrolla, a través de la representación de la perspectiva del 'otro
generalizado', el pensamiento abstracto y la objetividad. Así se produce la inte-
riorización de las actitudes sociales que constituyen el yo, se puede llevar a
cabo la comunicación con los otros, y la persona puede organizar sus res-
puestas en función de las normas y regl as que el individuo aprende en dicho
proceso de asunción de papeles. «( ... ) La persona es algo que tiene desarrollo;
no está presente inicialmente, en el nacimiento, sino que surge en el proceso
de la experiencia y la actividad sociales, es decir, se desarrolla en el individuo
dado de resultas de sus relaciones con este proceso como un todo y con los
otros individuos que se encuentran dentro de este proceso» (Mead 1972: 167).
Ahora bien, en este proceso no se elimina la peculiaridad de cada perso-
na, y por lo tanto tampoco defiende M ead una completa determinación del
individuo por parte de la sociedad: aunque todo 'se lf' está constituido por el
proceso social, y es un reflejo suyo, esto«( .. .) no es en absoluto incompatible
con el hecho (que permanece intacto) de que cada 'self' tenga su propia pecu-
liaridad, sus propias y únicas pautas» (Mead 1972 : 201 ).

70
Antonio López Pe laéz

Blumer retomaría la obra de Mead para formular el denominado por él


'interaccionismo simbólico': «la que podría calificarse como noción central
del interaccionismo simbólico es la de que la interacción humana está media-
da por el uso de símbolos, por la interpretación o por la indagación del sen-
tido de las acciones de los otros; esta mediación se opera por la inserción de
un proceso de interpretación entre estímulo y respuesta, en el caso de la con-
ducta humana. La sociedad humana no es sino individuos en acción, tal
acción es interpretativamente situacional, y se expresa a través de un conjun-
to de símbolos que estimulan la acción de los demás. (. .. ) en el caso de Blu-
mer, la metodología recomendad a consiste en introducirse dentro del mundo
del actor y ver el mundo como él lo ve, al objeto de captar los significados
con que el actor se maneja» (Beltrán 1998: 158).

3. REFLEXIONES SOBRE EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN EL


SIGLO XXI:

Tras la mayor crisis económica desde 1929, las sociedades occidentales,


y entre ellas España, están empezando a recuperar el crecimiento económi-
co y la prosperidad. Una de las características más relevantes de este perío-
do de crisis es la sigui ente: la exaltación del individualismo y el elogio sin
límites de la codicia y los proyectos individualistas, ha dado paso a la publi-
cación de rigurosas investigac iones sobre las formas cooperación, la grati-
tud, el papel de las familias y la cohesión social. Quizás porque en medio
de esta devastadora crisis que hemos sufrido, hemos vuelto la mirada y la
mano hacia aquello que nos permite sobrevivir: la mirada y la mano de los
que nos quieren, de los que nos aprecian, de los que conviven con nosotros
y hacen posible nuestra vida .
En este sentido, es importante reflexionar sobre dos aspectos que influyen en
las dinámicas grupales. En primer lugar, nuestra capacidad cooperativa (ya que
sin cooperación y encuentro, no es posible la dinámica grupal); en segundo
lugar, el papel que juega la generosidad en nuestras vidas (ya que el pensar en
los otros, el tomarlos en consideración, y el relacionarnos con los demás desde
una perspectiva no basada solamente en el poder, nos lleva a considerar el
papel que juega la generosidad en nuestra trayectoria vital). Vamos a reflexio-
nar brevemente sobre estas dos cuestiones de la mano de Richard Sennet, por
un lado, y de Christian Smith y Hilary Davidson, por otra.

71
C APÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DI NÁMICA GRUPAL

3.1. Reflexiones sobre la dinámica de grupos: Richard Sennett

Podemos destacar tres aspectos de la teoría de Sennett sobre la coopera-


ción, que tienen particular relevancia para el trabajo social con grupos:

- En primer lugar, el origen de la capacidad cooperativa. Como señala


acertadamente, «la cooperación precede a la individuación: la coopera-
ción es el fundamento del desarrollo humano, en el que aprendemos r
antes cómo estar juntos que cómo estar separados» (Sennett 2012: 29).
Precisamente por ello, trabajar sobre las capacidades cooperativas se
convierte en una magnífica herramienta para favorecer los procesos de
cambio personal y grupal. La cooperación no es algo ajeno a nuestra
supervivencia, es la clave para nuestra supervivencia, tanto en la infan-
cia, como en la vida adulta. «La cooperación natural comienza con el
hecho de que no podemos sobrevivir en solitario. La división del traba-
jo nos ayuda a multiplicar nuestras capacidades insuficientes» (Sennett
2012: 107). ¿Cómo podemos definir la «cooperación»? Puede definirse
como «aquel tipo de intercambio en el cual los participantes obtienen
beneficios del encuentro» (Sennett 2012: 18).
- En segundo lugar, la cooperación se basa en una serie de capacidades,
y requiere habilidades específicas (que se pueden cultivar, o que pue-
den abandonarse, con el consiguiente efecto negativo para nuestra tra-
yectoria vital). La conexión con los demás implica habilidad, implica
rituales, pautas de comportamiento que nos permiten gestionar nuestras
diferencias, organizar nuestras actividades, y perseguir objetivos comu-
nes. «La conexión con los demás implica habilidad; cuando los niños
cooperan mejor, la habilidad social y la cognitiva se entremezclan»
(Sennett 2012: 29). Estas habilidades cooperativas se entrenan, median-
te lo que denomina rituales, que crean un ámbito para cada persona
(como las buenas maneras, la amabilidad, el expresarse dejando espa-
cio para los demás, sin establecer afirmaciones tajantes y buscando
puntos de encuentro). Por ejemplo, a! emplear términos como «posi-
blemente», «tal vez», «yo hubiera pensado» .. .
Al formular en estos términos nuestra posición, dejamos un espacio abier-
to a la provisionalidad, al experimento, al acuerdo, a la intervención de
los otros. «Al practicar la forma indirecta, al hablar con otro en el modo
subjuntivo, podemos experimentar cierto tipo de placer social, el de estar
con otras personas, centrarnos en ellas y aprender de ellas sin forzarnos a

72
Antonio López Pelaéz

ser igual que ellas» (Sennett 2012: 43). Y esta forma de afrontar las rela-
ciones está directamente relacionada con el intercambio que denomina
«dialógico», aquel tipo de intercambio o de cooperación que no se resuel-
ve en el «hallazgo de un fundamento común» (Sennett 2012: 37), pero
que nos permite tomar mayor conciencia de los puntos de vista propios
y ajenos, y aumentar nuestra comprensión mutua. En este sentido, este
tipo de conversación dialógica nos permite evolucionar hacia resultados
imprevistos, y se basa en la «la empatía, el sentimiento de curiosidad
sobre quiénes son por sí mi smas las otras personas» (Sennett 2012: 43).
La agresividad, verbal o gestual, no deja espacio al otro. En este senti-
do, en la conversación dialógica dejamos espacio para escuchar al otro,
y no simplemente repeti r nuestra argumentación previa. «Sólo compor-
tándonos con la mínima autoafirmación posible nos abrimos a los otros,
lo que es a la vez un concepto político y personal» (Sennett 2012: 298) .
Se trata de relacionarnos con los demás, tratando de dejarles un ámbi-
to de expresión, aplicando la mínima agresividad posible (al igual que
en el ámbito del taller, la resistencia de un material hay que tratarla con
la mínima fuerza posible, gestionándola correctamente y utilizando
bien nuestras herramientas). «Con el uso de la mínima fuerza, tanto en
el dominio físico como en el social , nos hacemos más sensibles al
medio, nos conectamos y nos comprometemos más con él. Las cosas y
las personas que se resisten a nuestra voluntad , las experiencias que se
oponen a nuestra comprensión inmediata, pueden llegar entonces a
interesarnos en sí mismas» (Sennett 2012: 299).
Reforzar nuestras capacidades cooperativas nos permite avanzar en un
proyecto de grupo. Y nos permite prepararnos para mantener relaciones
cooperativas, exitosas y respetuosas en cualquier tipo de grupo en el que
nos encontremos. Un anális is detallado del comportamiento humano nos
muestra que existen diferentes tipos de intercambios, que se mueven en
una línea que se desplaza desde el acuerdo mutuo al conflicto. Desde el
punto de vista de Sennett, nos encontramos inmersos en una cultura que
nos d~pacita para la cooperación, y que exalta un individualismo que
nos descualifica para la vida en común.
Por ejemplo, en la gestión de conflictos, en vez de exaltar la victoria
completa y la aniquilación del adversario, un modelo adecuado de ges-
tión de los conflictos tiene que partir de un principio básico: responder a
los demás respetándoles tal y como son. El conflicto es una forma de

73
CAPÍTULO 11: ÜENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

interacción en la que se reúnen personas con intereses distintos, y que


hay que gestionar. En todo este proceso, es fundamental establecer clara-
mente cómo reparar, como cultivar, como fortalecer las habilidades que
nos permiten ahondar en nuestras capacidades cooperativas.
En las dinámicas de grupo, observam os una evolución en los partici-
pantes, un progresivo aprendizaje e interiorización de pautas de com-
portamiento. Y se basa en una secuencia de reuniones, en una incor-
poración progresiva, en la integraci ón en nuestra forma de relacionar-
nos de unas pautas de comportamiento determinadas. «El desarrollo de
las habilidades humanas está gobernado por un ritmo determinado. La
primera fase implica la instauración de un hábito. (. ..). En una segunda
fase, la habilidad se amplía y pone en cuestión el hábito establecido»
(Sennett 2012: 283) . Y en la tercera fase, se reinstaura el hábito perfec-
cionado. En la dinámi ca de grupos, debemos tener presente este proce-
so progresivo de capacitación, basado en el cultivo de nuestras habili-
dades relacionales.
Desde este punto de vista, podem os reflexionar brevemente sobre el
lenguaje no verbal , sobre los gestos y las relaciones informales. En
ocasiones, nuestros gestos y lengu aje inform al bloquean la comuni-
cación , y nos aleja de nuestros obj etivos. Ten emos que trabajar sobre
ellos: «el tri ángulo social informal es una relación social que con s-
truimos nosotros; gesticular es una manera de representar la relación ;
los gestos que nos unen son conductas aprendidas más que reflejos
involuntarios; cuanta más habilidad logremos en la gesticulación, más
emocionalmente intensa y expresi va resultará la informalidad» (Sen-
nett 2012: 294).
- En tercer lugar, los modelos de intercambio dentro de los cuales des-
arrollamos nuestras interacciones. Pueden clasificarse en un continuo
que va desde los intercambios altrui stas, hasta aquellos que se caracte-
rizan por la agresión y destrucción del contrario. Sennett diferencia
cinco tipos, que nos permiten comprender la dinámica de los inter-
cambios: «intercambio altruista, que implica el autosacrificio; intercam-
bio en el que todos ganan, en el que ambas partes se benefician; inter-
cambio diferenciador, en el cual los actores advierten sus diferencias;
intercambio de suma cero, en el que una partes se beneficia a expensas
de la otra, e intercambio del tipo el ganador se lo lleva todo, en el que
una parte barre a la otra» (Sennett 201 2: 108).

74
Antonio López Pelaéz

La parte central de este conti nuo, desde el intercambio que todos ganan
hasta el inte~cambio diferenciado r, es la parte en la que la cooperación y la
competencia están más equil ibradas. «El intercambio en el que todos ganan
tiene lugar tanto en la natural eza como en la cultura, pero en ambos casos el
equilibrio es frágil . Los intercambios dialógicos que diferencian los individuos
y los grupos también pueden equ ilibrar la cooperación y la competencia. El
establecimiento del territorio mediante marcas que crean lindes y fronteras
impregna las comunidades naturales, pero en la cultura humana se especiali-
za y refina. En los extremos del intercambio, el altruismo es una fuerza invo-
luntaria en las sociedades naturales y una experiencia internalizada en los
seres humanos; en él no se necesita reciprocidad tangible. En el otro extremo
del espectro, la competencia prevalece sobre la cooperación en los intercam-
bios de suma cero, si bien para entrar en acción necesita la cooperación . La
competencia humana se organiza simbólicamente en la misma medida que la
cooperación. En los intercam bios en los que el ganador se lo lleva todo, las
conexiones entre ambas partes quedan completamente cortadas; el mayor
depredador es amo y señor» (Sennett 2012: 127-128).

3.2. Reflexiones sobre la dinám ica de grupos: la paradoja de la generosidad

El rol primario de un trabajad or social, y específicamente de un trabajador


social en el ámbito del trabaj o, es favorecer las relaciones de reconocimien-
to, aceptación y ayuda mutua entre los miembros del grupo. No tiene que
tener todas las respuestas, pero sí tiene que perseguir un modelo de interac-
ción basado en la reciprocidad, la transparencia y la honestidad . Favorecien-
do una dinámica relacional basada en el apoyo mutuo (Knight y Gitterman
2014) . Para conseguirlo, es fundamental reforzar la generosidad como estra-
tegia relacional. Pero, en una sociedad individualista que ha entronizado
como criterio máximo el propio y descarnado interés personal, ¿hay espacio
para la generosidad?
Las reflexiones de Sennett sobre cómo nuestra cultura nos «descualifica»,
como «aprendemos» reglas de juego que «deterioran» nuestra capacidad de
cooperación y convivencia, tienen que ver con la exaltación de un indivi-
dualismo que no hace justicia a nuestra naturaleza social. En este punto, es
importante reflexionar sobre el modelo opuesto al individualismo agresivo, el
modelo de la «generosidad», ya que una parte importante de nuestra actividad
en la dinámica de grupos se tiene que centrar en la recualificación de nuestra

75
CAPÍTU LO 11 : CIEN CIA, SOCIEDAD Y DI NÁMICA GR UPAL

capacidad para cooperar. Y para ello, vamos a exponer brevemente los resul-
tados expuestos en la obra de Christian Smith y Hilary Davidson, «The Para-
dox of Generosity» (2014).
Hay dos cuestiones básicas en las que hay que detenerse al analizar los
conceptos básicos que articulan nuestras relaciones, sea el de «generosi-
dad», sea el de «egoísmo», o cualquier ot ro. Por una lado, la definición del
concepto. Por otra lado, la dinámica que genera su presencia o ausencia.
Podemos definir «generosidad» como «la virtud de dar bienes a los demás
libre y abundantemente» (Smith y Davidson 2014: 4). Se trata de una orien-
tación vital, y por eso no se identifica con un único y aislado acto de dona-
ción o entrega. Es una virtud en el sen tido de una forma de estar en el
mundo que implica regularidad, cotidianidad, repetición. Y no se identifi-
ca estrictamente con el altruismo (entend ido como donación de uno mismo
sin tener en cuenta el propio interés), ya que la generosidad es compatible
con el propio interés. La generosidad se expresa de diversas maneras
(ayuda financiera, voluntariado sin remuneración, donación de sangre,
préstamos y apoyos a la familia, conoc id os y organizaciones de diverso
tipo, etcétera). Y tiene que ser persegui da por sí misma, se basa en perse-
guir el bien de los otros.
La generosidad genera bienestar, pero es en sí misma una forma de estar
en el mundo, de relacionarnos. En nuestras sociedades individualistas, teóri-
camente hemos criticado la «generosidad» y hemos exaltado los comporta-
mientos centrados en el bienestar individual considerando a los demás como
obstáculos o meros competidores. Y esto oculta las dimensiones básicas de la
generosidad , presente por otra parte en nuestro comportamiento cotidiano. En
este sentido, podemos aprender más sobre la «generosidad» e incorporar a
nuestra vida comportamientos más generosos.
En relación con la dinámica de la generosidad, la investigación empírica
de Smith y Davidson, apoyada por otras muchas investigaciones de máximo
nivel en los últimos diez años, resalta un dob le aspecto : por un lado, los datos
muestran que los comportamientos generosos refuerzan nuestro bienestar
(aunque el foco de nuestra acción esté puesta en los demás). Por otro, el argu-
mento contrario también es cierto: la falta de generosidad, la falta de interés
en el cuidado de los demás, genera mayo r insatisfacción y malestar en nos-
otros mismos. Los datos que aportan Smith y Davidson son relevantes: puede
establecerse una correlación directa entre generosidad y bienestar, y se puede
demostrar, con evidencia empírica, «que las prácticas generosas de los ame-

76
Antonio López Pelaéz

ricanos están fuertemente asociadas con el mayor bienestar de las personas


generosas» (Smith y Davidson 2014: 9).
Al analizar la dinámica entre ambos polos, bienestar y generosidad, los
datos demuestran que la relación entre ambos no es monocausal, es bidirec-
cional. El bienestar a menudo favorece los comportamientos generosos. Pero,
al mismo tiempo, la generosidad refuerza el bienestar personal y colectivo.
¿Por qué los autores utilizan el concepto «paradoja»? Porque la experiencia de
la generosidad es paradójica: sus resultados son a menudo inesperados, con-
traintuitivos, y generan una situación en la que todos ganan (win-win). A veces
se recibe más de lo mismo que uno da, pero a menudo lo que se recibe son
bienes más valiosos que los bienes materiales o el tiempo y el esfuerzo que se
comparte: se recibe felicidad, salud, un propósito vital, un sentido para la vida,
y se refuerza el crecimiento personal (Smith y Davidson 2014: 11 ).
Paradójicamente, los resultados de esta investigación muestran que las per-
sonas crecen cuando se dan a los demás, y que aumentan su bienestar
mediante la entrega a los otros y la reducción del tiempo que dedican a sí mis-
mos: «by caring for other people, those who give generously end up incresa-
sing the quality of their own lifes» (Smith y Davidson 2014: 12).
Las cinco medidas del bienestar que correlacionan positivamente con la
generosidad, son las siguientes: felicidad, salud corporal, propósito en la vida
(objetivo vital), resistencia a la depresión, e interés en el crecimiento perso-
nal. Los datos muestran que la mayor generosidad, tomando en consideración
diferentes formas de medirla, se asocia positivamente con un mayor bienes-
tar. En este punto, un resultado relevante de la investigación, desde la pers-
pectiva del Trabajo Social con Grupos, es que no se trata de actos aislados,
sino de prácticas continuadas de generosidad. El comportamiento generoso,
repetido y perseguido en sí mismo como algo deseable, tiene la capacidad de
configurar nuestro comportamiento y nuestra forma de vivir, nuestra persona-
lidad, a lo largo del tiempo.
Un comportamiento repetido, una práctica habitual, requiere nuestro interés
y cuidado para lograrla, tiene que ser importante para nosotros, y en este senti-
do tiene que ser significativa para nosotros. «Las prácticas cotidianas de genero-
sidad que son repetidas a lo largo de tiempo respondiendo a nuestro comporta-
miento intencional, tienen la capacidad de conformarnos de diferentes formas
que incrementan nuestra felicidad vital» (Smith y Davidson 2014: 28-29). Los
datos muestran una conclusión clara: «una mayor generosidad está claramente,
positivamente asociada con muchas de las características que la mayor parte de

77
CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

las personas consideran esenciales para tener una buena vida: felicidad, salud,
propósito o fin en la vida, y desarrollo personal. Este es un resultado relevante
con grandes implicaciones para nuestra vida» (Smith y Davidson 2014: 45).
Los comportamientos generosos refue rzan el bienestar de diversas formas .
Smith y Davidson diferencian nueve formas en las que se produce este refor-
zamiento:

La generosidad a menudo cuida y refuerza las emociones pos1t1vas.


Reduce las emociones negativas (en las personas que practican la gene-
rosidad), y tiende a generar una mayo r felicidad y salud.
- La generosidad activa reacciones q uímicas en nuestro sistema cerebral
y en nuestro cuerpo, que incrementan el placer y la experiencia de
recompensa, reducen el estrés, y suprimen el dolor. Todo ello tiende a
generar una mayor felicidad y salud.
- La generosidad incrementa la capacidad de actuar y la autoeficacia, lo
que tiende a generar una mayor fe licidad y salud.
- La generosidad favorece en las personas generosas la adquisición de
una autoidentidad personal y roles sociales positivos y bien orientados,
lo que tiende a generar una mayor fe licidad y salud.
- La generosidad tiende a reducir la obsesión con las propias circunstan-
cias y problemas, lo que tiende a generar una mayor felicidad y salud.
- Practicar la generosidad requiere y refuerza la percepción de vivir en
una sociedad de abundancia y bendiciones, lo que tiende a generar una
mayor felicidad y salud .
- La generosidad expande el número y la densidad de nuestros vínculos
en las redes sociales, lo que tiende a generar, de una forma muy pode-
rosa, una mayor felicidad y salud.
- La generosidad promueve un mayor aprendizaje sobre la realidad, lo
que a menudo conduce a una mayor felicidad y salud.
- La generosidad suele incrementar la actividad física de las personas
generosas, (ya que muchas de las actividades que realizan, como acu-
dir a una reunión o colaborar en un comedor público implican despla-
zamientos, etcétera). Este mayor incremento de la actividad física nor-
malmente genera una mayor felicidad y salud.

78
Anton io López Pelaéz

4. EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN NUESTRO CONTEXTO


ACTUAL: PERSPECTIVAS PARA EL DEBA TE

Como ya hemos señalado, el Trabajo Social con Grupos es una disciplina


científica, que forma parte del tronco común que denominamos Trabajo
Social, y que, después de un largo proceso de especialización, hoy en día
constituye un ámbito específico para la investigación y para la intervención
profesional. En palabras de Mary E. Richmond, en cada disciplina, «los des-
cubrim ientos realizados con esfuerzo y dificultad, por los pioneros de una
generación, constituyen lugares comunes del pensamiento de la próxima»
(Richmond, 2005 [1917]: 5) .
La constatación de papel cruci al que juegan los grupos sociales en la vida
de cada persona, y de las habil id ades que requiere la interacción grupal, tanto
para la realización personal como para la consecución de objetivos grupales,
con lleva una preocupación cada vez mayor por comprender qué ocurre exac-
tamente en las dinámicas grupales, y por analizar las técnicas adecuadas para
desarrollar dinámicas de grupo en las que las personas puedan fortalecer sus
habilidades, recuperar competenc ias y, en definitiva, facilitar sus trayectorias
personales y su bienestar.

4.1. Reflexividad y marcos lingüísticos:

No podemos pensar ingenuamente que, porque somos animales sociales,


grupales, y vivimos siempre en interacción con los demás, somos expertos en
relacionarnos con los demás. Constatamos continuamente las equivocaciones
que cometemos, los errores que influyen en nuestras trayectorias, y, a menudo,
sabiendo que nos estamos equivocando, no podemos modificar nuestro com-
portamiento, no sabemos hacerlo, y el fracaso suele venir unido a múltiples jus-
tificaciones que podemos denominar, en un sentido técnico, «míticas»: explica-
mos lo que nos ocurre apelando a ca usas que son de distinta, y a veces incom-
patible, naturaleza que los fenómenos que nos ocurren o que producimos.
Más aún, frecuentemente nuestra forma de explicar los fenómenos nos
lleva al error, y en el ámbito de las relaciones sociales esto es tan evidente,
que cualquier de nosotros puede observar, en una librería o aeropuerto, la
enorme oferta de libros de autoayuda. ¿Para qué? Para saber relacionarnos,
afrontar un fracaso, superar un desp ido laboral, recomponer una relación
amorosa, favorecer nuestra empleabilidad .. . Desde los orígenes del Trabajo

79
CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

Social, una de las preocupaciones de los profesionales ha sido clarificar los


comportamientos personales y colectivos, y las teorías desde las que pensa-
mos (que son a menudo producto de un largo proceso de socialización).
Tanto nuestros comportamientos, nuestras rutinas, como nuestros enfo-
ques o teorías, deben ser reorientados mediante la intervención profesional.
En definitiva, nuestros esquemas teóricos, nuestras tipificaciones de la reali-
dad, los estereotipos con los que clasificamos y desde los que pensamos, nos
ofrecen pautas para orientarnos en la interacción social, pero también nos
constriñen, nos limitan, nos condicionan . Cada uno de nosotros se encuentra
de antemano inmerso en un universo lingüístico, cultural, relacional, con pau-
tas de comportamiento, esquemas de interpretación, y estrategias para afron-
tar los problemas.
Lo que diferencia a los seres humanos de otras especies de animales socia-
les es la reflexividad, producto del lenguaje y de la inteligencia: somos capa-
ces de pararnos a pensar, de objetivar nuestro comportamiento y nuestra cir-
cunstancia, y de tomar en consideración las reglas de juego que seguimos de
forma instintiva (porque nos hemos socializado en ellas, y las hemos interio-
rizado a lo largo del tiempo). Y también podemos pararnos a pensar, y refle-
xionar sobre las leyes que gobiernan los fenómenos de la naturaleza, hasta
formularlas, y, en la clásica formula de Francis Bacon, «conocer para prever,
y prever para proveer». Esta capacidad de explicar, mediante formulaciones
con sentido que pueden ser eficaces para solucionar los problemas a los que
hacemos frente, constituye el fundamento de la ciencia.
La primera cuestión a la que se enfrentaron los primeros científicos moder-
nos es la siguiente: no solo podemos describir los fenómenos y las leyes que
los gobiernan. También podemos analizar cómo nos comportamos y conoce-
mos, y las leyes que gobiernan nuestra capacidad de conocer. Ante todo, vivi-
mos inmersos en explicaciones complejas de la realidad, lo que podemos
denominar las tradiciones culturales y tecnológicas en las que estamos inmer-
sos. Estas explicaciones componen un conjunto de teorías que, aunque no
sean científicas en sentido estricto, orientan nuestro comportamiento. Pode-
mos denominarlas las «tradiciones» en las que vivimos de forma inercial la
mayor parte de las personas.
Nuestra relación con nuestras teorías y con el lenguaje puede analizarse
desde diversas perspectivas. George Lakoff, autor de «Metáforas de la vida
cotidiana» (2001) y «No pienses en un elefante» (2006), pone de relieve un
aspecto crucial desde la perspectiva del Trabajo Social con Grupos: organi-

80
An tonio López Pelaéz

zamos nuestro pensamiento a través de metáforas, que conforman un sistema


estructurado, y que nos permiten ver la realidad desde una determinada pers-
pectiva. Las metáforas que utilizamos conforman nuestro sistema conceptual,
y determinan la forma en la que pensamos y actuamos.
De ahí la importancia de romper con dichas metáforas, con dicha forma
habitual de interpretar el mundo, y ser capaces de pensar más allá de la forma
habitual en la que percibimos y ordenamos la realidad. Y este proceso de
cambio es un cambio social , y tiene consecuencias directas sobre nuestro
comportamiento. En las dinám icas de grupo, podemos objetivar tanto el
marco teórico y práctico compartido por los miembros del grupo, cuanto sus
limitaciones, y provocar una mayor reflexividad en los participantes.
Como indica el propio Lakoff en el prólogo a la edición española de «No
pienses como un elefante», «Los marcos son estructuras mentales que confor-
man nuestro modo de ver el mundo. Como consecuencia de ello, conforman
las metas que nos proponemos, los planes que hacemos, nuestra manera de
actuar y aquello que cuenta como el resultado bueno o malo de nuestras
acciones. En política nuestros marcos conforman nuestras políticas sociales y
las instituciones que creamos para llevar a cabo dichas políticas. Cambiar
nuestros marcos es cambiar todo eso. El cambio de marco es cambio social.
Los marcos de referencia no pueden verse ni oírse. Forman parte de lo que
los científicos cognitivos llaman el «inconsciente cognitivo» -estructuras de
nuestro cerebro a las que no podemos acceder conscientemente, pero que
conocemos por sus consecuencias: nuestro modo de razonar y lo que se entien-
de por sentido común-. También conocemos los marcos a través del lenguaje.
Todas las palabras se definen en relación a marcos conceptuales. Cuando se oye
una palabra, se activa en el cerebro su marco (o su colección de marcos). Cam-
biar de marco es cambiar el modo que tiene la gente de ver el mundo. Es cam-
biar lo que se entiende por sentido común. Puesto que el lenguaje activa los
marcos, los nuevos marcos requieren un nuevo lenguaje. Pensar de modo dife-
rente requiere hablar de modo diferente» (Lakoff 2006: 17).

4.2. Dinámica de grupos y paradojas relacionales

Se trata de un debate muy interesante, que ciertamente tiene consecuencias


en nuestro ámbito profesional: cualquier trabajador social con grupos ha experi-
mentado como la interacción grupal pone de manifiesto la forma de percibir y

81
CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

actuar de cada persona que participa en el grupo. En este punto, podemos resal-
tar algunas paradojas que hay que afrontar en cualquier dinámica de grupos.
La primera paradoja es la siguiente: las personas que forman parte del
grupo, como cualquier otra persona, conocen el mundo exterior, la realidad
física, pero a menudo no son conscientes de las teorías en las que viven, les
mueven y nos mueven . Es decir, teorizando constantemente, no se dan cuen-
ta (ni nosotros tampoco) de que están siempre inmersos en teorías. Identifica-
mos nuestra forma de mirar y de explicar con el orden natural de las cosas.
Por ello, el lema de la Ilustración, brill antemente formulado por Kant, fue
«atrévete a saber», libérate de la tradición y analiza con rigor la realidad física
y la realidad social. Y la estructura de poder que caracteriza una sociedad en
un momento histórico dado.
En cierta forma, como señala Mannheim, podemos liberarnos de la cone-
xión afectiva e instintiva con nuestra form a de pensamiento heredada, pro-
ducto de la socialización, en la medida en que establecemos un modelo de
interacción, el científico y/o universitario, en el que la búsqueda de la verdad
sustituye a la búsqueda de la seguridad en la tradición. La característica prin-
cipal de los científicos o de lo que denomina la «intelligentsia libre» es «que
de manera creciente ha sido reclutada en estratos sociales y situaciones vita-
les constantemente cambiantes, y que su modo de pensamiento no está ya
sometido a reglamentación por una organización en forma de casta. A causa
de la ausencia de una organización social propia, les ha sido posible a los
intelectuales tomar en consideración los modos de pensar y de experimentar
que se encontraban en abierta competencia unos con otros» (Mannheim,
1966: 57).
En este punto, hay que señalar que expl icamos los datos porque dispone-
mos de teorías, y es necesario analizar las diferentes teorías que permiten el
análisis de un objeto de estudio determinado, constatando sus potencialida-
des, sus aciertos, y también sus limitaciones. «Poseer o entender una teoría es
organizar conceptualmente los datos. (. .. ). El significado de una palabra
depende del contexto. La medida en que una palabra pueda tener una carga
explicativa en un contexto determinado, dicha palabra debe formar parte de
un modelo de organización contextual dentro de ese contexto» (Suppe, 1979:
193). En el ámbito de las Ciencias Sociales, en el que se ubica el Trabajo
Social con Grupos, es fundamental ana lizar las teorías que se utilizan, sus
potencialidades, sus limitaciones, y los puntos de partida desde los que se arti-
cula su análisis de la realidad.

82
Antonio López Pelaéz

En este sentido, von Wright analiza la importancia de estas «Opciones fun-


damentales» al analizar conceptos como el causalidad, explicación e inten-
ción. Se trata de conceptos que articulan nuestra concepción de la metodolo-
gía científica, del valor del método, de la libertad y de la amplitud de la rela-
ción causa-efecto en la cultura y la sociedad. Como señala el autor de Expli-
cación y comprensión, «también existe una confrontación de base, al margen
de la posibilidad tanto de reconciliación como de refutación (incluso, en cier-
to modo, al margen de la verdad). Se funda en la elección de conceptos pri-
mitivos, básicos para la argumentación en su conjunto. Podría calificarse esta
elección de «existencial». Consiste en la opción por un punto de vista no sus-
ceptible de ulterior fundamento» (von Wright, 1987: 55).
Los científicos sociales presentan la realidad en función de su perspectiva
analítica, abordando su objeto de estudio desde una serie de planteamientos
previos. En el ámbito específico del Trabajo Social con Grupos, es necesario
describir las principales teorías que se utilizan, sus consecuencias prácticas, y
los debates entre las mismas, de tal forma que el trabajador social con grupos
pueda utilizarlas en función del diagnóstico de la problemática que va a afron-
tar en el ejercicio de su actividad profesional.
La segunda paradoja que podemos analizar es lo que podemos denominar
el mito del individualismo, que ha alcanzado una relevancia muy importante
en los últimos treinta años. Es decir, nos entendemos como seres autónomos
e individuales, cuando nos encontramos de antemano inmersos en estructu-
ras sociales. Cualquier persona es, ante todo, un observador atento de la rea-
1idad que le circunda. Necesita obtener información adecuada para sobrevi-

vir. Y, para ello, ya de antemano utiliza un lenguaje en el que se ha sociali-


zado, unos códigos de comportamiento, y una esquematización teórica que
le permite encuadrar los acontecimientos, dar sentido a los hechos, y ordenar
su propio comportamiento, para alcanzar los fines que consciente o incons-
cientemente persigue. Somos individuos. Pero somos, sin embargo, animales
sociales antes que individuos, ya que antes de nacer ya hemos sido deseados,
hemos nacido en una unidad familiar, dentro de una sociedad concreta, nos
educamos en un lenguaje, y alcanzamos la madurez después de un largo pro-
ceso de socialización.
Cada uno de nosotros afronta, en cierto sentido, solo su propia vida (como
trayectoria individual). Pero también es cierto que desde el primer momento
esta vida es social, está definida por los otros, y que sin la mirada de los
demás, sin el lenguaje, sin el conjunto de expectativas y metas que son siem-

83
CAPÍTULO 11: ÜENCIA, SOCIEDAD Y DI NÁM ICA GRUPAL

pre sociales (aunque después las podamos modificar en un proceso de refor-


mulación activa), no podemos entender nuestra identidad: nuestros gustos,
nuestros patrones de comportamiento, la definición de la belleza, del orden,
del desorden, del delito y del conflicto, del fracaso y del éxito, son definidos
desde la sociedad en la que nos encontramos inmersos.
Las explicaciones individualistas, que no toman en consideración nuestra
realidad social, son sin embargo muy atractivas en nuestra sociedad de masas.
Aparentemente, al pensar que cada uno determina en soledad sus decisiones
(en el consumo de objetos, y en cualquier ámbito de la vida), olvidamos que
nos encontramos inmersos en una sociedad de masas, de comportamientos
repetitivos, inducidos, con una influencia muy relevante de la publicidad en
la configuración de nuestro estilo de vida. Es decir, en términos heideggeria-
nos, nos olvidamos de que hemos olvidado. Si al olvido lo llamamos recuer-
do, ¿cómo podremos tomar conciencia de nuestra situación? No objetivamos
nuestra situación, y pasamos a considerar como decisión individual lo que es
una decisión inducida, con lo cual perdemos nuestra capacidad crítica, nues-
tra capacidad de objetivar el origen de nuestro comportamiento.
El individualismo, como veremos posteriormente, se enlaza con la pos-
tmodernidad y el neoliberalismo, generando un nuevo darwinismo social. En
este entorno, no se analiza con precisión la influencia de los factores estruc-
turales en la determinación de las trayectorias vitales, y todo, desde el éxito
en el empleo hasta las habilidades relacionales básicas para tener una vida
equilibrada afectivamente, se convierte en una cuestión personal, se indivi-
dualiza la responsabilidad. Los procesos de exclusión social se convierten en
trayectorias elegidas personalmente, y la consecuencia es clara: se proyecta la
culpabilidad en el individuo, sin tener en cuenta los factores estructurales que
impiden la movilidad social ascendente.
En un contexto de crisis económica como el que hemos sufrido en los
últimos años, originado en el fraude de las hipotecas subprime en Estados
Unidos de América en el verano del año 2007, la escasez de capital a nivel
mundial ha llevado a cerrar numerosas empresas que funcionaban correc-
tamente, donde todo se estaba haciendo bien , y donde trabajadores y direc-
tivos cumplían correctamente con sus funciones. Pero una situación ajena,
externa, fuera de su responsabilidad y de su ámbito de actuación, determi-
na la quiebra de su empresa, o que pierda su empleo. ¿Cómo explicar esto
desde una perspectiva individualista, o desde un discurso basado en el neo-
liberalismo extremo, en el que el mercado se postula como un sistema que

84
Anton io López Pelaéz

se reorganiza automáticamente, y en el que se premia la buena gestión con


el éxito, entendida en términos ind ividuales?
En este punto, hay que señalar que diversos autores han mostrado la vin-
culación entre la cultura posmoderna y la estratificación de personas, grupos
y países en el nuevo entorno tecnológico: «toda esta cultura posmoderna (. .. )
es la expresión interna y superestru ctura! de toda una nueva ola de domina-
ción militar y económica» Uameson, 1991: 18-19). De ahí que se proponga
una nueva política de la posmodernidad: un nuevo arte político -si tal cosa
fuera posible- tendría que arrostrar la posmodernidad en toda su verdad, es
decir, tendría que conservar su objeto fundamental -el espacio mundial del
capital multinacional- y forzar al mismo tiempo una ruptura con él, median-
te una nueva manera de represen tarlo que todavía no podemos imaginar: una
manera que nos permitiría recuperar nuestra capacidad de concebir nuestra
situación como sujetos individua les y colectivos, y nuestras posibilidades de
acción y lucha, hoy neutralizadas por nuestra doble confusión espacial y
social» Uameson, 1991: 120-121 ).
La tercera paradoja es la siguiente: somos seres relacionales, pero no cul-
tivamos las relaciones sociales. Hemos perdido las pautas de comportamien-
to de las generaciones anteriores, y, en un contexto definido por el indivi-
dualismo, la búsqueda del beneficio, y la experimentación individual, apenas
queda espacio para el cultivo de las relaciones personales orientadas a la rea-
lización personal. Es lo que hemos denominado el analfabetismo relacional,
y que expondremos más extensamente en el capítulo IV de este libro.
Los modelos relacionales que nos ofrecen los videojuegos, los programas
televisivos, y también el cine y la literatura, no permiten desarrollar estrate-
gias adecuadas para asumir los errores propios y ajenos, tolerar de forma razo-
nable la frustración unida a la experiencia de la propia vida (desde las difi-
cultades para encontrar un empleo, hasta las limitaciones de la vejez), esta-
blecer vínculos basados en la solidaridad, la honestidad, la lealtad, y el apoyo
mutuo, elementos claves de lo que denomina Putnam el capital social denso.
Nos formamos para integrarnos en el mercado de trabajo, nos socializamos
en un discurso en el que los obj eti vos están definidos en términos de com-
petencia, control, experimentación individual y éxito, pero nos olvidamos de
que las emociones, el conocimiento, y la realización personal, tienen que ver
necesariamente con la interacción con los demás. Y una interacción que no
puede ser definida exclusivamente en términos de control o dominio, sino de
amistad o complicidad .

85
CAPÍTULO 11 : ÜENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRU PAL

Como señalaba Epicuro, «de todos los bienes que la sabiduría ofrece para
la felicidad de una vida plena, el más grande es la adquisición de la amistad».
El interés, el pragmatismo que está presen te en nuestras relaciones, no tiene
que definirse por contraposición al interés altruista: nuestros actos siempre
esperan la respuesta de los otros, y cuando esa respuesta es solidaria, benefi-
ciosa para los que se comunican, accedemos al espacio de la amistad (Lledó,
1996: 120).
En este sentido, los vínculos sociales se basan siempre en la reciprocidad,
la ayuda mutua, la lealtad y un altruismo funcion almente necesario para rea-
lizarnos como personas, y para asegura r, en términos biológicos, la continui-
dad de la especi e. Sin embargo, en el d iscurso neoliberal que impregna nues-
tro mercado de trabajo, todo aquello relacionado con la interacción con los
otros, con la mutua interdependencia, es estigmatizado: «el vínculo social
surge básicamente de una sensación de dependenci a mutua. Todos los dog-
mas del nuevo orden tratan la dependencia como una condición vergonzosa
(. .. ) casi sin pensar aceptamos el contraste entre un yo débi 1 y dependiente, y
otro fuerte e independiente. Sin embargo, al igual que el contraste entre el
éxito y el fracaso, esta oposi ción aplana nuestra real idad. La persona auténti-
camente independiente no demuestra ser en absoluto tan independiente
como dan por sentado los estereotipos culturales» (Sennett, 2009: 147).
La paradoja de una conciencia indiv idual, la de cada uno de nosotros, que
necesita a los otros para ser ella misma, para realizarse como tal , en definiti-
va la aparente contradicción de, siendo únicos, ser animales sociales, ya esta-
ba presente en las primeras reflexiones sobre la naturaleza social de los seres
humanos. El egoísmo innato, la búsqueda de la supervivencia, deja paso al
altruismo y la amistad como estrategia más adecuada para sobrevivir, y para
realizarnos como personas: no podemos sobrevivir si no sobrevive nuestro
modo de vida y la vida de los otros, que son parte de nosotros también , como
muestra el altruismo innato de los padres y madres hacia sus hijos.
Como ejemplo, podemos analizar este debate en una de las primeras cri-
sis de los modelos sociales tradicionales, en la que se redefinen las pautas de
comportamiento y la definición de lo auténticamente humano: el paso del
período cosmológico al período antropo lógico en la civilización griega. En la
Grecia antigua, en la época de transici ón entre la polis y las monarquías hele-
nísticas, entra en crisis el modelo de comunidad sociopolítica que había
imperado hasta entonces. En ese momento se originan nuevas corrientes para
el estudio de los grupos humanos y su interacción, tanto política como social

86
Antonio López Pelaéz

y económica. Podríamos decir que nace una disciplina. Fue el filósofo Aris-
tóteles, eslabón privilegiado en esa transición como discípulo de Platón y
maestro del gran Alejandro, quien estableció los fundamentos pa ra el estudio
y la organización de los grupos sociales en su célebre tratado de la Política.
Afirma el Estagirita: «Puesto que toda ciudad (polis) es una comunidad (koi-
nonia) y que toda comunidad está di spuesta de cara a algún bien, porque los
hombres siempre actúan con miras a aquello que les parece bueno, y si todas
tienden a cierto bien, es indicativo aquí más que ninguna otra parte, que se
orientan al bien principal el que, entre todos comprende a los demás, siendo
este el bien propio de la ciudad que es comunidad (koinonia) civil» [Aristóte-
les, Polítical .1.1252a1-7]. Algo más adelante, se encuentra la famosa cita que
establece que «la ciudad se origina para que los hombres vivan , pero persiste
para que puedan vivir bien» [Pol. 1. 1.1252b12].
Como escribe G. C. Homan s en su clásico ensayo The Human Croup, para
Aristóteles cda ciudad era el más importante de los grupos humanos organiza-
dos, y mucho lo que dice sobre ell a se aplica al resto de grupos». Cómo se
organizan los hombres en sociedad y cómo interaccionan entre ellos tiene
que ver mucho con un concepto básico para el filósofo como la philía. En la
Ética a Nicómaco (libros VIII y IX) A ristóteles trata esta idea que trasciende
con mucho la noción moderna de «amistad»: amantes (1156b2), amigos
(1156b12), ciudades (1157a26), tratados políticos y económicos (1158a28),
familiares (1158b20), huéspedes y combatientes (1159b28) o correligionarios
(1160a19) comparten ese víncul o fundamental para la confianza del grupo
humano, un sentimiento mutuo q ue será la base de la solidaridad y el altruis-
mo. Cuando Aristóteles di v ide la phi lía en tres categorías -l a originada por la
utilidad, por el placer o por el bien- queda clara la escala de valores que tien-
de hacia la amistad y solidaridad desinteresada (1157a18-21). Para alcanzar
el más alto grado de philía, su obj eto debe constituirse en una especie de alter
ego: la persona debe amar al prój imo como a sí mismo (1169a12-15).

5. MOD ELOS TEÓRI COS EN TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

Cada persona, grupo y sociedad, puede analizarse como una realidad


dinámica, que evoluciona en interacción con su entorno. Nos relacionamos
creando sentido, dando significado a nuestras acciones, estableciendo víncu-
los y afrontando oportunidades y retos. Nuestro medio nos constriñe y nos
posibilita. Generamos nuestra identidad a la vez que nos diferenciamos del

87
CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

resto. Pero no puede haber identidad sin entorno, ni vida humana sin rela-
ciones sociales. Desde esta perspectiva, es posible diferenciar tres dimensio-
nes íntimamente relacionadas: evolución personal, contexto que nos define,
y sentido que damos a la acción.
En cualquier grupo, es necesario tomar en consideración la situación per-
sonal de cada individuo, su autodefinición, cómo afronta su trayectoria y qué
modelo relacional tiene, producto de su evolución personal. También hay
que resaltar que cualquier grupo, y cualquier miembro de cada grupo, se
encuentra inserto en un contexto social , con un modelo de trabajo, de orga-
nización, con expectativas de consumo, éxito, y poder. Se encuentra dentro
de un modelo económico, en una determinada posición en la estructura estra-
tificada de la sociedad, y tiene que tomar conciencia de sus relaciones socia-
les. Y, finalmente, el sentido que damos a nuestros actos, la capacidad de
ordenarnos conforme a una definición de la realidad, es clave, tanto para
entender lo que hacemos, como para trabajar generando en el grupo nuevas
formas de dar sentido a lo que nos acontece.
Las dimensiones básicas del enfoque del empowerment (desarrollar una
identidad más potente y positiva de cada persona; comprender mejor su
entorno y establecer pautas de actuación adecuadas, orientadas al fortaleci-
miento de la vida personal y grupal; y generar recursos, estrategias y compe-
tencias funcionales para que cada uno pueda alcanzar en la medida de lo
posible sus objetivos, y también para que el grupo pueda alcanzarlo) mues-
tran precisamente la uti 1id ad de reflexiona r sobre estas características básicas
de la vida social.
En algunos de los manuales que podríamos denominar «clásicos» del Tra-
bajo Social con Grupos, directamente se anal izan los modelos teóricos más
relevantes en la disciplina (por ejemplo, la perspectiva sistémica y ecológica,
la perspectiva del empowerment, el modelo de ayuda mutua, o el modelo
cognitivo-conductual -Garvin, Gutiérrez y Galinsky, 2004-), o directamente
se exponen los modelos de desarrollo grupal que han elaborado a lo largo de~
tiempo relevantes investigadores en nuestra área (el modelo de Garland, Jones
y Koldny, el modelo de Tuckman, el modelo de Northen y Kurland, o el
modelo de Bales -Zastrow, 2008: 21-27; Gitterman y Salman, 2009: 45-58-).
Sin olvidar que, desde disciplinas afines, como la Psicología social, o la
Antropología, se han desarrollado teorías muy interesantes sobre las dinámi-
cas de grupo, desde la perspectiva de las organizaciones, del mercado de tra-
bajo, o de la cultura. Vamos a intentar reflexionar sobre las orientaciones teó-

88
Antonio López Pelaéz

ricas relevantes en nuestra disciplina, diferenciando dos cuestiones: en primer


lugar, exponiendo brevemente la evolución teórica reciente sobre los grupos
y las sociedades humanas; en segundo lugar, analizando las características de
algunos modelos teóricos relevantes .

5.1. Individuo, grupo y sociedad: un debate inacabable

El punto de partida de nuestra disciplina es el siguiente: vivimos inmersos


en relaciones sociales, y la experiencia de la vida en grupo es el fundamento
mismo de la sociabilidad. Nuestra v ida es una vida social, y nuestros proyec-
tos son sociales, tienen en cuenta a los otros, a los demás, tanto en referencia
a los que ya no están (nuestro pasado, nuestras experiencias ya vividas, las
personas que influyeron en nosotros), como en relación a los que nos rode-
an. Nadie puede prescindir del pasado, cuando el lenguaje y la cultura son
producto de nuestra historia común , y muchos de nuestros gustos, proyectos
y aficiones tienen que ver con los sueños que hemos heredado, o las angus-
tias que han anidado en nuestro corazón. Sobrevivimos porque vivimos en
grupo, hacemos un frente común y afrontamos los peligros unidos a otros.
El proceso de socialización comienza siempre en nuestro grupo más redu-
cido, nuestra familia y conocidos, y se reproduce siempre en los grupos en los
que nos insertamos. De hecho, resocializarnos significa volver a aprender
pautas de comportamiento y estilos de vida en entornos nuevos, en grupos en
los que se nos analiza, se nos ve, y se esperan de nosotros comportamientos
diferentes. La clara certeza de la importancia de los grupos como ámbito de
intervención social ha acompañado desde los inicios a los trabajadores socia-
les. Necesitamos las dinámicas grupales para aprender a relacionarnos, para
saber aceptar a los demás, para comprender reflexivamente las ideas comu-
nes que tenemos y objetivarlas, para experimentar el poder, el conflicto, y la
resolución del conflicto, para interiorizar pautas de comunicación efectivas.
Precisamente por ello ya en una fecha muy temprana, en la década de los
años 30 en Estados Unidos, se dan los primeros pasos de nuestra especiali-
dad: el Trabajo Social con Grupos. En un doble sentido: como lugar privile-
giado para fortalecer a cada persona y capacitarla para lo más real e inmediato
en su vida cotidiana (la interacción con los demás, que siempre se da dentro
de grupos), y como motor para la acción transformadora del medio.
El grupo como tal puede desarrollar una identidad de grupo, y actuar en la
consecución de objetivos externos a su propia vida interior. Objetivos que

89
CAPÍTULO 11: ÜENCIA 1 SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPA L

pueden ser decididos colectiva y democráticamente por sus miembros, o que


pueden estar preestablecidos desde la evaluación previa realizada por el tra-
bajador social. Lo que es evidente es que las dinámicas de grupo se dan aquí
y ahora, en nuestras sociedades cosmopolitas, con un entorno socioeconómi-
co determinado (no es lo mismo trabajar en el paroxismo del paradigma neo-
liberal, en los primeros años del siglo XXI, con tasas de crecimiento especta-
culares en los países de la OCDE, que desarrollar la actividad profesional en
la severa crisis económica que comienza con la debacle de las hipotecas sub-
prime en septiembre de 2007, y que se ha prolongado en el tiempo).
Podemos agrupar brevemente las teo rías contemporáneas que han influido
más en nuestra disciplina, estableciendo una evolución en paralelo de dos
grandes posturas teóricas. La perspectiva que establece su centro de atención
en las estructuras sociales, irreductibles al individuo, que establecen un
campo de juego determinado. Y aquell a perspectiva que se centra en la inter-
acción entre las personas en el ámbito del comportamiento cotidiano, en sus
prácticas comunicativas. Ambas corrien tes se influyen mutuamente, como es
evidente.

- De forma muy sintética, que puede ampliarse en otros manuales sobre


el Trabajo Social con Grupos, la perspectiva que se centra en la irre-
ductibilidad de lo social a lo ind iv idual, puede situarse en Durkheim.
Para Durkheim, la sociedad se compone «de hechos en tanto que se
vuelca y se proyecta en una serie de prácticas institucionales (e institu-
cionalizadas) que aseguran la permanencia y cohesión del colectivo,
por vía de la coactividad que imponen sobre los individuos» (Rodríguez
lbáñez, 1987: 88). Todos nacemos inmersos en un conjunto de con-
venciones socialmente sancionadas, y en este sentido la sociedad nos
da la posibilidad de desarrollarnos, pero también ejerce sobre todos sus
miembros un poder conformante y normativo. En el siglo XX, la propia
evolución de las sociedades, las guerras mundiales, y la percepción de
la complejidad de lo social en cuanto estructura, corre paralela al pre-
dominio de los enfoques que se centran en las estructuras sociales, que
dotan de significado nuestra interacc ión.
En este sentido, por ejemplo, para Lévi-Strauss el objetivo de la cultura
es el análisis de dichas estructuras, que nos permiten percibirnos, rela-
cionarnos y dar significado a nuestras acciones. Para Parsons, desde un
planteamiento teórico diferente, la sociedad es una estructura o sistema
que cumple determinadas funciones, necesarias para la existencia del

90
An tonio López Pelaéz

individuo, y de ahí que su teoría se denomine «funcionalismo». Las per-


sonas nos encontramos siempre dentro de un sistema de acción, un
conjunto estructurado de pautas de acción, con el objetivo de satisfacer
las necesidades básicas del sistema. Y su objetivo es desarrollar una teo-
ría general de la sociedad. Las dificultades de realizar semejante pro-
yecto van unidas a la explosión de las diferencias en las sociedades de
los años sesenta del siglo XX en Occidente.
Frente a la búsqueda de la gran teoría, Merton, discípulo de Parsons,
desarrolla un modelo de teoría de nivel intermedio, que tiene como
objetivo analizar ámbitos acotados de los fenómenos sociales. Y, final-
mente, autores como Bauman ponen de manifiesto, en obras como La
sociedad sitiada, la evolución desde una sociedad de la producción en
masa, de los sistemas organ izados, de la homogeneidad estructural,
hasta la sociedad actual: una sociedad individualizada, en la que las
instituciones que detentan el poder dejan de tener un dominio efectivo
sobre muchos ámbitos de la vida social (como el Estado-nación). En este
nuevo contexto, el individuo se encuentra con la obligación de rein-
ventarse a sí mismo, de establecer su proyecto personal, inmerso en un
conjunto aleatorio de riesgos y contradicción que son producidos
socialmente. Pero a los que debe hacer frente desde su propia elección
individual.
- En paralelo, a lo largo del siglo XX se han desarrollado también enfo-
ques que se centran en las prácticas comunicativas. Para Mead, como
expone en su obra Espíritu, persona y sociedad, la clave para entender
la realidad personal y su dimensión social, es analizar las prácticas
comunicativas. Mediante la comunicación, reconocemos al otro, a nos-
otros mismos, y a la visión colectiva sobre la realidad, lo que denomi-
na «el otro generalizado». Somos personas en la medida en la que nos
relacionamos e influimos sob re los otros, y de hecho, en la práctica del
Trabajo Social con Grupos se puede observar cómo cambiamos y for-
talecemos nuestras capacidad es en la medida en que nos comunicamos
con los demás en el grupo.
Blumer, a partir de estos postulados, reformula la teoría de Mead, y
funda la corriente denominada «interaccionismo simbólico», que se
centra en el análisi s de la creatividad de cada persona, su capacidad de
interacción, en un entorno en el que las prácticas recurrentes han gene-
rado un orden social (producto de la historia personal y colectiva, y por

91
CAPÍTULO 11: ÜENCIA, SOCIEDAD Y DINÁMICA GRUPAL

lo tanto a menudo muy fuertemente establecido). Dentro de este orden


social nos podemos relacionar, y lo hacemos en función del significado
que damos a nuestras acciones, al entorno y las acciones de los demás.
Y, finalmente, podemos cambiar dicho orden social en la medida en la
que redefinimos nuestros actos y hacemos posible nuevos tipos de com-
portamiento.
Goffman, discípulo de Blumer, desarrolló una perspectiva sobre la inter-
acción social que denominó dramatúrgica, basada en el estudio sistemá-
tico de los encuentros, de las interacciones entre las personas, con un
enfoque descriptivo que no pretende formular una teoría de alcance
general. Finalmente, no podemos dejar de citar otro enfoque, que se cen-
tra en el estudio de las pautas de comportamiento y del sentido común
que nos permite dar sentido a la acción: la etnometodología. Para Gar-
finkel, principal representante de esta teoría, la clave es estudiar el cono-
cimiento tácito que empleamos cada uno de nosotros para dar sentido a
la realidad. Desde el Trabajo Social con Grupos, este enfoque es muy
relevante, ya que gran parte de nuestros patrones de interacción, y de
estrategias erróneas para relacionarnos con los demás, se derivan del
modelo teórico tácito, oculto, con el que damos sentido a nuestras accio-
nes, aunque sea inadecuado para perseguir nuestros objetivos.

5.2. Perspectivas sobre el Trabajo Social con Grupos desde los modelos
sistémicos, psicodinámicos y de la ayuda mutua

Dentro de los diversos modelos que se utilizan en la actualidad en nuestra


disciplina, describiremos brevemente algunos que son particularmente rele-
vantes:

- Modelo sistémico: se basa en considerar a la sociedad como un conjun-


to de sistemas, superando los planteamientos estructuralistas y funciona-
listas. Rescata la idea de estructura entendida, eso sí, como un conjunto
de partes que se organizan, comparten información, alcanzan procesos
de equilibrio y también de conflicto y desequilibrio. Los elementos se
relaciona circularmente, cada parte influye sobre las otras, y el conjunto
como tal también influye sobre cada elemento. «Contempla a la tríada
causa-efecto-resultado del efecto, no de forma lineal, sino como proceso

92
Antonio López Pelaéz

circular, cuya iniciación puede corresponder a cualquiera de los tres esta-


dios. No hace así sino incorporar al diseño científico, y, a través de él, a
las percepciones de los procesos de cualquier índole, el mecanismo
motriz de los programas cibernéticos, esto es, el feed-back o reincidencia
de los aparentes efectos sobre las aparentes causas, reincidencia que por
su sola aparición y constatación, da un nuevo sentido y orientación al
proceso de análisis» (Rodríguez lbáñez, 1987: 168).
En el ámbito del Trabajo Social con Grupos, este enfoque hace hinca-
pié en el sistema como objeto de estudio (por ejemplo, no solo la per-
sona dada, y su situación actual, sino su historia de relaciones, y las
situaciones pasadas, y las características de su interacción social). En el
ámbito de la familia, por ejemplo, se parte de considerarla un sistema
abierto, con un conjunto de pautas de acción que permite afrontar las
circunstancias, y que debe ser comprendido en su funcionamiento con-
junto. Los enfoques sistémicos se han abierto a las perspectivas ecoló-
gicas, en la medida en que cualquier sistema se encuentra inmerso en
su contexto, y tiene efectos sobre su medio ambiente, natural y social.
Como se ha señalado con particular acierto, «al destacar la ubicación del
trabajo social en la comunidad, nos basamos en un enfoque de sistemas:
una perspectiva ecológica. Hablamos siempre de 'problemas sociales' y
no solo de las necesidades de los sujetos, porque la intervención supone
siempre la acción de una red de personas, así como de los trabajadores
sociales. (. .. ) La perspectiva ecológica sobre nuestro mundo y nuestras
acciones dentro de él nos ayuda a comprender las repercusiones de
muchas de nuestras acciones en nuestro entorno, tanto físico como social.
Necesitamos una perspectiva ecológica para afrontar problemas sociales
complejos en todos los niveles, desde el trabajo individual hasta la políti-
ca nacional e internacional» (Smale, Tuson, Statham, 2003: 19).
- Los modelos psicodinámicos tienen su origen en los planteamientos
freudianos. Su objetivo es describir y verbalizar los procesos psíquicos
internos de cada persona, que explican su comportamiento. El punto de
partida básico es utilizar la palabra como herramienta curativa, tauma-
túrgica. El problema siempre se define en términos de conflicto intrap-
síquico, y por lo tanto el objetivo básico es que cada persona pueda
tomar conciencia de su situación, hacer emerger desde su inconsciente
el conflicto, y liberarlo al verbalizarlo, al objetivar sus características.
Poner de manifiesto nuestras ansiedades, nuestros problemas no resuel-

93
CAPÍTULO 11: ÜE NCIA, SOCIEDAD Y DI NÁMI CA GRUP.<\L

tos, los conflictos internos que nos llevan a actuar de forma negativa o
perjudicial para con nuestros propios intereses o los intereses ajenos ...
En muchas ocasiones, la imagen que tenemos sobre nosotros mismos,
las expectativas que hemos interiorizado y que no podemos alcanzar,
la opresión derivada de una experiencia traumática mal asimilada,
determinan nuestro comportamien to. La dinámica grupal permite que,
en la interacción con los otros, podamos verbalizar nuestro conflicto, y
vernos reflejados en la situación de los demás. En este sentido, la diná-
mica de grupos desde esta perspectiva tiende a focal izarse en aspectos
concretos del comportamiento vinculados con nuestra vida inmediata.
Nos permite aprender a liberarnos de nuestros patrones inadecuados de
acción. Y potencia, desde el conoc imiento de nuestra trayectoria, nues-
tras habilidades. Pero también se puede utilizar en grupos cuyos inte-
grantes no tienen problemas de interacción derivados de conflictos,
sino que sufren trastornos severos de la personalidad o psicosis.
- El modelo de ayuda mutua es un modelo ampliamente utilizado en
nuestra profesión. Desde nuestra perspectiva, para anal izar su modelo
teórico, hay que hacer hincapié en la noción de altruismo: la coopera-
ción altruista es uno de los mecan ismos que explican la supervivencia
de la especie humana. Los progen itores, sin esperar nada a cambio, y
poniendo en riesgo su vida, favorecen a sus descendientes. A menudo,
muchos miembros del grupo se esfuerzan y dan su vida por la colecti-
vidad.
El modelo de ayuda mutua se basa en esta tendencia natural de nuestra
especie (aunque también tenemos inscrita en nosotros la tendencia ego-
ísta y violenta, como se ha señalado en numerosas ocasiones) . Ya en las
primeras experiencias del Trabajo Social, aquellos que acudían a las set-
tlement houses, experimentaban en su vida la pobreza y las duras con-
diciones de vida, a la vez que trabaj aban para mejorar la situación de
las personas que vivían en barrios desfavorecidos. En el debate entre la
naturaleza egoísta y violenta, o altruista y benevolente, del ser humano,
la neurobiología ha puesto de reli eve cómo nuestro cerebro tiene una
estructura orientada hacia el compo rtamiento altruista: existe un meca-
nismo altruista en el cerebro, nuestro cerebro está configurado para
producir comportamiento altruista (Pfaff 2015: 12-13).
Desde la perspectiva de este autor, nuestro cerebro está configurado
(wired) para actuar altruistamente, y lo relevante es analizar los obstácu-

94
Antonio López Pelaéz

los que impiden que esta tendencia natural y altruista se desarrolle en


plenitud. La sociedad debe fortalecer las tendencias altruistas que todos
tenemos, mejorando con ello nuestra convivencia (Pfaff 2015: 249). En
este sentido, el objetivo es entender por qué actuamos bien, y cómo
podemos ayudarnos para actuar mejor. Se trata de una teoría compleja, y
desde la perspectiva del Trabajo Social con Grupos, es relevante resaltar
que nuestros valores éticos ti enen, desde esta perspectiva teórica, una
fundamentación en nuestra estructura neurológica, en nuestra biología.
El lema podía ser, desde este modelo, el siguiente: «ayudame, porque te
habré ayudado», en cuanto reciprocidad personal. Y, desde una perspec-
tiva más amplia, la mejora del nivel de vida de amplias capas de la pobla-
ción, como ha demostrado la experiencia histórica del Estado del Bienes-
tar, permite mejorar a su vez el nivel de vida de la población que cuenta
con más recursos, en una espiral de crecimiento virtuoso que siempre
convive con la experiencia del círculo infernal del empobrecimiento.
Una sociedad que se deteriora, empeora las condiciones de vida de toda
su población, aunque en un primer momento los efectos de dicho pro-
ceso no sean visibles inmediatamente.
Cuando como persona, como grupo o como comunidad, emprendemos
un proceso de mejora de las condiciones de vida de nuestros congéne-
res, desde el modelo de ay uda mutua hay que resaltar un efecto inme-
diato: nos enriquecemos a nosotros mismos. En este sentido, el grupo
es un entorno ideal para analizar nuestras necesidades personales y
colectivas, experimentando el apoyo mutuo y el enriquecimiento deri-
vado de la ampliación de nuestras perspectivas de análisis. Este mode-
lo es un modelo que busca se r sostenible en el tiempo, en la medida en
que se trata de ayudar a las personas, grupos y comunidades a estar
abiertos a la ayuda mutua, y a comprender que mediante la acción
altruista y solidaria nos realizamos como personas.

6. CONCLUSIONES

El Trabajo Social con Grupos es una disciplina científica, que en los últi-
mos 75 años se ha dotado de rev istas científicas, programas universitarios de
especialización, y doctorados. Se ha constituido una comunidad científica, y
también se han constituido agru paciones profesionales en las que se integran
los trabajadores sociales que se especializan en este ámbito. En este capítulo,

95
CAPÍTULO 11: ÜENCIA, SOCI EDAD Y DINÁMICA GRUPAL

hemos analizado algunas características básicas de las dinámicas de grupo,


insistiendo en dos aspectos claves, necesarios para poder desarrollar una prác-
tica profesional exitosa. En primer lugar, la necesidad de analizar con preci-
sión nuestros modelos teóricos y nuestros presupuestos, para poder avanzar
hacia teorías y modelos de intervención más integradores, que vayan más allá
de la lógica binaria que analizamos en el epígrafe 2.2. En segundo lugar, algu-
nos elementos clave que han sido olvidados o relegados a la invisibilidad en
nuestras sociedades individualistas. Específicamente, nos referimos a la gene-
rosidad, el altruismo, y la solidaridad.

7. LECTURAS RECOMENDADAS

7.1. Texto

«En pocas palabras, la cooperación puede definirse como un intercambio


en el cual los participantes obtienen beneficios del encuentro. Este compor-
tamiento es reconocible al instante en los chimpancés que se acicalan mutua-
mente, en los niñós que construyen un castillo de arena o en los hombres y
mujeres que colocan sacos de arena para protegerse de una crecida inminen-
te. Y es reconocible al instante porque el apoyo mutuo está inserto en los
genes de todos los animales sociales, que cooperan para realizar lo que no
pueden solos.
Los intercambios cooperativos se dan de muchas formas. La cooperación
puede combinarse con la competencia, como cuando los niños cooperan en
el establecimiento de reglas básicas para un juego en el cual luego compiten
entre sí. En la vida adulta se advierte la misma combinación de cooperación
y competencia en los mercados económicos, en la política electoral y en las
negociaciones diplomáticas. La cooperación se convierte en un valor por sí
mismo en los rituales, ya sean sagrados o seculares: la observación de la Euca-
ristía o el Séder en comunidad trae la teo logía a la vida; los rituales de civis-
mo, tan insignificantes como decir «gracias» o «por favor», ponen en práctica
las nociones abstractas de respeto mutuo. La cooperación puede ser tanto
informal como formal; las personas que pasan el rato en una esquina o
bebiendo juntos en un bar intercambian chismes y mantienen la fluidez de
una charla sin conciencia de «estar cooperando». Tales actos están envueltos
en la experiencia del placer mutuo».

96
Antonio López Pe laéz

Sennett, R. (2012). Juntos . Rituales, placeres y política de cooperación.


Barcelona: Anagrama, p. 13.

«La comunidad no es solo una solución potencial para los problemas socia-
les, sino que el hecho de que esos problemas existan en ella forma parte de la
naturaleza de la comunidad. La agresión racial contra los escolares en los auto-
buses fue el resultado de las tensiones surgidas en la comunidad local que se
escaparon del control de cualquier v iajero o conductor de autobús. Las perso-
nas contribuyen a la creación de sus comunidades y redes mediante su manera
de comportarse, y sus formas de «comportarse mal» en su medio. Estos conjun-
tos de relaciones están tan pronto extinguiéndose como desarrollándose. Cuan-
do cambian, crean y perpetúan los mismos problemas que están llamados a
remediar o resolver. Los problemas sociales forman parte de la trama misma de
las redes y las comunidades. En consecuencia, las redes y comunidades no pue-
den aplicarse como remedios o ayudas externas. El problema de la delincuen-
cia ilustra esta cuestión. Los delincuentes, jóvenes y adultos, forman parte de la
comunidad. Una manera de contemplar esto consiste en verlos como la causa
del delito en la sociedad, porque, sin ellos, no existiría el delito. Algunos dicen
que son, a su vez, el producto de las influencias negativas en la sociedad de la
pobreza, las viviendas deficientes, el desempleo y la exclusión social, ciertos
enfoques del ejercicio materno-paternal o de su falta, de una educación deryia-
siado reducida o mal orientada, etcétera. Otros dicen que la causa del delito es
genética, una manifestación del pecado original o la malévola o egoísta opción
del delincuente. Cada vez son más quienes afirman que las causas del delito
radican en una combinación de todos estos factores y las circunstancias socia-
les presentas en el momento del suceso. Con independencia de cuál sea la
causa, la mayoría de la gente da por supuesto que puede hacerse algo, que el
delito y la conducta de los jóvenes delincuentes se verán afectados por las res-
puestas que se les otorguen en los niveles nacional y en la comunidad local. La
elección de la causa influirá en las respuestas que se escojan, desde la educa-
ción especial, el tratamiento psicológico, la intervención social de distintos
tipos, los planes de empleo, combinados con tácticas como el circuito cerrado
de televisión y la vigilancia del barrio, hasta los enfoques penales, como ence-
rrar a los jóvenes delincuentes hasta que cometan mayores fechorías y se les
aplique (. .. ) un encarcelamiento de por vida»

Smale, G ., Tuson, G. , Statham, D. (2003): Problemas sociales y trabajo


social, Madrid, Morata, p. 101.

97
CAPÍTULO 11: CIENCIA, SOCIEDAD Y DINÁM ICA GRUPAL

7.2. Lectura recomendada

LAKOFF,G. (2006): No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político,


Madrid, UCM.

7.3. Bibliografía recomendada

LAKOFF,G. (2006): No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político,


Madrid, UCM.
ROBBINS, S.P. (2015): «From the Editor- Th e Red Pill or the Blue Pill? Transcen-
ding Binary Thinkging», in Journal of Socia l Work Education 51 (1) 1-3.
SCHULMAN, N. (2014): In real life. Lave, lies and identity in the digital age,
New York, Grand Central Publishing.
SENNETT, R. (2012): Juntos. Rituales, placeres y política de cooperación, Bar-
celona, Anagrama
SMITH', C. , DAVIDSON, H. (2014): The Paradox of Cenerosity. Civing we recei-
ve, grasping we lose, New York, Oxfo rd University Press.

8. EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

- Describe las características de un enfoque no-binario


- ¿Cuáles son las principales paradojas que podemos destacar en nuestras
sociedades contemporáneas?
- Describe brevemente los modelos si stémicos, psicodinámicos y de ayuda
mutua

9. RESUMEN

En este capítulo, hemos abordado algunas de las características básicas de


las dinámicas grupales, analizando las principales teorías que nos permiten
comprender nuestro comportamiento gru pal. En primer lugar, abordamos las
dinámicas grupales y lo que ocurre dentro de un grupo. Diferenciamos dife-
rentes objetivos, para la institución, el trabajador social, cada participante en

98
Antonio López Pelaéz

el grupo, y para el grupo como tal. Y ponemos de relieve la importancia de


los procesos de cambio, que nos permiten mejorar nuestra integración social.
El grupo aparece como un lugar priv ilegiado para recuperar y potenciar nues-
tras habilidades sociales. Y fortalece nuestra capacidad para actuar conjunta-
mente con los demás.
En segundo lugar, hemos profundizado en las diferentes perspectivas teó-
ricas sobre la dinámica de grupos, poniendo de relieve que necesitamos desa-
rrollar enfoques integradores, que no sean reduccionistas. En este sentido,
analizamos las teorías de George H. Mead, de George Lakoff y de Richard
Sennett. Profundizamos en la paradoja de la generosidad, ya que tanto el
comportamiento altruista como la generosidad están profundamente vincula-
dos con la preocupación por los otros (elemento clave en el desarrollo de
nuestra disciplina) . Y exponemos diferentes formas en las que el comporta-
miento generoso refuerza nuestro bienestar personal y comunitario.
En tercer lugar, hemos analizado los modelos teóricos más relevantes que
se utilizan en nuestra disciplina. Específicamente, analizamos los modelos sis-
témicos, psicodinámicos y de ayuda mutua, exponiendo las teorías neurobio-
lógicas más recientes sobre el altru ismo, que nos permiten fundamentar los
modelos de ayuda mutua.

99
CAPÍTULO 111:
Teoría, posibil idades y paradojas:
rastreando los fundamentos del
Trabajo Social con Grupos
Capítulo 111: Teoría, posibilidades y paradojas:
rastreando los fundamentos del Trabajo Social
con Grupos

Objetivos:
- Conocer las principales características del contexto en el que se desarro-
lla el Trabajo Socia l con G rupos como disciplina científica: la Ilustración,
las Revo luciones Industriales y la sociedad tecnológica contemporánea.

- Comprender la importancia de la dimensión teórica del conocimiento


científico, y el papel que j uegan las teorías en el aná lisis de la realidad
soc ial.

- Ana li zar los planteamientos de autores relevantes que han anali zado el con-
texto en el que se desarrol lan las ciencias sociales, y en el que se desen-
vue lve la actividad profesional de los trabajadores sociales con grupos en
la actualidad.

Conceptos:
- Ilustració n

- Libertad

- Revolución Industrial

- Exclusión social

103
CAPÍTULO 111: TEORIA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

1. INTRODUCCIÓN:

En los dos primeros capítulos de este libro, hemos analizado nuestro con-
texto actual desde la perspectiva del Trabaj o Social con Grupos. Un contexto
tecno lógi co, en el que se redefinen nuestras relaciones. Y un contexto demo-
cráti co, en países como España, en el que podemos constatar el equilibrio
inestable entre la dinámica imparable de universalización de derechos, y por
otro lado las d ifi cu ltades financieras de nuestro estado del bienestar. No
podemos ana1izar dimensiones básicas de cualquier dinámica grupal, como
la com unicación o el poder, sin previamen te analizar los fundamentos del
Trabajo Socia l como disci plina científica y como profesión .
Nuestra profesión, y nuestra discipli na científi ca, para explicarse a sí
mi sma, debe reconocer que se basa en una con cepción previa de la persona
co mo ciudadano, sujeto de derechos. Buscamos recuperar las habilidades y
competencias de las personas porque di chas personas merecen la pena. Y
merecen la pena más allá de sus comportami entos personales, que pueden ser
acertados o no en determinadas circunstanci as. Por eso, en el Derecho Penal,
bu scamos la reinserción del condenado. Y por eso, en el Trabajo Social per-
seguimos la recuperación y fortalecimiento de cada persona.
No sería posible desarrollar nuestra disciplina en un contexto teórico en el
que se defiende la legitimidad ética de la esclavitud. Una sociedad en la que
determinados grupos de población carecen de derechos, porque no se les
considera ciudadanos. Nuestra disciplina responde a un compromiso ético
que se fundamenta en los derechos hum anos, en la dignidad de las personas.
En cada contexto histórico, a lo largo de los últimos cien años, los trabajado-
res sociales han afrontado las situaciones de injusticia y desigualdad, y han
trabajado para recuperar y potenciar las hab ilidades de los ciudadanos.
¿Por qué? Porque frente a las injusticias y desigualdades que podemos
observar en nuestro entorno, nuestra forma de estar en el mundo, de enten-
der la realidad , se basa en la ciudadanía y la democracia. El principio de la
igualdad y de la dignidad de los seres humanos actúa como una permanente
mirada crítica que desenmascara dichas situaciones de exclusión y pobreza.
Desde una cosmovisión esclavista, los esclavos carecen de derechos y su
situación no es relevante para los que se consideran ciudadanos. Desde una cos-
movisión basada en la igualdad de las personas, las situaciones de esclavitud
devienen injustificables, insoportables, y nos movilizan para hacerlas desparecer.
En este sentido, los trabajadores sociales son profesionales que luchan por el

104
Antonio López Pelaéz

reconocimiento de los derechos de los grupos excluidos. Y se enfrentan al poder


establecido, apoyándose en la noción de democracia, de ciudadanía, y en los
valores que se expresan en la declaración de los derechos humanos.
En este tercer capítulo, vamos a detenernos brevemente en ese momento his-
tórico en el que nuestra forma de ver el mundo cambia, en las sociedades occi-
dentales. Y nuestra forma de vida cambia también. Analizaremos la Ilustración y
las características de las sociedades industriales, en la que se genera el contexto
de pobreza y exclusión al que responden los primeros trabajadores sociales. A
partir de este contexto, en los siguientes capítulos podremos avanzar en dimen-
siones clave de las dinámicas grupales, como la comunicación o el poder. Solo
desde una perspectiva teórica amplia, integradora y crítica, podremos desarrollar
de manera eficaz nuestra actividad profesional como trabajadores sociales.

2. FUNDAMENTOS DEL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS:

El Trabajo Social con Grupos es una disciplina que tiene su origen en la


confluencia de cuatro factores:

- En primer lugar, los principios ilustrados, fundamentalmente vinculados


con la defensa de los derechos de la persona, y la necesidad de articu-
lar un sistema político y económico en el que se puedan ejercer libre-
mente (lo que implica, automáticamente, la crítica y el control del
poder arbitrario ejercido por los soberanos del Antiguo Régimen, o por
cualquier otro poder que en el futuro pretenda arrogarse el derecho a
decidir sobre las trayectorias individuales de los ciudadanos). En este
sentido, el Estado del Bi enestar y la extensión de los derechos de los
ciudadanos es una consecuencia lógica de los postulados ilustrados.
Estos postulados implican, en un primer momento, cambiar la lógica
social mediante el control del poder arbitrario (lo que implica acabar
con el poder absoluto de los reyes, y establecer la igualdad de todos los
ciudadanos ante la ley). En un segundo momento, transformar nuestra
sociedad para que sea posible ejercer la libertad (lo que implica garan-
tizar la sanidad, la educación, la autonomía de los individuos para que
puedan actuar buscando su realización personal).
- En segundo lugar, la disoluc ión de las formas de vida tradicionales, y la
emergencia de una nueva sociedad de masas, producto de lo que deno-

105
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

minamos las revoluciones industrial es del siglo XVIII , XIX, y la que se


ha generado en torno a las nuevas tecn o logías de la comunicación, la
producción y el transporte en las últimas décadas del siglo XX. En este
nuevo contexto, tanto en la actividad laboral como en la vida personal,
se percibe con claridad el papel fundamental que juegan los grupos en
la vida de cada uno de nosotros. Mediante la interacción grupal pode-
mos recuperar habilidades necesarias para la interacción con los demás,
tanto en el ámbito laboral, como en la v ida familiar o en el consumo y
el ocio. Además, la propia actividad como grupo se analiza como una
herramienta básica para aumentar la productividad en la empresa, y
también para conseguir objetivos políticos, económicos, o culturales,
que uno soló no puede.
- En tercer lugar, las terribles condici ones de vida de una parte impor-
tante de la población en las sociedades de principios del siglo XX (cuan-
do se formulan los primeros pasos de nuestra disciplina). La pobreza, la
exclusión social , la degradación de las formas de vida, y la quiebra de
los patrones de interacción, de las normas de convivencia, en un entor-
no diferente en las grandes ciudades, en el que los individuos deben
resocializarse, aprender de nuevo, y hacer frente a nuevos requeri-
mientos del entorno, fueron factores que influyeron en el desarrollo de
nuestra disciplina.
- Finalmente, la ciencia moderna, y la libertad unida a la explicación de
los fenómenos sociales aplicando el método científico. La ciencia nos
proporciona libertad, produce conoc imiento, nos libera de modelos de
interpretación inadecuados, y exige ana lizar los fenómenos mediante la
experimentación y la prueba.

2.1. Del súdbito al ciudadano: un largo camino hacia la libertad

En los siglos XV y XVI, se desarrolló en Europa una nueva concepción del


ser humano y de la naturaleza, el ' Humanismo ', que supuso una auténtica
revolución en la forma de comprender la relación de los seres humanos con-
sigo mismos, con la sociedad en la que vi ven, y con la Naturaleza. F.J. Nie-
thammer, en su obra 'Der Streit des Philanthropismus und des Humanismus
in der Theorie des Erziehungsunterrichts unserer Zeit' (1808), fue el primer
autor en utilizar el término 'Humanismo'. Pueden destacarse tres característi-
cas en este movimiento:

106
Antonio López Pelaéz

- En primer lugar, la defensa de la 'dignidad del hombre', es decir, la pre-


eminencia del ser humano dentro de la Naturaleza, y por lo tanto el
rechazo a cualquier subordinación a un orden predeterminado. Lacre-
encia en la potencia creadora del ser humano, que no está condiciona-
do previamente, y por lo tanto puede modelar su vidd, su mundo, y su
destino, conlleva un nuevo model o de ser humano, creador de su pro-
pia historia y artífi ce de sí m ismo. La dignidad del ser humano descan-
sa en esta libertad radical: frente al resto de los seres de la Naturaleza,
puede convertirse en 'esculto r y modelador de sí mismo' . En su Oración
por la dignidad del hombre, Giovanni Pico della Mirandola formula cla-
ramente esta nuevo comprensión de la naturaleza humana:
«Decreto al fin el suprem o A rtesano que, ya que no podía darse nada
propio, fuera común lo que en propiedad a cada cual se había otorga-
do. Así pues, hizo del hombre la hechura de una forma indefinida, y
colocado en el centro del mundo, le habló de esta manera:
'No te dimos ningún puesto fijo, ni una faz propia, ni un oficio pecu-
liar, ¡oh Adán!, para que el puesto, la imagen y los empleos que desees
para ti , esos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección. Para
los demás, una naturaleza contraída dentro de ciertas leyes que les
hemos prescrito. Tú, no sometido a cauces algunos angostos, te la defi-
nirás según tu arbitrio al que te entregue. Te coloqué en el centro del
mundo para que volvieras más cómodamente la vista a tu alrededor y
miraras todo lo que hay en ese mundo. Ni celeste, ni terrestre te hici-
mos, ni mortal ni inmortal , para que tú mismo, como modelador y
escultor de ti mismo, más a tu gusto y honra, te forjes la forma que pre-
fieras para ti. Podrás degenerar a lo inferior con los brutos, podrás real-
zarte a la par de las cosas div inas, por tu misma decisión'.
¡Oh sin par generosidad de Dios Padre, altísima y admirable dicha del
hombre! Al que le fue dado tener lo que desea, ser lo que quisiere»
(Pico della Mirandola, 1984 : 105).
- En segundo lugar, la confianza en la razón humana como instrumento de
análisis. La razón nos perm ite sintetizar las diversas perspectivas teóricas
en conflicto, y establecer un 'tribunal' en el que resolver las interpretacio-
nes opuestas sobre los mismos fenómenos. No existe ya una autoridad
indiscutida, y por lo tanto la naturaleza aparece como un campo de estu-
dio nuevo, que reclama teorías sometidas tan solo al tribunal de la razón.
Como señala Garín, con los pensadores renacentistas «ha terminado un

107
CAPÍTULO 111 : TEORÍA, POSIB ILIDADES Y PARADOJAS

antiguo modo de pensar; no existe ya un texto para ser glosado o una ver-
dad para ser ilustrada, sino el riesgo de una aventura, donde todo es cier-
tamente oscuro, pero también posible» (Garín, 1958: 8).
Los nuevos descubrimientos geográficos, científicos y técnicos pusieron
de relieve las limitaciones de las doctrinas de los denominados 'anti-
guos'. En consecuencia, la experiencia, la reflexión personal, y el aná-
lisis racional, se convirtieron en los métodos imprescindibles de inves-
tigación. Se trata de comenzar de nuevo, poniendo en duda todo lo
anterior, y estableciendo un nuevo edificio del saber, basado en la con-
fianza en las posibilidades del ser humano, como ejemplifica de forma
paradigmática la obra de Descartes.
- En tercer lugar, la idea de progreso: el saber se concibe como algo que
aumenta, que crece con el tiempo gracias al esfuerzo de generaciones
de seres humanos, y por ello los 'modernos' tienen ventaja sobre los
'antiguos', simplemente porque se levantan sobre los hombros de las
generaciones anteriores: «Se han descubierto infinitas cosas bellas que
los antiguos ignoraron, la brújula, fa ltos de la cual tantos navíos se per-
dieron en otros tiempos, y el arte de imprimir, que es el invento más
admirable y divino que haya conceb ido nunca el humano ingenio. Estas
invenciones pueden bien contraponerse a cuanto los anteriores siglos
tuvieron de más raro y exquisito (. .. ) Es razonable hacerle un sitio a la
Antigüedad, pero de ahí no se sigue ciertamente que se deben leer o ver
o alabar o aprobar tan sólo las obras de los antiguos» (Vigeneré, 1571).

2.1.1. La libertad como categoría antropológica

Si puede destacarse, desde nuestro punto de vista, una aportación del


Humanismo que sigue influyendo en nuestra disciplina, es la siguiente: la
consideración de la 'libertad' como categoría antropológica. Esta nueva visión
del ser humano en relación con su medio, un medio que está ahí para ser uti-
lizado en la realización de su proyecto de construcción de sí mismo, y que
está ahí para ser analizado por la razón, legitima el desarrollo y uso de la cien-
cia y de la técnica, entendidas como instrumentos básicos para la realización
del proyecto libre de los seres humanos.
La libertad como condición antropológica exige su realización, no es un
punto de llegada sino un punto de partida: «Los dioses le han dado al hombre

108
Antonio López Pelaéz

el entendimiento y las manos, y le han hecho semejante a ellos, dándole


facultades sobre los otros animales; lo cual consiste no solamente en poder
obrar de ordinario según la naturaleza, sino también fuera de las leyes de la
misma; y así, formando o pudiendo formar otras naturalezas, otros cursos,
otros órdenes con el ingenio, con aquella libertad sin la cual no habría dicha
semejanza, vino a erigirse en D ios en la tierra» (Bruno, 1958: 732-733) . Hoy
en día, en nuestros proyectos de intervención mediante las dinámicas de
grupo, también tomamos como punto de partida la experiencia de la libertad.
Y procuramos reforzar las competencias y habilidades de cada miembro del
grupo para que pueda desarrollar su propio proyecto personal, para que
pueda desarrollar su trayectoria en libertad.
Los humanistas confían en la capacidad de construir una sociedad política
más justa, como podemos ver en las diferentes 'utopías' que se redactan en
esta época. Y también afirman la posibilidad de describir el comportamiento
humano tal cual es, con una finalidad pragmática: utilizar los conocimientos
adquiridos para el control de di cho comportamiento social (como ocurre en
el caso de la obra de Maquiavelo (1982). Ambos objetivos (analizar científi-
camente el comportamiento humano, y diseñar una sociedad racional y más
justa) se basan en la definición del ser humano como un ser radicalmente
libre. Precisamente porque somos libres, debemos ejercer dicha libertad
mediante el conocimiento riguroso de la realidad , y mediante el uso de la
razón para construir un orden adecuado para la vida (que ya no se remite a
un orden sobrenatural preexistente).
Por eso, el ser humano es, para autores como Pomponazzi (1957), Bacon
(1985) o Campanella (1938), artífice de su sociedad. Debemos esforzarnos en
incrementar nuestro poder sobre la naturaleza, y en organizar el orden políti-
co en base a la naturaleza humana. En este punto, debe destacarse que, al
considerar la naturaleza humana como una dimensión universal que agrupa
a todos los seres humanos, aparece en la obra de diversos autores renacentis-
tas el ideal de la universalidad de la condición humana. Campanella, por
ejemplo, señala como los habitantes de 'La ciudad del sol' son conscientes de
la desgracia general, y están convencidos de que un día todas las personas
vivirán conforme a las normas de su ciudad , puesto que estas son universales
y permiten por ello la vida buena (Campanella, 1975: 175).
La libertad como categoría antropológica implica, necesariamente, el actuar
libremente como característica del ser humano. Y esto implica, también, ejercer
nuestra libertad en el análisis de la realidad . El progreso, desde este punto de

109
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POS IBILIDADES Y PARADOJAS

vista, es la consecuencia de la investigación humana, y del ejercicio de la liber-


tad en la construcción de un mundo propio. Ya no se puede seguir razonando
en base a argumentos de autoridad, y además la realidad, tanto natural como
social, reclama ser analizada y descrita mediante la razón. Como indica Kepler,
la razón es la única autoridad válida en la investigación sobre la naturaleza:
«Pero en lo que respecta a las opiniones de los santos sobre estos asuntos
de la naturaleza, respondo, en una palabra, que en teología lo único válido
es el peso de la autoridad, mientras que, en filosofía, lo es solo el peso de la
razón. Un santo, Lactancia, negaba la redondez de la Tierra; otro, santo,
Agustín , admitía la redondez de la Tierra, pero negaba la existencia de las
antípodas. Sagrado es el Santo Oficio de nuestros días, que admite la peque-
ñez de la Tierra, pero le niega el movimi ento: empero, más sagrada de todas
estas cosas es para mí la verdad, cuando yo, con todo el debido respeto por
los doctores de la Iglesia, demuestro, parti endo de la filosofía, que la Tierra es
redonda y habitada por antípodas en toda superficie; que es de una pequeñez
insignificante y que corre veloz entre los demás astros» (Kepler, 1984: 98).
En esta época, observamos un cambi o fundamental en la orientación del
conocimiento científico-tecnológico: se aleja de las explicaciones sobrenatura-
les, y se convierte en la herramienta que nos permite enfrentarnos al destino.
Maquiavelo señala cómo solo el conocimiento riguroso de la naturaleza huma-
na puede permitirnos intervenir en ella, y afrontar los avatares de la historia:
«Creer que sin ti ha de luchar por ti Dios estando tu ocioso y de rodillas, ha
devastado muchos reinos y muchos estados. Que no haya nadie de tan poco
cerebro que crea que si su casa viene en rui nas, que Dios la salvará sin otro apun-
talamiento, puesto que morirá bajo sus propias ruinas» (Maquiavelo, 1965: 115).
Para Galileo Galilei, el conocimiento científico riguroso no se puede limi-
tar a comentarios de las autoridades o a descripciones poéticas, sino que debe
basarse en demostraciones necesarias y en las experiencias sensibles. El uni-
verso «está escrito en lengua matemática y sus caracteres son triángulos, cír-
culos y otras figuras geométricas, sin las cua les es imposible entender ni una
palabra; sin ellas es como girar vanamente en un obscuro laberinto» (Galileo,
1981: 62-63). Por ello, «nuestra mente no debe contentarse y quedar pagada
con una florecilla poética a la que no le sucede fruto alguno(. ..) La naturale-
za no se deleita con poesías» (Galileo, 1981 : 197).
Se trata de una restauración total del saber, basada en la ciencia, y ligada
a la utilidad práctica, como señala Bacon : «Solamente quedaba un remedio:
comenzar enteramente de nuevo con medios más sólidos para conseguir una

110
Antonio López Pelaéz

Restauración total, a partir de los fu ndamentos apropiados, de las ciencias, de


las artes y de todo el saber hum ano» (Bacon , 1985: 39). La aplicación prácti-
ca debe ocupar, desde su punto de vista, el primer puesto entre las acciones
humanas: «Nos parece, en primer lugar, que la introducción de inventos
nobles ocupa con mucho el primer puesto entre las acciones humanas (. .. ).
Además vale la pena tomar nota de la fuerza, la virtud y las consecuencias de
los inventos, especialmente manifi estas en aquellos tres inventos desconoci-
dos de los antiguos y cu yo origen, aunque reciente, es oscuro e ignoto; me
refiero a la imprenta, la pólvora y la brújula. Estas tres cosas han cambiado la
faz del mundo y las condiciones de la vida humana: la primera el campo de
las letras, la segunda el ámb ito de la guerra y la tercera en la navegación. Ellas
han causado innumerables cambios, de forma que ningún imperio, ninguna
secta, ninguna estrella parece haber ejercido mayor eficacia y mayor influjo
sobre las cosas humanas del eje rci do por estos inventos mecánicos» (Bacon,
1985: 184).

2.1.2. Ilustración y ciudadanía

Con el término 'Ilustración' se hace referencia a un período histórico cir-


cunscrito en general al siglo XVI II, caracterizado por una doble convicción:

- El optimismo en el poder de la razón para conocer la realidad (conse-


cuencia directa del ideal ren acentista de conocimiento, del racionalis-
mo del siglo XVII, y de la expansión de la Ciencia Moderna).
- La confianza en la razón para poder reorganizar la sociedad en base a
los principios científicos y racionales, frente a las formas de organiza-
ción heredadas del pasado .

La reivindicación de la razón como instrumento regulador de la actividad


humana, eje central de todo el pen samiento ilustrado, da paso, como señala
Kant, a la madurez de edad. Kant define la «madurez de la edad» en los
siguientes términos: pensar autónomamente, sobre cualquier campo de la rea-
lidad, aplicando los principios de la razón: «La Ilustración es la salida del
hombre de su culpable minoría de edad. La minoría de edad significa la inca-
pacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno
mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside
en la carencia de entendimiento sino en la falta de decisión y valor para ser-

111
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

virse por sí mismo de él sin la guía de otro. Sapere aude! ¡Ten valor de ser-
virte de tu propio entendimiento!, he aq uí el lema de la Ilustración» (Kant,
1988: 9).
El fundamento de la libertad y de la realización de nuestra propia huma-
nidad reside en someter todo argumento o descripción de hechos al tribunal
de la razón, como última instancia que debe regir los acuerdos y diferencias:
«¡Amigos del género humano y de lo que es más sagrado en este género! Ya
se trate de hechos ya se trate de fundamen tos racionales; admitid lo que os
parezca más auténtico luego de un examen cuidadoso y sincero. Pero no
neguéis a la razón lo que hace de ella el bien supremo sobre la Tierra, a saber,
el privilegio de ser la última piedra de toque de la verdad. Si no, indignos de
esa libertad, seguramente la perderéis, y arrastraréis en esta desgracia a vues-
tros semejantes que son inocentes y estarían seguramente dispuestos a servir-
se legalmente de esa liberta y, así, usarla con el fin del bien de la humanidad»
(Kant, 1982: 65-66).
En este sentido, la madurez de la edad, la capacidad para analizar racio-
nalmente y sin prejuicios cualquier aspecto de nuestra vida, es un requisito
indispensable en cualquier dinámica de grupo. Y, al mismo tiempo, se con-
vierte en un objetivo de la intervención profesional a través de las dinámicas
grupales: fortalecer la capacidad de cad a miembro del grupo para analizar
con rigor su circunstancia personal y gru pal.
La Ilustración, frente al racionalismo del siglo XVII, concibe la razón como
una fuerza de transformación de lo real. Frente a la concepción de la razón
como una facultad que permitía llegar a los primeros principios del ser, pro-
pia del racionalismo del siglo XVII , la razón se concibe en la Ilustración como
una facultad humana, que se desarrolla con la experiencia, y que permite
caminar desde los hechos hasta los principi os. Una facultad con un evidente
carácter utilitario, herramienta para la reorganización de la sociedad (Cassirer,
1978).
Desde esta perspectiva se originan en esta época histórica nuevas líneas de
investigación sobre la naturaleza humana, caracterizadas por un nuevo enfo-
que teórico, tanto en el ámbito de las actividades económicas, como pode-
mos ver en la obra de Adam Smith (1958), cuanto en el ámbito del análisis de
la realidad social y las diversas formas de organización política, como puede
verse en la obra de Montesquieu (1980), como en el análisis de las costum-
bres e instituciones de la sociedad de su tiempo, como podemos ver en la
obra de Voltaire, ' Ensayos sobre las costumbres y el espíritu de las naciones'.

112
Anton io López Pelaéz

La obra de Montesquieu adquiere en un papel fundamental en este proce-


so histórico que desemboca en la aparición del Trabajo Social como ciencia
autónoma, y posteriormente del Trabajo Social con Grupos. Aunque se le
considera normalmente un precursor de la Sociología, con Montesquieu toma
carta de naturaleza un enfoque científico sobre el estudio de la sociedad, que
busca reducir la diversidad de leyes, costumbres e instituciones a un orden
inteligible. ¿Cómo conseguirlo? Adoptando un método de análisis empírico,
recogiendo los datos que podemos obtener de la experiencia, y comparativo,
buscando las causas profundas de los comportamientos humanos y de la
estructura institucional de sus sociedades.
Para el autor de 'El espíritu de las leyes', el análisis de la realidad social
debe partir de dos principios: en primer lugar, detrás de la sucesión aparen-
temente accidental de los hechos, es necesario aprehender las causas profun-
das que los explican. En segundo lugar, es posible organizar la diversidad de
las costumbres, los usos y las ideas en un número reducido de tipos. Al apli-
car estos principios al análisis de las sociedades y sus tipos de gobierno, Mon-
tesquieu pone en relación la superestructura política con las bases sociales,
analizando los regímenes políticos en estrecha interdependencia con las orga-
nizaciones sociales.
Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) desarrolla una perspectiva de análisis
diferente, en su teoría del pacto social. Explica el ser humano en función de
su condición de animal social: de un estado de inocencia inicial (el estado
natural) se pasa a un estado de decadencia (el estado social actual), y poste-
riormente la superación del estado de decadencia se dará en la 'restauración'
(por el contrato social). Para Rousseau, la sociedad actual es la consecuencia
de la coacción impuesta por el egoísmo y por las pasiones, y por lo tanto es
corruptora de la condición humana. Las características de nuestra sociedad
actual responden a la degradación producto de la cultura y la desigualdad
humana. Y por ello, se trata de volver a la naturaleza humana primigenia,
como referente teórico para la con stitución de un nuevo pacto social, basado
en el desarrollo de las fuerzas naturalmente buenas del ser humano. De ahí
que propugne un nuevo pacto soc ial, un nuevo contrato, ligado al consenti-
miento libre de los ciudadanos, que se determinan a obedecer las leyes deri-
vadas de la 'voluntad general'. Esta 'voluntad general' coincide con la forma
natural de la naturaleza humana, y por lo tanto es universal.
Frente al optimismo ilustrado, Rousseau analiza la sociedad de su tiem-
po como un producto histórico, indagando en los principios que constitu-

113
CA PÍTULO 111 : TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

yen su entramado básico (tanto institucional como moral): la desigualdad,


el egoísmo y el dominio de las formas de interacción individuales, que no
toman en cuenta la propia naturaleza del ser humano. Con ello, sitúa a la
sociedad como objeto de estudio. Pero, en segundo lugar, debe destacarse
que, en su análisis, la individualidad queda sometida a un análisis estructu-
ral: es la propia ordenación de la sociedad la que contamina al individuo,
y por lo tanto debe abordarse su análisis desde una perspectiva que supere
el individualismo, tomando como punto de referencia la propia estructura
social como causa de los comportamientos de sus miembros. Por ello, la
auténtica realización del individuo solo puede darse en la comunidad arti-
culada en torno al contrato social, que permite su realización y le libera de
la degradación presente en las estructuras de la sociedad de su tiempo
(Rousseau, 1982).
A lo largo del siglo XVIII y principios del siglo XIX, por lo tanto, puede
observarse un amplio proceso de especialización científica, en el que se
abordan nuevos campos, como la Economía, y que nos llevará finalmente, de
la mano de la metodología de la ciencia moderna, y de las consecuencias de
la Revolución Industrial, al nacimiento del Trabajo Social con Grupos como
disciplina científica. Esta responde a un objeto propio de estudio, la dimen-
sión grupal de la vida humana, que recl ama una ciencia específica. En este
sentido, la delimitación epistemológica de la dinámica de grupos no puede
comprenderse sin el largo proceso de evolución intelectual que comienza en
el Renacimiento y culmina en la Ilustración, como uno de los elementos que
hicieron posible el nacimiento de nuestra di sciplina.

2.2. Nuevas sociedades, industrialización y exclusión social

La Revolución industrial es inseparable de la revolución científico-tecno-


lógica, y ambas se enmarcan en una nueva mentalidad caracterizada por la
perspectiva uti 1itaria, la idea de progreso, y el recurso al método científico
como forma de análisis de la realidad, y elemento básico para establecer la
transformación de la misma. En este sentido, Ortega y Gasset señala cómo los
actos técnicos están siempre en función de la idea de la vida y del programa
de 'ser' que los seres humanos que forman la sociedad concreta de cada
época histórica quieren realizar. Desde esta perspectiva, la revolución indus-
trial y la revolución científico-tecnológica responden a un nuevo modo de
vida, a un nuevo proyecto, característico de una nueva visión del mundo.

114
Antonio López Pe laéz

La transformación radical de las sociedades europeas en el contexto de una


revolución científica, industrial y política, elevó al primer plano de atención
la cuestión social. Y por ello, una comprensión adecuada del Trabajo Social
con Grupos solo puede alcanzarse sobre el análisis de la revolución indus-
trial, y la revolución científico-tecnológica que la hizo posible. ¿Por qué? Por-
que precisamente los primeros trabajadores sociales con grupos utilizan las
dinámicas grupales para recuperar y fortalecer capacidades que las personas
han perdido o no han desarrollado adecuadamente, como consecuencia de
los procesos de degradación y exclusión social en los que se encuentran
inmersas.

2.2.1. Ciencia, tecnología y sociedad

En todas las sociedades se han desarrollado formas de conocimiento que


tienen como objetivo entender la realidad, y hacer posible la realización de
los objetivos prácticos que se perseguían en cada momento histórico. Las dis-
tinciones habituales que podemos encontrar en cualquier diccionario entre la
'ciencia' (que puede ser definida, por ejemplo, como 'conjunto de conoci-
mientos poseídos por la humanidad acerca del mundo físico y el espiritual, de
sus leyes y de su aplicación a la actividad humana para el mejoramiento de
la vida') , la 'técnica' (que puede se r definida como 'conjunto de las activida-
des relacionadas con la explotación de la naturaleza, la construcción o la
fabricación de cualquier clase de cosas'), y la 'tecnología' (que puede ser defi-
nida como 'técnica de una actividad que se especifica') no deben hacernos
olvidar que están íntimamente relacionadas. Surgen, a lo largo de un proceso
complejo, para satisfacer las neces idades de cada sociedad concreta. Ahora
bien, la 'ciencia' y la 'tecnología' occidentales tal y como las conocemos en
la actualidad , suponen un cambio importante respecto a otras formas de
conocimiento, interpretación y transformación de la realidad, presentes en
otras culturas.
En el mundo griego, con los términos episteme y téchne, se diferenciaban
dos planos. El plano del saber o ciencia (episteme), que se preocupa por
entender la real id ad sin buscar uti 1id ad práctica, y el plano de la técnica (téch-
ne), con el que se hacía referen cia a una habilidad determinada, organizada
mediante una serie de reglas, que permite realizar algo (por ejemplo, al con-
junto de reglas de navegación que hacen posible llegar a un puerto desde
otro, se le denomina la téchne de la navegación). De ahí que el término téch-

115
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

ne significara también 'oficio'. Junto a la téchne y la episteme, existía también


el plano de la poíesis, o producción de objetos. Frente al 'razonamiento'
como 'saber' independiente de su aplicación práctica, la téchne, para Aristó-
teles, ocupa un lugar inferior: es superior como forma de conocimiento a la
experiencia, pero inferior al razonamiento.
¿Por qué no se desarrolló la 'ciencia moderna', y con ella la Revolución
Industrial, tal y como la conocemos en la actualidad, en civilizaciones como
la griega, o la china, que habían alcanzado un estadio de desarrollo muy ele-
vado? En la civilización griega, la concepción negativa del trabajo, debida a
la presencia de la esclavitud, se presenta comúnmente como una de las cau-
sas por las que se estableció una tajante diferencia entre conocimientos y
práctica aplicada. El conocimiento se buscaba por sí mismo, más allá de sus
posibles aplicaciones concretas. El caso de Arquímedes, el genial matemático
e inventor griego, es un ejemplo notable. Según Plutarco, «tenía por innoble
y obreril toda ocupación en la mecánica y todo arte aplicado a nuestros usos,
poniendo únicamente su deseo de sobresalir en aquellos estudios que llevan
consigo lo bello y sutil, sin mezcla de nada necesario» (Plutarco, 1991: 461).
Junto a la imagen negativa del 'trabajo' en las civilizaciones antiguas, la
presencia de poderosas interpretaciones religiosas del mundo hacía muy difí-
cil que se aplicaran a los fenómenos de la Naturaleza las ideas presentes en
sus avances tecnológicos. Por ello, autores como Farrington (1974), en su
obra Mano y cerebro en la Grecia Antigua, señalan cómo el alto grado de
desarrollo técnico que alcanzaron las grandes civilizaciones de la Antigüe-
dad, en los valles del Nilo y del Éufrates, no pudo ser aplicado a la interpre-
tación de fenómenos de la naturaleza de forma sistemática. La esfera de la
naturaleza se explicaba desde una laboriosa mitología que custodiaban cor-
poraciones de sacerdotes. Cualquier expl icación ajena a dicha interpretación
religiosa se consideraba no solo errónea, sino impía.
En otras civilizaciones, como la china, el retraso de su desarrollo científi-
co desde el siglo XV puede ser explicado por la ignorancia o rechazo del con-
cepto de 'ley mecanicista', y del 'principio de causalidad', fundamentos del
'despegue' científico y tecnológico occidental. Diversos historiadores de la
ciencia señalan el papel decisivo que jugó el estado imperial chino en el
avance y después el estancamiento de la ciencia y la tecnología china. Así,
Joel Mokyr (1999), en su obra La palanca de la riqueza, señala el temor de los
gobernantes a cualquier modificación de l orden social, como factor determi-
nante del conservadurismo tecnológico en China. Los gobernantes chinos

116
Antoni o López Pelaéz

buscaban ante todo la pacificación, el orden y la estabilidad, alejando cual-


quier incertidumbre que pudiera derivarse de las innovaciones científicas y
tecnológicas, y del contacto con los extranjeros. De ahí el aislamiento practi-
cado por los gobernantes chinos hasta el siglo XIX. Desde otra perspectiva,
Tony Watson explica en términos de 'iniciativa humana' el hecho de que no
se desarrollase la industrialización en China: «la respuesta debe darse en tér-
minos de iniciativa humana: los chinos no escogieron aplicar su conocimien-
to a fines económicos» (Watson, 1995: 77).
La revolución científica que tuvo lugar desde principios del siglo XIV hasta
finales del siglo XVII, fue ante todo un cambio de actitudes mentales: una
transformación de las formas de entender la realidad. Por ello, no puede
entenderse al margen de la transformación cultural que supuso el Renaci-
miento y el Humanismo, como señalamos en el epígrafe anterior. Los avan-
ces científicos van unidos a la racionalización de la política, al desarrollo de
la economía mercantil, y al humanismo renacentista. Prueba de ello es que
las grandes polémicas que provocaron científicos como Galileo o Miguel Ser-
vet se originaron por el choque entre dos posiciones antagónicas. La visión
del mundo dominante en su época, y su nueva forma de analizar los aconte-
cimientos, entendiendo el mundo como una gran construcción matemática.
Este proceso histórico no puede anal izarse correctamente sin tener en cuenta
la preparación que supusieron los descubrimientos tecnológicos y culturales
que se fueron desarrollando en la Edad Media (como el desarrollo de molinos
de viento y agua más eficaces, el perfeccionamiento de las lentes ópticas, o
el redescubrimiento del derecho romano).
Un rasgo específico de la ciencia moderna, la finalidad práctica, es funda-
mental para entender la relación entre la ciencia, la tecnología, y la Revolu-
ción Industrial. La ciencia persigue encontrar explicaciones que permitan pre-
ver los acontecimientos. Y busca ampliar nuestra capacidad práctica para
transformar la naturaleza y conseguir nuevos hallazgos, y nuevas tecnologías,
en todos los ámbitos: la producción, la salud, el aprovechamiento de los
recursos naturales, etc. Fue Francis Bacon el que formuló con claridad esta
finalidad práctica del conocimiento científico: conocemos para prever, y pre-
vemos para proveernos. La ciencia se convierte en una herramienta funda-
mental para la transformación del mundo, frente a la concepción antigua del
conocimiento como una actividad contemplativa, sin finalidad práctica.
Y de ahí que la expansión de la ciencia en las sociedades industriales fuera
unida al desarrollo de tecnologías cada vez más avanzadas, en un proceso

117
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

incesante de desarrollo 'científico-tecnológico', en el que no se puede sepa-


rar tajantemente lo 'científico' de lo 'tecnológico ' . En las sociedades indus-
triales, las necesidades económicas y productivas estimularon la aparición de
nuevos inventos y de nuevas aplicaciones científicas a los sistemas producti-
vos, de transporte, construcción, salud, etc. , en un esfuerzo permanente por
fabricar nuevos bienes y mercancías con sistemas de producción más racio-
nal izados. Se desarrolló, por lo tanto, un intenso proceso de influencias
mutuas entre la ciencia, la tecnología, la economía y la sociedad industrial,
que reforzó el papel de la ciencia y la tecnología como factores creadores de
riqueza.
Hay que tener en cuenta que «la Ilustración no fue un conjunto cerrado de
creencias, sino una forma de pensar, un enfoque crítico que, se suponía, abri-
ría el camino al pensamiento y a la acción constructiva» (Hankins, 1988: 3).
En la perspectiva ilustrada la ciencia ocupaba un lugar fundamental, como
herramienta de conocimiento y acción , producto de una 'revolución' en su
propia metodología y finalidad: «En la segunda mitad del siglo XVIII, la idea
de que estaba en marcha una revoluci ón científica que afectaba a todos los
aspectos de la ciencia natural, se convirtió en un tópico» (Hankins, 1988: 2).
La historia general de las ciencias a lo largo del siglo XVIII muestra hasta qué
punto las ideas científicas impregnaron el pensamiento de la época.
El proceso de especialización científi ca que llevaría al nacimiento de las
ciencias sociales, y del Trabajo Social a finales del siglo XIX y comienzos del
siglo XX, hay que enmarcarlo en un contexto caracterizado por el desarrollo
de nuevas disciplinas, con complejos procesos de especialización e institu-
cionalización: «Durante el siglo XVIII todas estas categorías empezaron a pre-
sentarse en las configuraciones que conocemos hoy, pero este fue un proce-
so gradual. La creación de nuevas disciplinas científicas fue quizás la contri-
bución más importante de la Ilustraci ón a la modernización de la ciencia»
(Hankins, 1988: 14).
El optimismo sobre las posibilidades de la ciencia característico de los filó-
sofos y científicos del siglo XVIII, y que heredarán los primeros investigadores
en el ámbito de los grupos, como Lewin o Mayo, se basa en la identificación
de la ley natural con la razón, característi ca del pensamiento ilustrado. «Una
vez que el método científico apropiado fuese reconocido y aplicado, un cons-
tante engrandecimiento del conocimiento humano y una constante mejora de
la condición humana sería el resultado inevitable» (Hankins, 1988: 18).

118
Antonio López Pelaéz

2.2.2. Revolución industrial y exclusión social

Con la expresión ' Revolución Industrial ', los historiadores se refieren a la


transformación sufrida por la economía británica durante la segunda mitad del
siglo XVIII. El término 'industriali zación' hace referencia a un nuevo modo de
producción basado en la mecanizac ión de la producción, y en la sustitución
de la energía animal por energía procedente de fuentes como el carbón. Algu-
nas consecuencias de este nuevo modo de producción son las siguientes: se
desarrollan nuevas formas de divi sión y organización del trabajo; las ciudades
se transforman profundamente, al aumentar enormemente su población, que
emigra del campo a la ciudad en busca de oportunidades de empleo en las
nuevas fábricas; hay grandes cambi os en la estructura de la población; y sur-
gen nuevos conflictos sociales .
Podemos distinguir dos gran des etapas o fases en la Revolución Indus-
trial: desde sus inicios en el sigl o XVIII hasta finales del siglo XIX, y desde
finales del siglo XIX hasta la década de 1960. Posteriormente a esta fecha,
(en la década de los años 1970, según Manuel Castells) podemos situar el
inicio de la nueva sociedad tecn o lógica avanzada en la que estamos inmer-
sos . Desde la perspectiva del Trabajo Social con Grupos, es relevante ana-
lizar esta evolución histórica, ya que son precisamente las nuevas formas
de exclusión social vinculadas con la industrialización las que movilizan a
los científicos sociales y los acti v istas sociales, dando origen a nuestra dis-
ciplina.

2.2.2.1 . La Primera Revolución Industrial

La conjunción de los avances ci entíficos con una nueva mentalidad que


buscaba la mejora tecnológica de los sistemas de producción y su utilidad
práctica, generó a lo largo de todo el período histórico que denominamos
'Revolución Industrial' una suces ión impresionante de inventos y aplicacio-
nes tecnológicas, que a su vez influyeron en el desarrollo científico, refor-
zándolo. Muchos de estos inventos fueron una consecuencia de la habilidad
e inventiva de los constructores de máquinas, que buscaban una utilidad prác-
tica, como James Watt, y no de la labor de los científicos. Watt desarrolló de
manera eficaz la máquina de vapo r, consiguiendo aplicar a la industria el
método de investigación sistemát ica y de desarrollo y verificación de hipóte-
sis, que hasta ese momento se reservaba para la ciencia teórica. Y perfeccio-

119
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARA DOJAS

nó su invento mediante su aplicación industrial, y la colaboración de trabaja-


dores experimentados, en la empresa que fundó con el industrial Boulton.
La mecanización y la búsqueda de sistemas más rápidos de producción
dieron paso a una profunda transformación de los sistemas de trabajo. De
nuevo fue un relojero, John Kay, el que desarrolló la lanzadera volante en
1 733. Esta lanzadera permitía varios hilados simultáneos, aumentando la
velocidad en la fabricación de tejidos. Una sucesión de mejoras en este siste-
ma, como las introducidas entre otros por el tejedor y carpintero Hargreaves,
culminaron en la instalación del primer taller textil a vapor desarrollado por
Cartwright, el desarrollo del telar Jacquard, y la aparición de la primera indus-
tria textil mecánica en Manchester en 1806.
Todas estas innovaciones iban dirigidas a aumentar la producción y redu-
cir la mano de obra. Por ello, generaron una transformación profunda de las
actividades en las fábricas, y a la vez un gran rechazo de los obreros . La
nueva división del trabajo en la fábri ca, la adaptación de los obreros al
ritmo del sistema mecánico de producc ión, y la concentración en las zonas
industriales de las ciudades, produjeron una transformación profunda de las
sociedades industriales. Los diversos inventos y aplicaciones se fueron suce-
diendo a una velocidad vertiginosa, como se puede observar en el creci-
miento sistemático de las patentes regi stradas en Inglaterra desde 1760. La
tecnología aplicada invadió todas las esfe ras de la vida progresivamente, y
transformó la vida cotidiana.
Desde nuestra perspectiva, interesada por el análi sis de los grupos socia-
les, hay que resaltar que «ninguna acción social, por vulgar que sea el nivel
en que se sitúe, tiene lugar en el vacío social. Siempre estará vin culada de
alguna manera a la cultura, la estructura social y los procesos más amplios de
la sociedad en la que se produce. Y esas estructuras, procesos, normas y valo-
res, con todas las desigualdades, ideol ogías y distribuciones del poder que
entrañan, son el origen de las restricci ones y las oportunidades con que se
encuentra la gente al orientar su vida» (Watson, 1995: 2).
La Primera Revolución Industrial, por ello, no puede explicarse desde una
concepción determinista de la tecnología. No estuvo predeterminada por el
desarrollo tecnológico. Supuso un avance revolucionario en el capitalismo,
basado en los nuevos procesos tecnológicos. Este proceso llevó consigo la
aplicación de nuevos métodos de trabajo, y la agrupación de los trabajadores
en las fábricas. Según Watson, «el producto específicamente nuevo de la revo-
lución industrial fue el sometimiento de los entonces nuevos asalariados a

120
Antonio López Pelaéz

premisas especiales para que trabajaran bajo la supervisión de los empresa-


rios (o sus agentes), usando las herramientas y maquinaria de los empresarios
y sus materias primas» (Watson, 1995: 88). En este sentido, la división del tra-
bajo fue el resultado de una búsqueda de una organización del trabajo «que
garantizara al patrón un papel fundamental en el proceso de producción»
(Watson, 1995: 88).

2.2.2.2. La Segunda Revolución Industrial

Una segunda fase de las sociedades industriales es aquella que comienza


a finales del siglo XIX, y que se caracteriza por el desarrollo de nuevas formas
de producción, organización del trabajo, y consumo de la población. Así, en
las primeras décadas del siglo XX asistimos a la transformación de la industria
tradicional del siglo XVIII y XIX, apareciendo la denominada 'producción en
masa'. Surge una nueva forma de organización del trabajo, basada en crite-
rios científicos de aprovechamiento del tiempo de trabajo, la denominada
'administración científica del traba¡o'. Y, finalmente, la necesidad de una
demanda que absorbiera la creciente producción produjo una auténtica revo-
lución, la 'revolución del consumo' . La elevación de los salarios de los traba-
jadores para que pudieran convertirse en consumidores de los productos que
fabricaban, amplió enormemente el mercado potencial para las industrias, y
aseguró una creciente demanda de bienes, actuando como elemento dinami-
zador del desarrollo económico.
Esta nueva fase de industrialización se caracterizó por la expansión del
capitalismo monopolista (es decir, la expansión de grandes monopolios
industriales), basado en la gran empresa y en la producción en masa de
bienes manufacturados. El automóvil y la electricidad sustituyeron al ferro-
carril y a la energía de vapor como elementos tanto materiales como sim-
bólicos de la nueva sociedad. Sin embargo, frente a las características del
desarrollo científico-tecnológico de la primera fase de la revolución indus-
trial, basada en la acumulación de inventos por parte de 'técnicos', en esta
segunda fase la relación entre ciencia, tecnología e industria sufre un cam-
bio fundamental. Se produjo un fenómeno nuevo: las grandes inversiones
en ciencia. La inversión planificada sustituye a la invención individual, y
aparecen grandes laboratorios en los que se investiga sistemáticamente para
mejorar las condiciones y rendimientos de las tecnologías existentes, o para
desarrollar otras nuevas.

121
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

Tanto las exigencias de formación científi ca necesarias para desarrollar las


nuevas formas de energía, como el elevado volumen de inversión económica
requerido para mantener y desarrollar los centros de investigación, hicieron
imposible que la innovación científico-tecnológica siguiera en manos de
inventores liberales o aficionados individuales. La nueva relación entre cien-
cia e industria puede observarse al estudia r la evolución de la industria y la
universidad alemanas a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, y su
mutua interconexión (Sanz, 1997). En torn o a 1900, la industria química ale-
mana contaba con más de 650 ingenieros y químicos, un número muy supe-
rior al de los ingenieros y científicos que trabajan en Inglaterra en la industria
del carbón . En los EEUU, en las primeras décadas del siglo XX se crearon ins-
tituciones específicas destinadas a la investigación aplicada a la industria,
como los Westinghouse Research Laboratories, creados en 191 7.
El resultado final de este proceso es la v inculación entre la ciencia, la tec-
nología y la toma de decisiones políticas por parte del Estado. «A lo largo del
período comprendido entre el nacimiento del siglo XIX y la Primera Guerra
Mundial, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, en la mayoría de los paí-
ses de Europa Occidental y Norteaméri ca, deviene profundamente interrela-
cionado con la toma de decisiones del Estado» (Sanz, 1997: 62). En este pro-
ceso histórico se pueden señalar tres factores fundamentales:

- En primer lugar, las innovaciones tecnológicas en el campo militar,


aspecto que ha continuado vincul ando la tecnociencia con las políticas
públicas y la acción del Estado hasta nuestros días.
- En segundo lugar, la profesional izaci ón e institucionalización de la
ciencia y la ingeniería, en un dobl e aspecto: vinculándose a la función
pública, y reorganizando la universidad . En este sentido, la asociación
de la docencia con la investigación «Se convirtió en la innovación orga-
nizativa más importante del siglo XIX» (Sanz, 1997: 63).
- En tercer lugar, los estados nacionales se convirtieron en los principales
clientes de los avances científico-tecnológicos, y en los patrocinadores
fundamentales de las instituciones de innovación y desarrollo científico.
Esta vinculación entre las instituciones científicas y el Estado se caracteri-
za por la variabilidad de las distintas formas de apoyo a la ciencia, que,
dentro de un contexto común de apoyo a la innovación, presentan rasgos
específicos nacionales: «Un conjunto d iverso de principios y fuerzas con-
tribuyeron a inspirar las especificidades nacionales en las relaciones entre

122
Antonio López Pelaéz

ciencia y Estado. Las ideas liberales del progreso ejemplificadas en la con-


cepción norteamericana; el nacionalismo o patriotismo como fuerzas
aglutinadoras para alemanes y franceses; o las ideas marxistas, sobre el
carácter más progresista de la tecnología durante el socialismo, que ins-
pirarían la acción de la recién nacida Unión Soviética» (Sanz, 1997: 64).

En el primer tercio del siglo XX aparece visible un nuevo tipo de sociedad


basada en las nuevas formas de producción y consumo: la sociedad de masas.
El nuevo sistema de organización y planificación científica del trabajo desa-
rrollado por Henry Ford, (de nom inado 'fordismo'), y el aumento de la capa-
cidad de consumo de la población, fue acompañado por el desarrollo de los
medios de comunicación de masas. La aceleración del desarrollo científico-
tecnológico, los nuevos inventos y productos dirigidos al consumo de masas,
y la creación de grandes masas de consumidores, dieron lugar al desarrollo
de nuevos sistemas de comercio, y también a nuevas formas de conflicto béli-
co, en los que la ciencia y los avances tecnológicos resultaron determinantes.
Desde el punto de vista de nuestra disciplina, hay que señalar que se trata
de la situación histórica en la que el Trabajo Social con Grupos se diferencia
del Trabajo Social, y comienza a constituirse como disciplina propia. Un
entorno laboral diferente, que demanda nuevas habilidades relacionales, y un
entorno social caracterizado por la excl usión social y los flujos inmigratorios
en las grandes ciudades norteamericanas, como Chicago, generan un contex-
to en el que los trabajadores sociales toman conciencia de la importancia de
las dinámicas grupales. En este sentido, hay que recordar que la National
Association far the Study of Croup Works se fundó en los Estados Unidos de
América en el año 1936.

3. DINÁMICA DE GRUPOS Y LIBERTAD PERSONAL

Antes de analizar, en el siguiente epígrafe de este capítulo, el contexto eco-


nómico y socia\ contemporáneo , es necesario detenemos brevemente en e\
carácter innovador de nuestra disciplina. Todos nosotros nos encontramos
siempre inmersos en grupos: nuestro grupo de pares, nuestra familia nuclear
(formada por los progenitores y los hijos), nuestra familia extensa (formada
por familiares con diversos grado de parentesco, y que mantienen lazos de
convivencia). Nos encontramos ya aquí, en un tiempo, en un lugar, en una
historia, en una sociedad dada. La pregunta por los orígenes y características

123
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POS IBILIDADES Y PARADOJAS

de nuestra vida es la pregunta que permi te indagar en nuestra identidad. Saber


quiénes somos implica preguntarnos por nuestro entorno, por nuestras ideas
y las de los demás, por nuestra cultura, y por la forma adecuada de relacio-
narnos con los demás.
Al tomar conciencia de quienes somos, de cuáles son las pautas de interac-
ción en nuestro contexto social específico, brota la posibilidad de la libertad:
podemos plantearnos qué queremos ser. Al darnos cuenta de que somos un pro-
ducto de nuestra historia y de nuestra circunstancia, podemos intentar cambiar-
las, o defender el equilibrio existente, lo que denominamos el statu qua. En la
historia de la Humanidad, encontramos constantemente personas y grupos que
han defendido las formas de vida tradicionales en las que han sido educados, y
otros que han cuestionado dichas formas de vida y de pensamiento. Durante
siglos, convivieron, por ejemplo, personas que legitimaban la esclavitud, y per-
sonas que luchaban a favor de su abolición . Hoy en día, junto a personas que
defienden los derechos humanos, existen también personas, grupos y organiza-
ciones que no los respetan y buscan argumentos para defender su postura.
El origen histórico del Trabajo Socia l como disciplina científica, y del Tra-
bajo Social con Grupos como especi alidad dentro de dicha disciplina, se
encuentra en la imposibilidad de aceptar injusticias estructurales derivadas de
las consecuencias de la industrializaci ón. Siguiendo la mejor tradición ilus-
trada, los primeros trabajadores social es afrontar la pobreza y la exclusión
como una situación histórica que no es producto del destino, sino de la inter-
acción entre los seres humanos. Y que puede ser transformada cambian tanto
las habilidades de las personas como el contexto estructural que condiciona
el ejercicio de su libertad.
En este sentido, «la Ilustración identificaba el progreso no tanto con cierta
noción abstracta de libertad -expresada en la interacción entre subjetividad y
sistema- cuanto con la idea de fomentar la voluntad de saber y luchar contra
el prejuicio, la insistencia en la tolera nci a y la reciprocidad, la exigencia de
un ámbito público democrático y la responsabilidad de las instituciones. Sus
representantes buscaron un florecimiento de aquellas libertades de las que el
individuo podría servirse realmente: la libertad intelectual y el derecho a man-
tener opiniones contrarias a las establecidas; la libertad económica para pro-
curarse el provecho económico personal más allá de las limitaciones fijadas,
todavía entonces, por nacimiento; y, finalmente, la libertad política garanti-
zada en unas instituciones basadas en el imperio liberal de la ley y la sobera-
nía popular» (Bronner, 2007: 50).

124
Antonio López Pe laéz

A lo largo del siglo XIX, se pone de manifiesto, al analizar las condiciones


de vida de la población pobre, que su situación no es solo de penuria mate-
rial: acumulan múltiples deficiencias, desde sanitarias hasta relacionales, y
hay que trabajar desde la dinámi ca de grupos para permitir a cada ciudadano
recuperar sus habilidades sociales. El objetivo básico es recuperarse a sí
mismo, sabiendo establecer relaciones consigo mismo y con los demás, que
permitan desarrollar su personalidad. En este sentido, como se ha mostrado
con claridad, la perspectiva del empowerment, del enriquecimiento o poten-
ciación, ha formado siempre parte de la labor de los trabajadores sociales
(Segado Sánchez-Cabezudo, 2011 ).
Los proyectos para transformar las circunstancias constituyen una parte
importante de nuestra identidad como personas, y de nuestra cultura, abierta
siempre al cambio y la innovación no solo personal, sino colectiva. En la his-
toria de la Humanidad, la recreación del futuro ha dado lugar a todo un géne-
ro literario, la literatura utópica. En los relatos utópicos, se describe la reali-
dad en la que vivirán o podrían v iv ir las generaciones futuras. Y por contras-
te con dicho proyecto imaginario podemos analizar críticamente el mundo
que nos rodea. El futuro puede ser bueno o malo, digno o indigno, y por eso
en la literatura utópica coexisten relatos como los de Tomás Moro o Tomás
Campanella, y relatos de utopías negativas, basadas en el control social
mediante el poder violento, mediante la tecnología, o mediante la injusticia,
como muestran muchas de las películas de ciencias ficción (Matrix, Termina-
tor o Inteligencia Artificial, por poner algunos ejemplos).
Campanella describe un modelo de sociedad diferente al de su época, una
asociación de hombres libres, donde lo más útil para la comunidad es al
mismo tiempo lo más útil para cada persona: «Como en la Ciudad del Sol las
funciones y los servicios se distribuyen a todos por igual, ninguno tiene que
trabajar más de cuatro horas, pudiendo dedicar el resto del tiempo al estudio
grato, a la discusión, a la lectura, a la escritura, al paseo y a los alegres ejer-
cicios mentales y físicos .. . La comunidad hace a todos los hombres ricos y
pobres a un tiempo: ricos, porque todo lo tienen; pobres, porque nada pose-
en y al mismo tiempo no sirven a las cosas, sino que las cosas les obedecen
a ellos».
Todas las utopías expresan un dato cierto: el carácter histórico, socialmen-
te construido, de la vida humana. Todas ponen de relieve la importancia de
establecer fines, de describir las reglas de juego que permiten la vida común,
sea para ejercer el poder sobre los conciudadanos, sea para conseguir una

125
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

vida feliz. Cualquier de nosotros puede observar cómo el modelo de pareja,


de amistad, de amor, de felicidad que determina su comportamiento, y que
es producto de su entorno, en el que está inmerso, establece unas reglas de
juego para su comportamiento. A la vez, objetivar dichos modelos y describir
correctamente las reglas de juego no ya deseables, sino reales, es lo que per-
mite ir más allá de la literatura y convertir la descripción del comportamien-
to humano en una ciencia.
Podemos preguntarnos: ¿Cómo funcionan los grupos en los que nos encon-
tramos inmersos? ¿Cómo gestionamos los conflictos? ¿Qué pasa con el poder?
¿Quién decide y a quién se le presta más atención? ¿Cómo conseguir que el
grupo actúe coordinadamente para consegu ir un fin preestablecido? No basta
con considerar cómo nos gustaría que fuese la sociedad, o la vida misma. Hay
que ir más allá de los deseos y describir la realidad tal y como es. Y, puesto
que es el resultado de una peripecia hi stórica, analizar cómo cambiarla. La
evolución desde la literatura utópica al anál isis de la injusticia como una rea-
lidad histórica, es decir, el paso de diseñar un futuro ideal pero sin lugar, a eva-
luar la realidad y establecer cómo podemos cambiarla para construir aquí un
entorno de mayor libertad y justicia, se produce en la Ilustración.
El punto de partida ya no es un futuro prediseñado, que puede dar lugar a
terribles pesadillas, en el que definimos lo bueno y lo malo de forma aprio-
rística. El punto de partida es ahora el estudio de la naturaleza humana y el
diseño de acciones políticas que permitan mejorar las condiciones de vida de
la población . Frente al poder arbitrario, sea con un buen o mal objetivo, se
trata de fortalecer la democracia y favorecer la realización de las personas
conforme a sus propias capacidades.
Este objetivo, fortalecer la trayectoria personal , está presente en la práctica pro-
fesional de los trabajadores sociales. El papel del trabajador social con grupos no
es el de un líder que decide por el grupo y al que el grupo sigue. Su papel es el
de un profesional que permite que las personas interaccionen en el grupo, des-
arrollen sus capacidades, y puedan gobernarse por sí mismos, tanto en su propia
persona (sin generar situaciones de dependencia respecto al trabajador social)
como en su actividad grupal. «Los pensadores de la Ilustración no deseaban abo-
lir el Estado ni llevar a la práctica alguna alternativa utópica. En su esfuerzo por
limitar el uso institucional del poder arbitrario intentaron proteger el libre ejerci-
cio de la subjetividad y fomentar la búsqueda del conocimiento científico. El Esta-
do fue el sostén de esa iniciativa; se le veía como la mejor institución para garan-
tizar las libertades civiles y promover la j usticia social» (Bronner, 2007: 196).

126
Antonio López Pelaéz

Nuestra identidad emerge, en este sentido, de nuestro proyecto o proyec-


tos, de nuestro pasado y nuestras capacidades, de nuestro lenguaje y nuestra
racionalidad, y de nuestra sociedad y cultura. Somos seres sociales, y de ahí
la importancia de afrontar nuestra interacción (ámbito de realización perso-
nal ) como objeto de estudio, al igual que hay que afrontar nuestro entorno
socioeconómico como objeto de estudio, y aplicar la metodología científica.
Por ello, a lo largo del siglo XIX se consolidan disciplinas como la Economía,
la Sociología, la Psicolog ía, y es en el siglo XIX donde se encuentran los orí-
genes del Trabajo Social. Las preguntas sobre la identidad, sobre el orden de
las cosas, sobre las injusticias y la libertad, nos ayudan a adentrarnos en la
aventura de la constru cción de nuestra vida y de nuestro mundo.
Desde esta perspectiva, podem os decir que el Estado del Bienestar, en
cuanto organización colectiva para asegurar el nivel de vida de los ciudada-
nos, la igualdad de oportunidades y el control del ejercicio del poder arbitra-
rio, es el resultado de la Ilustraci ón. Al buscar y encontrar las causas y los orí-
genes de nuestra situación, comenzamos a percibir claramente quienes somos
y podemos poner en cuestión las reglas de juego de nuestro entorno, y los
ideales que hemos interiorizado a lo largo del proceso de socialización. La
complejidad de nuestra personal idad, y de la realidad que nos circunda, nos
permite plantear estas cuestiones a diferentes niveles.
La Psicología, por ejemplo, simpl ificando mucho, podemos decir que inda-
ga sobre las características de nuestra vida personal, analizando las diferentes
etapas de nuestra evolución psicológica. Y busca en las experiencias y etapas
por las que hemos pasado, los rasgos fundamentales de nuestra personalidad.
La Sociología estudia los hechos y procesos sociales, analizando la lógica de
nuestro comportamiento colectivo. La Medicina estudia nuestro organismo para
conocer su naturaleza y prevenir, o en su caso curar enfermedades que podrí-
an llevarnos a la muerte. El Trabajo Social con Grupos analiza nuestro com-
portamiento en grupo. Mediante las dinámicas de grupo, persigue que recupe-
remos habilidades sociales básicas, tanto en relación a nuestro propio equilibrio
interno, como en relación con nuestro comportamiento con los demás. Nos
potencia, utilizando para ello el conocimiento científico sobre el medio en el
que nos desenvolvemos en nuestra vida cotidiana: las interacciones con los
demás. Somos siempre, como animales lingüísticos e inteligentes, animales
sociales, que vivimos en relación y nos «realizamos» relacionándonos.
Cuando nos preguntamos ¿qu iénes somos?, a la vez nos preguntamos ¿por
qué somos así y no de otro modo? ¿Por qué existen las injusticias en nuestro

127
CAPÍTULO 111: T EORÍA, POSIB ILIDADES Y PARADOJAS

entorno más inmediato? ¿Por qué mi acción o mi pasividad provocan dolor y


miseria, o generan bienestar? En el momento en que esto ocurre, se produce un
cambio fundamental en nuestra identidad: pasamos de vivir inercialmente,
reproduciendo pautas de comportamiento aprendidas, a pensar por nosotros
mismos. Este es el paso previo para poder desarrollar una mirada científica
sobre la realidad y sobre nosotros mismos. La pregunta por nuestro entorno, por
los otros, por los orígenes, es la pregunta por el orden de la naturaleza y la
sociedad.
Cada uno de nosotros tiene que plantearse esta cuestión en algún momento
de su vida, y quizás puede darse cuenta de que se relaciona mal, que tiene una
forma de juzgar equivocada, o que está atrapado en conflictos interiores que no
le permiten desarrollarse como persona. O quizás tiene que reconocer que está
en un entorno socioeconómico determinado, y que hay problemas que solo se
pueden resolver mediante la acción colectiva (como se analiza con detalle en
un ámbito clave del Trabajo Social, el Trabajo Social Comunitario). Al hacerse
esta pregunta, cada uno de nosotros tiene que elegir entre seguir siendo igual,
o inventarse a sí mismo, como hacen los aventureros que deciden encaminarse
a otro lugar para emprender una nueva vi da. O como hicieron los primeros teó-
ricos del Trabajo Social, que afrontaron los problemas sociales desde una nueva
perspectiva científica, abandonado, com o hizo Mary Richmond, los plantea-
mientos tradicionales asistencialistas basados en la simple buena voluntad.
Cuando nos hacemos esta pregunta, aparece el espacio de la libertad . La
historia de la libertad, colectiva y personal , no se entiende sin las respuestas
a estas preguntas. Solo aquellos que se interrogan por su existencia, que se
preguntan por el orden social existente, po r el orden de la Naturaleza, solo
los que analizan su existencia, pueden elegir su vida. De hecho, la mayor
diferencia entre animales y humanos estriba en que los primeros no tienen
capacidad para preguntarse por sus orígenes y cambiar su vida. Están deter-
minados por sus instintos. Sin embargo, las personas sí podemos preguntar-
nos por nuestros orígenes y cambiar nuestro destino, intentando crear nuestro
futuro.
La comprensión adecuada de la capacidad de cambio de la vida humana es
esencial en cualquier dinámica de grupo. Constituye un principio básico del
Trabajo Social como disciplina científica: podemos cambiar nuestras circuns-
tancias, dentro de un orden lógico de posi bilidades, y podemos cambiar y desa-
rrollar nuestros proyectos. La lógica de la ciudadanía contemporánea, clave de
nuestra identidad en sociedades democráticas, es la siguiente: configurar estruc-

128
Antonio López Pelaéz

turalmente nuestro entorno para que podamos ejercer nuestras capacidades y


vivir dignamente, eligiendo nuestros proyectos personales, sin sufrir los incon-
venientes del poder arbitrario, decidiendo como sujetos nuestro destino indivi-
dual, y contribuyendo con nuestra decisión como sujetos a nuestro destino
común .

4. TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS EN UN ENTORNO CAMBIANTE:


ECONOMÍA, SOCIEDAD Y DINÁMICA DE GRUPOS

El Trabajo Social con Grupos en el siglo XXI tiene que tomar como punto
de partida en el contexto tecno-económico en el que se desenvuelve la vida
de los ciudadanos en cualquier lugar del planeta. Los denominados Primer y
Tercer .Mundo coexisten tanto en España como en cualquier otro país, y la
economía basada en la innovación tecnológica está presente, también, en paí-
ses en vías de desarrollo. Tenemos que tomar en consideración el conjunto
de oportunidades y de constreñimientos que se derivan de la sociedad tecno-
lógica en la que estamos inmersos, en diferentes dimensiones: en los patro-
nes de comportamiento individual (recordemos el uso intensivo de tecnolo-
gías como la televisión o el teléfono móvil); en las pautas de consumo o en
los modelos de éxito y realización personal; y por supuesto en el análisis de
los procesos de exclusión social.
Cuando en una dinámica de grupos con personas con problemas relacio-
nales y adicción a sustancias psicoactivas, desarrollamos una serie de sesio-
nes dirigidas a fortalecer su identidad, mejorar sus habilidades relacionales,
favorecer sus capacidades de trabajo en equipo, y por supuesto abandonar no
so lo el consumo de sustancias, sino el entorno y las relaciones sociales uni-
das en las que se produce, tenemos siempre un objetivo claro: lograr la inser-
ció n social de estos ciudadanos. Para ello, tienen que integrarse en el mundo
laboral, tienen que desarrollar o fortalecer un conjunto de habilidades rela-
ci onales. Estas habilidades se definen en relación con el tipo de trabajo, el
entorno tecnológico, y las características de la sociedad en la que se van a vol-
ve r integrar como ciudadanos.
Y para ello, el trabajador social con grupos debe, previamente a establecer
el diagnóstico de la persona que acude a la institución correspondiente, tener
una idea clara sobre el entorno socioeconómico en el que, al final del proce-
so, se debe integrar cada uno de nosotros, y también las personas que van a
;ortalecer sus capacidades mediante la dinámica de grupo. Como hemos visto

129
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

en el capítulo 1 de este libro, también hay que tomar en consideración las


nuevas tecnologías y el entorno online a la hora de diseñar dinámicas grupa-
les. Por ejemplo, disponemos ya de experiencias en las que varios usuarios
(entre 5 y 7) se reúnen semanalmente con el trabajador social a través del
ordenador, con su pantalla y sus auriculares, en el ámbito de personas afec-
tadas por el cáncer de mama. Los avances en las nuevas tecnologías van a per-
mitir que las interacciones online, como las videoconferencias, sean cada vez
más accesibles y con más calidad.
La interacción entre tecnología, economía y sociedad ha generado un
nuevo contexto social, en el que se redefinen las estructuras sociales que han
caracterizado las sociedades industriales: «la emergencia de la sociedad red,
como una nueva estructura social dominante en la era de la información, es
un fenómeno mundial» (Castells, 1997: 24). Este proceso afecta tanto a Espa-
ña como a cualquier país del globo terráqueo. En un contexto de transforma-
ción acelerada, el trabajador social con grupos debe tomar en consideración
las previsiones sobre los impactos de las nuevas tecnologías en nuestro entor-
no, para poder hacer frente a sus posibles consecuencias, y aumentar la infor-
mación que nos permita adaptarnos a un contexto caracterizado por el
aumento de la incertidumbre. Quizás los procesos de cambio a los que esta-
mos sometidos se expresan mejor que en ningún otro sitio en la gestión
empresarial y en las nuevas formas de producción y organización, que han
surgido de la mano de la aplicación intensiva de las nuevas tecnologías, y que
reclaman más y mejores habilidades sociales en los trabajadores, poniendo de
relieve el papel crucial que tienen las dinámicas de grupo en un entorno
caracterizado por el valor intrínseco del conocimiento como principal activo
de cada compañía.
En este sentido, algunas de las primeras investigaciones más relevantes en
los inicios del siglo XX (y por lo tanto de nuestra disciplina) sobre el papel que
juegan los grupos humanos tuvieron lugar, precisamente, en un entorno
industrial, motivado por un interés económico: mejorar la productividad
mediante la incorporación de nuevas tecnologías, en este caso la luz eléctri-
ca. Como muestran las investigaciones de Elton Mayo en los talleres que la
compañía Western Electric Company tenía en Hawthorne (Chicago) (1924-
1940), la productividad no podía explicarse solamente en función de la incor-
poración de la tecnología, sino que tenía que tomar en consideración otros
factores sociales, dando lugar a lo que se ha denominado la Escuela de Rela-
ciones Humanas (Mayo, 1972). En relación con nuestra disciplina, podemos
resaltar algunas aportaciones clave que pusieron de relieve el importante

130
Anton io López Pe laéz

papel que juegan los grupos pequeños, los grupos informales, o los patrones
de comunicación:

- En relación con la dimensión social del ser humano, estas investigacio-


nes muestran que el trabajo, mecanismo clave de inserción social, es
siempre una actividad de grupo.
- En los grupos se generan dinámicas de poder, de inclusión y de exclu-
sión social. Muchas veces las quejas de los miembros no responden
tanto a un problema real, cuanto a manifestar la preocupación de una
persona por su status y su prestigio dentro del grupo.
- Las necesidades sociales consti tuyen motivaciones clave para los traba-
jadores. Cada uno de ellos no es simplemente un individuo, como pos-
tulaba el taylorismo, sino que participan en una tarea colectiva. Inde-
pendientemente de la planificación económica, generan grupos infor-
males en los que se integran y mediante los cuales afrontan los objeti-
vos laborales como un conjun to organizado. En este sentido, el senti-
miento de pertenencia, la necesidad de aceptación en el grupo, y la
seguridad que se deriva de la inclusión en el mismo, se revelan como
factores más relevantes para elevar la productividad, que las condicio-
nes físicas en las que desempeñan su actividad laboral.
El denominado enfoque «sociotécnico», (que muestra el papel central que
j uegan los grupos, tanto en relación con la mejora de la productividad, cuan-
to en relación con la integración, sati sfacción y autorrealización de los miem-
bros del grupo), también tiene su punto de partida en el estudio de las expe-
ri encias laborales. Tras la Segunda Guerra Mundial, y desde una perspectiva
más psicológica que sociológica, en el instituto Tavistock, fundado en 1947,
-e desarrollaron una serie de investigaciones sobre las minas de carbón ingle-
.:as, llevadas a cabo por Trist y su co laboradores (1951 ). Su objetivo era ana-
izar cómo influían los cambios tecn o lógicos en el rendimiento de los traba-
·adores.
Desde la perspectiva de nuestra d isciplina, una de sus conclusiones fun-
damentales fue la siguiente: la introducción de tecnologías debe tener en
cuenta las relaciones sociales de los trabajadores, y los grupos pequeños,
estables y productivos que ya exi sten en un entorno determinado. La simple
ntroducción de tecnología, sin tener en cuenta los grupos de trabajo, y las
necesidades y preferencias de los trabajadores, por sí misma no conlleva
necesariamente mejoras en la productividad, ni una mayor eficacia en la eje-

131
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

cución de las tareas. De nuevo, tomar en consideración la dinámica grupal se


convierte en un tema clave.
El trabajador social con grupos debe tomar en consideración la situación
concreta en la que se desarrolla su actividad profesional, en nuestro caso la
sociedad tecnológica avanzada de la segunda década del siglo XXI. La expan-
sión de las nuevas tecnologías no se limita a los países altamente industriali-
zados: la mundialización y la globalización implican que el surgimiento de
las sociedades y las economías tecnológicamente avanzadas se da a la vez en
todo el planeta, proyectando nuevas oportunidades y a la vez nuevas sombras
sobre el desarrollo de diversas zonas del mundo. De ahí la importancia de las
políticas institucionales y educativas, que permitan avanzar en el desarrollo
equilibrado de las sociedades del futuro (en las cuales ya estamos de ante-
mano, y de las que no nos podemos quedar al margen). Frente a otras épocas
históricas, el análisis crítico de las pos ibilidades y tendencias de la nueva
sociedad tecnológica nos puede permitir intervenir en el diseño de la socie-
dad futura. Podemos prevenir con tiempo los efectos negativos, y tomar con-
ciencia de los rasgos específicos de la sociedad en la que vivimos. En este sen-
tido, no podemos obviar en las dinámicas de grupo el papel que juega Inter-
net, y los nuevos y viejos problemas sociales que se redefinen en la red .
Dos de las principales actividades programadas por Jane Addams en la
Hull House en Chicago tenían que ver con el aprendizaje del inglés, y con la
capacitación para aprender un oficio y trabajar en equipo. Hoy en día, los tra-
bajadores sociales tenemos que tener información clara sobre el mercado de
trabajo, sobre las habilidades relacionales que se demandan a los trabajado-
res, y sobre las características de la sociedad en la que los usuarios de las diná-
micas de grupo quieren integrarse. Muchas de las situaciones de exclusión
que padecen nuestros usuarios tienen su origen en su situación de desempleo,
o están relacionadas con la falta de habilidades para incorporarse al mercado
de trabajo. A la vez, los trabajadores sociales son «trabajadores», se integran
en organizaciones y aspiran a desarrollar una carrera profesional exitosa. A
continuación, exponemos algunas características de la sociedad y la econo-
mía en la que nos encontramos inmersos.
El análisis sobre la relación entre tecnología, economía y sociedad debe
tener en cuenta dos variables:

- La escasez de capital a nivel mundial, que exige ser más competitivos


(tanto en precios como fundamentalmente en recursos humanos).

132
Antonio López Pe laéz

- Las especificidades de los mercados y de las ideas y cualidades propias,


que permiten crear nuevas oportunidades de empleo y de ocio.

Respondiendo a estas dos var iab les, se han formulado diversas propuestas
sobre la flexibilidad. Una flexibi lidad que no se limita a la flexibilidad labo-
ral, y se amplía a la flexibilidad en la formación, aumento de la capacitación
del trabajador, creación de diversas posibilidades de empleo y de crecimien-
to laboral y personal. En este contexto, es necesario analizar las nuevas opor-
tunidades y riesgos, ya que la demanda de mayor flexibilidad a menudo va
unida a una reducción de los sal ari os y una mayor inestabilidad en el puesto
de trabajo. Tras la larga crisis eco nó mica y social que se generó con la crisis
de las hipotecas subprime en 2007, aumentaron las demandas de formación
y cualificación, pero no se incrementaron los salarios. En este punto, necesi-
tamos no solo estrategias individual es de supervivencia. Necesitamos también
respuestas institucionales, más y mej ores programas educativos, de formación
permanente, y también de intervenc ión social , que permitan aumentar nues-
tra capacidad competitiva. Pero no hay que centrarse solo en el individuo.
Necesitamos también respuesta s institucionales que consoliden nuestras
estructuras o mallas o redes de protección social, en un entorno de mayor
incertidumbre.
Las claves del éxito o del fracaso, en términos de sostenibilidad social de la
nueva sociedad y la nueva economía (Carnoy, 2001) dependen de la articula-
ción de las respuestas institucionales correctas. Y, en este ámbito, el Estado del
Bienestar, las poi íticas sociales, y los trabajadores sociales, juegan un papel
insustituible, desde una perspecti va basada en la noción de c iudadanía, confi-
gurando la sociedad para que cada persona pueda establecer su trayectoria
individual. Por ejemplo, en relac ión con el tema del empleo en la sociedad
contemporánea (y con un empleo de calidad que permita la realizac ión de los
seres humanos), Freeman y Soete son taxativos al señalar la importancia de los
cambios institucionales, resaltand o co n ello la capacidad y la necesidad de una
gestión institucional (pública y pri vada) adecuada: «La velocidad de expansión
y la consiguiente posibilidad de creación de empleo dependerá, sin duda algu-
na, de la política económ ica genera l y de las políticas específicas de cambio
institucional en áreas relacionadas con las TIC (tecnologías de la información y
la comunicación) que se adopten en los próximos años» (Freeman y Soete,
1996: 88).
Los modelos de implantación y gestión de las nuevas tecnologías no están
predeterminados. Ciertos ejempl os de nuevas empresas multinacionales en

133
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

actividades de tecnología media, en la que lo decisivo es la imagen, el dise-


ño, la presentación y la adaptación al público, nos señalan un uso diferente
de las nuevas tecnologías que pueden independizarnos de las corrientes y los
modelos de gestión más comunes. Por ejemplo, un rasgo de las sociedades
tecnológicas es la definición virtual de la realidad, la importancia de los
medios de comunicación de masas, y la consiguiente necesidad de inversión
publicitaria para crear opinión, ya que no puede crearse de otro modo. Sin
embargo, en el caso de la empresa española Zara, que no invierte en publici-
dad televisiva, se demuestra la tesis contraria, frente al gasto publicitario masi-
vo de otras empresas de venta al detalle españolas, como El Corte Inglés. En
el caso de la empresa gallega, funciona el «boca a boca» con un éxito decisi-
vo, y no sólo en España. El denominado 'fenomeno' Zara se ha convertido en
uno de los ejemplos a seguir, y como tal se analiza en las mejores escuelas
de postgrado del mundo, como la de la Universidad de Harvard, o el IESE en
España. Y su fundador, Amancio Ortega, ocupa en octubre de 2015 el primer
puesto como persona más rica del mundo según la revista Forbes.

4.1. Tecnología, organizaciones y dinámicas grupales

La transformación que experimentan nuestras sociedades a nivel mundial


se asienta en una triple revolución: la revolución tecnológica (tecnologías de
la información y comunicación, tecnologías de la automatización industrial,
y tecnologías genéticas), la revolución en las fuentes de energía, y la revolu-
ción de las formas de gestión y organización empresarial. La conjunción de
estos factores, independientemente del estudio de sus orígenes y su influen-
cia mutua, está en el origen de los cambios que podemos detectar tanto en la
sociedad, cuanto en las organizaciones empresariales. En un nuevo contexto
basado en el conocimiento, las organizaciones se modifican, tanto públicas
como privadas. El modelo para la gestión de los recursos humanos, en un
ayuntamiento, en una fundación, o en una empresa privada, se define en fun-
ción de la gestión del conocimiento y las nuevas tecnologías.
Hoy en día, la capacidad de aprendizaje, el conocimiento, y la innovación
se convierten en la clave de lo que se denomina en el ámbito de la organiza-
ción de empresas, la organización inteligente. Es decir, una organización que
aprende, que innova, y que se adapta a un contexto en continuo cambio, en
el que el conocimiento se convierte en el principal factor de producción.
Cualquier análisis de las organizaciones empresariales y de la cultura de la

134
Antonio López Pelaéz

empresa debe comenzar por caracterizar este nuevo contexto en el cual se


desarrolla la empresa, y que la hace posible. Y cualquier diseño de una inter-
vención basada en la dinámi ca de grupos para lograr potenciar determinadas
habilidades sociales que permitan una mejor interacción en el puesto de tra-
bajo, y un mayor equilibrio personal , deben tener en cuenta las característi-
cas del entorno laboral en el que cada uno de nosotros se integra. A la vez,
la propia organización en la que desempeñan su tarea los trabajadores socia-
les, se redefine en función de la gestión del conocimiento.
El concepto «sociedad tecnológica avanzada» intenta definir esa sociedad
emergente en constante crecim ien to, muy diferente a las sociedades indus-
triales que nos han precedido. Se trata de una sociedad 'post-industrial ', con
nuevas formas de producción, comunicación y gestión. En ella se redefinen
los patrones fundamentales de soci alización propios del pasado más reciente.
Diversos autores han propuesto diferentes denominaciones para esta nueva
sociedad: 'sociedad informacional', 'sociedad-red', 'sociedad postindustrial' ...
Más allá del debate sobre los términos con los cuales definir la sociedad tec-
nológica en la que nos encontramos, y sobre la fecha en la cual situar su ori-
gen histórico, todas las perspectivas de análisis constatan la mutación de la
realidad socio-económica en función de las nuevas tecnologías, de una forma
a veces impredecible y por lo tanto incontrolable. Las transformaciones en
curso exigen nuevas instituciones, nuevas leyes, nuevas formas de gestión .
Los cambios pueden observarse claramente en el ámbito empresarial. Las
nuevas formas de producción y gestión que han surgido de la mano de la apli-
cación intensiva de las nuevas tecn ologías, y de los procesos de reestructura-
ción del capitalismo industrial a partir de la década de los años 1970, han pro-
ducido un reordenamiento en la cultura empresarial. Muchas empresas han des-
aparecido porque que no han sab ido transformarse en función de las exigencias
de dichas tecnologías. El debate en la literatura científica sobre el fordismo, el
postfordismo y la producción ajustada (lean production), ilustra esa evolución.
El desarrollo de las nuevas tecn ologías acaba transformando el medio en
el cual se aplican , hasta hacer entrar en crisis los criterios básicos de dichas
economías . Por ejemplo, la evoluc ión económica derivada de la revolución
de las tecnologías de la informac ión y la comunicación ha puesto en entredi-
cho algunos de los criterios fundamentales de la teoría económica clásica,
como el que defendía la impos ibi lidad de conjugar alto crecimiento, baja
inflación y bajo nivel de paro. Sin embargo, esto es lo que ha ocurrido en los
últimos diez años del siglo XX en EE U U, y por ello se acuñó el término 'nueva

135
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

economía' para referirse a una economía basada en las nuevas tecnologías e


Internet.
Y, a su vez, de forma paradójica, el modelo de la nueva economía no ha
pod ido superar las consecuencias de uno de sus mayores éxitos: la ingeniería
fina nciera. La falta de análisis críticos sobre los posibles efectos negativos de
la ingeniería financi era en la década de 1990, tuvo una consecuencia que
ahora se revela dramática: una aceptación generalizada de un modelo finan-
ciero que ha generado una destrucción de riqueza, empleo y bienestar muy
relevante, como podemos ver en la actual situación de crisis financiera inter-
nacional, que comienza con la debacle de las hipotecas subprime en Estados
Unidos de América en 2007.
Desde ese año, se ha abierto paso una profunda recesión en EEUU y en la
UE, en un contexto laboral caracterizado por una mayor desregulación y una
menor protección social. Las consecuencias sobre el aumento de la desigual-
dad social y la exclusión en nuestras sociedades, han vuelto a poner de relie-
ve la importancia de las instituciones públicas a la hora de afrontar los retos
socia les que se derivan de los nuevos modelos de producción y gestión. Una
de las preguntas, ocho años después, en otoño de 2015, es la siguiente:
¿cómo redefinir las políticas de austeridad tras la experiencia de estos ocho
años? ¿Cómo afrontar un cambio en la dinámica económica y un nuevo
patrón de crecimiento? ¿Cómo redefinir y financiar nuestro estado del bien-
estar?
Desde la perspectiva del Trabajo Social con Grupos, hay una cuestión
clave en el proceso de transformación en el que se encuéntran las sociedades
tecnológicas avanzadas: la sostenibilidad social de nueva economía. El análi-
sis sobre la vinculación de la economía y la sociedad debe romper con los
modelos teóricos en los que se caracteri za el nuevo modelo de trabajo y de
'economía', haciendo abstracción del contexto social en el que se da y que la
hace posible. En este sentido, es necesario recuperar la tradición de la eco-
nomía política, y vincular crecimiento económico con integración social (Car-
noy, 2001). El análisis detallado de las transformaciones en el trabajo, en la
familia y en las comunidades nos presenta un futuro abierto, con característi-
cas comunes a todas las economías avanzadas. Pero también constatamos
grandes variaciones en función de los consensos básicos sobre el modelo de
sociedad que tienen los ciudadanos en diversos lugares del planeta. Los cam-
bios en el trabajo, derivados de la transición hacia una economía global basa-
da en las nuevas tecnologías y el conocimiento, y los cambios en las familias

136
Antonio López Pelaéz

y en las comunidades, no tienen por qué tener a priori consecuencias negati-


vas. Pero sí presentan graves riesgos de descomposición social, dualización y
desintegración si se gestionan desde modelos que no tengan en cuenta las
nuevas características del trabajo, la familia y las comunidades, y las nuevas
exigencias de una economía basada en el conocimiento.
La tesis fundamental de Carnoy es la siguiente: la gestión de las nuevas
posibilidades y riesgos depende de teorías tradicionales que descansan en un
modelo de trabajo y de familia que ya no existe. Por ello, puede ponerse en
riesgo el crecimiento económico si no se abordan desde nuevos modelos de
integración social que tengan en cuenta las características específicas de las
'sociedades del conocimiento' emergentes. La 'sostenibilidad' que pasa por
crear o recrear instituciones que permitan aumentar la cohesión social. El cre-
cimiento económico basado en una economía flexible, cuya principal fuente
de valor es el conocimiento, exige instituciones integradoras que hagan
socialmente sostenible la economía, y que permitan a los trabajadores obte-
ner los niveles educativos adecuados. Ahora bien, la familia nuclear de las
sociedades industriales del siglo XX, constituida como unidad de consumo e
inversión, está sufriendo graves transformaciones, al igual que las comunida-
des en las que se integran los indiv iduos.
No podemos seguir recurriendo a modelos del pasado que ya no funcionan ,
en gran medida porque están dejando de existir. De ahí el riesgo que tiene,
para el autor, la defensa a ultranza neoconservadora del papel del mercado
como creador de las condiciones en las que florecerán la alta tecnología y la
alta productividad: los actuales modelos conservadores dependen de un mode-
lo de trabajo y de familia que ya no existen. Del mismo modo, la defensa a
ultranza de la reducción del papel de lo público se basa en un diagnóstico
equivocado, y tiene como consecuencia un aumento de la desigualdad social ,
favoreciendo la ruptura de la cohesión social. La aplicación de modelos erró-
neos puede llevar a que «los mi smos cambios que supuestamente iban a
aumentar la productividad de los trabajadores, pueden acabar reduciendo la
capacidad de las sociedades para generar riqueza económica» (Carnoy, 2001:
187).
Desde una perspectiva complementaria a la expuesta, R. Reich, en su obra
'The future of success' (Reich, 2001 ), analiza las características del modelo de tra-
bajo en el nuevo contexto de las economías avanzadas, y las tendencias duali-
zadoras entre dos grupos de trabajadores: Por un lado, el grupo formado por
aquellos que tienen elevadas competencias en el ámbito de la creatividad (a los

137
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

que denomina 'geeks'), y aquellos que tienen elevadas competencias en el


campo de la creación de nuevas necesidades en los consumidores, y por ello tie-
nen mayores habilidades para la venta de productos de todo tipo (a los que deno-
mina 'shrinks'). Frente a ellos, están el resto de trabajadores con escasas compe-
tencias y que, en un mercado donde los puestos de trabajo son cada vez más
'volátiles' (se crean más rápido, pero se destruyen antes), se encuentran con un
futuro más incierto.
Al igual que Carnoy, Reich contrasta este nuevo modelo de trabajo con la
transformación de las condiciones de vida, caracterizada por el aumento de la
fragilidad, y la pérdida de la cohesión social. La compulsión por trabajar cada
vez más, y más competitivamente, en un mercado cada vez más desregulado
y con menos garantías sociales derivadas del contrato de trabajo, lleva al des-
cuido de las relaciones personales y familiares, y favorece la disolución de las
redes de apoyo que permiten sortear las dificultades económicas (y de cual-
quier otro tipo) en la vida de los individuos. Por ello, ante este nuevo contex-
to, Reich propone diversas medidas dirigidas a garantizar el empleo de los tra-
bajadores en contextos de crisis, aumentar la protección y la cobertura social
de los que se encuentran en situación de necesidad, y diseñar una intervención
pública que haga posible aumentar la 'zona de prosperidad' en nuestras socie-
dades.
La globalización, y la aparición de una competen cia mundial, (posible por
las nuevas tecnologías de comunicación, producción y transporte) han cam-
biado también las perspectivas de las organizaciones empresariales. Se ven
abocadas a una especialización mayor, y a responder con ofertas globales a
una competencia global. El mercado es mundial, y por ello es necesario ser
competitivo a nivel mundial. Esta transformación explica las fusiones entre
empresas y los procesos de concentración empresarial que observamos en el
mundo de la banca o de las telecomunicaciones. Y acaba afectando a todos
los sectores de la economía, que se enfrentan a una competencia global. La
mundialización y la globalización implican que las sociedades y economías
tecnológicamente avanzadas se dan a la vez en todo el planeta, proyectando
nuevas oportunidades de negocio, y exigiendo nuevas formas de gestión que
tengan en cuenta esta dimensión planetaria. En una economía donde el cono-
cimiento es el principal productor de riqueza, la competencia viene dada no
tanto por la diferencia sa larial o las ayudas in stitucionales, cuanto por la inver-
sión en investigación y desarrollo. Y ello exige la implantación de políticas
educativas adecuadas, y un fortalecimiento del Estado del Bienestar, para
poder garantizar los adecuados niveles de sa lud, educación y consumo nece-

138
Antonio López Pelaéz

sarios en una economía avanzada, y también necesarios desde la perspectiva


de los Derechos Humanos, para hacer justicia a la dignidad de cada persona.
Desde una posición teórica d iferente, pero complementaria también ,
Richard Sennett hace hincapié en las consecuencias de la flexibilidad y la
individualización en el trabajo y en las organizaciones, y sus consecuencias
sobre la identidad de las per:; nas, los grupos y las comunidades. En un
entorno en el que nada es fijo, en el que cada trabajador tiene que buscar su
propia trayectoria laboral, en el que no hay compromisos, y en el que todo se
interpreta en términos de competencia salvaje, se produce el fenómeno que
denomina «la corrosión del carácter»: «lo que hoy tiene de particular la incer-
tidumbre es que existe sin la amenaza de un desastre histórico; y en cambio
está integrada en las prácticas cotidianas de un capitalismo vigoroso. La ines-
tabilidad es algo normal, y el emp resario de Schumpeter sirve como ejemplo
de Everyman ideal. Es posible que la corrosión del carácter sea una conse-
cuencia inevitable. La consigna de l «nada a largo plazo» desorienta la acción
planificada, disuelve los víncu los de confianza y compromiso y separa la
voluntad del comportamiento» (Sennett, 2009: 30-31 ).
Aparentemente, en la narración épica de la trayectoria de los directivos, los
creadores de empresas, y los triu nfadores en cualquier ámbito, la decisión
individual y la competencia personal ofrece la explicación de su éxito. Por
ello, las proclamas neoliberales han suprimido la referencia a la interacción
grupal, a la familia y a la comun idad, y nos describen un individuo que sobre-
vive, busca y conquista su bienestar. La consecuencia lógica es que debe
reducirse el papel del Estado del Bienestar, la lealtad y los vínculos con los
demás, tanto con los grupos en los que cada uno de nosotros se integra, como
de la propia familia (que debe estar dispuesta a abandonar un puesto de tra-
bajo y un lugar de trabajo en cada instante, en función de los requerimientos
de cada individuo -con lo cual su estabilidad deviene imposible-). El objeti-
vo final es favorecer la acción del individuo sin restricciones. Pero, como se
pone de manifiesto para cualqui er observador cuidadoso, se producen los
siguientes efectos:

- En primer lugar, la ruptura de los vínculos, los afectos, la lealtad y los


proyectos a largo plazo genera efectos perniciosos en cada uno de nos-
otros, hasta el punto de hacer insostenible nuestra propia trayectoria
vital. En los momentos de fracaso o debilidad, la vinculación con los
otros, la acción como grupo organizado para defender nuestros dere-
chos o luchar por la competencia de nuestras empresas, y es el apoyo

139
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

de la familia, constituyen las auténticas ventajas competitivas de cada


persona. «Una de las consecuenci as no deliberadas del capitalismo
moderno es que ha reforzado el valor del lugar y ha despertado un
deseo de comunidad. Todas las condi c iones emocionales que hemos
explorado en el lugar de trabajo animan ese deseo: las incertidumbres
de la flexibilidad; la ausencia de la confianza y compromiso con raíces
profundas; la superficialidad del trabajo en equipo; y, más que nada, el
fantasma de no conseguir hacer nada de uno mismo en el mundo, de
«hacerse una vida» mediante el trabaj o. Todas esas situaciones impulsan
a la gente a buscar otra escena de ca riñ o y profundidad» (Sennett, 2009:
145).
- En segundo lugar, la aparente libertad estructural que ofrece el capitalis-
mo flexible oculta una tradicional forma de dominación y jerarquización :
«Estas son, pues, las fuerzas que incli nan a la gente hacia el cambio: rein-
vención de la democracia, especializaci ó n flexible de la producción, con-
centración sin centralización . En la rebe lión contra la rutina, la aparición
de una nueva libertad es engañosa. En las instituciones, y para los indivi-
duos, el tiempo ha sido liberado de la jaula de hierro del pasado, pero
está sujeto a nuevos controles y a una nueva vigilancia vertical. El tiem-
po de la flexibilidad es el tiempo de un nuevo poder. La flexibilidad
engendra desorden, pero no libera de las restricciones» (Sennett, 2009:
61) .
- En tercer lugar, la aparente desapari ci ó n de las clases sociales y el triun-
fo del individualismo oculta la polarizac ión progresiva de la estructura
ocupacional , las mayores dificultades para lograr una movilidad social
ascendente, y la progresiva ampliac ió n de los colectivos en riesgo de
padecer una situación de exclusión soc ial. Se trata de una contradicción
clave en nuestras sociedades avanzadas: procl amamos los derechos de
los ciudadanos, pero a la vez el mercado de t rabajo, principal meca-
nismo de inserción social, muestra síntomas de una degradación pro-
gresiva, y parece evolucionar hac ia una estructura ocupacional más
polarizada: «hay indicios en esa di recc ión, provenientes, sobre todo,
del crecimiento de un nuevo proletariado de los servicios, y de la per-
sistencia y los perfiles de las situaci o nes de pobreza relativa entre ocu-
pados» (Gutiérrez, 2008: 350) . En plena crisi s del modelo neoliberal
dominante en las pasadas décadas, seguimos sin embargo experimen-
tando las consecuencias de la config urac ión del mercado de trabajo que
se ha generado en estos años.

140
Anton io López Pelaéz

4.2. Trabajo social con grupos y empleo: competencias y habil idades


en un entorno cambiante

Dos de las competencias específicas que deben adquirir los estudiantes de


la asignatura «Teoría del Trabajo Social con Grupos» son las siguientes. En pri-
mer lugar, interactuar con personas, grupos, comunidades y organizaciones
para conseguir cambios, que faciliten el desarrollo personal y comunitario, con-
tribuyendo a la mejora de las condiciones de vida de los implicados, mediante
la utilización de los modelos, métodos y técnicas del Trabajo Social con Gru-
pos. En segundo lugar, facilitar la inclusión social de los grupos de personas
marginadas, socialmente excluidas, desposeídas, vulnerables y en riesgo.
Para conseguir ambas competen cias específicas, hay que tomar en consi-
deración el entorno en el que se producen los procesos de exclusión e inclu-
sión social, y el papel que juega en dichos procesos el mercado de trabajo,
caracterizado por la incorporación de lo que denominamos la tecnociencia
como un elemento estratégico. La implantación y manejo de las nuevas tec-
nologías modifica radicalmente los patrones de gestión empresarial, de rela-
ciones humanas, generando nuevos modelos que transforman la realidad
industrial y de servicios. Y los núcleos de desarrollo tecnológico se configu-
ran como tecnópolis, en las cual es se unen diversas circunstancias: una fuen-
te de investigación tecnológica; una fuente de capital dispuesto a asumir ries-
gos, ya sea público o capital de alto riesgo gestionado por empresas financie-
ras especial izadas y una fuente de fuerza de trabajo técnica y científica; la arti-
culación de dichos elementos a través de un empresario institucional, gene-
ralmente público o para público; un proceso de sinergia con base en los ele-
mentos anteriores que genere un valor superior al de cada uno de los ele-
mentos singulares aislados.
La relación entre la Ciencia, la Tecnología y la Industria es paralela a la
relación entre la Ciencia y la Tecnología con la Economía. Hoy en día se han
convertido en el factor esencial que rige el desarrollo industrial y económico,
y por lo tanto en el motor del desarrollo social. La historia del siglo XX es la
historia del surgimiento de ciudades industriales ligadas a la tecnología, al
igual que en el siglo pasado el desarrollo de la industria química y de la tec-
nología necesaria para ella provocó una transformación de la estructura indus-
trial , social y universitaria de Al emania. El análisis de una ciudad, de su teji-
do industrial y de sus sucesivas reindustrializaciones, con todo el impacto que
esto genera, es inseparable del desarrollo y aplicación de las nuevas tecnolo-
gías. Las variaciones de los centros de gravedad industrial van unidas a la

141
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

expansión de las nuevas tecnologías, a su uso y a su diseño. Precisamente por


ello, la industria adopta como eje fundamental de su desarrollo la inversión
tecnológica, y las nuevas tecnologías se convierten en el gran campo de pro-
ducción industrial, como ocurre con la fabricación de «microchips», ordena-
dores personales o máquinas automáticas.
El eje central de las sociedades contemporáneas es lo que denominamos
'sistema tecnológico' (López Pelaéz, 2002 ), producido por la interrelación
entre la ciencia, la tecnología, y la sociedad. En este 'sistema tecnológico' se
integran la ciencia y la técnica como un todo continuo; se integran las carac-
terísticas concretas de cada sociedad; y se integran los modos de producción
y consumo. Y da lugar a una realidad 'nueva', a un nuevo modelo de socie-
dad, de trabajo, de relación con la tecnología, de experimentación del tiem-
po y del espacio ... Aunque surge en continuidad histórica con el pasado
inmediato, supone una ruptura y el establecimiento de nuevos patrones de
interacción social, que conviven con las pautas de comportamiento tradicio-
nales.
Podemos definir 'sistema tecnológico' de la siguiente forma: conjunto
dinámico de tecnologías de una sociedad determinada, en el que se integran:
1) la ciencia y la técnica como un todo continuo; 2) los intereses sociales, los
rasgos característicos y las exigencias de cada sociedad concreta, y el con-
junto de sus instituciones de innovación tecnológica; 3) los efectos transfor-
madores del conjunto de tecnologías, que no se redu cen a la mera suma de
los avances tecnológicos sectoriales. En este nuevo entorno se desarrolla la
actividad profesional de los trabajadores sociales con grupos. Parte de su tra-
bajo consistirá en fortalecer las competencias y habilidades de los miembros
del grupo para integrarse en este modelo de sociedad, que demanda cada vez
mayores habilidades relacionales de los ciudadanos.

Desde nuestra perspectiva, podemos resal tar las siguientes características:

- Complejidad: Nuestro mundo es un mundo «híbrido» de tecnologías de


diverso tipo, en el que la Ciencia y la Tecnología forman una unidad.
Por eso, la realidad concreta de nuestro mundo es un «Sistema tecnoló-
gico». En este sistema, se integran la ciencia y la técnica, las demandas
y necesidades sociales, las instituciones, etc., generando una nueva rea-
lidad social. Una sociedad con una dinámica propia de desarrollo tec-
nológico, diferente a la mera suma parcial de intereses sectoriales de
cada tecnología nueva desarrollada de forma autónoma por ámbitos

142
Antonio López Pelaéz

científico-económicos diferentes. Se crean nuevos espacios de comuni-


cación , de interacción soci al, de vida, que generan nuevos problemas y
nos enfrentan con retos organizativos, sociales, culturales y de orden
público diferentes a los anterio res. Nos ofrece nuevas posibilidades de
bienestar, y nuevas posibil idades de discriminación social ...
- Operatividad: la tecnología surge de las necesidades de la realidad
social, y vuelve a ella dispuesta a transformarla, articulándose en torno
a criterios de eficacia y control. El desarrollo tecnológico va dirigido a
resolver las exigencias operativas de los problemas o situaciones rele-
vantes. Al transformar la rea lidad, la cambia no solo en función de las
intenciones de aquell os que demandan la solución tecnológica a un
determinado problema, sino q ue configura dicha realidad desde la lógi-
ca propia de cada tecnología concreta.
- Autonomía: La tecnología supone una forma de conocimiento específica.
En cada tecnología hay inscrita una tendencia a concebir y organizar el
mundo de una determinada manera. Esta configuración tecnológica de la
realidad se desenvuelve de forma independiente de los intereses de quie-
nes la implantan, es decir, tiene un desarrollo autónomo, a menudo
imprevisible para aquellos que la desarrollaron por primera vez. Los
impactos de tecnologías como el reloj, la imprenta o la robótica van
mucho más allá de las intenciones iniciales de quienes las desarrollaron,
generando un cambio profundo de las sociedades en las que se implan-
tan. «La tecnología también implica una transcendencia de los materiales
utilizados para contenerla. Cuando los elementos se unen exactamente
como corresponden, producen un efecto de encadenamiento que trans-
ciende a las partes» (Kurzweil, 1999: 33). Y esto afecta no solo a la mate-
rialidad de los aparatos, sino también a su aplicación social.
- Dimensión grupal: el sistema tecnológico es un producto social, tanto
en el desarrollo de tecnologías, como en el uso de las mismas. La forma
en la que los miembros de una sociedad desarrollan, usan y se apropian
de las ventajas de las tecno logías determina el devenir histórico de
dicha sociedad, y la posición de cada uno de sus miembros dentro del
entramado social.
- Impacto ecológico y social: El impacto de las nuevas tecnologías trans-
forma el medio ambiente, tanto el natural como el social. En el caso
concreto de las tecnologías de la información, su impacto social es
mucho más elevado que su impacto medio-ambiental. Los impactos de

143
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

las nuevas tecnologías afectan al ri tmo de cambio socio-histórico, a la


configuración concreta de nuestras estructuras de producción, de con-
sumo y de ocio, y a los objetos producidos.
- Impacto económico e industrial: la ciencia-tecnología se ha convertido en
el factor esencial que rige el desarrollo industrial y económico. La interre-
lación entre ciencia, tecnología e industria pone en primer plano de la
actualidad la financiación y la política científica, como una de las herra-
mientas fundamentales de cada sociedad para desarrollarse. La renuncia a
una política activa de investigación, desarrollo e innovación, supone la
exclusión de un país o sociedad determinada del nuevo orden mundial. ..
Y ante la escasez presupuestaria, la correcta inversión de los recursos apa-
rece como un valor fundamental, que exige estudios prospectivos que per-
mitan dirigir el desarrollo de cada sociedad en la dirección más adecuada.
- Impactos psicológicos: las consecuencias sociales y psicológicas de un
sistema técnico tan complejo como el que caracteriza a las sociedades
tecnológicas avanzadas, han sido estudiadas desde diversas perspecti-
vas teóricas. La complejidad de todo lo que nos rodea, y la incapacidad
de cada individuo para comprender su entorno tecnológico, provoca
nuevas patologías derivadas de la sensación de impotencia, y de la pér-
dida del sentido de la realidad ante lo que nos rodea. El desarrollo, la
comprensión y la gestión de la tecnología debe abordarse institucional-
mente, colectivamente: es una tarea imposible para un solo individuo.

5. CONCLUSIONES:

En este capítulo, hemos analizado las raíces del Trabajo Social con Grupos
como disciplina científica: la Ilustración y las Revoluciones Industriales, des-
cribiendo también algunos rasgos característicos de las sociedades contem-
poráneas. Las conclusiones básicas que podemos formular son las siguientes:

- En primer lugar, la dimensión teórica del conocimiento científico. El


Trabajo Social como disciplina científica, y dentro de ella el Trabajo
Social con Grupos, se caracterizan también por el desarrollo de para-
digmas teóricos que analizaremos en posteriores capítulos de este libro,
y que nos permiten entender mejor nuestro entorno, y establecer pau-
tas de intervención adecuadas para lograr los objetivos previstos. En
este sentido, cuando un trabajador socia l realiza un diagnóstico y un

144
Antonio López Pe laéz

proyecto de intervención, no lo justifica alegremente o de manera tri-


vial: responde a un enfoque científico, profesional, y en la medida en
que sea así, reforzará el prestigio social de la profesión.
- En segundo lugar, la importancia de la libertad del pensamiento, el
pragmatismo y el utilitarismo, que caracterizan la ciencia moderna, y
que se remontan a la Ilustración como momento álgido de la historia en
el que se analizan las re laciones sociales, el poder, las leyes o la natu-
raleza humana desde una perspectiva racional, abierta a la compara-
ción, el análisis crítico, y la comprobación de los argumentos en liza,
sin dejarse influir por la tradición o la religión.
- En tercer lugar, la importancia del desarrollo científico-técnico, que da
origen a la Primera y Segunda Revolución Industrial, y en la actualidad
a la nueva sociedad emergente. Cambian los modelos de producción,
de consumo, de ocio, y también cambia radicalmente el contexto
social, y se generan nuevas formas de pobreza y de exclusión social que
se encuentran en el origen de nuestra disciplina.

6. LECTURAS RECOMENDADAS:

6.1. Texto:

«Los valores de Ilustración se contraponen todavía a la hegemonía y al


poder establecido. El autoritari smo sigue proliferando; la mayoría de los
habitantes del mundo contin úan sufriendo bajo los rigores del tradiciona-
lismo y ganan menos de dos euros diarios. La Ilustración fue siempre un
movimi ento de protesta contra el ejercicio del poder arbitrario, la fuerza de
la costumbre y de los prejuic ios arraigados, y la justificación del sufrimien-
to social. Su espíritu fue la expresión de una clase burguesa en ascenso con-
tra los valores feudale s hegemónicos de la sociedad establecida y sus idea-
les políticos, supeditados tod avía a los del tradicionalismo y el autoritaris-
mo en la mayor parte del mundo. No debemos engañarnos: aunque los phi-
losophes respondían ante todo a un universo asociado al «trono y el altar»,
los ideales de aquellos pensado res siguen siendo pertinentes incluso para
naciones sin un pasado feud al, como Estados Unidos. Las naciones occi-
dentales muestran todavía las huellas del racismo, el sexismo, la homofo-
bia, la xenofobia y la desigua ldad de clase.

145
CAPITULO 111 : TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

Los pensadores de la Ilustración demostraron poseer una perspicacia clari -


vidente, capacidad para especular y opiniones contradictorias sobre una
extraordinaria diversidad de cuestiones. (. .. ) Locke y Kant influyeron en tod o
tipo de liberales, socialistas y anarquistas. Beccaria, Holbach y Adam Smith
se comprometieron seriamente con el desarrollo moral y la reforma social.
Thomas Paine es uno de los fundadores de l internacionalismo moderno. Ape-
nas existe un régimen democrático que no se halle en deuda con Montes-
quieu. Los filósofos de la Ilustración insp iraron a generaciones de personas
que languidecían bajo el peso del despoti smo y el dogma. (...) La Ilustración
favoreció una reflexión crítica sobre la soc iedad, sus tradiciones, sus ideolo-
gías y sus instituciones»

Bronner, S. (2007) : Reivindicación de la l/ustración . Hacia una política de


compromiso radical, Pamplona, Laetoli, p. 26.

6.2. Lectura recomendada:

BRONNER, S. (2007) : Reivindicación de la Ilustración. Hacia una política de


compromiso radical, Pamplona, Laetoli .

6.3. Bibliografía recomendada:

BRONCANO, F., DE LA FUENTE, D. (201 O): D e Ca/atea a Barbie. Autómatas,


robots y otras figuras de la construcción femenina , Madrid, Lengua de
Trapo .
GARVIN, C. D., GUTIÉRREZ, L. M., GALINSKY, M. J. (2004): Handbook of Social
Work with Croups, New York, The Gu ilford Press.
GITTERMAN, A., SALMON, R. (eds.) (2009): Enc yclopedia of Social Work with
Croups, New York, Routledge.
KuRZWEIL, R. (1999): La era de las máquinas espirituales. Cuando los ordena-
dores superen la mente humana, Barcelona, Planeta.
SENNETT, R. (2009): La corrosión del carácter, 1O edición, Barcelona, Anagrama.
TOURAINE, A. (2007): La mirada social. Un marco de pensamiento distinto
para e/ siglo XXI, Barcelona, Paidós.

146
Antonio López Pelaéz

7. EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN:

- Describe dos características del pensamiento de la Ilustración


- ¿Cuáles son las principal es diferencias entre la Primera y la Segunda
Revolución Industrial?
- Describe dos características de las sociedades contemporáneas.

8. RESUMEN:

En este capítulo, hemos analizado cuatro elementos que han influido en


nuestra disciplina:

- En primer lugar, los principi os ilustrados, fundamentalmente vinculados


con la defensa de los derechos de la persona, y la necesidad de articu-
lar un sistema político y económico en el que se puedan ejercer libre-
mente (lo que implica, automáticamente, la crítica y el control del
poder arbitrario ejercido por los soberanos del Antiguo Régimen, o por
cualquier otro poder que en el futuro pretenda arrogarse el derecho a
decidir sobre las trayectorias individuales de los ciudadanos) .
- En segundo lugar, la disoluc ión de las formas de vida tradicionales, y la
emergencia de una nueva sociedad de masas.
En tercer lugar, las terrib les condiciones de vida de una parte impor-
tante de la población en las sociedades de principios del siglo XX
(cuando se formulan los primeros pasos de nuestra disciplina).
- Finalmente, la ciencia moderna, y la libertad unida a la explicación de
los fenómenos sociales aplicando el método científico. La ciencia nos
proporciona libertad, produce conocimiento, nos libera de modelos de
interpretación inadecuados, y exige analizar los fenómenos mediante la
experimentación y la prueba.

A continuación, hemos analizado las principales características del pensa-


miento ilustrado, deteniéndonos en el concepto de libertad. La libertad y la
ciencia hacen posible la elecci ón y realización de trayectorias individuales,
grupales y comunitarias, en una sociedad basada en la ciencia y la dignidad
de las personas. Ilustración y Revolución Industrial deben analizarse conjun-
tamente, y por ello nos hemos detenido en el análisis de las características de

147
CAPÍTULO 111: TEORÍA, POSIBILIDADES Y PARADOJAS

la Primera y la Segunda Revolución Industrial, antecedentes directos de las


sociedades del siglo XX en las que alcanza su madurez el Estado del Bienes-
tar. El análisis de los procesos de transformación material, y la emergencia de
nueva sociedad industrial, es un requisito necesario para comprender el con-
texto en el que se desarrolla el Trabajo Social como disciplina científica, y
dentro del Trabajo Social, el Trabajo Social con Grupos.
Finalmente, hemos descrito algunos aspectos de las sociedades contempo-
ráneas, en las que la tecnología juega un papel fundamental, y en las que se
redefinen las relaciones sociales, el mercado de trabajo, las formas de familia
y las habilidades relacionales que se exigen a los individuos, para lograr una
inclusión social plena.

148
CAPÍTULO IV:
Comunicación y grupos sociales
Capítulo IV: Comunicación y grupos sociales

Objetivos:
- Conocer las características básicas de los procesos de comunicación, su
papel en la evolución de la especie humana, y el lugar clave que ocupa la
comunicación en las sociedades contemporáneas, presentado especial
atención a los medios de comunicación social.

- Comprender la importancia de la comunicación en la interacción social,


y el papel que juegan las técn icas de comunicación en la estratificación
socia l y el comportamiento de la población en sociedades de masas.

- Analizar algunas teorías relevantes en el ámbito de la teoría de la comu-


nicación, y las consecuencias que pueden aplicarse en el ámbito del Tra-
bajo Social con Grupos.

Conceptos:
- Comunicación

- Ideología

- Medios de Comunicación Social

- Internet

- Agenda-setti ng

151
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

1. INTRODUCCIÓN:

El objetivo de nuestra unidad didáctica es analizar las teorías sobre aquellos


elementos que juegan un papel clave en la dinámica de grupos, desde la pers-
pectiva de nuestra disciplina. Cualquier dinámica de interacción entre seres
humanos es lingüística, es relacional, implica a los otros, y depende del mode-
lo de comunicación y de las técnicas específicas que utilizamos. Pero, como ya
hemos resaltado en los capítulos anteriores, una dinámica de grupo no se da en
el vacío. Los profesionales del Trabajo Social con Grupos evalúan problemas y
oportunidades en un entorno determinado, establecen unos objetivos de capa-
citación y enriquecimiento personal.
Diseñan una dinámica de grupos adecuada para conseguirlos, aumentan-
do el empowerment personal de cada participante, y lo que podríamos llamar
el empowerment grupal (la capacidad del grupo para actuar con una finalidad
prefijada colectivamente). En este proceso de evaluación y diseño de la acti-
vidad, no podemos dejar de considerar los aspectos clave de cualquier pro-
ceso de comunicación, porque ya estamos inmersos en dinámicas de comu-
nicación previas (algunas de ellas, si son contraproducentes con el entorno,
nos pueden llevar a un fracaso permanente en nuestra interacción social).
Nos encontramos inmersos en un mundo de símbolos y palabras, vivimos
en una sociedad de medios de comunicación de masas, nos comunicamos y
accedemos a información a través de Internet, y todo ello tiene consecuencias
sobre nuestro estilo de vida, genera nuevas oportunidades y nuevos proble-
mas (como las infoadicciones, es decir, adicciones a través de la red -a por-
nografía, juegos on-line, etc-), y tiene efectos sobre nuestro trabajo, nuestros
deseos, nuestras relaciones, sobre la distribución de poder y recursos en nues-
tras sociedades. Por ello, vamos a analizar brevemente algunas cuestiones
básicas relacionadas con la comunicación , la cultural y el lenguaje, las carac-
terísticas básicas de los procesos comunicativos, y la influencia que tienen los
medios de comunicación en nuestra vida cotidiana.
Difícilmente podemos favorecer la capacitación de una persona para inte-
grarse en su medio, si no tomamos en consideración las características de su
consumo de medios de comunicación, su utilización de Internet, las caracte-
rísticas de la comunicación en las organizaciones en las que quiere desarro-
llar su vida laboral, y el conjunto de cuestiones y deseos que le preocupan, y,
sobre todo, los patrones de comunicación que utiliza de forma cotidiana. El
grupo es un ámbito muy adecuado para aprender a relacionarse e interaccio-

152
Anton io López Pe laéz

nar con los demás de forma adecuada, a la vez que, mediante el análisis y
debate de las formas de pensar y los temas que «Se piensan» (y «nos piensan»,
ya que a menudo los pensamos tal y como nos los presentan los medios de
comunicación social), podemos aumentar la capacidad de cada persona para
relacionarse de manera crítica y autónoma con su propio medio cultural.

2. COMUNICACIÓN, CULTURA Y LENGUAJE

Nuestra interacción social se basa en la capacidad de los seres humanos para


compartir información. Tanto el lenguaje escrito como el lenguaje oral ofrecen
un conjunto de posibilidades y limitaciones para la comunicación, con unas con-
secuencias directas tanto en la sociedad concreta, como en los grupos en los que
nos encontramos inmersos. Las tecnologías que utilizamos para transmitir y acu-
mular información también tienen un influjo específico sobre nuestra cultura. En
la actualidad, los medios de comuni cación de masas de la segunda mitad del
siglo XX, como la Televisión, se han v isto ampliados, modificados o sustituidos
por la comunicación a través de Internet. Caminamos hacia un único terminal en
cada hogar, en el que se integran todas las tecnologías de comunicación. Como
cualquier otra tecnología, la forma en que nos comunicamos, la tecnología de la
comunicación, nos permite desarrollar nuevas posibilidades de interacción, a la
vez que tiene una influencia conformadora sobre nuestro estilo de vida.
Hoy en día, por ejemplo, nos planteamos las nuevas infoadicciones, que
se dan en un medio nuevo de comunicación, la red, pero que reproducen vie-
jas pautas de exclusión social y dete rioro de la personalidad (en el caso de los
comportamientos aditivos). El modelo en el que nos comunicamos establece
un entorno determinado que orienta y da posibilidades a nuestra interacción.
De ahí la importancia, en las dinámicas de grupo, de establecer un modelo
de comunicación que permita alcanzar los objetivos establecidos. En este epí-
grafe, vamos a analizar brevemente las relaciones entre la cultura, la sociedad
y los medios de comunicación, como paso previo para abordar las caracterís-
ticas de la comunicación como tal, y su importancia en nuestra disciplina.

2.1. Cultura y comunicación

Cultura y lenguaje van inseparablemente unidos. El lenguaje humano per-


mite elaborar mensajes e intercambiarlos, haciendo posible una comunica-

153
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIA LES

ción efectiva y creativa, que permite elaborar y transmitir información. Cada


persona habla un lenguaje gracias al proceso de endoculturación. La impor-
tancia de las formas de comunicación ha sido resaltada desde tiempos remo-
tos, como demuestra un hecho clave: en numerosas sociedades se han esta-
blecido a lo largo del tiempo mecanismos para controlar la información, y la
comunicación. No nos comunicamos en el vacío: utilizamos palabras, sím-
bolos, estructuras lingüísticas, formas de argumentar, etcétera. Las tecnologí-
as que utilizamos para transmitir la información, al mismo tiempo, la confi-
guran, e influyen en nuestra estructura socia l.
Platón lo expresa de forma muy clara, al analizar en su diálogo Fedro la
invención de la escritura, y sus efectos sobre la vida social. Según el mito de
la invención de la escritura que comenta, Theuth presenta al rey de Egipto,
Thamus, un invento crucial, la escritura, que permite hacer frente a un pro-
blema clave: el olvido. La escritura es un fármaco contra el olvido, fortalece
la memoria y la sabiduría, y, en este sentido, no presenta objección. Sin
embargo, leer es también una habilidad social, que no todos tienen, y que, al
situar en el lector el poder de entender, conlleva un cambio en el orden
social. Se puede presumir de saber simplemente porque se sabe leer, sin tener
conocimiento alguno exacto de aquello que debe ser leído. Thamus señala
los dos inconvenientes fundamentales del nuevo invento, que es, en definiti-
va, una nueva tecnología que nos conduce desde las culturas orales hasta las
culturas escritas:

- En primer lugar, proporciona apariencia de sabiduría y reduce la verdad


al texto leído, que puede ser malinterpretado, y que, fuera de su con-
texto original, puede leerse en un sentido muy diferente a aquel que
pretendía transmitir en su origen.
- En segundo lugar, la escritura acaba con la noción tradicional de la ver-
dad en las culturas orales, vinculad a con la experiencia y con la memo-
ria de aquellos que realmente han v iv ido. Y, en consecuencia, genera
un nuevo sistema de poder, basado en el dominio de la escritura. Desde
una perspectiva vinculada con la dinámica de grupos, es completa-
mente cierto que el modelo de comun icación que se establece, genera
una jeraquización y un modelo de re lación que puede ser muy apro-
piado para los objetivos establecidos en el diseño de la intervención
profesional del trabajador social, o que puede ser también muy contra-
producente. Nuestro modelo de comunicación ejerce una influencia
clave en las dinámicas grupales.

154
Antonio López Pelaéz

«Pero, cuando llegaron a lo de las letras, dijo Theuth: «Este conocimiento, oh


rey, hará más sabios a los egipcios y más memoriosos, pues se ha inventado como
un fármaco de la memoria y la sabiduría». Pero él (Thamus) le dijo: ¡Oh artificio-
sísimo Theut! A unos les es dado crear arte, a otros juzgar qué de daño o prove-
cho aporta a los que pretenden hacer uso de él. Y ahora tú, precisamente, padre
que eres de la letras, por apego a ellas, les atribuyes poderes contrarios a los que
tienen. Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan,
al descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde
fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí
mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un sim-
ple recordatorio. Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos,
que no verdad. Porque habiendo oído muchas cosas sin aprenderlas, parecerá
que tienen muchos conocimientos, siendo, al contrario, en la mayoría de los
casos, totalmente ignorantes, y difíciles, además, de tratar, porque han acabado
por convertirse en sabios aparentes en lugar de sabios de verdad» (Platón, Fedro).
Los medios y tecnologías que utilizamos para comunicarnos, por lo tanto,
configuran en parte los mensajes que se transmiten a través de ellos. Aunque
no deja de ser una cuestión polémica, porque estamos siempre inmersos en
un lenguaje y unas prácticas comunicativas, que nos constriñen pero a la vez
nos permiten desarrollar nuestra propia identidad, podemos derivar una con-
secuencia clara: la tecnología y los medios de comunicación no son neutra-
les, ni en un sentido fuerte, filosófico, vinculado con nuestra identidad, ni en
un sentido político, ni en un sentido institucional. Pero los seres humanos
tampoco somos neutrales, nos configuramos siempre en un sistema de elec-
ciones en el que optamos por unas prioridades y nos alejamos de otras.
Lo relevante, desde la perspecti va del Trabajo Social con Grupos, es que
debemos analizar nuestro modelo de comunicación y las características de la
tecnología que utilizamos (no son iguales los grupos cara a cara, que los gru-
pos virtuales, utilizando Internet, que los grupos que se comunican mediante
otra tecnología, como el teléfono). El medio que utilizamos nos da unas posi-
bilidades y unas limitaciones, y tenemos que saber diferenciarlas, para dise-
ñar una práctica comunicativa adecuada, tanto en la tecnología, como en las
pautas que debemos seguir dentro del grupo al relacionarnos.
Desde otras perspectivas, como la Sociología de la Comunicación, se insis-
ti rá en el papel crucial que desempeña el control de los medios de comuni-
cación en nuestras sociedades interconectadas, ya que los medios de comu-
nicación nos proporcionan el material simbólico sobre el que funciona nues-

155
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

tro cerebro. Como señala Manuel Castells, los medios de comunicación, y


sobre todo los medios audiovisuales, son sin duda el material básico de los
procesos de comunicación. Vivimos en su entorno, y la mayoría de nuestros
estímulos simbólicos proceden de ellos. Su poder real es que crean el marco
para todos los procesos que se pretenden comunicar a la sociedad en gene-
ral, de la política a los negocios, incluidos deporte y arte.
En este sentido, mediante el concepto «cultura de la virtualidad real», Cas-
tells hace referencia a que la propia realidad está inmersa en un escenario de
imágenes virtuales, en un mundo de rep resentación, en el que los símbolos
no son solo metáforas, sino que constituyen la experiencia real. No es la con-
secuencia de los medios electrónicos, aunque son los instrumentos indispen-
sables para la expansión de la nueva cultura«( .. .). Esta virtualidad es nuestra
realidad porque es dentro de la estructura de estos sistemas simbólicos atem-
porales y sin lugar donde construimos las categorías y evocamos las imágenes
que determinan la conducta, inducen la política, nutren los sueños y alimen-
tan las pesadillas» (Castells, 1997: 384).
En nuestras sociedades, conviven los medios de comunicación de masas
con la comunicación interpersonal a través de Internet. La red no solo nos per-
mite acceder desde el ordenador a la TV o al periódico. También nos permi-
te interaccionar de forma bidireccional, cambiando los modelos tradicionales
de comunicación, y abriendo paso a la colaboración del espectador en la ela-
boración del mensaje, o la adecuación del producto . Tenemos ejemplos
como las decisiones de los espectadores para que continúe un personaje en
una serie o concurso televisivo, como en Operación Triunfo.
Desde la perspectiva específica de nuestra disciplina, es necesario analizar
el contexto de imágenes, expectativas y asp iraciones que conforman el ima-
ginario cultural de las personas en un contexto social dado, ya que hay que
fortalecer las capacidades para hacer frente y gestionar los mensajes que se
reciben, y conforme a los cuales damos sentido a nuestra vida. También hay
que tener en cuenta los modelos de comunicación y las pautas específicas
que se derivan del medio utilizado: no es lo mismo un encuentro cara a cara,
que relacionarnos mediante e-mails. Muchos problemas comienzan por
enviar un e-mail en el que se dicen cosas que, de palabra, pueden matizarse
al ver la reacción no verbal del receptor, pero que, por escrito, adquieren una
solidez, una potencia y una agresividad quizás no deseada por el propio emi-
sor. Y no digamos ya si enviamos parte de l texto en mayúsculas, que en la red
se interpreta como estar gritando o agrediendo al receptor.

156
Antonio López Pe laéz

Los mensajes se adaptan al medio en el que se envían, en una dinámica de


ajuste que tiene consecuencias sobre nuestra forma de pensar y de vivir. En
el ámbito televisivo, las noticias se presentan dentro de bloques de anuncios,
no hay tiempo para captar su intensidad, y se suceden a un ritmo vertiginoso.
Mensajes muy diferentes son recibidos por las personas en un mismo contex-
to, dentro del hogar, o en una cafetería o en cualquier otro lugar. La rapidez,
la sucesión, el cambio de temáti ca, hace que finalmente cada una de las noti-
cias pierda parte de su intensidad y valor, y se asimilen una detrás de otra.
Uno de los efectos es que recibimos conjuntamente imágenes de gran cruel-
dad y violencia con imágenes triviales, que se asimilan sin mayor alteración
del ánimo por parte de los televidentes. La violencia, además, en muchos
casos queda subsumida por la presentación de la misma: música, cierta ela-
boración estética de la violenci a, y al final, como puede verse en películas
como Pulp Fiction, o Kill Bill, interiorizamos la violencia como un producto
agradable, muy alejado de la realidad de la violencia y la brutalidad en cual-
quier situación real.
Si emiten un reportaje sobre el atentado de la Torres Gemelas de Nueva
York, el 11 de septiembre de 2001 , y las imágenes se acompañan de música
épica, o de música militar, y además emiten varios anuncios sobre vehículos
atractivos, productos cosméticos y apetecibles series televisivas, las imágenes
se incorporan en la memoria de distraídos espectadores, acostumbrados al
zapping, a cambiar y visualizar durante segundos decenas de programas dife-
rentes ... El horror del atentado deja paso a una contemplación ciertamente
lejana y distante. Ajena al suceso, y ajena a lo que ha ocurrido tras él, aunque
haya determinado la evolución de la década posterior.
Esta trivialización de la violencia se ha extendido, también, a la trivialización
del dolor, del esfuerzo, de la cultura y de los buenos modales, a pesar de iconos
de los media, como Rafael Nadal, egregio tenista, que se caracteriza por su
humildad, trabajo constante, perfeccionamiento de su estilo, y trato exquisito.
Pero, cualquier puede ver los programas en los que, tras anunciar juguetes para
niños de 3 años, los contertulios se pelean, discuten con pésimas maneras de
comportamiento, y muestran un nivel de vastedad, brutalidad y falta de inteli-
gencia paralelo al recurso al grito, el insulto o el chiste fácil sobre la vida priva-
da de los demás.
Buscamos información en los medios, pero a la vez la información elabo-
rada a la que accedemos, y la forma en que lo hacemos, nos configura en un
proceso recíproco. «La pantalla se ha convertido en al menos un lugar pri-

157
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

mordial, aunque externo, en que seleccionamos y rechazamos, a la vez que,


como siempre ha hecho el lenguaje, se nos selecciona y rechaza» (Ripalda,
1996: 202). En definitiva, «no se trata de clamar contra la manipulación de los
media, sino de advertir la potencia de la estructura externa que configura
nuestro 'archivo'» (Ripalda, 1996: 204). Un efecto de esta configuración de
nuestra vida en un doble espacio, el físico y el virtual, tiene que ver con la
tendencia a reproducir en nuestra vida real el comportamiento irreal del
mundo virtual.
Por ejemplo, grabando una acción violenta para pasársela a los amigos por el
móvil: cualquier sabe que esto es un delito, pero la persona está solo concentra-
da en producir para la red, para el mundo virtual, imágenes y sonidos que otros
van a ver, independientemente de sus consecuencias, ni tan siquiera las evalúan.
Actuar como en las películas (como ocurre con el tristemente célebre «deporte»
del balconing-tirarse del balcón a la piscina del hotel, que produce cada verano
numerosas muertes-), grabar y enviar imágenes privadas a la red ...
Como nos comentaba un trabajador soci al en un seminario de investiga-
ción en el Centro Asociado de la UNED de Segovia, no se dan cuenta muchos
adolescentes que al subir sus fotos a la red dejan de ser suyas, son públicas,
y pueden dar lugar a un uso fraudulento de las mismas ... O dar más informa-
ción de la que deben sobre su propia identidad y lugar de residencia, expo-
niéndose a la acción criminal de cualquier desaprensivo ... A la vez, el traba-
jador social que desarrolla su actividad con grupos de jóvenes tiene que
tomar en consideración el protagonismo que adquieren al utilizar la red, al
subir sus fotos, al crear espacios de «i ntimidad» (paradójicamente, se trata de
una intimidad «pública», aunque aparentemente al verla en nuestro ordenador
pensamos que estamos en un ámbito íntimo y personal) ... No puede renun-
ciarse a utilizar Internet, pero hay que favorecer que los adolescentes y jóve-
nes adquieran habilidades y un conocimiento diáfan o del medio y de sus con-
secuencias ...
En definitiva, tanto el mundo físico como el mundo virtual son mundos
sociales, caracterizados por el uso del lenguaje y la tecnología, y que esta-
blecen un determinado campo de juego. Nos constriñen y nos limitan, y a la
vez, como siempre ha pasado con el len guaje y la interacción social, nos da
la posibilidad de ser nosotros mismos y desa rrollar nuestra identidad en un
espacio y un tiempo dados, y en un medi o social también fuertemente estru c-
turado.

158
A ntonio López Pelaéz

2.2. Comunicación y libertad

Como siempre que se analiza el binomio determinismo versus libertad, o


identidad versus diferencia, hay que indicar que los seres humanos somos
animales sociales, históricos, lingüísticos, y que nos encontramos siempre
dentro de una cultura, una tradición y un contexto socioeconómico, que nos
sirve como base para elevar nuestro proyecto vital, pero que también confi-
gura nuestra capacidad de respuesta. En el caso de la especie humana, ade-
más, nuestra capacidad de creación y de modificación de nuestro entorno
hace posible el cambio social: podemos transformar nuestra realidad más allá
de las expectativas previas.
Y esto en un doble sentido: podemos producir cambios de nuestro mundo
y de nuestra forma de ver el mundo (como ocurre en la Ilustración), o nos
podemos encontrar, de forma inesperada, con que nuestra actuación, sin pla-
nificación ni control previo, da lugar a un cambio radical del entorno, a veces
incluso no deseado. La nostalgia ante un futuro no deseado, el recuerdo del
pasado, y la sensación de vértigo y de sorpresa, caracterizan la vida humana,
de igual modo que la caracterizan el afán transformador, la planificación sis-
temática y el pensamiento estratégico.
Muchos teóricos señalan cómo los medios de comunicación de masas
favorecen la implantación de una uniformidad cada vez mayor entre los indi-
viduos. Una similitud que no tiene que ser rígida, puede ser dinámica: igua-
les en el cambio constante, en la aceleración y en el consumo. Los medios de
comunicación de masas emiten la información en un sentido único, y desde
este punto de vista se define al espectador como «espectador pasivo». Pero,
dado el avance de la tecnología, no podemos concluir que el proceso de
comunicación sea unidireccional. La interacción del emisor y del receptor en
la interpretación del mensaje abre diversas posibilidades.
Como señala Umberto Ecco en su texto «¿Tiene la audiencia efectos per-
niciosos sobre la televisión?», no existe una cultura de masas en el sentido
apocalíptico y reduccionista imaginado por algunos intelectuales. La cultura
de masas compite con otros modelos, como la cultura ilustrada y científica
transmitida por el sistema educativo, la cultura de clases, etcétera. Y, en un
sentido distinto, la cultura de masas ha dado paso a una cierta diversidad, ha
implosionado, en la medida en que la tecnología permite una mayor interac-
tividad entre los espectadores y los programas de televisión.

159
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

Las tecnologías interactivas nos permiten superar los condicionamientos


tradicionales de medios como la radio o la televisión (caracterizados en el
pasado inmediato por emitir en una sola dirección, sin interactuar con el
oyente o espectador, al que se le asignaba un papel pasivo, como mero recep-
tor de información). El consumidor pasivo ha sido sustituido progresivamente
por un consumidor activo, que inte ractúa con el medio y genera espacios pro-
pios, como ocurre en Internet (blogs, comunidades virtuales ... ), dando un
mayor peso a la afinidad selectiva y al criterio propio como elemento clave
para buscar y compartir información y relaciones sociales en el entorno on-
line. En este sentido, algunas de las críticas tradicionales a las sociedades de
masas tienen que redefinirse en función de las posibilidades que nos ofrecen
las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación.
En definitiva, la dimensión social, interactiva, de los seres humanos se
refleja en la tecnología que producimos, y en nuestros medios de comunica-
ción. En este sentido, hemos evolucionado hacia una mayor reciprocidad e
interactividad, desarrollando nuevas tecnologías de la comunicación que per-
miten una mayor segmentación, personalización e individualización de los
procesos de comunicación. La consecuencia es clara: evolucionamos hacia
una segmentación de la audiencia. Inmersos en una multiplicación de men-
sajes y de fuentes, con una tecnología que nos permite opinar e intervenir con
mayor rapidez, se consolida una tenden cia hacia audiencias segmentadas,
que eligen sus mensajes, el medio en el que quieren comunicarse, y generan
comunidades más homogéneas y con mayores afinidades compartidas.
En el ámbito del Trabajo Social con Grupos, la interacción on-line per-
mite que se diseñen grupos muy específicos, con objetivos muy definidos,
y en los que los miembros comparten fuertes afinidades para afrontar su
situación personal y mejorar sus habilidades sociales. En una ciudad peque-
ña, en la que a menudo no hay una masa crítica de personas que nos per-
mitan organizar una dinámica de grupos adecuada, la red nos ofrece un
amplio campo de acción, y desde luego el futuro del Trabajo Social con
Grupos tendrá que ser, en buena medida, un futuro en la red. Por dos moti-
vos: primero, por lograr un conjunto de personas adecuado, que a veces no
puede encontrarse en entornos reducid os. Segundo, porque nuestra inter-
acción social también se da en on-line, en la red se reproducen procesos de
exclusión e inclusión social, y los trabajadores sociales debemos favorecer
los procesos de interacción y la potenciac ión de las habilidades personales
en la red de los ciudadanos.

160
Antonio López Pelaéz

Una de las consecuencias más claras de la brecha digital no es solo que tene-
mosque afrontar las dificultades de acceso a la red. Junto al problema del acce-
so, hay que abordar el problema de la capacitación de los ciudadanos. Tene-
mosque analizar y favorecer el desarrollo de las habilidades y estrategias para
relacionarnos en la red, aprovechando su potencial desde una perspectiva,
como defendemos en este libro, centrada en la noción de ciudadanía. Un lema
para el Trabajo Social con Grupos en la red podría ser el siguiente: frente a las
dinámicas exclusógenas on-line, también somos ciudadanos en Internet, tam-
bién tenemos que ejercer nuestra ciudadanía democrática en la red.

2.3. Tecnología y transformación cultural

Los trabajadores sociales tienen que tener en cuenta, al evaluar un entor-


no social concreto, que no basta con una descripción de las circunstancias
materiales y los problemas objetivos que pueden observarse a simple vista.
Hay que analizar el significado desde el que viven las personas en un entor-
no determinado. En las culturas no hay separación entre la realidad y la repre-
sentación simbólica. Somos nuestro lenguaje, vivimos en un entorno simbó-
lico, y la realidad tal y como la experimentamos se nos presenta a través del
conjunto de símbolos, teorías y tradiciones culturales en las que estamos
inmersos. Por esta razón, los cambios en el lenguaje y en los símbolos de
nuestra cultura, implican una tran sformación de la misma.
En este sentido, las tecnologías crean nuevas definiciones de viejos términos,
y modifican su significado, en un proceso complejo en el .que cada persona es
actor que aporta, y receptor que es reconfigurado. En nuestro contexto actual,
como siempre en la historia de la humanidad, las nuevas tecnologías transfor-
man el significado de las palabras y generan una transformación cultural.
«( ... ) Es incuestionable que las tecnologías radicales crean nuevas defini-
ciones de viejos términos y que este proceso tiene lugar sin que nosotros sea-
mos plenamente conscientes de él. Por eso resulta engañoso y peligroso, muy
distinto del proceso por el que las nuevas tecnologías introducen nuevos tér-
minos en el lenguaje. En nuestra época hemos añadido conscientemente a
nuestro lenguaje miles de nuevas palabras y frases que tiene que ver con nue-
vas tecnologías: «video», «dígito binario», «software», «tracción delantera»
«Window of opportunity», «walkman», etc. Esto no nos coge por sorpresa. Los
objetos nuevos exigen nuevas palabras; pero lo nuevo también modifica las
viejas palabras, que tienen significados profundamente arraigados. El telégra-

161
CAPÍTULO IV: COMUN ICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

fo y la prensa barata cambiaron lo que hace tiempo queríamos decir con


«información». La televisión cambia lo que una vez señalábamos con los tér-
minos «debate político», «noticias» y «opinión pública». El ordenador altera de
nuevo el significado de «información». La escritura modificó lo que antes
denominábamos «verdad» y «ley»; la imprenta volvió a cambiarlo y, ahora, la
televisión y el ordenador lo transforman una vez más. Tales cambios suceden
con rapidez, contundencia y, en cierto sentido, silenciosamente. Los lexicó-
grafos no se ponen de acuerdo al respecto. No se escriben manuales para
saber qué está pasando, y las escuelas tampoco son conscientes. Las palabras
antiguas todavía tienen la misma apariencia, todavía se utilizan en el mismo
tipo de frases; pero ya no tienen los mismos significados y, en algunos casos,
incluso tienen significados contrarios» (Postman, 1994: 18-19).
Desde diversas perspectivas teóricas se ha podido demostrar cómo una
tecnología concreta, la escritura, tuvo una influencia clave sobre la organiza-
ción social, especialmente sobre el derecho, la religión y la economía. La
introducción de la escritura hizo posibl e articular creencias e intereses de
modo semipermanente, capaces de extender su influencia en cualquier siste-
ma político particular. La escritura perm itió desarrollar conceptos más exac-
tos de las reglas y las normas, hizo posible almacenar la información, y atri-
buir más valor a lo escrito (como conjunto de derechos o de leyes) que a la
tradición oral (por ejemplo, ante un tribunal de justicia). La invención y gene-
ralización de la escritura facilitó la transformación de las estructuras produc-
tivas.
Una innovación crucial, como fue la imprenta, tuvo un influjo decisivo en
la creación del mercado como sistema abstracto de relaciones económicas, en
el que los documentos escritos, la contab ilidad y los pagarés jugaron un papel
clave. Además, la escritura influyó en la transformación de las relaciones de
poder dentro de las sociedades, con un efecto claro sobre la estratificación
social: el escriba alcanzaría, por ejempl o, un alto puesto en la organización
social del Antiguo Egipto.
«La escritura afectó de manera importante al sistema de estratificación
tanto respecto a los canales de movilidad como al control de los medios de
comunicación. La escritura ha dotado desde hace mucho tiempo a sus practi-
cantes de un rango elevado. Ya en las primeras épocas del Antiguo Egipto las
posiciones de élite se identificaban totalmente con la escritura, pues los títu-
los de escriba y administrador de escri bas se aplicaban a las personas de
mayor rango. Al menos en tiempos de paz, los altos mandos del sistema social

162
Antonio López Pelaéz

estaban ocupados por funcionarios que se enumeraban a continuación del


rey. (. .. ) El que existan funciones sociales que requieren alfabetización intro-
duce una nueva dimensión de complejidad dentro de un sistema de estratifi-
cación» (Goody, 1986: 25).
Para Marshall Mcluhan, los grandes cambios en las culturas y las formas
de organización social se explican por la aparición de las nuevas tecnologías:
la rueda, la escritura, el alfabeto, la imprenta, el telégrafo, el automóvil, el
avión, y las tecnologías electrónicas que hacen posible la televisión y la radio.
Desde su perspectiva, los nuevos medios de comunicación electrónicos
hacen posible la formación de una aldea global, generando una cultura glo-
bal. Los medios de comunicación de masas son los causantes de los cambios
sociales, y están en el origen de las grandes transformaciones culturales, ya
que en cada tecnología hay inscrita una tendencia a organizar, a construir el
mundo de una determinada manera , a valorar unas cosas más que otras, a
desarrollar un sentido o una habil idad o una actitud más que otras, e implica
que siempre hay una transformaci ón del poder. Hay ganadores y perdedores,
dado que el grupo que tiene el control sobre una determinada tecnología,
acumula poder, desplazando de dicho poder a aquellos que lo detentaban
anteriormente.
En la medida en que las nuevas tecnologías se expanden por todo el
mundo, la transformación es mundial. La cultura emergente es una cultura
que convive con otras tradiciones, en la que se reproducen procesos de estra-
tificación y distribución asimétrica del poder, y en el que grupos sociales pug-
nan por el dominio, hasta el punto de incorporar una tecnología no para
lograr un objetivo de mejora del servicio, sino para reforzar su posición como
grupo y reforzar la jerarquía existente. Nuestra cultura se caracte riza por la
denominada «V irtualidad rea l», basada en las nuevas tecnologías de la comu-
nicación y la información. En esta cultura, la realidad de cada uno de nosotros
se incluye en un escenario de imágenes virtuales, en un mundo de represen-
taciones, que se convierten en nuestra experiencia más íntima. Por ello, cono-
cemos mejor a los protagonistas de las series de televisión que a nuestros
compañeros del aula, y buscamos experiencias y sueños cuyo contenido pro-
cede de la información que adquirimos en las redes multimedia en las que
estamos inmersos.
El espacio y el tiempo, dimensiones fundamentales de la vida humana, se
redefinen, porque desde la virtualid ad adquieren nuevas dimensiones (y se
desprenden de los rasgos que tenían en la cultura tradicional anterior). Los

163
C APÍTULO IV: C O MUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

lugares se alejan de sus significados cultu rales, históricos y geográficos, rein-


tegrándose en un espacio de imágenes, en un flujo electrónico que sustituye
el espacio de los lugares físicos, y redefine nuestra relación con ellos. El tiem-
po también se borra, dado que electrón icamente también se borra, puede
reprogramarse, y fundir el presente con el pasado y el futuro . Ese nuevo espa-
cio virtual es el que pretende recrear una película como Matrix, en el que la
real id ad virtual sustituye y engloba a la real id ad física.
El efecto es una cierta sensación de irrealidad, de actuar como si no tuviera
consecuencias lo que hacemos, como si fuera posible volver hacia atrás. Pero no
lo es, y en muchos casos, una mala socialización en el mundo virtual acaba
generando severos problemas en el mundo real , en el mundo físico. Por otra
parte, el espacio y el tiempo virtual, on-line, acaba siendo colonizado, como no
podía ser de otra forma, por nuestras pautas de comportamiento tradicionales, y
en él se reproducen, reformuladas, las jerarquizaciones y estratificaciones de
nuestras sociedades. La brecha digital, en este sentido, es un nuevo ámbito de
trabajo para nuestra profesión, y específicamente capacitar para la interacción en
la red es un nuevo objetivo profesional para el Trabajo Social con Grupos.

3. CARACTERÍSTICAS BÁSICAS DE LA COMUNICACIÓN:

La comunicación es un atributo básico de los seres humanos, y hay quien


ha llegado a definir la evolución de la especie humana en términos comuni-
cacionales, en cuanto ampliación progresiva de la capacidad de comunica-
ción (Lucas, García y Ruiz, 2003). Podemos definir la «comunicación» como
el proceso de elaborar, enviar y recibir men sajes que pueden ser comprendi-
dos, analizados y producen cambios en los participantes. En este sentido, vivi-
mos inmersos en nuestra cultura, que no es solo nuestro presente: nuestro
pasado y nuestra idea del futuro interaccionan con nuestra realidad presente,
y en gran medida nuestros comportamientos responden a la información que
tenemos, que recibimos, y a las demandas que emi ten nuestros congéneres y
nuestro entorno simbólico y cultural.
La comunicación explica nuestro compo rtamiento, y produce cambios.
De ahí su importancia para el Trabaj o Soci al, y para otras Ciencias Sociales .
Cualquier trabajador social con grupos experimenta en su práctica cotidia-
na la importancia de la comunicación dentro del grupo, y utiliza técnicas
específicas para interaccionar con los otros miembros el grupo, y favorecer
en cada uno de ellos la incorporación de las reglas adecuadas para lograr

164
Antonio López Pelaéz

expresarse e interactuar en cada entorno específico (Fernández García y


López Peláez, 2006: 92-97).
Al analizar la comunicación, como objeto de estudio, podemos diferenciar
entre las perspectivas que se centran en el análisis físico de cómo se produce
(con el progreso enorme en el estudio de las telecomunicaciones), el análisis
semántico de cuales son los significados (objeto de estudio de la semántica y
la lingüística), y el análisis de los procesos sociocomunicativos, en los que se
estudia su influencia sobre el comportamiento humano, tanto en relación con
la propia persona y su trayectoria personal, como en relación con la comuni-
cación entre diversas personas.
Por ejemplo, al estudiar los medios de comunicación de masas, como la
televisión, podemos estudiar sus características técnicas, podemos estudiar el
uso de los símbolos y la lógica de l lenguaje televisivo, y también podemos
estudiar su influencia sobre el comportamiento colectivo, su influencia sobre
la cultura, y a la vez cómo la cultura y las características de una sociedad dada
se reproducen, difunden o potencian en la televisión. El éxito de audiencia de
una teleserie como «El patito feo», en sus diversas versiones desde la inicial
telenovela colombiana, puede anal izarse en estas tres dimensiones. Las tele-
novelas han creado un subgénero propio, un lenguaje propio, y además
refuerzan algunos valores de nuestras sociedades (como el valor de la belle-
za o la importancia de la apariencia) frente a otros. E influyen al convertirse
en referentes del comportamiento y el ocio de los televidentes.

3.1. Elementos del proceso comunicativo

Nos podemos relacionar porque nos comunicamos. Y la comunicación es


la herramienta fundamental para interaccionar con los demás, orientar nues-
tro comportamiento, tomar deci siones personales, grupales o comunitarias.
Vivimos inmersos en una cultura, un lenguaje y una sociedad dada, y nues-
tras pautas de comunicación refuerzan ese orden ya dado, o pueden cuestio-
narlo y generar cambios. En el nive l individual, es claro que hemos aprendi-
do a comunicarnos, y que esas pautas de comunicación pueden ayudarnos a
integrarnos en un entorno determinado, o pueden favorecer el fracaso de
nuestra interacción, generando siempre problemas.
Muchas personas experimentan que siempre tienen problemas y que su
forma de relacionarse, por ejemplo con sus padres o sus hermanos, acaba lle-

165
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

vándoles a un conflicto seguro. Todo trabajador social tiene siempre que


seguir un principio claro: lo primero que hay que evaluar es el modelo comu-
nicacional, la forma de comunicarse, que tiene la persona con la que vas a
desarrollar la actividad profesional. Podríamos formularlo así: si quieres inte-
grarte socialmente, hay que evaluar tu forma de relacionarte, y el modelo de
comunicación característico del entorno en el que quieres integrarte.
Por lo tanto, la comunicación produce cambios. Junto con este compo-
nente central, hay que seña lar que en todo proceso de comunicación se pue-
den diferenciar tres elementos: el emisor, que codifica de determinada mane-
ra el mensaje. El mensaje, que siempre, una vez emitido, tiene vida propia,
ya que se recibe en entornos no siempre controlados por el emisor (pensemos
en la recepción a lo largo de la historia de un texto filosófico o moral, por
ejemplo Meditaciones, del emperador romano Marco Aurelio). Y el receptor,
que recibe el mensaje, lo decodifica, responde y también puede cambiar su
conducta (como el emisor puede cambiar su conducta al emitir el mensaje).
A estos tres elementos hay que añadir el proceso de retroalimentación o
feedback que caracteriza todo proceso de comunicación: estamos constante-
mente emitiendo y recibiendo mensajes, codificando y decodificando, forta-
leciendo determinados patrones de comunicación, y determinadas pautas de
comportamiento (aunque puedan ser negativas para nosotros mismos), a la
vez que podemos reforzar procesos de cambio e innovación. Con el proceso
de retroalimentación, en primer lugar, enviamos una señal al emisor para
indicarle que el proceso de comunicación se realiza correctamente y puede
proseguir; en segundo lugar, las continuas emisiones y recepciones adopta
una modalidad circular: la retroalimentación acumula cíclicamente la infor-
mación, ampliando los planteamientos de aquellos que participan en el pro-
ceso, y modificando en consecuencia su pensamiento y su acción; en tercer
lugar, la retroalimentación favorece el análi sis de la realidad, al acumular en
el receptor y en el emisor información que almacenada en la memoria per-
mite un mayor conocimiento de la realid ad .
Desde la perspectiva del Trabajo Social con Grupos, es fundamental lograr
una cierta homogeneidad o complementari edad entre los criterios de codifi-
cación del emisor y los criterios de decodificación del receptor. A menudo,
observamos personas que discuten fuertemente por algo, y al analizar lo que
están diciendo (con palabras diferentes), ll egamos a la conclusión de que
están defendiendo lo mismo, lo que no obsta para que se enfrenten y pole-
micen. Es importante analizar bien cómo interpretamos los mensajes, cuáles

166
Antonio López Pelaéz

son las características del receptor, y también, cuando recibimos un mensaje,


cuáles son las características del emisor. Y, por supuesto, hay que analizar los
elementos que interfieren y dificultan este proceso comunicativo.
En una dinámica de grupo, por ejemplo, las miradas agresivas o despecti-
vas que se dirigen al que emite, o las miradas expresando interés y afecto.
Hay que tener en cuenta que los miembros del grupo, al comunicarse, aca-
ban generando un patrón de interacción, en torno al cual organizan sus inter-
venciones y definen su comportamiento. En este proceso, comparten un len-
guaje, unos símbolos y unos patrones de comunicación que les permiten dife-
renciar y dar sentido a la reali dad de forma compartida. Estos patrones de
comunicación tienden a mantenerse en el tiempo, y cada persona ya trae
algunos interiorizados a lo largo de su trayectoria personal.
Por ejemplo, una persona que a cada intervención de los demás responde
siempre despectivamente, quitándoles valor y mérito, puede ser ayudada por
el trabajador social para que desarrolle una pauta de recepción diferente de
los mensajes de los demás, que le permita integrarse más fácilmente, y no le
genere automáticamente conflictos. Este aprendizaje dentro del grupo le per-
mitirá, cuando sea capaz de controlar su respuesta instintiva, mejorar en su
interacción en otros ámbitos de su v ida, favoreciendo su bienestar personal y
el de los demás.

3.2. Dimensiones de la comunicación

Dentro ya de la perspectiva específica de la Ciencias Sociales, cualquier


análisis de la comunicación debe tener en consideración cuatro dimensiones,
que se corresponden con las características básicas de nuestra realidad como
seres sociales: en primer lugar, todos estamos en relación con nosotros mis-
mos, con nuestros proyectos, nuestras experiencias pasadas, nuestros deseos.
En segundo lugar, y al mismo tiempo, todos nosotros nos encontramos siem-
pre en relación con los demás, en un cara a cara continuo que da sentido a
nuestra vida, y en el que nos reconocemos como sujetos y ciudadanos. En ter-
cer lugar, estamos inmersos, tambi én al mismo tiempo, en organizaciones:
trabajamos, cumplimos objetivos, experimentamos relaciones de subordina-
ción, colaboración, de poder. .. Y, fina lmente, nos encontramos inmersos en
un mundo mediático, en el que los medios de comunicación de masas pro-
veen a nuestra vida de contenidos simbólicos, e influyen en nuestras pautas
de comportamiento y cons umo.

167
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIA LES

Las investigaciones en el ámbito de las Ciencias Sociales sobre la comuni-


cación han diferenciado estas cuatro dimensiones: comunicación intraperso-
nal, comunicación interpersonal, comunicación en las organizaciones, y
comunicación de masas.

Comunicación intrapersonal: estamos siemp re en comunicación con


nosotros mismos, reelaborando nuestras experiencias, nuestro pasado,
proyectando nuestro futuro, siendo conscientes de nuestra dinámica
intelectual y emocional (y, a menudo, diseñando estrategias para volver
consciente lo inconsciente, en términos psicodinámicos, o, en otros tér-
minos, reflexionando sobre nosotros mismos, con una grado de reflexi-
vidad que no se da en ninguna otra especie, y que nos permite analizar
nuestro comportamiento y nuestro pensamiento desde «fuera», objeti-
vándolo). Conversamos con nosotros mismos para planear nuestra vida,
o para simplemente tomar decisiones adecuadas (contar hasta diez
antes de responder a una pregunta in cómoda). Podemos llamar a este
tipo de comunicación «comunicación intrapersonal».
En muchos casos, los trabajadores sociales observan como hay deter-
minadas barreras que sesgan la información sobre uno mismo, determi-
nados prejuicios que hacen muy d ifícil tomar en cuenta nuestra reali-
dad tal y como es, determinadas fo rmas de relacionarnos con nosotros
mismos que favorecen comportami entos inadecuados o claramente dis-
ruptivos con el propio sujeto, y con el entorno. Es evidente que los
acontecimientos por sí solos no determinan nuestra conducta: depen-
diendo de nuestros valores, de la forma de analizar lo que ocurre, de
nuestros esquemas teóricos, vamos a interpretar lo que ocurre, y esa
interpretación es la que va a movernos a la acción.
Si en nuestro esquema valorativo hemos asumido como normal los gri-
tos y la violencia en las relaciones entre hombres y mujeres, una con-
versación violenta de una pareja de amigos no nos impactará igual que
si consideramos que la violencia en la relación es algo intolerable que
no debe ser aceptado. Nuestra tolerancia hacia ciertos comportamien-
tos aumenta o disminuye en función de nuestros valores, y de ahí la
importancia de reconstruir los valores y la autoestima en aquellas per-
sonas que se han socializado en un entorno de maltrato sistemático.
Somos nosotros mismos los que, porque pensamos de manera específi-
ca, reaccionamos ante un comportamiento o un problema con un com-

168
A nton io López Pelaéz

portamiento determinado. Al dialogar con nosotros mismos, repitién-


donos frases internas (ya lo decía yo, tengo miedo, me va a salir bien,
no me gusta nada, la he fastidiado otra vez ... ), volviendo a considerar
imágenes que nos han impactado, o simplemente reaccionando ante
comportamientos o palabras que nos recuerdan algo, desencadenamos
nuestros sentimientos y emociones, y damos paso a la acción.
En muchas ocasiones, en la dinámica de grupo la interacción se orien-
ta a ser capaces de expresar, objetivar y dominar nuestros impulsos y
los esquemas de interpretación que están por detrás de ellos, expresar
nuestros juicios y nuestra forma de percibir, de comunicarnos, devalo-
rar. Posteriormente, en un segundo momento, se trata de aumentar
nuestra capacidad de encauzar y orientar nuestro comportamiento con
los demás y con nosotros mismos.
No hay que olvidarlo: nosotros mismos constituimos la pieza clave de
nuestro propio comportamiento, y es en diálogo con nosotros mismos
como podemos afrontar los retos y expectativas derivadas de nuestros
sueños, y también derivadas del comportamiento de los demás, de las
circunstancias históricas que nos han tocado vivir. Morgan Freeman, la
interpretar a Nelson Mandela en la película de cine <dnvictus», lo expre-
sa claramente al explicar cómo, frente a las circunstancias terribles de
la cárcel y de un contexto exterior que parecía inamovible, frente al
tiempo que transcurría (24 años en la cárcel) y su propio envejecimien-
to, podía, en diálogo consigo mismo, afrontar su circunstancia y elegir
su comportamiento: rememorando un poema victoriano, se repetía a sí
mismo: «soy el dueño de mi destino, soy el capitán de mi alma». Saber
comunicarse con uno mismo es, en este sentido, un principio clave para
lograr el equilibrio, la madurez, y la capacidad de actuar conforme a
criterios y proyectos previamente decididos, sin responder mecánica e
involuntariamente a cada est ímulo que nos llega del exterior, o de nos-
otros mismos.
- Comunicación interpersonal: la comunicación con los demás y con nos-
otros mismos no es una opción. Somos animales sociales, relacionales, y
por lo tanto estamos siempre inmersos en procesos comunicativos con los
demás. De ahí la importancia de estudiar nuestras pautas de comunica-
ción, ya que son muy importantes para entender nuestro comportamien-
to, cómo procesamos la información, y cómo conseguimos satisfacer
nuestras necesidades, y ayudar a los otros a satisfacer las suyas. Tecnolo-

169
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

gías como los «sms» han sido utilizados masivamente para comunicarnos,
porque es lo que somos. En cierta medida, igual que Carlos Marx señala-
ba que nuestro ser son nuestras relaciones sociales, podríamos decir que,
si nuestras relaciones sociales se basan en nuestra capacidad de comuni-
cación, el armazón de nuestra identidad son nuestras pautas comunica-
cionales, y en este sentido, muchos problemas personales y colectivos se
derivan de la utilización de pautas de comunicación desajustadas o erró-
neas, que nos llevan a conflictos o a fracasos.
La comunicación interpersonal crea y sostiene nuestras relaciones per-
sonales: la amistad, el amor, la relación filial. En este sentido, como ya
hemos analizado en otro lugar, el analfabetismo relacional se conv ierte
en un predictor claro de exclusión social, y es un analfabetismo direc-
tamente relacionado con la incapacidad de establecer comunicación y
relaciones adecuadas con los demás. A continuación, exponemos el
análisis de este síndrome que hemos publicado recientemente, con sus
consecuencias en el ámbito de las relaciones interpersonales, tanto en
la familia como en la empresa:
«Una de las ventajas de las situaciones de crisis es que nos permiten tomar
conciencia de aquellos aspectos que quedaban ocultos por la rutina y el
éxito. Después de más de veinte años de exaltación de un individualismo
extremo, en el que la carrera profesional se describía como una lucha per-
sonal, y en el que la vinculación entre empresa y trabajador, y entre tra-
bajador y trabajador, era siempre provisional en función del interés de
cada parte, nos enfrentamos a la dura realidad. Hay problemas que, solos,
no podemos solucionar. Hay que afrontar colectivamente retos difíciles.
Hay que trabajar en equipo, hay que establecer lazos de solidaridad, hay
que volver a dar importancia a las relaciones sociales, a nuestras amista-
des, a nuestras familias, a nuestro entorno, hay que afrontar entre todos la
construcción de un futuro mejor. Este lenguaje está presente en las estra-
tegias de los partidos políticos, y en el discurso de organizaciones empre-
sariales y sindicales. Primero fue la crisis ecológica, después la crisis finan-
ciera, ahora la crisis laboral y el paro ... Necesitamos afrontar colectiva-
mente los retos, y ya no es tan válida esa metáfora del ratón que se lanza
solo a la búsqueda de un nueva habitación llena de queso ...
Antes de esta situación de crisis, muchos de nosotros nos preguntábamos
por la viabilidad de una sociedad en la que cada vez nos encontramos más
aislados en nuestra vida física. Hay que tener en cuenta, como muestran

170
Antonio López Pelaéz

las investigaciones sobre la inteligencia emocional, que nuestras emocio-


nes son relacionales, se generan en la interacción con los demás, y con
nosotros mismos, con nuestros sueños y nuestras experiencias pasadas.
Más aislamiento social conlleva más inestabilidad emocional. Más tiempo
en el trabajo, más consumo de televisión e Internet, hogares con menos
miembros, menos redes sociales en las que apoyarse en tiempos de incer-
tidumbre (paro, crisis personal, separaciones, problemas de salud, etc.) ...
Bowling afane, solo en la bolera, lo denominaba Putnam , relevante
sociólogo norteamericano, al hablar de la pérdida de un activo básico
en nuestra vida económi ca y psicológica: nuestro capital social, nues-
tras relaciones, nuestros amigos ... Las relaciones de amistad y de apoyo
mutuo se basan en la reciprocidad, en el altruismo, la confianza y el
aprecio. Pero, en sociedades en las que se entroniza el culto al yo, en
las que todo puede ser puesto en venta en función de mi interés inme-
diato, las amistades y las relaciones altruistas no constituyen ideales
para la mayor parte de la población. El resultado es obvio: hemos alen-
tado un tipo de educación, y un estilo de vida y de trabajo, en nuestras
sociedades cosmopolitas, en las que cada vez más personas tienen difi-
cultades para relacionarse, no son capaces de resolver un conflicto, no
saben trabajar en equipo ni establecer lazos de solidaridad ... ¿Cómo
denominar esta nueva patología? El analfabetismo relacional.
Las personas somos seres sociales, vivimos inmersos en relaciones sociales,
y es nuestra capacidad relacional la que determina nuestro éxito profesio-
nal (y, en gran medida, nuestra salud psíquica y física). Un porcentaje muy
elevado de empleos se encuentran a través de las redes de familiares, ami-
gos y conocidos, y hay quien valora más la agenda de contactos que el capi-
tal económico del que dispone una persona. La consecuencia lógica de
nuestra propia condición re lacional debería ser la siguiente: cultivar nues-
tras capacidades relacionales como un activo básico. Sin embargo, no es
así. Hemos entronizado el individualismo como eje de la vida social,
hemos creado un modelo de consumo y de carrera profesional en el que
solo existe el mercado, ind ividualizando las prácticas, fragmentando y
encerrando a cada persona en el sueño de la autosuficiencia. Y este mode-
lo de sociedad esconde una verdad amarga, más terrible aún en tiempos de
crisis: el aumento de la fragil idad de las trayectorias individuales, mayores
niveles de soledad, de ai slamiento, y la incapacidad para hacer frente a
retos estructurales que demandan respuestas colectivas, y que nos pueden
hacer fracasar tanto individualmente, como colectivamente.

171
C APÍTU LO IV: C OMUN ICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

No saber leer y escribir fue siempre un predictor claro de exclusión


social. Posteriormente el desconocimiento de las tecnologías y el senti-
do de los textos (saber leer sin saber entender los mensajes) puso sobre
la mesa el problema de los denominados analfabetos funcionales. Hoy
en día, el analfabetismo relacional es la nueva espada de Damocles que
amenaza nuestra vida personal, fam iliar, y también nuestras organiza-
ciones. Podemos definirlo con los sigu ientes términos: la ausencia de
habilidades sociales básicas que permi ten una interacción social ade-
cuada, una integración positiva con nuestro entorno, y afrontar y resol-
ver tanto problemas como oportunidades.
El origen del analfabetismo relacion al está en los cambios sociales que
han ocurrido en las últimas décadas, en la incomunicación entre gene-
raciones dentro del hogar, en el mito del individualismo y la exaltación
patológica del yo. No nos formamos para relacionarnos, para resolver
conflictos, para integrarnos y comun icarnos, para comprender y mane-
jar nuestras relaciones con los demás. Y, cada vez más, un número cre-
ciente de personas no sabe cómo recuperar sus relaciones (después de
un divorcio, de un cambio de residenc ia, de un cambio de trabajo, de
una situación de desempleo .. .), cóm o integrarse de nuevo, cómo esta-
blecer amistades, complicidades, y trabajar en equipo.
Prueba de ello es que el trabajo en equipo, la empatía, el liderazgo y la
capacidad de crear relaciones de compl icidad en la empresa se ha con-
vertido en un tema recurrente en la formación de directivos. Y es que
estos nuevos analfabetos suponen un serio problema para ellos mismos,
y para las empresas en las que trabaj an o para la sociedad como tal. En
términos de gestión de recursos humanos, hay que preguntarse si nues-
tro estilo de dirección genera analfabetos relacionales, y si nuestra orga-
nización permite el trabajo en equipo, el establecimiento de redes de
solidaridad y de apoyo mutuo, o favorece lo contrario (una lucha de
todos contra todos). Pensemos en el éxi to que las metáforas bélicas han
tenido en los manuales de management, y el coste simbólico y real que
tiene vivir en un entorno bélico, en el que tu compañero/a de trabajo
es también tu peor enemigo .. . O tu pareja, porque te puede criticar,
abandonar o cuestionar ... O tus hijos, porque te exigen recursos, com-
promiso y responsabilidad ...
En este sentido, podemos distinguir dos grandes tipos de analfabetos
relacionales: los analfabetos relacional es en el ámbito familiar, y los

172
Antonio López Pelaéz

analfabetos relacionales en el ámbito laboral. ¿Cuáles son sus principa-


les características?:
- Personas incapaces de asumi r diferencias, críticas y puntos de vista dife-
rentes al propio.
- Personas que no son capaces de exponer adecuadamente sus argumen-
tos, ni diferenciar entre las opiniones sobre cuestiones concretas, y la
persona que las emite (por ejemplo, te dicen que no están de acuerdo
con tu opinión, y piensas que te están atacando, no te quieren, o bus-
can dejarte en ridículo).
- Personas que no pueden establecer conversaciones, encontrar activida-
des comunes o relacionarse con normalidad.
- Personas que no pueden relacionarse con las demás personas sin redu-
cirlas al estereotipo de padre, madre, hijo, hija, hermano, hermana, sub-
ordinado o subordinada, etc.
- Personas que son incapaces de diferenciar lo personal de lo profesional,
confundiendo los planos (por ejemplo, no saben mantener relaciones
profesionales con personas de diferente sexo, y generan comporta-
mientos en los que mezclan lo amoroso con lo laboral, con las conse-
cuentes frustraciones, situaciones de acoso, incomodidad, etc).
- Personas que no saben trabajar en equipo, asumiendo su posición, res-
petando los liderazgos propios y ajenos, e introduciendo en el momen-
to oportuno las críticas adecuadas.
- Personas que no saben generar vínculos de solidaridad y de aprecio con
los demás trabajadores y compañeros, reforzando así su aislamiento (y
esto puede ocurrir tanto entre directivos como entre el resto de la plan-
tilla de una empresa determinada).

Tanto en el ámbito de la empresa, como en nuestra vida personal, recupe-


rar nuestras habilidades sociales es una condición necesaria para hacer posi-
ble una sociedad más libre, y una vida personal más plena. ¿Qué estrategias
podemos establecer para afrontar este nuevo reto?
Las estrategias para superar el analfabetismo relacional consisten, básica-
mente, en ser capaces de objetivar correctamente el entorno y las reglas de
juego, y a partir de este punto, aprender a relacionarse correctamente, respe-
tando el contexto, y sabiendo utilizar las oportunidades para establecer rela-
ciones afables, amigables y du raderas. Y también alcanzar nuestras metas.

173
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOC IALES

Frente a la mentalidad individualista, la re lación como tal , la experiencia del


encuentro y el diálogo, ' relacionarnos', aparece como un fin en sí mismo,
algo que nos realiza al ejercitarlo. Podemos formular el siguiente decálogo :

1. Da importancia a las relaciones que tienes con los demás, indepen-


dientemente de tus objetivos a corto plazo. Dedícales tiempo, y apren-
de a estar con ellos.
2. Tener amigos es un valor en sí mismo, aprende a conservarlos y a ser un
buen amigo. (Es importante tener am istades, compañeros, y personas con
las que podemos relacionarnos en un ambiente de confianza y lealtad).
3. Aprende a conocer tu entorno relaci onal (tanto el de las personas que
te rodean , como el de la cultura en la q ue estás inmerso): escucha, ana-
liza el entorno, describe claramente cuales son las formas de actuar, y
las expectativas de los otros, lo que esperan de ti cuando desempeñas
una tarea, o cuando participas en un grupo de trabajo.
4. No confundas tus deseos o preferenci as con lo que debe ser: acepta las
opiniones diferentes de los demás, las pautas de comportamiento esta-
blecidas, y busca un espacio comú n para llegar a acuerdos . Este espa-
cio común es la racionalidad. Por ell o, debes razonar buscando lo más
acertado para resolver los problemas, y no simplemente imponer tu opi-
nión o tus costumbres.
5. Crea un clima relacional adecuado: en vez de quejarte o buscar des-
ahogarte, crea un ambiente en el que las personas se sientan más cómo-
das. Por ejemplo, en vez de quejarte al llegar a casa, pregúntale a los
demás qué tal les ha ido, crea espacios de feli cidad .
6. El buen humor es el alma de una buena rel ac ión: procura compartir
momentos alegres y crear un ambiente di stendido en tus relaciones.
7. Llegar a acuerdos no es una 'batalla '. A bandona las metáforas bélicas y
analiza la realidad como un escenario en el que podemos llegar a
acuerdos, afrontar errores, y encontrar estrategias conjuntas para resol-
ver problemas.
8. Respeta los acuerdos, mantén la pa lab ra dada, y crea espacios de con-
fianza que permiten afianzar los vín culos de so lidaridad y lealtad entre
las personas.
9. Busca actividades en las que puedas encontrarte con personas afines,
con las que puedas relacionarte y salir de una situación de aislamiento.

174
Antonio López Pelaéz

1O. Aprende a asumir el paso de tiempo, los fracasos y éxitos, cultivando tu


equilibrio personal, y entrenándote para ofrecer a los demás un espacio
de libertad, amistad e intimidad. No proyectes tus fracasos o tus proble-
mas en las nuevas relaciones. Nunca podrás encontrar al 'príncipe o la
princesa azul', si previamente tú no te has preparado para serlo. Pasará
a tu lado, y, aunque lo esperas, no podrás distinguirlo del resto, puesto
que no sabes cómo diferenciarlo de los demás. Para encontrarla, tienes
primero aprender a mirar con los ojos de un 'príncipe azul'.

En definitiva, el analfabetismo re lacional se ha convertido ya en uno de los


principales predictores de fracaso personal y laboral. Y no solo en el ámbito
familiar. Desde la perspectiva de las organizaciones, hay que afrontar siste-
máticamente esta cuestión, tanto en la selección de personal, como en la for-
mación para que las personas que trabajan aumenten sus competencias rela-
cionales. Nuestro estilo de direcci ón debe favorecer también el estableci-
miento de redes sociales y vínculos positivos en la empresa. No podemos per-
mitirnos, como empresas y como personas, caer en el analfabetismo relacio-
nal. Nuestra competitividad, nuestra eficacia, y nuestra estabilidad psicológi-
ca, dependen de ello. Los recursos humanos son recursos relacionales, por-
que somos personas, y desarrollar una estrategia adecuada contra el analfa-
betismo relacional se va a convertir en un requisito indispensable para afron-
tar retos y oportunidades en los próximos años» (López Peláez, 2009).
- La comunicación en las organizaciones: las personas estamos siempre
inmersas en organizaciones de diverso tipo. No solo estamos con nosotros
mismos, y en interacción directa con los que nos rodean. Por ejemplo,
cuando trabajamos, nos encontramos inmersos en una organización, con
sus propias características, su cultura y su modelo comunicacional. No es
lo mismo trabajar como soldado en las Fuerzas Armadas, con una forma
de comunicación propia, que trabajar en un banco, y quizás las reglas de
juego para relacionarnos con nuestros compañeros de trabajo, nuestros
iguales, aquellos que ocupan una posición jerárquica inferior, y aquellos
que se encuentran en una posición jerárquica superior, no son las mismas.
En las empresas intensivas en conocimiento, de alta tecnología, su propia
ventaja competitiva, sus recursos humanos, hace que tiendan a tener estruc-
turas más planas, menos jerárqu icas, y se favorece el trabajo en equipo. Y
para lograrlo hace falta interiorizar un modelo de comunicación específico,
basado en la argumentación y al incorporación de las opiniones creativas de
los demás. Sin embargo, en una organización jerárquica centralizada, en la

175
CAPÍTULO IV: COM UNI CACIÓN Y GR UPOS SOCIALES

que lo que importa es alcanzar un objetivo prefijado (como puede ser una
campaña militar), la comunicación es completamente diferente. Igualmente,
cualquier trabajador/a social experimenta la diferencia entre trabajar en un
Ayuntamiento determinado, la forma de proceder y la cultura de la gestión
que existe, por contraposición a otros Ayuntamiento, a las Diputaciones o a
una empresa en la que puede desarrollar su actividad profesional.
Una de la cuestiones previas que se encuentra en la raíz de muchos proble-
mas laborales es, precisamente, no entender la cultura y las reglas explícitas
e implícitas que caracterizan una organización dada. No es lo mismo llegar
a un edificio de oficinas en el centro financiero de una gran ciudad, donde
todo el personal adopta pautas de vestir y de comunicarse similares (traje y
corbata) que ir a una oficina de diseñadores web, donde las pautas de com-
portamiento, la vestimenta y la forma de re lacionarse adoptan otras caracte-
rísticas muy diferentes. Podemos diferenciar las siguientes cuestiones:

a) La primera cuestión que hay que tener en cuenta es que toda estructura
organizativa descansa sobre la base de una estructura comunicativa, en la
que podemos diferenciar dos ámbitos: los modelos de comunicación, y los
medios concretos que se utilizan: «la comunicación es tanto el modo de
recibir la cultura, como el instrumento utilizado en su construcción. La cul-
tura de cada organización vendrá definida por la propia atención general
a la comunicación, la complejidad del modelo de comunicación maneja-
do (especialmente por los directivos), la atención a la comunicación de
retorno (transporte de información o proceso transaccional), a los medios
de comunicación de masas, a la distinción entre la comunicación interna
y externa, o a la formal e informal» (Lucas, García, Ruiz 2003: 57-58).
b) La forma de comunicarnos puede adoptar, dentro de una organización ,
tres posibilidades: la comunicación horizontal (aquella que se da entre
miembros que se encuentran en la mism a posición jerárquica, y que
puede tener códigos explícitos y códigos implícitos); la comunicación
descendente (en la que el mensaje parte de la jerarquía, en dirección a
las personas que se encuentran en pos iciones inferiores); y la comuni-
cación ascendente (aquella en la que la comunicación se produce
desde la base de la estructura hacia los niveles jerárquicos superiores) .
c) Desde la perspectiva de nuestra disciplina, es fundamental evaluar el
entorno profesional en el que se integran cada persona, o en el que
quiere integrarse (en el caso de dinámicas de grupo con desempleados),

176
Antonio López Pelaéz

para describir cuáles son los modelos de comunicación, y capacitar a


las personas para saber desenvolverse en una organización determina-
da. Gran parte de nuestros problemas se derivan de nuestra falta de
habilidad para reconocer las reglas tácitas e implícitas que funcionan en
un entorno determinado, y que hay que respetar para poder integrarnos.
Igual que cualquiera de nosotros, cuando ha viajado al extranjero, ha
experimentado la necesidad de aprender un idioma, de aprender las
costumbres y las pautas relacionales en un entorno determinado, del
mismo modo al llegar a un nuevo entorno laboral, hay que volver a
aprender, hay que resocializarse. Y lo mismo puede decirse cuando una
persona abandona su modo de vida, por ejemplo, divorciándose o sepa-
rándose, y tiene que volver a vivir sin pareja, volver a encontrarse a sí
misma y a los demás de forma distinta. La incapacidad de asumir los
nuevos roles, o de integrarse en entornos diferentes, es un predictor
claro de exclusión social.
d) Los trabajadores sociales también se integran y desarrollan su labor pro-
fesional en organizaciones. Y los grupos que coordinan, animan o dise-
ñan generan sus propias pautas de comunicación. Por todo ello, el pro-
fesional del Trabajo Social con Grupos debe prestar mucha atención al
modelo de comunicación que se utiliza en un grupo, orientándolo para
que pueda ser eficaz en relación con los objetivos establecidos.

- La comunicación de masas: como ya hemos señalado, los medios de


comunicación de masas nos proveen de gran parte del contenido simbóli-
co de nuestra cultura. Vivimos inmersos en un proceso de información
constante, en el que gran parte de nuestra agenda pública y privada (por
«agenda» entendemos el conjunto de cuestiones que nos preocupan y en
torno a las cua les desarrollamos nuestra actividad) se origina, precisamen-
te, en los mensajes que recibimos a través de los medios de comunicación
de masas. «S in duda, en la actua lidad la comunicación de masas es una de
las principales fuentes de información, entretenimiento y compañía, afec-
tando de manera importante a nuestras conductas, actitudes y formas de
pensar» (Lucas, García, Ruiz, 2003: 58).
Los medios de comunicación de masas son un agente de socialización de
primer orden, y tenemos que tomarlos en consideración porque muchos
de nuestros modelos de comportamiento, sean adecuados o no a nuestro
entorno real, responde a una imitación de los contenidos (series, teleno-

177
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

velas, personajes) que nos llegan a través de los medios de comunicación


de masas. Por ejemplo, nuestras pautas de consumo, fundamentalmente
«aspiracionales» (es decir, aspiramos a llevar el tipo de vida o de experien-
cia de aquellos que consumen un determinado producto, queremos ser
como ellos ... ), responden a los mensajes que las agencias de marketing
diseñan con metodología científica, para lograr una respuesta positiva de
nuestra parte.

3.3. La comunicación digital: perspectivas sobre la red

Nuestra comunicación ha estado siempre ci rcunscrita al espacio y al tiem-


po. La escritura nos ha permitido superar ambos, pero con unas limitaciones
derivadas del proceso de escribir, del tran sporte de los textos escritos, y de la
difusión de los mismos. En este sentido, la imprenta supuso una revolución
tanto la facilidad para reproducir los textos, como en la capacidad para pro-
ducir un mayor volumen de libros. Desde la irrupción social de Internet desde
los primeros años de la década de los 90 del siglo pasado y, en especial,
desde mediados de la primera década de l siglo XXI con la aceptación y uso
generalizado de las redes sociales online, nuestra comunicación se ha amplia-
do y extendido hacia el entorno online o digital.
Los seres humanos somos animales lingüísticos, la comunicación es la
base de nuestra sociabilidad, y nuestras redes sociales dependen de nuestros
sistemas de comunicación . En este sentido, con Internet se genera un nuevo
ámbito para nuestra sociabilidad, recream os un nuevo entorno. Para entender
nuestras relaciones sociales, y para analizar nuestra forma de comunicación y
nuestra conducta, es necesario analizar cómo nos relacionamos en Internet a
través de los diferentes sistemas tecnológicos que utilizamos: ordenadores,
tabletas, móviles. Como hemos visto en el primer capítulo de este libro, al
describir lo que denominamos el e-Social Work, es necesario analizar las nue-
vas tecnologías, comprender cómo nos relacionamos, y utilizar este nuevo
ámbito de comunicación e interacción social, Internet, en el Trabajo Social.
Internet se desarrolla en las últimas dos décadas del siglo XX, a partir del
proyecto Arpanet. Lo que denominamos la web 1.0 ha evolucionado hacia la
web 2.0 y la web 3.0 o web semántica. En un primer momento, utilizamos la
web 1.0 para buscar información, comunicar noticias, establecer formas rudi-
mentarias de comercio electrónico, y enviar y recibir mensajes. En un segun-
do momento, en lo que se denomina la web 2.0, Internet abandona el mode-

178
Antonio López Pelaéz

lo de los medios de comunicación de masas tradicionales, basados en la emi-


sión de la información y en la pasividad del usuario. Un usuario que simple-
mente consumía información, y podía elegir entre ver o no ver lo que se le
ofrecía en los canales televisivos, o escuchar una u otra emisora de radio.
Frente a este modelo, que podemos denominar modelo centrado en el emi-
sor institucional, con la web 2.0 evolucionamos hacia un nuevo modelo de
usuario, que crea contenidos y se convierte en protagonista de la interacción
social. En un primer paso, los usuarios pudieron crear contenidos audiovi-
suales, y compartir textos escritos. Y, en un segundo momento, comenzaron
a poder compartirlos, a poder d istribuirlos en cualquier momento y a cual-
quier otro usuario. La web 2.0 se caracteriza por centrarse en el usuario/ con-
sumidor, en cuanto creador de co ntenidos distribuidor de los mismos, y gene-
rador de conocimiento. El término web 2.0 fue formulado por primera vez
por Darcy DiNucci, en su artículo «La fragmentación del futuro», en el año
1999, y ha sido popularizado gracias a Tim O ' Reilly con la «Web 2.0 Confe-
rence», en el año 2004.

GRÁFICO Nº 4.1: EVOLUCIÓN DE LA COMUNICACIÓN EN INTERNET

GENERAL PUSH
. -~

INFORMACION Jéo~.µNlfAflóEfz
-. DSITRIBUCION
2000 Buscar Comprar Publicar
1800 Leer Mirar
Comercio
1600
Hablar
~ 1400
1200
.gi 1000

i 800
600
400
200
o

Fuente: elaboración propia

179
C APÍTULO IV: C OMU NICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

La web 1.0 consistía en emisores únicos de información hacia audiencias


de distintos tamaños sin capacidad de respuesta, o con una capacidad de res-
puesta muy limitada. Frente a este modelo, la web 2.0 ha permitido a los
usuarios convertirse en productores y creadores (prosumers) de información
por medio de diferentes aplicaciones . Por ejemplo, los espacios de las redes
sociales (Friendster, Myspace, Facebook, Tuenti, Twitter, Flickr, Linkedin,
etc.), los blogs, wikis, agregadores de opinión o de noticias (ciao, doyoo,
meneame, digg, etc.), mashups, folsonom ías, etc. Todas estas aplicaciones se
crean con códigos que facilitan la interacción , colaboración e intercambio
con otros usuarios o colegas (peers).
La web 2.0, y sus aplicaciones diseñadas en torno a la prioridad de la expe-
riencia del usuario, suponen un cambio cua litativo con respecto a la anterior
fase de Internet. Como señala Miguel del Fresno (201 O), amplía el mundo
online y crea nuevos espacios de sociabilidad. La investigación sobre este
nuevo ámbito, un lugar sin espacio, Internet, es una prioridad para las cien-
cias sociales y el Trabajo Social. Tanto desde la perspectiva del análisis, como
desde la perspectiva del diseño de intervenc iones online (siguiendo el mode-
lo del e-Social Work que hemos expuesto en el primer capítulo de este libro).
Una de las prioridades es la siguiente: ana lizar cómo se está ampliando la
experiencia social de las personas. La investigación sobre Internet nos permi-
te comprendernos mejor como individuos y como sociedad. Una de las con s-
tataciones más relevantes, en este ámbito, es la siguiente: las personas no se
adaptan a Internet. Al contrario, adaptan Internet a sus vidas, por medio de la
maximización de la utilidad que le asignan, según sus prioridades. Por ejem-
plo, en el ámbito del ocio, el entretenim ien to, la información, el apoyo o la
solidaridad.
La evolución más inmediata de la web 2.0 tiene que ver con el uso de
Internet en dispositivos móviles, que se han convertido ya en el medio coti-
diano a través del cual nos conectamos con la red . La evolución de la web
2.0 a la web 3.0 se describe con la evo lución hacia la web semántica. «La
Web Semántica es una Web extendida, dotada de mayor significado en la que
cualquier usuario en Internet podrá encontrar respuestas a sus preguntas de
forma más rápida y sencilla gracias a una información mejor definida. Al dotar
a la Web de más significado y, por lo tanto, de más semántica, se pueden
obtener soluciones a problemas habituales en la búsqueda de información
gracias a la utilización de una infraestructura común, mediante la cual, es
posible compartir, procesar y transferir información de forma sencilla. Esta
Web extendida y basada en el significado, se apoya en lenguajes universales

180
Antonio López Pe laéz

que resuelven los problemas ocasionados por una Web carente de semántica
en la que, en ocasiones, el acceso a la información se convierte en una tarea
difícil y frustrante»
(http://www.w3c.es/Divulgacion/GuiasBreves/WebSemantica).

En 2015, las dos redes sociales más relevantes en el ámbito digital son
Facebook y Twitter. Facebook fue creado originalmente por Mark Zuckerberg
en febrero de 2004 como una simple aplicación online alternativa al libro
físico . Su objetivo era el siguiente: colgar cada curso las fotografías y datos
básicos de los alumnos de la Universidad de Harvard. Poco después Facebo-
ok comenzó a facilitar que más estudiantes de otras universidades agregasen
a nuevos usuarios, cuyas facultades no pertenecían a Harvard. Actualmente
aquella funcionalidad ha sido ampl iamente superada y modificada por los
usos y demandas cotidianos de m ill ones de usuarios alrededor del mundo; y
ha habido traducciones locales de éxito como Tuenti en España, que supone
una traducción local del mismo fenómeno global a una audiencia distinta.
Facebook es utilizado por más de 1.350 millones de personas (octubre
2014) . Más de 700 millones de d ichos usuarios son acceden y utilizan Face-
boolk a través del móvil. Para poder prestar sus servicios, Facebook utiliza
una infraestructura compleja, formada por una red de más de 50.000 servi-
dores. Estos servidores usan distribuciones del sistema operativo GNU /
Linux, usando LAMP (un sistema de infraestructura de Internet que utiliza un
sistema operativo, un servidor web, un gestor de bases de datos y diferentes
lenguajes de programación). Facebook tiene versiones en más de 70 idiomas
y más de 300.000 usuarios han ayudado en las traducciones locales de la apli-
cación en todo el mundo, que ha si do desarrollada por más de un millón de
desarrolladores de más de 180 países. Facebook también se puede utilizar
desde plataformas móviles y ha superado las cifra de 150 millones de usua-
rios activos, siendo el doble de activos que los que usan Facebook desde
ordenadores.
Los mayores dudas y peligros que conlleva Facebook, y en su versión local
Tuenti, tienen que ver la protección de los datos de los usuarios, por ejemplo,
la protección de los menores que pueden acceder y usar esas plataformas.
Asegurar la privacidad de los usuari os es una prioridad. Especialmente en el
año 2013, cuando se descubrió que las agencias de seguridad de diferentes
países, como la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de
América, espiaban los perfiles de los usuarios, y sus redes sociales. Otro pro-

181
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

blema relevante es la utilización que puede realizar la empresa de los datos


de los usuarios. En el momento de aceptar los términos de uso por contrato,
el usuario cede la propiedad exclusiva y permanente de la información. Esta
información se convierte en un producto que la compañía puede vender a ter-
ceros, obteniendo beneficios que no se transfieren al usuario.
Twitter es un servicio de microblogging, creado por Jack Dorsey en julio
de 2006, donde los usuarios solo pueden escribir mensajes de texto con un
máximo de 140 caracteres (tweets) como emisores o como respuesta a otros
usuarios. Los tweets se pueden enviar desde el sitio web de Twitter, desde
aplicaciones desarrolladas por terceros para ordenadores o móviles. Actual-
mente ya pueden enviarse fotos y tiende a amp liar sus capacidades.
Como red social, se organiza alrededor de un usuario A que sigue a otros
usuarios (B, C, D, ... N). El usuario A solo quiere leer los mensajes de esos
usuarios presentados por orden de actualidad . Al mismo tiempo, otros usua-
rios pueden seguir los comentarios de un usuario A sin que tenga que haber
reciprocidad en la creac ión de vínculos ni permanencia en el tiempo en la
relación. De hecho, se puede seguir a un usuario sin que medie ningún tipo
de relación textual.
Una investigación cualitativa realizada por Miguel del Fresno sobre las
motivaciones de uso de Twitter (Del Fresno, 2010) establece las siguientes
características:

- Twitter se presenta como una su erte de acelerador social que aporta


valor como medio de identificación de otras personas con intereses
comunes.
- El proceso de identificación de iguales (peers) que aportan valor a la
interacción por medio de Twitter es utilizado para la difusión de ideas,
gustos, información, conocimiento, relaciones personales además de
mensajes de marketing y comuni cación de información comercial. Se
presenta así como un medio muy eficaz de prácticas comunicativas:
para conocer, compartir y reenv iar información, conocimientos, opi-
niones, sugerencias, ideas, etc.
- Los argumentos aportados apuntan a la creación de valor informacional
por medio de la reciprocidad y, por tanto, a que el valor de la red social
real en Twitter se construye con un número limitado de personas y no
por medio del valor total de la red existente en Twitter.

182
Antonio López Pelaéz

- Los valores asociados a la utilidad más destacados de Twitter, además


de las posibilidades de difusión y contenidos, reside en la instantanei-
dad, la alta disponibilidad y la simplicidad. El hecho de que se restrin-
ja a 140 caracteres no se considera una limitación sino más un impul-
sor de la eficacia de los men sajes.
- La mayor utilidad de Twitter parece residir en el proceso de selección
de las personas que aportan mayor valor por medio de los contenidos
generados por los usuarios en la interacción en la red social. Un proce-
so que necesita de cierto aprendizaje para detectar aquellos interlocu-
tores que aportan utilidad o valor a cada persona. Por tanto, la maximi-
zación de la utilidad de Twitter necesita de un periodo de tiempo y de
madurez en el uso y práctica .
- Parece darse en Twitter una con stante interinidad de los vínculos, resul-
ta extremadamente fácil crear y disolver relaciones, ya que los vínculos
son débiles. Se da una ausenci a de reciprocidad explícita, ya que los
vínculos están basados exclusi vamente en la afinidad, en compartir
información u opiniones (se haya dado o no un vínculo o interacción
previa). En lugar de presentarse esa interinidad como una debilidad
para los usuarios de Twitter se trataría, por contra, de una fortaleza, una
ventaja para la flexibilidad y libertad de elección.
- Twitter aporta también el valor de ser un canal de ocio, un medio para
conocer novedades, convocatorias de eventos, o un medio para la sim-
ple diversión sin más. En términ os generales, constituye un modo onli-
ne de socialización y ampliación de la red de conocidos; y, en definiti-
va, es una forma de participa r en la conversación general.
- Otro uso declarado de Twitte r apuntaría a una forma de autopromoción
personal: poniendo al alcance de otros el blog personal , el sitio web de
la empresa, la comunicación promocional, wikis, etc.
- En alguna medida se apunta que el uso de Twitter puede estar caniba-
lizando el consumo de medios de comunicación, debido a la rapidez,
y una mayor eficacia de acceso a las noticias. Twitter parece aportar la
ventaja de ser un canal de acceso y consulta múltiple a información for-
mal e informal filtrada por otras personas, a las que se les asigna credi-
bilidad y relevancia para ese filtrado previo.
- Sin duda, Twitter se presenta también como una herramienta de
expresión personal e identitari a, de pensamientos rápidos (limitados

183
CAPÍTULO IV: C OM UNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

a la extensión de los 140 caracteres), de formulación de denuncias,


de opiniones sobre temas sociales, de críticas a marcas, etc., donde
vuelve a aparecer la eficacia sin distracciones por la limitación
expresiva.

La importancia de las redes sociales radica en que se está produciendo un


extraordinario cambio en los comportamientos de los consumidores. Las
redes sociales online, más allá de su importancia en las relaciones personales,
son el fenómeno disruptivo social y empresarial más importante en los hábi-
tos de consumo de las últimas décadas, ahora cuando Internet ya ha sobre-
pasado los 20 años de uso popular. Hoy en día, según Nielsen, dos tercios de
los usuarios de Internet son miembros o vi sitan redes sociales, blogs y otros
medios generados por los consumidores (CMG) y en ellas se pasa más del
10% del tiempo de uso total de Internet. El uso de estas redes es mayor, inclu-
so, que el uso del correo electrónico. Un tiempo que se incrementa de mane-
ra significativa de monitorización en monitorización.
Otro aspecto muy relevante es el siguiente: cómo estas redes sociales o
social networking sites y blogging websites, en definitiva, todos los medios
generados por los consumidores (CMG), se están convirtiendo en alternativas
de creciente eficacia a los medios de comunicación tradicionales (que hoy
por hoy siguen sin dar respuesta a los cambios en los hábitos de los ciudada-
nos, que se han convertido en creadores de contenidos) .
Cuando definimos un concepto, lo del imitamos. En este sentido, se ha
generado un debate sobre la forma adecuada de definir la experiencia online.
¿Es una experiencia «virtual », o es una experiencia «digital »? El uso de virtual
parece menos significativo y oportuna q ue el de d igital , ya que no hay una
separación ontológica ni fenomenológi ca radical entre el mundo online y
offline. Lo que se está produciendo es una progresiva convergencia e interre-
lación de la actividad y prácticas soci ales entre ambos contextos sociales,
offline y online. O expresado de otra forma, los investigadores nos vamos
enfrentando a la evidencia de que para comprender de forma más precisa y
completa los hechos más relevantes de la realidad social de nuestro tiempo,
en los comienzos del siglo XXI, no se puede dejar de incorporar lo que suce-
de y lo que las pe rsonas están haciendo dentro de ese espacio sin lugar físico
que es Internet, el ciberespacio. Lo que sucede en el contexto social online
no es menos real que la vida cotidiana puesto que también forma parte del
despliegue y actividad creativa de las personas.

184
Anton io López Pe laéz

Ambos contextos sociales se han fusionado en la vida cotidiana. Cada día


millones de personas se incorporan al uso cotidiano de Internet. Utilizan Inter-
net para sus relaciones personales, el trabajo, el ocio, la cultura, las finanzas, la
búsqueda de información y conocimiento, las reivindicaciones individuales y
colectivas, el activismo político, el aprendizaje, la solidaridad, el altruismo, etc.
Internet es ya un espacio social real, que es utilizado para socializarse, com-
partir, expresarse, analizar, informarse, comprender más y mejor, etc. Por tanto,
las investigaciones sociales y culturales quedarán necesariamente limitadas e
incompletas si dejan de incorporar el estudio de las formas de sociabilidad indi-
viduales y colectivas que están permitiendo la tecnología.
El término «Virtual» aplicado a la v ida, la sociedad o la etnografía no hace
justicia a la dimensión de lo que denominamos experiencia digital. El térmi-
no virtual tiene como significado algo por lo normal «frecuentemente en opo-
sición a efectivo o real» o bien «que tiene existencia aparente y no real» (RAE,
2001 ). Lo virtual alude a un estado incompleto, parcial, marginal o paralelo,
no plenamente real. En definitiva, apunta en su semántica a lo inauténtico.
Por ello, es más conveniente utilizar el término «digital», que no tiene una
connotación peyorativa, para hacer referencia al mundo social que se crea y
reproduce en el contexto online.
Desde nuestra perspectiva, como hemos indicado en el capítulo primero
de este libro, el nuevo entorno digita l conlleva la necesidad de desarrollar los
Servicios Sociales on-line, y utilizar las redes sociales y los recursos digitales
para poder atender a una ciudadanía joven que es ya nativa digital. La fragili-
dad de las trayectorias y los nuevos retos de los jóvenes se desarrollan en la
red y, a la vez, la red nos permite redefinir nuestras metodologías de inter-
vención social. Nuestros jóvenes son ya nativos digitales, y los servicios socia-
les tienen que redefinirse en esa dirección (tabla 4.1)

185
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

TABLA 4: UTILIZACIÓN DE INTERNET ENTRE USUARIOS


JÓVENES (16-24 AÑOS).*

2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013


Usuarios 86,3% 90,3% 92, 3% 94,1% 95,0% 95,8% 97,4%
Correo
87.4% 88.8% 92. 3% 90.5% 92.6% 90.2% 91.2%
"'
o electrónico
-o
ro Lectura de
N
- periódicos y 38.0% 39.4% 46. 2% 54.4% 61.0% 59.3% 66.6%
·g
revistas
"'o Redes sociales
·u
·~ (Facebook,
<1J 58. 7% 67.6% 88.5% 92.2% 94.5%
V) Twitter,
Tuenti ... )
* Acceso a los servicios de i nternet en los últimos tres meses.
Fuente: INE.

4. COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES:

Nos encontramos inmersos en códigos culturales, mediante los cuales


tanto los individuos como las instituciones interpretamos la realidad, defini-
mos nuestra identidad y nuestros proyectos, y actuamos. Inmersos en una
sociedad de masas en la que revolución de las tecnologías de la información
está modificando la interacción entre emisores y receptores, desde la pers-
pectiva de nuestra disciplina es importante analizar algunas características y
efectos de los medios de comunicación de masas, ya que solo comprendien-
do nuestro mundo podremos evaluar adecuadamente las potencialidades y
los problemas de los ciudadanos.
Desde nuestra perspectiva, es importante analizar los impactos de los
medios de comunicación de masas en las personas, igual que es importante
analizar las características de la comunicación en las organizaciones, ya que
cada ciudadano, antes de integrarse en una dinámica de grupo específica, se
ha socializado en una determinada cultura, ha interiorizado patrones de
comunicación específicos, y, sea cual sea el resultado de la dinámica grupal,
tiene que integrarse de nuevo (en realidad, continuamente) en esa sociedad.
Una evaluación adecuada de las carencias o potencialidades de las personas
en un entorno determinado, por parte del profesional del Trabajo Social, tiene
que partir necesariamente de un diagnóstico o caracterización correcta del
contexto en el que se desenvuelve la vida de cada uno de nosotros.

186
Antonio López Pe laéz

Podemos diferenciar algunos temas y teorías muy tratados en la literatura


científica sobre los efectos de los medios de comunicación en el proceso de
socialización:

- En primer lugar, los medios de comunicación de masas, y especialmente


la televisión, provocan una homogenización de las percepciones de los
televidentes, que tienden a reproducir el modelo que les presenta la tele-
visión, aprendiendo a analizar la realidad a partir de lo que se ve en la tele-
visión. De este modo, como señala la denominada teoría del cultivo, oteo-
ría de los efectos cultivados (Gerbner, 1986), la televisión crea y refuerza
opiniones, imágenes y creencias que se convierten en criterios para inter-
pretar la realidad. Acabamos por ver como normal lo que la televisión nos
presenta como tal, interiorizando los comportamientos y las emociones
que observamos en la pantalla como parte de la vida cotidiana.
Muchos estudios señalan cómo las personas que consumen mucha tele-
visión y muchos programas v iolentos, tienden a reproducir dichos
patrones de comportamiento en la vida real. Y, en un sentido más
amplio, en ocasiones nos convertimos en protagonistas de ese mundo
de la imagen, cuando nos grabamos y transmitimos a otros nuestro com-
portamiento. Hay ya, tristemente, numerosos casos en los que ciudada-
nos aparentemente integrados graban como golpean a un indigente, y
lo envían a sus amigos, o simplemente disfrutan viéndose en la panta-
lla, porque lo más real es lo que se emite.
Cualquiera de nosotros ha pod ido realizar un viaje de turismo en el que
los participantes están más pendientes de grabarlo todo en video que de
experimentar la belleza del entorno. Están pendientes de la grabación.
Ocurre también en cualqui er rito de paso, como una boda o una cele-
bración: a menudo, lo más importante suele ser el fotógrafo o el técni-
co que graba la sesión, y que se permite interrumpir o estar en todos los
sitios, arruinando la intensidad y la vivencia del acto en el que se está.
Es importante que el trabajador social con grupos, analice el entorno
simbólico y el consumo de televisión de las personas con las que va a
formar un grupo, para evalua r correctamente cómo perciben la reali-
dad, y lo que esperan del grupo. La pregunta que podemos formularnos
es la siguiente: ¿vemos el mundo como la televisión ve el mundo? ¿Nos
relacionamos como en la televisión se relacionan? ¿Nuestras aspi racio-
nes son las que aparecen en la televisión?

187
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

Al analizar los efectos derivados del consumo intenso de televisión, Sig-


norielli (1990) ha formulado un síndrome característico de nuestras
sociedades: el síndrome del mundo mezquino, y, ciertamente, muchos
de los programas de las televisiones actuales podrían calificarse así: pre-
senta la miseria de las personas, voces, gritos, insultos, como modelo
de comunicación, de análisis, y de estilo de vida (y numerosos perso-
najes que englobamos bajo el calificativo de «famosos» viven de ello).
Curiosamente, con el incremento de canales de TV derivados de la tec-
nología digital, lo que encontramos es un gran homogenidad en la pro-
gramación, y no basada precisamente en el aumento de la calidad.
- En segundo lugar, en los contenidos emitidos pueda haber una mayor
heterogeneidad con la ampliación de canales y la irrupción de Internet.
Independientemente de que pueda establecerse un efecto directo entre
el consumo de televisión y el comportamiento, numerosos teóricos han
destacado el papel que juega la televisión, y los medios de comunica-
ción de masas, en los procesos de socialización: cuanto más se consu-
me televisión, más se tienden a reforzar los estereotipos que se visuali-
zan, y se tiende a interiorizar el comportamiento que se considera ade-
cuado en la televisión.
- Un efecto claro al trabajar con grupos de niños o jóvenes es la reduc-
ción de tiempo en el que uno/a «es» niño/a: el consumo de programas
para adultos, hace que los niños se socialicen en dicho mundo en una
edad más temprana, que abandonen el ámbito de la literatura infantil,
y que accedan a las percepciones de la vida adulta más rápido. Y esto
no deja de sorprender a los padres y madres, a pesar de que son ellos
quienes les ponen a ver la televisión. Independientemente del peso que
tiene en la socialización la televisión o Internet, cuestión muy discuti-
da, es cierto que tiene una influencia relevante, y que es necesario para
el trabajador social analizar el medio cultural, las series de moda, la
forma de pensar y de sentir, las aspiraciones, que los programas o series
que se emiten presentan a los espectadores, para poder diseñar una
dinámica de grupos viable.
Es necesario que preguntemos por las horas que ven la televisión los
participantes en la dinámica de grupos, por sus programas preferidos, y
por las series que les gustan más, porque en gran medida muchos de
sus comportamientos, y de su forma de argumentar y relacionarse,
puede estar influida por el comportamiento de sus personajes preferi-

188
Antonio López Pelaéz

dos. A la vez, analizar las gratificaciones que los sujetos reciben, al con-
sumir un medio u otro de comunicación social, y unos programas u
otros, nos permite comprender en mayor medida su forma de ser. En el
entorno actual, en el que las generaciones más jóvenes ven menos la
televisión y pasan más horas conectados a Internet, es importante ana-
l izar lo que les gusta, las gratificaciones que encuentran, y el modelo de
interacción social y de visión del mundo que presentan las series, pro-
gramas o videoclips que contemplan.
En muchos casos, por ejemplo, las infoadicciones comienzan por la
búsqueda de una gratificación determinada, por ejemplo el consumo de
pornografía, a través de Internet, que progresivamente van generando
más interés y más adicción en la persona, generando en algunos casos
pautas de acción (reproducir en la vida real lo que contemplas o lo que
llevas a cabo en la red, de modo virtual, con tu identidad virtual). A su
vez, esa búsqueda de gratificación revela una determinada concepción
de las relaciones sociales, y una serie de problemas reales para relacio-
narse con los demás físicamente. Podemos interiorizar pautas de com-
portamiento que son disfuncionales, que nos conducen a problemas o
conflictos en la vida real, pero que contemplamos en la red. En este sen-
tido, cada vez es más relevante diseñar dinámicas de grupo on-line,
desde la perspectiva de nuestra d isci pi i na.
- En tercer lugar, en el debate entre libertad y condicionamiento (¿nos
determina nuestra educación , o nuestra cultura, nuestro comporta-
miento, o más bien es la influencia de los medios de comunicación la
que nos dice lo que debemos hacer? ¿Y, si no nos determinan, cuánto
influyen?), podemos señalar dos cuestiones:
a) No podemos analizar nuestra identidad, nuestros proyectos y nues-
tra circunstancia sin tomar en consideración el universo cultural y
simbólico en el que estamos inmersos. Nuestros sueños, y nuestras
pesadillas, son las de nuestra época, y, en sociedades donde el con-
junto de la población es protagonista de la participación política y el
consumo (es decir, en sociedades de masas), la comunicación juega
un papel fundamental para impulsar el voto, la compra de unos u
otros productos, o el mode lo de ocio.
En este sentido, el poder, como veremos en el próximo capítulo, «en
una sociedad informacional, queda inscrito, en un ámbito funda-
mental, en los códigos culturales mediante los cuales las personas y

189
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

las instituciones conciben la vida y toman decisiones, incluidas las


políticas» (Castel Is, 1997: 381 ). Hay que señalar que, en los estudios
sobre la influencia de los medios de comunicación sobre la confor-
midad social, se han constatado dos efectos. En primer lugar,
muchas personas adoptan los criterios de la mayoría, y saben que
son de la mayoría porque así lo presentan los medios de comunica-
ción: por ejemplo, todos los fabricantes de lavadoras recomiendan
tal detergente o tal suavizante para la ropa; o 9 de cada 1O alemanes
prefieren la cerveza X. Se trata del denominado «efecto vagón». En
segundo lugar, se constata que, frente al comportamiento inercial de
la mayor parte de la población, siempre existen grupos minoritarios
que se resisten a seguir las preferencias de la mayoría, y que pueden
crear su propio nicho de mercado.
b) Un análisis detallado de nuestra propia realidad como «animales
mediáticos» nos muestra que, independientemente del grado de
influencia comprobable en la modificación de nuestro comporta-
miento que puedan tener los medios de comunicación, y que es
objeto de debate entre los investigadores en el ámbito del Periodis-
mo y las Ciencias de la Comunicación, hay una cuestión clave que
no puede ser relegada. Los medios de comunicación ponen de relie-
ve, muestran, establecen, las cuestiones o temas sobre los que hay
que pensar. Es decir, establecen nuestra agenda de temas, los conte-
nidos sobre los que debatir, y en este sentido, determinan las cues-
tiones prioritarias, y la percepción que tenemos de las mismas.
Hay personajes o temas que nunca se tratan, y hay personajes que se
convierten en protagonistas de nuestro tiempo, y la diferencia está en
el tratamiento que les dan los medios de comunicación social. Uno de
las primeras tareas del trabajador social en una dinámica de grupo es
analizar las fuentes de información de los participantes, y la percep-
ción que tienen sobre aspectos de la realidad que son relevantes para
el objetivo de la intervención social. En muchos casos las diferencias
de opinión que pueden llevarnos a un conflicto en el seno del grupo,
y que deben reconducirse progresivamente a un análisis lo más impar-
cial posible, en el que se puedan ver diversos puntos de vista, nos
remiten a la forma de pensar, a los medios de comunicación que con-
sumen, o la cultura de origen (en sociedades tan heterogéneas como
las nuestras, las percepciones de asu ntos conflictivos, como el maltra-
to o las diferencias de género, pueden ser muy dispares).

190
Antonio López Pe laéz

La teoría de la agenda-setting analiza estas cuestiones: «la función de


la agenda-setting de los medios de comunicación se define como la
influencia que éstos ejercen (especialmente la radio, la prensa y la
televisión) sobre los sujetos, de modo que llegan a determinar lo que
la audiencia percibe como importante e, incluso, sobre qué debe
pensar» (Lucas, García, Ruiz, 2003: 247). Cuanta más importancia se
presta a un tema, por parte de los medios de comunicación, más
importancia le da el público, y de ahí la presión para convertir en
agenda de los medios un determinado asunto, para que así se con-
vierta en agenda pública de todos los ciudadanos.
Cualquier análisis de las noticias de la portada de los periódicos, un
mismo día, puede llevarnos a pensar que estamos en países distin-
tos, o que hay una voluntad manifiesta de enfocar los temas de deter-
minada manera, para a su vez establecer un análisis de los mismos
o una reacción de la opinión pública de acuerdo con nuestra inten-
cionalidad previa. Temas que no son relevantes para la población en
general, o que podrían no serlos pero que son importantes para la
agenda de los políticos o de otros grupos de interés, pueden con-
vertirse en el material simbó lico que leemos y comentamos todos los
días. De ahí la importancia de la libertad de opinión, y el papel clave
que juega la exi stencia de medios de comunicación plurales, con
orientaciones diferentes, pa ra ofrecer al ciudadano diversas perspec-
tivas sobre los temas de actualidad.
- En cuarto lugar, el fracaso en los procesos de comunicación (efecto boo-
merang): en cualquier dinámi ca de grupos experimentamos la impor-
tancia de los patron es cultu ral es previos que cada persona trae consigo,
el papel relevante que juegan los medios de comunicación, en cuanto
nos presentan aquello sobre lo que debemos pensar, y el papel clave
que juegan nuestra forma de comunicarnos, podríamos decir «nuestras
prácticas comunicacionales», para expresarnos, comunicarnos con los
demás, y afrontar juntos los objetivos establecidos (o reformular dichos
objetivos) .
Sin embargo, en las dinám icas de grupo no se da una evolución lineal
y progresiva, y muchas intervenciones no tienen la respuesta esperada.
Experimentamos progresiones y regresiones en la vida del grupo, y tam-
bién experimentamos cómo algunas cuestiones, o temas, o preocupa-
ciones, que se tratan con un objetivo, provocan un efecto contrario. Lo

191
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

mismo ocurre con las personas y los medios de comunicación social : a


menudo, para sorpresa del emisor, descodificamos lo que dice con cri-
terios completamente diferentes a aquellos que el emisor ha utilizado
para codificar el mensaje. En defin itiva, la comunicación puede fraca-
sar, en relación con su propósito original , y también dentro de un grupo
nos podemos encontrar con resultados opuestos a aquellos que esperá-
bamos.

5. CONCLUSIONES:

En este capítulo, hemos anal izado las características básicas de los proce-
sos de comunicación, resaltando algunas cuestiones clave para el Trabajo
Social con Grupos, para poder obtener una evaluación adecuada de cada per-
sona y de su entorno, y diseñar una dinámica de grupos que tenga en cuenta
la influencia de los medios de comunicación social , y que tome en conside-
ración la importancia del modelo concreto de comunicación que hay que
aprender a utilizar en entornos determinados, por ejemplo en una empresa
(todo trabajador social «trabaja» en una organización, sea una institución
pública o una empresa privada, con su propia cultura organizativa y su mode-
lo de comunicación, y todo trabajador soci al tiene que tener en cuenta que
las personas con las que lleva a cabo una dinámica de grupo tienen, en su
vida cotidiana, que participar en diversas organizaciones). Las principales
conclusiones que podemos formular son las siguientes:

- En primer lugar, el papel clave que juega la comunicación en la super-


vivencia de la especie humana, y en la organización de cada sociedad.
Hemos analizado, por ejemplo, el papel clave que juega una tecnolo-
gía de comunicación, la escritura, en la estratificación social y en la
estructura de poder, de una sociedad dada.
- En segundo lugar, los elementos clave de la comunicación: el emisor, el
mensaje, el receptor, y el proceso de retroalimentación (feedback). En el
análisis de la dinámica de la comun icación, desde la perspectiva del Tra-
bajo Social con Grupos es importante analizar las dimensiones en las que
se da este proceso: intrapersonal, interpersonal, organizacional, y la
comunicación de masas. Un estudio detallado de estas dimensiones nos
permite comprender con mayor detalle las características de cada perso-
na, y del universo simbólico en el que desarrolla su trayectoria vital.

192
Antonio López Pelaéz

- En tercer lugar, hemos analizado algunas características relevantes de la


comunicación en nuestras sociedades complejas: la heterogeneidad de
mensajes, la influencia de las noticias y de los medios de comunica-
ción, la teoría de la agenda-setting, y los efectos a menudo no previstos
por el emisor, como el efecto boomerang.

6. LECTURAS RECOMENDADAS

6.1. Texto

«Las subculturas juveniles recientes -desde los años ochenta, aproximada-


mente- han trasladado una gran parte de sus formas de expresión, sobre todo
las que usan para definir el plano identitario, a un sistema de comunicación
que comparte muchos rasgos con el usado en las sociedades sin escritura; es
decir, aquellas cuya comunicación se produce gracias a sonidos que no se
plasman en ningún soporte estable. Por tanto, en este tipo de comunicación
las palabras desaparecen una vez que se han pronunciado. Pero, mientras se
están pronunciando, las palabras no solo representan sino que crean; de
manera que al nombrar algo, sobre todo al hacerlo con determinada intención
y en un contexto determinado, la mentalidad imperante en la sociedad oral
acepta que se está afectando a la realidad misma. En resumen, se considera
que ciertas formulaciones y algunos gestos rituales interfieren en el curso de
los acontecimientos. Por estas razones, en el universo comunicativo de la ora-
lidad primitiva se evita la pronunciación de determinadas palabras o ciertas
formas de hacer, o de mirar, consideradas perjudiciales, como sucede en el
ejercicio del mal de ojo, ya que pueden traer un desenlace fatal.
Pero el rasgo de la mentalidad oral que quiero destacar aquí es su dimen-
sión temporal preponderante. Las culturas en donde la oralidad es el proce-
dimiento fundamental de comunicación y de vínculo social, reafirman cons-
tantemente el presente. La primacía de una reacción con el mundo presentis-
ta se aminoró con la aparición de la escritura, que ha propiciado un sistema
de pensamiento capaz de dar cuenta de todo tipo de orden temporal. Al con-
trario de lo que sucede con la escritura, la oralidad es un sistema de comuni-
cación que no deja huellas materiales. Mientras en el sistema de la escritura
el texto se hace autónomo y permanece en el tiempo, el habla se realiza en
el tiempo presente y exige que el hablante permanezca activo. Por tanto, la
eficacia de este procedimiento comunicativo tiene fecha de caducidad en el

193
CAPÍTULO IV: COMUNICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

tiempo, siendo operativa, fundamentalmente, en el momento de su enuncia-


ción( ... )
El nuevo estilo comunicacional (de los jóvenes) apuesta por un universo de
presencias, ya que la imagen, por su propia naturaleza, no puede dar cuenta de
lo ausente. Más que expresar a propósito de vivencias precedentes, o de recla-
mar transacciones o intercambios futuros, la nueva oralidad (que en realidad
recurre al aparato sensoriomotriz en general y no solo al sonido) persigue una
experiencia emocional basada en principios arcaicos, como el contacto físico
(la figura retórica de la metonimia) o en el parecido (la figura retórica de metá-
fora), a partir de criterios preferentemente visuales y proxémicos. (. .. ) Nunca,
como sucede en la cultura juvenil española actual, se había radicalizado tanto
la dicotomía que separa nítidamente el valor de la experiencia inmediata, que
es hoy lo primordial, frente a la información procedente de otras fuentes y fren-
te a los modelos de organización y de sentido generalizados y consolidados en
la sociedad, y no los meramente subjetivos. Cualquier medio de conocimiento
que, en última instancia, no se verifique desde concepciones subjetivas, ha per-
dido hoy crédito y logra escasas adhesiones entre los individuos más jóvenes»

Muñoz Carrión, A. (2007): «Tácticas de comunicación juvenil: interven-


ciones estéticas», en Revista de Juventud, nº 78, pp. 11-12.

6.2. Lectura recomendada:

LucAs, A., GARCÍA, C., Ru1z, J. A. (2003): Sociología de la comunicación, 2ª


ed., Trotta, Madrid.

6.3. Bibliografía general del capítulo

CASTELLS, M. (1997): La era de la información. Economía, sociedad y cultura.


Vol. 3. Fin de milenio, Alianza Editorial, Madrid .
FERNÁNDEZ GARCÍA, T., LóPEZ PELÁEZ, A. (2006): Trabajo Social con Grupos,
Alianza Editorial, Madrid.
GERBNER, G., et al. (1986): «Living with Television: The Dynamics of the Cul-
tivation Process», en Bryant, J., Zillmann, D. (eds.): Perspectives on Media
Effects, Lawrence Erlbaum Associates, H i llsdale NJ, pp. 149-163.

194
Antonio López Pe laéz

Gooov, J. (1986): The logic of writing and the organization of society, Cam-
bridge University Press, Cambridge.
LóPEZ PELÁEZ, A. (2009): «Analfabetismo relacional e inteligencia emocional:
¿un nuevo reto para las organizaciones en el siglo XXI?», en Orthopedic
Business Review, nº 3, pp. 3-8.
LucAs, A., GARCÍA, C., Ru1z, J. A. (2003): Sociología de la comunicación, 2ª
ed., Trotta, Madrid.
PosTMAN, N. (1994): Tecnópolis, Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores,
Barcelona.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2001 ): Diccionario de la Lengua Española, Madrid,
Espasa, Madrid.

7. EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

- Describe dos efectos derivados de la invención de la escritura.


- ¿Cuáles son los principales elementos del proceso comunicativo?
- Analiza las características de la comunicación interpersonal

8. RESUMEN:

En este capítulo, en primer lugar, hemos analizado el papel clave que


juega la comunicación en la vida humana, en la cultura y en la sociedad. Cul-
tura y lenguaje van inseparablemente unidos. El lenguaje humano permite
elaborar mensajes e intercambiarlos, haciendo posible una comunicación
efectiva y creativa, que permite elabo rar y transmitir información. La impor-
tancia de las formas de comunicación ha sido resaltada desde tiempos remo-
tos, como demuestra un hecho clave: en numerosas sociedades se han esta-
blecido a lo largo del tiempo mecanismos para controlar la información, y la
comunicación.
En segundo lugar, hemos analizado los elementos básicos que intervienen
en el proceso de la comunicación, y las principales dimensiones de la misma,
desde la perspectiva de nuestra disciplina: la dimensión intrapersonal, la
dimensión interpersonal, la comunicac ión en las organizaciones, y la comu-
nicación a través de los medios de comunicación de masas, característica de

195
C APÍTU LO IV: COM UN ICACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

nuestra época. Es importante señalar que las dinámicas grupales son dinámi-
cas comunicativas, que deben cumplir ciertos requisitos. A la vez, las perso-
nas que se incorporan a una dinámica de grupo están ya de antemano inmer-
sas en una relación continua consigo m ismas, con su entorno inmediato,
están inmersas en organizaciones de diverso tipo, y viven en un entorno sim-
bólico y cultural en el que los medios de comunicación de masas ejercen una
influencia fundamental.
Es necesario conocer estas dimensiones de la comunicación, tanto para
gestionar bien un grupo concreto (evaluand o los modelos de comunicación
que cada persona trae ya consigo y utiliza al relacionarse con los demás),
cuanto para capacitar a las personas para describir, controlar y utilizar los
recursos comunicativos de la manera más adecuada (por ejemplo, mejorando
su capacidad para trabajar en grupo en una empresa).
En tercer lugar, ya que vivimos en un mundo de noticias e imágenes,
hemos analizado algunos de los efectos característicos de los medios de
comunicación, ya que cada uno de nosotros está ya dentro de un lenguaje y
una cultura en la que dichos medios ejercen un influjo muy relevante. Inmer-
sos en una sociedad de masas en la que revolución de las tecnologías de la
información está modificando la interacción entre emisores y receptores,
desde la perspectiva de nuestra discipli na es importante analizar algunas
características y efectos de los medios de comunicación de masas, ya que solo
comprendi endo nuestro mundo podremos evaluar adecuadamente las poten-
cialidades y los problemas de los ciudadanos.

196
,
CAPITULO V:
Poder, conflicto, negociación
y grupos sociales
Capítulo V: Poder, conflicto, negociación
y grupos sociales

Objetivos:
- Conocer las características de l poder.

- Comprender el pape l que juega en el desarrollo de la historia de la Huma-


nidad, y especialmente en las sociedades contemporáneas, prestando
especial atención a la tendencia, en las sociedades democráticas, hacia el
control del ejercicio del pode r arbitrario.

- Analizar las teorías de autores relevantes en este ámbito, como Hobbes y


Russell, y específicamente, en el ámbito de nuestra disciplina, el enfoque
del empowerment.

Conceptos:
- Poder

- Ilustración

- Carisma

- Tradición

- Legalidad

199
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

1. INTRODUCCIÓN:

Si hay algo característico de los seres humanos, es el afán por sobrevivir.


La voluntad de ser, de permanecer, de lograr nuestros objetivos. Y no es un
puro afán de subsistencia. La definición de la vida «buena», la vida que mere-
ce la pena ser vivi da, es lo que nos mueve: perseguimos nuestros sueños, rea-
lizar nuestros deseos, cultivar nuestras aficiones, y cumplir o dar satisfacción
a nuestras pasiones. Aquello que nos proponemos, en cuya persecución gas-
tamos nuestro único tiempo de vida, siempre nos implica a nosotros, y a los
demás. Desde la ren uncia al trato con los semejantes, y el control de uno
mismo, que se propone un anacoreta como objetivo de su vida, hasta la bús-
queda del aplauso o la sumisión de los que nos rodean, que persigue un artis-
ta o un político, nuestra vida es un proceso de autocontrol y de relaciones de
control, de gobierno, en definitiva, de poder, con los demás y con el medio
exterior.
La voluntad de poder, de la que hablaba Nietzsche, va unida siempre a la
definición de aquello sobre lo que se ejerce, y se vincu la a un proceso de
negoc iación, de conflicto, y de acuerdo, con nosotros mismos y con los
demás. Desde esta perspectiva, en cualquier dinámica de grupos podemos
observar cómo funcionan los objetivos de cada miembro del grupo, cómo se
relacio nan, quién adquiere protagonismo, qu ién se resiste al protagonismo de
otros o a la propia dinámica del grupo, afirmándose en la medida en la que
frena o critica el avance de otros. Nuestras relaciones, porque tienen siempre
objetivos, y porque siempre implican a otros, son relaciones de poder, y de
ahí que el poder sea un fenómeno que empapa todas dimensiones de la vida.
La primera cuestión que observa cualquier trabajador social en un grupo
es que este fenómeno, el poder, y sus manifestaciones, las relaciones de
poder entre unos miembros y otros, aunque surge de la búsqueda de objeti-
vos, de la voluntad de alcanzar logros personales (y también grupales), no
si empre es racional en su lógica de funcionamiento. Por ejemplo, una perso-
na persigue un fin, pero al exponerlo y avasallar a los demás, la forma en la
que lo busca acaba produciendo el efecto contrario.
En muchos grupos, personas que lo que quieren es afirmarse, al hacerlo
bloqueando o poniendo problemas a la propia evolución de la vida del
grupo, acaban destruyendo el entorno grupal (que necesitaban para afirmar-
se). Es decir, el ejercicio de la voluntad muchas veces, persiguiendo un obje-
tivo determinado, elige un camino equivocado. La experiencia de cada uno

200
Antonio Lopez Pelaéz

con su propio poder es también la experiencia de cada uno con sus propios
errores. Y, a veces, uno elige equivocarse o cometer un error, porque al hacer-
lo manifiesta su poder, se empeña, porque lo ha elegido, a pesar de llevarle
al fracaso. La necesidad de afirmarnos, de ejercer nuestra voluntad, es a veces
mayor que nuestra capacidad de racionalizar y analizar fríamente nuestro
comportamiento. Es decir, a menudo no hay una conexión directa entre el
ejercicio del poder, cuestión vital para el ser humano, y la racionalidad del
poder (entendida como adecuación a los fines que se quieren obtener) .
En segundo lugar, el ejercicio de poder implica siempre a los demás. Por
eso, tanto en relación con el d iálogo con nuestro propio pasado y nuestros
deseos, cuanto en relación con la resistencia que oponen los demás a nues-
tros proyectos, el poder siempre conlleva conflicto, negociación y acuerdos.
Como hemos visto en otros capítulos, somos seres sociales, y nos encontra-
mos inmersos en una cultura, una forma de vida, en una sociedad determi-
nada, con unas pautas de relac ión prefijadas, y con una estructura de poder
consolidada en el tiempo. Nuestra propia identidad esta ya construida, res-
pondemos a un entorno, a unos deseos, a unas expectativas, propias de nues-
tra época, de nuestro entorno, y de nuestra familia.
Experimentamos el poder cotidianamente: cuando accedemos a un
empleo, y nos ofrecen un contrato temporal, ese contrato y esa relación labo-
ral responden a un determinado consenso social, a una relación de poder
entre diversos grupos sociales, y por eso, en unos países hay mejores contra-
tos que en otros, porque se han establecido normas para defender o proteger
determinados intereses (de los trabajadores, de los empresarios, de las insti-
tuciones ... ). El Estado del Bienestar, en este sentido, no es el resultado de un
sueño romántico: es la respuesta a dos guerras mundiales, a severos conflic-
tos sociales, y se corresponde con el triunfo de una noción de ciudadano
basada en los derechos humanos.
El Estado del Bienestar es un ejercicio de poder, establece unas reglas de
juego, y responde a consensos sociales básicos. Cualquier empresa es tam-
bién una organización basada en el poder: el poder interno, que distribuye las
funciones y las capacidad de sancionar dentro de la institución, y el poder
externo: la empresa persigue objetivos más allá de su pura organización inter-
na, e influye sobre otros actores que también participan en el mercado.
El poder, por lo tanto, es algo consustancial a nuestra vida. Si pensamos en
cualquier máquina, una tijera, por ejemplo, ¿por qué es así, tiene esa forma?
La respuesta es sencilla: por la forma de nuestras manos, está hecha de un

201
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

modo específico porque se adapta a nosotros. Andamos, nos movemos, cor-


tamos con la tijera .. . En todo ello, aunque no reparemos, hay inteligencia, hay
adaptación, y, aunque es transparente (no nos damos cuenta, por ejemplo,
que cada uno de nosotros anda de manera específica, tiene huella dactilar al
andar), y parece que es así porque sí, hay por detrás un diseño con tres carac-
terísticas: en primer lugar, adaptado a nuestra realidad; en segundo lugar,
adaptado al objetivo de la acción (cortar); en tercer lugar, responde a un
patrón de fabricación (moda, estilo, materiales) propio de una cultura deter-
minada.
Pero no tiene un autor específico: la tijera es producto de una acumulación
de destrezas y saberes a lo largo de la historia. Lo mismo ocurre con el poder:
responde a nuestra naturaleza, sus objetivos y sus características están influi-
das por la historia, y siempre es un poder encarnado: en personas, en institu-
ciones, en organizaciones. A menudo no nos damos cuenta, de nuestra volun-
tad de poder, y de la de los demás.
En muchas dinámicas de grupo, el primer objetivo del trabajador social es
darse cuenta de las relaciones de poder que se establecen inmediatamente, y
que tienen que ver con nuestra forma de rel acionarnos, de identificar a los
demás, de darles valor, y con las diversas estrategias de negociación que
hemos aprendido a lo largo de la vida. En un segundo paso, si el objetivo de
la dinámica de grupo es capacitar a las pe rsonas para poder integrarse en su
entorno y recuperar un empleo, hay que refl exionar sobre las estructuras de
poder, unas implícitas y otras explícitas, de la organización en la que se van
a integrar.
Saber cómo relacionarse, diferenciar los mensajes que nos llegan de los
demás, aprender a negociar desde un conocimiento del entorno adecuado ... ,
son cuestiones básicas para integrarnos en cualquier grupo humano: por
ejemplo, nuestra familia política, o nuestro partido político, o la empresa en
la que trabajamos. Muchos fracasos personales se originan en la incapacidad
para detectar las estructuras de poder, o las reglas de juego, en un entorno
determinado.
En este capítulo, vamos a analizar brevemente la naturaleza del poder,
desde una perspectiva vinculada con el Trabajo Social con Grupos. Analiza-
remos las diversas dimensiones del poder, algunas teorías que han tenido
especial relevancia en nuestra disciplina, y finalmente describiremos breve-
mente un enfoque basado en el poder que tiene especial relevancia en nues-
tra disciplina: el enfoque del empowerment.

202
Antonio López Pelaéz

2. EL ORIGEN DEL PODER:

Una primera definición del poder puede ser: la voluntad de supervivencia,


manifestada en todas las acciones que nos permiten seguir vivos. Ese motor,
el instinto de supervivencia, es lo que nos mueve, y podemos identificarlo
con el poder en su acepción más bási ca . A.hora bien, en seguida podemos
hacernos una pregunta: ¿qué es la supervivencia? ¿Cómo definimos la vida
que merece la pena ser v ivida? En este sentido, el poder está siempre contex-
tualizado: es poder para vi v ir, pero para vivir «humanamente», para vivir
como merece la pena ser experimentada la existencia.
Por eso, las vidas imposibles de ser vividas, aquellas trayectorias vitales
marcadas por el hambre, la inju sti ci a, la imposibilidad de realizar, la búsque-
da simple del alimento y la bebida, siempre nos han parecido vidas de ani-
males, vidas que dejan de ser «humanas», malas vidas. Y el motor de la volun-
tad de vivir humana, ha sido un motor que se ha orientado hacia la fabrica-
ción de un mundo artificial, un mundo que merece la pena ser vivido, nues-
tro mundo, alejado de la animali dad. En definitiva, frente a los animales, el
ser humano puede generar sus propios deseos, ajenos al contexto, y que le
llevan a transformarlo; y, en esta materialización de sus deseos, el ser huma-
no ejerce su poder, y lo ejerce sobre la naturaleza y sobre los demás.

- Las personas tenemos el poder de ensimismarnos: pensar, meditar, reti-


rarnos del mundo sin sufri r un percance fatal, y pensar en la realidad posi-
ble, en nuestros deseos fantásticos (por contraposición al instinto de
supervivencia animal, vincul ado siempre a la circunstancia inmediata). La
historia de nuestra especie puede describirse como la búsqueda de un
mundo artificial , propio nuestro, en el que desarrollar nuestros deseos, y
en el que estemos más o menos a salvo de la naturaleza salvaje.
«Si el hombre goza de ese privilegio de libertarse transitoriamente de las
cosas y poder entrar y descansar en sí mismo, es porque con su esfuer-
zo, su trabajo y sus ideas ha logrado reobrar sobre las cosas, transfor-
marlas y crear en su derredor un margen de seguridad siempre limita-
do, pero siempre o casi siempre en aumento. Esta creación específica-
mente humana es la técnica. Gracias a ella, y en la medida de su pro-
greso, el hombre puede ens imismarse. Pero también, viceversa, el hom-
bre es técnico, es capaz de modificar su contorno en el sentido de su
conveniencia, porque aprovechó todo respiro que las cosas le dejaban
para ensimismarse, para entrar dentro de sí y forjarse ideas sobre ese

203
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

mundo, sobre esas cosas y su relación con ella, para fraguarse un plan
de ataque a las circunstancias; en suma, para construirse un mundo
interior. De este mundo interior emerge y vuelve al de fuera. Pero vuel-
ve en calidad de protagonista, vuelve con un sí mismo que antes no
tenía -con su plan de campaña-, no para dejarse dominar por las cosas,
sino para gobernarlas él, para imponerles su voluntad y su designio,
para realizar en ese mundo de fuera de sus ideas, para modelar el pla-
neta según las preferencias de su intimidad» (Ortega y Gasset, 1987:
301-302).
- Los deseos que nos mueven, frente a los deseos de los animales, son ili-
mitados: «Entre el hombre y los otros animales hay varias diferencias,
unas intelectuales y otras emocionales. Una de las principales diferen-
cias emocionales es que algunos deseos humanos, a diferencia de los
deseos manifestados por los animales, son esencialmente ilimitados e
incapaces de satisfacción completa» (Russell, 201 O: 9). Esta falta de lími-
tes se deriva de la imaginación, que por definición no conoce límites:
«La imaginación es el aguijón que impulsa a los seres humanos a un
esfuerzo ininterrumpido después de haber satisfecho sus necesidades
primordiales» (Russell, 2010: 10). Entre estos deseos ilimitados, el más
importante es el del poder, que puede ser definido en el ámbito de las
Ciencias Sociales, en analogía con la Energía en el ámbito de la Física:
el poder tiene muchas formas, y «Únicamente dándose cuenta de que el
amor al poder es la causa de las actividades que importan en los asun-
tos sociales puede ser rectamente interpretada esa historia, antigua o
moderna» (Russell 201 O: 12). Podemos diferenciar cuatro característi-
cas, desde la perspectiva de Russell:

a) El poder es perseguido tanto po r individuos como por grupos y


comunidades.
b) El amor al poder se encuentra lim itado por otros motivos (el amor a
la aprobación, el amor al placer o el amor a la comodidad, por ejem-
plo).
c) El poder tiene muchas formas: poder político, económico, militar, etc.
d) Cada sociedad se diferencia de las demás por la forma en la que se
distribuye el poder entre individuos y organizaciones, por las formas
en que se adquiere el poder, y por la clase de organización que tiene
más influencia.

204
Antonio López Pelaéz

2.1. Perspectivas desde la Antigüedad

En el mundo clásico el con cepto del poder que unos hombres ejercen
sobre otros es muy amplio y variopinto, y es tratado por poetas y filósofos,
desde Homero, que llama a Agam enón en la llíada «pastor de pueblos» hasta
Platón, que usa esa definición arca ica como uno de los puntos de partida de
su estudio sobre el gobernante en su diálogo El político. La propia lengua grie-
ga es muy rica en el vocabulario relacionado con el concepto del poder,
desde la época homérica hasta el griego bíblico. El griego usa palabras como
dynamis (poder como capacidad) , kratos (poder político), xeir (poder físico),
megaleiotes (poder como potencia o grandeza), además de sustantivos como
dexia, brachion, hypselos, exou sia, areté, y otras muchas.
Ya en los comienzos de la literatura griega hay múltiples alusiones a la
convivencia entre diversos grupos humanos y su sometimiento a un poder
político, adjetivo derivado del término polis, que expresa precisamente la
agrupación de los seres humanos, no solo habitacional sino también como
comunidad. Desde antiguo están atestiguadas comunidades socio-económi-
cas en la Grecia arcaica v inculadas por lazos étnicos, familiares, materiales o
religiosos. Es difícil, sin embargo, a causa de la lejanía temporal y de la esca-
sez o ambigüedad de las fuentes, definir con claridad estas comunidades
desde el punto de vista de la socio logía o la teoría poi ítica moderna, a riesgo
de incurrir en errores de apreciaci ón histórica que sólo es posible enmendar
mediante un análisis de la realidad histórica.
No existe, por ejemplo, en griego antiguo una voz equivalente a la pala-
bra «estado» en el amplio sentido moderno. La idea de polis incluye también
el concepto de la territorialidad, básico para la ciudad-estado. El poder políti-
co se designa como una idea de lo colectivo que se refleja en el uso de fór-
mulas que incluyen «los atenienses», «la ciudad de los locrios», «los lacede-
monios», etc. El poder que ejercen estas comunidades o colectivos se deno-
mina como «los asuntos de los aten ienses» (ta pragmata ton athenaion), como
en la res publica de los romanos. La designación de la idea del poder ejecu-
tivo en las fuentes suele estar revestida en palabras como arche o kratos (que
ha pasado el idioma griego moderno).
La justicia y las relaciones soci ales se convierten en un tema clave en la
filosofía y la literatura griega, desde las reflexiones de Hesíodo en su obra Tra-
bajo y días (en la que insiste en la responsabilidad social de los malos reyes
y jueces), hasta las reformas de Sol ón (basadas en la distribución de las clases

205
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

sociales en función del censo, y no de la cuna, emancipando al individuo del


marco familiar). En la Ilustración ateniense, la discusión sobre la mejor forma
de gobierno abre paso a la democratización de la ciudadanía y de la política,
y también a la reflexión sobre los problemas comunes de la democracia,
(como muestra Platón al analizar la educación, la política, la configuración
ciudadana, y el reparto de tareas públicas) .
El análisis del poder lleva, en este punto, a la pregunta por la virtud, y por
el mejor estilo de vida: ¿quién es el auténtico maestro de la virtud? ¿Cómo se
debe vivir? A la vez, se analiza la evolución de los sistemas políticos desde la
timocracia a la democracia. Aristóteles, por ejemplo, analiza la cohesión cívi-
ca (basada en la justicia, la prudencia y la amistad), y su vinculación con la
felicidad. El objetivo en el ejercicio del poder es garantizar el equilibrio entre
la seguridad y la utopía, propugnando una especie de posibilismo político
basado en la propiedad privada, la vida feliz , la moderación, la familia y el
tiempo libre (dedicado al conocimiento).

2.2. Poder y voluntad

En muchos casos, los trabajadores soci ales desarrollan su actividad profe-


sional con personas que tienen poco o ningún poder, en diversos ámbitos de
su vida: no pueden trabajar (están desempleados), no pueden relacionarse
adecuadamente con sus iguales, con su familia (y por lo tanto, tienen fre-
cuentes conflictos y discusiones, o finalm ente se separan), no pueden inter-
pretar correctamente las reglas de juego del entorno en el que viven (y por lo
tanto, no son capaces de generar relacion es de solidaridad y complicidad, y
tampoco son capaces de evitar conflictos -o de saber resolverlos-).
A nivel estructural, por ejemplo, si trabajamos con comunidades indígenas
en un país subdesarrollado, podemos experimentar cómo se encuentran fuera
de los círculos del poder institucional, del poder político y económico. Una
de las reacciones más comunes en estos casos es denunciar la situación, obje-
tivar la posición de subordinación que experimenta una persona, un grupo o
una comunidad , y reclamar un nuevo modelo de relación en el que cambien
las reglas de juego, y el «excluido» pase a ser «incluido» .
Podemos identificar las fuentes de un poder determinado, en el caso de
Karl Marx la «propiedad privada», y diseñar un nuevo tipo de sociedad en el
que, cambiando ese factor, la propiedad, cambiemos las fuentes del poder, y

206
Antonio López Pelaéz

el poder mismo, hasta llegar a una sociedad de iguales en la que el poder no


se manifieste como tal. Sin embargo, esta propuesta, que impregna las utopí-
as renacentistas, solo puede calificarse como «ingenua». El poder está inscrito
en nuestra naturaleza, y es la expresión de la voluntad de sobrevivir, la volun-
tad de perseguir nuestros deseos, una voluntad que, necesariamente, afecta a
los que nos rodean, y a la Naturaleza.
Nuestras relaciones son siempre relaciones de poder, relaciones en las que
tenemos propósitos, relaciones a través de las cuales elegimos a unas perso-
nas y, necesariamente, renunciamos a otras (y, al hacerlo colectivamente,
integramos a unos grupos y excluimos a otros). Acumuladas en el tiempo,
estas decisiones generan ganadores y perdedores, instituciones con poder,
grupos privilegiados que se perpetúan gracias a sus ventajas competitivas (que
se encargan de conservar y tran smitir a sus herederos). Sobrevivimos y gene-
ramos un mundo nuevo personal y socialmente, y esto implica una estratifi-
cación social de individuos, grupos y comunidades, y la consolidación de
pautas de comportamiento y de distribución de la riqueza que consolidan las
diferencias entre unos seres humanos y otros.
El poder está inscrito en nuestra naturaleza. Además, es necesario para la
subsistencia de la sociedad: no hay posibilidad, a pesar de las utopías renacen-
tistas, de establecer una sociedad sin poder, y unas relaciones humanas sin
poder, y una vida personal sin una voluntad de poder, entendido como afirma-
ción de su propio organismo y búsqueda de la realización de sus deseos. Con-
forme aumenta la complejidad social, aumenta la complejidad de las relaciones
de poder, y a menudo una mala interpretación de poder, o de la conducta ade-
cuada, nos conduce a conflictos con los demás y con la sociedad como tal.
Una persona puede tener una idea de las relaciones de pareja machista, en
la que el varón debe dominar absolutamente a la mujer, pero, si intenta lle-
varla a la práctica, buscará afirmarse con códigos de comportamiento machis-
ta que, en el caso de un país con una democracia avanzada como España, son
inaceptables, y le llevarán a una situación de conflicto permanente (tanto con
su pareja, como en su puesto de trabajo, en el que coincide con otras muje-
res que son igualmente ciudadanas con todos los derechos). Su ejercicio de
la voluntad, su afirmación, le lleva a una situación imposible. Debe cambiar
su concepción de las relaciones, e interiorizar un modelo de ser varón dife-
rente, en el que el poder de dom inación se transforma, dando paso a una
afirmación de sí mismo basada en la cooperación, el respeto y la búsqueda
conjunta de criterios de acción.

207
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

El trabajador social no puede ser ingenuo en este ámbito: criticar las rela-
ciones de dominación no significa afirmar que es posible relacionarse sin que
intervenga el «poder», definido como la voluntad de cumplir nuestro deseo o
propósito. El «poden> es consustancial a la vida misma. Se trata de establecer
el tipo de «poder» adecuado, y diseñar límites para el ejercicio del poder arbi-
trario (en este caso, el poder arbitrario de la pareja, sea hombre o mujer),
redefiniendo nuestros deseos y propósitos.
Frente a los sueños de una sociedad de iguales, derivada de la eliminación
de las relaciones de poder, la realidad nos ha mostrado que el objetivo histó-
rico es una sociedad de iguales, derivada del control sobre el poder arbitra-
rio, basada en la ciudadanía democrática. Más que transformar nuestra natu-
raleza hasta crear un tipo de sociedad nueva, sin poder, de lo que se trata es
de controlar el ejercicio del poder, elemento esencial en la vida social.
En cualquier grupo se dan relaciones de poder, se establecen patrones de
interacción, protagonismos, conflictos derivados del control sobre las deci-
siones comunes (desde el día de la reunión , que puede venir bien a unos
miembros y no a otros hasta el objetivo de la acción grupal). La solución no
es eliminar este proceso, sino gestionarlo bien, introduciendo pautas para el
debate, el compromiso, el acuerdo, y la negociación. La historia nos ha ense-
ñado, a lo largo de los siglos, que la búsqueda de una sociedad más justa, en
la que los excesos del poder que criticamos en un momento dado no puedan
darse, no ha conseguido eliminar el poder. Todas las revoluciones han susti-
tuido un poder por otro, y a veces por otro aún peor.
En este sentido, la historia de la Antigua Grecia nos proporciona muchos
ejemplos. El caso de Dionisia el Viejo es paradigmático: Siracusa, bajo un
régimen más o menos democrático, había sufrido diversas derrotas militares.
Dionisia, como jefe de los guerreros, pedía el castigo de los generales derro-
tados, reclamando el nombramiento de un nuevo jefe que perteneciese al
pueblo, de condición humilde, y que fuera bondadoso en su comportamien-
to como consecuencia de su propio origen popular. «Y de este modo, se con-
virtió en tirano. Pero la historia no nos dice que los pobres y humildes consi-
guieran con ello ventaja alguna. Es cierto que confiscó las propiedades de los
ricos, pero las entregó a su cuerpo de guardia. Su popularidad se desvaneció
pronto, pero no su poden> (Russell, 201 O: 83).
En definitiva, el origen del poder está en nuestra propia naturaleza: volun-
tad de sobrevivir; voluntad de sobrevivir transformando la realidad; voluntad
de sobrevivir con los otros, con los demás, grupalmente; voluntad de ser reco-

208
Antoni o López Pel aéz

nacidos y de ser respetados y queridos por los demás; voluntad de desarrollar


nuestro proyecto personal, en el que se incluye el disfrute de recursos esca-
sos, y la relación de control o dominio sobre personas y cosas; y, finalmente,
voluntad de controlar las instituciones políticas y las organizaciones privadas,
para determinar el curso de los acontecimientos.
A menudo, la experiencia del poder (en el trabajo, en el grupo de amigos,
en la familia), explica el comportamiento de los individuos, y es en relación
al reconocimiento y el poder que experimentamos como podemos definir los
efectos perniciosos de situaciones como el desempleo. Y al contrario: el
poder que experimenta un alto ejecutivo, presidente de una compañía con
10.000 trabajadores, y las recompensas que obtiene (reconocimiento social,
recompensa económica, poder real para alterar el curso de los acontecimien-
tos -por ejemplo, contratando o despidiendo, o decidiendo cuantiosas inver-
siones en una u otra dirección-), ha sido siempre uno de los objetivos de la
trayectoria de cualquier directivo, aunque solo llegan algunos. Precisamente
la «voluntad de llegar» los «disciplina», hace que acepten voluntariamente el
conjunto de requisitos que hay que cumplir para llegar a un puesto como ese:
jornadas de trabajo extenuantes, nivel de formación muy elevado, etc.
El sueño de «poder llegar» es el que da cohesión a los esfuerzos de muchas
personas en diversos niveles de la organización o empresa de que se trate, y,
aunque nunca se alcance, permite establecer una disciplina que cada uno ha
interiorizado como propia. En defin itiva, podemos definir la exclusión social
como la falta de poder que muchas personas experimentan, al carecer de
recursos económicos, sociales, educacionales, necesarios para integrarse en
la sociedad en la que viven. La «des-posesión», los «des-poseídos», nos mues-
tran los efectos perniciosos de la ausencia de poder, y, como veremos en un
epígrafe posterior, desde el Trabajo Social con Grupos se ha desarrollado un
enfoque basado en capacitar y dar poder a las personas, el enfoque del empo-
werment.

2.3. Ciudadanía y poder

Dentro de la tradición filosófica griega, podemos destacar dos enfoques


que han influido a lo largo de la historia en el análisis de poder. En primer
lugar, el enfoque platónico, caracterizado por el análisis de la realidad en
base a modelos. Para Platón (428/3 4 7 antes de J.C.) la autentica realidad son
las Ideas, esencias o modelos de las que participan los seres sensibles, y que

209
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

se constituyen en el objeto del conocimiento. Son la verdad de las cosas, y


solo mediante el conocimiento de las mismas podemos avanzar en el análisis
de la realidad sensible. La teoría platónica de las ideas es muy compleja, y
evoluciona a lo largo de su obra. Pero, desde la perspectiva que aquí nos
ocupa, inaugura una tradición de análisis caracterizada por la formulación de
modelos.
En su obra 'La república', Platón describe el modelo de Estado ideal, que
permita la auténtica realización de la vida humana como vida en la Polis. Se
trata de un Estado cuya estructura de clases se corresponde con la naturaleza
humana, y así hace posible la 'concordia social' (que solo se puede basar en
la definición de justicia, en el acuerdo sobre quién debe regir el Estado, y en
el acuerdo en torno al lugar que debe ocupar cada individuo en el mismo).
La búsqueda del conocimiento adecuado de la naturaleza humana y de la
estructura del Estado viene exigida por la necesidad de superar el desorden
social y la injusticia arraigada no solo en la voluntad individual, sino también
en las formas de gobierno, la legislación, y los conflictos de intereses entre los
diferentes grupos que conforman la Polis. En todo este proceso, una cuestión
clave es la naturaleza del poder. En su diá logo «República», Platón analiza las
diversas definiciones del poder, y acaba formulando un ideal de sociedad en
la que el ciudadano puede alcanzar su realización plena, gracias al estableci-
miento de una sociedad justa.
En segundo lugar, el enfoque aristotélico . Aristóteles (384-332 aC), frente
a la teoría platónica del conocimiento, adopta una perspectiva de análisis
caracterizada por la observación y comparación de los datos sensibles, en un
doble proceso de inducción y deducción que se basa en la investigación
sobre la realidad concreta, única fuente de conocimiento. Para Aristóteles, el
ser humano es un animal social, tanto porque vive organizado en comunidad,
cuanto porque tiene capacidad de hablar, y de expresar sus conceptos sobre
lo justo y lo injusto. Esta dimensión social del ser humano no es un elemen-
to accidental, sino que lo constituye onto lógicamente. Como señala Aristóte-
les en su obra la Política, «de todo esto resulta, pues, manifiesto que la ciudad
es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal
social, y que el insocial por naturaleza y no por azar o es mal hombre o más
que hombre» (Aristóteles, 1970: 1252a-1 253b).
El ser humano es un animal ciudadano, que puede existir porque previa-
mente existe la comunidad social en la que se integra. Por ello, la polis es
anterior a la casa y al individuo: «La ciudad es por naturaleza anterior a la casa

210
Antonio López Pelaéz

y a cada uno de nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la


parte; en efecto, se puede llamar mano a una de piedra: una mano muerta
será algo semejante. Todas las cosas se definen por su función y sus faculta-
des, y cuando estas dejan de ser lo que eran no se debe decir que las cosas
son las mismas, sino del mismo nombre. Es evidente, pues, que la ciudad es
por naturaleza y anterior al individuo, porque si el individuo separado no se
basta a sí mismo será semejante a las demás partes en relación con el todo, y
el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia sufi-
ciencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios» (Aristóteles,
1970: 1252a-1253b).
Históricamente, el Estado responde a las necesidades de los seres huma-
nos, y en función de dichas necesidades se han ido desarrollando las institu-
ciones sociales que lo sostienen. Pero, lógicamente, el Estado antecede a los
individuos: «si el todo es necesariamente anterior a las partes y el individuo
aislado es solo una parte en relación con un todo, la comunidad política será
una categoría anterior a la de individuo» (Giner, 1988: 63). En este punto, hay
que indicar que Aristóteles no diferencia entre Estado y Sociedad: «la polis es
un concepto que traducimos por mera conveniencia con la palabra estado,
pero abarca a todas las instituciones sociales de una comunidad dada» (Giner,
1988: 64).
En su 'Política', Aristóteles describe de manera minuciosa las diversas orga-
nizaciones políticas de Grecia, buscando, a través de la experiencia, formular
una clasificación lo más sólida posible. La clasificación que establece en
torno a dos grandes orientaciones del gobierno (constituciones normales y
constituciones corrompidas), ofrece seis posibles tipos de organización políti-
ca. Se trata de una clasificación esquemática, y, en función de las caracterís-
ticas específicas de cada sociedad, pueden observarse todo tipo de matices.
En definitiva, cada tipo de sociedad necesita un tipo de gobierno, en función
de sus características estructurales (diferenciando, por ejemplo, entre una
democracia de campesinos y una democracia de artesanos).
Esta perspectiva de análisis, que considera lo social previo al individuo y
con características propias que lo convierte en objeto de estudio, y que esta-
blece como forma de conocimiento el análisis y la descripción de la realidad
en base a la experiencia y los datos observables, tendrá una larga influencia
histórica y configurará un modelo de investigación paralelo al modelo plató-
nico: frente a la descripción platónica de modelos que nos ofrecen las carac-
terísticas de la sociedad ideal, y cuya influencia a lo largo del tiempo puede

211
CAPITULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

reconocerse en la literatura utópica, la perspectiva ari stotélica indaga en la des-


cripción sistemática de la realidad tal y como se presenta en la experiencia.
Estas dos tradiciones de análisis del poder y la realidad social resurgen con
fuerza en el Renacimiento. «Durante esta últi ma época resurgen con inusita-
da fuerza las dos tendencias que habían hallado en Platón y Aristóteles su más
característica expresión helena. Una, la platóni ca, más especulativa, orienta-
da hacia la elaboración de un modelo de sociedad posible y deseable, según
unos principios abstractos sobre lo que debe ser la vida buena y virtuosa,
halla su expresión en obras como la Utop ía, de Santo Tomás Moro, de 1516,
y en toda una serie de proyectos semejantes, en el la i nspirados. La otra, apo-
yada sobre un estudio apasionadamente frío de la realidad tal cual, encuentra
su mejor ejemplo, unos años antes, en los dos grandes textos de Maquiavelo,
El príncipe y los Discursos, ambos iniciados en 1513» (Giner, 2001: 18-19).
A estas dos corrientes se une una tercera, caracterizada por la preocupa-
ción práctica por resolver las consecuen cias negativas e injustas producidas
por un determinado orden social: «Surge también una tercera corriente, cuyo
representante más significativo es Juan Lui s Vives, que añade a la observación
maquiaveliana y al idealismo de Moro una preocupación práctica por resol-
ver las injusticias y daños causados a las gentes por el orden social existente
en su De subventione pauperum o Socorro de los pobres, de 1525» (Giner,
2001: 19).

2.3.1. El miedo y el poder: Maquiavelo y Hobbes

El Principe, obra escrita por Maquiave lo, ha ejercido una influencia cons-
tante en la historia de la ciencia política y la filosofía. Y la ha ejercido porque,
frente a las reflexiones utópicas de algunos pensadores de u época, y de épo-
cas posteriores, Maquivalo se centra en el análisis del comportamiento real de
los seres humanos en sociedad. Y analiza la mezcla de interés, miedo, bús-
queda de seguridad y fortuna que caracteriza el comportamiento personal del
que tiene el poder, y también el comportamiento de cada uno de los miem-
bros de una sociedad determinada.
Para el trabajador social , es importante analizar la realidad tal y como se
presenta, y desde los criterios de interpretac ión de aquellos que actúan, inde-
pendientemente de lo que consideramos «debiera ocurrir», del deber ser, de
lo éticamente correcto. A partir de un conocimiento adecuado de la realidad,

212
Anton io López Pelaéz

podemos analizar el fenómeno del poder, y cómo obtenerlo o reclamarlo.


Igualmente, en el ámbito de una dinámica de grupo, no debemos solamente
pensar en cómo debería ser, y asumir ingenuamente que todos los partici-
pantes participan de nuestro criterio. Es necesario evaluar su opinión, sus pro-
blemas previos, cómo conciben realmente la vida, y cuáles son los motivos
reales que les impulsan en su comportamiento (independientemente de cómo
se describen a sí mismos).
Maquiavelo lo expone claramente: «Nos queda ahora por ver cuáles deben
ser el comportamiento y gobierno de un príncipe con sus súbditos y amigos.
Y como se que muchos han escrito sobre esto, temo, al escribir yo también
sobre ello, ser tenido por presuntuoso, máxime al alejarme, hablando de esta
materia, de los métodos seguidos por los demás. Pero siendo mi intención
escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente buscar la
verdadera realidad de las cosas que la simple imaginación de las mismas. Y
muchos se han imaginado repúblicas y principados que nunca se han visto ni
se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta diferencia de cómo
se vive a cómo se debe vivir, que quien deja lo que se hace por lo que se
debería hacer, aprende más bien su ruina que su salvación: porque un hom-
bre que quiera en todo hacer profesión de bueno fracasará necesariamente
entre tantos que no lo son. De donde le es necesario al príncipe que quiera
seguir siéndolo aprender a poder no ser bueno y utilizar o no este conoci-
miento según lo necesite» (Maquiavelo, 1989: 129-130).
Hobbes, influido por la mecánica de Galileo, adopta una posición que pode-
mos calificar de mecanicista: lo ún ico que existen son cuerpos en movimiento,
naturales (los objetos) o sociales. En los cuerpos sociales podemos diferenciar
entre las personas, que son los elementos constituyentes de dichos cuerpos
sociales, o los cuerpos sociales mismos, es decir la sociedad y sus instituciones.
La ciencia, por lo tanto, lo que debe estudiar es cómo se relacionan dichos cuer-
pos, y, específicamente en el ámbito de los seres humanos, cuál es el origen y el
vínculo social, y cómo la sociedad constituye una respuesta a los problemas de
las relaciones entre los elementos (las personas) que la conforman.
Aunque la teoría de Hobbes (y también la de Maquiavelo) se ha calificado
en ocasiones como «pesimista», desde el punto de vista de nuestra disciplina
lo que nos interesa más es su análisis del poder. Todos los seres humanos son
iguales, tienen las mismas esperanzas y los mismos fines, todos buscan su
supervivencia, la afirmación de sí m ismos, y por lo tanto el poder sobre los
otros, incluso su destrucción para así poder asegurar la propia supervivencia.

213
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

El estado natural de cada persona se caracteriza por la búsqueda de los bien-


es (que son escasos), la búsqueda de la seguridad al disfrutarlos, y la búsque-
da de la reputación o el reconocimiento por parte de los demás.
Los bienes que deseamos debemos obtenerlos frente a los demás, o arre-
batárselos, la seguridad la conseguimos mediante el control sobre los que nos
rodean, y la fama es siempre fama de uno sobre el resto de los conciudada-
nos. Tenemos voluntad de sobrevivir, queremos realizar nuestras pasiones, y
desatamos la guerra contra los demás. Y, constantemente, tememos que los
demás nos declaren la guerra y nos arrebaten nuestros bienes (que también
desean), nuestra seguridad, y nuestra reputación.
En este entorno de lucha sin piedad y miedo atroz, de pasiones que llevan
al conflicto, la sociedad aparece como la solución, ya que, porque delegamos
en ella el poder y establecemos reglas de j uego definidas, alcanzamos la segu-
ridad, tenemos mecanismos para alcanzar la reputación, y también los bien-
es, dentro de un orden pactado. Para sobrevivir, renunciamos a nuestra volun-
tad de afirmación sin límites, y transferim os nuestro poder, nuestros derechos,
a la sociedad, y en definitiva, a un soberano, un rey que concentra el poder
absoluto con una finalidad clara: hacer respetar el contrato social (y, por lo
tanto, no se trata de un poder caprichoso). Renunciamos a expectativas infi-
nitas, pero difíciles de conseguir, y muy peligrosas, para alcanzar un entorno
seguro, de expectativas razonables y fini tas, donde los límites que nos pone-
mos garantizan la seguridad, el acceso a bienes y la fama. Podemos resaltar
algunos aspectos de la teoría de Hobbes:

- La igualdad de los seres humanos: la naturaleza igual de las personas,


hace que todas compitan por los mismos recursos, por el poder, la glo-
ria y el reconocimiento: «La Naturaleza ha hecho a los hombres tan
iguales en las facultades del cuerpo y del espíritu que, si bien un hom-
bre es, a veces evidentemente más fuerte de cuerpo o más sagaz de
entendimiento que otro, cuando se considera en conjunto, la diferencia
entre hombre y hombre no es tan importante que uno pueda reclamar,
a base de ella, para sí mismo, un beneficio cualquiera al que otro no
pueda aspirar como él» (Hobbes, 1987: 122).
- La teoría de la felicidad : La natural eza humana se basa en la capacidad
de desear, y por ello, el objetivo último de nuestros deseos es, precisa-
mente, garantizar la realización de los deseos fu tu ros, garantizar el ejer-
cicio de esa capacidad de deseo. Con dos consecuencias:

214
Antonio López Pe laéz

a) «La felicidad en esta vida no consiste en la serenidad de una mente


satisfecha, porque no existe el finis ultimus (propósitos finales) ni el
summum bonum (bien supremo) de que habla los libros y los viejos
filósofos moralistas. Para un hombre, cuando su deseo ha alcanzado el
fin, resulta la vida tan imposible como para otro cuyas sensaciones y
fantasías están paralizadas. La fe licidad es un continuo progreso de los
deseos de un objeto a otro, ya que la consecución del primero no es
otra cosa sino un camino para realizar otro ulterior» (Hobbes:
1987:115).
b) La inclinación general de la humanidad, por lo tanto, es «Un perpe-
tuo e incesante afán de poder que cesa solamente con la muerte» (Hob-
bes, 1987: 115). Si tras cada obj eto alcanzado se busca otro nuevo,
nuestro bienestar futuro exige conquistar nuevos objetos, ampliar nues-
tro poder de forma sistemática, y por lo tanto entramos en colisión con
los demás, necesariamente. En este sentido, «la pugna de riquezas, pla-
ceres, honores u otras formas de poder inclina a la lucha, la enemistad
y a la guerra. Porque el medio que un competidor utiliza para la con-
secución de sus deseos es matar y sojuzgar, suplantar o repeler al otro»
(Hobbes, 1987: 116).
- La guerra como estado originario y el Estado como respuesta civilizato-
ria: en relación directa con lo ante rior, si somos iguales, más o menos,
y nuestra felicidad consiste en el ejercicio del poder y la realización de
nuestros deseos, inicialmente nos encontramos en una lucha constante
en la que perseguimos nuestros objetivos, y tememos que otros nos los
arrebaten. A la vez, la búsqueda de nuestro triunfo nos lleva a la arbi-
trariedad, en defensa de nuestro interés, lo cual lleva a la desconfianza
radical que hace imposible la convivencia, y a la guerra.
a) Persiguiendo nuestro objetivo, vulneramos las normas de la convi-
vencia, porque nuestro interés se impone al análisis objetivo, y de ahí
la diferencia entre el razonamiento científico o matemático, y el razo-
namiento sobre lo que sea justo o injusto: «los niños son fieles a su
norma, mientras que los hombres no lo son, porque, a medida que se
hacen fuertes y tercos, apelan de la costumbre a la razón, y de la razón
a la costumbre cuando su interés lo exige, y situándose contra la razón
tantas veces como la razón está contra ellos. Esta es la causa de que la
doctrina de lo justo y de lo injusto sea objeto de perpetua disputa, por
parte de la pluma y de la espada, mientras que la teoría de las líneas y

215
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

de las figuras no lo es, porque en tal caso los hombres no consideran la


verdad como algo que interfiera con las ambiciones, el provecho o las
apetencias de nadie» (Hobbes, 1987: 120).
b) Las tres causas principales de discordia inscritas en la naturaleza
humana son las siguientes: la competencia, la desconfianza, y la gloria.
«La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para obtener un
beneficio; la segunda, para lograr seguridad; la tercera, para ganar repu-
tación» (Hobbes, 1987: 124). La conclusión que se deriva de la propia
naturaleza humana es doble: por un lado, nos encontramos en un esta-
do de guerra permanente, de todos contra todos, en el que la única
seguridad que encontramos se apoya en nuestra propia fuerza y en
nuestra inteligencia. Por otro, el propio miedo a ese estado, el deseo de
la tranquilidad, la esperanza de obtener por medio del trabajo las cosas
necesarias para la vida confortable, hacen que tanto nuestras pasiones
como nuestros deseos nos lleven a establecer la solución a esta ten-
dencia natural a la guerra: la sociedad, en la que, porque delegamos el
poder, podemos obtener la justicia y diferenciarla de la injusticia.
c) En definitiva, la sociedad y el estado son la respuesta clave que nos
ha permitido sobrevivir: nos perm iten avanzar más allá de la situación
de guerra inicial, al delegar el poder en el Estado. Como señala Hob-
bes, «la causa final, fin o designio de los hombres (que naturalmente
aman la libertad y el dominio sobre los demás) al introducir esta res-
tricción sobre si mismos (en la que los vemos vivir formando Estados)
es el cuidado de su propia conservación y, por añadidura, el logro de
una vida más armónica; es decir, el deseo de abandonar esa miserable
condición de guerra que, tal como hemos manifestado, es consecuen-
cia necesaria de las pasiones naturales de los hombres cuando no exis-
te poder visible que los tenga a raya y los sujete, por temor al castigo,
a la realización de sus pactos y a la observación de las leyes de la natu-
raleza,, (Hobbes, 1987: 143).

2.3.2. La lucha contra el ejercicio del poder arbitrario: la Ilustración

Desde la perspectiva que aquí nos ocupa, es importante resaltar el cambio


de orientación que introdujeron los pensadores Ilustrados al analizar el fenó-
meno del poder. Es cierto que, tras el Renacimiento, los enfoques basados en
la Ciencia Moderna pusieron de relieve la necesidad de estudiar el campar-

216
Antonio López Pelaéz

tamiento real de las personas, las características de cada sociedad, y las for-
mas en las que se ejerce el poder en cada contexto histórico. Con Montes-
quieu toma carta de naturaleza un enfoque científico sobre el estudio de la
sociedad, que busca reducir la diversidad de leyes, costumbres e instituciones
a un orden inteligible. Para ello, adopta un método de análisis empírico, reco-
giendo los datos que podemos obtener de la experiencia, y comparativo, bus-
cando las causas profundas de los comportamientos humanos y de la estruc-
tura institucional de sus sociedades.
Para el autor de 'El espíritu de las leyes', el análisis de la realidad social
debe partir de dos principios: en primer lugar, los hechos no son producto de
un devenir accidental; hay que analizar las causas que los explican, más allá
de la apariencia de sucesión desordenada; en segundo lugar, podemos clasi-
ficar los costumbres, usos y tipos de sociedades en una tipología sencilla y
clara, resaltando las similitudes entre las sociedades humanas; en tercer lugar,
hay que poner en relación la organización social con el régimen político en
cada caso determinado.
Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) desarrolla una perspectiva de análisis
en su teoría del pacto social, en la que se explica el ser humano en función
de su condición de animal social, desde una perspectiva diferente a la que ya
hemos analizado de Hobbes. De un estado de inocencia inicial (el estado nat-
ural) se pasa a un estado de decadencia (el estado social actual), y posterior-
mente la superación del estado de decadencia se dará en la 'restauración' (por
el contrato social). Para Rousseau, la sociedad actual es la consecuencia de la
coacción impuesta por el egoísmo y por las pasiones, y por lo tanto es corrup-
tora de la condición humana. Las características de nuestra sociedad actual
responden a la degradación producto de la cultura y la desigualdad humana.
Y por ello, se trata de volver a la naturaleza humana primigenia, como refe-
rente teórico para la constitución de un nuevo pacto social, basado en el desa-
rrollo de las fuerzas naturalmente buenas del ser humano.
De ahí que propugne un nuevo pacto social, un nuevo contrato, ligado al
consentimiento libre de los ciudadanos, que se determinan a obedecer las
leyes derivadas de la 'voluntad general'. Esta 'voluntad general' coincide con
la forma natural de la naturaleza humana, y por lo tanto es universal. Frente
al optimismo ilustrado, Rousseau analiza la sociedad de su tiempo como un
producto histórico, y indaga en los principios que constituyen su entramado
básico, tanto institucional como moral: la desigualdad, el egoísmo y el domi-
nio de las formas de interacción individuales, que no toman en cuenta la pro-

217
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

pia naturaleza del ser humano. Con ello, sitúa a la sociedad como objeto de
estudio. Pero, en segundo lugar, debe destacarse que, en su análisis, la indi-
vidualidad queda sometida a un análisis estructural: es la propia ordenación
de la sociedad la que contamina al individuo, y por lo tanto debe abordarse
su análisis desde una perspectiva que supere el individualismo, tomando
como punto de referencia la propia estructura social como causa de los com-
portamientos de sus miembros. Por ello, la auténtica realización del individuo
solo puede darse en la comunidad articu lada en torno al contrato social, que
permite su realización y le libera de la degradación presente en las estructu-
ras de la sociedad de su tiempo.
En ambos casos, los individuos se encuentran inmersos en una cultura y un
entorno determinado, y experimentan el poder político, del Estado, pero también
el poder de cada uno en relación a los otros: el ejercicio de nuestras pasiones,
de nuestros sueños y deseos, la persecución de la felicidad. Y aquí es donde los
pensadores ilustrados, y no solo Montesquieu o Rousseau, hacen una aportación
decisiva, tanto en su contexto histórico, como en la actualidad. El objeto de su
análisis no es ya la ciudad ideal o el Estado perfecto, sino la crítica fundamenta-
da a los excesos y arbitrariedades de poder tal y como se ejerce en su contexto
histórico. Instauran una perspectiva universalista que se caracteriza por el reco-
nocimiento del otro, la autocrítica, el discurso abierto a nuevas teorías y aporta-
ciones, y, sobre todo, la crítica feroz al ejercicio arbitrario del poder.
En este sentido, el ideal de la Ilustración es, precisamente, salvaguardar al
individuo del ejercicio arbitrario de cualquier poder (incluido el suyo perso-
nal): «sus mejores representantes abogaron por la tolerancia frente al prejui-
cio, por la innovación frente al inmovilismo, por los derechos de la minoría
frente a los entusiasmos de la mayoría, y por la autonomía del individuo fren-
te a las afirmaciones reveladas de la auto ridad religiosa. El componente radi-
cal de la Ilustración se halla en su ataque generalizado contra privilegios y
prejuicios. Su carácter reflexivo y crítico permite a su teoría política más dis-
tintiva exigir la 1imitación del ejercicio arbitrario del poder institucional y
ampliar las posibilidades de la experiencia individual tanto en las sociedades
occidentales como en las no occidentales» (Bronner, 2007: 15).
Podemos señalar cuatro cuestiones relevantes sobre la tradición ilustrada,
desde este punto de vista:

- En primer lugar, la idea de progreso, basado en la ciencia. Para los ilus-


trados, los males sociales son el resultado de la ignorancia y el prejui-

218
Antonio López Pelaéz

cio, y la solución pasa por el análisis científico, que permite realmente


establecer un proceso de cambio y mejora. La idea de progreso va
unida a la idea de mejora de la condición humana: «los pensadores de
la Ilustración creían estar cambiando el mundo al formalizar datos
empíricos bajo las leyes abstractas de la naturaleza, sujetas a compro-
bación y observación. (. .. ). La idea ilustrada de progreso significaba, en
definitiva, algo muy sencillo y muy espectacular: transformar lo invisi-
ble en visible, lo inefable en discursivo, y lo desconocido en conocido»
(Bronner, 2007: 38-39).
La búsqueda del conocimiento científico y la protección de la libertad
individual -que van unidas- se deben garantizar mediante la interven-
ción del Estado: «En su esfuerzo por limitar el uso institucional del
poder arbitrario intentaron proteger el libre ejercicio de la subjetividad
y fomentar la búsqueda del conocimiento científico. El Estado fue el
sostén de esa iniciativa; se le veía como la mejor institución para garan-
tizar las libertades civiles y promover la justicia social. Y así sigue sien-
do» (Bronner, 2007: 196).
- En segundo lugar, el universalismo ilustrado: se trata de una posición
que se basa en la racionalidad, y tiene como objetivo crear un entorno
social y político en el que sea posible el ejercicio de la subjetividad,
generando con ello las condi ciones para que la libertad pueda ser una
opción. Este universalismo tiene dos características: hacer responsable
a las instituciones (de tal form a que deben responsabilizarse de ampliar
la libertad individual -lo que implica el control y la renuncia al ejerci-
cio del poder arbitrario-); y la reciprocidad: el rechazo a cualquier pre-
juicio impone necesariamente la inclusión del otro, como sujeto, y por
lo tanto abre el paso también a la crítica de la opresión económica. La
consecuencia final de este análi sis es la siguiente: la implantación de
una sensibilidad cosmopolita, en la que cada persona se siente en cual-
quier lugar como en el propi o hogar, y se abre al encuentro real con el
otro como sujeto.
- En tercer lugar, la crítica sistemática a «las creencias provincianas y a la
arrogancia del poder» (Bronner, 2007: 30). Esta postura crítica con el
poder establecido, el escepticismo ante los dogmas de todo tipo, y el
desarrollo de un método científico que hace posible que nos liberemos
de explicaciones míticas y prejuicios muy arraigados, permitieron una
rápida expansión de las ideas ilustradas, y explican el fenómeno que

219
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

puede denominarse «Contrailustración», es decir, la reacc1on de los


poderes tradicionales contra los planteamientos ilustrados.
- En cuarto lugar, la defensa de los derechos de los individuos, y la críti-
ca al ejercicio arbitrario del poder. En la Ilustración, como podemos
observar en Hobbes, «la idea de la libertad civil fue la respuesta a una
época de guerras civiles inspiradas por ideologías religiosas rivales( ... ).
Tanto la «libertad» como el «derecho» se oponen intrínsecamente al
ejercicio arbitrario del poder.Justifi can la expansión de las experiencias
y los conocimientos posibles del individuo. Por tanto, ambos deben
entenderse como conceptos dinám icos: la implantación inicial de algu-
nos derechos ha alimentado siempre el interés por el logro de otras
libertades» (Bronner, 2007: 186).

3. CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y PODER: REFLEXIONES SOBRE


LA DINÁMICA DE GRUPO

No hay sociedad, ni comunidad, ni grupo, ni persona, en la que no exista


el poder, entendido como la voluntad de realizar aquello que individual, gru-
pal o comunitariamente decidimos, y también entendido como la relación
que existe entre unas personas y otras, unos grupos, comunidades e institu-
ciones y otros, en la que las personas tenemos, de hecho, muy diferentes
capacidades para ejercer nuestras decisiones. Desde la perspectiva del traba-
jador social, a menudo lo fundamental no es analizar el poder, sino la situa-
ción de desposeimiento, la falta de poder, que es tanto personal (la persona
dominada que se somete), como relacional (la relación de dominación entre
amo y esclavo, como señalaba Hegel), u obj etiva y estructural (por ejemplo,
la diferencia entre personas con grandes recursos económicos y las que no los
tienen, o la diferencia entre las sociedades con un fuerte Estado del Bienestar,
y aquellas que no lo tienen). «El poder es un fenómeno omnipresente en la
vida social. En todos los grupos humanos algunos individuos tienen más auto-
ridad o influencia que otros, mientras que los grupos mismos varían según el
nivel de su poder. Poder y desigualdad ti enden a estar estrechamente ligados.
Los poderosos son capaces de acumular recursos apreciados como la propie-
dad o la riqueza, y la posesión de tales recursos es, a su vez, un medio para
generar poder» (Guiddens, 1995: 247).

220
Antonio López Pe laéz

3.1. De los objetivos a las capacidades

Desde la perspectiva de nuestra disciplina, es relevante señalar una cues-


tión clave: cuando una persona acude a una dinámica de grupo, lo hace para
poder afrontar mejor una situación determinada en la que está inmersa. Esta
situación problemática puede ser un conflicto familiar, una grave desilusión y
falta de motivación individual, el despido del puesto de trabajo, la adicción a
una sustancia psicoactiva ... El trabajador social, cuando decide utilizar la
metodología propia del Trabajo Social con Grupos, centra su atención en la
recuperación de habi 1idades básicas (que la persona recupera y fortalece a tra-
vés de la dinámica grupal), el forta lec imiento de su capacidad para interac-
cionar con los demás (cuestión clave para poder integrarnos socialmente), y,
en tercer lugar, el grupo opera como una ámbito de desvelamiento de la rea-
lidad personal y grupal, permite entender mejor lo que nos ocurre, compartir
con otros, y desarrollar una interpretación adecuada de la realidad.
Por ejemplo, en una dinámica de grupo con trabajadores y trabajadores
inmigrantes en la provincia de Segovi a en el año 201 O, varias personas que
interpretaban lo que les ocurría en términos de rechazo o racismo, fueron
capaces de darse cuenta de cuáles eran las reglas implícitas que regulaban
la vida de sus comunidades, el comportamiento esperado por los demás, y
mejorando sus habilidades sociales, pudieron tener más éxito en su inter-
acción social. En este punto, hay que recordar que la cuestión clave, desde
la perspectiva del poder, es preci samente generar «poder», en una triple
dimensión:

- Capacitar a las personas para tomar un mayor control de su vida (inter-


pretando de manera más adecuada el entorno, diferenciando los deseos
posibles de los imposibles, asumiendo su propia trayectoria personal).
- Mejorar sus capacidades de interacción con los demás (y el primer paso
es objetivar comportamientos que conducen al fracaso, y cuáles permi-
ten alcanzar nuestros objetivos, como veíamos al analizar en el capítu-
lo anterior el analfabetismo re lacional).
- Y, finalmente, aumentar las capacidades de personas y grupos para
afrontar sus retos y oportunidades. La dinámica dentro del grupo, orien-
tada a cada uno de sus partic ipantes, también puede convertirse en
dinámica del grupo, como una unidad, orientada a la consecución de
objetivos previamente definidos.

221
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

No puede olvidarse que, como ocurre siempre que hay seres humanos
relacionándose, en el grupo se generan también situaciones de poder, lide-
razgos, sometimientos, y conflictos, que se derivan casi siempre de tres cues-
tiones:

- En primer lugar, los esquemas previos de identificación, que hacen que


nos sintamos predispuestos a escuchar y aceptar a determinadas perso-
nas, y seamos suspicaces ante otras .
- En segundo lugar, la personalidad de cada persona, y cómo interviene,
cómo ocupa el espacio y cómo se relaciona (una persona dinámica y
muy expresiva tenderá a hablar más y a definir la realidad de una forma
acorde con su personalidad, frente a otras personas que quizás adopta-
rán una postura de conflicto previo o de rech azo hacia la persona más
dinámica, quizás mostrando falta de interés, descalificando o criticando
cualquier opinión que se formule en el grupo) . En este sentido, la comu-
nicación dentro del grupo constitu ye una cuestión clave: adoptar pro-
tocolos de comunicación eficaces, di stribuyendo de forma razonable
las intervenciones y evitando que el grupo se convierta en el escenario
para que uno de sus integrantes hable continuamente al resto.
- En tercer lugar, la propia orientación del grupo, la temática o finalidad
que tiene, genera una situación di ferente en cada persona (no todos
pensamos igual y tenemos la misma experiencia sobre los problemas,
aunque esos sean los mismos para todos).

En este sentido, es relevante diferenciar entre los objetivos que cada perso-
na pueda marcarse (las expectativas que tenemos en nuestras sociedades avan-
zadas, lo que se denomina en marketing «deseos u objetivos aspiracionales»), y
la vida real que cada uno de nosotros vivimos. Soñamos, y nos hacen soñar, con
el éxito vinculado con una gran coche, una gran casa, un cuerpo de escándalo
(con un físi co envidiable, sea natural o producto de una intervención quirúrgi-
ca), viajes, experiencias de todo tipo, una carrera profesional exitosa, etcétera.
Pero la realidad es, muchas veces, que todas esas aspiraciones, que habitan en
nuestros sueños, que se convierten en nuestros deseos, y que nos llevan a otor-
gar prestigio a quienes lo consiguen (y nos «d isciplinan» a nosotros mismos, tra-
bajando para alcanzarlos), son de imposib le realizac ión .
Perseguir algo imposible no es una buena estrategia de desarrollo personal
y grupal, y, a menudo, muchos de los cód igos de comportamiento que obser-

222
Antonio López Pelaéz

vamos en la televisión o en los medios de comunicac1on de masas, son


incompatibles con la vida cotidiana: nos generan graves problemas en nues-
tras relaciones personales. No solo nos «entretenemos» con vidas imposibles
de imitar (tanto en el ámbito del consumo ostentoso, cuanto en programas
caracterizados por la vulgaridad extrema de sus protagonistas). Además, cuan-
do nos comportamos de la forma en la que se comportan (por ejemplo, gri-
tando, atacando a los demás o exhibiendo nuestra vida privada), obtenemos
un resultado muy negativo: el rechazo de nuestros congéneres. En este senti-
do, tanto en la formulación de objetivos imposibles de alcanzar, cuanto en la
exhibición de pautas de relación incapacitadoras (y que solo sirven en la serie
o programa televisivo), generan una progresiva descapacitación relacional de
las personas que convierten esos programas en su referente vital.
Como se ha señalado con gran agudeza, «no es lo mismo observar los
medios de vida que observar directamente las vidas que la gente se arregla
para vivir. Al evaluar nuestras vidas, tenemos razón para estar interesados no
sólo en la clase de vidas que conseguimos vivir, sino también en la libertad
que realmente tenemos para escoger entre diferentes estilos y modos de vida»
(Sen, 201 O: 257).
La libertad, cuando es real, implica capacidad para hacer lo que se decide
hacer, y esta perspectiva ha sido fecundamente utilizada en el ámbito de las
políticas sociales (Nussbaum y Glover, 1995). La cuestión central es la
siguiente: la desigualdad de capacidades, y su consecuencia sobre las dispa-
ridades sociales, y sobre la trayectoria real que podemos llevar a cabo en
nuestro entorno cotidiano.
Se trata de centrar nuestro objetivo en las «oportunidades reales de vivir»,
lo que somos de hecho capaces de hacer. Esa capacidad tiene un fuerte com-
ponente estructural (por ejemplo, podemos tener la libertad de educación,
pero si no tenemos un colegio cerca, y nos tenemos que desplazar 300 kiló-
metros, y no podemos costearlo, nuestra libertad teórica -derecho a la edu-
cación- no existe en la práctica, porque no tenemos la capacidad real de ejer-
cerla (y esa capacidad tiene que ver con la estructuración de la sociedad y el
Estado del Bienestar del que disponemos; y nuestra respuesta a esta despose-
sión no puede ser individual, sino grupal y colectiva -organizarnos para
lograr un colegio más cercano-, ámbito de especialización del Trabajo Social
Comunitario)). En definitiva, aunque jurídicamente somos titulares de dere-
chos, en la práctica podemos estar desposeídos de los mismos, y no tenemos
poder para ejercerlos.

223
C APÍTU LO V: PODER, CO NFLI CTO, NEGO CIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

3.2. Tipologías del poder

El poder está presente en todas las sociedades, y debemos analizar tanto la


necesidad de capacitarnos y generar poder para realizar la propia vida, cuanto
las diferentes tipologías del poder, que nos permiten comprender la dinámica
del poder en nuestra vida cotidiana. En este sentido, analizaremos brevemen-
te las tipologías del poder propuestas por Max Weber y Bertand Russell.

- Max Weber: Para el autor de Econom ía y Sociedad, el poder se define


como la capacidad de imponer la propia voluntad a terceros, indepen-
dientemente de su resistencia y su opinión. En términos weberianos, el
poder es «la posibilidad de imponer la propia voluntad sobre la con-
ducta ajena» (Weber, 1993: 696). El poder va vinculado siempre a otros
dos conceptos básicos: el de dominación, y el de disciplina: «Poder sig-
nifica la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una
relación social, aun contra toda res istencia y cualquier que sea el fun-
damento de esa probabilidad. Por dominación debe entenderse la pro-
babilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado con-
tenido entre personas dadas; por disciplina, debe entenderse la proba-
bilidad de encontrar obediencia para un mandato por parte de un con-
junto de personas que, en virtud de actitudes arraigadas, sea pronta,
simple y automática» (Weber, 1993: 43) .
Desde la perspectiva weberiana, «la dominación es uno de los más
importantes elementos de la acción comunitaria. En rigor, no toda
acción comunitaria ofrece una estructura de este tipo. Sin embargo, la
dominación desempeña en casi todas sus formas, aun allí donde menos
se sospecha, un papel considerable. (. ..).Todas las esferas de la acción
comunitaria están sin excepción profundamente influidas por las formas
de dominación. (. .. ) Especialmente en las formas sociales económica-
mente más destacadas del pasado y de l presente -en el régimen de gran
propiedad, por una parte, y en el de la explotación industrial capitalis-
ta, por otra-, la existencia de la 'dominación' desempeña un papel
decisivo» (Weber, 1993: 695).
Podemos definir la 'dominación' en los siguientes términos: «entende-
mos aquí por 'dominación' un estado de cosas por el cual una voluntad
manifiesta ('mandato') del 'dominador' o de los 'dominadores' influye
sobre los actos de los otros (del 'dominado' o de los 'dominados'), de
tal suerte que en un grado socialmente relevante estos actos tienen

224
Antonio López Pe laéz

lugar como si los dominados hubieran adoptado por sí mismos y como


máxima de su obrar el contenido del mandato ('obediencia')» (Weber,
1993: 699). Es decir, la dom inación es la «probabilidad de encontrar
obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos»
(Weber, 1993: 170).
No podemos analizar la vida social sin analizar las estructuras y el
funcionamiento de la dominación, tanto desde una perspectiva indi-
vidual (con un doble interés: primero, conocer nuestra propia natura-
leza y la búsqueda del poder de cada uno de nosotros; segundo, obte-
ner conocimiento válido para establecer nuestras estrategias en un
entorno en el que existen estructuras de poder), cuanto desde una
perspectiva colectiva: es necesa rio definir las estructuras de poder en
las que estamos inmersos para poder intentar lograr una modificación
de las mismas.
Desde esta perspectiva, vivimos inmersos en una cultura y una socie-
dad que ya, en su propia configu ración, muestran una determinada dis-
tribución del poder, desde los aspectos económicos hasta los lingüísti-
cos: «El ámbito de la influenc ia autoritaria de las relaciones sociales y
de los fenómenos culturales es mucho mayor de lo que a primera vista
parece. Valga como ejemplo la suerte de 'dominación' que se ejerce en
la escuela, mediante la cual se imponen las formas de lenguaje oral y
escrito que valen como ortodoxas (. .. ). La autoridad de los padres y de
la escuela llevan su influencia mucho más allá de aquellos bienes cul-
turales de carácter (aparentemente) formal, pues conforma a la juventud
y de esa manera a los hombres» (Weber, 1993: 172).
La clave para que una determinada estructura de poder subsista y sea
aceptada, es decir, establezca una dominación que sea respetada (y la
sumisión a la misma no genere problema alguno en la población), es la
siguiente: su legitimidad. Todas las dominaciones buscan exponer los
derechos que le asisten en el ejercicio del poder, favoreciendo lacre-
encia en su 'legitimidad'. En este sentido, «según sea la clase de legiti-
midad pretendida es fundamenta lmente diferente tanto el tipo de obe-
diencia, como el del cuadro administrativo destinado a garantizarla,
como el carácter que toma el ejercicio de la dominación, y también sus
efectos» (Weber, 1993: 170).
Pueden diferenciarse tres clases de dominación, diferentes en función
de sus pretensiones de legitimidad:

225
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

a) «De carácter racional: que descansa en la creencia en la legalidad de


ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados
por esas ordenaciones a ejercer la autoridad (autoridad legal)»
(Weber, 1993: 1 72).
b) «De carácter tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la
santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en
la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la auto-
ridad (autoridad tradicional)» (Weber, 1993: 172).
c) «De carácter carismático: que descansa en la entrega extracotidiana
a la santidad, heroísmo o ejemp la ridad de una persona y a las orde-
naciones por ella creadas o reve ladas (llamada) (autoridad carismáti-
ca)» (Weber, 1993: 172).
- Bertrand Russell: el análisis de la realidad social tiene que tomar como
objeto de estudio principal el poder, y más si lo que pretendemos es
describir las reglas de juego de la sociedad, y cómo utilizarlas para
lograr aumentar las posibilidades de inclusión social de los ciudadanos.
«El poder puede ser definido como la producción de los efectos desea-
dos» (Russell, 2010: 34) . El amor al poder es lo que explica el devenir
de la historia personal y colectiva, y en este sentido, desde su perspec-
tiva, «las leyes de la dinámica social únicamente pueden ser estableci-
das en términos de poder en su varias formas. Para descubrir esas leyes
es necesario, en primer término, clasificar las formas de poder, y luego
pasar revista a algunos ejemplos importantes de los modos como las
organizaciones y los individuos han adquirido el dominio de las vidas
humanas» (Russell, 201 O: 15).
La definición del poder es clara: alcanzar los propios objetivos. El amor
al poder, y la voluntad de alcanzar nuestros objetivos, no es solamente
individual: implica a los demás, porque muchos de nuestros objetivos
son grupales. Al interaccionar con los otros, asumimos rápidamente el
liderazgo de aquellos que tienen más condiciones para ejercerlo. Por
ejemplo, en la guerra, sabemos que hay que organizarse y tener un
mando único para alcanzar la victoria. Y esto nos lleva a aceptar el
mando de otros, o a mandar sobre los demás, si nos corresponde.
De aquí se deriva la segunda característica del poder: distribución des-
igual, inevitable y soportable (mutuamente aceptada) en función de su
eficacia en la resolución de problemas. La desigualdad en la distribu-
ción del poder es inevitable, aumenta con la complejidad de la socie-

226
Anton io López Pelaéz

dad, y la aceptamos como algo necesario: «Esto es lo que hace soporta-


bles las desigualdades en el poder cuya organización se torna inevita-
ble, y que tienden a aumentar más que a disminuir según la sociedad
se va haciendo más orgánica» (Russell, 201 O: 17). Desde el punto de
vista de Russell, la desigualdad ha existido siempre, derivada de una
doble causa: la necesidad de sobrevivir (los retos del entorno, que exi-
gen organización), y la propia naturaleza humana (afán de poder, y sis-
tema de educación, que puede favorecer tanto la sumisión como la edu-
cación autoritaria).
En este sentido, desde la perspectiva de nuestra disciplina, es particu-
larmente relevante analizar el modelo de poder que hemos interioriza-
do a través de nuestra educación, y que nos lleva a definir nuestro
modelo relacional: «La educación autoritaria, podemos añadir, produce
el tipo de esclavo tanto como el tipo despótico, desde el momento en
que inculca el sentimiento de que la única relación posible entre dos
seres humanos que cooperan es aquella en la cual uno de ellos da órde-
nes y el otro las obedece» (Russell, 201 O: 18).
Cualquier dinámica de grupo en el ámbito del Trabajo Social tiene jus-
tamente el objetivo contrario: experimentar otro modelo de relación en
el que vamos más allá de la dialéctica esclavo-amo, y podemos rela-
cionarnos con los demás desde el reconocimiento de sus derechos de
ciudadano. Pero hay que tener en cuenta el modelo de poder en el que
estamos inmersos. En este sentido, la dinámica altruismo versus egoís-
mo explica adecuadamente nuestro comportamiento: basculamos entre
un extremo y el otro, entre la influencia de lo que algunos sociobiólo-
gos llaman el gen altruista, y el gen egoísta. A lo largo del proceso civi-
1izatorio, hemos avanzado en el reconocimiento de los otros, hasta lle-

gar a la moderna noción de ciud adanía. En este proceso, cada vez que
hemos aceptado los derechos de los otros (los otros ciudadanos varo-
nes, las mujeres, los extranjeros, etcétera), hemos modificado nuestra
relación de poder con ellos y con nosotros mismos. Pero nuestra ten-
dencia natural hacia el poder lleva a que en cada momento tengamos
de nuevo que replantearnos cómo relacionarnos, y en este sentido, la
dinámica de grupo se revela como un lugar adecuado para practicar la
interacción con los iguales.
En este proceso, no hay que perder de vista las limitaciones que se deri-
van de nuestra naturaleza y nuestra educación: «después de la anarquía,

227
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

el primer paso natural es el despotismo, porque es facilitado por el


mecanismo instintivo de la dominación y la sumisión; esto ha sido com-
probado en la familia, en el Estado y en los negocios. La cooperación
igualitaria es mucho más difícil que el despotismo y está mucho menos
de acuerdo con el instinto. Cuando los hombres intentan una coopera-
ción igualitaria es natural que cada uno de ellos se esfuerce por alcan-
zar el dominio completo, puesto que no entran en juego los impulsos
hacia la sumisión» (Russell, 201 O: 24).
A continuación vamos a resumir brevemente algunas de las diversas
formas de poder que describe Russell:
a) El poder tradicional: sostenido en los hábitos y creencias seculares
propias de una sociedad determinada, sus dos manifestaciones más
relevantes son el poder sacerdotal y el poder real. Se caracteriza por
la aceptación generalizada del poder por parte de la población, basa-
da en la tradición y en la costumbre. Por ejemplo, un sistema eco-
nómico aceptado, tradicional, que se prolonga a través de genera-
ciones, hace que la desigualdad económica que conlleva se acepte
como parte de la naturaleza de las cosas, y no genera indignación
por sí misma en la población (excepto en aquellos que se rebelan
frente a dicha desigualdad). Un ejemplo puede ser el sistema de
estratificación social hindú, basado en las castas.
b) El poder desnudo: se trata del poder que se ejerce sin necesitar la
aceptación o aquiescencia de los súbditos. Un gobierno puede ejer-
cer un poder desnudo sobre algunos súbditos, y no sobre otros: «el
poder del Estado sobre los ciudadanos leales es tradicional, pero su
poder sobre los rebeldes es desnudo» (Russell, 201 O: 78). El poder
desnudo, por su propia definici ón, tiende a la injusticia, ya que no
tiene en consideración la opinión de aquellos que son sometidos. En
este punto, podemos diferenciar dos cuestiones.
En primer lugar, muchas formas de poder injusto, que están arraiga-
das en la tradición, fueron en su origen «poder desnudo», en el que
se ejercía un dominio sobre el otro reduciéndolo a simple objeto
(por ejemplo, muchas formas de poder machista en el que la mujer
no se considera una persona con derechos en igualdad de condicio-
nes que el varón). En segundo lugar, desde una perspectiva históri-
ca, «la mayor parte de las grandes abominaciones de la historia
humana están relacionadas con el poder desnudo» (Russell, 201 O:

228
Antoni o López Pelaéz

97), como la guerra, el comercio de esclavos, la crueldad con los


niños, y un largo etcétera que muestra el uso del poder frente a víc-
timas indefensas. En este sentido, «Si la vida humana ha de ser para
la masa de la humanidad algo mejor que una triste miseria salpicada
de momentos de horror, debe haber el menos poder desnudo que
sea posible» (Russell, 201 O: 98).
c) El poder económico: se caracteriza por el control de los bienes eco-
nómicos, desde la fuerza de trabajo individual, hasta la propiedad
del territorio. Se trata de un poder íntimamente vinculado al Estado
y la ley: nos contratan en función de las leyes establecidas, tenemos
unos salarios vinculados con convenios colectivos, y accedemos a
prestaciones sociales o una pensión en función, precisamente de la
ley. Del mismo modo, es la ley la que garantiza la propiedad priva-
da: «el poder del Estado es utilizado para asegurar que la propiedad
se transmita de acuerdo con la ley. Y en cuanto a la propiedad terri-
torial, es el poder el que decide quién podrá permanecer en la tie-
rra. Por este permiso paga renta el agricultor y en virtud de él puede
pagar la cosecha» (Russell, 201 O: 113). Podemos diferenciar dos
cuestiones:
* Hay una conexión recíproca entre poder económico y gobier-
no: por un lado, el poder económico de las personas depende de
que el gobierno haga cumplir la ley, y el poder económico del
gobierno como tal depende de que le respeten otros gobiernos
-en base a tratados, y en base también a sus legítimos medios de
defensa, como las fue rzas armadas-; por otra parte, la conquista
del poder político, da acceso al poder económico: «un grupo de
hombres puede, mediante una combinación, adquirir el poder
militar y, una vez lo hayan adquirido puede poseer el poder eco-
nómico» (Russell, 201 O: 114). En este sentido, «la posesión del
poder económico puede llevar a la posesión del poder militar o
de propaganda, pero lo mismo se puede producir el proceso con-
trario» (Russel 1, 201 O: 120).
* «El poder de las organi zaciones económicas para influir en las
decisiones políticas de una democracia está limitado por la opinión
pública, la cual, en muchos problemas importantes, se niega a
dejarse influir ni siquiera por una propaganda muy intensa» (Rus-
sell, 201 O: 114). En nuestro contexto actual, el debate sobre el

229
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

Estado del Bienestar ilustra esta cuestión: a pesar de llevar tres déca-
das debatiendo su existencia, y reclamándose desde perspectivas
neoliberales su desmantelamiento, la opinión pública europea no
acepta dicha reducción. Al contrario, se reclaman nuevas presta-
ciones y servicios, y, después de la alternancia de gobiernos de
diferentes orientaciones políticas en España y el resto de la Unión
Europea, el porcentaje de gasto asignado al mantenimiento del
Estado del Bienestar apenas ha disminuido en los últimos decenios.
d) El poder de las organizaciones: las personas vivimos siempre inmer-
sas en una sociedad dada, en famili as, en grupos y en organizacio-
nes. Y experimentamos en nuestra vida cotidiana el poder de las
organizaciones: el poder de la Inspección de Hacienda, el poder
judicial, el poder de una gran empresa, el poder de una organización
no gubernamental. .. Y podemos observar su «poder» tanto en lo que
hacen, en su capacidad de actuación (muy superior a la de cualquier
individuo aislado) cuanto en su estru ctura interna: la distribución del
poder dentro de la organización , y la lucha por alcanzar un deter-
minado nivel de poder dentro de ella (por parte de los que pertene-
cen a dicha organización).
«Una organización es un conjunto de personas que se relacionan en
virtud de actividades dirigidas a fi nes comunes. Puede ser puramen-
te voluntaria, como un círculo social; puede ser un grupo biológico
natural, como una familia o un clan; puede ser obligatoria, como el
Estado; o puede ser una mezcla complicada, como una compañía
ferroviaria . El propósito de la organi zación puede ser explícito o táci-
to, consciente o inconsciente; puede ser militar o político, económi-
co o religioso, educacional o atlético, etcétera. Toda organización,
cualquiera que sea su carácter y cualquiera que sea su propósito,
implica cierta redistribución del poder» (Russell, 201 O: 147). Las
características más importantes de una organización son las siguien-
tes: el objeto de la organización; el tamaño; el poder sobre los miem-
bros; el poder sobre los no miembros; y la forma de gobierno.

4. EMPOWERMENT Y TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS:

Cualquier análisis sobre el poder en el ámbito de nuestra disciplina tiene


que tomar en consideración los planteamientos teóricos vinculados con la

230
Antonio López Pe laéz

noción de empowerment. Como hemos visto en los epígrafes anteriores, el


poder es parte consustancial de nuestra vida. Lo que todos queremos es, pre-
cisamente, vivirla, cumplir nuestros deseos, realizar nuestros sueños. Ahora
bien, cuando abandonamos la ficci ón individualista (que explica la realidad
social como una mera agregación de individuos donde cada uno determina
libremente su trayectoria) , y nos damos cuenta de que estamos inmersos en
sociedades estratificadas, con distribuciones desiguales del poder económico,
político, con niveles muy desiguales de educación y de renta, tenemos que
dar la razón a Amartya Sen: la cuesti ón no es la libertad en abstracto, sino las
capacidades que tenemos en concreto para real izar nuestros proyectos. Y,
como pasa en los casos de pobreza extrema, más bien carecemos de todo tipo
de capacidad, no tenemos control sobre nuestro destino.
Pero no hace falta llegar a una situación límite: al entrar en un gran edifi-
cio de una gran compañía, nos podemos sentir extraños, ajenos, no sabemos
cómo relacionarnos, y, como suel e ser previsible, fracasamos en nuestra ges-
tión. No tenemos la capacidad, nos faltan habilidades, nos falta competencia
para actuar en ese entorno . En definitiva, nos falta poder. A menudo, nos falta
«poder» para afrontar nuestras propias debilidades y miserias, nuestras expe-
riencias previas, nuestros fracasos, y somos víctimas de esa incapacidad. Y
también puede faltarnos «poder» para gestionar los éxitos, para que no se nos
suban a la cabeza, para afrontar el hecho de haber alcanzado las metas esta-
blecidas.
En términos grupales y comunitari os, a menudo grupos y comunidades se
encuentran desposeídos de la información necesaria, de la formación ade-
cuada, del control de los recursos. A veces, las reacciones desesperadas ante
situaciones de desigualdad extrema, alentada por movimientos de fanáticos,
nos llevan a agravar aún más nuestra pobreza. El sueño de la libertad va unido
a la pesadilla de nuestras limitaciones, tanto personales como estructurales.
Por lo tanto, más que evaluar las carencias y los problemas, quizás haya que
evaluar el poder, la capacitación que necesitamos para superar esos proble-
mas, y las raíces de nuestra situaci ón como «desposeídos». La teoría que des-
arrolla este enfoque, es la teoría de l empowerment. Podemos definirla como
aquella teoría que toma como objeto de análisi s la evaluación del «poder»
(definido como la capacidad potencial para alcanzar fines y metas previa-
mente definidos) del que disponen personas, grupos y comunidades, con el
objetivo de establecer metodologías que permitan aumentar dicho poder, y
así transformar su entorno persona l, grupal y comunitario. Podemos resaltar
tres características del enfoque del empowerment:

231
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

- El poder es siempre relacional, y nos remite a un proyecto biográfico


personal y colectivo: nuestros objetivos son producto de nuestra edu-
cación, nuestra historia, nuestra cultura, y nuestros deseos personales,
que reactúan en diálogo con el entorno. En este sentido, cada uno de
nosotros tiene capacidades para alcanzar sus fines, pero son capacida-
des históricamente estructuradas (tanto por la cultura, como por la bio-
grafía de cada persona), y nos remiten a nuestro entorno social (apren-
demos a usarlas en función de nuestra educación y de nuestras expe-
riencias).
Esto implica también que el fenómeno de la ausencia de poder es tam-
bién relacional (depende del entramado relacional en el que estamos
inmersos), y responde a un proyecto biográfico personal y colectivo
(una persona que pertenece a la casta de los parias en la sociedad
hindú, se encuentra ya inmersa en una situación de desposeimiento
estructural). Al centrarse en el futuro, pone en primer plano de análisis
nuestros constreñimientos y nuestras oportunidades, personales y socia-
les, y vincula este contexto con el ejercicio de la libertad real de cada
uno de nosotros (la materialización de nuestros deseos mediante el
desarrollo de nuestras capacidades reales para llevarlos a cabo), que
siempre implica a los otros.
- Debido a la naturaleza del poder, la perspectiva del empowerment se
centra en el análisis de las capacidades y fortalezas que tenemos, y que
podemos potenciar, precisamente, en el ámbito de nuestra disciplina,
desde la dinámica de grupos (que, al fi n y al cabo, es una experiencia
relacional). El horizonte de interpretación no es ya, por lo tanto, el con-
junto de experiencias positivas o negativas, o los fracasos que hemos
ido acumulando a lo largo de nuestra v ida. Ni se trata simplemente de
la descripción del contexto social para favorecer un proceso de ajuste
de nuestro comportamiento, que permita nuestra integración sin pro-
blemas. Al contrario, guardando ci ertos paralelismos con el concepto
de «arethé» (virtud) de la Grecia clásica (ejercicio de nuestra propia
capacidad para cumplir y llevar a cabo nuestro destino), se trata de ana-
l izar las trayectorias personales y grupales en función de su proceso de
desarrollo personal y grupal.
El punto clave lo ocupan las potencialidades, aquello que podemos lle-
gar a hacer, y que para real izarse necesita que nuestras capacidades
entren en juego, necesita que dejemos de estar desposeídos de nosotros

232
Antonio López Pelaéz

mismos, y que pasemos a ser sujetos de nuestra vida. En definitiva, este


enfoque pone de relieve la necesidad de partir de las fortalezas y capa-
cidades de las personas, famili as, grupos y comunidades, para alcanzar
los objetivos establecidos. La evaluación del trabajador social se centra,
por lo tanto, en las fortalezas y capacidades, y no en aquellos proble-
mas o fracasos que se han producido (y que, en el fondo, son una con-
secuencia de la falta de poder para desarrollar la propia trayectoria per-
sonal, familiar, grupal o comunitaria).
- En tercer lugar, el enfoque del empowerment, si se basa en una defini-
ción del ser humano como ser social , y se centra en el desarrollo de las
capacidades y potencialidades, exige para ser efectivo una transforma-
ción del entorno, basada en la noción de ciudadanía. El poder es com-
partido, recuperamos el poder mediante la experiencia de la ayuda
mutua, mediante la crítica de los enfoques inadecuados que favorecen
el desposeimiento y la sumisión, y mediante una vinculación realista
entre nuestros deseos, nuestras capacidades, y las oportunidades y limi-
taciones que nos ofrece nuestro contexto sociohistórico.
Todo ello se basa en una defin ición de la vida humana como vida que
debe ser poseída por su protagonista. Se basa en asumir, como motor
de la trayectoria personal, nuestro poder para llevar a cabo nuestras
decisiones. Y ello solo puede ser posible si, primero, los demás y nos-
otros mismos nos consideramos sujetos y no objetos. Es decir, ciudada-
nos, que cooperan y comparten, y que también compiten, dentro del
respeto al otro como suj eto, como ciudadano. El enfoque del empo-
werment va más allá de la lógica de la dominación, y pretende generar
relaciones sociales basada en la cooperación y el respeto, y también en
la competencia dentro de un marco basado en la consideración del otro
como ciudadano, y también en la consideración de que mi propia tra-
yectoria con poder implica reconocer el poder del otro (para no caer de
nuevo en la lógica de la dominación, que cosifica tanto la dominador
como al dominado). Se trata de un enfoque basado en la cooperación y
la mutualidad, basado en el poder con ... los demás para desarrollarnos
personal y colectivamente.
En este sentido, empowerment y ciudadanía democrática van intrínse-
camente unidos, y la experiencia de la extensión progresiva de los dere-
chos de ciudadanía, propia de la dinámica de las democracias avanza-
das en el siglo XXI, es una experiencia de ampliación formal de dere-

233
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

chos, y de ampliación real de dichos derechos, mediante una configu-


ración estructural de la sociedad, a través del Estado del Bienestar, para
poder ejercerlos. En definitiva, la dinám ica de la ciudadanía es una
dinámica de progresivo «empoderamiento» o fortalecimiento de las
capacidades de los ciudadanos para desarrollar su trayectoria vital. Y no
se define tanto por los «problemas», cuanto por las potencialidades que
queremos llegar a experimentar, haciendo real nuestra libertad, al
potenciar nuestras capacidades.

5. CONCLUSIONES:

En este capítulo, hemos analizado una de las características básicas de la


vida personal y social: el poder. Nos encontramos siempre inmersos en rela-
ciones de poder, que son producto de nuestra historia, nuestra cultura,
nuestra tecnología (tanto de organización -ya que la organización es una
forma de tecnología- cuanto de máquinas y herramientas -por ejemplo, el
poder que se deriva de una nueva tecnología militar-), de nuestro entorno
socioeconómico, de nuestra voluntad personal que busca realizar sus obje-
tivos individuales ... Tenemos que saber objetivar y describir correctamente
las relaciones de poder, para situarnos a nosotros mismos en ese entrama-
do relacional, y para utilizarlas racionalm ente en función de nuestros obje-
tivos. Podemos destacar tres conclusiones derivadas de las teorías analiza-
das en este capítulo:

- En primer lugar, la naturaleza del poder: no es algo ajeno e impuesto,


sino que es algo consustancial e interno a la naturaleza humana, a cada
uno de nosotros. Y, por extensión, a cada familia, grupo, comunidad,
organización o Estado. Desde esta perspectiva, tenemos que definirnos
en función de nuestra idea del poder, de las relaciones de poder que
tenemos y en las que estamos inmersos, y de la organización del poder
como tal en nuestra sociedad. Podríamos decir que somos nuestras rela-
ciones de poder, porque en función de las mismas dominamos o somos
dominados, somos caudillos o somos secuaces (en términos de Russell),
o somos ciudadanos iguales que se respetan dentro de la competencia
por recursos escasos.
- En segundo lugar, la evolución de la lógica civilizatoria, como pode-
mos observar al analizar las reflexiones de los pensadores ilustrados,

234
Antonio López Pelaéz

puede definirse como la progresiva reducción del ámbito de ejercicio


del poder arbitrario. La democracia consiste precisamente en una socia-
1ización del poder, en una gestión colectiva de aquello que nos intere-
sa, renunciando a la violenci a y respetando el imperio de la ley (como
señala Hobbes). Este proceso se formula en primer lugar como una
delegación de poder individual en el Estado, y en progresivamente este
Estado evoluciona desde la monarquía absoluta hasta la democracia y
el Estado social de derecho en el que nos encontramos inmersos en la
actualidad.
Los seres humanos son consc ientes del horror y el pavor que va unido
a la ausencia de legalidad y el puro imperio del poder desnudo, del
poder arbitrario, incluso en el ámbito individual (y de ahí que las nor-
mas de cortesía, y las normas de comportamiento, sean interiorizadas
como principio clave que permite la interacción con los demás y la pro-
pia supervivencia). Ahora bien, este proceso civilizatorio comienza de
nuevo en cada persona cada día, y uno de los objetivos del trabajador
social con grupos es que no se generen o reproduzcan dentro de la
dinámica de grupo comportamientos basados en el ejercicio del poder
arbitrario, y que cada persona pueda interiorizar cómo actuar racional-
mente en un entorno social externo al grupo, en el que ya de antema-
no hay una estructura de poder, y hay también una competencia (a
veces feroz) por el poder.
- En tercer lugar, el análi sis del poder debe llevarnos hasta el análisis de
su contrario: el fenómeno de la falta del poder, del des-poseimiento en
el que se encuentran inmersos personas, grupos, comunidades y socie-
dades enteras . Un despose imiento que se deriva de factores estructura-
les (renta, formación, pos ici ón geográfica, etnia, etcétera), pero que
también se refuerza por los esquemas cognitivos que utilizamos para
explicar la realidad y expli carnos a nosotros mismos. Muchas veces, nos
definimos en términos de carencias, reforzando nuestra situación pre-
caria, cuestionando nuestra autoestima, y centrando nuestros esfuerzos
en el análisis de los probl emas, y no de nuestras oportunidades. Justa-
mente para afrontar estos enfoques negativos, se ha desarrollado en
nuestra disciplina el enfoque del empowerment, que hace hincapié en
dos cuestiones íntimamente relacionadas en cada persona, familia,
grupo, comunidad u organización: por un lado, el análisis del binomio
poder real que tenemos / la ausencia de poder, des-posesión o impo-
tencia que también tenem os; por otro, las formas de acceso al poder, en

235
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRU POS SOCIALES

función de nuestros deseos, creenci as, capacidades y proyectos, y en


función de nuestro entorno social.

6. LECTURAS RECOMENDADAS

6.1. Texto

MARINA, J.A. (2008) : La pasión del poder. Teoría y práctica de la dominación,


Barcelona, Anagrama.

6.2. Lectura recomendada

«El poder puede ser definido como la producción de los efectos deseados.
(. .. ). Hay varias maneras de clasificar las formas del poder, cada una de las
cuales tiene su utilidad. En primer lugar está el poder sobre los seres huma-
nos y el poder sobre la materia muerta o las fo rmas no humanas de la vida
(. .. ). El poder sobre los seres humanos puede ser clasificado por la manera de
influir en los individuos o por el tipo de organización que implica.
Un individuo puede ser influido: a) po r el poder físico directo sobre su
cuerpo, por ejemplo, cuando es encarcelado o muerto; b) por las recompen-
sas y los castigos utilizados como alicientes, por ejemplo, dando o retirando
empleos; c) por la influencia en la opinión, po r ejemplo, la propaganda en su
sentido más amplio . En este último punto pod ría incluir la oportunidad para
crear en otros los hábitos deseados, por ejemp lo, mediante los ejercicios mili-
tares. La única diferencia es que en semejantes casos la acción se produce sin
un intermediario mental que pueda llamarse opinión.
Esas formas de poder se manifiestan más desnuda y simplemente en
nuestras relaciones con los animales, en las que no se consideran necesa-
rios los disfraces y pretextos . Cuando un cerdo con una cuerda alrededor
del lomo es alzado a la bodega de un barco a pesar de sus gruñidos, está
sujeto a un poder físico directo sobre su cuerpo. Por otro lado, cuando el
proverbial asno sigue a la proverbial zanahoria, le inducimos a actuar como
queremos persuadiéndole de que está en su interés hacerlo. Intermediario
entre estos dos casos es el de los animales amaestrados, cuyos hábitos han
sido formados mediante castigos y recompensas. También, aunque algo
diferente, es el caso del rebaño inducido a embarcarse en un buque cuan-

236
Anton io López Pelaéz

do la oveja que va a la cabeza es obligada a entrar por la fuerza y todas las


demás la siguen voluntariamente.

Todas estas formas de poder tienen ejemplos entre los seres humanos:

El caso del cerdo ilustra el poder militar y policial.


El asno con la zanahoria tipifica el poder de la propaganda.
Los animales amaestrados muestran el poder de la educación.
El rebaño que sigue a su forzado conductor representa a los partidos poi í-
ticos siempre que, como es usual, el caudillo reverenciado es esclavo de una
camarilla de cabecillas del partido».

Russell, B. (2010): El poder. Un nuevo análisis social, Barcelona, RBA, pp.


35-36.

6.3. Bibliografía general del capítulo

BRONNER, S. (2007): Reivindicación de la Ilustración. Hacia una política de


compromiso radical, Pamplona, Laetoli
HOBBES, T. (1987): Del ciudadano y Leviatán, Madrid, Ternos.
MAQUIAVELO, N. (1989): El Príncipe. La Mandrágora, Madrid, Cátedra.
MARINA, J.A. (2008): La pasión del poder. Teoría y práctica de la dominación,
Barcelona, Anagrama.
NusSBAUM, M., GLOVER, J. (eds.) (1995): Women, Culture and Development,
Oxford, Clarendon Press.
RusSELL, B. (2010): El poder. Un nuevo análisis social, Barcelona, RBA.
SEGADO SÁNCHEZ-CABEzuoo, S. (2011 ): Trabajo social con familias. Una pro-
puesta para la práctica desde el empowerment, Madrid, Trotta.
WEBER, M. (1993): Economía y Sociedad, Madrid, Fondo de Cultura Económica.

7. EJERCICIOS DE AUTOEVALUAC IÓN

- Describe dos características de la teoría del poder de Hobbes

237
CAPÍTULO V: PODER, CONFLICTO, NEGOCIACIÓN Y GRUPOS SOCIALES

- Sintetiza los planteamientos de los pensadores ilustrados sobre el poder


- Describe dos aspectos básicos del enfoque del empowerment.

8. RESUMEN

En este capítulo, en primer lugar, hemos analizado en primer lugar el ori-


gen del poder. Se trata de una dimensión básica de la vida humana, entendi-
da como el ejercicio de nuestras capacidades para sobrevivir, lo que implica
el dominio del entorno medioambiental, y la relación con los demás, compi-
tiendo por recursos externos escasos, y por conseguir realizar nuestro pro-
yecto personal (que implica en muchas ocasiones que los demás tengan que
plegarse a nuestro designio -por ejempl o, si mi proyecto es conquistar el
mundo, como Alejandro Magno, esto implica que debo alcanzar un poder
absoluto sobre el ejercito para poder real izar dicho propósito-). Podríamos
decir que estamos sometidos, y sometemos a otros, que nos piden colabora-
ción, y colaboramos con otros, y que podemos ser un «riesgo» o «peligro» para
los demás, y los demás para nosotros. En este sentido, hemos analizado las
reflexiones sobre el poder, desde la Antigüedad clásica hasta nuestros días.
En segundo lugar, hemos prestado especial atención a las tipologías del
poder, ya que uno de los requisitos para que la intervención profesional del
trabajador socia l tenga éxito es, sin duda alguna, ser capaz de describir
correctamente las relaciones de poder que se generan en el grupo, y la idea
del poder (que influye en el modelo de relación con los otros) que previa-
mente a su experiencia grupal cada miembro del grupo trae consigo. Si esta-
mos acostumbrados a relacionarnos en términos de «sometimiento» (de los
demás a nosotros, o de nosotros mismos a los demás), nuestro comporta-
miento en el grupo va a reproducir dicho modelo, a veces incluso sin darnos
cuenta de las consecuencias de cómo planteamos instintivamente nuestras
relaciones. Estas tipologías del poder deben también tomar en consideración
las tipologías de la desposesión (por ejemplo, el análisis del comportamiento
y modelo relacional del «amo» debe tomar en consideración también el com-
portamiento y el modeio relacional del «esclavo»).
En tercer lugar, hemos analizado un enfoque particularmente apropiado en
este ámbito, y que se vincula con el origen de nuestra disciplina: el enfoque
del empowerment. Enlazando con la teoría de las capacidades de Amartya
Sen, su punto de partida es el siguiente: tomar en consideración el poder real

238
Antonio López Pelaéz

que tienen las personas, las familias, los grupos y las comunidades, y tomar
en consideración la falta de poder que también tienen las personas, las fami-
lias, los grupos y las comunidades . Evaluada correctamente la falta de poder,
el poder existente, y la naturaleza compartida del mismo (lo que lleva a tra-
bajar en colaboración y mutualidad para poder capacitarnos y recuperar el
protagonismo en nuestra propia vida), este enfoque se centra en establecer
estrategias que nos permitan incrementar nuestro poder, nuestras capacida-
des, a partir de nuestras potencialidades reales. Con ello evitamos centrar
nuestra actividad profesional en desarrollar capacidades inexistentes, o en
afrontar problemas que solo son una expresión de la falta de poder.

239
,
CAPITULO VI:
Hacia un modelo teórico en el
Trabajo Social con Grupos
Capítulo VI: Hacia un modelo teórico en el
Trabajo Social con Grupos

Objetivos:
- Conocer los principales elementos que hay que tomar en consideración
para formular una definición del Trabajo Social con Grupos.

- Comprender el papel que ju ega la teoría en el desarrollo de las diferentes


aproximaciones al Trabajo Soci al con Grupos.

- Analizar una propuesta de dinámica de grupos en cinco fases específica-


mente diseñada para el ejerci cio profesional del Trabajo Social con Grupos.

Conceptos:
- Trabajo Social con Grupos

- Teoría

- Modelo

- Progresividad

- Gradualidad

- Reversibi 1idad

243
C APÍTULO VI : H AC IA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GR UPOS

1. INTRODUCCIÓN:

El Trabajo Social con Grupos, como d isciplina científica, se basa en tres


principios: la racionalidad científica, el análisis de la realidad social en la que
se integra cada persona, y la dinámica de grupos como un ámbito adecuado
para lograr potenciar capacidades que son necesarias para desarrollar ade-
cuadamente nuestra trayectoria personal. En este último punto, hay que seña-
lar que la actividad profesional del trabajador social con grupos permite
alcanzar cuatro objetivos:

- En primer lugar, que cada persona tom e una mayor conciencia sobre sí
misma, sobre sus circunstancias, sobre lo que le ocurre. Y que pueda
analizar cómo su actuación se deriva en muchas ocasiones de compor-
tamientos que ha interiorizado, y que no se corresponden con las
demandas de los otros, o de uno mi smo (a menudo, una persona actúa
contra sí misma, y su forma de relac ionarse con su propio cuerpo, con
los demás, le perjudica de forma sistemática). En este sentido, a través
del grupo alcanzamos una mayor libertad para relacionarnos con nos-
otros mismos.
- En segundo lugar, observamos, aprendemos y practicamos pautas rela-
cionales adecuadas. La dinámica de grupo es una escuela de compor-
tamiento, y en ella podemos darnos cuenta de cuáles son las reglas de
juego que se generan, las que cada uno trae consigo, cómo negociarlas,
como aprender a compartir, y cómo reconocernos a nosotros mismos a
través de la experiencia con los otros. En definitiva, somos más libres
porque entendemos y participamos de la experiencia con los demás.
- En tercer lugar, la dinámica de grupo nos permite desarrollar nuestras
capacidades en relación con un obj eti vo predefinido, que implica una
evaluación adecuada de la persona, de l contexto, y de las preferencias
establecidas . Y esta capacidad de actu ación se refuerza porque pode-
mos actuar como grupo, experimentando la acción colectiva, la con-
fluencia de diferentes capacidades en cada miembro del grupo, y el
enriquecimiento que se deriva de la diversidad organizada para alcan-
zar un fin definido de forma colecti va. Es decir, nos da la libertad que
se deriva de un conocimiento adecuado del entorno, de la experiencia
de la acción con los otros. Y experimentamos cómo la toma de deci-
siones democrática produce un efecto no solo sobre los objetivos que
perseguimos. Partiendo de que tenem os diversos intereses contrapues-

244
Anton io López Pelaéz

tos, persiguiendo algunos podemos producir efectos pos1t1vos sobre


otros (al esforzarnos colectivamente para alcanzar un fin, experimenta-
mos también el enriquecimiento que se deriva de la experiencia grupal
en otros ámbitos de nuestra vida, aunque no lo hayamos planeado pre-
viamente).
- En cuarto lugar, la dinámica de grupo nos permite tener una experien-
cia emocional, relacional e inte lectual de las características básicas de
la vida humana, alejándonos de definiciones previas que no toman en
consideración la mezcla de capacidad, orgullo, prejuicio, inteligencia,
amor propio, altruismo, egoísmo y fantasía propia de los seres huma-
nos. Experimentar cómo avanzamos gradualmente hacia un objetivo
(por etapas o grados o escalones, como queramos definirlo), cómo com-
partimos con otros las situaciones de fracaso o de regresión que se pue-
den dar en la vida del grupo, dándonos cuenta de que tanto uno como
otro proceso son progresivos, se aceleran o se frenan o cambian de
dirección, nos permite alcanzar una mayor lucidez sobre la condición
humana, y sobre nuestro deveni r personal y colectivo.

No somos ángeles, y tampoco somos demonios. La definición del bien, la


verdad, la virtud o el esfuerzo «angé lica» no nos favorece: somos seres de
carne y hueso. Pero la definición «demoníaca» del bien (que se convierte en
el mal), de la verdad (que se transfo rma en mentira), de la virtud (en este caso
vicio) o del esfuerzo tampoco hace justicia a nuestra naturaleza, y nos con-
dena a un pesimismo que favorece la inactividad, y refuerza los procesos
exclusógenos que se dan en toda sociedad .
Tenemos que ir más allá de los ángeles y los demonios, más allá de las defi-
niciones que se alejan de lo que somos, y establecer un modelo teórico que nos
permita integrar comportamientos altrui stas y egoístas, intereses, pasiones y sue-
ños, partiendo del origen de todas estas cuestiones: la sociedad, la cultura y el
lenguaje en los que estamos inmersos, y nuestros propios proyectos personales,
nuestra racionalidad, nuestras emociones, y nuestras pasiones.
En este capítulo, de forma muy sintética, expongo las características del
modelo de intervención con grupos, en el ámbito de nuestra disciplina,
estructurado en cinco fases, y que he desarrollado con mucho detalle en ante-
riores publicaciones (Fernández García y López Peláez, 2008).

245
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

2. HACIA UNA DEFINICIÓN DE TRABAJO SO CIAL CO N GRUPOS:

A lo largo de los capítulos precedentes, hemos analizado diferentes teorías


sobre cuestiones clave de nuestra disciplina, como la comunicación, el poder, la
sociabilidad o las características de la interacción grupal. Podemos ahora,
como paso previo a posteriores asignaturas del Grado en Trabajo Social, que
van a permitirnos una mayor especialización en las técnicas adecuadas para
las dinámicas grupales, formular una definición de nuestra ciencia, que debe
tomar en consideración su ámbito específico de conocimiento.

2.1. Teoría y práctica en el Espacio Europeo de Educación Superior:

Los objetivos básicos de la asignatura se derivan, desde mi punto de vista,


de una concepción de la persona como una realidad histórica y dinámica, que
necesita para vivir con dignidad ejercer sus derechos como ciudadano. Desde
este punto de partida, el Trabajo Social con Grupos no puede tener objetivos
de carácter asistencialista, sino que busca aumentar las competencias sociales
y las capacidades de cada persona para que sea ella misma la que participe
activamente en sus propios cambios personales y grupales. En nuestra vida
cotidiana, vivimos constantemente formand o parte de grupos, y la interacción
social es la base sobre la que construimos nuestra identidad. Por ello, los
objetivos básicos de la disciplina son los si guientes:

- Aportar el conocimiento necesario para comprender las interacciones


sociales en las que estamos inmersos.
- Analizar las dinámicas de grupo, estableciendo un modelo de dinámica
que permita una intervención adecuada por parte del trabajador social, y
un proceso de fortalecimiento o empowerment en los participantes.
- Permitir generar recursos, estrategias y competencias funcionales para
el logro de metas personales y grupal es.
- Desarrollar modelos teóricos orientados a explicar y hacer posible la
consecución de determinados logros y metas.

De acuerdo con la metodología del Espacio Europeo de Educación Supe-


rior, podemos establecer las siguientes competencias generales y específicas,
y los resultados de aprendizaje, que se corresponden con estos objetivos pro-
puestos, tal y como los formulamos en las tablas nº 6.1 y nº 6.2:

246
Anton io López Pelaéz

TABLANº 6.1: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS:


COMPETENCIAS GENERALES Y RESULTADOS DE APRENDIZAJE

COMPETENCIAS GENERALES QUE EL RESULTADOS DE APRENDIZAJE


ESTUDIANTE ADQUIERE
Expresarse correctamente de forma oral y 1. Se expresa con rigor gramatical, riqueza
escrita de léxico y correcta ortografía por escrito
2. Se expresa con claridad y de forma
comprensible verbalmente
Ser apto para la difusión nítida de 1. Logra que sus intervenciones y réplicas
argumentos, sugerencias y resolución de estén argumentadas sólidamente, con
problemas claridad y estilo gramatical
2. Conoce las aplicaciones informáticas
necesarias para una comunicación fluida

Desarrollar las aptitudes de búsqueda de 1. Sabe utilizar adecuadamente la nueva


información, comunicación y relaci ón tecnología informática para la búsqueda
interpersonal de información relevante, así como el
uso de los recursos tradicionales de otras
fuentes de documentación, disponiendo
además de la capacidad de elección
entre fuentes y contenidos temáticos
2. Sabe conducirse de modo apropiado
. .
ante las op1111ones y comentarios
diferentes a los propios y valorar
positivamente la diversidad de criterios,
demostrando de este modo su capacidad
para trabajar en equipo
Aprender destrezas que posibiliten las 1. Es capaz de administrar y gestionar los
aptitudes para la planificación y la plazos establecidos para la entrega de las
organización actividades encomendadas
2. Sabe determinar las prioridades y
gobernar los cometidos propuestos para
el desarrollo de su formación académica
Capacitar en el trabajo en equipo y adquirir 1. Conoce las habilidades para una óptima
habilidades de liderazgo y coord inación coordinación y producción de estímulos
de motivaciones para un trabajo fructífero
en equipo
2. Muestra disposición activa en actividades
formativas e informativas durante su
proceso de formación académica

3. Valora la riqueza de la colaboración


interdisciplinar como fuente de
formación y requi sito indispensable para
un óptimo ejercicio profesional

247
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

Ser capaz de argumentar sólidamente y 1. Adquiere capacidad analítica y


resolver problemas propios de su ámbito de pragmática para resolver supuestos
estudio, demostrando simultáneamente la prácticos con fundamentación teórica y
aplicación de las nociones teóricas epistemológica
adquiridas a la práctica profesional 2. Hace uso de las herramientas de
comunicación colectiva para debatir,
discutir, refutar y defender enfoques
analíticos propios
Fuente: elaboración propia

TABLA Nº 6.2: TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS:


COMPETENCIAS ESPECÍFICAS Y RESULTADOS DE APRENDIZAJE:
COMPETENCIAS ESPECIFICAS QUE EL RESULTADOS DE APRENDIZAJE
ESTUDIANTE ADQUIERE
Trabajar e interactuar con personas, 1. Saber aplicar sus conocimientos a la labor
familias, grupos, organizaciones y profesional de una manera metódica y
comunidades, remitiendo un diagnóstico ord enada.
social y la previsión adecuada de la 2. Identificar y justificar los datos obtenidos
intervención profesional en el análisis profesional.
3. Ana lizar la pertinencia de las fuentes de
docu mentaci ón, analizando el carácter de
los datos recopilados de diversa índole:
socio lógicos, psicológicos, demográficos,
económicos, jurídicos.
4. Saber aplicar el apoyo profesional de la
intervención en los diferentes ámbitos
profesiona les.
5. Entiende las fases del proceso metodológico
y las aplica adecuadamente.
1nteractuar con personas, grupos, 1. Util iza los métodos y teorías adecuadas del
comunidades y organizaciones para Trabajo Social, en la intervención con
conseguir cambios, que faciliten el grupos.
desarrollo personal y comunitario, 2. Conoce y comprende y sabe aplicar las
contribuyendo a la mejora de las técnicas de observación y la entrevista de
condiciones de vida de los implicados, fo rma autónoma y eficaz.
mediante la utilización de los modelos,
3. Conoce y sabe aplicar oportunamente las
métodos y técnicas del Trabajo social, en
técn icas de dinámica de grupo en las
el ámbito específico del Trabajo Social con
intervenciones de grupo.
Grupos.
4. Aplica y respeta las diferentes fases de los
procesos metodológicos en los diferentes
ámbitos de intervención.

248
Antonio López Pelaéz

Promover el crecimiento, desarrollo e 1. Es capaz de crear un grupo y dirigir su


independencia de las personas actuación como medio de intervención
identificando las oportunidades para a las problemáticas suscitadas
formar y crear grupos, utilizando la 2. Comprende y conoce cómo se motiva la
programación y las dinámicas de grupos creación de un grupo y su movilización
para el crec1m1ento individual y el para la solución de las situaciones
fortalecimiento de las habilidades de planteadas por las personas afectadas.
relación interpersonal. 3. Sabe coordinar las actividades y el
desarrollo grupal, motivando la autogestión
e independencia.
4. Es capaz de asesorar al grupo y conducirlo
a la resolución del conflicto y motivar la
consecución del cambio.
Facilitar la inclusión social de los grupos 1. Entiende la finalidad de inclusión social,
de personas marginadas, socialmente adaptándola a la metodología de
excluidas, desposeídas, vulnerables y en intervención con personas, familias, grupos
riesgo. y comunidades
2. Aplica los principios de ciudadanía y
reflexiona sobre las nuevas realidades civiles.
Establecer relaciones efectivas a corto y a 1 . Establece y utiliza un calendario de
largo plazo con individuos, familias, trabajo adaptado a la consecución de las
grupos, organizaciones y comunidades; acciones y las características de cada
además de movilizar a estos co lectivos colectivo de trabajo.
para aumentar su bienestar y sus 2. Asimila como principal objetivo de
capacidades para la solución de problemas intervención la mejora del bienestar de
los ciudadanos y su participación activa
en la sociedad.
3. Estimula la participación de las personas y
colectivos con los que interviene,
capacitándoles para que lideren sus
procesos de cambio, valoren su evolución
y decidan nuevas vías de actuación.
Fuente: elaboración propia

2.2. Elementos para una definición del Trabajo Social con Grupos

El Trabajo Social con Grupos, desde sus inicios, busca capacitar a los ciu-
dadanos para afrontar los retos personales, familiares, de integración en gru-
pos, comunidades y organizaciones, mediante un proceso de enriquecimien-
to personal basado en la dinámica de grupos. En un doble sentido: capacidad
para definir, establecer estrategias y actuar en relación con sus objetivos; y
capacidad para compartir colectivamente y actuar en grupo persiguiendo
objetivos definidos previamente por el mismo grupo.

249
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

En definitiva, se trata de fortalecer la trayectoria personal, y la capacidad de


actuar con los demás, utilizando justamente el entorno básico para los seres
humanos: la interacción grupal. Somos animales sociales, y nos encontramos de
antemano inmersos en grupos, actuando, compartiendo, pensando, utilizando
un lenguaje que aprendemos con los otros, etcétera. En el pequeño ámbito del
grupo nos comunicamos, ejercemos el poder, experimentamos conflictos y
negociaciones, compartimos la evolución de los demás y la nuestra .. . Funda-
mentalmente, en el grupo se desvela nuestra dimensión social, la variedad de
los estilos de vida, la trayectoria personal de cada uno, y podemos contrastar
sueños, capacidades, angustias y problemas con nuestros iguales.
Además, podemos darnos cuenta de las reglas de juego que permiten una
comunicación adecuada, y por lo tanto, reflex ivamente, analizar nuestras pautas
de comunicación y nuestro modelo relacional (que viv imos a menudo de forma
automática e instintiva, como si fuera parte de la naturaleza, y no comporta-
mientos aprendidos), y describir nuestras habilidades, y también nuestros erro-
res o estrategias inadecuadas, que explican en gran medida la evolución de
nuestra trayectoria. Tomar conciencia de las características de la interacción
grupal es un paso previo para ejercer nuestra libertad, que siempre está contex-
tualizada en un entorno social con características que hay que saber objetivar.
Los elementos básicos que hay que toma r en consideración para formular
una definición del Trabajo Social con Grupos son los siguientes:

- En primer lugar, el objeto de nuestra d isciplina: la capacitación de las


personas para lograr una interacción adecuada con los demás, en la que
puedan alcanzar sus objetivos, respetar los derechos de los demás, y
actuar conjuntamente para obtener fin es previamente definidos por el
grupo. Desde el inicio del Trabajo Socia l como disciplina científica, los
trabajadores sociales observaron que determinados problemas, y tam-
bién oportunidades, dependen de nuestra capacidad de relación, de
integración en grupos, precisamente porque somos animales sociales.
Más allá del mito del individualismo, vivimos siempre con los otros,
vivimos siempre en un lenguaje que no es nuestro, que nos remite a los
otros (tanto presentes como ausentes, tanto a la cultura actual como a
las épocas anteriores de nuestra cultura -que han generado nuestro pre-
sente y, en este sentido, están tamb ién vivas y activas construyendo el
futuro-), nos integramos en organi zac iones complejas, nos relaciona-
mos con los demás en términos de poder (experimentamos el poder de

250
Antonio López Pelaéz

los otros, y queremos ejercer nuestro propio poder sobre los demás y
sobre la naturaleza) ...
Podríamos establecer un listado, que en parte hemos reproducido en el
epígrafe anterior, al precisar los resultados de aprendizaje previstos en
la asignatura Teoría del Trabajo Social con Grupos (junto con la asig-
natura de tercer curso del Grado, Modelos de Trabajo Social con Gru-
pos), de capacidades y fortalezas que son necesarias para la vida prác-
tica, y que en muchos casos no se tienen. Más aún, muy al contrario, lo
que observamos son procesos de des-poseimiento, de des-capacitación,
que conducen a la exclusión social.
Esta capacitación tiene una dobl e dimensión: en el nivel personal, for-
taleciendo dimensiones de la vi da que exigen la interacción con los
demás; y en el nivel de la interacción con organizaciones: por ejemplo,
en una empresa, en un grupo de trabajo, en una organización no guber-
namental, en una asamblea esco lar, es necesario que las personas pue-
dan describí r las reglas de ju ego, y ser capaces de uti 1izarlas, y para el lo,
como se dan siempre en la interacción con los demás, el ámbito ade-
cuado es la dinámica de grupos.
- En segundo lugar, el ámbi to propio de nuestra disciplina: la dinámica
de grupos. En justa correspondencia con el epígrafe anterior, si obser-
vamos que muchos procesos de des-capacitación se originan en pautas
inadecuadas de comportamiento, en modelos relacionales que son pre-
dictores claros del fracaso en la interacción social , la respuesta es repro-
ducir un entorno social en el que la persona pueda fortalecer sus capa-
cidades, pueda aprender a rel acionarse, pueda asumir la realidad de los
otros como sujetos y como ciudadanos. Si nuestra realidad personal
emerge sobre un largo proceso de socialización, es reproduciendo ese
proceso, reproduciendo la interacción en grupo, como podemos re-
socializarnos, como podemos volver a empezar, volver a interiorizar
pautas de comportami ento adecuadas.
De ahí que la dinámica de grupos se considerara desde el primer
momento un entorno adecuado para la intervención profesional de los
trabajadores sociales . Y esto en un doble sentido: potenciar a la perso-
na (mediante la interacción con los demás, la persona puede alcanzar
un mejor conocimiento sobre sí misma, puede objetivar sus pautas de
comportamiento, y puede aprender a relacionarse de forma más eficaz),
y actuar colectivamente para alcanzar objetivos (en las tareas coopera-

251
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

tivas con los demás para alcanzar objetivos, la persona experimenta el


poder, la satisfacción, y el enriquecimiento que se deriva de la actua-
ción en grupo, y esto es también un aspecto clave de las dinámicas de
grupo).
- En tercer lugar, la metodología cient ífica: el Trabajo Social con Grupos
es una disciplina científica, y, por lo tanto, no se basa solamente en las
buenas intenciones o los buenos deseos de algunas personas. Implica
un análisis detallado de los problemas y oportunidades del contexto en
el que cada miembro del grupo v ive, una evaluación rigurosa de la
situación personal de cada miembro del grupo, y un diseño basado en
los resultados científicos acumulados a lo largo de los más de cien años
de existencia de nuestra disciplina como disciplina científica. La activi-
dad profesional del trabajador social está basada en el rigor metodoló-
gico, la evaluación profesional de cada persona y de su contexto de
referencia (porque el objetivo final es favorecer la integración de cada
persona en su entorno, transformando a la persona, y transformando el
entorno), la planificación de cada una de las etapas de la dinámica de
grupo, la evaluación continua y la evaluación final.
- En cuarto lugar, el presupuesto teórico básico de nuestra disciplina
podemos definirlo de la siguiente manera: la ciudadanía democrática.
Cada uno de nosotros es un sujeto igual a los otros, con potencialida-
des que puede desarrollar, y la soci edad debe estructurase de tal forma
que haga posible que nuestras libertades teóricas se conviertan en capa-
cidades reales que podemos ejercer. De ahí la lucha por la extensión de
los derechos a todos los ciudadanos, la lucha colectiva por garantizar
una organización institucional del poder que permita el ejercicio de la
libertad, que se encuentran en el origen del Estado del Bi enestar.
La extensión del ámbito de la libertad implica aumentar la igualdad
social (entendida como el nivel de bienestar adecuado para que cada
persona pueda ejercer su libertad y diseñar su trayectoria individual
-cuestión imposible, por ejemplo, si se pasa hambre o no se tiene
salud-), los recursos disponibles para que todos puedan ejercer su ciu-
dadanía, y por eso nuestras sociedades se caracterizan por las deman-
das para universalizar los derechos de los ciudadanos, ampliando cada
vez más su ámbito, y reconociendo cada vez más derechos. La noción
de ciudadanía democrática, en la que se nos reconoce como sujetos,
lleva implícita la tendencia hacia una universalización de los derechos,

252
Antonio López Pelaéz

asegurando con ello una ampliación de las posibilidades reales de los


ciudadanos para ejercer su libertad.

Tomando en consideración estos cuatro elementos, podemos formular la


siguiente definición del Trabajo Social con Grupos: es una disciplina científi-
ca, dentro del ámbito del Trabajo Social, que parte de los valores de la ciu-
dadanía democrática, tiene como objetivo principal capacitar a las personas
y grupos para afrontar retos y oportunidades (evaluando sus capacidades, el
entorno social, y cómo favorecer su fortalecimiento), mediante una metodo-
logía centrada en el diseño, puesta en marcha, aplicación y evaluación de la
dinámica de grupos, que permite mejorar la interacción personal y la reali-
zación de actividades de grupo.

3. PRINCIPIOS BÁSICOS PARA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO


SOCIAL CON GRUPOS

Hay muchas clasificaciones de los modelos teóricos que se utilizan en el


ámbito del Trabajo Social con Grupos, como muestran los principales manua-
les que se utilizan en nuestra di sciplin a. Mi punto de vista, en un texto como
este, que pretende ofrecer una urd imbre teórica adecuada para afrontar pos-
teriormente una mayor profundizaci ón tanto teórica como práctica, es el
siguiente: dado que nuestra di sci pli na es una ciencia, puede alcanzar un
conocimiento científico, con tod as la limitaciones de la verdad científica
(siempre definida en términos de legalidad y probabilidad, y abierta a con-
trastaciones o refutaciones en el futuro), pero con toda su potencialidad .
Por lo tanto, un primer principio de un modelo teórico adecuado a nuestra
cien cia es, precisamente, la posibilidad de alcanzar el conocimiento científico.
Es decir, nuestra disciplina tiene que hacer frente a las cuestiones claves relacio-
nadas con la posibilidad de conocer, como las planteadas por el relativismo.
Además, nuestra disciplina parte de una descripción adecuada de la vida
humana, personal y social , en la que las personas se encuentran inmersas en
un contexto, persiguen objetivos que impl ican a los demás, los demás persi-
guen objetivos que nos implican a nosotros mismos, y estamos de antemano
inmersos en un contexto de poder determinado, viviendo en un contexto tec-
nológico específico, y tenemos que responder a las demandas (tanto simbóli-
cas como materiales) de nuestro entorno cultural, familiar e institucional. Es
decir, nuestra realidad es histórica, re lacional y aspiracional.

253
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

Finalmente, hay que tomar en consideración nuestro proyecto biográfico


personal, y cómo tanto a nivel individual como familiar, grupal, y comunita-
rio, nos encontramos siempre inmersos en procesos de cambio (a mejor o a
peor) que son graduales, que son reversibles, y que son progresivos. Estas tres
grandes dimensiones constituyen los tres principios de mi modelo teórico,
aunque naturalmente pueden desagregarse en muchos elementos más. No
pretendo tanto presentar un modelo exclu sivo y perfectamente definido,
cuanto reflexionar sobre estos tres principios, que considero relevantes.

3.1. Primer principio: más allá del relativismo, el conocimiento científico


es posible:

El debate sobre el relativismo ha sido una constante en la primera década


del siglo XXI, que ha presenciado también los estertores de los planteamien-
tos posmodernos, aplastados por la vieja lógica de los intereses económicos,
nacionales y étnicos, que han provocado nuevas guerras, un incremento de la
desigualdad en algunos países, un despl azamiento de la riqueza mundial
hacia China y el Sudeste Asiático, y que han cambiando el amable mundo en
el que todo daba igual y todo era posibl e, porque eramos felices y ricos y
nadie se preocupaba por nosotros (ni nosotros por los demás). Los flujos inmi-
gratorios en Europa, el atentado terrorista de l 11 de septiembre de 2001 en
Nueva York, las guerras de lrak y Afganistán, la crisis de las hipotecas subpri-
me en septiembre de 2007 y el colapso posterior de la economía ... Tanto los
dogmas económicos neoliberales de las tres últimas décadas del siglo XX,
cuanto muchos planteamientos vinculados con la negación del conocimien-
to, han sufrido las consecuencias de los avatares del poder en las relaciones
económicas y políticas en todos los niveles de la vida social.
Desde nuestro punto de vista, los debates sobre la identidad, el multicul-
turalismo y la posmodernidad han llevado a plantear, de nuevo, una polémi-
ca fuerte, en sentido estricto, sobre la posibilidad de alcanzar un conoci-
miento válido, que permita establecer un criterio para la comparación de rea-
lidades diferentes, evitando, como señala Terry Eagleton, en sus artículos
«Defending the Free World» y «The Right and the Good: Posmodernism and
the Liberal State», la consecuencia funesta que se deriva de considerar todos
los discursos buenos e igualmente irrefutabl es, y que es la siguiente: hacer
posible la absolutización de cualquiera de ellos, conduciéndonos al absolu-
tismo cultural y a la autocracia, tanto intel ectual como política.

254
Antonio López Pe laéz

En definitiva, se vuelve a plantear una cuestión clásica en la historia del


pensamiento: la posibilidad de alcanzar un conocimiento verdadero (dentro
de unas circunstancias espacio-temporales dadas), y sobre las posibilidades de
observar, reconocer y describir la lógi ca interna y las características de nues-
tra vida personal, grupal, comunitaria y social, así como de nuestra cultura y
nuestros productos (científicos, tecnológicos y también sociales). Aquello que
hacemos y somos genera una real idad que, producto de la acción humana,
tiene una identidad propia, descriptib le, y permite la comparación, la crítica
y la contrastación en algún grado.
En este sentido, vuelven a manifestar su vigencia los planteamientos ilus-
trados sobre la posibilidad del conocimiento, la importancia de analizar los
comportamientos, comparándolos, y el análisis científico que permite desa-
rrollar una crítica acertada a las injusticias concretas que sufren las personas
en cada contexto histórico. Precisamente porque podemos pensar con objeti-
vidad, porque podemos comparar y podemos razonar, nos resulta insoporta-
ble la arbitrariedad en el ejercicio del poder, y las injusticias o situaciones
vejatorias que tantas personas soportan a lo largo de su vida, y que a menu-
do son justificadas con argumentos que remiten a las tradiciones, las costum-
bres, o a una teoría despiadada del poder.
Por ello, desde nuestro punto de v ista, el primer principio teórico del Tra-
bajo Social con Grupos es, precisamente, afirmar la posibilidad del conoci-
miento científico, y mostrar cómo los planteamientos que niegan dicha posi-
bilidad refuerzan, en muchas ocasiones, las desigualdades sociales preexis-
tentes. El conocimiento científico da li bertad , y permite ir más allá de los argu-
mentos basados en la tradición o la costumbre, abriendo paso a la construc-
ción de una sociedad en la que pueda ejercerse la libertad.
Una de las cuestiones básicas en este ámbito, es analizar el nuevo contexto
derivado de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en el
que estamos inmersos, desarrollando estrategias que deben culminar, si es posi-
ble, en la implantación del Trabajo Social con Grupos en la red. Precisamente
porque podemos conocer y contrastar los resultados de nuestra investigación,
podemos diseñar metodologías de intervención adecuadas en nuestra discipli-
na. Si tomamos en consideración el entorno real en el que nos socializamos,
hay que analizar la transformación de la experiencia que conllevan los artefac-
tos técnicos (desde el móvil hasta los nuevos entornos virtuales, como Twitter),
y que tienden a generar efectos que van más allá de las previsiones de sus dise-
ñadores, y de las expectativas de la sociedad en la que se implantan.

255
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAIO SOCIAL CON GRUPOS

Por ejemplo, en el análisis específico de la televisión, Lynch pone de


manifiesto cómo la ilusión óptica que produce la televisión da lugar a un
tipo de experiencia específica, con los siguientes rasgos específicos: carác-
ter hipnótico y enajenante (derivado del esfuerzo y la concentración que
exige); cercanía paradójica (forma parte de nuestra vida, pero no se «com-
parte», sino que se asiste pasivamente a ella), que está evolucionando en
función de las nuevas tecnologías (de ahí el éxito de los programas de tele-
visión activa, en los que, mediante mensaje de móvil, los espectadores pue-
den decidir sobre lo que va ocurrir en un programa televisivo, qué persona
va a abandonarlo, o quién va a ganar el premio final); finalmente, la reduc-
ción de la temporalidad al instante presente, la instantaneidad como forma
de experiencia temporal básica.

3.2. Segundo principio: la vida humana es histórica, relacional


y aspiracional:

Ortega y Gasset afirmaba que cada uno de nosotros, nuestro yo, es insepa-
rable de nuestras circunstancias. Es decir, se construye y se define y es posible
en interacción con dichas circunstancias. Y afirmaba también un principio que
podemos situar en la base del Trabajo Social con Grupos: yo soy yo y mis cir-
cunstancias, y si no las salvo a ellas, no me salvo yo. Es decir, el ejercicio de
nuestra libertad solo se posible si generamos libertad en nuestra circunstancia,
en nuestro medio social. Algo parecido a este planteamiento movía a los pen-
sadores ilustrados para reaccionar críticamente ante las injusticias que obser-
vaban en su entorno: «la solidaridad con los marginados y disidentes, con quie-
nes han sido privados de voz, es el producto más radical de la Ilustración. Su
placer por la experimentación y su insistencia en ampliar la gama de posibili-
dades individuales ofrecieron una libertad con contenido. Para lograr este
objetivo fundamental se utilizó la razón en sus dos principales variantes: la
racionalidad científica cuestionó los prejuicios tradicionales y las pretensiones
religiosas respecto a la verdad, mientras que la racionalidad especulativa plas-
mó los objetivos a los que podía servir la ciencia. Insi stir en que, para evitar el
relativismo y el caos, se necesitan unos fundamentos absolutos, o abrazar el
relativismo y el caos debido a la falta de un principio absoluto, son posturas
que nada tienen que ver con la Ilustración» (Brunner, 2007: 205).

Hay tres cuestiones básicas que podemos analizar en este ámbito:

256
Antonio López Pelaéz

- En primer lugar, las personas somos historia, nuestra historia personal y


colectiva: nuestras vivencias, nuestro tiempo, nuestra memoria. Y todo
ello está inmerso en el lenguaje, en las experiencias que cada uno va
teniendo a lo largo de su vida. No podemos entendernos si no enten-
demos nuestra biografía. Ahora bien, tampoco podemos pensar, desde
mi punto de vista, que podemos explicarlo todo por nuestra biografía.
Somos animales de sueños y deseos, somos animales aspiracionales,
aspiramos a la buena vida, a ser como los demás, y a que los demás
puedan también ser como nosotros, interaccionar con nuestros iguales.
Por eso, Aristóteles acotaba el experiencia de la amistad, quizás la expe-
riencia más profundamente humana, a aquellos sujetos que eran igua-
les, que eran ciudadanos, que podían mirarse a los ojos y ver reflejados
en los ojos de los demás su propia naturaleza, su ciudadanía en ejerci-
cio. Nos mueve nuestro pasado, pero nos mueve aún más el futuro que
anhelamos, y quizás si invirtiéramos más tiempo en diseñar nuestro
futuro, en capacitarnos para alcanzar nuestros objetivos, viviríamos
nuestra vida con más intensidad y protagonismo.
Como hemos analizado brevemente en el capítulo anterior, la perspectiva
del empowerment se centra en el análisis de nuestro poder para afrontar
el futuro y desarrollar libremente nuestra trayectoria personal. Es verdad
que nuestras experiencias previas influyen en nuestra imagen del futuro, y
nuestros deseos están influidos y mediatizados por nuestro contexto cul-
tural, histórico, relacional, por lo que los demás consideran deseable (y
que por eso mismo, para alcanzar el reconocimiento de los otros, desea-
mos alcanzar). Pero también es cierto que podemos ir más allá, redefinir
nuestro contexto, y abrirnos a un futuro distinto. Montesquieu y Voltaire,
por ejemplo, lucharon contra las formas de esclavitud y tortura típicas de
su época, a pesar de que dar voz a los otros podía poner en cuestión la
forma de vida tradicional. Un autor posterior, Saint-Simon, que renunció a
su condición de noble para pertenecer a una nueva sociedad de ciudada-
nos basada en la racionalidad científica, la igualdad y la libertad, muestra
bien las consecuencias del ejercicio del pensamiento científico: implica el
reconocimiento del otro como un igual. En este sentido, los pensadores
ilustrados inventaron realmente el lenguaje de los derechos humanos, con
tres características que todavía hoy están vigentes:
a) El respeto a los derechos humanos y el control del ejercicio del
poder arbitrario no son una meta final, sino que constituyen la base

257
CAPITULO VI : H ACIA UN MODELO TEÓR ICO EN EL T RABAJO SOC IAL CON GR UPOS

para que cada uno de nosotros pueda establecer su propia trayecto-


ria personal. Es decir, son un requi sito estructural para poder vivir
como ciudadanos. En este sentido, sus planteamientos pueden verse
como un antecedente de la insistencia de Sen en el análisis de las
capacidades reales de los ciudadanos para ejercer su libertad (más
allá de la descripción teórica de sus derechos). «La aplicación de los
derechos humanos debería con siderarse el elemento fundamental
del proceso de modernización: es la condición previa para el ejerci-
cio de la autonomía» (Brunner, 200 7: 176).
b) Cuando las personas experimentamos la libertad, y nuestro propio
poder para llevar a la práctica nuestros proyectos, automáticamente
tendemos a reclamar más libertad en cada vez un mayor número de
ámbitos de nuestra vida. En este sentido, podemos formular el prin-
cipio de la tendencia a la universalización de los derechos: por eso,
hemos avanzado desde los derechos políticos a los económicos y
sociales. El ejercicio de la libertad exige una re-estructuración de la
sociedad para poder ejercerlo, y po r eso las demandas de los ciuda-
danos para que, estructuralmente, podamos dotarnos de leyes y de
recursos para que la libertad sea posible.
En este sentido, los derechos de la ciudadanía tienen dos caracterís-
ticas: primero, la tendencia hacia la universalización -es decir, la
implantación de algunos derechos ha estimulado siempre la recla-
mación por nuevos derechos-; segundo, orientan la acción colectiva
hacia, precisamente, la transformación de nuestro contexto socioe-
conómico, para hacerlos posibles. Un buen ejemplo es la aplicación
de la llamada popularmente «ley de la dependencia» en España en
los últimos años: no solo se trata de definir derechos, sino de dotar-
los económicamente, ampliando el Estado del Bienestar para hacer
frente a los retos derivados de las situaciones de dependencia que
padecen muchos de nuestros conciudadanos.
c) La sensibilidad cosmopolita, entendida como la sensibilidad cre-
ciente ante las penalidades de los demás, que por ser ciudadanos
iguales que nosotros nos resultan cada vez más insoportables. Para
los ilustrados, y también hoy en d ía para nosotros, la implantación
de una sensibilidad cosmopolita, abierta a los demás, basada en el
reconocimiento de la ciudadanía de los otros, de su dignidad, es uno
de los objetivos básicos del proceso civilizatorio, y la única forma de

258
Antonio López Pelaéz

ir más allá de los imperativos legales, experimentando la solidaridad


con los débiles y desprotegidos. Hay que tener en cuenta que, en el
ámbito de nuestra disciplina, nos preocupamos por la ausencia de
poder, por la injusticia, por la pobreza endémica, o por la incapaci-
dad para afrontar oportunidades y problemas, precisamente porque
reconocemos a los otros como ciudadanos.
Esa sensibilidad hacia aquellos que están inmersos en la pobreza, y
que movió a los primeros colaboradores de las settlement houses (en
1884), partía ya de considerar la necesidad de reformar el medio
social, y al mismo tiempo resocializar a los pobres en los valores que
les podían permitir integrarse en la sociedad de la época. Es decir,
reforma estructural, y a la vez capacitación personal. La sensibilidad
cosmopolita nos hace ir más allá de nuestra situación personal. En
este sentido, «la libertad no constituye nunca un problema para el
individuo o el grupo que la poseen; el problema solo surge cuando
la libertad es exigida por los sometidos, los explotados, los excluidos
y los otros. La teoría pol ítica de la Ilustración puso, por tanto, de
relieve la necesidad de la reciprocidad en la asignación de derechos
y deberes al Estado» (Brunner, 2007: 182).
- A lo largo de los capítulos de este libro, he insistido en numerosas oca-
siones en nuestra condición social. Somos animales sociales, estamos
siempre inmersos en relaciones . Nuestra capacidad de generar vínculos
con los demás, y de diferenciar las pautas de comportamiento adecua-
das para relacionarnos con ellos, es lo que nos permite sobrevivir. Es
cierto que cada uno de nosotros tiene una voluntad de supervivencia
individual. Pero también es cierto que nuestra vida no tiene sentido sin
el contexto de la sociedad en la que estamos integrados (y, como
demuestra Durkheim, cuando nos encontramos en un contexto anómi-
co, sin reglas, podemos llegar a renunciar a nuestra propia vida,
mediante el suicidio). Las proclamas individualistas y egocéntricas de
nuestro entorno, donde se habla solo del éxito individual, no tienen
sentido sin observar cómo se compensan en la vida práctica con la
dimensión social. Cualquier persona de clase media en Suiza vive
mejor, tiene mejor sistema de salud y de educación, más seguridad en
la calle, y disfruta de más oportunidades, que una persona muy rica en
un Estado sin seguridad, en el que no puede pasear, necesita guardaes-
paldas, no hay un sistema educativa público, y al final su libertad queda
presa de los barrotes de su jaul a de oro, pero jaula al fin y al cabo.

25 9
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

No podemos obviar nuestra necesidad de relación con los demás, y las


experiencias básicas de la vida como la amistad, la lealtad o el amor. Y
a la vez, también las experiencias de fracaso (en la amistad, en la des-
lealtad o el desamor), son sociales, implican a los otros (a la persona o
personas implicadas, y a nuestra forma de pensar, de entender la amis-
tad o el amor, que predefine los márgenes de nuestra actuación -a
menudo, nuestros fracasos se derivan de una forma errónea de plante-
ar nuestras relaciones, o de definir nuestros objetivos-) .
En este sentido, «es indiscutible que la especie humana tiene una notable
disposición social, como se deja ver en la conformación -bajo presiones
adaptativas- de muchas de sus estructuras cognitivas. Tenemos disposi-
ciones cooperativas, y estamos dotados de un amplio surtido de reperto-
rios emocionales que, coordinados, sirven de cimiento a nuestros siste-
mas normativos. En todos estos casos, la capacidad está en nosotros,
forma parte de nuestra herencia genética y, cabe conjeturar, opera a tra-
vés de módulos, de estructuras neuronales especializadas en procesar
ciertos inputs específicos, de un modo autónomo, automático e indepen-
diente. Tales estructuras están programadas, al modo como sucede en el
caso del lenguaje, aunque la activación y el desarrollo requiere de la pro-
pia sociedad (del mismo modo que el lenguaje o la dentición, también
programados, requieren, respectivamente, de nutrientes y de una exposi-
ción a un entorno social)» (Ovejero, 2008: 235).
- Finalmente, nuestra vida es aspiracional: se basa en el deseo, en lograr
aquello que nos importa, que nos dota de sentido, que permite relacio-
narnos con los demás de la forma establecida de antemano como
«éxito» o «triunfo». Buscamos el estatus y el poder que se deriva de
alcanzar nuestras metas (en el trabajo, ascendiendo o consiguiendo
mejores contratos y remuneraciones; en el ocio, viajando o comprando
aquellos objetos que se identifican con el éxito -un coche de alta gama,
un reloj muy costoso, o simplemente mediante la exhibición del cuer-
po tal y como nos reclama la moda, y por eso recurrimos a operaciones
de cirugía estética para reproducir, a menudo, el modelo de cuerpo que
nos transmite la publicidad-). En el ámbito del Trabajo Social con Gru-
pos, es importante evaluar bien los modelos de felicidad de cada per-
sona, y, sobre todo, más que sus teorías, aq uellos elementos aspiracio-
nales que dan sentido a su comportamiento práctico. Muchas veces, las
personas definimos la felicidad o nuestros deseos de forma convencio-
nalmente correcta, pero en la práctica dedicamos todo nuestro tiempo

260
Antonio López Pelaéz

a otras cuestiones, que son las que auténticamente nos interesan (aun-
que nos cueste trabajo reconocerlo).

En relación con este último aspecto, Pascual Bruckner, en su obra «La eufo-
ria perpetua. Sobre el deber de ser fel iz», analiza la relación entre la felicidad
y la libertad (Bruckner, 2001). La felicidad, percibida colectivamente en las
sociedades contemporáneas como una ilusión que se convierte automática-
mente en un derecho y un deber, tropieza con la rutina de la vida ordinaria,
en la que se diluye, y con la experiencia radical del dolor, la desigualdad y la
opresión (tanto sobre nosotros, como la que nosotros mismos ejercemos sobre
los demás). Desde su perspectiva, nos encontramos inmersos en una cultura
en la que somos a la vez cómplices de la felicidad (culpables por ser felices,
en un entorno en el que cotidianamente experimentamos la infelicidad o las
catástrofes que afectan al resto de ciudadanos del planeta), y víctimas de la
felicidad (angustiados por no serlo).
Frente a los límites de esta concepción de la vida, Bruckner postula el valor
superior de la libertad, y nos reta a una vida más heroica, en la que hacemos
frente y asumimos el dolor, la rutina y el destino. En definitiva, nos propone
dejar atrás dos patologías características de nuestra época, el infantilismo y el
victimismo, y dar paso a una vida basada en la libertad, en un modo de vida
creativo y personal , que nos permi ta desarrollar una trayectoria abierta al ries-
go, al ejercicio de nuestras potencialidades, y al riesgo que supone ir más allá
del conformismo y la aceptación acrít ica del destino (que implica, siempre, la
aceptación acrítica de la estructura de desigualdades en la que estamos inmer-
sos, y en la que muchos conciudadanos se encuentran desposeídos de su
capacidad de actuar, y desposeídos también de su propia capacidad de pen-
sar más allá de la costumbre y lo pol íticamente correcto).
Habermas, en su obra «El futuro de la naturaleza humana. ¿Hacia una
eugenesia liberal?», analiza los pe ligros que se derivan del uso acrítico de la
tecnología, y de la aceptación de los criterios del mercado como único lími-
te para la implantación de tecnologías, sin analizar los riesgos para nuestra
supervivencia (Habermas, 2002). En este sentido, se plantea los peligros deri-
vados de la utilización de las técnicas de la ingeniería genética, que se deri-
van no tanto de su propia lógica interna, cuanto de su uso en función de los
códigos de lo que denomina «eugenesia liberal», es decir, en función de las
estructuras de poder de nuestra sociedad.

261
CAPÍTULO VI: H ACIA UN MODELO TEÓ RICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

Y nos alerta sobre una nueva frontera en la estratificación social: ahora, a


la persona desposeída, podemos capacitarla, mediante la educación, la salud,
mediante la intervención profesional del trabajador social, etcétera. Los pro-
blemas, los fracasos, las heridas de su trayectoria vital pueden ser afrontados
con mayor o menor éxito, porque su capacidad, su poder, puede recuperarse
en un determinado grado. Pero la ingeniería genética permite fundar una
nueva «elite», basad en la manipulación genética dirigida a favorecer y mejo-
rar las capacidades de aquellos que se lo puedan pagar, generando una nueva
y más potente tendencia hacia la dualización social.
Desde una perspectiva diferente, pero que también pone de relieve la
importancia de los factores estructurales (modelos teóricos, formas de pensar,
y también las tecnologías disponibles) que condicionan las trayectorias indi-
viduales, Gilles Chatelet formula una lúcida crítica del modelo de vida occi-
dental. Se ha impuesto un individualismo posesivo, que busca ante todo el
consumo privado y que minimiza los efectos sociales de valores como la
generosidad, el espíritu creativo o la benevolencia. La metáfora que define
perfectamente el hastío y la insoportable trivialidad de este modelo de vida
es, para Chatelet (2002), la metáfora del «puerco», que da título a su obra:
«Vivir y pensar como puercos; de la incitación a la envidia y el aburrimiento
en la sociedades de mercado». Frente a la vida sin horizontes, basada en la
pérdida de tiempo, el consumo de información trivial, y el elogio de la vul-
garidad (como podemos observar en muchos programas de televisión), el
autor propone otra metáfora, la de aquellos que son héroes en su vida coti-
diana, y que desarrollan su trayectoria vital basados en valores diferentes al
consumismo trivial, insolidario y alienante que empapa nuestro imaginario
simbólico en las sociedades avanzadas.
Jean-Claude Guillebaud critica también el vacío existencial del mundo
contemporáneo, y su cultura, basada en el hedonismo, el individualismo y la
deshumanización (Guillebaud, 2002). En su obra «El principio de la humani-
dad», el autor francés reflexiona sobre las características básicas de la vida
humana, que es ante todo vivir para llegar a ser, vivir proyectando, ser un pro-
yecto. Desde su punto de vista, el ser humano emerge de lo que denomina la
revolución «biolítica», en la que se dan la mano la biología, la genética, la eto-
logía, la neurociencia y la informática. Frente al animal, a la máquina y a las
cosas, el ser humano ser muestra como un ser irreductible, que no puede
definirse en términos de realidad acabada, sino de proyecto, de subjetividad
en ejercicio, de aspiración y de sueño. El proyecto de ser humano, al impli-
car elección, es siempre un proyecto ético, y un proyecto en el que los demás

262
Antonio López Pelaéz

son reconocidos como sujetos: es un proyecto de reconocimiento colectivo


como humanidad. El reconocimiento de la dignidad de los otros, como parte
esencial que hace posible nuestra propia dignidad, debe servirnos para poner
limitaciones a la aplicación de las nuevas tecnologías desde los criterios e
intereses de los poderosos de cada época, haciendo frente a aquellos movi-
mientos que suponen una regresión en la historia, como el racismo genético
de nuevo cuño, o la eugenesia.
Desde una perspectiva diferente, Peter Sloterdijk (2002) analiza una cues-
tión clave en la cultura contemporánea: la expansión de la vulgaridad. Hay
que tener en cuenta, como experimentamos en nuestra vida diaria, que las
buenas maneras, la educación, el autocontrol y la capacidad de dejar hablar
a los demás permiten una convivencia agradable y, sobre todo, nos predis-
pone a controlar nuestra agresividad y la de los demás. Las normas de convi-
vencia constituyen un instrumento fundamental en nuestro proyecto de civi-
lización, y nos protegen y protegen a los demás, estableciendo unas reglas de
juego para la interacción. La vulgaridad, en los medios de comunicación, en
los programas, y en las relaciones sociales, la exaltación de la espontaneidad
sin control y la simple brutalidad (como podemos ver en los debates a voces
entre supuestos especialistas cultivados en las tertulias televisivas), la falta de
respeto a los otros, se expande como un paradigma en la nueva sociedad tec-
nológica avanzadas.
En la raíz de este proceso, se encuentra el predominio de lo que Sloterdijk
denomina el modelo de comunicación «horizontal», frente al modelo de
comunicación «Vertical». El objetivo del modelo de comunicación vertical
puede definirse como un programa de esfuerzo y superación personal y colec-
tiva. En el modelo de comunicación horizontal, el objetivo es la adulación del
espectador y en el caso de la comuni cación de masas, la seducción del públi-
co mediante la exhibición de la trivi alidad. La vulgaridad, la trivialidad y la
superficialidad conllevan un efecto negativo sobre nuestra identidad y sobre
nuestra capacidad crítica: hace impos ible las reclamaciones de cualquier tipo,
abandonando todo criterio de excelencia o racionalidad, y sustituyéndolo por
la afirmación de lo banal en sí mismo.
Frente a esta situación, es necesario revitalizar la actitud crítica, que debe
dejar de estar adocenada, y dirigir sus elogios a lo realmente singular, retor-
nando al concepto de cultura como «excelencia». No solo como realización de
productos excelentes, sino como apertura a la percepción de la excelencia
como tal, por el desarrollo de la capacidad de diferenciar acciones, objetivos y

263
CAPÍTULO VI : HACIA UN MODELO TEÓRICO EN El TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

formas de vida, abriendo así paso a la experiencia de la libertad. Una persona


que no es capaz de diferenciar un comportamiento vulgar, que invade la inti-
midad del otro, de un comportamiento adecuado y ejemplar, no solo tiene un
grave problema de percepción. Además, esa incapacidad de diferenciar no le
permite establecer objetivos adecuados sobre su trayectoria personal, y le gene-
rará problemas en su interacción social. Por otra parte, no todo da igual, expe-
rimentamos demasiadas injusticias estructurales (para empezar, una considera-
ble parte de la humanidad pasa hambre), y necesitamos criterios que nos per-
mitan diferenciar lo bueno de lo malo, las pesadillas de los sueños felices, y
aquello que nos beneficia de aquello que nos perjudica.
En este sentido, el Trabajo Social como disciplina científica nos permite
avanzar en la experiencia de nuestra 1ibertad, al aportarnos teorías, conceptos
y metodologías para analizar la realidad y objetivar las oportunidades y pro-
blemas a los que tenemos que hacer frente personal y colectivamente.

3.3. Tercer principio: gradualidad, reversibi lidad y progresividad

Nuestra disciplina tiene una clara finalidad práctica. Buscar intervenir para
capacitar, recuperar, fortalecer, mejorar, la v ida de cada uno de nosotros,
mediante una metodología específica: la dinámica de grupos. Nuestra vida
esta inmersa en grupos desde su mismo inicio, y es la interacción con los
demás la que favorece el desarrollo de nuestras capacidades, desde el len-
guaje a la inteligencia. Somos nosotros mismos porque nos relacionamos con
los demás, y tanto para afrontar nuestras limitaciones personales, como para
saber como afrontar las demandas de los demás (en nuestra familia, en nues-
tra empresa, en nuestra universidad, etcétera), necesitamos conocer la estruc-
tura y las pautas de comportamiento de nuestro entorno, y necesitamos expe-
rimentar cómo relacionarnos. Siempre vivimos en grupos, y es mediante la
dinámica de grupos como podemos resoc ializarnos, recuperarnos, o afrontar
un conocimiento más exacto de nuestra realidad personal y nuestra circuns-
tancia social, y también podemos aprender, inte riorizar, cómo relacionarnos
adecuadamente.
Cada uno de nosotros se encuentra consigo mismo, con nuestras costum-
bres y pautas de comportamiento, como si fueran algo natural, y por lo tanto
adecuado. Sin embargo, todos tenemos experiencia de los errores, y sabemos
que a menudo nos equivocamos, que nos comportamos de forma inadecua-
da, que no conseguimos nuestros objetivos, y que los demás esperaban algo

264
Anton io López Pelaéz

distinto de nosotros (y no nos dábamos cuenta). La dinámica de grupo nos


permite afrontar nuestro propio pasado, contextualizar nuestra forma de ser al
conocer y compartir la forma de ser de los demás, y por lo tanto se convierte
en una experiencia de libertad, en un doble sentido: libertad para relacionar-
nos con nosotros mismos, y libertad para relacionarnos con los demás, en los
diversos ámbitos de nuestra vida.
Ahora bien, es necesario que nuestras expectativas sobre nosotros mismos,
sobre la dinámica de grupos, y en el caso del trabajador social con grupos,
sobre su propia actividad profesional , estén fundamentadas en un análisis
correcto de la realidad. En este sentido, a menudo los trabajadores sociales, y
los miembros participantes en la dinámica de grupo, tienen un concepto erró-
neo del progreso personal, entendido en términos casi mecánicos: una vez
puesto en marcha de forma correcta, el «motor» funcionará siempre correcta-
mente, y solo podemos prever un movimiento ascendente. Además, suele
tenerse un concepto erróneo de la organización en la que el trabajador social
desarrolla su actividad : puesto que tenemos una vocación de servicio, vincu-
lada con la expansión de la libertad y el ejercicio de la ciudadanía real, con-
sideramos que nuestra organización debe actuar de forma vocacional y sin
problema alguno. Pero nuestra organización tiene ya una cultura de empresa,
un sistema jerárquico de distribución y ejercicio del poder, y cada no de nos-
otros, dentro de ella, lleva a cabo actuaciones orientadas hacia la competen-
cia por recursos escasos (por ejemplo, un ascenso), y actuaciones orientadas
hacia la reciprocidad altrui sta (en la ayuda a los colegas de profesión o el
desarrollo de las actividades diarias).
Ambos errores se encuentran en el origen de lo que podríamos llamar el
síndrome del esfuerzo fallido, en el que el trabajador social, (y cada uno de
nosotros en su entorno laboral), com ienza con gran entusiasmo su tarea, y
progresivamente, ante las dificultades para solucionar los problemas de los
ciudadanos, y la experiencia del trabajo en organizaciones complejas (en las
que se generan conflictos y conviven formas de definir las tareas muy dife-
rentes), acaban en una posición pesimista, pasiva y reticente que refuerza
tanto la ineficacia de la organización, como el deterioro de los servicios que
presta al ciudadano. Podríamos decir que se pasa del optimismo fanático al
pesimismo recalcitrante. Y todo ello se debe a una definición incorrecta de la
realidad, y, por detrás de dicha defini ción incorrecta, una teoría inadecuada
sobre la naturaleza de los seres humanos, y sus procesos de cambio personal
y colectivo.

265
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓR ICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

En este sentido, mi experiencia en la práctica profesional en el ámbito del


Trabajo Social con Grupos me ha permitido definir tres características básicas
que hay que tomar en consideración, y que afectan tanto a cada persona, en
su evolución, como a la vida del grupo como unidad de experiencia y acción.
Podemos formularlo como el siguiente principio de la dinámica grupal: el
pri ncipio de la gradualidad, la reversibilidad y la progresividad.

a) En primer lugar, la gradualidad: los cambios en la trayectoria personal


(y en la trayectoria del grupo como unidad) son graduales. Los avances
y los retrocesos se dan por grados. Si utilizamos la metáfora de la esca-
lera, subimos avanzando de escalón en escalón, a veces de dos en dos
o de tres en tres, y también bajamos así. Es verdad que podemos dar un
gran salto y subir más, o dar un gran salto y bajar toda la escalera. Y
también es cierto que cuando damos grandes saltos, corremos un mayor
riesgo de accidente: podemos tropezar y caer con mayor facilidad.
Es importante que el trabajador social sepa diferenciar esos diferentes
escalones, esas etapas de crecimiento (o de degradación) en la vida de
cada persona, y también que sepa distinguir las etapas por las que va
avanzando la interacción en el grupo, las etapas que permiten un incre-
mento de la cohesión grupal y de la toma de decisiones colectiva, y
también los aspectos de cada una de esas etapas que favorecen la crisis
o las dudas sobre uno mismo y sobre los demás. Al planificar, por ejem-
plo, la dinámica de grupo, es fundamental establecer dichos grados o
escalones, y saber cómo avanzar de uno a otro, y cómo gestionar las
diversas situaciones: uno no se siente igual cuando ha subido más alto
en la escalera, y ve desde más arriba, contempla el panorama desde
otro punto de vista, y los problemas o las oportunidades se redefinen.
En la trayectoria personal de cada uno de nosotros, los problemas u
oportunidades que se presentan, los objetivos a cumplir, y la interac-
ción con los demás, varía con la edad: no es lo mismo tener 30 que 40
que 50 que 60 años ...
A veces, si el trabajador/a social ha definido bien los objetivos y las eta-
pas que hay que alcanzar, la dinámica de grupo puede finalizar alcanza-
do solo algunos de ellos, subiendo solo algunos escalones, pero no por
eso significa un fracaso de la actividad profesional. Las personas, al avan-
zar en su trayectoria personal y recuperar fortalezas y habilidades, podrán
posteriormente, aunque no hayan alcanzado la totalidad de los objetivos,
afrontar en mejores condiciones las circunstancias de su vida. El objetivo

266
Antonio López Pelaéz

es la sostenibilidad de lo que se interioriza en el grupo, que los cambios


puedan continuar en el tiempo, y que la persona pueda ser cada vez más
dueña de su propia vida. En la trayectoria grupal ocurre lo mismo: el
grupo como tal genera unas reglas de comportamiento específicas, tiene
su propia idiosincrasia, y acaba experimentando problemas de nacimien-
to, de crecimiento, de madu rez, y también de extinción (ya que hay que
saber poner punto y final a la experiencia grupal, y dar paso a la integra-
ción de las personas en nuevos y viejos grupos en su entorno cotidiano).
Podemos diseñar un grupo para fortalecer ciertas habilidades en sus
miembros, pero también para alcanzar objetivos externos. Ahora bien,
esos objetivos, de nuevo, se pueden alcanzar gradualmente.
La lógica del todo o nada no es adecuada para la complejidad de la vida
humana: somos realidades complejas, y quizás lo que conseguimos en
parte en una experiencia grupal puede, posteriormente, sernos de gran
utilidad, sin haberlo pensado previamente, en otras dimensiones de
nuestra vida, y mucho tiempo después. El enriquecimiento personal, en
términos de habilidades y capacidades, nos acompaña a lo largo de
nuestra vida, porque es parte de nuestra propia identidad, y puede tener
consecuencias positivas y no imaginadas que favorecen nuestro pro-
yecto de realización personal, familiar, grupal y comunitario.
b) En segundo lugar, la reversibilidad: la dinámica de la vida humana
puede ser ascendente y descendente, como señalan los místicos de
todas las religiones, puede ser progresiva o regresiva. En muchas oca-
siones, podemos ir marcha atrás, podemos perder lo ganado, y esta
experiencia del fracaso, esta experiencia de que podemos volver a per-
der, de que nada está asegurado eternamente, tienen dos consecuen-
cias. En primer lugar, ha llevado desde los orígenes de la humanidad a
valorar la cultura del esfuerzo, ya que nada está siempre garantizado.
Hay que trabajar sobre nosotros mismos, con los demás, a lo largo del
tiempo, para lograr los objetivos establecidos. Los se res humanos vivi-
mos en tensión hacia el futuro, entre otras cosas porque el presente
siempre es inestable, puede camb iar, puede empeorar, y nos encontra-
mos siempre inmersos en una situación de provisionalidad. En segundo
lugar, genera una actitud nostálgica ante la vida perdida, ante los
esfuerzos que se anticipan baldíos, ante, como decía Jorge Manrique,
una vida que acaba rápi damente en el mar, que es el morir. Esta expe-
riencia del fracaso, de la regresión, de la reversibilidad de los procesos,
es una constante en la vida humana.

267
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

Desde nuestro punto de vista, en el momento en el que definimos de


forma adecuada la vida humana, y nos damos cuenta de que las expe-
riencias de progresión y regresión forman parte de nuestra propia iden-
tidad, podemos afrontar razonablemente este proceso. Podríamos utili-
zar para ello la metáfora de la espiral: nos movemos en una línea ascen-
dente que va conformando un movimiento en espiral. A veces, damos
vueltas sobre el mismo nivel, a veces ascendemos, a veces descende-
mos, y el movimiento final puede ser progresivo o puede dejarnos en
el mismo sitio. Lo que ocurre es que ya no somos los mismos: llevamos
con nosotros todo lo recorrido, la trayectoria completa de años que nos
impulsa, y nuestra percepción ya no es la misma. Por eso, a menudo,
aunque cualquiera de nosotros se encuentre enredado en un determi-
nado nivel, dando vueltas sobre sí mismo, con pequeños avances y
retrocesos, puede, porque objetiva su circunstancia, dar un buen con-
sejo a otras personas que se encuentran en circunstancias parecidas.
Quizás uno no puede hacerlo del todo, pero puede orientar a los
demás, porque experimenta sus dificultades, y también puede describir
con mayor o menor precisión cómo llegar más cerca del objetivo.
Por otra parte, dada la velocidad a la que vamos, podemos acabar acos-
tumbrándonos a la órbita en la que nos movemos, y, aunque debería-
mos salir de ella, la costumbre, la inercia y a veces la nostalgia o el
miedo no nos deja. En relación con la experiencia grupal, nos puede
ocurrir lo mismo, sobre todo en los grupos que se prolongan en el tiem-
po, y en el que a menudo podemos observar largos períodos de tiempo
en los que parece que no se avanza, que se está siempre hablando de
lo mismo y actuando de la misma manera. En este punto, hay que resal-
tar que, a menudo, la capacitación que se obtiene en el grupo, aunque
no nos demos cuenta, nos permite actuar de forma más adecuada en el
resto de nuestra vida, y produce un enriquecimiento paradójico (en el
grupo estamos insatisfechos por la dinámica, por la inercia que segui-
mos, pero en la vida de cada uno la experiencia del grupo nos permite
afrontar retos y oportunidades de forma más eficaz -aunque nuestros
compañeros del grupo no lo puedan percibir-).
c) En tercer lugar, /a progresividad: en nuestra vida cotidiana, lo común
suelen ser los cambios progresivos, que se incorporan a nuestra trayec-
toria casi sin darnos cuenta. Por eso, porque la mayor parte de los cam-
bios son graduales, como hemos visto, y son progresivos (se va de uno
a otro), todas las dinámicas de grupo insisten en diferenciar etapas y

268
Antonio López Pelaéz

describir los procedimientos para lograr avanzar progresivamente de


unas a otras. Es verdad que nos fascinan las historias de las grandes
decisiones, de los cambios drásticos del destino, de las conversiones de
personajes de la historia que abandonan drásticamente su vida anterior
y emprenden una nueva trayectoria vital. Pero, incluso en estos casos,
cuando se analiza su evolución personal, observamos un cambio pro-
gresivo, rápido pero por etapas, que va preparando el gran salto que
dan en un momento clave de su vida.
Los seres humanos somos seres inerciales, nos movemos por inercia,
automatizamos una gran parte de nuestras respuestas (entre otras cuestio-
nes, por necesidades de economía fisiológica, nuestro cerebro no puede
replantearse todas las cuestiones constantemente). Y el resultado final, en
el que una persona cambia radicalmente respecto a su situación anterior,
es el resultado de un largo proceso de cambio (a menudo, imperceptible).
El marketing publicitario lo tiene muy claro: contemplamos en la televi-
sión cientos de veces el mismo anuncio, y así nos vamos predisponiendo
sin darnos cuenta a la compra del mismo, reforzando nuestra afinidad con
una marca de un producto determinado. Lo mismo ocurre en entornos en
los que se esperan respuestas automatizadas de los participantes, como
en el ejército: los ejercicios intensamente repetidos permiten que en una
situación de máximo riesgo, la persona, al recibir la orden, la cumpla, res-
pondiendo como un resorte mecánico a la voz de su capitán.
El profesional del Trabajo Social con Grupos debe tener en cuenta que
solo mediante un ejercicio progresivo y constante las personas pueden
interiorizar pautas de comportamiento que les permitan interaccionar
mejor con sus semejantes, y en definitiva todos nosotros respondemos
al entorno con las pautas de comportamiento en las que nos hemos
socializado durante un largo período de tiempo. Es importante señalar
que los cambios positivos son progresivos, pero los negativos también.
Cada uno de nosotros experimenta, progresivamente, cómo va per-
diendo facultades, como se va equivocando, como cada vez razona
peor, como aumentan su s celos, como insiste una y otra vez en pensar
mal o de forma inadecuada sobre los demás, como poco a poco cada
vez dedica más tiempo a programas insustanciales en los medios de
comunicación, o como cada vez lee menos y se esfuerza menos, hasta
que de repente, en un determinado momento, puede sorprenderse en
un escalón muy bajo, en una situación que nunca pensó que le pasaría,
en un punto muy cercano a la exclusión social o al fracaso personal.

269
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN El TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

En muchas dinámicas con familias en situación de crisis, hemos obser-


vado que la reducción de la comunicación entre la pareja va unida a un
incremento de la desconfianza, un desconocimiento cada vez mayor de
la trayectoria del otro, y de repente, un día, nos encontramos con un
desconocido o una desconocida en nuestra habitación. No ha sido un
cambio drástico: ha sido un proceso progresivo de distanciamiento, en
el que hemos ido bajando escalón tras escalón, abandonando nuestro
proyecto común. De ahí la importancia de objetivar en qué lugar nos
encontramos, que hemos abandonado y que hemos perdido, y cómo
podemos recuperarlo, invirtiendo la dinámica de alejamiento progresi-
vo en la que estamos inmersos.
En este sentido, podemos volver a diseñar estrategias progresivas de
acercamiento, en las que las personas puedan reencontrarse poco a
poco y recuperar su relación inicial, o recrear una nueva relación más
profunda, porque parte de una mayor experiencia vital. En sociedades
complejas, muy individualizadas, y en las que cada vez se exigen más
habilidades relacionales para lograr integrarse en los diversos ámbitos
de la vida social, los trabajadores sociales tienen un amplio campo pro-
fesional, ya que cada vez más personas no tienen «problemas» reales,
pero si se encuentran inmersas en dinám icas regresivas que pueden cul-
minar en graves problemas.
Desde la perspectiva de la trayectoria del grupo, indudablemente, tam-
bién observamos procesos de crecimiento, estancamiento y de regre-
sión o de reversibilidad de las trayectorias (tanto personales, como del
propio grupo como tal) . Hay que saber gestionar estos procesos sin caer
en el pesimismo recalcitrante que hemos analizado anteriormente. Y
buscar las ocasiones y las temáticas claves en las que podemos trabajar
para revertir estos procesos. Pero, en cualquier caso, volviendo a la
metáfora de la espiral , podemos descender en nuestro movimiento,
podemos volver cerca del punto de partida, y volver a ascender con el
enriquecimiento que supone, también, la experiencia del esfuerzo, del
fracaso y de las dificultades. Y, en todo ello, tomando como punto de
partida la progresividad: no podem os avanzar saltándonos etapas, ni
ponernos objetivos que son imposibl es de alcanzar desde nuestra situa-
ción actual. Hay que incrementar nuestras capacidades progresivamen-
te, y ello exige una planificación muy estricta del trabajo profesional en
el ámbito de nuestra disciplina.

270
Anton io López Pelaéz

4. HACIA UN MODELO DE INTERVENCIÓN: FASES EN El TRABAJO


SOCIAL CON GRUPOS:

En el texto que recomendamos como lectura obligatoria para esta asigna-


tura, junto con lo que denom inamos en la UNED la unidad didáctica que el
lector/a tiene entre sus manos, exponemos con gran precisión un modelo de
intervención en cinco fases que hemos podido llevar a la práctica en los últi-
mos cuatro años en varios proyectos de intervención, gracias a la colabora-
ción de la Diputación de Segovia y el Ayuntamiento de Segovia, financiados
por Caja Segovia (años 2007-201 O). Tanto para estudiantes del Grado de Tra-
bajo Social de la UNED, como para cualquier persona interesada en esta
temática, recomendamos vivamente el estudio de esta o de cualquier otra
tipología sobre las fases de las dinámicas de grupo en el ámbito del Trabajo
Social. Es importante tener un mapa conceptual de los problemas, oportuni-
dades, y recursos a utilizar, aunque en la aplicación práctica unas fases pue-
den solaparse con otras, y finalmente es el conocimiento experto del profe-
sional del Trabajo Social con Grupos lo que nos permite orientarnos y llevar
a buen término la dinámica grupal.
Las fases que, desde mi punto de vista, nos dan un «mapa» adecuado de
una dinámica de grupo, son cinco, y en cada una de ellas podemos diferen-
ciar los factores que hay que tomar en consideración, los objetivos a alcan-
zar, las tareas a realizar, y los conocimientos previos que hay que tener para
poder llevar a acabo las tareas previstas.
Son las siguientes:

- La fase de diseño del grupo, en el que debe realizarse una evaluación


adecuada de cada miembro del mismo, y de su entorno, y de los obje-
tivos con los que se diseña la dinámica grupal (no es lo mismo un grupo
educativo que un grupo educativo, un grupo de trabajo o un grupo de
autoayuda) (tabla 6.3)

271
CAPITULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN El TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

TABLA Nº 6.3: PRIMERA FASE: FASE DE DISEÑO DEL GRUPO:


DIAGNÓSTICO Y PREPARACIÓN
Factores Contexto social y personal
Metas relevantes para la inclusión social en el contexto de cada persona
Contactos previos a la formación del grupo
Diseño del grupo: físico o virtual en función de las necesidades y metas
Objetivos Evaluación precisa de los problemas a tratar
Determinación de las metas o logros específicos que se van a perseguir
en el trabajo en grupo
Composición adecuada del grupo: número de miembros
Programación temporal del trabajo grupal
Tareas Identificar las necesidades de los miembros potenciales del grupo, en
relación con la inclusión social y el logro de metas
Seleccionar el tipo de grupo (físico o virtual), la estructura, y el tamaño
adecuado del grupo.
Planear y llevar a cabo el reclutamiento de los componentes del grupo
Asegurar el apoyo organizativo e instituc ional para llevar a cabo el
trabajo con grupos
Examinar y preparar a las personas para el grupo, cuando sea apropiado
Obtener permisos para la participación de los miembros cuando sea
necesario
Establecer un equi librio en la composición en cuanto a los participantes,
si resulta apropiado
Establecer el lugar o medio de reunión, el horario, etc., buscando
promover la comodidad y la cohesión de los participantes
Conocimientos Conocimiento adecuado de la dinámica de grupos y su aplicación
requeridos a trabajo social con grupos
Conocimiento adecuado sobre los tipos de grupos y su relación con las
necesidades de los participantes
Conocimientos adecuados para establecer una evaluación sobre el
contexto social de las personas, sobre sus habilidades y carencias, y
sobre sus metas
Conocimientos adecuados sobre los procesos de inclusión y exclusión
social que operan en el entorno d e los participantes, para potenciar su
capacidad de afrontamiento de retos y posibilidades.
Conocimientos adecuados sobre tipos específicos de problemas
individuales y sociales que demandan un trabajo de grupo

Fuente: Fernández García, T., López Peláez, A. (2008): Trabajo Social con Grupos, Madrid, Alianza Editorial.

La segunda fase es la fase de inicio como tal del grupo, una vez consti-
tuido. Se caracteriza por dos objetivos generales (la inclusión y la orien-
tación) que a su vez se desagregan en varios objetivos específicos (tabla
6.4.)

272
Antonio López Pelaéz

TABLANº 6.4: SEGU N DA FASE: FASE INICIAL DEL GRUPO:


INCLUSIÓN Y ORIENTACIÓN

Factores Antecedentes socio-culturales


Incertidumbre sobre las metas y los objetivos del grupo
Gestión de conflictos en la fase inicial
Patrones de comunicación
Objetivos Lograr un clima de confianza en el grupo
Presentar adecuadamente a los miembros del grupo
Establecimiento de los propósitos, objetivos y metas del grupo
Confidencialidad de la información que se intercambia en el grupo
Desarrollo de las normas del grupo
Definición y ajuste del papel que juega el trabajador social
Tareas Desarrollar con los miembros del grupo una formulación clara del
propósito del mismo, que refleje las necesidades de los miembros, las
metas a lograr, y el objetivo de la institución que organiza la actividad
Utilizar habilidades empáticas para conectar con los miembros del grupo,
creando cohesión, cercanía y bienestar.
Definir claramente el nivel de intimidad de la información que se
intercambia en el grupo y su confidencialidad, para lograr que los
participantes se sientan seguros dentro del mismo
Definir algunas normas básicas a partir de las cuales el grupo pueda
funcionar
Definir claramente el papel del trabajador social
Establecer patrones de comunicación que permitan un intercambio
adecuado entre los miembros del grupo, insistiendo tanto en la
comunicación verbal como no verbal
Establecer estrategias claras para la gestión de los conflictos: diferenciar
entre la persona y sus opiniones, evitar comparaciones, y compartir
nuestros pensamientos y sentimientos para lograr mejores formas de
pensar y actuar, sin centrarnos en debates para lograr la adhesión del
resto de participantes.
Conocimientos Conocimientos adecuados sobre técnicas de comunicación y patrones
requeridos de interacción
Conoci mientos adecuados sobre gestión de conflictos
Conocimientos adecuados sobre los procesos de estructuración y
distribución del poder que se dan en los grupos
Fuente: Fernández García, T., López Peláez, A. (2008): Trabajo Social con Grupos, Madrid, Alianza Editorial

La tercera fase es siempre una fase de transición: tras el éxito inicial de


la formación del grupo, y las primeras experiencias positivas, en las que
generalmente los miembros del grupo están contentos, surgen las pri-
meras disensiones, la propia inercia de la rutina (una vez que la ilusión
del conocimiento mutuo da paso a la convivencia estable), y comienzan
a estructurase las relaci o nes de poder dentro del grupo (tabla nº 6.5 .).

273
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN El TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

TABLA Nº 6.5. TERCERA FASE: FASE DE TRANSICIÓN

Factores Incertidumbre y negociación del poder


Gestión de conflictos
Objetivos Redefinir y afianzar el propósito
Aumentar el nivel de confianza grupal
Afianzar la cohesión del grupo
Dotar a las normas de mayor precisión, lo que permite estructurar E 1
el trabajo en grupo
Afrontar los miedos y resistencias del grupo
Tareas Animar a los miembros del grupo a compartir tanto sus preocupaciones
como sus principales habilidades
Facilitar la interacción entre los participantes, y entre ellos y el
trabajador social
Establecer un patrón de interacción claro y definido, que permita orientar
correctamente el trabajo grupal
Favorecer la retroalimentación de la comunicación entre las personas,
relativa a la percepción que tienen de sus intereses, problemas y
necesidades
Definir de forma más clara y personal izada las metas, tanto individuales
como grupales, para que puedan ser logradas (y para que también pueda
evaluarse de forma continua dicho logro)
Clarificar las relaciones y vínculos entre las metas individuales y las metas
grupales
Ayudar al grupo a redefinir y adaptar las reglas y normas que se adoptan
en el grupo, con el objetivo de promover el cambio personal y el
desarrollo adecuado de la dinámica grupal
Atender a los conflictos tanto explícitos como latentes sobre las normas
y sobre la distribución del poder en el grupo, respondiendo de forma
adecuada
Crear y mantener un ambiente de seguridad y confianza en el grupo,
afrontando los miedos explícitos y latentes
Promover la autonomía personal y la competencia social de las personas,
potenciando los recursos personales de cada una de ellas
Conocimientos Conocimientos adecuados sobre la dinámica de grupos en esta fase
requeridos Conocimientos adecuados sobre los fenómenos de resistencia al cambio,
oposición y conflicto que se dan entre las personas, tanto dentro del
grupo como en su entorno social
Conocimientos adecuados sobre liderazgo, empowerment y distribución
del poder en el grupo, para aumentar la confianza y el protagonismo de
las personas y redefinir el papel del trabajador social

Fuente: Fernández García, T., López Peláez, A. (2008): Trabajo Social con Grupos, Madrid, Alianza Editorial

La cuarta fase es una fase clave en la vida del grupo: se ha logrado un


equilibrio interno, una cierta madurez, las relaciones son claras, las nor-
mas estables, y en esta fase todos los participantes se centran en el logro
de las metas establecidas (tabla nº 6.6)

274
Antonio López Pelaéz

La quinta y última fase es la fase final. Toda dinámica de grupos, desde


la perspectiva de intervención profesional de los trabajadores sociales,
tiene que tener un final temporal bien definido. El objetivo de nuestra
disciplina es que, al acabar la dinámica de grupo, las personas que han
participado en ella puedan fortalecer sus capacidades para integrarse en
sus entornos cotidianos, y ser más capaces, porque tienen más habili-
dades y más conocimiento sobre su entorno, de alcanzar sus objetivos
personales y grupales (tablanº 6.7.).

TABLANº 6.6: CUARTA FASE: FASE DE TRABAJO Y CORRESPONDEN-


CIA: LOGRO DE METAS
Factores Papel del trabaj ador social
Correspondenci a y ayuda mutua
Progresividad, gradualidad y reversibilidad
Objetivos Estructuración del trabajo en grupo
Lograr un mayor nivel de cohesión y confianza en el grupo
Logro de las metas establecidas
Aumentar la com petencia social de los miembros del grupo
Evalu ac ión del proceso grupal y de la evolución de cada uno de los
participantes
Tareas Orientar a los miembros a la consecución de metas propuestas
Reforzar la co nex ión entre las necesidades y problemas individuales, y
las metas propuestas
Animar y modelar el apoyo del trabajador social a los participantes,
estableciendo un a retroalimentación honesta entre los participantes, y
entre estos y el trabajador social
Utilizar estrategias y actividades adaptadas, imaginativas y que permitan
tanto el trabajo en el grupo, como reproducir situaciones reales a las que
los mi embros se enfrentarán tras la experiencia grupal
Ayudar al lograr las metas i ndividuales y grupales utilizando juegos de
rol , y otras actividades verbales y no verbales que desarrollen las
habilidades necesarias en los participantes
Supervisar y reajustar las normas que ordenan y hacen posible el trabajo
del grupo
Evaluar el progreso del grupo y de cada persona en relación con las
metas previstas, las com unes al grupo y las específicas de cada miembro
del mismo
Readaptar, renegociar y reformular con los part icipantes los aspectos
necesarios para favo recer la consecución de las metas
Identificar los obstáculos para trabajar en el grupo y fuera del mismo, y
afrontarlos directamente, dado que el objetivo final es favorecer la
inclusión y el éxito social de los participantes
Identifica r, ana lizar y objetivar los conflictos entre miembros, o entre
ellos y el trabaj ador social, afrontándolos y facilitando que se resuelvan
y cada persona alcance un mayor nivel de madurez (para el que es
básico saber resolver los co nflictos)

275
C APÍTU LO VI : H ACIA UN M O DELO TEÓ RICO EN EL TRABAJO SOCIAL CON GR UPOS

Clarificar e interpretar los patrones de comunicación dentro del grupo


Conocimientos Conocimientos adecuados sobre la dinámica de grupo en esta fase
requeridos Conocimientos adecuados sobre la interacción social, el rol y el estatus,
y su aplicación a las relaciones entre los parti cipantes, y entre ellos y el
trabajador social
Conocimientos adecuados de teorías sobre la comunicación, y su
aplicación tanto en el lenguaje verba l como no verbal dentro del grupo
Conocimientos adecuados sobre los procesos de resocial ización,
adaptación y transformación de las personas, insistiendo en la
gradualidad, la progresividad y la reversibilidad
Conocimientos adecuados sobre los factores psicodinámicos que
intervienen en las interacciones de las personas en el grupo

Fuente: Fernández García, T ., López Peláez, A. (2008): Trabaj o Soc ial co n G rupos, Madrid, Alian za Editorial

TABLANº 6.7.: QUINTA FASE: FASE FINAL:


SEPARACIÓN DE LOS PARTICIPANTES EN EL GRUPO

Factores Reacciones ante la disolución del gru po


Motivos para la disolución del grupo
Expectativas para la vida fuera del grupo
Objetivos Orientar las reacciones de los partici pantes ante la disolución del grupo
Evaluación exhaustiva del grupo
Promover una mejora sostenida en el tiempo, fortaleciendo las metas
alcanzadas
Tareas Identificar y poner de reli eve las reacciones explícitas e implícitas de los
miembros ante el final del grupo
Compartir los sentimientos del trabajador social ante el final de la
experiencia grupal , con el resto de participantes
Favorecer que las personas compartan sus sentimientos unos con otros,
tanto acerca del final del grupo como en relación con los logros
alcanzados
Ayudar a identificar las metas alcanzadas, los cambios que han
experimentado, y las estrategias para mantenerlos al abandonar el grupo
Facilitar que los participantes evalúen de manera honesta su
participación en el grupo y los resu ltados obtenidos
Animar a la autocrítica sincera, a comunicar al trabajador social su
evaluación del trabajo del grupo y de l propio trabajador social
Orientar la evaluación hacia el enriquecimiento personal , la capacidad
crítica, y el aumento de las competencias sociales, mediante el
establecimiento de propuestas concretas a realizar en el futuro
Facilitar apoyo y asistencia a las personas en el análisis y diseño de la
aplicación de las metas alcanzadas a su vida cotidiana, ya que el
objetivo de la dinámica de grupo es enriquecer a la persona y favorecer
el cambio en su vida cotidiana
Evaluar la actividad profesional del trabajador social
Evaluar el progreso individual y grupal

276
Antonio López Pel aéz

Establecer planes de apoyo, de información, y de continuidad, para


aquellos casos en los que se prevé que las personas tengan dificultades
al reintegrase en su contexto social
Conocimientos Conocimientos adecuados sobre la dinámica de grupo en esta fase
requeridos Conocimiento adecuado de técnicas de evaluación que permitan
analizar los resultados obtenidos, y establecer estrategias para mejorar
tanto la inclusión social de los par ticipantes, cuanto la propia actividad
profesional del trabajador social con grupos
Conocimiento adecuado de los recursos formales e informales que se
pueden utilizar para favo recer el crecimiento personal de los miembros
del grupo
Conocimientos adecuados sobre cómo gestionar los sentimientos de
pérdida y separación entre los miembros del grupo, y entre estos y el
trabajador social
Fuente: Fernández García, T. , López Peláez, A. (2008): Trabajo Social con Grupos, Madrid, Alianza Editorial

5. CONCLUSIONES:

En este capítulo, hemos analizado las características básicas de un modelo


teórico para nuestra disciplina, diferenciando tres cuestiones:

- En primer lugar, las características de nuestra disciplina, los requisitos


que cumplen en la formación de los estudiantes desde la perspectiva
del Espacio Europeo de Educación Superior, y los elementos básicos
para una definición del Trabajo Social con Grupos.
En segundo lugar, hemos analizado tres principios básicos que operan
en nuestra disciplina, y que nos permiten establecer un modelo teórico
adecuado.
En tercer lugar, hemos expuesto brevemente las características de una
dinámica de grupo basada en dichos principios, articulada en cinco
fases.

6. LECTURAS RECOMENDADAS

6.1. Texto

«La afinidad nace de la elección y el cordón umbilical jamás se corta. A


menos que la elección se rehaga a diario y se concreten actos nuevos para

277
CAPÍTULO VI: H ACIA UN MODELO TEÓRICO EN El TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

confirmarla, la afinidad se marchitará y declinará hasta derrumbarse o desar-


ticularse. La intención de mantener viva la afinidad es presagio de una lucha
cotidiana y promesa de una vigilancia sin descanso. Para nosotros, habitantes
del moderno mundo líquido que aborrece todo lo sólido y durable, todo lo
que no sirve para el uso instantáneo y que implica esfuerzos sin límite, esa
perspectiva supera toda capacidad y volun tad de negociación. Establecer un
vínculo de afinidad proclama la intención de hacer que ese vínculo sea como
el de parentesco, pero también la disposición a pagar el precio del avatar con
la dura moneda de la monotonía de lo cotidiano. Cuando esa disposición (o,
según el tipo de entrenamiento ofrecido y recibido, la solvencia de los valo-
res) no existe, uno es más proclive a pensarlo dos veces antes de actuar de
acuerdo con esta intención.
Por lo tanto, vivir juntos («y esperemos para ver cómo funciona y adónde
nos conduce eso») adquiere el atractivo de l que carecen los vínculos de afi-
nidad. Sus intenciones son modestas, no se hacen promesas, y las declara-
ciones, cuando existen, no son solemnes, ni están acompañadas por música
de cuerdas ni manos enlazadas. Casi nunca hay una congregación como tes-
tigo y tampoco ningún plenipotenciario del cielo para consagrar la unión.
Uno pide menos, se conforma con pagar menos, y por lo tanto, hay una hipo-
teca menor que pagar, y el plazo del pago es menos desalentador. Sobre «vivir
juntos», el futuro parentesco, deseado o temido, no arroja su oscura sombra.
«Vivir juntos» es un porque, no un para qué. Todas las opciones siguen abier-
tas, y los hechos del pasado no tienen autoridad para eliminarlas»

Bauman, Z . (2009): Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos


humanos, Madrid, Fondo de Cultura Económica, p. 48.

6.2. Lectura recomendada

ZASTROW, C. H. (2008): Trabajo Social con Grupos, 6° ed, Madrid, Paraninfo.

6.3. Bibliografía general del capítulo

BAUMAN, Z. (2009): Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos


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7. EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN:

- Resume las principales dimensiones que intervienen en el ámbito del


Trabajo Social con Grupos
- Sintetiza los tres princip ios teóricos que hemos descrito para nuestra
disciplina.
- Reflexiona sobre las caracte rísticas de cada una de las cinco etapas pro-
puestas en nuestro modelo de intervención mediante la dinámica de
grupos.

8. RfSUMEN:

En este capítulo hemos expuesto algunas de las características básicas de


un modelo teórico adecuado a los problemas que aborda nuestra disciplina.
Como hemos expuesto, el Trabaj o Social con Grupos, como disciplina cien-
tífica, se basa en tres princip ios: la racionalidad científica, el anái is is de la rea-
1idad social en la que se integra cada persona, y la dinámica de grupos como

un ámbito adecuado para lograr potenciar capacidades que son necesarias


para desarrollar adecuadamente nuestra trayectoria personal. A partir de este
planteamiento, hemos abordado t res cuestiones:

279
CAPÍTULO VI: HACIA UN MODELO TEÓRICO EN El TRABAJO SOCIAL CON GRUPOS

- En primer lugar, las características básicas de la disciplina, formulando


una definición que permite englobar los diferentes aspectos que consti-
tuyen, por así decirlo, el núcleo duro del Trabajo Social con Grupos. En
este sentido, nuestra definición es la siguiente: el Trabajo Social con
Grupos es una disciplina científica, dentro del ámbito del Trabajo
Social, que parte de los valores de la ciudadanía democrática, tiene
como objetivo principal capacitar a /as personas y grupos para afrontar
retos y oportunidades (evaluando sus capacidades, el entorno social, y
cómo favorecer su fortalecimiento), mediante una metodología centra-
da en el diseño, puesta en marcha, aplicación y evaluación de la diná-
mica de grupos, que permite mejorar la interacción personal y la reali-
zación de actividades de grupo.
- En segundo lugar, hemos analizado algunos principios básicos que nos
permiten desarrollar nuestra actividad como trabajadores sociales con
grupos. El primer principio lo hemos formulado de la siguiente manera:
«más allá del relativismo, el conocimiento científico es posible». El
segundo principio, lo hemos formulado en lo siguientes términos: «la
vida humana es histórica, relacional y aspiracional». Y el tercer princi-
pio, que pensamos es clave desarrol lar una actividad profesional ade-
cuada a los fines del Trabajo Social con Grupos, lo hemos formulado de
la siguiente manera: «el principio de la gradualidad, la reversibilidad y
la progresividad en la dinámica de grupos».
- En tercer lugar, hemos presentado un modelo de intervención en cinco
fases, que permite analizar con mucha precisión las diversas etapas por
las que evoluciona cualquier dinámica de grupo en el ámbito de nues-
tra disciplina. Estas fases son las siguientes: fase de diseño, fase inicial,
fase de transición, fase de madurez, y fase final.

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