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El autor a lo largo de las paginas nos hace una trayectoria en cuanto a sido el

sistema penitenciario y sus falencias, y nos da una idea de cómo debería de ser.
Sin embargo, mi comentario lo enfocaré acerca del principio del capítulo cuando
relata sobre la humillación pública hacia los acusados, donde múltiples personas
participaban. Desde mi punto de vista, estos espectáculos no forman parte del
castigo del convicto, porque finalmente las deficientes condiciones de la cárcel o la
misma pena de muerte terminarían con el acusado, por lo que la humillación por
parte de los asistentes le sería irrelevante. Por el contrario, la verdadera razón de
esto era el entretenimiento humano.
Puede que la idea de miles de personas disfrutando ver a una persona sangrando
y/o muriendo es inaceptable, no obstante, no es alejado de la realidad, ya que
tomando como ejemplo las actividades realizadas en el coliseo Romano y las
crucifixiones, el ser humano por naturaleza se satisface del sufrimiento ajeno.
Tiffany Watt, investigadora del centro de historia de las emociones del Reino Unido,
explica cuáles son los rasgos distintivos de la schadenfreude (placer por el
sufrimiento), nos habla de cómo sentimos esta emoción cuando la persona en
cuestión merece un castigo: por su hipocresía, por quebrantar la ley, etc.
Prácticamente los castigos no iban enfocados hacer justicia, sino a satisfacer el
deseo de las personas en cuanto ver a la persona sufriendo por haber cometer un
crimen. Lo cual por más espantoso que haya sido el delito, no podemos dejar de
lado la racionalidad, de que el individuo sigue siendo un ser humano, el cual debe
aprender y reflexionar del crimen que cometió, para volver a ser parte de la
sociedad, ya que, si no, caeremos en circulo vicio donde el castigo solo será una
trayectoria en las personas, mas no un aprendizaje.

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