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En el arca a las ocho Ulrich Hub Austraciones de tng Mahle Traduceidn de Olge Martin norma Ip: ise. Bogs, Bardon, Buns Aes Cosas ‘Gena Lina, Méscy Mla, Ps, ‘Qu, Sano Sa un San Saad, Stage deh Santo Donia ua, in acy ce Ugh Ha; tr Ce Matin Sura oe ahi eat go Earl Nome 7 Topcon = (Cake depos Tare) tn aren ene ‘Reni: Ander Ate Ace. Hinote essai. [eve nde sone. gos-Cvtn ncn en eo Cn ne rive (Grn ives Moet Ol, ME, ng ET Wiser Biot ea2t a Anseie (© 2001 Panos Veag Gl Co KO Sruclindes Veg Dame! 02108 El Norma "AA. 558 Boe, Colonbis sav sraaseas.96108 ‘Sem ae ene 210 Reranch wee Toba tta pari de te ‘heen penis porsets Je a Eos “Thabo yl en alee ‘de dk mc ae Uinen ab inca mpi en Cie Ene 2000 {ble Nora Chile Mere 527, p07 Sa pen pr fa Coy Center ‘wow hbrrssormacom cc 200188 EAN oT9s8156108 E, algtin lugar del mundo, hay tuna regién donde todo esti lleno de hielo y nieve. Hacia donde gices la cabeza, ves sélo nieve y hielo y hielo ynieve y nieve y hielo. Al mirar con més atencién, en la nieve y el hielo puedes ver tres figuras pequefias. Estén muy cerca una de otra y contemplan la regién. “Hacia, donde giten Ia cabeza, tam- bign ven sélo hielo y nieve y nieve y hielo y hielo y nieve. Si te acercas a estas figuras, pue- des ver que se trata de tres pingii- nos. Se ven completamente iguales. Peto eso es normal. Todos los pin- ailinos se ven iguales. Si has visto a tno, los conoces a todos. Al acercarte aun més a estos tres pingtinos, puedes apreciar clara- mente una diferencia entze ellos. Uno es un poco mis pequefio que los otros dos. iPero cuidado! No debes acercérteles demasiado. Son completamtente inofensivos, pero hhuelen bastante a pescado, —Apestas —dice uno de los pin- giinos. —Ti también —replica el otto. —Dejen de pelear —dice el peque- fo y les da una patada a los otros dos. ‘Cuando uno le da una patada aun pingitino, este la devuelve siempre, yun poco mas fuerte casi siempre. Entonces viene un golpe tras otro, en poquisimo tiempo se arma una verdadera trifulca y, al final, los tres pingtiinos se dejan caer en la nieve y se miran desconcertados: “Por qué tenemos que pelearnos todo el tiem- pol” Y asf pasa un dfa igual que el otro. Primero, los pingiiinos contemplan la regiGn, después se miran y luego empiezan a pelear. - we Q N b —Si pasara algo de una buena vez por todas —se queja el pingitino pe- quetio. En este dia, pasa algo. Algo in- usual. Lo ifusual es pequefio'y ama- rillo, Revolotea tres veces alrededor de las cabezas de los pingiiinos y lue- go aterriza en la nieve. —iUna mariposa! Los pingtiinos dan una voltereta dle alegrfa y aplauden emocionados con las alas, Sélo mucho después comprenderén que la aparicién de esta mariposa era el principio de una enorme catéstrofe. Con cuidado, se acercan a la mariposa contonedndo- se y la miran embelesados. Nunca antes habfan visto algo tan bonito. —La _liquidaré ahora mismo —ice el pingtiino pequefio, ‘Deja en paz ala mariposa —gri- tarelos.otros dos. —Pero quiefd" liquidarla ahora mismo —insiste el pequefio. —No debes matar, —iQuién dijo? —Dios —responden los otros dos pingtiinos—. Dios dijo que no debes ‘matar, " —Ah, ya —dice el pequefio, des- pués piensa un rato y finalmente pregunta—: iY quién es Dios en realidad? Si le preguntas a un Pingiiino quién es Dios, él nunca esté seguro de lo que debe responder. —Ay, Dios —balbucea el uno—, qué pregunta més dificil. Pues Dios es grande y muy, muy poderoso. Se invent un montén de reglas y pue~ de ponerse bastante desagradable si rno las cumples. Pero de resto ¢s muy amable. —Tiene slo una pequefia des- ventaja —afiade el otto. —iCusl? —pregunta el pequetio, intrigado. —Dios es invisible. Esa es una desventaja gigantes- ca—el pingiiino pequefio pone cara de decepcién—. Si no puedes ver a ‘Dios, no sabes con certeza si realmente exist. ~~ Los otros dos pingtiinos se miran desconcertados. Después le piden al pequeio: —Echa un vistazo a tu alrededor y describenos exactamente Io que ves. ~-Nieve —responde el pingtiino pequefio sin mirar alrededor, pues yallo sabe. —iSigue! —Y hielo y nieve y nieve y hielo yhiel —IY quign hizo todo eso? —iDios? —pregunta el pingiino pequefio, vacilante —Exacto’—los otros dos asien- ten con la cabeza, entusiasmados—. iQué dices ahora? Pues en esta zona no se inspir6 especialmente. Los otros dos pingilinos se sobre- saltan y miran al cielo con ojos ner- viosos. —Silencio, que te vaa off —susu- sran—. Dios tiene unos ofdos buent- simos, y ademas él nos hizo a noso- ros, los pingiiinos. s —Entonces debe de haberse con- fandido un poco —replica el pin- 10 pequefio—. Somos aves, pero lemosa pescado, tenemosalas, pero no podemos volar. —iPero en cambio sabemos na- dar! Cierto. Los pingtiinos son unos excelentes nadadores. Pero es dift- cil discutir con ellos. Cuando se les ‘mete algo en la cabeza, es imposible convencerlos de lo contrario.. —Con esta mariposa, en todo caso —ice el pequefio, terco—, Dios se cesfor26 més, ya que puede volar con sus alas a donde quiera. Eso es injus- to y por eso voy a liquidarla ahora ie owe —Entorices recibirés un ‘castigo le advierten los otros dos. —iDe quign? —De Dios. Pues eso me intriga —el pingtit- no pequefio se rie para sus adentros yalza la pata para dejarla caer sobre la mariposa. Ese habria sido el fin de la mariposa. Pero algo llega mientras tanto. Dos cachetadas. El pequefio pone cara de asombro primero, y después em- pieza a llorar con fuerza. —S, llora tranguilo —dicen tos cottos dos, impasibles—. Eres un maleducado, todo hay que decfrte- lo tres veces. Y, sobre todo, eres un pingiiino muy malo. Anningtin pingiiino le gusta que le digan que es malo. Pero el pequefio hacer nada al respecto. Ademés no finge que no le importa y se deja caer es culpa mfa. Asi me hizo Dies. en lanieve, insolente. IY qué? Hay pingiiinos buenos y los hay malos,y yo soy un pingiiino 7 alo. Siempre lo he sido. No puedo Los otros dos pingiiinos 2 agitan las alas “A frente al rostro, horrorizades. —Acabas de sentarte sobre la mari posa. El pingiiino pequefto se levanta de un brinco y mira a su alrededor. ‘Ali donde se sent6 en la nieve, yace ia matiposa. Sigue siendo pequeti y amarilla, pero ya no aletea. Tiene el ala izquierda toda estropeada, Los tres pingiiinos se inclinan al tiempo sobre la mariposa. iva pobre est muerta —declara el uno. — Ahora se ird al cielo: —afiade el otro. Todos los que se mueren van al cielo? pregunta el pingiiino pe~ queiio. —No, no todos, sélo los buenos ‘van al cielo, Ti no, por ejemplo. —iYonosoy de los buenos>—pre- gunta el pequefo, aténito. Los ottos dos sacuden la cabeza. —Acabas de matar a una mati- posa. —iPero no fue a propésito! —Dijiste que querias liquidarla, y laliquidaste—sefialan ala mariposa, que yace inmévil sobre la nieve— Eso no le agradaré mucho a Dios. —A lo mejor no estaba mirando en ese preciso momento —murmura el pingilino pequeito. e Dios tiene unos ojos buentsi- ‘mos, lo ve todo, y cuando te mueras yy quieras pasearte por el cielo, te Jjetendré en la puerta y tendr una chatlita contigo. ‘Para entonces —el pequerio in- tenga ocultar un ligero temblor en st yor—, habra ol¢idado lo de la mati- posa, Yo no confiarfa en ello, pues Dios tiene una memoria buenfsima_ yy no se olvida nunca de castigar a un pingiiino que no cumple las reglas- —iYresmo son los castigos? 8 +Déjate sorprender —los otros dos pingitinos intercambian una mirada burlona—. Puede que Dios no se haya inspirado mucho al crear esta regién, pero en lo que a la in- vencién de castigos se refiere, tiene muchisima imaginacién, Yo creo que Dios no existe —el ppingtiino pequefio pisa el suelo con fuerza—. Ustedes se lo inventaron slo para asustarme. Yo no necesito hingéin Dios. Hasta ahora me las he arreglado muy bien sin él, y a uste- des —los ojos se le llenan de lagri- tmas con estas palabras—, a ustedes dos tampoco los necesito. No quiero tener unos amigos que me asusten, INo quiero volver a verlos nunca mas en mi vida! Y se aleja contoneéndose tan ré- pido, que la nieve se alza como re- ‘molinos de nubes, Los otros dos pingiinos se quedan mirindolo, aténitos. qué le dio'a este? —pregun- tael uno. —Tal vez tenga razén —dice el otro—. Nunca he visto a Dios, y no conozco a nadie que lo haya visto al- guna vez. Deberfa hacerse notar de cuando'en cuando. Silencio —el uno baja la vor—. Dios nos observa con atencién. In. cluso ahora, ino lo sientes? Mita al cielo. Los dos echan la cabeza para atras y alzan la vista. En el cielo se ven tunas nubes oscuras y pesadas, El uno sefiala con el ala hacia lo alto y explica con voz solemne: -—Detris de esas nubes, el querido. Dios se pasea de un lado para otro y nos observa con atencién. —Absurdo —teplica el otro—, Dios no puede vernos en absoluto. Las nubes gordas se lo impiden al pasearse por el horde del cielo. En ese instante, una paloma gorda yblanca desciende en picada, se diri- ge hacia los pingitinos y aterriza en la nieve torpemente y dando tumbos. Los dos pingtiinos siguen estas ma- niobras de aterrizaje con curiosidad. “Hoy no podemos quejarnos de aburrimiento”, piensan. “Primero Ja pequeftl mariposa y ahéra hasta tuna paloma gorda”. Al volver en sf, la paloma se levanta, se sacude la nieve de las alas y se planta con las patas abiertas delante de los dos pin- giiinos. —iTienen un momento para ha- blar de Dios? —pregunta y, sin es- Perar una respuesta, contintia—: Bueno, les traigo una noticia de su 2 parte, esctichenme bien. Dios ha di- cho... iqué huele tanto a pescado? —Somos nosotros —responden los dos pingiiinos y se aproximan contonedndose, intrigados. —Entonces no se me acerquen tanto, por Dios —chilla la paloma y da un brinco atrés—. Dios esta harto de los hombres ylos animales, que se la pasan peledindose y a quienes hay que decitselo todo tres veces, Poco poco, Dios ha ido perdiendo la pa- ciencia y por tanto ha dicho... —en este momento, la paloma hace una pausa dramética, antes de continuar en voz baja—: “Desataré un diluvio ‘gigantesco; los mares y los rios crece- én y crecerén hasta sobrepasar sus orillas, hasta que todo desaparezca bajo el agua, que cubrird las casas y subird hasta las copas de los drholes, incluso las cumbres de las montafias més altas se hundirén en la corrien- te, Al final, la Tierra entera quedaré inundada”,Listo, iya est! —la palo- ma respira profundamente y se deja caer en la nieve, agotada—, Ahora todos los animate’ del mando estan informados. Ustedes dos fueron los ‘iltimos, Los dos pingilinos la escucharon con el pico abierto. —Pero eso significa el fin del mundo. —Esa es precisamente [a inten- cién de Dios —la paloma saca del bolso una botellita, le quita la tapa y bebe un buen sorbo—. Dios quiere borrar el mundo entero para volver a empezar desde el principio, y ustedes dos —afiade con mirada penetran- te—apestan realmente a pescado. Pero iqué pasaré con los hom- bres y los animales? —preguntan los ppingiiinos con voz temblorosa. La paloma no responde. Le pone la tapa a su botellita con cuidado y finalmente dice, encogiéndose de hombros: —Tarde o temprano se darn cuenta. —iDe qué? —Pues.. —iDe que se ahogan? —Eso acaban de decitlo ustedes —Ta paloma les lanza a los pingitinos una mirada de reprobaci6n. —Siemire’ quisiste que” Dios se hiciera notar —reprende tno de los pingitinos al otro—. IEso te pasa! Ms claro, imposible. —Pero itenta que ser justo un di- uvio? —se queja el otro y, desespe- rado, se dirige ala paloma—t No se puede ir a hablar con Dios? ‘La paloma baja la cabeza, —Yo no conozco a Dios en per- sona, pero no es facil discutir con él. ‘Cuando se le mete algo en la cabeza, es imposible convencerlo de lo con- trario, Ademas es demasiado tarde. Ya est empezando a llover. ‘Cierto, Los dos pingiiinos miran hacia arriba. Unas gotas gordas caen census cabezas. Basta, pot favor, basta —gimo- tean los dos pingliinos y alzan las alas hacia elciefS,suplicantes—. No volveremos a pelearnos nunca mis, Jo prometemos, de ahora en adelan- te seremos buenos siempre. ““Dejen de quejarse —dice la paloma con firmeza—, ¥ mejor pn~ ganse a'empacat —tEmpacat? En el area de Noé queda espa- cio para dos pingiinos, ino lo habia mencionado? —pregunta la paloma y contintia sin esperar una respues- ta: Llevaremos a bordo dos ejem- plares de cada especie animal, nece- fitamos dos elefantes, dos turones, dos erizos, dos zebras, dos canguros, dos mapaches, dos serpientes, dos th i cores, dos aril, dos jirafas, dos arta, dos Teones, dos perros, dos ocoilils, dos gansos, dos drome- dlarios, dos gatos, dos hormigas.. La cabeza empieza a darles vuel- tas a los pingilinos. —Pero ipor qué sélo dos siempre? —preguntan. ‘PNT area de Noé es un barco in- mensamente grande —responde la ero su expa- 1 cio no es ilimitado. Por eh | ordo dos ejemplares de 1 cada especie animal. Aqut estén los! boletos. {No vayanaperderlos! |! Con estas palabras, le pasa un bd- Jeto a cada pingitino. \ — Pero: recuerden, —les adviertes—, en el arca a las ocho. El que llegue , ' tarde se ahoga. En el anverso de los boletos hay tun dibujo de un gran barco que na- ‘vega por un mar azul. En el revers0; escrito en letras pequefias, dice: 1 ea a0) ea We po ne iia 'Ninguno de Ips dos fone’ningtin re- paro. Perd los 'pingtiinos ho saben leer especialmente bien’ / Antes de elevarse por los aires, la paloma mira a estos dos pingitinos y dice: —Qué raro, tengo la lejana sensa- ci6n de que se me olvide algo. Algo importantisimo —se rasca la cabeza y murmura—: Bah, ya me acordaré, Luego, la paloma gorda agita sus alas, se alza en el aire con un esfuer- 20 y se aleja revoloteando entre la lluvia. Los dos"pingtiinos empiczan a’em- pacar febrilmente. Pero estén. dis- trafdos. Uno piensa: “Nos escogie- ron entre todas los pingtiinos porque somos los mejores. Sobre todo yo. Hemos sido buenos siempre. Sobre todo yo, Tienen que salvarnos. So- bre todo a mt. Por eso nos dieron los boletos para la tal arca de Nog. De lo contrario, nos ahogarfamos, como, eye por ejemplo para. Mientras tanto, el otro piensa: “Hemos vuelto a tener suerte. Si no nos ubiramostopado con esa paloma por casualidad, nos ahoga- tfamos. En la vida todo depende del azar. Si hubieran estado aqui otros dos pingdinos, les habrfan dado a ellos los boletos y nosotros dos nos ahogarfamos penosamente, como por ejemplo... El pingtino deja de fempacar al instante, con una ima- , em epapega en a ments —iQué pasaré ahora con nuestro pingiino pequefio? —pregunta en voz alta, Nohayrepuesta. Losdos pingitinos clavan la vista en fa lluvia y ven cémo sube y sube el agua, Hasta que el uno dice, encogiéndose de hom- bros: Tarde o temprano se dari euen- —Eso acabas de decirlo ii —dice el uno con una mirada de seproba- cién. —iPiensas quedarte fresco como una lechuga, viendo cémo se ahoga nuestro amigo? —No, no lo veré, pues cuando se ahogue estaré muy lejos, en la tal arca de Nog. Y no me mires asf, este diluvio no fue idea mfa! —y sin haber empacado nada en la maleta, cierra la tapa con un golpe y dice—: Empieza a empacar de una buena ver. El otro pingiiino contempla su maleta y piensa qué es lo que mas se necesita en un arca. —Deberfamos empacar a nuestro pingtiino pequefio y embarcarlo de contrabando. ‘Estas loco? Si nos descubren, nos echarani dé arca enseguida, y ehtonces no sobrevivird ningtin pin- gilino. Nosotros dos... —con estas palabras, su vor rechina como una pequefia trompeta— somos respon- sables por todo el género de los pin- giiinos, Zentiendes? Lo de Ia responsabilidad y el gé- nero hace que el otto pingtiino com- prenda. Angustiado, cierra la tapa de su maleta sin haber empacado nada y murmura: —Al menos quiero verlo por iilti- ma vez. TT, Grea eee tae i; jedee , 5 le ler —Por mi, esté bien —gtufte el uno—. Peto no se emocionaré de vernos. Yo lo conozco, y seguro que sigue enfadado. Peroel pingilino pequefio yanoes- tA enfadado, sino bajo un paraguas. “Por qué habré dicho que podfa renunciar facilmente a mis amigos? ‘Ahora ya no tengoa nadie con quien pelear. Lo que més me gustaria seria volver a buscatlos y decitles que co- ‘metf un error”. Pero eso, por supues- to, no puede ser. A ningén pingiino Je gusta reconocer que ha cometido tun error. “Probablemente me que- daré solo af resto de mi vida”, piensa 'yse mira fijamente las patas diminu- ane are, ea te POOL ee tas, que se hunden lentamente en el agua que sube cada vez mas y mas. De pronto, oye dos voces conoci- das. * Andabamos por aqui por casua- lidad y se nos ocurri6 pasar un rato. El pingiiino pequefio alza la vista Lox Saros dos estén delante de él. 4 ‘Cada tind lleva wna maleta. {Se van de viaje? —iPor qué lo dices? ‘Los otros dos rien timidamente y tratan de esconderlasmaletastrasla txpalda, Y no dicen nada, sino que iran al pequefio con los ojos muy abiertos y sueltan un suspito- Esta lloviendo —dice el pingtli- ‘no pequefio. —Uy —exclaman los otros dos—, no nos habfamos dado cuenta, Y alzan fa vista al cielo, de donde * cae la lluvia a eéntaros, —Parece como siesta lluvia—co- menta el pequefio— no fuera a pa- rar nunca, —Ya pararé —se apresuran a de- cir Ios otros dos y se miran las pacas, que ya estén bien cubiertas de agua, Y nodicen nada mis, sino que miran al pingitino pequefio con ojos negros Y muy abiertos, y sueltan un suspizo profundo, —iMétanse debajo de suas, que Van a resfriarse! Los otros dos pingitinos nose mue- ven ni un milimetro, —Cuaando hay tres pingtiinos bajo Ialluvia—continia el pequefio ama. blemente—, pero sélo uno tiene un Paraguas, es natural que este les oftez. cca un lugar a sus amigos. —Qué bonito que lo digas —res- onden los otros dos en voz baja y lo BB para: ONO SO CORON IR SOCORRO NS SOAS ae SEV AA AFA \e' miran con ojos muy abiertos y agua- +s dos. : oan lagrimas en los ojos? SS —Sélo son goras de lluvia. CS, Los otros dos se apresuran a apar- 2) tar la mirada y sueltan un suspito in- ssh menso, Se Los suspiros y las Jégrimas le resul- tan extrafios all “S= pingiiino pe- LZ quebo, que se se dispone a CUS tt s\decir algo, pero no tiene opor- ‘s' tunidad de hacerlo, pues lo otros dos actiian de una manera aun més extraiia, Cierran las alas en pusios y le dan un golpazo en Ia cabeza que lo deja viendo estrellitas. Después ya no puede ver nada y pierde el co- nocimiento. Asf no se da cuenta de gue los otros dos lo agarran e inten- tan embutirlo en una maleta, RRO USO we AAR OLS SN SAPS SES SSO RSS ANNES Rea Sy EAN HAAS T SERRE Sindy Aunque el pequetio no es especial- {iou mente grande, no cabe en ni ag 5 en ninguna AQN34y de las dos maletas, C1 Mientras los otros dos traen. una » més grande, meten al pequefio, cie- a Sjov)) tran a tapa y aseguran las dos hebi. ve las (una de las cuales esta un poco (he. dada), pasa un buen rato. ¥ cuan- Aig do los dos pingiiinos legan al arca Ags) con una maleta grande y pesada, la {y8)\_©seuridad ha eafdo hace mucho, ons Bajo una Lluvie torrencial, a palo- Mutts ma esté en la entrada del area y ruge SS oSeq con vor ronca: *—JUltima llamada para BO) ls pasjeros fants! Se PARA AN aS ruega a los dos pingtiinos acudir al arca de Noé. iUltima Hamada para los pasajeros faltantes! Al ver a los dos pingtiinos, que avanzan a grandes pasos por el agua que les llega hasta las rodillas y con tan maletén a cuestas, los reprende: —iDénde estaban metidos? Son los.dltimos, todos los demas anima- les subieron a Bordo hace tiempo, hasta las dos tortugas Hlegaron antes. Noé queria irse sin ustedes. iLes dije que en el arca a las ocho! —Ah, sf —los dos pingitinos su- ben la maleta por la escalerilla de la entrada—. Pensamos que era en el arca a la medianoche, La paloma le echa un vistazo a la maleta. —Espero que no pretendan lle- varla a bordo. Les dije que trajeran sélo equipaje de mano. —No podemos separamos de ella por nada del mundo. —iPor qué? Los pingilinos titubean un poco. w —iQué hay en este maletén? —pregunta la paloma, —Sélo aire, AY por qué pesa tanto? ~—Porque —gimen los dos pingii- nos bajo el peso de la maleta— se trata de aire gordo. La paloma ha recibido de Noé la orden estricta de abrir cualquier pie- za de equipaje sospechosa. Descon- fiada, se inclina sobre la maleta y la olisquea. —Esta maleta huele a pescado —comenta—, ipreienden meter de contrabando un séindwich de pes- ical) res —Somos nosotros —responden los ds pnginos— siempre olemos a —En el arca esté prohibido ef consumo de bebidas y_ alimentos traidos de fuera —continda fa palo- ma, imperturbable—, A bordo hay una tiendita. ‘Abranla! —Esta maleta es completamente inofensiva, —No les creo ni una palabra —la paloma no le quita los ojos de enci- maa la maleta. —Somos pingtiinos —dicen los dos con una sonrisa falsa—, somos de fiar. Eso mismo dijeron las serpien- tesde cascabel —dice la paloma con una risa burlon’, Zy qué me en- cuentzo en sus bolsos? (Un juego de carcas! —iQué barbaridad! —los pingti- znos estn realmente indignados. —Cualquier tipo de juego de azar —explica la paloma— esté estricta- ‘mente prohibido en el arca. Uno de los pingtiinos asegura que en esa maleta no hay ningtin juego de cartas, con lo que por una vez dice excepcionalmente la verdad, mientras el otro pregunta cémo pueden jugar cartas las serpientes, pero la paloma anuncia que no tie- ne ganas de seguir discutiendo y que abriré la maleta, y si dentro hay algo’ aparte de aire gordo, bien pueden los pingtiinos olvidarse de su puesto en el arca y ahogarse penosamente. Entonces no habrfa més pingiinos en el futuro, lo que a ella, a paloma, le importa un soberano bledo. Los dos pingtiinos intercambian una mirada, respiran profundamen- tey balbucean: —Esta bien, en esta maleta hay... 5 que no fuimos capaces, pero es solo un pequeiiisimo. En ese‘thstante, un rayo*furéa el cielo y lo cubre todo con una luz deslumbrante, seguido por un true no tan violento que resuena sobre la Tierra entera. La tormenta se desata ahora en serio. Torrentes de agua caen perpendicularmente del cielo, como si se vertieran baldados de Thi- via sobre la Tierra, —iEl diluvio! —la paloma suel- ta un chillido agudo—, Agut viene. Cee design ghee arr GOEL LAE Es 4Qué hacen aht parados, patlotean- do? Vamos, suban esa maleta a bor. do de una buena ver, itengo que ce. trar la puerta! Y, jadeando, los pingitinos empu- jan Ta pesada maleta por la entrada del arca. Antes de cerrar Ia puerta, la pa loma echa un dltimo vistazo sobre 4a Tierra, que dentro de poco estar completamente inundada. —Qué raro, tengo la lejana sensa- ci6n de que se me olvidé algo. Algo importantisimo —se rasca la cabeza y murmurg—; Bah, ya me apordaré, Luego cierra la puerta a toda prisa tras de sf, Quien haya estado alguna vez en el arca de Noé sabe que se trata de un barco inmensamente grande. Tan grande que es ficil perderse, pues cuenta hasta con més de tres pisos. Noé esta orgullosfsimo de su arca, aunque asegura que Dios, en persona, le dio hb que otro consejo durante la construccién. Por ejem- plo, se supone que le aconsej6 utili zar madera de abeto y bafiar el arca con brea al final, para que no pudie- ra entrar nada de agua. En todo caso, los dos pingiinos no tienen oportunidad de apreciar el talento de Noé. Con el maletén * a cuestas, resoplando, siguen a la paloma que los espolea a través de tunos pasillos eternos. Tienen que trepar por encima de tubos de ven- tilacién y bajar una y otra vez por unas escaleras empinadas, hasta que no tienen ni fa menor idea de dén- de estén. Cuando uno de ellos gime Tevemente por el esferzo, la paloma gia la cabeza y sisea con furia: —Silencio, todos los demas ani- ‘males se durmieron hace rato. Al final de un largo pasill, la pa- Joma abre una puerta y desaparece tras ella. El interior es negro como el carbéin. Los dos pingtiinos la siguen tropeztindose con la maleta, —1Dénde estamos? —Bien abajo —susurra la palo- ma— ena parza del arc, Los dos pingitinos sueltan la ma- leta y miran a su alrededor. Est bas- tante oscuro, salvo por una bombilla que se balancea en el techo y arroja un débil sayo sobre un par de barri- les. Se oyen crujidos y chirtidos por todos los rincones. —iQué'es ese olor tan raro? —Es la brea —Ia paloma sefia- la Ios barriles—. Noé haf el arca con brea para que no pudiera entrat nada de agua —ilBrea?! —chillan los dos pin- gilinos, horrorizados. —Silencio, que se van a despertar los otros animales —la paloma mira hacia el techo, inquieta—. Sobre todo los leones tienen un suefio muy ligero. —Este hedor es casi insoportable, —Dentro de poco, este, olor a brea quedaré oculto bajo ate ustedes a pescado —dice la paloma con tranquilidad y pretende mar- charse—. ZAlguna otra pregunta? Por supuesto que los pingiiinos tienen preguntas. Un montén. Quieren saber hasta qué horas esté abierto el bufet, si hay que cambiar- se para las comidas, dénde pueden alquilar hamacas, si hay una piscina cen cubierta, si se offecen aerdbicos a bordo y.. —1Dénde rayos creen que estén! —pregunta la paloma con voz de trueno y la cara roja como un toma- te—. iEsta es una operacién de res- cate, no un cruceto de lujo! ‘Acto seguido, oyen un rugido vio- lento que viene desde arriba. Los dos pingiiinos se estremecen. La paloma alza la vista hacia el techo y pone los ‘ojos en blanco. —iLo ven?, ya volvieron a desper- tarse los leones. No es facil dormir a un par de leones, sobre todo cuando. - uno es una paloma. Voy a dejarlos solos por ahora, pero no quiero oft nipto. —Espera —exclaman los pingtii- ‘os, indignados—, ‘tenemos que que- damos aquf abajo todo el tiempo? —Pueden darse por contentos de tener un puesto siquiera —respon- de la paloma, irritada—, El arca esté repleta de animales hasta el tope. Aqui abajo puede que esté oscuro y haya poco aire, pero al menos tienen espacio. Arriba no se puedetireular por la cantidad de animales, —Pero iqué vamos a hacer aqui abajo todo el tiempo? —Dormir, como todos los demas animales, —iY cuando legaremos? —INi siquiera hemos partido! —srita la paloma con todas sus fuer- zas—, ly ya quieren saber cuindo liegaremos? Acto seguido, oyen un berrido es- tridente que viene desde arriba. Los dos pingtlinos se estremecen. La pa- Joma se queja: —-Bravo, ya se despertaron tam- bién los elefantes, todo por st. Be fepenie, hay un fuerte sacu- don. El piso del barco se tambalea. La paloma revolotea sobre los pin- ginos. El malet6n se mueve por sf mismo y rueda por el suelo. Las aves se aferran entre sf, temblorosas. Pot todas partes se oyen unos gritos es- pantosos. Bramidos de sos, balicos de ovejas y cabras, grufiidos de cer- dos, berridos de elefantes, graznidos de gansos, chillidos de monos, re- linchos de caballos, ladridos de pe- 10s, quiquiriquis de gallos, croar de ranas, cloquear de gallinas, gritos de mochuelos, silbidos de serpientes, ceructos de hipopstamos, el silencio de los corzos, el m™ugido de las vacas, el aullido de los lobos, ef maullide, los gatos... en pocas palabras: un tuido ensordecedor, El silencio vuelve poco a poco, En- tonces sdlo se percibe un murmulle, Elpiso se tambaiea. La bomhilla que cuelga del techo se balancea lenta- mente de un lado al otro, —Zarpamos —anuncia la palo- ma—, El arca de Noé se pone en Movimiento. Buen viaje. Al llegar al umbral, la paloma se da la vuelta y mira a los dos ping os, que estén en la panza ‘del arca, temblando y tomados de las alas, —Qué rato —dice—, tengo la le- Jana sensacién de que se me olvidé, algo. Algo importantisimo —se ras- ca la cabeza y murmura—: Bah, ya me acordaré. Luego cierra la Puerta a toda prisa tras de si. Los. dos pingtiinos abren la maleta de inmediato. —Ojalé que no . se haya asfixiado ap durante este tiempo. ie El pingiiino pequefio esta em! ean nee a eee lo jalan con sus alas, pero el peque- fio.no se mueve. Entonces meten la cabeza’en la miléta y lo olisquean, ‘Huele bastante raro. A primera vista, parece Muerto. Pero al of que uno de los pingiiinos dice: "Seguro i al cielo”, sale de la aleta como un resorte, echa un vis- tazo alrededor y pregunta, agitado: —iDénde estoy? —En el arca de Noé. —iQué es ese olor tan raro? —E5 la brea—responden losotros dos, pero uno se acostumbra. —Este lugar no me gusta casi —dice el pequefio al salir de la ma leta—. Prefiero regresar a casa. Con cautela, los otros dos le expli- can que su hogar ya no existe y que todo esta inundado, pues Dios ha’ ~ cubierto de agua toda la Tierra, El pingiiino pequetio pasa saliva con dificultad. —éEntonces Dios existe de ver- dad? —Acaba de demostrémoslo clara- mente —le responden los otros dos ¥lo agarran del cuello de repente— Y ti no haces mas que poner pro- blemas. Sélo puede haber dos pin- Bliinos a bordo, pero te metimos de contrabando. Y no puede enterarse nadie, ‘entendido? —LY qué pasaré con los dtfos ’ani- males? —Pregunta el pingiiino pe- ‘quefio, pero no recibe respuesta. Los otros dos se miran las patas fijamente. Hasta que responden, en- cogiéndose de hombros: —Yase darén cuenta tarde o tem- rano, —iDe qué? Pues... —iiDe que se ahogan?! ee —Fs0 acabas de decitlo tii los otros dos le lanzan al pequefio una jirada de reprobacisn. TDios deja que todos loe dems animales se ahoguen? Los otros dos intentan explicarle que. Dios, por alguna razén, esté des- content y, por alguna razén, se ha hartado de todos, y pot eso quiere volver a empezit desde el principio, peroellos no lo entendieron bien del todo, —Yo si—tic el pngtino pegue, fio, se contonea despacio hasta el rineGn més apartado de la panza del barco y empieza a llorar suavemen- te—. Todo es culpa mfa. Yo die aa Dios no existfa y por eso envié este diluvio. —Bah, él no oyé eso, —Si—solloza el pequefio—, Dios tiene unos ofdos buenisimos, Soy un pingitino malo, Hasta me sentf orgu- lloso de serlo. Ademés,.. —y ahora ‘Su voz se convierte en un hilito—, ademas liquidé a alguien. _ —tA quién? —A la mariposa. —Bab, ya lo habfamos olvidado hace tiempo, —Pero Dios no —el pequetio sllica con fuer” Sues tiene una memoria buentsima. —Dios no estaba mirando en ese momento —aseguran los otros dos—, justo estaba preparando este diluvio y estaba ocupadisimo, pues un diluvio le cuesta incluso a Dios, » ademis td no te sentaste sobre la ma- riposa a propésito, fue sin querer, —No estoy tan seguro —confiesa el pingiiino pequefio—. Yo querfa sen- tarme y pensé: “Ahi habia algo ama- rillo”. Después me senté y pensé: “(Seria la mariposa?” Pero después pensé: “Qué importa, ya estoy sen- tado, y si era la mariposa, pues mala suerte para ella”. El pingiiino pequefio solloza tanto que le tiembla todo el cuerpo. Los otros dos le secan las lagrimas y le aseguran: —Ademés la mariposa no se mu- 1i6, sino que se recuper6 de inmedia- to, Si no hubieras salido corriendo censeguida, lo habrfas visto con tus propios ojos. Se sacudi6 un poco y salié volando, Segufa teniendo el ala inquierda un poco estropeada, por 50 se tambaled en el aire y... Esa no es toda Ia verdad, pues ‘ninguno de los dos pingdinos volvis ‘a preocuparse por la mariposa, pero hay que calmar al pequefio a toda al Costa. Seguro que su llanto se ye ya Por todo el bareo, ee —Ay, eso lo dicen s6lo para con- solarme —el pingiino pequefio se aparta, se echa bocabajo y azota el piso del barco con las alas—. IMaté una mariposa y traje la desgraci al mundo entero! alsa sue alee hacia el techo y grita con todas sus fuetzas—: iCreo en ti, Dios! Pero por qué castigas a todos los demas? {Un solo pingitino te ofendié y ti te vengas con todo el mundo! iA eso Te llamas justicia? Estoy furioso con. ae tigo. iMuy, pero muy furioso! iMe ofste, Dios? idMe oyes?! La paloma, en todo caso, oye los alaridos y se acerca a la panza del barco.a pasos agigan- tados. En el tiltimo segundo, uno de los pingtiinos se mete de un brinco en,Ja maleta y cierra la tapa, Justo a tiempo, puesta puerta ncaba de abrirse. —iNo pueden comportarse como animales normales? —grita la palo- ‘ma—. /Se les oye hasta en la cubierta de proa! iDeberfan estar dormidos! Si hubiera mirado con un poco més de atencién, la paloma habria notado que uno de los pingitinos es tun poco mas pequefio, —Ya estoy hasta la coronilla —se queja—. Los dos antflopes no quie- en, por razones que desconozco, dormir junto a los leones. Los dos péjaros carpinteros hacen huecos en. el piso del barco. Una de las hormi- gas perdi6 a su compariera y anda buscéindola por todos lados. Y Noé * no ayuda en absoluto, sdlo se limi- ta a decir: “iHaz esto, haz lo otto, andando, de prisa!” Pero no me ha dicho “Gracias” ni una sola vez y.. La paloma se calla de repente y mira a los dos pingiinos con més atencién. —Este pingitino se ve distinto. EI pequefio se queda mudo del ‘susto, pero el otro se apresura a afir- mar: —Todos los pingitinos se ven iguales. ~ ~ sae —Eso pensaba yo hasta este mo- mento —dice la paloma y pasea la mirada del uno al otro—. Pero este pingilino se empequefiecié, —Los pingtlinos se encogen con facilidad. —Ya lo veo dice la paloma sin quitarle los ojos de encima al pe- quefio—. iPor qué no dice nada? EL pequefio carraspea y grazna: —Tengo hambre. —Su voz también suena un poco peer por el hambre —dicen los dos pingitinos al tiempo y empiezan. a temblar. La paloma respira profundo, pone Jos.ojos en blanco y cara de vinagre, yes pasa un patjlete de galletas. Era mi provisin, pero cierren el pico. El consumo de alimentos traldos de fuera est prohibido, aun- que los otros animales tampoco lo cumplen. Los canguros trajeron has- mente. Durante un bueni rato, en la ta canastas de picnic. profunda panza del arca no se oye En cuanto los dos pingtinos se’ * nada distinto al suave masticar de abalanzan con avidez sobre el paques Jos pingtiinos. te de galletas, la paloma se enfurees Pot su repentino ataque de compa: En las profundidades de la panza sin y los reprende, encolerizada, del arca no hay dia ni noche. La —iPero no hagan basura! ¥ re- bombilla se balancea de un lado para rtanselas bien. Quién sabe cudnto otto. Huele a brea. tiempo més estemos de viaje, o—Ay se queja el pingtiino pe- queiio—, deseatid estar ahogado en Alllegar al umbral, se da la vuel- cl fondo del mar. '@ una vez més y mira alos dos pin, El viaje se le hace una eternidad. Blinos, que estén acurtucados es Ip Las galletas desaparecieron hace Panza del arca, masticando, tiempo. Los pingilinos estin acosta- Qué rao —dice la paloma—, dos de espaldas y escuchan el golpe- tengo la liana sensacion dé que se teo de fa Iluvia y el crujido de sus me olvidé algo. Algo importantisimo estémagos, >se rasca la cabeza y murmur. Bab, ya me acordaré, —Ay —gimotea de nuevo el pin- Luego cierra la puerta a toda risa gilino pequefio—, desearfa estar tras de sf, ahogado en el fondo del mar. Si vuelves a decitlo una sola ‘Acto seguido, el tercer pingtino vez més —gritan los otros dos—, te sale de un brizico de la maleta y es. echaremos al agua. tira las alas hacia las galletas vida. —Pues mejor —se queja el pe- quefio—, fast estaria ahogado en el fondo del mar finalmente! Después mira a sus amigos y pien- sat “Seguro que los dos se arrepin. tieron hace tiempo de haberme em- barcado de contrabando. Uno de osotros tiene que esconderse en fa maleta a cada rato, La paloma lo descubriré tarde o temprano. Mis amigos debieron dejar que me aho- gata. Esa habrfa sido la solucién més facil para todos”. Los otros dos piensan: “Fue un extor meternos en este engatio, De. berfamos habere dicho ala paloma: ‘Nosotros “Somos tres amigos ¥ no dejaremos que se ahogue ninguno, Los pingtiinos vienen solamente en trios, y si eso no le gusta a Dios, ten- dea que arreglérselas sin pingtiinos | en el futuro, punto” —iSe acuerdan de. cémoera nues- tro hogar? —pregunta de repence el Pingtiino pequefio en medio del si- Iencio, Todos se quedan pensando. Ha pasado mucho tiempo. Se acuer- dan lejanamente de la nieve. El hie- lo brillaba por todas partes. Ellos se acurrucaban todos juntos, oémoda- ‘mente. Siempre sabian qué iba a pa- sar después: nada, Eso era muy tran- uilzador. {Volverfan a ver su hogar alguna vez? El pingtino pequefio empieza a cantar con voz ronea: “Cuando no shbes lo que viene, cierras los ojos ‘ y suefias con el hielo y Ia nieve, ypiensas en el... Melancélicos, los otros dos pin- ‘iinos graznanz eerie te gar! El canto va subiendo de volumen. “iy, hogar”, chillan los pingtiinos, “lay, hogar!”, y de repente empiezan Hiei tidy, oge Quie tha visto alguna vez a unos pingiiinos bailando sabe que dan volteretas, aplauden con las alas y ruedan uno encima del otro desenfrenadamente. El baile alegra tanto a los pingtiinos se olvidan de todo lo que los ro- lea. i Por eso no se dan cuenta de que la paloma se acerca a Ia panza del arca a grandes zancadas y abre la puerta de golpe. —ATienen que hacer tanto ruido? iAcababa de acostarme por primera vex! La paloma lleya un gorro de dor- mir en la cabeza y grita tanto, que tiene fa cara roja como un pimen- t6n. Si no se hubiera puesto a gritar de inmediato y hubiera mirado con atencidn, sin duda habria notedo que justo delante de sus ojos haba no dos sino tre ingtiinos paraliza- dos en sus movimientos de baile. In- cluso uno de los tres balbucea: —Estabamos haciendo una pe- quefta celebracién hogarefia. —Llevo cuarenta dias en pie y sin parar —Ia paloma echa chispas—. Las dos jirafas se marearon y nO des- pegan el cuello de la borda. Al pavo real, en la agitaci6n, le dio por abrir el abanico para hacerse espacio. Y Noé no ayuda en absoluro, desde hace cuarenta dfas se encerré en su cabina y se niega a sali. Yo sola car- go con toda la responsabilidad, pero iereen que he ofdo una palabra de —Tuve la impresién de haber vis- agradecimiento? Nada parecido. toa un tercer pingino —Ia paloma Luego cierra la puerta tras de sf escudrifia por todas partes. “Eso —le aseguran los dos pin- Los tres pingiiinos respiran pro- gtiinos— es completamente normal fundamente apenas sale la paloma, ‘cuando uno ha pasado cuarenta dias —INo se dio cuenta de que habia en pie y sin parar y carga con toda la tres pingilinos! responsabilidad y no oye ni una pa- Y el pequefio afiade, riéndose para labra de agradecimiento y Noé tam- sus adentros: poco ayuda en absoluto y uno no —La paloma necesita lentes —pe- puiede acostarse"ni un segundo. Bajo ro se calla de repente. Puede oft los tales circunstancias, puede pasar que pasos de la paloma—. iAhf viene de uno vea a un tercer pingilino. nuevo! ‘La paloma no ha ofdo un comen- El pingilino pequefto se mete de tario tan amable en mucho tiempo. Los demés animales no hacen més que quejarse. ‘Ustedes son los tinicos que me Justo a tiempo, pues la paloma entienden —dice con Iégrimas en esté en el umbral, apoya las alas a los los ojos—. No tienen idea de e6mo Jados y echa un vistazo alrededor. me siento, esta Ilavia no para nunca —iAquf no habia tres pingtiinos ‘yyoyya no tengo esperanzas. Esto del hhace un rato? arca fue una idea estrafalaria. Crefa —1Y de dénde va a venir un ter- que seria un viaje a la felicidad, pero cer pingiiino? —preguntan los otros poco a poco he empezado a pensar dlos con exptesién inocente. {que seguiremos navegando eterna- un brinco en la maleta y cierra la tapa sobre'Su cuerpo. mente por la oscuridad entre esta caja pesada sin llegar a ningiin lado. Seria mejor que nos hubiéramos aho- agado todos penosamente... 3] La paloma deja caer Ia cabeza, se tapa los ofoscon las alasysolloza sua- vemente. Los dos pingtiinos piensan en cémo deshacerse de ella répido, pero sin herir sus sentimientos. Se acercan a la puerta contonedndose, Jaabren de par en par y grita —iHasta luego! Pero fa paloma sigue llorando suae vemente. De pronto, en el sileticio, se oye una voz. Viene directamente de la maleta. —iNo podian haberse librado an- tes de esa esttipida paloma? iEmpie- 0 a quedarme sin aire! —1Qué fue eso? —pregunta la paloma. Los dos pingiiinos fingen escuchar con atencién. *~ —No ofmos nada. —Vino de la maleta —sefiala Ia paloma. Los pingtiinos sacuden la cabeza. —Esta maleta me parecié sospe- chosa desde un principio —Ia palo- ‘ma golpea la capa con la punta de sus alas—. iAbranla! Los pingilinos no se mueven ni.un milimetro. —Quiero saber qué hay ahi den- tro de una buena vez por.todas. —Dios —anuncia el pingitino pe- quefio desde la maleta. La paloma se sobresalta. —iCémo? De la maleta sale un “ejem” antes de que el pequetio siga hablando, y ‘ahora su voz suena un poco més pro- funda. —Oiste bien. —No lo, creo —dice la zal riendo. ~ ‘a ne —INo crees en Dios! pregunta Ta vos, amenazadora. —Claro, pero... —Ah, bueno —truena desde la maleta, —Pero me cuesta creer —se de- fiende la paloma— que Dios esté entre esta maleta. Por qué? Dios puede estar en. todas partes. ‘La paloma se voltea con ojos in- quisitivos hacia los pingitinos, que asienten al tiempo. 'Demuéstrame —dice fa palo~ ima, astuta— que eres Dios. ——Debes creet en mi sin exigir pruebas. “= Ego es mucho pedir. Fo sé, pero"abi est la gracta del agunto —dice la vor de la maleta— de lo contrario, seria demasiado fa til. No por nada se llama: creer en Dios. La paloma piensa un rato, hasta que finalmente pregunta: w NiSabes qué creo? —Y, sin espe- ar uma respuesta, continiia—: Esto ve una trampa. Abriré la maleta y entonces veremos. w Como quieras —responde la vor—. Pero te quedarés ciega- —iCiega? —Quien ve a Dios, se queda cie- g0. Si quieres quedarte ciega a toda costa, sdlo, tienes que abrir esta ma- - leta. Pero ten cuidado, la hebilla iz- quierda esta un poco dafiada. La paloma mira con indecisién a Jos dos pingttinos. El uno piensa en si serd cierto que se pierde la vista al ver a Dios, mientras el otto desea fervientemente que Dios tenga los ‘ojos puestos en todas partes menos en la panza del arca. Después de un rato, vuelve a ha- blar la vor: —iEstas dudando? Muy pruden- te. Ademés serfa una verdatiera las- tima’que una paloma blanca y tan bonita perdiera la vista. —iCémo sabes que soy una palo- ma blanca y bonita? —Bueno, escucha, al fin y al cabo fui yo quien te hizo. Después de ha- ber creado a todos los animales, me dije: “Por dltimo, quiero hacer una criatura que supere a todos los de- ‘més seres, una criatura que se parez- ca.a mf". ¥ entonces salié una palo- ‘ma blanca. La paloma aletea emocionada. —Estoy empezando a creer que Dios est realmente en esta maleta —Iuego se deja caer delante de ella y grita—: Siento no haberte crefdo. —No te preocupes. —Nunea habria pensado que fueras tan comprensivo, Por des- gracia, la ma- yorfa tiene una imagen de mi completamente falsa. La paloma te arrastra auimasha- cia la maleta. —Para ser franca, yo también es- taba un poco enfadada contigo. —No hay problema. Puedo sopor- tarlo, Es muy dificil enfadarte con alguien que no significa nada para ti, Si has estado enfadada conmigo, entonces no-te soy indiferente. La paloma se queda sin habla. Los dos pingiiinos: intercambian una mi- rada de asombro. iC6mo se le ocu- tren esas ideas al pequefio? Entonces oyen decir desde la ma- Jeta: —iQuieres contarme por qué es tabas enfadada conmigo? La voz sigue sonando amable, pero lagpaloma tiene la sensaci6n de aquie varias cosas podrfan depender de su tespuesta. (Ser una trampa? Lo piensa brevemente, después se arriesga y suelta: —iEste diluvio es una catéstrofe! La vor de la maleta dice con tran- quilidad: Para ser franco, no estoy espe- cialmente orgulloso de este diluvio. Fui un poco. “Habla, tranquilo —dice la pa- Joma con vor suave. —Fui un poco exagerado. —itBxagerado?! Hasta los dos pingtiinos quedan aténitos. -—Cometf un error —grufie la ma- Teta. Los dos pingtiinos intercambian una mirada fugaz, después agarran a la paloma de las alas y la arrastran hacia la puerta, —Dios est un poco fatigado. —Suéltenme, esto es muy emo- cionante, nunca habria pensado que hablar con Dios en persona serfa un placer tan grande, —Un placer que puedes darte cuando quieras —dice la maleta—. Estoy disponible para ti siempre y en todas partes. —Nuné’ volveré a dudat de ti en el futuro, y le contaré a todo el mundo lo grandioso y maravilloso que eres, y te garantizo In paloma alza el ala derecha como si fuera una espada— que en un tiempo récord haré que todos te amen tanto como yo. —Ay, no te preocupes —dice la voz de la maleta, bondadosa—, cada 22% uno debe decidir por i at mismo si quiere C —%_amarme 0 no. se Ae “} El amor cucn- J ta sdlo si se da voluntariamente. La paloma esté que no cabe en si, Se echa de cuerpo en- tero sobre la maleta y la rodea con susalas. “Yo te he qiidtido siempre, pero ahora te amo mucho més. Eres mu- ‘cho mejor de lo que pensaba. Penosamente impresionados, los dos pingitinos se dan la vuelta cuan- do la paloma cubre de besos la ma- Teta: * —iNo tendris algtin deseo? Dt- melo, que haré todo lo que me pi- he I de queso —Me gustarfa un pastel de queso. Lapalomase 7 ier aparta de un ie brinco. —iCémo dices? Un pastel de queso. Los tres se quedan mirando lama~ ~ deta fijamente. Se hace un largo si. lencio, —Lo mejor es que dejemos las co- sas asf por hoy —dicen los dos pin. gitinos con cautela—, Tenemos la Sensacién de que Dios esté un poco exhausto. Este diluvio Sigantesco lo ha agotado por ‘completo. —Pues razon de mas —dice la pa- la, ¥ Sus Ojos se convierten en dos fanuras muy delgadas— para mere- cerse un pastel de queso. La voz de la maleta exclama di- chosa: we = ag —iEsta paloma iré al cielo, sin dudal —Pero después de este diluvio agotadot —dice la paloma con vos acaramelada—, ino preferirs algo més suculento? —Un pastel de queso me basta y me sobra, (Con la masa tostadita y deli- cosa? —pregunta la paloma con un arrullo. De ta maleta sale una risita emo- cionada. —iCon muchas pasas? —Cuantas menos, mejor. —2Y un par de sombrilitas colo- ridas de decoracion? —silba la pa- Joma. —Esto no lo dtvidaré nunca —ce- lebra el pingtiino pequetio dentro de la maleta, Encantado, tiene los ojos cerrados y las alas en putios, Por eso no se da cuenta de que la paloma alza la tapa lentamente mientras 41 sigue hablando emocionado—. Tengo una memoria buenfsima, y estoy pensando seriamente en si no deberfa convertirte en una especie de representante y... —s6l0 aho- ra advierte que su. voz ya no suena apagada y oscura. Abre los ojos. Abt esté la paloma, con las alas cruzadas en el pecho. —Yo no conozco a Dios en per- sona —geurie la paloma—, pero de luna cosa estoy segura: este no es Dios El pingdino pequefio se.gclara la garganta. a —Uno nunca puede estar seguro de eso. —iDios no es ningtin pingtino! —le reprocha la paloma, ofendida, En vano, los otros dos pingitinos intentan convencerla de que Dios puede adoptar la figura que desee, pero Ia paloma ya no presta aten- cién, Aletea por los aires, encole- rizada, con lo que pierde un par de plumas, y declara que no cay6 en la trampa ni un segundo, y que los pin- gilinos deberfan avergonzarse, y que por desgracia se vera obligada a in- formarle a Noé acerea del compor- tamiento de mal gusto de los pingii- nos, ¥ e80 es todo lo que puede decir porel momento, pero el castigo sera terrible. op Allllegar al umbral, se da la vuelta una vez més: —En este area, vamos all grano con pingiiinos como ustedes. Luego cierra la puerta tranquila- mente tras de si. —Tenfa que ser un pastel de que- s0 —se quejan los otros dos pingtii- nos. —No se me ocurrié ningiin otro plato —replica el pequetio, cabiz- bajo. —Aht tenia que darse cuenta de que no eras Dios —dice el uno. Yo me di eventa un poco antes —afiade el oto, —iDarte cuenta? De que no eras Dios. —iLlegaste a pensar —pregunta el pingiiino pequefio, sorprendido—, gue Dies estaba en esta maleta? Durante vn rato, of Fuiste muy Le ) convincente. Atel ded El pequefio se pone rojo del orgu- lo. ~_Pues no tuve que pensatlo ni ‘una sola vez. Las palabras se me ocu- rrieron asf, sin mas. de ya puedo vef tin pufio inmenso aque desciende sobre nosotros. —Tal ver Dios seadistintoa como ‘nos lo imaginamos —murmuran los En este momento, el tercer pin- ‘otros dos—, seguro que no es tan gilino se sale completamente de ca- rencoroso. allan ey r Pero ho estn totalmente conven —iEstén mal de ta cabeza? Dios cidos y bajan la cabeza para esperar nunca admitiria haber cometido un el grano. ‘ertor. Fingiste ser Dios, y eso es, e80 es. —suelea un gallo—, seguro que hay una palabra para definitlo, pero no la conozco, o ni siquiera fa hay porque nunca antes se ha cometido tun ctimen como este. Y ahora todos recibiremos un castigo terrible, Des- Los pingéinos esperan y meditan ‘acerca del castigo. No saben a) qué se tefiti6 In paloma con To de i al gra- ‘no, pero no les inspira mucha con- fianza que digamas. Poco después ya ‘no saben si llevan un minuto, un) dia 8] 9 toda una semana esperando el cas- tigo. La espera se les hace eterna, —Puede que el castigo no Hlegue ‘nunca —reflexionan—, y Ia espera del castigo es el castigo. De repente, hay un fuerte sacu- én. El piso del barco se tambalea, Los pingiiinos ruedan uno encima del otro. Se oyen unos gritos por to- das partes. Bramidos de osos, balidos de ovejas y cabras, grurtidos de cer- dos, berridos de clefantes, graznidos de gansos, chillidos de monos, re- linchos de caballos, ladridos de pe- tos, quiquiriguts de gallos, croar de ranas, clogiiear de gallinas, gritos de mochuelos, silbidos de serpientes, eructos de hipopétamos, el silencio de los corzos, el mugido de las vacas, el aullido de los lobos, el maullide de os gatos... en pocas palabras: un ruido ensordecedor. ‘Al mismo tiempo oyen un patalear y un rasgufiar que parecen no tener fin,-Pero.el_volumen de los gritos baja imperceptiblémente. También el patalear y el rasgufiar se alejan poco a poco, Entonces los pingii- nos ya no oyen nada. Escuchan con atencién. Ya no se oye ni el murmu- lo del agua. Hasta la hombilla cuel- ga del techo apaciblemente, Uno de los pingitinos habla en ‘medio del silencio. —No sé por qué, pero de repente tengo ganas de pastel de queso, ‘Acto seguido, se abre Ia puerta. La paloma blanca aparece en el umbral. Lleva algo en el pico y dice: al Bo eh ua aha eh oiho. —iCémo? —Ejo ejuna jama e ojivo —repite la paloma, itritada, pero los pingii- ‘nos siguen sin entender ni pfo. —Estoesunaramadeolivo, tonta- rrones —dice la paloma después de sacarse la rama del pico—. Ya par6 de llover, y No€ dij vvuela por ahi y fijate si hay tierra en algan lado”. Finalmente encontré esta rama de olivo. El diluvio ha ter- minado. El agua ha bajado. La tierra hha vuelto a secarse. [Qué esperan? Ya pueden salir. Todos los animales bajaron hace tiempo. Ustedes son los ‘iltimos, pitta variar. Hasta fas torvu- gas fueron més rpidas. Marchando, remolones. Todos los animales tienen que bajar del arca en filas de a dos. Los tres pingtiinos se toman firme- mente de las alas. —Pero no pademos bajer del bar- co en una fila de a dos, pues somos tres. La paloma suelta un gemido de de sesperacién. Los pingiiinos no hacen ‘més que erear problemas. —iY dénde esté la segunda pa- loma? —pregunta el pingiino pe- queso. La paloma se rasca la cabeza —iCusl segunda...2 —Sitodos los animales tienen que bajar en filas de dos... —contintia el pequefio. Pero la paloma abre el pico y suelta un grito estridente: —iYa sé! Todo el tiempo tuve a lejana sensaci6n de haber olvidado algo. iUn compafero! Olvidé traer otra paloma al barco —sollozando a todo volumen, se echa al suelo y se’ -cubre la cabeza con las alas—. Pensé en todos los animales, pero me olvi- dé de traer un compafiero para mi. iC6mo voy a aparecérmele a Noé sin otra paloma? Podria arrancarme todas las plumas una por una. (Qué voy a hacer ahora? El pingiiino pequefio piensa un rato. Después dice: —Nos falta una paloma, pero nos sobra un pingiino a bordo, Los otros lo miran desconcerta- cpa ee —iNo lo entienden? —pregunta el pequerio, sonriendo, —Yo lo entiendo —se apresura a decir el uno. —Yo también —afiade el otro ré- pidamente. Ta paloma se seca los ojos. —Entones seguro que los dos po- drin explicdrmelo, —Desafortunadamente, no —su- surra el uno. El otro sacude la cabeza: —Yo también fing! que habia en- tendido. El pingtiino pequefio pide aten- ci6n al aplaudir con fuerza una sola vez. ~-Esetichenme bien. Es muy fécil No lo notaré nadie. Sélo necesita- mos lo siguiente... Entonces baja la voz y explica su idea a los demis. Las aves juntan las cabezas y cuchichean emocionadas, Incluso la paloma logra entender el plan en'algtin momento, —Es arriesgado —dice—, pero Noé es un anciano. Ademés ya no ve muy bien que digamos. Podria funcionar. Arriba, en la entrada del arca, hay dos pingtiinos. Estén tomados de las alas y tienen los ojos bien cerrados. Después de tantos dias en las profun- didades de la panza del arca, tienen que acostumbrarse primero a la luz del dia. El sol brilla. El cielo es de un” azul radiance, Unos péjaros gorjean cn alguna parte. El agua resplande- ce solo en algunos charcos. Los dos pingitinos bajan las escalerillas con- tonedndose con cuidado. Cuando finalmente sienten tierra firme bajo sus patas, oyen una voz profunda: —Bicnvenidos al nuevo mundo. Pero primero quitense los zapatos, Delante de los dos pingtiinos esta un anciano con una larga barba blanca, Se apoya sobre un hastén y los observit a través de und8 gruesos lente: —No tenemos zapatos —dicen los pingtinos. —Pero van dejando huellas ne- ‘gras por todas partes. El anciano sefiala los escalones de la entrada con su bastén. Los pin- sgiinos se dan la vuelta. Los escalo- res estén repletos de huellas negras. =~Bah.¢s la brea —dicen los dos pingiiinos—, est dale facil —Espero que ustedes sean los él- timos —dice el anciano. —Faltan otros dos —los pingii- nos sefialan hacia la cima de las es- caleras con sus alas. Arriba, en la entracz’ del arca, hay dos palomas. Dos? Si. Dos palomas. Una es gorda y blanca, lleva un cilindro negro en- tronizado en la cabeza y va embuti- da en un frac negro que le aprieta Inajo las alas. La segunda le saca una cabeza, hhuele un poco a pescado y va com- ae = pletamente envuelta en un grueso velo blanco a través del cual no se ve nada. La paloma velada baja los escalones de la entrada torpemente, mientras que la paloma del eilindro se esfuerza temerosamente por evitar la mirada penetrante del anciano. —Bstas dos palomas se conocie- ron a bord —explican losdos pin- gitinos—. Fue amor a primera vista. Casi no pociian quitarse los dedos de encima, mucho menos las alas, por «30 decidimos casarlas, para mayor seguridad. —Una de las palomas es mucho és grande —dice el anciano, rece- Toso. —Eso es completamente normal le aseguran los pingtiinos—. Las palomas hembras siempre le Hevan una cabeza al macho. En cuanto la pareja Hega a tie- ra, los dos pingiinos se apresuran a apartarlos del alcance del anciano, pues la novia huele un poco a pes- cado, —Muchas gracias por los boletos —gritan por. encima del hombro—, guardaremos siénipre un gran re- cuerdo de este viaje. iLa atencién a bordo fue variada y el programa de entretenimiento no deja nada qué desear! La pequefia tropa de aves esté a punto de doblar por la siguiente es- quina cuando la novia se da la vuel- Bose" 3 ta,una vez més. Tiene la sensacién de que no se ha dicho lo suficiente. Por eso abre el pico y grita con una’ * vvor sorprendentemente profunda: —Pocas veces me he divertido tanto como en el arca de Noé. —iUn momento! —el anciano alza el bastén. Las aves contienen la respiracién. Nadie seatreveavoltearse. Hasta ah Iegaron. La paloma gorda se quita el cilindro de la cabeza, les lanza una ‘éltima mirada a los pingitinos y se acerca al aneiano dando pasitos. Se espera una tormenta. Lo hizo todo mal. Desde el principio. No convocs al arca a los animales que eth, Se la pas6 gritando, metié comida a bordo a escondidas, jugs cartas con las ser- pientes de cascabel, hasta dormité un rato durante el largo viaje. Cuan- do finalmente hubo tierra a la vista, no encontr6 mis que una miserable rama de olivo, sin hablar del com- pafiero olvidado y, por diltimo, legs a disftazar de paloma a un pingitino y —es0 fue lo peor de todo— creyé que Noé serfa tan tonto de caer en {a trampa. Consciente de sus culpas, la paloma baja la cabeza. —Hasta ahora no he tenido la oportunidad de darte las. gracias —oye decir al anciano—. Sé lo que hhas-sufrido. La hormiga volvié a en- contrar a su compafiero. Las jirafas se recuperaron. Los antilopes dur- mieron pacfficamente junto a los leones. Ningiin animal se comi6 a otro. Eso es casi un milagro. Y todo eso se debe tinicamente a tu esfuer~ 20 incarisable. La paloma mira a Noé con ojos agradecidos y anegados en légrimas. Casi habrfa podido abrazarlo con sus alas. —Pero ipor qué trajiste a estos pingiinos al arca? —pregunta el an- ciano—. Los pingitinos saben nadat. al ‘Durante un instante, la paloma se aqueda tan muda que se oye el tra. queteo en su cabeza, —lUstedes pueden... qué? —chi- lla, —Cierto —dicen los pingiiinos y se dan un golpe en la frente con las alas—: sabemos nadar. No se les habia ocurrido, en me- dio de la agitaciGn. Pero, después de todo, era el fin del mundo, A cual- quiera se le olvida una que otra ni- miedad. ~Es mis, somos unos excelentes nadadores —dice la novia con voz Profuncla, pero los dos pingdinos le dan un golpe. oy —Tii no puedes nadar, eres una paloma, —Cierto —dice la novia en voz baja—, no soy ningin pingtiino, El anciano sacude la cabeza. —Ha sido un placer conocerlos, Luego sube lentamente los esea- Jones de la entrada. —Ojalé volvamos a vernos le gtitan los dos pingiiinos, Y fa novia afiade, con aire tra- vieso: —A més tardar en el préximo di- luvio, —Mejor no —se queja la paloma, —Nunea volveri a haber otro diluvio dice el anciano, y su vor suena casi un poco decepcionada—. Dios lo ha pronietido sagrada y so- lemnemente. —Peronosotrosno podemos —sil- ba la novia— prometer ser buenos siempre, —Lo intentaremos seriamente en todo ato —se apresuran a decie los otros dos pingitinos y le dan una pa- cada a la novia, —Dios sabe que nadie cambia —dice el anciano mirando a fos pin- silinos, que se patean mutuamen- te— nilos hombres ni los animales, Siempre habra peleas, pero Dios pro. metié no volver a castigar a nadie. —ICéimo sabes todo eso? —pre- | io guntan los pingitinos y observan al anciano con los ojos bien abiertos—, 1Acaso etes Dios? El anciano se acaricia su larga barba blanca, sonriendo, pero antes de que pueda responder, la paloma gorda empieza a refrse con fuerza. —IEse es Noé, tontarrones! Se tie tanto, que se tambalea ha- cia atrés y se desploma. Entonces se queda abi, despatarrada, se rfe otras tres veces para sus adentros y empie- za a toneat de un momento a otro. Noes de extrafiar. La pobre estuvo cuarenta dfas en pie y sin parar, pero apenas puede estirarse por’ priniera ver, cae en un suefio profundo. —Yo no soy Dios —dice Noé, de- leitado. —Pero justo asi nos lo imagingba- ‘mos—dicen los pingtiinos—.Unan- iano con una larga barba blanca. Eso creen muchos —dice Noé—, pero Dios no es un hombre. —iEs una mujer? —INo! —grita el anciano escan- dalicado,-y los lentes le centellean delafuria. = *" —Comprendo —dice uno de los pingiiinos—. Dios es mas bien como, una cosa, 'Y el pingtiino velado pregunta con ‘yor quebrada: —iCbmo una tostadora? —Pueden imaginarse a Dios como quieran —explica Noé—, pero él esté en todas partes, en cada hom- bre, en cada animal, en cada planta va “_Bspera lo interrumpe uno de los pingiiinos—. /Entonces Dios ad- ite que este diluvio fue un error? 1 No€ sefiala con el bastén hacia el horizonte, donde puede verse un arco iris. —Este arco iris es una seftal de Dios de que la Iluvia nunca volve- 14 a oscurecer al sol durante tantos dias. —Qué gesto més noble. Los pingitinos abren los ojos de par en par, y si hubieran levado un sombrero, se lo habrfan quitado, El pingiiino pequefio dice: —Me parece muy honesto de Dios que reconozca haber cometido un error. Los pingttitios contemplatfrel arco iris hasta marearse. Para ese momen- to, Noé ya ha subido la escalerilla de Ia entrada hace tiempo y se ha per- dido de vista en su arca. El pingiino velado le echa un vis- taz0 a la paloma roncadora. —La pobre se perdié el arco iris, —Ya puedes quitarte el disfraz —e dicen los otros dos, —Bah, en realidad me siento bas- tante bien entre este trapo, Los otros dos le lanzan una mira- da cortante. —Peto no eres una paloma, sino tun pingtino, Ojalé lo tengas claro, EI pingiiino disfrazado se sonto- ja bajo.el velo y tes da una patada aloes don Cie ena ence una patada a los pingitinos, estos la devuelven siempre... menos cuan- do acaban de prometer ser buenos siempre de ahi en adelante, —Si nos peleamos, volveré a ha- bet otro diluvio enseguida —advier- te el uno, —No —replica el otro—,. Dios prometié sagrada y solemnemente no volver a enviar otto diluvio. —A lo mejor Dios no existe, y s6lo Hlovié durante una temporada inusitadamente larga —reflexiona el pingiino velado. —Si Dios no existe, ipor qué ha- blamos tanto de él? —preguntan los otros dos,” —Para no sentirnos tan solos, Losotros dos se rien para sus aden- tos. —Estas agotado, simplemente. En ese momento, algo "92 usa revolowsando, Es ly pequefio y amarillo y ~~ _vuelatresveces alrede- dor de las cabezas de los pingitinos, —iUna mariposa! —el pequefio brinca de arriba abajo. —!Dos! —gritan los otrag;dos.y sefialan una segunda mariposa ama- uilla que aletea detrés de la primera, —ISeré mi mariposa? —pregunta el pingtiino pequeio. —Persfguela y lo verds, Emocionado, el pingiiino peque- fio sigue a las dos mariposas conto. nedndose. —iEs mi mariposa! —celebra—, La reconozco perfectamente. Atin tiene el ala izquierda un poco estro- peada. Los otros dos pingtiinos se hacen un guifio mutuamente. Entonces su mirada vuelve a caer sobre la palo- ma roncadora. De repente, el pin- atiino disirazado se le acerca a pasi- tos, se quita el velo y le da un beso. La,paloma abre los ojos, sorprendi da, y le respondé chn otro beso. Pero cuando se da cuenta de que acaba de besar a un pingtiino, baja la vista tfmidamente. Después lo abraza con fuerza, 105 Desde ese dia, la paloma y el pin- iiino no han vuelto a separarse. Uno que otto animal opina que eso no est nada bien. Sobre todo las dos serpientes de cascabel que vie- ren con regularidad y aseguran que Dios nunca habria querido una re- laci6n como esa. Pero a la paloma y al pingiiino no les importa. Pues du- ante este tiempo se han encarifiado muchfsimo el uno con fa otra. Rhnelarsa alas acho Segre, | Te mb doviten GS lane sete ism FMS genera ote en oc rei Sade Josnley poiealee thane Minas puakete ee (Got Dererenteen esi dee Scns saiga ns ‘Meee cal li ie Por Fete es en ict Nese se mn fhe secre Fates nigh HOD Ne icerTitsn Alenia ‘Sis Enso wae SA WA lbstannea

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