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La situación de la clase obrera en China

Mario Xiques
La situación de la clase obrera en China
Mario Xiques1

Resumen

Los trabajadores sufren los efectos de la caída de la economía y la


devaluación de los últimos meses. Las huelgas y protestas contra
despidos y recortes salariales crecen. La cuestión social alarma a la
cúpula del Partido Comunista.
Que la economía del gigante asiático ya no sigue su marcha como
antes no es novedad y las noticias de las caídas en la Bolsa o una
expectativa de crecimiento más modesta, comparada con otros años,
disparan la alarma internacional.
Menos conocido es el descontento que comienza a extenderse en el
movimiento obrero chino ante el empeoramiento de sus condiciones
de vida. La devaluación del yuan golpeó los ya magros salarios, miles
de empresas cierran en busca de “mercados laborales” más baratos
(no solo en otros países de Asia sino incluso en las maquiladoras del
norte de México), miles de trabajadores pierden su trabajo en la
industria del carbón porque “una economía que se desacelera
consume menos energía”, dicen los empresarios.
Esta situación es la que hace crecer el descontento entre los
trabajadores y es la que sirve como combustible para que crezca la
ola de huelgas en los principales centros industriales del país.

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Licenciado y Profesor en Sociología (UBA). Email: revistalamaza@hotmail.com

2
Unas 1.650 personas fallecen diariamente en China como consecuencia de
trabajar en exceso, según datos hechos públicos por la Radio Internacional de China,
una de las dos emisoras estatales. Esto implica unos 600.000 fallecimientos al año.

Alrededor de las ocho de la mañana del 17 de marzo de 1980, Tian Yu se arrojó


desde el cuarto piso del dormitorio de la planta de Foxconn en Longhua. Apenas un
mes atrás había llegado a la ciudad de Shenzhen, la megalópolis de rápido crecimiento
cercana a Hong Kong, desde un poblado agrícola en la central provincia de Hubei.
Como tantos millones de jóvenes de origen rural, ella deseaba un empleo en la urbe y
una nueva vida en los pujantes centros industriales de China.

Morir por un iPhone, Pun Ngai, Jenny Chan y Mark Selden

Durante el tratamiento médico de Tian Yu, más de una docena de jóvenes


obreros de Foxconn intentaron quitarse la vida.

Un trabajador anónimo colocó en internet el siguiente mensaje: “Morir es la


única manera de atestiguar que alguna vez hemos vivido”.

La desaceleración económica de China, especialmente el debilitamiento de


sus exportaciones, ha establecido el marco de la reciente oleada de protestas
en el sector manufacturero. Aunque el gobierno haya fijado la tasa de
crecimiento económico en un estable 7 %, la disminución de la actividad
industrial muestra signos visibles de dificultades económicas.

La producción industrial china presentó en enero y febrero el ritmo más


débil de crecimiento en más de siete años, acusando las sobrecapacidades y
una demanda floja, según datos oficiales.

La producción industrial de la segunda economía mundial se incrementó


5.4 % anual acumulado en los meses de enero y febrero, menos que en
diciembre (5.9 %), indicó la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). Se trata del

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ritmo de progresión más débil desde noviembre de 2008 y los comienzos de la
crisis financiera mundial.

La demanda internacional no deja de reducirse, como demostró la


espectacular caída de 25 % de las exportaciones chinas en febrero. Por su lado,
la demanda interna sigue minada por el estancamiento de la inversión en la
vivienda y las contracciones repetidas de la actividad manufacturera.

La consecuencia de todo esto es un agravamiento incesante de las


sobrecapacidades de producción de la industria china, del cemento al acero
pasando por el carbón. (Ver Anexo I)

Por su lado, las ventas al por menor, barómetro del gasto de los hogares
chinos, se desaceleraron también en los dos primeros meses del año. El
incremento fue de 10.2 % anual, el nivel más bajo en 10 meses, indicó la ONE.2

El objetivo estratégico de Pekín es estimular el consumo interno, los


servicios, las nuevas tecnologías y las exportaciones de alto valor agregado, en
detrimento de la industria pesada y las exportaciones, tradicionales motores del
crecimiento chino hoy agotados.

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[…] el Estado ha sido en gran medida incapaz de estimular la demanda de consumo interna
para compensar la caída de las exportaciones. Se ha desarrollado una clase media que compra
coches y pisos de lujo, pero no es muy amplia y sin duda no lo bastante para compensar la
caída de la demanda internacional. Así, ante el frenazo económico, la gente, incluso buena
parte de la clase media, tiene miedo de gastar dinero, si lo tienen. En vez de ello, lo guardan
para cubrir necesidades como la vivienda, la atención médica y las pensiones, de las que el
Estado no se hace cargo. Debido a ello, el Estado ha sido incapaz de estimular el consumo
interior para compensar la caída de las exportaciones. Finalmente, el Estado ha desarrollado un
plan a largo plazo para fomentar la inversión y el desarrollo en las regiones del interior, fuera
de las ciudades de la costa este, con la esperanza de que los inmigrantes vuelvan a sus lugares
de origen. Sin embargo, puesto que el gobierno también ha fijado requisitos menos estrictos
para el registro de hogares, son muchos los inmigrantes que no vuelven. Se quedan en las
ciudades de la costa, por lo que el impulso estatal al desarrollo de las regiones del interior ha
llevado a crear ciudades fantasma, con enormes complejos residenciales que permanecen
vacíos y sin utilizar. (Entrevista a Ellen Friedman publicada por Viento Sur)

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Por último, las inversiones en capital fijo, que incluyen los gastos en
infraestructuras, subieron 10.2 % anual en los dos primeros meses del año.
Una aceleración sensible tras el aumento de 10 % en el conjunto de 2015.

Los trabajadores y la cuestión social

Los trabajadores sufren los efectos de la caída de la economía y la


devaluación de los últimos meses. Las huelgas y protestas contra despidos y
recortes salariales crecen. La cuestión social alarma a la cúpula del Partido
Comunista.

Que la economía del gigante asiático ya no sigue su marcha como antes


no es novedad y las noticias de las caídas en la Bolsa o una expectativa de
crecimiento más modesta, comparada con otros años, disparan la alarma
internacional.

Menos conocido es el descontento que comienza a extenderse en el


movimiento obrero chino ante el empeoramiento de sus condiciones de vida. La
devaluación del yuan golpeó los ya magros salarios, miles de empresas cierran
en busca de “mercados laborales” más baratos (no solo en otros países de Asia
sino incluso en las maquiladoras del norte de México), miles de trabajadores
pierden su trabajo en la industria del carbón porque “una economía que se
desacelera consume menos energía”, dicen los empresarios.

Esta situación es la que hace crecer el descontento entre los trabajadores


y es la que sirve como combustible para que crezca la ola de huelgas en los
principales centros industriales del país.

A modo de ejemplo, en la fábrica de acero inoxidable Ansteel en


Guangzhou (Cantón, una de las ciudades más grandes de China en el sudeste
del país), durante siete días, los trabajadores paralizaron la producción con
piquetes en la puerta de la fábrica reclamando por despidos y contra la
implementación de una nueva escala salarial basada en la productividad.

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Los problemas comenzaron cuando los dueños taiwaneses vendieron el
negocio a una empresa estatal china el año pasado y el sueldo fue reducido a la
mitad, a 2.200 yuanes al mes.

Durante una semana los trabajadores enfrentaron el hostigamiento de las


autoridades, amenazas de despido y de cárcel para cientos de huelguistas, un
cerco mediático y las amenazas policiales. Tras un enfrentamiento entre cientos
de trabajadores y la policía antidisturbios, la empresa se comprometió a
cancelar la reforma en el sistema de pago de sueldos, lo que fue vivido por los
trabajadores como un triunfo.

El caso de Ansteel se repite una y otra vez. Las empresas despiden,


suspenden y recortan los salarios y beneficios sociales de millones de
trabajadores con total impunidad protegidos por las autoridades estatales y del
Partido Comunista. Y si esto no es nuevo, la novedad está en que los
trabajadores saben que si pierden su trabajo ya no será fácil conseguir uno
nuevo como en los tiempos del pujante crecimiento económico. De ahí surge la
creciente resistencia obrera de los últimos meses.

La burocracia sindical

Si el crecimiento de las huelgas y protestas obreras en las principales


regiones del país no se ha transformado en grandes luchas en la mayoría de los
casos, se debe a la complicidad de la burocracia de la ACFTU (Federación de
Todos los Sindicatos de China según su sigla en inglés) con los ajustes
implementados por los empresarios.

En la fábrica Ansteel en Guangzhou, los trabajadores dijeron que el líder


sindical había sido designado por la empresa y respaldó la posición de la
administración.

Desde hace unos años, con las grandes huelgas en la industria automotriz
o del calzado, han surgido y surgen miles de activistas por fábrica que
organizan las luchas por fuera de los sindicatos. Pero estas experiencias que se
han extendido todavía son débiles para superar el control que impone la

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burocracia sindical en los sindicatos y las fábricas. Como una verdadera
“policía” dentro del movimiento obrero, la burocracia sindical garantiza el
control de la legítima bronca de los trabajadores. La ausencia de la más mínima
democracia sindical garantiza la estabilidad de estos burócratas desde el más
bajo hasta el más alto nivel. Ellos son los encargados de legalizar los convenios
de explotación en las fábricas, los que persiguen y delatan activistas, los que
rompen huelgas mediante matones y los que, llegado el caso, se montan a la
lucha para evitar que se radicalice.

El llamado del Presidente a respetar y mantener “la ley y el orden” ha sido


la respuesta del gobierno al surgimiento de protestas, no solo obreras,
sumando el discurso de “un intento desestabilizador de potencias extranjeras”.

Las medidas represivas contra activistas y organizaciones obreras no


oficiales no son nuevas. La detención de los activistas que dirigían las huelgas,
hasta lograr que termine la protesta es moneda corriente. Y si nada de esto
funciona, es la propia burocracia sindical la que contrata a las bandas mafiosas
de la zona para amedrentar a los trabajadores.

Con la ofensiva contra los activistas y organizaciones solidarias de


diciembre, el gobierno chino ha dado un paso más en extender su ataque
contra las protestas invocando la “ley y el orden”, la defensa del “orden social”
y la “seguridad nacional”. Un discurso que las autoridades chinas ya habían
utilizado contra las manifestaciones en Hong Kong o para justificar la detención
de cinco activistas feministas en marzo del 2015.
Estas medidas lejos de amedrentar a los trabajadores han hecho crecer la
bronca por la detención arbitraria de quienes, muchos obreros, veían como sus
únicos aliados.

Si bien este creciente descontento social aún no plantea un desafío serio


al gobierno central, la complicidad de los dirigentes sindicales, del Partido
Comunista y del gobierno con los empresarios en la violación de los derechos
laborales, actúa como un incentivo constante en la irrupción de huelgas.

El 3 de diciembre, las autoridades chinas iniciaron una amplia ofensiva


contra los activistas sindicales en el centro industrial de Guangzhou. Unos 20

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activistas de 4 organizaciones no oficiales fueron detenidos bajo el cargo de
“alterar el orden público” e incluso “malversación de fondos”. El ataque incluyó
el allanamiento de varias oficinas de estas organizaciones y el secuestro de
documentos. Varios de los activistas continúan detenidos sin derecho a
representación legal para defenderse como denuncian los organizadores de la
campaña internacional en su apoyo.

Los medios de comunicación oficiales han lanzado una campaña contra los
activistas detenidos pero, entrevistados por el China Labour Bulletin,
dirigentes sindicales y obreros de las fábricas donde actuaban los activistas
detenidos, mostraron su apoyo e incluso advirtieron que “Los trabajadores se
pueden tragar en silencio los insultos y la humillación o van a hacer las cosas
mucho más extremas, como el bloqueo de carreteras con el fin de recuperar su
dinero, ya que no habrá nadie para decirles lo que deben y no deben hacer y
cómo luchar por su derechos legalmente”.

De todos modos, las medidas represivas del gobierno chino y de las


autoridades del Partido Comunista no han logrado evitar el crecimiento de las
huelgas obreras. En un proceso que se desarrolla hace algunos años, millones
de trabajadores que llegaron del campo a las ciudades han comenzado a luchar
por sus derechos.

El crecimiento de las huelgas

Como resultado del aumento de salarios y de los conflictos laborales,


especialmente los acaecidos en la última década, algunas fábricas han tenido
que cerrar. El resultado inmediato ha sido un recrudecimiento de las huelgas y
las protestas, en unos años en los que las empresas han tratado de soslayar
cualquier indemnización por cierre o reubicación. Los trabajadores exigen ahora
compensaciones por los despidos y por los años, a veces décadas, que no les
han cotizado su seguridad social, además de las contribuciones a fondos de
vivienda a las que tienen derecho.

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Cientos de trabajadores inmigrantes de la empresa Lide Footwear se
declararon en huelga a finales de 2014, tras escuchar rumores sobre su posible
reubicación. Muchos de ellos no estaban dispuestos a trasladarse y esperaban,
a cambio, recibir indemnizaciones por despido y otras compensaciones. La
legislación laboral en China estipula distintos niveles de indemnización, pero en
la realidad ésta apenas se aplica y son los directivos quienes deciden, en última
instancia, lo que los trabajadores reciben o no. En este caso particular, la
negativa de los directivos a negociar justamente las indemnizaciones condujo a
una serie de huelgas y negociaciones que se prolongaron varios meses.

Mientras que la mayoría de huelgas concluyen en cuestión de unos pocos


días, y rara vez duran más de un par de semanas, tras ocho meses de trabajo
organizativo y después de protagonizar tres huelgas sucesivas, los trabajadores
de la fábrica Lide, celebraron el pasado 16 de mayo de 2015 su merecida
victoria. En respuesta al plan de traslado de la empresa, los trabajadores han
obtenido una serie de compensaciones a las que tenía derecho la plantilla de
2.500 personas con arreglo a la legislación laboral, incluidos varios años de
cotizaciones a la seguridad social que la empresa no había pagado y una
indemnización por las vacaciones anuales y las bajas de maternidad que
anteriormente no habían disfrutado, además de un plus de calefacción y una
indemnización por despido para quienes hayan optado por no trasladarse a la
nueva ubicación.

En la misma época, otra huelga similar a la de Lide atrajo la atención de


los medios, tras una campaña de solidaridad que destacaba el papel de la
empresa como contratista del minorista Uniqlo, una popular marca de ropa con
más de 400 tiendas en China. La empresa Shenzhen Artigas Clothing and
Leather, conocida localmente como Qingsheng, se constituyó en 1992 con
inversión en Hong Kong poco antes de que Deng Xiaoping acelerara la apertura
de China a las inversiones extranjeras directas, y se centró principalmente en
las exportaciones.

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En 2014 proyectó trasladarse a otro parque industrial sin consultar ni
negociar previamente con los trabajadores, desencadenando en diciembre una
huelga inicialmente de nueve días, que fue duramente reprimida por la policía.

El 9 de junio de ese año, cuando la empresa quiso cerrar la fábrica y


retirar su equipo, más de 900 trabajadores comenzaron una protesta, ocupando
la zona de producción para evitar que los directivos pudieran finalmente cumplir
su objetivo. Entonces exigieron negociar las compensaciones por despido y
otras indemnizaciones. La falta de cotización a la seguridad social se convirtió
en una cuestión fundamental de dicha huelga, pues muchos de ellos habían
trabajado en la fábrica durante más de una década. Algunos llevaron a cabo
una huelga de hambre para ejercer más presión sobre los directivos. Estos
respondieron utilizando tácticas brutales contra los trabajadores, incluyendo el
acoso policial y el arresto.

Solo después de tres meses de ocupación persistente de la fábrica, los


directivos accedieron a negociar. No obstante, se negaron a concertar una
negociación colectiva y únicamente quisieron tratar con los trabajadores de
forma individual. Los trabajadores resistieron las tentativas de los directivos de
dividirlos y continuaron con la huelga. Cuando dicha huelga llegó a un punto
muerto, unos 200 trabajadores viajaron hasta Guangzhou y organizaron una
manifestación frente a las dependencias del Gobierno Provincial. Después de
varios días de protesta y de dormir en un parque cercano, la policía los desalojó
a la fuerza y arrestó durante un tiempo breve. Aprovechando la coyuntura, los
directivos ejercieron presión también sobre los trabajadores que habían
quedado ocupando la fábrica, interrumpiendo los servicios de luz y agua. La
policía actuó finalmente dejándolos fuera del recinto, el cual cerraron con
cerrojos para impedir que éstos volvieran a acceder.

A diferencia de la huelga de la fábrica de Lide Footwear, en la que casi


todas las demandas de los trabajadores fueron satisfechas, la huelga de
Qingsheng acabó sin conseguir que los directivos negociaran. Ambos casos,
junto con otras huelgas similares ocurridas estos últimos meses, reflejan el
impacto negativo del descenso de las exportaciones en las condiciones de los

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trabajadores del sector manufacturero. Las empresas que operan con poco
margen de beneficio han optado por la reubicación, la disminución de la
producción, recortar el número de trabajadores y obligar a éstos a que
renuncien a sus contratos.

Ante la crudeza de estos ataques a las condiciones de trabajo y medios de


subsistencia, las protestas han cobrado una forma más radical, mediante
reiterados paros laborales, ocupaciones de fábricas y negociaciones colectivas,
prolongadas durante varios meses. Pero no todas las huelgas han acabado con
éxito. De hecho, la policía ha redoblado su ofensiva en las huelgas más
importantes.

La característica clave de estas protestas es la movilización sostenida y


organización disciplinada durante períodos de tiempo extensos. Los
trabajadores han tenido que constituir desde el principio una organización
informal con representantes elegidos por ellos, que ha perdurado varios meses
con el fin de que sus compañeros no perdieran la confianza. Y puesto que la ley
apenas protege las acciones de los trabajadores, cuanto más se prolongue la
huelga, mayor riesgo correrán sus líderes.

Las ONG chinas dedicadas a temas laborales prestan experiencia y


conocimiento de cuestiones legales a los organizadores, sin embargo, los
propios huelguistas, más que ningún otro agente externo, son la verdadera
fuerza motriz de las huelgas. Frente a los esfuerzos de colaboración de la
policía local con los directivos para obligar a los trabajadores a volver a sus
puestos, la movilización y la solidaridad se han mostrado como factores
cruciales en la resistencia.

La clave de la movilización ha sido el sentimiento arraigado de poseer


derechos por el trabajo de muchos años en la misma empresa, lo cual confiere
a los trabajadores una razón moral y legal, y la determinación para tomar
medidas y llevar a cabo acciones. Durante las huelgas, la mayoría de
trabajadores ha insistido en que la empresa les ha arrebatado los frutos de su
trabajo y que, por lo tanto, tienen derecho a tomar medidas legales.

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Las huelgas relacionadas con la reubicación y cierre de las fábricas
probablemente dominarán el sector de la manufactura en los próximos meses.
Diversos estudios sobre las acciones colectivas de los trabajadores chinos
sostienen que, en la última década aproximadamente, éstos han cobrado
conciencia de sus derechos y capacidad colectiva, el movimiento de clase
obrera emigrante ha pasado de ser un movimiento principalmente defensivo
frente a los atrasos en el pago de salarios a ser un movimiento de gran
ofensiva, que exige el aumento de salarios y en algunos casos la
democratización de los sindicatos, por lo general tutelados por los directivos. La
demanda de salarios impagos sigue siendo la razón principal de la mayor parte
de las protestas actuales. Teniendo en cuenta que la cotización a la seguridad
social y las contribuciones a la vivienda son elementos consagrados desde hace
tiempo en las leyes laborales, exigir que se pongan en práctica supone un paso
adelante.

Además, los trabajadores han conseguido la baja por maternidad


remunerada y la prestación por enfermedad, entre otras demandas. Aunque los
directivos suelen ignorar tales exigencias en las negociaciones, esto refleja el
grado de conciencia de los trabajadores respecto de sus derechos y
prestaciones laborales.

Hay otra razón por la que calificar a estas huelgas como defensivas no les
haría justicia. No es más fácil luchar por las mencionadas demandas que por un
aumento del salario, y supone además una ofensiva en pos de la ampliación del
abanico de exigencias a negociar con los directivos. Además, estas huelgas
también forman a los trabajadores en las tácticas de movilización,
representación y deliberación democrática, así como en la negociación.

En la práctica, la capacidad organizativa y la conciencia de los


trabajadores siempre han sido desiguales a nivel geográfico y sectorial. Las
huelgas del sector manufacturero se han concentrado principalmente en dos
regiones: el delta del río Yangtze y el delta del río Pearl. La situación actual a la
que se enfrentan los obreros del sector manufacturero, de igual forma, no

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puede generalizarse al resto del movimiento obrero, pues los sectores no
manufactureros y de servicios han sido siempre más activos.

Parece probable que el decrecimiento del sector de la exportación siga su


curso, y el gobierno contempla la dependencia cada vez menor de las
exportaciones como un elemento esencial para reequilibrar la economía china.
La reubicación de capital y reestructuración de la industria manufacturera
resultantes probablemente acabe erosionando algunas de las victorias que con
tanto esfuerzo se han conseguido, al menos provisionalmente. Se necesitará
tiempo para llevar a término las nuevas luchas y redes tanto en los viejos como
en los nuevos emplazamientos. Esta es una experiencia de aprendizaje tan
inevitable como necesaria para el todavía joven movimiento obrero chino. La
experiencia actual de organización y movilización de los trabajadores en estas
huelgas podría ser de gran valor para sus luchas futuras.

Menos obreros y más conflictos

Desde 1990, la importancia en la economía nacional de los asalariados no


dejó de achicarse: de representar el 61% del PBI pasaron a ser 53% en 2007.

Desde 2001, los salarios crecieron a un promedio anual de 12%, una suba
que se aceleró en los últimos años gracias a una serie creciente de protestas.
Solo en 2014, los obreros chinos protagonizaron 1.378 conflictos laborales,
según la ONG China Labor Bulletin (CBL). Dos veces más que en 2013 y 56
veces más que en 2007, cuando la Academia de Ciencias Sociales de China
reportó unas 23 protestas.

“La crisis financiera que estalló en 2008 se expandió rápidamente y 20


millones de trabajadores perdieron su empleo. Fue un año de huelgas y
disturbios relacionados con el cierre de fábricas”, explicó Ellen David Friedman,
sindicalista de la Asociación Nacional de la Enseñanza en Vermont (EE. UU.),
cofundadora del Partido Progresista de ese Estado y miembro del Comité
Político de Labor Notes, quien ha colaborado en la última década con activistas
sindicales en Hong Kong y el territorio continental de China.

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Esa primera ola fue “defensiva” porque los trabajadores se limitaban a
exigir el cumplimiento de la ley a empresas reacias a pagar indemnizaciones y
sueldos.

Las huelgas pasaron a ser “ofensivas” a partir de 2010, cuando los


obreros comenzaron los reclamos de suba salarial. El caso de los obreros de
Honda en Guangdong, que ese año obtuvieron un aumento de 50% luego de
detener la producción, fue un modelo para las protestas que desde entonces se
replicaron por todo el país, en muchos casos consiguiendo subas porcentuales
de dos dígitos.

La huelga comenzó en una fábrica de transmisiones para el automóvil -se


trataba de una filial de Honda- en un distrito denominado Nanhai. Los 2.000
huelguistas eran en su mayoría aprendices de la escuela técnica, de 20 a 21
años de edad en promedio. Estaban familiarizados con el uso de internet, de
modo que investigaron sobre Honda y descubrieron que era una empresa muy
rentable. Vieron que los trabajadores que desempeñaban la misma tarea en
Japón cobraban cincuenta veces más que ellos. También descubrieron que el
sistema de producción just in time les brindaba una gran oportunidad para
paralizar toda la industria automovilística. Se dieron cuenta de que si
suspendían la producción en cualquiera de las plantas que fabricaban piezas
podían paralizar todas las fábricas de montaje. De modo que cuando
bloquearon las fábricas de piezas, al cabo de tres o cuatro días, cesó la
producción en cuatro plantas de montaje y cientos de otras fábricas de piezas.
Honda dejó de ingresar miles y miles de millones de dólares.

“Esto desencadenó una oleada de huelgas en la industria auxiliar del


automóvil. Nadie conoce el número real, pero probablemente afectó a
centenares de fábricas. Una demanda “infecciosa” de esas huelgas fue la de la
elección directa. Diré también que una de las cosas más alentadoras e
importantes que vimos es que en los casos en que los trabajadores pudieron
elegir a su propia dirección, esos nuevos delegados se tomaron en serio, en la
medida de sus posibilidades, la tarea de representar a quienes los eligieron”,
comentó Friedman.

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El otro gran pedido en esas protestas es conseguir una protección real por
parte del sindicato. Hasta ahora el único autorizado es la Federación Nacional
de Sindicatos que dependiente del Partido Comunista, organiza actividades de
ocio para los trabajadores, pero nunca se pone de su lado durante las
protestas. Si bien ha habido tímidos avances democráticos en algunas
empresas, las autoridades se resisten a la libertad gremial por temor a la
inestabilidad laboral.

La huelga de 40.000 trabajadores de la fábrica Yue Yuen en la provincia


de Guandong (sur de China), el mayor fabricante de calzados deportivos del
mundo, propiedad del Grupo Pou Chen, con base en Taiwán y con 200.000
obreros en China, reafirmó la irrupción de una nueva generación obrera, que
había tenido su punto de inflexión en 2010, con las protestas de Foxconn y la
huelga de Honda. La Yue Yuen suministra a Adidas, Nike, Puma, Crocs,
Timberland y muchas otras marcas deportivas.

La huelga arrancó en Dongguan, ciudad en el sureste de China. Se trata


de la huelga convocada por el mayor número de trabajadores y trabajadoras en
la historia de la República Popular China. Yue Yen no había pagado las
cotizaciones para la pensión y para el fondo de adquisición de una vivienda. A
esto hay que sumar que un buen número de empleados seguían teniendo
contratos a tiempo parcial después de años de trabajo, parte de la política de
intensificación del trabajo que elimina las cotizaciones sociales.

La insatisfacción se esparció como un reguero de pólvora después de que


un jubilado intentó retirar su jubilación y descubrió que el valor disponible era
muy bajo. La empresa había dejado de depositar las cuotas del seguro social de
los empleados para compensar parte de la caída de su tasa de ganancia (de
9,5%, cuatro años atrás, a 5,2% en 2013).

Otros factores motivaron una de las mayores huelgas en China, en los


últimos años. Los bajos salarios fueron uno de ellos. El salario mínimo para un
obrero en la línea de producción es de 1.130 yuanes, mientras un par de
zapatillas de la Nike cuesta 1.469 en las tiendas.

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Las reivindicaciones, según la ONG China Labor Watch (CLW) con base en
los EE. UU., eran:

1. Apertura de la contabilidad con relación al pago del seguro social;

2. Asegurar seguro social a todos, y pago de las cuotas no pagadas


anteriormente;

3. Si la Yue Yuen no asegura el pago, debe garantizar el fin del contrato


de trabajo con las indemnizaciones previstas en ley;

4. Vivienda y comida gratis a todos que los tuvieran estos beneficios


estipulados en el contrato de trabajo.

La Federación Sindical y varios ministerios entraron en acción para poner


fin a la huelga. El Departamento de Seguro Social afirmó que el seguro social
no pagado era realmente adeudado y la Yue Yuen emitió una declaración,
afirmando que pagaría las cuotas atrasadas del seguro social si los obreros
pagaban la parte de ellos (¿?), y que a aquéllos que no volviesen al trabajo a
tres días del comunicado se les cancelaría el contrato por abandono del trabajo.

Aún así, 15.000 empleados permanecieron en huelga y otros en “huelga


interna”. La huelga terminó con la aceptación del acuerdo, a regañadientes,
pero se han presentado acciones legales contra la empresa, que se vio obligada
a pagar unos 31 millones de dólares a la institución del seguro social y tuvo una
pérdida de aproximadamente 58 millones de dólares por la huelga.

Los cambios en la producción china pueden llegar a tener repercusión en


la producción mundial. Como señaló Jacques Rancière: “La dominación del
capitalismo a nivel global depende de la existencia de un Partido Comunista
Chino que proporciona a las empresas capitalistas deslocalizadas mano de obra
barata y precios bajos, privando a los trabajadores de su derecho a la
autoorganización”.

Debido a las huelgas, el salario medio en China ha subido un 17% por año
desde 2009 y hoy es ya cinco veces mayor de lo que era en 2000. La
generalización de huelgas de esta dimensión sin precedentes sólo servirá para
profundizar la crisis para el capitalismo industrial.

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Un informe de 2012 del FMI señalaba que la economía china atravesaba
un proceso de reorientación en la inversión interna y en una transición que se
aleja del crecimiento inducido por las exportaciones. Si este paso se hace
correctamente, se profundizará en la crisis de rentabilidad y acumulación en la
“economía real”, al menos en el corto plazo, para el capitalismo internacional.

Una segunda razón es que la represión estatal china se ha atenuado.


Aunque se han producido detenciones en Yue Yuen, en los últimos años el
estado chino ha estado menos dispuesto a reprimir que en décadas anteriores.
Debemos entender esto como una decisión política calculada con un fin
meramente económico.

Aquí está uno de los ejemplos más extremos: en 2009, se produjo un


incidente que involucró a los trabajadores del acero en Tonghua Iron & Steel
Works en la provincia de Jilin en el norte de China. Después de una reunión
masiva dirigida por el ejecutivo de la empresa de acero que iba a hacerse cargo
de la planta, los trabajadores se rebelaron y lo golpearon hasta matarlo.

“Chen Guojun, el ejecutivo del acero que fue golpeado mortalmente, había
amenazado a 3.000 trabajadores siderúrgicos en Tonghua con despidos que
podrían tener lugar dentro de tres días. También había señalado que recortes
más grandes de puestos de trabajos probablemente ocurrirían”. (New York
Times, 26 de julio de 2009)

¿Qué hizo el gobierno chino sobre esto? “El gobierno de la provincia de


Jilin ordenó al Grupo Jianlong China abandonar la compra de la estatal Tonghua
Iron & Steel Group.

La instrucción, la cual fue anunciada a través de la red de televisión de


Jilin, también ordenó a Jianlong con sede en Beijing a “no tomar parte jamás de
ningún plan de reorganización de Tonghua, reportó Bloomberg News”. (New
York Times, 27 de julio, 2009)

Ahí quedó. La privatización se detuvo. Ni detenciones, ni procesamientos.

Una tercera y poderosa razón fue que en la huelga de los empleados de


Yue Yen, las organizaciones locales en la provincia de Guangdong y Hong Kong,

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que ha apoyó a los trabajadores en huelga, hicieron un llamamiento a sus
aliados internacionales para actuar en el sentido de obligar a Adidas a intervenir
y asegurar que las reivindicaciones sean aceptadas. Desde el 23 de Abril las
acciones se extendieron por el mundo, de Taiwan a Melbourne, San Francisco,
Los Ángeles, Chicago, Milwaukee y Nueva York. El día 25 se realizaron protestas
en tiendas de Adidas en Manchester, Oxford y Londres.

Más huelgas

En junio de 2011 hubo una huelga en la fábrica de relojes Citizen, una


planta de 2.000 trabajadores con buenos salarios y beneficios sociales. La
huelga tuvo dos demandas: el cambio de la organización de los turnos porque
afectaba las horas extras, que son voluntarias, y la eliminación de una reunión
corporativa de 10 minutos que se realizaba diariamente a expensas del tiempo
libre de los trabajadores.

Las fábricas de Guangdong, que han sido el centro tradicional del


activismo obrero en China, siguen desempeñando un papel clave en el
movimiento obrero, pero las huelgas se están extendiendo claramente, tanto
geográficamente como en todos los sectores industriales.
Mientras que el número de huelgas en Guangdong sigue siendo
aproximadamente el mismo, su participación en el total nacional sigue
disminuyendo, del 34,6% en el tercer trimestre de 2013 al 19,1% en 2014.
La industria manufacturera sigue representando una proporción considerable
(45,2%) de todo movimiento de huelgas, pero el mayor aumento de las
protestas de los trabajadores del tercer trimestre de 2014 fue en el sector de la
construcción, pasando de sólo el 2% (cuatro de cada 185 conflictos) en el
tercer trimestre de 2013 al 14,8% (55 de 372 conflictos) en 2014. La bien
documentada crisis del mercado inmobiliario chino es la principal fuerza
impulsora de la ola de protestas. Los promotores tienen que hacer frente a la
disminución de ventas, menor disponibilidad de crédito y la continua presión de
los gobiernos locales para que compren tierras. En esta situación, son siempre
los trabajadores de la construcción los últimos en ser pagados.

18
Además, muchas otras huelgas se han realizado en el país. Según una
encuesta no oficial de la organización CLB (China Labour Bulletin) de Hong
Kong, se produjeron más de una huelga por un día desde la mitad de 2011
hasta finales de 2013. Sin duda, las cifras reales son mucho más grandes, pero
no son suministradas por el gobierno. En 2014, este promedio se elevó a 2,2
huelgas por día, hasta abril. Según la organización, hubo un aumento de 31%
de las huelgas en el primer trimestre de 2014, en comparación con el mismo
período del año pasado.

Las industrias de manufacturas representan 35% de las huelgas en el


primer trimestre de 2014, mientras que el sector del transporte suma 26%,
principalmente de los taxistas. Las huelgas en los servicios públicos han ido
aumentando, con 15 huelgas de maestros y 13 de trabajadores de la salud. Los
reclamos son los mismos: reducción de las horas de trabajo, incremento
salarial, final de la presión de los jefes y la creciente orientación de transformar
los productos de salud en mercadería.

Algunas huelgas que tuvieron mayor impacto fueron en IBM, cuando


anunció la venta de su filial para Lenovo y sus más de 1.000 empleados se
declararon en huelga, en marzo, exigiendo una indemnización superior a la
ofrecida. También en marzo, mil trabajadores de Shanmukang, en Dongguan,
se declararon en huelga contra los recortes salariales y lograron revertirlos,
además de obtener un aumento de horas extras y bonificaciones. Una huelga
de siete meses en Cooper Tire & Rubber, una empresa estadounidense de
neumáticos, impidió su venta a una empresa de la India. El perjuicio con la
huelga fue de 70 millones de dólares y la empresa dejó de recibir 2.500
millones de dólares por la venta.

Miles de trabajadores metalúrgicos de la ciudad de Wugang (en el centro


de China) entraron en huelga el primer fin de semana de febrero de 2015 por
salarios más altos. Más de 10.000 trabajadores de una de las principales
productoras de acero chino, la estatal Wuyang Steel & Iron Co. en la
provincia de Henan, bloquearon carreteras y portaban pancartas exigiendo
mejores salarios y una mejor gestión.

19
La situación de los migrantes internos es la raíz de las huelgas

Los trabajadores de las empresas estatales continúan en la retaguardia de


las luchas en China, aunque algunos sectores de la administración pública se
han puesto en marcha. Desde 2007, la vanguardia indiscutible son los
inmigrantes internos, cuando las huelgas se concentraron en la provincia de
Guangdong, sureste de China. Desde entonces, su situación económica no ha
tenido ningún cambio significativo, pero ha aumentado su potencia,
principalmente por la experiencia adquirida en estos años y por factores
sociales y demográficos.

Oficialmente, hay 269 millones de “migrantes” en China. Pero, por un


envejecimiento de la población y por la baja tasa de natalidad, ahora hay 35
millones de trabajadores potenciales (entre 15 y 39 años) menos de los que
existían hace 5 años.

En 2004 se registró por primera vez escasez de mano de obra. Desde el


máximo que tocó en 2001, la población en edad de trabajar ya se redujo en
unos seis millones de personas y el número de chinos mayores de 15 y
menores de 30 viene cayendo desde 2011.

Esos obreros jóvenes, que por primera vez eran menos de los que
necesitaba la industria, no estaban dispuestos a trabajar 14 horas diarias por
un salario miserable. Esto provoca, junto con la exigencia de una mayor
especialización, una disminución de la oferta de trabajo, alentando a los
trabajadores a luchar. Su lucha ha significado que los salarios se incrementaran
dos dígitos en los últimos años. En 2013, el incremento medio fue de 13,9%.
Sin embargo, los precios de los bienes esenciales han aumentado a mayor
velocidad, cancelando los aumentos obtenidos. Según el Departamento
Nacional de Estadísticas, el costo per cápita de la vida ha aumentado un 21,7%
en 2013. La vivienda tuvo un incremento de 27% y representa la mitad del
costo de la vida de un trabajador migrante.

20
Las estadísticas también muestran que la mayoría de los migrantes no
tiene ninguna forma de seguro social. En 2013, sólo 15,7% de ellos tenía
seguridad social, 17,6% tenía plan de salud, 9,1% contaba con seguro de
desempleo y sólo 6,6% de las mujeres tiene seguro de maternidad.

La desigualdad en China no ha parado de crecer. En 2010, el coeficiente


de Gini, que mide la desigualdad con valores entre 0 y 1 (las sociedades más
desiguales se acercan a 1), dio un valor de 0,61 para China, más que Brasil
(0,52) y que EE. UU. (0,47). China venía de tener tan poca desigualdad como
Suecia en los ’80.

Esto demuestra, en primer lugar, que no existen las supuestas ventajas de


un capitalismo férreamente controlado por un gobierno “comunista”, capaz de
garantizar la “paz social” para la explotación de los trabajadores. Lo que
prevalece en China es la más completa anarquía en la producción y la puesta
en práctica, en las relaciones empleador/empleado, de “la ley del mercado”.

La gran “ventaja” para los capitalistas es la existencia de una dictadura


que reprime cualquier movilización de los trabajadores en nombre de la
“estabilidad”. Es decir, de permanecer en el poder.

En segundo lugar, muestra que el capitalismo en China no es capaz de


resolver la pobreza de clase obrera, especialmente su sector más explotado (los
migrantes), porque el crecimiento económico del país se basa en esta
explotación.

Las reformas económicas (la restauración capitalista) tuvieron un


resultado contradictorio, que incluyó el surgimiento de un nuevo proletariado
aglomerado en gigantescas concentraciones obreras en los nuevos bastiones
industriales, al tiempo que ha significado el cierre y/o declinación de los viejos
bastiones de la antigua economía burocráticamente planificada.

Este proceso impactó con fuerza en la configuración de la clase obrera y


sus luchas. En un primer momento, resultó en un movimiento obrero
semiproletario en el que todavía pesaban las costumbres campesinas. Esta
primera generación, educada en el trabajo en el campo y la disciplina social de

21
la aldea, vivió la llegada de la industria, aun con ritmos de explotación brutales,
como una mejora en sus condiciones de vida.

Los hijos de esa primera generación, nacidos después de 1980 y que hoy
componen el 60% de la clase obrera migrante, son los protagonistas del
proceso actual. Se distinguen de sus padres en que no están resignados a
soportar los abusos, bajos salarios y malas condiciones de trabajo que habían
impuesto los empresarios a sus padres y su nivel educativo más alto ya que el
67,2% terminó la secundaria, casi un 20% más que sus padres y su
identificación con la cultura urbana -solo el 11% tiene experiencia en trabajo
rural, contra un 35,7% entre sus padres.

Esta es la nueva generación de trabajadores migrantes, que está en el ojo


de la tormenta de la resistencia obrera que recorre China.

La escasez de mano de obra no es la única explicación del poder creciente


de los trabajadores. Según CBL, también tiene que ver con el uso de redes
sociales y celulares por parte de los trabajadores migrantes ya que internet
facilita la comparación de sueldos y provoca el aumento de la visibilidad de las
protestas.

A mis hermanos y hermanas que ya no están

Yo soy igual a ustedes

Yo era igual a ustedes:

Una adolescente que se fue de casa

Con ganas de abrirse camino en el mundo

Yo era igual a ustedes:

Mi mente se esforzaba en medio de la prisa de la cadena de montaje

Mi cuerpo estaba atado a la máquina

22
Día tras día anhelaba dormir

Y sin embargo luchaba con desesperación por conseguir horas extras

En el dormitorio, yo era igual a ustedes:

Cada uno era un extraño para el resto

Hacer la cola, abrir la canilla, lavarse los dientes

Salir a toda prisa cada uno hacia la fábrica

A veces pienso en irme a casa

Pero si me voy a casa ¿después qué?

Yo era igual a ustedes:

Me gritaban todo el tiempo

Mi autoestima era pisoteada sin piedad

¿Acaso la vida se trata de convertir mi juventud y mi sudor en materia


prima?

¿De vaciar mis sueños, de colapsar en un estallido?

Yo era igual a ustedes:

Trabajar duro, seguir las instrucciones y callarse

Yo era igual a ustedes:

Mis ojos, solitarios y exhaustos

Mi corazón, agitado y desesperado

Yo era igual a ustedes:

23
Atrapada por las reglas

Con un dolor que me hace desear que esta vida se termine

La única diferencia es

Que yo al final me escapé de la fábrica

Y ustedes murieron jóvenes en una tierra extraña

En su decidida sangre roja

Una vez más, me veo a mí misma

Tan presionada y exprimida

Que no me puedo mover

Yan Jun, ex trabajadora de Foxxcon3

ANEXO I

Crisis en las industrias del carbón y el acero

El gobierno chino anunció que planea despedir a 1,8 millones de


trabajadores de los sectores del carbón y el acero, dentro de la estrategia de
reestructuración industrial impulsada por Pekín.

Esta ola de despidos fue anunciada el último día de febrero por el ministro
de Recursos Humanos y Seguridad Social chino, Yin Weimin, en una rueda de
prensa en la que, por primera vez, el Gobierno del gigante asiático puso cifras
al costo social que tendrán sus planes.

La cifra representa alrededor del 15 % de la fuerza de trabajo en los


sectores del carbón y del acero de China que emplean a cerca de 12 millones
de trabajadores, según datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas.

3
Traducido de la versión inglesa de Gregory Fay y Jeff Hermanson por Diego Ruggeri.

24
Junto a la reestructuración industrial, el ministro chino también dijo que el
Ejecutivo está ultimando un plan para retrasar de forma gradual la edad de
jubilación, que ahora es de 60 años para los hombres y de 55 o 50 años para
las mujeres, en función del trabajo que desempeñan.

Se trata de una de las reformas estructurales que Pekín persigue desde


hace años, pero que se ha ido posponiendo por las reticencias de las
administraciones locales, temerosas por las posibles consecuencias. Las
autoridades locales temen que el cierre de minas, fábricas y el despido masivo
de tantos trabajadores derive en protestas que pongan en peligro la estabilidad
social. Muchas de estas industrias se concentran en las regiones del norte y el
noreste del país y generalmente pueblos y regiones enteras dependen de estas
fábricas para vivir.

El gobierno también anunció que las empresas tendrán la responsabilidad


principal de ofrecer nuevas ocupaciones a los trabajadores que ya no sean
necesarios. El ministro Yin añadió que, para quienes tengan que salir de las
compañías, los gobiernos locales prepararán programas de formación y se
incentivará el retiro voluntario de los empleados que ya hayan alcanzado la
edad mínima de jubilación.

El Gobierno chino anunció la última semana de febrero que establecerá un


fondo de 100.000 millones de yuanes (15.300 millones de dólares, 13.800
millones de euros) para asistir a quienes pierdan su trabajo en el proceso de
reestructuración industrial.
Este fondo buscara “aliviar” el impacto social de millones de despidos mediante
seguros de desempleo y la prestación de beneficios sociales para los
trabajadores ya que es muy probable que el plan de reubicación laboral solo
absorba a un pequeño número de los despedidos.

El anuncio del gobierno chino se da en un momento de aumento en la


conflictividad social. En 2015 se produjeron en China 2.774 huelgas y protestas
laborales, el doble que en 2014, según la ONG China Labor Bulletin, que vincula
esta ascendente agitación con las dificultades que ha generado para muchas
empresas la ralentización económica.

25
La mayor productora de carbón del noreste de China, Heilongjiang
Longmay, anunció que recortará su plantilla en 100.000 empleados en los
próximos tres meses, lo que supondría uno de los mayores despidos colectivos
del país en los últimos años, según informó el diario oficial China Daily.
La empresa estatal, con una plantilla de 240.000 personas, ha sufrido
cuantiosas pérdidas económicas en los últimos tiempos, en un contexto de
bajada de precios de las materias primas y con China intentando reducir su
dependencia energética del carbón en favor de fuentes más limpias.
La firma señaló que creará un centro de atención a estos despedidos, para
ayudarles a buscar otros empleos o iniciar sus propios negocios. La compañía,
que produce la mitad de carbón de la provincia nororiental china de
Heilongjiang (fronteriza con Rusia), también anunció la venta de negocios no
carboníferos hasta ahora ligados a ella.
Desde la caída de precios del carbón iniciada en 2012, la minera ha sufrido
problemas económicos, que en 2014, tras iniciales despidos de miles de
empleados y programas de reestructuración, aún arrojaron pérdidas de 5.000
millones de yuanes (815 millones de dólares). Longmay produce diez veces
menos que la mayor firma de carbón de China, Shenhua Group, pero su
plantilla es mayor que la de ésta última, actualmente compuesta por 214.000
empleados. Los problemas de Longmay son sintomáticos en la gigantesca
maquinaria que componen las empresas estatales chinas, que el gobierno
quiere reformar con un ambicioso programa de reconversión anunciado este
mes.

ANEXO II

Entrevista a Ellen David Friedman

Publicada por Viento Sur a propósito de las detenciones a activistas


sindicales a principios de diciembre pasado.

26
Ellen David Friedman, es una veterana sindicalista de la Asociación
Nacional de la Enseñanza en Vermont, EE. UU., miembra fundadora del Partido
Progresista de ese Estado y del Comité Político de la revista Labor Notes, ha
trabajado durante la última década con activistas sindicales en Hong Kong y en
la China continental. Ha hablado con Ashley Smith sobre la represión, sus
causas y qué pueden hacer los sindicalistas para ayudar a los activistas chinos a
conquistar la libertad y la justicia.

[…]desde el comienzo de la presidencia de Xi Jinping en China hace tres


años, el Estado se ha apartado definitivamente de toda actitud de tolerancia
hacia cualquier clase de activismo y de organización en el seno de la sociedad
civil. Durante la presidencia anterior de Hu Jintao, parecía haber bastante más
espacio para el desarrollo de ONG y para un discurso crítico y la investigación.
Bajo el mandato de Xi Jinping, este espacio ha quedado fuertemente reducido.
Desde que Xi asumió el poder, el Estado ha acosado a las ONG laboralistas, ha
criminalizado la resistencia de los trabajadores y ha detenido y llevado a juicio a
activistas obreros. El gobierno ha lanzado asimismo una campaña “contra la
influencia extranjera”. Por tanto, puesto que he participado en el movimiento
obrero en China durante este periodo y dado que soy extranjera, lo único que
podemos decir es que mi detención es coherente con su política.

¿Qué alcance tiene la represión? ¿Contra quién se dirige?

El dato más reciente es la espectacular detención de una veintena de


activistas el pasado tres de diciembre. Todos ellos fueron detenidos en
Guangzhou, una de las ciudades más grandes de China, que se halla en la
costa, en el sudeste del país, justo enfrente de Hong Kong. Es la capital de la
provincia de Guangdong, donde nacieron los mercados de capitales y de trabajo
a comienzos de la década de 1980. Desde entonces, ha experimentado muchos
cambios: decenas de millones de trabajadores inmigrantes se han instalado allí
en busca de trabajo. La zona también ha sido testigo del auge de la resistencia
obrera. En este ambiente de activismo obrero han estado operando alrededor
de una docena de ONG laboralistas.

27
El gobierno ha centrado la represión en los activistas relacionados con
cuatro de estas ONG laboralistas. Algunas de ellas son organizaciones bastante
inocuas que prestan servicios como ayudar a trabajadores accidentados a
reclamar la indemnización del seguro. Otras participan más activamente y
ayudan a los trabajadores a desarrollar aptitudes de liderazgo y de negociación
colectiva entre los que han encabezado huelgas y otras acciones. La mayoría de
los detenidos fueron interrogados y después puestos en libertad el mismo día,
pero siete de ellos siguen detenidos y se enfrentan a sendos juicios penales. La
persona más destacada entre los detenidos es Zeng Feiyang, fundador y
director de la ONG laboralista más antigua y conocida en China, el Centro
Obrero Panyu.

El gobierno ha acusado a la mayoría de detenidos de alterar el orden


público, que es la acusación habitual formulada contra los activistas del mundo
laboral. A uno de ellos lo han acusado de malversación de fondos. El
movimiento de solidaridad ha contratado abogados que los defiendan –de
hecho, existe actualmente un equipo de abogados de 60 miembros que se han
mostrado dispuestos a representarlos–, pero hasta ahora no han podido
ponerse en contacto con los detenidos, de modo que todavía desconocemos de
qué exactamente se les acusa.

¿Es esta acción represiva una respuesta a la proliferación de las


huelgas en China?

Eso creo. Sin duda ha habido un aumento notable de las huelgas, que en
gran parte se debe tal vez a la desaceleración económica en China, que ha
provocado una oleada de cierres y traslados de fábricas con la consiguiente
pérdida de puestos de trabajo. Los empresarios también han incumplido su
obligación legal de pagar la indemnización por despido en el momento de cerrar
las fábricas. Además, los trabajadores que han perdido su empleo se han
percatado de que sus patronos no habían pagado la cuota patronal, es decir, la
seguridad social y el seguro de pensiones. Muchos de estos trabajadores están
en su treintena o cuarentena y ahora se ven ante la tesitura de tener que
volver a sus provincias, ciudades y aldeas de origen, sin derecho a ninguna

28
pensión. Todo ello ha propiciado numerosas manifestaciones y huelgas
recientes.

Pero también forma parte de un proceso más prolongado de creciente


combatividad obrera a lo largo de los últimos 15 años. Todas estas huelgas y
manifestaciones han permanecido relativamente aisladas. Los trabajadores no
han conseguido hacer confluir sus luchas, pero la gente, por supuesto, ha
empezado a aprender de su experiencia. A resultas de ello, las huelgas han
cambiado de naturaleza: están mejor organizadas y se han vuelto más
estratégicas. Los trabajadores están aprendiendo más cosas sobre la
negociación colectiva. Están aprendiendo a interactuar tanto con el capital
como con el Estado. Esto supone sin duda una amenaza para el gobierno.
También ha afectado al sindicato oficial, la Confederación Sindical China. En
realidad, no es un sindicato, sino más bien un instrumento utilizado por el
gobierno para controlar a los trabajadores. No representa a estos últimos, sino
principalmente a los patronos. Los obreros no confían en él, de manera que
ahora entienden realmente, sobre todo los inmigrantes, que han de construir
sus propias organizaciones. Así, actualmente se habla más que en el pasado de
la necesidad de construir algo así como un sindicato independiente. Claro que
esto supone cruzar una línea roja en China. El gobierno no lo tolerará, de modo
que esto también puede ser una razón del recrudecimiento de la represión.
¿Han comenzado los trabajadores a crear nuevas organizaciones
para ofrecer resistencia al deterioro económico y a la represión?

Sí, pero es un proceso muy incipiente. Los trabajadores lo tienen muy


difícil para coordinarse, al igual que los activistas y los estudiantes. El Estado
está al acecho para desbaratar cualquier intento en este sentido. He aquí un
ejemplo: yo he estado colaborando con la Universidad Sun Yat-sen, en
Guangzhou, durante los últimos diez años. Durante la presidencia relativamente
liberal de Hu Jintao conseguimos poner en marcha un centro internacional de
estudios sindicales en la Escuela de Gobierno. Realizamos investigaciones con la
participación de académicos de derecho laboral, sindicalistas, economistas,
historiadores y abogados laboralistas, tanto chinos como extranjeros. Esto
permitió realizar una labor maravillosa de investigación, enseñanza y trabajos
29
prácticos. Pues bien, las autoridades cerraron el centro el año pasado. No
explicaron el motivo, simplemente lo cerraron de golpe y porrazo. Los
académicos, estudiantes, activistas y trabajadores que se habían relacionado al
amparo del programa intentan mantenerse en contacto y continuar con la
labor, pero ya no podemos llevarla a cabo de una manera formal.

El centro de estudios sindicales había pasado a ser un motivo de


preocupación para las autoridades.

Bibliografía

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“Continúa la reducción de la demanda internacional y la interna sigue
estancada”, La Jornada, México, 13/3/2016.
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provoca un gran aumento de las protestas obreras en China”, 27/10/2014.
De Zárate, Francisco, “Las huelgas por aumento de salarios se multiplican en
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Gallardo, Juan Andrés y Murillo, Celeste, “Proletariado made in China”, Ideas de
Izquierda, Buenos Aires, junio 2014.
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Hernandez, Mario, “La situación de la clase obrera en China” en ¿A dónde va
China?, Editorial Metrópolis, Buenos Aires, 2016.
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1/5/2014, fuentes: http://www.lcr-lagauche.org/chine-l... y www.esqueda.net
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empleados”, Agencia Efe, 27/09/2015.
Lin, Kevin, http://www.solidarity-us.org/site/node/4513 publicado en
http://www.sinpermiso.info/
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archive2.com/?u=90c7e2baed&id=0d0a5cd1b0&e=184c3002ea
Margarido, Marcos, http://www.litci.org/inicio/newpaises/asia/china/4400-
brazos-cruzados-maquinas-paradas, 31/5/2014
Ngai, Pun; Chan Jenny y Selden, Mark, Morir por un iPhone. Apple, Foxconn y
las luchas de los trabajadores en China, Ediciones Continente, Buenos Aires,
2014.
30
Sacchi, Diego, “Miles de metalúrgicos en huelga por salarios más altos en
China”, La Izquierda Diario, 11/2/2015.
“Represión en China contra activistas sindicales ante el aumento de las
huelgas”, La Izquierda Diario, 14/01/2016.
“China: se enfría la economía y se calientan las protestas”, La Izquierda Diario,
27/02/2016.
Smith, Ashley, “Entrevista con la sindicalista Ellen David Friedman”,
rebelión.org, 1/5/2015.
Xiaobo, Liu, No tengo enemigos, no conozco el odio, Emecé, Buenos Aires,
2012.

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