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¿Una solución?
Henry Herrera
NRC: 2284
La cuestión de la prisión, lleva consigo un debate tan fuerte como el que hemos
planteado a lo largo del ensayo. Se ha escrito sobre estas instituciones, sobre sus
defectos y sus necesidades. Hoy en día, sigue planteando serios problemas,
sobretodo en el marco de los Estados democráticos, y en concreto de aquellos
que se denominan de derecho y sociales. Ello es así, porque hemos pasado,
como apunta Focault de una sociedad del espectáculo a una sociedad de la
vigilancia. Si bien hace tiempo que los castigos ya no son públicos, si es cierto,
que en algunos países la "pena de muerte sigue siendo un espectáculo a abolir en
el mundo". Ahora bien, si esta abolición conlleva la aparición de las instituciones
carcelaria, cuyo objetivo es el de disciplinar, y por tanto, conseguir los
comportamientos que el país desee; no creemos que esta opción sea válida,
puesto que se ponen en juego los derechos del individuo.
[...]
¿Qué deben pensar los hombres al ver a los sabios magistrados y graves
sacerdotes de la justicia, que con indiferente tranquilidad hacen arrastrar a
un reo a la muerte con lento aparato; y mientras este miserable se
estremece en las últimas angustias, esperando el golpe fatal, pasa el juez
con insensible frialdad (y acaso con secreta complacencia de la autoridad
propia) a gustar las comodidades y placeres de la vida?
¡Ah! (dirán ellos), estas leyes no son más que pretextos de la fuerza,
y las premeditadas y crueles formalidades de la justicia son sólo un
lenguaje de convención para sacrificarnos con mayor seguridad,
como víctimas destinadas en holocausto al ídolo insaciable del
despotismo.
Si se me opusiese como ejemplo el que han dado casi todas las naciones y
casi todos los siglos decretando pena de muerte sobre algunos delitos,
responderé que éste se desvanece a vista de la verdad, contra la cual no
valen prescripciones, que la historia de los hombres nos da idea de un
inmenso piélago de errores, entre los cuales algunas pocas verdades,
aunque muy distantes entre sí, no se han sumergido. Los sacrificios
humanos fueron comunes a casi todas las naciones. ¿Y quién se atreverá a
excusarlos? Que algunas pocas sociedades se hayan abstenido solamente,
y por poco tiempo, de imponer la pena de muerte me es más bien favorable
que contrario; porque es conforme a la fortuna de las grandes verdades,
cuya duración no es más que un relámpago en comparación de la larga y
tenebrosa noche que rodea los hombres.
[...]