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“Me siento parte de esto”, concluyó el prolongado comentario, tanto crítico como
constructivo y agradecido, que una profesora le hizo a uno de los coordinadores. “Lo
que te quiero decir con todo esto es que me siento respetada”, terminó otra situación
similar de intercambio. Había sonrisas, había entusiasmo, había cansancio, algunas
cuantas precauciones consideradas vitales para el futuro de la implementación
curricular, había sentidos: acaso un terreno fértil para seguir creando condiciones para la
constitución de lo nuevo, en este caso encarnado en una escuela recreada desde y con la
complejidad y el conflicto como modo de recuperar su capacidad interpeladora y su
carácter político-cultural público, gratuito y universal.
20 de Diciembre de 2008
Concluyó la 2da. parte del “Acompañamiento Capacitante” para la implementación
curricular
En esta cuarta serie de talleres se trabajó a partir de las propias representaciones como
modo de ir desarrollando el cruce entre la perspectiva etnográfica y la educación
popular, enmarcado en la aprehensión de una herramienta de aproximación
sociocultural. Y esto porque las representaciones hablan de nuestro posicionamiento
subjetivo; y lo central tanto de la etnografía como de la educación popular, no son tanto
las técnicas, sino los posicionamientos.
De esta manera, se propuso trabajar en grupos con cuatro siluetas. Esas cuatro siluetas –
un alumno, un maestro, una escuela y la sociedad- quedaron impregnadas de ideas y
características. El ejercicio –de por sí formativo- dio cuenta de la amplitud de modos de
considerar a los ámbitos y a los actores que entran en juego en la educación formal. Y
por eso, en el mismo movimiento sirvió para poner en juego las miradas sobre lo
sociocomunitario y lo escolar, y para poner en evidencia la reflexión sobre la mirada
desde la cual se mira.
Este ejercicio de las siluetas dio pie a la presentación de los (al menos) cuatro ejes desde
los cuales abordar la relación entre la educación popular y la perspectiva etnográfica.
Empezando por las representaciones –como la reflexividad en tanto aquella distancia
con las representaciones que se cargan y cierta reflexión sobre el proceso de
conocimiento, y la problematización-, pasando por el reconocimiento (del universo
vocabular y de la otredad), el punto de partida (el aquí y ahora del otro y los sujetos
culturales) y el proceso (de diálogo educativo y de diálogo cultural).
Para este proceso de comprensión, fue de suma importancia el documento elaborado por
una colega de Olavaria, la Profesora Ana María Díaz, titulado “El trabajo en terreno en
la Formación Docente. Enfoque teórico-metodológico”, quien nos invitaba a situarnos
en la posición de quien vive esta experiencia como si fuera un viaje, y lo relata (como
cualquier navegante) en su cuaderno de bitácora para comunicarlo a otros.
El cuarto encuentro finalizó con la proyección de un breve video que preparó el equipo
coordinador, con fotografías de los talleres realizados durante el año en el
Acompañamiento y de los espacios y organizaciones donde se realizan las prácticas en
terreno.
Una vez realizada la lectura del texto, se discutió por grupos: ¿qué articulaciones y
distancias encuentran entre lo propuesto y lo que efectivamente hicieron?; ¿qué
cuestiones formativas y subjetivas percibieron en alumnos y docentes?; ¿qué cosas de
las que hicieron no las volverían a hacer o las harían de otro modo?; y ¿qué
profundizarían de la práctica en terreno el próximo año? En general, los profesores
acordaron con el “Itinerario”, manifestando que logró interpelar a repensar el proceso
para el futuro. Señalaron que había logrado dar cuenta también de las cuestiones
subjetivas que los marcaron intensamente en los comienzos del proceso.
Otro punto central de los quintos encuentros fue abordar el desafío de la evaluación y
calificación del Campo de la Práctica. Desde principios de año, la Dirección de
Educación Superior consideró que la prescripción de modalidades evaluativas cerradas
no se condice con esta nueva experiencia de concebir la práctica. Porque el sumergirse
en espacios sociales para reconocerlos como polos formativos de sujetos y
subjetividades, a la vez que aprehender herramientas para trabajar educativamente la
conflictividad y complejidad actual (aspectos que atraviesan, de hecho, a los espacios
sociales), requiere una actitud antropológica, a modo de un etnógrafo en situación de
viaje. Antes que conservar modalidades rígidas de evaluación, el Equipo Central insistió
en la importancia de “reconocer la construcción colectiva de la manera de evaluar el
campo que, de una manera u otra, venimos realizando durante el año”. De hecho, una
profesora dijo que a la evaluación “la estamos construyendo permanentemente”. No
obstante, como había sido un importante demanda, se propuso trabajar por grupos la
técnica de lluvia de ideas por tarjetas, respondiendo a los disparadores: ¿qué evaluar?
¿cómo evaluar? ¿qué objetos evaluar? La puesta en común de la actividad dio cuenta de
la pertinencia de los modos de evaluar que los profesores ya venían utilizando a lo largo
del año, poniendo la mirada en el “proceso” y en el posicionamiento de los alumnos: la
apertura, el compromiso, la participación, el reconocimiento y valorización de otros
espacios formativos, el reconocimiento de problemáticas sociales y la consideración de
otros saberes.
Por otra parte, en aquel testimonio parece jugarse el sentido del Acompañamiento
Capacitante: estar juntos en tiempos de complejidad sociocultural que pone en jaque el
alcance interpelador de la escuela; un espacio colectivo en donde profundizar la
propuesta teórico-política del nuevo diseño, pero haciéndolo al tiempo que se lo
implementa “con” los alumnos en una imprescindible relación entre teoría y práctica.
Más que nunca, en este desafío pedagógico de hacer más complejas las miradas que
leen la complejidad, nadie se educa sólo, sino conjuntamente con la mediación del
mundo encarnado, en este caso, en la heterogeneidad de los espacios sociales que
devienen formativos en múltiples y variados sentidos. Y hacerlo, inscribe a los docentes
formadores y a los docentes en formación, en un posicionamiento otro: aquel que,
devenido en el gran aporte metodológico de la educación popular, parte de la situación
concreta que viven los educandos (el “aquí y ahora”), constituyendo así una instancia
dialogal de una educación que necesita consolidarse como liberadora.
Lo trabajado
Una vez más, el intercambio entre colegas sobre lo realizado en sus clases y en el
marco del Taller Integrador Interdisciplinario, fue el inicio de esta tercera serie de
talleres de Acompañamiento Capacitante. Un momento sumamente valorado en donde
se vivenció la idea de un acompañamiento no sólo por parte del equipo de Coordinación
de la Dirección de Educación Superior, sino también por parte de los propios colegas
que pusieron en común las sensaciones y la reflexión sobre sus prácticas en el marco de
la transformación curricular.
Seguidamente, se presentó un Power Point sobre algunos rasgos que hacen a una
verdadera “aproximación interdisciplinaria”. La propuesta es dejar atrás búsquedas
positivistas centradas en una identidad científica pura, que piensa la práctica como una
aplicación de las teorías o de la “razón científica”. Porque, hoy más que nunca, la
realidad y la práctica son complejas e “indisciplinadas” y resultaría imposible responder
a ellas desde lugares disciplinarios aislados. El desafío, entonces, es trascender la
“multidisciplina” en donde cada disciplina yuxtapone su mirada y su marco teórico a
modo de un panel de especialistas. Antes bien, la apuesta es partir de situaciones
problemáticas para diseñar abordajes en donde cada disciplina se va enriqueciendo del
encuentro con otras y, al hacerlo, se redefine. Esto implica una triple integración: entre
las disciplinas, entre las teorías y las prácticas, y entre los representantes de cada
disciplina; por eso resulta clave el trabajo en equipo alrededor del Taller Integrador
Interdisciplinario.
También fueron señaladas dos cuestiones que los coordinadores remarcaron como
íntimamente vinculados con la apuesta del horizonte formativo del nuevo diseño. La
primera es la necesidad de que el punto de partida de la educación sean las condiciones
sociales, políticas, económicas (es decir culturales) en las que se encuentran los
educandos. Y esto en contraste con aquella tradición residual que piensa o imagina un
ideal de educando dispuesto a la recepción del aprendizaje cualquiera fueren las
condiciones de comunicación instalada por la relación educativa; es decir, la idea de la
pedagogía de Juan Amós Comenio de un “laboratorio de humanidad” en donde la vida
social es separada de la situación pedagógica, concepción que no hace sino acentuar la
deslegitimación interpeladora del espacio escolar.
En relación a estas dos cuestiones, una docente reconoció que “en la formación
actual no se considera a la educación popular como valor a tener en cuenta”, y que
recuperar esta tradición le parece “imprescindible para enseñar en la escuela de hoy”.
Por último, se trabajó con relatos que daban cuenta de experiencias sociales,
culturales y de emprendimientos productivos. La pregunta volvió a ser si se trataban o
no de espacios interpeladores, por un lado, y por otro cómo (con qué preguntas, en todo
caso con qué posicionamiento) se acercarían junto a sus alumnos. El trabajo constituyó
un paso más en lo concerniente a los criterios para la selección de los espacios sociales,
a la vez que problematizó acerca del posicionamiento con el cual aproximarse a los
espacios sociales, ya que las experiencias relatadas no eran “puras”, es decir, no eran
ajenas a relaciones asistencialistas, escolares, complejas e incluso confusas.
Como cierre, se entregó a cada docente un documento con una herramienta para
pensar cómo abordar el reconocimiento sociocultural, con aportes conceptuales para las
categorías de interpretación posibles y aportes metodológicos. La propuesta de la
Dirección de Superior fue que, al tratarse el reconocimiento de un largo proceso y no de
una etapa primera dentro de una secuencia escalonada, profundizarlas en un próximo
encuentro. Estos próximos talleres, que se realizarían en el segundo cuatrimestre,
enmarcarían ese trabajo etnográfico en las coordenadas teóricas y epistemológicas de la
educación popular.
De un lado, entonces, las voces de los docentes se expresaron con firmeza: “Me genera
la esperanza de creer que se podrá mejorar la educación desde nuevos docentes más
críticos y concientes de su realidad sociocultural”; “Es desafiante y enriquecedor esto de
empezar a tener una mirada más amplia respecto al nuevo rol”; “Me llevo las ganas de
hacer y seguir creyendo que un cambio es necesario y también posible”.
Pero, por otro, subsistió cierta sensación de lo incierto (de lo no totalmente cierto) en el
contexto de un nuevo enfoque teórico, práctico y de posicionamiento o, según una
definición realizada en uno de los talleres en Mar del Plata, en situación de “cambio de
paradigma”.
Resulta al menos complejo discernir el origen de esa tensión: o una debilidad de parte
del “Acompañamiento Capacitante” en tanto metodología de taller, con su apuesta a ir
construyendo progresivamente la transformación curricular y concibiendo a los
docentes como actores activos y protagónicos del proceso; o históricos habitus escolares
que provocan prácticas y representaciones en torno a la necesidad de lo claro, distinto y
ordenado cuando de proceso educativo (propio o ajeno) se trata. Una dualidad marcada
pero, a decir verdad, no siempre puesta de manifiesto de modo dualista por los
participantes: “Este taller me produce incertidumbre –expresó una docente-, e
inquietudes, pero a su vez, me gusta el desafío que plantea”.
Lo trabajado
Al tratarse de la segunda serie de talleres para los docentes del Campo de la Práctica, los
encuentros comenzaron con la puesta en común de lo realizado junto a los alumnos a
partir del taller anterior. Distintas experiencias pedagógicas fueron narradas a la vez que
se pusieron de relieve las sensaciones y la reflexión que las acompañaron. Es así que el
intercambio entre pares en el contexto de esta forma de estar juntos en las
complejidades de la implementación curricular, fue valorado enfáticamente por la
mayoría de los participantes: “Es sumamente importante la riqueza de la experiencia de
los compañeros” afirmó una docente, en el sentido de “compartir experiencias
alternativas que nos permitan seguir reproyectando, reevaluando”. “Acá se puede hablar
con libertad –dijo otra docente-. No hay censura y se produce un encuentro de caminos
formativos que se preguntan por elementos similares a lo que yo me pregunto y que
vine a buscar”.
Aunque las actividades trabajadas no siempre siguieron el mismo orden, los talleres
cerraron con el acuerdo y explicitación de los pasos a seguir en el proceso de sumersión
de los alumnos en la vida social de las ciudades y pueblos de la Provincia.
Más allá de las tensiones que puedan ser nombradas, son variadas las sensaciones que
produce una estrategia de acompañamiento en un cambio de diseño curricular para
todos los docentes del Campo de la Práctica en una provincia tan grande como Buenos
Aires.
Respecto a qué se habían llevado del taller, una docente dijo: “Encuentro con mis pares,
intercambio de inquietudes, ideas y propuestas”. “Me siento muy movilizada,
replanteando ideas y con un panorama más claro –fue otro de los testimonios-. En
realidad todo lo que se nos brinda en estos encuentros nos da mucha tranquilidad”.
“Aunque prevalezca la incertidumbre –agregó, finalmente, otra participante-, ahora se
me presenta con bastante claridad hacia dónde me dirijo y la importancia y el por qué de
lo que estamos haciendo”.
Una construcción que no hace sino recuperar tradiciones pedagógicas que alientan
modos de comprensión complejos para una realidad compleja y que, entre otras cosas,
supone el desafío de reconocer y aprender de los múltiples espacios sociales que
devienen potencialmente educativos en tiempos de desarreglo del contrato social y de
crisis de las instituciones. Se trata, al fin y al cabo, de provocar una mirada hacia los
lugares por donde pasa la formación subjetiva más allá de la institución-escuela y que,
más temprano que tarde, terminan condicionando la práctica educativa en las aulas.
En este sentido, y tendiendo en cuenta las dificultades que mediaron el trabajo con
estas actividades de capacitación iniciales, el Acompañamiento Capacitante partió de un
primer ejercicio que profundizó una actividad ya propuesta: analizar cómo en los
“textos paralelos” al escrito de Paulo Freire (titulado “La importancia del acto de leer”),
aparecían los referentes educativos, las referencias y las prácticas o sentidos educativos.
Así, las puestas en común dieron cuenta de una multiplicidad de aspectos y situaciones
que, nacidas al calor de la rememoración y la narración biográfica, dieron cuenta del
proceso subjetivo de “leer” (comprender) el mundo antes y después del aprendizaje de
la lectura de la palabra escrita. Un ejercicio vital para contrarrestar uno de los aspectos
residuales de la escolarización: lo que Freire llamaba el disciplinamiento de la entrada
del mundo en la conciencia.
Los modos de construcción del mapeo fueron diversos, aunque en la mayoría de los
casos salió a la luz la gran cantidad de espacios sociales que forman parte activa de las
distintas regiones, ciudades y pueblos. Y cómo, en esos espacios, es posible evidenciar
procesos formativos.
Consensuando el Camino
Se consensuó, así, el camino hasta el próximo encuentro: que los alumnos construyan
sus propios mapas junto a los criterios para realizarlo, para después contrastarlo con los
realizados por los profesores. Asimismo, trabajar con los alumnos algunas actividades
tanto del módulo como del primer taller: narrar los modos en que aprendieron a leer el
mundo; detectar lo educativo y lo cultural en la película Bagdad Café; y desarrollar las
perspectivas pedagógicas que aportan a comprender la dimensión educativa de múltiples
espacios sociales que, en definitiva, apuestan a que la escuela recupere su capacidad
interpeladora y su carácter político-cultural.