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DEL BURDEL
E.I. Castilloveitia
1ª edición: 2022
ISBN: 9798794657234
www.agenteliterariopr.com
Ella se convirtió en la marioneta de un ser sin corazón, sin alma, con tal
de salvar a quien más amaba.
DECISIÓN DIFÍCIL
Chantal
Hay cosas en la vida que uno muchas veces quisiera cambiar. Momentos que
desearías no vivir jamás, pero están ahí para hacerte más fuerte. La vida te
obliga a actuar en contra de tu voluntad, hacer cosas que jamás imaginaste
por ver feliz a quien amas y, sobre todo, con salud. El destino me ha puesto
en una encrucijada y aquí estoy, sentada en la cama, rodeada de facturas
médicas que son demasiado costosas para poder pagarlas. Lágrimas surcan
mis mejillas mientras pienso cómo sacar a mi hijo adelante.
Nos mudamos a Alemania hace ocho años, vivíamos bien, hasta que mi
esposo José sufrió un accidente donde perdió la vida. Él trabajaba en un
reconocido banco alemán llamado Deutsche Bank, era asesor y ganaba lo
suficiente como para tener nuestros lujos. Aquel día había salido tarde por
una auditoría, estaba exhausto y se quedó dormido 11
Mi hijo Ezequiel tenía tres años cuando su padre falleció, meses más tarde
enfermó y al llevarlo al médico le diagnosticaron Leucemia. Al parecer la
vida me pasaba factura por todo lo que había hecho. Quizá Dios me encontró
tan vil que merecía la misma muerte en ese instante. Me ahogaba…
—aseguré mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas como tantas
veces en estos últimos meses.
—Si no hay más opción, Paschá será —afirmé con una triste sonrisa en mis
labios.
—No… Solo quiero hablar con el gerente del burdel. Estoy buscando
empleo.
—Eso lo puedo decidir yo, ¿no? —reviré mirándola fijamente a los ojos.
Pasaron varios minutos hasta que el ruido los tacones sobre el impoluto
suelo de mármol me hizo levantar la cabeza.
Entré con timidez por las puertas que la recepcionista me había señalado. La
oficina era bastante amplia, con un majestuoso escritorio tallado en caoba en
su centro. Frente al escritorio divisé dos butacas acojinadas con terciopelo
negro.
—preguntó el elegante caballero frente a mí. Era un señor alto, como de unos
cincuenta y tantos años, ojos azules y una canosa cabellera que denotaba que
alguna vez fue rubio. Tenía una voz tan varonil que podría derretir a
cualquier chica.
—Por favor, necesito el trabajo. Mi hijo está muy enfermo y no tengo opción
—admití con lágrimas en los ojos.
—Bueno, eres muy hermosa y eso es un punto a tu favor. Piensa muy bien lo
que quieres hacer. A la vez que entras es difícil salir. Con tu belleza puedes
trabajar en lo que quieras fuera de este lugar. Quien entra aquí queda
marcada para siempre y es algo que estoy seguro que no quieres. —Asiento
calladamente—. En este lugar puedes hacer lo que quieras, lo importante es
satisfacer al cliente y darle un servicio de excelencia. Tenemos gran
variedad de servicios: sexo anal, vaginal y oral, sexo lésbico,
sadomasoquismo, striptease, sexo grupal, bailes y masajes eróticos. ¿En qué
te quieres especializar?
—repite tranquilamente.
Sentí los colores subir a mi rostro nuevamente, por un segundo quise abrir la
puerta e irme, pero mis pies estaban anclados al suelo.
—respondí sonrojada.
Extendí una mano para acariciar mis senos y con la otra introduce dos dedos
dentro de mí. No puedo evitar dar un respingo y por primera vez en mi vida,
me siento sucia, violada. Lo peor era que no podía demostrar que estaba
inconforme. No podía 17
Elba Castilloveitia demostrar todo lo que me repugnaba hacer esto.
—Lo haces muy bien para ser novata. Estás contratada. Puedes vestirte.
—Ahora bien, aquí usted pone las reglas, usted elige lo que permite a los
clientes hacer o no. Sus ganancias son suyas, lo único que usted paga es la
habitación donde ofrecerá sus servicios. Son ciento cincuenta y cinco euros
semanales. Se le facilitaran condones y lubricantes, la lencería la puede
comprar usted o elegir de nuestro cuarto de vestuario la que considere
adecuada. Todas las facilidades del burdel estarán a su disposición o a
petición del cliente. ¿Entendido? —Se giró para buscar unos papeles en el
archivo—. Este es su contrato, fírmelo y cuando esté lista puede comenzar a
trabajar. ¿Dudas?
El señor Schneider me dio un recorrido por los predios para que conociera
los diferentes pisos y las funciones de cada uno. El lugar era inmenso. El
primer piso estaba dedicado solo a propósitos administrativos. Allí estaba
ubicada la oficina gerencial, contabilidad, recursos humanos y otras que, a
mi entender, eran comunes. El segundo piso estaba dedicado a la comunidad
LGBTT. El tercero era para hacer orgias. Me quede asombrada al ver una
enorme pared translucida donde se podía 18
Caminamos por un largo pasillo para regresar al ascensor y seguir con los
otros pisos del burdel.
Antes del ascensor pude notar una pared rosada con tres orificios en su
superficie. En ellos los hombres introducían su pene para obtener sexo oral.
Los hombres no veían a la persona que les proporcionaba el placer oral,
mientras del otro lado había tanto mujeres como hombres dispuestos a
ofrecer placer. Cuando entramos al ascensor y el señor Schneider me
informó que no entrarían al cuarto y quinto piso ya que están dedicados al
alojamiento de las damas de compañías, prostitutas o como sea que le
llamaban. Ya en el sexto piso me enseñó en dónde debía sentarme a esperar
por algún cliente. Consistía en una sala de espera con asientos acojinados y
un enorme televisor que cubría casi toda la pared.
—Eso es todo por hoy, usted elige cuándo comenzará —concluyó Schneider
rompiendo el silencio—. Los pisos que faltaron los podemos recorrer más
tarde, si usted me lo permite. De hecho, son los pisos más entretenidos. El
octavo es para las bailarinas, como un cabaré con bailarinas exóticas. El
noveno es la zona vip de nuestros miembros del burdel, donde eligen una
habitación lujosa para estar con su dama de compañía todo el tiempo que
deseen. El décimo piso es el lugar de las fantasías, ese lugar donde tu
fantasía se hace realidad y donde lo imposible se vuelve posible. Y, por
último, el piso número once, es un bar con casino, donde las meseras van sin
ropa atendiendo a nuestros clientes. Es un lugar amplio, capaz de satisfacer
los gustos de todos nuestros clientes. Fue un placer tenerte aquí, Chantal,
espero verte pronto. ¿Comenzarás hoy, cierto?
—Gracias, pero hoy solo vine a solicitar, ver cómo es el ambiente. No estoy
lista para comenzar.
La chica del burdel media vuelta para para salir de aquel lugar lleno de
pasiones
prohibidas,
placeres
ocultos
aberraciones sexuales.
Llegué a mi casa y fue corriendo al baño, aún sentía las manos de aquel
señor sobre mi cuerpo, quería sacarme todas esas sensaciones, sacar de mis
pensamientos las imágenes de las parejas teniendo sexo por todos lados. Ni
pensar que a partir de mañana ese sería mi trabajo, pero todo fuera por el
bienestar de mi hijo.
21
22
Antonio era mi amigo de la infancia, mi mejor amigo, diría que el único que
he tenido. Ha estado siempre en las buenas y en las malas, aunque por un
tiempo
solo
conversábamos
mediante
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—No seas amargado, así nos conseguimos unas putas para pasar un buen
rato. —Me levanté malhumorado para quedar frente a mi amigo.
—Mira, Antonio, esas mujeres no sirven, son una escoria, deberían juntarlas
todas y quemarlas vivas.
—¿No has visto las mamacitas que entran y salen de ahí? —continuó él en un
intento por convencerme. Puse mis ojos en blanco, mi amigo no tenía
remedio.
—No me convencerás, esas mujeres no valen nada. Están ahí con todos, no
se aman, ni se respetan. Jamás andaría con una, son unas zorras que le abren
las piernas a cualquiera por dinero
—zanje malhumorado.
—Vale
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—pregunté confundido—. Tal parece que vive cerca, porque se cambió muy
rápido —concluí sin dejar de mirarla. Ella caminaba coquetamente hacia…
¿el burdel?
—Parece que tú angelito no es muy santo que digamos —se burló Antonio.
La luz estaba apagada, por lo que deduje que mi madre estaba encerrada en
su habitación y mi padre había salido para revolcarse con cualquier puta del
camino. No hice más que poner un pie dentro de mi casa cuando la voz de mi
madre me ensordeció. Estaba sentada en el mueble tranquilamente, su
cabello desordenado y sus profundas ojeras bajos sus ojos mostraban la
infelicidad de los últimos meses. No pude evitar dar un brinco al escuchar su
voz reclamándome.
—¿A estas horas llegas? ¿Qué te crees? Todo el día en la calle y no haces un
divino, no ayudas. Con veintiocho años no haces nada, eres un holgazán.
A veces solía parecer duro y cortante, pero no entendía cómo había mujeres
sin dignidad, que no se valoraban, que preferían estar con un hombre que las
maltrataba y humillaba con tal de no estar solas. Muchas no se daban el lugar
que se merecían.
La chica del burdel puede vivir con un amor que solo te destruye.
Mi padre, en un principio, era un hombre recto, que amaba a mi madre de
verdad. Se le notaba en cada gesto, cada mirada, era un hombre que infundía
respeto, pero un día todo cambió, empezó a beber y beber hasta quedarse
dormido en cualquier esquina. Comenzaron los insultos a mi madre, el
maltrato físico y psicológico, ahí se fue deteriorando mi familia, cada día
nos separamos más y más.
Hacía varios meses que nos mudamos a esta ciudad, buscando olvidar
momentos tristes en nuestra familia. Antes lo tenía todo, amigos, novia, un
empleo humilde, pero que me ayudaba a vivir el día a día.
Nuestro único medio de comunicación eran los mensajes que me envía por
WhatsApp. Dejé el celular a un lado y la imagen de la chica del
supermercado vino a mi mente. Era hermosa, muy hermosa, pero ¿trabajará
en el burdel? No toleraba esas chicas y ninguna que no se amara, ni a su
cuerpo. Una muchacha tan hermosa con toda una vida por delante, vender su
cuerpo, arriesgándose a contraer alguna enfermedad… No podía ser, quizás
estaba equivocado. Sacudí mis pensamientos, 27
—suelto
pensativo
mientras
enrollaba el cable de los audífonos una y otra vez entre mis dedos.
—Está bien, iremos, solo porque quiero estar seguro de que esa chica no es
una de ellas —acepté no muy convencido.
Mi madre tomó un papel e hizo un listado de las verduras que necesitaba que
luego me entregó.
—Mamá, llegué —le dije al regresar y dejar las cosas sobre la mesa.
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EL PRIMER DÍA
Chantal
«No puedo estar con nadie, esa es mi meta, no envolverme con nadie. Daré
todo el placer que exijan, pero hasta ahí. El corazón queda fuera y mis
sentimientos quedan nulos desde hoy.»
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Se me rompía el alma cada vez que me suplicaba de esa forma, sobre todo
con su carita triste. Lo amaba tanto, si fuera por mí me quedaba a consentirlo
día y noche.
—Solo serán tres horas. Anita te cuidará. Te amo. —Le di un último abrazo
con otro beso y salí al burdel.
Ya eran las seis de la tarde, por lo que esperaba estar de regreso a casa
como a las nueve y media de la noche.
Una vez en la entrada del burdel sonreí hacia los dos guardias de la entrada.
Me crucé con el señor Schneider, quien me dio un ligero saludo con la
cabeza y siguió de largo. Caminé hacia mi habitación, donde puse el código,
seguido de la llave y pasar la tarjeta. Aquel espacio tenía más seguridad que
el presidente de los Estados Unidos.
Sonreí ante mis pensamientos y por fin entré a la habitación. Guardé mis
cosas en el armario, excepto la llave y la tarjeta. Me detuve a pensar sobre
lo que haría y decidí que quería bailar. Me vestí con una lencería demasiado
provocativa para mi gusto y un antifaz para evitar ser reconocida. Luego subí
al octavo piso y comencé mi trabajo. Lo primero que se veía era una gran
tarima en forma rectangular donde las chicas hacían sus bailes sensuales. Me
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La chica del burdel dejé llevar y comencé a moverme sensualmente imitando
a las demás. Mientras bailaba fui tocando mis partes ante la mirada lujuriosa
de varios hombres, los cuales no despegan sus ojos de mi cuerpo. Era un
lugar amplio, lleno de mesas redondas donde se sentaban los clientes con
bebidas alcohólicas en sus manos, tenía tubos, columnas, trapecios y un sin
fin de cosas para incitar al sexo y probar la creatividad al bailar. Sin
embargo, allí el hombre no podía manosear a las bailarinas, solo dejar
dinero en los encajes.
Decliné la oferta y decidí que me iba a casa. La verdad no estuvo nada mal,
pero me sentía exhausta. Salí del burdel y al pasar por el supermercado vi al
chico de la tarde entrando.
—Sí, cereal, pero fue de merienda, se comió toda la cena —se defendió mi
amiga.
Lo abracé y besé como si fuera a verlo por última vez. Me quedé un instante
mirándolo con ternura, mientras miles de pensamientos corrían por mi mente.
Cuando me di cuenta de que se había quedado profundamente dormido, fui a
la sala junto a mi amiga.
—¿Cómo te fue?
—¿En serio? Pero si aceptas las ofertas es mucho más —sugirió Anita
mirando todo el dinero que saqué de mi cartera—. ¡Es demasiado! Aunque
he hecho mucho más —se llenó de orgullo.
—Ya te dije que solo bailé. Es incómodo que te estén mirando con ojos
brillantes llenos de lascivia.
—Lo sé, pero confío en ti. Lo hago por placer, me gusta. Admito que soy una
ninfómana sin remedio.
—¿Y que te estén mirando a través de las paredes acristaladas? Estás loca.
Nunca he hecho eso y no creo que lo vaya a hacer —respondí apenada.
La miré con incredulidad. Ella no entendía que para mí esto era difícil, que
lo hacía por necesidad, no por gusto. Lo único que me motivaba a seguir era
mi hijo, y si podía evitar tener relaciones, mejor.
—Y eso que solo bailaste. Espera a que te toque uno de esos hombres
calentones que no te dan tregua. Morirás. Bueno, iré a trabajar, luego te
cuento —añadió ella para luego darme un beso y salir de mi hogar.
—Doctor, mi hijo está ardiendo en fiebre y está sangrando por la nariz, está
bañado en sudor, no sé qué hacer —dije desesperada al escuchar su voz al
otro lado de la línea, aferrando mi hijo contra mi pecho—. No tiene fuerzas,
está pálido —terminé ya con lágrimas en los ojos.
—Estará bien, pero si continúa con la fiebre deberá llevarlo al hospital para
un mejor tratamiento. —El doctor hizo unas anotaciones en papel y me lo
pasó—. Aquí tiene unas pruebas de laboratorio, es importante que se las
haga y luego vaya cuanto antes al pediatra.
—Gracias, doctor —agradecí resignada. ¿Qué más podía hacer? Odiaba ver
a mi hijo enfermo, daría lo que fuera por ser yo la que estuviese así y no él.
Le pagué al doctor y me quedé toda la noche 36
Mi casa era como si fuera la de ella también, casi parecía que vivía aquí. Le
agradecí, porque sin ella no sabría qué sería de mí; era un gran apoyo.
—No dormí muy bien. Echy se puso mal en la noche, llamé al médico y
ahora es que la fiebre está cediendo. Tal vez luego lo lleve al hospital.
—Lo dejamos con mi mamá, ella sabe qué hacer, anda. —Anita no me iba a
dar tregua, así que acepté para evitar que siguiera invitándome, total,
siempre terminaba convenciéndome.
37
38
en
su
computador
trabajando
39
—¿En qué le puedo ayudar, joven? —preguntó con su mirada fija en mis
ojos.
—Me llamo Rodrigo Leduc Mattei y tengo una entrevista. Es para tecnólogo
médico —respondí con cierta timidez.
—Toma, te hará soportar el frío. —Le sonreí dejando la bolsa de papel con
el chocolate caliente y el pastel de limón a su lado y me marché sin decir
más.
Esa chica tan hermosa y al parecer la vida no la estaba tratando bien, se veía
triste con esas profundas y oscuras bolsas bajo sus ojos. No se veía bien,
pero aun así era hermosa. Su voz y su rostro quedaron grabados en mi mente.
Recordé que hoy era la fiesta a la que Antonio me había invitado. Busqué el
atuendo que entendía adecuado y me decidí por un pantalón ajustado casual
color crema, una camisa azul claro de botones con mangas hasta los codos,
cinturón y zapatos color marrón. Puse todo sobre mi cama y me senté frente
al computador a verificar mis redes sociales. Apagué la máquina y tomé el
celular para llamar a Antonio. Acordamos que estaríamos en el lugar a las
nueve de la noche. Por lo menos la fiesta era cerca del burdel, no dentro
como creía.
Elba Castilloveitia su hermana. Su amiga era muy guapa también, tenía ojos
verdes, cabello rojizo y sensuales labios.
—¿Te acuerdas de la chica que te conté? La que me engañó. Fue ella —soltó
con un ápice de rencor en su voz.
Quién lo diría, siempre había una que pegaba hondo, pero mi amigo era un
hueso duro de roer.
—Antonio, ¿llegaron a hablar luego de que te fue infiel? ¿No crees que pudo
haber sido un malentendido?
—Me engañó, se burló de mí. Jamás pensé que Ana, mi Ana, estuviese
saliendo con el que fue su jefe. Jamás lo pensé, jamás lo imaginé. —Antonio
arrastraba las palabras con tanta rabia que según salían de sus labios le iban
desgarrando el alma.
Tenía la mirada vacía y fija en el suelo, pero en sus ojos se podía observar
unas indiscretas lágrimas que delataban cuánto le dolía el recuerdo.
—Son muchas preguntas, ¿no crees? —se le dibujó una sonrisa tímida—. Sí,
la respuesta es sí para ambas preguntas. Gracias, en serio —pasó su mano
por su largo cabello para acomodar algunos mechones rebeldes.
Bailamos pegados al ritmo de la música, que en ese momento era una balada
suave. Los latidos de mi
corazón
se
dispararon,
galopaban
—Chantal.
—Creo que debo irme —soltó con rapidez para luego alejarse de mí y
correr hacia su amiga. Me dejó descolocado, no pensé que aquellas
preguntas tan sencillas le fueran a molestar.
—¡No te vayas, quédate! —le grité sobre la música, pero fue en vano.
Quería conocerla mejor, era una chica que me atrapó desde el primer
instante. Realmente deseaba formar una bonita amistad con ella y tal vez algo
más. Sin embargo, ella no me respondió y se marchó.
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5
NO VALES NADA
Chantal
Por la tarde mi hijo se sintió mucho mejor y lo dejé con la madre de Anita
para poder ir a la fiesta.
Elba Castilloveitia vimos llegar a Rodrigo junto a otro joven. Anita se puso
nerviosa, me habló para irnos, pero esta vez era yo quien no quería. Me
sorprendí al verlo nuevamente, al parecer el destino se empeñaba en
juntarnos. Me senté un rato a tomar una bebida gaseosa, no era de beber
alcohol. Observaba el horizonte sintiendo el aire golpear mi rostro, cuando
escuché un susurro en mi oreja. Al voltear vi que se trataba del chico de ojos
verdes.
Aquel chico tenía algo que me hacía sentir insegura, nerviosa. Me invitó a
bailar y nuestros ojos se conectaron de una manera especial, como si me
quisiera decir tantas cosas a través de una mirada, una llena de magia, algo
que jamás había experimentado. Todo iba perfecto hasta que me preguntó a
qué me dedicaba, si trabajaba o estudiaba. La magia se extinguió y quedé sin
palabras. No tenía claro el motivo, pero no quería decirle la verdad. De
pronto sentí miedo de perderlo, de que no quisiera saber de mí. Me alejé sin
darle explicación alguna.
Ya era de madrugada, así que decidí dejar a mi hijo con la madre de Ana
hasta el día siguiente por su condición, el sereno de la noche podría
afectarlo.
Opté por llamar a la mama de Anita para saber cómo se encontraba mi hijo.
Era tarde, por lo que sabía estaba dormido.
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—Te pedí la otra noche que quería un masaje erótico junto a tus sensuales
movimientos y algo más. En fin, quiero que bailes solo para mí. Te pagaré
bien si haces lo que te pido.
—¿Cómo te llamas?
—Dante.
Caminamos en silencio hasta la habitación, una vez ahí le mencioné mis dos
reglas principales: no besos, usar protección siempre. No tenía la menor
idea de cómo dar un masaje y mucho menos uno erótico, pero me las
ingeniaría. Puse una música suave
sensual
comencé
a
bailar
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Elba Castilloveitia
Sentía los colores subir a mi rostro, pero no podía demostrar lo mucho que
me avergonzaba. Así que, al ritmo de la música, me desvestí con calma,
bailando y moviéndome al ritmo de la música.
—Ahora, nena, ven. Quiero mi masaje. Házmelo boca arriba —exigió con
una descarada sonrisa.
Al extender mis brazos para masajear sus sienes, mis pechos quedaron
demasiado cerca de su rostro.
Dante se aprovechó y mordió uno de mis pezones, provocando que un grito
de dolor escapara de mis labios. Me aparté.
—Vamos, te faltó algo. No seas floja, hazme todo lo que sepas hacer —
reclamó señalando sus geniales para que los tocara. Hice lo que me pidió,
llevando mis manos a su erecto miembro. Él dejó caer sus manos sobre las
mías tan fuerte que me asusté.
La chica del burdel otra vez. —Hice lo que me pidió hasta que se corrió en
mis manos—. Ya es suficiente, pero ni te creas que no me verás más. Este
coño será mío, preciosa
—zanjó mirándome con deseo y apretando con fuerza mi coño. Me pagó por
mis servicios y quedé sorprendida al ver el dineral que dejó sobre la cama.
—Mucho gusto, soy Chantal. Y sí, soy nueva, aunque si fuera por mí, jamás
estaría en este lugar.
¡Es asqueroso!
—Noté que iba a decir algo más, pero en eso vino un joven y se la llevó.
Me quedé pensando en sus palabras. Tendría que andarme con cuidado de
los maniacos sexuales.
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Elba Castilloveitia
Recordé en seguida las palabras del señor Schneider, que lo más importante
era satisfacer al cliente, así que obedecí. Me quité la ropa con sensualidad y
él se sentó en una silla frente a mí.
Obedecí sin pensarlo mucho y sin piedad sentí cómo lo empujó dentro de mi
ano sin piedad. Grité de dolor, porque de placer era imposible. Cada
embestida era como una puñalada, ardía, me sentía violada, sucia. Tener
sexo por necesidad y no por amor era el acto más vil y asqueroso que podía
tener el ser humano. Lágrimas se arremolinaron en mis ojos, no podía más. Y
justo en ese instante sentí un líquido caliente bajar por mis muslos. Agradecí
a Dios que el hombre se corrió y me dejó en paz.
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—Si no valemos nada como dices, ¿qué vienes a hacer aquí? No habría
putas si no existieran tipos como tú, asquerosos y viles que solo piensan en
su placer, sin importarle el dolor de los demás.
¡Lárgate!
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CONFESIÓN
Rodrigo
—¿Estás bien?
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La chica del burdel
—Podrás decir lo que quieras, pero tú mismo sabes que mi tío siempre ha
estado cuando más lo he necesitado. Ha sido un padre cuando tú en lo único
que piensas y te hace feliz es la bebida y estar con mujeres. Mi tío me ha
demostrado lo que es ser un padre. No como tú, que estoy seguro de que
deseas y le pides a Dios todos los días para que me muera.
Decir todo esto hizo que mi ser respirara de nuevo. En ocasiones el rencor
era tanto que se convertía en un costal que me aprisionaba el pecho,
dejándome sin fuerzas, sin aire. Mi tío Israel era la persona que más amaba,
respetaba y admiraba en la vida, siempre había estado al pendiente de mí y
de mi madre. Sus consejos me servían para no salirme del camino y tomar
decisiones equivocadas.
—Tan solo le pregunté a mi padre qué le había pasado, por qué llegó con la
cabeza vendada. Me insultó y me dijo cosas que… duelen demasiado, ya
sabes, ese tipo de palabras que te forman un hueco en el corazón y hacen que
ardas de dolor. Parece que no soy su hijo, que me tuvo por obligación
—No pienses eso, sus razones tendrá para ser así. —Me dio una palmada en
mi hombro para luego emprender la marcha hacia mi trabajo—.
Cambiemos de tema, mejor dime qué pasó entre tú y la chica de ojos miel —
onduló sus cejas repetidas veces.
—Te dije que no me iría sin saber, aunque fuera su nombre y lo logré —una
estúpida sonrisa se escapó de mis labios.
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—Es una pregunta normal, no creo que hayas cometido un error. Tendrá
algún secreto que no quiere que nadie sepa —añadió Rodrigo con el
semblante pensativo.
—Lo único que sé es que me dejó solo y salió corriendo del lugar. Por
cierto, cuéntame de esa chica de ojos verdes. Noté que desde que esas
chicas llegaron cambiaste totalmente. Me tienes intrigado. —Su rostro se
ensombreció por un momento y los ojos se llenaron de lágrimas, quedando
en silencio por varios segundos—. Lo siento, creo que no debí…
—No te preocupes. Es que Ana…, la chica del cabello rojo, fue mi novia,
por ella soy como soy. La amé como no tienes idea. Creo que es la única
mujer que he amado en mi vida. —Hice silencio ante su confesión, no sabía
cómo responderle—. Sé que nunca te he contado los detalles, pero su
traición dolió tanto que preferí enterrarla en el fondo de mi alma para jamás
recordarla. Pero, aun así, duele, y duele mucho. Al verla ayer todo revivió
dentro de mí, no sabía cómo reaccionar, verla tan feliz y hermosa…, quise
volver a tenerla. Parece que el pasado ha regresado para confrontarme y
creo que no saldré ileso de esto. —Algunas lágrimas escaparon de los ojos
de mi amigo, jamás lo había visto tan decaído y frágil. Sin darme cuenta ya
habíamos llegado al hospital. La conversación hizo el trayecto demasiado
corto.
Llegué al laboratorio y el nuevo jefe me dio las reglas del lugar. Estaba
emocionado, por fin tenía un trabajo referente a lo que había estudiado. Por
fin sería alguien en la vida. El día transcurrió normal, entre pequeñas tareas,
análisis, muestras de sangre y pacientes impacientes. Al final de la jornada
mi supervisor quedó complacido con mi labor. Al salir del hospital, ya
Antonio me estaba esperando. Éramos inseparables.
—Ahora sí, cuéntame los detalles —lo miré atento. Apoyé mi codo en la
mesa y con mi mano sostuve mi barbilla. La brisa de la naturaleza golpeó mi
rostro.
Me extrañó y le pregunté, pero ella me dijo que había creado una sociedad
con varios abogados y que ella tenía que hacer el documento oficial para la
firma. Era extraño, porque nunca me dijeron nada de esta supuesta sociedad.
Un día fui a buscarla mucho más temprano, quería invitarla a comer por
celebración de nuestro tercer aniversario. Cuando llegué…, escuché unos
gemidos dentro de la oficina, me acerqué con cuidado de que no notaran mi
presencia y la vi. Estaba sentada sobre el escritorio, desnuda, con las
piernas muy abiertas mientras uno de los abogados le daba sexo oral. Me
quedé estupefacto, inmóvil, no podía creer lo que veía. Me sentí traicionado,
desilusionado. La insulté, le dije muchas cosas hirientes y no quise saber
más de ella. ¡Es una maldita zorra! —mi amigo nuevamente tenía lágrimas en
los ojos. No había duda de que aquella mujer le pegó hondo, se había
clavado en el fondo de su corazón. Comprendí su actitud el día de la fiesta.
—¿Para qué? ¿Qué me iba a decir?, ¿que los pendientes se los hacían a ella?
¡Ja! Pues no
—Antonio jugaba con el tarro de cerveza en sus manos. Sus ojos estaban en
un punto fijo de la mesa—. Hasta la fiesta no supe nada de ella y, como te
dije, removió todo dentro de mí. El tiempo no ha 59
—Antonio, creo que debes cerrar círculos. Quizás eso te ayude a olvidar. Si
su amor fue tan fuerte como dices, tal vez puedan perdonarse y empezar de
cero —lo aconsejé tranquilamente—. El destino ha vuelto a reunirlos.
Aprovecha esa oportunidad que te regala la vida y habla con ella. Las cosas
pasan por una razón, quizás ahora sea su momento para estar juntos. —
Antonio se quedó pensativo ante mi comentario. Era arriesgarse o ver al
amor de su vida pasar como estrella fugaz ante sus ojos.
60
7
AMIGOS
Chantal
Me sentía frustrada, hacer algo que me costaba tanto trabajo, algo que no
gusta solo para ser tratada como basura y ser pisoteada no valía la pena.
Muchos en el maldito burdel se creían ser dueños de mí, nada más porque
pagaban por un rato. Se creían que estaba aquí por placer, sin imaginar que
cada una de nosotras tenía su propia historia. No tenían ni un ápice de
compasión por nosotras. Exigían que los hiciéramos llegar a la cúspide del
placer sin importar el dolor. Lágrimas caían de mis ojos mientras recordaba
al mal nacido de mierda. Maldita la hora en que acepté. Solo me reconforta
saber que pude romperle el jarrón en su cabeza y borrarle la estúpida y
sínica sonrisa que tenía en su asquerosa boca. Era un inepto. No me pagó lo
acordado y me lanzó unas monedas como si fuera una indigente. ¡Maldito,
mil veces maldito!, me repetía una y mil veces con lágrimas de rabia y 61
Habían pasado casi tres horas desde que saqué al viejo idiota de mi
habitación. Decidí salir a caminar y tomar un poco de aire, no podía seguir
en aquel cuarto. El olor me sofocaba y las luces neones me estaban
mareando. No podía más, así que llamé a Anita para saber dónde estaba, ya
que habíamos acordado que debía esperarla.
—Te espero en el parque que está al lado de la cancha. —Mi voz se quebró,
ya no aguantaba más.
—Creo.
—Lágrimas
comenzaron
caer
descontroladas al suelo. Era difícil ocultar algo doloroso, algo que, por más
que intentase, me hacía sentir miserable. Mi alma rota ya no aguantaba más.
Espérame, enseguida voy para allá. —Escuché cómo se alejaba del teléfono
para terminar la llamada, dejándome sola con mis pensamientos.
El día estaba fresco, pero el cielo anunciaba que pronto empezaría a llover.
Sentía mi pecho apretado; la vida se había ensañado conmigo y no entendía
el motivo. Todo conspiraba para dejarme sola y con miles de problemas que
afrontar. ¿Por qué no era yo quien tuviera leucemia? ¿Por qué mi hijo debía
pasar por esto siendo tan pequeño? No era justo.
La chica del burdel mente con suma lentitud. Cada uno era cual punzadas que
se clavaban en el centro de mi pecho.
—Sí —respondí escuetamente. Pasé mis dedos por mis ojos para enjugar las
lágrimas que no cesaban.
¿Quieres hablar?
Rodrigo tomó con delicadeza mi rostro para que lo mirara y con su dedo
pulgar quitó mis lágrimas.
Elba Castilloveitia ti, recuerda que mañana será un nuevo día, donde el sol
volverá a brillar con más fuerza. No dejes que nada opaque tú sonrisa, que
nada quite tu resplandor. Muchas veces tenemos que pasar un túnel oscuro y
frío antes de volver a ver la luz. No lo olvides. —Me guiñó un ojo mientras
colocaba un mechón de pelo detrás de mi oreja en un tierno gesto. Aquello
me dejó descolocada.
—Gracias —susurré, y una débil sonrisa escapó de mis labios.
—¿Te parece si te invito un café? Aquí cerca hay una cafetería —me invitó,
y justo nuestros ojos conectaron.
—No sé, ¿para qué quieres ser amigo de una desconocida? —pregunté algo
incómoda, aquel chico tenía algo que me hacía sentir ligeramente insegura.
Estaba en un momento de mi vida en el que no quería relacionarme con
nadie. Todo era demasiado complejo como para complicar más con todo el
que se me acercara.
La chica del burdel hicieron sonreír. —Por otro lado, quiero ser tu amigo
porque este chico ha quedado hipnotizado ante tal magnitud de belleza. ¿Qué
dices? ¿Amigos?
—Te ves linda sonriendo, deberías mostrar esa perfecta dentadura más a
menudo. No me gusta que las princesas lloren y mucho menos una tan
hermosa como tú. —Acunó mi barbilla con sus dedos para que lo mirara a
los ojos. Aquel gesto hizo que me sonrojara nuevamente y que mis defensas
colapsaran por completo.
Ana llegó justo a tiempo para quedar boquiabierta ante lo que veían sus ojos.
Intercambió una sonrisa con Rodrigo, quién dio media vuelta para
marcharse. Pero, cuando me dispuse seguir mi camino junto a Ana, su voz me
sacó de mis pensamientos.
—Chantal… ¿Me das tu número? —me preguntó con una expresión de pena
por la insistencia.
—¿Sí y ya? ¿Así de plano? ¿Qué pasó? Cuéntame, está súper guapo. Si no lo
quieres me avisas, que a 65
—Estoy harta de todo, de esta mierda de vida que me ha tocado vivir, de que
mi hijo esté enfermo, de que muchos clientes se crean que no valgo nada, que
una va ahí por placer. Eso me enoja, me da rabia. Son tan egocentristas…
Hoy le lancé un jarrón a uno en la cabeza y se la rajé
—confesé.
—Pues que demanden, tuve que aguantar su apestoso miembro. Aún siento
náuseas. Me rompió el trasero y, para completar, no me pagó. ¿Puedes
creerlo? No me pagó el desgraciado, arrojó unas cuantas monedas al piso
como si yo fuera una indigente. No sabes cuánto coraje y odio siento hacia
ese hombre. Es un desgraciado, un degenerado, un…
—Te
acostumbrarás
—me
interrumpió
—¿Me llevas al parque? —Le di una mirada a Ana, recordando que un rato
antes me encontré al chico en el parque. Ana solo se encogió de hombros en
respuesta.
67
Corrí hacia mi niño, lo tomé en mis brazos y lo abracé con fuerza. Mientras
tenía su cabecita sobre mi hombro, vi en la distancia a Rodrigo con su
mirada fija en mí. Sentí cómo los colores subían a mi rostro mientras, en
algún rincón, un calor sofocante comenzaba a envolverme.
68
8
LA PRIMERA CITA
Rodrigo
Su timidez me derretía.
Caminé hacia ella sin perder la conexión. Era hermosa, me atraía como imán
a un metal. Sus ojos color miel tan hipnotizantes, su cabello azabache que
caía sobre su espalda y esa timidez que llamaba mi atención cada vez más.
Ese misterio que la envolvía, en vez de alejarme, me llevaba a ella.
—Mami, ¿quién es este señor? No podemos hablar con extraños —dijo con
inocencia—.
—Parece que tendré un gran problema con este chico —confesé mientras
acariciaba el cabello del niño—. ¿Me aceptas un helado? —le pregunté esta
vez a Chantal, dando por sentado que aceptaría.
—A ver, chico, ¿vamos por un helado? —Los ojos del niño pasaron de
seriedad a iluminarse de emoción.
—Mami, helado, rico —habló con alegría repentina mientras aflojaba una
enorme sonrisa.
—No fue tan difícil, así que esta será nuestra primera cita. —La miré a los
ojos mientras le extendía mi brazo para que se colgara de él. Ella me miró
con duda, pero al final aceptó.
—Mi esposo murió hace varios años. Quedé sola con mi niño, él se ha
convertido en mi todo, mi cable a tierra. —La miré embelesado, estaba
amando cada gesto, su voz, cada parte de ella.
—A esta misma hora ¿Qué dices? —insistí con la esperanza de que aceptara.
—Déjame pensarlo, tengo que buscar quién cuide del niño, no lo puedo
exponer. —Miró a su hijo con ternura y luego se inclinó para besar su
cabello.
Elba Castilloveitia quiere gritar. Una mirada que pareció ser eterna pero que
solo duró par de segundos.
Salí tras despedirme con suma amabilidad y fui a buscar a mi amigo, que lo
había dejado en la cancha. Le había dicho que fuéramos a jugar baloncesto
luego de que me dejó en mi casa. No quería estar dentro de aquellas paredes
y aguantar los insultos de mis padres. Mientras caminaba llevaba una tonta
sonrisa en mis labios.
—Casi, si esa chica me hace caso estoy seguro de que habré ganado el
premio mayor.
—No me digas que te atrapó. Eso sería una novedad. Además, hace mucho
que no sales con nadie.
—¿Qué has pensado sobre cerrar ciclos con esa chica? —le pregunté dando
una gran mordida a mi sándwich.
72
La chica del burdel
—¿Miedo a qué? En el amor hay que arriesgarse para saber qué sucede. No
puedes basar todo en una suposición y perder la oportunidad de ser feliz.
—No creo que pueda perdonarla, a pesar de que aún la amo. Entiende, fue
mi primera novia. No es tan fácil olvidar el primer amor. Es duro ver a quien
amas teniendo sexo con otro. Saber que te engañó, sin un ápice de compasión
ni respeto —soltó su sándwich sobre el plato y tomó un sorbo de su gaseosa.
—Tal vez tuvo sus razones. Habla con ella, atrévete. Es más, sé dónde
encontrarla. Es la mejor amiga de Chantal y estuve con ella antes de venir
para acá. Podemos hacer una cita doble —sugerí tratando de animarlo a mi
amigo.
—No te preocupes por eso. Es más, le llamaré a ver qué dice. —Sin más,
tomé el celular que descansaba sobre la mesa y marqué el número de
Chantal.
—¡Hola! —Escuché su voz al otro lado del auricular, tan hermosa como ella.
—Veo que te han conquistado. Tus ojos te delatan. Siento decirte, querido
amigo, que estás tremendamente jodido —se burló dando algunas palmadas
en mi espalda.
Caminábamos
hacia
mi
casa
hablando
La chica del burdel seguir junto a él será mucho peor. Mamá, es hora de que
te levantes, seques tus lágrimas y sigas, basta de humillaciones.
La miré con una mezcla de confusión y rabia, y sin decir más me encerré en
mi habitación. Ella prefería seguir con mi padre, a pesar de sus
humillaciones y su maltrato emocional y físico. No quería dejar a un hombre
que no tenía corazón ni sentimientos. El sonido del móvil me sacó de mis
pensamientos. El número de Chantal aparecía en la pantalla.
—Antonio me conto algo, pero es mejor dejarlo así, que ellos resuelvan. Si
aún hay amor deben arreglar las diferencias. —Tras un par de segundos en
silencio, decidí hacer una pregunta que aún quedaba en el aire—. ¿En qué
trabajas?
—Em… Yo… cuido a mi niño. Y a veces limpio algunas casas. —Su voz
vacilante me hizo dudar de 75
Quedé descolocado, una vez más evadía ese tema. ¿Por qué siempre que le
preguntaba sobre su oficio me esquivaba? ¿Qué escondía esta chica que se
colaba bajo mi piel? Todos estos años me había cerrado al amor, no porque
no quisiera, sino porque sentía que no aún no me tropezaba con la persona
correcta. Sin embargo, con Chantal todo se sentía correcto, que ella era por
quien tanto había esperado. Y no la pensaba dejar ir.
76
9
CATEDRA INVERTIDA
Chantal
—¡Por Dios, Anita! Esos hombres no toman a ninguna de las que trabajan
allí en serio. ¿Cómo crees que se fijará en ti? —La miraba por el espejo
mientras cepillaba mi cabello alborotado.
—Es que con este es diferente, me busca todos los días, me da detalles… Es
lindo, ¿sabes? Nadie me ha tratado así en años —dijo con un ápice de
tristeza en su mirada.
—Es una fachada. No te ilusiones, no quiero que sufras por amor. Luego
tendré que estar de paño de lágrimas. Lo siento, es mi pensar y no quiero
tener que decir te lo dije. Te quiero mucho y quiero que estés bien. —Al
terminar el cepillado me giré para mirarla a los ojos—. ¿Adivina qué?
Rodrigo me invitó a salir, así que tengo una cita, o mejor dicho, tenemos. Él
quiere que tú me acompañes para él invitar a su amigo.
—Es solo un día. Dale, por favor. —La sujeté por el brazo antes de que
saliera. Hice un leve puchero para convencerla, mirándola como el Gato con
Botas cuando quería algo.
Jamás tendré el valor de mirar a los ojos a Antonio, jamás podré dialogar
con él.
78
—¿Por qué terminaron? Dime, ¿acaso tantos años de amistad no han servido
de nada? ¿No confías en mí? —le cuestioné justo como ella lo hizo conmigo
el día anterior.
El brillo que Ana tenía en los ojos hace un momento había desaparecido. Su
mirada se tornó vacía, apagada. Quedamos en silencio varios segundos.
—¿Estás segura? ¿Cómo sabes que no quiere saber nada de ti? ¿Acaso ahora
eres vidente? La gente con el tiempo suele cambiar de opinión respecto a las
personas. Ana, no sé qué ocurrió entre ustedes. Muchas veces tenemos que
enfrentar eso que nos duele para poder seguir hacia adelante.
No podemos cargar toda la vida con errores del pasado, con cosas que nos
atormentan y nos hacen sentir miserables. Hay que soltar y dejar ir. —La
abracé por la espalda con ternura, ella se giró y me abrazó con fuerza, yo
dejé que sus lágrimas humedecieran mi hombro.
—¿Qué? Llora todo lo que quieras, las lágrimas purifican y liberan. A veces
necesitamos llorar para poder sanar y seguir con la frente en alto.
79
Elba Castilloveitia
» Es que lo amé por completo, me entregué a él, fue el amor de mi vida. Era
de esos amores que sabes que nunca los podrás olvidar porque de alguna
manera te marcan. Pero… el destino nos separó. No merecía su amor y él no
merecía a alguien como yo. Cuando lo conocí pensé que era igual a su tío,
tan solo con mirarlo sentía un odio apabullante emerger de mi ser. Con el
tiempo me demostró que me amaba de verdad, que me quería bien y yo,
como una estúpida, me enamoré. Su tío me chantajeaba con destruir a mi
padre. Yo amaba a mi padre, él era mi adoración, no quería que nadie lo
dañara y tuve que ceder a cosas que no quería hacer constar de salvar a mi
padre.
—Lo que cuentas es demasiado fuerte. Creo que deben hablar, aunque sea.
Solo para aclarar las cosas y luego cada uno decide. Vamos a ir, valdrá la
pena —insistí mientras buscaba mi móvil para llamar Rodrigo.
—¡Hola! —La voz de Rodrigo al otro lado del teléfono puso mis sentidos en
alerta. ¡Cómo anhelaba escucharlo!
—Si te digo que no has salido de mis pensamientos, ¿me crees? —Sus
palabras hicieron 80
La chica del burdel que mi rostro ardiera, agradecí que por teléfono no
podía ver mis reacciones.
—No te creo —sonreí—. Te llamo para decirte que mi amiga aceptó.
Observé a Ana, quien me miraba con odio en ese instante. Le saqué la lengua
y le lancé un beso. Ella me sacó el dedo del medio.
Cortamos la llamada y tuve que aventarle una almohada a Anita, quien dio un
respingo porque se había quedado pensativa mirando la pared.
Necesito algo de dinero. —La miré suplicante para luego sacar del clóset la
ropa que me pondría. Hoy iría más provocativa que otros días. Me decidí
por un traje corto color negro que quedaba a mitad del muslo, un escote
pronunciado y en la espalda un corte en v, con tela transparente en los
costados.
—Mira a quién tenemos aquí —me señaló mientras daba una vuelta a mi
alrededor, como león asechando a su presa—. Mira lo que me hiciste, zorra.
¡Me las pagarás! —vociferó enojado mientras me agarraba con fuerza del
antebrazo.
—Ah, ¿sí? Vamos a la habitación para saldar deudas. ¡Perra! —me zarandeó.
¡Suéltame ya! —grité con ganas de darle una patada en los geniales. Eché mi
cabeza hacia atrás en un intento de evitar inhalar su desagradable aliento
alcoholizado.
La chica del burdel amorcito. Conmigo disfrutas sacar el maní que tienes por
pene, que, por cierto, ni cosquillas hace.
Acéptalo, no sirves como hombre, eres un asco —lo miré con desprecio.
Quería matar su ego de hombre poderoso y arrogante, aplastarlo cual
cucaracha por todo lo que me dijo en la habitación la otra noche.
Revisé mis ofertas y una de ellas captó mi atención. Un padre me pedía ser
la primera vez de su hijo. Pensé que era una locura, pero todo aquel sitio era
la perdición, así que acepté la oferta sin pensarlo demasiado. No tenía nada
que perder, de todas formas los chicos vírgenes solían terminar rápido.
Quizá tendría suerte.
Elba Castilloveitia
—Es una regla estúpida, ¿no crees? Las reglas se hicieron para romperse —
me trató de convencer.
—No las romperé. Los besos son para los enamorados y en este lugar lo
menos que hay es amor, solo diversión y placer —reviré mirándolo a los
ojos. El chico me miró descolocado, ya le había quitado su pantalón y se
encontraba solo en bóxer.
—Uf, eres linda. Quiero que te pongas en cuatro, mi amor. —Lo miré
desconcertada, era imposible que un inexperto diera órdenes. Me estuvo
extraño, pero obedecí. Se paró detrás de mí y comenzó a introducir sus
dedos dentro de mí, mientras su otra mano acunaba mis senos. Me retorcía
de placer, aquel chico sabía muy bien lo que hacía.
84
10
CITA DOBLE
Rodrigo
Estaba nervioso, dentro de un par de horas sería la tan esperada cita doble.
Me encontraba ansioso por ver a Chantal otra vez. Ella logró dejar al niño
con la madre de su amiga y ambas llegarían en cualquier momento. Les
propuse buscarlas, pero se negaron. Mi amigo Antonio estaba mucho más
nervioso, se movía de lado a lado por toda la casa, no se estaba quieto,
miraba el reloj cada segundo y sus uñas poco a poco iban desapareciendo.
—¿Y si ella no quiere hablar? —preguntó sin dejar de mirar por la ventana.
Elba Castilloveitia apresuré a abrir la puerta, solo para encontrarme con dos
bellezas frente a mí. En realidad, la luz de una opacaba la otra. Chantal era
perfecta y eso no se discutía.
—Vámonos
—espetó
Ana,
dejándonos
—Te ves hermosa cuando ríes así —le confesé mientras rozaba su mejilla
con dos dedos.
—No sientas algo que para mí fue perfecto y mágico —acuné su barbilla con
mis dedos para que me mirara.
—No soy la mujer que crees y no quiero que sufras por mí culpa. —Sus
ojos, inquietos, no dejaban de observar a las personas que entraban al local.
—Déjame decidir esto, Chantal. Estoy dispuesto a amarte por el resto de mis
días. Si fuera necesario sería capaz de dar mi vida por ti, por favor no me
niegues.
—Es que no eres tú. Soy yo la que no te merece, la que no es capaz de amar.
Por favor, no insistas.
—Se levantó para irse, pero en ese momento nos llamaron para entregarnos
las pizzas.
88
La chica del burdel De camino a la casa de Chantal noté que Ana y Antonio
ya se sonreían y el ambiente tenso que había entre ellos se había disipado.
—Dios quiera, ella es muy buena y, por lo que sé, quiso a ese muchacho
demasiado —señaló mientras abría la puerta de la casa para luego dejarme
entrar con las pizzas.
—¿Por qué no quieres? ¿No soy suficiente para ti? ¿Es eso?
—Ya te dije —puso sus ojos en blanco—. Déjalo ahí, por la paz, ¿okey? No
quiero que nada arruine esto.
—Como quieran.
Ana susurró algo al oído de Antonio y este le tomó la mano para dejarse
guiar hasta alguna habitación.
Miré a Chantal, negaba divertida en una esquina mientras los veía subir.
—Ya te ibas, adiós. —Me empujó con fuerza para dejarme fuera del umbral.
Fruncí mis labios pidiendo un beso, pero en cambio recibí un suave portazo.
Al llegar a casa no dudé en enviarle un mensaje: Este sin duda ha sido uno
de mis mejores días.
No insistas.
90
91
Elba Castilloveitia 92
El beso de Rodrigo me dejó deseando más. Fue tan tierno y especial que no
dudé en corresponderle. Sin embargo, me dejó descolocada al confesarme
sus sentimientos. No supe si aceptar o hacerlo desistir de la absurda idea. El
creía que no estaba a mi altura… Si supiera que era yo quien no lo merecía,
la que no podía estar con un chico tan especial como él. ¿Qué pasaría si se
enterase de que trabajaba en un burdel, que? ¿Qué pasará cuando se entere
que opté por la vida fácil? Mis ojos se llenaron de lágrimas, no podía
enamorarme ni hacer que nadie se enamorara de mí.
Tan pronto Rodrigo se marchó subí a mi habitación. Iba a darme una ducha,
luego retomaría una lectura olvidada y por último me acostaría a dormir. De
pronto, el sonido del celular captó mi atención. Un mensaje de Rodrigo
acababa de 93
La chica del burdel tiempo contigo —dijo en tono seductor. Su voz hizo que
imaginara cosas perversas y deseara probar más allá que solo sus labios.
Rodrigo se dio cuenta de mi semblante y en un descuido agarró mis nalgas
con fuerza.
—Me has correspondido. Sé que sientes igual, tus besos, tu mirada, todo te
delata. Chantal, por favor… —suplicó tomándome otra vez por la cintura. En
eso, Ana y Antonio bajaron por las escaleras y nos separamos al instante.
Ellos, al percatarse de nuestras miradas, sonrieron.
—Buenos días —dijeron al unísono, se miraron, para luego reír como
dementes.
—Parece que la pasaron súper bien. —Comencé a servir los desayunos con
calma sobre la mesa. Junto a los huevos revueltos con tocino puse una taza
de café. Tomaron asiento mientras se miraban con complicidad.
95
Elba Castilloveitia
Luego del desayuno, Rodrigo y Antonio se marcharon y quedé sola con Ana,
quién dentro de un par de horas me acompañaría a buscar a mi hijo.
—Admito que sigue siendo el mismo de hace años. Me ama, sé que aún me
ama. Su forma de hacerme el amor, tan sutil, delicado, tan cariñoso, es tan…
—un suspiro salió de sus labios.
—No estoy jugando, Chantal. Hoy todo mi ser cobró vida. Al principio
ninguno se atrevía a dar el primer paso. Cuando al fin nos atrevimos todo se
fue dando y… hasta hicimos el amor. —admitió sonrojada, algo poco común
en ella.
—Cuéntame, ¿qué pasó para que se alejaran de esa forma? —quise saber,
porque su historia me 96
—Sí, ese mismo, el hombre más infeliz que hay sobre la faz de la tierra.
Amiga, él me hizo hacer cosas que jamás pensé, cosas de las que me
arrepiento. Pero… tenía tanto miedo de que le hiciera algo a mi padre. Tenía
tanto miedo de que me matara. Era una niña, estaba comenzando a vivir y él
se aprovechó de eso. Y ahora… Antonio me perdonó, me siento viva otra
vez —admitió mientras abrazaba su almohada.
—¿Y tú? Cuéntame, ¿qué pasó con Rodrigo? Se nota que está loquito por ti
—me miraba atenta.
—Me pidió una oportunidad, dice que quiere algo más conmigo.
97
Elba Castilloveitia
—¿Pretendes
dejarlo
pasar?
¡Por
Dios!
—¿Limpiar casas? Solo recuerda que las mentiras tienen patas cortas. —
Miró el reloj en la pared y se levantó apresurada para ir al burdel.
Me dejé caer en el sofá y mis pensamientos se fueron lejos, muy lejos. Una
estúpida sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar a Rodrigo. «¿Y si le doy
una oportunidad? ¿Si dejo que las cosas pasen y que sea lo que Dios quiera?
Quizás Dios me está dando la oportunidad de volver a enamorarme, de
volver a sentirme viva.» El timbre del móvil me hizo volver a la realidad.
Sonreí ante el mensaje.
¡Qué habilidad tenía de escribirme cuando pensaba en él! Tan solo con un
saludo mi corazón palpitaba acelerado.
¡Qué cursi!
Tú me pones cursi.
Eres la culpable…
Bah, jajaja.
98
No me siento culpable.
Pierdes tu tiempo.
No lo pierdo, lo invierto.
Adiós.
No sabía cómo cumplir esa promesa, pero algo debía hacer. Su tristeza me
tambaleaba, me ponía entre la espada y la pared. Si me quedaba por verlo
feliz, ¿cómo podría pagar su tratamiento? Verlo morir no era opción. Por
otro lado, si seguía en ese 99
Elba Castilloveitia absurdo trabajo jamás podría ser feliz y tampoco mi hijo.
Me encontraba en una encrucijada, me sentía impotente. Ana y su madre me
miraban con tristeza desde una esquina. Ellas sabían lo que implica cuidar
de una persona con leucemia. Ellas me comprendían mejor que nadie.
100
Pasaron varios meses luego de aquella cita doble. Entendía que lo mejor era
esperar, pero me propuse conquistar a Chantal. No era un capricho, la
amaba, por más loco que sonara o el corto tiempo, se había colado bajo mi
piel, se había adentrado en mi alma. Estaba muy consciente de que sería
difícil sacarla de mis pensamientos. En estos meses nos habíamos hecho muy
buenos amigos, reímos, salimos y pasábamos días enteros juntos. Me di
cuenta de que estaba perdidamente enamorado y estaba seguro de que ella
sentía algo por mí. No era un creído, pero lo sabía, su mirada la delataba, el
brillo de sus ojos no lo podía disimular.
Echy era un niño especial, muy inteligente y Chantal una madre muy
responsable. Por cualquier cosa que le sucedía al niño, lo lleva a evaluar
por el médico. Le dije que no era bueno ser tan 101
Por otro lado, Ana y Antonio iban muy bien, están felices y se veían
animados; salían y compartían con nosotros. Formaban una hermosa pareja.
Cuando confronté a Antonio para que me contara cómo había resuelto sus
problemas y, de paso conocer la versión de Ana, quedé desconcertado.
¡Cómo podía haber tanta maldad en el mundo! Su historia era digna de
plasmarse en un libro. El Licenciado Toluchet era un abogado reconocido y
muy prominente que era amigo y abogado de la familia de Ana, y para
rematar, de Antonio. Toluchet le había echado el ojo a Ana desde que era
una adolescente, y cuando cumplió la mayoría de edad la empleó en su
despacho. Estaba encantado, se había obsesionado tanto con ella que ideó un
plan para que no se negara a estar con él íntimamente. Le dijo que su padre
estaba en negocios turbios y que pronto iría a la cárcel por hacer cosas
ilícitas. Ana estaba en sus manos. Ella amaba inmensamente a su padre y no
permitiría que nada le pasase. Ella quedó descolocada y como amaba a su
padre haría cualquier cosa que ese abogado le pidiera. No contaba con que
le pediría tener relaciones sexuales con él y otros amigos luego de horas
laborables. Si cumplía, su padre estaría libre, pero si no hacía lo que le
pedían refundirían a su padre en la cárcel fuera inocente o no. El ruido del
motor de un auto me sacó de aquella historia tan turbia e injusta. Vi a mi
padre llegar nuevamente borracho, todo desprolijo. Escuché gritos, así que
corrí a la habitación de mi madre.
102
Jamás volvería a tocarme, y así sin más le devolví el golpe, olvidando que
era mi padre. Le pegué tan fuerte que cayó sentado en el suelo.
Por favor —supliqué teniendo en cuenta que tal vez sería en vano.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? Mírate, tienes esa mejilla hinchada, ven a
ponerte algo para bajar la inflamación.
—Rodrigo, las cosas siempre suceden por alguna razón. Tal vez este
proceso con tu padre es solo para que salgan de ahí y puedan vivir en un
mejor lugar. Todo obra para bien, aunque muchas veces no lo entendamos,
aunque a veces queramos dejarlo todo. —Me acarició con dulzura y no pude
evitar sentir la necesidad de abrazarla, de aferrarme a ella y no soltarla
nunca. Me hacía sentir completo y seguro a su lado. Ella siempre tenía las
palabras correctas en el momento exacto.
104
La chica del burdel Sabía su respuesta, pero ¿qué más daba? ¿Qué podía
pasar?
—Pero, Chantal…
—No empieces otra vez o rompo mi amistad contigo. Tú decides —cruzó los
brazos contra su pecho y me miró con una ceja alzada. Dio media vuelta para
buscar algo en la nevera, sacó un jugo de naranja y me lo ofreció. Negué con
la cabeza.
—¿Dónde está Echy? —pregunté cambiando de tema. Lo menos que quería
en ese momento era incomodar a Chantal con mis propuestas impertinentes.
—¿No comprendo qué? Echy es muy activo, es normal que un niño se canse
luego de jugar tanto.
105
Elba Castilloveitia
-sin él.
—Perdóname por no decirte, pero a veces prefiero creer que todo está bien.
Pensar que venció la enfermedad, pero no… En cualquier momento puede
recaer, en cualquier momento se me puede ir
—No estás sola, me tienes a mí y estaré junto a ti pase lo que pase. Recuerda
que Echy es un guerrero. ¡Mírame, Chantal! —pedí tomándola por la barbilla
para que me mirara—. Echy saldrá de esto. Ya verás. —Besé su cabeza con
ternura y la apoyé a mi pecho. Le tenía que demostrar que no estaba sola.
106
Chantal
La amistad con Rodrigo era cada vez más estrecha. No podía negar que me
sentía atraída por él, pero tampoco había cambiado de pensar.
Estaba sentada con las piernas cruzadas esperando algún cliente y envuelta
en mis pensamientos. Nuevamente, el señor al que le rompí el jarrón en la
cabeza estaba frente a mí. En todos estos meses no se había rendido. Me
acusó con la gerencia señalando que yo era una novata sin experiencia, que
no servía, que era poco profesional. Si supiera cuánto lo detestaba.
—Te tengo una propuesta. —Me miró descaradamente de arriba hacia abajo.
Pasó la lengua por su labios para luego morderse el inferior.
—No pienso hacer negocios con usted —zanjé decidida y evadí su mirada
llena de lascivia.
108
La chica del burdel
—He averiguado de ti, vi que tienes un hijo. Un hermoso niño de ojos verdes
y cabello rubio. Sé dónde lo cuidan —una malvada sonrisa se formó en sus
labios.
—respondí con los dientes apretados de tanto odio que sentía en esos
momentos.
Elba Castilloveitia que le hagas daño a mi hijo, está enfermo. Si tengo que
doblegarme a cambio de su bienestar, lo haré.
—Buenas noches —le regalé una sonrisa tal como Ana me había aconsejado
cuando comencé aquí.
—Por supuesto.
desnuda,
paseó
su
mirada
sin
La chica del burdel recorrieran cada rincón de mí. En algún punto me tomó
de la mano con cuidado y nos dirigimos al jacuzzi, allí tomó una pequeña
barra de jabón en sus manos comenzó a pasarlo por mi cuerpo con sutileza.
Me tenía hipnotizada.
Su tono seductor llegaba a mis oídos como una hermosa melodía. Me ayudó
a levantarme y poner una pierna en el borde del jacuzzi, luego la acarició
hasta llegar a mi entrepierna. Allí se inclinó y probó mi sabor. Casi de
inmediato sentí que la estabilidad me abandonaba, su lengua recorría cada
rincón de mi sexo. El placer me lleva cielo, aquel hombre lo hacía muy bien,
era perfecto. Por un instante me sorprendí a mí misma deseando que todos
los clientes fueran así, pero sacudí esos pensamientos y cerré los ojos,
entregándome por completo al placer que me regalaba.
¡Santa mierda! Menudo tamaño el que tenía. Sin decir mucho lo balanceó
sobre mi rostro hasta meterlo en mi boca mientras se inclinaba para seguir
dándome sexo oral. Esta vez, en una perfecta posición 69. Introdujo dos
dedos en mi vagina y con sutiles movimientos hizo que me desbordara de
placer.
—No voy a penetrarte, aunque te veas apetecible.
Sé que para muchas este lugar es un infierno y que solo lo hacen por
necesidad. Eres preciosa, cualquier hombre moriría por tenerte cada noche a
su lado, pero, sin amor, el sexo se convierte en un mecanismo de
supervivencia, ¿no crees? Se satisface una necesidad, como animales. ¿Te
parece mejor si te cuento algunas cosas de mi vida?
111
Elba Castilloveitia
—S-sí, claro. —Me levanté para buscar algo ligero que ponerme mientras
ocultaba mi sorpresa, pero él se adelantó y me extendió su mano. Buscó una
bata de seda que estaba perfectamente acomodada en una silla y me ayudó a
vestirme.
—Lo siento mucho. Si necesitas algo, sea lo que sea, me puedes contactar.
—Anotó su nombre y número de teléfono en un pequeño trozo de papel y me
lo entregó—. Ha sido un placer estar contigo.
Sonrío con alivio y organicé mis cosas para irme a casa. Revisé mi celular y
noté que tenía varios mensajes de Ana. Pobre, hacía rato que me estaba
esperando. Bajé apresurada hasta encontrarme con ella frente a la entrada
del burdel.
Debes darte una oportunidad, si puedes dejar esta vida, hazlo, no necesitas
hacer esto y lo sabes.
Pero te prometo que no vendré más. Tanto tiempo separados y ahora que lo
encontré no quiero perderlo nuevamente.
—Cambiando de tema, sabes que el idiota aquel me está chantajeando. ¡Lo
odio!
—Sí, y dice que le hará algo a mi hijo o a ti. Si los toca me moriría. Ustedes
son lo único que tengo.
—Lo haré. Me citó para mañana a las ocho de la noche. Tengo miedo —
susurré con la mirada caída.
La chica del burdel espectador. Puede ser una trampa, tal vez se quiera
vengar.
Al llegar a la casa me percaté que en la puerta había una nota. La tomé y leí:
Nuestra cita mañana a las 8:00
No la olvides. Te divertirás.
115
Elba Castilloveitia 116
Toqué el timbre y Ana abrió la puerta, pero la expresión facial que traía me
dejó inquieto. Miré a Chantal y el aliento escapó de mi cuerpo al verla toda
descompuesta, con sus ojos enrojecidos.
—¿Qué pasa, mi amor? ¿Estás bien? —pregunté preocupado una vez llegué a
su lado.
—Sí, eso es. Agarró un virus, de seguro en las visitas al hospital donde ha
llevado a Echy —Ana me miró algo nerviosa, mientras tomaba apresurada
un papel arrugado de sobre la mesa.
—Tú te lo pierdes.
—Además, veré una mejor, será triple equis en vivo y a todo color —avisó
divertida mientras tomaba su bolsa para salir. Chantal y yo nos miramos con
complicidad y reímos ante su comentario.
—Estaba loco por verte —le digo por fin, acunando su barbilla con mis
dedos. Ella me miró con una media sonrisa—. Tú a mí no, ¿verdad?
—pregunté esperanzado.
—A veces quisiera que el mundo se detuviera para estar junto a ti, todo el
día, así como ahora. No quiero que el tiempo corra, Chantal. —La recosté
sobre mi pecho, acariciando su rostro con mis dedos—. Quiero que lo
intentemos.
—Ha pasado el tiempo y lo que siento por ti cada día es más fuerte, cada día
te amo más. Tengo que tragarme todo lo que siento solo por tus miedos.
La chica del burdel verdad que aunque la acalle el viento la gritaría a viva
voz. Es algo que no puedo ocultar. No me hagas sufrir más, por favor —la
miraba a los ojos para que en ellos pudiera ver que no mentía, para
demostrarle lo que realmente sentía.
—Te he dicho que no soy la mujer que crees. No puedo estar con nadie en
estos momentos.
Entiéndeme.
—Los
ojos
de
Chantal
se
—Como quieras —solté con cierto enfado. Por más que insistía ella no
quería ceder, era obstinada, terca.
—Es que… tengo una amiga en WhatsApp que está enamorada. Es una
trabajadora sexual y tiene miedo de la reacción del chico que le gusta. Ella
lo ama, lo desea con todas sus fuerzas, pero es algo difícil de aceptar. Ella
no se atreve a decirle lo que es. —Oh, ya veo. Qué fuerte. Bueno, yo jamás
andaría con una prostituta. Son mujeres que no se respetan, que no se
valoran. Podrían pillar una enfermedad que arruine sus vidas y peor aún,
contagiar a quien dicen amar. Deberían cogerlas a todas y abandonarlas en
una isla desierta y luego mandar una bomba nuclear para que mueran todas.
—¡Rodrigo! ¿Cómo puedes pensar así? Son seres humanos y muchas están
ahí por necesidad, no por gusto. Muchas tienen una familia que mantener. No
puedes juzgar a alguien por su estilo de vida. Tienes 119
Elba Castilloveitia que ir más allá y ver cuál es su historia. Debes ver qué la
llevó a convertirse en prostituta.
—Esa no fue la pregunta. Si te dijera que soy prostituta, ¿qué harías? —tenía
los ojos clavados en cada una de mis facciones. En cierta forma me
intimidaba.
—dijo divertida.
La chica del burdel miré y sin previo aviso la besé, con ansias, primero
delicado para luego volverse apasionado. Nos besamos como si el mundo se
fuera a terminar, hasta que la puerta se abrió de golpe y una Ana muy
sonriente apareció por el umbral. Nuestra burbuja estalló en miles de
partículas de colores. Sonreímos nerviosos.
—Hazla entrar en razón —le digo a Ana—, a ver si hace feliz a este
mendigo que suspira por su amor. —Le robé otro beso a Chantal frente a la
mirada divertida de Ana y Antonio quien apareció junto en ese instante.
—Claro —me dice Chantal con una expresión tranquila—, pero duermes en
el cuarto de Echy.
—Me da miedo dormir solito, mejor contigo y te cuido —hice un leve
puchero.
121
Elba Castilloveitia
122
Hacía tanto tiempo que no me sentía así, tan feliz, viva. Rodrigo me hacía
sentir especial, tanto, que todo a mi alrededor se detenía cuando estaba a su
lado. ¿Y qué decir de sus besos? Eran el calmante para mi dolor, me
transportaban a una dimensión desconocida donde solo nos teníamos el uno
al otro. Él me brindaba esa paz en medio de la adversidad.
Abrí la caja con cuidado, encontrándome con una lencería que consistía en
un minivestido de cuero ceñido y de tiras a los lados dejando al descubierto
bastante piel. No podía negar que era bonito. Me fijé en un segundo atuendo
y al instante un escalofrío recorrió mi cuerpo. Una enorme correa de cuero
se ajustaba al cuerpo envolviendo el área de los pechos y la vagina. Al
parecer estaría vestida con tirantes. Por último, la caja contenía un frasco
con hormigas y otro con gusanos. Sentí mi estómago revolverse y las ganas
de expulsar lo poco que había ingerido durante el día. ¿Que tenía en mente
aquel sujeto? ¿Acaso pensaba matarme y echarme las hormigas y los gusanos
para acelerar mi descomposición? Lo maldije una y otra vez mientras miraba
el reloj de pared que colgaba en la sala, ese maldito reloj que se empeñaba
en marchar lo más rápido que podía, acercándome cada vez más a una cita
maldita.
Estaba nerviosa, me imaginé las mil formas en que el sujeto me cogería esa
noche. Mil formas en que me mataría y luego echaría los gusanos y las
hormigas para que acabaran conmigo. Necesitaba despejar mi mente, la
ansiedad y la incertidumbre me estaban consumiendo. Lo único que podía
darme un poco de sosiego en ese momento era Rodrigo. Busqué mi celular
dentro de mi bolso para enviarle un mensaje de texto. Me dejé caer sobre la
mullida cama.
Yo a ti, princesa.
124
La chica del burdel Si quieres, cuando salga de trabajar, paso por tu casa.
Besos, xoxoxo.
...
Levanté mi vista al sentir una presencia a mi lado. Mis ojos conectaron con
el desgraciado que me miraba con desgarbo junto a su sonrisa maliciosa.
—¿Preparada
para
una
noche
intensa?
El sujeto soltó una gran carcajada que hizo que mi enojo creciera. Una vez
en la habitación, puso el dinero en la mesa que estaba junto a la cama. Lo
tomé y guardé bajo llave, cerciorándome de que no viera dónde lo guardaba.
Acunó mis senos con sus manos bruscamente, hasta el punto de sentir dolor.
Luego me llevó a la cama, donde me acostó sin un ápice de cuidado. Lo miré
con odio, pero a él no le importó. Me tenía a su merced y haría conmigo lo
que le diera la gana.
Pasaba sus manos por todo mi cuerpo una y otra vez, hasta que se subió
sobre mí para ponerme su asqueroso miembro en mi boca. Me tenía
asfixiada.
Luego puso su boca en uno de mis senos mientras con la mano acariciaba el
otro. Bajó su mano por mi abdomen hasta colar sus dedos dentro de mí. Lo
maldije nuevamente.
—¡Ponte en cuatro!
—No.
—¡Obedece, carajo!
128
APARENTE RAZÓN
Rodrigo
Pero el silencio al otro lado de la línea me puso peor. Ella me había dicho
que era noche de chicas, y era obvio que sí, pero necesitaba oír su voz,
aunque fuera un escueto saludo.
—Eh… Ella… Ella salió un momento a comprar unas cosas para nuestra
noche de chicas.
Era Angélica, por estar pendiente a Chantal había olvidado contestar sus
mensajes. Ella siempre ha sido una gran amiga, siempre a mi lado aun en los
momentos más oscuros y difíciles. Aunque muchos decían que siempre ha
estado enamorada de mí, sabía que no era cierto. Ella me había enseñado lo
que es tener una amistad incondicional.
—Te tengo una estupenda noticia. —Aunque no la podía ver, sabía que
sonreía y que estaba de muy buen humor.
—No me digas que te vas a casar y seré tu padrino —dije en tono divertido.
—Bobo, no tengo con quién. Quisiera poder decirte que me voy a casar, pero
mi vida sigue siendo tan monótona y aburrida como siempre.
—No es eso, es que…, bueno, en realidad también te tengo una noticia —le
dije finalmente, con cierto temor a su reacción, porque no quería lastimarla y
mucho menos que se alejara de mí.
—¿Cuál?
—Ya tengo novia —confesé tan rápido como si mi vida dependiera de ello.
Esta vez, Angélica es la que queda en total silencio—. ¿Estás ahí? —Me
removía incómodo, al parecer la noticia no le resultó agradable.
—Es que pasó tan de prisa que cuando me di cuenta estaba sumergido hasta
el fondo —me justifiqué.
Jaden era un gran hermano, siempre estaba para mí y yo para él. Teníamos
mucho en común, aun siendo tan diferentes. Su muerte hizo estragos en mi
familia, mi papá se dio a la bebida, convirtiéndose en un ser despreciable,
sin escrúpulos, maltratante y prepotente. Mi madre se hundió en una
depresión hasta el sol de hoy. Había días en que se encerraba y no quera
salir más, tal como el día en que planificamos la cita doble. A raíz de su
muerte fue que mis padres decidieron dejarlo todo y mudarse a este lugar. La
muerte de mi hermano era un tema intocable en la familia. Nadie mencionaba
siquiera su nombre. El Manuel era en honor a mi padre, con eso de que el
primer hijo debe llamarse como el padre, algo tan estúpido a mi pensar.
Ahora venían a mi mente muchas cosas. Por fin entendía por qué mi padre no
me soportaba. Me di cuenta de que me culpaba de su muerte, que tal vez 132
133
Chantal
observándome
fijamente.
Su
mano
—Veo que por fin despiertas. Te estoy esperando desde hace rato. Ni te
creas que esto se acabó
135
Elba Castilloveitia
—Ponte la segunda lencería, la de tiras. —Saqué el extraño atuendo del
cajón y caminé hacia el baño. Quería estar sola y tratar de que mis nervios se
estabilizaran—. ¿Para dónde vas? —me preguntó apresurado mientras se
levantaba de la silla y me halaba por el brazo. Lo miré desafiante por encima
de mi hombro.
136
—Ahora caes en periodo. ¡Es que no puedo contigo! Ven acá. —Me haló
otra vez y me empujó al suelo para que me arrodillara.
—No, por favor. —Mi suplica fue en vano. Alzó la fusta y me golpeó con
fuerza. Sentí mi espalda arder de dolor, como si mi piel quedara impregnada
de la fusta con cada azote. Traté de aferrarme al suelo, buscando algo que
aliviara el dolor.
Volvió a pegarme con la fusta y no pude evitar retorcerme del dolor. Las
lágrimas se acumulaban en mis ojos, pero no las dejé salir. No podía
demostrar mi debilidad.
Con mi espalda ardiendo de dolor me levanté del suelo como pude. Caminé
lentamente y me senté en la cama. No encontraba la forma para acostarme,
mi espalda sangraba o esa era la sensación que tenía.
Puso mis brazos sobre mi cabeza y los sujetó con fuerza. Y de esa forma me
invadió con brusquedad.
—Busca los frascos que te envié. —Lo miré extrañada, pero obedecí
tomando el frasco con gusanos y hormigas—. Solo pon todos esos insectos
en mi pene.
La chica del burdel que la tortura terminó. Me quedé parada frente a la cama,
mirando cómo los gusanos y las hormigas caminaban a su antojo sobre las
sábanas.
—Eso es todo por hoy, espero que lo hayas disfrutado tanto como yo. Me
llamo Manuel Enrique, para que no me olvides. —Se acercó a mí y acarició
mi rostro, pero me alejé de su tacto con rabia—. Así enojada me dan ganas
de hacerte mía una y mil veces más, preciosura. —Me besó a la fuerza.
Tan pronto se fue me metí en la ducha. Todo me dolía, las piernas, glúteos,
tenía moretones por todo el cuerpo y la marca de la fusta en mi espalda. Sé
que las heridas tardaran en sanar. Dejé caer el agua desde mi cabeza para
relajarme. Deseaba que todo rastro de ese hombre se desvaneciera. Lo
maldije una y otra vez. No quería recordar su olor ni su presencia. ¿Cómo
lograba excitarse con gusanos?
—Hace varias horas se puso mal, muy débil, sin fuerzas y empezó a sangrar
por la nariz. —La información recibida cayó como un balde de agua fría
sobre mi cabeza. ¿Sería el principio del fin?
Las palabras del galeno frente a mí fueron como agujas incrustadas fríamente
en mi pecho. Mi sangre se congeló ante el temor y la impotencia. No podía
hacer nada, solo esperar, quizá rezar. Sentía el mundo desmoronarse bajo
mis pies. Miles de 140
La chica del burdel pensamientos bombardeaban mi mente. Estaba
angustiada y la desesperación comenzaba a emerger de mi interior como
agua en proceso de ebullición.
—Estoy bien —traté de sonar convincente, pero el dolor que sentía en todo
el cuerpo era insoportable, como punzadas que traspasaban mi piel, un dolor
tan agudo que me desesperaba. Me alcé la blusa para mostrarle la espalda y
su rostro desencajado no tuvo precio.
—No me digas que fue… —Me miró desconcertada, llevándose las manos a
la boca.
—Sí, y no sabes cuántas cosas más me hizo. Fue horrible —confesé con el
alma y mi voz desgarrada—. Es un asqueroso. Le gusta la formicofilia.
¿Sabes lo que es eso? —Me miró sin entender, como si jamás hubiera
escuchado dicha palabra—. A ese cerdo le provoca placer las picadas de
hormigas y se excita con el roce de los gusanos en sus genitales.
—Tienes que buscar empleo en otros lugares, pero mientras tanto debes
seguir ahí. Y ahora más
Elba Castilloveitia George podría hacer la excepción —le guiñé un ojo sin
mucho ánimo—. Ana, no quiero que nada le pase a Echy, es mi vida. Hago
esto por él, porque lo amo. Es horrible sentir cómo todo por lo que he
luchado, aquello que quiero preservar se va alejando y no puedo hacer nada.
Es duro, tratar de sobrevivir en contra de tu voluntad, para al final darte
cuenta de que es en vano. Mi hijo es la luz de mis ojos, mi felicidad, y no es
justo verlo apagarse lentamente sin poder hacer nada.
—Lo sé, cariño. Por cierto, Rodrigo está desesperado, quiere que lo llames,
le escribas o lo cites para verte.
¿Cómo iba a ocultar mis marcas? Me llevé las manos al rostro en un gesto de
desesperación.
—No, no puede verme así. ¿Qué excusa le podría dar? Él no puede enterarse
de mi trabajo, jamás
—Amiga, sabes que cuentas conmigo y que no estás sola. Te apoyo en lo que
decidas.
—Me haré todas las pruebas para saber si soy compatible. —Ana me abrazó
con fuerza y no pude evitar llorar en su hombro por un corto tiempo—.
142
143
—¿Chantal?
—Sí, soy yo. —Su voz se escuchaba apagada, lo cual hizo que mis alarmas
dispararse.
—¿Estas bien? Me tienes angustiado, hace más de doce horas que no se de ti.
No sabes cuánto te he extrañado, me haces mucha falta.
—Lo siento, pero te dije que ayer era noche de chicas y eso significa estar
desconectada del 145
—¿Estás segura? Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea —le di
una mirada preocupada.
—¡Maldita sea! Ya te dije que estoy bien, ¿puedes dejar de preguntar? —Su
actitud me pilló por sorpresa—. Solo estoy preocupada.
—Hey, solo quiero saber si estás bien, que no te pase nada. —Tomé su mano
entre las mías poniéndome en cuclillas para quedar a la misma altura—.
Eres mi vida, y si tú estás incompleta, mi corazón estará incompleto. Eres mi
complemento
—acuné su barbilla con mis dedos para que me mirara a los ojos, y vi los
suyos cristalizados—, y 146
La chica del burdel quiero ser quien reúna los pedazos de tu corazón hecho
trizas. Quiero ser quien vende tus heridas y te haga feliz. Chantal, te amo —
finalicé dándole un tierno beso en sus labios y pasando un brazo por detrás
de ella para acercarla más a mí.
—Perdóname, no debí…
Puse un dedo sobre sus labios para que no dijera nada mientras con la otra
recogí una lágrima que bajaba por su mejilla.
—No tengo nada que perdonar y sabes que estoy para ti.
—¿Qué te pasó en el brazo? —El rostro de Chantal se puso rojo y sus manos
comenzaron a moverse inquietas.
—Pero ¿cómo?
—Ayer, luego de que te escribí los mensajes de texto. Iba tan envuelta
bajando las escaleras que salté un escalón y caí llevándome todo lo que tenía
frente a mí.
—Lo siento tanto. Aunque cuando llamé a Ana me dijo que estabas muy bien
—expresé dudando de sus palabras.
147
Elba Castilloveitia
—Pudo ser peor, así que estaré bien —se acercó para depositarme un corto
beso en mis labios.
—Cuando no estés conmigo, por favor mantente comunicada. Ayer me sentía
al borde de un colapso de nervios. Te extrañaba, y no poder hablar contigo
por ningún medio era desesperante. No lo vuelvas a hacer, por favor.
Salí del frío cuarto del hospital y perdí mi mirada en los ventanales. Desde
arriba se podía ver la gente caminando de un lado a otro, en afanes diarios,
los carros apresurados corriendo por la avenida como antorchas encendidas.
Mientras unos allá abajo se preocupaban por cosas pasajeras, cosas
efímeras que no valían la pena, acá en este hospital había personas viendo a
sus hijos o familiares
morir,
deseando
siquiera
una
Son tres minutos donde lo único que queremos es regresar el tiempo a ese
momento al que no le dimos importancia. Es por eso por lo que se debe vivir
la vida de tal forma que cada minuto cuente, decir lo que sientes, no callarte
nada y sobre todo no vivir con el “si hubiera hecho”.
148
No lo había pensado, pero yo podría ser ese donante que tanto necesitaba el
niño. Llegué a la habitación y Chantal se encontraba dormida junto a la cama
del niño. No pude evitar sentir tristeza por ella. La llamé en apenas un
susurro y le entregué el chocolate con el pastel.
—Debo irme, te veo mañana. Te amo —la besé con ansias, impregnándome
de su aroma.
Mi papá y ella no se llevaban, sin embargo, con mi madre había formado una
buena relación, incluso, mamá la defendía más a ella que a mí.
Estaba esperando frente a la puerta donde salían los pasajeros cuando sentí
unas manos taparme los ojos. Un olor a vainilla inundó mis fosas nasales y al
instante supe que era ella.
Elba Castilloveitia preciosa, el tiempo no pasaba por ella. Tomé sus maletas
y caminamos hacia el auto—. ¿Tienes hambre? —le pregunté al abrir la
cajuela.
—Estupendo.
—No lo sientas. Quiero que mi madre lo dejé y nos vayamos, pero se rehúsa.
No quiero que en un arranque la mate. Tampoco puedo irme solo y dejarla a
su merced. Si ella no quiere irse, yo tampoco la dejaré sola.
—Es un peligro, don Quique nunca me ha caído muy bien que digamos. Te
confieso que hace años…
—Hace años, cuando tu hermano Jaden aún vivía, tu padre me pidió un favor.
Me había pedido que lo ayudara a colocar unas cosas en el armario que
había en el ático. Me estuvo extraño, pero acepté. El asunto es que cuando
me alcé para colocar las cosas, tu padre se pegó a mí lo suficiente como
para… —Angélica se quedó callada.
—Continúa, sea lo que sea puedes contarme. No importa que sea mi padre.
Angélica puso una mano sobre mi hombro en señal de apoyo. Que estuviera
conmigo me reconfortaba bastante.
—¿Y tu novia? No es que me agrade el hecho de que tengas novia, pero debo
darte mi aprobación
—Lo siento mucho. Qué triste… Esa maldita enfermedad del cáncer está
acabando con todos.
—Quiero tanto a ese niño, tan solo tiene cuatro años y ha pasado por
demasiadas cosas — dije pensando en lo injusta que podía parecer la vida
—.
Chantal… es especial. —Una tonta sonrisa se dibujó en mi rostro.
—Vamos.
152
—¿Me iré con papá al cielo? —Sentí mi pecho arder ante sus palabras.
Sus palabras hicieron que mi ser cobrara vida, que recargara energías de un
lugar desconocido que hacía mucho dejó de existir para mí. Escuchar ese te
amo tan sincero de los labios de mi hijo me inyectaron esperanzas.
—También te amo, mi amor —lo abracé para dejarle sentir que todo estaría
bien. Comencé a cantarle hasta que se quedó profundamente dormido.
—Mi amor, todo estará bien —pasó su mano sobre mi cabello con
delicadeza—. No pienses en cosas negativas… Te voy a presentar a una
amiga.
—Lo miré arqueando una ceja con un ápice de desconfianza—. Chantal, ella
es Angélica, mi mejor amiga.
Jaden agarró la chica que no dejaba de decirme cosas. Luego supe que era su
ex. De repente, vi una mano extendida hacia mí, al levantar la mirada vi a
Rodrigo. Me ayudó a pararme y limpiar el desastre que tenía en mi ropa.
Desde ese día nos hicimos grandes amigos —una boba sonrisa se dibujó en
sus labios.
En ese instante Rodrigo entró sonriente como siempre, últimamente traía muy
buen humor.
155
Elba Castilloveitia
—Estaría perfecto, pero primero quiero que Echy se recupere y para eso
podrían pasar semanas.
—No creo, pronto tendrás una sorpresa. —Lo miré extrañada, lo único que
quería era que mi hijo estuviese bien. Sería el mejor regalo que me podría
dar la vida.
Irene llegó en esos momentos para relevarme, así podría ir a comer algo y
darme un buen baño.
—Quería darte una sorpresa. Bueno, en realidad, saber que estás aquí solita
y desnuda hace que mi mente retorcida cobre vida.
156
Se acercó lentamente, pero puse mis manos sobre su pecho para que se
detuviera.
—¿Y si insisto?
Eres perfecta.
Caminamos hacia la cama con cuidado, sin dejar de besarnos. Me dejé caer
y con desespero continuó besando mis labios y cada centímetro de mi
cuerpo.
—¿Qué pasa, mi amor? Lo estabas haciendo perfecto —aseguró con sus ojos
dilatados aun por el deseo.
La chica del burdel mi ropa. Luego me dirigí hacia el ropero, cuando sentí la
puerta abrirse nuevamente. Eché una mirada, solo para encontrarme con el
rostro descolocado de Rodrigo.
—¿Por qué eres así? ¿A que le temes? Ya te he dicho que estoy para ti.
Puedes confiar en mí
159
Al entrar a la habitación, Irene nos miró con alegría, gesto que nos llamó la
atención.
—¿Tan rápido?
—¿Qué quieres decir con eso? Chantal, ¿qué me ocultas? ¡Por el amor de
Dios, confía en mí! Te prometo que te entenderé y te ayudaré en lo que sea.
Por favor, no te alejes de mí. Te amo y lo sabes.
—Es lo mejor.
—No mereces a alguien como yo. No soy suficiente. Estoy decidida, busca a
alguien que te merezca, que esté a tu altura.
—Para mí eres la mujer más perfecta que hay sobre la faz de la tierra. Eres
mi complemento, quien, a pesar de mis imperfecciones, me ve como nadie
más lo haría. —Una lágrima comenzó a rodar por mi rostro, la limpié
apresurado para evitar que Chantal la notase.
Angélica observaba la escena de lejos. Venía con una botella de agua en sus
manos y una revista de modas.
163
—Ven para acá. —Y sin decir nada más, me abrazó en un intento de aliviar
el dolor de mi alma y dejándome llorar en su hombro—. Todo estará bien.
No es fácil para ella esta situación, dale un poco de tiempo.
—Su mirada grita que te ama, creo que es ilógico que se separen. Ustedes
son el uno para el otro. No te rindas, lucha. Solo dale su espacio, por lo
menos en lo que su hijo se recupera —dijo suavemente sin aflojar su abrazo.
La tarde se me hizo larga y la noche una eternidad. Me hacía falta estar con
ella, sentir su aliento, su olor, su cercanía o tan solo escuchar su voz.
164
Al día siguiente llamé al trabajo para decir que no llegaría. Era la operación
para el trasplante de médula ósea de Echy y quería acompañar a Chantal en
todo momento, aunque no me volteara a ver.
165
Elba Castilloveitia
Quizás antes de que Angélica se vaya podemos hacer una reunión en mi casa.
¿Te parece?
—Ya les dije que iré tan pronto mi hijo se recupere. —Esta vez sonrió de
una forma tan mágica que disipó toda la nube negra que tenía en mi alma.
—No pienses negativo. Lo peor ya pasó, que era conseguir el donante —la
interrumpí para sacarla de esos pensamientos.
—¿Familiares
de
Ezequiel
Demetrious?
166
Los días pasaron rápidamente. Echy respondió muy bien al trasplante y fue
dado de alta del hospital. El donante resultó ser un señor mayor, agradable y
bromista. Chantal no dejó de agradecerle al señor Roberto por salvar la vida
de su hijo. Retomé mi amistad con Chantal, con eso me conformaba por el
momento. Acordamos que, mientras no estuviera segura, seríamos buenos
amigos. Angélica se adaptó muy bien en mi casa, ayudaba a mi madre día y
noche, tanto en la limpieza del hogar como en la cocina. Era muy buena en
todo lo que hacía.
167
Elba Castilloveitia
Aunque su beso me dejó aturdido, no quería tener nada con ella, era mi
amiga y así seguiría siendo.
—confesó en un hilo de voz, pero lo bastante fuerte para que llegara a mis
oídos.
Has estado para mí en estos nueve años y le has dado un nuevo rumbo a mi
historia. No te pido una oportunidad, sé que tu corazón tiene dueña y no
pienso interponerme a eso. Chantal solo quiere tu amistad, mientras me
tienes a mí, loca por ser algo más —una lágrima escapó de sus ojos,
haciéndome sentir muy mal—. Olvida el beso si quieres, pero no cambies
conmigo ahora que sabes la verdad.
168
Su confesión fue demasiado fuerte para mí, como una ráfaga de viento que te
hace tambalear.
Aun así, no iba a echar a un lado su amistad. Tantos años y nunca me había
dado cuenta de sus sentimientos. Prefería creer que su verdadero amor
siempre fue mi hermano. ¡Que tonto había sido!
169
171
Buenos días.
Sí, un día tan perfecto para que me acompañes a donde te dije hace par de
semanas. ¿Qué dices?
Tenía tanta energía que al parecía que había cinco chicos en la casa. Me
sentía muy feliz porque pronto podría dejar el burdel. Todavía faltaban unos
tres mil doscientos euros para cubrir los gastos del hospital, una semana o
dos más de trabajo y terminaba por fin.
—Sabes que sí, no sé para qué preguntas. Hoy no tengo trabajo, así que
puedo —respondió con una sonrisa.
172
Nos bajamos en la ciudad de Rathen donde tomaríamos una larga ruta que
nos llevaría hacia El Puente de Bastei. Desde el valle, la montaña de roca de
arenisca del Elba se veía impresionante. Grandes peñascos en tonos
marrones y grises sostenían el puente. Mi boca se abrió ante la majestuosa
creación del río Elba. Era maravilloso, a pesar de que la brisa se coló bajo
mi piel haciéndome tiritar de frío.
173
Elba Castilloveitia
—Sé que te iba a encantar —afirmó con satisfacción —, pero es mejor verlo
desde arriba.
—¿Desde arriba?
—Sí, ven —respondió mientras me haló del brazo vigorosamente para que
lo siguiera.
Luego de caminar un largo rato subimos al puente. Todo desde arriba se veía
diferente. No pude evitar pensar en la similitud de esa impresionante vista
con la vida misma. Muchas veces cuando estamos en el valle de los
problemas, nuestras situaciones nos ciegan y vemos el panorama de forma
incorrecta. Sin embargo, si subimos y miramos el mismo problema desde
otro ángulo, nos daremos cuenta de que no era tan complicado como
creíamos. El valle me hacía ver lo imposible ante nuestros ojos. La cima, en
cambio, me hacía entender que todo tiene solución en la vida y que los
problemas solo son pequeñeces que nos ayudan a crecer y son fundamentales
para madurar y ser mejores seres humanos en la vida.
—Dime —dije antes de inhalar el aire puro que nos regalaba la naturaleza y
cerrar los ojos para dejarme llevar. Se sentía paz. El sonido del viento
mezclándose entre las hojas de los árboles tenía un efecto que relajaba todos
mis sentidos.
—Te ves preciosa cuando sonríes —dijo de una forma que me hizo sonrojar.
Lo miré perdiéndome en sus ojos color aceituna. Se acercó de forma lenta,
174
La chica del burdel me besó y no pude más que dejarme llevar porque lo
amaba. Lo necesitaba, me hacía falta.
—Besas tan perfecto. ¡Cuánto desearía que fueras mi novia! Así, luego de un
tiempo, poder llevarte al altar y que seas mía para siempre
—¡¿Estás loco?!
—Loco por ti… Tal vez —sonrió sin dejar de mirarme.
—No lo sabía.
—Cuando estés lista para amar ten por seguro que te estaré esperando —
completó rozando mis labios en un delicado beso—. Ven, vamos a comer
algo, estoy famélico.
175
Elba Castilloveitia
Me robó otro beso y girando sobre sus talones se marchó. A los pocos
segundos la alarma de mi móvil sonó y miré a Ana con escepticismo.
Buenas noches.
Buenas noches, que tus sueños sean tan gratos como para mí tu compañía.
—No estamos.
—¡¿No están?! ¿Y el beso? ¿La tonta sonrisa que traes en la cara qué?
Necesito explicación y es para ya —pidió con urgencia.
—Ana, tú sabes que lo quiero y la razón por la cual no estoy con él.
—¡Eres tan boba! Date una oportunidad, no puedes tomarlo y dejarlo así
como así —dijo convencida—. Va a pensar que juegas con sus 176
—Como creas, sabes que te apoyo en todo lo que decidas —dijo al entender
—. ¿Irás hoy?
—Hoy no. Llamaré a Irene mañana para que me cuide el niño. Cambiando de
tema, ¿cómo vas con Antonio?
—¿Así y ya? Hay algo más, desembucha. ¿Qué te traes? —No le creí ni por
un segundo.
—Eso es lindo, Ana. Es una promesa, un pacto hasta que la muerte los
separe. Eso significa que te quiere de verdad, ¿no crees?
Nos echamos a reír, luego nos lanzamos a mi cama para seguir conversando
y ponernos al tanto sobre nuestras vidas en esos últimos días.
La alarma de mensajes de mi móvil volvió a sonar. Lo tomé apresurada
creyendo que sería Rodrigo, pero la sonrisa que tenía desapareció al
instante. Los colores huyeron de mi rostro, dejándome tan pálida que sentí
que las fuerzas 177
—No lo estoy. Mira —le pedí extendiendo mi celular hacia ella para que
leyera el mensaje.
Manuel Enrique (mi nombre para que sepas cuál cliente te solicita)
—¿Vas a ir?
—Claro que no. ¡Que se vaya al carajo! —negué descolocada—. Un día tan
perfecto no puede acabar así —dije al sentir que mi vista se nublaba.
Eso es acoso.
La chica del burdel bebida. Verás que en segundos cae rendido a tus pies y
no de amor —me guiñó un ojo.
Había creado un excelente plan, pero aun así no quería ir. Lo último que
deseaba era salir luego del fantástico día que pasé junto a Rodrigo. Decidí
mandarle un mensaje al desgraciado para ver si podía zafarme.
Lo siento, no iré.
Vendrás, te lo aseguro.
No iré y punto.
¿Segura?
Sí.
Me sentía feliz. La cita con Chantal salió tal y como había pensado. Las
montañas de rocas de arenisca del Elba le encantaron. Sus facciones, su
rostro de asombro… todo quise enmarcarlo. Quedé mucho más enamorado
de ella luego de verla disfrutar el panorama de aquel majestuoso lugar.
—Sí... Discutimos como siempre, le aventé los vasos de cristal que había en
la mesa. Él se enojó y me haló por el cabello casi arrastrándome y me hizo
caminar sobre ellos. Como me tenía tan agarrada no podía mirar al suelo y…
me corté. Sería mejor que me matará de una vez, no quiero vivir esto… ya
me tiene harta.
—No pienses así, mamá, nuestra relación no será la mejor, pero yo te
necesito. Quiero que estés bien.
—Ya te dije lo que debemos hacer. Vámonos lejos de ese hombre. Déjalo
que muera solo y se aborrezca de su vida. Tú no mereces esto y mucho
menos quitarte la vida por un imbécil que no vale un céntimo. Hazlo por ti,
denúncialo, que lo refundan en la cárcel. No me importa que sea mi padre.
182
Quisiera que algún día me dijeras que por fin vas a formar tu vida junto a
alguien.
—Hablando del tema, antes de que Angélica se vaya quiero traer unas
amistades. Hay alguien que quiero que conozcas —le guiñé un ojo y le
sonreí.
—No me digas que tienes alguien… —se llevó las manos a la boca en gesto
de sorpresa.
—Sí, mamá, me gusta una chica que me ha robado el aliento. Ha pasado por
muchas cosas y no quiero presionarla. Me tiene perdidamente enamorado. La
quiero para mí por el resto de mis días. —Una sonrisa se dibujó en mis
labios a medida que le confesaba mis sentimientos.
—Me alegro de que tu corazón y tu vida por fin se estén encaminando. —Se
acercó a mí poniendo su mano en mi rostro con ternura—. Perdóname por las
veces que te he tratado mal. He sido muy mala madre.
—Olvida eso, ¿sí? Tenemos la vida por delante para enmendar nuestros
errores. No te tortures ahora.
Desde que Jaden murió mi alma se fue con él. Solo he deseado que estuviera
vivo, poder cuidarlo, verlo llegar a ser un hombre de bien. Sin embargo, te
he 183
—No hay nada que perdonar. Además, la vida me ha enseñado que cada
persona tiene una historia y es esa historia la que moldea sus acciones. La
muerte de mi hermano me dolió, pero la vida continúa. No puedo echarme a
morir por eso, no puedo rendirme cuando tengo tantas cosas por las que
luchar —dije con firmeza—. Mamá, creo que debes hacer lo mismo, seguir
adelante, porque al final estoy seguro de que Jayden hubiese querido que
seamos felices.
Vi
cómo
Angélica
entraba
no salgas de noche.
Pasaron minutos, unos que se convirtieron en horas sin recibir respuesta. Una
extraña sensación me oprimió el pecho. Temí lo peor. La llamé y su teléfono
estaba apagado, así que decidí marcar a Ana al ver que no respondía.
—¿Se
encuentra
Chantal?
—pregunté
—Sí, está muy bien. Ya se fue a dormir —dijo, pero algo en su tono voz no
se escuchaba apropiado.
—Sí…
185
187
Elba Castilloveitia
—Nosotros no, hermosa. Nuestro jefe quiere que te llevemos con él.
—No sé quién es tu jefe ni lo que quiere. Solo quiero que nos dejen en paz
—pedí intentando recuperar la compostura.
Los miré desafiante sintiendo cómo el corazón palpitaba con fuerza fuerte
dentro de mi pecho.
Okey, perfecto… El jefe dice que te quiere solo a ti, tu amiga se queda, por
ahora. Chompi viene a recogernos, vamos —terminó de decir mirando a sus
compañeros.
—No te asustes, hermosa. El jefe solo quiere pasar un rato divertido contigo.
188
Llegamos a un lugar que no era el burdel sino una casa enorme con un
camino en tierra que alcanzaba su entrada. La propiedad estaba alejada de la
ciudad, parecía ser un terreno abandonado, su pintura estaba descuidada. El
miedo aumentaba y con cada segundo que pasaba los latidos de mi corazón
iban más de prisa. Era muy joven para morir. Me sentaron en una silla, luego
me amarraron las manos a la espalda.
—Hola, Chantal.
Una conocida voz se escuchó detrás de mí. Todos mis sentidos se pusieron
en alerta.
—¿Por qué aquí? ¿Qué me vas a hacer? —me atreví a preguntar, aterrada
ante las posibles respuestas que enviaba mi cerebro y las otras tantas que
podría recibir de su parte.
tenemos que jugar —completó la frase en tanto iba pasando su mano por
todo mi cuello y bajando hacia mis senos. Su tacto quemaba de forma tal que
189
—Ya te dije, para mí eres la única puta que vale la pena. Eres diferente y eso
me encanta. Vestida así decente te ves más deseable.
—Te dije que quería rozar mi miembro en tu hermoso trasero, ¿no es así? —
No contesté, las palabras se quedaron atascadas en mi garganta. Él se acercó
y desató mis manos—. ¿Verdad?
190
Quién manda aquí seré yo, y si quiero no te vas a negar, zorra maldita. La
próxima vez no voy a ser tan bueno contigo. Una más y te mato a ti, a tu
amiga o al mocoso baboso de tu hijo. Te veo en el burdel —advirtió lo
último en un tono repulsivo, dio media vuelta y se marchó.
—¿Qué te hizo?
—Lo del mensaje, literal. ¡Es un bruto! Maldigo el día en que me enredé con
él. Sea maldito mil veces —espeté con rabia—. Te juro que me las pagará,
no me importa que sea el presidente, un alto ejecutivo o un narco. Se va a
arrepentir de hacerme todo lo que me ha hecho.
***
—Gracias.
—No creo…
—Bueno, no importa. Estoy buscando mucamas y asistentes de servicio, pero
no para esta casa. Soy gerente del prestigioso Hotel Braindenbacher.
Elba Castilloveitia
—Excelente, eres muy bonita… Creo que también me puedes servir como
camarera en el restaurante del hotel. Repórtate mañana a las nueve de la
mañana. Lleva todos tus documentos y ve lista para empezar. Se te proveerá
el uniforme, ve con zapatos cerrados, por favor.
Miré mi reloj, marcaba las once de la mañana. El camino a mi casa era lejos
así que decidí esperar por un autobús que me llevaría casi directo a las
puertas de mi hogar. Una marea de sentimientos comenzó a brotar en mi
interior. Pensamientos fugaces, sueños que empezaron a apoderarse de mi
alma en los que añoraba acabar con la doble vida en ese burdel.
194
AUTOFLAGELACIÓN
Rodrigo
—Me dio la impresión de que ya te fuiste, por la expresión que traes estás
como en el octavo planeta
—El amor, el amor… Estoy enamorado. Jamás pensé llegar a eso, pero me
ha tocado hondo y no quiero que termine —admití.
Arelys era una compañera de trabajo a quien Luis veía con ojos de borrego
enamorado, sin embargo, ella tenía otros intereses y mi amigo no era uno de
ellos.
—Esto es para ti, la mujer más importante que hay en mi vida. Sé que solo
somos amigos, pero acéptalo —dije y ella en respuesta sonrió.
Tomó los detalles, colocó los chocolates sobre la mesa y las flores en un
envase con agua. Cuando desocupó sus manos la abracé con ansias, lo que
produjo que una mueca de dolor en su rostro.
—Ven —la halé hacia mí y la besé con todas las ganas del mundo. La amaba
más que a mi propia vida. El plan de amigos con ella no me quedaba.
La chica del burdel con sinceridad, aun así, sabes que no te merezco.
—No digas más eso, que lo decido yo. Para mí tu eres mi todo, te amo,
aunque tú no me dejes amarte… No quiero perderte nunca. Por favor, no
repitas eso. —Una sonrisa apareció en sus labios y me sentí aliviado—. No
quiero que te menosprecies, vales mucho más de lo que crees. Además,
vengo a invitarte a mi casa, obvio que en plan de amigos, aunque no me
estaría mal presentarte como mi novia. Angélica se va en dos días y quiere
compartir con nosotros. ¿Qué dices?
—Me parece bien, pero me asusta conocer a tus padres —confesó con
pudor.
—Será a mi mamá, porque mi padre nunca está en mi casa y cuando llega es
estando borracho, con marcas de labial en su ropa y perfume de mujer. Es un
desgraciado —dije irritado al recordarlo.
—No hables así de tu padre —me retó Chantal mirándome con seriedad.
—No digas eso, es tu padre. ¡Cuánto daría para que mi padre viviera! Me
hace mucha falta. Muchas veces quisiera abrazarlo o hablar con él, pero no
está. Solo tengo a mi madre a cientos de kilómetros y es como si no la
tuviera por la distancia que nos separa. La extraño. —Su mirada se posó en
el marco de la puerta, como si viera una película justo ahí.
197
Elba Castilloveitia
—¿Has hablado con él? Quizás… hay algún motivo para su actitud.
—Es una buena noticia, espero que todo salga muy bien. —La volví a
abrazar con fuerza y sentí cómo se tensaba ante mi roce, añadido al gesto de
dolor en su rostro—. ¿Qué tienes? Confía en mí.
—pregunté horrorizado.
—¡¿Nada?! ¿Así no más?… Dime de una jodida vez lo que te pasó. ¿No
confías en mí? Soy tu amigo.
—El silencio se coló entre nosotros como un alto muro que aísla todo. La
miré esperando una 198
199
Elba Castilloveitia El sonido de la puerta nos hizo girar y vimos entrar a una
Ana muy feliz. No dudé en reprocharle.
—Lo que oyes. ¿Por qué no me dijiste, Ana? Mira su espalda —pedí alzando
nuevamente la blusa de Chantal para que la observara bien.
—¡Santo cielo! Mujer, ¿qué te paso? —se llevó las manos a la boca—. ¿Por
qué no me dijiste? ¿No confías en mí? Tantos años y me ocultas una verdad
tan grave. —Ana se mostró muy ofendida y regresó a su habitación.
—No lo haré, perdóname…, no… —Pero puse mis dedos sobre sus labios
para que no continuará, ya lo hecho, hecho estaba, y no podía hacer nada
para cambiarlo.
—Mañana por la tarde vengo a buscarte para ir a mi casa, ¿de acuerdo? —la
miré a los ojos y luego deposité un corto beso en su mejilla.
La chica del burdel incidir en su actuar, pero tanto como para llegar a
sentirse culpable sonaba extraño. Faltaba una pieza, mientras tanto, solo
tenía la certeza de que mientras tuviera vida, lucharía para que Chantal fuese
feliz.
201
¿qué más le podía decir? Jamás le diría que era una prostituta con un viejo
sádico obsesionado detrás y 203
—Si me pasa algo así con Antonio espero que hagas lo mismo —advirtió.
—Era lo único que se me ocurrió, lo único que podía creer. ¿Qué le hubieses
dicho tú?
Sabía que sus mensaje era el correcto, pero me negaba a pensar en eso, así
que para distraerme de 204
—¡Me alegro! ¿Ves? Ese chico te quiere de verdad y no merece tus mentiras.
Eso es señal de que quiere algo serio contigo. Dile la verdad antes que sea
tarde.
—dijo negando.
—Quizás en el burdel.
***
Justo cuando iba a entrar me tomó por la barbilla y depositó un corto beso en
mis labios. Luego cerró tras de mí y se apresuró a ponerse al volante.
—Entra —pidió con una sonrisa. No aguanté más y di la vuelta al carro, abrí
la puerta del lado del conductor y lo besé con intensidad.
207
Elba Castilloveitia
—¿Estás lista?
—Dame quince minutos —le dije al caer en cuenta de que se me hacía tarde,
colgué el teléfono y corrí darme una ducha. Me vestí rápidamente y bajé las
escaleras. Justo en el último escalón escuché el timbre de la puerta sonar.
Abrí con rapidez y un perfecto Rodrigo se asomó.
—¡Qué hermosa estás! —Sonreí con las mejillas rojas ante el cumplido—.
¿Estás lista para irnos?
—¿Tanto así? Mis padres tienen sus problemas, pero frente a las visitas se
comportan. De todas formas solo estará mi mamá. Ella no pelea cuando está
sola. —Me guiñó un ojo y me tomó de la mano para emprender el camino
hacia su casa.
La brisa acariciaba nuestros rostros, por lo que cerré los ojos tratando de
encontrar en ella la paz que necesitaba. Mi corazón latía desbocado ante la
marea de pensamientos que no me daban tregua.
Unas profundas ojeras negras delataban su cansancio o tal vez el dolor que
lleva su alma.
—la voz de Angélica nos interrumpió—. Espero que les guste, la hicimos
con mucho amor.
Las bromas y las risas no se hicieron esperar, fue una conversación amena y
relajada que nos hizo olvidar todos los problemas por un instante.
El viejo me miró de una forma que no supe explicar. Un brillo en sus ojos
apareció, luego curveó su boca en una aparente sonrisa. No pude ocultar los
nervios que me provocaba su presencia.
—¡Vaya, tienes la casa llena de putas! Hijo, estás aprendiendo de mí. Pensé
que eras homosexual
—zanjó Julietta.
—No veo ninguna —dijo sin despegar sus ojos de mí—. Hijo, creo que
deberías conocer bien a las que quieres de novias antes de traerlas a la casa.
Anda, 210
La chica del burdel dile quién eres —me pidió en tono de burla.
—Llévame a mi casa —le rogué con las lágrimas resbalando por mis
mejillas.
211
—Rodrigo… yo…
—Debes escucharme, por favor. No soy lo que tú crees —dijo con tanto
dolor que me molesté.
No era la misma desde que vio a mi padre. Se notaba ausente, sus manos
temblaban. No quería dejarla, pero debía irme. No hice más que llegar a la
casa y la molesta voz de mi padre llegó a mis oídos.
—¿Tú crees? —respondió para luego reírse de forma burlona hasta hacerme
perder el juicio. Lo tomé por la camisa y le di un golpe que lo dejó
sangrando por la nariz.
La chica del burdel una, por ella, por mi madre y por mí. ¡No me importa
que seas mi padre!
***
—Escuché todo.
—Lo dijo con tanta seguridad —respondí pensativo y con los ojos nublados.
Ella me abrazó por primera vez después de tantos años, lo que me hizo sentir
ese consuelo que solo una madre sabe dar a sus hijos. Me refugié en sus
brazos y lloré como un niño pequeño.
—Sí, ya sé. No fue fácil tu noche, pero anda a prepararte, hablamos por el
camino.
216
—¿La amas?
Rodrigo, sabes que puedes contar conmigo, me tienes a mí, siempre estaré
para ti. No lo olvides.
—Entiendo.
—¿Por qué pensabas eso? Yo en cambio solo quería verte, robarte un beso.
—Rodrigo…
—Sé que también sientes lo mismo. ¿Por qué lo haces? ¿De verdad eres
una… prostituta?
—¿Eres o no? Chantal, sácame de esta duda que me está aniquilando. Por
favor, dime que no es verdad… Dime que no eres una de ellas.
Dio media vuelta y subió a su habitación sin despedirse. Quedé aún más
desconcertado. La duda no se disipó, al contrario, siguió latente. Si no me lo
quería decir lo vería por mis propios ojos.
219
Rodrigo se marchó y las lágrimas comenzaron a caer sin control de mis ojos.
Lloraba desconsolada, no podía creer que ya sabía lo que hacía. El
malnacido tuvo que habérselo dicho. ¡Era un desgraciado! «¿Ahora qué
haré?», pensé devastada.
—preguntó Ana al verme con los ojos enrojecidos e hinchados por el llanto.
saldar,
pero
no
podía
seguir
engañándolo.
—Cuéntame,
¿qué
pasó?
—repitió
Ana
preocupada.
—¿Qué harás? De seguro él le dirá. ¡Oh, Dios mío! ¿Por eso Rodrigo te
estaba reclamando?
—¿Qué le dijiste?
—Amiga, te dije que debías decirle la verdad antes que fuera tarde, antes
que otra persona se lo dijera.
—Lo sé, lo sé, pero jamás pensé que esto fuera a pasar. Aún estoy incrédula
—le confesé exasperada en un intento de ahogar mis lágrimas.
—Esto está demasiado fuerte… No sé ni qué decirte.
—No digas nada. Me basta con que me apoyes y estés junto a mí… Bueno,
se me hace tarde, no debo pensar tanto.
222
También te extraño.
Y yo a ti…
Estaba ansiosa por ver entrar a Rodrigo por la puerta con su perfecto
atuendo, aunque no importa lo que se pusiera, siempre estaba hermoso. Me
tenía cautivada.
Entre tareas y tareas consumí el tiempo para irme a mi hogar. Me sentí feliz
al saber que era hora 223
Sonreí y los probó de una forma tan tierna que me enloqueció de placer. Me
arqueé para darle más acceso. Su tacto en mi piel se sentía delicioso, en
respuesta acaricié su torso desnudo mientras él me llenaba de su esencia, de
su aroma. Me senté a horcajadas sobre él, saboreando sus labios con locura.
El roce de su excitación en mi clítoris me estaba llevando al límite. Quise
tenerlo dentro de mí y ver cómo en cada estocada me llevaba al cielo.
225
Elba Castilloveitia
—Eres tan perfecta que quiero que todo el mundo sepa que eres solo mía.
Llevarte de la mano a todo lugar, ver juntos cada atardecer y ver a nuestros
hijos crecer mientras nos hacemos viejos.
Me haló hacia él con fuerza para luego recorrer mi piel desde mi oreja hasta
el cuello con su nariz.
226
Hacer el amor con ella fue mágico. Tenerla tan cerca y fundir nuestros
cuerpos a un ritmo apabullante resultó extraordinario. Quedé mucho más
enamorado, mucho más perdido en ella. De camino a su casa iba decidido a
encararla. Quería preguntarle directamente si era una puta… pero no pude.
Ella me recibió tan cariñosa que todas mis dudas se disiparon. Sabía que
muchas veces el 227
perfecto
lunar
ovalado.
Sacudí
mis
También te extraño.
Te amo.
—Hola, bombón.
—Sí, en un momento sentimos que el avión se iba a caer, pero fue efecto de
la misma turbulencia.
—¡Qué horrible!
—Da lo mismo.
—Con tantos adjetivos me dará envidia. Espero que algún día alguien piense
igual de mí. ¡Sería hermoso!
—Sería tan tierno tener muchos sobrinos negritos correteando por toda la
casa.
—Soñador.
Y así, sin más, me cortó la llamada. Estaba seguro de que en esos momentos
se hallaba sonriendo. Apostaba que en ese avión pasó algo más, ya que ella
estaba muy emocionada. Merecía ser feliz y no andar ilusionada con alguien
que jamás podrá corresponder a su amor, como yo.
Llegué a mi casa, apagué el motor del auto y me bajé con calma. Agradecía a
Antonio por regalarme uno de los tres autos que había en su casa. Le dije la
230
La chica del burdel intención que tenía darle una cantidad mensual por el
auto como si fuera alquilado, pero se negó. Al caminar hacia la entrada me
pude percatar que desde lejos se escuchaban los gritos ensordecedores de la
discusión que tenían mis padres. No me atrevía meterme, pero sí debía estar
alerta ante los arrebatos de mi padre. Siempre que peleaba terminaba
agrediendo a mi madre y ya no se lo iba a permitir, mucho menos en ese
momento que la relación con mi madre se estaba fortaleciendo.
Entré a la habitación tratando de ignorar las voces al otro lado del pasillo.
La de mis ellos quedaba frente a la mía, por lo cual era imposible no
escuchar.
—¡Cállate!
231
Elba Castilloveitia
—Mamá, ¿estás bien? —pregunté al verla sujetarse la cabeza y con un hilo
de sangre en su labio inferior.
Son tan flojas en la cama que tienen que hacerlo con todos para ver quién las
elogia. —espetó mi padre en tono irónico.
—Aquí el que no vale eres tú. Deja de insultar a las mujeres que más amo.
¡Ellas no son putas!
—Lo verás con tus propios ojos y luego me darás la razón. Apártate de ella
antes de que te arrepientas —advirtió sardónico.
—Da igual, para mí tú no eres nadie, nunca lo has sido. Por tu culpa Jaden
murió, por tu culpa me quedé sin mi hijo.
—Es tu culpa por ser amigo de esa. Gracias a Dios que ya se fue.
—No digas eso, es una muchacha buena igual que Chantal —intervino mi
madre en su defensa.
232
233
Con todos los últimos sucesos en mi vida no había podido revisar ni los
correos electrónicos. Una llamada entrante de un número desconocido me
hizo dejar lo que estaba haciendo para contestar.
Corté la llamada.
«¿Por qué ese desgraciado me tiene que amargar el momento? ¿Por qué no
puede dejarme en paz?», pensé con rencor. El teléfono volvió a sonar, esta
vez lo miré con desconfianza.
—¿Quién se crees usted para decirme lo que debo hacer? Usted no es nadie.
Debería respetar la amistad que tengo con su hijo —dije con orgullo.
—Buenos días —saludó muy alegre, por lo que sonreí ante su mirada. Tenía
una alegría que contagiaba a cualquiera.
—El día está perfecto y hermoso para acurrucarse con quien amas. Ay,
perdón, eso lo hice toda la noche —expresó divertida.
—Ay, no, mi amiga. No puedes seguir dejándote chantajear por ese hombre.
Si se lo permites seguirá y seguirá. Debes poner un alto y es ya.
237
Elba Castilloveitia
Noté que estaba perdida como en una nube, como… ¿drogada? No creí que
pudiera ser buena idea pedirle ayuda, pero aun así decidí seguir con el plan
trazado en mi mente.
238
La chica del burdel
—¿Ana? —Se puso la mano en su frente tratando de recordar—. Ah, sí, Ana.
Ya me contó algo. ¿Qué tienes en mente?
—Tranquila, todo saldrá bien. Déjamelo a mí, hubo un tiempo que solo tenía
ojos para mí. Quizá pueda hechizarlo con mis atributos nuevamente.
—¿Nos
vamos,
jovencita?
—preguntó
—Oh, sí, claro que sí, lindura —dijo agarrando mi barbilla con su asquerosa
mano—. Hoy no te maltrataré. Te lo prometo. Te lo haré con tanto amor que
me pedirás más.
—Haré que disfrutes y al final te tengo una sorpresa muy agradable —dijo
cauteloso.
Elba Castilloveitia deseara correr lejos de ahí. Era horrible, un miedo tan
apabullante que congelaba cada gota de mi sangre. Llegamos a la habitación
donde una tenue luz la alumbraba.
—Es la última vez que acepto. ¡La última! —zanjé cansada de sus manos
inquietas sobre mi cuerpo.
No te librarás de mí, te cité porque te tengo una propuesta. —Abrí mis ojos
con sorpresa. «¿Qué se traerá entre manos?», pensé con amargura—.
Volvió a halarme y esa vez probó todo mi cuerpo con su lengua. Luego sacó
su miembro y lo puso en boca. Lo metió tan profundo que sentí que me
atragantaba.
—exigió.
—Ven.
Volvió a halarme, esta vez dejándome boca arriba en la cama, echó mis
piernas una para cada lado y se colocó entre ellas. Su miembro erecto dentro
de mi ser provocó un intenso dolor en todo mi vientre. Lágrimas escaparon
de mis ojos mientras deseaba que terminara. Maldije a María por no llegar.
Estaba tan drogada que de seguro lo olvidó. En ese instante tocaron a la
puerta. Tres ligeros toques nos alertaron.
pensándolo bien, entra. Sería un privilegio tener a mis dos putas favoritas
juntas.
241
Elba Castilloveitia
—dijo dando un gran sorbo a su bebida junto a una perversa sonrisa—. Con
que dos por el precio de una. Bueno, será de una porque está… —Me señaló
con desprecio, volvió a dar un enorme sorbo a su bebida y luego de varios
segundos cayó rendido a mis pies, tal como Ana me había dicho.
—¿Ahora qué hacemos? —pregunté nerviosa en tanto me ponía la ropa de
forma apresurada.
Juntas lo arrastramos como pudimos al piso número dos, destinado para los
transexuales. María tenía muy buenos amigos en ese lugar, en especial Paulo.
Lo atamos de manos y de pies, lo pusimos inclinado hacia el frente con sus
piernas ligeramente separadas y totalmente expuesto. Paulo y sus amigos se
encargarían de él, tan pronto despertara o quizás antes.
242
Habitación 423.
Elba Castilloveitia años, ¿sería ese? Mi madre nunca me contó sobre ese
trabajo, quizás por vergüenza o quién sabe. Solo sabía que todo lo que había
escuchado me dejó descolocado. Tantos años y enterarte de que tu padre ama
lo que tú odias era repulsivo. En definitiva, no debía ser hijo de alguien así.
No podía concebir que tuviese a un explotador sexual por padre. Otro
mensaje me llegó:
Releí el mensaje, miré el reloj y me di cuenta de que eran las ocho y media
de la noche. Decidí llamar a Chantal para confirmar las mentiras de mi
padre, pero su celular parecía apagado. Ante eso, resolví llamar a Ana, era
la que me iba a sacar de esa maldita duda que me estaba aniquilando de a
poco.
—¿Ana?
—Sí, lo que pasa es que me urge hablar con Chantal. ¿Me la pasas? —pedí
con voz tranquila.
Mi estrategia falló.
«¿Cómo sé si ella está en la casa o no?» pensé, pero luego sacudí mis
pensamientos y la intriga hizo estragos dentro de mi cabeza. El burdel
quedaba cerca, así que para salir de dudas decidí tomar el coraje de acudir y
saber de una vez y por todas si Chantal era o no una prostituta. Llamé a mi
mejor amigo, necesitaba a alguien que me apoyara en ese momento, que me
diera fuerzas en caso de resultar cierto. Además, él conocía ese lugar. Nos
244
—¿Cuál?
—Es mi padre, lo dice con tanta seguridad que temo que sea cierto.
Solo sé que la amo y saber algo así me destruirá por completo. Es la única
mujer que he amado. Ella es el amor de mi vida.
—Eso está fuerte, muy fuerte, mi amigo. Mejor no te adelantes a los hechos.
Hay que ver si es cierto o no —dijo en tono tranquilizante. Un profundo
suspiro salió de mi interior.
Miré a mi alrededor y solo vi chicas vestidas con ropas sensuales. Ese lugar
era un verdadero paraíso para aquellos que preferían esa vida llena de
lujuria y placeres. En cambio, para mí resultaba ser un lugar deprimente,
lleno de muchachas tan hermosas, jóvenes con toda una vida por delante,
envueltas en esa doble vida. ¿Cómo llegaban a eso?
Estaban arriesgando todo por un poco de placer o peor aún, por dinero que
destruía sus vidas. ¿No les importaba contraer una enfermedad? ¿Qué tenían
en la cabeza? Negué a cuestionarme todo aquello.
—Ya veo, pero si eres gay estás en el piso equivocado, papacito —agarró
mi barbilla y le dio un ligero apretón.
La mirada que le di dijo todo lo que sentía en ese momento. Seguí ojeando el
lugar para ver si lograba dar con Chantal. Al no verla decidí caminar hacia
la habitación 423. Tomé el ascensor y bajé al cuarto piso. Leí los números en
cada una de las puertas hasta que vi la que estaba buscando.
246
Descolgué al instante.
—Hola.
Llamé a Antonio para decirle que me tenía que ir, pero no respondía. Debía
haber ido por una aventura, aunque desde que estaba con Ana era otro. Ya no
habla de mujeres, su único tema giraba alrededor de ella. Estaba enamorado
como un loco y no quería admitirlo.
247
—Hazle pagar por todo, doblégalo hasta que pida clemencia por cabrón e
hijo de puta —solicité con rabia—. Ah, y grábalo todo y me envías el vídeo.
Salimos de esa habitación que parecía una sala de torturas. Iba feliz y de
regreso subimos al ascensor.
—Creo que me debes algo —comentó María. La miré extrañada hasta que
recordé que debía premiarla—. ¿Ana no te ha dicho que a cambio de favores
ella me da sexo oral?
249
Elba Castilloveitia
—¿Chan… Chantal? —Su rostro estaba pálido, tuvo que sujetarse a la pared
ante la sorpresa. Me miró fríamente y luego a María con desprecio.
¿Para que me hagas creer que me amas y luego sigas revolcándote con todo
el que se te cruza en el camino?
—Por favor, déjame hablar. —Las lágrimas se juntaban en mis ojos. Traté de
aguantar, pero el nudo en la garganta era insoportable.
—Jamás pensé que fueras una de esas. Quise creer que eran calumnias de mi
padre, pero no —
La chica del burdel diciendo que jamás iba a salir con una prostituta, que las
odiaba y mírame… Apuesto a que te burlabas de mí, apuesto a que tan
pronto salía de tu casa corrías a revolcarte con el mejor postor. ¡Niégalo!
Ten el valor de negarlo. Se me desgarra el alma porque yo a ti te amaba.
—Déjame explicarte, no es como tú crees
—Ahora entiendo por qué nunca me contestabas los mensajes ni atendías mis
llamadas. ¿Por qué no fuiste sincera, Chantal? ¿Por qué? —Rodrigo se
desplomó en llanto frente a la mirada atónita de María que estaba inmóvil
escuchando la discusión.
—Ven, vámonos, estas muy alterado —Antonio lo haló del brazo para que se
incorporara, luego me miró con compasión y lo entendí. Rodrigo no dijo
nada más y vi cómo de sus ojos escaparon varias lágrimas.
Caminé hacia mi habitación asignada del burdel por inercia, sin lograr
ordenar mis pensamientos.
¿Cómo pude ser tan ingrata? ¿Cómo pude hacerle eso? Rodrigo no me
perdonaría. No tenía excusas, aunque como quiera ya lo había perdido. La
almohada se empapó de mis lágrimas y aquella fría 251
***
—Amiga, ¡buenos días! —Ana abrió la puerta con ímpetu y esa alegría que
siempre la caracterizaba—.
—Lo perdí, lo perdí… —pronuncié entre sollozos a la vez que mis ojos se
deshacían en lágrimas. Ya no aguantaba más esa angustia, debía verlo a
como diera lugar. Tenía que hacer que me escuchara.
Miraba el celular una y otra vez para ver si me respondía y mientras más
pasaba el tiempo, más sentía mi vida derrumbarse ante lo incierto.
—Dale tiempo, debe recuperarse. Ha sido un golpe fuerte para él. —Miré a
Ana con mis ojos 252
Luego de andar por varias tiendas decidimos que era hora de regresar. Al
llegar a la casa la realidad cayó sobre mí como una gran roca
aniquilándome.
Decidí escribirle una carta a Rodrigo porque podía ser un buen medio para
desahogarme y sacarlo todo.
Querido Rodrigo:
No quiero que acabe, no quiero que termine algo que puede ser eterno.
Entré a ese maldito burdel solo por necesidad. Tras la muerte de mi esposo
quedé sin nada, los ahorros que tenía se fueron en su funeral. No conseguía
trabajo, fue duro, ¿sabes? Jamás deseé una vida como la que he llevado,
pero cuando a Echy le diagnosticaron su enfermedad me vi desesperada. No
entendía por qué la vida se ensañaba contra mí, vi mi mundo colapsar como
una avalancha llevándose todo a su paso. Ana me sugirió que esa era la
única salida y no me quedó de otra que aceptar. Entiéndeme, estaba
desesperada. Mi hijo, lo único que me queda, se iba a morir si no recibía un
buen tratamiento. Traté de salir tantas veces, pero tu padre con chantajes
volvía a hacerme caer. No quería, Ana es testigo de todo.
255
El reloj marcaba las tres de la mañana sin que lograse conciliar el sueño.
Daba vueltas encerrado en mis pensamientos. Habría dado lo que fuera por
no haber presenciado aquella escena que dolía como navajas afiladas
incrustándose en mi pecho.
La traición hería sin compasión, nunca había pensado que ella me estuviese
engañando tan vilmente. ¿Cómo no pude darme cuenta? Tanto tiempo que
pasamos y no capté las señales que me daba: su inseguridad, su miedo. No
eran otra cosa que el silencio gritándome que me alejara. Sin embargo, no
quise hacerlo, no quise dejarla porque la amaba. El destino me dejó sin
nada, hundido en un profundo abismo, consumiéndome hasta las lágrimas.
Decidí ir al bar y tomar un par de copas para ver si así lograba ahogar mis
penas, sofocar el dolor que me estaba matando sin clemencia. En cuanto
llegué, pedí un tequila bien cargado. Ya no me importaba nada, había
perdido a la única mujer que había amado. Tomé una, dos, tres, no supe
cuántas copas más porque perdí la cuenta. Solo bebí hasta que me sentí
mareado, e hizo su trabajo, porque logré olvidar mis penas por esa noche,
pero no reconstruir mi corazón mutilado. Al día siguiente desperté tirado en
un terreno solitario ubicado cerca de mi casa. No supe cómo había logrado
llegar ahí, por lo que me levanté aturdido y caminé hacia mi hogar.
—Rodrigo, ¿dónde has estado? ¡Mira cómo estas! —exclamó mi madre
tomándome de la mano al cruzar la puerta. Me llevó como pudo hasta la
ducha, donde dejó caer el agua helada sobre mi ebrio cuerpo.
—Ya pasará, solo deben hablar —dijo ella mirándome con ternura mientras
me echaba agua helada sobre la cabeza, tal como si fuera un niño pequeño.
258
Elba Castilloveitia donde rodeé mis rodillas y puse mi rostro entre ellas. Me
permití llorar al máximo, sacar toda la rabia, el coraje que tenía por dentro.
Me permití volver a ser un niño para llorar sin preocuparme.
Luego de un rato levanté la vista y divisé dos niños jugar con la arena.
Estaban entretenidos con castillos, lo que me hizo envidiar su manera
relajada y despreocupada. Cómo deseaba ser un niño como ellos, tan
inocentes, ajenos a lo que la vida implica. Observé que de momento
empezaron a discutir.
261
—Amiga, es horrible —me miró con tristeza y sus ojos llenos de lágrimas.
263
—Es extraño, pero creo que hay alguien que tenía motivos para matarla…
Manuel Enrique, el papá de Rodrigo.
—Si tus cicatrices son igual a las de ella quizá puedan ayudar a refundir en
la cárcel al viejo ese.
—Tal vez, pero no será suficiente —dije con rabia—. Ese hombre tiene
muchos contactos y es capaz de sobornar a quien sea con tal de salirse con la
suya.
264
—inquirió una voz desconocida. Era un señor panzón con cara regordeta y un
bigote que parecía una brocha.
—Debido a que usted fue una de las últimas personas que compartió con ella
en estos días necesito que nos acompañe a la delegación para que rinda su
declaración. —Ante esas palabras miré a Ana con preocupación y con mi
alma pidiendo auxilio.
—¿Serán
iguales
estas?
—pregunté
265
Elba Castilloveitia
—reconocí—. Las marcas de ella y las mías tienen un solo nombre —dije
decidida a denunciar de una vez al desgraciado—. El señor, si se puede
llamar por ese título, fue Manuel Enrique Leduc.
Leyó cada uno de mis mensajes y su cara dio a entender que no creía lo que
estaba escuchando de mis labios. Parecía que Manuel Enrique tenía muy
buena reputación, pero con su familia, y con las mujeres a su alrededor, era
todo lo contrario. Era un señor sin escrúpulos, déspota y sin corazón. Si era
así, sería muy difícil acusarlo por asesinato.
***
Ya eran cuatro meses de haberlo perdido, cuatro meses en los que mi cuerpo
lo extrañaba. A veces miraba al horizonte y me preguntaba dónde estaba, qué
era de su vida, si estaba bien o si encontró a quién amar. Era consciente de
que le había fallado de la peor manera posible, mis mentiras lo destruyeron,
lo alejaron de mí de una forma que jamás imaginé.
266
Mi vida en esos cuatro meses había tomado otro rumbo. Me sentía feliz, a
pesar de no tener a Rodrigo. Hacía poco menos de dos semanas que me
enteré de que me encontraba embarazada, miré la prueba de embarazo como
por tres horas. Estaba en negación, no lo podía creer, tenía miedo de que el
bebé que venía en camino fuese de Manuel. No entendía lo que pudo haber
pasado si me estaba cuidando. Había pensado en todo para no tenerlo, no
quería un hijo de Manuel, no del hombre que me complicó la existencia. Por
otro lado, en el Hotel Braindenbacher poco a poco fui ganándome a mis
superiores, quienes habían visto en mí los deseos de progresar y salir
adelante. Fui escalando peldaños, haciéndome de mis cosas hasta que pude
267
—Te llamo para darte esto. —Colocó un sobre blanco entre mis manos que
miré con cautela—.
Observé al señor Weiss con temor antes de sonreír. Abrí el sobre y encontré
una cantidad de tres mil ochocientos euros. Me quedé estupefacta.
268
***
Era viernes por la tarde. Estaba feliz porque mi mamá vendría a visitarme
unos días. Ya no tenía deudas y con el dinero que me había dado el señor
Weiss pude comprar cosas para Echy y el bebé que venía en camino. Hacía
tanto que no veía a mi madre que estaba muy ansiosa, quería abrazarla hasta
que no pudiésemos respirar. Mi celular comenzó a sonar con insistencia, lo
tomé sin mirar el número en pantalla. Las únicas que podrían llamarme era
Ana y de vez en cuando mi madre desde el otro lado del mundo.
—No te creas que me he olvidado de ti, me debes una, mejor dicho, unas
cuantas.
269
Cuando los policías llegaron a buscar a mi padre fue toda una sorpresa. No
podía creer que lo acusaran de asesinato. Aunque, siendo un hombre
déspota, mujeriego y prepotente, se podía esperar lo que fuese.
—Sí,
dígame
—respondió
aparentando
Caminé incrédulo ante su petición, cogí las llaves del auto, eché la camisa en
un bolso negro y me dirigí al banco, pero antes le entregué la camisa a la
policía. Ellos sabrían qué hacer con ella. No me importaba que fuera mi
padre, no me importaba nada, así mi madre se libraría de él.
—pregunté.
—Con que quieres entregarme, ¿eh? —me dijo con prepotencia levantándose
para después de encararme. Con mi rostro sorprendido, decidí ignorarlo, sin
embargo, algo me detuvo.
—Si eres culpable, paga. No voy a cubrir tus fechorías —le respondía con
frialdad para seguir a mi destino. El dio una zancada y logró agarrarme con
fuerza.
—No seas ingrato. Te he dado todo lo que necesitas, nunca te ha faltado nada
—soltó con veneno—. Cada vez lo confirmo, debiste haber muerto tú en vez
de Jayden.
Mi padre se quedó mirándome serio, pero no dijo nada. Giré sobre mis
talones y me alejé. Me encerré en mi habitación, tomé mi libro y me envolví
leyendo hasta que el dolor menguó. Me quedé mirando el techo de mi
habitación como tantas veces. ¿Por qué todos me traicionaban o me mentían?
¿Qué había hecho para merecerlo? No era justo pasar por eso una y otra vez.
En esos meses había aprendido que no podía confiar ni en mi 273
—Cualquiera diría que estás aquí obligado. ¿Qué tienes? —preguntó al ver
que no le respondí la broma.
—¿Qué te estoy diciendo? Para mí esa mujer murió, quiero sacarla de aquí
—señalé mi pecho 274
—Lamento decirte que has caído tan hondo que creo que será imposible.
—dijo con firmeza, giró sobre sus talones para marcharse. La tomé del brazo
y la besé. Solo quería borrar el amargo sabor de los labios de Chantal de mi
boca. Me empujó enseguida—. Suéltame, ¿qué te pasa? Estaba loca por un
beso tuyo, pero no en este estado, no ahora —espetó.
—Baja a cenar —dijo Angélica en un tono que me hizo saber que aún estaba
enojada.
—Tú sabes que no puedo estar enojada contigo, pero no quiero que me uses
solo por despecho.
¿Entendido?
—Nos dejamos.
—No la dejé.
276
—No, lo mejor sería que dejaras las niñerías y fueras a hablar con ella. No
es justo, estás perdiendo un gran amor por tonterías —repitió.
—No son tonterías. Además, qué sabes tú, por algo estás sola —contrataqué
y me arrepentí al instante al ver la decepción en sus ojos. Me di cuenta de
que me había equivocado otra vez.
277
Elba Castilloveitia 278
279
Elba Castilloveitia
¿Cómo puedes ser tan insensible? Este bebé no tiene culpa de nada.
Miró a Ana entrecerrando sus ojos y dijo—: Ella que se vaya con su novio.
—Ana, ya sabes, te vas con tu novio —le guiñé un ojo y nos echamos a reír.
—Pero no me refiero a Ana, mi amor. Somos tres.
—¿Rodrigo viene otra vez?
—¡Hola, soy Echy! —dijo para luego pegar su oído a mi panza y esperar una
respuesta.
Dice que un día se comió una semilla de naranja y que al otro día le salió
una pipa enorme con un bebé. ¿Tú también te comiste la semilla de naranja?
—Miré a Ana sonriendo. Rafael era un vecinito de Ana que solía jugar con
Echy cuando Irene lo cuidaba. Se hicieron muy buenos amigos.
—¡Ana! —la reprendí ante su broma—. Creo que usted ya debe irse a
dormir, ¿vale? —le hablé con dulzura a mi hijo.
—No, corre, tienes que ver esto —me zarandeó para que me levantara. La
pereza corría por mis huesos, quería seguir durmiendo.
—No puede ser. ¿Cómo pudo entrar? —llevé mis manos al rostro con
impotencia.
—Tenemos que hacer algo, te ayudaré en lo que sea. Este tipo tiene que
pagar por todo lo que ha hecho. No puede quedar sin castigo. Además, en tu
estado, estas amenazas pueden afectar al bebé
—No sé qué pensar ni hacer. Tengo mucho miedo —admití con manos
temblorosas—. Se ha obsesionado conmigo de la peor manera.
—De verdad que está obsesionado contigo. Te dejó como quince notas.
—Exagerada, solo son seis. Todo porque lo ignoré anoche y no voy a ceder.
Querida Chantal:
—No sé, la policía está comprada por él. No se puede confiar en nadie.
Estoy totalmente bloqueada.
283
Elba Castilloveitia
—¿Necesitas ayuda?
Un chico trigueño, con una hermosa sonrisa, peinado hacia atrás y una barba
bien arreglada, estaba frente a mí, mirándome con curiosidad. Sus ojos
marrones quedaron fijos en mí y por un momento me sentí intimidada.
—No… Eh…, bueno, sí… —respondí algo nerviosa sin entender por qué. El
chico sonrió al ver mi torpeza. Ana se acercó y se detuvo a mi lado para
reconfortarme.
—Finalicé mi declaración con las lágrimas escapando de mis ojos cual aves
en cautiverio anhelando libertad.
—Aparte de que está bien guapo —opinó Ana ondulando sus cejas.
285
Agradecí a Angélica por el buen trato en las últimas dos semanas. Fueron
geniales y me ayudó a despejar mi mente y no pensar tanto en Chantal. Al
regresar recordé que tenía que pasar por la comisaría para ver el estatus de
la investigación.
Quería ver a mi padre tras las rejas por abusador, mal padre y hasta por
asesino. Me avergonzaba de ser su hijo. Lo odiaba con todas mis fuerzas y
esperaba nunca convertirme en un ser sin escrúpulos como él.
Evadí su mirada y caminé lo más rápido que pude para alejarme de ella.
Estaba descolocado, tantos meses que habían pasado y ahora, al verla, todos
los recuerdos afloraban en mi mente uno a uno. Era algo más fuerte que yo.
No lograba imaginar lo feliz que podía ser, entonces caí en tiempo y me
pregunté si ella me habría olvidado, si pudo superarme. Me distancié para
olvidarla y no pude. ¿Acaso, mientras pensé que me extrañaba, logró
olvidarme? No y mil veces no, había sido tan estúpido, pero aún no superaba
que fuera una puta.
No podía entender por qué siendo tan bella decidió ese camino. Sacudí mis
pensamientos y me dirigí al interior de la comisaria. Tenía que encontrar los
agentes a los que les entregué la camisa. Después de unos minutos
recorriendo varias oficinas logré dar con ellos. Lamentablemente, recibí la
misma respuesta de meses atrás.
288
—¿Perdón?
¿Estaba embarazada?
—Creo que sí —su afirmación aclaró mis dudas.
—Verás, hace varios meses traje una camisa que tenía manchas de sangre y
creo que debe estar relacionado con un asesinato. Pero, por lo que veo, aquí
son unos incompetentes y aún no la analizan.
División de Investigaciones
Dusseldorf, Alemania
—Muchas gracias. Espero que pronto todo se aclare. Quiero que el culpable
pague por todo lo que ha hecho. Es lo menos que pido.
—No se preocupe, haré todo lo que este en mis manos. De hecho, voy a casa
de las muchachas que acaban de salir de mi oficina. Tienen evidencia
contundente sobre un crimen.
Elba Castilloveitia
—Lo siento, pero me da tristeza lo que un ser lleno de tanta maldad puede
hacer con otra persona. A leguas se ve que es una chica demasiado buena. —
Sus palabras me dejaron algo confundido, pero no le di más importancia y
me despedí nuevamente.
¡Qué iluso había sido! ¿Cómo no fui capaz de darle la oportunidad de hablar
siquiera? Saber las razones que ella tuvo para entrar a ese burdel me
hicieron sentir el hombre más vil y miserable. La dejé sola con todo. Quizás
en el momento que más me necesitaba. Podía ayudarla con los gastos
médicos de Echy, podía ayudarla a pagar sus cuentas. Si me hubiese dicho
desde el principio le habría dado todo mi sueldo para que no pisara más 290
La chica del burdel ese maldito burdel. Peor saber que estaba siendo
chantajeada por mi padre. Me imaginaba su desespero, sus ganas de huir, de
llorar. Pero no, me engañó, prefirió callar y seguir con su doble vida. La
rabia se apoderó de mi ser y golpeé la pared hasta lastimar mis nudillos.
Traté de justificar mi decisión, pero mis pensamientos no me daban tregua.
Tuve un concepto tan equivocado de ella, aun así, sería capaz de volver, de
apoyarla en todo incluyendo ser un buen padre para sus hijos.
Unas ganas inmensas de llamarla invadieron mi pecho. ¿Con qué cara podría
saludarla? De seguro ella era feliz junto a alguien más. Quizá su vientre
abultado me confirmaba que había rehecho su vida y yo no ocupaba un lugar
en su corazón. Tan solo de pensarlo una punzada se instaló en mi pecho, un
dolor tan agudo que costaba respirar. Sacudí mis pensamientos, si de verdad
me quería, no creo que estuviese con alguien más.
291
Mientras bebía una taza de café mañanero su recuerdo era latente. Hoy era
uno de esos días que lo extrañaba demasiado, días en que quisiera estar
aferrada a sus brazos y no soltarlo nunca.
El timbre de la puerta retumbó por lo bajo y abrí sin mirar por el pequeño
orificio. Mi quijada cayó ante la sorpresa, la última persona que esperaba
ver estaba parada frente a mí. Lo miré descolocada, sin 293
—Fuiste claro hace cuatro meses y no tengo nada que hablar contigo.
—Perdóname.
—¿Qué te crees? Cuatro meses que me han parecido años y ahora vienes con
ese cuento. Bah…, por favor. —Traté de cerrar la puerta, pero él me lo
impidió al colar un pie en medio.
—Solo te pido que me escuches.
Sin hacer conexión con sus ojos me aparté hacia un lado para que pudiera
entrar. Mi orgullo quería hacerse notar, quería ocultar mis verdaderos
sentimientos.
—Es fácil pedir perdón cuando has humillado y herido fríamente sin saber la
verdadera razón. Es fácil pedir perdón sin saber cómo has dejado el corazón
que puse en tus manos. Te entregué mi corazón cuando apenas estaba
comenzando a restaurarse —confesé con el alma dolida en apenas un
susurro.
La chica del burdel nueva historia. —Tomó mis manos con cariño, pero
evadí su tacto como si quemara, apartándome de él.
Mi voz salió quebrada y no tuve el valor de mirarlo a los ojos. Lo que sentía
me estaba aniquilando
por
completo,
solo
deseaba
—¿Por qué no me miras? Dime de frente que ya no sientes nada por mí. Ten
el valor de negar que me amas. Ten el valor de negar que me extrañas
—me retó acunando con sus dedos mi barbilla para que lo mirara a los ojos.
—No puedo con esto —mi voz se rompió mientras una lágrima resbalaba
por mi mejilla.
Tú sabes que uno bajo enojo es capaz de decir cosas que duelen. No quise
lastimarte en ningún momento. No quise perderte. —Se arrodilló en el piso
para quedar a mi altura, ya que me había sentado. Los nervios hacían que
todo mi cuerpo se tambaleara—. Déjame demostrarte que puedo ser mejor,
que somos el uno para el otro, que junto a mí puedes ser feliz. Sabes que no
todo fue mi culpa, también debiste confiar en mí.
Elba Castilloveitia odia a las prostitutas? ¿En alguien que dijo que las
mandaría a una isla desierta y luego les pondría una bomba nuclear para que
desaparezcan? Eres tú quien debe entenderme, tuve miedo de perderte,
aunque… como quiera te perdí.
—No, Chantal, no me has perdido. Por eso estoy aquí, porque te amo. Eres
lo único y más puro que tengo la vida. Si tú no estás mi vida no tiene sentido.
Eres mi todo, mis pensamientos te pertenecen, eres mi deseo, mi motivo de
vivir.
Tomó mis mejillas entre sus manos y me besó con ansias, con todo el deseo
contenido de cuatro meses. Lo extrañaba tanto que me dejé ir, me dejé llevar
por ese beso tan deseado por ambos. Nos separamos lentamente con nuestros
corazones desbocados.
—Si tengo que ayudarte en tus gastos, lo haré. Si tengo que darte mi sueldo
completo, te lo daré, pero por favor no vuelvas a eso. Te amo y estoy para ti,
para lo que necesites, para cuidarte, apoyarte, protegerte. Solo permíteme
ser parte de tu vida.
Escribamos una nueva historia, de esas que son felices para siempre.
Me atrajo hacia él para luego atrapar mis labios entre los suyos. Lo miré y
no supe si aceptar o darle tiempo. Era mejor decirle toda la verdad de una
vez 296
La chica del burdel y que conociera quién era su padre en realidad.
—Hay muchas cosas que debes saber. La primera es que yo… estuve varias
veces con tu padre —giré el rostro porque no encontraba la forma de mirarlo
a los ojos.
Cuando lo intentaba, una llamada de tu padre, una nota con otra amenaza,
cualquier cosa hacía para que volviera.
—También, las veces que he estuve con él me golpeaba. ¿Te acuerdas de mis
marcas? —Rodrigo me miró con su rostro desconcertado, asintiendo—.
Me las hizo él con una fusta. Si me negaba, me pegaba y dolía, dolía mucho.
Tu padre me da miedo.
—No es tan fácil. ¿Sabes que fui a la comandancia a denunciarlo por sus
amenazas?
Pensé que ya no volvería a molestar, pero me llamó hace tres días para
pedirme una cita. Me negué, las próximas veces no quise responder a sus
llamadas y 297
—¿Tu novia?
—No digas jamás. Ya conoces el dicho, nunca digas de esta agua no beberé,
porque más adelante te puede dar sed. Me tienes de ejemplo. Tanto que
decía que no iba a estar con una trabajadora sexual y mírame, estoy
perdidamente enamorado de una, bueno, eras. Créeme que cuando te vi
besando a esa mujer pensé que no te fui suficiente en la cama aquella vez y
por eso… —Puse mis dedos sobre sus labios para que se callara, luego le
deposité un tierno beso.
Es horrible, esos hombres que van ahí se creen que las chicas son de palo,
que no sienten ni padecen, que no tienen corazón ni sentimientos. Hacen con
nosotras lo que les da la gana y luego muchos de ellos nos lanzan el dinero al
suelo como si fuésemos animales. Es cruel trabajar ahí. Crees que todas 298
La chica del burdel están ahí por placer, pero te equivocas. Muchas allí
tienen familia, esposos, hijos que mantener, pero el dinero no les da y tienen
que recurrir a la doble vida que conlleva ser una trabajadora sexual. Muchas
están ahí por necesidad, otras por amenazas y solo un mínimo porcentaje lo
hace por placer. Rodrigo, es doloroso… duele que te penetren una y otra vez
sin estar bien lubricada por falta de deseo, duele que te traten sin compasión
alegando que para eso estás ahí, que te traten como basura. Muchas veces
tuve que fingir un orgasmo para que me dejaran tranquila, porque muchos se
creen que si no hacen llegar a la mujer al orgasmo es porque no sirven.
—Sí, tal como lo oyes. Lo único que quieren es que se corran para recoger
su dinero y largarse. El sexo sin amor y sin atracción no complementa, lo que
da es asco.
299
¿Cómo pude ser tan insensible? Siempre creí que cada prostituta estaba ahí
por mero gusto, porque no tienen dignidad ni amor propio. La historia de
Chantal me había abierto los ojos y me hizo sentir muy mal.
Jamás pensé que iba a caer tan bajo, pero amaba a Chantal con toda mi vida.
Decidí enterrar mi orgullo y seguir adelante junto a ella. No me importaba ya
lo que dijera la gente, total, ellos no me daban nada. Ella llegó para cambiar
mi perspectiva de la vida, para hacerme entender que cada persona tiene una
historia. Una que muchos no entenderían porque hay que vivirla en carne
propia para entenderla. Me enseñó que no se puede 301
Elba Castilloveitia juzgar por las apariencias ni por lo que tus ojos puedan
percibir a simple vista. Tantas veces que repetí que no estaría con una
prostituta y terminé con una, una que me dejó perdidamente enamorado. Ella
me hizo entender que cada persona vale sin importar a qué se dedique. Me
enseñó que todos somos iguales sin importar la raza, el color o posición
económica.
—Es que… Me siento mal, peleé con Ana, descubrí que me oculta cosas.
—Una puta nunca deja de ser puta —sentenció enojado, con la mirada fija en
la impoluta pared de mi habitación.
302
—Lo digo, y cuida que tu Chantal no sea como Ana porque por algo son tan
amigas.
—Hablé con Chantal y ella no volverá a eso.
—Solo te digo que no te confíes. La puta será puta, son adictas al sexo, así
que no las defiendas.
—Hay circunstancias que te hacen ver las cosas diferentes y hasta meditar en
lo equivocado que puedes estar en ocasiones.
Elba Castilloveitia
—Ya llegó el defensor de los inválidos, ¿o será de las putas? ¿Por qué
siempre llegas a estorbar? Te juro que un día llegarás y la encontrarás con la
sangre saliendo por todos los agujeros de su cuerpo
—Lo harás, sí. ¿Como mataste a la chica del burdel? O vas a negarlo. Tú
mataste a María.
—Sí que lo sabes, tenemos pruebas y te denunciaré para que te encierren por
depravado y abusador.
—¡Mamá! —grité corriendo hacia ella al ver el hilo de sangre que salía de
su cabeza y se extendía por su cuello—. ¡Mamá, responde!
304
—Voy enseguida.
—Él no puede seguir haciendo daño, sus amenazas, chantajes, sus maltratos,
la muerte de María… ¿Qué sigue?
—Mi padre está poseído por el demonio. ¿En qué momento se convirtió en
un ser tan despreciable?
—¿Tanto así?
—El golpe fue demasiado fuerte, suerte tiene de estar viva. Le estaremos
haciendo unos estudios para ver el cuadro clínico más detallado y cómo ha
quedado realmente. Estén preparados para lo peor.
306
—Pase por acá. —Me llevó a una habitación apartada para tomarme la
declaración y dejarla grabada. Me senté frente a una cámara y a la cuenta de
tres empecé a declarar.
—¿Estas bien? —le pregunté al darme cuenta de que mi padre había llegado.
Él observaba a Chantal de una forma enfermiza, prácticamente se la comía
con los ojos. No pude evitar protegerla, poniéndome frente a ella.
307
Se rio de forma burlona, giró sobre sus pies y se marchó, no sin antes chocar
su hombro con el de mi tío y decir unas palabras entres dientes, las cuales
escuchó solo él. Suspiré profundamente tan pronto se marchó, sintiendo
cómo el aire regresaba a mis pulmones.
308
Guardé silencio. Israel había salido por una jarra de agua con hielo, por
tanto, me encontraba sola en la habitación.
—Estás más hermosa y esa barriga te sienta muy bien. ¿De quién es? —
preguntó en tono burlón—.
¿Cómo podía ser tan cínico? Tan sarcástico. Lo odiaba, y cada minuto que
pasaba el sentimiento era mayor—. Dime, zorra, ¿de quién es? —su
semblante cambió, sus ojos eran más oscuros.
—Ay, verdad, te habrás acostado con tantos que no sabes quién es el padre.
310
Eres un depravado, ojalá te encierren pronto para que pagues por todas las
que has hecho.
Se echó a reír y su risa infernal erizó todos los vellos de mi piel. Su aspecto
daba asco y su dentadura amarilla hacía que me dieran arcadas.
—Dicen que cada guaraguao tiene su pitirre y a cada cual le llega su hora.
En el cielo hay un Dios justo que todo lo ve.
—Sé muy bien de que eres capaz, pero escucha bien, ya no te haré caso, haz
lo que te dé la puta gana.
Pensar que podía dañar a mi hijo fue como echarme un balde de agua fría en
todo el cuerpo.
Mi embarazo iba muy bien, no tenía mala barriga, solo las náuseas
mañaneras. Rodrigo aún no me indagaba nada al respecto, no me preguntaba
sobre el padre de mi hijo ni qué iba a hacer para reconocerlo, solo que me
apoyará en todas las decisiones que tomara. Estar junto a él me daba
seguridad, tranquilidad y confianza. No lo quería perder, por eso decidí
hablar siempre con la verdad, aunque fuera difícil decirla o entenderla.
312
—Te anotaré otra más a tu lista. —Me paré para encararlo, reventando el
libro al piso.
—No te tengo miedo —lo reté con la mirada, aunque en realidad mi corazón
estaba acelerado y moría de miedo.
313
Cada vez que veía a mi padre cerca de ella me hervía la sangre, lo único que
deseaba era verlo muerto. Y era consciente de que por más cosas malas que
hiciera no debía pensar así, pero el solo hecho de ver cómo Chantal
reaccionaba cuando mi padre estaba cerca me confirmaba lo mala persona
315
Lamentaba mucho tener que exponerla, pero no tenía quién me ayudara. Solo
no podía. Aunque…
Angélica. Ella podría ser una gran ayuda. ¿Cómo no lo pensé antes? Me di
una cachetada mental y decidí llamarla para ponerla al tanto de todos los
acontecimientos.
Me tienes olvidada.
—Cuéntame, ¿cómo está todo? ¿Arreglaste tus diferencias con Chantal? ¿Tus
padres están bien?
—Lleva casi tres semanas en coma a causa de una contusión cerebral severa.
Tengo teléfono y sabes que July ha sido como una madre para mí —dijo
enfadada.
—En tres semanas tuviste tiempo demás para llamarme —espetó—. Por
cierto, no me digas que fue tu padre.
—Así es.
—Tu mamá…
—Se puso mal y tuve que llamar a las enfermeras, la máquina no dejaba de
pitar, estaba completamente alterada, su pulso estaba acelerado.
—Lo sé. Tú sabes cómo es él. Llegó de repente, creyéndose dueño de este
lugar, con derechos, alegando que es su esposa la que está internada.
—Solo me dijo cosas y me agarró tan fuerte del brazo que sentí que me lo
iba a arrancar.
—Desgraciado
—escupí
con
los
puños
317
Elba Castilloveitia
—No dejaré que nada te pase. Siempre estaré junto a ti pase lo que pase.
Estoy contigo y te cuidaré. Te lo prometo —respondí abrazándola por la
cintura y besando su cabeza.
—Mi única condición es que seas sincera conmigo. Qué me cuentes todo lo
que él te diga o haga. Te protegeré, aunque tenga que matarlo con mis
propias manos.
—Te amo, mi hijo —fue lo único que pudo articular ya que se encontraba
muy débil.
319
Elba Castilloveitia
¡Qué emoción! —exclamó dando saltos como canguro epiléptico por toda la
habitación. Luego acarició el pequeño vientre de Chantal, hablándole de
forma mimada.
Por ella era capaz de todo, amaba cada pedazo de ella, cada célula de su
cuerpo y a ese pequeño ser que se estaba formando dentro.
—Ojalá sea una hermosa niña, así la podré consentir, ponerle lazos enormes
en su cabecita, vestidos hermosos y hacerla toda una princesa cada día. Si
tengo que mudarme para acá lo haré, para ser una tía a tiempo completo. —
La emoción de Angélica era contagiosa.
320
—Hola.
— ¿Chantal?
—Ven rápido.
Ana colgó la llamada y tuve que salir apresuradamente del hospital. Rodrigo
me siguió descolocado.
—Echy. No aparece.
321
Elba Castilloveitia
—Diga…
—Te tengo una propuesta, tu niño a cambio de ti. La voz de Manuel al otro
lado de la línea captó mi atención. Mis piernas fallaron y tuve que sujetarme
de Rodrigo para no caer. Su voz hizo que las fuerzas abandonaran mi cuerpo.
Rodrigo me arrebató el teléfono de mala manera.
—Tu padre, él tiene a mi niño. No quiero que le haga nada a mi hijo. Es todo
lo que tengo. No puede ser… Tengo mucho miedo.
Cerré los ojos ante su arranque de ira, nunca lo había visto de ese modo.
—No le hará nada, pero tenemos que ir a la comisaría o idear algún plan
para que lo atrapen.
—Lo tendrás.
¡Por Dios! Tantos lugares y él quería ir tan lejos. Si tomaba un bus desde
Dusseldorf hasta Múnich me tardaría nueve horas en llegar. Sin embargo, si
tomaba el tren eran solo cuatro horas. Me decidí por el tren.
—Quédate tranquila, todo estará bien. Los nervios pueden afectar al bebe
que viene en 323
¿Por qué escogió una ciudad tan lejos? ¿Qué se traería entre manos?
Mis ojos se querían salir de sus órbitas al ver la estructura deprimente que
tenía frente a mí. Era una pequeña cabaña que aparentaba estar abandonada.
Su madera rústica estaba apolillada y solo se escuchaba el rechinar de la
madera bajo mis pies al caminar. Al lado de la cabaña había un gran
despeñadero como de doscientos metros de altura.
Todo se veía oscuro, inundado por un silencio sepulcral. Sentía una fría
mirada sobre mí, alguien me estaba vigilando, luego sentí pasos que hicieron
que mi corazón dejara de latir por un instante.
La chica del burdel un respingo, con una mano me agarró por la cintura y la
otra la rodeó alrededor de mi cuello para inmovilizarme.
Adentro era cálido, un espacio reducido que constaba con una habitación, un
baño y una mini nevera de esas que usan en las oficinas. Miré todo la zona en
busca de alguna oportunidad de escapar, pero no vi nada, solo una pequeña
ventana corrediza; con mi embarazo no iba salir por allí.
Sacó un enorme vibrador como de treinta pulgadas, una fusta, unas esposas y
una soga. Ver todo eso me aterró aún más.
—Primero, quiero saber que Echy de verdad este bien. ¿Dónde lo tienes?
—Está en Dusseldorf.
—Ahora que sabes que tu hijo está bien, podemos empezar. No se te ocurra
hacer alguna tontería, tan solo una orden y los sesos de tu niño volarán.
—Quiero hablar con mi hijo y estar segura de que está a salvo. No haré nada
hasta que mi hijo esté en mi casa junto a Ana —logré articular.
Media hora después el teléfono sonó afirmando que Echy estaba con Ana.
Suspiré sintiendo un gran alivio. Miraba con cautela para buscar una brecha
por donde escapar, pero al parecer era imposible.
—Jamás —fruncí mis labios en una fina línea impidiendo que me besara.
—Mi… Mi bebé…
—¡Eres una floja! —espetó para luego tomar una fusta y golpearme las
nalgas. Cada golpe ardía, quemaba, y ya no soportaba más. Las esperanzas
de que Dios enviara un ángel a salvarme se esfumaron.
328
Luego de que volvimos a estar juntos ella no había vuelto a ignorarme. ¿Le
habría pasado algo? A menos que… No, ella no podía regresar al burdel.
—No está.
329
Elba Castilloveitia
—No está, pero encontré esta dirección sobre la mesa junto a su cama y este
otro papel que parece una amenaza.
—¿Por qué no me dijo nada? Ella sabe que la acompañaría hasta el final del
mundo si es necesario y la protegería de quien sea. ¿Por qué no confió en
mí?
—¿Qué harás?
—No, tú quédate por si hay noticias del niño —le pedí dando media vuelta
para marcharme.
No podía arriesgarme a ir solo y sin armas. Solo una persona era capaz de
ayudarme en este momento, así que opté por ir a la comisaría rogando por
encontrarme con el teniente Dylan Westbrook. Él era mi única salvación.
Tomé mi auto y conduje lo más rápido que pude.
—Buenas
tardes.
¿Se
encuentra
Dylan
—Rodrigo Leduc.
—Un momento, por favor. —El guardia tomó el teléfono, marcó un número
de cuatro dígitos y habló. —El Señor Rodrigo Leduc lo solicita…
330
La chica del burdel Westbrook dice que puede pasar. Su oficina está a la
izquierda.
No puedo llegar.
El teniente entró a una oficina, habló varios minutos con un señor de pelo
canoso y bigote ancho y regresó.
Lo importante aquí es que a esa chica y su hijo no les suceda nada. Tenemos
que apurarnos, el viaje es largo, son cuatro horas en tren.
331
Elba Castilloveitia
—Estoy seguro. Es que… ella… —no encontraba cómo decir que ella fue
una prostituta acosada por un depravado sexual. ¿Cómo podía entender que
mi novia fue una puta? Era la primera vez que me invadía esta sensación—.
Es que ella… es acosada por un depravado sexual. Un tipo que está
obsesionado y que lamentablemente es mi padre.
El agente abrió sus ojos como pescado ante tal confesión.
—El caso del señor Leduc está bastante avanzado. Las manchas de sangre en
la camisa coinciden con la de la víctima. Te prometo que pronto estará tras
las rejas.
Caminamos uno cerca del otro hacia la dirección escrita en el papel. Luego
de dar un par de vueltas desorientados, y sin tener nada de referencia, vimos
una cabaña junto a un despeñadero. Este lugar parecía sacado de una
película de misterio. Mi corazón empezó a latir de prisa, temiendo lo peor.
El silencio era tal que el simple pedazo fue un estruendo, a lo que Dylan
negó con un atisbo de sonrisa en sus labios. Pocos segundos después se
escucharon unos pasos y vimos el picaporte de la puerta girar. Tan pronto se
abrió vi la cabeza de mi padre asomarse. Con un rápido movimiento Dylan
lo sujetó por el cuello, apuntándole en la cabeza con el arma.
—¡Auxilio!
—Todo estará bien. —La desaté, cubrí su cuerpo con una sábana y eché su
ropa en su bolso.
—¿Por qué viniste sola? Te dije que podía acompañarte —le reclamé
ajustando bien la sábana para que no se le cayera y la ayudé a levantarse.
333
—Me pareció ver un hospital aquí cerca. —Dylan llamó a una ambulancia
para ser llevados de inmediato.
Chantal cada vez se veía peor, estaba mucho más pálida y la temperatura era
elevada. Estaba preocupado por ella, no quería que nada malo le pasara. Al
llegar al hospital los paramédicos se llevaron a Chantal por unas puertas
negras. Me pidieron que me quedara en la sala para llenar los documentos de
relevo de responsabilidad y otras cosas más.
La chica del burdel instante. Desde arriba se podían ver a las personas
caminando de un lado a otro, envueltas en sus pensamientos, en afanes
diarios. Algunos se veían preocupados mientras otros sonreían sin pesar
alguno. Me pregunté si aquellos que sonreían estaban fingiendo, si su sonrisa
era una máscara para ocultar su dolor. El sonido de mi teléfono me sacó del
trance.
—Hola.
—Rodrigo, te llamo para ver si tienes noticias de Chantal. Estoy muy
preocupada. Por lo menos el niño ya está aquí.
—Rodrigo…
335
Elba Castilloveitia
—¿A qué se refiere?
¡Mi madre! La recordé de inmediato, por lo que tomé el celular para llamar
a Angélica.
—Hey.
—Angie, te llamo solo para decirte que tengas mucho cuidado. Necesito que
cuides muy bien a mi madre, vigílala como si fuera tu vida, no te separes de
ella, por favor. ¡Las quiero! —y sin más terminé la llamada.
336
La chica del burdel Intentaba calmarme, pero la preocupación que sentía en
mi pecho era insoportable. Mi padre no podía seguir haciéndole daño a las
personas que amaba, él debía pagar por todo lo que había hecho y cuanto
antes mejor.
337
Abrí los ojos y solo vi unas impolutas paredes blancas. Una bolsa con un
líquido transparente colgaba en un pedestal cerca de mí. El líquido corría
por un tubo de plástico lentamente hasta infiltrarse en mis venas. Vagos
recuerdos llegaban a mi mente, el rostro de Rodrigo, mis manos atadas, mi
desnudez, sangre, Echy desaparecido, Manuel…
339
Elba Castilloveitia
Rodrigo se veía extenuado, tenía unas oscuras bolsas bajo sus ojos. Me dio
lástima que estuviese ahí conmigo, él no tenía por qué preocuparse por mí, y
aun así, la expresión sombría en su rostro lo decía todo.
—¿Mi bebé se fue? —pregunté temiendo lo peor—. ¡Dime qué pasó, dime!
—exigí desesperada.
—Echy está bien, pero tu bebé… —hizo una pausa para mirarme con
cautela.
—Murió. Era muy pequeña, sus latidos estaban débiles. El médico dijo que
fue a causa de un traumatismo abdominal.
—Él…
Tres días después estaba sentada en la sala de mi casa viendo una película
junto a Ana y Rodrigo. El dolor de sentir mi vientre vacío y la sensación en
mis pechos resentidos no menguaba. Mi pensamiento se trasladó al Nach
dem Tod, esa pequeña habitación donde cargué a mi pequeña.
Era tan hermosa, inocente, ajena a todo. Una pequeña que murió sin saber
qué era vivir. Su cuerpecito frío cabía en mi mano. La contemplé con
lágrimas en mis ojos. Sus manitas formadas, su piernitas…, su cabello era
apenas una capa de terciopelo azabache. Era perfecta. Lágrimas y más
lagrimas humedecían mis mejillas. ¿Quién le quita a una madre el dolor de
perder un hijo? Saber que no lo podría alimentar, que no vería sus primeros
341
—Acuérdate que la última vez por poco quemas la casa —le recordé.
—La excepción no hace la regla, ya verán que se chuparán los dedos de tan
exquisito que me quedará.
—Rodrigo.
—¿Por qué?
Elba Castilloveitia
¿sí? —pidió mientras me sujetaba por la cintura para atraerme hacia él. Hice
una mueca de dolor.
—¿Crees que seré feliz sabiendo que perdí a mi niña por culpa de un
demonio como tu padre?
—Hey, cuidadito, que estoy justo aquí —la voz de Ana captó nuestra
atención.
Tengo dolor abdominal y diez puntos de sutura. No creo que sea buen
momento para esas cosas —le dije exasperada mientras Rodrigo me miraba
con una sonrisa maliciosa.
344
—No
te
estaba
calentando,
te
estaba
345
Nuestras miradas se cruzaron para gritar a los cuatro vientos el odio que
sentíamos. Él se lanzó sobre mí con un afilado cuchillo que tenía sobre una
pequeña mesa cerca de la cama.
348
—¡Eres un cobarde, debes morir! —espetó lanzándome una gran roca que
logré esquivar con agilidad. Se puso en pie tratando de huir de mis golpes.
Me levanté de prisa y lo seguí, pero él agarró un gran tarugo y me golpeó
haciéndome tambalear.
Abrí mis ojos asustado y me di cuenta de que todo había sido una horrorosa
pesadilla, una que se sintió muy real. Mi cuerpo aún temblaba bajo las
sábanas, estaba tenso, bañado en sudor y mi corazón latía tan apresurado que
parecía haber corrido un maratón. Me senté en la cama con mi espalda
apoyada al cabezal. Traté de tranquilizarme hasta lograr estabilizar mi
respiración agitada.
Conté hasta diez, luego miré el reloj y noté que eran las tres y media de la
madrugada. Después de aquella pesadilla la sensación era amarga, por lo
que tomé el celular junto al reloj sobre la mesita y decidí enviarle un
mensaje a Chantal: Solo quiero decirte que te amo y si algo llega a
sucederte muero.
La chica del burdel bastante, era un gran apoyo para ella en medio de este
caos. De hecho, había pensado en pedir un traslado para trabajar aquí, en
Dusseldorf cerca de nosotros.
También te amo.
351
La suave brisa que se colaba me hizo llenar mis pulmones de aire puro. Miré
mi celular y un mensaje de Rodrigo apareció en la pantalla, enviado a las
tres y media de la madrugada. Me asombró que quizá no tuvo una buena
noche. Le envié una corta respuesta y volví a perder la vista por la ventana.
El sonido de la lluvia tenía un efecto relajante para mis sentidos. Hoy era
uno de esos días en que el exterior reflejaba mi alma.
—Gracias a Dios muy bien —respondí. Coloqué mi bolso en una silla vacía
que estaba a mi lado y crucé mis piernas.
Disculpa por no haberme quedado allá más tiempo, pero ya sabes, trabajo es
trabajo.
—ofreció tranquilamente.
—¿Usted cree que eso es suficiente? Si viene a aparecer el viejo ese frente a
mí juro que tomaré la justicia en mis manos, lo haré sufrir vilmente hasta
verlo desangrarse y luego no vengan a querer encarcelarme por lo que haga,
porque lo haré como defensa propia —respondí muy molesta, sin dejar de
mirarlo.
¿Qué le parece?
355
Elba Castilloveitia
—En el burdel. Es un adicto al alcohol y a las putas. Él me va a encontrar,
estoy segura de que está vigilando cada uno de mis pasos e incluso sabe
dónde vivo. Seré la carnada.
—No creo que sea necesario. Tan pronto tenga a Manuel rendido, le llamaré.
Salí de la oficina decidida a acabar con esto de una vez. Muchas ideas
aparecían en mi mente, el odio estaba haciendo su trabajo. Todo lo que me
hizo regresaba a mi memoria, sus amenazas, su maltrato, el secuestro de
Echy, la perdida de mi bebé, su lista era larga, ya era hora de que comenzara
a pagar por todo. Al llegar a mi casa vi que Ana preparaba algo de comer.
—Necesito
conseguir
droga
—le
pedí
—No seas tan cariñosa, tus palabras hieren —se hizo la ofendida—. ¿Para
Manuel? ¿Estás segura de eso?
—Claro que sí, más que segura diría yo. Quiero Escopolamina y Rohypnol,
por si acaso.
—¿Escopolamina? Eso es muy fuerte, debes tener mucho cuidado.
—Lo sé, y tengo que planear bien cómo vengarme, no sea que la tortilla se
vire en mi contra. —Mi corazón bombeaba de prisa ante todo lo que mi
mente maquiavélica tramaba. Lo único que deseaba en ese momento era
encontrar paz—.
La chica del burdel que las vende. No será difícil —aseguró dando una
mordida a su sándwich—. ¿Qué harás en realidad?
—Hacerlo confesar, bajo los efectos de esa droga hará lo que quiero. Según
leí esa droga deja a la gente sin voluntad propia y hacen todo lo que les
dicen. Luego… no sé si lo mate o llame al agente Westbrook.
—Más miedo da él, ha jugado con lo que más he amado, ¿no? Pues ahora
que se atenga a las consecuencias. Desde que murió mi bebe no soy la
misma. La sed de venganza clama desde mi interior. Tengo claro que es un
arma de doble filo, pero todo sea por mi paz.
—Sí, pero no lo hagas. Tengo un mal presentimiento, todo puede salir mal y
no quiero perderte. Echy y yo te necesitamos —tomó mi mano con pena.
—Solo serviré de anzuelo para que la policía lo atrape. Hablé con el agente
Westbrook en la mañana, me dará el apoyo necesario. Solo actuará tan
pronto lo llame. Tú no harás nada.
—¿Cuándo lo harás?
—Hoy mismo.
358
Rodrigo
No quiero que nada le pase. Ella está obsesionada con la venganza, mi padre
es muy inteligente y siento que las cosas le pueden salir al revés. —Le hice
señas al mesero para que nos trajera dos cafés.
—Ella ya tiene una orden de protección, ante cualquier cosa extraña nuestros
agentes actuarán.
—Eso no es suficiente, necesito que esté vigilada todo el día. —El mesero
puso los cafés frente a 359
—Ella tiene un buen plan para atrapar a tu padre. Bueno, eso me dio a
entender, cuando lo tenga nos llamará para que lo arrestemos. Rodrigo, todo
lo que hablemos queda entre nosotros. El caso de tu padre ha sido muy
difícil ya que él compró a algunos de nuestros agentes y no se sabe quién
esté con él realmente. Puede que haya algún infiltrado dentro de la comisaría
y no quiero que nuestro plan falle. Solo te pido que te calmes y confíes en
ella.
—No hay problema, pero sabes que por ahora no podemos hacer nada. Resta
esperar, seguir buscándolo o esperar que salga de su cueva.
360
—Hola, campeón —le dijo tan pronto lo vi correr hacia mí con emoción.
—¡Rodrigo! —exclamó con alegría el pequeño.
—¿Cómo has estado? Veo que has crecido mucho, ya estás bien fuerte.
¿estás ahí? Parece que se fue a pasear. —Hice una mueca de frustración.
Reí ante las ocurrencias de este niño, con él no se podía discutir, siempre
tenía la razón. Luego de jugar por largo rato decidí llevarlo a comer.
—No.
Elba Castilloveitia
¿sí? Por favor —suplicó formando un leve puchero.
—¡Sí! ¡Pizza!
—Sí, pero… tu padre estuvo aquí. Vino buscar no sé qué cosas. —Angélica
bajó la cabeza con temor.
—Mamá, cálmate. Todo estará bien. —Le acaricié la espalda mientras ella
hundía su cabeza en mi pecho.
—Rodrigo, ten cuidado con él, es muy malo, muy malo —respondió en un
susurro. Mi madre estaba colapsando y su estado de nervios la hacía parecer
una demente.
La miré a los ojos tomando su rostro entre mis manos y luego la abracé con
seguridad. Traté de tranquilizarla, pero su miedo la hacía tiritar cada vez
más. Angélica me miraba con lágrimas en sus ojos, estaba asustada ante la
situación, sin saber qué hacer. Saqué mi celular y llamé a la persona
indicada.
—Voy enseguida.
—Pues… Eh… ¿Me dijiste que tu padre estuvo aquí? —Sonreí ante su
reacción. Mi amiga lo dejó embobado.
364
—Por fin nos volvemos a encontrar. Llevo días viniendo a este lugar para
buscarte. No sabes cuánto deseaba este momento. Para mí es un placer
saludarte, preciosa. —Me tenía pegada a la pared y su aliento alcoholizado
chocaba en mi rostro—.
—supliqué.
—¿De qué vale que me trates bien si tu alma está podrida? ¿Crees que me
sentiré satisfecha de estar con una porquería como tú?
—¡Cállate! —gritó para luego darme una cachetada—. ¿Ves?, quiero ser
bueno contigo, pero no te dejas. Eres una ingrata.
—Te repito, seré muy bueno contigo esta vez. No te mataré como maté a tu
amiguita. Te quisiera hacer lo mismo que me hicieron los transexuales por tu
culpa, pero no. Mejor te disfruto de vez en cuando y listo. Me quedo contigo
para futuras ocasiones. ¿Te parece?
Elba Castilloveitia mis caderas sin pudor alguno ante la vista lujuriosa de
Manuel. Él se sentó al borde de la cama y me observaba con deseo. Lo miré
a los ojos y le sonreí, una sonrisa hipócrita de esas que no llegan, de esas
que son solo una fachada. Lo acaricié y lentamente le quité su camisa con
sensualidad. Manuel cerró sus ojos ante el roce de mis manos en su piel. Le
acaricié su pecho mientras continuaba con mi baile.
La chica del burdel todo tu cuerpo y te entregues por completo a mí, sin
poder verme. —Él sonrió y me sentí liberada. Tan pronto le puse la venda
tomé la escopolamina que tenía lista en un paño y la dejé sobre su rostro
para que lo inhalara. En par de segundos perdió su voluntad.
Era un momento épico y debía ser grabado. Si era posible tenía que
plasmarlo en papel para un libro de historia.
—Manuel Enrique.
—Porque eres una puta diferente, lo haces muy bien a pesar de ser novata.
Su respuesta sincera me confundió, frente a la gente solía decir que era una
porquería y basura.
Me sorprendí, bajo los efectos de esta droga Manuel actuaba normal, pero
sumiso. Una brillante idea iluminó mi cerebro.
—Por supuesto.
Sonreí al verlo.
369
Elba Castilloveitia
—Una chica demasiado guapa vino aquí y me ofreció una bebida diciendo
que era una oferta del burdel. Le creí y lo bebí, pero parece que me dormí.
Desperté en una habitación con tres tipos, atado e inclinado hacia el frente,
con mi ano quedaba expuesto. Tenía una manzana en la boca, supe después
que ellos se la metieron por el trasero antes. Uno comenzó a tocarme, quitó
la manzana y metió su pene en mi boca. Era tan grande que casi me atraganté.
Quería escupir, escaparme, pero si lo intentaba me penetraban el ano en una
estocada larga y dolorosa. Sentía náuseas, quería vomitar, pero ellos no
tuvieron clemencia. Me tuvieron así como por cuatro horas. Al soltarme juré
que me vengaría de cada uno de ellos y empecé por tu amiga. —Manuel
hablaba tranquilo y con seguridad.
Amarré sus manos al espaldar de la cama. La desnudé para jugar un rato con
ella, así cual gato juega con un ratón antes de darle la estocada final.
La acaricié, la probé una y otra vez, la penetré hasta el cansancio. Hice que
se tragara toda mi leche y no 370
Su confesión hizo que los vellos de mi piel se erizaran. Eran aterradoras sus
palabras, como escena sacada de una película de terror, pero no, esto era la
cruda realidad. Tenía un asesino frente a mí, despiadado y sin corazón.
—Sí.
Sonreí, este era mi jaque mate. Tomé la soga que había comprado y amarré
sus piernas a la silla y sus manos a su espalda.
—Ahora sí, todo mío. —Detuve la grabación y él me miró con una tonta
sonrisa que me hubiese hecho dejarlo en libertad, pero lo dejé atado y me
escabullí al baño para llamar a Dylan—. Teniente, ya tengo listo a Manuel,
venga a buscarlo.
371
AMÁNDONOS
Rodrigo
Al llegar a la casa de Chantal noté que todo estaba en silencio, por lo que
supuse debía estar dormida. Toqué el timbre e insistí mientras miraba el
reloj porque no quería llegar tarde a mi trabajo.
Las tardanzas eran inaceptables para mí. La puerta se abrió y una Chantal
adormilada y despeinada apareció frente a mis ojos. Nos miramos por varios
segundos y unas ganas avasalladoras de hacerla mía me invadieron. Me
contuve y la abracé como si hubiese pasado un siglo sin saber de ella.
—Te amo. Ahora no habrá nada que pueda impedir que seamos felices.
Quiero compartir mi vida contigo. ¿Qué dices?
Se soltó de mi agarre y dio un par de pasos hacia atrás para luego darme la
espalda. Su actitud me dejó confundido, con el cuerpo frío ante su lejanía.
—Rodrigo… ¿Con qué cara voy a mirarte? Me acosté con tu padre, te dejé
sin él enviándolo a la cárcel. Mirarte a ti es… como verlo a él —dijo
apenada. La miré con la boca abierta.
—No me compares, no soy igual. Estoy tan feliz como tú, va a pagar por
todo lo que ha hecho. Ya era hora, ¿no? —La halé hacia mí tomándola de la
mano. Su cercanía era un oasis, un refugio en 374
—Es que… —Puse mis dedos sobre sus labios para callarla.
—Es que nada. Te amo y me amas. Ya mi padre no hará nada por lastimarte y
estaremos tranquilos.
—Rodrigo…
—No digas nada, solo acepta. —Ella sonrió, pero su mirada de pronto
estaba vacía, triste—. ¿Qué tienes? Si tú no estás bien, no puedo estarlo yo.
Chantal, te amo, y quisiera que te metieras dentro de mí para que te des
cuenta de lo profundo de mis sentimientos. ¿Sabes qué? No iré a trabajar, me
quedaré contigo todo el día. No me quiero separar de ti —puse un mechón
rebelde detrás de su oreja.
—No es necesario, estaré bien —curveó sus labios en una aparente sonrisa
—. Anda, ve a trabajar —me dio pequeños empujones hasta dejarme fuera
de su puerta.
...
El día transcurrió sin contratiempo, aunque lo sentí lento, tal vez por las
ganas inmensas de ver a Chantal. Tan pronto dio la hora de salida fui a verla
a toda prisa.
Ella me regaló una sonrisa y se lanzó a mis brazos para besarme. Me dejé
llevar por el impulso, el beso se fue tornando más profundo y las caricias no
se hicieron esperar. Nuestras lenguas comenzaron a danzar jubilosas y probé
su sabor a menta. A los pocos segundos mi excitación comenzó a protestar
dentro de mis pantalones, palpitando para ser liberada.
—No pares, no pares, por favor. —Escuchar aquella suplica de sus labios
me llenó de satisfacción. Acepté sin esfuerzo y continué el 376
La chica del burdel movimiento con mayor intensidad hasta que se corrió en
mis dedos. Chantal estaba extasiada, aun así, me coloqué entre sus piernas y
me adentré en ella.
—Te extrañaba tanto —confesé mirándola a sus ojos color miel—. Te amo.
—Me encanta verte tan cachonda. —Un ligero rubor apareció en sus mejillas
y palmeó mi hombro con diversión.
377
Elba Castilloveitia
—Hola.
—¿Quién era?
—No me preocupa ya. De hecho, quiero que veas el vídeo. Te dije que me
vengaría y lo hice. ¿Qué mejor venganza que mandarlo a prisión?
378
Hacer el amor con Rodrigo, como todas las veces, fue mágico. Aun así, tenía
tantas interrogantes que realmente necesitaba sentirme libre. Quería amarlo
por completo, entregarme toda y no a medias. Lo amaba, como jamás pensé
que amaría de nuevo. Cuando murió mi esposo me cuestioné mil veces si era
capaz de volver a amar. Y
allí estaba, pensando en un hombre que se coló bajo mi piel como si nada,
deseando pasar el resto de mis días junto a él.
—Ya sé, terminaste con Antonio —traté de adivinar. En los últimos días ella
y Antonio no lograban ponerse de acuerdo en nada, por lo que suponer una
ruptura no era tan difícil. Ana se sentó a mi lado.
—Escúpela.
—Me alegro mucho por ti, amiga. De verdad que te lo mereces. Un hijo es el
mayor regalo de la vida.
—Así es. —Volvimos a abrazarnos, esta vez dejando que las lágrimas
cayeran.
—¿Por qué te pones así? —puse mi mano sobre la suya—. Todo estará bien,
ya verás.
—¿Qué?
Rodrigo:
Quizás al leer esta carta me encuentre lejos. Seré breve y espero que me
entiendas y respetes mi decisión.
Te amo con toda mi vida, pero necesito tiempo para sanar y olvidar todo lo
malo que viví estos últimos meses. No me siento completa y no puedo
entregar algo 381
Chantal
P.S.: Mi corazón seguirá siendo tuyo, más allá de las estrellas, desde ahora y
por siempre.
Era consciente de las lágrimas que rodaban por mis mejillas al escribir. El
dolor de tener que alejarme una vez más del amor de mi vida me consumía,
pero es necesario. Solo esperaba poder sanar mi alma y recuperar mi
dignidad, la que perdí el día que decidí ser la chica de burdel.
Seguro que muchos pensarían que mi decisión era estúpida. Sabía que
Rodrigo me amaba y que ya no tenía una doble vida, pero necesitaba
desaparecer de Alemania para encontrar a la Chantal que se perdió en el
camino. Las despedidas duelen, por eso decidí escribir la carta. El adiós por
escrito duele menos que aquel que se dice de cara a cara.
Horas antes de partir decidí que era hora de enfrentar a Manuel. Quizá
mirarlo a la cara me haría sentir libre, o burlarme para mostrarle quién ganó
la batalla. Quería decirle tantas cosas guardadas que de no hacerlo
terminaría asfixiándome.
—Hola,
Manuelito
—sonreí
mirándolo
—Eres una… —Su mirada llena de odio me intimidó por un instante, pero
no lo demostraré.
—¿Una qué? —interrumpí—. Soy la mujer que fue capaz de hacer lo que
muchos dudaron. Una mujer decidida a destruir a su peor pesadilla. ¿Te
parece poco? —alcé el tono de mi voz, haciendo gestos exagerados con mis
manos. Quería que todos se enteraran de la clase de basura que era ese
hombre—. Mírate, eres una porquería, no vales nada, un puerco. Sí, así
como una vez me lo dijiste a mí. ¿Te acuerdas? —Manuel se recostó del
espaldar de su silla cruzando sus brazos en su pecho y mirándome fijamente
como si no le importaran mis palabras—. Dime, ¿qué se siente? —Me
incliné hacia adelante apoyando mis dos manos sobre la mesa.
—No estaré aquí toda la vida, y cuando salga te buscaré hasta debajo de las
piedras. Te mataré sin un ápice de misericordia. ¡Maldita, perra!
384
Ana llegó llorando a mi casa. No entendía sus razones para estar tan
desconsolada, pensé que se había peleado con Antonio y que necesitaba de
mis consejos.
—Se ha ido, haz algo por favor. No dejes que se vaya —sollozaba.
—¿Estás segura? Eso no puede ser verdad. Ella no me puede dejar. Nos
amamos, anoche hicimos el amor y fue especial. Ella no puede irse.
Elba Castilloveitia fuera. Miré al cielo pensando que alguien allá arriba
podría escucharme y bajar a contestar cada una de las preguntas que se
estaban aglomerando en mi pecho.
—Se ha ido. Te dejó esta carta, toma —me extendió un papel doblado por la
mitad.
No podía asimilarlo, no podía creer que una vez más me quedaría sin ella.
Comencé a caminar por toda la casa a la vez que me pasaba las manos por la
cabeza, desesperado y repitiendo en mi mente que todo era una estupidez.
La chica del burdel porque era lo único capaz de aliviar mis penas.
Todo me recordaba a Chantal, sus canciones, su perfume, hasta las cosas más
simples. Me preguntaba mil veces si estaría bien, si me estaría extrañando, si
le haría tanta falta como ella a mí.
Deseaba que alguien me mostrara cómo podía vivir sin ella, que alguien
tuviera la osadía de decirme que hacer sin sus besos y sin sus caricias.
Unos golpes en la puerta me sobresaltaron.
387
389
Cada día le preguntaba a Ana por Chantal, pero ella solo me daba escuetas
contestaciones que no me convencían del todo, respuestas que no
alimentaban mi esperanza de que regresara algún día y poder estar juntos.
—Negué sonriendo. En estos dos años habíamos formado una bonita amistad
y me pude dar cuenta por qué mi amigo estaba tan enamorado de esa mujer.
—Por favor, dime dónde encontrarla. Iría hasta el fin del mundo por ella.
Quiero verla —le pedí abrigando la esperanza de ablandar su corazón.
—confesó preocupada.
Iba por las calles leyendo el papel ya arrugado que me había entregado Ana.
La dirección me ubicó frente a un edificio enorme con un pequeño cartel que
decía Archstone Midtown West. Era un edificio majestuoso que constaba de
cuarenta y un pisos con cuatrocientos cuarenta apartamentos. No podía creer
que estuviera en la ciudad de New York, la más poblada de los Estados
Unidos. Llegué hasta el ascensor donde presioné el número 39 y una vez en
el piso busqué el apartamento #315. Me detuve frente a la puerta y pulsé el
timbre decidido. Miré a mi alrededor, no había nadie ni se escuchaba nada,
solo un silencio sepulcral tal que si lanzaba un alfiler haría estruendo.
—¿Le puedo ayudar en algo, joven? —Su voz amable me trajo de vuelta.
393
Elba Castilloveitia
—Ella…
394
Tuve que restregarme los ojos para asimilar la realidad y darme cuenta de
que no era un simple espejismo. En estos años no había podido sacarlo de mi
mente. Sus ojos quedaron grabados en mi alma, tatuados en mi corazón. Por
más cosas que hice para olvidarlo todo fue imposible. Mi alma le pertenecía
y la de él a mí. Lo amaba con todo mi corazón y lo amaría el resto de mis
días. De eso estaba segura.
—¿Rodrigo? ¿Eres tú? —fue lo único que logré articular al ver su perfecto
rostro frente a mí.
No supe cómo reaccionar, lo que sí sabía era que estaba feliz de tenerlo
frente a mí, mirándome, inspeccionando cada centímetro de mi cuerpo,
buscando algo que le indicara que aún era suya. Me sentí muy mal al evadir
su abrazo, pero no sería 395
sintiéndome
culpable
de
haberlo
—Tenemos que hablar —le dije seriamente, gesto que lo dejó paralizado, y
de verdad lo entendía. No estuvo en mí actuar así, pero no sabía qué hacer
luego de dos años. Le debía una disculpa, aunque…
—Dame un segundo —le pedí para cambiarme de ropa. Con rapidez me puse
un pantalón largo, una camisa gruesa y unas zapatillas deportivas. En Nueva
York ya se sentía el frío invernal—. Vamos a dar una vuelta mientras
conversamos por el camino
Lo miré para regalarle una sonrisa y fui a comprar dos chocolates y un pastel
de limón. Al llegar dejé todo sobre la mesa, Rodrigo sonrió al ver el pastel.
De repente, nuestras miradas se conectaron y el silencio nos envolvió. La
intensa mirada de Rodrigo hizo que mi rostro se sonrojara.
396
Rodrigo, si vine para acá fue porque me sentía vacía. Quería olvidar todo lo
que viví al otro lado del mundo. No ha sido fácil y… cuando siento que lo
estoy superando, apareces de la nada para arrastrarme de nuevo a mi pasado.
—¿Tan superficial fue todo lo que viviste conmigo? —su pregunta fue como
una cachetada—.
¿Acaso lo nuestro no significó nada para ti? Te amo con todas las fuerzas de
mi corazón. Superé mis miedos a la alturas para encontrarme contigo. No
esperaba que me fueras a rechazar de este modo.
Me siento tan dolido, Chantal —confesó con sus ojos nublados por las
lágrimas mientras que mi corazón se achicaba cada vez más.
—El tiempo me ha hecho entender que todo lo que pasó fue necesario para
hacerme más fuerte.
398
La chica del burdel
Me costaba respirar, por lo que no dudé en salir para tomar aire fresco, a
pesar de escuchar sus pasos apresurados tras de mí.
—Perdóname —es lo único que logré articular para luego darle la espalda y
caminar hacia mi apartamento.
El cielo se había tornado de un tono gris mientras las finas gotas de lluvia
caían sobre mi cabeza, terminando mezcladas con mis lágrimas.
—¡No, mamá! No creo que me perdone que le haya ocultado algo tan
importante por dos años.
—le reclamé.
—No.
—¿Qué pasó?
—Se fue.
—¿Se fue o lo botaste? No dejes que se vaya, es el amor de tu vida, no lo
dejes escapar. ¡Serás estúpida! Si estuviera allá te arrastraría del cabello
hasta que lo aceptes en tu vida. Eres una buena pendeja.
—No puedes hacer eso, él viajó por ti. Es que tenías que ver la cara de
felicidad que puso cuando le di tu dirección, no tenía precio, había que
enmarcarla. Sus ojos se iluminaron como un niño 400
401
Si tan solo me hubiese dado una oportunidad. Si tan solo hubiese echado a un
lado el pasado para estar junto a mí.
—No puedes irte —dijo agitada mientras unía sus labios a los míos y nos
fundimos en un intenso beso.
—No te puedes ir. Estos dos años sin ti han sido… una agonía. Te he tenido
presente día a día, desde la mañana al atardecer. Además, hay algo que debo
confesarte —añadió con rostro serio.
404
—Tienes mi atención.
—Tienes una hija —escupió sin más. Su confesión me dejó con la boca
abierta y sin palabras por varios segundos. Entonces entrelazó su mano con
la mía.
—¿Qué… dices?
—Tres meses, luego de llegar a Estados Unidos, comencé a sentirme mal.
Todo me caía mal, tenía vómitos constantes, nauseas. No importaba lo que
comiera
siempre
terminaba
en
el
baño
Perdóname por ocultarte algo así. Perdóname, por favor, por ser tan egoísta.
Entiéndeme, quería sanar mis heridas, quería estar bien conmigo antes de
estar contigo. ¿Me… perdonas?
—Ya te dije que no me importa el pasado. Quiero una vida junto a ti hasta el
final de mis días.
—Hola, Aleisha, soy papi —respondí en tono infantil tratando de creer mis
propias palabras.
Extendí mi brazo para rodear a Chantal. Era tan grande lo que sentía que no
pude contener lágrimas de emoción—. Te prometo que lucharé por hacerlas
feliz. Por cierto, ¿dónde está Echy?
Se aburre mucho aquí solo, así que cuando me pide salir le doy permiso.
—Así es, se cree todo un hombre. Es muy inteligente, en el colegio saca puro
diez —dijo orgullosa.
La chica del burdel pronto con temor—. ¡Cárgala, por el amor de Dios!
—Pero tú eres su madre y apenas se enteró hace poco que tiene padre. No
podemos traumatizarla así, anda, toma.
Chantal tomó a la niña en sus brazos y sacó uno de sus pechos para
amamantarla. Me pareció una escena tan tierna que me hizo pensar en los
milagros de la vida. Aún no asimilaba que esa niña de un año y medio más o
menos fuese mía. La pequeña se durmió en brazos de Chantal y la seguí para
ver cómo la dejaba en su cuna.
—Para ti, pero yo no tengo pechos —hice un gesto con mis manos como si
estuviera sosteniendo mis pechos. Ella sonrió—. Ahora necesito que me
muestres tu fuerza —la tomé por la cintura con posesividad.
—No podemos aquí, mi mama está ahí. Ven, vamos a un lugar mejor —
respondió tomándome de la mano para luego halarme casi a rastras fuera del
apartamento.
Chantal me guio por unas escaleras hasta llegar a la azotea del edificio.
—retrocedí varios pasos sin despegar mi mirada de sus ojos color miel.
—Bobo, claro que no. Siempre quise hacerlo al aire libre. ¿Tú no? —La
miré divertido.
Todo lo que tenía acumulado por estos dos años afloró sin espera. Me dejé
llevar. La azotea era amplia, se podía observar toda la ciudad de Nueva
York. El atardecer caía sobre la ciudad pintando el cielo de tonos
anaranjados, plasmando una bella obra de arte.
—Te mostrare mejor mi fuerza. —Esta vez ella metió todo el miembro en su
boca y comenzó a masturbarme con la boca. Su rapidez y agilidad hizo que
me estremeciera.
—Pero creo que no es suficiente —me guiñó un ojo y se mordió los labios
con tanta sensualidad que me provocó querer más de ella sin dudarlo ni un
segundo. Su juego seductor estaba acabando con mi cordura.
408
Sus gemidos eran una dulce melodía que llenaba mis oídos. Lentamente, me
empujó hacia un muro haciéndome sentar. Se acomodó a horcajadas sobre mí
y continuó torturándome deliciosamente, pero esta vez uniendo nuestros
sexos con delicadeza. La sentí vibrar sobre mí y me derretí dentro de ella
nuevamente. Llegamos juntos a la cúspide del placer, tocamos el cielo y
caímos de sopetón como en una montaña rusa.
409
Elba Castilloveitia 410
—Te amo —completé para luego seguir hacia el apartamento entre risas,
tomados de la mano—.
—Por lo menos no está sola. Tu tío, aunque no lo conozco, se nota que es una
persona muy distinta a tu padre. Lo más importante es que los quiere
sinceramente. Ella es muy valiente.
La chica del burdel él —me dijo con un aire de seguridad—. ¿Sabes? Mi tío
me regaló una hermosa casa a orillas de la playa.
Tenía miedo de regresar, tal vez era tonto, pero se sentía como si al regresar
todo se fuera a repetir.
—Acepto —dije con cierto temor, sin romper el contacto visual. Tomó mi
rostro entre sus manos y me besó con dulzura.
414
Desde que decidí ir a buscar a Chantal a Estados Unidos decidí que quería
tenerla junto a mí el resto de mis días. Dos años fueron suficientes para
darme cuenta de que era mi otra mitad, que era la mujer que tanto había
esperado. Iba decidido a preguntarle si se quería casar conmigo desde el
principio, pero su actitud me lo impidió, dejándome devastado,
desilusionado. Vi mis esperanzas caer y hacerse pedazos frente a mí. Sin
embargo, cuando creí todo perdido, escuchar su voz justo cuando iba a
volver a Alemania lo cambió todo. Su voz fue un oasis en medio de mi
desierto, porque así lo sentía.
Estuvimos todo el día juntos, caminando por las calles de Nueva York.
Cuando ya era de noche decidimos regresar al apartamento.
—declaré.
415
Elba Castilloveitia
—No te vayas, por favor quédate. —La voz suplicante de Chantal hizo que
mi corazón se arrugara. Me sentía dividido. Quedarme en América no estaba
en mis planes. Mi mamá me necesita y no podía dejarla sola.
Sentí mi rostro arder de la rabia. ¿Cómo era capaz de llamar? Justo ahora
que veía un lindo futuro con Chantal… ¿Por qué ahora venía a dañarlo todo?
416
dijo con seguridad—. No quiero verlo, pero es necesario para cerrar ciclos
y seguir hacia adelante.
Habían pasado varios minutos desde que llegamos a suelo alemán. Me sentía
feliz de regresar a este lugar. Decidimos viajar en taxi para darle la sorpresa
a mi mamá, estaba ansioso por verla, por saber cómo estaba. Ya era de
noche y al llegar a la casa todo parecía estar en orden. Una tenue luz se
podía distinguir en una de las habitaciones. Abrí la puerta delantera con mis
llaves y entré con sigilo.
Le hice señas a Chantal y a los niños para que guardaran silencio. Luego me
acerqué a una de las habitaciones y di un ligero toque.
—Te hemos extrañado. —Me abrazó con sus ojos nublados de alegría. Mi
tío se encontraba a su lado, me miraba de una forma extraña y con un brillo
peculiar en sus ojos.
—Solo fue una semana, mamá. Cálmate —me separé un poco para mirarla
mejor.
Busqué a mi hija con enorme emoción. Deposité un casto beso en los labios
de Chantal y la tomé de la mano para llevarla con mi madre.
—Mamá, traje a Chantal. —Ella se llevó las manos a la boca con asombro
—. Y esta hermosa niña es tu nieta, Aleisha —completé con mi hija en 417
—comentó Chantal.
—Me alegro tanto de que estés retomando tu vida y junto a la mujer que
amas. Pensé que siempre te tendría de solterón conmigo. Me equivoqué, eres
un buen hijo y serás un gran padre.
—Una lagrima rodó por su mejilla. Mi tío pasó la mano por su espalda para
calmarla.
—Hay algo más… —hice una pausa antes de continuar—. Hemos decidido
casarnos, aún no tenemos fecha, pero ya está decidido.
—¡Ay, hijo, me alegro tanto! Lo mereces, ya era hora de que salieras del
hoyo y vieras claridad en tu vida.
—Sabes que tienes todo mi apoyo y cuentas conmigo para lo que necesites
—comentó mi tío con el rostro iluminado, luego me dio un abrazo.
Para ser lo que soy hoy tuve que enfrentarlo y perdonarlo. En mi caso fui yo
la que se acercó, aunque no tenía culpa de nada solo fui una víctima.
—confesé pensativo.
—Manuel, tienes visita —le anunció el guardia con voz gruesa y potente. Al
vernos, una sonrisa se asomó en sus labios. Lo miré desconfiado.
—Hijo, qué bueno que has venido —su voz se escuchaba débil.
—Solo quiero pedir perdón por el daño que les he causado. Fui un cretino,
un hijo de puta con todos los que me han rodeado y ahora la vida me pasa la
factura. Creo que… esto es lo que mucho llaman karma. No sabes todo lo
que sufro en esta celda, alejado de las personas que amé.
Elba Castilloveitia puedo pensar en todo el daño que he hecho, rogar para
ver si alguien se apiada de mí y clava una daga en mi corazón aligerando así
mi muerte.
Una lágrima escapaba de uno de sus ojos. Al principio pensé que era
mentira, que fingía, pero me equivoqué. Mi papá estaba arrepentido, sus
gestos y sus palabras lo delataban.
—¿Mal padre? —reí con ironía—. Has sido pésimo. No, simplemente no
fuiste padre y encima una terrible persona. Todos estos años me has acusado
de ser un bueno para nada. Crecí solo, sin nadie a mi lado porque tú
brillabas por tu ausencia.
—No me hagas reír, tu madre es una zorra. Me engaño con tu tío, tú no eres
mi hijo —espetó. Tuve que sostenerme ante la noticia. No podía creer sus
palabras, eso no podía ser cierto.
—¿Por qué tanta maldad? ¿Por qué insistes en destruir lo único bueno que
tengo? —cuestioné indignado.
420
—No
creo
que
pueda
—respondió
—Siento que dos años lejos de aquí no fueron suficientes, que no sirvieron
de nada. Perdí el tiempo, ¿comprendes? Recordar todo fue como una bomba
estallando en mi interior y arrasando todo a su paso. Como tener una película
frente a mí, torturándome. ¿Estás bien tú? No es fácil enterarte de algo así,
tan fuerte y de repente.
Elba Castilloveitia pero habría vivido toda mi vida engañado por mi madre.
¿Crees que es justo? Todos me mienten.
422
—¿Qué me vas a explicar? ¿Qué me has engañado todo este tiempo? ¿Qué he
sido un iluso al no darme cuenta? Por Dios… —cuestioné con la voz
quebrada.
Todos me mienten. Tan bueno para nada soy que me tratan como si fuera un
niño. No, tío, ya crecí, soy un hombre, debías haberme dicho esto antes.
423
Elba Castilloveitia
—No estaba en mis manos contarte esto —Israel le dio una mirada fugaz a
mamá.
—Si callé fue por miedo, hijo. Tu padre… Manuel no quería que te
enteraras.
—Además ya sé que soy hijo tuyo, tío —dije mirándolo fijamente. Él bajó la
mirada mientras que mi madre abrió sus ojos. Al parecer pensaban que me
refería solo a su relación.
—Hijo, tu padre… Manuel me dijo que Israel se había marchado con a otra
mujer. Me dijo que todo lo que Israel me había dicho era una vil mentira. No
tenía dónde buscarlo ni reclamarle, solo esperar a que el tiempo pasara y ver
si era verdad o no. Yo también lo amaba con el alma y lo amo.
La chica del burdel Israel y luego, con palabras bonitas, me fue enamorando.
Poco a poco caí en su trampa. Me casé con Manuel y a sus padres no le
importó, nunca entendí la razón.
—concluyó mi tío.
—Me casé con Manuel y al año quedé embarazada. Pero Israel estaba
clavado en mi pecho a pesar de todas las mentiras y la cizaña que había
inventado Manuel en su contra. —Mi madre miró a mi tío y una lágrima bajó
por su mejilla.
—En cambio —agregó mi tío—, le reclamé a mi hermano para saber por qué
lo hizo, y solo dijo que siempre me envidio por ser el favorito y consentido
de nuestros padres. Algo que fue mentira porque ellos nos amaban por igual,
incluso a él lo dejaban siempre hacer lo que le diera la gana mientras yo
tenía que seguir las normas al pie de la letra. Luego traté de hablar con tu
madre, pero ella no quería saber de mí. Quise explicarle que había sido una
mentira de mi hermano, pero no quiso escucharme.
Cuando tenías once años Manuel nos descubrió y comenzó a portarse hostil y
déspota conmigo.
Llegué a pensar en cierto punto que quizás estuvo enamorado de mí, pero al
descubrirnos todo 425
—Tu padre supo de inmediato que el hijo que esperaba no era suyo.
Chantal permanecía a mi lado escuchando aquella historia. De vez en cuando
me apretaba la mano o acariciaba mi espalda para darme paz, una que de
momentos quería huir de mi cuerpo.
—Una vez te dije que no podía abandonar a tu padre porque quedaríamos sin
nada, en la ruina, además Manuel era alguien muy influyente y nos podía
mandar a matar también. Tenía miedo.
—Aguantaste tanto…
—De hecho, ya nos tenemos que ir. Quiero mostrarle algo a Chantal —
comenté mirándola de reojo.
—Es triste la forma en que murió. —Mamá negó con la cabeza mientras un
ápice de tristeza se asomaba en su mirada.
—La vida da lo que siembras, y é cosechó solo maldad. Con sus actos se
encargó de alejar a todos.
—Sí, a pesar de todo lo que hizo me siento algo triste. No soy quién para
desear el mal. Muchas veces le grité y le dije muchas cosas hirientes, pero
427
—¡Me encanta!
—Mejor en un par de meses. Quiero que sea una boda sencilla, pero sin
perder ningún detalle.
—Me encanta tu idea —la rodeé por la cintura y besé su cuello. Sentí su piel
erizarse ante mi tacto.
—Te amo, te amo, te amo y te amaré hasta que mi corazón deje de latir, hasta
mi último aliento.
—Yo también a ti, princesa. Si hubiese otra vida luego de esta, ten por
seguro que te buscaría hasta encontrarte y seguir amándote.
428
Chantal
Miramos el reloj y nos percatamos de que apenas eran las dos de la tarde.
Rodrigo me da un tierno beso en mis labios y suelta mi mano.
—Será Antonio, mi tío o mamá, nadie más sabe que estamos aquí. Iré a abrir.
431
Elba Castilloveitia Ana entraba con euforia y pasos agigantados hasta mí. La
miré con cara divertida.
—Lo siento, pero han sido tantas cosas, una tras, que no tuve tiempo.
—¿No tuviste tiempo? Van casi cuatro meses desde que llegaste —afirmó
exagerando.
—Llegamos hace dos días por la noche, ya que a las diez teníamos que ir a
la cárcel. ¡Eres una exagerada! —respondí divertida por sus gestos.
—Deja verte. ¡Estas hermosa! —Me hizo girar sobre mis pies dando una
vuelta—. ¿Los niños?
432
—añadió él.
—¡Claro que los hemos extrañado! De eso no hay duda. —Antonio le dio un
leve empujón a Rodrigo como ya era costumbre de ellos.
Luego de un rato, y tal como Angélica nos había anunciado, llegó Julietta
junto a Israel. Cuando todos estuvieron reunidos Rodrigo me tomó de la
mano y nos paramos frente a todos.
reunidos
quiero
oficializar
nuestro
—¿Que? ¿Ves que eres una ingrata? —Ana me miró haciéndose la indignada,
pero con una gran sonrisa en sus labios—. Seré la dama de honor
433
Elba Castilloveitia
El día tan esperado había llegado. Estaba nerviosa, era un día especial
cargado de sueños que ya comenzaban a flotar en el aire cual burbujas.
Jamás imaginé que podría tener un día de ensueño donde me sentiría como
una princesa de un cuento de hadas.
Para esta ocasión escogí un vestido corto que me quedaba un poco más
arriba de las rodillas, era entallado hasta la cintura, sus mangas apenas
tapaban mis hombros dando un toque de elegancia.
Una corona de flores blancas sujetaba un corto velo que caía sobre mi
rostro.
—¡Estas hermosa! —exclamó con lágrimas en sus ojos. ¿Por qué estos
momentos siempre eran tan emotivos?
La chica del burdel con flores blancas y dentro se apreciaba un atril con dos
bellos arreglos florales, uno a cada lado. Desde el atril hasta la entrada de la
residencia había una larga alfombra blanca por donde tenía que caminar
hasta llegar a Rodrigo. La alfombra estaba decorada por hermosas flores
blancas separadas por varios pies de distancia. Todo era hermoso. Sentía
que mi pecho iba a estallar de felicidad. Rodrigo me esperaba dentro del
gazebo con su traje de etiqueta negro y en el bolsillo derecho una flor
blanca. Se veía mucho más guapo que de costumbre o…,
Cada persona está en este mundo con una misión y a veces las mismas
dificultades y los problemas son tantos que pueden perder el enfoque en el
camino aparentando algo que no son. El tiempo siempre es un gran aliado y
nos enseñó que cada persona tiene una historia, una que muchas veces le
lleva a cometer errores o actuar en contra de sus principios. Nos enseñó que
el amor conlleva sacrificio, pero el sacrificio muchas veces no es suficiente
para alcanzar lo que queremos, porque realizar nuestras metas sin mover un
solo dedo no es posible para triunfar.
435
Elba Castilloveitia Estaba lista para entregarme al hombre que amaba. Jamás
pensé que llegaría este momento, siempre creí ser poca cosa para Rodrigo,
un muchacho tan bueno como él. Hoy podía decir que valió la pena todo. Mi
hijo estaba más saludable que nunca y era feliz. Dios me dio la bendición de
tener una niña hermosa fruto del inmenso amor entre Rodrigo y yo. A pesar
de todo lo que había pasado me sentía feliz, por lo que me entendía hacia
adelante dejando atrás un pasado que me quiso atrapar y hacer infeliz.
Al salir del gazebo todos los presentes nos echaron confeti y serpentinas. La
música comenzó a sonar mientras los invitados se acercaban a felicitarnos y
darnos sus mejores deseos.
Son elementos claves para llegar a la eternidad juntos. Chantal, gracias por
llenar a mi hijo de felicidad y darle una nueva razón para luchar.
Julietta e Israel nos dieron un fuerte abrazo. Las lágrimas que tanto quería
evitar no tardaron en recorrer mi mejilla.
—No tienes que agradecer, eres mi amiga y para eso están las amigas, ¿no?
Sabes que, aunque me dejes el hombro lleno de mocos, siempre estaré para
ti. —Nos abrazamos un largo rato ya que no sabía cuándo volvería a verla.
No tuvieron que esperar mucho puesto que Rodrigo ya estaba devorando con
ansias mis labios.
Estaba emocionada cual niña pequeña. El auto que nos llevaría al aeropuerto
estaba lleno de globos dorados que decían Chantal y Rodrigo. Al montarnos
algunos de los globos comenzaron a reventarse, provocándome
pequeños
sustos.
438
—Yo te amo mucho más. Si hubiese otra vida luego de esta te buscaría para
seguir junto a ti, porque sin ti me hubiese quedado en la oscuridad, jamás
hubiese conocido lo que es amar.
439
Jacob es como otro hijo para mí, casi hermano de mi hija y su mejor amigo.
Es el hijo de Ana y Antonio y le he tomado un cariño especial.
—respondo ya con el corazón desbocado. Cada vez que mis hijos dicen salir
siento mi pecho oprimido hasta que los veo llegar sanos y salvos.
—Sabes que te amo, al igual que amo a tu hermano. Ustedes son mi vida, mi
adoración, y si algo les llega a pasar, muero. Y para mí siempre serán mis
niños.
—¡Por Dios! No seas trágica, mamá —zanja girando sobre sus talones para
marcharse no sin antes darme un beso en la mejilla.
Me dispuse a tomar un buen baño para salir a la fundación Valórate, una que
decidí crear con la ayuda de Rodrigo para poder ayudar a chicas que
sufrieron un camino difícil como el que tuve. Les ayudamos a conseguir
empleo y le proveemos cosas esenciales para el diario vivir, ayudándolas a
dejar esa vida que trae tantas consecuencias físicas y psicológicas. Tomo mi
bolso para salir cuando siento unas manos alrededor de mi cintura.
—Hola, preciosa. Estaba pensando que quizá podríamos salir a cenar esta
tarde. —La voz ronca de Rodrigo me hace girar para mirarlo a esos ojos
color aceituna que tanto me gustan.
—Lo que tú quieras —contesta. Me mira con sus ojos cargados de deseo.
Sus manos recorren mi espalda hasta posarse en mis nalgas.
Hoy la sociedad está tan deteriorada que las familias no podrían subsistir sin
una buena dosis de comunicación.
—Te digo que yo puedo hacer lo que me dé la gana, ¡ya soy mayor de edad!
—Los gritos de Aleisha nos alertan.
—Sé cuidarme.
Necesitas un médico.
—¿Qué escuchaste?
—Tu no fallaste. A los hijos uno los instruye y ellos se encargan de forjar su
futuro. No podemos controlarlos, ellos toman sus decisiones.
Ninguno de los dos conoce lo que fui, ninguno sabe lo cruel que es esa vida.
—Hay que dejarlos que aprendan solos, aconsejarlos, pero dejarlos que
vivan para que se hagan fuertes y maduren. Pero, hey, tampoco estoy de
acuerdo.
—Lo sé, pero ¿por qué esa vida? Puede escoger cualquier otra cosa, ¿por
qué quiere entrar al burdel? ¿Por qué?
La chica del burdel mientras sopeso la forma en que hablaría con mi hija. No
sería fácil, pero es necesario.
—Mamá, yo…
—¿Tú sabes lo que esa vida conlleva? ¿Por qué quieres entrar ahí? No te
falta nada, sea mucho o poco siempre tienes lo que quieres porque nosotros
nos hemos encargado de que a ninguno de ustedes les falte algo. Ali, tienen
lo necesario para vivir, tienen una cuenta en el banco que le hicimos con
mucho cariño y no es necesario que entres a trabajar en un burdel.
—Claro que pagan bien, pero no mereces esa vida. Ahí te humillan, te
maltratan, te tratan como basura, allí no eres nadie. Algunos se obsesionan
contigo y no te dejan ni respirar. Todos son malos tratos, te agobian con sus
cosas. Cargarías con un título que a nadie le gusta, créeme. No mereces eso.
Ali, las mejores cosas se consiguen con esfuerzo y dedicación, la vida fácil
puede costarte muy caro en un futuro. La vida fácil te aleja de las personas
que quieres, te hunde, y cuando quieras amar y entregarte a un hombre de
verdad no podrás porque te sentirás poca cosa para el que sea.
445
Elba Castilloveitia
—Sí, y no es una vida de la que me sienta orgullosa. Entré cuando estaba sin
trabajo y a tu hermano le habían diagnosticado leucemia. Estaba
desesperada, él podría morir en cualquier momento y necesitaba un buen
tratamiento, ¿comprendes?
Ali, eres una chica hermosa, llena de vida, de sueños y metas y la vida en el
burdel no es para ti, ni debería ser para ninguna mujer, joven o adulta.
Sabes que te amamos con todo el corazón, pero por favor desiste de esa idea
loca de trabajar en el burdel. —La miro con ternura tratando de descifrar esa
mirada tan expresiva que poseía—. Si quieres puedes trabajar con nosotros
en la fundación para que veas que la vida allí no es como crees.
—Pensé que estabas harta de nosotros y por eso querías irte lo más rápido
posible.
—¿Cómo se te ocurre? Claro que no. —La envuelvo en mis brazos para
tenerla conmigo y brindarle mi amor—. Lo siento, lo siento mucho. Te amo,
mamá. Gracias.
—No tienes nada que agradecer. Por ustedes lo mejor, no lo olvides. Ven,
hay que preparar la cena.
Juntas nos dirigimos a la cocina donde preparamos un rico pernil asado con
papas al horno y vegetales salteados, de postre un pastel de limón.
La chica del burdel Ezequiel permaneció bajo el árbol ya que no pudo asistir
por sus compromisos en el hospital. Lo miro con tristeza deseando poder
abrazar a mi hijo como todos los años, y creo que mi semblante era evidente,
porque Rodrigo no tardó en colocarse tras de mí para depositarme un beso
en el cabello.
—¡Mamá, llegué!
Me levanto como resorte al escuchar esa voz tan familiar. Mi hijo había
llegado. Él corre hacia mí y me abraza con fuerza. No puedo evitar llorar de
felicidad. La familia está completa.
—Por poco no llego, pero pude cambiar el turno con mi amigo porque él
odia estos días —señala sin más.
447
Gracias a todos los que me leen, no saben lo feliz que me hace cada uno de
sus comentarios. Gracias por darle una oportunidad a La chica del burdel.