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ÁFRICA NO CABE EN EUROPA

El Mediterráneo se ha ido convirtiendo en una tumba de proporciones


gigantescas, en un mar lleno de pobres a la deriva y de muertos sin
identificar por otras señas que no sea el de víctimas sin nombre. A diario
son rescatados cientos que se suman a los miles de antes, mientras
algunos gobiernos europeos hacen lo posible para impedir que lleguen a
sus costas o que circulen libremente por sus países. ¿Son infundados sus
temores? Se comprende que África no cabe en Europa, pero no son tantos a
fin de cuentas los que están en condiciones de pagarse ese viaje terrible
hasta aquí, arruinándose con las mafias que les ponen en ruta, aguantando
vejaciones miles, entre ellas la esclavitud, los abusos sexuales, y mil
perrerías inconcebibles para un europeo. Y esto lo hacen muchos y muchas
durante meses y años hasta poder embarcar en este mar que acaba luego
por tragarse a miles de ellos porque no saben nada de navegación, porque
no saben nadar, porque hay una tormenta inesperada y por tantas otras
causas. Es difícil imaginar lo que se vive en esa embarcación sobrecargada
cuando se tienen mareos y necesidades fisiológicas urgentes, los
indefensos niños lloran porque tienen hambre y miedo o surgen discusiones
entre personas o entre grupos obligados a convivir al límite de su miedo, de
su resistencia y de su capacidad de sobrevivir. Es casi imposible imaginar
cómo hasta moverse mal puede desestabilizar el frágil equilibrio de la nave
y provocar una tragedia mientras tienen que soportar el dolor de las
quemaduras solares y las que causan la mezcla del combustible con el agua
del mar. Los que consiguen llegar en estas condiciones son unos héroes y
como tales habría que tratarles. Los que no llegan, también lo son, y como
a tales hay que recordarles, y si uno es creyente, rezar por sus almas.

¿Y a donde se dirigen estos supervivientes de todas las tragedias que un ser


humano puede soportar? A un lugar llamado Europa que han podido ver en
alguna televisión y donde algunos familiares llegaron hace años y les
contaron que allí no hay guerra como en su país, la gente no se muere de
hambre como en su país, y los niños tienen porvenir y pueden crecer sin
miedo, no como en su país. Así que se dirigen hacia esa tierra prometida
de pan y leche pero, ay, olvidaron que aquí, en el paraíso de pan y leche no
se reconocen otros héroes que los que llevan uniformes; no se reconocen
otros holocaustos que los del pasado, y que está muy dormido el
sentimiento de humanidad simple tan fácilmente reconocible en la gente
humilde de cualquier aldea pobre del mundo. Además no saben lo duro del
desempleo y la explotación que llegó de manos del neoliberalismo y su
crisis provocada para tomar el control económico, politico y laboral del que
se resiente toda Europa en una u otra medida. (En España, alcanza límites
intolerables, y no obstante este país se ha convertido en el principal
receptor de inmigración).

Es verdad que algunas organizaciones altruistas acuden a socorrerles en


mar abierto antes que naufraguen, y deberían ser condecoradas por los
gobiernos de los países de pan y leche, pero ay, son sometidos a estrecha
vigilancia, apresados a veces sus barcos, entorpecido su trabajo altruista
por los gobiernos de esta parte del mundo que se supone civilizado,
cristiano y defensor de los derechos humanos. Después de todo, ¿no fueron
estos los principios cínicamente publicados como justificantes de sus
atrocidades por las que su continente fue invadido por los europeos? ¿No
eran estos los argumentos que esgrimieron aquellos colonizadores
europeos cuando mataban, saqueaban, violaban, maltrataban y esclavizaban
a los aldeanos de todo el continente? Todo era mentira. Mentira como
ahora mismo lo es la razón inconfesada de Europa para apoyar guerras o
vender armas como pasó en Libia, y hoy en Siria, en Arabia Saudí o en
Yemen o en Somalia, acabando por provocar enfrentamientos, pobreza,
inseguridad y esta desbandada migratoria por todo el continente africano.

Digamos las cosas claras: los gobiernos europeos son las amas de llave de
las industrias armamentistas, de las industrias petroleras, mineras y de
cualquier otra multinacional que tenga intereses en el rico continente
africano. Quién les iba a decir a estos esclavos de las grandes explotaciones
agrícolas, de las minas del coltán, el oro o los diamantes que su riqueza iba
a ser la causa de su pobreza y que por causa de su riqueza iban a ser
desalojados de sus casas y tendrían que naufragar hasta la muerte en un mar
desconocido y sin saber nadar para encontrar su sitio en la pacífica,
próspera y humanitaria Europa.

Ay, Europa

Pero los gobiernos europeos tampoco están dispuestos a darles cobijo. Si


acaso, a proporcionarles prisiones. Dos tipos de prisiones serían: las
provisionales hasta que se determine si son emigrantes por ser pobres o por
ser víctimas de guerra. Solo en este último caso no serán supuestamente
devueltos a sus países de origen. ¿Y los demás? Imaginen lo que esto puede
suponer a los que son devueltos. Y ni siquiera todos los gobiernos están
dispuestos a colaborar, pues mantener prisiones, aunque se disfracen con
otros nombres, es caro y complicado. Entonces se establecen dos tipos de
soluciones: pagar a los gobiernos de tránsito para impedir que lleguen al
Mediterráneo, como es el caso de Libia o el de Marruecos, o construir
nuevos centros de internamiento en suelo europeo, opción que adquiere
más fuerza por el momento. Pero estas opciones siempre son voluntarias
y reducidas, porque países “cultos, civilizados y católicos” como Austria,
Polonia, Hungría, Italia, y alguno más no desean recibir inmigrantes.

En estas estamos: un negro porvenir para los que quieren llegar, un negro
porvenir para los que consigan llegar, y otro negro porvenir, pero este para
las conciencias de los responsables tanto de que se vayan de su país de
origen como de los que les niegan aogida. No sé cuantos políticos
africanos y europeos podrán dormir tranquilos hoy, pero les aseguro que
mañana tendrán que drogarse para conciliar el sueño. Y aún así no será
suficiente cuando se encuentren consigo mismos y se vean cómo son
realmente. En el caso de Europa no hay una Unión Europea a la hora de la
verdad. A la hora de la verdad, que es esta misma hora, vuelve a florecer el
enfermizo y clasico nacionalismo europeo, resumido en “ que cada palo
que aguante su vela”.

¿ UNA SOLUCIÓN EFECTIVA PARA ÁFRICA?

Todos los gobiernos europeos saben que los gobiernos africanos son
corruptos, dictatoriales, y sanguijuelas para sus pueblos, a los que
mantienen en la miseria mientras ellos viven como principes dorados
gozando de toda clase de lujos y excentricidades al mismo nivel y en los
mismos lugares que cualquier otro alto dignatario de un país rico, en cuyas
universidades se forman los mandatarios y sus hijos, gozando de
residencias para ricos mientras sus pueblos se mueren de hambre.

Vemos que no hay ningún gobierno occidental que vaya al fondo de la


cuestión; ninguno capaz de adoptar otra posicion que la de policia o
carcelero ante el fenómeno migratorio. Si embargo, solución hay, vaya si la
hay. Y todos la conocen. Todos los gobiernos europeos son cómplices,
porque a cambio de mirar para otro lado lo que sus gobernantes corruptos
hacen o dejan de hacer con sus pueblos, pueden ir saqueando sus riquezas
naturales mientras ellos reciben su parte para vivir por todo lo alto. No
importa a nadie que existan en sus paises condiciones de trabajo esclavo,
explotación desmedida de todo cuanto tenga valor, desde seres humanos a
materias primas; que la infancia esté siendo machacada en todos los
aspectos, las mujeres desprovistas de derechos, la libertad de expresión sea
un sueño para quien aspire a ella, o que tengan que venir las ONGs a hacer
las tareas sociales educativas y sanitarias de esos gobernantes que deberían
estar avergonzados si conocieran tal sentimiento. No importa nada de esto,
porque todo este cambalache es parte sustancial del funcionamiento de la
economía occidental.¿ Qué sería de los países occidentales sin coltán, sin
petróleo, sin tantos recursos como los que provienen de la explotación de
los países tercermundistas?

Europa sabe que si cambia su política depredadora en África, deja de


apoyar a corruptos, crea empresas, asegura en ella derechos laborales y
sociales justos a los trabajadores, favorece la cultura democrática, y
congela las cuentas corrientes de los políticos de allí para ponerlas a
disposición de los grupos políticos alternativos y democráticos, se pone
freno al éxodo migratorio. Europa sabe todo eso, pero nosotros sabemos
otra cosa: nunca lo harán sin presión. Y ojalá que la presión venga de los
dos lados; también de los propios ciudadanos europeos, alarmados ante
tanta inmigración, por la falta de humanidad y el egoismo de sus partidos
políticos y la falta de sensibilidad de sus medios de comunicación, y exijan
estos cambios en las calles de las ciudades de ambos continentes. Es
urgente, porque es una vergüenza que en pleno siglo 21 hayamos aprendido
tan poco de nuestra propia historia y aún se sigan manteniendo y
construyendo nuevos campos de concentración para los pobres creados por
los mismos que ordenan construirlos. Y por vez primera, muchos
comienzan a tomar conciencia de que no es posible un cambio para África
si no se produce un cambio en Europa; que el destino de ambos continentes
está estrechamente unido. Al fin y al cabo, lo que sucede en África es obra
de Europa, pero Africa no cabe aquí.

Julio 2018

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