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11 - Eleventh Grave in Moonlight - Darynda Jones
11 - Eleventh Grave in Moonlight - Darynda Jones
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3
Vane Farrow
Vane Farrow
Yessy
Sinopsis Capítulo 12
Prólogo Capítulo 13
Capítulo 1 Capítulo 14
Capítulo 2 Capítulo 15
Capítulo 3 Capítulo 16
Capítulo 4 Capítulo 17
Capítulo 5 Capítulo 18
Capítulo 6 Capítulo 19
Capítulo 7 Capítulo 20
Capítulo 8 Capítulo 21
5
Capítulo 9 The Trouble with Twelfth Grave
Capítulo 10 Sobre el autor
Capítulo 11
Un día típico en la vida de Charley Davidson implica esposos que engañan,
personas desaparecidas, esposas descarriadas, propietarios de negocios
filántropos, y oh sí... demonios, perros del infierno, dioses malvados y gente
muerta. Mucha gente muerta.
Como Investigadora Privada a tiempo parcial y Ángel de la muerte a tiempo
completo, Charley tiene que equilibrar lo bueno, lo malo, lo muerto viviente y los
que la quieren muerta.
En esta undécima entrega, Charley está aprendiendo a hacer las paces con el
hecho de que es una diosa con todo tipo de poder y que su propia hija ha nacido
para salvar al mundo de la destrucción total.
Pero las fuerzas del infierno están decididas a ver a Charley desterrada para
siempre en los rincones más oscuros de otra dimensión.
Con el hijo de Satanás mismo como su marido y amante excelente, tal vez 6
Charley pueda encontrar una manera de tenerla viviendo feliz por siempre
después de todo.
Charley Davidson, #11
Traducido por Vane hearts
Corregido por Sahara
1
7
Traducido por Lu
Corregido por Jenny99
***
Llamé a Cookie,‖ mi‖ “mejor‖ amiga‖ guion‖ recepcionista‖ guion‖ asistente‖ de‖
investigación‖ guion‖ hombro‖ en‖ el‖ que‖ llorar,”‖ en‖ el‖ camino‖ hacia‖ el‖
estacionamiento, ignorando al ángel posado encima de una minivan,
observándome con ojos de halcón.
Los ángeles tenían el poder de ponerme al borde. Eran todo negocios. Y
terriblemente perspicaces cuando se trataba de dicho negocio. Tenían una misión y
no se dejaban llevar. Lo había intentado. Hace un par de días, le ofrecí cien dólares
para que se fuera. No mordió. No se estremeció. Ni siquiera miró a los cien que le
había agitado. Resolución de acero, si alguna vez vi una.
Y los ángeles eran ilegibles cuando lo querían ser. Tenían las mejores caras
de póker de este lado de Las Vegas, y sus emociones eran impenetrables, a menos
que estuviera muy cerca. Y cerca no era un lugar que quería estar. Su poder se
sentía como una corriente eléctrica corriendo sobre mi piel. Era inquietante e
impresionante a la vez.
En cuanto a su aspecto, apenas se asemejaban a las imágenes de la Biblia.
Sin pelo rizado, ni coronas de oro, ni togas. Nop. Esta era un área donde
Hollywood no acertaba. Los ángeles llevaban chaquetas largas y oscuras que se
ensanchaban en los hombros, como las capas de montar de antaño, o quizás
plumeros. Sus alas se arqueaban detrás de ellas y se doblaban a sus espaldas y
bajaban por sus piernas, llegando a las curvas de las rodillas. La visión era de tal
majestad, tal esplendor, que era difícil verlos como mis adversarios. Pero eran
adversarios. Al menos por el momento.
El ángel que me miraba desde abajo tenía el cabello corto y negro, los ojos 2
tan oscuros y la piel de color moca. Y era impresionante. Como todos los ángeles,
me había dado cuenta. No eran nada, si no desgarradamente hermosos. 6
Cookie finalmente tomó el teléfono al decimosegundo tono, jadeando y sin
aliento.
—¿Estás consiguiendo un rapidito en la oficina, otra vez? —pregunté,
subiendo a Misery, mi Jeep Wrangler rojo cereza.
—No, Charley, nunca he tenido un rapidito en la oficina. Intentaba poner
papel en la fotocopiadora.
Ni siquiera quería saber por qué eso la tendría tan sin aliento.
—Está descompuesta de nuevo.
Encendí el motor de Misery, lo puse en reversa, y salí corriendo de allí, todo
el tiempo manteniendo un ojo en el ser celestial que me mantenía vigilada. Todo
era muy cíclico.
—¿Has revisado el carburador?
—No creo que las fotocopiadoras tengan carburadores.
—¿Comprobaste para ver si tenía uno? Tal vez necesitas estar encima de
estas cosas, en lugar de juzgar a los demás.
—Estás absolutamente en lo correcto. Me disculpo.
No lo decía en serio. Podía decirlo.
Una vez fuera de su vista, la tensión en mis pulmones se alivió, aunque solo
apenas. —Así que tengo malas noticias.
—Uh oh.
—Voy a tener que dejarte ir.
—¿Volvimos a perder dinero en un caso?
—Este no fue mi culpa. Me atacaron. Y odio la pasta de dientes barata, por
lo que, o bien debo dejarte ir o comprar pasta de dientes barata. Lo siento, cariño.
—Está bien.
—Por supuesto, al ritmo al que voy, quizá necesite encontrar un nuevo
trabajo. O volver a mi viejo. Mi ex-proxeneta dijo que tendría mi rincón para mí si
alguna vez regresabacon él.
—Oh, eso es tan dulce.
2
—En realidad, creo que‖sus‖palabras‖exactas‖fueron:‖“Si alguna vez vuelves
a gatear hacia mí como la‖perra‖desagradecida‖que‖eres”. 7
—Bueno, en fin, es lo que cuenta.
—¿Entonces?
—¿Entonces? —preguntó.
—¿Así que? —le pregunté.
—¿Cómo te fue?
—No tan horriblemente, si eso es lo que estás insinuando. Pero no pude
decir adiós a Alexander Skarsgård.
—No me lo digas, ¿una silla?
—No.
—¿Una mesa de esquina?
—No.
—¿Una lámpara de pie con curvas muy bonitas?
—Un sillón.
—Ah.
—En serio, Cook, si el robo no fuera ilegal, lo habría llevado a casa conmigo.
Dormí sobre él. Y posiblemente lo lamí. —La separación era un dolor tan dulce.
—Bueno, has vencido cosas peores.
—¿Por qué? ¿Qué has oído?
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Traducido por Umiangel & Julie
Corregido por Jenny99
***
Ella tiene momentos en que parece estable, pero también los tiene la
nitroglicerina.
(Meme)
Puesto que tenía unos minutos, decidí interrogar a un viejo adversario por
información, el IC de dicho adversario, su informante confidencial. El informante
confidencial que todavía tenía que encontrar. El que fue designado para matar a mi
tío Bob, de acuerdo con Reyes, quién podía ver exactamente cuando la gente tenía
planes para una visita hacia abajo y lo que hicieron para llegar ahí.
5
Reyes se encontró con Guerin en prisión. No pensó mucho en eso en ese 1
momento. Muchos de los presos se encerraban a sí mismos en una visita a los
pozos de fuego mucho antes de que terminaran detrás de las rejas. Pero Reyes
reconoció al tío Bob como el detective que lo encerró. Sin animosidad. Sólo un
hecho.
Guerin estuvo en prisión por acumular demasiados crímenes menores, pero
aún no cometía el hecho que lo llevaría abajo. Eso no sucedería durante unos años.
Sin embargo, Reyes lo vio desde el momento en que conoció al chico, y aunque el
tiempo vino y se fue, la amenaza seguía ahí.
Como no podíamos localizar al pequeño delincuente, no había forma que
Reyes lo viera en él. De ser capaz de decir si el inevitable viaje del chico al mundo
inferior fue pospuesto. O rescindido por completo.
Y ahí era donde Parker entraba. Había tenido un enfrentamiento con el AFD
Nick Parker hace unos días. AFD, sorprendentemente, no representaba
Anormalmente Fantoche Detestable. ¿Quién lo sabría?
Básicamente me chantajeó para que resolviera un caso para él. Resolví el
caso, sobre todo porque necesitaba solución, pero nunca me gustaba ser
chantajeada. Sacaba lo peor de mí. Especialmente cuando el chantaje era una
amenaza contra mi hija. Mis garras salían. En un ataque de ira, y justo en el mismo
momento que amenacé con hacerme cargo del mundo, dejé que el AFD Parker lo
sepa. Hice algo que ni siquiera sabía que podía hacer. Posé mi boca a la suya y le
mostré el mundo sobrenatural que nos rodeaba en todos sus detalles gloriosos. Le
mostré lo que era, pero lo más importante, de lo que era capaz.
Sin nada más, nunca me volvió a chantajear. Solo esperaba que estuviera
bien. Mentalmente. Lo dejé en estado de shock. Pero esperaba que aprendiera la
Regla# 1 en el Manual de Charley Davidson: no joder con el Ángel de la muerte.
Sólo es broma. No tenía un manual, pero sí un bolso. Una réplica Prada.
Espera.
Me detuve a medio camino de entrar y a medio camino de salir de Misery
cuando la comprensión de toda una vida me llegó. Yo era increíblemente rica
ahora.
Bueno, Reyes lo era. El tipo era un genio.
Aun así, podría comprar una verdadera bolsa Prada ahora. Santa vaca.
Coloqué mi trasero en Idris Elba, mi asiento de conductor. El que me abrazaba en
curvas cerradas y me mantenía a salvo en las condiciones más peligrosas. El que se 5
calentaba con el presionar de un botón. Eso calentaba mis regiones inferiores a la
exquisita perfección. 2
Maldita sea, perdí mi curso de pensamiento. Oh, cierto. Prada. Esto tomaría
una cierta consideración. No podía precipitarme en una decisión tan grande.
¿Debería ir con la línea de otoño o esperar a que la nueva línea de primavera salga?
Mi cerebro iba a explotar con todas las posibilidades. Tal vez debería ir a Target.
Conseguir lo usual.
Encendí a Misery, literalmente, y empecé a retroceder. Pero primero, le
mostré el dedo medio al ángel, este con cabello negro y piel pálida, que se
encontraba de cuclillas en el capó, mirándome a través del parabrisas.
Presioné el acelerador con fuerza. El ángel, completamente sin impresionar,
simplemente extendió sus enormes alas, se levantó unos centímetros y aterrizó con
los pies delante de mi parrilla. Sus movimientos eran con más gracia que los de
una bailarina de ballet. Más suave que un mocha latte. Y más genial que
Christopher Walken, aunque no por mucho.
Luego, con dos dedos, me saludó. Fue un gesto muy humano. Miré por un
momento sorprendida antes de darme cuenta de que mi pie seguía en el
acelerador. Presioné los frenos. Luego permanecí quieta un momento, aturdida.
Casi entraba al tráfico en sentido contrario. Examiné mi entorno, me aseguré de no
haber atropellado a ningún peatón, luego le ofrecí al ser angelical mi mejor mirada.
Tocó un sombrero invisible. Sin saber cómo tomar ese gesto, considerando la
fuente, coloqué la palanca de Misery en conducir y me dirigí a la oficina de Parker.
Quince minutos más tarde, el asistente de Parker me dijo que estaba en la
corte, así que me dirigí a esa dirección. No sabía qué caso tenía Parker, pero
encontré la sala del tribunal con bastante facilidad. Unos cuantos espectadores de
la galería volvían a entrar después de un descanso, así que me coloqué en la fila y
fui con la corriente, siguiendo a un hombre alto y de pelo blanco que me recordó al
Coronel Sanders.
Nos sentamos detrás de la mesa del fiscal. Con suerte, Parker me vería y
podría pasarle una nota para encontrarnos en un café. Necesitaba saber si escuchó
hablar de Guerin.
Pero Parker se hallaba demasiado ocupado para elevar la mirada cuando
regresó a la sala del tribunal, moviendo papeles y hablando en voz baja con su
colega. Todo muy importante. Muy Zen. No quería arruinar su Zen, así que me
senté pacientemente, buscando mi propio Zen.
Nos pusimos de pie cuando el juez entró en la habitación, como uno lo haría
cuando un rey entraba, o el presidente, o un desnudista masculino cuando las 5
mujeres delante de ti son realmente altas.
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Parker llamó a su próximo testigo, una mujer que fue retenida a punta de
cuchillo por el acusado. Esto parecía un caso bastante abierto y cerrado. El tipo era
culpable. Lo sentí en él en cuanto entró. La mujer se sentía nerviosa. Tartamudeó,
murmuró y se le tuvo que pedirle que hablara más fuerte más de una vez, y cada
vez que tenía que repetirse, el acusado sonreía y sacudía la cabeza.
La pobre mujer estaba asustada. Aterrorizada. Y él lo disfrutaba. Ella era un
ratón, y el acusado, un hombre grande y peludo con patillas que salían
directamente de los años setenta, era una cobra. Y su comportamiento la hizo
tartamudear aún más.
Normalmente, este era el punto en la vida del AFD Nick Parker, donde se
volvía de un tono hilarante de rojo. Tenía la paciencia de una víbora de foseta y
cero empatía para empezar. Pero no esta vez. Estaba frustrado. Podía sentirlo. Pero
no rojo, ni morado, ni incluso una suave sombra de rosa. ¿Qué demonios? ¿Dónde
estaba el valor de entretenimiento en eso?
—Que‖ se‖ registre‖ que‖ la‖ testigo‖ ha‖ señalado‖ a…‖ —Parker se giró hacia la
galería y por fin se encontró con mi mirada— …ha‖ señalado‖ al‖ acusado,‖ James‖
Wi...
La voz de Parker se apagó, y se quedó ahí, mirándome.
—¿Señor Parker? —dijo el juez, tratando de llamar su atención.
Sonreí y moví los dedos tan discretamente como pude. Entonces le lancé un
pedazo de papel. Planeaba hacer gestos hacia su compañera, haciéndole saber que
le daría mi mensaje a ella, pero Parker hizo algo que nunca esperé. Algo que casi
nadie esperaba, así que no fui la única en levantar mi mandíbula del piso treinta
segundos después.
Se quedó quieto.
Me quedé quieta.
Él parpadeó.
Parpadeé.
Tomó un profundo suspiro.
Parpadeé.
Se dejó caer de rodillas en el centro de la habitación, cruzó las manos sobre
la cabeza y se inclinó hacia delante, apoyando la frente en la alfombra y
balanceándose.
¿Él‖ estaba…?‖ No.‖ No‖ podía‖ estarlo.‖ Quiero‖ decir,‖ ¿por‖ qué‖ me‖ adoraría?‖
5
¿Era adoración la palabra correcta? Tal vez se hallaba en pánico. 4
Parpadeé.
El juez parpadeó.
El alguacil parpadeó.
Todos permanecimos sin habla durante varios largos minutos.
—Señor. Parker —dijo por fin el juez—. ¿Qué hace?
Los hombros de Parker comenzaron a temblar, y comprendí en ese
momento que existía una oportunidad, una posibilidad tan leve, que el mostrarle
el mundo sobrenatural que nos rodeaba pudo haberle afectado un poco más de lo
que imaginé.
***
***
Llamé a Cookie de camino a la consulta del pediatra donde la señora Foster
trabajaba como jefa de personal.
—Así que, ¿sabes cómo es cuando vas a una situación esperando una cosa y
luego otra cosa aparece y te ciega? ¿Algo que nunca viste venir?
Cuál es la definición de ataque sorpresa. —De hecho, sí lo sé. ¿Qué pasó?
Le conté lo que pasó con lujo de detalle, le dije como Parker empezó a
adorarme en medio de un interrogatorio, cómo sabía que era una diosa, cómo creía
que de alguna manera hice que su esposa se embarazara, lo cual, por extraño que
parezca, hice. Fue por una transferencia completa de elementos de curación mística
cuando lo besé, pero no iba a ir por ahí declarando que podía ayudar a las parejas a
quedar embazadas. Tendría que cambiar el nombre de mi empresa a
Investigaciones y Clínica de Fertilización Davidson. Luego le di tiempo a Cookie
para absorber todo.
Después de unos minutos, preguntó—: ¿Charley, que diablos le hiciste a ese
pobre hombre?
—Que me jodan si lo sé. —Estaba tan sorprendida como cualquier otra
persona—. Me llamó devoradora de dioses. Dijo que vio a siete convertirse en uno.
Artemis daba un paseo. Sacaba la cabeza por la ventana. La ventana 5
cerrada. Mi ventana cerrada. Podía ser inmaterial para el resto del mundo; pero
para mí pesaba unos cuatrocientos cincuenta kilos. Y conducir con ella en mi 9
regazo era como tratar de conducir con una escayola de cuerpo completo. Eso no
podía ser seguro.
—Bueno, vamos a pensar en ello. Dijo que vio a siete convertirse en uno. Eso
tiene mucho sentido. Eres la descendiente de los siete dioses originales de tu
dimensión, ¿verdad? Una vez que todos los otros dioses se fusionaron en uno, tú
eras todo lo que quedaba. La decimotercera.
—Oh, cierto. No lo pensé de esa manera. Pero no tuve nada que ver con su
unión. Dos dioses se fusionaban en uno. Para ser más fuertes. Y simplemente
siguieron haciéndolo hasta que fui la única que quedaba.
—¿Te llamó devoradora de dioses?
—Sí. ¿Qué diablos es un devorador de dioses?
—No lo sé. Suena horrible.
—Iba a decir pretencioso, pero de acuerdo. Oye, ya sé. Deberíamos llamar a
Garrett. Es nuestro chico de investigación y desarrollo. Tal vez haya leído algo
sobre eso.
Cuando uno miraba a Garrett Swopes investigación y desarrollo, no era lo
primero que se te venía a la mente. Era más una combinación de un soldado y un
bailarín erótico. Pero realmente estaba metido en todo eso del trabajo de
investigación. Podría saber algo.
—Lo haré inmediatamente.
—¿Estás bien?
—Lo estaré tan pronto como averigües qué pasa con mi esposo.
Me encantaba cuando Cookie llamaba esposo a Ubie. Era un poco
romántico. —No se te ha ocurrido una razón para estar visitando al jefe de
personal de una consulta pediátrica, ¿no?
—¿Cuánto sabes de copiadoras?
***
—¿Copiadoras?
La chica detrás del escritorio tomó la clásica actitud de auténtico
aburrimiento y la transformó en una forma de arte. Parecía que apenas había
6
salido de la secundaria. Nadie dominaba el epítome del aburrimiento como una 0
adolescente. Tristemente, mientras envejecíamos, perdíamos las sutiles
complejidades de las habilidades. Era como perder un idioma antiguo o una receta
de sopa de papas.
—¿Dijiste copiadoras? —preguntó de nuevo sobre los ensordecedores gritos
de un niño malhumorado. Había encontrado demonios, dioses malévolos, incluso
al mismo Lucifer, y nada me aterrorizaba más que un niño de dos años molesto.
—Sí. Si simplemente pudiera hablar con la jefa de personal…
—Ya tenemos una copiadora. —Hizo un globo con su chicle y continuó
mirando.
Forcé una sonrisa. Una de plástico que encontré en venta en la tienda de
envíos hace unas semanas atrás. —Sí, pero nunca han probado la Eureka Mighty
Mite.
—Eso es una aspiradora.
—O el CLS Quinientos cincuenta.
—Eso es un mercedes.
Mierda, era buena.
—Mira, ¿está o no la jefa de personal?
Después de tomar una larga y profunda respiración que succionó la mayor
parte del oxígeno de la habitación, gritó—: ¡Eve!
Me congelé con anticipación mientras la señora Foster, mejor conocida como
la secuestradora de Reyes, doblaba la esquina. Reyes tuvo razón cuando hablamos
sobre ellos hace unas semanas. Mientras Shawn Foster tenía un color claro hasta el
extremo, la señora Foster tenía cabellos y ojos oscuros. Lucía como de unos
cincuenta años, con el cabello corto rizado y arreglado a la perfección. Su pulcro
traje de negocios y sus tacones de taco grueso combinaban perfectamente. Lucia
como una secuestradora de niños tanto como yo lucía como, bueno, el ángel de la
muerte. Pero al momento en que su mirada se posó en mí, sus emociones se
dispararon.
Se detuvo brevemente y me miró por un largo momento antes de
recuperarse. —¿Puedo ayudarte? —preguntó, caminando hacia adelante.
¿También sabía quién era yo? Shawn Foster, su aspirante a hijo, me atrapó
vigilando su casa. ¿También lo hizo ella?
—Hola —dije, ofreciéndole la misma sonrisa plástica que le di a su colega. 6
Gracias a los dioses que estaba libre de productos tóxicos—. Me preguntaba cuán
contenta está con su copiadora. 1
Traté de registrar las emociones que bombardeaban su sistema nervioso;
pero eran muchas. Sorpresa. Temor. Sospecha. Desconfianza. Pero sobretodo,
interés extremo salpicado de una sana dosis de miedo. Así que, mayormente
negativo.
—No se supone que los vendedores vengan a la recepción durante horas de
trabajo. ¿Me repites tu nombre?
Extendí una mano. —Buffy. Buffy Summers-s-sa-sault. —En serio tenía que
dejar de ver las repeticiones de Joss Whedon.
—¿Y trabajas para?
—¿Malcolm Reynolds? ¿Tal vez has oído hablar de él? Es dueño de
Suministros de Oficina Serenity.
Mierda en una pipa con drogas, solía ser mejor en esto. Fue su reacción a mí.
¿Sabía‖quién‖era‖o…‖qué?‖¿Sabía que era yo? ¿Pero cómo podría? Shawn podía ver
mi luz. ¿También podía ella? ¿Era algo de familia? Pero él ni siquiera era su hijo
biológico. No lo entendía.
O tal vez sabía que Shawn me contrató, lo cual tenía mucho más sentido.
Tenía que advertirle.
—Bien, bueno, creo que estamos bastantes contentos con nuestra copiadora.
Sin embargo, ¿tienes una tarjeta? ¿Por si acaso?
—Sí. —Asentí para enfatizar el hecho que, ciertamente, sin duda tenía una
tarjeta. Solo que no la llevaba conmigo—. Sí, la tengo. En mi auto.
—¿Qué hay de un folleto?
—Síp. —Volví a asentir—. También en mi auto. Parece que olvido todo. —
Me golpeé la cabeza para asegurarme que siguiera unida a mí—. Quédense aquí —
dije con una risa nerviosa.
Todo el tiempo que hablamos, la mandíbula de la recepcionista siguió
cayendo hasta que su boca estuvo en un ángulo extraño. Añade un poco de baba
cayendo por un lado de su barbilla, y tenía razón sobre ella. Idiota. De primera
clase.
—¿Sabes qué? Iré a traer nuestro paquete promocional súper especial con
toda mi información y regreso en seguida.
La señora Foster inclinó la cabeza como si concordara en que sería lo mejor,
pero me recordó a un pato. O eso que se dice sobre que un pato es tranquilo en la
6
superficie, todo calmado y sereno; pero que bajo el agua patalea como loco. Ella
lucia calmada por fuera; pero sus entrañas se agitaban como una tormenta a punto
2
de suceder.
Salí antes de que pudiera hacer más daño. Que cautelosa. Solo esperaba no
uniera ninguno de los puntos. Shawn vino a mí, después de todo. A menos que él
le diga sobre su búsqueda, ella no podía saberlo. Crucé los dedos en caso de que en
realidad tuviera una habilidad mágica que diera suerte.
La mirada en el rostro de mi esposo cuando salí del ascensor, sin embargo,
sugería otra cosa.
Traducido por Ivana & Val_17
Corregido por Daliam
Muchas personas están vivas porque perdí demasiado cabello para librarme
del asesinato.
(Meme)
Ordené un brazalete de Alerta de Vida, así que, si consigo una vida, seré
notificada inmediatamente
(Calcomanía de Parachoques)
***
Llegué a mi salón de clases en el campus principal de la Universidad de
Nuevo México con pocos incidentes y ni qué decir sobre arrestos. Dos hombres en
mi vida, dos de mis favoritos, de repente me mandaban. Como si tuvieran el
derecho. Simplemente no. Además, Ubie no tenía motivos para un arresto. No sin
firmar su propia sentencia, también. Era cómplice en muchos de mis
procedimientos inusuales en la lucha contra el crimen. Si yo caía, él caía.
Hombres.
Nuestro maestro de administración, el señor Hipple, era un buen instructor
en cuanto a instructores se refería, pero parecía carecer de mi entusiasmo. Mi
visión, mi complejidad.
Levanté la mano.
Siguió hablando.
Me recordaba a la primaria cuando mi maestra de educación física quería
que trepáramos una soga y le preguntaba si podía aplicar esa habilidad a una
situación de la vida real. Ya sabes, para poder entender por qué tenía que trepar
una soga. Odiaba la soga. Me raspaba. Hacía que mis brazos temblaran.
Seguía pidiéndole al señor Hipple, un muy bronceado hombre en los inicios
de una crisis de la mediana edad si el nuevo y brillante Corvette que conducía era 8
una indicación, que aplicara un alcance más amplio a sus principios. Como, por
ejemplo, una manera de dominar el mundo. 0
Volví a levantar la mano. El señor Hipple dejó escapar un fuerte suspiro y
dijo—: ¿Charlotte?
—Oh, solo Charley. De acuerdo, así que digamos que el mundo se dirige a
otra crisis económica y el mercado inmobiliario queda totalmente destruido de
nuevo, ¿cómo podría, por ejemplo, arreglarlo un dios?
El señor Hipple se frotó el rostro con los dedos, luego se pellizcó el puente
de la nariz antes de responder. Lo tomé como una buena señal. Como si pensara la
mejor manera de responder a mi pregunta.
—Charley, ¿quisieras hacer una pregunta que en realidad tenga relación con
esta clase?
Un par de estudiantes se rieron, me crucé de brazos sobre Peligro y Will y
me hundí en el asiento. ¿Cuál era el punto de tomar esta clase si no podría usar la
información en el futuro?
Reyes debió sentirse de la misma manera. Seguía siguiéndome. Aun de
forma inmaterial. Aun oscuro, taciturno y más caliente que una vereda en agosto.
Mientras el calor de Reyes estallaba por mi piel, su ira ante la respuesta del señor
Hipple era evidente, éste siguió con su inútil clase.
Suponía que no podría culpar al tipo. Era una pregunta rara; pero empezaba
a pensar que dominar el mundo no sería una buena idea. No sabía nada más allá
de manejar mi propia firma de investigación privada, y Cookie manejaba la mayor
parte de eso. No sabía nada sobre hacer milagros, abrir mares, calmar tormentas
cuando lo pedía.
Eso me superaba. El señor Hipple tenía razón. No es que dijera eso; pero
sentí que se hallaba implícito.
Reyes tomó el asiento detrás de mí. Eran el tipo de escritorios que se
doblaban de un lado si no lo necesitabas. Tan silenciosamente como pude, doblé
mi escritorio anticipando nuestro recreo. Ya que la clase solo se reunía una vez a la
semana, duraba casi tres horas, y tomé mucho café antes de entrar. Mi vejiga
gritaba.
No, espera, esa era la chica muerta que corría de un lado a otro por los
pasillos gritando que alguien le prestara un lápiz. Tuve esa pesadilla un par de
veces. Sin embargo, ella usaba una bata de hospital, así que no me encontraba
segura de por qué recorría el campus en lugar de, por ejemplo, un hospital.
Entró corriendo al salón, gritando que alguien le prestara un lápiz antes de
8
que fuera demasiado tarde, luego volvió a salir corriendo, desapareciendo a través 1
de la pared por donde llegó. Pobre niña.
Sentí el calor de la mirada de Reyes en mi espada antes de que regresara su
mirada al ángel apoyado contra la pared en frente del aula. Este era probablemente
el más sorprendente que había visto. Era pelirrojo, y aunque llevaba el largo abrigo
negro requerido, usaba algo que solo podía describir como una falda escocesa
debajo. No era una verdadera falda escocesa; sino que era una falda de hombre.
Una falda de hombre de cuero negro que le llegaba a las rodillas. El cinturón en su
cintura era ancho y tenía una variedad de armas, y su espada se encontraba atada
con una correa a su espalda.
Era un luchador, de los pies a la cabeza. Y Reyes seguía vigilándolo de
cerca. Lo suficiente cerca para ser confundido con agresión. Juré que, si esos dos
empezaban a pelear en medio de mi clase de administración, alguien iba a recibir
una patada en el culo. Probablemente yo si trataba de intervenir; pero tenía que
prestar atención. Tendríamos nuestra primera prueba la próxima semana. No tenía
tiempo para peleas.
—Señorita Davidson —dijo el señor Hipple, sacándome de mi reflexión—.
¿Puedo hablar con usted?
Miré alrededor mientras los estudiantes se levantaban y salían del aula.
Anunció el descanso, y no me di cuenta. No tenía idea de cuánto tiempo teníamos.
Asentí y me dirigí hacia el frente del salón, acercándome demasiado a
William Wallace, el ángel de las tierras altas. Pero éste se hallaba muy ocupado
mirando a mi amante principal, quien me seguía, poniéndolos a una distancia de
lanzar puñetazos. Maldición.
—Señorita…‖Charley‖ —se corrigió—. ¿Puedes explicarme que espera sacar
de esta clase?
—Puse eso en el cuestionario que envió la primera clase.
—Sí, lo hiciste. —Sacó mi hoja de respuestas—. Estás tomando esta clase
para aprender más sobre administración y gestión empresarial en caso que tengas
éxito dominando al mundo.
—¿Eso fue redundante? ¿Anotar administración y gestión?
—No, para nada. Mi punto es, asumí que lo decías metafóricamente.
—¿Cuál parte?
—La parte de dominar al mundo.
—Oh, correcto. —Me encontraba apoyada contra el escritorio, y Reyes se 8
apoyó contra mí. Se inclinó hacia mí. Su calor empapó hasta la medula de mis
huesos—. No, lo dije literalmente, aunque probablemente debí expresarlo de forma
2
diferente.
Colocó un brazo contra el escritorio, poniendo una barrera entre el ángel y
yo. Fue protector y lindo. A pesar de su enojo por tomar el caso Foster, todavía me
protegía. Sería incluso más romántico si la chica no volviera a entrar y me gritara
en la cara.
Mis hombros languidecieron. Tenía que ayudarla.
—Lo dije metafóricamente, señor Hipple. Lo siento, dejaré de hacer
preguntas.
—Espero que no —dijo, sorprendiéndome—. Simplemente me gustaría que
fueran sobre cosas que puedo responder. Si realmente dominarás el mundo, creo
que necesitas tomar una clase más avanzada que Introducción a la Administración
ciento uno.
Me reí suavemente. —Gracias. Investigaré sobre ello.
Mientras me dirigía a la puerta, gritó hacia mí—: Creo que cubren la
dominación del mundo en Administración trecientos cincuenta.
Reí otra vez y me fui, sabiendo que no volvería. No podría aprender cómo
manejar el mundo, posiblemente todo el universo, en un salón de clases.
Necesitaba una experiencia real.
La chica problemática se paró delante de mi rostro. Se lo hacía a todo el
mundo. Lo que no esperaba es que yo la viera.
—¡Necesito un lápiz! —Cuando gritó, su boca se abrió bastante, su lengua
era un poco azul. Por supuesto, eso pudo ser un efecto secundario de su muerte.
Hice eso que hacen las mamás y le agarré la oreja.
—Auch —dijo mientras la llevaba al baño—. ¿Qué demonios? —Se frotó la
oreja cuando la solté—. ¿Cómo hiciste eso?
—¿No has notado que soy un poco más brillante que los otros chicos en el
patio de recreo?
—Aun así, todavía necesito un lápiz.
—No lo necesitas. Y tu grito es lo más irritante que me ha pasado en todo el
día. Y eso es mucho decir. Créeme.
—Espera. ¿Puedes oírme?
Terminé de revisar los cubículos y luego fui al lavabo para revisarme el 8
cabello. Aún era largo y marrón. Todo bien, entonces.
3
—Sí, puedo oírte. ¿Qué diablos pasa con el lápiz?
Ahora tenía su atención, parecía perfectamente cuerda. —Solo…‖necesito‖un‖
lápiz para el examen. —Dio vueltas en círculos como un perro persiguiendo su
cola. Tal vez no tan cuerda—. ¿Esta es una bata de hospital? ¿Se abre en la parte de
atrás?, ¿puedes verme el trasero?
—¿Recuerdas qué te pasó?
Dejó de girar. Gracias a Dios, porque de verdad podía ver su trasero.
—Estaba…‖ me‖ caí.‖ Recuerdo‖ inclinarme‖ para‖ pedirle‖ a‖ otro‖ estudiante‖ un‖
l{piz‖para‖el‖examen‖y‖el‖aula‖empezó‖a‖girar.‖Yo…‖—Se miró las manos. Luego la
bata. Luego sus pies descalzos—.‖¿Estoy…‖estoy‖muerta?
—Lo siento.
—Me faltaban dos semestres para graduarme.
Apoyé una cadera en el lavabo y esperé para que asimilara todo eso. Entró
en un cubículo y se sentó en el inodoro.
Enterró su rostro en sus manos. —¿Cómo es posible?
—No lo sé, cariño; pero ya que no cruzaste cuando moriste, puedes cruzar a
través de mí. Estoy segura que tienes familia esperándote.
—¿Cruzar?
Asentí.
—¿Cómo, al otro lado?
Entonces Reyes se materializó; pero mantuvo su distancia esta vez. No es
que fuera un gran baño. Se cruzó de brazos en el extremo más alejado y se apoyó
contra la pared de atrás.
—Creo que no notaste el letrero afuera de la puerta —dije, molestándolo
aunque era un oso gruñón.
Me miró de la cabeza a los pies. Luego otra vez arriba, deteniéndose en mi
boca. Ambas veces. ¿Midiéndome?
La chica se levantó y echó un vistazo por la puerta del cubículo.
Me volví a enfocar en ella. —Sí, cariño, al otro lado.
—¿Pero puedo quedarme si quiero? —Aún no me devolvía la mirada. Su
mirada se hallaba fija en mi esposo.
—O puedes irte. Simplemente caminar directo a través de mí —dije,
8
envalentonándola—. Tu familia estará emocionada de verte. 4
—Está bien. —Movió sus dedos hacia él—. Creo que me quedaré.
Esta vez, me crucé de brazos y miré al hombre. Dos. Dos en un día que se
negaron a cruzar. ¿O fueron tres? De cualquier forma, perdía mi toque.
Con un movimiento que fue en parte necesariamente sobrenatural y en
parte teatral, Reyes se desmaterializó lentamente, célula por célula,
desintegrándose en una vaporosa nube de humo. Luego se fue.
La desolada mirada en el rostro de la chica lo decía todo. No existía forma
en que se fuera ahora. Maldición. Pensé en decirle lo del trasero; pero decidí que
no. Se iría cuando estuviera lista. Por lo menos dejó de gritar.
Terminé regresando a la clase después de todo, después de hablar con
algunos de mis compañeros, luego fuimos a un restaurante abierto-toda-la-noche
con un par de ellos. Nos unimos instantáneamente el primer día de clases.
Principalmente porque adoraban el café casi tanto como yo. Casi.
Reyes se nos unió incorpóreamente, al igual que nuestro amigo escocés.
Pasaron todo el tiempo mirándose como si esperaran que el otro hiciera un
movimiento. El cual ninguno hizo.
Eventualmente nuestro grupo se fue yendo del restaurante abierto-toda-la-
noche. Al parecer, mi definición de toda-la-noche y la de ellos eran dos cosas
totalmente diferentes. Nos despedimos, lo cual habría salido mejor si hubiese
podido recordar sus nombres. Era tan mala con los nombres. Y la única chica de la
que creí saber el nombre me miraba de forma incómoda cada vez que lo usaba, así
que finalmente renuncié a la lucha. La cual era real. La lucha.
Por extraño que pareciera todos sabían mi nombre. Probablemente porque
el señor Hipple lo usaba mucho en clase. Para bien o para mal, acostumbraba dejar
una impresión.
Para el momento en que llegué a casa, Reyes ya se encontraba dormido. O
fingía estarlo. De cualquier manera, el chico se veía caliente. Su cuerpo esbelto
resplandecía bajo la luz tenue, tenía un brazo echado sobre sus ojos, y el otro
metido detrás de su almohada. Su amplio pecho ocupaba la mitad de la cama.
Tenía una pierna debajo de las sábanas. Un lado de su cadera reflejaba la luz de la
luna que fluía desde las enormes ventanas. Era como un dios griego. Pulcro.
Surrealista. Temperamental.
¿Acaso los Foster vieron la oscuridad en Reyes? ¿Fue eso lo que los obligó a
llevárselo cuando era un bebé?
Cambié. No completamente. Solo un poco. Lo suficiente para tratar de ver lo 8
que ellos pudieron haber visto. Oscuridad, sí, pero había mucho más.
5
El mundo a mí alrededor cambió de la negrura de la noche a colores
brillantes y explosivos. Naranjas, rojos y amarillos, arremolinándose en una
tormenta perpetua donde convergían rayos y tornados. Y Reyes, aparentemente
tan sereno, era el más brillante. Envuelto en llamas, un verdadero hijo del infierno.
Pero en el centro, en su núcleo, se hallaba la oscuridad. La misma oscuridad que
trataba de ocultar. Que trataba de vencer.
Cambié de regreso al plano tangible, me puse un camisón que caía justo más
allá de mis caderas, y me deslicé a su lado en la cama para cucharear, mi utensilio
favorito. Sólo estuve allí por unos cinco segundos, acurrucada contra él,
enterrando mi rostro en su cabello, cuando habló, su voz profunda por el sueño.
—¿Lo hiciste? —preguntó, el tono de su voz era tan suave como él.
—¿Hacer qué?
Tomó la mano que puse a su alrededor y llevó mis dedos a su boca,
quemándome las puntas una por una mientras me probaba, luego dijo—: Dejar el
caso.
Decidí que ya era hora de probar nuestro nuevo sofá: el Capitán Kirk.
***
El Capitán Kirk no era tan cómodo como pensé que sería. No después de
acurrucarme con un dios del infierno. Fui capaz de dormir unas tres horas antes de
que el Señor Café comenzara a cantarme una serenata. El que inventó la cafetera
con cronómetro se merecía un Premio Nobel. Probablemente salvó más vidas que
el Prozac.
Me puse un par de pantalones y caminé de puntillas por delante del ángel
que se apoyaba contra la pared de mi sala de estar, con el arco de sus alas rozando
nuestro techo de tres metros de altura, para llegar a la cocina. La misma cocina que
estaba bastante segura solía ser el apartamento de mi vecino. Reyes remodeló todo
el edificio de apartamentos.
Afortunadamente, primero lo compró.
Sacó todos los apartamentos del piso superior y lo reconstruyó para crear
sólo dos: el nuestro y el de Cookie. Ahora vivía en un apartamento que se
asemejaba a un desván de Park Avenue. Y tenía la cocina para respaldar eso.
Magníficos electrodomésticos industriales. Profundas tonalidades toscanas. Y mi 8
parte favorita: la despensa de un mayordomo.
Tenía un colapso mental cada vez que pensaba en ello. Aún así, si alguna 6
vez teníamos un mayordomo, tendría su propio pequeño rincón en el mundo. Con
agua corriente y una estantería de vino. El suertudo.
Una parte de mí quería ofrecerle al acosador celestial una taza de café, pero
no quería que se quedara merodeando. Si Reyes encontraba a uno de ellos en
nuestro apartamento, podría despegarse. Y pegar a ese hombre no era una tarea
fácil.
Seguía oscuro afuera cuando me dirigí de regreso a Capitán mientras bebía
una taza de panacea. Pero incluso con la cura inundando mis células, mi cerebro se
sentía como una de esas casas inflables para niños. Tenía tantos signos de
interrogación saltando, chocando, levantando los brazos y rompiéndose los
tobillos, bastante parecido a esos juegos inflables que había en las fiestas de
cumpleaños de niños de siete años.
¿A qué se refería AFD Parker cuando me llamó una devoradora de dioses?
Quiero decir, Reyes era un dios y me gustaba mordisquearlo, pero qué extraña
manera de llamar a alguien. A menos que estuviera borracha cuando ordenara
pollo McDioses en la ventanilla de comida rápida, con patatas fritas, por supuesto,
jamás en mi vida me comí un dios. Aun así, apuesto a que tendrían buen sabor con
salsa de tomate.
¿Y el infierno se iba a congelar? Pensé que simplemente era un dicho.
Luego estaba el tío Bob. No tenía idea de qué lo tenía tan molesto, pero sería
mejor que se calmara pronto. Y Reyes. No podía soportar que los hombres me
dieran órdenes durante tanto tiempo. Era como si estuviéramos en la Edad Media.
Si en esa época hubieran tenido cafeteras programables. Y celulares. Y sujetadores
de agua.
Pero posiblemente el signo de interrogación más importante que rebotaba
en mi cerebro era el de Dawn Brooks, la niña que muy probablemente fue
secuestrada por los Fosters. Sin embargo, si ese fuera el caso, ¿dónde se encontraba
ella ahora y por qué Shawn corroboraría su coartada?
Necesitaba llamar a mi mejor amiga del FBI lo antes posible, pero dudaba
que la Agente Carson llegara a la oficina antes de las ocho. Revisé mi reloj de Bugs
Bunny. Dos horas más.
Lo que significaba que tenía dos horas para conocer al nuevo miembro de
nuestro clan. Cuando Reyes remodeló, abrió las unidades de almacenamiento en la
parte superior del edificio, dejando las vigas de metal expuestas y convirtiendo
todo el asunto en un enorme tragaluz.
8
Pero había otra cosa muy especial que Reyes dejó expuesta. Un niño rubio. 7
Un niño pequeño. Era demasiado joven para estar colgando, literalmente, con los
pies colgando donde fuera que se encontraba la viga, en el andamio de un techo de
siete metros de altura. Él estuvo allí desde que nos mudamos de regreso, y todavía
tenía que convencerlo de bajar. Aunque debía admitir que arrojarle pan
probablemente no era la mejor manera de ganar su confianza, pero tenía miedo de
arrojar algo más duro. No podía lanzar enormes platos de vidrio.
Levanté la vista. Escalaba otra vez. Cuando no colgaba los pies sobre un
lado de una viga, subía otra, luego se deslizaba de regreso. Una y otra vez.
Cada vez que se deslizaba, mi corazón terminaba en mi garganta. El chico
no podía tener más de dos años. Era apenas un bebé, trepando, resbalando y
colgando de vigas que se encontraban a más de siete metros de altura en el centro
de nuestra sala de estar.
Pero esta vez me preparé. Arrastré una escalera desde el sótano. Del tipo
que se alargaba y apoyaba contra cualquier estructura que uno deseara escalar.
Terminando mi primera taza de café, la cual en realidad se sintió como un
aperitivo, arrastré la escalera desde la despensa donde la escondí. El metal
rechinaba, sin importar lo silenciosa que intenté ser. Me encogí cuando la golpeé
contra una pared, esperé para asegurarme de que el hombre de la casa no iba a
venir a verme, luego tiré de las dos partes hasta que estuvo tan larga como se
podía. La siguiente parte fue un poco más complicada. Traté de equilibrarla en una
de las vigas expuestas, pero todavía era demasiado corta.
El ángel, que me había ignorado por completo, miraba con algo parecido a
un leve interés, mientras yo hacía algo de cifrado en mi cabeza. Nunca era una
buena idea. Sin embargo, por la manera en que lo veía, podía usar al Capitán Kirk
para darme los centímetros extra que necesitaba para alcanzar la viga y subir hasta
el niño.
Volví a bajar la escalera, casi me reventé un riñón moviendo al Capitán en
su lugar, luego volví a subir la escalera, golpeando una lámpara en el proceso. Me
encogí de nuevo, pero milagrosamente, no se rompió. ¿Y quién mejor para realizar
un milagro que un acosador ser celestial?
Miré al ángel. Era el pelirrojo que usaba la falda de cuero negro. —¿Tú
hiciste eso?
La única indicación de que me oyó fue el hecho de que arqueó una ceja
imperiosa.
Por supuesto que no lo hizo. Él se encontraba más allá de salvar una
8
lámpara por mi humilde persona. 8
Dejé una manta sobre el Capitán para proteger su sedosa tela, luego coloqué
la escalera en uno de sus cojines. Todavía no era suficiente. Para el momento en
que lo logré, había apilado una mesa, una silla y un conjunto de enciclopedias para
mantenerlo todo en su lugar. Funcionó. La escalera alcanzó una de las vigas de
metal inferiores. Por fin podría llegar al niño.
Ahora, si mi suerte se mantenía, Reyes dormiría otra media hora mientras
trataba de conocer a nuestro nuevo compañero de piso. Subí a mi creación con la
vigilancia de un alpinista escalando un muro de hielo, ignorando los crujidos y el
pequeño resbalón hacia un lado cuando me hallaba a medio camino. Cinco
centímetros más y hubiera bebido mis comidas a través de una pajita durante las
próximas semanas. Además de usar uno de esos horribles cuellos ortopédicos. Esas
cosas eran imposibles de personalizar.
Cuando llegué a la cima, mis brazos temblaban, mis pies me dolían por los
peldaños delgados de la escalera, y tenía que hacer pipí. Debí ir antes de empezar a
subir.
Alcancé la viga y envolví los brazos alrededor de ella, apoyando mi rostro
contra su superficie fría. El niño me observó todo el tiempo. Se rio y corrió hacia
mí. Corrió. En una viga que no podía ser de más de veinticinco centímetros de
ancho.
Me lancé a la derecha para atraparlo si se caía, pero se detuvo para mirarme
de cerca, para evaluar al intruso. Su sonrisa era el sol. Sus ojos azules el océano. Un
pequeño vikingo tan lleno de vida, brillaba.
Apuntó mi pecho y dijo—: Yuz. —Pero no se encontraba a mi alcance.
Quería agarrarlo y bajarlo conmigo. Probablemente volvería a subir las paredes a
su patio de recreo, pero tenía que intentarlo. Tenía que convencerlo de acercarse.
Le ofrecí mi mejor sonrisa dominical. —¿Cuál es tu nombre?
Señaló su pijama azul con peces de colores brillantes. Tocó un pez de
colores. —Pecito.
—¿Pececito?
Asintió y señaló uno en su pecho. Luego en su rodilla. Y su codo.
Emocionada de que estuviéramos comunicándonos, me reí, me aferré con
una mano a la viga, y señalé otro pez justo por encima de su corazón. —Ese es muy
bonito. ¿Te gustan los peces?
8
Asintió otra vez, luego volvió a apuntarme mientras se balanceaba en la 9
viga como si estuviera caminando en el parque. Como si ninguno de nosotros
estuviera en peligro de caer en picada a su muerte o, más probablemente, terminar
como papilla.
—Yuz —repitió, y finalmente lo entendí. Luz. Se refería a mi luz.
—Sí, me han dicho que soy muy brillante. —Me acerqué un poco más—.
Aunque no tan brillante como tu sonrisa.
Soltó una risita y dio otro paso, sus ojos brillando con curiosidad. Sólo unos
cuantos centímetros más. No era como si tuviera idea de cómo iba a bajar la
escalera con él. Y lo que intentaba podría ser considerado un secuestro infantil si
no quería venir conmigo, pero tenía que intentarlo.
Me senté a horcajadas sobre la viga, estuve a punto de caerme más de una
vez, fuera de mi zona de seguridad, y alejé mi otra mano del metal. Entonces hice
la señal universal de abrazo. Levanté mis brazos, con las palmas hacia arriba, y lo
animé a avanzar, con la esperanza de que se acercara lo suficiente para atraparlo.
Y lo hizo. El chico lo hizo. Pero no fue avanzando de a poco como me
imaginé que haría. Nop. Me dio una sonrisa nuclear, luego corrió.
—¡Espera! —Pero corrió justo a través de mí. Ya había entrado al otro lado.
Ya había cruzado.
9
0
Traducido por Julie & Mire GPE
Corregido por Vane hearts
***
Oí una voz masculina desde algún lugar debajo de mí. —¿Estás bien,
calabacita?
Abriendo los ojos, miré al tío Bob. Estaba vestido con un traje gris oscuro y
tenía un archivo en sus manos. Asentí, esperando que no pudiera ver la baba que
dejé en la barra. Entonces me di cuenta de que la humedad no era baba, sino
lágrimas. Me limpié los ojos y lentamente, muy lentamente, me senté.
—¿Quieres decirme lo que haces? —preguntó.
Echando un vistazo a la escalera, sacudí la cabeza.
Asintió. —Bueno. Tengo el archivo que querías. Es todo lo que tenemos en
el caso de Dawn Brooks. —Se sentó en nuestra mesita de café, luego alzó la mano y
tomó la escalera para estabilizarla. 9
Me aplasté sobre mi estómago, balanceé una pierna y comencé a tantear los
peldaños con mis pies. Cuando solo encontré aire, miré sobre mi hombro para 3
guiar mi pie hacia la escalera, pero ya no se hallaba allí. Desapareció en el aire. Bajé
la mirada. El tío Bob la había puesto en el suelo y jugaba con ella.
—Creo que es tan alta como llega. Traté de hacerla más alta.
—Eso explicaría el andamio casero.
—Sí. —Miré al Capitán Kirk y a la pandilla. Probablemente no era mi mejor
idea.
—Bueno, esto parece muy peligroso —dijo, poniéndose de pie—. La dejaré
aquí.
La separó en dos pedazos. Dos piezas cortas. Ahora la escalera de extensión
no podía extenderse.
—¿Tío Bob? —pregunté, con la voz tan temblorosa como mi andamio.
Levantó la vista y se encogió de hombros. —Supongo que tendrás que
quedarte allí hasta que podamos llamar al rescate. Eso podría demorar un rato.
—¿Qué? —Me retorcí de nuevo en una posición sentada—. Tío Bob, pon eso
de vuelta en este momento.
—Lo siento. —Miró su reloj—. Tengo que irme a trabajar. Me aseguraré de
que alguien se pase por aquí.
—¡Tío Bob! —le grité a su nuca.
Abrió la puerta y salió de ella. Así como así. Me dejó colgando.
Literalmente.
—¡Tío Bob!
Cuando no obtuve respuesta, miré al ángel. Sonreí. Señalé la escalera y le
ofrecí mi expresión más patética.
No se movió. La única señal de vida que vi fue que sus alas se plegaron
mientras se reposicionaba.
Cerré los ojos y apreté los dientes. Esto no estaba sucediendo.
—¿Hay alguna razón por la que estés aquí?
El sonido de la voz de Reyes, tan cerca, me sobresaltó. Salté y comencé a
resbalar, mi mitad inferior resultando más pesada que mi torso. Me sujeté a la viga
con los dos brazos antes de deslizarme a mi muerte, o al menos a un aterrizaje
doloroso, luego miré a mi marido. Se encontraba agachado en la viga, con sus
poderosas piernas sosteniéndolo en un perfecto equilibrio. También estaba 9
descalzo y llevaba solo un par de pantalones de pijama gris, apoyando un brazo
casualmente sobre una rodilla. ¡Casualmente! Esta no era una situación casual. 4
—Necesito la escalera. El tío Bob la trasladó.
—Ah.
Bajó la mirada. Me resbalé. Me miró de nuevo. Me resbalé un poco más,
sudando por todo mi cuerpo.
—Reyes, la escalera.
—La veo.
—La necesito.
—También veo eso.
Puse los ojos en blanco. —¿En serio?
—La traeré si dejas el caso.
Intenté mirarle, pero me hallaba demasiado asustada para moverme. Me
encontraba literalmente aferrándome a mi querida vida con ambos brazos
envueltos alrededor de la viga y el resto de mí colgando por debajo. Ahora no era
el momento.
—Reyes —dije, esperando ser escuchada sobre el rechinar de mis dientes—,
si no traes esa escalera...
Dejé la amenaza colgando. Parecía apropiado. Pero solo me estudió por
debajo de pestañas ridículamente largas.
Me resbalé un poco más, mi sudor hacía para la viga imposible aguantarme.
El chillido de Cookie fue alarmante y bienvenido. —¡Charley! —gritó
mientras corría hacia la habitación—. Robert me dijo que viniera a verte. ¿Qué
haces?
—¿Puedes traer esa escalera?
Bajó la vista mientras Amber entraba en la habitación y se detuvo en seco. —
¿Tía Charley?
Me temblaban los brazos, sabía que no podía aguantar mucho más. Traté de
elevar una pierna, pero el acto solo me hizo resbalar un poco más. Cuando Cookie
intentó encajar los pedazos de la escalera, sacando un retrato enmarcado y un
soporte de chimenea en el proceso, mi agarre se deslizó unos cuantos centímetros
hasta que me sostenía por mis dedos. Por lo menos se sentía así.
—Toma mi mano —dijo Reyes.
9
Lo miré. Seguía agachado, pero si tomaba su mano, conocía lo suficiente
sobre las leyes de la gravedad para saber que se iba a caer conmigo. 5
—No —dije, sacudiendo la cabeza.
—Holandesa —dijo, con total tranquilidad—, toma mi mano.
—No. Tú también caerás. ¿Cookie?
Dio un paso atrás para observar su obra. —¿Se ve bien?
Definitivamente no. La parte superior estaba torcida. De ninguna manera
eso aguantaría.
—Entonces, ¿no tomarás mi mano porque crees que me caeré?
Me esforcé por ver por encima de mi hombro. Si pudiera apuntar hacia el
Capitán Kirk.
En el siguiente segundo, mi agarre cedió. Mis manos se resbalaron y solté
un grito. Y esperé. Nada. Entonces sentí una presión en una muñeca. Abrí los ojos
y casi lloré de alivio. Reyes me había atrapado. Estaba de pie y sostenía mi muñeca
en una mano. Apoyé la otra mano sobre la suya y luego aún tuve que preguntarme
cómo íbamos a bajar.
—¿Y bien? —dijo.
Asentí, jadeando de emoción, y luego pregunté en voz alta—: Y bien, ¿qué?
—¿Vas a dejar el caso?
Oh, no, no lo hizo.
»Es tu decisión. —Había algo en la forma en que lo dijo, algo un poco
demasiado indiferente que tenía temor subiendo por mi espina dorsal. El menor
indicio de una sonrisa se deslizó por su sensual boca. Luego lo dijo, y me tomó
unos preciosos segundos absorber el hecho de que me chantajeaba—. Deja el caso o
te dejo caer. —¿O fue eso una extorsión?
La ira explotó dentro de mí. Estreché mis párpados, le di un segundo para
pensar en lo que acababa de decirme, luego desmaterialicé mi mano. La que
sostenía él.
Con un golpe rápido, trató de atraparme con su otra mano, pero ya estaba
fuera de su alcance.
Golpeé al Capitán Kirk antes de saber que caía. Y golpeé fuerte. También
una mesita ocupaba la mitad de él, así que aterricé en el Capitán Kirk, entonces mi
cara aterrizó en el borde de la mesita, reboté en ella, luego me volteé sobre el
respaldo del sofá. ¿Quién sabía que mi rostro fue entrenado en Krav Maga?
9
—¡Charley! —Cookie se precipitó hacia adelante. Amber se quedó en su 6
lugar, con la mandíbula colgada en estado de shock, mientras su madre trataba de
ayudarme acomodando mi hombro—. Charley, ¿estás bien?
—Estoy bien. Creo. —Me hundí de nuevo en el suelo. Me movía demasiado
rápido para tratar de seguir adelante en ese momento, como cuando era niña y
trataba de darle tiempo al carrusel que ya se encontraba girando. Nunca terminó
bien.
Escuché el repique lírico de un teléfono mientras Reyes se arrodillaba a mi
lado. Claramente no tenía problemas para bajar sin una escalera.
Amber comprobó su teléfono y luego dijo—: Tengo que prepararme para ir
a la escuela. —Y se fue rápidamente.
Sacudí la mano que ofrecía Reyes, luego me volví hacia él. —Podrías
haberme matado.
Dejó en claro su falta de preocupación. —Hiciste eso por tu cuenta.
—Sí, pero amenazaste.
—Hijo de Satanás —dijo por medio de una explicación.
Me puse de pie, le aseguré a Cookie que estaba bien, luego nos dirigimos a
nuestro dormitorio. Si ese marco de puerta no hubiera saltado de la nada, habría
hecho una gran salida. Mientras permanecía de pie, me encontraba tropezando en
el carrusel giratorio un segundo, luego acunada en los brazos de mi esposo al
siguiente.
Empezó a llevarme a nuestra habitación. Decidí no discutir el punto ya que
apenas podía caminar sin ser arrestada por intoxicación pública.
—El archivo —le dije a Cookie, señalando sobre el hombro de Reyes. El
ancho que se adaptaba a mi cabeza perfectamente—. Ubie trajo el archivo de la
chica Brooks.
Asintió, luego preguntó—: ¿Vas a estar bien?
Le di un pulgar hacia arriba antes de que Reyes volteara la esquina a nuestra
habitación. Dejó caer mis piernas y me deslicé por su longitud. Luego examinó mi
ojo, el que intentó desquitarse con nuestra mesita.
—Necesitas hielo.
—Necesito darme una ducha.
Lo empujé y fui a tropezones a nuestro cuarto de baño. No fue hasta que
entré en George, la ducha que construyó Dios, metafóricamente, que me di cuenta.
9
Alguien en esa habitación no estaba bien. Sentí los restos de la ansiedad. Estrés.
Miedo. Incluso la desesperación. Todas las cosas que habría sentido al instante de
7
no haber estado colgando de una viga como una bolsa de té.
Amber. Algo andaba muy mal con Amber.
***
1
04
Traducido por Jadasa & Majo Villa
Corregido por Vane Farrow
Todo el mundo se queja del clima, pero nadie quiere sacrificar a una virgen
para cambiarlo.
(Hecho verídico)
Gracias a Dios no tengo que cazar mi comida. Ni siquiera sé dónde viven los
tacos.
(Meme)
Nunca dije que moriría sin café. Dije que otras personas lo harían.
(Meme)
***
Hablo mucho para ser alguien que no puede ponerse la ropa interior sin
caerse.
(Camiseta)
Para‖el‖momento‖en‖que‖llegué‖a‖casa‖con‖comida‖para‖cenar‖de‖El‖Bruno’s,‖
Ubie había salido de nuevo, Cookie enloquecía por ello, y Amber se escondía en su
habitación. Traté de llamar a mi tío cascarrabias, pero todavía tenía que
devolverme el favor. Probablemente enloqueció porque le mentí respecto a estar en
casa. Bicho raro.
1
Reyes y yo revisamos el caso, y compartí todo lo que encontramos sobre los 41
Foster y Veronica Isom. Escuchó, pero realmente no se unió a la conversación. En
realidad, no era de unirse. Aun así, no me daba órdenes como de costumbre.
Podía encontrar lo positivo en cualquier situación. Era un regalo.
Pero todavía podía sentir su resistencia a la idea. Sus reservas.
Acabábamos de limpiar después de la cena, cuando se escuchó un golpe en
la puerta.
Fingí estar sorprendida. —¿Quién llamaría a estas horas?
Reyes entrecerró los ojos mirándome sospechosamente.
Corrí hacia la puerta y la abrí. Shawn Foster, se hallaba de pie, viéndose un
poco tímido y muy incómodo con las manos metidas en los bolsillos.
—Shawn, entra. —Le invité, pensando que, si Reyes se reunía con él, si
comprendía toda la situación, no estaría tan molesto con que hubiera tomado ese
caso.
Shawn entró, mirando rápido y asombrado toda la habitación, y luego
asintió en dirección a Reyes en silencioso reconocimiento. No me di cuenta hasta
ese momento que él quería conocer a Reyes. Sus latidos se tropezaron entre sí. Una
mezcla de anticipación y emoción irradiaba de él en oleadas cálidas.
—Es tan bueno verte —le dije—. ¿Está todo bien?
Frunció el ceño. —Sí,‖me‖dijiste‖que…
—¡Reyes! —dije, haciéndole un gesto—. Él es mi marido, Reyes. Reyes, él es
Shawn Foster. Ya sabes, ¿el hijo de los Foster?
Por un breve momento, Reyes parecía que iba a irse de la habitación. Miró
nuestro dormitorio como si estuviera calculando la cantidad de pasos que tendría
que dar para salir.
Contuve la respiración, esperando que no fuera tan grosero. Que no acabara
con las esperanzas de Shawn. Las mismas esperanzas que podía detectar tan
fácilmente como yo.
Pero Shawn ya lo había sentido. La irritación de Reyes. Empezó a girarse
hacia la puerta cuando Reyes se adelantó y tomó su mano. Una oleada de alivio se
apoderó de mí.
—¿Quieren un café? —les pregunté a ambos.
El destello de molestia en los ojos de Reyes no me detuvo. 1
»Café será. Vayan a sentarse. Conózcanse.
42
Fui a la cocina y empecé una cafetera mientras se sentaban en la mesa del
comedor. Porque no queríamos sentarnos en los asientos cómodos junto a la
chimenea en el comedor para que nuestros invitados de verdad se sintieran
bienvenidos.
—Perdón por presentarme así —dijo Shawn.
Reyes negó, pareciendo un poco avergonzado de sí mismo. —No, está bien.
He‖estado‖queriendo…
—Sí, yo también quería.
Reyes asintió y luego vio el tatuaje que Shawn tenía en su antebrazo. —
Bonito.
—Oh, gracias. —Extendió el brazo para mostrar una preciosa manga llena
de color—. Me lo hicieron hace unos años. Mi madre, Eve, casi tuvo un ataque al
corazón.
Reyes se rio. —Así que, ¿sabes quiénes son tus verdaderos padres?
Me quedé inmóvil, preguntándome cómo Shawn se tomaría la brusquedad
de Reyes.
—No. Es por eso que contraté a tu esposa.
—Entonces contrataste a la mejor.
Una vez que el hielo se rompió, la conversación fluyó como un whisky
suave. Hablaron de todo, incluyendo el hecho de que eran casi, pero no realmente,
medio hermanos.
—Escuché sobre ti durante toda mi vida mientras crecía.
Reyes se encogió. —Eso no pudo haber sido bueno.
—No, aumentó aún más mis ganas de conocerte.
Reyes bajó la cabeza, de repente tímido.
—¿Cuánto tiempo hace que sabes sobre mí? —preguntó Shawn.
—Unos cuantos años.
—¿Sabías que no era su hijo biológico?
—Lo sospechaba. Pero ellos te mantuvieron. Realmente te debían de haber
amado. 1
La expresión de sorpresa en el rostro de Shawn no tenía precio. —Guau,
realmente no los conoces en absoluto, ¿verdad?
43
Reyes sonrió y negó. —Tampoco puede decirse que realmente quiera
hacerlo.
—Escuché eso —dijo Shawn, riendo.
Se estaban llevando a las mil maravillas. Después de servirles el café, de
repente me sentí tan agotada que apenas podía mantener los ojos abiertos y había
una almohada en algún lugar con mi nombre en ella. Fui a la cama temprano para
darles tiempo con el fin de que llegaran a conocerse, entonces me acosté,
escuchándolos hablar, reír y compadecerse.
Tres horas más tarde, Reyes se unió a mí. O lo intentó. Artemis se
encontraba ocupando la mayor parte de su lado.
Se deslizó en la cama, empujándola en el proceso, y se tendió en silencio por
un largo tiempo mientras agonizaba, esperando ansiosa. Pero tras un tiempo,
realmente me quedé adormecida. Ambos acariciábamos las orejas de Artemis y
tomé su mano en la mía. Sus largos dedos se entrelazaron en los míos; entonces,
justo antes de que su respiración se quedará constante y se sumiera en el olvido,
dijo—: Abandona el caso.
Una ola de decepción se apoderó de mí hasta que me di cuenta de que
aprendí algo. Sus reservas no tenían nada que ver con Shawn. Le gustaba el tipo.
Lo notaba. Así que había algo más que lo carcomía. Interesante.
***
Más tarde esa noche, sentí un codo en mis costillas, y no era el mío. Me sacó
de un sueño increíble. Me encontraba a punto de apartarlo cuando una mano se
deslizó alrededor de mi boca.
Mis ojos se abrieron; pero Reyes me sujetó contra él, fuerte, y susurró—:
Shhh —contra mi oído. Luego señaló.
Sobresaltada, seguí su línea de visión y salté de nuevo. Me sujetó con más
fuerza y esperó a que la imagen se enfocara. Lo hizo, y lentamente me di cuenta de
que Amber se hallaba junto a nuestra cama.
Traté de levantarme, pero siguió sujetándome bien fuerte tanto mi cuerpo 1
como mi boca, de manera que no le pude preguntar—: ¿Qué demonios?
Entonces me di cuenta de por qué. Amber, alta y delgada; con el cabello
44
largo y oscuro; y un cuerpo agraciado, se encontraba de pie usando una bata. Su
cabello hacia delante, pero podía ver sus ojos. Apenas. Nos miraba desde detrás de
la cortina de mechones. Sin expresión. Sin emoción.
Un destello más abajo atrajo mi mirada a sus manos. Su mano derecha, para
ser exactos, la que sostenía un cuchillo de chef. Nuestro cuchillo de chef. El que
Reyes utilizaba para cortar las verduras. El que era tan afilado; que cuando
accidentalmente me rozó los dedos, suave como una pluma, me hizo sangrar. Y
Amber se estaba cortando la pierna con él.
Sangre empapaba su vestido, creando un círculo grande y oscuro a medida
que deslizaba el cuchillo por su muslo otra vez.
Me lancé hacia adelante, pero Reyes me hizo retroceder. Luché contra él. Su
agarre se tensó, y susurró contra mi oído—: Iré alrededor de la cama y agarraré el
cuchillo. Quédate quieta.
Pero antes de que pudiera asentir, Amber habló, con voz baja. Monótona. —
Los océanos hervirán. Toda la arena morirá, y es tu culpa.
—Quédate quieta —dijo de nuevo. Se movió hacia atrás, su peso
presionando el colchón.
—La piel se desprenderá de los huesos si no lo comes.
Se alejó de la cama. Entonces, antes de que pudiera parpadear, se paró
detrás de ella.
—Las playas están cubiertas de cristales rotos.
Con el cuidado de un manipulador de serpientes capturando una cobra,
agarró su muñeca. Ella se hizo otra incisión. La sangre se extendió por la parte
frontal de su vestido. Puse mis manos en mi boca.
—Los peces están muy enfadados.
Gentilmente le quitó el cuchillo, y me precipité hacia adelante.
Arrodillándome sobre la cama delante de ella, tomé su rostro entre mis manos.
—¿Amber?
Reyes lanzó el cuchillo y la sostuvo de los hombros por si se caía.
—Amber, cariño, ¿puedes oírme?
Curvó sus manos en puños y me fulminó con la mirada. —La sangre se está
evaporando demasiado rápido, y los pájaros no pueden respirar.
1
Empujé su cabello hacia atrás. Se encontraba cubierta de sudor y lágrimas. 45
—Amber, soy la tía Charley.
Finalmente me miró a los ojos. Permaneció así un largo rato, y luego dijo—:
Unofanira kudya iye.
Tardé unos segundos en identificar el idioma. Hablaba chiShona, un idioma
que pertenecía al pueblo shona de Zimbabwe. —Tienes que comerlo —dijo. En
chiShona. ¿Desde cuándo Amber hablaba chiShona?
Antes de que pudiera decir algo más, se derrumbó. Grité, pero Reyes la
atrapó.
—Tómala —dije, alejándome de la cama y corriendo por mi bata.
Reyes ya llevaba pijama. La levantó y se dirigió a la puerta. Agarré el kit de
primeros auxilios del baño y lo seguí.
La puso sobre la mesa del comedor, luego encendió las luces. Levanté su
bata para evaluar el daño. La sangre se escurrió de mi cerebro, y el mundo se
inclinó. Solo un poco. Se hizo algo de daño. Milagrosamente, ninguno de los cortes
se veía lo suficientemente profundo como para requerir suturas. Eran muchos.
—Ve —dijo, haciéndose cargo. Abrió el kit y encontró el peróxido.
Retrocedí, pero no podía dejar de mirar fijamente su pierna.
»Holandesa —dijo Reyes, con voz dura—. Ve por ella.
Me sacudí y asentí. —Ya volveré.
Tanto nuestra puerta como la de Cookie se encontraban abiertas. Entré
apresuradamente, luego recordé que su marido era un detective. Con una pistola.
Solo podía esperar que no me disparara, porque no tenía intención de despertarlos
suavemente.
Me acerqué a su dormitorio, encendí la luz y corrí hacia el lado de Cookie.
El tío Bob se despertó instantáneamente, buscando con la mano su pistola,
encerrada en una funda segura al costado de su mesita de noche. Tendría que
desbloquearla antes de que pudiera dispararme. Eso me daba el suficiente tiempo
para hacerle saber quién era yo.
—Tío Bob, soy yo —dije, sacudiendo a Cookie para despertarla.
—¿Charley? ¿Qué demonios?
—Es Amber. —Volví a darle un codazo a mi mejor amiga—. Cook, cariño,
despierta. 1
Cookie se incorporó, sus ojos casi tan salvajes como su cabello. 46
»Cook, está bien.
El tío Bob ya se había levantado. Estaba acostumbrado a ser despertado a
todas horas. Cookie, por desgracia, no.
—¿Qué? —preguntó, con la mirada fija en la habitación—. ¿Qué sucedió?
—Cookie. —La persuadí—. Está bien, pero necesitas acompañarme a mi
apartamento.
Finalmente se centró en mí. —¿Qué? ¿Quién está...? —Entonces lo
comprendió—. ¡Amber!
Se levantó; se puso un calcetín, solo uno, y luego encontró su bata. El tío Bob
ya se había puesto un par de pantalones y una camiseta.
Nos apresuramos, y Amber se encontraba sentada en una silla del comedor
en tanto Reyes le administraba los primeros auxilios.
—¡Amber! —Cookie corrió hacia ella y se arrodilló junto a la silla—. Oh,
Dios mío. ¿Qué ocurrió?
El tío Bob dio un paso atrás y revisó la situación mientras me arrodillaba
junto a ellas.
—Nos despertamos —dije—, y se encontraba en nuestra habitación,
sonámbula.
—¿Qué? —le preguntó Cookie a Amber con expresión de asombro—.
¿Amber?
Amber se encogió de hombros. —Ni siquiera recuerdo... —Siseó cuando
Reyes vertía otra ronda de peróxido sobre su pierna temblorosa. De hecho,
temblaba por todas partes.
—Pero ¿qué sucedió? —preguntó Cookie, observando la sangrienta escena.
—¿Necesitamos llevarla al hospital? —le pregunté a Reyes.
—¡No! —dijo Amber. Luego más suave—. No, realmente, los cortes ni
siquiera son profundos.
Me incliné. Colocando una mano sobre su rostro y una sobre su brazo.
Girando el brazo, pregunté—: ¿Cómo estás?
Tensó la boca. Agachó la cabeza.
Tenía más de una docena de cortes en el brazo, todos en ángulos y 1
profundidades diferentes.
47
Cookie jadeó en voz alta. Luego llevó su mano rápidamente a su boca.
—No es lo que piensas —dijo Amber.
—¿Estás... mutilándote?
—No. —Amber sacudió la cabeza—. No mamá. Nunca.
—Entonces... no entiendo.
Amber mordió su labio inferior.
—No son profundas —dijo Reyes—. No necesita sutura, pero tendrá que
limpiarlos un par de veces al día y cambiar el vendaje por unos días. Solo para
estar seguros.
Amber puso un brazo alrededor de Reyes como si fuera su fuerza.
Levantó la mirada hacia ella y le guiñó un ojo. —Estarás bien, princesa.
Asintió. Se derritió un poco, pero asintió valientemente ante el encanto letal.
Cookie se acercó. —Amber, ¿qué está pasando? —preguntó, frustrada.
—No me estoy cortando, mamá. Lo juro.
Reyes empezó a vendar su pierna.
Tomé su pie y enderecé su rodilla para hacerlo más fácil. —Te enojaste —
dije—. Lo sentí, especialmente esta mañana.
—¿Oh, eso? —Negó con la cabeza como si rechazara la idea—. Eso no fue
nada. Solo... solo tengo malas noticias.
—¿Qué clase de malas noticias? —preguntó el tío Bob.
Los ojos de Amber se abrieron y sentí una sacudida diferente de miedo. No
pude evitar que me atravesara la ira. ¿Fue a causa de él? ¿Debido al
comportamiento que tenía últimamente? ¿De alguna manera la estresaba?
Le disparé una mirada de advertencia sobre mi hombro.
Él dijo—: ¿Qué?
—Amber Olivia Kowalski —dijo Cookie—. Explícate.
Amber mordió su labio inferior un poco más fuerte y luego dijo—: Solo me
desperté y me corté. No sé por qué. No lo hice a propósito.
¿Qué demonios? —Amber, ¿recuerdas estar hablando con nosotros?
Mi pregunta la sorprendió. —¿Qué dije?
1
—Algo sobre los océanos hirviendo y cristales rotos, luego —Miré a Cookie
y tío Bob—, habló en chiShona. 48
Cookie me miró con una expresión de perplejidad.
»Es una lengua nativa de un pueblo de Zimbabwe.
—¿Qué quieres decir? —preguntó el tío Bob.
—Hablaba una lengua Shona. Dijo que debía comerlo.
—¿Comer a quién? —preguntó Amber, su expresión como un poco
asqueada.
Reprimí una carcajada. —Esperaba que me lo dijeras.
Amber se encogió de hombros, indefensa. —Lo lamento, tía Charley. No lo
recuerdo.
Reyes terminó de vendarla. Acerqué una silla para que él pudiera estar cerca
de ella, luego acerqué una para Cookie y una para mí. El tío Bob podía quedarse
allí y freír espárragos. El bravucón.
—En realidad, no pensé que lo harías —le dije—. Has hecho esto antes.
—¿Hacer qué?
—Profetizar.
Cookie sacudió la cabeza. —Charley, no te refieres a esa ocasión en el
carnaval de la escuela.
Amber se disfrazó de adivina en un carnaval de la escuela, solo que cuando
entré, no fingió. Entró en un trance y profetizó acerca de los Doce; una docena de
perros del infierno que, en ese momento no lo sabíamos, fueron enviados para
proteger a Beep. Y profetizó acerca de la guerra de Beep con Satanás. También dio
en el clavo. Con cada palabra.
—Es muy poderosa —le dije a Cookie—. Traté de decírtelo.
Cookie no quería escuchar cuando hablábamos de Amber y su naturaleza
sensible. Su don. La prima de Cookie también tenía uno, pero se volvió un poco
loca. Le aterrorizaba la idea de que Amber tuviera las mismas habilidades.
—Ciertamente... no, no puedes estar hablando en serio.
—Lo digo en serio. Y no me llames Shirley.
Cookie me fulminó con la mirada. Quizás no vio la película. Después de
tomarse un momento para absorber lo que decía, sacudió la cabeza. —De acuerdo,
puede que tenga... habilidades. ¿Qué tiene eso que ver con que se corte a sí misma
mientras duerme?
1
Me recosté en la silla. —Ojalá supiera. ¿Recuerdas algo, cariño? 49
Amber sacudió la cabeza de nuevo. —Solo recuerdo haberme despertado en
la mesa de tu comedor y tío Reyes echándome peróxido.
—Cariño, ¿por qué has estado tan estresada? —pregunté—. Lo sentí, así que
ni siquiera trates de escaparte de esto.
El tío Bob tomó una silla a pocos metros de distancia.
Ella cruzó los brazos. Frunció los labios. Levantó un hombro hasta su
barbilla.
—El estrés puede provocar episodios de sonambulismo y aparentemente,
auto-mutilación y profecía. —Inclinándome, coloque un mechón de cabello detrás
de su oreja—. Puedes decirnos cualquier cosa. No importa quien esté en esta
habitación. Lo sabes, ¿verdad?
Asintió.
Dejé que se relajara un poco y luego la sorprendí con—: ¿Tienes miedo de tu
padrastro?
Sabía que, si le temía, probablemente no respondería con él sentado frente a
ella. Pero su reacción emocional me daría todas las pruebas que necesitaba, y en
ese momento le ordenaría que saliera de la habitación y llegaríamos al fondo de
esto. En cambio, saltó en su defensa.
—¿Qué? —Se enderezó en su silla—. No. De ningún modo.
El alivio me invadió como una ola de satisfacción. Me preocupada mucho.
Le di mi mejor mirada de: Tienes suerte, matón.
Me miró boquiabierto.
Me volví hacia ella. —De acuerdo, dulzura. Escúpelo.
—No es nada. De verdad.
—Amber —dijo Cookie, su voz de mamá en perfecto estado de
funcionamiento.
—Simplemente... creo que alguien me está acosando.
El tío Bob se apartó de su silla.
Tomé la mano de Amber. —¿Qué quieres decir?
—He estado recibiendo algunos mensajes de textos.
1
—¿Qué clase de mensajes? —preguntó Cookie.
El tío Bob salió furioso del apartamento y regresó treinta segundos después
50
con el teléfono de Amber. Lo colocó en las manos de Cookie; cuya cara, al leerlos,
pasó de la conmoción a la incredulidad y luego al horror absoluto.
Presionó una mano contra su boca.
—¿Puedo? —le pregunté a Cookie.
Me entregó el teléfono. No quería avergonzar a Amber, pero el acoso nunca
debería tomarse a la ligera.
Leí tres mensajes y me quedé en tal estado de conmoción que el tío Bob
agarró el teléfono para ver por sí mismo.
—Empezó cuando me encontraba en el centro comercial con Brandy. —Bajó
la cabeza, avergonzada—. Nos tomábamos una selfie, y sacábamos nuestras
lenguas. Cinco segundos después, recibí un mensaje que decía: “Saca esa lengua de
nuevo, y te mostraré que puedes hacer con ella”. —Amber me miró como si suplicara—.
Nos sentimos tan asustadas que llamamos a la madre de Brandy para que nos
recogiera. Fuimos a su casa y estuvimos viendo una película.
—¿Esto ocurrió cuando pasaste la noche con ella? —preguntó Cookie.
—Sí. Papá, me dejó. Hace unas tres semanas.
Amber se quedó con su papá porque Cookie se encontraba en Nueva York
cuidando a mi viejo yo. Me volví loca y olvidé mi nombre. Junto con todo lo
demás. Se fue por mi culpa, cuando Amber la necesitaba.
—¿Veían una película? —pregunté.
—Sí. Brandy se quedó dormida, y me quedé viendo hasta el final.
Estábamos en pijama, y tenía los pies sobre la mesa de café, y me llegó un mensaje
de texto que decía: Separa tus rodillas para que pueda tener una mejor vista.
Cookie comenzó a temblar.
—Mamá, nos encontrábamos en su sótano. Solo había una pequeña ventana.
Tenía que estar en el patio trasero de Brandy.
—Oh, cariño —dijo Cookie, tirando de Amber hacia sus brazos.
Amber aún sostenía la mano de Reyes mientras se aferraba a su madre con
la otra. Reyes se sentó pacientemente, acariciándole los nudillos con el pulgar.
Calidez irradiaba a través de mi pecho a medida que lo observaba. Sería un
maravilloso padre cuando tuviéramos a Beep de vuelta.
—Apagué la televisión y no dormí en toda esa noche. Me hallaba tan 1
asustada, que solo miraba la ventana.
—Lo lamento, cariño —le dije.
51
—A dondequiera que voy, él está allí. Si voy al cine, está preguntándome si
tengo sueño porque puso droga en mi soda. Si vamos con Quentin al parque, está
ahí, diciendo: Si no dejas de agacharte, voy a tener que golpear ese culo.
Cookie cerró los ojos, la frustración y la preocupación la atravesaban.
»Entonces cada vez fueron empeorando.
Estuve de acuerdo. Incluso los pocos que leí podrían haber hecho sonrojar a
una estrella porno. Decirle eso a cualquiera, especialmente a una niña de trece
años.
—Comenzó a amenazarme con lastimarme. Como, una vez en la escuela,
comíamos y sabía que llevaba un vestido. Amenazó... —Tragó saliva—. Amenazó
con cortarme las piernas si las separaba más. Me llamó puta y dijo que podía ver
mis bragas mojadas.
Me quedé quieta. No llegué así de lejos. Me volví hacia Ubie. —¿Cómo
consiguió su número?
—Incluso la observa en la escuela —dijo Cookie.
Todavía seguía desplazándose entre los mensajes. —Puede ser cualquier
persona —dijo un microsegundo antes de salir de nuevo.
Volvió con su propio teléfono y comenzó a hacer llamadas.
—Amber, ¿por qué no nos contaste? —pregunté.
Se reclinó en su silla. —No pude. Eso es todo.
La mirada en la cara de Cookie una parte era de asombro, y otra de
determinación. —Eso no es suficiente, señorita. Quiero una explicación.
Puse una mano sobre su brazo. Nunca antes la escuché llamar a Amber
señorita. No era algo habitual en ella.
—De todos modos, estabas en Nueva York —continuó Amber, poniéndose a
la defensiva—. No quería que te preocuparas.
—¿Preocuparme? Amber, no puedo creer que no me lo dijeras.
—Lo siento mamá.
El tío Bob levantó la voz. —Ahora. Necesitamos que lo digas ahora.
—Bloqueé el número —agregó Amber—, pero luego me envío un mensaje
de texto de un número diferente. Como si cada día tuviera un nuevo número.
1
—¿Por qué no cambiamos el número de Amber? —preguntó Cookie.
—Y seguir preocupados el resto del año, o más, ¿si viene detrás de ella?
52
Cook, estos mensajes de textos son brutales y violentos. Pueden muy bien ser de tu
acosador diario del vecindario. Del tipo de acosador que nunca se encuentra cara a
cara con su víctima. Completamente inofensivo. —Mentí. Ningún acosador era
completamente inofensivo. Siempre había complicaciones—. Pero necesitamos
estar seguros. —Miré a Amber—. ¿Sabe Quentin de eso?
Sacudió la cabeza. —No. Tenía miedo de que le dijera —Lanzó una mirada
al tío Bob debajo de sus gafas—, a mamá.
El tío Bob se calmó. Siguió revisando los mensajes de texto que se
encontraban en el teléfono. Se detuvo y miró fijamente uno, luego hacia Amber.
Ella bajó la mirada. Acercó la rodilla buena contra su pecho. Apretó la mano
de Reyes.
—¿Es por esto que no dijiste nada? —preguntó Ubie, furioso. Cuando
Amber no dijo nada, gritó—: ¡Amber!
Me puse de pie. —Tío Bob, eso es suficiente. —Le quité el teléfono.
—No al principio —dijo Amber—. Fui una estúpida, preocupada de que me
quitaras el teléfono si te lo decía, pero entonces...
Le envió un mensaje al acosador contestándole luego de un mensaje
particularmente desagradable, escribiendo: Mi padrastro es detective. Irá detrás de ti si
no te detienes.
El siguiente mensaje de texto del acosador fue posiblemente más
escalofriante: Nunca me amenaces, perra. El día en que ese cerdo se entere, es el día en que
le cortaré la garganta. Los siguientes siete mensajes de textos eran fotos del tío Bob,
ya sea en el trabajo,‖ en‖ Calamity’s,‖ o‖ en‖ frente‖ del‖ edificio‖ de‖ apartamentos,‖
bajándose de su camioneta. El chico claramente hizo su tarea.
El tío Bob volvió a su teléfono. —No necesito una orden judicial. Este
hombre está amenazando a mi hija. Mi. Hija. Hazlo. Ahora.
Colgó y curvó sus dedos alrededor de su teléfono con rabia. —Tengo a los
técnicos verificando cada mensaje de texto desde este número y todo rastro
posible. Si te envió mensajes de diferentes números, lo más probable es que esté
usando teléfonos desechables, pero incluso así hay una posibilidad de que
podamos‖localizar‖la‖tienda‖de‖donde‖lo…
Dejó de hablar cuando Amber se levantó de un salto y lo abrazó.
Permaneció aturdido por un minuto, luego la envolvió en sus brazos, acariciándole
1
el cabello y besó la cima de su cabeza. —Eres la chica más valiente que he conocido 53
—le dijo.
Negó con su cabeza. —No fui valiente. Me sentía muy asustada. Dijo que te
mataría.
—No iré a ninguna parte.
Reyes y yo intercambiamos miradas secretas, luego se puso de pie y
comenzó a limpiar el centro de atención de urgencias.
—Estaba tan preocupada por Robert —dijo Cookie suavemente, la culpa
inevitable instalándose—. Perdí completamente esto.
Le di una palmada en la mano. —Sí, sí. Eres la peor madre desde Joan
Crawford. Gracias a Dios que me tienes, porque tengo un plan.
Ubie me miró. —Tus planes rara vez terminan bien.
—¿Qué? —me burlé, hice un gesto con la mano, luego me giré hacia mi
colega—. ¿Qué dices? ¿Iremos tras este tipo?
Cookie respiró hondo y soltó un suspiro tembloroso. —Yo digo que sí,
absolutamente, pero creo que no debemos involucrar a Amber.
—¿Puesto que será el cebo?
Sus ojos se abrieron con horror. —¿Cebo?
—¿No lo mencioné?
1
54
Traducido por Umiangel & Vane Farrow
Corregido por Jadasa
Algunos días no salgo porque siento que hay demasiada gente por ahí.
(Hecho real)
***
Una hora más tarde, nos hallábamos sentados en nuestra mesa de la cocina,
la pequeña que se encontraba en realidad en la cocina. No la enorme que sentaba
más amigos de los que tenía.
Envié un mensaje de texto a Amber y conseguí el Estoy Bien, excepto por que
todas sus‖amigas‖se‖enamoraron‖de‖su‖“primo”. Ella no sabía exactamente lo que
era Osh, pero sabía que era un ser sobrenatural . Y que esto se volvía molesto. Las
1
chicas que nunca hablaron con ella eran de repente sus mejores amigas.
68
Miré a Reyes. Increíble cómo funcionaba.
También comprobé a Cookie, pero no quería ser molestada. Aparentemente
estaba en algo loco sobre los Fosters. Cada vez que Cookie se emocionaba, me
emocionaba. Y me daba curiosidad.
—Está bien —dijo Reyes, sacándome de mis reflexiones y acercándose a
mí—. Mano en el corazón.
—¿Um, no?
—Holandesa —dijo, tratando de no sonreír—. ¿Qué mejor manera de
aprender a controlar esto que darle consecuencias nefastas si fracasas?
La lógica masculina en su mejor momento, damas y caballeros.
—Sólo inténtalo.
—Reyes, no. No voy a arriesgar tu vida para poder controlar dónde termino
en el universo cuando accidentalmente me desmaterializo en un ataque de rabia.
—Exactamente. En el universo. ¿Y si te desmaterializas en el lado oscuro de
la luna?
—¿El álbum?
—La roca redonda en el cielo.
—Oh, sí. Esa cosa brillante. Aún no lo voy a hacer.
—Holandesa, no me matarás. Somos dioses, ¿recuerdas?
—Es otra cosa sobre la que quiero hablarte. ¿Cómo funciona exactamente?
Quiero decir, ¿qué pasa si me arrojan a una astilladora de madera?
—Después. Mano a través del corazón.
Solté una respiración molesta y me volví hacia él. —Esto es tan raro.
—Sólo concéntrate.
—¿Y si me materializo mientras todavía estoy en tu pecho?
—No lo harás. Eso realmente requeriría más concentración de lo que estarás
haciendo.
Puse mi mano sobre su pecho. —¿De qué manera?
—Eso sería tomar la vida de alguien deliberadamente.
—Pensé que dijiste...
—No mi vida. Sólo en general. Sólo puedes hacerlo si ese es tu deseo más
1
fuerte. Si realmente quieres matar a alguien. De lo contrario, no puedes 69
materializarte dentro de mí. Es como un interruptor de seguridad incorporado.
—¿Cómo sabes todo esto?
—Me tomó un tiempo averiguarlo.
Retrocedí la mano y me enderecé de nuevo. —¿Descubriste cómo matar a
alguien usando esta habilidad?
Bajó la cabeza. —Lo hice.
Parpadeé. —Y tú has... quiero decir, ¿alguna vez...?
Después de un largo momento de silencio, dijo—: Lo hice. Una vez. Estaba
en una prisión de máxima seguridad, holandesa. —Dejó que ese sentimiento
colgara en el aire y me miró de nuevo—. Mano. Corazón.
Bajé la cabeza. Me obligué a concentrarme y luego dejar que las moléculas
en mi mano se separaran. Era como la arena en el viento, y lentamente, las empujé
a través de su pecho.
Esperaba sentir... algo. Su músculo. Su caja torácica. Su ventrículo izquierdo.
Pero no sentía nada.
—Es porque ya no estás en el plano donde está mi cuerpo —dijo, leyendo mi
mente.
No literalmente. Dios, esperaba que no literalmente.
—Y, no, no puedo leer tu mente.
Santas manzanas de cangrejo.
—Tú, o, más exactamente, tu mano está en el plano celestial mientras que el
resto de ti y todo de mí está en el mortal. Se trata de cambiar de un plano de
existencia a otro.
—Entonces, ¿cómo...? ¿Por qué me vine antes?
—Ah, esa es la próxima clase. Manipulación Celular Avanzada para
Diversión y Beneficios.
Me reí, y de repente mi mano era física, tendida contra su pecho. Sobre su
corazón.
La tiré hacia atrás. —No hice eso.
—Te lo dije. —Su sonrisa era contagiosa—. No puedes materializarte dentro
de alguien sin mucha práctica.
—Y mucha rabia, sospecho.
1
—Sí, eso también. Pruébalo otra vez. 70
Hicimos la cosa de mano a través del corazón unas cuantas veces más, y
luego avancé hacia él, quieto, mientras caminaba a través de él. A través de su
cuerpo. Literalmente. Se paró frente a mí, con las manos en los bolsillos, mientras
desmaterializaba todo mi cuerpo y pasaba justo a través de él.
Me reí la primera vez que lo hice y aplaudí como un niño en un tobogán de
agua. Entonces aclaré mi garganta y volví a mi estado normal de absoluta
tranquilidad.
Solo bromeaba. Nunca he estado en el estado de Tranquilidad, aunque Ubie
me dijo que lo atravesó una vez.
—Encuéntrame allá —dijo Reyes. Se desmaterializó y se remateralizó en el
otro lado de la sala. Era una habitación grande—. Tu turno.
Atraje aire a un pulmón, luego cambié al plano celestial. Viento azotaba a mi
alrededor. Trueno se estrelló. Un rayo golpeó. Los colores eran tan brillantes que
perdí de vista a Reyes y me re materialicé donde me encontraba.
—Otra vez —dijo Reyes-Wan.
—No te puedo ver.
—Entonces no estás buscando.
Eso era útil. Volví a cambiar y traté de caminar hasta donde sabía que Reyes
estaba de pie.
—No vayas por ahí. Ven aquí.
Me di por vencida. —Sabes, no sé si estás canalizando más a Obi-Wan o a
Yoda.
—Holandesa, no me hagas venir a buscarte.
Eso sonaba amenazador. Cambiando por la millonésima vez, traté de
bloquear las tormentas estallando alrededor de mí. El viento escalofriante
amenazaba con quitar la piel de mis huesos. El rugido estruendoso. Las nubes se
abrieron cerca y un rayo de luz se disparó abajo para llevar a casa una recién
fallecida.
—Bueno, no camines. Sé.
Yo podía ser.
Reyes apareció en la distancia. Mucho más lejos de lo que debería estar.
Luché contra el impulso de poner un pie delante del otro. Era incorpórea. Niebla 1
completa. ¿Podía flotar?
71
Traté de levantarme del suelo. Nop.
Si no podía flotar, una actividad que vi hacer a Reyes incontables veces,
¿cómo iba a llegar de aquí a allá?
—Holandesa, sé aquí.
Lo miré, apreté mis puños, y... ordené al espacio apartarse de mi camino. Un
segundo después, aparecí. Justo en frente de él.
—Bien. Ahora aquí. —Desapareció de nuevo. Un segundo después, estaba a
unos pocos cientos de metros.
Ordené al espacio a apartarse, lo hice de nuevo. Le sonreí.
—Bueno. Ahora materialízate.
Ordené que mis moléculas se realinearan. Él hizo lo mismo. La luz del sol
estalló a nuestro alrededor, y él asintió, haciendo un gesto para que mirara por
encima de mi hombro. Lo hice. Justo cuando un camión pasaba sobre nosotros.
Su claxon sonó. Grité y salté a los brazos de Reyes. Entonces miré como
pasaba a través de nosotros. Engranajes, barras y otras cosas mecánicas se
precipitaron a través de nuestros cuerpos incorpóreos. Dos segundos más tarde, un
Nissan Maxima hizo lo mismo. Luego un Buick Enclave. Entonces una pequeña
cosa blanca que no pude identificar. Un Dodge Ram. Un Mercedes GLE. Una y otra
vez hasta que me di cuenta de que estábamos en la autopista interestatal. I-25, para
ser exactos.
Me volví hacia Reyes y lo golpeé en el hombro. Sonrió y desapareció de
nuevo. Después de rodar los ojos, lo seguí. Estábamos en Calamity's. En la cocina.
Había dos cocineros preparando algo, pero todavía tenían que darse cuenta que
estábamos allí. Lo que era una nueva lata de gusanos.
Cuando nos materializamos de nuevo, arrojé mis brazos sobre Reyes para
anclarlo al lugar. Él se rio, su voz suave, ronca y profunda.
—Bueno, eso fue genial, pero ¿y si quiero ir a algún lugar en el que no estás?
Al oír mi voz, los dos cocineros nos miraron, intercambiaron miradas
confusas y luego volvieron a trabajar.
Reyes deslizó sus brazos alrededor de mi cintura. —Disminuye la velocidad.
Piensa a dónde vas. Obtén una imagen mental de tu objetivo. Puede ser una
persona o un lugar. Y sólo ve allí.
—Sólo voy allí. De acuerdo. —En realidad estaba un poco emocionada 1
porque finalmente aprendía estas cosas. Cosas que Reyes podía hacer desde que
era pequeño, aunque la desmaterialización de su cuerpo humano no ocurrió hasta 72
hace poco—. ¿Qué pasa si alguien nos ve materializarnos en el aire? ¿No será un
poco molesto?
—La mente humana llena las lagunas. Es cierto que nos vio acercarnos o
simplemente salir de un armario. Lo que sea necesario para explicar. Sólo tienes
que tener cuidado con los niños. Tardan un poco en desarrollar esa habilidad.
—¿Qué habilidad? ¿Negación?
—Exacto.
—No puedo creer que no hayamos sido aplastados.
—No puedes. —Me levantó y me sentó en el mostrador, luego tomó dos
tazas y fue hacia la cafetera. Lo entrené tan bien.
—Estoy segura de que puedo ser aplastada. Al igual que un insecto. Sólo
que más grande y con más entrañas. ¿Entonces qué, Hombre Sabelotodo? Si soy
una diosa y no puedo morir, ¿entonces qué? Todavía soy humana, Reyes.
Volvió con dos tazas de café. Tomé ambas. Levantó una sola y arrogante
ceja.
—Oh, lo siento. ¿Querías una?
Sin responder, se inclinó, mordisqueó la tierna piel debajo de mi mandíbula,
luego se volvió y empezó a prepararnos el almuerzo.
Bajé una de las tazas. Sobre todo, porque empecé a sentirme tonta cuando
Sammy, el jefe de cocineros de Reyes, entró, me miró y salió nuevamente,
sacudiendo la cabeza.
En su propia defensa, probablemente tenía que orinar o algo.
—Si no puedo morir, entonces, ¿qué sucede si realmente soy golpeada por
un camión? ¿O arrojada en una picadora de carne enorme? ¿O encerrada en un
coche destinado a una trituradora de automóviles? Me voy a morir.
Reyes me entregó un sándwich.
Tomé un bocado. —¿Mantequilla de maní y jalea?
—Tenemos lugares para estar.
—¿Otra lección?
—Más o menos.
Estaba realmente impulsando la cosa de lección hoy. Tomó un bocado de su
propio sándwich mientras yo continuaba.
1
—Así que, sí, trituradora de automóviles. No vives después de eso. Ninguna 73
cantidad de puntadas me juntará de nuevo.
Reyes-Wan escuchó mientras comía, pero no ofreció una explicación.
Tomé otro bocado y decidí hablar con mi boca llena. —Entiendo que el lado
sobrenatural no va a morir. Todo el mundo tiene un alma.
Eso llamó su atención. Me lanzó una rápida mirada, luego volvió a su
sándwich y revisó las facturas de entrega más recientes.
—O no. De cualquier manera, mi cuerpo no sobrevivirá. —Tragué y pensé
en la alternativa—. Al menos, mejor que no. —Cuando no dijo nada de nuevo, el
pánico se elevó en mi pecho—. ¿Cierto? Moriría. No quiero, de ninguna manera,
estado o forma, ser una pila viviente de hamburguesa. Y no quiero ser un zombi.
¿Has visto su piel? Ni siquiera la protección solar ayudaría con eso.
Silencio. Salté del mostrador y me acerqué a él. —¿Roda? —pregunté,
combinando su nombre con el de Yoda. No encontró mi sentido del humor
divertido. Eso sucede.
Habló por fin. —No funciona de esa manera. No para nosotros.
Se volvió para hablar con Sammy mientras volvía a entrar en la cocina.
Sammy aprendió hace mucho tiempo a no poner mucha atención a nuestras
conversaciones. O pensaba que éramos mierda de murciélago o no le importaba el
trasero de una rata de una manera u otra.
¿Y quién salió con los animales para estos eufemismos? ¿Por qué mierda de
murciélago? ¿Por qué no mierda de vaca o mierda de saltamontes? ¿Y por qué no
nos importaba el trasero de una rata en lugar del culo de un hámster?
Mi punto era, podría decir casi cualquier cosa delante de Sammy. Lo tomaba
todo con calma. Sin embargo, el ángel de pie al lado del congelador, tendría que
estar de acuerdo.
—Pero todavía soy humana, ¿no? Yo nací humana.
—Sí —le dijo a él, ignorándome completamente—. Sólo mantén un ojo en el
conductor.
—Hecho —dijo Sammy, notando mi indignación con una sonrisa apenas
reprimida—. ¿Qué vas a hacer?
Reyes me miró al fin. —Vamos a ir a la playa.
Duuulce.
1
Cuando Reyes me tomó de la mano y me dirigió afuera, Sammy sacudió la
cabeza otra vez. Probablemente porque no teníamos ninguna playa en 74
Albuquerque. Ninguna real, de todos modos.
La multitud del almuerzo era enorme como de costumbre, pero con el
Doctor Sentirse Bien habiéndose ido tanto últimamente, la demografía cambió de
un gran porcentaje de mujeres a algunos hombres reales. O eso pensaba yo.
Salimos, y el nivel de ruido cayó. Un par de mujeres sacaron sus teléfonos,
diciendo cosas como "Él está aquí hoy", y "Ven aquí". Aún más mujeres enviaron
mensajes de texto o tomaron fotos con sus teléfonos. Él era de alguna manera una
sensación de Internet, y era inconsciente o simplemente no le importaba. Era
divertido verlo, sabiendo que iba a la cama conmigo por la noche.
Deleite me hizo estremecer. No era un deleite presumido. Más un deleite de
incredulidad. Si alguien me hubiera dicho hace dos años que pasaría las noches
con este hombre... bueno, podría haberles creído, pero sólo porque una mirada a él
y le habría ofrecido mis servicios. ¿Pero pasar esas noches con él en una capacidad
conyugal? No tenía precio.
Caminó hasta el baño de los hombres y me arrastró adentro.
—Oiga, señor —dije, jugando tímidamente. Batí mis pestañas y le di mi
mirada más inocente—. No se supone que deba hablar con extraños. O seguir
hombres crecidos a los baños. ¿Qué diría mi papá?
Me empujó contra su pecho, hundió una mano en el pelo, y devoró mi boca
con un beso que debería ser clasificado X.
Tan pronto como Donnie, nuestro camarero, terminó de hacer pipí, se fue
sin lavarse las manos. Sólo podía esperar que el alcohol las esterilizara. En su
defensa, el beso fue bastante sexual. Con tonos sexuales y una sexy inclinación
oscura en él.
Reyes rompió el beso y me miró fijamente. —Sigues hablando así, y tendré
que llevarte a una cabina.
—Tu romántico, tú. —En verdad, me dejó sin aliento, y una cabina parecía
bastante buena.
—¿Lista?
—¿Para sexo en el baño? Infiernos, sí.
La sonrisa que se deslizó a través de su cara tenía un parecido fuerte con la
que tenía la noche que realizó un examen vaginal con utensilios de cocina. Me
derretí. O empecé a hacerlo hasta que me agarró y dijo—: Esta vez, dirigiré por los
1
dos. 75
Tormentas celestiales se estrellaron contra mí, alrededor de mí y a través de
mí, luego un sol más brillante de lo que había visto, y era de Nuevo México,
muchas gracias, me cegó. Todo lo que podía ver era un solo tono de azul y un solo
tono de bronceado.
Coloqué una mano sobre mis ojos y mantuve los dedos de la otra curvados
en la camisa de Reyes. La imagen que me rodeaba lentamente, se enfocó. En
realidad, ya estaba enfocada, sólo que ahora tenía que descifrarla.
—Estamos en un desierto.
Reyes asintió. Todavía no miraba realmente a nuestro entorno. En su lugar,
eligió mirarme, y no podía comprender por qué.
—Oh, Dios mío, Reyes. —Me volví y miré la zona—. Esto es impresionante.
Nos hallábamos rodeados por dos cosas exactamente: un cielo tan azul que
brillaba y un desierto de color rojo dorado tan rico que me quitó el aliento. Mis pies
se hundieron en la arena. Se formaban pequeñas colinas a su alrededor. Bajé la
mano y la filtré a través de mis dedos, luego caí sobre mis rodillas. Se hundieron en
el calor debajo de ellas, también.
—¿Estamos donde creo que estamos?
Se arrodilló a mi lado. —Si crees que estamos en el Sahara, entonces sí.
Jadeé. Estaba de pie, de rodillas, en el Sahara. —Reyes, no sé qué decir.
Nunca he visto nada tan... tan perfecto en mi vida.
—Te traje aquí por una razón.
—¿Sí? —Me senté y jugué en la caja de arena más grande del mundo.
Me observaba, y me preguntaba qué pensaba de mí. Debía parecer el tipo
más loco de perdedora, tropezando en su mundo, tratando de navegar como un
niño en una andadora, chocando en las paredes, armarios y rodillas.
Me sacudí la súbita sensación de inseguridad y experimenté el maldito
Sahara. Si había algo que pudiera hacer que una persona se sintiera insignificante,
sería este vasto terreno. Hermoso y mortal al mismo tiempo.
Tiré arena, tan abrasadora como estaba, sobre sus vaqueros. —Podrías
haberme advertido. Las gafas de sol habrían sido geniales.
Mostró sus dientes perfectos y tomó un puñado de arena. Dejó que se
deslizara a través de sus dedos largos y fuertes. Entonces comenzó la lección del
día. —Recoge un grano de arena. 1
Recogí un puñado y le mostré con orgullo.
76
Sonrió pacientemente, así que lo dejé deslizarse, tratando de conseguir un
grano. Tuve que limpiar mis manos y empezar de nuevo. Finalmente, después de
mucho esfuerzo, tuve un grano de arena en la palma de mi mano. Lo llamé Digby.
Tomó a Digby, para mi consternación. Trabajé duro por el pequeño.
Después de colocar a Digby en la palma de su mano, lo extendió hacia mí.
—Esto es cuánto de ti es humano.
—Está bien.
—Mira a tu alrededor.
Lo hice y luego miré otra vez al hombre que siempre creí cuerdo.
—En comparación con este desierto, esto es cuán humana eres.
—No lo entiendo. Eso es imposible. Soy humana. Siempre he sido humana.
—En tu mente, tú crees que eres, ¿qué? ¿Mitad humana y mitad Dios?
—Bueno, hasta hace unos meses, creía que era noventa y nueve por ciento
humana y uno por ciento ángel de la muerte. Entonces me dijeron que el uno por
ciento se dividió en dos: mitad ángel de la muerte y mitad diosa.
—No puedes ser mitad ángel de la muerte. Eso es como decir que un cartero
es medio humano y medio cartero.
—¿O un abogado es medio demonio y medio humano? —Lo oía un montón.
Una esquina de su boca se curvó. —Algo así. Ángel de la muerte es tu
trabajo, no tu herencia, por falta de una frase mejor. Pero no puedes ser medio
diosa ni medio humana. El lado humano de ti es un grano de arena entre los tres
millones seiscientos mil kilómetros cuadrados que componen este desierto. La
parte de diosa es demasiado poderosa. Necesitas superar eso, porque no funciona
de esa manera.
Estudié a Digby. —Eso no tiene sentido.
—Sigues hablando como si tu cuerpo humano pudiera morir. Y, sí, puede,
pero necesitaría algo muy poderoso para lograrlo.
Me paré y abandoné a Digby para caminar unos metros. —Así que si soy
cortada y tirada en una astilladora de madera...
—¿La camioneta te mató?
—Bueno, no, pero éramos incorpóreos. A propósito. Si estuviera
inconsciente o atada...
1
—Holandesa, este grano de arena no controla la forma del desierto. No
controla las inclinaciones. Las colinas y los valles. Es infinitesimal en comparación 77
con el desierto en su conjunto.
—Bien.
—La parte de ti que es diosa, el todo que eres tú. Un ser consciente con un
poder inmenso.
—El viento lo moldea —discutí—. Una fuerza externa.
—Al igual que en el plano mortal, las fuerzas externas influyen, pero el
cuerpo sigue siendo uno. Cuanto más entiendas eso, menos tu parte humana —
Extendió a Digby—, este minúsculo aspecto de tu constitución, puede controlarte.
—Y esto es importante, lo entiendo.
—Hay otro dios suelto en esto plano.
Ah. Pensé que volveríamos a eso eventualmente.
—Ahora mismo es más poderoso que tú porque sabe una cosa que es
verdad sobre todas los demás.
—¿Y eso es ...?
—No puede morir. No a manos de nada menos que un dios. —Se acercó—.
Y tampoco tú.
Asentí, tratando de dejar que se asimilara, de forzarlo a, pero una parte de
mí simplemente todavía no podía creerlo. —Podría atraparlo como hice con Mae
'eldeesahn.
Tragó, el tema claramente sensible. —Tuviste suerte.
De ninguna manera en el cielo o la tierra podría discutir eso. —Estoy de
acuerdo, pero...
—Tal vez tengamos que luchar contra él. Pero tenemos una ventaja.
—¿Sí?
—Él es un dios, al igual que yo. Tú, Elle-Ryn-Ahleethia, eres trece. Por lo
que sé, tú eres el dios más poderoso que alguna vez haya existido.
Asentí de nuevo, sintiéndome tan poderosa como Digby en ese momento.
—No me crees.
—No, si lo hago. Lo entiendo. Algo así. Es difícil comprender la inmensidad
de esto. Es como cuando uno saca a un nativo de la selva tropical que creció en las
llanuras abiertas y ve vacas en la distancia, piensa que son moscas. Su mente no 1
puede comprender tal inmensidad. Esa distancia.
78
Extendió la mano, pasó el dorso de su mano por mi mejilla, su toque tan
ligero como el aire, pero fue suficiente. El reino celestial me golpeó como un
maremoto, tirándome de nuevo, cayendo a través del espacio. Sólo por un
segundo. Entonces nos encontrábamos en el pavimento.
Me balanceé y bajé la mirada. Nada de pavimento. Después de un rápido
análisis de la zona, me di cuenta de que nos encontrábamos en la parte superior de
un edificio. Un edificio muy alto.
No tenía miedo de las alturas, pero no eran mis favoritos de las tres
dimensiones. Prefería la profundidad. Edificios profundos. Pero Reyes nos colocó
encima de la Plaza Albuquerque, el edificio más alto de la ciudad.
Todavía sintiendo como si una brisa ligera podría enviarme a toda
velocidad a mi muerte, tomé la camiseta de Reyes otra vez. Envolví mis dedos en
ella como si ese artículo de ropa pudiera evitar que cayera, porque Reyes no nos
colocó en el centro de la parte superior del edificio. Oh diablos, no. Estábamos
precisamente en un borde estupendo mirando sobre una caída de cien metros.
En su defensa, la parte superior no era plana. Si nos hubiese colocado allí,
nos habríamos deslizado. Así que ahí estaba. Pero nos hallábamos en el borde más
alto, y mientras el mundo parecía súper genial desde ese punto de vista, no era un
lugar en el que quería estar.
—Reyes, esto no es gracioso.
—No quería que lo fuera.
—¿Por qué estamos aquí?
Envolvió sus brazos alrededor de mí. —Quería que lo vieras. Tú eres el
desierto. Tú eres el todo. Hasta que creas eso, estás en peligro. —Miró a la
ciudad—. No sabes de lo que Eidolon es capaz. Todo el mundo en esta ciudad, en
este mundo, está en peligro. —Entonces se volvió a mí con una mirada dura—.
Nuestra hija está en peligro.
Tenía razón. Si pudiera hacer algo, cualquier cosa, para detener a Eidolon,
tenía que intentarlo. Me colocó a la longitud del brazo, pero me apretó fuerte. Sin
embargo, por mi propia paz mental, mantuve mis dedos enrollados en su camiseta.
—Puedes salvar a todos aquí. Eres el dios más poderoso en todas las
dimensiones combinadas. —Me sacudió—. Solo tienes que creerlo hasta lo más
profundo de tu alma. 1
Asentí. —Lo intentaré 79
Se relajó. Me acercó a él. Besó la cima de mi cabeza. —Eso no es lo
suficientemente bueno.
Y luego estaba en el aire.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Miry GPE
Pocas cosas en la vida son tan sorprendentes como que tu esposo, el hombre
al que le diste tu corazón y alma, te lance de un edificio de cien metros. Debería
saberlo.
Al segundo que mis pies dejaron la parte superior del edificio, el momento
en que sentí ese empuje, ralenticé el tiempo. Y colgaba, literalmente, en el aire.
Aturdida. Jadeante. Un poco irritada.
1
—¡Reyes Alexander Farrow! —grité, porque parecía lo correcto. 80
Se paró en la parte superior de la Plaza Albuquerque. Brazos cruzados.
Sonrisa en su lugar. —Detuviste el tiempo rápidamente. Es un buen comienzo.
Tenía un plan. Seguramente tenía un plan. —Está bien, ¡lo entiendo! Soy
una diosa. Tengo que saber esto hasta la médula de mis huesos. Pero no me hará
ningún bien si mis huesos son una gran pila blanda en el fondo de este edificio.
—Lo haces muy bien —dijo, completamente impasible.
—Reyes, esto ya no es gracioso. El tiempo volverá a andar en cualquier
momento...
—Eres una diosa. El tiempo no vuelve a andar a menos que lo permitas.
—...Y cuando lo haga, golpearé ese pavimento con tanta fuerza, que
desearás que puedas morir antes de que termine contigo.
Sus dientes blancos brillaron contra su piel oscura. —Entonces no golpees el
pavimento. Conviértete en él.
—¿Qué coño significa eso? —grité.
Se rio. ¡Se rio! —Absórbelo —dijo—. Deja de ser tan humana. Sólo sé parte
de todo lo que está a tu alrededor. Una parte de todo. Como una diosa apropiada.
—Tú. Estás. Tan. Muer...
Antes de que terminara mi amenaza, el tiempo de hecho se aceleró, y caí
más rápido de lo que jamás imaginé posible.
Me volteé en el aire. No a propósito, ¿porque quién diablos quiere ver eso?
Pero lo hice. Apenas tuve tiempo de concentrarme en el instrumento de mi muerte
cuando estuve allí. Chocando contra esto. El dolor insoportable sujetado a través
de mi...
Espera. ¿Dónde estaba el dolor?
Entonces lo sentí, pero no el mío. Lo sentí en los demás a mi alrededor.
Junto con la alegría, la molestia, el amor... casi todas las emociones imaginables me
recorrían como la heroína.
Y vi. Todo el mundo. Todo. Vi cada hoja de hierba. Vi cada rayo de sol. Vi
cada hebra de cabello de cada persona que caminaba por la plaza. Eso funcionaba
en los edificios circundantes.
Vi el bien como si fuera una cosa física. Lo malo también, sólo que existía
menos de esto, afortunadamente. El amor ocultaba el odio. El altruismo eclipsaba
1
la codicia. La confianza eclipsaba los celos. Aunque en cada caso, los márgenes
eran más estrechos de lo que me hubiera gustado.
81
Vi una lagartija correr por una pared a dos cuadras de distancia. Una niña
perseguía su bola en su sala de estar en el otro lado de las montañas. Un hombre
mayor ofrecerle a un niño sin hogar que se burlaba de él cinco dólares para
conseguir algo de comer en Seattle. Un médico lava los pies de su madre enferma
en la India.
Lo absorbí todo. Lo disfruté todo. Como bañarse en la luz.
—¿Y bien? —preguntó Reyes, presionado contra mi trasero, su boca en mi
oído.
Me incliné hacia él como si hubiera estado en la acera todo el tiempo. El
asombro, y una cantidad considerable de sorpresa, se apoderó de mí.
Mirándolo, le pregunté—: ¿Has sentido eso? ¿Es esto lo que Jehová siente
todo el tiempo? No es de extrañar que Él nos quiera tanto. Somos seres asombrosos
y complejos.
—Tú aún más.
Sacudí la cabeza. —Ahí es donde te equivocas. —Saliendo de su agarre, le di
mi mejor mirada seria—. Si esto me ha enseñado algo, Reyes, es que los humanos
son increíbles. Son cada uno digno de la vida. Bueno, la mayoría de ellos. Y todos y
cada uno merece el derecho a ser iguales. A estar seguros. Ser alimentados y
protegidos. Parte de mí entiende por qué Él no interviene. Porque Él no lo hace
todo correcto. Su libre albedrío es un regalo asombroso.
—Uno que la mayoría desperdicia.
—No. No la mayoría. Hay más bien en el mundo que mal. Todavía están
aprendiendo.
—¿Ellos?
Lo cuestioné con una inclinación de mi cabeza.
—Dijiste ellos.
—Bueno,‖sí,‖pero‖quería‖decir…
Sonrió y se volvió para alejarse. —Misión cumplida.
—No, me refería a nosotros. Nosotros. Todavía soy humana. ¡Y oye! —Lo
alcancé y lo jalé de la camiseta—. Me lanzaste de un edificio.
—¿Qué hay con eso? 1
—Bueno, eso fue grosero. 82
***
Nada hacía que una chica tuviera más hambre que ser arrojada de un
edificio. Reyes y yo nos sentamos en Rustic on the Green, comiendo una increíble
hamburguesa de chile verde, cuando Cookie llamó.
—Oye, Cook. ¿Cómo estuvo el día de Amber en la escuela?
—Oh, genial. Muchas gracias por tener a Osh con ella. Eso realmente me
tranquiliza.
—Me alegro. Entonces, ¿qué pasa?
—Primero, ¿cómo estuvo tu día con el señor Farrow?
—Maravilloso. Fuimos al Sahara. Y me lanzó de un edificio. Aparte de lo del
edificio, fue fabuloso.
—Bueno, eso es lo que más importa. Así que, sólo quería que supieras que
encontré algo sobre los Fosters. Algo... bueno, bastante difícil de creer.
—¿En serio? —Incliné mi cabeza como si nos ayudara a ser más sigilosas—.
Dime.
—Como sabes, me encontré con una pared de ladrillo una vez que me
enteré que Los Foster no son quienes dicen que son.
—Sí.
—Por eso le pedí ayuda a Pari.
—Oh, eso es increíble. Traerla al redil. ¿Qué descubrió?
—Bueno, usó algún tipo de software de reconocimiento facial y los encontró.
Tal vez. Hace unos cuarenta años, hubo dos adolescentes sospechosos de matar a
una familia.
—Está bien. Horrible.
—Los niños fueron arrestados y llevados a la cárcel del condado. Donde
escaparon. De algún modo, un alguacil dejó sus celdas desbloqueadas. No lo sé.
Todo era muy sospechoso. Y no se escuchó de ellos de nuevo.
—Cook, ¿me dices que los Foster mataron a una familia cuando eran niños?
—Digo que, según el software de reconocimiento facial, fueron arrestados
por el crimen. Pero hay más. Estos chicos eran parte de algún culto súper religioso. 1
Los miembros de este culto creían que los niños fueron tocados por Dios para
descubrir a los profanos y destruirlos.
83
—De acuerdo, todo esto suena asombrosamente similar a lo que estoy
descubriendo.
—Entonces, este culto, si un grupo de locos que viven juntos y casan niños
es una buena interpretación de la palabra...
—Creo que lo es.
—...creía que estos niños eran la segunda venida. Tan pronto como
escaparon, el alguacil fue al recinto para encontrarlos. Desaparecieron. Durante la
noche. Todo el grupo de treinta y tantos miembros desapareció. Y ninguno de ellos
ha sido encontrado de nuevo, tampoco. Ni un solo miembro.
—Guau. Así que, ¿crees que todo el culto estaba detrás de los asesinatos?
—Eso o ellos condonaron cualquier cosa que hicieron estos niños. Charley,
hicieron todo menos adorarlos abiertamente.
—Cosas más extrañas han pasado.
—Pero hay más.
—Esto es como una telenovela y un programa de chismes todo convertido
en uno.
—¿Los niños arrestados por el crimen?
—Sí.
—Charley, eran hermano y hermana.
Bueno, eso me sorprendió. También sorprendió a Reyes. Permaneció
inmóvil, inmerso en sus pensamientos.
Eché un vistazo a una mesa cercana. Escuchaban a hurtadillas. No podía
culparlos. Mierda no se volvía más loca que cultos religiosos. Y/o parejas de
hermanos y hermanas. Porque Uhg.
—Espera. ¿Obtuviste esto de Pari? ¿Nuestra Pari?
—La incomparable.
—¿Y cómo nuestra Pari tiene acceso a una base de datos segura del FBI?
Silencio.
—¿Está volviendo a hackear?
—Ella no sonaba mal. 1
—Sitios web. Bases de datos. Se metió en un grave problema en el pasado, y
está en algún tipo de libertad condicional. Ni siquiera se supone que entre a
84
Internet. Nunca. Por ninguna razón.
—Guau, Charley. Sabía que era buena con las computadoras. No tenía idea
de que se metió en problemas.
—Eso no es tu culpa. Hablaré con ella. Mientras tanto, esto es una locura.
—¿Deberíamos hablar con Robert?
—Sí. Lo llamaré.
—Genial. Hablamos pronto.
Colgué el teléfono y observé la expresión de Reyes. —¿Estás bien?
Asintió. —Tiene sentido.
—Lo hace. Bueno, todo excepto la cosa hermano-hermana. Espero que haya
sido un error. —Cogí el teléfono y encontré a Ubie en mis contactos.
—Hola, calabacita. Cookie me dijo que te tomaste el día libre. —Estaba tan
feliz, que no podía decirle que no tenía nada que ver con eso.
—Sí. Entonces, ¿te contó algo sobre el caso en el que estamos trabajando?
—No. Ella ha estado... bueno, últimamente he estado un poco distraído.
—¿Quieres decirme por qué?
—No.
—Está bien. Así que... —informé a Ubie de lo habitual. Era suficiente para
captar su interés con unas garras afiladas.
—Te mantendré informado de lo que descubro, pero si puedes echar un
vistazo a este caso viejo...
—Puedo hacerlo —dijo.
Reyes y yo salimos del restaurante. Una cosa era permitir la escucha de
algunos fragmentos al azar de investigación que se pueden encontrar en línea. Pero
otra completamente diferente es permitir que la información sobre mi cliente se
escape. Todavía tenía que confrontar a Shawn sobre su provisión de una coartada
para los Foster cuando Dawn Brooks fue secuestrada. Definitivamente necesitaría
una explicación, pero ahora no era el momento.
Le expliqué todo el caso a Ubie, dejando de lado los detalles sobre quién era
mi cliente. Me concentré en los Fosters y lo que Cookie encontró.
—Charley, si eso es cierto, voy a necesitar más. No creo que pueda obtener 1
una orden sobre la información obtenida... de forma creativa.
—De acuerdo, ¿cómo qué? ¿Qué tal una confesión?
85
—Si son quienes dicen que son, han huido y escondiéndose por mucho
tiempo. No van a decirte nada.
—Tengo un plan.
—¿Cuándo no tienes un plan?
—Verdad. —Miré a Reyes mientras manejaba a casa—. Pero es un plan
bastante bueno, siempre que tenga un poco de ayuda.
—Bien, bueno, mantenme informado. En el frente acosador...
—¿Joe?
—¿Joe? —repitió.
—Joe Acosador.
—Correcto. En el frente de Joe —dijo, encontrando que es más fácil
seguirme la corriente que señalar los muchos defectos de mi proceso mental—,
estamos listos de este lado si estás segura de que todavía quieres seguir adelante
con esto.
—Por supuesto que quiero seguir adelante con eso. ¿Por qué no?
—Pensé que lo harías. Sólo comprobando.
—¿Has oído hablar de Amber?
—He enviado mensajes de texto a Osh todo el día. Ella está bien, y él ha
decidido que quiere volver a la escuela.
—Oh, infiernos, no.
Se rio entre dientes. —No sé qué haría sin ti, calabacita.
Eso sonó siniestro. —¿Vas a algún sitio?
—No lo creo. Sólo quería que supieras lo mucho que significas para mí. Oh,
y si llego tarde por cualquier motivo mañana, el Oficial Tang estará a cargo.
—¿Tarde? ¿Por qué llegarías tarde?
—Tengo un centenar de casos en este momento, calabacita. Ha habido
movimiento en uno viejo que tengo que vigilar. Podría tomarme un tiempo. Pero
no te preocupes. Sigue con el plan.
—Está bien. Ten cuidado.
—Siempre. Sé buena. Y quédate en casa. 1
En realidad, esa no era una mala idea. No tenía una noche en casa sola con
la bola y la cadena en unos días.
86
***
1
91
Traducido por Jadasa & florbarbero
Corregido por Jenny99
Soñé con noches sin estrellas y planetas que chocaban. Nebulosas a la deriva
demasiado cerca de los agujeros negros y las galaxias que giraban fuera de control.
Y soñé con alas de ángel. Sus plumas rozando mi piel, enviando escalofríos por mi
columna.
1
Entonces me desperté con el sonido silencioso de Angel. Me sacudió
suavemente, pero había una urgencia en su susurro. O eso, o... 92
Mis ojos se abrieron. Reyes tenía a Angel clavado contra el suelo,
ahogándolo. Si un difunto podía ser ahogado. No tenía ni idea.
Gateé para levantarme de la cama y palmeé el hombro de Reyes. —Cariño,
¿qué estás haciendo?
Levantó su mirada hacia mí, su expresión era la imagen de la alegría. —
Luchando.
Angel hizo un extraño sonido de arcadas y sacudió la cabeza.
—Cariño, no creo que Angel desee luchar.
—Su problema. Estaba de pie sobre nuestra cama, mirándote. Imaginé que
necesitaba una lección.
—Espera, ¿qué? —Aparté los brazos de Reyes de alrededor de la garganta
de Angel. O, bueno, Reyes dejó que moviera su brazo—. Angel, ¿qué está
sucediendo?
Ahora libre, Angel se dobló, tosiendo y ahogando; y en general, molesto.
Me arrodillé junto a él. Palmeé su espalda. Eso le ayudaría. —Rey’aziel,‖
probablemente tenía algo que decirme. Ahora nunca lo sabremos. Creo que
aplastaste su laringe.
—Lo lamento. —Reyes se levantó y se dirigió al baño. No lo lamentaba.
Pobre Angel.
Angel intentó acercarse a una silla en la esquina. Medio lo ayudé y medio lo
arrastré. Intentó alejarme. Le di una palmada en las manos y lo ayudé, de todos
modos.
—¿Qué pasa? —pregunté cuando pudo respirar de nuevo. No tenía idea de
por qué necesitaría hacerlo. Supongo que era un hábito.
Se sentó sosteniendo su garganta y mirando con furia hacia el baño.
—Ángel, ¿qué? ¿Es Beep?
Reyes se encontraba al instante en la puerta, de repente tan curioso como yo
lo estaba.
Cuando Angel no respondió tan rápido como le hubiera gustado, se dirigió
hacia él.
Levanté una mano y le di una mirada de advertencia. —Creo que has hecho 1
suficiente, señor Farrow.
Se paró atrás, todos los músculos de su cuerpo tensos, listo para saltar a la
93
acción por si era necesario.
—Es tu tío —dijo, su voz sonaba ronca.
Una alarma se disparó a través de mí. —¿Qué sucede con él? ¿Encontró a
Guerin? —Grant Guerin. La escoria elegida para matar a Ubie. Razón por la cual
vigilábamos al hombre cascarrabias.
Sacudió la cabeza. Volvió a toser. —No, está en una habitación de hotel. En
algún bar de mala muerte a unas cuadras de aquí. Ha estado vigilando una
habitación en particular toda la tarde. Algunos hombres se detuvieron ahí y la
alquilaron, y ahora tu tío se prepara como para la Tercera Guerra Mundial.
—¿Qué? Muéstrame.
Corrí a ponerme algo de ropa. Reyes hizo lo mismo.
—Será mejor que se apresuren. Cuando me fui, se dirigió a la puerta. Si
Capitán América no hubiera intentado asesinarme.
—Si‖habría‖deseado‖tu‖muerte‖de‖verdad…
—¿En serio, chicos? —Entonces fulminé a Reyes de nuevo con la mirada,
intensamente.
Levantó un hombro. —Debería aprender a llamar.
Antes de que pudieran discutir de nuevo, agarré la mano de Angel. —
Muéstrame. —Me desmaterialicé detrás de él. Reyes hizo lo mismo. Angel quería
preguntar acerca de esta nueva y a la moda capacidad, pero recordó por qué vino,
y desapareció.
Seguir a Angel era un poco más difícil de lo que esperaba. Reyes tomó mi
mano y me llevó, y estuvimos allí en un segundo, de pie delante de uno de los
hoteles más asquerosos que Albuquerque tenía para ofrecer.
—Ahí —señaló Angel—. Habitación 212.
—Gracias, cariño. —Tío Bob ya se hallaba en el interior. La puerta se
encontraba cerrada, entonces hice lo que cualquier investigadora privada digna de
respeto haría. Me desmaterialicé de nuevo y espié.
—Él no habla inglés —dijo un hombre.
Me deslicé en una pequeña habitación de hotel. Reyes apareció a mi lado.
Angel al otro lado de la habitación.
1
Tío Bob parecía retenido en el lugar como rehén. Un total de nueve
hombres. Nueve. Y habían estado en medio de una reunión, por cómo se veía. 94
—Sí —dijo el tío Bob —. Lo hace. —Luego apuntó con uno de los dos
cañones que tenía al hombre de unos cincuenta años. Mal corte de cabello. Bigote
horrible. Como algo de una discoteca de los años setenta—. Y sé por qué estás
aquí.
—Holandesa —dijo Reyes, atrayendo mi atención sobre una mesa.
Pasé por encima y le di un vistazo. Había un maletín abierto con una pila de
papeles en el interior. Y encima había una foto de vigilancia suya.
Oh, no. Esta no podía ser la misma gente. Miré a Reyes. —Esta no puede ser
la misma gente.
—Robert los mató, pero podrían ser del mismo grupo.
—Él no sabe de lo que estás hablando —dijo el portavoz.
—Claro que sí. —Tío Bob les mostró su mejor sonrisa—. Charlotte
Davidson.
El hombre en el que Ubie se encontraba más interesado, se le deslizó una
sonrisa en su rostro. —¿Ese es su nombre?
—No tiene importancia. No te irás de aquí con vida.
—Pienso que sí, mi amigo. —Comenzó a ponerse de pie.
Ubie tensó su agarre sobre la pistola.
El hombre levantó las manos en señal de rendición y volvió a sentarse. —
Creo que viniste aquí sin esperar mucha —Extendió sus manos, señalando a sus
compañeros—, compañía, ¿no?
—Sabía exactamente en que me metía, Valencia.
—Creo que quizás estás mintiendo.
—Creo que tal vez estás nervioso.
Nunca vi tan decidido al tío Bob. Estaba... furioso. Lo irradiaba. Olas
calientes de ira.
—Mira, soy quien asesinó a tu pequeño equipo hace dos años.
El hombre permaneció inmóvil, evidentemente no esperaba eso.
—Ellos sabían sobre ella. Iban a capturarla para ti. Lo descubrí, y, bueno,
esta es mi ciudad. No me gusta cuando los barones colombianos de las drogas
intentan robar mujeres y comerlas.
1
—¿Mis hombres sabían de la bruja?
¿Bruja?
95
—Ellos sabían.
¿Bruja?
—Ciertas personas en algunas multitudes saben que tiene algún tipo de
percepción extrasensorial. —El tío Bob se rió—. Pero confía en mí, ellos no saben la
mitad de ello.
—¿Cómo averiguaste que estábamos aquí?
—El Departamento de Estado tiene espías sobre la gente como tú, El
Tiburón. Por supuesto descubriríamos cuando entraste al país.
—No vine por las rutas normales.
—Entraste ilegalmente. Lo sé. Tengo contactos.
—Pero quizás no estoy aquí por esta Charlotte.
Ubie ni siquiera reconoció eso con un comentario.
La tensión en la habitación aumentaba con cada segundo que pasaba. Un
hombre se aferró a un arma sobre una cómoda, y el tío Bob le dio una mirada de
advertencia. Luego otro bajó una mano hacia la pistola en su funda. La misma
historia. Diferente calibre.
Pero lo superarían, y pronto. No podría mantener el ritmo por mucho
tiempo, ¿en qué demonios pensaba?
—Me gustaría que supieras que en realidad te estoy haciendo un favor —
dijo—. El esposo de Charley es el hijo de Satanás. Te habría hecho mucho mal.
El hombre permaneció impasible, pero sentí que su pulso se aceleraba.
Hambriento. También quería comerse a Reyes. Hijo de puta.
Me di la vuelta hacia mi marido y me sorprendí al ver la expresión de rabia
en su rostro. Rabia pura y auténtica. —De todos modos, no habrían podido
matarte, ¿verdad? No pasa nada.
Me miró boquiabierto. —¿Crees que estoy preocupado por mí?
No. Por supuesto que no. —Pero tampoco podrían haberme matado.
—Hay cosas peores que la muerte.
Oh. Mierda. Eso no sonaba prometedor.
En una secuencia de eventos que rápidamente me tomaron por sorpresa,
salieron pistolas de todos los rincones de la habitación. 1
Apenas pude decir las palabras Quédate quieto antes de varios disparos. 96
Las balas se deslizaron a través del aire, dos de las pistolas que sostenía
Ubie, desacelerando hasta detenerse por completo. Era rápido. Le concedería eso.
Se quedó congelado en el lugar. No porque detuve el tiempo, sino porque se
hallaba sorprendido y confundido. Detuve el tiempo, pero lo mantuve en el
circuito. Luego con Reyes nos materializamos así él podía vernos.
Me vio de reojo, se puso de rodillas, y giró su arma más rápido de lo que
pensaba que fuera capaz. Una maniobra defensiva que me dejó absolutamente
impresionada. Pero hizo una pausa, mirándome fijamente. Frunciendo el ceño con
incredulidad.
Me apresuré hacia adelante. —Tío Bob —dije, dándole un empujoncito para
que ninguna bala lo alcanzara. —¿En qué diablos pensabas?
—¿Charley? —Miró de mí a Reyes, una y otra vez. Luego observó a los
ocupantes de la habitación congelados—. ¿Qué estás...? No entiendo.
Me arrodillé a su lado. —¿En qué estabas pensando al venir aquí?
—Yo... ¿Qué haces aquí?
—Puse a Angel a vigilarte.
—¿Por qué? ¿Sabías que Valencia se encontraba en la ciudad?
Sacudiendo la cabeza, dije—: No. Pero llevamos un tiempo vigilándote por
una razón completamente diferente. Se supone que ibas a ser asesinado por un
chico llamado Grant Guerin. Te seguíamos. Intentando asegurarnos de que no
sucediera.
—Ni‖ siquiera‖ conozco‖ a‖ un‖ Grant‖ Gue…‖ —Miró alrededor a las figuras
inmóviles, la sangre comenzó a drenarse aún más de su rostro—. ¿Cómo...? ¿Qué
sucedió?
—Solo ralenticé la velocidad del tiempo. Estos hombres iban a matarte. —
Arrojé mis brazos alrededor de su cuello. Palmeó ausentemente mi cabeza,
asimilando la conmoción.
Reyes recogió las armas y las lanzó al interior del maletín.
—Puedes... puedes detener el tiempo. —No era una pregunta. Lo decía más
como una afirmación que intentaba asimilar. Lo comprendía.
—No por mucho tiempo. Tío Bob, ¿por qué viniste aquí solo?
—¿Qué? 1
Pensé en golpearlo al igual que en las películas, y podría hacerlo si no
tuviera no solo una, sino dos armas. —¿Por qué viniste solo?
97
—Me‖ informaron.‖ Yo…‖ Valencia‖ entró‖ ilegalmente‖ al‖ país.‖ —Negó con la
cabeza—. Vio el vídeo que Amber te mostró.
—¿Cachorros bostezando?
—No.
—¿Cachorros peleando?
—No,‖los…
—¿Tenía gatitos? —Vi un montón de vídeos de gatitos—. ¿O Ellen? —Y
vídeos de Ellen. Ella era genial.
—El‖de‖la‖posesión.‖La‖niña‖y‖el‖hombre‖con‖el‖machete‖y…
Eso no ayudaba mucho. Entonces me di cuenta. —Oh, cierto, en el que
exorcicé a un demonio de una niñita en África. —Me encogí—. Mala iluminación.
Cuando mi cara rebotó contra el suelo, el sonido fue malo. Fue mucho más que el
ruido sordo verdadero. Alguien le agregó el sonido, lo juro.
Parpadeó, las luces encendidas, pero nadie en casa. —Él‖quería…
—¿Comerme? Sí, Reyes me lo dijo. También me contó lo que le hiciste hace
dos años a esos hombres quienes iban a secuestrarme y llevarme a El Jefe aquí.
—El Tiburón —corrigió.
—¿El Tiburón? Me gusta. —Lo abracé de nuevo, aprovechándome por
completo de su estado mental—. Tío Bob, eres increíble, pero fuiste condenado al
infierno por lo que hiciste por mí.
Finalmente apartó su mirada de las estatuas, y no de una tipo Miguel Ángel,
y se concentró en mí. Soltó una pistola y tocó mi rostro como si fuera una joya
preciosa. —Calabacita. —O una fruta de otoño—. Sabía las consecuencias antes de
pasar por esa puerta.
Ahogué un grito. —Tío Bob. No... no sé qué decir. —Y no lo sabía, por lo
que sólo lo abracé. Una vez más.
—¿Qué piensas? —preguntó Reyes, aún furioso—. ¿Una sucesión trágica de
cuellos rotos? De todos modos, todos van al infierno. Solamente estamos
adelantando su cita.
Lo pude ver finalmente. Lo que veía. La marca. La había visto antes, pero
fue de golpe y bastante impredecible. Si miraba lo suficientemente cerca, podría
ver lo que hicieron por obtener ese destino ardiente. Éstos no eran buenos chicos. 1
Cerré los ojos para apagarlo, por falta de una mejor frase. Asesinaron
familias enteras como un ejemplo para los demás. Las colgaron de puentes.
98
Decapitadas. Esposas torturadas mientras sus esposos e hijos observaban. Me
detuve allí, incapaz de ver nada más. El lado oscuro de la humanidad. Al igual que
los residuos tóxicos.
Me concentré en mi esposo y dije—: Mátalos a todos.
Y lo dije en serio. Por una fracción de segundo, estaba lista para matar.
Tomar una vida humana. Como si tuviera el derecho. Como si fuera uno de ellos.
Justo cuando Reyes se encontraba a punto de romper su primer cuello de la
noche, grité—: ¡Espera!
Pero fue demasiado tarde. Apareció un ángel. Un arcángel, para ser más
precisos. Miguel. Se materializó a no más de tres metros de mí, con sus enormes
alas ocupando la mitad de la habitación ya llena.
Me puse de pie de un salto. Reyes se alejó y bajó la cabeza, con los músculos
tensos y listos mientras su túnica negra se materializaba. Ondulándose en olas
gigantes. Le hacía parecer aún más amenazador, no es como si necesitara ayuda.
Podía distinguir el brillo del acero debajo de él, el chico realmente quería una
pelea, entonces se asentó alrededor de él.
Y el tío Bob, que se sorprendió al ver al arcángel, se puso de pie, sin saber
qué hacer. No podía decidir si estaba más sorprendido por el ángel o por Reyes.
Personalmente, habría apostado por el espinoso hijo de Satanás, pero me
casé con el hombre. Probablemente estaba parcializada.
—¿Qué? —le pregunté a Miguel en mi tono más rudo. No siempre nos
habíamos llevado bien. Sobre todo, porque intentó matarme. O, bueno, sostenerme
hasta que Jehová llegara para hacer el mismo acto.
Me advirtió. Miguel. Me advirtió que no detuviera lo que ya estaba puesto
en marcha. —Supongo que Él está viniendo por mí ahora que cambié la historia
humana. Ahora que salvé la vida de mi tío.
—No, en absoluto —dijo, manteniendo la mirada fija en la mayor amenaza
de la habitación que, por desgracia, no era yo—. Llegaste antes de que muriera. No
se han roto las leyes.
—¿Qué? —Di un paso adelante, enojada y lista para estrangularlo. Pero me
detuve en seco y lo acepté.
Los ángeles tenían los ojos inhumanos más increíbles. Brillaban con las luces
1
del universo. Sus ojos eran la prueba de que Reyes era un ser angelical. La forma
en que brillaban incluso en la luz más baja. La forma en que veían directamente el
99
alma. La forma en que conocían mucho más de lo que dejaban pasar.
Reyes fue creado a partir de la energía de un dios y los fuegos del infierno,
pero parte de él era ángel. Cierto, esa parte era ángel caído, pero ángel, no
obstante.
E igual que Reyes, ellos podrían ser las cosas más frustrantes de este lado de
la eternidad.
—Pensé que no podía sanar en absoluto, ¿no es eso lo que dijiste?
—Puedes sanar de vez en cuando. Muchos de los dotados en este mundo lo
hacen.
Extendí los brazos, molesta. —Sí, oigo a los médicos hacerlo todo el tiempo.
—Hay leyes. Sin embargo, no las rompiste esta noche.
—¿Qué leyes? Recuerda, todo este concierto vino con una seria falta de
manuales de instrucciones.
Finalmente me dio una mirada. —Eres un enigma. Hemos tenido sólo a un
ángel de la muerte que vivió tanto como tú. Y era un ermitaño sin otras
habilidades, además de las que implica su condición. Tú, por otro lado, necesitas
mandatos especiales.
—¿Puedo curar a la gente? Porque pensé que, si curaba a alguien o detenía
la muerte prematura de Ubie, haría un alboroto en el cielo.
Dejó que su mirada vagara sobre mí como si tratara de diseccionarme.
—No que sería primera vez. El cielo parece increíblemente fácil de burlar
estos días.
—Puedes curar —dijo por fin—, sólo muy ocasionalmente y sólo, y marca
estas palabras, ángel de la muerte, sólo si el alma no ha sido liberada. Sólo si no ha
salido del vaso y entrado en el reino de nuestro Padre. Esa es la ley más sagrada.
—Entonces, ¿esa es la regla?
—Sí.
—¿Y si la rompo?
—Serás expulsada de esta dimensión por toda la eternidad.
—Oh. Bueno, eso no parece demasiado malo. No puedo curar a gente 2
muerta, que, ¿por qué? Están muertas.
00
Inclinó la cabeza hacia un lado, pero su atención se devolvió a Reyes,
cuando el hijo del diablo, en el sentido literal, dio un minúsculo paso adelante. Se
encontraba ansioso por llegar a Miguel hace rato. Podía sentir el deseo tirando de
él. Impulsándolo hacia adelante.
Miré y negué con la cabeza. Me ignoró.
—Y no puedes curar el cáncer —continuó Miguel.
—No lo hice.
Apartó la mirada de Reyes de nuevo y me dirigió una sonrisa de sabiduría.
—Pensaste en ello.
—¿Sí? Bueno, también he pensado en romperte el cuello, ¿eso cuenta?
—No —dijo, con una esquina de la boca inclinada hacia el cielo.
—Espera un minuto, ¿es por eso que tus secuaces me han seguido?
Su mirada se hizo curiosa. —¿Secuaces?
—¿Me están siguiendo porque amenacé con curar el cáncer? —Entonces
algo más me golpeó. Me senté en una silla cuando me di cuenta de lo que Miguel
dijo. Lo que realmente había dicho—. Me ibas a echar de este plano si curaba a mi
tío, pero no lo hiciste. Porque... ¿porque aún no estaba muerto? ¿Porque les
impedimos matarlo?
Asintió.
—Así que, entonces, realmente iba a morir aquí. Detuvimos a Grant Guerin
de matarlo, así que esto fue... y yo iba a...
—…encontrarlo‖demasiado‖tarde‖—terminó por mí.
Miré al tío Bob, mi corazón se rompió al pensar en perderlo, pero no parecía
molesto en lo más mínimo. De nuevo, todavía se encontraba temeroso. Los ángeles
hacían eso.
—Sabías —le dije—. Sabías que no saldrías vivo de aquí.
Finalmente se concentró en la conversación. Un poco más tarde. Levantó un
hombro en un encogimiento de hombros indefenso. —Tenía una fuerte sospecha.
—Tío Bob, ¿cómo puedes...? —Ante la ausencia de palabras, lo acepté.
Tenía la marca. Era injusto, especialmente dadas las circunstancias. Su causa
había sido noble. La sentencia injusta. Levanté mi mano y luego levanté las cejas
cuestionando a Miguel. 2
Asintió y esperó, así que agité mi mano y desmarqué a mi tío favorito.
01
Luego me volví hacia Miguel. —¿Por qué puedo marcar y desmarcar?
—Eres el ángel de la muerte. Es tu dominio.
—Así que, te pregunto de nuevo, ¿por qué tus secuaces me siguen?
—Ellos no lo hacen.
—Amigo, están en todas partes. Ni siquiera trates de decirme que no me
siguen, porque... oh —dije cuando me di cuenta de lo sorprendentemente
arrogante que sonaba—. No me siguen, ¿verdad?
—Están siguiendo al dios Rey'azikeen.
Justo. Eso realmente tenía mucho sentido.
Reyes se quedó inmóvil, pero dejó escapar el más mínimo indicio de
sorpresa en su rostro perfecto, una reacción tan minuciosa que, si yo hubiera
parpadeado, me la habría perdido.
—Ahora que Reyes sabe que es un dios —dije—, ¿es más que una amenaza?
¿Es así?
—Probablemente no más que tú, pero sí.
—¿Yo? —pregunté, horrorizada—. ¿Qué hice?
Se burló de mí. Ni siquiera sabía que los ángeles podían hacer eso. —¿Has o
no has amenazado con destruir al Padre?
Guau, mis uñas necesitan una buena manicura. Las giré para mirarlas
cuando respondí. —Pff, amigo, hago amenazas todo el tiempo. Como si supiera
cómo destituir... espera. —Me paré, asombrada, y me acerqué más—. ¿Me estás
diciendo que eso es posible?
No respondió. No podía culparlo, ¿quién querría que supiera algo así?
—Así que —le dije, cambiando el tema con la cara inexpresiva—, te hemos
retenido por un buen tiempo.
—El tiempo no tiene importancia.
—Dile eso a alguien en un accidente de coche, sangrando hasta la muerte.
Miguel empezó a tocarme, pero Reyes se paró allí en un latido, con la
espada desenvainada, la punta perforando la garganta del ángel.
El tío Bob se tambaleó hacia atrás, todavía un poco trastornando.
Miguel alzó las manos. —Iba a enseñarle algo. —Con la espada aún en su
garganta, volvió una mano y me la ofreció. 2
Extendí la mano y rocé las yemas de mis dedos a lo largo de su palma 02
extendida hacia arriba, y las imágenes que inundaron mi corteza cerebral
desafiaron la lógica. La creación de la Tierra. La profundidad del universo en
constante expansión. Criaturas vivientes en los confines del espacio. Y los dioses.
Muchos más de lo que jamás imaginé posible. Casi cada dimensión tenía por lo
menos uno, y había millares. Más. Demasiados.
Cuando terminó, retrocedí y bajé la cabeza. Absorbiendo lo que me mostró.
Y el porqué. No era un documental sobre los misterios de nuestro increíble
universo. Fue para hacerme saber exactamente eso: miles de dimensiones. Miles de
opciones. Y podría ser expulsada a cualquiera de ellas.
Lo miré y asentí en reconocimiento. En entendimiento. Llegamos a una
especie de acuerdo.
Casi.
Le di una mirada dura y le dije—: Estos hombres son míos.
—Los designados para el dominio de Lucifer no son mi preocupación. —
Ofreció un movimiento con la mano y desapareció.
El tiempo volvió a ponerse en su lugar, el sonido ensordecedor por una
fracción de segundo, luego los hombres echaron un vistazo alrededor, buscando
sus armas.
—Ya sabes —le dije a Reyes por encima de mi hombro—, deberíamos dejar
a Osh en esto.
Frunció el ceño, pero se encogió de hombros, aceptándolo.
—Tío Bob, estás a punto de ver algo que podría ser un poco desorientador.
La expresión de Ubie pasó de aturdida a cómica en menos de seis segundos.
Él era realmente bueno en lo de las caras inexpresivas, también.
—Osh —dije, llamando al demonio esclavo.
Salió de una esquina sombría como si hubiera estado allí todo el tiempo.
—Elige tu opción.
Una sonrisa demasiado perversa para la sombría situación pasó por su
hermoso rostro. En ese punto, El Jefe había descubierto que cometió un grave
error.
No entendía a hombres como él. Tan leal y amoroso con su propia familia, y
sin embargo un monstruo, un monstruo absoluto para los demás. 2
Valencia observó a Osh y sonrió. Quería decirle que Osh sólo parecía un 03
niño, pero pronto se daría cuenta. Osh saltó sobre él tan rápido, que era imposible
de ver. Lo clavó contra una pared, luego bajó la boca sobre la del hombre mayor y
respiró su esencia. Absorbió su alma. Se alimentó de su aura.
Era como ver porno gay sin la desnudez, el intercambio entero era una de
las cosas más eróticas que había visto.
Los hombres de Valencia se apresuraron a ayudar a su jefe, pero Reyes
intervino a tiempo. Se soltó. Se involucró en un par de peleas de puño por
diversión antes de romper los cuellos uno por uno. No sabían qué los golpeó. Por
otra parte, sus muertes fueron misericordiosas en comparación con lo que hicieron
con sus víctimas. Sin embargo, sus condenaciones eternas después de la muerte,
sería otra historia.
Acompañé al tío Bob bajo el aspecto de negación plausible. Además, no
necesitaba verlo todo. Reyes y Osh eran demonios. A veces disfrutaban de la
matanza demasiado.
—Tenemos que ir al infierno en menos de tres horas —me dijo el tío Bob,
como si saliéramos de una reunión o acabáramos de salir de la cena.
—¿Qué? Oh, claro, el centro comercial. —Suprimí una risita—. Sabes, he
estado. Realmente son muy similares.
—¿Por qué no estoy sorprendido?
—Tío Bob, todavía no puedo creer lo que estabas a punto de hacer por mí.
Podrías haber muerto.
—Charley, sé lo especial que eres. O, bueno, pensé que lo sabía. —Se pasó
una mano por el pelo—. Supongo que no tenía ni idea. Realmente no.
Envolví un brazo en el suyo. —Está bien. No siempre lo entiendo, tampoco.
—¿Era eso... era un ángel?
—Ah, ¿él? Sí, ese era Miguel, el querido angelito. —Me doblé sobre mi
cintura, riendo.
El tío Bob se limitó a mirarme con horror. No todo el mundo tiene mi
humor.
—¿Cuánto sabe Cookie?
—No tanto como tú. Ya no.
Asintió mientras Reyes salía.
2
—¿Te sientes mejor? —pregunté.
—Sabes, creo que sí.
04
Estudié el hotel deteriorado. —Básicamente maté a esos hombres, ¿seré
expulsada al infierno?
Se acercó a mí. Puso sus dedos debajo de mi barbilla. La levantó hasta que
nuestras miradas se encontraron. —Eres una diosa, Holandesa. Y el ángel de la
muerte. No serás expulsada. Eres la que expulsa.
—Sí, bueno, no estoy seguro de que Miguel el querido angelito esté de
acuerdo. —Resoplé de nuevo por mi propia broma—. Lo llamaré así la próxima
vez que lo vea.
—Quiero estar ahí.
—Te daré un asiento en primera fila.
—No, quiero estar allí la próxima vez que intentes comenzar la Tercera
Guerra Mundial.
Su declaración no era en realidad la ligera sugerencia que hizo parecer. Era
una advertencia. Emparejé su advertencia con una mirada gentil. Habría sido
incluso mejor que lo emparejara con un buen chianti y una bola de queso.
1
Me envolví en sus brazos y ofrecí mi propia mirada de advertencia. —
Empújame de un edificio de nuevo, y verás a Miguel más pronto de lo que
esperabas.
Tiró de un mechón de mi cabello, luego lo metió detrás de mi oreja. —A
menos que visite a Lucifer, dudo que eso suceda.
Retrocedí, sorprendida. —¿De verdad crees que irías al infierno?
—No. Como un dios, iría a una dimensión de prisión, supongo.
—Creo que has visto suficientes prisiones para durar unos pocos millones
de años. Y, además, ¿por qué irías allí? No has hecho nada malo, Reyes.
Me ofreció una sonrisa triste y apartó la mirada.
2
05
Traducido por Bella’ & Beatrix
Corregido por Julie
Mi vida entera puede resumirse en una oración: “Bueno, eso no salió como
esperaba”.
(Camiseta)
2
23
Traducido por florbarbero & Mary Warner
Corregido por Mawii
Nunca cometo el mismo error dos veces. Lo hago como cinco o seis veces, ya
sabes, solo para estar segura.
(Camiseta)
Ella ha pasado por el infierno, así que créanme cuando les digo, temedla
cuando ella mire hacia el fuego y sonría.
(E. Corona)
Dos‖ días‖ m{s‖ tarde,‖ me‖ senté‖ fuera‖ de‖ Calamity’s,‖ a almorzar con Shawn,
que todavía se hallaba un poco golpeado, y posiblemente, un poco triste, pero no
era peor que sus heridas. Cookie había encontrado a sus padres, y quería darle la
información en persona. Y darle las gracias.
2
—No puedo creerlo —dijo, mirando el papel—. Realmente murieron en un
incendio. 55
—Lo siento. Lo más probable es que fuera planeado por los Foster. No
querían arriesgarse a que las autoridades volvieran a buscarlos.
—Pero lo hicieron, de todos modos, ¿verdad? ¿Las autoridades?
—Sí. Cuando se descubrió que no moriste en el incendio, sospechaban que
esto fue montado para cubrir tu secuestro. Pero tenían tan poco para seguir
adelante con la investigación, y los Foster claramente eran buenos en lo que hacían.
Miró las fotos que Cookie encontró. Pasó los dedos por la cara de su madre.
—Pero tienes familia. Tienes una tía, dos tíos y varios primos. Estoy segura
de que les encantaría conocerte.
Asintió, no muy dispuesto a dar ese paso. —¿Su información está en el
archivo?
—Sí. Y si necesitas que haga el contacto inicial, si decides conocerlos, estaría
feliz.
—Gracias. Lo pensaré.
El tío Bob encontró suficiente evidencia para exonerar a Veronica Isom. Los
Foster podrían ser psicóticos, pero mantenían registros meticulosos. Todavía
trabajábamos en los otros niños que secuestraron. Uno vivía en Albuquerque. Se
encontraron dos más en el complejo. Y otros innumerables seguían desaparecidos.
La prensa los bautizó como los Hermanos Divinos. Además de las
atrocidades que habían cometido, el hecho de que fueran hermanos casados fue lo
que atrajo a los titulares nacionales.
Shawn respiró hondo, cerró el archivo y tomó un sorbo de su té helado. —
Este es un buen lugar.
—Lo es. Pertenecía a mi padre antes de que Reyes lo comprara.
—Así que, Reyes.
Pensé que podría abordar ese tema eventualmente.
—Es como un hermano de una manera extraña y demente.
—Estoy de acuerdo.
Él quería un hermano. Podía sentirlo. Quería a alguien con quien pudiera
hablar. Alguien en quien pudiera confiar como lo había hecho la otra noche. Se
llevaron tan bien, también sentía que Reyes se beneficiaría de esa relación. 2
—Shawn, tengo que preguntar. ¿Por qué le diste a los Foster una coartada la
noche en que Dawn Brooks fue secuestrada? Le dijiste a la policía que estuvieron
56
en casa esa noche.
—Porque de verdad se encontraban en casa. Pero como notaste, tenían
bastantes seguidores que hacían lo que ellos dijeran. —Bajó la barbilla y tragó—.
Cualquier cosa.
Sólo podía preguntarme qué quería decir con eso. —¿Por qué no me hablas
del complejo?
Levantó un hombro. —Crecí allá afuera. Pasé mis veranos allí. Esas
personas‖eran‖como‖familia.‖Parecían…‖perdidos.
—Y asesinos.
Asintió. —No lo sabía.‖Mam{…‖—Se aclaró la garganta—. Eve mantuvo esa
parte privada. Todo lo que sabía era que me encantaba estar allí, aunque los
adultos estuvieran locos. Eso es lo que pensábamos al crecer.
—¿Pensábamos?
—Los niños que fuimos criados en el recinto. Siempre supimos que algo no
andaba bien allí.
—¿Sabías que los Foster eran hermanos?
Se quedó inmóvil. Frunció la boca. Se volvió aún más pálido.
Mierda. —¿Sabes qué? Guardemos eso para más tarde.
Negó con la cabeza. —Por favor, dime que estás bromeando.
Aparentemente no había visto el periódico. Bajé la vista y le di un momento
para lidiar con ello. Pero finalmente dejé que mi mirada subiera y lo volví a mirar
fijamente.
Saber lo que era Shawn, el producto de una unión de hace miles de años
entre un ángel y un humano, mantuvo mi mirada fija en él durante la mayor parte
del almuerzo. Era como si no pudiera dejar de mirarlo. Era una versión rubia de
Reyes.‖ Absolutamente‖ hermoso,‖ aunque‖ no‖tan‖ cautivador.‖No‖tan…‖ ¿cu{l‖ era‖ la‖
palabra? ¿Sexy? ¿Exótico? ¿Goteando pecado? Pero aún así. El factor de hermosura
del chico sentado frente a mí clasificaba a la altura de lattes de calabaza y Chuck
Norris.
Shawn se echó a reír, probablemente tratando de cubrir el silencio incómodo
de mi mirada penetrante.
—¿Qué? —Salí del trance—. Guau, lo siento mucho, Shawn. Es que no sabía
que existiera alguien de tu tipo. Es tan genial.
2
—Bueno, para ser justo, tampoco sabía que existiera alguien de tu clase. 57
Quiero decir, ¿te has mirado al espejo?
—¿Tengo algo en los dientes? —Me volví para mirar mi reflejo en la ventana
detrás de nosotros.
—No, quiero decir, tu luz. Es locamente brillante.
—Sí, realmente no puedo verla, aunque la forcé en un antiguo demonio
esclavo del infierno para poder escabullirme como un dios incógnito, y entonces la
vi. Muy brillante.
—¿Así es como lo hiciste?
Me giré hacia un anciano de pie junto a nosotros, atónita de que se hubiera
acercado tanto sin sentir su presencia. Su esencia.
Por otro lado, emanaba cero emociones. Eso no era lo que sentía. Sentí el
asombroso poder que irradiaba de él. Las ondas de energía.
Shawn sabía que algo sobre el hombre era diferente. Sentí el interés en él. Y
confusión.
—¿Cómo hice qué? —Arqueé una ceja tan arrogantemente como pude—.
¿Cómo me acerqué a tu mejor amigo y lo derribé en cuestión de minutos?
Shawn se alarmó. Miró por encima del hombro, preguntándose si debía
entrar y buscar a Reyes.
El hombre se arrastró hacia nosotros, apenas podía caminar, pero ambos
sabíamos que no era el caso. Cuando llegó, una niña salió de detrás de él. Sostenía
su mano, la sonrisa en su rostro era forzada, plástica como una Barbie.
—¿Eidolon, supongo?
Era corpóreo. Tomó un cuerpo humano. Tenía sangre que podía usarse para
atraparlo. Coloqué una mano dentro de mi bolsillo y envolví mis dedos alrededor
del cristal divino.
Levantó una palma para detenerme. —Por favor. No soy tan estúpido como
mi…‖¿mejor‖amigo?‖Si‖incluso‖piensas‖en‖sacar‖el‖cristal‖de‖tu‖bolsillo,‖romperé‖el‖
cuello de la niña. —Se sentó y abrazó a la chica, con la mano apretada alrededor de
su mandíbula. Pero su sonrisa se mantuvo en su lugar. Sus ojos permanecieron sin
pestañear—. Y si lo convocas, ella no vivirá lo suficiente para verlo materializarse.
Sólo podía suponer que se refería a Reyes.
—Ya has perdido a uno de tus preciados humanos. Aunque todo lo que veo
2
es cuero viejo y una bolsa de huesos. 58
El pobre hombre cuyo cuerpo fue confiscado por Eidolon, murió en el
momento en que lo tomó. El poder era demasiado para el sistema humano. Y
empezaría a decaer de inmediato. Eidolon no tenía mucho tiempo.
—Sólo lo tomé porque se encontraba cerca y me podía sostener el tiempo
suficiente para tener esta charla. —Me señaló con un dedo arrugado—. Sé lo
mucho que les gusta conversar a los humanos. —Sonrió y señaló a la chica—.
Además, este cuerpo vino con un chip de negociación ya listo. Ella es su nieta. Dos
por el precio de uno.
Las paredes de mi pecho se apretaron. Al igual que su agarre en la
mandíbula de la niña. Las lágrimas pasaron por sus pestañas y se deslizaron como
líneas plateadas por su rostro.
—Por favor, déjala ir. Tómame en su lugar.
—Qué sofisticado. —Desestimó la noción—. ¿Crees que no sé lo que eres?
—Tú también eres uno. Podrías matarme. Sólo déjala ir.
—No seas condescendiente conmigo —ordenó entre dientes—. Te lo dije. Sé
lo que eres, Elle-Ryn.
Parpadeé con confusión. Un dios podía matar a otro dios. ¿A qué se refería?
—Eres trece veces más poderosa. Tienes dones pasados de los siete
originales, que te hicieron‖ m{s‖ fuerte‖ cada‖ vez‖ que‖ tú…‖ —Se inclinó y rió—,
conquistabas a otro de tus colegionarios. Esperaré el momento adecuado, si te
parece bien.
—¿Conquistar? No entiendo. Los siete dioses originales de mi plano se
fundieron en uno.
Se echó a reír. Debido al anfitrión que eligió, salió más como un cacareo.
¿Eligió a un anciano para tranquilizarnos? ¿Para hacerse parecer inofensivo?
Porque no funcionaba.
—¿Ellos se fundieron? ¿Quién te lo dijo, pequeña diosa?
—No soy pequeña. Si lo que dices es verdad, soy más fuerte que tú.
—Lo eres. No quise ofenderte. A lo que me refería es que de todos los dioses
que existen, tú eres la más joven. ¿No has oído cómo te llaman?
Lo supe antes de que lo dijera. 2
—Eres la diosa devoradora. La que sobrevivió a una guerra que duró siglos.
La superviviente solitaria, que finalmente los devoró a todos. Eres la vencedora, y
59
al vencedor va el botín. —Hizo un gesto hacia Reyes, que se encontraba dentro de
la barra de trabajo—. Y qué encantador botín son.
Cuando Shawn se acercó, Eidolon apretó la garganta de la chica. La sostenía
en una especie de trance. En el exterior, parecía perfectamente tranquila. Pero en el
interior, el terror desgarraba su mente en pedazos. La torturaba. Aterrorizándola.
Shawn retrocedió, pero no se relajó.
—Estás mintiendo —dije, buscando en mi cerebro algún tipo de plan. De
ninguna manera podría llegar a la chica. Rompería su cuello antes de que me
acercara dos centímetros—. Mi dimensión es pacífica. Lo he visto.
Rugió ante eso, sus dientes falsos casi volando. Los volvió a meter. —Jehová
realmente hizo un número en ti, ¿no? Un número. ¿De dónde sacan esas frases
ingeniosas?
—No lo sabría.
—Eres la más violenta de todos los dioses de guerra en tu dimensión. Y la
más astuta. Lo que explicaría por qué estás aquí en lugar de Al-Deesh o Ran-Eeth o
Ayn-Eethial‖o…‖podría‖seguir.‖¿O‖acaso‖no‖recuerdas‖a‖los‖dioses‖que‖devoraste?
¿Devoré a dioses? ¿Realmente era una devoradora de dioses? ¿En el sentido
literal? ¿Era diferente al colombiano que quería comer mi carne para absorber mi
poder?
No. Se equivocaba. Ran-Eeth y Ayn-Eethial se fusionaron para formarme.
Eso lo recordaba. Él mentía.
—¿Por qué crees que estás aquí? —continuó—. Jehová te está cuidando.
Nada más. ¿Crees que necesitaba subcontratar para la posición de ángel de la
muerte? Tenía su elección entre miles de millones.
—Sabes, cada vez que hablo con uno de ustedes, dioses o un ángel o un
difunto, que podría saber un poco más que la mayoría, tengo una visión diferente
de lo que soy. Soy Charley Davidson. Esto es lo que soy. No voy a la guerra. Y no
devoro dioses. Soy la persona menos violenta que alguna vez conocerás.
—Oh, sí. Pude sentir tu naturaleza pacífica cuando el Razer mató a todos
esos hombres la otra noche.
Me asusté, sorprendida de que supiera de los colombianos. 2
—Está en cada fibra de tu ser. Devoras a tu enemigo sin remordimiento.
Haces que la guerra parezca un juego de niños. Los generales de este mundo
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harían bien en contratarte.
No iba a discutir con él.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? —pregunté como si no lo supiera. Pero
tenía que postergar. Para elaborar un plan. No podía detener el tiempo para tratar
de llegar hasta la niña. No funcionaría con él. Estaría allí conmigo. No me atreví a
intentar llamar la atención de Reyes, aunque probablemente lo averiguaría más
pronto que tarde.
—Ah. Bueno, como tú sabes, somos dioses. Podemos ir a cualquier parte y
convertirnos en lo que deseemos en cualquier plano, siempre y cuando tengamos
una manera de llegar allí. ¿Un portal? Y ahí está mi problema. Lucifer nos trajo a
esta‖ dimensión.‖ Utilizó‖ a‖ Rey’azikeen‖ para‖ hacerlo.‖ Pero‖ el‖ Razer‖ sólo‖ funciona‖
entre esta dimensión y la de Lucifer. No me hace mucho bien. Por lo tanto, necesito
un portal que me pueda llevar a cualquier parte.
—Soy un portal.
—Sí, bueno, tu Jehová y yo no estamos en buenos términos en este
momento. Me debe unos cuantos miles de soldados. Nunca pagó por el contrato.
—Se acercó más—. Aquí entre nosotros, no confíes en el tipo. No, necesito a tu hija.
Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron en una reacción brusca.
—No estoy aquí para matarla, Elle-Ryn —dijo, apresurándose para
apaciguarme—. No sería tan vulgar.
—Pensé que ayudabas a Lucifer por esa misma razón.
—De ningún modo. Sólo la necesito para volver a mi dimensión natal. Es
cierto que voy a matar a cada ser viviente cuando regrese, pero no sabes cómo me
trataron.
—¿Qué te hace pensar que mi hija es un portal para tu dimensión?
—Por favor, Elle-Ryn. ¿No hay engaño debajo de nosotros?
¿Cómo demonios lo sabía? Lo acababa de descubrir. Me preparé. Me
obligué a calmarme. Pensar en algo qué decirle para detenerlo por más tiempo. —
Así‖que…‖¿Por‖qué‖est{s‖ayudando‖a‖Lucifer‖si‖sólo‖quieres‖irte?
—Relaciones públicas. Lo apoyo. La muerte de tu hija es inevitable, de
cualquier manera. 2
—Acabas‖de‖decir…
61
—No quiero matarla. Dije eso. Y no quiero hacerlo. Pero un viajero
cotidiano‖ que‖ usa‖ un‖ portal‖ es‖ una‖ cosa.‖ Un‖ dios,‖ sin‖ embargo…‖ tendemos‖ a‖
destruirlos. Portales. Por lo general, sólo son buenos para un viaje, siendo nosotros
tan vastos y poderosos. Así que, sí, acabaré matando a tu hija, cumpliendo así el
mayor deseo de Lucifer. Pero no la mataré por despecho o malicia. No quiero
lastimarla. Lastimar es sólo una parte inevitable de lo que es. Está en su
composición genética.
Lo miré con curiosidad, tratando de ocultar la ira en mi expresión. —Tal vez
utilizaré tu corazón como un plato de caramelos.
—Quiz{‖partiré‖tu‖cr{neo‖mientras‖Rey’azikeen‖mira.
Podríamos hacer esto todo el día. Lanzar amenazas e insultos el uno al otro.
Crucé los brazos. —Entonces, otra vez, ¿por qué estás aquí? ¿Esperabas que te
entregara a mi hija?
Volvió a cacarear, disfrutando completamente. —Oh, no. La encontraremos
eventualmente. Somos cientos. Miles. Si todavía está en este plano, la
encontraremos. Pero primero, te necesito fuera de mi camino.
—¿De verdad?
—Estás resultando más engorrosa de lo que imaginamos. Aunque debo
decir, Lucifer nos advirtió.
—¿Quiénes son nosotros?
—El ejército de Lucifer, por supuesto. ¿No creías que se había olvidado de
ti? ¿O tu hija? Está un poco obsesionado con todas esas profecías que juran que ella
va a derrotarlo.
—Sólo es un ángel caído. Podría derribarlo con mi dedo meñique.
—Sí. Y debiste hacerlo cuando tuviste la oportunidad. Ahora está en su
dimensión natal. A salvo de ti.
Dejé que el menor indicio de una sonrisa se deslizara por mi cara. —Nunca.
Volvió a cacarear y dio una palmada en la mesa.
La gente empezó a notar el control que tenía sobre la chica. Se susurraban el
uno al otro. Sopesaban sus opciones. Intentando decidir si debían intervenir.
—Lo siento —dijo Eidolon—. Hace tanto tiempo que no he estado ante un
poder‖como‖el‖tuyo.‖Estoy‖teniendo…‖¿cómo‖es‖que‖lo‖llaman?…‖un‖aumento‖de‖
adrenalina por estar cerca de ti. 2
—¿Te refieres a una erección? —le pregunté, tratando de insultarlo. 62
—De la peor manera. —Antes de que pudiera comentar, antes de mi
siguiente latido del corazón, antes de que el siguiente rayo de sol entrara en mi
cabello, se movió. Rápido, como Reyes. E igual de mortal.
Lancé ambas manos sobre mi boca cuando la cabeza de la niña fue girada.
Su cuello se rompió, y se derrumbó en el suelo, su pequeño cuerpo como una
muñeca.
Me senté allí, aturdida, mi visión instantáneamente borrosa.
Shawn se movió primero. Se lanzó hacia lo que parecía un anciano. Apenas
logré decir la palabra: ¡No! Antes de oír otro agudo crujido. Shawn cayó sobre la
acera. Su cabeza hacia atrás.
La gente comenzó a gritar y correr en la dirección opuesta.
Más aún cuando Eidolon sacó un revólver. —Tengo que dejar una
impresión.
Levantó el arma a su cabeza y apretó el gatillo. El cuerpo que habitaba cayó,
dejando el total de la cuenta en tres.
Caí de rodillas junto a ellos y miré horrorizada. ¿Por qué? El hombre ya
estaba muerto.
Entonces me golpeó. Mientras me hallaba sentada, confundida y
concentrada en los cuerpos, Eidolon estalló en una nube de humo, rompiendo las
ventanas cercanas, y me envolvió. Se forzó dentro.
Un dolor cegador, comenzando en mi pecho y extendiéndose por todo mi
cuerpo, se abrió camino en cada célula. Me destrozó los tendones y rompió mis
huesos. No podía respirar. No podía ver. Trataba de desgarrarme de adentro hacia
afuera. Concentró sus esfuerzos en mi corazón, cavando como si buscara algo.
Agarré mi pecho. Luché por tomar aire, pero mis pulmones se encontraban
cerrados. Justo cuando empecé a perder el conocimiento, sentí a Reyes cerca.
Furioso. Poderoso.
Parpadeé, intenté concentrarme más allá del dolor, luego me pregunté si
veía cosas, porque se transformó. En mi visión borrosa, se veía angelical. Pero no
había‖ nada‖ angelical‖ sobre‖ Rey’aziel.‖ Con‖ enormes‖ alas‖ negras.‖ Cuerpo‖ sólido.‖
Músculos tensándose con cada movimiento.
Levantó la espada y la bajó en un golpe definitivo.
Eidolon se rompió. Giró. Trató de reagruparse. 2
Tragué el aire a mí alrededor y llevé los brazos a mi pecho antes de darme
cuenta. Todo lo que sentía, cada gota de dolor, cada gramo de miedo, era sólo la
63
parte humana de mí. La parte minúscula. El grano de arena.
Todavía no había visto el resto de mí. Así que se lo mostré.
La esencia que era Eidolon se enfrentó a Reyes. Eso parecía hacer feliz a mi
marido. Reyes bajó la cabeza. Lo miró por una fracción de segundo por debajo de
sus párpados encapuchados antes de que él se le lanzara.
Al instante en que Eidolon lo alcanzó, preparado para dominarlo con su
energía, el dios malévolo se echó hacia atrás como si un perro llegara al extremo de
una cadena.
Sorprendido, tomó una forma casi humana. Me miró de nuevo. Y si la niebla
pudiera lucir sorprendida, me imaginaba que luciría así.
Hundí una mano en su centro. Esa parte que tenía más masa que el resto.
Era lo que trató de obtener de mí. Mi corazón. El núcleo de mi ser. El centro
mismo.
En un movimiento rápido, se lo arranqué, eliminé a esta bestia que se
encontraba detrás de mi hija. Lo devoré. Lo tragué todo. Luego absorbí lo que
quedaba, el sentimiento de euforia, mientras sus moléculas se fundían en las mías.
Reyes observó, sin parecer sorprendido en lo más mínimo. Cuando me volví
jalea, él estuvo allí. Su brazo a mí alrededor. Su rostro a centímetros del mío.
Extendí la mano y rocé mis dedos contra sus alas. Asombrada.
Entonces‖ recordé‖ a‖ la‖ chica‖ y‖ su‖ abuelo‖ y…‖ y‖ Shawn.‖ Sin‖ mencionar‖ los‖
peatones que nos rodeaban. ¿Fueron atrapados en el fuego cruzado?
Reyes y yo emergimos en el plano mortal, y me puse de pie.
La gente se hallaba lesionada a lo largo de la calle. Una mujer sangraba
mucho. Un pedazo de vidrio había perforado su yugular. Otros gritaban y huían,
sus rostros ensangrentados, pero por lo demás, bien.
Me arrodillé junto a Shawn. Se encontraba envuelto en la chica como si
tratara de protegerla, pero sus ojos miraban hacia el cielo.
Me agaché para tocarlo. Lo curaría primero. Luego a la chica. Luego a la
mujer y a cualquier otra persona. No pensé que pudiera traer al anciano de vuelta.
Una vez que un dios tomaba residencia, no quedaba mucho.
2
—Lo tienes prohibido —dijo una voz familiar.
No me molesté en mirar atrás. La energía de Miguel, junto con la de sus
64
espías y unos cuantos refuerzos, ondulaba a mí alrededor. Me presionaba. Me
sofocaba.
—Murieron a causa de un desastre sobrenatural. Merecen su vida.
—Sólo puedes restaurar si el alma no ha sido liberada. Sólo si no ha
abandonado el navío y entrado en el reino de nuestro Padre.
Me puse de pie y me volteé hacia él. —Sus muertes no fueron naturales. La
culpa se tiende a los pies de un dios. Esto es por nosotros.
Sacó la espada.
Y Reyes fue por la suya mientras sus alas se desplegaban lentamente.
—Rey’azikeen,‖no‖tenemos‖ninguna‖disputa‖contigo.
La boca de Reyes formó una sonrisa voraz. —Seguro que sí.
Miguel se enfocó en mí. —Olvidaste tu lugar aquí. Eres el ángel de la
muerte. Nada más. No tienes derecho a usar poderes divinos en una dimensión
que‖ya‖tiene‖un‖Dios.‖Es…‖—Levantó la mirada mientras pensaba—, hacer trampa.
—De todos modos, no parece importarme.
—Pero es lo que acordaste cuando te convertiste en el portal de este mundo.
—No estuve de acuerdo con que Jehová robara mis recuerdos —dije,
sacando argumentos de mi trasero. Buscando una escapatoria.
—En realidad, lo hiciste. Hiciste un trato. Jehová envía al rebelde a tu
prisión en vez del infierno que creó para él, y sirves como ángel de la muerte en
este mundo hasta que tu término esté completo.
—Sí, Mae’eldeesahn‖me‖dijo‖eso.‖Pero, ¿por qué tomó mis recuerdos?
—El conocimiento previo de dónde viniste influiría en tus deberes aquí.
—¿De qué manera?
—El Padre considera que esto es un período de prueba. Si no puedes
obedecer sus leyes, serás desterrada. ¿Y qué mejor manera de hacer que sigas las
reglas que borrar tus recuerdos, los recuerdos de lo que eres y lo que has hecho?
Estuviste en guerra durante cientos de miles de años en tu dimensión. Saliste
vencedora, aunque profeses anhelar paz. Sin embargo, ganaste. Ese conocimiento
podría influir en tus decisiones aquí, como lo hacen ahora. —Negué la cabeza con
rabia hasta que añadió—: Fue tu idea, después de todo.
2
Levanté mis cejas con incredulidad. —¿Por qué haría tal cosa?
—¿Sabes lo que la guerra le hace a un ser, incluso uno tan poderoso como
65
tú? Los recuerdos son insoportables. Tal vez eres lo que eres ahora debido a su
ausencia. Tal vez querías olvidar lo que hiciste para ganar.
—¿Por qué? ¿Qué hice?
Reyes se acercó a mí. Envolvió una mano alrededor de mi brazo.
—Eso no es de mi incumbencia. Lo que haces en este mundo sí, como el
restaurar un alma que ya ha sido liberada. Una que ya ha dejado el recipiente. Está
prohibido.
—Esta gente no habría muerto si Eidolon no los hubiese matado. No es
justo.
—Eso no es asunto tuyo.
—Entonces…‖ —Me arrodillé, amenazadoramente cerca de la chica—, ¿si
restauro a estas personas, seré desterrada?
—Alejada de este mundo para siempre.
La ira me sacudió tanto que mis dientes castañearon.
—Holandesa —dijo Reyes, tratando de traerme de vuelta.
Sentía su ira. La forma en que tensaba su piel y anhelaba liberación, pero
también sentía preocupación. Por mí. Por Beep.
Miguel inclinó la cabeza, esperando mi respuesta.
Pero la furia que había estado burbujeando surgió repentinamente. Una
espada se manifestó en mi mano y en un movimiento cegador, corté a Miguel.
Una delgada línea roja se extendió por su pecho, y una esquina de mi boca
se levantó. —Ahí está —dije, fascinada.
A pesar de la profundidad del corte, no se estremeció. Sus hombres, sin
embargo, sacaron sus espadas y se prepararon para la batalla. Reyes hizo lo
mismo.
Estaba a segundos de convocar a mi propio ejército cuando me di cuenta de
lo‖que‖hacía.‖Arriesgar‖a‖otros‖seres,‖seres‖justos,‖porque…‖¿por‖qué?‖¿Porque‖me‖
sentía enojada? ¿Era malcriada? ¿Hacía una rabieta porque no logré salirme con la
mía?
Tal vez tenían razón. Tal vez era una diosa de la guerra. Tal vez lo anhelaba.
Vivía para ello. Qué increíblemente irresponsable.
2
Aparté mis reflexiones y me concentré en Miguel. —¿Le diste mi mensaje a
Jehová? —le pregunté, refiriéndome a nuestra conversación anterior en la que 66
prometí apoderarme del mundo.
—Lo hice.
—¿Y?
—Te encontrará en el campo de batalla a tu conveniencia si nombras el
lugar y la hora.
Quedé sorprendida. ¿El campo de batalla? ¿Lucha? ¿Jehová? ¿Dios? ¿El
mismo Dios al que crecí adorando y hablando cuando nadie más me escuchaba?
Siempre supe que se encontraba allí, vigilándome.
Sin embargo, seguía enojada. Por ejercer tal poder sólo para tenerlo
suprimido. Por tenerlo enjaulado cuando podía hacer tanto bien. Quería soltar algo
súper impertinente, pero no salió nada.
Miguel parecía sentir mi repentina incapacidad para formar una frase
completa. Se acercó a pesar de que sus ángeles se tensaron.
Reyes también se acercó.
—Elle-Ryn-Ahleethia, tal vez te gustaría algo de tiempo para pensar en ello.
—Sí —dije, asintiendo. Eché un vistazo a la espada en mi mano. Era antigua,
y tenía la sensación de que ya había visto muchas batallas. Demasiadas. Se hallaba
aquí por una razón, y esa razón probablemente no tenía que ver con apoderarme
de este mundo.
La espada desapareció y empujé a Miguel con el hombro al pasar para hacer
lo que podía, lo que se me permitía hacer. Me arrodillé al lado de la mujer con el
pedazo de vidrio en su cuello. Como aún estábamos incorpóreos, no podía verme.
Ella se aferraba al vidrio, sabiendo que quitarlo significaba una muerte segura. La
sangre salía de su nariz y boca, y el miedo en sus ojos, el puro terror, envolvió sus
tentáculos alrededor de mi corazón y apretó.
Antes de que supiera lo que pasaba, derretí el vidrio, puse mi mano en su
garganta, y la sané. Si eso era todo lo que podía hacer, que así fuera.
Miguel se puso de pie sobre mí. Reyes a su lado, asegurándose de que no se
acercara demasiado.
—Ahora será más difícil para ti —dijo Miguel—, sabiendo lo que sabes. De
lo que eres capaz. Eres como una adicta que ha saboreado la heroína después de
años de sobriedad. Sólo que, si vuelves a los viejos hábitos, perderás a tu familia
para siempre.
2
67
Traducido por Val_17 & Beatrix
Corregido por Julie
—¿A qué se refería él con viejos hábitos? Si soy esta diosa de la guerra y
anhelo la sangre de mis enemigos como otros‖anhelan,‖por‖ejemplo,‖el‖café…‖fue‖lo‖
primero‖ que‖se‖ me‖ ocurrió…‖ ¿por‖ qué‖ se‖ prohibiría‖ corregir‖ una‖ muerte‖ injusta?‖
¿Ese no sería un paso en la dirección correcta? Puedo entender que se prohíba una
guerra,‖o‖comenzar‖una‖revolución,‖o…‖lo‖que‖sea‖que‖ hacen los demás dioses de 2
la guerra, ¿pero corregir una equivocación?
68
La doctora Mayfield se sentó en Spock, un largo sillón que se hallaba en
diagonal al Capitán Kirk, tomando notas. No la había visto desde que la dejé con
Logan, el malvado vampiro nativo americano. Ella comprobó a su hermana, viajó
un poco por el mundo, y ahora trabajaba como psiquiatra para los difuntos. Y, al
parecer, para mí.
—No tiene sentido —continué—. Lo que sí tiene sentido es esta botella de
tequila.
La levanté y dejé que el líquido me quemara la garganta. En realidad, nunca
entendí por qué la gente bebía cuando se sentían miserables. Solo empeoraba las
cosas a la larga. Pero, por alguna razón, el tequila parecía la respuesta.
Seguramente, me encontraba destinada a más. ¿Y por qué aceptaría que mi
base de datos fuera borrada?
—¿Vas a estar bien? —me preguntó. Ella tenía que ir a ver a un paciente con
un fuerte traumatismo que la necesitaba para analizar su pesadilla recurrente. Mi
tiempo se acabó hace media hora, de todos modos.
Asentí. —Me alegra que todavía estés trabajando.
Cerró el cuaderno. —A mí también. Vendré a verte en la mañana.
La saludé con la botella casi vacía mientras desaparecía. Luego saqué el
colgante, el cristal divino, y lo sostuve en mi mano. Froté la cubierta de vidrio.
Estudié el intrincado diseño.
Si no podía salvar a la gente en este mundo, ¿cómo podría salvar a alguien
en el siguiente? El siguiente era una dimensión infernal creada por Jehová para su
rebelde‖hermano,‖Rey’azikeen.‖Mi‖esposo.
Inmediatamente surgieron dos preguntaron cuando me enteré de esta
información: Primero, ¿qué tipo de dios construiría una dimensión infernal con el
único propósito de encarcelar a su hermano? Segundo, ¿qué diablos hizo Reyes
que fuera tan malo que su propio hermano construyó una dimensión infernal solo
para él? Era algo así como su propio hotel Holiday Inn, pero sin piscina ni servicio
a la habitación.
Entonces, ¿qué sabía? Ese lugar podría haber sido creado con todo tipo de
lujos. Todo tipo de comodidades para hacer que las largas y solitarias horas de una
eternidad en confinamiento fueran más soportables.
Pero mi reacción visceral a las palabras dimensión e infernal sugería lo
contrario. 2
Pasé mis dedos por la cálida superficie del colgante. Solía pensar que
siempre se sentía cálido porque lo llevaba en mi bolsillo, contra el calor de mi 69
cuerpo. Más tarde me di cuenta que su calidez probablemente se debía a lo que
albergaba. Tal vez todas las dimensiones infernales eran calientes. Me imaginaba
que allí habría una dimensión fría, o tal vez una muy húmeda, solo para añadir un
poco de variedad.
La imagen de la niña que Eidolon mató, completamente aterrada e incapaz
de moverse, apareció en mi mente otra vez. Pero Jose Cuervo vino al rescate. Era
un gran tipo.
Me di cuenta que Reyes me observó contarle mis asuntos a la doctora
Mayfield y emborracharme al mismo tiempo, desde la comodidad del Capitán
Kirk. Él también estuvo bebiendo, pero sus gustos eran un poco más elegantes.
Probablemente bebía whisky o bourbon o alguna otra bebida que sonaba sexy
cuando rodaba por tu lengua.
Hice un mohín. Me rehusaba a aceptar la comodidad que cualquiera de
nuestros otros muebles tenía para ofrecer. En cambio, nos sentamos en un rincón,
Jose y yo, repasando las habilidades de retención de mi vejiga. Hasta ahora, todo
bien.
Dejé de estudiar el colgante, y en su lugar, estudié a mi marido. Estudié la
forma en que siempre doblaba las mangas de su camisa por las tardes, o las
arremangaba, dependiendo de la camisa, para exponer sus antebrazos. Lo hacía a
propósito. Tenía que saber lo que me hacían sus antebrazos. Y sus bíceps. Y sus
hombros. Y prácticamente todas las demás partes de él.
Se sentó, bañado en fuego. Sus piernas extendidas. Su camisa y vaqueros
desabrochados. Las botas tiradas debajo de la mesita de café.
Justo cuando iba a ceder, a tirar la toalla y buscar el urinal de porcelana,
Reyes habló. —Envíame.
—Está bien, pero no sé cómo eso va a ayudar. Es mi vejiga la que necesita
vaciarse.
No me miró cuando lo dijo. Se hallaba ocupado estudiando el fuego
mientras yo, lo estudiaba a él. —Envíame adentro. Nací y crecí en una dimensión
del infierno. Puedo entrar y traerlos de vuelta.
¿El cristal divino? ¿Honestamente sugería que lo enviara en la misma
dimensión para la cual fue creado el cristal divino?
—No. —Me levanté y me tambaleé hacia el baño. No porque estuviera
borracha, sino porque tenía un calambre en mi nalga izquierda. Siempre olvidaba 2
mantenerme hidratada cuando luchaba contra dioses malvados y discutía con
ángeles arrogantes. 70
Aunque, por otro lado, todos los ángeles eran arrogantes. Tenía la certeza de
eso en un noventa y nueve por ciento.
Oriné, hice una parada en la cocina en el camino de regreso a mi esquina, y
me desplomé para acurrucarme con una botella nueva de mi nuevo mejor amigo.
—¿Soy yo, o de repente es más difícil emborracharme? —Normalmente
estaría vomitando mis tripas, incluso después de media botella de Jose. Pero me
sentía bastante bien. Dejando de lado todo el asunto del mundo-inclinándose-a-la-
izquierda, me sentía genial.
Reyes se levantó del Capitán y se acercó a mí. No, se pavoneó hacia mí, con
una expresión severa en su hermoso rostro, con la camisa abierta, mostrando la
extensión de su pecho. Se detuvo y se elevó sobre mí. —Envíame.
Ahora me molestaba. —No. Kuur está ahí. ¿Recuerdas a Kuur? ¿El asesino
sobrenatural que ha matado seres de docenas de dimensiones solo porque puede?
Sí, él. Y no olvidemos al dios que mató a tu hermana.
—¿No crees que pueda traerlos?
—No estoy dispuesta a correr el riesgo, de ninguna manera.
—De todos modos, fue destinada para mí. Me gustaría ver lo que me
preparó mi hermano. Qué tipo de dios es.
En efecto, qué tipo de dios era. También me lo preguntaba, pero me
cuestionaba aún más sobre mí misma. Claramente, no era la chica que pensé que
era. ¿Solo fingía querer la paz? Estuve en el Cuerpo de Paz, por el amor del cielo.
Se sentó a mi lado, con su bebida en mano. —Puede ser un experimento.
—Reyes, te daré un rotundo no para esto. No va a ocurrir, así que ríndete.
—Envíame, espera un minuto, y luego llámame. Comprobaré el lugar.
—Puede que no sea la Señorita Sabelotodo cuando se trata de todo el asunto
de dioses, pero sí sé que el tiempo funciona de forma diferente en cada dimensión.
Sesenta segundos aquí podrían ser seiscientos años allí.
Se dejó caer a mi lado, nuestros hombros tocándose. —El desliz del tiempo
no es mucho. En todo caso, podría ser tal vez un año. O podría ser al contrario y
volvería tan rápido que no alcanzaría a ver nada. En cualquier caso, podemos
reevaluar y decidir qué hacer a continuación.
—No, creo que Kuur dijo que unos segundos eran años allí. 2
—Nunca lo sabremos hasta que me envíes.
71
Coloqué a Jose a un lado. —Reyes, ¿por qué? ¿Es algún tipo de búsqueda de
venganza‖contra‖Mae’eldeesahn?
Su sonrisa contenía tanto humor como una víbora. —No.
—¿Y si algo sale mal y, no lo sé, no puedo traerte de regreso?
—El sacerdote lo hizo. Tú me lo dijiste.
—Sí, pero no hay garantías. La información provino de un malvado
demonio asesino.
—¿Qué parte de la vida está garantizada? Todo es un juego de adivinanzas,
incluyendo este cristal. Esta dimensión.
—¿Estás resentido con Jehová por el cristal?
—Sí. Me gustaría saber qué hice mal que él tuvo que crear una dimensión
entera solo para mí.
—También me gustaría saber eso. Quiero saber por qué acepté borrar mis
recuerdos. ¿Qué hice que fue tan malo para querer olvidar?
Tomó mi mano y pasó el dorso de mis dedos sobre su boca. Sus ojos
brillaron, y por un momento, olvidé lo que iba a decir. Ojalá Shawn hubiese tenido
la oportunidad de llegar a conocerlo mejor. Su casi hermano.
—Shawn tenía una especie de fascinación por ti. Quería conocerte.
Asintió y bajó la vista mientras pensaba. —Treinta segundos.
Me reí. Era tan él saltarse las partes emocionales de cualquier conversación.
O cualquier parte que lo hiciera ver bajo una luz positiva. —¿Ahora estamos
negociando?
—Eso es todo lo que necesito. Treinta segundos.
—Reyes, no. —Me giré para enfrentarlo—. No voy a arriesgar tu vida en
una misión inútil.
—¿Inútil? Dijiste que había gente inocente allí dentro. Que el sacerdote
enviaba a la gente de su pueblo a la que no podía controlar o con quienes se
enojaba.
—O con los que se obsesionaba. Recuerda, envió a Juana de Arco. Ella
nunca fue la misma cuando salió.
—¿Pero por cuánto tiempo estuvo allí? 2
—No lo sé. Kuur lo hizo sonar como semanas. Posiblemente meses. Y ella
solo tenía doce años.
72
Tomó el cristal divino de mi mano. A diferencia de cualquier otro ser
celestial que contemplaba el colgante, Reyes parecía solo ligeramente interesado.
La mayoría, incluida su servidora, quedaba al instante hipnotizado. Siempre asumí
que Jehová lo había hecho a propósito con el fin de atraer a Reyes para poder
atraparlo. Tal vez me equivoqué. Reyes parecía lo opuesto de hipnotizado. Aunque
tenía curiosidad. ¿Quién no la tendría?
—Quiero verla. La dimensión.
—De acuerdo con Kuur, ya lo has hecho.
Se enderezó.
—Dijo‖ que‖ ellos‖ te‖ atraparon,‖ Mae’eldeesahn‖ y‖ Eidolon,‖ para‖transportarte‖
hacia Lucifer. Cuando saliste, estabas desorientado.
Atónito, apoyó la cabeza contra la pared. —No lo recuerdo.
—Lo siento.
—Bueno, no pudo haber sido tan malo, ¿verdad? Si ya estuve allí y regresé
normal.
Alguien resopló. Estaba segura de que fue Jose. —¿Normal? Tienes una
opinión muy alta de ti mismo, ¿verdad, señor Farrow?
Su sonrisa, esa cosa perversa y sensual que él empuñaba como un arma, me
tocó en todos los lugares correctos. —Supongo que tienes razón.
Me puse de rodillas, luego lo escalé. O, bueno, lo monté a horcajadas. —De
todos modos, tengo una idea mejor. Envíame tú.
Todos los rastros de humor se desvanecieron en un instante. —No.
Empecé a bajarme de él. Pero sostuvo mis caderas y me abrazó.
—¿Por qué no me envías? —pregunté, sonando como una niña caprichosa.
Pero‖era‖mi‖cristal.‖Si‖alguien‖tenía‖derecho‖a‖entrar…
—No es seguro.
—Ah, ¿pero es lo suficientemente seguro para enviarte a ti? Esa es tu lógica.
La lógica dirigida por el pene.
—Vamos a decidirlo con una moneda.
—Si‖yo‖tuviera‖un‖pene…‖—Lo pensé un momento—. ¡Ya sé! Enviaremos a
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Cookie, pero solo por unos segundos. Espera. ¿Qué dijiste? 73
Una esquina de su boca luchó por el control. Sonrisa versus ceño fruncido.
¿Cuál tomaría la delantera?
Levanté mis brazos en señal de victoria. —Y la sonrisa se lleva la medalla de
oro.
Me dio un momento, con la sonrisa asumiendo una personalidad propia.
—Está bien. Lo siento. Sí, lancemos una moneda.
Me moví hacia un lado para que él pudiera alcanzar su bolsillo. Se tomó su
tiempo, rozando sus dedos contra Virginia, animándola.
—Espera un minuto. —Entrecerré los ojos con sospecha—. Este es un truco.
—Es una moneda. —La sostuvo en alto y me mostró ambos lados del
centavo—. ¿Cómo sería un truco?
Me acomodé en su regazo, con su entrepierna encajada contra Virginia, mi
rebelde vagina. —No lo sé, pero lo es. Puedo sentirlo.
Lanzó la moneda. Se volteó una y otra vez en el aire, luego detuvo el
tiempo, se estiró y la envolvió con su mano.
—Sabía que harías trampa —dije.
—Yo iré. No puedo correr el riesgo de perderte.
—¿Pero yo sí puedo correr el riesgo de perderte?
—Puedes. Y también Elwyn. Ella te necesita.
—Eres el más fuerte de nosotros, Reyes. Tú puedes protegerla.
—Primero, eso no es cierto. Segundo, todas las profecías son acerca de ti. No
sobre mí. Yo iré.
Cuando empecé a discutir de nuevo, me levantó de su regazo y fue a la
cocina a buscar un cuchillo. Esperaba que trajera un cuchillo de cocina. En su lugar,
trajo uno carnicero. Treinta centímetros de reluciente metal.
—No necesitamos tanta sangre —le dije, preocupada.
Se encogió de hombros. —Por si acaso.
Pasó la punta de un dedo por el borde afilado. Luego esparció la oscura
sangre roja sobre mi dedo.
Curvé mi mano para mantenerla a salvo. Para mantener a salvo esa
minúscula parte de él. Entonces levanté mi barbilla y fingí ser valiente.
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—Está bien, esta es tu misión básica de reconocimiento. Entra, comprueba la
disposición del terreno, luego regresa sin ningún rasguño. Es solo un simulacro. 74
Una prueba para ver si se puede lograr. Quiero decir, he visto entrar a entidades.
Pero nunca he visto salir a una.
—Estás divagando.
—No‖estoy…‖—Empecé a discutir, pero era difícil discutir con alguien que
tenía razón. Me enfoqué en él. Su imagen. Su olor. Su sensación.
Me atrajo hacia él. Bajó la cabeza. Presionó su boca contra la mía en un beso
que solo podía esperar que no fuera el último.
Luego retrocedió, y solté el gancho del colgante cubierto de cristal. El
colgante de seiscientos años de antigüedad. Al segundo en que se abrió, tormentas
eléctricas y relámpagos se dispararon a nuestro alrededor. Los vientos azotaban y
aullaban como si estuvieran lamentándose.
Reyes apenas parecía interesado. Pero quedé asombrada. No del cristal. Lo
había visto abierto antes. De él.
El cristal devoró a dos seres sobrenaturales en mi presencia, un demonio
asesino y un dios, pero aún no había vista la reacción que Reyes recibía del cristal.
Un relámpago crujió a nuestro‖alrededor,‖pero‖le‖hizo‖m{s‖que‖eso‖a‖Reyes.‖Lo…‖lo‖
acariciaba. Lo exploraba. Pequeñas telarañas de electricidad palpitaban sobre su
piel, recorriendo cada curva, cada línea de su cuerpo. Como si lo sedujera. Como si
estuviera atrayéndolo al interior.
Tomó una bocanada de aire. Echó la cabeza hacia atrás. Dejó que las
palpitaciones lo cubrieran.
Luego me miró con dureza. —Di mi nombre.
Esparcí la sangre en la superficie del cristal, respiré hondo, y envié a mi
marido al infierno.
***
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Algunas veces sacar las palabras de la cabeza y a la página resulta más
difícil que otras, pero la gente que presiona y suplica y ruega por otro libro Charley
hacen que todo valga la pena. Estoy insanamente agradecida, queridos lectores.
Son mi todo. Ustedes son mis Grimlets.
Gracias a mi agente fantabulosa, Alexandra Machinist, y a mi espectacular
editora, Jennifer Enderlin, así como a todos en ICM, St. Martin Press, y Macmillan.
Gracias a la mujer que trae a Charley a la vida tan vívidamente, Lorelei
King.
Gracias a los miembros de mi equipo: Dana, Netters, Jowanna y Trayce.
Ustedes son los mejores de los mejores. ¡Son lo mejor!
Gracias a la familia Collas, por dejarme compartir su historia aquí. Tu ángel
me robó el corazón y está siempre en mis pensamientos.
Gracias a mi familia increíble, por ser tan paciente y solidaria y bella. Porque 2
eso es lo más importante.
Gracias desde las profundidades más profundas y cavernosas de mi corazón
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a la increíble Trayce Layne. No tengo palabras. Has ido muy lejos y más allá, estoy
segura de que has aterrizado entre las estrellas. La única manera de expresar lo
mucho que aprecio todo lo que has hecho es a través de la danza interpretativa.
Por lo tanto, tienes que esperarlo.
Y gracias, por escoger este libro. Podría traerle brotes de la risa, algunos
jadeos sorprendidos, y un tipo de placer sinuoso.
Desde que Reyes escapó de una dimensión del infierno
en la que Charley lo atrapó accidentalmente, el hijo de
Satanás ha estado empeñado en destruir el mundo
creado por su hermano celestial. Sus tendencias
volátiles han puesto a Charley en un aprieto. Pero ese
no es el único vegetal salado en su plato. Mientras trata
de domesticar al ser salvaje que solía ser su esposo,
también tiene que lidiar con su vida cotidiana de
molestar a todo tipo de seres —algunos corpóreos,
otros no tanto— mientras lucha por corregir los errores
de la sociedad. Solo que esta vez no está descubriendo
un asesinato. Esta vez está cubriendo uno.
2
Se añade a eso su nueva ocupación de mantener a una
nueva empresa de Investigadores Privados —el indomable equipo para resolver 81
misterios de Amber Kowalski y Quentin Rutherford— sin problemas, y lidiar con
las preguntas del Vaticano sobre su querida hija, por lo que Charley está a punto
de lanzar la toalla y convertirse en una compradora profesional. O posiblemente
un maniquí viviente. Pero cuando alguien comienza a atacar a seres humanos que
son sensibles al mundo sobrenatural, Charley sabe que es hora de soltar sus garras
afiladas. Por otra parte, su sospechosa número uno es la entidad oscura que ha
amado durante siglos. Así que la pregunta es, ¿puede domar a la bestia rebelde
antes de que este destruya todo por lo que se ha esforzado tanto para proteger?
Darynda Jones ha ganado varios premios,
incluyendo un Golden Heart 2009 en la Categoría
Paranormal por Primera Tumba a la Derecha y el
RITA 2012 por Mejor Libro Nuevo.
Vive en Nuevo Mexico con su esposo de más de 25
años y dos hijos, los poderosos, poderosos chicos
Jones.
www.daryndajones.com
www.facebook.com/darynda.jones.official
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www.twitter.com/Darynda
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