Está en la página 1de 29

Obras de Marc Augé

publicadas por Gedisa


EL OFICIO DE
AI,[TROPOLOGO
El tiempo en ruinas

¿Por qué vivimos? Sentido y libertad


Por una antropología de los fines

Diario de guerra
El mundo después del t t de septiembre
Marc Augé
Ficciones de fin de siglo

Las formas del olvido


Trq,ducción de lñaki Ogallar
El viaje imposible
El turisrno y sus imágenes

La guerra de los sueños


ercicios de etno-ficción
,Ej
Los no lugares. Espacios del anonimato
U na ant¡op olo gía d e la_s o b re mo d ern ida d

EI viajero subterráneo
Un etnólogo en el metro

Hacia una antropología


de los mundos contemporáneos

Travesía por los jardines de Luxemburgo

Dios como objeto


S íntb o lo s - c u e rp o s - mat eria s -p alab r as ged"l.,§,4
Preámbulo

Interrogarse hoy en día acerca del oficio de antro-


pólogo significa interrogarse acerca del mundo ac-
tual. ¿Puede aún una mirada etnológica preocupa-
da enjuicíarlalocalización y la comprensión de las
diferencias? ¿Acaso los actuales procesos que per-
siguen una uniformidad a escala planetaria no eli-
minan cualquier justificación, véase cualquier legi-
timidad, a una empresa en la que únicamente la
colo¡ízación europea hubiera dado sentido en últi-
ma instancia?
Únicamente es posible responder a tales pre-
guntas y a tales dudas adoptando dos direcciones.
La primera pasa por"un reanálisis de lo que consti-
tuye el mundo actual,talvez más diverso de lo que
los ideólogos de la globalízación imaginan. La se-
gunda pasa por un reanálisis de lo que es la anrro- de la antropología filosófica que, cada una en su
pología, c;'rya finalidad puede ser más útil y más ámbito, tienen como objetivo el estudio del hom-
ambiciosa de lo que imaginan los nostálgicos de los bre en general, del hombre genérico.
paraísos perdidos. Me dispongo a emprender la se- La tercera cuestión es la de la escritura. Los et-
gunda dirección, porque es la que permite acceder nólogos escriben. Un poco o mucho, depende. Pe- escritura
a la prim era. Ésa es al menos mi convicción: la an- ro en definitiva, escriben. ¿Por qué, cómo, para
tropolo gía está especialmente bien equipad a para quién? Ésa es toda la cuestión; en fin, casi toda. Ya
afrontar las apariencias y las realidades de la época que escribir consiste en crear una narración y, en
contemporánea, a condición sin embargo de que el contexto poscolonial, numerosos observadores
los antropólogos mantengan una ide a clara sobre se han apoyado en esta conclusión para interro-
cuáles son los objetos, los envires y los métodos de garse acercadel estatuto epistemológico y ético de
su disciplina. la disciplina.
El oficio de antropólogo es un oficio del frente a Cada una de las tres cuestiones que acabo de
frente y del presente. No hay antropólogo, en el formular contiene una parte de incertidumbre. Si
sentido amplio del término, que no lleve consigo la presente nuestros objetos son históricos, tno acaban bo-
actualidad de sus interlocutores. Ello no le resra un rrándose con el tiempo? Si son culturales, ¿pode-
solo ápice de autenticidad a su objero, al conrrario. mos compararlos? Si la etnología se escribe, ¿puede
Esta cuestión del tiempo debe preceder cualquier traducir? El tiempo, la cultura y la escritura pue-
reflexión acerca del oficio de antropólogo. Aunque den aparecer al mismo tiempo como constituyen-
hay otras, al menos dos, que están estrechamente tes de nuestros objetos y como trabas paru nuestra
unidas al mismo. relación con la realidad. Quisiera levantar o relati-
La segunda cuestión consiste en saber a qué vízar esta dificulta d tratando de demostrar que las
hombres nos referimos cuando hablamos de etnó- tres cuestiones -de la autenticidad, de la relatividad
logos o de antropólogos. Nuestros interlocurores y de la literalidad- no son más que una sola, que
son individuos. Nosotros somos individuos. Pero cada una de ellas no es sino una mutación de las
nos interesamos por sistemas, culturas -múltiples y indi otras dos. Según esta hipótesis, sería posible volver
v
variadas, sabido es- y sin embargo nunca perde- a formular la cuestión global del papel que desem-
mos de vista la ambición de la antropología física y peña la antropología hoy en día.

10 11
El tiempo

La cuestión del tiempo y de la historia se Presenta


de manera muy específica a los etnólogos, aunque
está más ampliamente relacionada con todas las dis-
ciplinas de las ciencias sociales. Estas últimas son
históricas, en efecto, en la medida en que la historia
alberga y modifica sus obietos. No es el caso de las
ciencias de la naturaleza. Nuestro conocimiento
ac er ca del univers o ha av anzado considerablemente

a 1o largo de un siglo, aunque el mismo universo no


ha cambiado o, al menos, la naturaleza de sus cam-
bios no tiene que ver con la historia. Jean Paul Sar-
tre lo comentaba en 7946, a través de un artículo
publicado en los Temps Modernes, ..Materialismo y
revoluciónrr, en el que criticaba el materialismo de
Engels y de sus discípulos: "[...] está claro que la

13
noción de historia natwral es absurda:lahistoria no El punto que nos ocupa aquí es que la relación
se caracteriza ni por el cambio ni por la acciónllana de las ciencias de la naturale za y las ciencias socia-
y simple del pasado; se define por la recuperación les con el estado de la situación no es la misma. En
intencio nada del pasado en el presenterr. el caso de las ciencias de la naturalez¡ constituye
Las ciencias, sean cuales sean, se inscriben en una un entorno, a veces favorable y a veces desfavora-
doble historia: su propia historia,lahistoria de cada ble; para las ciencias sociales, constituye a la vez un
una de ellas, de sus progresos -aquella que los histo- entorno y un objeto.
riadores de las ciencias denominan la historia ..in- La recuperación intencionada del pasado en el
terna>>, inconcebible sin la intencionalidad que la presente mencionada por Sartre resulta evidente en
sostiene-, f la historia contextual -del contexro so- el caso de la historia interna de las ciencias, )r nin-
cial, político y económico en el que los científicos guna ciencia que aspire a progresar renun ciaría a
trabajan de manera concreta-,la historia <.externa>>. ello, pero, en relación con la historia externa, la si-
Todo científico se encuentra por tanto ante un <<es- tuación es más complef a: los científicos en general
tado de las cuestiones>>, que corresponde a la histo- (incluso si algunos se encierran dentro de su torre
ria de su disciplina, y ante un <<esrado de la situa- de marfil) persiguen una inflexió n para estar mejor,
ción,, que condiciona el ejercicio prácrico de su o en cualquier caso para conocer mejor. Aunque
investigación inscribiéndola dentro de un contexro una vez más podemos distinguir en este caso las
más amplio. Resulta obvio que el estado de las cues- ciencias de la naturalezay las ciencias sociales. En
tiones y el estado de la situación no esrán rotalmenre efecto, estas últimas afrontan directamente el pro-
desvinculados el uno del otro, sobre todo en nuestra blema del cambio histórico, del cambio de contex-
época, tanto porque los créditos, los programas y to: formaparte de su objeto. Las modas intelectua-
los enfoques de la investigación dependen en gran les y los cambios en el paradigma están incluso
medida de la esfera político-económica, como por- relacionados muchas veces con los grandes aconte-
gue, en el sentido inverso, ciertas aplicaciones de la cimierttos que marcan la historia extern a (la Segun-
ciencia modifican profundamen te alasociedad. To- da Guerra Mundial, mayo del 68, el desplome del
memos como ejemplo dos de los inventos que han comunismo). Dentro del ámbito de las ciencias so-
revolucionado el ámbito de las relaciones humanas: ciales, siempre existe algún motivo para sospechar
la píldora anticoncepriva y el ordenador. de la existencia de un enlace, sutil aunque directo,

14 15
crr'c llisrr'i¿r (.()rtcxtualy las disciplinas
l¿r
que as_
,irr* :r .c,tli'ct¡crrt¿r.s crc .lir. sería ir.luro posible que los demás, conjugar ra historia
de su disciprina
llcgar ¿ cv()car krs trcsrncntidos con simplemente la historia, una historia
qu" t, t istoria apor_ azarosa y
ta en ocasioncs a los esquemas apresurada cuya presencia en el ..s¿n-rpo>>
interectuales qr" er- era en sí
ta ha elaborad o para.oLpr.nder misma una señal; es más, se interesó
a la sociedad. iniciarmente
esquemas interp.eiatirros por grupos que tenían su propia percepción
. !"r de ras ciencias so-
cepción del tiempo y de i, hirtorir.
y con_
ciales se reduc., ..rroices
a un elemento del con- S. t , movido
texto, como los de ra firosofía; de golpe hacia un mundo en er que
habíavarias di-
absorbidos por la
historia externa, no sóro se mensiones temporales, incluso .rrrdo
convierten en simples tataba d,e
encabezados de una historia desmarcarse del esquema evorucionista
dirciplirarir, ,i.ro qr. según el
se inregran en er decorado cual los grupos que estudiaba repres.rrrbr,
der ;.;;;o de una l.rr*
época cuyos historiadores forma de pasado, de primitivismo.
se esfo, ionmás ade-
Iante en dibujar los conrornos. Habiendo llegado después der milirar,
La hisroria (no co- der misio-
rno disciplina, sino como nero y del administrador, cuando
cambio) prr... enronces no se trataba de
emplazar a las ciencias sociales uno de ellos, el etnólogo disponía enronces
r'iirt^i;.-, de re_ única-
lativismo. Aquel.lo ^ menre de tres actituder posibles frenre
g":, especialmenre en Francia, a la historia
vincula la historia de las c.ontexrual y todas han sido testificadas
iá.r, ,r..rirrr*.rr. .o, en la déca-
una suerte de crónica necrológica da de 1950. o bien tratabade preser"rrr.
y de ,rrr.ios de ¿e eilas al
nacimientos: tras el anuncio tiempo-que preservaba amb;¿r, su
d. l, L.r..r. de Dios, objeto, imagi_
el de Ia muerte de la
diaréc úca ylos de Ia muerte nando desde entonces sociedades.rr.rrí.,
del de histo-
sujeto, Ia muerte der hombre ria o fuera de Ia historia que hab ,i^
y der humanismo, o qu- observar
incluso el de la muerte antes de que desapareciesen; es er
de las grandes narraciones. ,.-* de la etno-
Tenemos a continuación, g-ra!!a urgenre. O bien se hacía
con toda certezar ra rea- antropólogo y se
perrura al final de ra sección dedicaba a estu diar estructuras que,
de los nacimienros d.rtro de los
anunciando el regreso de los,ustres campos sociales particulares, mrrreja'
d.rrfrrecidos. y compri_
El etnólogo, por su parre, está men cualquier rransformación posibíe
.r, .r .rpr.io
doblemente con_
cernido por Ia cuestión der
No cabe duda de que siempre
tiempo y ¿. i, mrtoria. I .r, el tiempo; QS el caso de la l-p..r, esrrucrura_
lista de Lévi-strauss. o bien tomaba
É, á.biJ;, al igual el cambio co-
mo objeto de estudio, y en particular
las formas di-
16

17
versas resulmntes del contacto cultural colonial fuese en definitiva la misma empresa colonial la
(sincretismos, mesianismos, profetismos); es lo que que proporcionaba el criterio decisivo y la prueba
han llevado a cabo la escuela de Manchester en In- material de la autenticidad.
glaterray Georges Balandier en Fran cía a finales de Los etnólogos siempre han sabido o han sospe-
los años cincuenta y principios de los años sesenta. chado que los grupos que estudiaban venían de
Este último partidismo adoptado era entonces tan fuera, incluso cuando afirmaban que eran autócto-
molesto para la etnolo gía en Francia que Balandier nos y que arrastraban una larga historia. También
tituló su gran obra de aquella époc a Sociología ac- han comprobado que el tiempo, del mismo modo
tual del Afrlca Negra. que el espacio, erala matería prima de la actividad
El tiempo de los demás es cuestionado a través simbólica. Entendemos por actividad simbólica
de todas estas opciones teóricas. Cuando Claude cualquier esfuerzo intelectual cuyo objeto fuese re-
i

I
Lévi-Strauss proponía distinguir entre sociedades forzar la relación entre los unos y los otros dándo-
I

I
frías y calientes, se refería a una definición de la le forma. Hablar es evidentemente la actividad sim-
t historia gue, paradíjicamente, no estaba tan alejada bólica por excelencia. Hablar o nombrar. No existe
de la de Sartr e, yd que no estaba relacionada con la grupo humano alguno que no haya ambicionado
historia de los acontecimientos sino con la historia expresar el tiempo, por ejemplo mediante calenda-
como conciencia históríca, como voluntad de his- rios, es decir, nombrando las recurrencias observa-
toria. Sin emb argo, a pesar de que sus orientaciones das en el espacio: los días y las noches, las estacio-
estuviesen opuestas, no existe la cert eza de que, an- nes, los años... Se establece una correlación entre
te los ojos de las diferentes escuelas antropológicas, gran parte de la actividad ritual y el ciclo meteoro-
las sociedades estudiadas por la primera etnol ogía lógico de las estaciones. Los etnólogos han estado
no hayan tenido, en efecto, un vínculo con la histo- desde entonces tentados de hacer del calendario y
ria distinto de aquel que han tenido las sociedades de la actividad ritual de aquellos que observaban
occidentales. Quisiera detenerme un instante en es- una met áfora de su relación con el tiempo en gene-
te punto parapregunt arme lo que significa en reali- ral: tiempo cíclico, tiempo de repetición, tiempo
dad este vínculo caliente, templado o frío con la inmóvil que resultaba fácil enfrentar con el espíritu
historia que se aplica a ciertas sociedades para dis- descubridor y emprendedor de las sociedades occi-
tinguirlas de aquellas que las colonizan, como si dentales.

18 19
r
':¡¡'+-'*
: 6
¡

bT 6g 1
la literatvraantropológica: las representaciones de la
dría comentar en un primer momento, de modo brujeríay los fenómenos de posesión en Africa oc-
accesorio, que el tiempo cíclico es también el de los cidental, al menos tal y como aprendí a descubrirla
plazos. En las sociedades cuya supervivencia de- en la décadade 1960. Estos dos ejemplos tienen la
pende del ciclo de las estaciones, el sentido de los ventaja, creo yo, de mostrar que 1o que se cuestiona
plazos es primordial. Implica observaciones y deci- en aquello que denominamos a veces de forma de-
siones; y por ello se entiende' en sentido inverso, masiado dudosa o demasiado general <<concepción
que las prácticas riruales de emergencia sean consi- del tiemporr, corresponde efectivamente al estado
deradas necesarias cuando el ciclo se desaiustaba, por del acontecimiento, y aquello que se cuestiona de-
ejemplo en caso de inundaciones o de sequía Pro- trás del estado del acontecimiento es la estructrtra
longada, o cuando la supervivencia de las genera- social, el orden simbólico del grupo.
ciones estaba amenazada, por ejemplo en el caso Existe una literatlJra considerable acerca de los
de epidemias. Lo que se cuestiona entonces no es el fenómenos denominados de bruj ería en Africa.
tiempo en sí mismo, ni mucho menos la hist oria, También es el caso de la posesión. Pero en este te-
sino el acontecimiento. ma, 1o mismo que en otros, hay que desconfiar de
Las sociedades tradicionales no niegan la histo- las palabras. Dichos fenómenos, en este caso, nos
ria, pero intentan conjurar la amerlazadel aconteci- remiten a las diabluras de la Edad Media en Euro-
miento. Le siguen el principio de una estabilidad pa,d la posesión satánica, a las brujas que la Inqui-
cvyafragilidad queda demostrada por la muerte de sición quemaba en ocasiones o a los diferentes
los individuos y por el paso de las generaciones. echadores de mal de ojo que aún hoy aparecen en
Mientras tanto, no existe la seguridad de que se dis- algunas de nuestras comarcas rurales. No es exac-
tingan radicalmente de las sociedades modernas y tamente lo que sucede ., Afri"a, si bien la intro-
del mundo occidental, obsesionados por la Preven- misión de los misioneros en este continente ha re-
ción y la gestión del riesgo, tanto a escala indivi- movido a veces las imágenes y las ideas.
dual como a escala colectiva. Los poderes de agresión y de defensa han sido
Algunas observaciones etnográficas permiten concedidos como consustanciales a la persona, p€-
precisar este aspecto de las cosas evocando breve- ro la misma persona se define por su situación so-
mente y de modo particular dos temas clásicos de cial en el sentido estricto: pertenecienté a una estir-

20 21

¡-
pe agnaticía, artflaestirpe uterina, vínculos de afi- En la prácticar por supuesto, la realización de la in-
liación y alíanza, posición en la hermandad, Perte- vestigación se sometía a las relaciones de fuerza que
nencia a una clase de edad... Los comPonentes de existían entre las estirpes y entre los individuos, pe-
la personay los poderes que se le confieren no Pue- ro, por una parte, el diagnóstico en forma de vere-
den leerse y ser entendidos más que en relación con dicto debía, paramantenerse creíble, ser formulado
la estructura global del grupo. En términos concre- en unos términos estructuralmente correctos y, por
tos, ello significa que cuando se produce un acon- otra parte, cualquier nuevo acontecimientor por
tecimiento desgraciado (en el común de los días, la ejemplo la enfermedad o la muerte de uno de los
enfermedad o la muerte de un individuo) se activa acusadores, podía replantearlo e incluso invertirlo.
todo un aparato de investigación Para dilucidar las Toda vez) después de haber ratificado pública-
causas en función de esta <<antropologíarr local. mente este diagnóstico, era posible celebrar los fu-
En las sociedades matrilineales en las que traba- nerales del difuntor gerr€rolmente varios meses
jabadurante los años sesenta y setenta, el poder de después de su muerte. Se recapitulaba con tal oca-
agresión se ejercía y se transmitía, según se decía, a sión, en una suerte de representación teatral, las
través de la matrilínea, el poder de la maldición era diversas etapas de la investigación en la que cada
el del padre en relación con sus hijos; aquellos o uno desempeñaba su papel en el asunro, incluido
aquellas que pos eían un poder de agresión (al me- el acusado después de haber confesado y el mis-
nos un individuo por matrilínea) podían, se decía mo muerto, represenhdo por un compañero de la
aitn, intercambiar sus crímenes, dificultando esPe- misma edad. No se trataba tanto, en definitiva, de
cialmente la investigación posterio r. La investiga- castigar al culpable, aunque la ocasión lo propicia-
ción post mortem comenzaba por la interrogación se, como de hacer recaer el acontecimiento sobre
del cadáver, que sus compañeros con la misma edad la estructura. Siendo las agresiones o las maldicio-
que é1 llevaban sobre la cabeza y que respond ía alas nes consideradas como las propiedades intrínsecas
preguntas que le formulaban con un sí o con un no, de las relaciones instituidas, como una expresión de
según si hacía avanzaÍ o retroceder a sus porteado- la estructura, Ltnavez explicado, el acontecimieáto
res. En otros grupos, las estructuras sociales eran no es sino la traducción del orden de las cosas: la
diferentes, pero siempre existía un enlace sustancial existencia del acontecimiento como contingencia
sistemático entre estructura, Persona e influencia. radical era dene gada efectivamente.

22 23
t"

Los fenómenos de posesión se inscriben dentro nuestro idioma) y un nombre propio al que se
del mismo registro. ¿Qré se entiende por <<pose- vinculan rasgos de carácter evocados por la mito-
sión, .r, Af.ic a? La aparíci1n en el cuerpo de cier- logía, y que los emparienta con personajes que
tos individuos, hombres o mujeres, de fuerzas de nuestra tradició n teatral, como Polichinela o Ar-
diversa naturale za (aquí también las traducciones lequín. Durante la posesión, los poseídos fingen,
son variadas, tendenciosas o aproximadas: se habla interpretan a los personajes que los habitan .Tenía
de espíritus, de genios, de dioses). Esta aparición razón Michel Leiris al hablar de <<teatro de la po-
puede manifestarse de forma diferente.La metáfo- sesión". En definitivá, y también se trata de un
ra que da cuenta de ello en los idiomas locales es en rasgo constante, el episodio de la posesión debe
general, sucesiva o simultáneamente, ecuestre y ser olvidado inmediatamente cada vez por el ac-
erótícaz el poseído es <<montads» por el espíritu, el tor, esté solo o en grupo, incluso si sabe perfecta-
genio o el dios que le ha caído encima, conside rán- mente que pertenece al grupo de poseídos y que
dolo como su mujer, incluso cuando es del sexo ha sido y será de nuevo poseído por fuerzas cuya
masculino. identidad conoce. Esta regla del olvido es tan obli-
Pero estas manifestaciones no son fruto de la gatoria como la que obliga al contr ario a no olvi-
casualidad. Los poseídos forman un grupo estruc- dar los sueños para estar en disposición de com-
turado, sometido a una jerarquía y un calendario prender su significado y de esquivar, llegado el
precisos. Son especialistas gue, con ocasión de la caso, las malas intenciones de los que se manifies-
primera "posesión, de un individuo, han identifi- tan a través de ellos.
cado a la potencia que 1o atormentaba y que se ex- A primera vist a, la posesión parece por tanto
presaba a través de é1. Las modalidades pueden presentarse como una posesión del individuo por
variar de una sociedad a otra, más o menos espon- parte de un ser superior que le sustituye y en oca-
táneas u ordenadas según los casos, pero ambas siones habla por su boca. De este modo podría ex-
características (existencia oficial del grupo de po- plicarse especialmente por qué aquellos poseídos
seídos, identificación de las potencias posesoras) que han sido desposeídos de sí mismos afirman no .

son una constante. En cuanto a las mismas poten- recordar el episodio durante el cual han sido poseí-
cias, llevan un nombre genérico (del que resulta dos: ni los gestos que su cuerpo ha realizado, ni las
sumamente difícil encontrar un equivalente cn palabras que han salido de su boca.

24 25
t
Por poco que se preste atenci ón a algunos co- definitiva, dentro de la posesión, cadauno desem-
mentarios de los etnólogos que los han analizado peña su propio papel, su personaje. No es el caba-
de manera más sutil, los hechos se resisten sin em- llo el que se parecía a su jinete, sino al contrario.
bargo a esta interpretación. Tomaré dos ejemplos. Los sacerdotes del culto de los zar son buenos ob-
Michel Leiris, en su libro La posesión y sus rts- servadores y psicólogos perspicaces.
pectos teatrales entre los etíopes de Gondar, publi- Nos encontramos con la misma interpretación
cado en 1958, cita diversas declaraciones de infor- en el otro extremo de Africa, en la región de Be-
madores según los cuales, de forma sustancial, nín. Bernard Maupoil, joven administrador de las
cuanto mayor sea el número de fuerzas que han colonias y etnólogo, trab ajó en Dahomey antes de
poseído a un individuo, más rica será la personali- la Segunda Guerra Mundial con un sacerdote del
dad de este último y mayor será, según ellos, su nú- culto r.,odun, Gedegbe, que había sido el adivino
mero de identidades. Ésta es una afirmación sor- de Behanzin, último rey de Benín derrocado por
prendenrc para aquel que asem ejalaposesión a una los franceses. Privilegiado informador por ranro
desposesión. Los zar (así es como los etíopes de para un etnólogo excepcional que fue miembro de
Gondar denominan a estas fuerzas posesoras) están la Resistencia en la primera fase de la guerra y que
diseñados, según la metáforahabirual, como jinetes sería fusilado por los alemanes (su tesis fue presen-
que saltan sobre sus monturas y las cabalgan. Aun- tada en la Sorbona a título póstumo). Junto a Ge-
gu€, según inciden también los informadores de degbe, Maupoil analiz4 entre otros asuntos, la po-
Leiris, es el zar elque se parece a su caballo. LJn co- sesión por los aodun (los vodun son los dioses de
mentario aparentemente incidente que debería sin un panteón que, en muchos aspectos, recue rda al
embargo ser considerado por sep arado dado que panteón griego taly como fue analízado porJean-
invierte el sentido del cliché. Los especialistas han Pierre Vernant). Al evocar la metáfora habitual del
establecido la identidad del zar que se manifestó en jinete y su montura, Gedegbe reacciona y señala
primer lugar dentro del cuerpo del poseído tenien- que el oodun no procede del exrerior del que po-
do en cuenta el carácter y la personalidad del mis- see, sino que se encuentra en su interior, dentro de
mo. Solamente se quedaron con uno de los térmi- sus riñones, y que sale.a la superficie en el momen-
nos de la alternativa formulada por Diderot acerca to de la posesión. Somos objeto de nuestra propia
de la paradoja del intérprete y sugirieron que, en posesión...

26
r
También encontramos este concepto del regreso restablecimiento del enlace perdido, el regreso del
y de la permanencia dentro de la idea de Ia dinastía mismo dentro del cuerpo d.firrdividuo. Seiposeído
real. Dentro del reino Fon de Benín, en la antigüe- significa traspasar la otra frontera de la muerre,
dad, la realeza era hereditaria siguiendo lalínea ag- aquélla desde la cual, sea cual sea el nacimiento, se
naticia, y este carácter hereditario se escribía sus- descubre el mundo de los orígenes. La posesión es-
tancialmente dentro de la persona del soberano. IJn tablece, dentro de la verticalidad de la filiación, el
principio físico-espiritual (nuestro lenguaj e dualis- mantenimiento de una estructura cuyo lenguaje de
ta tiene dificultades para expresar 1o que en las len- la brujería despliega las dimensiones múltiples den-
guas africanas se establece como único) denomina- tro de lahorizontalidad del espacio social.
do djoto reaparecía con un intervalo de dos o tres Sobre Ia base de ello, el olvido necesario de la
generaciones, de tal modo que un soberano repro- posesión no constituye la señal de una despose-
ducía siempre parcialmente la persona de un abuelo sión, sino una reafirmación de la esrrucrura. El epi-
o bisabuelo, con 1o que la genealogía real pod ía pre- sodio de la posesión es público. A los ojos de la co-
sentarse en su conjunto como la interconexión de munidad, se trata de muertos, de antepasados que
tres djoto alrededor de un tronco dinástico. Cuando se manifiestan dentro del cuerpo de los poseídos.
los franceses combatían con Behanzín, se enfrenta- Todos esos cuerpos poseídos muestran diferentes
ban sin saberlo através de su persona a un djoto que fragmentos de tiempo, capas diversas de un pasado
se remontaba a los orígenes del reino, a once reinos colectivo. Se podría decir en este senrido, si el tér-
de distancia y através de otros tres soberanos. mino tuviese menos connotaciones, que son la ma-
Estas indicaciones, así como las de los informa- nifestación de un inconsciente colectivo que se
dores de Leiris, no tienen un valor simplemcnte ni aproxima ala vida psíquica y el inconscienre indi-
esencialmente psicológico. Cobran todo su scntido viduales referidos por Sigmund Freud en El males-
al tener en cuenta el hecho de que los dioses, cn p[u- tar en la cubura: en ellos, nos dice, nada de lo que
ral, en numerosos sistemas politeístas africanos, son ha sido creado desaparece. El fenómeno de la pose-
hombres antiguos, antepasados lo suficientcmcnte sión se revel a capaz de recapitular la historia de
lejanos como para que la cadena genealógica nunca todos detallando la de cada uno de nosorros: una
llegue a remontar completamente hasta ellt-rs. Lo arqueol ogía ideal que propone, mediante el espec-
que entra enjuego en la posesión es, mcdiante el táculo de los cuerpos poseídos, la imagen de la co-

28 29
I I
L

presencia simultánea de pasados diferentes, impo-


I

sible al único nivel individual.


En Togo y en Benín, aún ho¡ los iniciados de
un vodun particular residen en conventos que tie-
nen un calendario litúrgico preciso. Las ceremo-
nias correspondientes reúnen a intervalps regulares
aparte del pueblo o al pueblo en su totalidad ¡ en --\r:r ct p..ol){*dart 4el t
cadacaso, ponen en escena los diferentes pasados y I
t\.-
S¡,1}I-'i Tffr ;

los diferentes protagonistas de la historia colectiva:


efectivamente están poseídos iunto a individuos La cultura
cuyos resPectivos oodun eYocan momentos dife-
rentes de esa historia. El teatro de la posesión igno-
ra por tanto el tiempo menos de lo que reacttaliza
a los ojos del grupo la continuidad estructural. Cuando los etnólogos o aquellos que inrerrogan
A nivel intelectual, el desarrollo es ligeramente hablan del dempo, verdaderamente se refieren al
diferente. LJn iniciado de tal o cual determinado enlace social, a cierto concepto de las relaciones en-
vodun puede ser o puede no ser poseído en tal o tre los unos y los otros en el inteiior de una de-
cual ocasión ritual. En cambio, su Posesión puede terminada configuración cultur al. La cultura, en
ser considerada como buena o como mediocre. In- el sentido global y antropológico del término, es el
cluso cuando se inscribe dentro del ámbito preciso conjunto de estas relaciones en tanto en cuanto es-
de un calendario litúrgico, la posesión individual se tán representadas e instituidas, relaciones que pre-
caracteriza por cierta contingencia. Puede produ- sentan por tanto al mismo tiempo una dimensión
cirse o no, hacer intervenir un aodun u otro; en de- intelectual, simbólica, y vna dimensión concreta,
finitiva, se trata de un acontecimiento. En calidad histórica y sociológica mediante la cual se desarro-
de tal, debe ser dominada intelectualmente, olvida- Ila su puesta en práctica. Los etnólogos han asumido
la existencia de
da en beneficio de la ceremonia que celebra el man- "culturas>> en esta doble dimensión
tenimiento de la estructura colectiva y que da por intelectual e institucional al interesarse por las rela-
sí sola un sentido a su manifestación individual. ciones de filiación, de alian za o de poder, aunque

30 31
r T

también por los mitos y los ritos, todos ellos reali- nasmo, dado que cualquier forma de sociedad tien-
dades antropológicas que imponen a los hombres &'á p.rseverar en su ser), no son incompatibles con
en socie dad a so-meterse al tiempo Para aceptar la el contacto, el encuentro o el intercambio -en defi-
muerte y a reinventarlo Paravivir iuntos. nitiva, con la historia de los acontecimientos-. Los
Esta constatación me Parece autorizar dos Pues- grupos de linajes africanos han pasado por la gue-
tas a punto. La primera se refiere al objeto de la in- rra, la emigración o el comercio sin que por ello
vestigación antropológica' que rebasa el ámbito en sufriesen su negación ritual del acontecimiento y
el que ha nacido. La antroPologíaya no está obliga- su preocupación por el mantenimiento estructural.
da al esrudio de las sociedades en vías de desapari- \ Pero regresemos a la distinción entre "estado de
ción; su objetivo intelectual es, en un modo alavez las cuestiones, I .estado de la situaciónrr, es decir,
más preciso y más amplio, el estudio de las relacio- entre la historia de las ciencias y la historia pura y
nes simboli zadas e instituidas entre individuos, simple. Dicha distinción parte de una hipótesis que
configuradas de manera que puedan tomar forma nos permítírá al vez volver a interrogarnos acerca
dentro de contextos más o menos compleios. En es- del papel desempeñado por la antropología como es-
te sentido, los gruPos estudiados Por la etnol ogía tudio de las relaciones sociales. La intencionalidad
primera proporcionan ejemplos paradigmáticos o, que preside dentro de la evolución de las cuestiones
paraexpresarse como Émile Durkhei- y posterior- científicas se encuentra fiera de toda duda, al igual
mente Claude Lévi-Strauss, elementales. Segunda que el carácter acumulativo de esta evolución. Las
puesta a punto: incluso manteniéndose sensibles a ciencias se distinguen de ese modo de los conoci-
la riqueza de las aportaciones en diversos ámbitos mientos gue, adquiridos de una.vezpor todas, sirven
de todas las culturas del mundo, en el punto en el parala gestió n práctica de la vida individual y colec-
que nos encontramos la cuestión del estancamiento tiva. ¿No habríaque buscarlaclave de una diferencia
relativo de algunas sociedades frente a los Progresos entre las sociedades que privilegian la explotación de
alcanzados por otras se mantiene íntegra. Simple- los conocimientos, es decir, aquello que es sabido, y
mente la hemos desplazado al sugerir que sus con- aquellas que privilegian la prospección científica, es
ceptos de tiempo no están cuestionados o, al me- decir, 1o desconocido,entre las relaciones sociales y
nos, que se remiten a formas sociales 9ue, aun la manera en que son diseñadas e implementadas?
siendo conservadoras (1o cual es sin duda un pleo- ¿
O incluso en una diferencia dentro de una misma

32 33
ry

sociedad enffe los períodos con los sectores marca- Algunos autores, en los años cincuenta y sesen-
dos por la explotación pasiva de los conocimientos y ta, han hecho progresar considerablemenre la refle-
los períodos o sectores abiertos al deseo de saber? xión acercade la noción de culturatomándola co-
I
Estas diferencias solamente enviarían en última ins- mo un sistema de restricción intelectu al, aparrir de
tancia al estado del conocimiento dentro de un de- dos constataciones. Primera constatación: el indi-
terminado conjunto soci al, y por tanto a este mismo viduo solamente percibe su propia identidad den-
conjunto en la medida en que dejamás o menos sitio tro y a través de la relación con los demás. Segunda
a la inici ativaintelectual individual. constat ací6n: las reglas de construcción de esta
¿A quién nos referimos cuando prerendemos relación existen siempre con anrerioridad. Lévi-
privilegiar el estudio de las relaciones sociales ? En Strauss escribió en 1950, dentro de su ..Introduc-
realidad hablamos de tres hombres, o de tres di- ción a la obra de Marcel Mauss>>, que era aquel que
mensiones del ser humano: el hombre individual denominábamos cuerdo de mente el que era un
(usted, yo, seis mil millones de mundos interiores alienado propiamente dicho, ya que aceptaba su
irreductibles los unos en relación con los otros); el existencia en un mundo que solamente podía defi-
hombre cultural (aquel que comparte con otros un nirse mediante la relación del yo con el prójimo.
determinado número de referencias que componen Aquel que pretendiese eludir esa aceptacíón sería
un conjunto diferente de otros conjuntos a los que literalmente un insensato, pues se trata de la condi-
la etnol ogía original ha dado frecuentemente un ción necesari a para la salud mental.
nombre étnico -la distinción de los géneros mascu- Por tanto, el hombre cuerdo de mente está nece-
lino y femenino y sus definiciones en términos so- sariamente alienado por el sistema que otorga un
ciales proceden obviamente de esta dimensión cul- sentido a los acontecimientos de su vida como in-
tural-); y finalmente el hombre genérico (aquel que, dividuo. El sentido al que nos referimos aquí, el
después de siglos y milenios, ha inventado nuevas sentido social, no es un sentido metafísico y tras-
técnicas, aquel que ha caminado sobre la Luna, cendente, sino la relación social en sí misma, en la
aquel cuya existencia puede ser simb olizadapor un medida en que está representada e instituida. Los
nombre propio y singular, pero del que cada uno poderes de agresión y de defensa de los que habla-
de nosotros se siente con derecho a reivindi car, por ba anteriormente, consustanciales en cada persona,
humilde que pueda ser su destino personal). son uno de los componentes de este sentido social

34 35
il

dentro de las culturas que denomino ..culturas de cial parapermitir que el nuevo esclavo olvidase sus
la inmanencia, porque t, casualidad ni lo desco- orígenes. Aquello que un comprador de esclavos
"i
nocido tienen su lugar y porque todo se expli ca a domésticos adquiría al comprar un esclavo era, en
partir de un orden preexistente. definitiva, su pasado.
Indudablemente, desde el punto de vista del in- El cierre de las culturas de la inmanencia está
dividuo, estas culruras de la inmanencia son espe- completo cuando, no contentas con encerrar al in-
cialmente restrictivas porque hacen referencia a un dividuo dentro de un juego de relaciones previas a
conjunto de representaciones de la persona, del ca- su existencia, pretenden encarnar la totalidad de la
rácter hereditario y de la influencia, en parricular humanidad, el hombre genérico. Hemos compro-
de cara a implementar esta negación. Resulta obvio bado que el nombre que se habían atribuido a sí
9ue, en semejantes sistemas, la noción de libertad mismos ciertos grupos humanos signifi caba sim-
individual no tiene su sitio. Apenas puede expre- plemente ..los hombresrr. Por supuesto, un cierre
sarse, en algunos ..virtuosos>> del sistema, paraha- total del sistema resulta indudablemente, tanto con-
blar como Bourdiert, a trayés de algunos cálculos creta como históricamente, tan impensable como
prácticos que ponen en juego las restricciones su apertura total. Digamos que hry, en toda socie-
opuestas para tratar de reducir o anular sus efectos. dad, una tensión entre el sentido, entendido como
En las sociedades matrilineales que mencionaba el conjunto de las relaciones pensabl€s, y la liber-
anteriormente, un hombre siemp re teníarpor ejem- tad, definida como el espacio dejado ala iniciativa
plo, la posibilidad de utiliz ar la carta del matrilina- individual.
je de su padre frente a su propio matrilin aje, o al Esta tensión no se aplica siempre sin emb argo y
contrario. Los padres del padre y del tío marerno o de modo ineluctable en beneficio del sentido. La
de sus respectivos matrilinajes se neutralizan en alienación, en el sentido social, nunca es tan restric-
ocasiones. Pero esta posibili dad táctica era bastan- tiva como cuando es implementada por lo que Jean-
te menor en el caso de las mujeres, sujetas a la resi- Pierre Vernant denomina la .rrazón retórica,>r pr€-
dencia de sus esposos, y nula para los numerosos sente en Grecia del mismo modo que en todas las
esclavos y descendientes de esclavos que, por defi- culturas politeístas de la inmanencia, una razón
nición, habían sido aislados de su linaje original. que encuentra en sí misma su razón de ser y que
En el siglo xlx, se realizaba de hecho un rito espe- justifica al mismo tiempo cualquier orden estable-

36 37
cido. Sin emb argo, en Grecia no impidió el naci- estructuralismo y, de manera más amplia, su Proce-
miento de una tradición filosó fica y científic a, la samiento crítico durante los años sesenta han reali-
aparícíón, por así decirlo, de una modernidad pre- zadordesde este punto de vista, una saludable tarea
cursora. Vernant busca el origen de este milagro de desmitificación: Castoriadis -quien estableció
dentro de la existencia de las ficciones. El obieto de que la economía, el derecho, el poder y la religión
la creencia en Grecia, nos dice, se encuentra en las existen socialmente como sistemas simbólicos san-
narraciones mitológicas. Inicialmente de radición cionados- y Althusser -mediante el análisis de la
oral, la narración mítica adopta la forma escrita gra- clase dominadora, la cual se encuentra ella misma
cias a Homero y Hesíodo. Desde que existe Ia li- en una situación de alienación- han prolongado la
teratvra, se instaura un juego entre el polo de la intuición estmcturalista y arroiado las bases de un
creencia y el polo de la ficción. Reconociendo un análisis crítico general que incumbe de primera ma-
determinado grado de libert ad al narrador, al autor, no al antropólogo, en la medida en que, tomando
al oyent e y al lector, afloja el yugo aplicado por el como objeto el estudio de las relaciones, se enfrenta
sistema simbólico sobre el imaginario individual. en primer lugar a la tensión entre sentido y libertad.
Al final, Grecia abandona el mito através delatra- De entr ada, el etnógrafo debe convertirse en et-
gedia. Cornelius Castoriadis, en varios textos, Pro- nólogo, y el etnólogo en antropólogo. Entendamos
longa este análisis hasta el plano político mostran- con ello gu€, desde sus primeras observaciones, de-
do de qué modo, desde Esquilo hasta Sófocles, se ha dicadas a tal o cual actividad en particular, el etnó-
pasado de una reflexión sobre los dioses a una re- grafo se ve obligado a preocuParse como etnólogo
flexión sobre los hombres y sobre la vida política. por todas las dimensiones del grupo que estudia y a
La tensión entre sentido y llbertad no es exclusi- ubicar él mismo a ese gruPo' bajo uno de sus aspec-
va de 1o que he denominado ..culturas de Ia inma- tos o en su totalidad, en un contexto antroPológico
nenciarr. Ciertamente podemos pensar gu€, en los más amplio. Esos tres comPonentes del oficio no
grupos humanos menos diferenciados, la existencia corresponden necesariamente a etaPas diferentes.
individual en sí misma es totalmente dependiente El observador, lo quiera o no, no Para de interpre-
de las representaciones colectivas. Pero, en realidad, tÁ., y de com parar. Sus lecturas y su experiencia
todos los tipos de sociedades están amenazados por condicionan incluso la elección de sus primeros
el cierre del sentido y la reificación de la cultura; el objetos de observación. En ocasiones hemos califi-

38 39
f''
T I E^l:-- a:: "rr' ¡rr'g¡(r¡l{^ a*^
_r'- !
i
!
t
t
cado la mirada etnológica como distante y partici- I yor exactitud etnográfica, ha admitido que tuvo, en
pativa, exterior e interior. Pero la realidad es a la un momento dado, la certeza de entender la lógica
vez más simple y más complej a. La postura del an- de los escenarios de brujería a los que asistía con
tropólogo es siempre una postura de exterioridad los azande, I que él mismo podría haber formula-
en relación con el juego de relaciones que estudia. do diagnósticos o acusaciones. Georges Devereux
Esta exterioridad es lo que le define, tanto desde el demostró por su parte de qué manera las teorías
punto de vista del método (entra en contacto con psicopatológicas de los indios mohaves procedían
informadores, trata de ser aceptado y comprendi- de su experiencia del sueño y se revelaban, a conse-
do, de aprender el idioma...) como desde el punto cuencia de ello, parcialmente compatibles con las
de vista del objeto: nuncallegará a ser uno más de de la psiquiatría moderna. LJno y otro demostra-
los que está estudiando, él lo sabe y ellos lo saben, ban la coherencia de un sistema de pensamiento
si bien ciertos etnólogos, por vanidad, ingenuidad que gobernaba numerosas prácticas locales, pero
o cálculo, han fingido a veces que se dejan absorber no estaban tentados por ello de suscribir los esque-
por su objeto de observación: por ejemplo deján- mas intelectuales que habían reconstruido. Su par-
dose iniciar en un determinado culto. No es uno de ticipación era de naturaleza intelectual, y en este
ellos, pero trata de acercarse, y ellos también se sentido, distante. Devereux ha indicado a través de
acercan a é1, para lo bueno o para lo malo. su Etnopsiqaiatría de los indios mobaoes que la in-
La postura de exterioridad es intelecrualmente capacidad de éstos para desarrollar una teoría ge-
honesta porque corresponde a una situación de he- neral de la psicopatología estaba sujeta al hecho de
cho. Únicamente el vértigo de un ego tan frágil co- gue, aun imputando un significado psicológico a
mo excesivo puede llevar a un observador exterior los sueños y a las psicosis, su orientación funda-
a Ia ilusión de que participa con su objeto de forma mental era sin embargo <<supranaturalista», aprio-
afectiva y fusion ada. Esta misma particip ación a la rista y no científica.
que nos referimos al hablar de observación partici- La postura de exterioridad resulta asimismo es-
pativa es de naturalezaintelectual: se trata de pene- tratégicamente útil en tanto en cuanto es conscien-
trar en las razones del otro. Edward Evans-Prit- te, puesto que la presencia del etnólogo no carece
chard, uno de los grandes antropólogos británicos de efectos en el juego de relaciones que estudia. Se
que siempre han tenido cierta inquietud por la ma- le atribuye un sitio, un papel que le interesa tener

40 41
T

en cuenta porque pueden iluminarle sobre el mis- las culturas observadas y a los individuos que rei-
mo juego. También puede suceder que esta postura vindican el riesgo y Ia oportunidad de una infrac-
de exterioridad introdu zca en sus interlocutores un ción intelectual que les expone a las miradas y a las
grado de libertad en relación con su entorno cultu- especulaciones de otros individuos. Insisto en el
I

ral y aporte una modificación del punto de vista. término <<otros>>, pero aún más en "individuosrr, ya
El etnólogo observador puede ver entonces como que el carácter subversivo de la intervención antro-
vuelven hacia él sus pregunt¿s; ..¿LJsted, que viene pológica vela tanto por su carácter individual como
, de fuera, qué opina?", o incluso: ..¿Y cómo hacen por su carácter exterior. A través del encuentro con
esto en el sitio de donde viene?". informadores, creando a veces vínculos de amistad,
Es en este segundo supuesto en el que la postura el antropólogo induce a sus interlocutores a inte-
de exterioridad, consciente y reivindicada, resulta rrogarse sobre sí mismos, a tomar, en relación con
antropológicamente fecunda. Se trata, en efecto, de su cultura colectiva, al igual que él mismo lo hace
una postura extraordinaria, ya que trastorna el or- con sus referencias habituales, el mínimo de distan-
den de las cosas dentro del grupo observado, pero cia que impone la puesta en narraciín. Esta mate-
también obliga al observador a renuncíar a su vida rialización en forma de palab ras y de narración de-
ordinaria, a adoptar una moral provisional que le sempeña entonces el papel de la ficción como
sitúa en una suerte de ambivalencia cultural. El et- instrumento de salida del mito del que habla Ver-
nólogo en posición de observador ejerce lo que Lé- nant en el caso de Grecia.Laposición de exteriori-
vi-strauss ha denominado la rrcapacidad del sujeto dad sacude las certidumbres del ensimismamiento
para objetivarse indefinidamente>>. A través de es- culturalista tanto desde el lado del antropólogo co-
to, I obviando la dificultad psicológica de tal po- mo desde el lado de aquellos a los que observa.
sición, encarna de manera ejemplar un punto de En definitiva, lo que cuenta es la mareria y la
vista individual. Las consideraciones acerca del et- forma de lo que Lévi-Strauss ha denominado, en
nocentrismo, por bien intencionadas que sean, sue- Antropología estructural, el <<tercer humanismo».
len ser reductoras, no sólo porque hacen del emó- El primer humanismo correspo ndería según él al
logo un simple porteador de cultura (aquello que Renacimiento y al redescubrimiento de la Antigüe-
nadie sabría ser de forma exclusiva, el etnólogo dad; el segundo, durante los siglos xuII y xlx, a los
todavía menos que nadie), sino porque deniegan a progresos de la exploración geográfica (que traen

42 43
t

consigo un meior conocimiento de China y dela Y sin embargo, se trata realmente de humanis-
India); el tercero, al descubrimiento de las socieda- ffio, es decir, de una perspectiva orientada hacia el
des primitivas. Tercera y última etapa, nos dice Lé- futuro. Los etnólogos han creído frecuentemente
vi-Strauss, ya que después de esto no le quedará al que estaban estudiando mundos en vías de desapa-
hombre nada que descubrir sobre sí mismo, al me- rición, mientras que, como antropólogos, asistían
nos desde el punto de vista de su extensión geográ- al nacimiento, ciertamente doloroso y complicado,
fica e históric a. Etapa decisiva por tanto, añade en de un nuevo mundo a cuyo conocimiento tienen
sustancia, por dos razones: por un lado, permite hoy la capacidad y el deber de contribuir.
elaborar un nuevo humanismo gu€, al encontrar su Este nuevo mundo y este nuevo humanismo no
inspiración en el seno de las sociedades más humil- pasan por la simple coexistencia de culturas ence-
des, se revela más democrático que aquellos que le rradas en sí mismas, cosa a la que el término ambi-
han precedido; y por otro lado, el método etnoló- guo de "pluriculturalismo>> corre el riesgo de con-
gico, forjado en contacto con estas sociedades, pue- ducirnos, sino por la de individualidades ricas y
de aplicarse el estudio de todas las sociedades, in- complejas en relación las unas con las otras, lo que
cluida la nuestra. podríamos denominar el ..ffansculturalismorr, con-
Este nuevo humanismo, evocado de forma pro- cebido como la posibilidád para algunos indivi-
gramática en Antrop ología e structural, solamente duos de atravesar las culturas y de reunirse: un pro-
puede concebirse mediante la adición, la confron- ceso abierto, por tanto, cuyos únicos motores y
tación y la puesta a prueba recíproca de los mode- únicos respaldos son la demo cracia y la educación.
Ios, sin llegar a ser tan democrático como para de- ¿Cómo olvidar gue, a pesar de todas las villanías
jar de depender ampliamente de los análisis y de los acumuladas por la empresa colonial occidental, a
conocimientos de un puñado de especialistas. Para veces durante siglos, la mirada antropológica, que
el resto, la perezosa llamada al respeto de las cul- no se profesionalizó hasta hace un siglo, ha sabido
turas, lugar común y apetecible para todo tipo de a veces actualízar los lineamientos de un posible
medios de comunicación, sigue siendo hoy un ca- encuentra y el esbozo de algo que se parecería a
pítulo concertado del prét-á-penser internacional, cierto tipo de universalismo? Lo que falsea a veces
cuando éste es recuperado, con toda la mala fe del las cosas desde este punto de vista, más allá del
proselitismo, por los totalitarismos teocráticos. contexto en el que han trab ajado los etnólogos, es

44 45

ltl
que una parte insigne de la primera etnología ha si- sostenida, en los años sesenta, entre dos etnólogos
do misionera, lo cual no significa que fuese miope británicos tildados de freudianos: Eva Meyerowitz
o ciega, sino que estaba orientadahacia una con- sugería que el hra correspond ía al ello freudiano,
cepción apriorista que rrasrocaba los análisis. Los mientras que Hans f)ebrunner, que creía excesiva
resultados han sido a veces brillantes, ral y como esta semejanza, consideraba por su parte que el
testifica el episodio de los jesuitas en China, pero sunsurn era perfectamente comparable al ego freu-
siempre se sitúan dentro de la perspectiva de un diano. FIe mencionado antes el carácter muy par-
universalismo religioso, es decir, de un cierre en ticular de un sistema para el cual los poderes psí-
sentido contrario al espíritu de la prospecriva cien- quicos se conciben como consubstanciales a la
úfica. persona individu al y a la estruc tura social. El kra y
Concluiré en este punto remitiéndome de nuevo el swnswrn son ala vez los soportes (y las posibles
a los ejemplos africanos que me han servido de hilo dianas) de dichos poderes. En múltiples aspectos,
conductor a 1o largo de estas reflexiones. esta concepción plural y dinámica evoca en efecto
Los primeros observadores de las sociedades (yo mismo me he apoyado en ello) el tópico freu-
akan, en la región de Africa del Oeste que corres- diano sobre el que Laplanch. y Pontalis escribían
ponde a una amplia zona de los actuales Ghana y en 1,967, en el Diccionario de psicoanálisis, que <<su-
,:

Costa de Marfil, han sido golpeados por la riqteza i; pone una diferenciación del aparato psíquico en un
y la sutileza de lo gu€, en el lenguaje de Freud, po- determinado número de sistemas dotados de carac-
dríamos denominar su <<metapsicología>>. Los et- teres o de funciones diferentes y dispuestos en un
nólogos británicos en parricular han sido fascina- determinado orden los unos con respecto a los
dos por la concepción de la persona individual que otros, lo que permite considerarlos metafórica-
prevalecía entre los ashanti de Ghana. La persona- mente como lugares psíquicos de los que se puede
lidad individu al parecía definirse a tra.vés de la realízar una representación figurada en el espacio".
combinación de los principios, el kra y eI sunsum, Partiendo de esta definición, pude exponer antaño
definiendo el primero la parte estable de la perso- ante un grupo de psicoanalistas las grandes líneas
nalidad y el segundo ,., .rpr.idad de actuar y rela- del tópico elaborado en las poblaciones de cultura
cionarse. Sin entrar con detalle en debates a veces akan en Costa de Marfil. ¿Estaba haciendo gala de
confusos, me limitaré a mencionar la conversación etnocentrismo al suscribir las tesis de mis predece-

46 47

I
a
sores británicos? En un sentido, sí, desde luego, panteón griego con ciertos panteones africanos), y
aunque fuese porque, dentro de este ámbito, latra* por otra parte que permanece abierto: listo para
dición comienz a por la trampa de las palabras in- acoger nuevos datos, pero todavía más para ali-
traducibles. Pero se traAba de un etnocentrismo mentar nuevas reflexiones, mientras que se perfila,
consciente y voluntario que enriquecía la reflexión en el horizonte de nuestra historia continuamenre
analíticeen general (del mismo modo que los diag- acelerad a, la necesidad de un nuevo humanismo
nósticos de los chamanes mohaves con los que De- planetario.
vereux hablaba) y qr. Proporcionará tal vez un
día, en modo recíproco, algunos datos a aquellos
de nuestros colegas africanos que se interesen Por
los conocimientos tradicionales. Se tratab a,podría-
mos decir, de un etnocentrismo 'abierto, franco,
una invitación a la reflexión colectiva y no una
forma de canibalismo intelectual. una parte del
hombre y su psiquismo, se decía y se dice aún en el
aparente embrollo de sospechas y acusaciones
q,r. .r-akalavida de los linajes africanos. Tam-
bi¿" una parte, Por supuesto, de las relaciones de
poder y de autoridad. La interpretación exterior
opera entre aquello que depende intrínsecamente
de la coherencia local, del sentido social al y como
lo he definido anteriormente, y aquello que, so-
brepasando el sentido local, invita a una reflexión
mái general. Vierte un elemenro al dosier del que
hablaba Lévi-Strauss. En cuanto a este dosier en sí
mismo, indudablemente hace falta considerar por
una parte que se encue fitra en |a línea de los otros
dos (p.rsemos en las similitudes impactantes del

48 49
I

La esc ritura

La cuestión del humanismo y la de la escritura es-


tán íntimamenre ligadas. El antropólogo no se en-
trega a ejercicios espirituales íntimosi prerende
producir un conocimiento dirigido a un público.
Un público espe cializado, ¿ tal vez profesional ? ¿ O
un público más amplio ? Es una de las apuesras en
la cuestión de la escritlrra) cuestión que se plantea
al antropólogo del mismo modo que se plantea al
filósofo y el historiador.
La cuestión de la escritura no es ni accesoria ni
periférica. Radica en el corazónde la disciplin a antro-
pológica. Al escribir, el antropólogo presenra anre
otros la realidad que describe; la transforma en un
objeto antropológico que expo ne parauna discusión
y que propone parala comp aración. Se ve de esa for-

51
ma oblig ado asistematizar datos que, en la vida dia- las ..Verdades de la ficción" ha recordado las dife-
ria, se presentan de manera dispersa y discontinua, a rentes acepciones que revestía esta noción dentro de
solicitar que sus interlocutores esmblezcan relacio- una literafirra crítica que entiende, a través de ella,
nes que no hubiesen establecido anteriormente Por denegar o relativízar la pertinencia referencial de la
sí mismos o a inferirlas é1 mismo a Partir de observa- antropología, es decir, su capacidad paradar cuenta
ciones dispersas. Asi los datos que se encuentran en de manera objetiva de un dererminado esrado de la
ciertos textos antropológicos muchas veces no exis- organización humana en un lugar y en un momento
ten en las sociedades reales más que de forma virtual. dados. Esta crítica de la anrropología es o trivial o
En definitiva, el antropólogo suele construir una co- errónea.Trivial al empecinarse en ..redescubrir Amé-
herencia de la que está seguro que es subyacente a rica, y hacer alusión al carácrer construido de to-
los hechos, pero que conserva sin embargo el carác- do texto escrito, al hecho de que, en este sentido,
ter de una hipótesis inductiva; literalmente, no hay todo texto es una ficción, taly como yalo había su-
nadaque traducir. El anropólogo no traduce, trans- brayado Sartre en 1948 en su crítica del realismo y
pone. Y en mi opinión, tien e razónal hacerlo. Foucault en 1966 disdnguiendo fábula y ficción. A
Tal afirmación no se adapta exactamente ala ac- eso, pura y simplemente, dentro de la formulación
tualidad. Recibe, en efecto, dos críticas de las que definitiva de Leach (ciertamenre, en forma de pro-
deseo rechazar de entrada tanto las premisas como vocación):
"[-ss textos antropológicos son intere-
las conclusiones. santes por sí mismos y no porque nos digan algo
La prim era, de estilo epistemológico, se remonta acerca del mundo exteriorrr, una afirmación que se-
al antropólogo británico Edmund Leach, en los años ría perfectamente rebatible incluso si se aplicase a la
cincuent a;yhaencontrado en Estados Unidos un elo- literatura novelesca.
cuente poeta en la persona de Clifford Geertz y sus La segu nda crítica se refiere al r¡roralismo bien
antiguos discípulos, quienes han radicalizado ellos pensante en progresión constanre hoy por ho¡ así
mismos su pensamiento crítico y Practicado al mis- como a una forma sudl y sin duda inconsciente de
mo tiempo alegremente el asesinato del padre. Con- racismo. Sustancialmente dice: ¿cómo atreverse a
siste, en resumen, en decir que la literatura antropo- hablar de los demás en.el lugar de los demás? Se-
lógica tiene que ver con la ficción. El interesante mejante objeciónr eu€ a rravés de sus formulacio-
número qlue L'Hornrne ha dedicado recientemenre a nes más extremas no es sino una invitación eviden-

52
te al oscurantismo, no carece de vínculos con la cuando se realiza un análisis o cuando se proponen
primera crítica en la medida en que ésta, reubican- hipótesis.
do los textos en su contexto, ha podido hacer valer Cuanto mayor es el compromiso del antropólo-
sin demasiada dificultad que los grandes textos de go como autor, más ..escribe>> en definitiva (quiero
la antropología clásica datan de la época colonial y decir: más puede uno percibir, dento de su escritu-
llevaban su sello. Se nos preguntará si los primeros ra, el eco de su tono y su subjetividad), y mayor es la
destinatarios de los estudios etnográficos no debe- seguridad de que escapa alos reveses de la rutina y el
rían ser hoy aquellos sobre los que tratan. ¿Acaso etnocentrismo estereotipado. En primer lugar por-
no escribimos de ahora en adelante ante la mirada que el(plicita las condiciones de su trabajo de obser-
de aquellos que describimos ?La antroPología esta- vación, de recopilación de datos y de interpretación,
ría por tanto condenada una y otravez al arrePen- incluida su utilización de uno o varios informadores
timiento y la prudencia, cuando no al silencio. Ahí privilegiados. Indudablemenre, es ésre el aspecto de
también oscilamos entre una constatación trivial (la las cosas que más aproxim a al antropólogo y alali-
épocainfluye en las obras que origina) y una visión teratura, ya que es emparentado entonces a la histo-
errónea de las culturas, opacas entre sí pero trans- ria de un encuentro 9ue, tanto en la narraciín como
parentes consigo mismas, ante las cuales cualquier en la práctica, precede necesariament e alarecopila-
intento de conocimiento exterior constituiría un ción de información. La líter atur a antrop oló gica es -
acto de dominación y de manipulación. tállenade semejantes anécdotas reveladoras que re-
La respuesta a estas dos críticas deb ería, según laanuna toma de contacto y, en ocasiones, abren el
mi opinión, tomarlas al pie de la letay Pasar resuel- camino a la interpretación dando cuenra de una exé-
tamente por una reafirmación del antropólogo co- gesis que será su punto de partida.
mo analista exterior de las verdades particulares Tomaré tres ejemplos muy diferenres de ello.
y pronunciador de hipótesis generales. En tanto El primero esrá tomado prestado de Tristes trópi-
autor, el antropólogo firma. Y al firmar, avala wa cos. En 1935, Lévi-Strauss llega a un pueblo bororo.
experiencia, un análisis y una serie de hipótesis. Es Necesita un informador-intérprete. Lo encuentra en
porque firma por 1o que resulta creíble, habida la persona de un antiguo alumno de los Padres Sale-
cuenta de que la relación con la verdad no tiene la sianos. Éste había sido enviado a Roma, en donde
misma naturale za cuando se cuentatrTa experiencia, fue recibido por el Papa, pero más tardehabía atra-

54 55
vesado una crisis espiritual y se había reconciliado La anécdota, haya sido relaada en un diario de
con el viejo ideal bororo cuando los Padres quisie- campo o en un libro que narra a posteriori la expe-
ron casarlo religiosamente sin tener en cuenta las re- riencia vivida, traduce la seducción ejercida muchas
glas tradicionales: ..Desnudo, pintado de rojo, con veces mutuamente entre el etnólogo y su informa-
la naríz y el labio inferior perforados con un palito dor. Desempeña por ranro el papel de un parapero.
y un labret, emplumado, el Indio del Papa resultó Ya que aquel que hace abstracción de estos efectos
ser un profesor marayilloso en sociología borororr. de seducción se arriesga a no entende r nadasobre la
Aquí, la posición de exterioridad es doble. Y el In- complejidad de una situación en la que no es posible
dio del Papa nos demuestra con su mera existencia saber a tiro hecho quién tiene la iniciativa y quién
que los más informados dentro de una cultura local manipula al otro. El etnólogo siempre ha tenido la
(hasta el punto de convertirse en informadores) tentación de escribir según el dictado de su informa-
también son, paradíjicamente, aquellos que se han dor, un individuo extraordinario, tanto a causa de su
separado lo suficiente de ella como para poder na- relación con el etnólogo como por su relación con
rrarla. De ahí procede ese extraño sentimiento que los otros miembros del grupo, ya que la cultura es la
los antropólogos experimentan a veces al encontrar- cosa a la vez más compartida y menos compartida
se en la práctica con colegas bien intencionados. dentro de un grupo étnico, donde existen obvia-
En un contexto más rudo, que ha evocado en mente individuos más cultos y a veces más imagina-
Opresión y liberación en el imaginario, publicado en tivos que otros. Conservo un vívido recuerdo de las
1969, GérardAlthabe aborda durante los años sesen- conversaciones metafísicas en las que me dejé arras-
ta los pueblos de la costa oriental de Madagascar. Se trar por algunos viejos sacerdotes del culto ztodan
pregunta por qué en ocasiones es recibido con corte- en Togo, en los años setenta, y también conservo en
sía, y a veces pura y llanamente expulsado. Esta expe- ,tr mi memoria el notable intercambio que mantuvo un
riencia fundadora le permitirá formular más adelante día Maupoil con su informador Gedegbe. Da cuen-
su definición de los "espacios de comunicación>>, una f, ta de él al final de un capítulo de su tesis. Maupoil
definición que le proporciona alavez un método y I formula una pregunta que resume en su opinión
un objet o paracomprender durante los años ochenm aquello que le acabade explicar Gedegbe:
"¿De qué
y noventa lo que sucede y lo que entra en juego en sirve ofrecer ceremonias a los muertos antiguos ?
los extrarradios de París o de Buenos Aires. Sus cuerpos no son más que tierra y sus almas ya es-

56 57
r tóL ,*.
!

tarán seguramente reencarnadas. ¿Hacia quién diri- los leen o Iói a aqúellos de los
"onrertan"como
gir entonces las oraciones y los cantos?rr. que hablan. Por derechor p€rtenecen a todos.
Y Gedegbe responde: Mediante una nota al final de La literatura en el
"Hacia los recuerdos que nos resulten entraña- estómago, Julien Gracq recuerda que es el compro-
bles." miso irrevocable del pensamiento en la forma el
Esta respuesta puede parecernos bella, y de he- que presta aliento a la literatvra, y que este com-
cho lo es, porque despierta un eco en cada uno de promiso, en el ámbito de las ideas, se denomina <<to-
nosotros, pero también es neces ario comprenderla no>>. Y concluye:
"[...] tan seguro como Nietzsche
como resumen de una concepción inmanente para pertene ce ala literatura, Kant no le pertenece". El
la cual la vida no se opone a la muerte en mayor me- número 50 de la excelente revista Rwe Descartes re-
dida que el presente al pasado, el sí mismo al otro, el tomó esta cuestión bajo el título de la ..La escritura
dios al antepasado o la natu raleza a la cultura. de los filósofosrr. Nos encontramos especialmente
Si muchos grandes antropólogos, especialmente con una apasionante entrevista entre Bruno Clé-
en Francia, han sucumbido a aquello que a veces de- ment y Michel Deguy que plantea interroganres
nominamos, como para reprochárselo, la tentación análogos a aquellos a los que acabamos de respon-
de la escritura, sin duda se debe a que el grado suple- der acerca de la antropología (¿Existe ciertasubje-
mentario de exterioridad y libertad que se concedían tividad del discurso filosófico? ¿Existe cierra espe-
de ese modo a úavés de su propio estilo les permitía cificidad de la escritura filosófica? ¿Acaso la verdad
relatar su experiencia, distinguir la parte de sombra no se basta a sí misma con independencia de la for-
y de incertidumbre que ninguna investigación jamás ma bajo la que se manifiesta?) y que concluye con
ha llegado nunca a disipar completamente, aunque una sugerencia en forma de definición: «,{5i puede
también, en sentido inverso, reb asar sus límites es- ser la escritura de los filósofos: una subjetividad
trictos para ampliar el campo de la reflexión. De eso trasmiti da al idioma, aunque emancipada por sí
se trata estar fuera y dentro, estar distanciado y par- misma mediante ese paso por el idioma [...]".
ticipar. La experiencia antropológica no es igual que Esta forma de abstracción de sí o de sublimación,
en un espacio cerrado . f,l Áfrlca fantasrnt, Tristes que el filósofo operaría mediante la escrirura, y que
trópicos, África ambigua o l/os bemos comido el bos- tiende obviamente a acercar su obra a la del artisra,
que son libros que pertenecen tanto a aquellos que no deja de evocarla capacidad de objetivar indefini-

58 59
ca-
damente que Lévi-Strauss otorga al antropólogo,
expresar y
pacidad qr., en la medida en que tratade
d, lrgrr, 1, .r.ritura, está efectivamente relacionada
tr*blér, hasta cierto punto con un arte literario.
Michel Leiris, ,nÁt cwello de Olimpia' endonde
se interroga sob'relanoción de contemPoraneidad'
hace ver que son los escritores y los artistas
más
una
compromltidos de su tiempo los que tienen
opor,rrnidad de sobrevivirle, que son' en definitiva'
1o, ,rrás pertinentes en relación con su
épocalos que Epílogo
tienen una oPortunidad de seguir Presentes'
es la
La presencia, sea cual sea el ámbito literario,
.,ro, qri. siempre oímos, el tono del que habla Gracq'
Bart- Solamente me resta, paraconcluir este breve escri-
la mtisica que reconocemos, el autor -Braudel,
la relación to, regresar brevemente a las cuestiones con las que
hes, Derriáa o Bourdieu-; en definitiva,
alaper- sé inició. Si nuesrros objetos son históricos, pero
entre una escritura y los lectores. En cuanto
es doble: no se borran, se transforman. Sí, nuestros objetos
tinencia, en mar.ri, d. ciencias sociales,
el ob- son culturales, pero no son incomparables si adop-
pertinencia técnica, dirítYo,en relación con
j.ro de estudio; I también Pertinencia hist óríca' tamos dentro de cada cultura el sentido social que
en re- ésta sistematiza. si existen etnólogos escritores
,rrrro en relación con el contexto local como
tiene (aunque no demasiados, no hay que preocuparse),
lación con la historia de la disciplina. Si Leiris
pero en cualquier caso, la escritura del antropólo-
razóny si es posible aplicar a la literatrtra antroPo-
en ge- go, literario o no, no tiene como vocació, prirror-
lógica ios mir*os criterios que a 1a literafirta
dial expresar la presu nta parte inefable de iadacul-
,r.Irrl, llegaremos a Ia conclusión de que la antro-
tura: relaa una experiencia en la que el individuo
pología que tenga más porvenir, que Permanezca
com- tiene su parte y la abre parala comp araci1n.Al for-
presente, es a l^ie,la más pertinente'la más
zar un poco los términos, afirmaré que la antropo-
iro*.rida dentro de su época, Perg también la más
^p.rrorr"l logía es anre todo un análisis crítico de los etnocen-
y la más PreocuPada por la escritura'

61
60
trismos culturales locales o, dicho de otro modo,
que su principal objeto, su foco, es la tensión entre
sentido y libertad (sentido social y libertad indivi-
dual), tensión de la que proceden todos los mode-
los de organización social, desde los más elementa-
les hasta los más complejos. Es decir, que tod avíale
queda mucha tela que cortar.

También podría gustarte