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1 6 Historia
1 6 Historia
En cuanto a las instituciones que conformaron el Estado visigodo, la más importante fue la Asamblea de
Hombres Libres que era la encargada de elegir al rey. El rey gobernaba con la ayuda del Officium Palatinum
que estaba formado por dos órganos: el Aula Regia, órgano asesor del rey, y los Concilios de Toledo,
asambleas legislativas que ratificaban las decisiones del monarca. Formaban parte del Officium Palatinum los
Comes, encargados del tesoro real, los Duces, delegados del rey en las provincias, los Comites Civitatis,
jueces de las ciudades y los Gardingos, jefes militares.
Los visigodos adoptaron y continuaron la tradición latina, cristiana e imperial romana, pero sobre una sociedad
ruralizada, ya que la vida en las ciudades prácticamente desapareció. Es por ello que la cultura quedó reducida
al ámbito religioso. En este contexto, el escritor más destacado fue San Isidoro de Sevilla quien, en el libro
Etimologías, intentó mantener el legado cultural romano.
BLOQUE 2
LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO EN CONSTANTE
CAMBIO (711-1474)
AL-ÁNDALUS: LA CONQUISTA MUSULMANA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA.
EMIRATO Y CALIFATO DE CÓRDOBA
En el año 711 los musulmanes, procedentes del norte de África, aprovechando la crisis interna del reino
visigodo, invadieron la península Ibérica. Tras su victoria en la batalla de Guadalete (711), la conquista se
completó en apenas cuatro años, gracias a su superioridad militar y a las capitulaciones.
Tras la conquista la península Ibérica pasó a ser una provincia más del Imperio Islámico, bajo dominio de la
dinastía Omeya, denominada Al-Ándalus, con capital en Córdoba.
Esta situación cambió cuando, tras la revolución abasí, el último omeya se refugió en Al-Ándalus y se proclamó
emir bajo el nombre de Abderrahman I (756).
Al-Ándalus se independizó políticamente del imperio musulmán, aunque en el ámbito religioso siguió
dependiendo del Califa de Bagdad.
El Emirato Independiente (756-929) fue una etapa de gran inestabilidad política por las continuas
rebeliones internas y por el avance hacia el sur de los reinos cristianos del norte.
En el año 929 Abderrahman III se independizó religiosamente del resto del imperio musulmán al
proclamarse Califa. Se iniciaba así el Califato de Córdoba (929-1031), la época de mayor esplendor de
Al-Ándalus en el ámbito económico, en el ámbito político, en el ámbito cultural y en el militar (victorias de
Almanzor sobre los reinos cristianos). Sin embargo, tras la muerte de Almanzor (1002) la inestabilidad política
regresó a Al-Ándalus.
De XI-XIII se desarrollan las principales etapas de la Reconquista. En el s. XI Castilla se une a León, nace
el reino Castilla-León; y el de Aragón, unido a Pamplona. En el s. XII Castilla y León se separan, nace el
reino de Portugal, Pamplona se independiza (pasa a llamarse Navarra); y se unen Aragón y Cataluña con
Ramón Berenguer IV formando la Corona de Aragón. En el s. XIII, la victoria en las Navas de Tolosa (1212),
marcó un gran avance; en Castilla, Alfonso IX conquista Extremadura, Fernando III conquista Murcia e inicia
la conquista de Andalucía, acabada por Alfonso X; para Aragón, Jaime I conquista Baleares y Valencia.
Quedando solo Granada como territorio musulmán independiente hasta 1492.
Se conoce como repoblación el proceso de ocupación y colonización cristiana de las tierras arrebatadas
a Al-Ándalus. 4 fueron los procesos utilizados:
Presura: consistía en la ocupación de tierras sin dueño conocido. Se dio sobre todo en los siglos IX y X en el
valle del Duero; Concejil: consistía en la creación de concejos o núcleos de población que recibían un amplio
alfoz. Se dio durante el siglo XI entre los valles del Duero y del Tajo; Órdenes Militares: éstas dividían el
territorio en encomiendas al frente de las cuales se situaba a un comendador. Se desarrolló principalmente
en la primera mitad del siglo XIII en la submeseta sur, el bajo Aragón y el bajo Ebro; Repartimiento: consistía
en el reparto (donadío) de los bienes obtenidos en una conquista entre quienes habían participado en ella. Se
dio principalmente durante la segunda mitad del siglo XIII en el valle del Guadalquivir y el litoral valenciano.
BLOQUE 3
LA FORMACIÓN DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA Y SU EXPANSIÓN MUNDIAL
(1474-1700)
LOS REYES CATÓLICOS: UNIÓN DINÁSTICA E INSTITUCIONES DE GOBIERNO
El reinado de los Reyes Católicos se considera el punto de partida de la Edad Moderna en España.
Tras morir Enrique IV (1474) estalló la guerra civil en Castilla entre Isabel de Castilla y Juana "la Beltraneja",
que terminó con la paz de Alcaçovas de 1479 por la que Isabel fue reconocida reina de Castilla.
Ese mismo Fernando fue coronado rey de Aragón. Los nuevos reyes se aprestaron a conseguir la unión
peninsular bajo su corona. En enero de 1492 culminó la conquista del reino nazarí de Granada. Acababa
así la Reconquista. Con Portugal, los ya conocidos como Reyes Católicos, intentaron infructuosamente la unión
matrimonial.
Tras morir Isabel (1504), Fernando el Católico conquistó Navarra en 1512. En 1515 se declaró la unidad
de Navarra a Castilla. Anteriormente, con la firma del Tratado de Barcelona en 1493, Aragón había
recuperado de Francia los territorios ultrapirenaicos del Rosellón y la Cerdaña, y, Castilla había concluido en
1496 la conquista de Canarias.
Había concluido el proceso de unificación de España. La unión era, sin embargo, una unión dinástica. Bajo
los mismos monarcas, los distintos reinos siguieron manteniendo diferentes leyes e instituciones.
Su reinado, fue una etapa de monarquía autoritaria, buscando centralizar el poder, y estableciendo las
bases de un Estado moderno. Los monarcas potenciaron o modificaron las instituciones de gobierno
existentes; en Aragón, con escasas excepciones, permanecieron intactas.
En Castilla el Consejo Real se convirtió en órgano de gobierno e instancia judicial superior. Las Cortes sólo
se convocaban para aprobar recursos. La justicia se impartía en tres ámbitos: en el local con los
corregidores, en segunda instancia la Chancillería (Valladolid y Granada), y en última instancia el Consejo
Real. La Cancillería se sustituye por secretarios reales. Nace la Santa Hermandad para mantener el orden
público. En Aragón, confirman los fueros, establecen el Consejo de Aragón y una Audiencia en cada reino,
y nace la figura del virrey. Los reyes logran el derecho de presentación y el Patronato Regio, y la Inquisición
funcionó en ambas coronas.
EL SIGNIFICADO DE 1492. LA GUERRA DE GRANADA Y EL DESCUBRIMIENTO DE
AMÉRICA
En 1492 tuvieron lugar tres acontecimientos, que marcarían el reinado de los Reyes Católicos:
La conquista del reino nazarí de Granada se inició en 1482 aprovechando las luchas internas
protagonizadas por dos miembros de su familia real nazarí, el Zagal y Boabdil, y se desarrolló en tres fases:
La conquista de Alhama (1482-1484) con la que los reyes se ganaron el apoyo de Boabdil. La toma de
Málaga (1485-1487), que fue ocupada y su población sometida a la esclavitud. La Rendición de Granada
(1488-1492) en la que Boabdil firmó las capitulaciones que garantizaban a los musulmanes la libertad religiosa
y la conservación de sus bienes y tradiciones.
Tras la conquista del reino nazarí, el 31 marzo de 1492, los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los
judíos que acarrearía importantes consecuencias demográficas, económicas y sociales
El descubrimiento de América tiene como causa las crecientes dificultades para llegar a Asia por el
Mediterráneo, lo que obligó a los europeos a buscar rutas alternativas para conseguir los productos de las Indias
(especias y metales preciosos).
Así, en 1492 se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, acuerdo por el cual los Reyes Católicos apoyaron
el proyecto de Cristóbal Colón para realizar la expedición a las Indias navegando hacia el oeste.
Colón realizó cuatro viajes a las Indias sin saber que, en realidad, había llegado a un nuevo continente:
El primer viaje partió de Palos de la Frontera (Huelva) el 3 de agosto de 1492, y llegó a las Indias el 12 de
octubre de 1492, tocando tierra en Guanahaní (San Salvador, Bahamas); en el Segundo viaje (septiembre
de 1493) Colón descubrió la isla de La Española; en el Tercer viaje (1498) descubrió la isla de Trinidad y la
desembocadura del río Orinoco; el Cuarto viaje (1502) le permitió descubrir la costa centroamericana.
Las disputas entre Portugal y Castilla por la propiedad de las nuevas tierras surgieron en el año 1493, al
reclamar los portugueses el cumplimiento del tratado de Alcaçovas de 1479. Sin embargo, los Reyes Católicos
consiguieron del Papa los derechos de conquista y evangelización (bula Inter Caetera)
La rivalidad entre Castilla y Portugal se resolvió en el tratado de Tordesillas (1494), por el que se trazó una
línea imaginaria de demarcación a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde: Portugal se quedaba con
las tierras situadas al este de dicha línea (costa africana y Brasil) y Castilla con las del oeste (resto de América).
Accedió al trono de Castilla y Aragón en 1516 a la muerte de su abuelo Fernando de Aragón y en 1519 fue
elegido emperador del Sacro Imperio.
La gran extensión de los dominios de Carlos I favoreció que éste se viera involucrado en una gran cantidad de
conflictos exteriores, con tres escenarios principales:
Las guerras contra Francia por hacerse con la hegemonía en Europa y en el Mediterráneo y que le aseguraron
el dominio sobre el norte de Italia con la incorporación del ducado de Milán (Batalla de Pavía 1525); la lucha
contra los protestantes, que le obligaron en la Paz de Augsburgo (1555) a reconocer la existencia de
principados protestantes en Alemania; y la guerra contra los turcos, que amenazaban a Europa Central y el
control del Mediterráneo, y a los que derrotó en Túnez (1535), pero no en Argel (1541).
Por otro lado, Felipe II, que no heredó Austria y el Sacro Imperio Romano Germánico, aumentó sus dominios
con la incorporación de Filipinas en 1571 y la incorporación de Portugal en las Cortes de Tomar de 1581.
Por otra parte, desde 1559 no se ausentó de España, fijó la capital en Madrid (1561) y se rodeó de
consejeros españoles. En el gobierno y administración, como su padre, potenció las instituciones creadas
por los Reyes Católicos, los consejos, que se ocupaban de asuntos más concretos y se dividían en territoriales
(los distintos reinos) y técnicos (Indias, Guerra o Hacienda).
Por otro lado, las Cortes se siguieron celebrando en los distintos reinos, aunque paulatinamente fueron
perdiendo protagonismo, y se conservaron en el Señorío de Vizcaya, Aragón y Navarra los fueros. Además
Felipe II aumentó el número de virreyes para gobernar en los nuevos territorios, amplió el número de
Audiencias y consolidó los Tercios como fuerza militar encargada de los intereses de la Monarquía.
EXPLORACIÓN Y COLONIZACIÓN DE AMÉRICA. CONSECUENCIAS DE LOS
DESCUBRIMIENTOS EN ESPAÑA, EUROPA Y AMÉRICA
El proceso de conquista y colonización de América se inició en 1493 desde las Antillas:
México: fue conquistado por Hernán Cortés entre 1519 y 1521 tras vencer a los aztecas; Perú: fue conquistado
por Francisco Pizarro entre 1527 y 1533 tras conseguir someter a los incas; También se conquistaron los
territorios de América Central, Venezuela, Chile (Pedro de Valdivia) y Río de la Plata (Pedro de Mendoza).
Francisco de Orellana exploró el Amazonas y Hernando de Soto el Mississippi. Además, Vasco Núñez de
Balboa, en 1513, descubrió el océano Pacífico. Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano (1519-
1522) lograron dar la primera vuelta al mundo. En 10 años (1540-1550), se había explorado casi toda América,
desde California hasta el río de la Plata.
Todas estas conquistas se realizaron a través de capitulaciones firmadas por los conquistadores con los
monarcas a cambio de honores, tierras y una parte del botín obtenido.
Aunque los indios fueron reconocidos como súbditos de la Corona, en los primeros años de colonización los
españoles practicaron el repartimiento o reparto de indios, lo que favoreció el abuso sobre ellos. Para acabar
con estos abusos estableció la encomienda para las explotaciones agrarias en las que los encomenderos
debían ocuparse de la protección y cristianización de los indios asignados. No obstante, se mantuvieron
diversas formas de trabajo obligatorio como la mita en las minas o los obrajes en la artesanía.
Como principales consecuencias del descubrimiento de América podemos destacar las siguientes:
Económicas: el oro y la plata americanos fueron utilizados para la monarquía Hispánica para financiar sus
guerras en Europa; El comercio ultramarino se convirtió en el motor de la economía española: se
exportaban a América vino, aceite o tejidos y desde América llegaban productos como maíz, patata, cacao o
tabaco. Por otra parte, se calcula que unos 150.000 castellanos emigraron a América.
Culturales: se ampliaron los conocimientos de flora y fauna. Destaca la Historia Natural de las Indias de
José de Acosta; los dominicos Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas denunciaron el trato que
los colonizadores daban a los indios; Francisco de Vitoria y sus discípulos de la Escuela de Salamanca
abordaron el problema de los justos títulos de la acción en América, poniendo las bases del derecho de
gentes, en la actualidad el derecho internacional.
Demográficas: el declive demográfico indígena provocó la importación de esclavos negros. Así mismo el
mestizaje produjo la aparición de una sociedad de castas dominada por peninsulares y criollos y la imposición
del castellano y cultura europea en América.
Las causas de la revuelta portuguesa fueron el rechazo a la Unión de Armas, el aumento de los impuestos,
las dificultades causadas al comercio colonial por la participación española en la Guerra de los Treinta Años y
el rechazo a la integración de Portugal en la monarquía hispánica y provocaron que en 1640 las Cortes
portuguesas proclamaron rey al duque de Braganza (Juan IV). La revuelta terminó en 1668 con la definitiva
independencia de Portugal.
Sin embargo, Felipe IV se vio obligado a participar en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) aliándose
con Austria en defensa del catolicismo frente a los países protestantes, que recibieron apoyo de otros estados
de religión protestante como Dinamarca o Suecia. Ante las victorias españolas (Toma de Breda, 1625;
Nördlingen, 1634). Francia tuvo que intervenir en la guerra para evitar el triunfo de los Habsburgo, lo que
provocó la derrota española en el conflicto (Batalla de Rocroi, 1643). La Paz de Westfalia (1648) puso fin a la
guerra y reconoció la independencia de las Provincias Unidas. No obstante, la guerra continuó con Francia
hasta la firma de la Paz de los Pirineos (1659). Por este tratado España cedió el Rosellón y la Cerdaña a
Francia y se acordó la boda de la infanta María Teresa con Luis XIV de Francia, lo que propiciaría la llegada de
los Borbones a España en el siglo XVIII.
PRINCIPALES FACTORES DE LA CRISIS DEMOGRÁFICA Y ECONÓMICA DEL
SIGLO XVII Y SUS CONSECUENCIAS
El siglo XVII fue un siglo de crisis en Europa. Los factores fundamentales de la crisis en España fueron:
El descenso demográfico como consecuencia de grandes epidemias (tres oleadas de peste); la expulsión
de los moriscos, que perjudicó sobre todo a Valencia y Aragón; las guerras constantes, y crisis de
subsistencias.
No obstante, hacia 1680 se inició una mejoría: aumentó la natalidad, y se recuperó lentamente la
producción y el comercio.
Las consecuencias de la crisis afectaron a todos los grupos de la sociedad estamental del XVII. La nobleza y
el clero aumentaron en número, la primera endeudada al disminuir sus rentas y querer mantener su nivel de
vida. La burguesía intentó ennoblecerse; y la situación de los campesinos empeoró, aumentando las
revueltas y la emigración a Madrid o a la periferia. Así mismo aumentó el número de mendigos, pobres y
maleantes.
La Paz de Utrecht representó para España la pérdida de todas sus posesiones en Europa y supuso la
confirmación de Inglaterra como nueva potencia hegemónica en el continente.
Tras la Guerra de Sucesión, el objetivo de los Borbones fue recuperar el sur de Italia, Menorca y Gibraltar. Para
ello firmaron los Pactos de Familia con Francia.
Felipe V (1700-1756) firmó dos Pactos de Familia (1734 y 1743). En virtud de ellos, Felipe V consiguió en el
Tratado de Viena de 1738 que el infante Carlos, el futuro Carlos III de España, fuera coronado Rey de Nápoles
y Sicilia y que el infante Felipe fuera nombrado Duque de Parma.
Durante el reinado de Carlos III (1759-1788) se firmó el Tercer Pacto de Familia (1761). España participó en
la Guerra de los Siete Años (1756-1763). La victoria británica, junto a su aliada Portugal, llevó a firma del
Tratado de París (1763) por el que España cedió Florida a Inglaterra y Sacramento a Portugal. Para compensar
esas pérdidas Francia nos cedió Luisiana.
De nuevo en América, España junto a Francia apoyó a los rebeldes norteamericanos contra Inglaterra. La
derrota británica fue confirmada en el Tratado de Versalles (1783) lo que permitió a España recuperar
Menorca, Florida y Sacramento.
LA NUEVA MONARQUÍA BORBÓNICA. LOS DECRETOS DE NUEVA PLANTA.
MODELO DE ESTADO Y ALCANCE DE LAS REFORMAS
La política de los Borbones se caracterizó por la imitación del modelo francés en la forma de gobernar:
Felipe V concentró todos los poderes y aprobó en 1713 la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres. Además
aprobó los Decretos de Nueva Planta para Aragón y Valencia en 1707; y para Cataluña y Mallorca en 1716,
aboliendo los fueros, instituciones y privilegios de la Corona de Aragón unificando jurídicamente todos los
territorios peninsulares bajo el modelo castellano.
En la administración central se suprimieron los Consejos y se crearon las secretarías de Estado y del
Despacho. Era el rey quien escogía a sus secretarios de Estado. A finales de siglo, los secretarios se reunieron
en la Junta Suprema de Estado, antecedente del actual Consejo de Ministros. Las nuevas Cortes Generales
del Reino tuvieron, casi, como única misión, el que el heredero de la Corona jurase su ‘cargo’.
En la administración local se extendió a toda España el modelo castellano: en cada municipio se encontraba
un corregidor nombrado por el rey.
La anulación de los Pactos de Familia, tras la ejecución de Luis XVI, arrastró a la España del Antiguo Régimen, a
declarar la guerra a la Francia revolucionaria. Sin embargo, tras el desastre en la Guerra de la Convención contra
Francia (1793-1795) que finalizó con la firma de la Paz de Basilea, nuestro país volvió a una política de alianza con
Francia, poco favorable para nuestros intereses, que se inició con la firma del tratado de San Ildefonso en 1796. La
nueva alianza involucraría a nuestro país en la Guerra de las Naranjas de 1801 y en la derrota naval de Trafalgar, en
1805.
En 1807 Godoy firma el Tratado de Fontainebleau, autorizando el paso del ejército francés a Portugal, país que se
niega a colaborar en el bloqueo continental contra Gran Bretaña.
En este contexto, Napoleón propone trasladar la frontera franco-española al Ebro, lo que provoca las sospechas de
Godoy sobre las verdaderas intenciones del emperador francés con respecto a España. Para evitar un posible
confinamiento de la familia real por parte de las tropas francesas, Godoy intenta trasladar a la familia real a Andalucía
como paso previo a enviarlos a América; esta decisión desembocó en el Motín de Aranjuez, el 19 de marzo de 1808,
un golpe de Estado protagonizado por los simpatizantes del príncipe Fernando. El motín provocó la caída de Godoy
y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando.
La inestabilidad política provocada por el Motín de Aranjuez fue aprovechada por Napoleón para atraer a la familia
real española a Bayona (Francia) y forzar, el 7 de mayo de 1808, las conocidas como Abdicaciones de Bayona: en
ellas Fernando renunció al trono en favor de su padre, Carlos IV, y éste en favor de Napoleón. El emperador francés
entregó la corona a su hermano José. La primera medida que tomó el nuevo monarca fue la publicación del Estatuto
de Bayona (julio 1808).
El traslado de Carlos IV y su familia a Bayona tuvo como consecuencia que en la capital española se produjeran
diversos incidentes que desembocaron en el levantamiento del 2 de mayo de 1808. En él, el pueblo de Madrid junto
a oficiales del cuartel de Monteleón se sublevaron contra los franceses. Los soldados de Napoleón respondieron al
levantamiento fusilando a numerosos madrileños el 3 de mayo. El levantamiento de Madrid se extendió́ por todo el
país propiciando el inicio de la Guerra de la Independencia, que se desarrollaría entre 1808 y 1814.
Con los levantamientos y abdicaciones se produjo un vacío de poder en España. En las zonas no ocupadas se
estableció un nuevo poder representado por numerosas Juntas locales y provinciales. Éstas se encargaron de
organizar la resistencia española ante los franceses y asumieron la soberanía nacional hasta que, en septiembre de
1808, transfirieron sus competencias a la Junta Central Suprema, constituida en Aranjuez y presidida por
Floridablanca.
En ella tuvieron importancia la lucha de guerrillas y la resistencia en las ciudades ante un numeroso ejército muy bien
preparado y equipado.
Primera fase (mayo-octubre 1808): en esta fase se produjo la ocupación por parte de las tropas francesas de
diversos enclaves de gran valor estratégico. Ciudades, como Zaragoza y Gerona se sublevaron y fueron
aisladas.
En este contexto, el ejército francés dirigido por el general Dupont, encargado de dominar Andalucía, fue
derrotado en Bailen en julio 1808; esta derrota obligó a los franceses a retroceder hasta el Ebro, y a José́ I a
abandonar Madrid y trasladarse a Vitoria.
Segunda fase (octubre 1808-julio 1812): esta fase es de claro predominio francés. Tras la derrota en Bailén,
Napoleón entró en España con 250.000 soldados y restableció en el trono a su hermano. La Junta Central
Suprema se trasladó a Sevilla y posteriormente a Cádiz.
Las tropas españolas son derrotadas en Uclés y las ciudades de Zaragoza y Gerona son asediadas y tomadas
en 1809.
Los franceses ocuparon oficialmente toda España, incluyendo toda Andalucía a excepción de Cádiz. No
obstante, en realidad solo dominaron las ciudades y grandes rutas, las áreas rurales quedaron en manos
guerrilleras.
Tercera fase (julio 1812-1814): en esta fase se inició la ofensiva anglo-española. Con la retirada de las tropas
francesas, necesarias en el frente ruso, la Junta Suprema Central firmó con Inglaterra una alianza contra
Napoleón. El ejército anglo-español dirigido por Wellington derrotó a los franceses en Arapiles en julio de
1812.
A partir de este momento el curso de la guerra se invirtió́: en 1813 las tropas anglo-españolas derrotaron a
las francesas en Vitoria y San Marcial; Pamplona se rindió en octubre y, a principios de 1814, los franceses
evacuaron las ultimas plazas en Cataluña.
Con la firma del Tratado de Valençay, en diciembre de 1813, Napoleón reconoció a Fernando VII como rey
de España. La guerra había terminado.
Durante la guerra se vivió una revolución política. José I impuso el Estatuto Real de Bayona implantando un régimen
autoritario parcialmente reformista que establecía unas Cortes y reconocida algunos derechos individuales. Aprobó
algunas medidas como:
Pero la mayoría de la población lo rechazó y constituyó sus propios órganos de gobierno, las Juntas locales y
provinciales, que fueron coordinadas por la Junta Central Suprema. Ésta, con el tiempo, cedió sus competencias a un
Consejo de Regencia que, en septiembre de 1810, entregó el poder legislativo a las Cortes de Cádiz.
Trasladada a Cádiz y desacreditada por las derrotas militares, esta Junta Central cedió su autoridad a un Consejo de
Regencia, compuesto por cinco miembros. Este Consejo de Regencia se convirtió en el órgano de gobierno hasta el
regreso de Fernando VII.
Aunque la Junta Central ya había debatido la convocatoria de Cortes Generales, el Consejo de Regencia no se decidió
a convocarlas hasta que llegó la noticia del establecimiento de poderes locales en diversas ciudades americanas que
podían poner en peligro el imperio español.
Las Cortes, finalmente convocadas, se autoproclamaron Asamblea Constituyente y asumieron la soberanía nacional.
Éstas comenzaron sus sesiones en septiembre de 1810 con el juramento por parte de los diputados de defender la
integridad de la nación española (incluida América) y reconocer a Fernando VII como legítimo rey. Las sesiones se
prolongaron hasta la primavera de 1814.
La mayoría de los diputados que conformaron las Cortes de Cádiz fueron eclesiásticos, abogados, militares,
funcionarios, catedráticos y miembros de la burguesía. Las clases populares y las mujeres no estuvieron
representadas, a pesar del papel fundamental de los campesinos en la lucha contra los franceses. Los representantes
americanos fueron designados entre los de origen americano que había en ese momento en Cádiz.
Las Cortes aprobaron una serie de medidas que tenían como objetivo desmantelar el Antiguo Régimen. Entre las
medidas sociales y económicas aprobadas destacaron:
La supresión del régimen señorial, que impedía la modernización de la administración local y provincial.
Fueron derogados los gremios, pues se consideraba que impedían la libre iniciativa privada.
La aprobación de leyes desamortizadoras que afectaron a las propiedades de afrancesados, de las ordenes
militares disueltas, a los conventos y monasterios destruidos por la guerra y a la mitad de las tierras
comunales.
La supresión de las aduanas interiores y el Honrado Concejo de la Mesta.
La abolición de la Inquisición y la supresión de los conventos con menos de 12 miembros.
Se decretó la libertad de prensa.
Se inició el debate sobre la reorganización territorial de España (con aportaciones de contenido regionalista),
para conseguir la uniformidad territorial y centralización política.
LA CONSTITUCIÓN DE 1812
Sin embargo, la reforma política más importante llevada a cabo por las Cortes fue la Constitución, promulgada el 19
de marzo de 1812. Esta Constitución fue la primera ley fundamental aprobada por un Parlamento nacional en España.
Sus principios básicos, inspirados en la Constitución francesa de 1789, fueron:
La Soberanía Nacional. Ésta residía en la nación, incluidos los habitantes de las colonias.
La División de Poderes:
El poder legislativo residía en las Cortes unicamerales.
El poder ejecutivo, en el Rey y sus ministros. El monarca no podía disolver las Cortes y solo poseía
un derecho de veto limitado durante dos años sobre las leyes aprobadas en las Cortes.
El poder judicial, en los tribunales.
El establecimiento de la Monarquía Parlamentaria como sistema de gobierno.
El reconocimiento de numerosos derechos individuales y colectivos, como la libertad de imprenta, de
propiedad o sufragio.
La igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y el establecimiento de un fuero único (mismas leyes para
todos, excepto para el Ejercito y la Iglesia).
Se suprimieron los fueros y leyes contrarios a la Constitución.
Se estableció la igualdad fiscal, una burocracia centralizada y un ejército nacional. Así mismo se creó una
Milicia Nacional para garantizar el orden constitucional.
Se estableció el catolicismo como religión única y oficial del Estado.
Se estableció el sufragio universal masculino e indirecto como sistema electoral (varones, mayores de edad,
excluidos los miembros del clero regular).
Se reconoció a Fernando VII como rey constitucional de España.
No obstante, ni la Constitución de 1812, ni las leyes aprobadas por las Cortes tuvieron una aplicación practica por el
estado de guerra que vivía el país. Es por ello que Fernando VII no tuvo dificultad en derogarla con la publicación del
Decreto de Valencia del 4 de mayo de 1814. Sin embargo, la Pepa se convirtió en el símbolo del liberalismo y sirvió́
de inspiración a constituciones posteriores.
El 4 de mayo el rey promulgó el Decreto de Valencia que anulaba las reformas aprobadas en las Cortes, así como la
Constitución de Cádiz. Se iniciaba así el Sexenio absolutista (1814-1820).
Esta primera etapa del reinado de Fernando VII comenzó con la detención de los liberales más importantes y la
disolución de las Cortes. Apoyado por la Iglesia y los grandes terratenientes, anuló la libertad de prensa, restableció́
la Inquisición y la Mesta, permitió́ la vuelta de los jesuitas y restauró la sociedad estamental.
La inestabilidad del gobierno, la crisis en Hacienda y a la oposición liberal, que protagonizó varios
pronunciamientos militares, como los de Espoz y Mina, Día Porlier y Lacy.
En 1820, sin embargo, triunfó el pronunciamiento del coronel Rafael de Riego en Cabezas de San Juan, Sevilla.
Tras este pronunciamiento Fernando VII no tuvo más remedio que restablecer la Constitución 1812. Se iniciaba así el
Trienio liberal (1820-1823).
Durante esta segunda etapa del reinado de Fernando VII se restablecieron las leyes aprobadas en Cádiz:
Los moderados o doceañistas (antiguos diputados liberales de Cádiz e intelectuales ilustrados) como
Argüelles y Martínez de la Rosa, que defendían el sufragio censitario, para limitar la soberanía nacional y la
implantación de unas Cortes bicamerales.
Los exaltados o venteañistas (protagonistas de la revolución de 1820) como Mendizábal y Alcalá́ Galiano,
que defendían el sufragio universal, la soberanía nacional y la implantación de unas Cortes unicamerales.
La oposición al régimen liberal fue protagonizada por el Rey, apoyado por parte del ejército, el clero y el campesinado.
Esta oposición, en 1822, creó la Junta Absolutista en Bayona, mientras que en Cataluña creó la Regencia de Urgel.
La entrada en España de Los Cien Mil Hijos de San Luis, ejército organizado por Francia por orden de la Santa Alianza
tras el Congreso de Verona 1822, puso fin al régimen liberal, dando paso a la Década Ominosa (1823-1833). Aunque
se restablecieron las instituciones de la monarquía absoluta, ésta desarrolló un reformismo moderado.
Los liberales sufrieron represión y muchos se exiliaron. No obstante, durante esta década se produjeron varios
pronunciamientos liberales, como los protagonizados por Riego, El Empecinado, Torrijos o Mariana Pineda, aunque
todos ellos fracasaron.
Sin embargo, el régimen tenia dos enemigos: los liberales liberales exaltados y los realistas. Estos últimos se
aglutinaron en torno a Carlos María Isidro, hermano del rey y heredero a la corona.
En este contexto de inestabilidad política, Fernando VII, ante la posibilidad de tener una hija, publicó la Pragmática
Sanción, que modificó la Ley Sálica, permitiendo reinar a las mujeres.
Carlos María Isidro rechazó la Pragmática y reclamó la vigencia de la Ley Sálica. Nacía así el carlismo.
Tras los sucesos de la Granja (1832), Fernando VII confirmó los derechos sucesorios de su hija Isabel, formando
gobierno con el monárquico moderado Cea Bermúdez. Al morir Fernando VII, María Cristina heredó la corona en
nombre de su hija Isabel, lo que provocó el inicio de la primera guerra carlista, que se desarrollaría entre 1833 y 1840.
El reformismo borbónico del siglo XVIII, que impedía la autonomía política y económica de las colonias.
La extensión de las ideas ilustradas y liberales.
La debilidad de España tras la derrota en Trafalgar y la invasión napoleónica.
Los intereses ingleses en la zona.
La independencia de la América española se desarrolló en dos fases:
La primera fase se desarrolla entre 1810 y 1815. En esta primera fase la burguesía criolla animada por la
experiencia norteamericana y las ideas liberales pretendió liberarse de las restricciones y el monopolio
comercial impuesto por España.
Para ello creó Juntas autónomas y depuso a los virreyes y capitanes generales, rechazando la autoridad de
la Junta Central Suprema, que buscaba apoyos en Inglaterra para expulsar a los franceses de España. Es en
esta fase cuando estallan las primeras insurrecciones, como la del cura Hidalgo en México, Simón Bolívar en
Venezuela y José Francia en Paraguay.
La segunda fase se desarrolla entre 1816 y 1824. El regreso de Fernando VII a España trajo consigo el retorno
del absolutismo. La reacción absolutista no impidió la independencia de Argentina (San Martín), en 1816; de
Ecuador, Venezuela y Colombia en 1819 (Bolívar); de Chile en 1818 (San. Martín y O’Higgins); de México en
1822 (Iturbide); y de Bolivia y Perú en 1824 (Sucre).
Tras finalizar el proceso emancipador España solo conservó Cuba y Puerto Rico en América y Filipinas en Asia. Las
consecuencias del mismo fueron:
La minoría de edad (1833-1843) con las regencias María Cristina (1833-1840) y de Espartero (1840-1843).
El reinado efectivo (1843-1868) con la mayoría de edad.
La minoría de edad de Isabel II (1833-1843) comenzó con el estallido de la Primera Guerra Carlista (1833-1840). La
guerra civil tuvo lugar durante la regencia de su madre María Cristina.
La cuestión sucesoria: los carlistas apoyaban a Carlos María Isidro y por tanto la Ley Sálica, frente a Isabel
II, reina en virtud de la Pragmática Sanción.
El enfrentamiento ideológico: el carlismo defendía el Antiguo Régimen (“Dios, Patria y Rey”) y el
mantenimiento de los fueros; mientras que el liberalismo defendía la política centralizadora, la soberanía
nacional y la división de poderes.
La Primera Guerra Carlista estalló el 1 de octubre de 1833 con la publicación del Manifiesto de Abrantes y concluyó
en 1840. Se desarrolló en cuatro fases:
Avance carlista (1833-1835): los carlistas se hicieron fuertes en Navarra y País Vasco, dirigidos por
Zumalacárregui.
Repliegue carlista (1835-1837): los carlistas fracasaron en las expediciones llevadas a cabo por Miguel
Gómez y el propio Don Carlos (la Expedición Real); además, fueron derrotados en Luchana (1836).
Triunfo isabelino (1837-1839): La división del carlismo facilitó el Convenio de Vergara (1839) entre Maroto
y Espartero (abrazo de Vergara), que permitió la admisión de militares carlistas en el ejército isabelino y la
promesa de mantener los fueros. Don Carlos no aceptó el acuerdo y decidió exiliarse en Francia.
Resistencia carlista en el Maestrazgo (1839-1840): Algunos carlistas no aceptaron el Convenio de Vergara
continuando la guerra en la comarca del Maestrazgo dirigidos por el general Ramón Cabrera hasta su
definitiva derrota en Morella (1840).
El carlismo, a pesar de la derrota militar, continuaría latente y provocaría la Segunda Guerra Carlista (1846-1849),
ante el fracaso de la boda entre Isabel II y Carlos VI; y la Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
Durante las regencias (1833-1843), los gobiernos liberales desmantelaron el Antiguo Régimen gradualmente.
El Partido Moderado, conformado por los doceañistas. Defendían la soberanía compartida (Rey-Cortes),
daban amplios poderes al rey y limitaban los derechos individuales.
El Partido Progresista, creado por los veinteañistas. Defendían la soberanía nacional y eran partidarios de
limitar el poder del rey.
La regencia de María Cristina (1833-1840), se inició con una fase moderada (1833-1835), de transición entre el
Estado absolutista de Fernando VII y el liberal de Isabel II, con la ayuda de reformistas como Cea Bermúdez.
Ante la necesidad de apoyos, María Cristina llamó a Martínez de la Rosa, liberal moderado para presidir el gobierno.
Éste elaboró el ESTATUTO REAL (1834) una Carta otorgada que establecía unas Cortes bicamerales:
Sin embargo, este Estatuto Real no reconocía ni la soberanía nacional, ni la división de poderes, ni derechos
individuales, dejando el poder legislativo en manos del Rey.
Los progresistas se opusieron al Estatuto Real. Al mismo tiempo, en varias regiones españolas estallaron revueltas
contra las órdenes religiosas por el apoyo de éstas a los carlistas. Todo ello obligó a la Regente, en el verano de 1835
a nombrar a Mendizábal nuevo jefe de gobierno. Éste aplicó varias medidas para desmantelar el Antiguo Régimen:
Estas medidas provocaron la destitución de Mendizábal y el intento, por parte de la regente, de retornar al
moderantismo. Sin embargo, los progresistas protagonizaron el Motín de La Granja (agosto de 1836), lo que obligo a
María Cristina a entregar el gobierno a éstos y restablecer la Constitución de 1812 mientras se redactaba una nueva.
El nuevo gobierno progresista de dirigido por Calatrava y eliminó el régimen señorial, el mayorazgo y el diezmo; y así
mismo restableció la Ley Municipal.
Sin embargo, el mayor logro de su gobierno fue la promulgación de La CONSTITUCIÓN DE 1837, que consolidó el
régimen constitucional. Las principales características de esta Constitución fueron:
Una vez promulgada la nueva Constitución, la regente llamó de nuevo al gobierno a los moderados. Éstos, que
gobernarían hasta 1840, intentaron modificar la Ley Municipal (1840) en un intento de reducir el poder de los
progresistas en las ciudades. Ante esta medida, el general Espartero, líder de los progresistas, protagonizó un nuevo
pronunciamiento que provocó la salida de María Cristina y su nombramiento como nuevo regente.
Durante su regencia (1840-1843), Espartero gobernó de manera autoritaria (llegó a bombardear Barcelona), lo que
suscitó la oposición de los progresistas y de los militares. Finalmente, moderados y progresistas organizaron un
pronunciamiento liderado por el general Narváez, que le obligó a dimitir.
Las Cortes proclamaron entonces la mayoría de edad de Isabel II con solo trece años, iniciándose así su reinado
efectivo (1843-1868).
A lo largo de las tres fases en que se divide el reinado de Isabel II, se procedió́ a la construcción del Estado liberal
Con el paso del tiempo, el aumento del autoritarismo de Narváez tuvo como consecuencia la creación, en 1849, del
Partido Demócrata. Este nuevo partido reivindicará:
El sufragio universal.
Unas Cortes unicamerales.
La libertad religiosa.
La enseñanza primaria gratuita.
La intervención del Estado en ámbitos sociales.
La suspensión de las de las Cortes 1854 aumentó el descontento, dando paso al Bienio progresista (1854-1856),
Esta etapa de dos años comenzó con el pronunciamiento del general O ́Donnell en Vicálvaro y la publicación del
Manifiesto de Manzanares. Isabel II, para salvaguardar su corona, no tuvo más remedio que encargar a Espartero
formar un nuevo gobierno.
Durante los dos años que dura el gobierno de Espartero los progresistas restablecieron la Ley de Imprenta, la Ley
Electoral y la Milicia Nacional. Además, elaboraron la Constitución de 1856, que no llegó a promulgarse (non nata).
En economía aprobaron la Desamortización de Madoz (1855) de bienes eclesiásticos, municipales y del Estado; la
Ley de Ferrocarriles (1855) y la Ley Bancaria (1856). Sin embargo, la crisis le hizo dimitir. Isabel II nombró nuevo
presidente a O´ Donnell, líder de la Unión Liberal.
De 1856 a 1868 se alternan en el gobierno los moderados y Unión Liberal de O ́Donnell. Éste, con su partido la
Unión Liberal, intentaba establecer un liberalismo centrista (ala derecha progresista y ala izquierda moderada); e
intentaría, durante su gobierno devolver a España su prestigio internacional (intervenciones en México, Marruecos y
Cochinchina). Por su parte, Narváez con los moderados se tuvo que enfrentar a los disturbios de la noche de San
Daniel (1865) y al pronunciamiento de los sargentos del cuartel de San Gil (1866).
En este contexto de inestabilidad política, los progresistas, los demócratas y los republicanos, firmaron el Pacto de
Ostende el 16 de agosto de 1866. El objetivo de éste era lograr el derrocamiento de la reina y convocar elecciones a
Cortes Constituyentes.
La muerte de Narváez y O ́Donnell dejó a la reina sin sus principales apoyos políticos, pues el general Serrano, que
se puso al frente de la Unión Liberal, se unió a los partidos que firmaron el Pacto de Ostende (Pacto de Bruselas, 30
de junio de 1867). En tales circunstancias, en septiembre de 1868 Prim, Serrano y Topete iniciaron en Cádiz el
levantamiento conocido como “La Gloriosa” que provocó la caída de Isabel II y propició el comienzo del Sexenio
Democrático.
EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868): LAS DESAMORTIZACIONES DE
MENDIZÁBAL Y MADOZ. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE
CLASES.
LAS DESAMORTIZACIONES DE MENDIZÁBAL Y MADOZ
A lo largo de las dos etapas del reinado de Isabel II (1833-1868) se realizaron reformas económicas de signo liberal,
al tiempo que se produjo una auténtica revolución social.
La Regencia de María Cristina coincidió con la Primera Guerra Carlista. La guerra agravó la situación de la economía,
ya que a los problemas estructurales se unió el esfuerzo para financiar la guerra contra los carlistas.
Las desamortizaciones se encuadran dentro de las reformas económicas de signo liberal que se acometieron en el
reinado de Isabel II. Éstas formaban parte de las medidas para liberalizar la tierra, junto a la supresión del mayorazgo
y abolición del régimen señorial.
Las desamortizaciones, consistían en la expropiación por parte del Estado, de tierras eclesiásticas y municipales
(amortizadas o en manos muertas) para su venta en subasta pública. En compensación a la Iglesia, el Estado se
hacía cargo de los gastos de culto y del clero. Las desamortizaciones se realizaron desde final del siglo XVIII (Godoy,
Cortes de Cádiz, Trienio Liberal), pero el verdadero proceso de desamortización se realiza con Mendizábal y Madoz.
Tras el fracaso de la etapa moderada (1833-1835), y el inició la Revolución liberal (1835-1840), Mendizábal se propuso
desmantelar el sistema legal del Antiguo Régimen, necesario para liberalizar el mercado de la tierra. Como medida
previa Mendizábal, en 1835, disolvió́ las órdenes religiosas salvo las dedicadas a la enseñanza o cuidado de enfermos,
y sus fincas pasaron a ser propiedad del Estado.
La desamortización de Mendizábal (1837-1849), consistió en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la
Iglesia. Los objetivos fueron: sanear la Hacienda, financiar el Ejército y convertir a los nuevos propietarios en adeptos
para la causa liberal frente al carlismo. Al tiempo que pretendía aumentar el número de propietarios, la producción y
la riqueza.
La desamortización de Madoz (1855-1867) vendió en subasta los bienes municipales, del Estado y eclesiásticos.
Ley de 1855, se desarrolló durante el Bienio progresista, pretendía además de reducir la deuda pública, financiar la
construcción de infraestructuras necesarias para modernizar la economía, fundamentalmente el ferrocarril.
Provocó la ruptura con la Santa Sede y conflictos con la reina. La venta de las tierras en metálico supuso un incremento
de recursos para el Estado que duplicó los ingresos con respecto a la anterior desamortización.
En la sociedad, se produjo el paso de una sociedad estamental a una de clases. Con la configuración del Estado
liberal, los estamentos desaparecieron al imponerse la igualdad jurídica, poniendo fin a los privilegios. Todos pagaban
impuestos, eran juzgados por las mismas leyes, y gozaban teóricamente de los mismos derechos políticos. Así la
población constituía una sola categoría jurídica, la de ciudadanos. Los ciudadanos quedaron definidos por la
pertenencia a una clase social, siendo grupos abiertos y no cerrados como en el Antiguo Régimen.
La nobleza, disminuyó y perdió su influencia al perder sus privilegios, pero se adaptó a las circunstancias. Siguió
presente en los altos cargos de la Administración, del Ejército y en política (Senado), y mejoró su situación económica
(alta nobleza). Aprovecharon su nombre para entrar en consejos de administración, y aliarse con la burguesía
financiera (matrimonios).
El clero cambió con la revolución liberal. Perdió su principal fuente de ingresos, el diezmo, y el monopolio de la
enseñanza. La Iglesia perdió parte de sus bienes con las desamortizaciones, y las órdenes religiosas disminuyeron.
Se mostró enemiga del liberalismo, contraria a la tolerancia religiosa y separación Iglesia-Estado.
La burguesía fue la gran protagonista del período. La supresión de privilegios permitió legalmente la movilidad social,
y las desamortizaciones la posibilidad de conseguir bienes. El progreso económico, favoreció la aparición de una
burguesía de negocios: banqueros, comerciantes, propietarios de tierras y de inmuebles urbanos, grandes
profesionales y altos cargos del Estado. Fuera de las grandes urbes, se desarrolló una burguesía más modesta.
Las clases medias constituían entre el 5% y 10% de la sociedad, eran propietarios de tierras, comerciantes,
profesionales liberales y empleados públicos. Constituyeron un grupo influyente en el país.
A finales del XIX, el sector primario era la mitad del PIB y 70% de la población activa. Con diferencias: minoría de
grandes propietarios, y mayoría de pequeños y medianos propietarios, arrendatarios, aparceros y jornaleros.
La revolución industrial aportó una nueva clase social, el proletariado industrial, en aumento, y que se nutria del
éxodo rural y de los artesanos arruinados.
El Sexenio Democrático español se enmarca en una Europa y un mundo cambiante: nuevas teorías y practicas
sociales (democracia, socialismo, anarquismo), nuevos idearios (abolicionismo), nuevas rutas comerciales (canal
Suez), avances tecnológicos (telégrafo) y nuevos movimientos culturales (realismo y naturalismo).
En España, en los años anteriores a 1868, el malestar social y el desprestigio de Isabel II aumentaron. Tras el fracaso
del pronunciamiento del cuartel de San Gil en 1866, Prim pactó en Ostende una alianza con el Partido Demócrata, a
la que se unieron los republicanos, para promover el cambio de régimen y convocar Cortes Constituyentes.
La revolución de septiembre de 1868 se inició cuando el almirante Topete, junto a Prim y Serrano, se sublevaron en
Cádiz. Los sublevados en su manifiesto “España con honra” proclamaron la expulsión de la reina, el establecimiento
de un gobierno provisional constitucional que asegurara el orden y la regeneración política del país. En este contexto
se formaron juntas revolucionarias en muchos puntos del país.
El ejercito leal a la reina fue derrotado en Alcolea (Córdoba) y la soberana, ya sin apoyos, decidió exiliarse en Francia.
Tras la revolución se formó un Gobierno provisional presidido por Serrano, formado por unionistas (Topete) y
progresistas (Serrano, Sagasta, Figuerola, Zorrilla) que tomó varias medidas inmediatas:
La soberanía nacional.
La división de poderes: legislativo en unas Cortes bicamerales; el ejecutivo en el rey a través de los ministros;
y judicial en los tribunales de justicia.
La consagración de derechos básicos, como el derecho de reunión, el derecho de asociación o el de
expresión.
Declaró, por primera vez en España, la libertad religiosa.
Reconoció el sufragio universal masculino y la monarquía democrática como sistema de gobierno.
El Gobierno aprobó la Ley Electoral, la Ley de Matrimonios civiles, Ley Orgánica del Poder Judicial, implantó los
Juicios con Jurado, y reformó del Código Penal.
La Constitución definió España como una monarquía, pero el país era una monarquía sin rey. Por ello se instauró una
regencia presidida por Serrano. Prim fue nombrado jefe de Gobierno. En este contexto, aunque estaba descartada la
vuelta de los Borbones, Cánovas del Castillo forma el Partido Alfonsino, en defensa de los derechos del hijo de Isabel
II.
Durante el año 1869 se produjeron varios problemas: comienza la guerra con Cuba, los carlistas se reorganizan en
torno a Carlos VII, y se suceden levantamientos republicanos por todo el país.
Prim se centró en la búsqueda de un rey (Leopoldo de Hohenzollern, duque de Montpensier, Fernando de Coburgo,
Amadeo de Saboya, incluso Espartero).
En octubre de 1870, Amadeo de Saboya aceptó la Corona, con el consentimiento de las potencias europeas y en
noviembre las Cortes lo eligieron Rey. Su breve reinado (1870-1873) fue debido a diversos factores:
Finalmente, Amadeo I abdicó el 11 de febrero de 1873. Ese mismo día, las Cortes (Congreso y Senado) reunidas en
Asamblea, proclamaron la I República.
Las Cortes designaron a Estanislao Figueras, presidente de una República unitaria que inmediatamente chocó con
los republicanos federales. Su principal cometido era convocar Cortes Constituyentes que promulgasen una nueva
Constitución.
Desde el primer momento Figueras se tuvo que enfrentar a graves problemas: crisis de Hacienda, la guerra de Cuba
y la tercera guerra carlista. En su breve gobierno promulgó una amplia amnistía, abolió́ la esclavitud en Puerto Rico y
suprimió́ las quintas.
En las primeras elecciones triunfaron los republicanos federales, proclamándose la República Democrática Federal,
con Francisco Pi i Margall presidente. En los republicanos federales surgieron dos tendencias:
Los transigentes, que querían conseguir el orden social y después construir la República Federal desde
arriba.
Los intransigentes, que defendían la construcción de la República desde abajo para lograr la paz social.
En este contexto, al poco tiempo estalló una revolución cantonal, protagonizada por la clase media y trabajadores
urbanos, que comenzó en Cartagena y se extendió por el sur y el área mediterránea.
Al no poder aprobar la Constitución Pi i Margall dimitió. Le sucedió Salmerón, que se limitó a restablecer el orden y
reprimir los movimientos obreros. Salmerón dimitió al no querer firmar unas penas de muerte contra algunos líderes
cantonales. A Salmerón le sucedió Emilio Castelar, que intentó restablecer el orden. Su giro hacia una política más
conservadora le enfrentó a los intransigentes. Finalmente, la inestabilidad política y social que vivía el país fue
aprovechada por el general Pavía para protagonizar un nuevo golpe de Estado, en enero de 1874, que disolvió las
Cortes republicanas.
El año 1874 fue de transición entre la I República y la Restauración borbónica. Tras el golpe de Pavía, Serrano fue
nombrado presidente de la República, iniciando un período de gobierno autoritario que finalizó con el pronunciamiento
en Sagunto del general Martínez Campos el 27 de diciembre de 1874.