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En el Frente del Pacífico los estadounidenses tuvieron que desalojar isla a isla a

los japoneses, tanto en el sur del Pacífico (Guadalcanal, en agosto de 1942) como
en Filipinas (Manila, en febrero de 1945), dándose las mayores batallas navales de
la historia (batalla del Mar del Coral, en mayo de 1942; batalla del Golfo de
Leyte, en octubre de 1944), hasta llegar a tierras niponas (Iwo Jima, en febrero de
1945 y Okinawa, en abril de 1945), culminando con los bombardeos atómicos sobre
Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945.

A diferencia de la Primera Guerra Mundial, la rendición (tanto la japonesa como la


alemana) se produjo por derrota total, sin que fuera posible ningún tipo de
negociación. Las conversaciones decisivas fueron las que plantearon la división de
Europa en zonas de influencia entre los aliados, y que se negociaron en sucesivas
cumbres (conferencia de Teherán, el 1 de diciembre de 1943, conferencia de Yalta,
en febrero de 1945, conferencia de Potsdam, en julio de 1945).

La Segunda Guerra Mundial alteró las relaciones políticas y la estructura social


del mundo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue creada tras la
conflagración para fomentar la cooperación internacional y prevenir futuros
conflictos. La Unión Soviética y los Estados Unidos se alzaron como superpotencias
rivales, estableciéndose el escenario para la Guerra Fría, que se prolongó por los
siguientes 46 años. Al mismo tiempo declinó la influencia de las grandes potencias
europeas, materializada en el inicio de la descolonización de Asia y África. La
mayoría de los países cuyas industrias habían sido dañadas iniciaron la
recuperación económica, mientras que la integración política, especialmente en
Europa, emergió como un esfuerzo para establecer las relaciones de posguerra.

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