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‘Tim & Beverly LaHaye Ato atrimont La belleza del AMOR SEXUAL ene MATRIMONIO Y FAMILIA Gi acto “MATRIMONIAL la belleza del amor sexual editorial clie TIM Y BEVERLY LA HAYE Indice EDITORIAL CLIE C/ Ferrocarril, 8 : 08232 VILADECAVALLS (Barcelona) ESPANA E-mail: libros@clie.es Internet: http:// www.clie.es Inrropucci6N DEL AUTOR» 6 ee es 7 pt B ELACTO MATRIMONIAL 1, La santidad del eae eee aae 2. Lo que el acto de amor significa para un hombre B Publicado originalmente en inglés con el titulo The act of marriage : 8. Lo que el acto de amor significa para una mujer 42 © 1976 by The Zondervan Corporation, Gran Rapids, MI, USA ‘ 4. Educacién sexual 58 © 1976 por CLIE para la versién espafiola { 6 Mote de amar 2 7 Versisn espafiola: Olga Varady | 6. Séloparahombres. © . . . . . . . ISBN: 978-84-7228-269-8 i 7, S6lo para mujeres. ©»... + + + 106 i 8. La mujer insatisfecha. 2 2. . - + + (M9 Chasifiquese: i 1460 MATRIMONIO: : 9. La lave de la respuesta femenina. . . . 158 Vida sexual matrimonial 10. El hombre impotente . . . . . . + + 18 CTC: 04-23-1460-01 Referencia: 22.00.09 § 1. Sana planificacién familiar . . . . . . 2 i 12, Informacién de las respuestas sobre el sexo. . 223 | 13. La dimensi6n ausente. . . . . + + 248 t 14. Respuestas prdcticas a preguntas comunes. . 265 A todos los que creen que el amor conyugal puede ser hermoso, fantés- tico y pleno; y a aquellos que desean creerio. | Prdélogo editorial No es sin cierta preocupacién que nos decidimos a tradu- cir y publicar el presente libro, preguntdndonos: gCompren- derdn nuestros hermanos de habla espafiola el verdadero propésito del autor? {No lo tildardn algunos de escanda- loso? jEs tan diferente su contenido de los libros que hemos venido publicando mayormente hasta ahora! Sin embargo, el nombre y fama de sus autores y de la Editora norteamericana que lo ha dado a luz en su lengua original nos ha animado a confiar en la buena compren- sién de nuestros lectores cristianos. Timoteo y Beverly LaHaye no son personas desconocidas en el campo evan- gélico, sino un matrimonio fielmente consagrado al servi- cio del Seftor, que pastorea una de las iglesias mds grandes y piadosas de los Estados Unidos, y se dedica, ademds, a Ievar a cabo sus Seminarios de Consejo Pastoral a Ma- trimonios en muchas otras iglesias. El matrimonio implica una unién, segtin Dios, no tan sélo de dos almas sino de dos cuerpos, y, por consiguiente, en una sesién de Consejo a matrimonios los pastores sé ven obligados a hablar en términos muy claros de las cues- tiones més intimas, sin poder limitarse a los conceptos morales y ambiguos de amor, perdén, paciencia y buena voluntad. Esto puede ser suficiente para poner en paz a individuos 0 familias desavenidas, que no tienen nada {n- 7 timo en comin, pero al tratarse de un matrimonio es nece- sario, muchas veces, hablar de cuestiones mds dificiles sin ambages ni reticencias. Por eso los consejos del pastor LaHaye han tenido que referirse muchas veces en sus se- siones de Consejo, y también en este libro, a las intimida- des del lecho conyugal, con la misma libertad que se ezplican en cualquier obra medicocientifica. El hecho de que tanto el pastor como la sefiora LaHaye colaboren en tales sesiones de Consejo les da mayor libertad y seguri- dad para hablar de temas tan delicados. Y diremos que es afortunado el pastor que cuenta con una esposa sufi- cientemente inteligente y capaz para tomar parte en estos deberes pastorales. Conocemos sobradamente el bien que ha realizado el ministerio de Consejo de los pastores LaHaye en su pais; nuestra duda era acerca de la conveniencia de poner su libro, traducido al espaftol, al aleance de personas de di- versas condiciones y edades. Las instrucciones y consejos de los pastores LaHaye han salvado infinidad de matrimo- nios de la tragedia del divorcio, o han abierto una dimen- sién més amplia de satisfaccién y, por ende, de gratitud y afecto mutuo a otros millares que no se habrian sepa- rado, pero habrian vivido privados de la plena satisfaccién que fue el propdésito del Creador que disfrutaran las pare- jas unidas en el santo lazo del matrimonio, al crear los 6rganos reproductivos con todas sus posibilidades amato- rias. Privilegios que pueden verse malogrados por igno- rancia, particularmente en perjuicio de la esposa, aun ezistiendo el mayor afecto y consideracién por parte del esposo, como se ezplica en el curso del libro. Es cierto que materia tan delicada es mds propia para ser tratada en la intimidad de un despacho que en un libro, pero nos hemos dicho: ;Cémo dar a conocer discri- ‘minadamente una materia que puede ser tan util a pastores y a matrimonios sin ponerlo en letras de molde? El doctor LaHaye no puede ir personalmente a explicarlo de grupo en grupo y de iglesia en iglesia; es, pues, necesario tra- ducirlo y publicarlo, tal como ha sido hecho ya en inglés por personas muy competentes y fieles, que de ningtin modo pretendian dafiar o escandalizar a nadie, antes todo lo con- trario. | wigrssoemsnoenseeststeen A algunos lectores puede parecerles, quizds, algo impro- pia la relacién que establecen constantemente los autores entre el placer fisico y los mds altos temas espirituales de conversién y consagracién a Cristo, Puede que algunos se sientan inclinados a objetar que conceden excesiva impor- tancia al goce carnal, citando Romanos 13:14: <«Vestios del Sefior Jesucristo y no provedis para los deseos de la car- ne.» Nos imaginamos que algunos dirdn incluso que se sentirian avergonzados de orar por problemas de indole Permitasenos decir que ello es debido, probablemente, no tan sélo a prejuicios de nuestra cultura procedentes de siglos pasados, sino también a una defectuosa comprensién de la palabra «carne» que hallamos en las epistolas, y de los conceptos «. Cuando el apéstol Pablo habla de la carne, no se refiere simplemente al cuerpo fisico, sino a las impresiones mora- les, que, aunque pueden ser afectadas por el cuerpo, tienen su base en el ser espiritual, el alma, o sea el «yo» moral. La prueba de ello es la exposicién que hace el apédstol en Gdlatas 5:19-21 de las obras de la carne, que no son sola- ‘mente cadulterio, fornicacién, inmundicia, disolucién, borra- cheras y banqueteos», sino también «idolatria, hechicerias, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, discusiones, herejias, envidias y homicidios». Esta lista hace evidente que los deseos de la carne implican mucho mds que los actos seruales. Estos representan, ciertamente, obras de la carne cuando son realizados fuera del matrimonio, en opo- sicién a la voluntad de Dios, segiin es expresada en Géne- sis 2:24; Malaquias 2:14-15 y Mateo 19:4, 5. En cambio, en lo que se refiere al placer de los actos sexuales, leemos en los Proverbios: «Alégrate con la mujer de tu juventud como cierva amada y graciosa corza. Sus pechos te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre.» Asimismo, en Hebreos 13:4: Quedames muy agradecidos y le prometimos orar sobre el asunto. serlamente en Ja tarea, hasta que el Sefior le dio una sefial especifica. Dentro de los dos préximos meses le tocd acon- sejar por lo menos a diez personas frigidas. El éxito que estas mujeres alcanzaron pronto en su vida amorosa la convencié de que Dios queria su participacién activa en el proyecto. A medida que lefamos literatura actual sobre el tema, convencidos de que Dios quiso que el juego amoroso sea mutuamente gozado por ambos cényuges, oramos que nos guiase para que pudiésemos hacer esta obra biblica y sumamente practica. El] nos provela con muchas flustraciones, consejos y sugerencias adecuadas, mediante pastores, médicos y amigos, entre ellos el Dr. Ed Wheat, un médico de cabecera, quien habfa elaborado una de excelentes conferencias sobre el tema. Cuando lo cimos en nuestro Seminario de Vida Familiar en Tulsa Oklahoma, nos facilité un juego completo de sus cassettes y ofrecié amablemente hacer uso de cualquiera de ellos. Hemos recomendado estos cassettes a cada matrimonio y° a las parejas con intencién de casarse en un futuro cer- cano; son, indudablemente, los mejores que jamds hemos uu it i visto, Efectivamente, el Dr. Wheat incluye en ellos tal in- formacién como no habfamos encontrado en ninguno de los cincuenta o més libros que hab{amos escudrifiado sobre este tema. Dado el caso de que Ja mayorfa de las personas que aconsejamos son cristianos, a través de nuestras lecturas legamos a la conclusién de que generalmente los cristia- nos experimentan un grado mds alto de goce sexual que los no cristianos. Sin embargo, no hubo manera de probar nuestra suposicién. Entonces procedimos a preparar una encuesta intima para matrimonios y la ofrecimos a los que asistian a nuestros Seminarios de Vida Familiar. Al com- parar estas respuestas con las encuestas seculares sobre el sexo vimos confirmadas nuestras conclusiones, ademas de descubrir nuevas e interesantes realidades. Los resul- tados de nuestra encuesta se encuentran en el capitulo 13 y, en parte, a través de todo el libro. Mientras escribfamos el tltimo capitulo de este libro, la revista Redbook publicé una «Encuesta de Goce Sexual», tomada por la revista mostrando las preferencias de 100.000 mujeres, la que fue comentada por Robert J. Levin (co- autor con Masters & Johnson en Ja obra titulada La escla- vitud del placer). El descubrimiento mas importante la encuesta de Redbook que mencionamos primeramente era que «la satisfaccién sexual estd significativamente rela- cionada con las creencias religiosas. Con con: no- table se ha visto que cuanto mayor es la intensidad de las convicciones religiosas de la mujer, tanto més probable- mente obtiene alta satisfaccién del placer sexual en el matrimonio».' Naturalmente, quedamos encantados al ver que la encuesta de Redbook resultaba muy similar a nues- tra propia encuesta. A base de investigaciones, el sefior Levin confirmé enfaticamente que «las mujeres firmemen- te religiosas (sobre los 25 afios) parecian tener més capa- cidad de corresponder... (y) que alcanzan un orgasmo cada vez que se entregan sexualmente, con mucha mas probabi- lidad que las mujeres no religiosas».* Esto nos convence atin mds de que nuestra suposicién es exacta. No hay un solo libro escrito por seres humanos que Uegue a ser jamds la ultima palabra sobre cualquier tema; por lo tanto, no afirmamos que este manual sobre el amor 15 conyugal sea el tiltimo. Mas creemos que contiene mucha informacién valiosa que puede servir de apoyo a casi todas las parejas casadas, y que muchas de sus exposiciones no se encuentran con facilidad en ningun otro libro de esta indole. Por esta razén lo emitimos juntamente con nues- tras oraciones, pidiendo a Dios que haga buen uso de él para enriquecer tanto el amor como la vida amorosa de aquellos que lo leen. ‘Tox LaHaye San Diego, California Notas 1 Robert J. Levin y Amy Levin, «Placer sexual: Las sor- prendentes preferencias de 100.000 mujeres», Redbook, 145 (septiembre 1970), pag. 82, Idem, pag. 16 concentric tm Raina vere La santidad del sexo 1 El acto conyugal es una relacién hermosa e fntima compartida unicamente por un esposo y una esposa en la privacia de su amor, y es sagrado. En un sentido real Dios los ha destinado para esa relacién. La prueba de que es una experiencia sagrada aparece en el primer mandamiento de Dios al hombre: «Fructificad y multiplicaos; Henad la tierra» (Gén. 1:28). Este encargo fue dado antes de la introduccién del pecado en el mundo; por lo tanto, el hombre, en su estado original de inocencia, experimenté y goz6 del amor y de la procreacién. Esto implica necesariamente un hermoso impulso para unirse, sentido por el esposo y la esposa. Indudablemente Adan y Eva sintieron ese impulso en el jardin del Edén, tal como Dios lo ha ideado, y aunque carecemos de una descripcién de ello, podemos Megar a la légica conclusién de que Addn y Eva se hacfan el amor anteriormente a la entrada del pecado en el jardin del Edén (ver Génesis 2:25). La idea de que Dios haya disefiado nuestros érganos sexuales para nuestro placer casi toma por sorpresa a W mucha gente. Pero el Dr. Henry Brandt, un psicélogo cris- tiano, nos recuerda: «Dios creé todas las partes del cuerpo humano. No creé algunas partes buenas y otras malas; las hizo buenas todas, porque cuando hubo acabado su creacién, la contemplé y dijo: «He aquf que era bueno en gran manera» (Gén. 1:31). Esto ocurrié antes de que el pecado hubiese puesto el desorden en la perfeccién del Parafso. Tras veintisiete afios de aconsejar a cientos de parejas en el area intima de su vida marital, estamos convencidos de que muchos albergan en sus mentes la idea errénea de asociar el acto conyugal con algo malo o sucio. Ha sido justamente la reticencia de muchos lMderes cristianos, a través de los afios, para hablar con franqueza sobre el tema, lo que puso en tela de juicio la belleza de esta parte nece- saria de la vida conyugal; mas la distorsién humana de los planes de Dios siempre se descubre al acudir a la Pa- labra de Dios, la Biblia. Para disipar esta falsa nocién queremos hacer hincapié en que de los tres Miembros de la Santisima Trinidad cons- ta en la Biblia su consentimiento a esa relacién. Acabamos de citar el sello de visto bueno de Dios Padre segtin Gé- nesis 1:28. Los que asisten a bodas cristianas habran ofdo probablemente que el Sefior Jesus eligié una fiesta de bodas para obrar su primer milagro; los ministros cris- tianos interpretan undnimemente este gesto divino como de aprobacién. Ademas, en Mateo 19:5 Cristo declara cate- géricamente que «los dos seran una sola carne». A los ojos de Dios la ceremonia de boda en si no es el acto que realmente une a la pareja en santo matrimonio; la cere- monia les otorga meramente la licencia ptiblica para re- tirarse a algun lugar roméntico y privado para experimen- tar la relacién de ser «una sola carnes; es este acto el que los une verdaderamente como marido y mujer. Dios el Espfritu Santo tampoco guarda silencio sobre el tema, por haber expresado su aprobacién a este expe- rimento sagrado en muchas ocasiones en las Sagradas Escrituras. En los capitulos subsiguientes consideraremos la mayorfa de estos textos, pero citaremos uno aqui para indicar Su aprobacién. En Hebreos 13:4 inspiré a Su autor para establecer este principio:

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