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El hombre en busca de sentido

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El hombre en busca de sentido
de Viktor Frankl Ver y modificar los datos en Wikidata
Género Ensayo Ver y modificar los datos en Wikidata
Tema(s) Psicología Ver y modificar los datos en Wikidata
Ambientada en Auschwitz Ver y modificar los datos en Wikidata
Edición original en alemán Ver y modificar los datos en Wikidata
Título original …trotzdem Ja zum Leben sagen Ver y modificar los datos en
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Editorial Beacon Press Ver y modificar los datos en Wikidata
País Austria Ver y modificar los datos en Wikidata
Fecha de publicación 1946 Ver y modificar los datos en Wikidata
Edición traducida al español
Título El hombre en busca de sentido
Traducido por Christine Kopplhuber (alemán)
Gabriel Insausti (inglés)
Editorial Herder Editorial
Ciudad Barcelona
País España
Fecha de publicación 2004
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El hombre en busca de sentido (título original en alemán "... trotzdem Ja zum Leben
sagen. Ein Psychologe erlebt das Konzentrationslager") es un libro escrito por el
psiquiatra austriaco Viktor Emil Frankl, publicado en Alemania en 1946.

Índice
1 Historia
2 Argumento
2.1 Primera fase: Internamiento en el campo
2.2 Segunda fase: La vida en el campo
2.3 Tercera fase: Después de la liberación
3 Véase también
4 Referencias
5 Bibliografía
6 Enlaces externos
Historia
La primera edición del libro llegó a ser lo suficientemente exitosa, que al
instante se publicó una segunda edición; sin embargo, la segunda edición no tuvo
todo el éxito esperado. Inmediatamente Frankl habló con su editor, Deuticke, sobre
su frustración respecto a ese fracaso. Después de la decepción frente a la
publicación alemana, el libro fue traducido en inglés con el nombre de From Death-
Camp to Existentialism y en español como Desde el campo de la muerte al
existencialismo", entre 1955 y 1959, y se vendió algo mejor que el anterior. Esta
edición vendió algunos cientos de ejemplares más, pero seguía sin encontrar su
público. Como consecuencia, el libro fue catalogado como un libro enfermizo, del
que se entiende dentro del contexto editorial como un libro que no tendrá una
audiencia masiva, sino que tendrá pocos lectores. Pero tiempo después y con la
petición del profesor Gordon Allport, en 1961, la Beacon Press consideró editar el
libro con una condición, Frankl tenía que añadir un relato autobiográfico en donde
evidenciara las nociones básicas de la logoterapia y del análisis existencial. A
partir de eso el libro nuevamente sale al mercado bajo el título Man's Searching
for meaning y en español como El hombre en busca de sentido. El éxito fue absoluto
e impactante, la suma de ejemplares vendidos en los Estados Unidos superó la cifra
de nueve millones de ejemplares. Se registraron después ciento cuarenta y nueve
ediciones, traducidas a más de 20 idiomas. Llegó a considerarse una historia
ejemplarizante y paradójica, y también como uno de los diez libros más influyentes
de todo Estados Unidos.

Su importancia es tal, que la Library of Congress en Washington lo ha declarado


como uno de los diez libros de mayor influencia en Estados Unidos.1

Argumento
El hombre en busca de sentido relata vivencias personales, la historia de un campo
de concentración vista desde dentro. El libro se divide en dos partes, en la
primera el autor se basa en 3 partes conocidas como: primera, segunda y tercera
fase, intentando dar respuesta a la pregunta: ¿Cómo afecta el día a día en un campo
de concentración a la mente y a la psicología del prisionero medio? En el libro se
menciona que todos los sucesos descritos tuvieron lugar en pequeños campos, donde
realmente se llevó a cabo el exterminio; y no en los extensos y afamados campos de
los que todo el mundo ha oído hablar.

Primera fase: Internamiento en el campo


Empieza contando lo que ocurría cuando se hablaba de "traslados a otro campo",
aunque todos sabían que el destino era la cámara de gas.
"No había tiempo para consideraciones morales o éticas, ni tampoco el deseo de
hacerlas. Un solo pensamiento animaba a los prisioneros: mantenerse con vida para
volver con la familia que los esperaba en casa y salvar a sus amigos; por
consiguiente, no dudaban ni un momento en arreglar las cosas para que otro
prisionero, otro "número" ocupara su puesto en la expedición. Se empleaba la fuerza
bruta, el robo, la traición o lo que fuera con tal de sobrevivir. "Los que hemos
vuelto de allí gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros - como cada
cual prefiera llamarlos- lo sabemos bien: los mejores de nosotros no regresaron."
(Frankl, 1946)
El sistema que caracteriza a la primera fase es el shock. 1500 personas habían
estado viajando varios días, en vagones de 80, solo con un respiradero, y creyendo
que les conducían a una fábrica de municiones en donde deberían trabajar, hasta que
alguien ve por el ventanuco una señal, Auschwitz.
"Su solo nombre evocaba todo lo que hay de horrible en el mundo: cámaras de gas,
hornos crematorios, matanzas indiscriminadas."
(Frankl, 1946)
En suma el horror, un horror al que paso a paso los prisioneros se fueron
acostumbrando, por difícil que tal hecho pueda parecer. La primera selección - si
te ponían en la fila de la izquierda o en la de la derecha- significaba la muerte o
los trabajos forzados, al menos la supervivencia. Era un veredicto sobre la
existencia o la no existencia. El 90 por ciento fue ejecutado en las horas
siguientes. Frankl pregunta por un amigo que había sido destinado a la cola de la
izquierda y alguien señala una nube de humo ascendiendo. Eso era lo que quedaba de
su amigo.

Los prisioneros tienen que desnudarse totalmente, solo pueden conservar los
zapatos. Frankl intenta ocultar un manuscrito en el que se contiene la obra de toda
su vida, pero es inútil. Su única posesión es la existencia desnuda. Cuenta las
reacciones que de algún modo son comunes: una extraña clase de humor, un tanto
macabro y la curiosidad, por ejemplo de saber cuanto podrían aguantar desnudos a la
intemperie, en un campo hollado, seguida de la sorpresa de verificar que ninguno se
había resfriado. Otras sorpresas le hacen confirmar la frase:
"El hombre es un ser que puede acostumbrarse a cualquier cosa."
(Dostoyevski, s.f)
Lo desesperado de la situación les hacía pensar a la mayoría en "lanzarse contra la
alambrada", el método de suicidio más popular. Pero algunos pensaban que no tenía
ningún objeto suicidarse, ya que para todos los prisioneros las expectativas de
vida consideradas objetivamente y aplicando el cálculo de probabilidades eran muy
escasas. Pero "en la primera fase del shock el prisionero de Auschwitz no temía a
la muerte".

Segunda fase: La vida en el campo


La segunda fase se caracteriza por la apatía, una especie de muerte emocional. Al
llegar al campo se experimentaba una añoranza sin límites de la casa y la familia,
seguida de una repugnancia por toda la fealdad que les rodeaba, hielo, fango,
excrementos.

Después los sentimientos quedaban embotados:


"Asco, piedad y horror eran emociones que nuestro espectador no podía sentir ya."
(Frankl, 1946)
La apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a uno ya
nunca le importaría nada de nada era el necesario mecanismo de defensa afrente al
dolor, la injusticia, la crueldad y la irracionalidad, frente a los golpes diarios,
casi continuos. Dado el alto grado de desnutrición que padecían, se comía una sola
vez: un pequeño trozo de pan y un agua de sopa, lo que era más flagrante teniendo
que realizar trabajos durísimos, el deseo de conseguir alimento era el instinto más
primitivo. Eso explica que el deseo sexual brillara por su ausencia, y, contra lo
que el psicoanálisis afirma ni siquiera se manifestaba en los sueños. Había una
desvalorización de todo lo que no redundaba en la conservación de la propia vida.
Pero había prisioneros que sentían una profunda inquietud religiosa, y que eran
capaces de improvisar un rincón en el barracón, o en un camión de ganado, para
hacer oración. A pesar del primitivismo que imperaban a la fuerza, en el campo era
posible desarrollar una vida espiritual. Las personas capaces de ello resistieron
mejor en el campo, al aislarse del entorno y retrotraerse a su vida anterior, a su
riqueza intelectual y su libertad espiritual. Cuando todo se ha perdido queda el
amor. El Dr. Frankl y otros prisioneros se aferraban a la imagen de sus mujeres, o
de un hijo, o de la persona que más amasen. por eso puede decir: "La verdad es que
el amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre" y "La
salvación del hombre está en el amor y a través del amor", un amor que va más allá
de la maternidad del ser amado -Frankl ignoraba si su joven mujer, de 23 años
seguía viva o, como supo después había muerto-, pero llega a decir:
"El amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su significado más
profundo en su propio espíritu, en su yo íntimo."
(Frankl, 1946)
Había vida interior en los prisioneros, a veces muy intensa, que les hacía apreciar
la belleza del arte o de la naturaleza como nunca hasta entonces.
"Si alguien hubiera visto nuestros rostros cuando, en el viaje de Auschwitz a un
campo de Baviera, contemplamos las montañas de Salzburgo con sus cimas refulgentes
al atardecer, asomados a los ventanucos enrejados del vagón celular, nunca hubiera
creído que se trataba de los rostros de hombres sin esperanza de vivir ni de ser
libres."
(Frankl, 1946)
En el campo también había cierto sentido del humor, aunque fuera en su expresión
más leve y solo durante unos escasos minutos. También en un campo de concentración
es posible practicar el arte de vivir, aunque el sufrimiento sea omnipresente. Al
no haber placeres positivos se agradecían mucho hasta los más ínfimos placeres
negativos, que alguien te ayudara a despiojarte, por ejemplo. Se añoraba de una
manera muy intensa la soledad, la imposible intimidad. Otro sentimiento muy
frecuente en el campo era la irritabilidad. Dado que el prisionero observaba a
diario escenas de golpes, su impulso hacia la violencia había aumentado:
"A veces, era preciso tomar decisiones precipitadas que, sin embargo, podían
significar la vida o la muerte. El prisionero hubiera preferido dejar que el
destino eligiera por él."
(Frankl, 1946)
Pero esa capacidad de elección le hacían sentirse libre, le concedían un atributo
humano. La experiencia de la vida en un campo demuestra que el hombre tiene
capacidad de elección.
"Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de
barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que
les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de
que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa la última de las libertades
humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias,
para decidir su propio camino (Aquí coincide con Sartre en uno de sus apotegmas
quien dice como aparente paradoja que: "nunca se es más libre que cuando se está
privado de la libertad" porque -si se tiene consciencia (si no se está alienado) ,
de la situación- es cuando se tiene consciencia de la -siempre con aparente
paradoja- necesidad de la libertad)."
(Frankl,1946)
Aun en un campo de concentración puede conservar su dignidad humana. Cita a
Dostoyevski: "Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos". Estas personas
fueron dignas.
"Y es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que
confiere a la existencia una intención y un sentido."
(Frankl, 1946)
El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden
apartarse el destino o la muerte. Sin ellos la vida no sería completa.
"¿Tiene algún sentido todo este sufrimiento, todas estas muertes?"
(Frankl, 1946)
Era la pregunta que angustiaba a Frankl. El modo en que el hombre acepta su destino
y todo el sufrimiento que este conlleva, añade a su vida un sentido más profundo.
Incluso bajo las circunstancias más difíciles puede conservar su valor, su
dignidad, su generosidad. O bien puede olvidar su dignidad humana y convertirse en
poco más que un animal no humano.

Muchas veces es precisamente una situación externa excepcionalmente difícil la que


da al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo. El
prisionero que perdía la fe en el futuro estaba condenado, se abandonaba, decaía y
se convertía en sujeto del aniquilamiento físico y mental. Lo más difícil es la
pregunta por el sentido de la vida:
"Tenemos que aprender por nosotros mismos y después enseñar a los desesperados que
en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera
algo de nosotros."
Frankl, 1946)
tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida, y en vez
de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida les inquiriera continua
e incesantemente. Nuestra contestación no debe ser en palabras, sino que debe ser
una conducta y una situación rectas.

Frankl se pregunta profesional y humanamente por la psicología de los guardias del


campamento. ¿Cómo es posible que hombres de carne y hueso como los demás pudieran
tratar a sus semejantes como los trataron? Había algunos sádicos, en el sentido
médico del término, y que eran seleccionados precisamente por serlo, como lo eran
los individuos más brutales y egoístas, los que tenían más probabilidades de
sobrevivir, era una selección negativa. Pero además los sentimientos de la mayoría
de los guardias se hallaban embotados por años de métodos brutales. Se habían
endurecido hasta límites insospechados, aunque había algunos, por pocos que fueran,
que sentían lástima de los prisioneros. Cuenta el caso de un comandante de las SS
que había comprado medicinas para algunos prisioneros, gastando cantidades nada
despreciables en ello. El autor saca la siguiente consecuencia:
"Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: "raza" de los hombres
decentes y la de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las
capas sociales. Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá
mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que
siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero,
asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración."
(Frankl, 1946)
Tercera fase: Después de la liberación
En esta fase, el Dr. Frankl quiere analizar la psicología del prisionero que ha
sido liberado. Relata lo que sucedió la mañana en que, tras varios días de gran
tensión, se izó la bandera blanca a la entrada del campo.
"Al estado de ansiedad anterior siguió una relajación total. Pero se equivocaría
quien pensase que nos volvimos locos de alegría". Y nos cuenta como los prisioneros
se arrastraron hasta las puertas del campo diciéndose sin creérselo aún que eran
libres. Vieron los alrededores del campo, los prados cubiertos de flores, "pero no
despertaban en nosotros ningún sentimiento."
(Frankl, 1946)
Y reproduce el estado de ánimo general cuando por la noche, ya de vuelta a los
barracones, un hombre le preguntó a otro ¿estuviste hoy contento? A lo que el otro
respondió "para ser franco, no". Frankl lo explica diciendo que lo que les ocurría
a los prisioneros liberados era una "despersonalización”. Todo parecía irreal,
improbable, como un sueño, y temían que al despertar les llegase la dura realidad.
Narra como si un prisionero era preguntado por un granjero de las cercanías podía
pasar horas hablando. Él nos cuenta su particular y conmovedor renacer, una tarde
mientras paseaba:
"No había nada más que la tierra y el cielo, y el júbilo de las alondras, y la
libertad del espacio. Me detuve. Miré en derredor, después al cielo y finalmente
caí de rodillas. En aquel momento yo sabía muy poco de mí o del mundo, solo tenía
en la cabeza una frase, siempre la misma: "Desde mi estrecha prisión llamé a mi
Señor y él me contestó desde el espacio en libertad."
(Frankl, 1946)
Muchos de los prisioneros que habían experimentado en carne propia la brutalidad
solo querían reproducirla. Solo muy lentamente se podía devolver a aquellos hombres
a la verdad lisa y llana de que nadie tenía derecho a obrar mal, ni aun aunque a él
le hubieran hecho daño. Aparte de cierta deformidad moral, otras dos experiencias
mentales podían dañar el carácter del prisionero liberado, la amargura y la
desilusión que sentía al volver a su antigua vida. Amargura ante la reacción tibia
de los otros ante su sufrimiento y terrible experiencia, y la desilusión hacia su
propio sino.
"El hombre que durante años había creído alcanzar el límite absoluto del
sufrimiento se encontraba ahora con que el sufrimiento no tenía límites y con que
todavía podía sufrir más y más intensamente."
(Frankl, 1946)
En el campo todos sabían que no habría felicidad posible que les pudiera compensar
de tanto sufrimiento pero:
"Tampoco estábamos preparados para la experiencia muy difícil de sobrellevar. Pero
también llegó el día en que la experiencia en el campo pudo ser vivida como una
pesadilla. La experiencia final para el hombre que vuelve a su hogar es la
maravillosa sensación de que, después de todo lo que ha sufrido, ya no hay nada a
lo que tenga que temer, excepto a su dios."
(Frankl, 1946)
"A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del
ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias,
la elección del propio camino." (Frankl, 1946)

Véase también
Holocausto
Referencias
Empatado con otros cuatro libros en novena posición, por lo que en realidad son
los trece libros más influyentes, ver Fein, Esther B., The New York Times, 20 de
noviembre de 1991.
Bibliografía
Frankl, V. (1946). El hombre en busca de sentido. Barcelona, España: Herder, ISBN
978-84-254-3989-6
EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
Enlaces externos
El sentido de la existencia sufriente, comentarios sobre El hombre en busca de
sentido
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