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Teórico N°3 Espacio y el tiempo institucional + Debray

Si partimos de las premisas: que la institución es un proceso (movimiento


continuo) y que la producción de subjetividad está determinada según la
época y el lugar al que pertenecen, vamos a comprender que el análisis de
la institución es en “un aquí y en un ahora”.

Y aunque parezca una paradoja, para poder entender el ahora es necesario


remontarnos a la historia de esa institución.

Ricardo Malfé distinguía las dimensiones históricas, material–funcional,


políticas, simbólico–imaginaria y subjetiva–intersubjetiva; dimensiones que
se entrecruzan y superponen constantemente marcando la complejidad de
los fenómenos estudiados. Desde su perspectiva el propósito de la
intervención/investigación es producir cambios en la posición subjetiva de los
sujetos y los grupos involucrados en la experiencia. Las interpretaciones
ofrecidas por los analistas respecto del nivel fantasmático (que detallaremos
más adelante) de los actos están destinadas a desarmar aquellos mecanismos
defensivos que se revelan fallidos y que, por ende, lejos de proteger contra el
sufrimiento, contribuyen a incrementarlos. Malfé se interesó particularmente
por el devenir de la historia libidinal de los grupos institucionales y sus
efectos en la cultura organizacional.

El tiempo, es decir, la historia, sus relatos y la “novela institucional” son


piezas clave para el análisis institucional. Nos interesa el análisis de la historia
tal como la pueda reconstruir nuestro entrevistado. No la real, sino como es
míticamente recordada, y a través del análisis de documentos, testimonios y
de cómo queda registrada en la cotidianeidad de la institución. Al transmitir
la historia, el relator se transforma en un protagonista que la reconstruye, la
resignifica y la retransmite. Los entrevistados que se posicionan como
protagonistas, que relatan sus propias vivencias y recuerdos y las de los
otros, hacen la historia institucional, tejiendo tramas y vinculando el
presente.
Otros aparecen como testigos-narradores, la historia empieza el día en que
ellos llegaron a la escuela y el pasado es lo vivido por los otros. Algunas
instituciones no pueden recordar lo vivido y así no pueden transmitir lo que
vivieron. Lo que Freud llamaría “lagunas del recuerdo” por efecto de la
represión, en algunos casos, lo que parece encubrirse es el dolor, el caos, el
desorden, el fracaso. Y, en otros casos, prevalece el recuerdo de la tragedia.
Esto nos ha ocurrido cuando analizamos escuelas relacionadas con los
desaparecidos, ya sea porque habían sido parte de la misma tragedia o
cuando el lugar había sido utilizado como campo de detención.

Con respecto a los secretos, estos tienen que ver con informaciones
relacionadas con la historia de la institución que no pueden compartirse ni
ser conocidas por todos, o que deben mantenerse como patrimonio de una
clase o elite institucional. El secreto conlleva un juego de relaciones de poder
y muchas veces son la causa de obstáculos en la comunicación dando lugar al
rumor, al radio-pasillo, a la clandestinidad.

Vamos hacer un paréntesis para aclarar algo muy importante. Puede ser que
una escuela tenga secretos conscientes que no quieran trasmitirlos al
entrevistador pero esto no configuran lo “no dicho” inconsciente que remite
al inconsciente político. Pueden estar relacionados pero uno es consciente y
el otro no.

La creación y el origen constituyen actos de desprendimiento y ruptura con


lo conocido. El relato de los fundadores o de los que le sobrevivan nos dirá
que la institución se propone objetivos y fines nunca vistos, potencia
creadora, ilusión grupal que se enlaza con mandatos sociales. Cada
institución añadirá sus propios rasgos de diferencias y de conflictos. El por
qué se fundó una institución nos acercará al inconsciente político.

El análisis de “hitos históricos” es significativo porque, por una parte, permite


acercarnos al peculiar modo en el que la institución resuelve su vida y,
además, en las crisis se pueden encontrar actualizadas contradicciones
originarias.
Con respecto al espacio ya sabemos que posee determinadas propiedades
que lo distinguen: la amplitud (puede ser grande o pequeño), la comodidad
(cómodo o incomodo), la capacidad de ser medible y de ser reconocido por
su tipologías morfológicas. Es decir el espacio físico el territorio. Pero
también nos interesa el espacio en todas sus dimensiones, como aclara Malfe
“el hábitat”.

El hábitat es más que lo físico. Es el lugar y el conjunto de relaciones sociales


que se desarrollan dentro de él, determinado por variables psicológicas,
sociales, culturales y simbólicas entre otras. A través del espacio puede
estudiarse el clima de un grupo, las relaciones interpersonales, las
representaciones con relación al poder y a la autoridad entre unos y otros. Es
el escenario más las relaciones humanas que se desarrollan ahí, más el
imaginario mental que tienen los actores institucionales de ese mismo
espacio y esas mismas relaciones.

Malfe nos habla de tres dimensiones dentro del espacio que nos permiten
analizar mejor las relaciones que en ella ocurren:

Utilización del espacio: nos habla de la funcionalidad, modos de uso,


cumplimiento o no de funciones. No es lo mismo que la oficina de dirección
de una escuela se encuentre en un área panóptica (en el centro de la
diagramación del lugar) que en otro piso, aislada de la vía de comunicación.
Pero no podemos contentarnos sólo con esa observación para realizar un
análisis, es necesario indagar el por qué. Si fue elegido, o determinado por
otros, si siempre estuvo allí etc. El discurso nos ayudará a analizar lo que ese
analizador nos devela.

Politización del espacio: corresponde a las tensiones territoriales, la lucha


por poder, como se desarrolla “lo político”. En muchos casos, el análisis
institucional ha mostrado que parte de las significaciones que más
fuertemente se destacan tienen que ver con el cuestionamiento a personas y
rutinas institucionales que están investidas de autoridad y que las crisis a
veces sobrevienen cuando se procura modificar los modelos institucionales,
pues se producen formas nuevas de entender las relaciones de poder y su
ejercicio.

Semiotización del espacio: es la representación mental de ese lugar. Un


ejemplo de esto es que una vez durante una cursada, se analizó una escuela
que se presentaba burocráticamente, es decir sólo podía ocuparse de los
papeles. Continuamente estaban ocupados en hacer trámites para conseguir
cosas o en quejas escritas a diferentes organizaciones o pendientes de la
matrícula escolar. Tanto en las observaciones como en las entrevistas vimos
el mismo analizador y nos dimos cuenta que en el espacio mental de los
sujetos que trabajaban en allí no figuraba la noción de escuela, ya que había
sido creada con fines políticos utilizados para una campaña. Esa escuela era
pensada como un ámbito de “la política” comité, unidad básica, bunker como
lo quieran llamar.

La Fantamátización del espacio abarcaría estos tres niveles de análisis del


espacio institucional tanto la utilización, como la politización y la
semiotización. Llamamos así al espacio vivido, a las representaciones
cristalizadas dadas según la historia, la cultura, los imaginarios del momento
y del lugar. El espacio condiciona y determina la presencia del otro, por ello
su estrecha relación con las prácticas cotidianas en la institución. Para
muchos la evocación de una institución ha sido acompañada con sensaciones
de bienestar, protección, cobijo. El espacio connota relaciones de filiación y
pertenencia que lo autoriza a nombrarlo como “mi lugar”, “mi aula”, “mi
escuela”. Es decir, a “ponerse la camiseta”.

Para otros es un espacio vacío, sin pertenencia, no hay identificación posible.


Se trata del espacio material y simbólico. El espacio facilita, estimula o
restringe el intercambio de significados, las interacciones entre pares, el
movimiento que implica la exploración, la búsqueda de conocimientos, el
diálogo. También, expresa su relación con un modelo pedagógico y su análisis
permite interpretar los puntos de tensión o contradicción en la vida
institucional. Por lo tanto lo consideramos el espacio como un analizador
más.

Las fantasías tratan de explicar aquello que para el sujeto aparece como un
enigma diferenciando lugares, personajes y posiciones. Trae aparejado un
efecto tranquilizador para los sujetos que sienten poder dominar la situación
y no ser dominados por la angustia, la incertidumbre y el desconocimiento.
Es muy probable que, además, esta producción funcione como denominador
común entre los miembros del grupo constituyéndose en una fantasía grupal.
“Toda organización dura lo que dure la fantasía o ilusión que la
sustenta.” Expresa Malfé.

Como ya vimos, cualquier espacio puede ser soporte de un analizador, puede


ser un monumento, la forma como está diseñada una planta arquitectónica,
un modo de relación, una revolución, los mitos, los rituales, el uso del dinero,
del género, de la sexualidad, en fin todo puede constituirse en la
materialidad soporte de un analizador.

Por eso, es importante: concentrarse en los aspectos que pueden funcionar


como condiciones estructurantes de los resultados institucionales: el espacio
geográfico y tiempo socio-histórico.

También lo es, comprender la significación simbólica que adquiere el edificio,


las instalaciones, el equipamiento, los recursos materiales y humanos en la
trama institucional. Y reflexionar sobre los alcances de los aspectos
condicionantes de la dinámica institucional, su función y su relación con los
modelos. Así mismo, reflexionar sobre el impacto del origen y la historia en la
cultura institucional vigente y su repercusión en los actores y dramáticas
institucionales, ya que todo esto es el quehacer del análisis institucional.

También hay que tener en cuenta que la sola intervención de los


profesionales que van a llevar a cabo el análisis provoca cambios en el
mismo.
Todos ellos a su vez poseen una fantasmática del lugar a intervenir la cual
entra en juego en la implicancia, por eso la necesidad de una supervisión
externa.

La fantasmática tiene que ver con el imaginario. El imaginario social es


referido habitualmente en ciencias sociales para designar las
representaciones sociales encarnadas en las instituciones, y es usado
habitualmente como sinónimo de mentalidad, cosmovisión, conciencia
colectiva o ideología. No es sencillo acercarse a la vaga, imprecisa, pero cada
vez más utilizada, noción: “visiones del mundo”. Con los metarrelatos, con las
mitologías y las cosmologías. Pero no se configura como arquetipo fundante
sino como forma transitoria de expresión, como mecanismo indirecto de
reproducción social, como sustancia cultural histórica. El imaginario social se
nutre a su vez de los valores e ideales que pertenecen a la red simbólica que
forma el Estado.

Definamos Estado. El Estado es un concepto político que se refiere a una


forma de organización social soberana y coercitiva, que tiene el poder de
regular la vida nacional en un territorio determinado. Es una cierta relación
entre los hombres por la cual el derecho de mandar es independiente de la
persona del que manda. Es un concepto abstracto y es necesario
diferenciarlo del concepto de Gobierno y del de Nación.

El gobierno es la autoridad que dirige, controla y administra el aparato


estatal. Es un concepto concreto que se refiere a los hombres que tienen el
mando y la autoridad.

Una Nación se caracteriza por la identidad cultural, social, histórica y política


de un pueblo. En este sentido, se puede definir el sentimiento de una nación
como el parecer de un grupo de personas que comparten lazos por los cuales
se identifican culturalmente. Tiene que ver con el sentido de pertenencia y
de soberanía.

Volviendo al Estado, éste se encuentra despersonalizado y eso le permite ser


duradero y legítimo. Ya vimos que las leyes que de él emanan son
interiorizadas por la producción de subjetividad que establece el Estado por
medio del atravesamiento de las instituciones. Pero de alguna manera para
poder existir (al ser invisible) también necesita darse a conocer.

Debray en su texto “El Estado seductor” analiza de qué manera el Estado se


muestra a través de los tiempos, utilizando signos y símbolos de manera
metafórica, (“Dominación simbólica” lo llama Weber). Debray hace un
recorrido por las distintas etapas de la historia de acuerdo a los avances en
las técnicas de comunicación y va explicando qué símbolo se utiliza y por qué
(desde la palabra oral, la escrita, la gráfica, las formas de la imagen hasta la
multimedia y la hipermedia). Verá diferencias según sea trasmitida por la
iglesia, la escuela o los mass media. Así va a determinar una mediásfera o sea
un medio de comunicación.

Logosfera (Epicentro en el mundo feudal). Logos en griego significa palabra.


El recurso/único instrumento para cambiar a las personas era la palabra, la
oralidad, el lugar donde se desarrollaba la comunicación era la iglesia ya que
era la que tenía el poder y el saber. Hay una vinculación entre el saber y el
poder que vamos a ver más adelante cuando leamos Foucault. Se necesita el
apoyo de la iglesia para tener legitimidad ya que el estado construye su
legitimidad de manera oral, con creencias, mitos, etc. A esto se lo llama el
Estado fabulador. El poder se nutre de la fabulación divina. Los receptores
son los súbditos, fieles, oyentes, sumisos. Lo que hoy se entiende por
sociedad civil en ese momento eran los súbditos. No hay cuestionamientos,
se va a comulgar, a recibir. El Estado fabulador es el origen del modelo
propagandístico. Este último es un modo teológico de ver la política. La
logosfera entra en crisis a partir de la palabra escrita.

Grafosfera (Imprenta-modernidad). Cambia el instrumento para llegar a la


gente, ahora es la palabra escrita, la lectura. En la lectura y la escritura se
encuentra reflexión. También cambia el lugar en donde se construye, en
donde se hace audíble y visible el Estado Nación. El espacio donde se
comunica es la escuela. A este tipo de Estado se lo llama Estado educador. El
Estado se legitimiza a través de la educación. Nace el concepto de
ciudadanía, el pueblo deja de ser súbdito y pasan a ser ciudadanos. La
historia se cuenta desde los libros, que se transmiten desde lo colectivo Este
estado educador es de tendencia progresista porque el hombre es un ser de
razón, la vida política está por sobre la económica.

Videoesfera. El descubrimiento del daguerrotipo ( fotografía ) es el quiebre


inicial para el comienzo de la videoesfera. Nuestro universo simbólico se
construye más con imágenes que con la lectura. “Una imagen vale más que
mil palabras”, la imagen es el camino, mirada ante todo. Se da un proceso de
velocidad, todo pasa más rápido, la política va a más velocidad. Se habla de
una videocracia en la que en vez de ciudadanos necesita clientes, audiencia,
consumidores. Estamos frente al poder que comienza a tener el Mercado. El
espacio donde se desarrolla la imagen va a ser la pantalla, en especial la
televisión. A este Estado se lo denomina Estado seductor porque hay que
seducir a la audiencia. Es una clase dirigente que seduce a la sociedad civil. El
poder de seducir esta en los medios. El Estado seductor es de tendencia
conservadora porque la actividad del hombre se transforma en intercambio
de mercancía. La degradación de una función social tiene por síntoma visible
la desimbolización. No hay cuadros de honor ni conmemoración de fiestas
patrias, no hay alumnos ni estudiantes. Hay usuarios y clientes. El único
factor es que la enseñanza a distancia favorece la democratización.

Debray es un autor que se anticipa a la globalización. Deja esbozado la


participación del mercado como productor de la comunicación.

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