Está en la página 1de 6

Autoras:

Alma Ortiz
Claudia Andrea Valbuena
Liliana Sánchez
Paola Sánchez
Raquel Valdivieso

“Ojalá nos guíe el espíritu”

Lucas Villa

 ¿Cómo comprender las realidades de las cuales somos partícipes desde la


pedagogía?

Lo que acontece políticamente en Colombia nos encierra en una ceguera donde


se repele todo lo que es extraño. La desconexión con el otro nos lleva a una
profunda desconexión con nosotros mismos, porque es a través del otro que me
construyo, me reconstruyo y me recreo. Al sentirme separada conecto con un
profundo vacío, con una profunda soledad, con la desesperanza, y entonces me
ciego y no puedo ver a los otros, ni a mí mismo, es como en una película de terror,
narrada por Octavio Paz:
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.
Que imagen atroz cuando pienso en un hombre que cuando se ve no se escucha,
y cuando se oye no se ve, un hombre sin dignidad, que para él no es nadie, que
no tiene alma. Sintiendo que no puede escapar de esa posibilidad, que no puede
salir de esa calle, a la que está condenado, una vida condenada al silencio y a las
tinieblas. Un hombre que no puede ser escuchado por otros, construirse con los
otros a través del lenguaje, el cual nos permite conectarnos a los demás, explorar
nuestra interioridad, nuestra conciencia, conectar con la conciencia de otros seres
humanos. 

De esta misma manera lo vivió Primo Levi (2002), cuando contaba su peor
pesadilla dentro de Auschwitz, “entonces nace en mí un dolor desolado, como
ciertos dolores que apenas se recuerdan de los primeros años de la infancia: es el
dolor en su estado puro, ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué el dolor de cada día se
traduce en nuestros sueños tan constantemente en la escena repetida de la
narración que se hace y nadie escucha? (Levi, Si fuera un hombre: 33). Quitarle al
hombre su humanidad es quitarle el habla, quitarle la posibilidad de sentir que es
parte de un colectivo, lo que lleva a que se olvide de sí mismo, de esa manera se
vuelve inerte, vacío, sin sentido.

El diálogo, como lo plantea Freire (2014), debe entenderse como algo que forma
parte de la propia naturaleza histórica de los seres humanos, es el momento en
que los humanos se encuentran para reflexionar sobre su realidad, de la manera
que la hacen y la rehacen, y aunque tiene una dimensión individual es un
acontecimiento social, donde se “sella” la relación entre los sujetos y por lo tanto
permite actuar críticamente para transformarla. El diálogo nos lleva a la otredad, el
ver al otro como otro legítimo, con dignidad y merecedor de ser escuchado. 

Es así como cabe la reflexión frente al rol que podemos ejercer en la sociedad, si
en verdad lo que se ha venido construyendo puede aportar de manera adecuada
para afrontar de una u otra manera la crisis por la cual estamos pasando en la
sociedad actual. ¿Será que tenemos las mismas oportunidades para afrontar esta
crisis?  ¿Podemos convertirla en una posibilidad para innovar y generar mejores
posibilidades de aprendizaje?  Aquí me siento mendiga cuando evoco esta frase
de Hölderlin: “El hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando
reflexiona” haciendo un paralelo de lo que sueño y la reflexión que puedo hacer
frente a las nuevas realidades que se presentan en nuestro proceso de vida tanto
como personas y/o miembros de una comunidad. Podremos reconocer la manera
cómo aportamos al mundo desde lo que somos y desde las interacciones y
perspectivas que tenemos como partícipes en dicha realidad. Es el aporte desde
lo cotidiano, de lo natural, en la esencia de todo ser humano como se puede
construir una visión del mundo. 

Ver esta crisis como una oportunidad para provocar hacia la innovación y que no
sólo parta de ideas o perspectivas individuales, sino que en mi rol como maestra
pueda convertirse en canalizador de tantos sueños y esperanzas para construir
una sociedad más igualitaria, no quedándonos sólo en lamentos y melancolías
sino generar cambios reales que surjan de una necesidad palpable y permitir que
la educación sea el camino que nos lleve a esta meta anhelada. Los cambios
suelen generan caos, pero al ejercer un liderazgo pedagógico auténtico, podamos
ver esto como una nueva alternativa para la transformación de nuestro quehacer
educativo, involucrando a todos los actores que forman parte en dicha
transformación. 

Propiciar espacios de relaciones auténticas de conexión con el otro. Ubicándonos


desde una perspectiva personal e ir reconociendo en el otro su realidad para
juntos ir creando nuevos escenarios de empatía y colaboración. Amar y
comprender al otro para no tener la necesidad de destruir en la búsqueda de
intereses individuales sino más bien en ideales colectivos.  

Podemos entonces innovar y dar lo mejor de nosotros para generar cambios que
en realidad puedan ser creados desde las mismas necesidades e intereses de las
comunidades en las cuales estamos inmersos y no convertirnos sólo en un
salvavidas de momento y ser el escampadero de algo que en realidad necesita un
cambio de raíz para que los resultados puedan ser perdurables en el tiempo y que
le den sentido a lo que nuestras comunidades están necesitando: transformación,
cambio y empoderamiento. 

Lo que puede garantizar que no caigamos en la gran mentira de creer que


estamos separados de los seres vivos, humanos y no humanos, es la educación.
Una educación humanizante que nos permita cultivar nuestro lado bondadoso, que
nos permita ver, como lo dice Larrosa “una vida que está más allá de nuestra
propia vida, con un tiempo que está más allá de nuestro propio tiempo, con un
mundo que está más allá de nuestro propio mundo... y como no nos gusta esta
vida, ni este tiempo, ni este mundo, querríamos que los nuevos, los que vienen a
la vida, al tiempo y al mundo, los que reciben de nosotros la vida, el tiempo y el
mundo, los que vivirán una vida que no será la nuestra y en un tiempo que no será
el nuestro y en un mundo que no será el nuestro, pero una vida, un tiempo y un
mundo que, de alguna manera, nosotros les damos... querríamos que los nuevos
pudiesen vivir una vida digna, un tiempo digno, un mundo en el que no dé
vergüenza vivir”. (Larrosa. La experiencia y sus lenguajes: 2)

Ya en Colombia muchos jóvenes están creando movimientos con ideales de


cambiar el mundo, ya podemos ver que hay muchos más jóvenes críticos de la
realidad de nuestro país, que leen y entienden lo que pasa en temas de políticas
públicas y cómo se ejecutan o manipulan, según la perspectiva en que la miremos,
por medio del gobierno y que traspasan la sociedad en temas de educación, salud,
empleo y un futuro digno. Es ahí cuando empiezan a surgir colectivos juveniles
que quieren cambiar su mundo. Ahorita con el “Paro Nacional” por el que estamos
atravesando, nos damos cuenta, por lo menos muchos profesores logramos
entender, que los estudiantes y los jóvenes no están en la calle solo para “tirar
piedras” o porque son unos “vándalos”, sino porque en realidad consideran que el
país necesita un cambio urgente, porque no ven que su futuro tenga algún tipo de
garantías, todo lo contrario, ven un futuro sin esperanza, sin ambiciones y en el
que deben luchar día a día para poder sobrevivir y no para vivir, a pesar de que
somos un país con amplia riqueza y una multiculturalidad evidente. Como
docentes tenemos el deber de formar estudiantes que pueda dialogar con
argumentos, que, aunque no estemos de acuerdo con las posiciones que toman
algunos, les enseñemos a defenderlas teniendo un amplio conocimiento de lo que
están hablando, porque no se trata que nosotros polaricemos la opinión, sino que
les exijamos ser seres pensantes y coherentes con lo que dicen, piensan y hacen,
tenemos el deber de cambiar el mundo desde las aulas, que no tengamos 40
alumnos en un salón que solo repiten lo que les enseñamos, sino que logren crear
su propia opinión desde lo que aprenden y comprenden. 

Como se mencionó anteriormente, ser maestro en Colombia es un rol


importantísimo para nuestra sociedad, ya que somos agentes transformadores de
vidas, cuando realmente tenemos un pensamiento de cambio y de esperanza por
un futuro mejor para todos, aunque tal vez sea un poco pretencioso, y utópico en
nuestros días.  En estos últimos días, vivimos una situación muy tensa en nuestro 
país, me cuestiono mucho sobre el papel del maestro en nuestro contexto y más
sobre cómo ese papel debería ser más impactante en nuestra sociedad. Sin
embargo, la educación que reciben los estudiantes no ha sido la misma de antes
debido a la pandemia donde las brechas socioeconómicas son tan grandes que
hacen que la oportunidad de estudiar para nuestros jóvenes sea limitante y
desmotivante, por la manera en la que se está asumiendo, a veces no es
suficiente y no es significativa para ellos. Como docente de una institución pública,
considero que hay muchas variantes que afectan el proceso de aprendizaje en
cada uno de los estudiantes y más hoy en día, no quiero decir, que antes la
educación fuera perfecta porque no es así, muchos docentes aún seguían
modelos tradicionales los cuales son efectivos en algunas situaciones no en todas
y más con esta nueva generación de jóvenes que siempre están en búsqueda de
algo diferente y a su vez están inmóviles pensado  más en el presente que en el
futuro, ya que es tan incierto no solo para ellos sino para nosotros los docentes.

“La formación de subjetividades políticas implica la formación de su ciudadanía


plena, al crear las oportunidades y condiciones para que los sujetos puedan
reconocerse como protagonistas de su propia historia, capaces de pensar, de
interactuar con otros en la construcción de proyectos colectivos orientados al bien
consensuado, con espíritu crítico y capacidad de autorreflexión para leer su propia
historia y la de su realidad” (Alvarado et al,. 2008. p. 30).

El verdadero sentido de la pedagogía es el de  tratar de comprender   las


diferentes realidades que existen en el mundo, tal vez no se puedan comprender
todas, sin embargo, el papel de los docentes es mostrarle a los estudiantes que
cada cuerpo está cargado de  huellas,  que hacen que cada persona sea
subjetiva al momento de conocerlas y reconocerlas en nuestra sociedad,  y una
manera de poder hacer lecturas de comprensión e interpretación  a estas huellas,
es  a través de la literatura, la cultura, las artes y la educación, ya que son los
únicos medios que permiten al ser humano  sentir, percibir, representar, ocupar
posiciones, incorporar experiencias, vivenciar situaciones, asumir puntos de vista
y perspectivas que permea el sentido de lo leído, es decir, la lectura también
implica el alma que lleva como lastre o como tatuaje la historia de la vida que da
pautas sobre la construcción de lo humano, así como del espíritu que arrastra
todo lo valioso, todos los bienes de la cultura que constituyen valor.

 Freire, P., Ira, S. (2014). Miedo y osadía: La cotidianidad del docente que
se arriesga a practicar una metodología transformadora. Ediciones del
Instituto de Paulo Freire de España. Argentina.
 Larrosa, J. (2006) Conferencia: La experiencia y sus lenguajes. “Serie
encuentros y seminario”. Estudios Filosóficos. Vol. 55 (160) pp. 467-480
 Levi, P. (2002). Si esto es un hombre. Muchnik Editores. Barcelona.
 Sara Victoria Alvarado, Héctor Fabio Ospina, Patricia Botero y Germán
Muñoz (2008). Subjetividad, socialización política y derechos en la escuela.

También podría gustarte