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escrito hay partes en donde se tratan de modo indistinto los análisis jurídico, moral y
sociológico, siendo que cada uno de esos planos requiere un análisis y método en
La propuesta podría apuntar a realizar una evaluación moral del conflicto desde la
teoría de Habermas pero en ese caso las críticas deberían fundarse en los postulados
justifique la corrección moral de ellas puesto, que la juridicidad nada dice acerca de
jurídico.
* Dedicado a Gabriel Fossaroli, héroe de Malvinas y orgullo de mi familia. Con la firme convicción de que
algún día podrás visitar las islas con la libertad que mereces y el pabellón que supiste defender, flameando
alto.
¿Por qué hablar de ética en el derecho internacional? Justificación del debate moral
en esta disciplina.
Es posible que prima facie una persona guiándose por lo que normalmente resalta de las
relaciones internacionales piense que el centro mismo de este ensayo sea una nimiedad, un
sin sentido. Las actitudes poco éticas con las que se mueven las potencias mundiales son
evidentes y a menudo en cuestiones aún más graves que en el hecho de mantenerse en un
territorio por la fuerza.
Sin embargo, y a pesar de estas falencias evidentes, el derecho internacional público “no ha
podido desprenderse, en ninguno de sus modelos jurídicos (unidemensional,
tridimensional, ni multidemensional) de fundamentaciones y especulaciones de carácter
ético”1. Es esta rama del derecho en la que, entre todas, mayor influencia se encuentra de la
ética. Enseña la Dra. Drnas de Clément, que ya “en la obra de los clásicos españoles
aparecen importantes manifestaciones de la presencia de la dimensión ética del fenómeno
jurídico internacional […] en su preocupación por la legitimidad del poder, en su
concepción del Derecho de Gentes […] reconociendo al conjunto del género humano
(orbis) la potestad de dictar <<leyes justas>> que convengan <<a todos>> (bonum
commune totium orbis), normas que, entendía, debían estar por encima de los intereses de
las comunidades políticas particulares.” 2
Por esto, entendemos con Baquero Lazcano, que “la Sociedad Internacional no puede
existir sin el factor moral. […] En efecto, toda sociedad se distingue por el fin que
persigue, pero todo fin de una sociedad es el bien común de los socios. En el caso de la
Sociedad Internacional, los socios son los pueblos políticamente organizados. El fin de la
Sociedad Internacional es el Bien Común Internacional. […] De allí pues, que si
eliminamos el factor ético de la Sociedad Internacional, eliminamos un elemento esencial
de su finalidad. Eliminando un elemento esencial de su finalidad ésta desaparece.
Desaparecida la finalidad, la sociedad se aniquila. He aquí la guerra”.4 Ahora, Baquero
Lazcano plantea que corresponde a la filosofía moral determinar cuál es aquél Bien Común
Internacional de la Sociedad Internacional y aquí, intentaremos un esbozo del mismo.
1
DRNAS DE CLÉMENT, Zlata, “La dimensión ética de la enseñanza del Derecho Internacional”, en Revista
de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, Vol. 7, n°1 y 2,
p. 89-110.
2
DRNAS DE CLÉMENT, op. cit.
3
Idem
4
BAQUERO LAZCANO, Pedro Enrique, Filosofía de la Sociedad Internacional y del Derecho Internacional
Público, Ed. Marcos Lerner, Córdoba, 1996. P. 34
2
No resultará fácil la tarea, ya que a través de la historia se han sucedido distintos modelos
éticos en las relaciones internacionales y ninguno salió incólume. Uno de los primeros en
aparecer fue el idealismo que venía de la mano del liberalismo del siglo XIX y principios
del XX teniendo como finalidad la obtención de paz a través de principios racionales que
hacían surgir el Derecho Internacional (V. gr. Prohibición de la amenaza del uso de la
fuerza). Sin embargo, los escépticos planteaban que el liberalismo económico era en sí
mismo el generador de las situaciones de violencia5., J. A. Hobson sostenía que “el
imperialismo –la subyugación de los pueblos extranjeros y sus recursos- estaba deviniendo
en la principal causa de conflicto en la política internacional. Él consideraba al
imperialismo como resultado del bajo consumo dentro de las sociedades capitalistas
desarrolladas”6.
El grave problema está dado por la influencia que el positivismo jurídico hizo en el siglo
pasado dando como resultado que el estudio del derecho se vaciara de valores y lleve al
auge de la racionalidad instrumental aplicada en todo ámbito y con ella la “jaula de hierro”
tan temida por Weber. Este modelo de racionalidad aún sigue vigente si bien aminorado por
las teorías críticas que surgieron en la posguerra de la segunda conflagración mundial. En
éste sentido, decimos con Velázquez Elizarrás, que “la principal corriente de la ética
internacional concibe sólo a la moralidad como línea de acción, preocupada más por lo
que es ‘correcto’ hacer [Esto es la racionalidad instrumental], que por lo que es ‘bueno’, de
tal suerte que la tarea central de la teoría moral es identificar como definitorio el
‘contenido de la obligación’, por encima de la naturaleza de la vida buena. Es decir,
generalmente se piensa, en el ámbito del derecho de y de las relaciones internacionales,
que una teoría moral satisfactoria es aquella que define algunos criterios o procedimientos
que nos permitirán derivar todo y sólo las cosas que estamos obligados a hacer, de tal
manera que los contendientes principales en este rubro son el utilitarismo y la ontología
kantiana. Por supuesto, privilegiar lo correcto sobre lo bueno es tan insostenible como la
asunción de que es posible separar los hechos y los valores”7.
3
algo dado, sino que se construye en el discurso práctico tras el intercambio de propuestas
racionales. Transformando la máxima kantiana, para Habermas, el hombre debe actuar de
manera tal que sus propuestas racionales puedan ser susceptibles de un consenso universal.8
La racionalidad comunicativa “no dice cuál es la mejor opción entre varias posibles sino
cuáles son las reglas para llegar a ella, sin que esta opción sea definitiva e indiscutible” 9.
Habermas plantea tres tipos de reglas del discurso para llegar a soluciones éticas: 1) las
lógico-semánticas, entre las cuales se encuentran la no contradicción, 2) las
procedimentales, entre ellas encontramos que cada hablante puede afirmar aquello en lo
que verdaderamente cree, y por último 3) las reglas procesuales, que tiene por finalidad
equilibrar las partes, entre las cuales considera que todo sujeto capaz de hablar y actuar
puede participar, todos pueden cuestionar afirmaciones, manifestar posiciones, deseos y
necesidades. Por último, el filósofo alemán da tres postulados que contemplan el espíritu de
estas reglas: el de no limitación (espacial-temporal), no violencia (ausencia de coacciones)
y seriedad (búsqueda cooperativa del acuerdo). Elegimos esta forma de racionalidad y la
consideramos necesaria en las relaciones internacionales como forma del Bien Común
Internacional pues entendemos que es el contenedor adecuado para desarrollar
negociaciones y acuerdos que solucionen las controversias internacionales de manera
duradera y pacífica. Si bien Habermas ha sido criticado por considerarse que su concepción
de la ética comunicativa nada dice acerca de la ética sustancial, sino que constituye un mero
procedimiento, entendemos que no puede concebirse sin su contracara que es la solidaridad
expresada en su visión del mundo. No entraremos en la discusión respecto de las críticas a
la ética comunicativa y las respuestas que el mismo Habermas ha dado puesto que
excedería ampliamente la extensión de este trabajo.
Habiendo dado una noción del Bien Común Internacional, o mejor, una forma de llegar a
él, y planteada la óptica especial de este trabajo, haremos un recorrido histórico por los
distintos argumentos ingleses para ocupar las islas confrontándolos con su accionar en los
hechos, partiendo del derecho por descubrimiento, luego por ocupación, el de la
prescripción adquisitiva, el derecho por la guerra y llegando al de la libre determinación de
los pueblos, el cual por ser el último, desarrollaremos en mayor profundidad.
Inglaterra luego de ocupar las islas el 2 de enero de 1833 esgrime como primer argumento
aquél que refiere al derecho por haber descubierto y nombrado las islas antes que cualquier
otro Estado. Este hecho fue alegado por diversas naciones y lo cierto es que no existen
pruebas fehacientes del primer descubrimiento de las Islas, tanto ingleses, españoles como
holandeses alegan haberla divisado por primera vez. Ni bien enterados del despojo, la
reclamación argentina de soberanía no se hizo esperar y realizada el 17 de Junio de 1833
por el doctor Manuel Moreno, representante de Argentina en Londres decía al respecto que
“no es, pues, de mucha consecuencia el averiguar en el día cuál fue la primera nación que
descubrió las islas Malvinas, llamadas así por los franceses y españoles, Falkland por los
8
Confr. SORIANO, Ramón, Sociología del Derecho, ed. Ariel Derecho, Barcelona, 1997. Ps. 153 y ss.
9
SORIANO, op.cit. p. 154
4
ingleses, Sabal, y Gibbel de Wert por los holandeses y Pepys por otros; porque el sólo
descubrimiento, ni el nombre, nada deciden, y nada prueban, de la soberanía y posesión de
aquellas tierras”10.
La realidad es que más allá de los intentos de justificación a través de la historia, (la
necesidad de “civilizar”, la concepción “evolutiva” de la historia, el derecho natural de
entrar a comerciar, etc.) el verdadero móvil colonizador fueron siempre los intereses
particulares de los imperios, de obtener recursos a bajo costo, abrir mercados para insertar
la sobreproducción, establecer posiciones militares clave y otras finalidades lejanas al bien
común internacional.
De todos los pensadores liberales a favor del colonialismo, Tocqueville fue quien se sinceró
y expuso la realidad de los intereses de la metrópoli, “admitió que la ocupación militar hizo
poco para introducir un buen gobierno y una avanzada civilización. […] En los escritos de
Tocqueville en Argelia, el interés nacional francés es importantísimo y las consideraciones
morales eran explícitamente subordinadas a las metas políticas.” 13
Tal como plantea este análisis de Tocqueville sobre el colonialismo francés, Inglaterra tuvo
con Malvinas a través de la historia una actitud que denota la subordinación de las
justificaciones morales a los intereses políticos, ya que a medida que sus argumentos iban
cayendo (ya sea por desuso en el derecho internacional o por fallos desfavorables de
órganos internacionales en casos análogos) fueron esgrimiendo nuevas excusas para
10
Citado en: BELTRÁN, Juan G., El Zarpazo Inglés a las Islas Malvinas, ed. Gleizer, Buenos Aires, 1934,
p.77
11
KOHN, Margaret, "Colonialism", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Spring 2014 Edition), Edward
N. Zalta (ed.), URL = <http://plato.stanford.edu/archives/spr2014/entries/colonialism/>. Traducción propia.
12
KOHN, op cit.
13
KOHN, op cit.
5
permanecer en Malvinas, manteniendo ocultos (o mejor dicho, a la vista pero sin
mencionar) sus intereses imperiales. Así, analizaremos el efecto dominó que hicieron sus
argumentos, pasando ahora a la ocupación efectiva, después la prescripción adquisitiva,
para luego analizar el derecho por la guerra y el último argumento esgrimido: el de la libre
determinación de los pueblos.
B) La ocupación efectiva
Sumado a todo esto y como afirmaba Ruda en su alegato de 1964, en la famosa placa de
plomo que dejaron los ingleses en 1774 al abandonar las islas que luego “recuperaron” de
un museo bonaerense en las invasiones de 1807 y utilizaron como título basando su derecho
en este instrumento sin ningún valor jurídico, sólo mencionaban LA isla FALKLAND, es
decir que reclamaban sólo por el establecimiento en Puerto Egmont, es decir la isla
Saunders o Trinidad. Violando el principio lógico de identidad, su reclamo original en el
14
Confr. ZORRAQUÍN BECÚ, Ricardo, Inglaterra prometió abandonar las Malvinas, del Instituto de
Investigaciones de Historia del Derecho, Ed. Platero S.R.L., Buenos Aires, 1975.
15
Confr. BELTRÁN, op. cit., p. 77 y ss.
6
conflicto con España fue ampliado a todo el archipiélago en contra de la naciente
Argentina.
Hemos dicho que lo central en este trabajo es tratar las cuestiones que hacen a la ética del
colonialismo, y hay que remarcar respecto a esto, la actitud británica al ocupar las islas por
segunda vez en 1833. Resultaba imprevisible un ataque de esas características, Inglaterra
había reconocido a las Provincias Unidas del Río de la Plata (oportunidad en la que no hizo
reserva alguna sobre las Islas Malvinas), se encontraba vigente el tratado de Nootka Sound
que había respetado con otros Estados sucesores de España en el cual renunciaba a
establecerse en las costas de Sud América, y que como lo expresaba el profesor M. Deas
(profesor inglés) ante la Cámara de los Comunes en 1982, “[con el tratado de Nootka]
obtuvimos grandes ventajas por esa renuncia. Pudimos establecernos en la costa oeste de
lo que es ahora Canadá; obtuvimos derechos de pesquerías, tuvimos acceso a los mares
del sur. Como vemos, esas razones fueron muy poderosas para pensar que hacíamos una
excepción con las islas Falkland […] no puede haber ninguna duda de que las islas, antes
de 1810 o de 1820, eran parte de las posesiones españolas.”16
Claro que la historia hubiera sido distinta si Argentina en aquel momento hubiera poseído
mayor poderío naval, o si el despojo hubiera sido contra otro imperio como sucedió en
1765, amenazando con una guerra incómoda entre Inglaterra y España, por supuesto,
habrían preferido negociar. Está en la esencia de la ética colonialista el aprovechamiento de
las desventajas comparativas.
Nótese, que desde el abandono de los ingleses del asentamiento en puerto Egmont en 1774,
hasta el despojo contra la República Argentina transcurrió casi de medio siglo. La actitud
fue por demás inesperada y traicionera, enfocada en el interés de control sobre el Atlántico
Sur y en especial del paso al Pacífico, y justificada ex post facto en derechos inexistentes.
Al decir de Ruda, “una intención que llevó a Gran Bretaña a invadir Buenos Aires,
sucesivamente en 1806 y en 1807, siendo rechazados valientemente por su población” 17, y
en una estrategia militar nada novedosa, al no poder ocupar espacio del territorio
continental por la valerosa resistencia local, ocuparon las islas para controlar el mar desde
una posición en la que no sería posible recuperarlas militarmente para una nación en
nacimiento como la nuestra hasta el año 1982, cuando temporalmente volvieron al control
argentino.
C) La prescripción adquisitiva
7
las islas en 1833 Argentina realizó los reclamos correspondientes, desde aquel de Manuel
Moreno que analizamos en el apartado anterior se sucedieron distintas protestas a través de
la historia. La controversia principal y que abona este argumento viene dada por un periodo
entre 1849 y 1884 en que Argentina no realizó las reclamaciones por lo que, plantean los
ingleses, habría prescripto la propiedad de las islas a favor de Reino Unido. Es ampliamente
discutido en el derecho internacional si éste instituto del derecho interno, es aplicable en el
ámbito de las relaciones internacionales. Lo cierto es que, como reseña Benítez 18, existe un
amplio recuento de jurisprudencia que está en contra de la aplicación de la prescripción
adquisitiva al caso Malvinas, puesto que entre los requisitos para que proceda se ha dicho
que es necesaria la falta de protesta del Estado contra el cual se utiliza. Argentina en la
reclamación de 1849 dejó asentado, además del reclamo, que todos los planteos anteriores
habían sido infructíferos por la falta de voluntad para negociar que tenía Inglaterra y que
por éste motivo dejaría de reclamar pero dejando a salvo sus derechos de soberanía sobre
las islas. Luego en 1884 cuando retoma la estrategia de reclamaciones ofreció solucionar el
conflicto por medio de un arbitraje, oferta rechazada una vez más por Reino Unido.
Es claro que éste fue otro argumento de los británicos para mantenerse en las islas sin
derecho alguno, ni ellos mismos creen en la validez del mismo ya que en los hechos
cuando entraron en conflicto por el Mar de Bering con Estados Unidos en 1893 (a sólo 9
años de opuesta la supuesta “usucapión de Malvinas”) negaron que la prescripción
adquisitiva fuera un instituto del derecho internacional público. 19 Fue otra muestra de la
ética del colonialismo, con poco interés por la legitimidad de sus derechos y la racionalidad
de sus argumentos sino con intereses estratégicos y económicos. Las ambiciones de control
sobre el Atlántico Sur fueron mutando a través de los tiempos, para utilizarlo de corredor
oceánico este-oeste, a corredor norte-sur como principal vía logística hacia el continente
antártico y hoy las Islas constituyen además un elemento con el que intentan fortalecer su
reclamo de soberanía sobre la Antártida, continente ubicado a más de 13.000 kilómetros de
distancia de Reino Unido.
8
E) El último argumento británico: la libre determinación de los pueblos
En los últimos años, en vista que la comunidad internacional entiende que la guerra no da
derechos ni tampoco se convalidan las ocupaciones ilegítimas con el paso del tiempo, Gran
Bretaña ha virado una vez más su argumento. Su pretensión actual es que el “pueblo”
Kelper habitante de las islas tiene derecho a la libre determinación y a que se respeten sus
deseos para lo cual realizó en 2013 un referéndum en las islas para conocer su voluntad. La
respuesta del referéndum fue, salvo 3 votos, que desean formar parte del Reino Unido de
Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
No obstante lo manifiesto que resulta la intención de los Kelpers, debe tenerse en cuenta
cuáles son los límites del ejercicio de la libre determinación de los pueblos, ya que no
resulta un derecho indiscutible de cualquier grupo de personas.
Este principio que alega ahora Gran Bretaña encuentra recepción en la Carta de Naciones
Unidas y se cristaliza en la Declaración sobre los Principios de Derecho Internacional,
Resolución 2625 de la Asamblea General en 1970. Allí se establece que los pueblos pueden
determinarse libremente, sin injerencia externa, en lo económico y en lo político, deja
expreso además, que este principio no puede utilizarse para disminuir la integridad
territorial de Estados soberanos que respeten este principio con gobiernos representativos.22
La libre determinación de los pueblos tiene un varios límite y es cuando la población del
territorio colonizado ha sido “importada”. Esto quiere decir que el colonizador ha
20
PAGLIARI, op. cit.; p. 222, el énfasis nos pertenece.
21
PEZZANO, Luciano; “La cuestión Malvinas y la libre determinación de los pueblos”, presentado en la II
Jornada de Derecho Internacional Público: “Las Islas Malvinas desde el Derecho Internacional”, UCES/UTN,
San Francisco, 11 de mayo de 2012. P. 11 y 12.
http://dspace.uces.edu.ar:8180/jspui/bitstream/123456789/1894/3/Malvinas_Pezzano.pdf
22
Confr. PAGLIARI, Arturo Santiago; Curso de Derecho Internacional Público, Ed. Advocatus, Córdoba,
2da Edición, 2013, p. 56
9
desplazado al pueblo originario y luego impuso un traslado de población rápida y artificial
para esgrimir luego el derecho al territorio por ocupación efectiva. Si este supuesto se
aceptara como un caso procedente de libre determinación de los pueblos, sería fácil para las
potencias imperiales, crear “pueblos” ficticios en los territorios ocupados ilegítimamente y
atribuirle luego la capacidad de decidir sobre su soberanía a la misma población que el
colonizador trajo, y aunque así han pretendido hacerlo, “la Asamblea General ha rechazado
la posibilidad de ejercicio de este derecho con carácter excepcional a “poblaciones
importadas”, poblaciones aluvionales, como es el caso de Gibraltar y el de las
Malvinas”23.
En la resolución 2065 de la Asamblea General, de la que este año se cumplen 50 años desde
su sanción, se reconoce el conflicto de soberanía sobre las islas Malvinas y se invita a las
partes a negociar teniendo en cuenta los “INTERESES de la POBLACIÓN de las islas”,
lo que no es lo mismo que los deseos del pueblo de Malvinas que era lo que pretendía
incluir en la resolución Reino Unido25. Claramente la Comunidad Internacional no quiso
reconocer a los Kelpers como pueblo, menos aún como legitimados para ejercer la libre
determinación pues entendió que no podían ser una tercera parte en el conflicto de
soberanía entre Argentina y Reino Unido ya que son integrantes del pueblo inglés. Si bien
se pide el respeto que merecen como seres humanos habitantes de una región, el argumento
británico cae por su propio peso.
Si nos enfocamos en las acciones británicas, en realidad poco interés tuvo el imperio por los
kelpers durante más de un siglo de ocupación, eran considerados inferiores a los británicos
continentales y cuando Argentina recupera las islas algunos funcionarios “llegaron a
proponerle a la primera ministra británica [Thatcher] un plan para pagarles a los kelpers
y que se mudaran a Gran Bretaña, Australia o Nueva Zelanda.” 26 Claramente no les
producía mayores preocupaciones los derechos de los pobladores, mucho menos sus deseos
y ni hablar de considerarlos “Pueblo” como sujeto internacional de derechos. La idea fue
abandonada y se embarcaron en la guerra para cuidar la imagen y para salvarse al gobierno.
23
REMIRO BROTONS, Antonio, Derecho internacional, McGraw-Hill, Madrid, 1997, p.121. Citado en
PAGLIARI, op. cit., 2013, p. 61
24
PEZZANO, Luciano, “De Namibia a Kosovo”, en In Iure: Revista Científica de Ciencias Jurídicas y
Notariales, año 1 Vol. 1, 2011, http://iniure.unlar.edu.ar, p. 83
25
Confr. PEZZANO, op.cit., 2012. P. 9
26
Diario La Nación, 22/03/2013 << http://www.lanacion.com.ar/1565880-antes-de-la-guerra-gran-bretana-
analizo-pagarle-a-los-islenos-para-sacarlos-de-malvinas>> Consultado 23/4/2015.
10
Este proceder que Reino Unido tiene con el caso Malvinas no resulta aislado sino que es
parte de una manera de actuar que tiene el imperio contraria al derecho internacional y con
una ética colonialista que intenta utilizar cualquier argumento para justificar su presencia en
un territorio ajeno sustentada sólo por la fuerza.
Han existido diversas situaciones similares en las que procediendo con intereses espurios
Inglaterra conserva para sí lo que no le pertenece. Es el caso de las Islas Chagos, entre
otros, “en 1965, tres años antes que se diera la independencia a Mauricio, el Reino Unido
decidió separar las Islas Chagos del resto de su colonia en el Océano Índico. El gobierno
de Mauricio reclama que fue una violación a la resolución de la Asamblea General de
N.U. 1514, de 1960, la cual específicamente prohíbe la ruptura de [el territorio de] las
colonias previo a la independencia.
El archipiélago de Chagos fue consecuentemente declarado como parte del British Indian
Ocean Territory (BIOT, territorio británico del Océano Índico) del cual, en 1971, más de
1500 isleños fueron deportados. La isla mayor, Diego García, fue luego rentada a E.U.A.
como una estratégica base aérea.”27
27
Extracto del diario inglés THE GUARDIAN, “Britain faces UN tribunal over Chagos Islands marine
reserve” por Owen Bowcott y John Vidal, 28/01/2013, traducción propia.
<<http://www.theguardian.com/world/2013/jan/28/britain-tribunal-chagos-islands-marine-area>> Consultado
23/4/2015.
11
yacimientos petrolíferos. “La nueva estrategia [británica] repercutió directamente sobre
los “deseos” de los isleños, pues les abrió un horizonte aparentemente rico en petróleo y
pesca. Conducidos por el lobby de la compañía isleña –señalada por numerosos estudios
nacionales e internacionales como la auténtica propiciadora del conflicto bélico-, en
connivencia con ciertos sectores del Parlamento y el Comité de las islas Malvinas en
Londres, los kelpers ganarían preeminencia en las negociaciones entre las partes. De
manera gradual, el gobierno británico los colocó en mesa de negociaciones, violando lo
expresado por Naciones Unidas y lo acordado con la Argentina. Todo lo avanzado por la
diplomacia nacional a través de los primeros logros en 1964, se deterioró visiblemente
desde entonces.”28
Argentina protestó al enterarse de éstas intenciones pero poco importó a Inglaterra puesto
que en 1975 envió una expedición de exploración a cargo de lord Shackleton que en su
informe decía: “Un tesoro inmenso, compuesto de proteínas, gas natural y petróleo podría
ocultarse en la zona que rodea a las islas Malvinas ocupadas por Gran Bretaña y
reclamadas por la Argentina, en el Atlántico austral.”29
Otra cuestión que tiene mayores implicancias para los gobernantes ingleses que para el
Estado inglés, es que cualquier negociación que reconozca soberanía sobre las islas a
Argentina implicaría un suicidio electoral para aquellos que la lleven a cabo.
Sobre el referéndum en las islas escribía un diario Inglés, días antes de la realización: “La
pregunta [si desean mantener el estatus político como territorio de ultramar del Reino
Unido] irá acompañada por una explicación: <<Bajo la constitución de las islas
Falklands [sic] el pueblo de las islas Falklands [sic] tiene derecho a la autodeterminación,
el que pueden ejercer en cualquier momento>>. Expliquen eso a los chagosianos,
expulsados para que Bretaña pudiera establecer su “Territorio del Océano Índico” y
permitir a E.U.A. construir una base en la isla más grande del archipiélago, Diego García,
de la cual aviones han bombardeado objetivos en Irak y Afganistán, y ha reabastecido
aviones de la CIA transportando individuos a la bahía de Guantánamo. El consejo
ejecutivo de Falklads [sic] constituido por tres miembros de la asamblea legislativa, insiste
en que las islas no son una <<colonia>> aún cuando el gobernador es designado por
Londres y tiene el poder de imponer leyes a los habitantes.”30
Esta lamentable costumbre de atribuirse derechos por la fuerza en desmedro del territorio
de los países menos militarizados prevaleció hasta el siglo pasado. Luego de las dos guerras
mundiales y con el desarrollo del derecho internacional, cada vez más los Estados potencia
intentan justificar desde la óptica del derecho sus actividades internacionales. El problema
es que no va acompañada su actitud con una ética comunicativa que respete realmente a
28
BERNAL, Federico, Petróleo, Estado y soberanía: hacia la empresa multiestatal latinoamericana de
hidrocarburos, ed. Biblos, Buenos Aires, 2005. P. 135
29
Conf. BERNAL, Federico, op. cit. P. 140
Extracto del diario inglés THE GUARDIAN, “This meaningless Flaklands referéndum will resolve nothing”
30
12
cada Estado soberano como sujeto internacional. Es primordial que cambie el paradigma
que rigió históricamente por la ética comunicativa.
A modo de corolario diremos que hoy en el siglo XXI aún quedan vestigios del yugo
colonial, los Estados deben respetar el derecho internacional y sobre todo procurar resolver
las cuestiones a través del diálogo. Para un verdadero diálogo entendemos con Habermas
que debe realizarse siguiendo las reglas del discurso práctico en una situación de habla
ideal. Cada Estado que afirma algo debe tener la convicción de la verdad de lo que dice,
regla que no ha respetado Reino Unido al interponer argumentos que niega abiertamente
para otros casos análogos pero que lo perjudican (ej. negó la prescripción adquisitiva en
R.U. c/ E.U.A. por el Mar de Bering) Así mismo violó la regla lógica de no contradicción
cuando planteó que las Malvinas en 1833 eran res nullius (tierra de nadie) y que adquirió la
propiedad por prescripción, dado que la prescripción tiene como presupuesto la existencia
de un dueño anterior. Tampoco ha tenido en cuenta regla procesual alguna cuando se niega
sistemáticamente a oír a la Argentina y a llevar adelante las negociaciones pertinentes por
un territorio que ha sido declarado en disputa por Naciones Unidas. Todo esto ha sido
realizado en abierta violación al postulado habermasiano de no violencia (teniendo
constantemente actividad militar en la zona cuando Argentina se presenta pacíficamente a
reclamar) y el de seriedad (no coopera en la búsqueda de un acuerdo).
Estamos convencidos que con la insistencia en los medios pacíficos de solución y una
promoción en las relaciones internacionales de la ética comunicativa, se puede llegar a
recuperar la soberanía de las Islas. Es necesario educar a nuestra población respecto del
13
tema y si bien no es objeto de este trabajo desarrollarlos, Argentina tiene diversos títulos
jurídicos por los cuales le corresponde legítimamente la soberanía sobre las islas. Algún día
no muy lejano la humanidad dará un paso más en la lucha contra el colonialismo, borrando
definitivamente los vestigios remanentes y quedando esa brutal fuerza como un
recordatorio histórico de lo que este flagelo puede lograr si se le permite avanzar.
BIBLIOGRAFÍA
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del Derecho Internacional Público, Ed. Marcos Lerner, Córdoba, 1996.
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14