Hay veces que me pregunto ¿por qué solo nos acordamos del día de la paz
una vez al año?
Nos hemos convertido en una sociedad fría a la cual ignoramos a aquellas personas que necesitan un poquito de solidaridad y de apoyo. La paz va más allá de religiones, razas, gustos… Deberíamos de respetarnos los unos a los otros, apoyarnos entre todos. Solo así conseguiremos un mundo justo. Hace unos cuantos años, cuando yo aún era un crío, conocía a dos familias: los Márquez y los Benades. Ellos estaban enfrentados entre sí porque eran dueños de dos comercios con los mismos productos en una tienda que en otra. Los Márquez tenían una hija adolescente llamada Clara y los Benades otra llamada Marta. Marta y Clara se empezaron a llevar bien, quedaban todas las tardes, iban de fiesta juntas, pero a escondidas de sus familias. Una tarde quedaron en el campo para hacer un picnic. Clara llevó parte de la comida y Marta la bebida. Cuando terminaron de cenar decidieron alejarse a una montaña a ver las estrellas, pero en el camino, Clara se tropezó y se dio con una piedra en la cabeza y se quedó inconsciente. Marta se quedó perpleja, no sabía qué hacer. Clara empezó a perder mucha sangre y Marta la cogió en brazos y, llorando, se la llevó al pueblo. Allí los vecinos llamaron a emergencias y rápidamente vinieron. Se la llevaron al hospital y avisaron a los padres de lo ocurrido. Marta acompañó en todo momento a su amiga y al llegar los padres de Clara se quedaron asombrados, con muchas preguntas. Sara, la enfermera que socorría a Clara, les dijo a los padres que gracias a Marta su hija pudo sobrevivir. En ese momento la rivalidad de esas familias terminó. Se dieron cuenta que no podían seguir más tiempo enfrentadas, no les beneficiaba esa situación y preferían poder ayudarse entre ellas. Decidieron vender productos distintos en una tienda que en otra y trabajar días distintos para no perjudicarse y ganar las dos partes. Desde ese momento Clara y Marta podían seguir con su amistad sin esconderse. FIN