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Introducción
Tus amigos
Los miembros de la
Sociedad de la Doctrina Cristiana
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1. Jesús anuncia su
pasión y muerte
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Hola, me llamo Juan. Soy uno de los doce apóstoles que
Jesús escogió para seguirlo. Estoy muy agradecido a
Dios por darme la oportunidad de seguir al maestro más
grande de todos los tiempos, al mismo hijo de Dios hecho
hombre. Desde el momento en que me invitó a seguirlo, lo
dejé todo y fui tras Él.
Durante tres años tuve el privilegio, junto con los
demás apóstoles, de acompañarlo adondequiera que iba. Él
me amaba mucho, quizás por ser el más joven entre ellos.
Vi muchos milagros que realizó y de sus labios escuché
hermosas enseñanzas que marcaron mi vida.
Sin embargo, lo que más me impresionó de la vida de
Jesús fue su pasión, su muerte y su resurrección.
Recuerdo bien que Él, en más de una oportunidad, nos dijo
que en Jerusalén lo iban a capturar, matar y que
resucitaría al tercer día. No entendimos muy bien lo que
quería decir. ¿Cómo era posible que le hicieran eso, si Él no
había hecho nada malo? ¿Y cómo era posible resucitar de
la muerte?
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2. La entrada en Jerusalén
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3. La Última Cena
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Unos días después, Jesús nos dijo que iba a celebrar la
cena pascual, por última vez, con nosotros. Esta cena era
un momento muy especial para las familias judías. En ella
recordamos la que nuestros antepasados celebraron antes
de salir de Egipto, con el cordero y el pan sin levadura.
Durante la cena, se notaba que Jesús estaba triste.
Nos dijo claramente que uno de nosotros lo iba a
traicionar. Todos nos quedamos atónitos. Poco después,
Judas salió. En ese momento entendí que él era el traidor.
Cuando Judas salió, Jesús se quitó la capa y se ató
una toalla a la cintura. Luego echó agua en una palangana y
lavó nuestros pies, como si fuera un criado. Mi compañero
Pedro se rebeló y le dijo: “¡Jamás permitiré que me laves
los pies!”. Pero Él le contestó que era necesario y entonces
Pedro, siempre exagerado, exclamó: “Entonces, Señor,
¡lávame también las manos y la cabeza!”.
Mientras comíamos, Jesús tomó en sus manos el pan,
dio gracias a Dios, lo partió y nos lo dio diciendo: “Tomen y
coman, este es mi cuerpo”. Luego tomó una copa, y nos dijo:
“Beban todos ustedes de esta copa, porque esta es mi
sangre que será derramada para el perdón de los pecados”.
Fue así que Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía
para quedarse siempre con nosotros.
Nos dijo también: “Hagan esto en conmemoración
mía”. En otras palabras, Jesús nos dio el poder para
convertir el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre.
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5. Jesús es capturado
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6. Ante el Sinedrio
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El sumo sacerdote y los fariseos llevaron a Jesús
al palacio del gobernador romano Poncio Pilatos, quien
tenía la máxima autoridad. A Pilatos no le gustaba nada
meterse en asuntos religiosos. Apenas vio a los guardias
del sumo sacerdote que arrastraban el cuerpo de Jesús,
preguntó: “¿De qué acusan a este hombre?”. Los fariseos
le dijeron que Jesús había hablado contra el emperador
y que se había proclamado rey de los judíos.
Entonces Pilatos llamó a Jesús, y en conversación a
solas con Él, le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.
Jesús le explicó que su reino no era de este mundo, y que
su misión era predicar la verdad. Pilatos se dio cuenta
de que Jesús era inocente y en su corazón decidió
liberarlo. Pero tenía miedo de la multitud.
De repente, Pilatos se percató de que podía evitar
esta situación desagradable de manera muy sencilla.
Dijo a los soldados que llevaran a Jesús ante el Rey
Herodes, para que lo juzgara él. Así hicieron, pero Jesús,
ante Herodes, el asesino de nuestro amigo Juan Bautista,
ni siquiera le dirigió una palabra, y enfurecido, Herodes
mandó que devolvieran a Jesús al palacio de Pilatos.
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8. Jesús es azotado
y coronado con espinas
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Cuando Pilatos tuvo a Jesús de nuevo en su palacio,
decidió utilizar otra estrategia. Los romanos tenían la
costumbre de liberar un prisionero en la fiesta de
Pascua. Así que ordenó que trajeran a Barrabás, un
asesino, y a Jesús, y entonces preguntó a la multitud:
“¿A quién quieren liberar? ¿A Jesús o a Barrabás?” La
multitud, impulsada por los fariseos, empezó a gritar:
“¡A Barrabás, a Barrabás!”. Y el gobernador romano
tuvo que soltar al asesino.
Pilatos no sabía qué hacer. Entonces decidió
ordenar que azotaran a Jesús. Estaba convencido de que
el pueblo se conformaría con este castigo tan cruel, y
tendría compasión de Él. Mi maestro Jesús fue sometido
a una terrible flagelación. Además, para burlarse, uno de
los soldados le colocó una corona tejida de espinas en su
cabeza y otro le colocó una vara en la mano derecha.
Luego se arrodillaron delante de Él, y burlándose, le
decían: “Viva el rey de los judíos”.
Pilatos hizo un último intento y preguntó a la
multitud: “Aquí está el hombre. ¿Qué hago con Él?”.
“Crucifícalo, crucifícalo”, gritó la multitud, alborotada
por los jefes del sumo sacerdote.
Entonces Pilatos mando a traer agua, se lavó las
manos y declaró: “Yo no soy responsable de la muerte de
este hombre inocente; es cosa de ustedes”. Y les entregó
a Jesús para que lo crucificaran.
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Jesús fue llevado al patio y allí le entregaron la
parte horizontal de la cruz para cargarla hasta el
Monte Calvario, donde se crucificaban a los criminales.
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Junto a la cruz estábamos la virgen María, María
Magdalena y yo. Cuando Jesús vio a su madre, y a mí a
su costado, dijo a María: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
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Después, tomamos el cuerpo de Jesús y lo
envolvimos con vendas empapadas en un perfume hecho
de mirra y aloe, según la costumbre que tenemos los
judíos para enterrar a los muertos. Al terminar este
ritual, colocamos el cuerpo en un sepulcro nuevo, que el
mismo José de Arimatea había hecho cavar en la roca.
En ese sepulcro todavía no habían sepultado a nadie. Nos
despedimos de Jesús, cerramos la entrada del sepulcro
con una gran piedra, y nos fuimos a casa.
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Conclusión
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PRECA
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