Está en la página 1de 3

En la introducción Asbed Aryan nos dice que el análisis del adolescente requiere

modificaciones en el encuadre, y el equivalente del juego en estos pacientes es su manera


de vestir, saludar, discutir, controlar, boicotear, faltar a sesiones y que estas acciones no
se deberían considerar resistencias ya que es un modo natural de ser en esta etapa,
además de que son pocos los que tienen conciencia de enfermedad y están dispuestos a
analizarse.
Asbed citando a Freud sobre las investigaciones psicoanalíticas de la adolescencia nos dice
que son tres: a) la subordinación de la pregenitalidad a la genitalidad; b) se establecen
nuevos objetivos sexuales heterosexuales; c) la consolidación de la exogamia.
El autor, para explicar éste artículo sobre la metapsicología, cita a varios investigadores
con los que amplia sus hipótesis sobre la técnica en la clínica y dice que Anna Freud
sintetiza de manera ejemplar las dificultades en la clínica con adolescentes pero en lo que
se refiere a los conceptos de duelo y narcisismo resulta insuficiente; sin embargo el
modelo psicoanalítico del duelo ha sido punto clave en la comprensión del adolescente. A.
Aberastury señala el duelo por el cuerpo infantil, duelo por la identidad, y duelo por los
padres. Asbed A. dice que hay una reactivación narcisista y de sus vicisitudes en la relación
transferencial que funciona en un vínculo diádico donde la persona busca mantener la
ilusión de poseer una omnisciencia, omnipotencia, perfección completud que atribuye a
su objeto vivido como espejo confirmatorio, y que en un eterno presente obtiene
ilusoriamente la satisfacción de ser el único que colma las expectativas de su objeto “un
alter ego”: un estado de autoengendramiento y de autofascinación, el Yo ideal. Pero el
golpe más fuerte a este narcisismo es cuando se implanta el complejo de Edipo y se
desmienten las fantasías omnipotentes de bisexualidad. Y en cada situación de pérdida se
reactivan los componentes narcisistas y con el trabajo de duelo se pueden resignificar
simbólicamente las pérdidas.
La autoestima -nos dice el autor- es el heredero del amor a sí mismo del narcisismo
primario infantil regido por el ideal del Yo: “Una parte de la autoestima es primaria; otra
nace de la omnipotencia (el cumplimiento del ideal del Yo) y la última parte de la
satisfacción de la libido de objeto.

1
La herida narcisista se da cada vez que se perturba la autoestima y paralelamente se
perturba la vida amorosa y sexual. Parafraseando Asbed a Freud dice que se ama
siguiendo el tipo de elección narcisista de objeto… En el neurótico por excesivas
investiduras de objeto se ha empobrecido el Yo y no cumple con su ideal del Yo. En los
adolescentes las relaciones son intensas como los enamoramientos por flechazos, la
amistad homosexual, los fanatismos por la intensa idealización que se tiene. La
adolescencia, dice Asbed: es un estado dinámico y cambiante de la personalidad. También
nos dice que la diferencia entre la adolescencia como neurosis narcisista, y la melancolía
es que el adolescente ha desarrollado su capacidad de simbolizar en la elaboración de sus
ansiedades depresivas en los pequeños y grandes duelos de la infancia y hay
temporariamente regresiones narcisistas y que elaborados los tres duelos básicos se
reintegrara en relaciones de objetos totales logrando su capacidad de simbolizar su juicio
de realidad. Y el melancólico fracasa en la elaboración y resignificación de las pérdidas
narcisistas en los múltiples duelos que la realidad impone. Es una patología de carácter. El
adolescente padece de ambivalencia debido a su autoestima vulnerada, y su capacidad de
simbolizar pérdidas lo preserva de autoreproches y autocastigos, dice Asbed, que su
capacidad de amar no se pierde. No devuelve sistemáticamente odio por amor, y las
relaciones con los buenos objetos internos y externos no se deterioran definitivamente.
El autor menciona el estudio de las perturbaciones de la sexualidad por el grado de
injerencia del narcisismo cita a D. Meltzer y a P. Blos por sus aportes a la metapsicología
de los adolescentes. P. Blos habla de “El paso intermedio” como segundo proceso de
individuación y lo centra en el concepto de regresión pulsional y yoica al servicio del
desarrollo. El adolescente por vía de regresión entra en contacto con dependencias,
angustias y necesidades infantiles. Sin embargo dice Asbed “el paso intermedio” se
restringe al área pulsional, y los conceptos de ambivalencia, bisexualidad, regresión y
fijación son tomados de la primera teoría de la libido. Y no toma en cuenta el duelo, el
dolor depresivo, las vicisitudes de la autoestima y de las idealizaciones. Pero está de
acuerdo con las aportaciones de D. Meltzer ya que éste jerarquiza la actitud ante el dolor
depresivo por la renuncia de la escena primaria, considera como base de la sexualidad

2
mental adulta la identificación introyectiva de ambas imagos parentales: el trabajo sexual
placentero y la procreación.
Asbed A. nos dice que la adolescencia es un estado de completa resignificación del mundo
infantil y agrega que la vida erótica y la capacidad de procrear se reflejaran en un
sentimiento de identidad y autonomía y una vida social exogámica con conciencia de
temporalidad. Lo característico de la pubertad y la adolescencia media es la confusión,
inestabilidad emocional por la reaparición de la incertidumbre con respecto a las
diferenciaciones interno-externo, adulto-infantil, bueno-malo, femenino-masculino, todo
ello parecido a lo preedípico. Esto se desencadena en la latencia frente a los cambios
corporales y la sexualidad es una sacudida al narcisismo de la latencia. El Yo ideal es
puesto en tela de juicio en su omnipotencia y omnisciencia porque no se puede anticipar a
qué cuerpo tendrá. El púber y el adolescente temprano se encuentran con la eyaculación
en el hombre y la menstruación en la mujer, así como el vello puberiano. El púber inicia
con el duelo de la pérdida del cuerpo infantil, bisexual; todo esto se suma al deseo genital,
que no sabe cómo canalizar, y a cumplir con el mandato de la sociedad: tener una
identidad sexual, y más adelante procrear. El adolescente tiene que atravesar por el duelo
por la identidad y el rol infantil donde se busca la satisfacción inmediata. La penetración-
defloración remite a las ansiedades preedípicas como la ansiedad de castración. La vida
grupal del adolescente y la masturbación son las vías naturales de estas fantasías
maníacas, aunque puede causar angustia debido a que no hay una relación con otro. La
vida en grupo da identidad y permite la elaboración de las ansiedades y del duelo
personal. Y se está en condiciones de la penetración-desfloración, así como el
apareamiento dando mejor salida a los deseos genitales satisfechos. La promiscuidad en el
adolescente es por la búsqueda de la resolución del complejo de Edipo. Hacia el final de la
adolescencia (20-25 años) si se pudo enfrentar poco a poco el dolor depresivo y con la
confianza de buenos objetos y la contención del medio ambiente, la autoestima se
sostiene a la mayor integración y el fortalecimiento de las partes buenas del self, y
comienza a aceptarse la posibilidad de ser querido aunque no se es el único.

También podría gustarte