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&VENGANZA O PERDON? Un camino hacia la reconciliacién Ariel Disefo y diagramacion: Magdalena Forero Reinoso © 2017, Fundacién para la Reconeiliaci6n © 2017, Editorial Planeta Colombiana S. A. Calle 73 N.*7-60, Bogots Primera impresién: brit de 2017 ISBN 13: 978-958-42-5952-3 ISBN 10: 958-42-5952.0 ‘Ariel es un sello editorial del Grupo Planeta Foto portada: CINE CLUB DOCTA IGNORANTIA, ‘Autor: Nerieth Andrea Ram(rez Hemindez xa publicacién cuenta con el apoyo del Programa de Alianzas part la Reconclia- cid (PAR), de la Agencia de los Estados Unidos pare el Desarrollo Internacional -USAID y ACDIVOCA. Impreso por: Editorial Bolivar Impresores S.A. [Ninguna parte de eta public, cide seo de a cbiers, pee ser ero ‘dn snceacotnsontdaen manera lgo%a mi por nngin medi, yea elactio, ‘imi, mscdnso, tie, de eribeion oe otoaopa sin perso prvi de ete EDGAR ANTONIO LOPEZ, Magister y Doctor en Teologfs de la Pontificia Universidad Javeriana, Magister en Filosofia de la Universidad Nacional de Colombia, Licenciado en Filosofia ¢ Historia de la Universidad Santo Tomés y Filésofo de la Pontificia Universidad Urbaniana, Actualmente es Profesor Asociado de la Facultad de Teologis de 4s Pontificia Universidad Javeriana y colabora con la Maestia en Filosofia Latinoamericana de la Universidad Santo Tomés. Como parte de s trabajo in- vestgativo, ha acompatiado grupos de victimas del confito armado en Cérdobe, ‘Coed y Valle del Cauca. Adem, ba partcipado en procesos de educacién para la paz con el CINEP/PPP. Entre sus publicaciones se destacan fo libros Et perdén: sft postbitidad (2017), Creer en la reconciliacin (2014) y Lectura intercultu ral de la Biblia en contextos de impunidad en América Latina (2013); también los atioulos “Enel perdn de las victims esté nuestra esperanza” (2015) y “Perdonar si, olvidar no" (2013), EpoaR ANToNIo L6PEz? Pontificia Universidad Javeriana én, en su caricter gratuito, propio de cualquier don, esté re- idad de conceder y con el valor de pedir. Se a gracia que se busca al reconocer la puede dar el perdén a quien lo pide sinceramen- Pero el perdén puede ser comprendido también, 10 un proceso que permite liberarse del efecto prolongado de un dolor que ha sido padecido con particular intensidad, se trata enton- oe a ee tener la victima para liberarse del 8 88), Esposible vivir moralmente la experiencia del perdén en os planos personal y comunitario, pero también es factible vivirlo politicamente 1 Este trabajo presenta algunos resultados de Ia fase exploratoria del pro- yecto de investigacion “Creer en la reconciliaci6n”, deserolado por Henk Vijver y Edgar Lopez. Fl proyecto fue financiado por Ia organizacion Kerk in Actic, de {as Iglesias Protestantes de los Paises Bajos, y por la Facultad de Teologia de la Pontificia Universidad Javeriana. El autor agradece al profesor Edgardo Romero, de la Normal Superior Montes de Maria, por haber puesto a los iavestigadores en contacto con los ideres de la comunidad de Mampujén y con los sobrevivientes de la masacre de Las Brisas. 2 Profesor Asociado del Cento de Formacién Teolégica Pontificia ‘Universidad Javeriana, 96 :VENGANZA 0 PERDON? 2 pene sci (Lope, 2014). a P= ne como condicién necesaria la libertad de querer perdonar 0 de no querer hacerlo; no solo libertad para perdonar 0 no perdonar, sino libertad real para querer perdonar 0 no quererlo haceti En el plano soci i itica del perdén se presenta como necesa- ria para st ia de violencia, alimentada por dinémicas es eras uence producidas en serie; en ste Ambito la condici6n necesaria es el deseo de un futuro mejor para jos los miembros de la sociedad. nila soci s para per- a las. Sin embargo, solo la creacién de nuevas condiciones polticas, sociales y econémicas puede rom- per la circularidad que multiplica el nimero de victimas, y el dafio sufrido por ellas. No se trata s6lo de frenar el daiio producido entre quienes mutuamente se han reconocido en la historia como enemi- _205, sino también aquel dafio infligido por los agentes de la guerra a Jos miembros de la sociedad civil, a quienes paradéjicamente se atac com el pretexto de defender. En este trabajo se pretende reflexionar en ambos panos, el moral y el politico, tanto desde la perspectiva de quienes han suftido un dao hecho por otros, como desde Ia perspectiva de quienes han infli- ‘sido dafio a otros. La reflexién se inspira en el encuentro que el autor tuvo en noviembre de 2013, con algunos familiares de las victimas de la masacre det caserfo Las Brisas, perpetrada por integrantes de las, Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) el 11 de marzo de 2000. Las Brisas es una vereda de San Cayetano, corregimiento de San Juan Nepomuceno, ubicado en los Montes de Marfa, una de las regio- nes colombianas més afectadas por el conflicto armado (Ruiz, 2013). Entre los miembros de una misma familia, algunos dicen haber per- donado a los perpetradores de la masacre y a los agentes del Estado «que colaboraron con ellos, mientras otros no encuentran motivos para perdonar. Los argumentos de unos y otros tienen fuerza suficiente para mover a la reflexién sobre el perd6n, Ante la posibilidad de superar un conflicto armado entre las gue- rillas de izquierda y la fuerza piblica, en la sociedad colombiana MAS ALLA DE LA VENGANZA ” hay quienes aceptan la opcién de recibir en la vida democritica a los cexcombatientes para crear un nuevo orden politico y restaurar asi el tejido social, a través de un proceso claramente condicionado que permita transformar los grupos armados en fuerzas politicas. Pero también estén quienes niegan tal posibilidad, o al menos demandan como condicién previa y necesaria la imposicién de penas propias de Ja justicia retributiva, las cuales no serén aceptadas por los desmovi- lizados con sobradas razones, al no haber sico vencidos militarmente. ‘Ambos grapos hacen parte de una misma sociedad que debe habér- selas con un pasado de violencia, del que todos sus miembros son responsables sin excepeién, pero de diferentes maneras. Quienes pertenecen a esta sociedad tienen ante sf un futuro por cl cual todos deberdin responder. Se trata de una gran responsabili- dad politica, para la cual pueden ayudarse de las experiencias que las victimas han vivido a propésito de ta posibitidad de conceder o no conceder el perdén, Desde la visi6n punitiva de aquellos que conforman el segundo de los grupos mencionados, la uinica opci6n es la judicializacion tra- dicional de quienes cometieron los crimenes de guerra, de modo que aceptar en Ia vida democrética alas personas que combatieron contra Jas fuerzas del Estado es solo una forma de impunidad, relacionada con la ilusoria equivalencia entre el perdén y el olvido. Desde otra perspectiva, aquellos que ponen la restauracién del tejido social por encima del castigo, conciben el retorno de los ex-guerilleros a la vida democritica como una forma de evitar el crecimiento del mimero de vvictimas, en una guerra fratricida que los actores armados de uno y otro flanco han librado en contra de Ia sociedad civil (Pécaut, 2001). EI perdén en el plano politico puede comprenderse mejor en su. relacién con el perdén moral, Aungue algunos autores niegan la po- sibilidad de una moral del perdén por la ausencia de normas sobre esta realidad humana (Mélich, 2012), aquf se sostiene que la moral del perd6n se relaciona ante todo con la libertad de otorgarlo y con el deber de solicitarlo. El perdén es algo que se puede pedir y algo que se puede con- ceder, pero constituye una realidad profunda a la que no es fécil aproximarse, pues como dice el fil6sofo y telogo Paul Ricoeur, 98 {LVENGANZA 0 PERDON? p. 585). Dar perdén y pedir perdén ‘Muchas veces las demandas de la comunidad internacional, la pre- sin por la bisqueda de un nuevo orden social, la manipulacién de doctrinas como el ctistianismo, o la accién mistna de los grupos ar- mados, son factores externos que constrifien la autonomtfa de las vie timas para conceder el perdén para no hacerlo. ‘Tener que perdonar es un postulado que niega en si mismo la libérrima naturaleza del auténtico perdén, Nadie esté obligado a per- donar, por lo que imponer el perdén como mandato a las personas 0 alas jes que han sufrido el datfo es una forma-de re-victi- 2014), “Ni las sociedades, ni los gobiemnos tienen el poder de obligar 0 presi ctimas a conceder el perdén a sus res” (De Gamboa, 2004, p. 108). Francisco De Roux. S.J. (2013) narra un episodio ocurride en Puerto Berrio, en 2007, durante un homenaje a la memoria de cuatro- cientas treinta y cuatro victimas. Al iniciar la ceremonia, un supues- to desmovitizado del Bloque Central Bolivar de las AUC isrumpis y tom6 el micr6fono para increpar a los familiares de las victimas con Jas siguientes palabras: ros tienen que perdonar porque el Couey. En condiciones como estas no es posible conceder el auténtico perdén, aun en caso de quererlo hacer. Con frecuencia, las confesiones de los perpetradores de crimenes atroces estén motivadas por intereses estratégicos para obtener reba- ij -nas o la conmutacién de estas, pero no responden al legitimo a las victimas a conocer la verdad de los hechos. En el )s pueden pedir perdén a las victimas jento sincero, ‘© incluso pueden ofrecer reparaciones com« to ‘generoso y no de una exigencia con la que deben cumplir. En estas condiciones el perdén no ha sido auténticamente solicitado. En el monumento erigido en San Juan Nepomuceno a la memoria de los doce campesinos asesinados en la masacre de Las Brisas, bajo MAS ALLA DE LA VENGANZA * Ja figura de un campesino montado en un mulo que lleva st carga, de fame, junto a los nombres de las victimas, hay una inscripcién en mirmol en la que aparece en maydsculas el nombre del jefe pa- ramilitar asf: “EDWAR COBOS TELLEZ Ex Cate. «Diego Vecino» Oferente del Monumento”. Una inscripcién cuyo cardcter ambiguo no deja de inquietar y opaca la naturaleza restaurativa de esta repa- racién simbélica, sobre todo si se tiene en cuenta que, pese a la vo- luntad inicial expresada por el oferente, finalmente el Ministerio de Cultura debi6 construir el monumento (Acevedo, 2013). Ver el asunto del perdén bajo el contraste entre quitar y dar, entre privar y donat, puede ayudar a comprender qué es perdonar. Conceder libremente el perdén a quien ha quitado la libertad, la vida, la honra, ‘una parte del cuerpo, a tierra o las oportunidades, es sin duda un acto ‘generoso, Pedir con transparencia el perdn a quien se ha lastimado, se hha causado suftimiento, se ha privado de algo valioso o se ha infligido algtin dafio, es un deber cuyo cumplimiento sincero implica valor. El escenario en que se pide y se concede perdén cortespon- de a una situacién en que convergen el conceder después de haber perdido, y el pedir después de haber quitado. Sin embargo, revisten ‘mayor complejidad aquellas situaciones en las que no se cuenta con cl arrepentimiento manifiesto de quien ha privado a otra persona de algo valioso, asi como también aquellas otras situaciones en que se pide perdén sin recibirlo. La seguridad que se tiene al saber que se es libre para perdonar, 0 sin saber si este serd concedido 0 seré negado, pero aquella seguridad ‘coexiste con la incertidumbre de quien puede conceder el perdén sin saber si esté en realidad ante un arrepentimiento sincero, Este es el carfcter incierto que reviste la generosidad de dar perd6n en el plano ‘moral. “El perdén, si se da, se da a quien no se arrepiente, a quien no lo pide, a quien no lo solicita” (Mélich, 2012, p. 131). Dar un perdén que no ha sto pedido i n lo que se licitado. En \ para no hacerlo, contrasta con la incertidumbre de quien pide perd6n 100 (VENGANZA 0 PERDON? plcnntsUlt Evaro EC Bien paint 1990) P publicada en 1996, Rey narra la historia de un hombre que luego de sobreviviral secuestro y a Jamutilacién de un pie por parte de sus captores, afios més tarde, bus- cay encuentra a uno de sus secuestradores, un antiguo compafiero de estudio quien ademds planeé su secuestro. “Dos ideas gemelas pero ccontradictorias aparecfan alternativamente en puntos opuestos de su horizonte mental: Debo matarlo... No debo matarlo” (Rey, 2014, p. 191). Al final del encuentro, sigue la narracién, “[...} ahora, cuando pudo tomarla, no haba sentido més que un deseo demasiado débil de venganza, Siguié andando hasta la puerta sin volverse, sali6 y la certs” (Rey, 2014, p. 204. En esta novela no se sabe si hubo perdén 0 no, solo se constata “La experiencia del perdén corrobora la mutua implicacién los planos morales del sujeto agente y paciente, pero también la interdependencia de los sentimientos que cualquier miembro de la sociedad debe poder experimentar a partir de lo que se espera por parte de los otros o de uno mismo” (Lépez, 2013, pp. 93-94). Algunos autores suponen que para otorgar el auténtico perdén en el plano moral, es necesario que este haya sido pedi por quien ha infligido el daiio, en un encuentro cara a cara con su victima (De Gamboa, 2004; Hoyos, 2012). Sin embargo, aqut se valora ta posi- bilidad que tiene la victima de liberarse del odio y el rencor hacia victimatio, “sin depender del reconocimiento de culpa, del arrepen- timiento, de la reparacién o del propésito de no repeticién por part del victimario” (Lopez, 2013, p. 88). La posicién que demanda una solicitud expresa del perdén, como condicién para otorgarlo en el plano politico, ha sido inmortalizada por Vladimir Jankélévitch en su alusién a los campos de exterminio. ‘A prop6sito de la prescripcién de los crimenes de guerra del régimen nazi, en su ensayo de 1971 sobre el perdén, este sobreviviente del ge~ nocidio sentencia: “El perdén! Pero se nos ha pedido perdn alguna MAS ALLA DELA VENGANZA 01 ‘vez? Es la miseria y el desespero del culpable lo tinico que podria dar un sentido y una razn de ser al perdén {...]. El perdén ha muerto en tos campos de la muerte” (Fankelévitch, 1986, p. 50). Es evidente que la experiencia politica del perdén implica el reconocimiento de la falta y la solicitud explicita del perdén por parte del vietimario, pero la experiencia del perdén en el plano moral puede ser diferente. No es facil perdonar cuando, luego de haber perdido algo valioso en extremo, se constata que quien Io ha arrebatado es feliz, vive tran- quilo y goza de prosperidad. Sin embargo, como advierte Ricoeur, 1a propésito del abismo que se abre entre la altura del perdén y la profundidad de la falta, al ubicar el perdén en un marco referencial simétrico entre la solicitud y la concesién “sigue sin reconocerse el carécter vertical de la relacién entre altura y profundidad, entre in- condicionalidad y condicionatidad” (Ricoeur, 2008, p. 610). El perdén es inconcebible desde una visién simeétrica de las rela- ciones humanas porque la falta rompe la reciprocidad entre el agente que la comete y aquellas personas o comunidades que la padecen, ‘Quien falta quebranta una norma establecida para impedir que se haga dafio a los demés y la imposibilidad de cambiar el pasado hace del perdén algo imposible. Bs esto fo que propone Jacques Derrida (2008) como la aporia de perdén: “el perdén solo perdona lo im- perdonable” (p. 118). Al emplear la nocién de lo imposible, Derrida subraya la dimensién incondicionada del perdén. “No se puede 0 no se deberia perdonar, no hay perdén, si es que lo hay, sino allf donde se da lo imperdonable (...] el perdén debe anunciarse como lo impo: sible mismo” (Derrida, 2008, p. 118). a 015), lad y si har Rafael Gustavo Pos fctimas de la masacre de Las Brisas, con ocasi6n de la entrega de la escultura “Doce campesinos” en octubre de 2013, son diffciles de comprender. A propésito de las razones de su presencia en el encuentro con el jefe de los asesinos, Uber Banque, alias «Iuancho Dique», Rafael Posso dijo: “Hemos perdonado y sanamos y estamos aqui porque querfamos darle la mano accom | 102 LVENGANZA 0 PERDON? a de is te de (Montafio, 2013). La condicién de tener que arrepentirse sinceramente, y haber pedido perdén, para que la contraparte lastimada y humillada pue- dla perdonar, sujeta de una nueva manera la libertad de quien puede cconceder 0 negar el perd6n, pues pospone su decisién hasta que el perpetrador se arrepienta y solicite ser perdonado. Conceder el per- «d6n luego de que este haya sido pedido es deseable, pero no debe convertirse en un requisito que determine la voluntad de las victimas. “Si bien el reconocimiento de la propia responsabilidad por parte de quienes han violado los derechos fundamentales allana el camino para el cain 23 edie ina” fispe 2013, p fe P. 587), algo que se puede hacer sin perder de vista que se trata de quien ha causado dafio, un dafio de cuyo encierro se puede salir para cerrar la puerta tras de sf La experiencia moral de muchas victimas que conceden perdén para liberarse del pasado y continuar asi con su vida, incorporando ‘sus biografias el dafio padecido sin olvidarlo y sin prolongar el su- frimiento que trajo, debe ilustrar a la sociedad colombiana acerca de la posibilidad de abandonar su encierro en el odio y la venganza para cerrar la puerta tras de si. Pedir un perdén que podré no ser dado N ue haya, ado, es una opcidn legitima de lo y por todas las instanci civil. Superar el dolor producido por las ac- ciones deliberadamente violentas entrafia una para perdon: en la ttn aga Bo eer er manent por Martha Posso, una familiar de las victimas de los hechos perpe- trados por los autodenominados «Héroes de los Montes de Marfa: MAS ALLA DE.LA VENGANZA 103 ‘Todo acabé cuando un sabado 11 de marzo del afio 2000 un grupo de hombres de las AUC tomaron por sorpresa a doce hombres de Las Brisas, Jos sacaron de las viviendas cuando apenas empezaba a rayar el alba, los torturaron y acabaron con sus vidas, entre estos estaba mi pa- de y dos hermanos. Asf mismo incineraron las viviendas. Lo perdimos todo, fue un dolor muy grande, algunos fueron asesinados delante de sus hijos y de sus mujeres (Posso, 2012, p. 6) La sevicia con la que actuaron los asesinos es dificil de concebit, “Antes de ser asesinados fueron torturados, la mayoria tenfa como un Jiquido morado en ta cara y en algunos de los hombres parte de la piel Ja cara habfa desaparecido, se vefa el hueso limpio, todos piensan ue era fcido” (Ruiz, 2013, p. 29). El sobrecogimiento producido por tal crueldad y el profundo dolor que genera pueden impedir a las v timas querer otorgar el perdén, aun en el caso de que este haya sido pedido y la reparacién se haya hecho efectiva. Las palabras dirigidas a los familiares de las victimas de esta ‘masacre por el jefe paramilitar Diego Vecino, desmovilizado en el 2005, muestran lo dificil que es obtener el perdén después de haber causado dafio: “Perdén por algo que jamés debié suceder. Seguiré trabajando por el perdin de ustedes, as{ como no descansaré en tra- bajar por la paz. Buscaré con mis acciones presentes y futuras ga- rantizar la no repeticién de los hechos suftidos por las comunidades” (Acevedo, 2013), Luego de la reparacin simb6lica en el caso de esta masacre, me- morial cuyo cardcter ambiguo ya ha sido mencionado, algunos fa- miliares de las vietimas han recibido una reparacién econémica por parte del Estado, pero su dolor sigue latente. “Martha Posso, hija y nai bul) ee mn culpa” (Revista Seman: esto se re- fiere Primo Levi, sobreviviente del holocausto judfo, cuando afirma: “Los actos de violencia o de ofensa son irreparables: es muy probable que la opinién pablica pida una sancién, un castigo, un «precio» por cl dolor [...}, pero la ofensa inicial no desaparece y el «precio» siem- pre (aunque sea «justo») es una nueva ofensa y un nuevo motivo de dolor” (Wiesenthal, 1998, p. 139). 108 LVENGANZA 0 PERDON? ‘Muchas veces las victimas reconocen su propia imposibilidad para conceder el perdén que ha sido solicitado, aun sabiendo que otorgarlo es necesario para vivir en paz, En la narracién presentada con motivo de la ceremonia para recordar a las victimas de Las Brisas, el 12 de ‘marzo de 2012, Martha Posso refiere la necesidad de una reparacién integral y termina reconociendo su dificultad para perdonat al invo- cara Dios, a quien reconoce como fuente del perdén: “Hoy deseamos ue se dé Ja reparacién integral para mejorat nuestra calidad de vida ‘a quienes nos causaron vir en paz” (Posso, 2012, p. 6) salvar el abismo que separa la inocencia de las victimas de su propia culpabiidad, “La forma especffica que toma la atribucién a sf de la falta es la confe- si6n, ese acto de lenguaje por el que el sujeto asume la acusacién”, (Ricoeur, 2008, p. 589), Sin embargo la legitima negacién del perdén por parte de las victimas corrobora afirmaciones como Ia del magis- trado Ramén Séez, para quien “el perdén de la victima no es nego- ciable, porque carece de dimensin econdmica o politica y porque no responde a una estrategia 0 a un programa” (2012, p. 200). Martha Posso constata que los asesinos de su padre y de sus her- anos han reconocido su crimen. “EI mismo Juancho Dique me dijo jue habia participado en la muerte de mis familiares, Ellos iban en sea de un campamento guerrillero, pero mataron a mi padre y a mis anos, haciéndolos pasar por colaboradores de los subversivos” (Castro, 2011). Tal como sucede con el perdén, como una experiencia moral que entrafia especial dificultad, el reconocimiento sincero que deben ha- cer los victimarios delante de sus victimas, pone en evidencia también Ja dimensién pasiva del sujeto. “El reconocimiento de sf es indivisa- ‘mente accién y pasiGn, accién de obrar mal y pasién de ser afectado por la propia accién”. (Ricoeur, op Cit p. 590). Si la violencia pade- ida puede encerrar a la victima en el dolor, la violencia operada y reconocida por el verdugo lo encierra en la angustia de la soledad. La imposibilidad de cambiar el pasado y la incertidumbre de saber si en el futuro habré perdén o no lo habré, definen la estructura temporal de la accién violenta que se ha vuelto sobre el mismo victimario. MAS ALLA DELA VENGANZA tos, El poder haber obrado de otra manera, y la impotencia ante el fra- ccaso de no haberlo hecho separan al victimario de los demés. La falta cencierra al verdugo en el aislamiento, Io separa del «nosotros». Mas alld del simple recuerdo, la conciencia del pasado conduce al lugar ‘en que emerge el sentimiento de la falta. No obstante, para quien ha hecho el mal, en el reconocimiento puede haber una salida; por més incierta que sea, no deja de ser posible, Mediante el reconocimiento “se hace apropiacién del poder de obrar en su estado de desamparo” (Ricoeur, op Cit p. 590), Bl reconocimiento de la falta y la soticitud del pertién pueden ser un nuevo comienzo, pero la incertidumbre re- viste esta posibilidad de un valor especial. ‘Manuel Mercado Garcfa, otto habitante de Las Brisas, quien perdié a su hijo en Ia misma masacre, afirma sobre sus encuentros con Diego Vecino: “Yo no lo perdono, que lo perdone Dios. Cuando lo tengo de frente siento impotencia y quisiera hacer algo, pero me aguanto. La reparacién que el Gobierno nos ha dado no nos restaura, La vida de un ser humano no tiene precio” (Acevedo, 2013). Esta es la incertidumbre que deben afrontar con valor quienes han infligido dafio y causado suftimiento a otras personas, se trata de la incertidumbre ante un segundo fracaso que ya no depende de ellos. Para el victimario no recibir el perdén representa la imposibilidad de adecuarse a Jo que desde su arrepentimiento desea. “Entre el mal que esté en su accin y el mal que esté en su causalidad, la diferencia es la de la inadecuacién del yo a su deseo més profundo” (Ricoeur, op Cit p. 590). La falta constituye un mal inaceptable para quien la padece, pero también para quien la ha cometido y Ia reconoce. Para la victima es una desgracia cuyo horror y dolor son imposibles de describir. Para el victimario sinceramente arrepentido es algo injustificable, cuya confesién “va més allé de la experiencia de la falta, puesto que a la confesién del més allé de lo no-vilido en cuanto a las acciones, se afiade la de la complicidad del querer por parte del agente” (Ricoeur, op Cit p. 593). 106 {:VENGANZA 0 PERDON? Anotaciones finales sobre el perdén en la vida politica Hasta aguf se ha reflexionado desde el émbito moral sobre la expe- riencia que han tenido con el perdén los familiares de los campesinos asesinados en Las Brisas, quienes también son victimas de los perpe- tradores de la masacre, por el dafo infligido y el dolor generado. Pero Ta capacidad de las victimas para perdonar és evidente también en el plano politico, asf lo muestran acontecimientos tales como el plebis- cito del 2 de octubre de 2016 para refrendar los acuerdos alcanzados centre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARO). Mientras el resultado general impidis la implementacién de los acuerdos pot la imposicién del miedo al futuro y el odie por Jo vi- Vido en el pasado, los resultados locales en muchas poblaciones que padecicron la violencia directa perpetrada por este grupo guertllero ‘mostraron la férrea voluntad de cerrar los ciclos de violencia para apos- tarle a un futuro sin guerra. “Choc6, otro terrtorio en donde la guerra se ha sentido cou mayor fuerza, vot6 por el “st” casi con un 80% de Jos votos. Un panorama que se repiti6 en departamentos como Natio, Putumayo y Vaupés, en donde el apoyo a los acuerdos se dio en una ‘mayoria casi absoluta” (Espinosa, 2016). Esta es una leccién moral y politica de las victimas que la sociedad colombiana no puede olvidar. En el plano moral es posible perdonar, aun en ausencia del arre- pentimiento sincero, para superar el dolor y erradicar los vestigios de venganza que pueden permanecer latentes sutilmente bajo legiti- ‘mas demandas de justicia, También es posible negar el perdén que ha sido pedido tras reconocer la falta, pues al lado del intenso dotor esta Ja incertidumbre acerca del cardcter sincero del arrepentimiento de {quienes han causado dafios irreparables. ‘Sin embargo, en ambos planos, en los que se puede pedir y dar el perd6n, existe la esperanza de un futuro mejor. Esa esperanza depen- de de la capacidad de reconocer la humanidad de los demés, més alld ¥ @ pesar del mal que hayan podido causar. Esto es un poco menos complejo si ha habido arrepentimiento, pues como dice Primo Levi, “un enemigo que se rectifica ha dejado de ser un enemigo” (Levi, 2012, p. 217). MAS ALLA DELLA VENGANZA 107 Con dificultad y valor, las FARC pidieron perdén a sus victimas: “Ba nombre de las Farc-EP ofrezco sinceramente perdén a todas las victimas del conflicto por todo el dolor que hayamos podido causar ‘en esta guerra” (Londofio, 2016). Aunque muchas victimas habian aceptado ya esta solicitud hecha con el reconocimiento paiblico de los reftendar los acuerdos. Esto deja en evidencia la necesidad de escuchar Ja voz de las victimas, por lo mucho que se puede aprender de elas, de su libertad para querer perdonar y de su generosidad al perdonar. Durante su cautiverio en el campo de concentracién de Lemberg, en 1943 Simon Wiesenthal fue conducido ante un joven soldado aleman quien, postrado sobre su lecho, en estado de agonia y aterrorizado por la proximidad de la muerte, quiso confesar los crimenes de los que se arrepentia entonces para ser absuelto por un judio. Luego de escuchar la confesi6n y la solicitud de perdén, Wiesenthal permanecié en silen- al lecha del nazi moribundo fue correcto 0 incorrecto?” (Wiesenthal, 1998, p, 80). A continuacién, este sobreviviente del holocausto dirige Ja misma pregunta al lector que ha seguido su narraci6n. Esta cuestién moral, sobre la legitima posibilidad de permanecer en silencio ante quienes manifiestan su deseo de ser perdonados, pue- de servir para preguntarse por la posibilidad de crear un nuevo order El Dalai Lama, al tomar para sf la pregunta de Wiesenthal, refiere el encuentro que tuvo en 1957 con un monje tibetano quien, luego gimen de ocupacién chino, habia logrado escapar. “[...] le pregunté cual fue el momento en el que sintié més cerca el peligro mientras estuvo en prisién, Su respuesta me sorprendi6. Fue extraordinaria € declaré que lo que més tema era perder su compasién por los chinos” (Wieser 10: nl ca- " ‘Aun si se mantiene la posicién de no perdonar a las personas que 108 {VENGANZA 0 PERDON? quienes no han pedido perdén o a aquellos cuyas intenciones pueden no ser sinceras, vale la pena tener en cuenta las siguientes palabras de Levi, quien como Jankélévitch se negé abiertamente a perdonar al pueblo Alemén por haber hecho posible el ascenso del nacional-so- cialismo y el régimen exterminador de los nazis: Debo confesar que ante ciertos rostros no nuevos, ane ciertas viejas tmentiras, ante ciertas mentiras en busca de respetabilidad, ante certas indulgencias, certas complicidades, la tentacin de odiar nace en mi, y ‘hasta con alguna violencia: pero yo no soy un fascsta, creo en la razén ¥en la discusién como supremas instrumentos de progreso, y por ello ‘antepongo la justicia al odio (Levi op Cit p. 216). jeneroso de las victimas de la violencia paramilitar nal pasado mediante el perdén que ia cuyo poder transfor- quienes in permite abrigar la esperanza el cufrimionto que esta trae no ddeterminen ya Jas comuni dades o la organizacién de las sociedades. El perdén es una realidad ‘que por ser histérica no deja de ser trascendente al permitirnos ir mas allé de nosotros mismos. En el contexto de la ocupacién del terrtorio palestino por parte de las fuerzas israelfes, el tedlogo de la Naim Ateek, muestra como cl poder transformador del perdén radica en la gratuidad. “El perdén es una gracia, un don gratuito. Esta clase de perdén es. cam revolucionario y refleja la esencia misma del evangelio cristiano. El perdén no es ganado ni alcanzado. Ni siquiera es la consecuencia del arrepentimiento” (Ateek, 2010, p. 184). Esta es la realidad trascendente que, mds allé de la venganza, ha- cen presente en el laa ecg rc de dar perdén, como la accién valiente de pet perdonado. Referencias ‘Acevedo, M. (2013). Los simbolos del perdén por la masacre de Las Brisas. 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