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JURISPRUDENCIA
JURISPRUDENCIA Cám. Apel. Civil y Comercial de Mar del Plata - "Pacheco, Antonia c/Chaparro,
Mirta s/Desalojo " - 06 de Octubre de 2016
La Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Mar del Plata condenó a la
demandada a desalojar el inmueble, en tanto sin importar el tiempo que lleve ocupando
el bien, el tenedor no puede -por su sola voluntad- cambiar la causa o título de su
relación con la cosa, sin rebelarse contra el poseedor por actos que no sólo trasunten su
intención in mentis, debiendo evidenciar una exclusión real.
JURISPRUDENCIA Cám. Apel. Civil y Comercial de Junín - "Terque, Alberto R. c/Gago, Fabián
s/Reivindicación " - 08 de Septiembre de 2016
La Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Junín rechazó la demanda por
reivindicación del inmueble que identifica promovida por el heredero y administrador de
una sucesión, en tanto la parte actora no está legitimada para la acción real intentada al
no contar con título suficiente del derecho de dominio, siendo adquirente por boleto de
compraventa, es decir sólo titular de una pretensión personal que no excede el marco de
los derechos acciones reales creditorios.
JURISPRUDENCIA Cám. Apel. Civil y Comercial de San Isidro - "S. Primitivo s/Sucesión
Testamentaria" - 31 de Agosto de 2016
La Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de San Isidro modificó la providencia
que ordenó la inscripción de la cesión de derechos, en tanto que el padre de los cedentes
no cedió los derechos a sus hijos, por lo cual éstos no tenían derecho alguno en este
sucesorio para ceder.
Título: Aspectos destacados de la prescripción adquisitiva
Autor: Tanzi, Silvia Y. - Corna, Pablo M. - Fossaceca (h), Carlos A.
País: Argentina
Publicación: Revista de Derechos Reales - Número 15 - Noviembre 2016
Fecha: 16-11-2016 Cita: IJ-CCLI-387
I. Introducción
El artículo 2219 del Código Civil francés define a la prescripción como un “medio de
adquirir o libertarse por un cierto lapso de tiempo y bajo las condiciones
determinadas por la ley de derechos y obligaciones”. Vélez, teniendo por
antecedente la norma anteriormente expuesta y el artículo 1933 del proyecto de
Goyena, describió en la segunda parte del artículo 3097 a la prescripción “como un
medio de adquirir un derecho, o de libertarse de una obligación por el transcurso del
tiempo”.
A su vez la primera parte del artículo 3947 del Código de Vélez nos decía que los
derechos reales y personales se adquieren y pierden por la prescripción”. No era
exacto que todos los derechos reales se puedan adquirir por prescripción adquisitiva
pues quedaban afuera de este modo de adquisición los derechos reales de garantía y
con respecto a las servidumbres sólo se podían adquirir por este instituto las
servidumbres continuas y aparentes.
El artículo 1897 del Código Civil y Comercial de la Nación, que tiene su fuente en el
artículo 1831 del proyecto de 1998, define este instituto de la siguiente manera: “La
prescripción para adquirir es el modo por el cual el poseedor de una cosa adquiere
un derecho real sobre ella, mediante la posesión durante el tiempo fijado por la
ley”. De esta manera queda superado los defectos de las disposiciones del código
anterior.
Antes que Savigny, Pothier había reconocido el error de tratar como un solo instituto
ambas prescripciones. Al encabezar su tratado de la prescripción[6] nos comenta
sobre el tema “se trata bajo este epígrafe de dos especies de prescripciones que
nada tienen en común, salvo el nombre. Llamaremos a una prescripción con efecto
de adquirir, y a la otra, prescripción con el efecto de liberar”.
Los autores como Aubry y Rau consideran equivocada la doctrina unitaria y tratan
ambas prescripciones como figuras autónomas[7]. Igual criterio siguen los modernos
proyectos y legislaciones, como el proyecto franco italiano de las obligaciones, los
Códigos Civiles Alemán, Suizo, Italiano de 1942, Brasileño, Boliviano y Portugués de
1966.
V. Fundamento [arriba] -
Es conveniente que situaciones inestables y dudosas queden resueltas a través del
tiempo ante la inacción de los interesados. Si el acreedor o el propietario no reclama
su crédito o su propiedad detro del plazo establecido no es justo que estas
situaciones inciertas se prolonguen indefinidamente, más cuando se borrado el acto
de la memoria de los protagonistas, por ello, los romanos la llamaban “Patrona
generisHumanis et finem sollicitudinis et litium”. Otra razón es la presunción
inactividad del titular del derecho que implica en ciertos casos una renuncia tácita a
los mismos. También se tiende a consolidar la inactividad jurídica en las relaciones y
transacciones económicas, ¿quién no estaría seguro que aquel le transmite la
propiedad no es su verdadero titular, pudiendo estar sometido a una reivindicación
tardía? Si las cosas materiales fueran imprescriptibles sería imposible el estudio de
títulos en los inmuebles, base imprescindible para seguridad en dichas
adquisiciones.
Por lo tanto, como dice Llambías, “facilita la prueba del dominio ya que no hace
necesaria la demostración de la legitimidad del título durante el lapso de la
prescripción, ahorrando prueba de la legitimidad anterior, que si no tuviese un
término resultaría imposible”[12].
Por último, se castiga a los titulares que abandonan ciertos bienes materiales,
consolidando la propiedad en el actual poseedor, buscando que estos vuelvan al
circuito económico ya que de otra manera quedarían improductivos.
“De todas las instituciones de derecho civil, la prescripción es la màs necesaria para
el orden social", nos decía Bigot de Préameneau al presentar ante el Cuerpo
Legislativo el proyecto de título relativo a la prescripción[16]. Este instituto,
introduce seguridad en el derecho dado que se está poniendo límites en el tiempo a
las reclamaciones jurídicas. Por ello Laurent tan claramente alegaba: "¡Representaos
un instante el estado de una sociedad en la que pudieran alegarse derechos que
dataran de diez mil años!"[17] De otro modo sería imposible para los sujetos
conservar indefinidamente las documentaciones que demuestren la extinción de las
obligaciones y la titularidad de los derechos reales, llegándose así a verdaderas
pruebas imposibles o diabólicas.
El art. 3965 del Código de Vélez nos decía: "Todo el que puede enajenar, puede,
remitir la prescripción ya ganada, pero no el derecho de prescribir para lo sucesivo".
Son antecedentes inmediatos de esta disposición los art. 2220 y 2221 del C. C.
Francés y el 2127 del C. C. Napolitano. Vélez en la nota fundamentaba dicha norma
al decir que "renunciar a una prescripción cumplida, es renunciar al objeto mismo
que la prescripción ha hecho adquirir, y por consiguiente puede hacerlo el que tenga
capacidad para enajenar. Pero renunciar con anticipación a la prescripción, es
derogar por pactos una ley que interesa al orden público, y autorizar convenciones
que favorecen el olvido de los deberes de un buen padre de familia, fomentando la
incuria en perjuicio de la utilidad general. Si se permitiese tales renuncias, vendrían
a ser de estilo en los contratos, y la sociedad quedaría desarmada, desde que se le
quitaba su más firme apoyo".
El artículo 2535 del Código Civil y Comercial de la Nación, en su primer apartado nos
dice: “Renuncia. La prescripción ya ganada puede ser renunciada por las personas
que pueden otorgar actos de disposición”. Pero nada dice con respecto a la renuncia
de la prescripción futura. Entendemos que por disposición del artículo 2533 que
establece el carácter imperativo de la prescripción al establecer que “Las normas
relativas a la prescripción no pueden ser modificadas por convención” no permite la
renunciabilidad de la prescripción futura.
El art. 3963 del código de Vélez decía que los: "Los acreedores y todos los
interesados en hacer valer la prescripción, pueden oponerla a pesar de la renuncia
expresa o tácita del deudor o propietarios". En este caso, el derecho prescripto o la
obligación liberada es un derecho patrimonial del deudor, que al disponerlo en forma
gratuita perjudica a los acreedores, teniendo éstos en consecuencia la acción que le
brindaba el art. 967 en la acción pauliana. [19]. Recordemos que en caso de
quiebra tenemos las ineficacias de los artículos 118 y 119 de la LCQ.
Pero, si el deudor Jo disponía en forma onerosa, habría que ver los distintos
supuestos. Si es en virtud de una transacción nos encontramos con una doble
prestación, abandono por ambas partes de derechos contrarios, y rige la aplicación
de los arts 968 y ss. Los mismos extremos se daban para los distintos actos jurídicos a
título oneroso.
¿Cuáles son los acreedores que habla el art. 338? Aquí podemos mencionar a los
fiadores de las obligaciones personales. Extinguida la acción, queda liberado el
fiador, y mal puede el deudor hacer renacer la fianza o garantía en la renuncia de la
prescripción.
En el supuesto de los herederos habrá que ver el carácter de éstos. Tanto los
herederos presuntivos como los instituidos no se verán afectados por las decisiones
que tome el poseedor que haya usucapido una propiedad y haya renunciado a la
misma.
En casi de quiebra del deudor que hubiere renunciado a la usucapión ganada dentro
del período de sospecha, dicha renuncia puede ser declarada ineficaz por lo
dispuesto por los artículos 118 y 119 de la LCQ, Pero si la renuncia fuera a la
posesión aún no cumplida, es decir antes de los veinte años, por el carácter de
personal de la misma no podría ser atacada tanto por los herederos forzosos como en
el proceso concursal.
Las acciones reales son imprescriptibles y podrán ejercer siempre que no se haya
perdido el derecho real.
Probablemente la caducidad es uno de los temas más oscuros del derecho. Josserand
la define como "el plazo que concede la ley para hacer valer un derecho, para
realizar un acto determinado, y que tiene carácter fatal. Una vez transcurrido y
ocurra lo que ocurra, el derecho no puede ser ejercitado, el acto no puede ser ya
cumplido: el retardatario incurre en una verdadera pérdida: pierde la prerrogativa,
la posibilidad que le concedía la ley"[22]. A su vez, Aubry y Rau, la explican diciendo
que "cuando la ley por razones particulares vinculadas al carácter de la acción y a la
naturaleza de los hechos o relaciones jurídicas, que le dan nacimiento, acuerda esa
acción con la condición de ser ejercida en un tiempo determinado, a cuya expiración
ello importa una caducidad y no constituye una variedad de la prescripción[23].
40.- La doctrina nacional entiende en su mayoría que las diferencias entre ambos
institutos consisten en que:
8) La caducidad legal debe ser aplicada por el juez de oficio, así lo dispone el
artículo 2572 al establecer: “Facultades del Judiciales: La caducidad solo debe ser
declarada de oficio por el juez cuando está establecida por la ley y es materia
sustraída a la disponibilidad de las partes”. La prescripción en cambio debe ser
alegada por la parte, el juez no puede aplicarla de oficio.
9) Por último, la prescripción suele tener plazos más amplios que la caducidad,
atentos la índole de derechos subjetivos que tienden a proteger.
6.- Art. 525 Atribución de la vivienda en caso de muerte de uno de los convivientes.
25.- Art. 1866.- Presentación del portador. (Presentación de un tercero, título valor).
30.- Art. 2152.- Extinción por el no uso del usufructo. (Por los arts. 2155 y 2159 se
extiende al uso y habitación).
31.- Art. 2210.- Los efectos del registro de hipotecas se conserva por treinta y cinco
años.
32.- Art. 2218.- Los efectos del registro de anticresis se conservan por veinte años
para inmuebles y diez años si ante no se renuevan.
33.- Art. 2273 La interposición de la acción real en forma directa hace perder el
derecho de interponer el posesorio.
35.- Art. 2288.- El derecho de aceptar la herencia caduca a los diez años de la
apertura sucesión.
39.- Art. 2519.- Caducidad del legado por perecimiento y por transformación de la
cosa.
40.- Art. 2550 Imposibilidad de obrar.
Cabe recordar en este aspecto que el artículo 2532 señala que en ausencia de reglas
especificas, las normas del Capítulo I, Título I, Libro Sexto, se aplican tanto a la
prescripción adquisitiva como a la liberatoria.
La prescripción adquisitiva se refiere a los derechos reales que han sido llamados por
el artículo 1889 como principale
Se torna posible enunciar que posibilita la adquisición de todos los derechos reales
que se ejercen a través de la posesión: dominio, condominio, derecho real de
propiedad horizontal, adquirente de tiempo compartido y de sepultura sobre una
parcela de cementerio privado, usufructo, uso y habitación.
Se puede constatar su virtualidad inclusive en la hipótesis de medianería: el muro de
elevación, aquel lindero que excede la altura del muro de cerramiento, puede ser
adquirido en condominio por el cotitular colindante (art.2009), si se apoya sobre él,
a través de la prescripción adquisitiva. Se explica la procedencia del instituto en
ponderación pues el muro de elevación es privativo o exclusivo (art.2006, inc.e).
¿Qué ocurre con las servidumbres positivas? Indica el artículo 1891 que ellas se
ejercen por actos posesorios concretos y determinados sin que su titular ostente la
posesión. La alocución de actos posesorios daría pie para sostener la tesitura
afirmativa. No podemos dejar de reconocer que en este aspecto se tornaba superior
la técnica empleada en el artículo 1893 del Proyecto de Código Civil de 1998 que
admitía que los actos que trasuntan la relación real posesoria no implican
necesariamente apoderamiento de la cosa. No se ha reproducido en el actual cuerpo
de derecho común las clasificaciones de continuas, discontinuas, aparentes y no
aparentes que había recogido Vélez Sarsfield al moldear su Código Civil [34]. El
ilustre Codificador cordobés admitió solamente la posibilidad de adquirir a través de
la usucapión las servidumbres continuas y aparentes (art.3017).
Cabe señalar que también puede operar el plazo genérico de cinco años que prevé el
artículo 2560 para el ejercicio de la acción de reducción.
Plazo de tiempo
b) Muebles: se ha unificado en el artículo 1898 un lapso de dos años para las cosas
muebles registrables y no registrables respecto del subadquirente de buena fe de una
cosa que no sea robada ni perdida a título gratuito a través de un justo título. Se
torna pertinente señalar que si el subadquirente obtuvo la relación real posesoria a
título oneroso, rige plenamente el artículo 1895 que determina las hipótesis de
adquisición legal: se justifica plenamente la afirmación que la posesión vale título.
Se ha consagrado un supuesto especial en donde no se cumple con el principio del
tracto sucesivo en el ámbito de las cosas muebles registrables: También adquiere el
derecho real el que posee durante diez años una cosa mueble registrable, no hurtada
ni perdida, que no se inscribe a su nombre pero la recibe del titular resgistral o de su
cesionario sucesivo, siempre que los elementos identificatorios que se prevén en el
respectivo régimen especial sean coincidentes. Resultaría el caso de la venta de un
rodado por parte de un subadquirente que recibió la tradición pero nunca fue
inscripta su transferencia. Se subsana en cierta medida la mala fe del comprador de
acuerdo a los términos del artículo 1895. Deberían identificar el número de chasis y
de motor del coche con los que constan en el Registro de la Propiedad Automotor
[36].
¿Cómo se conjuga el plazo de un año fijado por el artículo 2564, inciso b, para que
opere la prescripción liberatoria de las acciones posesorias con lo afirmado
anteriormente? Los dos lapsos, liberatorio y adquisitivo, corren simultáneamente,
pues aunque comparten el término inicial, tienden a distintos fines. No se ha
reproducido un precepto similar al artículo 3984 del Código Civil de cuño velezano
respecto a la interrupción natural.
Posesión
El Código Civil y Comercial ha precisado las cualidades que debe reunir la relación
posesoria para servir de fundamento para la prescripción adquisitiva. Indica el
artículo 1900 que debe ser ostensible y continua.
La primera nota, ostensible [40], conecta a la posibilidad que la relación real sea
conocida por toda la comunidad y por el mismísimo propietarío, en particular por el
ejercicio de los actos posesorios. A través de estos hechos se exhibe la relación de
disponibilidad que goza el poseedor.
A las ideas ponderadas cabe agregar dos notas adicionales [41]. La posesión debe ser:
Unión de posesiones
El requisito común para todo tipo de prescripción radica en la inmediatez entre las
relaciones posesorias de transmitente y sucesor. No debe haber entre ellas un salto
de continuidad. Demos un ejemplo para ilustrar lo afirmado: A es despojado de su
posesión por B quién le entrega su posesión a C. Este último no podría invocar a su
favor el plazo de posesión de A.
Se torna más exigente el cuerpo de derecho común para la prescripción breve: las
posesiones unidas deben ser de buena fe y estar ligadas por un vínculo jurídico. Se ha
descartado la modalidad de las vías de hecho, inhibiendo, por ejemplo, al usurpador.
Resulta atinado no haber reproducido la calificación de legalidad que empleaba el
artículo 4005 del Código Civil originario.
Cabe destacar que este tipo de unión resulta facultativa. Queda a juicio del
usucapiente la utilidad de esgrimir la posesión anterior de sus sucesores.
Los elementos insoslayables resultan ser los mismos que la tradición jurídica ha
recogido y diferenciado desde el derecho romano justiniano: el justo título y la
buena fe, de acuerdo al artículo 1902.
1. Justo título
Es definido como aquél que tiene por finalidad transmitir un derecho real principal
que se ejerce por la posesión, revestido de las formas exigidas para su validez,
cuando su otorgante no es capaz o no está legitimado al efecto. Ha sido mejorado de
manera sensible el concepto que brindaba el artículo 4010 de cuño velezano.
Debemos remarcar que quedan excluidos por alusión a los derechos principales los
accesorios, tales como la hipoteca, prenda y anticresis.
¿Qué ocurre con el boleto de compraventa? No se torna justo título pues no condice
con la noción brindada por el artículo 1902.
Por último, cabe aclarar el problema de las tranmisiones a non domino. Se torna la
transferencia realizada para el verdadero titular como si fuera un acto inoponible
[43]. El artículo 2260, párrafo segundo, - precepto aplicable a la acción
reivindicatoria - indica que los subadquirentes de un inmueble o de una cosa mueble
registrable no pueden ampararse en su buena fe y en su título oneroso si el acto se
ha realizado sin intervención del titular de derecho.
2. Buena fe
El artículo 2551 ha asentado la regla que la prescripción puede ser articulada como
acción y como excepción.
Nocion
La suspensión denota la paralización del computo del tiempo por el lapso que dura
pero aprovecha el período transcurrido hasta que ella comenzó (artículo 2539).
Se reanuda el lapso a partir de los veinte días contados desde el momento en que el
acta de cierre del procedimiento de mediación se encuentre a disposición de las
partes.
Cabe resaltar que para cierto sector jurisprudencial no será necesario la realización
de la mediación previa en materia de prescripción adquisitiva debido a que se
encuentran involucradas normas de orden público.
Se prolonga sus efectos, de acuerdo al artículo 2547, hasta que deviene firme la
resolución que finaliza la cuestión, con autoridad de cosa juzgada formal. Por el
contrario, el desistimiento del proceso o la caducidad de instancia provocan que se
estime que la interrupción no ha sucedido.
Se torna una herramienta muy valiosa para ser empleada en el foro tribunalicio.
El propietario puede solicitar al magistrado que le exime de la prescripción
adquisitiva cumplida en su perjuicio si dificultades de hecho o maniobras dolosas le
obstaculizaron temporalmente el ejercicio de la acción reivindicatoria. Se encuentra
subordinado a que haga valer su derecho dentro de los seis meses siguiente a la
cesación de tales obstáculos (artículo 2550).
Un elemento que no puede ser soslayado por la resolución judicial que falla a favor
de la pretensión incoada radica en la determinación de la fecha en la cual, cumplido
el plazo de prescripción, se produce la adquisición del derecho real respectivo
(art.1905) [46].
Indica para el primer caso el artículo 1903, párrafo segundo, que la sentencia
declarativa breve posee efecto retroactivo al tiempo en que comienza la posesión.
Solución lógica pues este sujeto de la relación real debe ser considerado verdadero
propietario frente a la comunidad, salvo respecto del verdadero propietario.
Nuevamente surge la cuestión de los derechos reales putativos que Don Guillermo
Allende analizó en su obra maestra el Panorama de los Derechos Reales.
Deja a salvo la última parte del artículo 1903 los derechos de los terceros interesados
de buena fe. Si bien es la solución tradicional, debemos señalar en materia
inmobiliaria que los actos de disposición que celebren con el verdadero propietario
no podrán perjudicar al poseedor usucapiente por no gozar aquél de la posesión de la
cosa. Esta relación de poder denota el contenido efectivo del derecho real de
dominio.
Este orden de ideas es el que hizo primar el texto del artículo 1843 del Proyecto de
1998 en su parte final: "En la colisión entre la oponibilidad otorgada por la publicidad
registral y por la posesoria, prevalece la primera en el tiempo si ha sido obtenida de
buena fe. Sin embargo, la publicidad posesoria, salvo que exteriorice una
prescripción adquisitiva de plazo cumplido, no es oponible a los titulares cuyo
derecho real u otra situación jurídica registrada no se ejerza por la posesión".
Sin lugar a dudas, el Libro Sexto, que incluye por primera vez un conjunto de normas
perteneciente al derecho internacional privado en el ordenamiento jurídico
argentino, significa un relevante aporte en la búsqueda de aplicar soluciones acordes
con la justicia.
Notas [arriba] -
I. Buena fe [arriba] -
La buena fe en la historia del Derecho Romano distingue dos etapas en las que
tiene significados diferentes, la etapa clásica y la post-clásica. En la primera la
buena fe se predica principalmente en las buenas acciones o juicios, y sirve para
distinguir entre estos con aquellos otros llamados de derecho estricto, de suerte
que la buena fe es fundamentalmente una cualidad que tienen ciertos juicios y
que comporta un determinado modo o método de juicio. En la segunda, la
buena fe se predica como una cualidad de los contratos o bien se sustantiviza,
convirtiéndose en un principio jurídico del cual derivan reglas o prescripciones
de carácter imperativo; el principio de buena fe comienza a entenderse en esta
etapa posclásica como un principio rector de la conducta del cual derivan reglas
o prescripciones de carácter ético.
De esta manera los romanos señalaban, conforme lo señala Ulpiano, que los
principios del derecho son el vivir honestamente, no dañar a otro, dar a cada
uno lo suyo. Verdaderamente del primer principio nacen los demás.
La Buena Fe: El art. 4006 del código de Vélez decía en su primera parte: : "La
buena fe requerida para la prescripción, es la creencia sin duda alguna del
poseedor, de ser el exclusivo señor de la cosa". La ley de Partida, citada en la
nota a dicho artículo expresaba: "Que la buena fe, consiste en creer de aquél de
quien recibe la cosa, es dueño y puede enajenarla"[1]. Vélez excluía
taxativamente el estado de "duda", en el agente o poseedor de la cosa. Por ello
coincidimos con Voet citado en la nota al artículo aludido al sostener: "Que no
debe ser considerado en estado de buena fe, el que duda si su autor era o no
señor de la cosa, y tenía o no el derecho a enajenarla, porque la duda es un
término medio entre la buena y mala fe". A su vez, Pothier la define de la
siguiente manera: "Bona fidis nihil aluid est quam iusta opinio quae siti
dominii"[2]. Queda de esta manera suprimido cualquier posible existencia de
algún estado intermedio entre la buena o mala fe [3].
El artículo 1902 del CCCN en su segunda parte dice: “La buena fe requerida en
la relación posesoria consiste en no haber conocido ni podido conocer la falta de
derecho a ella”. A su vez el artículo 1918 dice: Buena fe. El sujeto de la relación
de poder es de buena fe si no conoce, ni puede conocer que carece de derecho,
es decir, cuando por un error de hecho esencial y excusable está persuadido de
su legitimidad.
Entendemos que la ley no sólo exige una mera ausencia pasiva de mala fe, sino
una actitud positiva por parte del sujeto que haya excluido el estado de duda.
Aquí deberá el juez analizar cada caso en particular, y según las circunstancias
determinar si hubo excusas razonables de errar. La negligencia y desidia es
asimilable a la mala fe. En ello, la doctrina es pacífica[4]. En nuestro derecho,
el legislador estuvo acertado en eliminar la distinción entre culpa grave y leve;
lo que daba lugar a verdaderas incertidumbres jurídicas en los casos de
aplicación práctica.
c) Que el título de trasmisión haya sido tenido por él como libre de todo vicio.
El artículo 1919 segunda parte establece los casos en que se presume la mala fe:
La mala fe se presume en los siguientes casos:
Queda en claro que en el ejemplo de la norma, el que compra alguna cosa a una
persona sin medios, o en lugares donde este tipo de cosas no se vende, y a
cuanto más valor intrínseco tiene ella, más obligación de dudar, que el que se la
transmitía no era el verdadero propietario. Por ello, se lo castiga con la
presunción de mala fe.
146. - El art. 4009 establecía que "El vicio de forma en el título de adquisición,
hace suponer mala fe en el poseedor". La nota a dicho artículo nos decía que
"las nulidades de formas privan al acto de su existencia legal, y hace que el
poseedor no pueda creerse propietario. Son vicios visibles y extrínsecos, y nadie
debe ignorar la ley sobre las formas esenciales de los actos jurídicos".
Para Segovia, este artículo debía figurar a continuación del art. 2362 del código
de Vélez, pues sólo tenía importancia práctica para la restitución de los frutos y
las responsabilidades del poseedor de mala fe, pero no para la prescripción ordi-
naria [10]. Machado, en cambio, ve a las nulidades por falta de formalidades
esenciales que pueden considerarse bajo dos aspectos: 1) quitando al título
mismo la calidad de justo, que se requiere para la prescripción corta. 2)
quitando al adquirente la buena fe exigida para la prescripción [11]. Continúa
diciendo este autor: "Se na sostenido, sin razón, por algunos que este artículo no
tiene importancia práctica, porque para la prescripción ordinaria se requiere
título, y que no se reputa tal el que es nulo por defecto de forma, confundiendo
el título de adquisición con el instrumento que lo comprueba. Así, el que ha
comprado una propiedad, cuya escritura resulta nula por defecto de forma,
puede exigir al enajenante que subsane el defecto, y una vez hecho podrá
alegar la buena fe. Tampoco es cierto que Troplong, N. 921, involucre la falta
de título con buena fe, porque dicho autor hace claramente la distinción de
ambas cosas, cuando dice: "La prescripción de la acción de rescisión o de nu-
lidad no cambia el dolo y el fraude en buena fe. Pues se notará que se trata
aquí sólo de una cuestión de buena fe, y que es necesario remontarse al origen
del acto para encontrar si ha existido o no la buena fe"[12].
Con referencia a cualquier otro defecto la segunda parte del artículo establece:
“La inobservancia de de las otras formalidades no anula las escrituras, pero los
funcionarios o escribanos públicos pueden ser sancionados”.
Notas [arriba] -
[1] “Que crea que aquel de quien ovo que era suya, e que avia poder de la
enagenar”: L.9, T. 29, part. 3.
[2] Pothier: Pandect. T III, pàg. 149.
[3] Pugliese, en el derecho italiano refiriéndose a la buena fe nos dice
claramente: "Ora se ignora, o non si ignora; ma non si piuó imaginare uno stato
intermedie abbraciante due elementi disparati, l'ignoranza del vero e la
posibilita mediante una maggia diligenza di conoscerlo" (o se ignora o no se
ignora; pero no se puede imaginar un estado intermedio abrazando dos
elementos dispares, la ignorancia _de la yerdad y la posibilidad de conocerlo
mediante una mayor diligencia). Pugliese, Giuseppe, “La prescripzione
acquisitiva” pág. 628, Núm. 335.
[4] La doctrina es uniforme: Segovia, Segovia, L., "Código Civil Comentado", T.
II, nota 17, pág. 19; Ovejero, Daniel. "La Posesión", Ed. Rev. J. A., año 1942,
pág. 159; Lafaille, Héctor, Derecho civil, Tratado de los derechos reales T. I,
Núm. 106; Salvat, Tratado de Derechos Reales T. I, Núm. 64.
[5] Marcadé, citado por Machado, en Machado, José Olegario: "Exposición y
Comentario del Código Civil Argentino", ed. Félix Lajouane, año 1903, T. XI,
comentario al art. 4006.
[6] Adrogué, Manuel: "El legislador del año 1968 ubicó el principio de la fe
pública registral, en el título de las nulidades, y al final de la norma del art.
1051 del C. C. sin haber reparado que debía haberse modificado la primera
parte del mismo que juega respecto del agregado, a nuestro modo de ver en
forma condicionante. Adrogué, Manuel, en "Temas de Derechos Reales", Ed. Plus
Ultra, año 1979, Capítulo XVIII, "El artículo 1051 del Código Civil y su influencia
sobre el régimen de los derechos reales", pág. 283, Núm. 4) y continúa diciendo
el autor: "En nuestra opinión el art. 1051 del Código Civil ha consagrado con
alcances restringidos el principio de la fe pública registral, al amparar a quien
confiando en las constancias del registro, ha adquirido de quien contando con
título nulo o anulable, estaba legitimado, registralmente para disponer del
mismo"Ob. cit., pág. 286, Núm. 15. También ver del mismo autor en ob. cit.
"Temas de Derechos Reales" el capítulo XX sobre "Tercero Registral", pág. 305,
Núm. 13, en donde el autor pareciera vacilar ante algún supuesto de buena fe
subjetiva, transcribimos al respecto un párrafo de dicho trabajo que dice: "Si
extrarregistralmente conoce que el inmueble que adquiere se enajenó pre-
viamente, o se hipotecó, o se desmembró en general, creemos que el
adquirente no puede aprovecharse de la disconformidad entre el registro y la
realidad, para adquirir el emplazamiento registral que le permita configurar la
hipótesis del tercero protegido. La buena fe es un standard general del derecho,
que no puede estar ausente en nuestro caso, por cuanto convertiríamos el
sistema registral en una carrera entre inescrupulosos. La técnica jurídica no
debe ofender la conciencia del hombre común".
[7] Ver: Alterini, Jorge H.: También del mismo autor, "Código Civil Anotado", T.
IV-A., pág. 292. "Necesidad de que el tercero sea de buena fe". No es necesaria
la investigación de títulos en sistemas regístrales objetivos, como el derecho
francés que lo recepta en el art. 1071. En sistemas subjetivos, como la Ley
Hipotecaria Belga de 1851 descartó la inoponibilidad para terceros si el
adquirente cometió fraude. Para el Código Civil alemán el mero conocimiento
de la realidad extrarregistral manifiesta la mala fe del tercero, § 892: "En
benefició de aquél que adquiere por negocio jurídico un derecho sobre una finca
o un derecho sobre tal derecho, el contenido del Registro vale como exacto, a
no ser que contra dicha inexactitud esté practicando un asiento de
contradicción ó que la inexactitud sea conocida para el adquirente. Si el titular
está limitado en la disposición de un derecho inscripto en el Registro en bene-
ficio de una determinada persona, la limitación sólo es eficaz frente al
adquirente, si resulta patente del registro o si es conocida para dicho
adquirente". Después de establecer el principio de la fe pública registral. (Ver
Ennecerus-Kips-Wolf, comentario a dicha norma, Ed. Bosch, "Cód. Civil alemán
BGB", pág. 188, nota 791), instituye excepción contra el tercero de mala fe. La
doctrina está conforme con ello. Hedeman en el tema de la buena fe dice: "El
adquirente puede tener con arreglo a las circunstancias del caso un deber de
examen e investigación". A su vez el R. G., del Reich, lo ha afirmado
reiteradamente en los siguientes pronunciamientos: "Hay que tomar en
consideración la situación en su conjunto, y juzgar según ello, si se ha infrigido
en una me dida extraordinariamente grande la diligencia exigible en el tráfico y
si se ha dejado de observar lo que, en un caso dado, ha de parecer evidente a
todos". Sentencia del 6 de mayo de 1933. Tomo 141, pág. 131, o "Haya que
exigir que el adquirente haya realizado aquellas investigaciones que, según las
circunstancias del caso, y de acuerdo a la equidad, tenga el deber de verificar".
Sentencia del 28 de noviembre de 1933, Tomo 143, pág. 18 y ss.; Hedeman, ob.
cit, pág. 198, letra c y pág. 190, letra f. Para Messineo, la buena fe en la
posesión se debe concebir, en general, como ignorancia de lesionar el derecho
ajeno. Ob. cit., T. III, pág. 320, párrafo 6-A.
[8] Aubry, Charles M. B. S. y Rau, Charles: "Cours de Droit Civil Franjáis",
tercera edición, año 1863. T. II, Núm. 218||; Mazeaud sigue igual postura: "El
conocimiento que el poseedor pudiera tener de los vicios de su propio título lo
constituye en poseedor de mala fe". Mazeaud, Henri y León y
Mazeaud,Jean: "Lecciones de Derecho Civil", traducción de Luis AlcaláZamora
Ed. 1.969, Parte II, Vol. IV, pág. 210. Dicho criterio es tomado por la Corte de
Casación francesa. En contra Laurent: "Si el autor no tuviera el derecho de
enajenar, y el poseedor lo supiera, éste no sería de buena fe; porque no puede
creerse propietario cuando sabe que su autor no ha podido transferirle la
propiedad. La buena fe implica una creencia positiva, la convicción de que «1
autor del título era propietario y tenía derecho para enajenar", pb. cit., T.
XXXII, Núm. 406 y ss., pág. 430 y ss. "Si el adquirente conoce uno de los vicios
(la incapacidad de su contraparte, por ej.) es de mala fe, no obstante que no
sepa que su contraria no es el propietario". Ibarrola, Antonio, ob. cit., pág. 409.
[9] Machado, ob. cit., T. XI, pág. 211.
[10] Segovia: Ob. cit,. Tomo II, pág. 726; Lafaille, H.: Ob. cit., T. I, Núm. 791,
pág. 601, sostiene este autor: "Que ni por aplicación del texto, ni por otro
motivo podría justificarse la exigencia de exhibir título y el corolario de
presumir la mala fe del que no la hiciera, criterio que es contrario a la norma
del 2363 en el que el poseedor no tiene obligación de exhibir título alguno".
Salvat, ob. cit., "Tratado... Derechos Reales", T. II, pág. 249, Núm. 959, en
cambio hace notar que la norma es útil porque "aplicada con relación a los
antecedentes del título del enajenante del poseedor, nuestra disposición tiene
un interés práctico decisivo, en el sentido de la existencia en ellos de defectos
de forma, darían lugar a la presunción de mala fe, y, en consecuencia, harían
imposible la prescripción de diez y veinte años"; veamos un ejemplo, compro un
inmueble por escritura pública, pero en los antecedentes del título de mi
vendedor, hay una transferencia que ha sido hecha en un simple documento
privado, yo tengo justo título, pero la prescripción decenal no puede ser
aplicada porque en razón de esa transferencia de instrumento privado pesa
sobre mí la presunción de mala fe que el art. 4009 decreta. Advierte Legón en
su “Tratado de los derechos reales en el código y en loa reforma” T. IV, pág.
288, que sólo funciona la buena fe cuando existe justo título de por medio, ya
que si hay error, éste debe ser excusable; por donde se descubre la estrecha
interdependencia (aunque no subordinación absoluta: tanto que puede existir a
la inversa, justo título, y no buena fe) entre estos dos recaudos de la
prescripción intensa".
[11] Machado: Ob. cit., T. XI, pág. 222.
[12] Machado: Ob. cit, T. XI, pág. 223.
Doctrina
El art. 2699 del CC establecía: “Siendo imposible por la calidad de la cosa común o
por la oposición de alguno de los condóminos, el uso o goce de la cosa común o la
posesión común, resolverán todos, si la cosa debe ser puesta en administración,
alquilada o arrendada.”
Esta norma debía ser interpretada en concordancia con los arts. 2680 y 2684, en
función de lo cual, los condóminos podían usar y gozar de la cosa común, con las
limitaciones impuestas en el art. 2684 (conforme su destino y sin deteriorarla en su
interés particular). Ello así en la medida que ninguno de los condóminos ejerciera el
ius prohibendi.
El art. 2703 del CC, establecía como quórum requerido para deliberar la unanimidad,
no así la mayoría que era absoluta y computada por capital y no por cabeza según lo
estatuído por los arts. 2703 y 2704 del CC.
Vale decir que el CC resolvía que si los condóminos decidían la explotación de la cosa
común por el régimen de administración, debían designar un administrador. Dicho
nombramiento podía recaer sobre uno de los condóminos o un tercero. La
administración puede ser unipersonal o colegiada. Como rezaba el CC el comunero
administrador es considerado mandatario. En consecuencia se regía por las reglas del
mandato general. Como la elección del administrador corresponde a los
copropietarios, en caso de igualdad de votos, es preferido el condómino a cualquier
persona extraña. A falta de acuerdo entre los copropietarios para la designación de
administrador, la decisión le corresponde al juez. Se puede convenir una
remuneración a favor del administrador, pero en caso de silencio, se presumía la
gratuidad en función de lo establecido por el art. 1871 del CC.
Con relación al quórum el art. 2703 establecía: “Ninguna determinación será válida,
sino fuese tomada en reunión de todos los condóminos o de sus legítimos
representantes.”
Esta norma venía a confirmar en concordancia con el art. 2699 que el quórum para
deliberar requería la unanimidad. Dicha exigencia se fundaba en la necesidad de
asegurar el derecho de cada uno de ser oído y de hacer conocer su opinión con
relación a los problemas originados en la administración de la comunidad. Como la
aplicación estricta de la letra del Código daba lugar a consecuencias injustas, ya que
bastaba la inasistencia deliberada de uno de los condóminos para obstaculizar la
validez de la reunión, surgieron distintas posturas respecto de este problema.
Para una primera posición, la letra de la norma no admitía flexibilidad alguna, de tal
modo que si un condómino debidamente citado no concurría a la deliberación, ante
la ausencia de sanción frente a la inasistencia, sólo le quedaba a los demás la
posibilidad de peticionar la partición. Esta posición era sostenida entre otros autores
por Salvat, quien sostenía que la ausencia de uno de los condóminos invalidaba la
decisión tomada en la reunión, aunque hubiera sido debidamente citado y aunque la
decisión hubiera sido adoptada por la mayoría.[2]
Desde este punto de vista era admisible demandar judicialmente al renuente, bajo
apercibimiento de realizarse el acto con los asistentes, o bien se consideraba posible
que el juez nombrara de oficio un representante al ausente.
De acuerdo a una segunda posición era suficiente para la validez de la decisión que
los condóminos hubieran sido citados reiteradamente y que se les haya notificado la
resolución adoptada. Una inasistencia fundada en motivos burdos no impedía la
validez de la resolución adoptada por los restantes condóminos que representaban la
mayoría.
Una tercera corriente más moderna sostenía que no era necesaria la participación
efectiva de todos los condóminos, siendo suficiente con la debida citación para
intervenir en la reunión. Se trata de evitar que se impida de mala fe el juego de la
mayoría. Se consideraba ilógico que la inasistencia del condómino tuviese una
trascendencia superior que la disidencia del condómino presente en la reunión frente
al criterio de la mayoría. El voto negativo de la minoría carecía de influencia en la
reunión frente a la decisión de la mayoría, pero en cambio si no asistía uno de los
condóminos tenía capacidad de vetar la decisión adoptada. Ello resultaba contrario a
la lógica y al sentido común. En ese sentido se manifestaba por ejemplo Borda.[3]
Al respecto regía el artículo 2708 que expresaba: “Habiendo duda sobre el valor de la
parte de cada uno de los condóminos, se presume que son iguales.”
Se trataba de una presunción que sólo funcionaba en caso de duda, pudiendo ceder
por prueba en contrario, vale decir que constituía una presunción iuris tantum. Esta
misma presunción se conserva en el CCyC.
Cabe expresar que en el caso de los inmuebles, la duda es muy poco plausible, ya
que de los antecedentes del título resultará con claridad la parte que corresponde a
cada condómino. La hipótesis puede ser más frecuente en el caso de las cosas
muebles que se adquieren sin título por la sola tradición. En ese caso la presunción
es relevante.
La norma citada reconoce como fuente el art. 2699 del CC de Vélez, coincidiendo en
líneas generales con la misma. La norma establece entonces que frente a la
imposibilidad de uso y goce común de la cosa, ya sea por la naturaleza de la misma o
por la oposición de uno de los condóminos, se deberá resolver a través de la
ASAMBLEA su administración.
Cabe consignar que el art. 1986 acuerda a los condóminos el derecho de usar y gozar
de la cosa común mientras no se altere el destino de la cosa, no se deteriore en
exclusivo interés y no se obstaculice el ejercicio de iguales facultades por parte de
los restantes condóminos. A su vez el art. 1987 permite la celebración de convenios a
través de los cuales los condóminos pueden particionar el uso y goce de la cosa
común. Pero puede ocurrir que el uso y goce indistinto a que tienen derecho sea
imposible en los hechos, y también lo sea su partición.
1. Quorum.
La norma transcripta se vincula con el art. 2703 del CC de Vélez, pero la disposición
normativa en vigencia tiene modificaciones muy importantes, tomando como fuente
el art. 1936 del Proyecto de 1998. En efecto con relación al QUORUM , de acuerdo al
texto del art. 1994 no es requisito que se encuentren todos los condóminos para
comenzar a deliberar como lo establecía el código sustituído, ya que sólo exige que
la totalidad de los condóminos se encuentren fehacientemente notificados de la
realización de la asamblea, de la finalidad de la misma con antelación razonable.
Resulta obvio que al notificarse la convocatoria a asamblea, por ejemplo mediante
carta documento, se debe informar día, hora , lugar de realización de la asamblea
así como la finalidad de la misma.
La norma establece con toda claridad que la citación a asamblea debe efectuarse en
forma fehaciente, es decir que debe estar auténticamente documentada, a través de
un medio veraz como carta documento o por intermedio de un escribano público.
Asimismo la norma edicta que los comuneros deben ser informados de la finalidad de
la convocatoria. Ello naturalmente obedece a la necesidad de prevenirles acerca de
la temática a tratar en la reunión, dado que solamente de ese modo podrán evaluar
las consecuencias de su inasistencia y los alcances de la cuestión a resolverse. Para
ello se debe indicar en la carta documento por medio de la cual se notifica la
realización de la asamblea, todos los temas a tratar en la misma. Pero además se
deberá indicar el lugar, fecha y hora de realización de la asamblea.
En el CC de Vélez el requisito del quórum en función del cual todos los condóminos
debían estar presentes para adoptar cualquier decisión, lo tornaba insoslayable.
Por otro lado Kiper se mostraba partidario de habilitar la vía judicial para lo cual
consideraba necesario acreditar que los condóminos habían sido citados con
expresión de la finalidad a tratar. Ello así a los efectos de garantizar la defensa en
juicio consagrado en el art. 18 de la C.N. Asimismo sostenía que dado que el C.C. de
Vélez exigía el quórum total, la mayoría absoluta de valor prescripta en los arts.
2704 y 2705 debía ser computada sobre la totalidad de los condóminos. Es decir que
para que la decisión fuese válida el número mínimo de asistentes debía
corresponderse con aquellos condóminos que representaran más de la mitad del
valor.
La necesidad del cambio era muy evidente. Por ello era necesario plasmar una
solución que impidiera poner en manos de cualquiera de los comuneros la
paralización del funcionamiento del condominio. Para ello entonces, se siguió la idea
del Proyecto de 1998, cuyo art. 1936 constituyó la fuente directa del actual
art.1994.
2. Cómputo de la mayoría.
De ese modo queda bien claro que a efectos de adoptar una decisión válida relativo
al tema de la convocatoria no se exige la unanimidad de los condóminos sino que
basta con la mayoría absoluta, es decir más de la mitad.
A los efectos del cómputo de la mayoría, la norma sigue la directriz dispuesta por el
art. 2704 derogado que determinaba que la mayoría a computarse “no será
numérica” sino “en proporción de los valores de la parte.” El CCyC establece que
debe considerarse “el valor de las partes indivisas”, aclarándose que esa mayoría
absoluta puede recaer en un solo de los comuneros.
Considero que la forma en que se resolvió el tema del quórum así como el cómputo
de las mayorías es sumamente práctica y equitativa.
Otra cuestión a interpretar es si la mayoría absoluta debe ser computada sobre el
valor total de las cuotas partes indivisas o si solamente cabe considerar el valor
correspondiente a las cuotas partes de los condóminos que asistieron a la asamblea.
El art. 1994 del CCyC no trató esta cuestión, como tampoco lo hizo su fuente el
Proyecto del Código de 1998.
Opino que la mayoría absoluta que contempla el texto del art. 1994 del CCyC se
refiere a la mayoría absoluta de los condóminos” y no a la mayoría absoluta de los
condóminos reunidos en asamblea. Ello así dado que la norma se refiere a la mayoría
absoluta de los condóminos a secas, sin hacer referencia a los condóminos reunidos
en asamblea. Por ello el cómputo de los votos para arribar a la mayoría debe hacerse
sobre la base del valor de la totalidad de las cuotas partes indivisas, incluyendo las
cuotas partes indivisas de quienes no asistieron a la asamblea.
3. Caso de empate.
Dado que se exige mayoría absoluta de valor puede ocurrir que haya empate. En tal
caso ninguna de las mociones alcanza la mayoría absoluta de valor, en cuyo caso el
último párrafo del art. 1994 del CCyC, consagra la solución por la vía de la suerte.
Opino que no obstante que la norma dispone que en caso de empate la decisión se
resolverá por la suerte, nada impediría que las partes de común acuerdo decidan
someter la cuestión a arbitraje, en función de la vigencia del principio de autonomía
de la voluntad.
Asimismo considero que la suerte como forma de dirimir una cuestión controvertida
sólo es posible en la medida que haya acuerdo entre los condóminos. Considero que
si no hay acuerdo, nada impide que cualquiera de ellos acuda al juez a fin de
resolver el conflicto.
Por último debe recordarse que el acceso a la justicia es un derecho que corresponde
a toda persona que vive en un estado de derecho y que el azar sólo es propio del
ámbito del juego, donde precisamente manda la suerte y no la justicia.
Y continúan diciendo los citados autores: “No comulgamos con esta idea. Pensamos,
frente a la imperatividad del art. 1994, que la supresión de la posibilidad de recurrir
a árbitros y al juez competente para dirimir un conflicto atinente a la administración
de la cosa común no es congruente con el principio constitucional de acceso a la
justicia. Por lo demás, no creemos positivo que una cuestión de esta naturaleza
quede supeditada al azar.”[8]
Nulidad de la asamblea.
Indemnización por el uso o goce de la cosa común por los restantes condóminos.
Con relación a este punto no debe confundirse el modo en que los condóminos han
de resolver la administración o alquiler de la cosa que establecía el art. 2699 del CC
de Vélez, con el derecho que le corresponde a cada uno de hacerse indemnizar en
proporción a su parte, por el uso de la cosa común indivisa que hagan los restantes
condóminos o alguno de ellos. En efecto en torno a este punto el art. 1988 del CCyC
establece una importante novedad, no prevista en el código sustituído.
El art. 1988 dispone: “Uso y goce excluyente.El uso y goce excluyente sobre toda la
cosa, en medida mayor o calidad distinta a la convenida, no da derecho a
indemnización a los restantes condóminos, sino a partir de la oposición fehaciente y
sólo en beneficio del oponente.”
Esta norma concuerda con los arts. 10 (abuso de derecho), 1986 (uso y goce de la
cosa común), 1993 (imposibilidad de uso y goce común) y 2168 (servidumbres).
Debemos tener presente que si bien el derecho a una compensación a título de canon
locativo por el uso exclusivo de la cosa por parte de alguno de los condóminos, a
partir de la oposición fehaciente de los restantes no estaba expresamente prevista
en el CC de Vélez, en verdad tanto la doctrina como la jurisprudencia hace tiempo
que se venían expresando en sentido positivo a favor de la fijación de un valor
compensatorio a partir de la comunicación fehaciente en tal sentido. A favor de tal
solución se habían expresado Coghlan y Areán entre otros.[9]
Cabe consignar que como todos tienen derecho en forma igualitaria al uso y goce de
la cosa común, tal situación perdura o se mantiene hasta que alguno o algunos de los
condóminos exterioricen su voluntad en sentido contrario.
b) La oposición debe ser fehaciente. Es decir que debe manifestarse en forma clara e
inequívoca la oposición al uso y goce exclusivo de la cosa común. En caso de dudas la
indemnización no procede.
"Es que como el uso y goce de la cosa común pertenece a todos los comuneros y
ordinariamente no todos se pueden instalar en la vivienda para usarla, se ha
considerado que la privación que uno sufre en beneficio de otros que los excluyen
debe ser compensada en dinero, cuando ello es reclamado; se trata pues, de reglar
una suerte de división de goce y uso, compensando lo que unos reciben de más en
especie con dinero que se da a los otros (En similar sentido, Cám. Civ. y Com. 2ª,
Sala III, La Plata, 21-XI-91, JUBA 7 B351317; cita de Salas-Trigo Represas-López Mesa,
Tº 4-B, pág. 77)."
"Por su parte, con el dictamen pericial producido, no cuestionado por las partes y de
cuyas conclusiones no encuentro mérito para apartarme (art. 474 Cód. Proc.), ha
quedado establecido el valor locativo del inmueble.
Con las pautas referidas me he formado suficiente convicción en el sentido que la
prueba producida acreditó el derecho del reclamante para ser compensado con una
suma de dinero, tal cual pretende” .
“Y así, si el dictamen pericial estableció como valor canon locativo del bien la suma
mensual de $ 550 (pesos quinientos cincuenta), corresponde, y así propongo al
Acuerdo, condenar al demandado a soportar la suma mensual de $ 275 (pesos
doscientos setenta y cinco), a favor del reclamante, por la compensación motivada
por el uso de la cosa común, y mientras se mantenga el estado de indivisión."
"La condena comprende el pago de las expensas, tasas e impuestos que gravan a la
Unidad, en la proporción que el demandado mantiene en la comunidad que compone
con el actor, en decir en el 50%, desde la fecha antes indicada y con el
apercibimiento de efectuar el pago el accionante a su costa, con los intereses a la
tasa supra establecida. Los importes deberán ser calculados y liquidados en la etapa
de ejecución de sentencia, oportunidad en que deberá acreditarse el monto
efectivamente adeudado por tales conceptos (arts. 500, 501 y concs. Cód. Proc.)."
(elDial.com AA3F94, publicado el 21/08/2007).
Rige en la materia el art. 1995 del CCyC que establece: “Frutos. No habiendo
estipulación en contrario, los frutos de la cosa común se deben dividir
proporcionalmente al interés de los condóminos.”
En función del contenido de la norma los frutos de la cosa común deben repartirse
entre los condóminos de acuerdo a la parte alícuota que le corresponde a cada uno.
Se trata de una solución lógica y ecuánime ya que el derecho de cada uno se limita a
su cuota parte que puede estar determinada por una fracción oi porcentaje.
Esta regla es supletoria del acuerdo convencional de las partes. En el régimen del CC
de Vélez se dejaba a salvo las disposiciones del causante. En efecto el art. 2707
decía: “Los frutos de la cosa común, no habiendo estipulación en contrario o
disposición de última voluntad, serán divididos por los condóminos, en proporción de
los valores de sus partes.” Sin embargo esta salvedad a favor de la disposición de
última voluntad del causante no es conservada en el CCyC. Ahora bien, es lógico que
si uno de los condóminos percibió todos los frutos o lo efectuó en mayor medida que
la que le correspondía, será responsable por dicho exceso frente a los demás.
El art. 2058 del CCyC establece las facultades de la asamblea. Ahora bien teniendo
en cuenta que la asamblea es el órgano deliberativo y encargado de la toma de
decisiones del consorcio no hay duda de que no hay materia que puede serle ajena,
aunque la ley haya determinado ciertas funciones al administrador.
El inciso b) del art. 2058 del CCyC plantea un supuesto de gran utilidad práctica en la
vida consorcial: hay funciones que en principio le son atribuídas al administrador,
como por ejemplo despedir al personal del consorcio. Sin embargo esa decisión
puede originar una erogación muy importante para los propietarios. Es por ello que
cualquiera de los condóminos puede solicitar que la asamblea se aboque al
conocimiento y decisión de la cuestión planteada, cuando represente el cinco por
ciento de las partes proporcionales indivisas con relación al conjunto.
El art. 2059 del CCyC se refiere a este tema y expresa: “Los propietarios deben ser
convocados a la asamblea en la forma prevista en el reglamento de propiedad
horizontal, con transcripción del orden del día, el que debe redactarse en forma
precisa y completa; es nulo el tratamiento de otros temas, excepto si están
presentes todos los propietarios y acuerdan por unanimidad tratar el tema.
La asamblea puede autoconvocarse para deliberar. Las decisiones que se adopten son
válidas si la autoconvocatoria y el temario a tratar se aprueban por una mayoría de
dos tercios de la totalidad de los propietarios.
Son igualmente válidas las decisiones tomadas por voluntad unánime del total de los
propietarios aunque no lo hagan en asamblea.”
Resulta necesario que los titulares de la propiedad horizontal conozca el orden del
día, que se interiorice de las circunstancias de la situación a resolver, costos finales,
incidencia en el monto final de expensas a pagar, etc. antes de manifestar su
consenso o disenso con la medida en debate.
1. Convocatoria.
2. Autoconvocatoria.
El tercer párrafo del artículo 2059 admite la toma de decisiones fuera del ámbito
asambleario, con la condición que se exprese la voluntad del total de los
propietarios, contrariamente a lo que venía sosteniendo la doctrina y jurisprudencia
nacional. En efecto se afirmaba que no resultaban válidas las expresiones vertidas
fuera del ámbito asambleario y mucho menos los votos que se emitieran en un
momento distinto al de la realización de la asamblea de propietarios. Ello así porque
la reunión en asamblea para tomar decisiones no es un recaudo puramente formal
que pueda suplirse con la adhesión individual de cada uno de aquellos (Bendersky,
CNCiv., Sala D, 19/03/1981, LL, 1982-A, 298).
Opino que esta última solución es poco práctica, ya que resulta de difícil
implementación en los consorcios cuyos miembros copropietarios son numerosos.
Además desnaturaliza el sentido de la asamblea en la medida que permite decisiones
unánimes adoptadas fuera del marco funcional del órgano deliberativo y de toma de
decisiones por excelencia.
4. Sistema de mayorías.
Al respecto el art. 2060 edicta: “Mayoría absoluta. Las decisiones de la asamblea se
adoptan por mayoría absoluta computada sobre la totalidad de los propietarios de las
unidades funcionales y se forma con la doble exigencia del número de unidades y de
las partes proporcionales indivisas de éstas con relación al conjunto.
La mayoría de los presentes puede proponer decisiones, las que deben comunicarse
por medio fehaciente a los propietarios ausentes y se tienen por aprobadas a los
quince días de notificados, excepto que éstos se opongan antes por igual medio, con
mayoría suficiente.
La fuente de esta norma se encuentra en los arts. 2002 y 2003 del Proyecto de
Código Unificado de 1998.
El art. 10 de la ley 13.512 establecía que los votos “se computarán en la forma que
prevea el Reglamento y, en su defecto, se presumirá que cada propietario tiene un
voto” . En cambio el art. 2060 del CCyC implanta claramente el sistema de doble
mayoría absoluta, descartando la posibilidad de que quede librado a cada
reglamento el sistema del cómputo de los votos.
5. Doble mayoría.
Con esta metodología, el nuevo texto dispone en su primer párrafo que la mayoría se
forma con la doble exigencia del número de unidades y de las partes proporcionales
indivisas con relación al conjunto.
Es importante señalar que las mayorías siempre se computan sobre la totalidad de los
propietarios de las unidades funcionales y no solo sobre los asistentes a la asamblea.
6. Propietarios ausentes.
7. Nulidad de la asamblea.
El art. 2060 del CCyC también establece un plazo de caducidad para promover la
acción judicial de invalidez de la asamblea.
Tanto la ley como el reglamento de propiedad horizontal establecen las normas que
rigen la convocatoria a asamblea, su constitución, competencia, deliberación y
votación. Toda desviación en cualquiera de estos estadios, permite promover la
nulidad de la asamblea. La novedad tomada del Proyecto Unificado de 1998, consiste
en fijar un plazo de caducidad de 30 días corridos para el ejercicio de dicha acción
de nulidad.
8. Conformidad expresa.
El art. 2061 del CCyC se refiere a este tema expresando: “Conformidad expresa del
titular. Para la supresión o limitación de derechos acordados a las unidades que
excedan de meras cuestiones de funcionamiento cotidiano, la mayoría debe
integrarse con la conformidad expresa de sus titulares.”
La fuente de esta norma lo constituyen los artículos 2002 y 2003 del Proyecto de
Código Unificado de 1998.
A los efectos del cómputo de las mayorías se debe distinguir según cuales fueran los
derechos que se suprimen o limitan. No es lo mismo limitar el horario del uso del
incinerador o limitar el horario de funcionamiento del portero que limitar la
posibilidad de dar en locación las cocheras. En este último caso se debe contar con el
consentimiento expreso del titular de la unidad afectada.
9. Asamblea judicial.
Esta norma reconoce como fuente el art. 2005 del Proyecto de Código Unificado de
1998.
Corresponde poner de relieve que la asamblea judicial es la última ratio, vale decir
una medida extrema, a la cual se acude por diversas circunstancias, ante la
imposibilidad de celebrar la asamblea y que queden sin resolver cuestiones
fundamentales tendientes a asegurar el gobierno de los intereses comunes.
Básicamente debemos tener en cuenta que el administrador tiene como una de sus
funciones principales la convocatoria a asamblea. En su reemplazo puede hacerlo el
consejo de propietarios. A su vez el art. 2059 admite la autoconvocatoria y considera
válidas las decisiones unánimes aunque no se hubieran tomado en asamblea. Si fallan
todos estos mecanismos legales y no se puede obtener una decisión válida, ya sea por
falta de quórum o mayoría se recurre a la asamblea judicial. Jurisprudencialmente se
ha exigido para la procedencia de la asamblea judicial la prueba fehaciente del
agotamiento de los recursos previstos en el Reglamento y en la ley para lograr el
tratamiento y solución de los problemas comunes por parte de la Asamblea de
propietarios.
Conclusiones [arriba] -
6) Para el cómputo de la mayoría, siguiendo la directriz del art. 2704 del CC de Vélez
se determina que la mayoría a computarse no será numérica sino en proporción de
los valores de las partes indivisas, con la aclaración que la mayoría absoluta puede
recaer en uno solo de los comuneros. Esta solución me parece adecuada y práctica.
7) En caso de empate el último párrafo del art. 1994 del CCyC dispone que en caso
de empate la cuestión será resuelta por la suerte. En cuanto a ello opino que no
obstante que la norma dispone que en caso de empate la decisión se resolverá por la
suerte, nada impediría que las partes de común acuerdo decidan someter la cuestión
a arbitraje, en función de la vigencia del principio de autonomía de la voluntad o
bien acudir ante el juez a fin de resolver el conflicto. Además atento la
provisoriedad que caracteriza el derecho real de condominio, de nada sirve someter
en caso de empate, la decisión de la asamblea en cuanto a la administración del
condominio a la suerte, ya que el condómino al cual la suerte le resulta adversa,
puede optar inmediatamente por pedir la división del condominio, de modo tal que
el resultado obtenido por medio de la suerte se torna ilusorio en la práctica. La
suerte es propia del ámbito de juego y del azar y no del derecho y la justicia. Por
todo ello no adhiero a la solución implementada en este punto.
9) El art. 1988 del CCyC introduce una importante novedad, no prevista en el código
sustituído, pero reclamada por la doctrina, cual es el derecho a indemnización de los
restantes condóminos frente al uso exclusivo y excluyente de la cosa común por
parte de uno de ellos, a partir de la notificación fehaciente de dicho reclamos y sólo
en beneficio del actor.
10) La división de los frutos a tenor del art. 1995 se efectuará en proporción al
interés de cada uno de los condóminos. Se trata de una solución lógica que sin
embargo no deja a salvo las disposiciones de última voluntad que preveía el CC de
Vélez.
11) Con relación a las similitudes y diferencias entre la administración del
condominio y la propiedad horizontal corresponde establecer que la reunión en
asamblea en el condominio se configura cuando es imposible el uso y goce común ya
sea por razones atinentes a la cosa o por la oposición de alguno de los condóminos.
En cambio en la propiedad horizontal la reunión en asamblea tiene lugar
periódicamente, ya que constituye el órgano deliberativo encargado de la
representación de la voluntad consorcial con funciones específicas. Tanto en el
condominio como en la propiedad horizontal la finalidad de la convocatoria debe ser
fehacientemente notificada a través del correspondiente orden del día.
13) Otra diferencia radica que mientras en el régimen de propiedad horizontal está
expresamente prevista la autoconvocatoria, la misma no se admite expresamente en
el condominio (arts. 1994 y 2059 CCyC). En el régimen de propiedad horizontal se
consagra la validez de las decisiones adoptadas por la voluntad unánime de todos los
propietarios aunque no lo hagan en asamblea. Al respecto nada se dice en materia de
condominio, aunque pienso que nada impediría que la misma solución sea aplicable
en su ámbito.
-a) Determinar si la mayoría absoluta debe ser computada sobre el valor total de las
cuotas partes indivisas o si solamente cabe considerar el valor correspondiente a las
cuotas partes de los condóminos que asistieron a la asamblea. El art. 1994 del CCyC
ni ninguna otra norma trató esta cuestión, como tampoco lo hizo su fuente el
Proyecto de Código de 1998. Opino que la mayoría absoluta que contempla el texto
del art. 1994 del CCyC se refiere a la “mayoría absoluta de los condóminos” y no a
la mayoría absoluta de los condóminos reunidos en asamblea. Ello así dado que la
norma se refiere a la mayoría absoluta de los condóminos a secas, sin hacer
referencia a los condóminos reunidos en asamblea.
Bibliografía [arriba] -
Areán, Beatriz, “Código Civil y normas complementarias”, dirigido por Alberto Bueres
y coordinado por Elena Highton, Hammurabi, Bs. As., 2004, t. V-B, “Derechos
Reales”, sexta edición, Edit. Hammurabi, Bs. As., 2006.
Calegari de Grosso, Lydia, “Derechos Reales.Su estudio a partir del caso judicial”,
Edit. Abeledo Perrot, Bs. As., 1998.
Coghlan, Antonio “El condominio sin indivisión forzosa”,Edit. La Ley, Bs. As., 1980.
Lafaille, Héctor “Derecho Civil. Tratado de los Derechos Reales”, t. III, Ediar, Bs. As.,
1943.
Mariani de Vidal, Marina, “Derechos Reales”, t. II, Edit. Zavalía, Bs. As. 2004.
Papaño, Ricardo, Kiper Claudio, Dillon, Juan, Causse, Jorge, “Derechos Reales”, Bs.
As. 1989, t. I y II.-
Notas [arriba] -
[1] Borda Guillermo A., “Tratado de Derecho Civil Argentino. Derechos Reales.”,
Edic. 1975, t. 1, pág. 476, N° 586.
[2] Salvat, Raymundo M.“Tratado de Derecho Civil Argentino. “Derechos Reales”, 3°
edición, 1946, T. II, p. 34, N° 1278.
[3] Borda Guillermo A., “Tratado de Derecho Civil Argentino. Derechos Reales”,
Edición 1975, T. I, p. 473, N° 581.
[4] “Código Civil y Comercial de la Nación Comentado”, t. IX, Dirección: Lorenzetti,
Ricardo Luis, Edit. Rubinzal Culzoni, Bs. As., 2014, p.358.
[5] Fazio de Bello, Marta E.; Sabene Sebastián E., “El derecho real de condominio en
el Proyecto de Código Civil y Comercial de la Nación de 2012”, fecha: 10-10-2012,
disponible en: http://www.abeledoperrotonline2.com/
[6] Salvat, Raymundo M. “ Tratado de Derecho Civil Argentino. Derechos Reale”s, t.
III, p. 54 N° 1278.
[7] Lafaille, Héctor “Derecho Civil. Tratado de los Derechos Reales”, t. III, p. 310.
[8] Fazio de Bello, Marta E.; Sabene, Sebastián E., op. cit. disponible en:
http//www.abeledoperrotonline2 .com/
[9] Coghlan, Antonio“El condominio sin indivisión forzosa”, pág. 75, N° 151; Areán,
Beatriz, “Código Civil y normas complementarias”, dirigido por Alberto Bueres y
coordinado por Elena Highton, Hammurabi, Bs. As., 2004, t. V-B, p. 82.
[10] “Código Civil y Comercial de la Nación Comentado”, T. IX, Dirección: Lorenzetti,
Ricardo Luis, Edit. Rubinzal Culzoni, Bs. As., 2014, págs. 339/340.
[11] “Código Civil y Comercial de la Nación Comentado”, T. IX, Dirección: Lorenzetti,
Ricardo Luis, Edit. Rubinzal Culzoni, Bs. As., 2014, p. 339.
Doctrina
Título: La acción reivindicatoria en el Código Civil y Comercial
Autor: Guerrero, Fabián A.
País: Argentina
Publicación: Revista de Derechos Reales - Número 15 - Noviembre 2016
Fecha: 16-11-2016 Cita: IJ-CCLI-385
Fabián Guerrero
Las acciones reales tienen por objeto la protección de los derechos reales, se dirigen
contra cualquiera que ataque el derecho real objeto de la protección, debido
precisamente al carácter erga omnes de los derechos reales, como regla las mismas
son imprescriptibles.
Puede definirse a la acción real como la facultad que asiste al titular de un derecho
real de requerir la intervención judicial frente a un ataque a ese derecho, con el fin
de su protección, se encuentran tutelados todos los derechos reales mediante una
acción real, protegen a ellos y la posibilidad de su ejercicio requiere la titularidad
del derecho respectivo.
Legitimación Activa: el ejercicio de una acción real está reservado a los titulares de
derechos reales frente a los actos que importan menoscabar a su existencia, plenitud
o libertad, la titularidad del derecho debe existir al tiempo de la demanda y subsistir
al tiempo de la sentencia (Art. 2249)
En cuanto a los efectos el nuevo sistema lo establece con claridad respecto de cada
una de ellas, prevé la posibilidad de la indemnización del daño complementaria al
restablecimiento del derecho a partir del que se acciona.
Si el actor opta por demandar el restablecimiento del derecho real, puede reclamar
el resarcimiento complementario del daño. (Art. 2250) estableciendo con claridad
conceptual y metodológica una opción a favor del actor entre demandar el
restablecimiento del derecho real u obtener una indemnización sustitutiva del daño y
en caso de optar por el restablecimiento de su derecho, puede reclamar el
resarcimiento complementario del daño. Si opta por obtener la indemnización
sustitutiva del daño pierde el derecho a ejercer la acción real.
Conforme la ultima parte del art. 2247 se establece que las acciones reales son
imprescriptibles sin perjuicio de lo dispuesto en materia de prescripción adquisitiva.
Las acciones reales son imprescriptibles, pero las pretensiones petitorias pueden ser
detenidas como consecuencia de la prescripción adquisitiva opuesta por el poseedor
de la cosa reivindicada, el dominio no se pierde por prescripción, pero si se adquiere
por usucapión, cuando así ocurre porque la lógica consecuencia es el cese del
dominio del anterior propietario.
Es el art. 2247 el que enumera las acciones reales, y a las tres acciones reguladas y
enumeradas por el Código Civil de Velez (reivindicatoria, confesoria y negatoria), se
suma una cuarta, expresada en la acción de deslinde.
Así el CCyC. en forma clara y expresa efectúa una correlación entre las tres primeras
acciones reales y la finalidad; también la lesión que habilita el ejercicio de cada una
de ellas.
La acción negatoria tendrá la finalidad de defender la libertad del derecho real que
se ejerce por la posesión y corresponde ante actos que constituyen una turbación,
especialmente dada por la atribución indebida de una servidumbre u otro derecho
inherente a la posesión.
Finalmente la acción confesoria tiene por finalidad defender la plenitud del derecho
real y corresponde a actos que impiden ejercer una servidumbre u otro derecho
inherente a la posesión.
El art. 2248 en su parte final declara la legitimación activa en las acciones reales con
carácter general, será amplia incluyendo a los titulares del derecho de hipoteca
sobre los inmuebles cuyos titulares han sido desposeídos (a. reivindicatoria) o
turbados (negatoria) o impedidos de ejercer los derechos inherentes a la posesión
(confesoria).
La acción reivindicatoria se halla regulada a partir del art. 2252, y dicha acción es
conferida a los titulares de derechos reales que se ejercen por la posesión y hayan
sido desapoderados, deberá dirigirse la acción contra el poseedor o tenedor del
objeto, aun en el supuesto que declare tenerlo a nombre del reivindicante.
Objetos sobre los cuales podrán ejercerse la acción reivindicatoria, deben ser cosas
en el sentido del concepto que brinda el art. 16 del cuerpo legal, se admite la
reivindicación de todo o parte de la cosa y puede ser reivindicable la universalidad
de hecho.
En forma opuesta es el art. 2253 el que establece los objetos que son reivindicables
efectuando la enumeración de objetos inmateriales, las cosas indeterminables o
fungibles, los accesorios si no se reivindica la cosa principal, ni las cosas futuras al
tiempo de hacerse la restitución.
En el supuesto especial de la reivindicación de automotores: cuando se trata de un
automotor hurtado o robado, la acción puede dirigirse contra quien lo tiene inscripto
a su nombre, quien debe ser resarcido en los términos del decretoley 6582/58, de la
cual el CCyC. recoge principios y soluciones aportadas, y no son reivindicables los
automotores inscriptos de buena fe, a menos que sean hurtados o robados.
Los extremos a probar en la acción reivindicatoria serán por parte del reivindicante
la titularidad del derecho real o el derecho de poseer y la posesión o tenencia del
demandado. Sobre el titulo que acredite el derecho de poseer y su incorporación al
juicio el código divide la regulación de la materia, según la cosa objeto de
reivindicación así tenemos que para el supuesto de reivindicación de cosas
INMUEBLES el art. 2256 planteara cuatro supuestos de presunciones para colaborar al
juzgador a decidir sobre la viabilidad de la acción, para el caso de que ambas partes
en el pleito presenten títulos que emanen del mismo autor, la norma establece que
se presume propietario quien primero es puesto en posesión de la cosa, ignorando la
obligación anterior, independientemente de la fecha del título.
El inciso b indica el caso en que ambas partes presentan títulos de autor o antecesor
diferente y el titulo del reivindicante posterior a la posesión del demandado,
entonces se considera insuficiente para que prospere la demanda, sin interesar que
el demandado no presente título alguno.
Nos dice el inciso. c. que si ambas partes presentan títulos, el autor o antecesor es
diferente y el titulo del reivindicante es anterior a la posesión del demandado, se
tiene que el transmitente del reivindicante era poseedor y propietario de la heredad
que se reivindica, en consecuencia se hará lugar a la acción.
Y el inciso d. no aclara que en el caso en que los derechos del actor y del demandado
emanaren de diferentes antecesores, pero no puede establecerse cuál de ellos es el
verdadero propietario, entonces habrá una presunción en favor de quien se
encuentre ejerciendo la posesión actual.
También hallamos casos en la práctica donde quien esgrime la defensa no parece
detentar de manera efectiva la titularidad de un derecho real sobre la cosa, ya sea
porque no haya sido la victima directa del despojo o porque el resultado final del
juicio es contrario a sus intereses. Si con la sentencia se provoca la total restitución
del objeto por parte del demandado, en este caso será porque la acción real se
transfiere con el título o causa eficiente para adquisición de esa potestad.
Si el adquirente cuenta con titulo suficiente pero sin el modo (tradición) se cuenta
con un acto cuya finalidad es la de transmitir un derecho real sobre el objeto de la
contratación, sea este mobiliario o inmobiliario, la cesión de las acciones reales es
una accesorio implícitamente contenido en ellos, también estará legitimado
activamente quien aporte un negocio causal que sirva de titulo suficiente para
adquirir el derecho real que se ejerce por la posesión para hacer frente a un
despojo.
2) Si la cosa esta en poder de un tercero, que la hubo por despojo del transmitente,
la cuestión cobra interés en las defensas reales, por eso se admite que el comprador
está legitimado a la acción real de marras. Existen distintos fundamentos a esta
situación. A) Se argumenta que la legitimación del comprador se sustenta en la
cesión implícita de la acción de reivindicación que provoca la celebración de un
contrato de compraventa. B) Toma como base la acción subrogatoria por la que el
comprador actuaría en interés propio pero en nombre de su vendedor, no se soslaya
asi la exigencia de la tradición para la adquisición del derecho real. C) Otros,
argumentan que el comprador al no haber adquirido el derecho real sobre la cosa, no
puede reivindicarla a nombre propio, pero podría ejercer los derechos de su
vendedor por el mandato que este último le habría conferido generando el titulo
suficiente del caso.
Objeto de la acción de reivindicación los arts. 2252 y 2254 la regla es que todas las
cosas susceptibles de ser poseídas pueden ser objeto de la acción real de
reivindicación.
Cabe la posibilidad de que la reivindicación puede recaer por la totalidad del objeto
o de una parte materialmente determinada.
Respecto de las universalidades de hecho el art. 2252 establece que pueden ser
reivindicadas en conjunto, en la medida en que todas pertenezcan al mismo titular
del derecho real.
Jurisprudencia
Autos: Pacheco, Antonia c/Chaparro, Mirta s/Desalojo
Tribunal: Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Mar del Plata - Sala I
Fecha: 06-10-2016
Cita: IJ-CCLI-272
Sumario
2. El art. 2353 del Cód. Civ. dispone que nadie puede cambiar por sí mismo, ni
por el transcurso del tiempo, la causa de su posesión, de modo que el que
comenzó a poseer por sí y como propietario de la cosa, continúa poseyendo
como tal; y el que ha comenzado a poseer por otro, se presume que
continúa poseyendo por el mismo título, mientras no se pruebe lo contrario.
Considerando que –de acuerdo a lo explicado- la actora cedió en comodato
el inmueble a la accionada, la prueba de lo contrario recaía sobre ésta
última, quien debía acreditar de manera incontrastable la interversión del
título de ocupación originaria(art. 2353 del C.P.C.C.; art. 375 del C.P.C.C.).
ANTECEDENTES
CUESTIONES
I. Los agravios. La demandada objeta la decisión del a quo que tuvo por probado
lo sostenido por la actora al juzgar como precaria su tenencia del bien.
IV.3.b) En otro orden de cosas -y compartiendo la postura del Juez observo que,
de los elementos recabados, se desprende con suficiente grado de certidumbre la
veracidad de lo sostenido por la actora respecto de la entrega del bien en
comodato, sin que lo argumentado en contrario resulte eficaz para conmover esa
conclusión. Lo invocado por la quejosa aparece inocuo para afectar la valoración
de prueba del magistrado, en la medida en que no configura una impugnación
atendible de su labor. En forma preliminar estimo pertinente aclarar que, a tenor
de lo resuelto a fs. 126, los testigos Knecht y Ruiz (a los que la accionada se
opuso por estar comprendidos en las generales de la ley) no declararon en esta
causa, de modo que no medió a su respecto ponderación alguna. Por otra parte,
con relación a la hipotética oposición formulada respecto de Bonovardo, Torres y
Agustinelli, advierto que la apelante se opuso únicamente a la sustitución de
Cheto por Bonovardo, alegando la extemporaneidad del planteo y la falta de
acreditación del deceso de la primera (v. fs. 135). En consecuencia, al resolver el
a quo se limitó a aceptar la oposición a dicha sustitución, vedando la
introducción al proceso de Bonovardo (v. fs. 143). Los testigos Torres y Agustinelli
no quedaron comprendidos en su decisión, sin que existieran por tanto
impedimento para que declararan en el expediente. Aún más, la accionada se
abstuvo de objetarlos al proveerse la prueba, sin cuestionarlos tampoco al
tiempo de que prestaran declaración (v. fs. 170vta.; fs. 183/20194). En suma, lo
argüido con relación a estos dos testigos obedece a una interpretación errónea
que no condice con las constancias de autos, ni puede –por tanto- ser recibido;
máxime ante el consentimiento del llamado de autos para sentencia (argto. y
doct. arts. 424, 426, 456, 481, 482 y ccdtes. de. C.P.C.C.). Sentado lo anterior, y
como merituara con acierto el magistrado, los testimonios rendidos –en
particular, aquellos correspondientes a las vecinas del lugardan cuenta del
vínculo familiar que existía entre las contendientes (v. fs. 183vta., rtas. 5ª a 7ª;
fs. 184 y vta., rtas. 2ª y 3ª). Asimismo, de lo declarado por la Sra. Torres surge
claramente que la Sra. Pacheco le pagaba a Chaparro las tareas de limpieza
realizadas en su casa, como también que la actora condescendió a facilitarle la
vivienda por razones humanitarias (v. fs. 184vta., rtas. 3ª a 8ª). Subrayo que, al
declarar, la testigo confirió debida razón de sus dichos, manifestando tener
conocimiento de lo expuesto por haber presenciado la relación habida entre las
partes al concurrir asiduamente a la casa de Pacheco en la que Chaparro se
hallaba a diario, viendo y escuchando todo lo acontecido entre ambas (v. fs.
184vta., in fine). Tal circunstancia, en conjunto con la ausencia de prueba de la
demandada sobre la compraventa que invocara como defensa, me conduce a
reafirmar lo decidido por el sentenciante al interpretar que, en el caso, medió un
comodato de la vivienda (argto. arts. 384, 424, ssgtes. y ccdtes. del C.P.C.C.).
IV.3.c) Ahora bien, memoro que el art. 2353 del Cód. Civ. dispone que “nadie
puede cambiar por sí mismo, ni por el transcurso del tiempo, la causa de su
posesión”, de modo que “el que comenzó a poseer por sí y como propietario de la
cosa, continúa poseyendo como tal…”; y “el que ha comenzado a poseer por otro,
se presume que continúa poseyendo por el mismo título, mientras no se pruebe lo
contrario.” Considerando que –de acuerdo a lo explicado- la actora cedió en
comodato el inmueble a la accionada, la prueba de lo contrario recaía sobre ésta
última, quien debía acreditar de manera incontrastable la interversión del título
de ocupación originaria (argto. art. 2353 del C.P.C.C.; art. 375 del C.P.C.C.). Así
lo tiene dicho la jurisprudencia al resolver en forma reiterada que “por
aplicación del principio de inmutabilidad de la causa posesoria, el que ha
comenzado a poseer por otro se presume que continúa por el mismo título (…) Es
decir, quien comenzó como tenedor (posee por otro) continúa como tal mientras
no se pruebe lo contrario, de manera que su propia voluntad es ineficaz para
alterar la situación.” (Cám.Civ.Com. 2ª de La Plata, sala 3, 117155 RSD-60-14;
110874 RSD-69-9, 14/2005/2009). La prueba de la interversión se encuentra
sometida a condiciones rigurosas, pues “supone una pugna efectiva que implique
impedir realmente al propietario el ejercicio de sus facultades, en otras
palabras, la realización de actos claramente incompatibles con la primitiva causa
de la posesión o tenencia, que no dejan la más mínima duda sobre la intención de
privar al dueño de la facultad de disponer de ella.” (agto. art. 2458 del C.C.;
Cám.Civ. 2ª de La Plata, sala 3, 102994, RSD-195-5, 25/2008/2005). En rigor,
debe consistir en actos que excedan la voluntad del sujeto y el mero transcurso
del tiempo –sin que pueda operarse únicamente por la intención del comodatario-
, manifestándose inequívocamente frente al legítimo poseedor (argto. arts. 2351,
2352, 2353, 2354, 2387, 2401, 2458 del C.C.). En definitiva, sin importar el
tiempo que lleve ocupando el bien, el tenedor no puede -por su sola voluntad-
cambiar la causa o título de su relación con la cosa, sin rebelarse contra el
poseedor por actos que no sólo trasunten su intención in mentis, debiendo
evidenciar una exclusión real. Demás está decir que tales actos deben ser
anteriores a la pretensión de desalojo pues cristalizado el reclamo, la demandada
ya no puede modificar su situación jurídica. Analizadas las actuaciones observo
que, al contestar la demanda, la accionada no sólo omitió alegar específicamente
la interversión del título, sino que los actos invocados con el propósito de
justificar su animus domini no resultan categóricos.
IV.3.d) En efecto, examinadas las probanzas no obran en la causa elementos que
permitan tener por demostrado que, previo a la interposición de la demanda, la
Sra. Chaparro opuso a la Sra. Pacheco actos orientados en concreto a excluirla de
la posesión del bien. Parafraseando al a quo, los medios cumplidos (documental,
testimonial de Reyes, absolución de la actora, informativa dirigida al Registro
Civil, Jardín de Infantes, Municipalidad y Edea) son inconducentes para tener por
cierto el vínculo posesorio alegado (v. fs. 490vta.). Las eventuales reparaciones
de la propiedad (que pueden desprenderse de fotografías y los dichos de Reyes)
no configuran actos que exterioricen ante la reclamante la decisión de la
comodataria de excluirla del ejercicio de sus derechos. En idéntico sentido, los
pagos de servicios no constituyen “actos posesorios”, y menos aún pueden ser
considerados como prueba de interversión. Además de ser desconocidos por la
actora, responden a la necesidad del ocupante de contar con prestaciones básicas
(vgr. luz y agua), por lo que no son susceptibles de reflejar el ánimo de
comportarse como dueño. Similar observación merece lo abonado en concepto de
tasa de alumbrado, limpieza y conservación de la vía pública, sin que las
solitarias constancias de impuestos alcancen para tener por acreditada la
posesión. Por otra parte, la informativa al Correo, Jardín Maternal y Registro
Civil, no son útiles para probar una aparente interversión, sirviendo únicamente
para respaldar la autenticidad de las cartas documento remitidas, los títulos
escolares de Nivel Inicial y las partidas de nacimiento de los hijos de la accionada
(v. fs. 317, fs. 306 y fs. 431/3). En cuanto al resto de la documental (compuesta
por facturas de compra de materiales), la misma fue negada por la actora a fs.
120, sin producirse informativa a su respecto y siendo desistida por la interesada
(v. certificado 0probatorio de fs. 460vta./201961 y 464). En síntesis, la prueba de
los actos posesorios debía ser contundente, sin que ello se verifique en el sub lite
para tener por intervertido el título primigenio de ocupación, que obedeció a una
autorización graciable de la actora (Cám.Civ.Com. 2ª de La Plata, sala 3, c.
102994 citada).
ASÍ LO VOTO.
SENTENCIA
Sumario
I.- En la sentencia dictada a fs. 103/20109 el Sr. Juez titular del Juzgado n°1 Dr.
Castro Mitarotonda rechazó con costas la demanda por reivindicación del
inmueble que identifica promovida por el heredero y administrador de la sucesión
de Alberto Rubén Terque contra Fabián Gago. Resolvió de esa forma al considerar
que la parte actora no está legitimada para la acción real intentada al no contar
con título suficiente del derecho de dominio, siendo adquirente por boleto de
compraventa, es decir sólo titular de una pretensión personal que no excede el
marco de los derechos acciones reales creditorios. Apeló el Sr. Alberto Manuel
Terque a fs. 120, expresando sus agravios a fs. 127/20130. Allí reitera las
circunstancias de hecho referidas a la desposesión sufrida y cita jurisprudencia
vinculada tanto al título sin tradición -ajena al supuesto de autos- como al caso
del poseedor ex boleto. No habiendo el demandado rebelde ejercido su derecho
de defensa y firme que restó el proveído de autos para sentencia de fs. 141, las
actuaciones están en condiciones de ser resueltas (art. 263 del CPCC)
ASÍ LO VOTO.
El Dr. Castro Durán, aduciendo análogas razones dió su voto en igual sentido.
ASÍ LO VOTO.
El Dr. Castro Durán, aduciendo análogas razones dio su voto en igual sentido.
Jurisprudencia
Sumario
II. Como antecedentes de relevancia para la solución del conflicto cabe señalar
que el causante Primitivo S., otorgó testamento protocolizado a fs. 50/201951,
por el que instituyó herederos a sus hermanos Julia S., Aurelio S., Antonio S.,
Adela S., Avelina s.y su concubina María Cristina Ibarra C. como el mismo la
denominara en el acto de testar.
1. Julia S., cedió los derechos hereditarios a sus hijas Ana María H. y María
Concepción H., y a sus nietos María Isabel H., Carolina H. y Sebastián H. (estos
tres últimos hijos de Julián Angel H., también hijo de Julia (fs. 312/313). Todos
estos cesionarios, ceden a su vez los derechos a favor de Daniel R. (fs.
760/2019763).
2. Aurelio S., cedió los derechos a favor de María del Carmen s.(fs. 369/370) y
ésta a favor de Daniel R. (fs. 760/2019763).
3. Antonio S., cedió a sus hijos Alicia María s.y Alberto Máximo s.(fs. 353/354) y
la primera ésta a favor de Daniel R. (fs. 760/2019763). Alberto Máximo s.falleció
el 18/2010/2013, siendo declarados herederos sus hijos Eduardo Antonio, Atalia
Mirela y Amanda Micaela s.(fs. 828/2019829) quienes ceden sus derechos también
en favor de Daniel R. (fs. 760/2019763)
5. Avelina S., cedió sus derechos a favor de su hijo Daniel R. (fs. 755/2019756) III.
Señala Aida Kemelmajer de Carlucci que el derecho sucesorio del heredero ab
intestato se rige por la ley vigente al momento de la muerte del causante. No
obstante, las normas de naturaleza procesal son aplicables a los procedimientos
en trámite siempre que esta aplicación no implique afectar situaciones ya
agotadas ("La aplicación del Cód. Civ. Y Comercial a las relaciones y situaciones
jurídicas existentes", Rubinzal Culzoni, 2015, cap. 50.1 pág. 105 y cap. 58.2, pág.
166). En el caso de autos no caben dudas que, estando regidas las cesiones de
derechos hereditarios por los arts. 1184 del Cód. Civ. derogado y 1618 del Cód.
Civ. y Comercial, se trata de normativa de fondo, debiendo decidirse la cuestión
por el Cód. Civ. (causa de esta Sala nº 30.430, reg. sent. int. 201 del
10/20195/2016).