LA DERIVACIÓN APRECIATIVA
La lengua española es rica en formas de expresar las intenciones y situaciones afectivas del
hablante, tanto positivas como negativas: alegría, cariño, desagrado, ironía, en tanto que son
subjetivas. Podemos encontrar herramientas expresivas de diversa índole atendiendo a los
distintos ámbitos lingüísticos: en el plano léxico se puede manifestar mediante interjecciones,
entonación en el discursivo o reiteración en el plano sintáctico. En el ámbito de la morfología
la herramienta para expresar afección en las palabras es la derivación apreciativa.
Los sufijos apreciativos reciben el acento de la palabra, y suelen cambiar las voces que en su
evolución del latín dieron lugar a diptongos (caliente>calent-ito) pero en ciertas
combinaciones pueden no hacerlo (viejo>vej-ete, viej-ito). Tienen una tendencia a rechazar la
posición antepuesta al nombre.
Propio del fenómeno de derivación es la ‘no generalidad del proceso’ y los significados
irregulares de los morfemas, que logra complicar el estudio de la derivación apreciativa:
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La derivación apreciativa Miguel Matesanz Santamaría, Grupo B
Para el estudio de los aumentativos, de un amplio uso en el español aunque desde un menor
interés de sus estudiosos que el diminutivo, hay algunos de significaciones muy precisas. -
azo, -ada y -ón son aumentativos de connotación peyorativa que Monge (1972) les reconoció
la significación conjunta de “golpe dado con” lo que resulte ser la base: machada, pisotón,
sillazo. El sufijo -ada significa la abstracción de una acción: cagada, desbandada, etc., pero
en tiempos recientes ha adquirido un nuevo significado: “un acto propio de”. De esta manera
resulta particularmente productivo y da muestras como tontada, canallada, burrada,
triunfada (de empleo sarcástico). El sufijo -ón amplió a su vez el significado aumentativo del
físico humano del latín (piezón, barrigón) a cualidades psíquicas o abstracciones de acciones
(solterón, papelón). Tiene gran carga peyorativa, y es por eso, ve Monge, que pasó a
aplicarse a otras categorías, donde adquiere el valor de “golpe dado con o recibido en”
(pisotón, lametón, pescozón).
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El sufijo -azo es, sin embargo, algo más complejo: usualmente tiene significados peyorativos
(bribonazo, hombrazo, mujeraza) pero también positivos (buenazo, momentazo, gustazo).
Donde resulta más productivo, en ciertas variedades de américa central resulta en un
significado superlativo, con bases de otras categorías: adjetivos, participios y adverbios
(grandazo, cansadazo, lindazo, tantazo). Se dan formaciones aumentativas
característicamente en plural, que recoge Monge con el significado de “hombre poco entero y
resuelto”, que se refieren a masculinos singulares en palabras usualmente femeninas y en
plural. Es corriente escuchar escuchar expresiones de alguien que se ‘va de la lengua’ como
que es un bocazas o manazas de un incompetente en labores manuales. El sufijo -azo,
además, ha desarrollado usos de “golpe realizado con” y menos frecuente “golpe realizado
en” de la misma manera que -ón: portazo, estacazo, pelotazo; balazo y espaldarazo. Otros
matices que incorpora -azo los sugiere De Bruyne (1978): dentro de los aumentativos, que
tienden a resaltar una “cualidad particular” de forma afectiva, -azo da el significado de
“anormal”: tipazo, fotaza, estilazo; que puede tornarse irónico. De Bruyne da gran cantidad
de otros matices y efectos estilísticos del significados de sufijo -azo, que se escapan ya de la
anterior división sistemática: refuerzo de un adjetivo, un adverbio o del complemento
atributivo que intensifica el sentido aumentativo, el sentido de gradación, que sobresale en
una escala, o para marcar una oposición.
También nos detendremos en otros sufijos peyorativo de gran vitalidad -esco e -il, pero en el
ámbito culto-literario, de sentidos complementarios: “-esco, comporta «una idea de exceso,
de
exageración o de fanfarronería», y, en el·de -il, «de carencia, de poquedad o de cortedad»”.
No obstante ambos responden a la estructura “propio de + sutantivo”, y pueden adherirse a
comúnmente a las mismas bases: pedantesco, quijotesco, canallesco, estudiantil, insectil,
abogacil. Y son ambos afines a ciertos ámbitos semánticos: la ley, el lujo,lo picaresco, oficios
humildes… Dota el matiz de burla e ironía, pero no exagerado ni deformador.
Los sufijos típicamente diminutivos -ito, -ete e -illo tienen de principal diferencia la
distribución regional, y sin embargo las sufijaciones en -ito e -icohan producido notablemente
menos sustantivos lexicalizados, algo más de treinta (señorito, pollito, cabrito), la veintena
con -ico, frente al millar con -illo. Esto se debe a la cronología más antigua, que aparece ya
desde el siglo IV efectuando lexicalizaciones, a la par que desgastando su significado.
Mientras, los más recientes conservan vívido el significado afectivo: casita, un edificio
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pequeño y además tomado con estima. La pérdida de significado de illo también provoca que
pueda aproximarse su significado a lo peyorativo (periodistillo, comidilla, pardillo, tonillo).
Es en la desafección lo que aproxima -ete más a -illlo que a -ito, y esto puede verse en los
contextos en que aparecen, pero al comparar las apariciones en la misma base, se pueden
apreciar sus diferencias: amiguillo y amiguete.
El sufijo -oide comparte el significado de burla, pero no se tiene en cuenta por estar presente
en la formación de palabras técnicas, académicas, con el significado “parecido a” o “con
forma de”, véase espermatozoide, cicloide, romboide, antropoide, asteroide. En oposición a
este significado se produce uno “deliberada y claramente burlón”, así surgen
sentimentaloide, artistoide, cretinoide, de una sonoridad atractiva para la burla de lo
intelectual, también de gran productividad.
Para sistematizar los morfemas apreciativos una gran dificultad radica en la falta de criterios
no susceptibles a la idiosincrasia en la compatibilidad con las bases, la ‘no generalidad del
proceso’. Las restricciones dependen en buena parte de las bases, que pueden permitir varios
sufijos o rechazarlos por completo. Tan solo se han extraído normas en cuanto a
incompatibilidades localizadas. Resulta predecible estimar que a una base que no permita un
significado reductor el diminutivo no imprimirá en tal palabra el significado reductor, sin
embargo el significado de afección depende muchas veces de las condiciones pragmáticas,
extralingüísticas, de difícil sistematización. Además, su uso cambia en función de las
distintas variedades del español.
Las incompatibilidades fonológicas consisten una disonancia entre ciertas terminaciones y los
morfemas, las más definidas son las terminaciones en -s y en -ao (con la excepción de
bacalao, que injerta una d antietimológica para sus derivados). En lo semántico resulta
incongruente añadir a derivados aumentativos otros diminutivos, y viceversa. También hay
diversos campos donde no parece caber la valoración afectiva, véase las festividades (resultan
impensables *Viernesito Santo, *Navidadilla), las lenguas (*coreanito, *francesito, son
formas que sí podrían emplearse para personas), los lugares propios (ningún veraneante
propondría ir a *Rascafriíta ni a *Bustarviejito), puntos cardinales y profesiones creadas con
el sufijo -ista (de nuevo, de darse derivados como periodistucho se referirían a la persona que
lo ejerce, no la profesión). En general, los significados afectivos, de tamaño y de cercanía,
son difícilmente reconciliables con entidades abstractas, que quedan impresos en palabras
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derivadas con sufijos -ía, -ismo, -aje, -ento, etc.; mientras que otros quedan más fácilmente
lexicalizados y pueden pasar a referir realidades concretas, véanse -ción, -miento, -ura,
(cancioncita, asentamientucho, verdurita).Sin embargo, en variedades caribeñas se ha
extendido su uso, dando lugar a derivados en principio contradictorios como “verdadita”.
Entre los nombres compuestos y los diminutivos, se dan varias posibilidades, debido a la
heterogeneidad dentro de los resultados de la composición. Atendiendo a la estructura formal
de los compuestos, la forma que más admite diminutivos es la exocéntrica nombre-
preposición-nombre, a la cual se puede en ciertos casos incorporar el morfema al primer
elemento, pues en el segundo forzaría una interpretación sintáctica del compuesto. Los
compuestos más compatibles refieren cualidades humanas, mayormente psicológicas, donde
predomina el significado afectivo; por ello si las expresiones son peyorativas (cabeza de
turco, lengua de trapo) resultan incompatibles. En los compuestos adjetivo y nombre, la
diminutivización puede aplicarse sobre el nombre, pero de diferentes formas. Si el compuesto
se halla poco lexicalizado, es decir, permite una interpretación literal y separada, añadir un
diminutivo se realiza tomando en cuenta nombre por separado, con sus peculiaridades (no
*malalech-ita, sino [mala]+[lech-ec-ita]), pero de un mayor grado de fusión, —es decir, más
‘opacas’ o lexicalizadas— se consideraría entera en su derivación. En los compuestos más
habituales, nombre y verbo también se depende de la cohesión de los formantes para no
interpretarse oracionalmente el compuesto.
El proceso derivativo tiene distintas explicaciones, las más notables atendiendo a un criterio
explicativo: fonológico, morfológico y léxico:
Desde la fonología se pueden explicar soluciones como añadir -c-, -ec- e incluso -cec-
en palabras como con el diminutivo -ito: coche-c-ito, pec-ec-ito y pie-cec-ito. Sin
embargo algunos de los diminutivos pueden abreviar de estas formas percibidas como
normativas, siendo ambas las dos (siestita-siestecita, nuevito-nuevecito). La respuesta
no es, como aduce la gramática tradicional en que haya sufijos -ecito ni -ececito,
respecto a unas normas fijas con numerosas excepciones “Los bisílabos cuya primera
sílaba es diptongo de ei, ie, ue; como rein-ecita”, sino interpretándose como interfijos
(Malkiel, 1958). La propuesta de la bibliografía es el establecimiento según las
dimensiones silábicas de las palabras, de forma que se mantenga que la base elida la
vocal final e inserte el interfijo, fenómeno común en la derivación para reducir el
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Sobre las soluciones prosódicas tenemos un análisis del español paraguayo de Jaeggli
(1980), que sostiene que en las formaciones diminutivas intervienen tres tipos de
morfemas, -it-, -cit, y -ecit-, con una distribución exclusiva de cada uno. Los criterios
para emplear uno u otro dependen de la extensión silábica de la base, de forma que el
resultado cuente hasta cuatro, pero como no siempre se cumple, es necesario recurrir a
otro criterio, el de la estructura prosódica de la última sílaba:
“Si la palabra termina en vocal átona anterior o velar (loco, toro, jirafa), se produce
un proceso de infijación: loco-it-o. Si la última sílaba concluye, en cambio, en vocal
tónica seguida de -n, -r o -d, hay sufijación: melón-cito, hogar-cito, ciudad-cita”.
Si las bases salen de ambos patrones intervienen otras reglas alomórficas, que
aumentan más la complejidad: por ejemplo, el sufijo -cita se transformaría en -ita
mediante una regla de ‘elisión de c’ , véase: comadr-e > comadr + (c)jita > comadr +
ita > comadrita; pero, en otros casos, el sufijo -cita pasaría a -ecita, por la actuación de
una regla de ‘adición de e’ (madr-e > madr + cita > madr + (e)cita > madrecita).
Prieto propone centrarse en las terminaciones, pero teniendo en cuenta la base rítmica
(1992). Clasifica los distintos tipos de palabras según sus diferentes posibles
terminaciones y hace una sistematización del proceso de acoplamiento del diminutivo
a la raíz. Hay una gradación según la cercanía de las terminaciones al hablante, de las
terminaciones canónicas de género con adiciones de sufijos nada complicados hasta
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Para aplicar el estado por defecto tiene que darse un mínimo para la formación
diminutiva, formar dos sílabas, así que las monosilábicas adoptarían -cit. También lo
utilizan los ‘morfemas radicales, es decir, “aquellos vocablos de más de una sílaba
terminados en vocal acentuada, en -n o -r”, estos últimos tienen comportamiento
semejante a -s. Por el contrario, las acabadas regulares o distintas de elementos
flexivos del español, reciben -it.
Ahora bien, ¿qué ocurre con la flexión de los derivados? Como es sabido, en las lenguas que
poseen género este es atribuido a los seres vivos que resultan más habituales y próximos a las
personas (gato, a; profesor, a, es, as) y un género único a los que son menos familiares. De
manera similar se permiten los sufijos el género, los más extendidos permiten flexión de
género (-ito, -ero), y otros fuerzan un género (-zón femenino, -miento masculino). Los
diminutivos por lo general coinciden el género de sus bases, forzando manisfestarse la
terminación propia del género de la base, en caso de que se encuentre en la base
(melón{m}>meloncito, canal{m}>canalito). En este aspecto ocurre con los interfijos verbales
una cualidad parecida, ya que fuerzan la aparición de la vocal temática no marcada. Pero en
algunos casos en que el género no aparece en su flexión canónica, concretamente en
masculinos en -a y femeninos en -o, la sufijación de manera general no se hace de acuerdo
con la base, sino de acuerdo a la terminación.
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Bibliografía: