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Burbuja especulativa.
Desarrollo humano.
Economía de mercado.
El Estado juega hoy un papel más importante en la Europa occidental continental que
en Estados Unidos y Gran Bretaña. La intervención del Estado se incrementó en Europa
y América en el período comprendido entre el final de la Segunda Guerra Mundial
y la crisis del petróleo de 1973, período en el que tuvieron gran influencia las ideas
del economista británico John M. Keynes y se produjo el gran desarrollo del Estado de
bienestar. Pero desde comienzos de los años ochenta, se produjo un retorno hacia el
libre mercado, protagonizado por Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald
Reagan en Estados Unidos (neoliberalismo).
Algunos defensores de la economía de mercado, como Frederich Hayek y Milton
Friedman, sostienen que la libertad de los agentes económicos es indispensable para que
se desarrollen las libertades civiles y políticas. Lo cierto es que la experiencia histórica
muestra que la economía de mercado es compatible con un régimen autoritario, como en
el Chile de Pinochet o la China de hoy, pero que no ha habido ninguna democracia cuyo
sistema económico no sea de mercado.
Globalización.
Comercio y Tarifas, denominado GATT por sus siglas en inglés. Las sucesivas rondas
de negociación que se han sucedido en el marco del GATT y de su sucesora, la
Organización Mundial de Comercio, han conducido a la reducción de las tarifas
aduaneras, de los costes del transporte marítimo, de los controles para el movimiento de
capital y de los subsidios a los productores locales, y al reconocimiento internacional de
los derechos de propiedad intelectual, todo lo cual ha propiciado una enorme expansión
del comercio, A su vez ello ha contribuido al crecimiento económico mundial, de
acuerdo con el principio de las ventajas comparativas, analizado por los economistas
clásicos, según el cual el comercio internacional es en términos generales, beneficioso
para todos los participantes, porque les permite especializarse en aquellas actividades en
que pueden obtener mayor eficacia comparativa.
El gran avance de la globalización se ha producido a lo largo de los últimos veinte años,
debido al espectacular desarrollo tecnológico que tiene en Internet a su mejor símbolo, a
la consiguiente reducción en los costes de comunicación y transporte, y al
convencimiento general acerca de las ventajas de la apertura económica el exterior, que
ha conducido la integración en el mercado mundial de los antiguos países comunistas
europeos, de China y de la hasta entonces muy proteccionista India. Ello también ha
dado lugar a un gran número de críticas a la globalización, por sus supuestas
consecuencias perniciosas.
La globalización es en parte resultado del progreso tecnológico, pero es también
resultado de una opción política de los gobiernos, que han decidido abrir sus
economías. Así es que la globalización tiene un componente casi irreversible, como es
el progreso tecnológico, y otro que no lo es, ya que los gobiernos podrían renunciar a la
apertura de sus economías a la competencia internacional en caso de que llegaran a
considerarla perjudicial para los intereses nacionales. La Gran Recesión iniciada en
2008 no provocó una vuelta al proteccionismo, sino que se le hizo frente a través de
una cooperación internacional que contrastó con las respuestas nacionales contrapuestas
que se dieron durante la Gran Depresión de los años treinta. Sin embargo, los
planteamientos económicos proteccionistas de algunos importantes líderes políticos
(D.Trump, por ejemplo) plantean el riesgo de un retroceso en el libre comercio y de
posibles guerras comerciales.
Libre comercio.
especialice en la producción de aquellas mercancías para las que sus costes relativos son
menores.
La aplicación práctica de este principio da lugar a muchos debates, pero su validez
general es apoyada por una abrumadora mayoría de los economistas profesionales. De
manera muy gráfica, el prestigioso economista Paul Krugman ha afirmado que si su
profesión tuviera un credo, éste contendría sin duda los dos artículos siguientes:
“entiendo el principio de las ventajas comparativas” y “apoyo el libre comercio”. A los
consumidores les perjudica el proteccionismo porque las barreras a las importaciones
encarecen los precios que pagan. Y se ha comprobado que aquellos países que se han
orientado hacia la exportación han tenido en las últimas décadas un desarrollo
significativamente más elevado que los que adoptaron una política de substitución de
importaciones que reservara el mercado nacional a los productores nacionales
Sin embargo cierto grado de proteccionismo se da en todos los países. Uno de los
motivos es que siempre existen sectores productivos nacionales a los que el libre
comercio les perjudica: en el ejemplo de Ricardo serían el sector vitivinícola inglés y el
sector textil portugués. Desde el punto de vista político resulta además importante el
hecho de que el libre comercio beneficia al conjunto de los consumidores de manera
poco visible, mientras que puede dañar de manera muy obvia a un sector concreto, que
presionará en contra.
Además de la defensa de intereses particulares, el proteccionismo puede apoyarse en
diversos argumentos. Un argumento muy sólido es el relativo a los sectores productivos
nacientes, que no han alcanzado las economías de escala necesarias para reducir los
precios, pero que tras una etapa de protección estarán en condiciones de afrontar la
competencia exterior. En tales casos los economistas recomiendan unas tarifas
aduaneras moderadas. Menos justificación teórica, pero mucho apoyo político, tiene la
protección de ciertos sectores en declive, como es notoriamente el caso del sector
agrario de muchos países muy desarrollados. La política agraria común europea, por
ejemplo, es muy proteccionista.
Otros argumentos se basan en la protección de la independencia nacional, que
ciertos sectores temen se vea comprometida si el país depende del exterior para su
prosperidad económica, aunque ello resulta en nuestros días inevitable, a no ser que se
admita el drástico declive del nivel de vida que implicaría una política autárquica. Los
sindicatos de los países desarrollados se sienten amenazados por la competencia de los
países con un nivel salarial más bajo, a los que se traslada la producción industrial de
ciertos sectores (deslocalización). A un nivel más general, sectores de opinión de los
países más desarrollados temen que la competencia internacional lleve a poner en
cuestión sus niveles de protección social o de protección al medio ambiente. Sin
embargo, el principio de que el libre comercio es en conjunto beneficioso difícilmente
puede discutirse.
La defensa del libre comercio a nivel global es el objetivo de la Organización Mundial
de Comercio, que promueve rondas de negociación en que los distintos países se
comprometen mutuamente a reducir sus barreras al comercio. También es posible
promover el libre comercio dentro de un área geográfica determinada, como lo hacen en
sus respectivas áreas la Unión Europea o el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte, que integra a Estados Unidos, Canadá y México (renegociado en 2018).
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Recesión económica.
Para medir el crecimiento del PIB de un año para otro es necesario tomar en
consideración las variaciones de los precios, para lo cual se calcula el porcentaje que el
valor de una moneda en un determinado año representa respecto a su valor en el año que
se toma como base. Si por ejemplo la inflación en un país ha reducido el 50 % el valor
de su moneda en veinte años, por ejemplo entre 2010 y 1990, el PIB de 2010 a precios
corrientes, es decir a precios de ese año, será equivalente a tan sólo la mitad medido a
precios constantes de 1990 y ese es el valor que debe ser tomado en consideración para
medir el crecimiento experimentado. Para ello se utiliza un índice de precios
denominado deflactor del PIB.
Para las comparaciones internacionales es necesario utilizar una tasa de cambio de las
monedas y para ello se utilizan dos métodos. El primero es utilizar la tasa de cambio del
mercado internacional, método por el que se obtiene el PIB nominal. El segundo, en
cambio, pretende una medición más realista teniendo en cuenta la paridad de poder
adquisitivo, es decir, eliminando el efecto causado por las diferencias del nivel de precios
entre los distantes países. Puesto que los precios son más altos en los países más ricos,
este segundo método, que refleja con mayor exactitud el nivel de vida relativo, muestra
una menor diferencia entre el PIB de los países más desarrollados y de los países en
desarrollo. En las comparaciones internacionales el PIB se expresa en dólares, así es que
el PIB según la paridad del poder adquisitivo (PPA) de un país representa la suma en
dólares de los bienes y servicios producidos en ese país, valorados según el precio
que esos mismos bienes y servicios tienen en Estados Unidos.
Transición demográfica.
Comunismo.
El comunismo es una ideología política que propugna el establecimiento de una
sociedad sin clases basada en la propiedad colectiva de los medios de producción. Los
primeros partidarios del comunismo se dieron a conocer en Europa en los años cuarenta
del siglo XIX y el documento más importante de sus primeros tiempos fue el Manifiesto
comunista, publicado por los alemanes Kart Marx y Friedrich Engels en 1848, en cuya
doctrina se basaron todos los Estados comunistas del siglo XX. Hasta la revolución rusa
de 1917 los términos comunista, socialista y socialdemócrata se utilizaban casi como
sinónimos y el de comunista era el menos utilizado, pues los partidos que se inspiraban
en la doctrina marxista solían denominarse socialistas o socialdemócratas. Pero cuando,
tras la revolución de 1917, el ala llamada bolchevique del Partido Socialdemócrata Ruso,
encabezada por Lenin, estableció su dictadura, adoptó la denominación de Partido
Comunista, reutilizando el término empleado por Marx y Engels en 1848. A partir de
ahí se produjo una escisión en el movimiento socialista internacional y los sectores
favorables a las tesis de Lenin se agruparon en partidos comunistas nacionales.
La doctrina elaborada por Marx y Engels, conocida como marxismo, se
presentaba no como una propuesta de acción política, sino como el descubrimiento
científico de las leyes en las que se basaba el desarrollo histórico, la principal de las
cuales era la de la lucha de clases. Marx y Engels sostenían que el capitalismo había
promovido una enorme expansión de la capacidad productiva, pero era incapaz de
gestionarla, porque se basaba en el choque de las iniciativas privadas, y conducía por
ello a repetidas crisis económicas y al empobrecimiento de la mayoría de la población,
relegada a la condición de un proletariado carente de toda propiedad que no fuera su
propia capacidad de trabajo. Pero, por efecto de las leyes inexorables de la historia, que
ellos creían haber descubierto, el proletariado derrocaría el poder de la burguesía
mediante una revolución violenta e impondría su propia dictadura. El capitalismo daría
paso a la propiedad colectiva de los medios de producción, que aseguraría la
desaparición de las diferencias de clases y el nacimiento de una sociedad comunista,
próspera y libre. Sin embargo, Marx y Engels nunca describieron ni siquiera los mínimos
fundamentos de cómo suponían que iba a funcionar la sociedad comunista del futuro.
Se limitaron a afirmar que la desaparición de las diferencias de clases llevaría a la
desaparición del Estado, que no era sino el órgano de una clase para oprimir a otra. Así
es que en la fase final del comunismo se llegaría a un modelo de sociedad similar a la
que propugnaban los anarquistas, aunque para estos la destrucción del Estado
representaba el primer paso de la revolución, mientras que los marxistas planteaban
como primer paso la conquista del Estado por el proletariado.
La doctrina oficial de todos los Estados comunistas del siglo XX ha sido el
marxismo-leninismo o sus derivados, como el maoísmo en China, oficialmente
denominado marxismo-leninismo-pensamiento de Mao Zedong. La premisa del
marxismo-leninismo, que fue codificado por Stalin, era que las afirmaciones de Marx,
Engels, Lenin y luego el propio Stalin o, en el caso de China, Mao, eran verdades
científicas indiscutibles. La principal aportación del propio Lenin fue el concepto de que
la revolución debía ser guiada por la “vanguardia del proletariado” organizada en un
partido disciplinado, el partido comunista. Lenin mantuvo la idea marxista de la
desaparición final del Estado, pero fundó de hecho un Estado muy autoritario, el primer
ejemplo de lo que algunos politólogos denominan Estado totalitario. Ello se debió a que
transformó el vago concepto de dictadura del proletariado, que Marx y Engels nunca
precisaron, en el concepto muy claro de la dictadura de un partido centralizado.
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A partir de Lenin los términos socialista y comunista adoptaron significados
nuevos. Por un lado se produjo una escisión permanente en el movimiento socialista
internacional, que se dividió en partidos socialistas y comunistas, con la particularidad
de que para los comunistas los socialistas no eran sino renegados. Por otra parte en la
terminología leninista se denominaba socialista a la sociedad surgida en la primera fase
revolucionaria, reservando la calificación de comunista a la sociedad futura, en la que el
Estado desaparecería. Eso significa que ninguno de los Estados comunistas del siglo XX
llegó a entrar en la fase que, según su propia definición, sería el comunismo. Por eso la
denominación oficial que el Estado creado por Lenin mantuvo hasta su desaparición fue
la de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Nótese: socialistas y no comunistas.
En la práctica los rasgos fundamentales de todos los Estados comunistas del siglo XX
fueron la propiedad estatal de los medios de producción, la planificación económica y la
dictadura de partido único, que en muchos casos se convirtió en dictadura personal del
líder supremo: Stalin en la Unión Soviética, Mao en China, Kim Il-sung en Corea,
Castro en Cuba. La desaparición del sistema comunista ha sido sorprendentemente
rápida. Entre 1989 y 1991 el comunismo desapareció en toda Europa central y oriental,
en la propia Unión Soviética y en Mongolia. En China y en Vietnam el mantenimiento
de la dictadura del Partido Comunista se ha combinado con una rápida transición hacia
la economía de mercado, con notable éxito. A la altura de 2010 el sistema comunista
sólo pervive también en otros pequeños países como Laos, Corea del Norte y Cuba.
Democracia.
El término democracia procede del griego y significa gobierno del pueblo. Los
primeros ejemplos de gobierno democrático conocidos son los de las antiguas ciudades-
estado griegas, en las que se practicaba una forma de democracia directa, mediante la
participación de los ciudadanos en asambleas populares. La democracia moderna es en
cambio representativa, es decir, que son los representantes elegidos por el pueblo quienes
deliberan acerca de las principales decisiones a tomar. El punto de arranque de la
democracia moderna fueron las revoluciones americana y francesa de fines del siglo
XVIII, pero tuvieron que pasar décadas hasta la llegada de la democracia moderna,
cuando el sufragio universal alcanzó a toda la población adulta tras la abolición de la
esclavitud, el derecho de voto femenino a partir de 1913 (en Noruega), el reconocimiento
de la igualdad jurídica de los pueblos colonizados y de derechos políticos a minorías
étnicas o raciales. De ahí que para muchos autores la democracia sea un fenómeno del
siglo XX.
Las definiciones clásicas de democracia se han centrado en la fuente de
legitimidad del gobierno (la soberanía popular), en el propósito del gobierno (el bien
común) y en el procedimiento para formar el gobierno (mediante la decisión de los
representantes del pueblo). Este último fue el aspecto destacado por Joseph Schumpeter
en su libro de 1942, Capitalismo, socialismo y democracia, en el que criticó la validez
de las definiciones basadas en la fuente de legitimidad y el propósito del gobierno y
propuso definirla en términos de procedimiento, es decir, en la competencia por el voto
del pueblo entre quienes aspiran a gobernar. En esa misma línea y en un libro publicado
en 1991, La tercera ola, Samuel Huntington ha definido el sistema democrático como
aquel en que el poder se basa en elecciones “limpias, honestas y periódicas” en las que
los candidatos compiten libremente por los votos y virtualmente toda la población
adulta tiene derecho al voto, lo cual implica la existencia de libertades de expresión,
reunión y asociación que hagan posible el debate político y permitan la organización de
campañas electorales. También es el criterio seguido por las organizaciones
internacionales de referencia, como las dependientes de Naciones Unidas, y por
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Derecho de autodeterminación.
Derechos humanos.
Los derechos humanos son aquellos que se reconocen a todos los seres humanos por el
hecho de serlo. Esta concepción no adquirió reconocimiento universal hasta 1948, año
en que la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Declaración universal de los
derechos humanos, pero sus orígenes se remontan a una tradición que arranca de la
filosofía griega y del concepto romano del derecho natural, luego desarrollado por
pensadores cristianos, como Tomás de Aquino, Francisco Suárez, Hugo Grocio y John
Locke. Los defensores del derecho natural afirmaron que, por encima del derecho
positivo de los Estados, existe un derecho basado en la propia naturaleza humana que
los gobernantes deben respetar. Aunque en la actualidad la validez de los derechos
humanos no se asocia necesariamente con esta doctrina, es en ella donde se halla su
origen histórico. La expresión derechos humanos se comenzó a usar a fines del siglo
XVIII y se difundió en el XIX.
Las primeras declaraciones de derechos fueron el resultado de las revoluciones inglesa,
americana y francesa de los siglos XVII y XVIII. En Inglaterra la Ley de derechos de
1689 afirmó ciertos derechos individuales frente a la arbitrariedad del gobierno. En
Estados Unidos la Declaración de Independencia de 1776 afirmó que todos los hombres
han sido creados iguales y dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables,
entre los que se incluyen la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Y en Francia
la Declaración de derechos del hombre y el ciudadano de 1789 afirmó los derechos
naturales e imprescriptibles del hombre a la libertad, la propiedad, la seguridad y la
resistencia a la opresión.
La comunidad internacional no adoptó, sin embargo, la validez universal de los derechos
humanos hasta la fundación en 1945 de Naciones Unidas, cuya carta proclama en el
artículo primero el propósito de promover el respeto a los derechos humanos y las
libertades fundamentales de todos, sin distinción de raza, sexo, lenguaje o religión. A
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partir de entonces una comisión de Naciones Unidas, presidida por Eleanor Roosevelt y
en la que jugaron un gran papel los juristas John Humphrey y René Cassin, elaboró el
texto de la Declaración universal de los derechos humanos, que fue aprobada en 1948
por la Asamblea General de Naciones Unidas, sin ningún voto en contra, aunque se
abstuvieron la Unión Soviética y demás países comunistas, Arabia Saudí y Sudáfrica. Al
tratarse de una declaración, no resulta de obligado cumplimiento para las Estados
miembros de Naciones Unidos, pero la autoridad moral que ha adquirido es enorme y
en muchos países sus artículos son invocados en la jurisprudencia. La Constitución
española la asume expresamente en su artículo décimo.
El siguiente paso fue la elaboración de un convenio internacional de derechos humanos,
vinculante para los Estados que lo suscriben, pero la tarea resultó muy compleja por los
diferentes puntos de vista de los Estados miembros. Finalmente se optó por elaborar dos
convenios: el Pacto Internacional de Derechos Civiles y políticos, y el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que fueron aprobados en
1966. En 2013 el primero había ratificado por 167 Estados y el segundo por 160.
Posteriormente se han ido aprobando otros convenios internacionales específicos, como
los adoptados contra la discriminación racial, la discriminación de la mujer y la tortura, y
en favor de los derechos de los niños, de los inmigrantes y de las personas discapacitadas.
Etnia.
Una etnia o grupo étnico es un grupo humano que cree provenir de unos
antepasados comunes, tiene una tradición cultural común y afirma un sentido de
identidad diferenciado. El término procede de la palabra griega ethnos, que suele
traducirse por nación. Durante el período colonial fue aplicado por los europeos a los
diversos grupos indígenas que convivían en los territorios colonizados y más tarde se ha
asignado a los grupos de inmigrantes que mantenían rasgos culturales diferenciados en
el seno del país en que se habían establecido.
No es sencilla la distinción en el uso de los términos etnia y nación. Ambos pueden
ser intercambiables cuando por nación se entiende un grupo humano diferenciado por su
tradición cultural; pero el término nación se utiliza también para definir a un grupo
humano que constituye un Estado soberano, mientras que etnia nunca se emplea en ese
sentido. Cuando en un mismo Estado nacional conviven grupos con tradiciones
culturales diferenciadas se puede decir que se trata de un Estado multiétnico. El término
nacional suele tener un contenido político más fuerte que el término étnico, así es que si
un grupo humano se define a sí mismo como nación está proclamando con ello su
aspiración a algún tipo de autogobierno, mientras que no ocurre lo mismo con un grupo
que se percibe como étnico, en parte porque, a diferencia de los grupos nacionales, los
grupos étnicos no siempre ocupan un territorio diferenciado. En los últimos tiempos, sin
embargo, han surgido movimientos que reivindican derechos específicos en función la
identidad diferenciada de su respectivo grupo étnico. De ello ha surgido el debate sobre
el multiculturalismo.
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En el uso habitual, el término étnico se emplea sobre todo para grupos humanos de
origen no europeo. En Gran Bretaña, por ejemplo, puede hablarse de minorías étnicas
para referirse a los grupos caribeños o pakistaníes procedentes de la inmigración, pero
resultaría raro aplicar el término a los escoceses o los galeses. En las ciencias sociales el
término se utiliza, en cambio, con un alcance más general. Uno de los primeros
sociólogos en emplearlo fue Max Weber, quien definió como grupos étnicos a aquellos
grupos humanos que mantienen la creencia subjetiva de descender de unos antepasados
comunes, debido a sus rasgos físicos, sus costumbres o sus memorias de pasadas
migraciones o colonizaciones, independientemente de que dicha creencia tenga o no
bases reales.
En contra de una percepción bastante extendida, los grupos étnicos no son
entidades estables, sino que se remodelan, aparecen y desaparecen en función de todo
tipo de interrelaciones entre las poblaciones humanas. Al proceso por el cual llega a
formarse un grupo étnico se le denomina etnogénesis. Por otra parte los límites de un
grupo étnico no son siempre nítidos, por lo que a menudo resulta imposible identificar
objetivamente el número de etnias que conviven en un territorio.
La utilización política de la identidad étnica puede llevar a la imposición de
identidades arbitrarias y conflictos violentos. El término limpieza étnica se emplea para
referirse a la expulsión violenta de un grupo étnico de un territorio. Las matanzas y otras
acciones encaminadas al exterminio de un grupo nacional, étnico, racial o religioso se
engloban en el delito de genocidio, definido en el derecho internacional a partir de la
convención de Naciones Unidas de 1948.
Hace un siglo etnia y raza tendían a identificarse, es decir que se pretendía asociar
los rasgos culturales propios de una etnia con determinados rasgos físicos hereditarios,
pero este enfoque ha quedado desacreditado, tanto por los avances de la investigación
científica como por el rechazo de todas las doctrinas racistas que se produjo tras los
horrores del nazismo. Un paso decisivo se dio con la declaración de la UNESCO sobre
la cuestión racial de 1950: destacados antropólogos afirmaron que los grupos
nacionales, religiosos, geográficos, lingüísticos y culturales no coincidían
necesariamente con grupos raciales y que sus rasgos culturales no tenían conexión
genética demostrada con rasgos raciales, por lo que para evitar errores era deseable
prescindir del término raza y referirse a tales grupos como étnicos.
Liberalismo.
Multiculturalismo.
Nación.
El término nación, derivado del latín natio, se emplea para referirse a un grupo
humano que presenta ciertos rasgos culturales comunes y posee o aspira a algún tipo de
autogobierno. Aunque a menudo se emplea como sinónimo de país o de Estado (un
tratado internacional es en realidad un tratado entre Estados, de la misma forma que
Naciones Unidas es una organización formada por Estados), en principio no es difícil
establecer una distinción entre ambos términos, pues país se refiere básicamente a un
territorio, mientras que Estado designa una entidad política soberana. Más difícil es
establecer la distinción respecto a términos como pueblo o etnia, salvo que el término
nación tiene una carga política más fuerte: si un grupo humano se define a sí mismo
como nación manifiesta con ello su derecho al autogobierno.
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Así mismo, el término nación se aplica tanto a la nación-estado como a la nación cultural.
Una nación-estado es un Estado que se presenta como la expresión soberana de una
comunidad nacional, mientras que una nación cultural es una comunidad que se siente
vinculada por unos rasgos culturales compartidos, aunque no posea un Estado propio.
Este segundo concepto resulta más problemático que el de nación-estado, ya que no
existe un consenso acerca de los rasgos que definen a una nación cultural. El
requisito indispensable es que los miembros que constituyen esa comunidad sientan la
existencia de un vínculo entre ellos basado en factores como la historia, la lengua, la
religión y otras tradiciones culturales.
Hay dos corrientes interpretativas básicas de nación. La interpretación
esencialista o primordial de las naciones, común ente los militantes nacionalistas,
considera que las naciones son las comunidades naturales en las que se subdivide la
especie humana, tienen profundas raíces históricas y en su meta final de máxima
independencia busca conformar un Estado propio; mientras que los Estados
multinacionales serían construcciones artificiales. Otra corriente de autores estima, por
el contrario, que las naciones son construcciones sociales, e s d e c i r , el resultado de
una acción voluntaria y consciente de las nuevas élites del Estado moderno. Son, por
tanto, un producto de ingeniería social y cultural: “comunidades políticas imaginadas”,
basadas en “tradiciones inventadas”, con contenidos revisados y redefinidos
permanentemente, para inculcar valores e impulsar la homogeneización cultural y la
cohesión social, como una especie de nueva religión política.
Ernest Gellner, por ejemplo, ha afirmado que son los nacionalismos los que
engendran a las naciones y no viceversa. En unos casos son viejos Estados los que
promueven la nacionalización apoyándose en el sistema educativo, la difusión de una
lengua común, símbolos (banderas, himnos), mitos históricos, fiestas, rituales y
espectáculos (deportes), conmemoraciones, servicio militar, impuestos, éxitos en el
desarrollo económico o imperial, literatura, música y otras manifestaciones culturales.
En otros, cuando se trata de los nacionalismos sin Estado, aunque tengan como base
herencias étnicas, religiosas y culturas preexistentes, son las élites nacionalistas las que
reconstruyen y reinterpretan éstas para formular un proyecto nacional de carácter
político, movilizan a las masas tras él, con los instrumentos a su disposición del
repertorio antes citado, y lo convierten en un movimiento político y social cuyo
objetivo es lograr la unidad de esa comunidad, su autonomía y, finalmente, su
independencia política.
Hay casos en que los ciudadanos de un Estado se sienten miembros de una
misma nación debido a su historia común, a pesar de sus diferencias étnicas o
lingüísticas. En Europa el caso más evidente es el de Suiza, un Estado en el que se
hablan cuatro lenguas y cuyos ciudadanos se sienten integrados en una Willensnation,
es decir, una nación basada en la voluntad. Un caso similar es el de aquellas naciones
surgidas de la colonización y la inmigración, en la que la diversidad de los orígenes de
sus ciudadanos no ha impedido el surgimiento de un fuerte sentido de la identidad
nacional basado en su tradición histórica, como ocurre en Estados Unidos o en
Argentina. La concepción de la nación como resultado de la voluntad colectiva tiene su
más famosa expresión en las palabras del escritor francés Ernest Renan, quien en 1882
afirmó que una nación es “un plebiscito cotidiano”, es decir, que existe porque sus
miembros quieren que exista. Frente a la concepción primordial alemana según la cual
la lengua y la tradición cultural eran la base de la nación, y por tanto Alsacia y Lorena
eran alemanas, para los franceses lo decisivo era la voluntad popular y, por tanto, Alsacia
y Lorena eran francesas. Renan afirmó también que una nación era un grupo humano
que había hecho grandes cosas en común y quería seguir haciéndolas. En contraste
con esta afirmación optimista cabe citar la definición humorística, cínica pero no del
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Nacionalismo.
los miembros de esa nación respecto de sus vecinos y cuál es el grado de autogobierno
político que desean para su nación. La acomodación de estos nacionalismos sin Estado
se convierte en conflictiva cuando los objetivos definidos por las élites nacionalistas
chocan con la realidad constitucional o ponen en riesgo la integridad territorial o los
intereses de los Estados implicados. Los mecanismos que han resultado más eficaces
son alguna fórmula federal que incluya una segunda cámara legislativa de
representación territorial, la distribución proporcional de recursos y poder estatal, la
protección especial de derechos culturales de las minorías contra discriminaciones y la
posibilidad de que los grupos minoritarios pueden rotar o compartir poder en las
coaliciones de gobierno central. Sin embargo, una segunda cámara legislativa con
sobrerrepresentación de las unidades con menos población (en EEUU o Brasil cada
estado tiene el mismo número de senadores con independencia de su población), viola el
principio democrático “un hombre, un voto” y la regla de la mayoría. Incluso puede
hacer difícil la formación de gabinetes en sistemas parlamentarios donde éstos necesiten
la confianza de las dos cámaras. Otra dificultad es la tensión entre la defensa de derechos
culturales colectivos y la protección de los derechos individuales. Los primeros
(derecho a un sistema educativo, instituciones religiosas o legales, medios de
comunicación propios) no deben violar política o constitucionalmente los derechos de
los ciudadanos individuales, detentadores esenciales de derechos en un sistema
democrático. Tampoco el estado central puede delegar completamente su responsabilidad
en el mantenimiento de los mismos. Ejemplos de este conflicto se han dado en temas
lingüísticos en Quebec, en Cataluña y Bélgica o con los tribunales de familia
musulmanes en India. El sistema federal de EEUU también permitió a los Estados
del Sur limitar la libertad de los afroamericanos.
Finalmente, hay que constatar la vulnerabilidad de las democracias a presiones
nacionalistas de tipo secesionistas. Una vez conseguidos el reconocimiento a la lengua y
a un sistema educativo propios, constituida una intelectualidad nacionalista, establecidas
instituciones con recursos dirigidas por la élite política nacionalista, ésta puede utilizar
todos estos elementos, bien para promover una acomodación dentro del Estado federal
más beneficiosa para sus intereses -lo más habitual- o bien para conseguir la
independencia. Estos procesos generan incertidumbre e inestabilidad política, además
de crispación y enfrentamiento en la comunidad afectada, con perjuicio sobre todo para
los ciudadanos que no se identifican con el ideal nacionalista.
Neoliberalismo.
la situación del mercado, positivas en términos reales pero moderadas; libre fluctuación
de las tasas de cambio de la moneda; liberalización del comercio exterior; liberalización
de los flujos internacionales de capital; privatización de empresas públicas;
desregulación, es decir, eliminación de las medidas que restringen la libre competencia,
salvo las requeridas por motivos de seguridad, protección del medio ambiente y
protección de los consumidores; garantía jurídica de los derechos de propiedad y
desarrollo del sistema bancario.
A pesar de su carga polémica, el término neoliberalismo resulta útil para destacar
que durante las tres últimas décadas el período de intervencionismo estatal que se inició
en los años treinta y se inspiró en Keynes ha dado paso a un regreso de los principios
del liberalismo clásico, aunque ello no ha supuesto una renuncia al Estado del bienestar.
La Gran Recesión iniciada en 2008 ha planteado la necesidad de una regulación más
adecuada de ciertas prácticas financieras, pero no ha puesto en cuestión la confianza
general en el libre funcionamiento de la economía de mercado. Por su parte, los
críticos del neoliberalismo argumentan que reduce la soberanía económica de los
Estados, cuya política se ve condicionada por la respuesta de los mercados
internacionales, incrementa la desigualdad social y reduce el poder negociador de los
trabajadores.
Socialdemocracia.
seno del Partido Socialdemócrata Alemán donde surgió la corriente revisionista del
marxismo en la que se encuentra el origen de la socialdemocracia actual. Su principal
impulsor, a partir de 1898, Eduard Bernstein, criticó el determinismo económico de
Marx y su creencia en el empobrecimiento creciente de los trabajadores, en el inevitable
hundimiento del capitalismo, en la división de la sociedad en dos clases antagónicas y
en la necesidad de la dictadura del proletariado. Por el contrario propuso que la
socialdemocracia colaborara con otros partidos democráticos de izquierda para impulsar
reformas sociales y políticas graduales por medios pacíficos. Los novedosos
planteamientos de Bernstein fueron mayoritariamente rechazados por el movimiento
socialista internacional, pero sus ideas terminaron por imponerse en la práctica.
A partir de la revolución rusa de 1917 y de la escisión comunista, la mayor parte
de los partidos socialistas rechazaron el marxismo dogmático y la dictadura de partido y
asumieron la defensa de las libertades democráticas. Tras la turbulenta era de los
fascismos y de la Segunda Guerra Mundial esa fue la tendencia que se impuso en la
socialdemocracia europea. La nueva Internacional Socialista, fundada en 1951,
denunció en su documento fundacional (la declaración de Frankfurt) tanto el
capitalismo como el comunismo. Los partidos que la integraban asumieron la defensa
de los principios liberales en que se basaban las democracias occidentales al tiempo que
impulsaban, junto a otros partidos, el desarrollo del Estado del Bienestar. En 1959 el
Partido Socialdemócrata Alemán abandonó en su congreso de Godesberg el marxismo y
el concepto de la lucha de clases.
El triunfo del Estado del bienestar, tanto en Europa como en otros lugares,
incluido Estados Unidos, que carece de una tradición socialdemócrata, ha restado
especificidad a los partidos socialdemócratas. Puesto que la sustitución de la economía
de mercado ya no se plantea y los rasgos básicos del Estado del bienestar no son
discutidos por ninguna corriente política importante, el programa socialdemócrata
básico se ha convertido en parte del consenso democrático. Por otra parte, la necesidad
de combinar el mantenimiento del Estado del bienestar con la promoción de la eficacia
económica, en una etapa de creciente competencia a nivel global y de declive
demográfico, ha obligado a los gobiernos socialdemócratas a tomar medidas de
liberalización económica contrarias a su tradición.
3. Organizaciones internacionales
G8 y G20.
El G8, o Grupo de los Ocho, inicialmente G6 y luego G7, es un foro de discusión
intergubernamental creado en 1975 por iniciativa del presidente francés Giscard
d’Estaing, con la participación inicial de Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino
Unido y los Estados Unidos. La finalidad era analizar los problemas de la economía
mundial, que en el momento de su fundación se veía gravemente afectada por el impacto
de la crisis del petróleo de 1973. Al mismo se incorporaron Canadá en 1976 y Rusia en
1997. La Unión Europea también está representada. Una vez al año se celebra una
cumbre de los jefes de gobierno del grupo, con participación de representantes de la
Unión Europea, y además se celebran reuniones ministeriales sobre diferentes temas de
interés común. Las cumbres anuales despiertan una gran atención en los medios de
comunicación, pero no se trata de nada parecido a un gobierno mundial, sino de un foro
en el que los jefes de gobierno de algunos de los países más poderosos intercambian
ideas y puntos de vista. Para subrayar su condición de simple foro de discusión, el G8
no se ha dotado de una estructura administrativa permanente, por lo que la
responsabilidad de convocar y presidir las reuniones rota anualmente entre los países
miembros En 2012 los miembros del G8 representaban casi el 15% de la población
mundial, el 50% del Producto Mundial Bruto nominal y el 40 % del mismo medido
según la paridad del poder adquisitivo. El G7, sin Rusia, también mantiene reuniones.
En 2008 el impacto de la crisis económica mundial y el reconocimiento de la creciente
importancia de las economías emergentes condujeron a que adquiriera mayor relevancia
otro grupo, el G20. Este existía desde 1999 como grupo de ministros de hacienda y
gobernadores de los bancos centrales, pero a partir de ese año se han celebrado cumbres
de los jefes de gobierno del grupo. Hubo dos cumbres en 2009 y otras dos en 2010, pero
a partir de entonces se ha acordado que sean anuales. Los temas abordados se refieren a
la estabilidad económica mundial. El G20 incluye a los miembros del G8, es decir
Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Rusia y Japón, a otros
once países: México, Brasil, Argentina, Sudáfrica, Turquía, Arabia Saudí, India,
Indonesia, China, Corea del Sur y Australia, y a la Unión Europea. En conjunto, esos
diecinueve países representan el 65 % de la población mundial y el 85 % del Producto
Mundial Bruto. Ciertas instituciones internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional, también están representadas. Al igual que el G8, el G20 carece
de estructura administrativa permanente y la presidencia es rotatoria.
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Naciones Unidas.
La Organización de Naciones Unidas, o más sencillamente Naciones Unidas, es una
organización internacional fundada tras la Segunda Guerra Mundial para defender la
paz y la seguridad y promover los derechos humanos y el desarrollo económico y social.
El primero en usar la expresión naciones unidas fue el presidente americano Franklin D.
Roosevelt, que lo empleó para referirse a los estados aliados que combatían juntos en la
guerra mundial, y su primer uso oficial fue en la Carta del Atlántico, suscrita en enero
de 1942 por los gobiernos de 26 países. En abril de 1945 se inició la conferencia de San
Francisco, en la que se aprobó la Carta de la nueva organización. La primera Asamblea
General se celebró en Londres en enero de 1946, con la participación de los 51 Estados
que inicialmente se incorporaron.
En 2018 cuenta con 193 Estados miembros. Sus lenguas oficiales son árabe, chino,
español, francés, inglés y ruso (el árabe se añadió en 1973 a los cinco originales). Las
lenguas utilizadas por el Secretariado son francés e inglés. Sus cinco órganos
principales son la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y
Social, el Secretariado y la Corte Internacional de Justicia. La sede de los cuatro primeros
se halla en Nueva York, mientras que la Corte tiene su sede en La Haya. El sistema
de Naciones Unidas cuenta también con diversas agencias especializadas, cuyas sedes
se reparten por diversos países del mundo.
La Asamblea General, integrada por todos los países miembros, es un órgano
deliberativo que celebra sesión una vez al año. Excepto en lo que afectan al presupuesto
de la propia organización, sus resoluciones no son vinculantes para los países miembros,
aunque tienen un valor político importante. Los convenios internacionales aprobados
por la Asamblea no entran en vigor hasta que son ratificados por un número
determinado de Estados y sólo son vinculantes para los Estados que los ratifican. Las
decisiones principales han de ser tomadas por mayoría de dos tercios de los Estados
miembros.
El Consejo de Seguridad es el encargado de velar por la paz y la seguridad
internacionales. A diferencia de los restantes órganos de Naciones Unidas, que sólo
pueden hacer recomendaciones, las resoluciones del Consejo de Seguridad acerca de las
obligaciones que los Estados miembros han asumido conforme al artículo 25 de la
Carta, son vinculantes. Lo integran 15 Estados, de los cuales cinco, China, Estados
Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia (es decir los vencedores de la Segunda Guerra
Mundial) son miembros permanentes con derecho a veto. El derecho a veto permite a
cada uno de los cinco miembros permanentes evitar la adopción de resoluciones a las
que se opone, pero no evitar que se debatan. Los diez miembros no permanentes son
elegidos por la Asamblea General sobre una base regional y con un mandato de dos
años. Las propuestas de reformar el Consejo de Seguridad, incluida la incorporación de
nuevos miembros permanentes, no han salido adelante por falta de consenso.
El Secretariado está integrado por funcionarios internacionales independientes de sus
respectivos gobiernos y lo encabeza el Secretario General, que es el responsable de la
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