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Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

PRAXIS FILOSÓFICA:
demandas y necesidades sociales del
ejercicio filosófico en la actualidad

José Castañeda Vargas

La praxis filosófica, entendida como el ejercicio práctico y teórico de


filosofar o de abordar comprensivamente los cuestionamientos huma-
nos a partir de la reflexión y de la búsqueda de sentido frente a fenó-
menos susceptibles de cuestionamiento, análisis, interpretación, concep-
tualización, diálogo, discusión y debate, se realiza siempre a partir de
marcos referenciales históricos y de contextos situacionales desde los
cuales el pensador enuncia sus posiciones; es decir, desde una serie de
determinantes sociales, culturales y existenciales que se constituyen en
el ámbito vital de cultivo del filosofar.

La filosofía, desde esta perspectiva, jamás puede ser ajena a aquel


que filosofa y a las circunstancias propias desde donde ejercita su pensa-
miento; responde por lo tanto en su filosofar a los cuestionamientos de
su época, a los hitos históricos determinantes, a los ámbitos relacionales
donde se ubica el filósofo, a las problemáticas socioculturales de un con-
texto, a las realidades personales que se vinculan con un tipo de pensa-
miento, entre otros múltiples aspectos que pueden ejercer influencia di-
recta en la manera en que se adopta una determinada posición filosófica.
Así, la filosofía se va consolidando en su naturaleza a partir de momentos

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La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

históricos, de escuelas filosóficas e incluso de las circunstancias de cada


uno de los filósofos que la ejercitan.

De esta manera, al preguntar por el ejercicio filosófico en la actualidad


es fácil evidenciar que incluso en el ámbito mismo del desarrollo filosófi-
co se presenta una suerte de desencanto con relación a la importancia,
pertinencia y actualidad del pensamiento filosófico en la sociedad con-
temporánea. Se considera por ejemplo que la especulación filosófica ha
sido reemplazada por la exactitud científica, por el avance vertiginoso
de la técnica y la tecnología, y por la consolidación de disciplinas que
parten del método científico, tales como la antropología, la psicología o la
sociología, entre otras.

Sin embargo, se escuchan voces que en contra de esta posición


buscan la reivindicación de las denominadas ciencias humanas, y entre
ellas el desarrollo de la filosofía como un saber y una disciplina a la que
habría que darle especial protagonismo en el concierto de las apuestas
que configuran la sociedad actual, so pena de caer en una dinámica social
puramente mecánica, capitalista y tecnificada que no respondería en tales
condiciones a las preocupaciones y problemáticas del ser humano, de la
sociedad y de la realidad, en sus perspectivas de construcción de sentido,
de significado y de pensamiento.

En este sentido, la filosofía en su ser y su quehacer busca hoy confi-


gurar más su identidad disciplinar a partir de las diversas escuelas y ten-
dencias que en la actualidad se desarrollan desde el saber filosófico. Las
prácticas filosóficas emergen así en su variedad y riqueza. Se conservan
las formas tradicionales de ejercicio filosófico referidas a creación de
conceptos, de pensamiento, de especulaciones, interpretaciones y análisis
desde distintas perspectivas. Junto con ello, el diálogo entre filosofía y
ciencias puras, filosofía y tecnología, filosofía y ciencias sociales y huma-
nas, entre otros, es hoy un reto inaplazable que viene desarrollándose
desde diversos esfuerzos por el trabajo interdisciplinario y por la confi-
guración de un aporte de la filosofía a estas instancias de relevancia
contemporánea. Un capítulo importante del desarrollo de la filosofía en
la actualidad lo constituye también su íntima relación con procesos edu-
cativos, lo que ha conducido a configurar apuestas de formación y educa-
ción filosófica en las distintas etapas de enseñanza–aprendizaje y desde
allí a un diálogo entre filosofía y pedagogía que ha abierto importantes

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Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

desarrollos, particularmente en la consideración de la relevancia de la


educación filosófica a la hora de estructurar el pensamiento, de generar
disposiciones éticas, estéticas, lógicas, políticas y religiosas entre otras, así
como a la hora de fundamentar epistemológicamente posiciones, teorías
e interpretaciones de la realidad.

Así aparece la praxis filosófica –entendida bien como una actitud


vital o bien como un saber y una disciplina constituida– que tiene una
naturaleza que le es propia y que le permite diferenciarse, incluso hoy, de
otras prácticas y de otras enunciaciones teóricas humanas. Junto a ello,
es posible hablar de un sentido de la filosofía, es decir, del para qué de la
praxis filosófica en un contexto determinado como el nuestro.

Desde esta situación, el presente apartado pretende hacer una re-


flexión en torno al ejercicio filosófico en la actualidad teniendo en cuenta
los desafíos que la sociedad contemporánea demanda del conocimiento,
la propia naturaleza de la filosofía y su devenir histórico en el último
siglo. Se trata de preguntar por el sentido de la disciplina filosófica y en
general de una actitud filosófica de cara al contexto contemporáneo, que
exige de la filosofía un protagonismo, una intervención, una palabra, en
orden a la configuración del estado actual de cosas en el que vivimos.
Así, desentrañar el sentido de la praxis filosófica desde una perspectiva
reflexiva, comprensiva e interpretativa, es el ejercicio que se pretende en
este apartado del libro, con el fin de brindar un marco contextual que deje
en evidencia la necesidad de comprender la filosofía como una praxis y
a la vez incite una orientación particular de las prácticas filosóficas, de
tal modo que estas logren dinamizar procesos educativos y formativos en
personas y comunidades hasta la configuración de un ejercicio filosófico
con fuerza e incidencia en los ámbitos sociales y políticos actuales.

Ahora bien, cuando se pregunta por el sentido o por el para qué de


la filosofía, no debe entenderse necesariamente que se busca una utilidad
de la misma, sino más bien el tipo de enunciación que implica el ejercicio
filosófico y sus repercusiones contextuales. Al ubicarse la filosofía en unos
marcos referenciales situacionales es importante preguntar cuáles son
las demandas y las necesidades sociales que en la actualidad impulsan
el cultivo de la filosofía y a su vez los proyectos de educación filosófica;
se trata entonces de ubicar el conjunto de factores o de realidades que
impulsan las posibilidades del quehacer y de la acción filosófica.

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La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

En un segundo momento se muestra cómo corrientes actuales de la


filosofía como la hermenéutica, la filosofía práctica, la filosofía pragmática
y la filosofía social y aplicada sustentan renovadas maneras de filosofar
que responden adecuadamente a estas nuevas necesidades y demandas
sociales. La hipótesis central consiste en que estas escuelas filosóficas
enfatizan las relaciones entre filosofía y realidades sociales, filosofía y
praxis humana, filosofía y problemas prácticos y aplicados; lo cual abre
horizontes a una educación filosófica para la democracia y los derechos
humanos.

Demandas y necesidades sociales


Nuestra realidad social es extremadamente compleja. El intento de
describir o de comprender esta característica es una empresa demasiado
vasta que ocupa un importante número de los estudios sociales y
culturales actuales. Asimismo, es una realidad que percibimos y de la
que nos percatamos en nuestra cotidianidad. El mundo sofisticado de
la comunicación nos posibilita alcanzar una percepción amplia, aunque
por supuesto siempre parcial y nunca total, de los entramados sociales
constituyentes de la realidad humana. La praxis filosófica se ubica en
medio de esta complejidad como un esfuerzo más por dar cuenta de
esa misma realidad desde categorías de comprensión y significación que
resulten relevantes a la hora de buscar un significado y sentido de mundo.
Es precisamente allí en donde la filosofía gana una estrecha relación con
las realidades sociales en la medida en que todo ejercicio filosófico surge
a partir de una realidad social y, en algún sentido, responde a esta misma
realidad.

Un primer asunto a subrayar es que las demandas y necesidades


sociales de las que hablamos acá y que en nuestra hipótesis constituyen
o deberían constituir el impulso de nuestro actual filosofar, de ninguna
manera son cuestiones buscadas, en el sentido en que especulativamen-
te podamos ahora hallarlas, sino que son una serie de realidades que
somos efectivamente y que nos conciernen y pertenecen en nuestro
inmediato existir. En segundo lugar, nos referiremos a aquellas demandas
y necesidades sociales que salen a relucir en el panorama de un mundo
que se entiende globalmente, que defiende y promueve la democracia,
que comulga con un sistema económico preponderantemente capitalista,

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que estimula y protege las libertades individuales y que procura el bie-


nestar de los pueblos y de las personas bajo los preceptos del progreso
y del desarrollo continuo. Todas ellas son ideas discutibles y polémicas, y
desde el punto de vista filosófico merecerían un examen más cuidadoso
y un análisis crítico, pero aquí las asumimos como el marco referencial y
contextual en el que la praxis filosófica de hoy debe tomar su palabra
y realizar la tarea a la que históricamente ha sido convocada.

Ontología de la pluralidad

Nuestro mundo contemporáneo no es una realidad totalizante,


unificada, uniforme, homogénea y universal. A pesar de que en muchos
ámbitos se habla de globalización como un intento por caracterizar la
sociedad contemporánea como un conjunto fácilmente englobable, en el
fondo, de lo que se trata es de afirmar la evidente pluralidad, diversidad
y diferencia que nos conforma. No hay hoy una sola manera de ver el
mundo; no hay tampoco una manera cierta y verdadera de comprender
el mundo con carácter absoluto y que pueda servir como instrumento
al servicio de intereses políticos y religiosos. La verdad, en el presente,
se halla en la pluralidad, en la diversificación de las distintas prácticas
humanas, en las variadas visiones —todas ellas correctas— del mundo,
en una democracia abierta que incluye una gran gama de estilos, formas
y maneras de ser.

La antigua sentencia de la metafísica aristotélica según la cual ser


se entiende de muchas maneras es hoy susceptible de ser transformada
de un sentido epistemológico a un sentido ontológico que nos permita
afirmar que se es, se existe y por lo tanto se piensa y se vive de muchas y
plurales maneras. Nuestra época se caracteriza por una comprensión de
la heterogeneidad de culturas y mundos; por lo tanto, una democracia
implica el reconocimiento, la inclusión y la participación efectiva de este
abanico heterogéneo que somos. Tal pluralidad hoy se entiende cada
vez más no como una amenaza o como una realidad problemática que
deba ser superada y abolida tras un pretexto de unidad, sino que la
consciencia de nuestra época nos ha invitado a asumir la pluralidad del
ser y del existir como una oportunidad, como un valor positivo, como una
riqueza inigualable que nos pertenece y que nos hace reflexionar sobre
las categorías de diferencia y multiplicidad, de reconocimiento e inclusión
para la construcción de una auténtica y efectiva democracia.

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La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

A su vez, la pluralidad de existencias —como si fuera poco— va


acompañada con la pluralidad de fenómenos que comportan esas mis-
mas existencias en su situación particular y específica, lo que denota una
incalculable diversidad de formas de captación y realización del ser y un
dinamismo de constitución de realidad siempre abierto y proyectivo.
Habermas caracteriza este fenómeno con las siguientes palabras:

Las personas se individualizan a través de su historia de vida, y las culturas


y las formas culturales de vida se individualizan a través de periodos o
épocas históricos. No es sorprendente que esta conciencia histórica diera
nacimiento a una conciencia cada vez más intensa de la necesidad de ma-
nejar un tipo de contingencia que ya no surgía del núcleo mismo de la
naturaleza exterior o interior, sino que emanaba de la superficie de asuntos
humanos fluidos, de relaciones interpersonales, de redes sociales. (Como
se citó en Sanders, 2000, p. 20)

Es desafío para la filosofía en la actualidad dar cuenta de esta visión


del mundo pluralista. La crítica de los sistemas filosóficos unificantes, to-
talizantes y absolutos ha dado paso en la filosofía a la afirmación de la
diferencia, de lo múltiple y del perspectivismo. La filosofía tiene como tarea
y reto educar para la pluralidad, ensanchar las mentes para la recepción
y el reconocimiento de lo diverso. A su vez, ella misma debe mostrar-
se plural, por ello surgen diferentes tendencias filosóficas, modelos de
comprensión y escuelas de diversa índole; aunque también las prácticas
filosóficas se van diversificando de tal manera que hoy ya no se concibe
de manera exclusiva una práctica academicista de la filosofía, sino que ella
misma sale de las aulas y de los libros y se realiza en y a partir de diversos
ámbitos y ambientes en donde su praxis es relevante.

En este punto, es notable la vinculación entre filosofía y democracia,


dado que la formación para esta última implica una toma de conciencia
del pluralismo óntico y la correspondencia con él desde el pensamiento
y el ejercicio de reflexión. En una sociedad democrática es necesario
reconocer que puede y debe haber concepciones de mundo alternativas,
visiones del mundo diversas en lo cultural, lo político, lo religioso, lo étnico,
entre otros; a este reconocimiento de las perspectivas distintas, y no de
una visión única del mundo, puede contribuir enormemente la filosofía.

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Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

La diversidad de interlocutores sociales

Consecuencia de la afirmación anterior es que a la hora de


comprender o entender una sociedad es necesario percatarse de la di-
versidad de actores que la constituyen. Una configuración social, que
intenta ser un punto de referencia común dentro de un conjunto de seres
humanos, muestra a su vez la diversidad de voces y de visiones que la
constituyen. La sociedad es entonces siempre diversa y perspectivista.
Una sociedad democrática consiste en el reconocimiento de que coexisten
formas de ser diversas, concepciones de mundo alternativas, visiones de
mundo diferentes en lo cultural, lo político, lo religioso, etcétera y que
estas características generan una multiculturalidad, unas condiciones
pluriétnicas y un perspectivismo de formas de vida en el complejo
entramado social.

No obstante, esta diversidad social, si quiere ser suficientemente


incluyente, implica una individualización y personificación de cada uno de
los actores. El reconocimiento del otro como otro, de su diferencia, de su
particularidad, de su propia identidad, es un tópico que nos desafía hoy en
la construcción democrática; y ello resulta relevante justamente porque
ese individuo y esa subjetividad particular posee una voz propia, un
sentido de mundo y de realidad, unos valores, creencias y pensamientos
que comunicar, y un horizonte vital particular por realizar, lo cual lo hace
y lo constituye un interlocutor válido que debe ser escuchado, tenido en
cuenta y potenciado desde sus capacidades en una sociedad democrática.

Es cierto que en nuestros contextos prevalecen hoy con fuerza las


discriminaciones, exclusiones y marginaciones, pero un gran desafío que
nos impone la aspiración democrática es el de superar estas barreras y
posibilitar la inclusión de cada uno, de su más propia particularidad en
el concierto social sin distinciones de ningún tipo, sino valorando su
igualdad e identidad, lo que garantizará el predominio de ese pluralismo
y diversidad social que hemos subrayado.

Esta diversidad de interlocutores conlleva un fuerte desafío para el


ejercicio filosófico actual. La filosofía ha sido primordialmente desarrolla-
da por una élite de intelectuales con autoridad académica y con discurso
propio. La profesionalización de la filosofía, por otro lado, ha hecho que

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La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

el ejercicio filosófico se entienda como una especialización en un campo


teórico específico y que la praxis filosófica permita ese matiz de actitud vital
y de forma existencial de ser. En este sentido, en la actualidad la filosofía
tiene como reto democratizarse, popularizarse —si se permite usar estos
términos— es decir, que pueda concebirse diversidad de interlocutores
filosóficos. La filosofía en los niños, adolescentes y jóvenes, la filosofía
feminista, la filosofía en las diferentes culturas y grupos sociales, la filosofía
en el parque, en el café, en el seno de las relaciones familiares, etcétera.
La filosofía hablada por los diferentes actores de la democracia y ella a su
vez democratizada como un poder del pueblo, como un poder de todos
en cuanto al pensamiento, la reflexión y la interpretación con sentido
de la vida y la realidad. Ello no significa necesariamente la trivialización
del ejercicio filosófico, sino su incorporación en los diversos ámbitos de
constitución social.

Autonomía, individuación y subjetividades

En el mismo orden de ideas, las condiciones actuales de vida nos


sugieren que la consolidación de lo social pasa por la constitución de las
subjetividades. Se ha abandonado progresivamente la idea de un sujeto
ya dado, acabado y con características esenciales para dar cuenta de la
configuración histórica y situacional de las subjetividades en un dina-
mismo práctico y existencial que implica un proyecto siempre abierto de
realización. Concebir la democracia implica por lo tanto corresponder
con este movimiento de individuación progresiva de los sujetos en la
consolidación de las condiciones que hacen posible el desarrollo de
formas de vida particulares en el concierto social.

La democracia en buena parte se funda en —y a su vez tiene como


objetivo— la posibilidad de la realización efectiva de las libertades
personales y de la autodeterminación de los individuos, sin desconocer
unos mínimos sociales que posibilitan un proyecto común de sociedad
y un equilibrio débil de fuerzas y de horizontes. Ahora bien, esta au-
tonomía individual, en este último sentido, se constituye justamente
en el entramado social y no fuera de él. Existe una mutua vinculación
entre la individuación y la socialización, en cuanto que la constitución
de la subjetividad propia no se da al margen de unos marcos situados
socialmente y por ello de unas determinaciones culturales, de lenguaje,
de condición humana y de sociedad.

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Por ello, el camino de la autonomía, de la individuación y de la


subjetividad implica necesariamente la intersubjetividad. A la autode-
terminación libre le corresponde a su vez una dimensión de relación
individual con el mundo social, lo que posibilita efectivamente la
consolidación de la propia subjetividad, justamente en relaciones de
identidad y diferencia con otras subjetividades. Esto conlleva, para la
propia subjetividad, un conjunto de referentes que deben ser tenidos en
cuenta en el desarrollo del propio proyecto de realización vital, sobre todo
en lo que se refiere al manejo y la organización de la propia vida de cara
a la convivencia con los otros, a la construcción de proyectos comunes
y la consolidación de un mundo que no es solamente propio, sino que
se construye intersubjetivamente. Este aspecto a su vez nos lanza a la
consideración de que la consolidación de la subjetividad debe implicar
unas exigencias morales del entorno, que en algunos casos, cuando se trata
de referentes mínimos tendrán que surgir de los acuerdos y consensos
intersubjetivos, y que en otros casos, implica opciones, decisiones y
elecciones particulares a partir de idearios de vida compartidos social-
mente en grados y niveles siempre diferentes y relativos.

Los individuos en la actualidad demandan filosofía. La constitución


de la propia identidad reclama una reflexión honda sobre el propio ser.
Qué mejor papel social de la filosofía que la contribución al autoconoci-
miento, a la toma de conciencia frente a sí y frente a los otros, frente a
sí y frente al mundo. La educación filosófica y la praxis filosófica continua
de un individuo constituyen justamente ese proceso de subjetivación del
que hablamos. La intersubjetividad realizada filosóficamente a partir
del diálogo, del debate, de la interrogación mutua, del cuestionamiento
colectivo, de la búsqueda analítica de las mejores opciones, lleva a un
estado de cosas óptimo y a acuerdos, consensos y pactos legítimos y ra-
cionales. Otro tanto lo constituye el papel de la filosofía en la formación
de la conciencia moral de los individuos. Sin un afán prescriptivo, la filo-
sofía puede ser ejercicio del discernimiento, de la consideración de las
mejores y buenas razones para la acción, de la argumentación recíproca
frente a ideales y convicciones de vida.

Los desafíos éticos

Es casi una convicción general que el mundo actual nos presenta im-
portantes desafíos éticos, es decir, relevantes cuestiones vitales humanas

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sobre las cuales debemos discernir, pensar y reflexionar en orden a


nuestra acción, a nuestra decisión y elección de cara a determinadas
condiciones de vida en el presente y en el futuro. Incluso aquellos críticos
de las teorías normativas frente a la acción reconocen que es importan-
te el planteamiento de los interrogantes sobre la decisión y acción huma-
na en los ámbitos contextuales y provisionales desde donde se ubican.

Hoy, por lo tanto, es una prioridad el orden de lo práctico, el


mundo de la vida y la praxis situada. La pluralidad de formas de vida, la
diversidad de visiones de mundo, la variedad de interlocutores sociales y
el dinamismo de la configuración de subjetividades implica modalidades
múltiples de obrar, criterios divergentes frente a los estilos de vida y
parámetros plurales para la toma de decisiones y opciones vitales, pero
a su vez demanda una reflexión crítica sobre el obrar, sobre los criterios
de la acción y sobre las elecciones vitales. La vivencia práctica humana
no puede ser en este sentido un movimiento mecánico o azaroso de
realización de acciones, sino que es y debe ser una auténtica praxis, re-
flexiva, consciente, libre y autónoma pero justificada éticamente en ese
diálogo intersubjetivo que se impone.

La prioridad humana de la praxis implica el pensamiento y la re-


flexión. Estamos arrojados a un mundo de lo inmediato, de la ejecución,
de la experiencia, de las vivencias fácticas cargadas de sensación, pero
todo ello implica, en el obrar humano, la carga de sentido, de comprensión,
de significación y de reflexión sobre la acción que nos caracteriza. Por
ello, precisamente, nos preocupa nuestra humanidad, y desde allí surge
una serie de encrucijadas en las que habitamos. Las difíciles situaciones
de pobreza, desigualdad social, violencia, conflicto armado, exclusión y
marginación, de injusticia, intolerancia, vulneración de los derechos, in-
humanidad y de relación no armónica con el ámbito natural, entre otras
realidades, nos cuestionan; todas ellas son situaciones que nos interrogan
y que claman por reflexión y ante todo por respuestas efectivas en el
orden de la construcción democrática.

Ante estos desafíos éticos la filosofía ofrece un poder transformador.


Es desde el pensamiento, desde el análisis y la interpretación desde donde
pueden plantearse alternativas de solución ante los problemas y dilemas
éticos sociales. La filosofía en los contextos comunitarios puede tener
poder transformador. La política ejercida filosóficamente, la injerencia

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Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

de medios de comunicación no sobre la opinión superficial, sino sobre


el debate público filosófico de las problemáticas, son alternativas viables
de servicio ético y social responsable. La filosofía no puede sentirse
aislada y sin una palabra frente a los problemas sociales, ella tiene una
responsabilidad y un poder que puede ejercer socialmente; en este sentido
son totalmente viables y necesarios los caminos de la ética aplicada, de la
filosofía política, la filosofía social, la filosofía práctica, la filosofía aplicada
en varios campos, del diálogo fructífero entre la filosofía y las ciencias
sociales y humanas. Junto a ello es necesario mencionar que la filosofía
puede desarrollarse como crítica de las prácticas y los saberes esta-
blecidos y así constituirse en un factor de emancipación y liberación en
el orden práctico social. En este sentido es bien diciente la denominada
rehabilitación de la filosofía práctica en el sentido en el que lo señala Hans
Lenk (1982):

Al menos desde el punto de vista de la demanda, se ha producido un cierto


despegue de la filosofía por lo que respecta a la filosofía social y, en cierto
sentido también por lo que respecta a la filosofía moral o, más en general,
a la filosofía práctica (…). Y en verdad de una rehabilitación de la filosofía
práctica por razones prácticas y bajo la presión de problemas prácticos
(vitales), de una rehabilitación `práctica’ de la filosofía práctica. (p. 19)

La técnica

Vivimos en un mundo tecnificado, esto es, convivimos con proce-


dimientos y herramientas para obtener resultados prácticos que faciliten
nuestra vida y lo pongan todo a disposición de manera eficaz y eficiente
en la manipulación de objetos y en la búsqueda del mayor rendimiento
de los mismos, en pro de los objetivos buscados. La modificación y la
transformación del medio en el que vivimos se realizan aceleradamente
con ocasión del uso frecuente de los instrumentos y procedimientos
técnicos que tienen por finalidad, en principio, la optimización de la vida
práctica ya que se enfocan a la adaptación de la realidad frente a todo
tipo de necesidades.

El manejo cada vez más sofisticado y eficiente de objetos nos ha


puesto en parámetros de valoración de utilidad, pragmaticidad, mani-
pulación efectiva, control y disposición. El hombre mismo en muchas
ocasiones se ha convertido en un objeto técnico más. Se equipara con la

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La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

máquina que produce, con el ordenador que procesa, con el instrumento


manipulable. La instancia del pensar ha quedado en muchas ocasiones
suplantada por el mero hacer técnico y por la operación mecánica. La
técnica ha traído invaluables progresos, adelantos y desarrollos humanos,
pero también ha generado una suerte de deshumanización al considerar
la posibilidad de sustituir al hombre por la máquina o de considerar al
hombre como un medio instrumental para fines y no un fin en sí mismo.

Ante la demanda técnica, el cultivo de la filosofía es una respuesta no


técnica ante lo pragmático de la existencia en las condiciones actuales. La
tecnificación no puede reemplazar el pensamiento; el facilismo técnico no
sustituye el ejercicio meditativo, el análisis de causas y consecuencias. El
potencial crítico de la filosofía a su vez debe generar las enunciaciones que
posibiliten una emancipación humana frente al discurso de la eficacia y la
eficiencia productiva de los mecanismos técnicos. La formación técnica
debe ir acompañada a su vez de la educación filosófica en el pensamiento,
en el concepto, en la meditación sobre los porqués y para qué de las
realidades circundantes y de los fenómenos acontecidos.

La lucha social

La autoafirmación de la propia subjetividad y la reflexión sobre la


propia identidad y diferencia en el entramado social genera casi que
irremediablemente la lucha social. Los diversos horizontes de autoafir-
mación provocan conflicto, pugna y lucha. Este fenómeno tan supre-
mamente interesante no debe verse negativamente. El conflicto hace
parte de nuestra condición humana y obedece a nuestras maneras bien
particulares de interpretar el mundo y asumirlo. Las luchas sociales son
formas de búsqueda de reconocimiento social en medio de la pluralidad
y la diferencia. Se suscitan en la medida en que dos o varias formas de
identidad buscan ser reconocidas correspondientemente, lo cual genera
una directa acción social en pro de este reconocimiento. Nuestra dinámica
histórica y social está así constituida por la dialéctica de las luchas sociales.

La lucha social implica por tanto un conflicto frente a las visiones de


mundo y es consecuencia del pluralismo que somos. En el fondo, la lucha
es una comunicación recíproca de diferencias que chocan y que reclaman
reconocimiento. El reconocimiento de lo otro, de lo particular y de lo
diverso es la consecuencia positiva de la lucha social. La afirmación de lo

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Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

propio y de lo diferente conlleva por ejemplo en la sociedad democrática


el reconocimiento de los derechos en una sociedad de diferencias.

Sin embargo, la interacción social caracterizada por este elemento


de lucha social no siempre genera el reconocimiento, sino que en algunas
ocasiones conduce al ejercicio del desplazamiento de la individualidad y
de la diferencia con métodos violentos, de imposición o de subyugación
que anulan este proceso de coexistencia de la pluralidad y generan un
malestar social con negativas repercusiones.

La lucha social encuentra un camino filosófico de realización; este


puede ser su arma y su poder. El enfrentamiento con lo otro debe estar
dado desde el orden del discurso, la sustentación de la identidad y de la
diferencia en la argumentación racional de corte filosófico. El conflicto de
las interpretaciones, de los sentidos y de las visiones de mundo encuentra
su lugar de realización en el debate, el diálogo y el intercambio filosófico.

La libertad comunicativa

El mecanismo del reconocimiento social, y por lo tanto de la


individualidad y de la pluralidad, lo constituye hoy la comunicación. La
comunicación garantiza la vinculación entre los individuos y por lo tanto la
cohesión social. Las relaciones intersubjetivas se realizan en una auténtica
acción comunicativa que genera vínculos y correspondencias mutuas.
De la afirmación de la pluralidad y de la diferencia no debe deducirse
la incapacidad de comunicación, de vínculo, de entendimiento, de re-
conocimiento y de correspondencia. El mundo actual plural y diverso da
muestras fehacientes de procesos comunicativos cada vez más comple-
jos y facilitadores de las relaciones humanas.

La sociedad se forma en esferas cada vez más complejas de comu-


nicación que posibilitan los procesos de individuación, la interlocución
social, la intersubjetividad comunicativa, la consolidación de consensos
éticos, la lucha social, el reconocimiento mutuo y en fin la pluralidad
de la voces en un concierto comunicativo de gran riqueza. La libertad
comunicativa se expresa hoy no solo en las múltiples y variadas formas
concretas de comunicación y de interacción social, sino en la posibilidad
que en una democracia tiene el individuo de expresarse en su propia
identidad y de ser reconocido y respetado en su comunicación y en la

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expresión de su punto de vista y su forma de vida. El lenguaje


comunicacional en sus diversos niveles de expresión se convierte en
el canal de estos procesos comunicativos de constitución social y en la
posibilidad de un entendimiento común articulado.

El ámbito comunicativo es un gran desafío para el ejercicio filosó-


fico. No solamente por lo que implica la comprensión del lenguaje, la
formulación de las condiciones que hacen posible toda comunicación o
el análisis de los fenómenos comunicativos en sí mismos, sino porque es
posible una comunicación filosófica. La comunicación lógica, de las bue-
nas razones, la comunicación analítica e interpretativa, la consolidación
del propio criterio comunicante y las posibilidades de entendimiento
y comprensión del otro son dinámicas filosóficas que se pueden incor-
porar en los procesos comunicativos mediante la educación filosófica y
la realización de prácticas filosóficas referidas por ejemplo a comuni-
dades de diálogo.

La especialización científica

El conocimiento del mundo mediante el recurso científico es uno


de los grandes baluartes de nuestra condición humana y de nuestra
situación presente. El desarrollo de las ciencias en los últimos tiempos ha
mostrado una aceleración y una intensidad notables. El conocimiento de
los fenómenos y de las realidades es cada vez más profundo y detallado.
El deseo de saber humano no para, dada su constante inquietud frente
al mundo y sus necesidades vitales que cada vez lo conducen hacia una
investigación de la realidad más exacta y precisa. La ciencia ha avanzado
así hacia un camino de especialización cada vez más estrecho. El conjunto
de fenómenos por estudiar y sus propiedades particulares ha conducido
a las especializaciones científicas en diversos y variados campos. Estas
ciencias se van consolidando progresivamente con la determinación cada
vez más clara de sus propios objetos de estudio y mediante el avance en
las teorías y en los resultados de investigación científica.

A la vez que se especializan las ciencias, surgen también los es-


fuerzos de comunicación, de diálogo y de trabajo conjunto entre ellas.
La interdisciplinariedad, la transdisciplinariedad, la multidisciplinariedad,
son las estrategias de este esfuerzo por comprender lo complejo de los
fenómenos desde miradas, enfoques y perspectivas distintas con el fin de

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Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

obtener un resultado lo más completo y satisfactorio posible frente a los


propósitos científicos:

Una permanente discusión interdisciplinaria es la complementación ne-


cesaria de la filosofía de escritorio; una discusión basada en la crítica y la
confrontación argumentativas como así también en la recíproca disposición
a introducir correcciones y a llevar a cabo una cooperación permanente
orientada hacia los problemas. (Lenk, 1982, p. 28)

El gran reto para la filosofía en este campo es tomar parte en los diá-
logos interdisciplinarios desde su propia especificidad. El diálogo entre las
ciencias y la filosofía es hoy sumamente fecundo. La filosofía no puede
pretender estar aislada en su discurso, sino que tiene que exponerse a
la confrontación con los otros saberes y al enriquecimiento mutuo dialó-
gico. “Un filosofar dialógico o ‘multilógico’ es necesario para asegurar la
pluralidad de perspectivas; la discusión multilateral, para la confrontación y
para corrección recíproca entre los científicos especializados, los filósofos
y los prácticos” (Lenh, 1982, p. 20). A su vez, la filosofía puede aportar
base conceptual al desarrollo de las diversas ciencias, e incluso una mayor
democratización de la filosofía puede conducirnos de una filosofía de la
ciencia a una ciencia filosófica, entendida esta como una forma específica
de racionalidad científica con motivos altamente filosóficos.

Transformaciones de la praxis filosófica


La tesis central del presente acápite es el planteamiento de una suerte
de giro práctico en filosofía que pone al saber y la disciplina filosófica en
un lugar de enunciación específico y situado, que es la praxis humana. De
esta forma el lugar de la teoría, del concepto y del discurso, tan propios
de la naturaleza de la filosofía, pasan a comprenderse como una reflexión
que surge de la praxis, desde la praxis y en la praxis y que a su vez adquiere
sentido y significación si vuelve sobre esa misma praxis para comprender-
la, analizarla, cuestionarla, resignificarla y transformarla. En este sentido
la filosofía se comprende, a partir de este giro, como un pensar práctico
y como un modo de abordar comprensivamente el mundo a partir de los
desafíos más inmediatos, fácticos y situacionales que se le presentan. La
tradicional escisión entre teoría y práctica queda así superada en cuanto

49
La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

se comprende que hacer teoría es una praxis profundamente humana, y


que por consiguiente la praxis humana va acompañada por el pensar que
le corresponde. Teoría y práctica hacen parte de un mismo movimiento
en el ser humano y por lo tanto no pueden distinguirse como dos momen-
tos distintos. Esta tendencia se puede percibir en distintos momentos
y actores del pensamiento filosófico contemporáneo, y a nuestro juicio
caracteriza la forma como la filosofía se actualiza en el presente.

La rehabilitación y prioridad de la filosofía —entendida como praxis en


el desarrollo del saber en la actualidad— posibilita como elemento central
no solo una nueva concepción de filosofía, sino a su vez una renovada
intencionalidad y sentido del quehacer filosófico que nos permite hablar
de la actualidad —y más aún, de la necesidad— de la filosofía hoy. El giro
práctico de la filosofía posibilita reivindicar la actualidad de la filosofía, su
pertinencia, su sentido, su significación e importancia para un contexto
como el nuestro. La actualidad de la filosofía y la filosofía en la actuali-
dad tiene entonces como fundamento la concepción de la filosofía como
praxis y el despliegue de una actitud filosófica mucho más contextualizada
donde son los aspectos prácticos del ser, del lenguaje, de la acción, del
conocimiento, de la creencia, del ser social y político, de la constitución
de subjetividad e intersubjetividad, entre otros, los que ganan particular
relevancia.

En esta dirección y dentro de la filosofía contemporánea es Wilhelm


Dilthey quien inicia y marca lo que va a ser una constante para la filosofía
en el siglo xx. La afirmación contundente de Dilthey en su intento de una
Crítica de la razón histórica es que “la filosofía es la ciencia de lo real”
(1983, p. 90). Tal afirmación busca contrarrestar las tendencias en filosofía
que no han puesto como base de su quehacer lo que Dilthey denomina
experiencia total. En efecto, según el filósofo alemán, perspectivas
filosóficas como la del empirismo o la misma filosofía kantiana han
intentado reivindicar el papel de la experiencia frente a las abstracciones
y especulaciones de un idealismo filosófico; no obstante, este puesto
otorgado a la experiencia no la concibe en forma plena y total, sino en
forma mutilada, incompleta y fragmentada, dándole un tratamiento
excesivamente formal, como ocurre en el caso de Kant, o atomizando la
experiencia de la vida psíquica como ocurre en el empirismo.

50
Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

La experiencia total a la que Dilthey se refiere implica concebir la


inteligencia, conciencia y voluntad de conocimiento humanas como
un proceso que se forma históricamente, lo cual implica que el sujeto
de conocimiento no es un individuo aislado, sino que se inserta y se
constituye a partir de un conjunto de procesos que se han dado al interior
de una comunidad humana conformada a lo largo del tiempo. Esto implica
fundamentalmente que un saber es un producto cultural e histórico y que
su determinación fundamental es contextual y situada. Así, la filosofía
al remitirse a lo real debe tener en cuenta que la realidad que intenta
comprender es la praxis histórica que deviene históricamente, y que por
consiguiente sus enunciaciones y formulaciones no son verdades eternas o
supra-temporales sino aproximaciones históricas, contextuales y situadas.

Junto a ello, la experiencia total refiere a actos vitales humanos,


lo que implica que la experiencia integra y no fragmenta experiencias
cognoscitivas, e incluye, como comprensión total de lo que es el ser hu-
mano, aspectos como la voluntad y los sentimientos que corresponden
al orden de la experiencia humana total. Una filosofía sobre lo real es
entonces un pensar sobre la praxis humana en su integralidad y no solo
sobre los componentes nocionales o epistemológicos de la experiencia
humana. Pensar es por lo tanto una praxis vital del ser humano que sur-
ge del conjunto de experiencias prácticas que conforman la condición
humana. Así, la reflexión abstracta, la elaboración teórica, la construcción
de conocimiento, el saber especulativo, el pensamiento lógico, surgen
desde la praxis humana y son formas elaboradas de esta misma praxis;
el ejercicio humano de la razón es una praxis que no agota la condición
humana, sino que expresa una tendencia de la praxis humana de abs-
tracción a partir de la experiencia práctica. A su vez estos procesos de
abstracción son resultado de procesos históricos y de los modos como
discurre la praxis humana en su esencial temporalidad. A este campo de
la experiencia total no le son ajenos en el pensamiento de Dilthey —como
parte de la configuración de la realidad humana dada históricamente—
aspectos como la tendencia religiosa y metafísica, de los cuales sin
duda también debe dar cuenta una filosofía plena y eficaz que intente
comprender el conjunto de lo real.

Desde esta perspectiva Dilthey expone su conocido planteamiento


con relación a lo que denomina las ciencias del espíritu. En efecto, este

51
La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

conjunto de ciencias o de saberes deben dar cuenta de esa mirada de


realidad de conjunto, de esa complejidad de lo humano, de lo histórico y
de lo social que demanda comprensión y sentido. Así, Dilthey concluye:

De aquí resulta el significado reformador de la filosofía de la realidad


con respecto a las ciencias positivas. En la medida en que dicha filosofía
desarrolla las relaciones de los hechos abstractos entre sí en el marco
global de la realidad, encierra también las bases sobre las cuales han de
desarrollarse esas ciencias, liberadas ya del aislamiento de la abstracción.
(1983, p. 90)

Permanece en Dilthey, no obstante, una idea de filosofía como fun-


damentación lógica y teórica de las ciencias del espíritu, así como una
concepción de ciencia positiva y un intento de equiparar la tarea de las
ciencias positivas del espíritu al trabajo paralelo que realizan las ciencias
de la naturaleza. Su aporte fundamental a nuestro propósito, sin embargo,
y el inicio del giro práctico de la filosofía consiste en concebir la práctica
filosófica desde su nexo histórico y la indicación de su fuente en la
totalidad de la vida y la experiencia humana, lo que implica que se trata
de la vida misma interrogando a la vida, y que por consiguiente el saber
filosófico es un saber práctico–circunstancial que procura la comprensión
interpretativa de la vida elaborando, confrontando y evaluando las vi-
siones de mundo históricamente fraguadas y no procura una explicación
causal de los fenómenos; su pretensión no es la certeza universal y el saber
absoluto, sino el cultivo de una actitud humana que intenta comprender
el despliegue del espíritu humano en su esencial particularidad.

No obstante, el aporte de Heidegger va a ser aún más decisivo para la


configuración de una praxis filosófica insertada y referida a la cotidianidad
del ser humano, al mundo que vivimos tal como lo vivimos y a un ámbito de
comprensión existencial y práctico que hace más justicia y correspondencia
con el mundo de la vida en el que siempre estamos. El pensamiento del
llamado “primer Heidegger” en efecto está enderezado a mostrar cómo lo
propio del ser humano es la comprensión. Esta forma en la que comparece
el hombre no es primariamente la del conocimiento y el despliegue de la
razón o de la ciencia, sino que es un modo existencial previo a todo acto
epistemológico y que posibilita todo acto cognoscitivo. La comprensión a
la que hace referencia Heidegger es esa apertura existencial y práctica en
la que siempre somos, que nos permite hacer significativo el despliegue

52
Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

de nuestro ser en cada momento y circunstancia. Nos movemos y somos


en el mundo gracias a un saber que no implica la elaboración de concep-
tos o teorías, sino que se desarrolla práctica y existencialmente en cada
situación. Al usar, al producir, al conversar, al actuar, al decidir o incluso
al dejar de hacer o de operar, siempre nos movemos comprensivamente
en aquello en lo que andamos, lo que lleva a Heidegger a afirmar que la
comprensión es un carácter óntico de nuestra existencia (2009, §§ 31-32).

El despliegue mismo de la existencia como seres en el mundo impli-


ca entonces comprensión, significatividad, sentido. Nos movemos siem-
pre comprendiendo e interpretando, es esta nuestra ocupación existen-
cial esencial y por lo tanto lo más propio de nuestro ser. Comprender
no es entonces una elección, ni una ocupación circunstancial de la que
podamos disponer o dar la retirada cuando así lo deseemos, sino que
siempre, en nuestro modo de ser en el mundo, estamos comprendiendo
e interpretando.

Junto a ello Heidegger afirma contundente y reiteradamente que la


comprensión propia del ser humano se da en el horizonte del tiempo,
es decir, que la comprensión es temporal e histórica y en ese sentido
es dinámica, móvil, transitoria, referida a momentos, circunstancias y
situaciones. Junto a ello la comprensión se da en primera persona, se da
una comprensión en cada caso, cada vez mía en el hoy de mi situación,
en mi aquí y en mi ahora, dado que lo que comprendo es el darse y el
acontecer existencial que es siempre en el tiempo. La universalización y
absolutización de comprensiones e interpretaciones es una característica
propia de la filosofía y del conocimiento en general que pretende llegar a
verdades absolutas o principios universales, y por lo tanto intenta ubicar
el ámbito de la comprensión fuera de las categorías de temporalidad que
le son inherentes.

La posición de Heidegger es por consiguiente una crítica a la


sofisticación de la filosofía, que en contra del fenómeno originario de la
comprensión –siempre de carácter práctico existencial, cada vez mío y en
el horizonte de la situación hermenéutica de quien comprende– intenta
organizar sistemas conceptuales absolutos, comprensiones estáticas, ver-
dades fijas, que en últimas impiden el auténtico despliegue y fluir de la
existencia en su ocupación básica de comprensión. La filosofía, entendi-
da en sentido sofisticado, lo que hace entonces es ocultar el fenómeno

53
La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

originario del que se trata en cada caso al impedir el flujo corriente de lo


que se muestra y sale a luz para imponer y hacer pervivir una determinada
y específica forma de mirada.

En contra de ello, Heidegger parece proponer una filosofía que sea


correspondencia con el ser. Esto quiere decir que la filosofía no es una
doctrina en la que se ofrezca un discurso verdadero sobre el ser, sino que
la filosofía –o mejor, el filosofar– consiste en mostrar, en sacar a la luz, en
desvelar y desocultar el movimiento de ser, es decir el salir y el brotar de
lo que acontece tal como acontece. La tarea de la filosofía es la de seña-
lar, la de dotar de sentido, es la de decir con el logos y a través de logos lo
que se despliega y manifiesta.

La filosofía es la correspondencia expresamente asumida y en desarrollo,


que corresponde a la llamada del ser del ente (…). La filosofía es en el
modo del corresponder que sintoniza con la voz del ser del ente. Este co-
rresponder es un hablar. Está al servicio del lenguaje. (Heidegger, 2004,
p. 64).

Una filosofía con este carácter, fruto de la comprensión existencial


y del hacer ver mediante el lenguaje aquello que se hace manifiesto y
permanece, solo puede darse desde los estados de ánimo y como esta-
do de ánimo. El talante práctico de la filosofía, comprendida desde el
despliegue del existir no puede desconectarse de la actitud de quien fi-
losofa. La filosofía es siempre fruto de un estado de ánimo de admiración,
de certeza, de angustia, de ocupación, de preocupación, de asombro, de
perplejidad, de cuestionamiento, el filosofar responde a la situación y
es fruto de la situación de quien comprende, su fuente y su significado es
naturalmente existencial y en el marco de la temporalidad.

Otro paradigma en la consideración de la filosofía en un sentido


radicalmente praxeológico lo constituye Richard Rorty. Su época, sus
preocupaciones filosóficas, la corriente filosófica en la cual se ubica
y desde la que desarrolla sus posturas, son diametralmente distintas a
aquellas en las que se podrían ubicar los planteamientos de Dilthey y
Heidegger. Es importante decir a la vez que Rorty es un crítico negador
de la filosofía y que su postura se ha considerado en el marco del anun-
cio del fin de la filosofía. Pero es precisamente esta crítica a la filosofía y
su consecuente negación y superación lo que le permite a Rorty ubicar la

54
Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

filosofía en un ámbito distinto al que tradicionalmente se ha construido


y desarrollado, y para ello nos ofrece una interesante distinción entre lo
que denomina una filosofía sistemática y una filosofía edificante:

Los grandes filósofos sistemáticos son constructivos y dan argumentos. Los


grandes filósofos edificantes son reactivos y presentan sátiras, parodias,
aforismos. Saben que su obra perderá vigencia cuando se pase el periodo
contra el que estaban reaccionando. Son intencionadamente periféricos.
Los grandes filósofos sistemáticos, como los grandes científicos, construyen
para la eternidad. Los grandes filósofos edificantes destruyen en beneficio
de su propia generación. Los filósofos sistemáticos quieren colocar su ma-
teria de estudio en el camino seguro de la ciencia. Los filósofos edificantes
quieren dejar un espacio abierto a la sensación de admiración que a veces
causan los poetas -admiración de que haya algo nuevo bajo el sol, algo que
no sea una representación exacta de lo que ya estaba allí, algo que (al
menos de momento) no se puede explicar y difícilmente se puede describir.
(Rorty, 1979, p. 334)

Para este filósofo, el quehacer filosófico que busca los fundamentos


y principios de la realidad, que indaga sobre la naturaleza humana, que
pretende especular y hacer teoría y que es sistemático, es inservible y
socialmente inconveniente. La razón aducida para este juicio radica bá-
sicamente en que Rorty considera que la filosofía procede deteniéndose
en asuntos que no son beneficiosos para el hombre en tanto que lo
dispersan en cuestiones abstractas y en ideales que no corresponden a
un ámbito práctico. La tarea de la filosofía no puede ser tampoco la de
estipular un conjunto de parámetros de conducta y comportamiento,
pues su tendencia es hacerlo desde un punto de vista idealista.

Nuestra actualidad, a juicio de Rorty, ha superado la filosofía y no


requiere más de ella, puesto que ya no se buscan verdades teóricas
universales ni esquemas conceptuales que den cuenta de la realidad, ni
ideales especulativos para comprender el orden práctico. La filosofía para
el hombre contemporáneo no es útil y por ello para Rorty la sociedad
de hoy se caracteriza por ser “post-filosófica”. Los asuntos prácticos que
ocupan a la sociedad actual no requieren respuestas teóricas y racionales
como las que ofrece la filosofía, sino que requiere motivaciones prácticas
para orientarse hacia el respeto y la gentileza personal.

55
La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

Tenemos que distanciarnos del tipo de papel que los filósofos han com-
partido con los sacerdotes y los sabios, para adquirir un papel social que
tiene mucho más en común con el ingeniero o con el abogado. Mientras
que los sacerdotes y los sabios pueden determinar de antemano lo que
tienen que hacer, los filósofos contemporáneos, como los ingenieros o los
abogados, tienen que averiguar lo que necesitan sus clientes… podemos
añadir que la filosofía no puede de ningún modo terminar hasta que los
fines sociales y culturales cambien. Tales cambios hacen que, gradualmen-
te, las descripciones de nosotros mismos y de nuestra sociedad se vuelvan
obsoletas. Crean la necesidad de un nuevo lenguaje en el que formular
nuevas descripciones. (Como se citó en Rorty, 2005, p. 25)

De alguna manera entonces la filosofía gira hacia un ámbito radi-


calmente pragmático en donde de lo que se trata es garantizar la so-
lidaridad. “El pragmatista desea que la solidaridad sea nuestro único
consuelo, y que se conciba como algo que no exige soporte metafísico”
(Rorty, 1996, p. 53). Lo decisivo entonces es el carácter práctico de la
vida humana y la dimensión sociocomunitaria de la praxis concreta y
contingente. Esto se logra no desde consensos racionales universales,
ni desde verdades científicas o parámetros éticos preestablecidos. Rorty
considera, por el contrario, que la praxis filosófica que conviene es la
simple tarea pragmática del diálogo y la conversación que gira en torno
a la praxis de la acción, del conocimiento, del uso del lenguaje, del ámbito
de lo estético o de las construcciones colectivas. El diálogo se constituiría
así en una auténtica praxis filosófica.

Junto a ello, Rorty identifica más la filosofía con la praxis del narrador
o del poeta que pueden acercarse creativa y libremente a temas referi-
dos a la realidad, al hombre o al lenguaje sin recurrir necesariamente a
estipulaciones lógico racionales o a discursos con pretensiones de verdad
universal, sino más bien al lenguaje provocativo, aproximativo y siempre
contingente. En últimas, el filósofo de la contemporaneidad, que en
realidad es un post-filósofo, es aquel cuyo pensamiento es circunstancial
y auto refutable en el sentido en que siempre se está rebatiendo a sí
mismo y superándose permanentemente desde la propia instancia del
pensador y luego en la conversación social en la que entra en el juego
de la refutación, la contradicción y la impugnación, con lo cual se logra el
rechazo de toda teoría, de un conocimiento estable o de una verdad cons-
truida o adquirida. El pensar vive así radicalmente la pura contingencia

56
Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

propia de su praxis. La praxis filosófica es así contingente: “Los proble-


mas filosóficos son transitorios, exactamente como los vocabularios en
que son formulados” (Rorty, 2005, p. 94).

Estos tres hitos en filosofía contemporánea han pretendido ser tan


solo un ejemplo de los modos como la reflexión filosófica en nuestra
contemporaneidad ha dado un giro práctico que conduce el quehacer
del filósofo hacia la comprensión de la praxis humana, desde la misma
praxis humana.

Tal giro muestra que la filosofía es dinámica y se está transformando


siempre para afrontar nuevas exigencias. Las sentencias según las cuales
la filosofía ha muerto o ha decaído, o que resulta inútil o inactual en
nuestro tiempo, encuentran así resistencia y horizonte esperanzador en
el trabajo filosófico de muchos que mantienen viva la tradición filosófica
y que son creativos e innovadores en su realización. Nos compete hoy
a nosotros realizar un trabajo filosófico que pueda efectivamente co-
rresponder con las demandas y necesidades sociales enunciadas y con
otras que desde los respetivos contextos puedan aparecer. Surge así una
serie de transformaciones que se están dando y a las cuales debemos y
podemos dar un impulso más decidido. Tales transformaciones pueden
ser las siguientes:3

Aparición de diferentes ámbitos de praxis filosófica: hoy, dada la


pluralidad, la diversidad de campos filosóficos es evidente. No existe
un único modo de trabajo filosófico, muchos modos distintos de praxis
filosófica se abren camino en nuestra realidad pluralista. El trabajo clási-
co de investigación filosófica centrado en problemas, autores y textos
específicos de la tradición y la práctica antigua de enseñanza de la filosofía
se ve enriquecido hoy con otras prácticas. En la actualidad es frecuente
el diálogo de la filosofía con otras disciplinas, la realización de trabajos
interdisciplinares, el avance y la consolidación de las éticas aplicadas, de
los estudios filosóficos sobre identidad cultural, las filosofías particulares
como la filosofía latinoamericana y oriental, entre otras. Nuevos campos
de trabajo filosófico se van abriendo camino, la filosofía se amplía, ya no
es una única filosofía, sino filosofía plural.
3
Sigo para esta alusión de transformaciones de la praxis filosófica a Diego Antonio Pineda
Rivera en su presentación en el Segundo Foro Internacional de Filosofía en la Educación
Media Superior, realizado en México en 2012, titulada “La enseñanza de la filosofía en una
sociedad democrática: desplazamientos y transformaciones”.

57
La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

A su vez, van apareciendo nuevos agentes de la filosofía; ya la


filosofía no consiste solamente en la actividad profesional de una elite
de adultos en las aulas universitarias y en los departamentos y facultades
de filosofía; el monopolio filosófico se va y se puede ir descentrando
aún más, la filosofía es una potencialidad abierta a todos. Aparecen así
como interlocutores filosóficos un entusiasmo femenino y una especial
sensibilidad filosófica en las voces de las mujeres, lo que va abriendo una
auténtica transformación en los modos clásicos del quehacer filosófico.
Junto a ellas aparecen también los niños y los jóvenes, quienes tienen vivo
el deseo de saber, quienes interrogan y cuestionan permanentemente
la realidad, quienes tienen esa actitud curiosa y de admiración frente al
mundo, lo que se convierte en un auténtico motor de desarrollo filosófico.
Se hace y se puede hacer filosofía con los presos, con los enfermos, con
las comunidades de base, con los científicos, con los líderes sociales,
etcétera. Estos nuevos agentes por supuesto que demandan nuevas for-
mas de hacer filosofía y nuevas formas de aprender y enseñar filosofía.

Con todo, las prácticas filosóficas entran en su renovación. Es


importante subrayar aquí la aparición permanente de nuevas prácticas
filosóficas, sobre todo en el ámbito extraacadémico, tales como los cafés
filosóficos, las asesorías filosóficas a personas, empresas, instituciones,
partidos políticos y comunidades, los cursos filosóficos abiertos, libros
de divulgación filosófica, grupos de discusión filosófica, la filosofía en la
radio, la televisión y la Internet, rompiendo así las barreras de la acade-
mia y de las aulas universitarias para el desarrollo de la actitud y del
trabajo filosófico.

La reflexión sobre la educación filosófica va tomando nuevos im-


pulsos e importantes desarrollos. Se entiende ya que la transformación
educativa afecta también a la filosofía y que por lo tanto los métodos,
las didácticas y los propósitos educativos varían y cambian de acuerdo
a contextos, poblaciones y modos de asumir la filosofía. La filosofía no
se entiende ya como una trasmisión de conocimientos o de ideas viejas
de filósofos de la tradición histórica, sino que se reconoce el potencial
que la filosofía tiene en la formación de competencias lectoescriturales,
argumentativas, comunicativas, críticas, interpretativas, analíticas, esté-
ticas, políticas, ciudadanas, sociales, entre otras. Por lo tanto, la educación
filosófica puede y debe impartirse desde la infancia hasta la vejez, que
todo ámbito es susceptible de educación filosófica y no solo el aula de

58
Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

clase, y que todos los ámbitos de nuestra realidad requerirían de la


actitud filosófica para abordar de manera más comprensiva el mundo y
la realidad. Se subraya así el carácter propiamente educativo, formador y
pedagógico de la filosofía y la contribución filosófica para la construcción
del proyecto democrático y de sociedad.

Nuevas estrategias de difusión filosófica se van imponiendo, como


la aparición de una nueva literatura filosófica adaptada al público no
especializado en términos de novela, cuento o poesía. Nuevas narrativas
y formas de comunicación de las enunciaciones filosóficas aparecen en
el cine, la fotografía, los videojuegos, como canales de cultivo del pensa-
miento y de potencial para la apertura de los interrogantes y problemas
filosóficos.

En estas condiciones están dados los elementos para un amplio


proyecto de democratización de la filosofía y por lo tanto de educación
filosófica en una sociedad democrática. La filosofía puede y deber ser un
bien y un poder público abierto a todos y una capacidad generalizable
para la constitución de humanidad, de socialidad, de cultura, de sabidu-
ría y sentido profundo. Con la perspectiva de que la filosofía no es solo
una disciplina del saber, sino un modelo de aprender, de conocer y de
comprender; una actitud interrogativa, cuestionante, valorativa, crítica e
interpretativa del hombre frente al mundo y una búsqueda incansable
existencial de la sabiduría, la felicidad y el sentido vital.

Este debe ser un proyecto democrático en el sentido en que pueda


abarcar a las distintas condiciones personales sociales y económicas. A
su vez, un proyecto con carácter transdisciplinario que lleve a la filosofía
al ámbito de las otras ciencias y de otros saberes para constituir sentido
en diálogo con ellas. Un proyecto de educación filosófica que no entien-
da la filosofía como un saber enciclopédico, sino como una actitud y
competencia vital. Un proyecto que incorpore novedosas y creativas
prácticas que posibiliten una interlocución filosófica abierta y plural. Un
proyecto de comunicación intercultural e internacional de prácticas, tra-
bajos e intuiciones filosóficas en fusiones de horizontes interpretativos de
mundo y en diálogo comunicativo enriquecedor. Un proyecto en el que
la investigación filosófica y la formación de investigadores y docentes de
filosofía se fortalezca y consolide para mantener siempre viva la dinámi-
ca filosófica y el impulso del nuevo saber. Un proyecto que posibilite el

59
La filosofía como praxis y la praxis de la filosofía

desarrollo de la filosofía en espacios públicos, en la discusión cotidiana y


en la consolidación democrática. Que la filosofía tenga su propia voz en
el entramado social y que esta voz propicie el cambio y la transformación
social.

En conclusión, podemos decir que la filosofía pone su mirada en la


praxis en tanto se ha generado una crisis de la abstracción y especulación
teórica que ha llegado a un desgaste tal que incluso dejó de hablar al ser
humano en su concreción y singularidad. En contra de ello, las filosofías
contemporáneas, y particularmente las prácticas filosóficas alternativas
y los medios de divulgación filosófica, han renovado su interés en la
particularidad del ser humano, en las subjetividades, en la cotidianidad,
en el devenir histórico contextual, y por lo tanto en un horizonte de
teorización fundamentalmente práctico. La filosofía parte así de la con-
creción del individuo, y quien filosofa lo hace desde su propia realidad
tratando de comprender y de dotar de sentido su propia experiencia
existencial.

No obstante, hoy la praxis filosófica tiene como función y tarea


desarrollar en el ser humano la dimensión del pensamiento reflexivo y
meditativo que va más allá de lo superficial, del sentido común o de la
opinión pública y sobre todo la capacidad de sacar al ser humano de una
habitualidad técnica y tecnológica, de un hacer y producir sin sentido,
la posibilidad de emancipar al hombre de una posible deshumanización
y pérdida de su carácter interior. La praxis filosófica apunta a abrir para
el ser humano la dimensión del pensar no calculante que indaga por el
sentido de la vida, de la socialidad, de la realidad, en la búsqueda reflexiva
de aquellos horizontes que posibiliten una realización vital plena.

El hombre sigue siendo un ser en busca de sentido y aunque los


grandes metarrelatos y discursos ya no pueden satisfacer esta búsqueda,
sin lugar a dudas el filosofar en primera persona y la indagación práctica
y singular sobre el existir siguen siendo una alternativa valiosa para lo
que los antiguos denominaban búsqueda de la sabiduría, deseo de co-
nocimiento o philo sophia. El hombre no renuncia a encontrar el sentido
o el sinsentido de su vida, lo cual no logra descubrirlo ni la indagación
científica, ni el mundo de la técnica y de la manipulación del mundo; solo
la instancia del pensamiento que vuelve sobre la vida misma ofrece esta
alternativa y abre esta posibilidad.

60
Primera parte: La praxis filosófica y su contexto actual

En síntesis, la filosofía ha venido tomando el camino de la reivin-


dicación de la racionalidad práctica que supera la dicotomía entre teoría
y práctica como dos ámbitos distintos y fragmentados de la condición
humana, para entender que la existencia consiste en una praxis y que tal
discurrir práxico posee una inherente racionalidad que dota de sentido
y significación toda realidad. Esta racionalidad práctica se traduce en
un saber vital, en una comprensión contextual, en una mirada sobre la
realidad no instrumentalista y mecánica, sino de significado y sentido, en
un pensar sobre el propio ser en actitud de apertura y proyección. Cobran
así importancia para la reflexión filosófica, los asuntos que tienen que
ver con las distintas formas de racionalidad, la pluralidad de visiones de
mundo, los asuntos éticos, políticos, estéticos, religiosos y culturales, la
experiencia del lenguaje, de la comunicación y la comprensión, la reflexión
sobre la contextualidad, la contingencia, la experiencia existencial, la si-
tuación y la praxis, todos ellos elementos que se ven ahora desde la
perspectiva de esta reivindicada racionalidad práctica.

Apostamos entonces por una filosofía que en la actualidad sepa leer


el sentido de la vida desde la vida vivida y en lo contingente del acaecer.
Una filosofía como horizonte de libertad, como camino de realización y
apertura existencial para dejar ser y poder ser. Una filosofía que implique
el cultivo y el cuidado de sí, que tenga que ver con la realización cabal de
nuestro existir, una filosofía que sea ante todo pasión, deseo y amor por
la sabiduría, por el saber vivir y por la plenificación permanente de nues-
tro existir y nuestro ser.

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