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PSICOLOGIA.
EVIDENCIA DE LECTURA.
UNIDAD 1
2° G
1. LA VIDA Y LAS OBRAS DE HUME.
Todos los contenidos de la mente humana no son más que percepciones y se dividen en
dos grandes clases, que Hume llama «impresiones» e «ideas». Entre ambas sólo existen
dos diferencias: a) la fuerza o viveza con que se presentan ante nuestra mente; b) el orden
y la sucesión temporal en que aparecen.
a) En lo que concierne al primer punto, Hume escribe: “La diferencia entre
impresiones e ideas consiste en el distinto grado de fuerza y de viveza con que
inciden en nuestra mente y penetran en el pensamiento o en la conciencia”. Las
percepciones que se presentan con mayor fuerza y violencia pueden recibir el
nombre de impresiones: esta denominación abarca todas las sensaciones,
pasiones y emociones, cuando realizan su primera aparición ante nuestra alma.
b) Por lo que respecta al segundo punto, Hume señala que se trata de una cuestión
de la máxima importancia, porque está ligada con el problema de la prioridad de
uno de los dos tipos de percepción: ¿La idea depende de la impresión, o
viceversa? la impresión es la originaria, mientras que la idea es dependiente.
“Para saber dónde se da esta dependencia, considero el orden de su primera
aparición y descubro por una experiencia continuada que las impresiones
simples siempre preceden las ideas correspondientes: nunca sucede lo
contrario.
En cambio, vemos que una impresión, tanto mental como corpórea, siempre está seguida
por una idea que se le parece y que sólo difiere de ella en fuerza y vivacidad. La unión
constante de las percepciones semejantes constituye, pues, una prueba convincente de
que las unas son causa de las otras; tal prioridad de las impresiones, igualmente, es la
prueba de que éstas son la causa de las ideas y no al revés.»
se deriva el primer principio de la ciencia de la naturaleza humana que-formulado
sintéticamente-reza así: “todas las ideas simples provienen, mediata o inmediatamente,
de las correspondientes impresiones.” Este principio, dice Hume, elimina la cuestión de
las ideas innatas, que en el pasado provocó tantos debates: no tenemos ideas hasta
después de haber tenido impresiones; estas últimas, en cambio -y sólo éstas son
originarias.
Las impresiones complejas nos son dadas inmediatamente como tales; las ideas
complejas, en cambio, pueden ser copia de las impresiones complejas, pero también
pueden ser fruto de combinaciones múltiples que tienen lugar de diversas maneras en
nuestro intelecto.
Además de la facultad de la memoria, que reproduce las ideas, poseemos asimismo la
facultad de la imaginación, capaz de variar y de combinar de diversas formas las ideas
entre sí. Según Hume, ésta “es una consecuencia evidente de la división de las ideas en
simples y complejas: dondequiera que la imaginación perciba una diferencia entre las
ideas, puede separarlas con facilidad” y luego realizar una serie de combinaciones
posteriores.
4. LA NEGACIÓN DE LAS IDEAS UNIVERSALES Y EL NOMINALISMO DE HUME.
Él acepta la tesis de Berkeley (a quien elogia como «gran filósofo»), según la cual “todas
las ideas generales no son más que ideas particulares unidas a una palabra determinada
que les otorga un significado más extenso y que, en los casos precisos, hacen referencia
a otros individuos semejantes a ellas”. Entre los distintos argumentos que Hume utiliza
para respaldar la tesis de Berkeley, recordemos dos que son particularmente
significativos:
a) Según los defensores de la existencia de ideas universales, el intelecto humano es
capaz de distinguir mentalmente incluso aquello que no está separado en la
realidad, mediante operaciones mentales autónomas. Hume disiente de ello en
forma tajante: para él, sólo es distinguible lo que sea separable.
b) Además, puesto que todas las ideas son copias de una impresión, y la impresión
sólo puede ser algo particular, es decir, deben estar determinadas tanto
cualitativa como cuantitativamente, las ideas que no son otra cosa que copias de
las impresiones, tendrán que estar determinadas en la misma forma.
El gran principio de Hume, según el cual la idea difiere de la impresión sólo en su grado de
intensidad y de viveza, implica necesariamente que toda idea no sea más que una imagen
y, como tal, individual y particular.
Dichos individuos no se hallan, de hecho, realmente presentes en nuestra mente, sino
sólo en potencia.
La palabra suscita una idea individual, y junto con ésta, una cierta costumbre. Tal
costumbre produce otra idea individual, según lo que requieran las circunstancias. En esta
labor, uno de los fenómenos más extraordinarios consiste en que, cuando la mente
produce una idea individual y nos ponemos a razonar sobre ella, si por azar efectuamos
un razonamiento que no coincida con otra idea individual, la costumbre que acompaña
la primera -suscitada por el término general o abstracto- pronto evoca a la segunda. Así,
si al decir la palabra «triángulo» nos formamos, como idea correspondiente, la de un
triángulo equilátero concreto, y afirmamos a continuación que los tres ángulos de un
triángulo son iguales entre sí, las otras ideas individuales de triángulo escaleno e isósceles
-que habíamos dejado a un lado, se presentarían de inmediato ante nosotros para mostrar
nos la falsedad de aquella proposición, aunque sea verdad con respecto a la idea que nos
habíamos formado
5. RELACIONES ENTRE IDEAS Y DATOS DE HECHO.
Otra doctrina esencial para Hume es la referente a la distinción entre dos géneros de
objetos presentes ante la mente humana (impresiones e ideas): a) relaciones de ideas y b)
datos de hecho.
a) Son simples relaciones de ideas todas aquellas proposiciones que se limitan a
operar sobre contenidos ideales, sin referirse a lo que existe o puede existir. Se
trata de aquellas proposiciones que, como veremos después, Kant denominará
juicios analíticos. Por lo tanto, Hume escribe en las Investigaciones sobre el
intelecto humano: “Pueden descubrirse las proposiciones de esta clase por
medio de la sola acción del pensamiento, con independencia de lo que en
realidad exista en una parte cualquier del universo. Aunque en la naturaleza no
hubiese círculos ni triángulos, las verdades demostradas por Euclides
conservarían toda su certeza y su evidencia”. En efecto, se trata de
proposiciones que obtenemos básicamente como consecuencia del principio de
no contradicción.
b) En cambio, los datos de hecho no se obtienen de la misma forma, ya que “lo
contrario a cualquier dato de hecho siempre es posible, porque jamás puede
implicar una contradicción, y la mente lo concibe con la misma facilidad y
claridad, que si fuese del todo conforme a la realidad”. En resumen: las
proposiciones del tipo «mañana saldrá el sol» no implican una necesidad lógica,
es decir, no implican la contradictor edad de su contradictorio, a diferencia de las
proposiciones que expresan relaciones entre ideas. A este tipo de juicios Kant los
llamará juicios sintéticos a posteriori. El problema que surge es el de investigar la
naturaleza de la evidencia propia de los razonamientos que conciernen a los datos
de hecho, cuando no se trate de algo inmediatamente presente ante los
sentidos. La respuesta de Hume es la siguiente: “Todos los razonamientos que
conciernen a la realidad de los hechos parecen fundarse en la relación de causa
a efecto”.
Únicamente gracias a esta relación podemos ir más allá de la evidencia de nuestra
memoria y de los sentidos. Hay que tener muy presente este problema, ya que resulta
fundamental para comprender a Hume y para entender la formación de la filosofía de
Kant, aunque ambos filósofos ofrezcan soluciones notablemente diferentes acerca del
significado y el valor de la relación entre causa y efecto.