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EPISTEMOLOGIA DE LA

PSICOLOGIA.

“DAVID HUME Y EL EPILOGO IRRACIONALISTA


DEL EMPIRISMO”

ALUMNO: CARLOS MANUEL AUDELO


BENITEZ.
PRPOFESOR@: FRANCO GONZALEZ
MARISSA.

EVIDENCIA DE LECTURA.

UNIDAD 1
2° G
1. LA VIDA Y LAS OBRAS DE HUME.

David Hume nació en Edimburgo, de una familia perteneciente a la pequeña nobleza


terrateniente, en 1711. Desde joven se apasionó por el estudio de los clásicos y de la
filosofía, hasta el punto de oponerse con firmeza al deseo de sus padres que habrían
querido que fuese abogado como su progenitor, y no tolerar ninguna otra actividad que
no fuesen sus estudios predilectos. En 1729, a los dieciocho años, tuvo una poderosa
intuición que -como él dice- le reveló «una nueva escena del pensamiento» (a new scene
of thought), haciendo que apareciese en su mente la nueva ciencia de la naturaleza
humana, su nueva visión filosófica. Esta «nueva escena del pensamiento» tuvo un efecto
extraordinario: el joven Hume se dedicó a los estudios con una intensidad excepcional y su
entusiasmo llegó a ser tan notable que su salud se resintió. Cayó en una crisis depresiva,
que sólo pudo superar con una terapia muy prolongada
El empirismo de Hume acaba por vaciar la filosofía misma de sus contenidos específicos y
por someterse del todo a la razón escéptica, de la cual sólo puede salvarse la primigenia e
irresistible fuerza de la naturaleza.
La naturaleza está por encima de la razón, dice expresamente Hume; el hombre-filósofo
debe ceder ante el hombre-naturaleza: “Sé filósofo; pero más allá de la filosofía, sé
siempre un hombre.” Significa que, si se lleva hasta sus últimas consecuencias y se
radicaliza, el empirismo acaba por ser en definitiva una renuncia a la filosofía. 
La obra maestra de Hume “El Tratado sobre la naturaleza humana”, en la que el filósofo
trabajó en Inglaterra hasta 1734, y luego en Francia-entre 1734 y 1736 en La Fleché (que
se había convertido en un prestigioso centro de estudios cartesianos), adonde se había
trasladado para ampliar sus horizontes culturales.
En 1766 Hume regresó a Inglaterra, acompañado por Rousseau y ofreciéndole su
protección. Sin embargo, la grave manía persecutoria que aquejaba a Rousseau le hizo
acusar absurdamente a Hume de encabezar una conjura, cuyo objetivo consistía en
arruinarlo. Este caso dio mucho que hablar y obligó a Hume a exponer sus propias razones
al respecto. Recordemos también que, en 1767, Hume fue nombrado subsecretario de
Estado para los asuntos del Norte, y que poco después -gracias a conseguir una cuantiosa
pensión, se dedicó de forma casi exclusiva a sus estudios predilectos, con toda
tranquilidad. Murió en 1776.
2. LA NUEVA ESCENA DEL PENSAMIENTO, O LA CIENCIA DE LA NATURALEZA
HUMANA.

Un intento de introducir el método experimental de razonamiento en los argumentos


morales, ya nos están indicando cuáles son los rasgos esenciales de la nueva escena del
pensamiento.
Hume constata que, sobre la base segura de la observación y del método de razona
miento experimental preconizado por Bacon, Newton había construido una sólida
perspectiva de la naturaleza física. Ahora bien, lo que aún queda por hacer es aplicar dicho
método también a la naturaleza humana, es decir, al sujeto, y no sólo al objeto. 
Nuestro filósofo está convencido de que la ciencia de la naturaleza humana es todavía
más importante que la física y que las demás ciencias, ya que todas estas ciencias
“dependen en cierto modo de la naturaleza del hombre”. Si lográsemos explicar a fondo
“el alcance y la fuerza del intelecto humano”, así como “la naturaleza de las ideas de las
que nos servimos y de las operaciones que llevamos a cabo en nuestros razonamientos”,
podríamos realizar progresos incalculables en todos los demás ámbitos del saber.
El programa de Hume es el siguiente: 
El único medio de obtener el resultado que esperamos de nuestras investigaciones
filosóficas, consiste en abandonar el tedioso y agotador método seguido hasta hoy; y en
lugar de adueñarnos, de vez en cuando, de un castillo o de un pueblo fronterizos alusión a
las conquistas parciales y periféricas de la ciencia avanzar directamente hacia la capital,
hacia el centro de estas ciencias, es decir, a la naturaleza humana misma: una vez dueños
de ésta, conseguiremos en todas partes una fácil victoria.
Podremos extender nuestra conquista sobre todas las ciencias más íntimamente ligadas
con la vida humana, y avanzar luego con comodidad, para profundizar en aquellas que son
objeto de mera curiosidad. No existe cuestión de alguna importancia cuya solución no se
encuentra en la ciencia del hombre, y ninguna puede solucionarse con certeza si antes
no nos hemos convertido en amos.
La naturaleza humana, sofocada en el estrecho ámbito del método experimental, acaba
por perder un gran porcentaje de su especificidad racional y espiritual, a manos del
instinto, la emoción y el sentimiento, hasta reducirse casi exclusivamente a una naturaleza
animal. De modo que la conquista de la capital (la conquista de la naturaleza humana tal
como la entiende Hume), más que a conquistas, llevará fatalmente a la pérdida de vastos
territorios, como demostrarán los resultados escéptico-irracionalistas.
3. IMPRESIONES, IDEAS Y EL PRINCIPIO DE ASOCIACIÓN.

Todos los contenidos de la mente humana no son más que percepciones y se dividen en
dos grandes clases, que Hume llama «impresiones» e «ideas». Entre ambas sólo existen
dos diferencias: a) la fuerza o viveza con que se presentan ante nuestra mente; b) el orden
y la sucesión temporal en que aparecen.
a) En lo que concierne al primer punto, Hume escribe: “La diferencia entre
impresiones e ideas consiste en el distinto grado de fuerza y de viveza con que
inciden en nuestra mente y penetran en el pensamiento o en la conciencia”. Las
percepciones que se presentan con mayor fuerza y violencia pueden recibir el
nombre de impresiones: esta denominación abarca todas las sensaciones,
pasiones y emociones, cuando realizan su primera aparición ante nuestra alma.
b) Por lo que respecta al segundo punto, Hume señala que se trata de una cuestión
de la máxima importancia, porque está ligada con el problema de la prioridad de
uno de los dos tipos de percepción: ¿La idea depende de la impresión, o
viceversa? la impresión es la originaria, mientras que la idea es dependiente.
“Para saber dónde se da esta dependencia, considero el orden de su primera
aparición y descubro por una experiencia continuada que las impresiones
simples siempre preceden las ideas correspondientes: nunca sucede lo
contrario.
En cambio, vemos que una impresión, tanto mental como corpórea, siempre está seguida
por una idea que se le parece y que sólo difiere de ella en fuerza y vivacidad. La unión
constante de las percepciones semejantes constituye, pues, una prueba convincente de
que las unas son causa de las otras; tal prioridad de las impresiones, igualmente, es la
prueba de que éstas son la causa de las ideas y no al revés.» 
se deriva el primer principio de la ciencia de la naturaleza humana que-formulado
sintéticamente-reza así: “todas las ideas simples provienen, mediata o inmediatamente,
de las correspondientes impresiones.” Este principio, dice Hume, elimina la cuestión de
las ideas innatas, que en el pasado provocó tantos debates: no tenemos ideas hasta
después de haber tenido impresiones; estas últimas, en cambio -y sólo éstas son
originarias.
Las impresiones complejas nos son dadas inmediatamente como tales; las ideas
complejas, en cambio, pueden ser copia de las impresiones complejas, pero también
pueden ser fruto de combinaciones múltiples que tienen lugar de diversas maneras en
nuestro intelecto.
Además de la facultad de la memoria, que reproduce las ideas, poseemos asimismo la
facultad de la imaginación, capaz de variar y de combinar de diversas formas las ideas
entre sí. Según Hume, ésta “es una consecuencia evidente de la división de las ideas en
simples y complejas: dondequiera que la imaginación perciba una diferencia entre las
ideas, puede separarlas con facilidad” y luego realizar una serie de combinaciones
posteriores.
4. LA NEGACIÓN DE LAS IDEAS UNIVERSALES Y EL NOMINALISMO DE HUME.

Él acepta la tesis de Berkeley (a quien elogia como «gran filósofo»), según la cual “todas
las ideas generales no son más que ideas particulares unidas a una palabra determinada
que les otorga un significado más extenso y que, en los casos precisos, hacen referencia
a otros individuos semejantes a ellas”. Entre los distintos argumentos que Hume utiliza
para respaldar la tesis de Berkeley, recordemos dos que son particularmente
significativos:
a) Según los defensores de la existencia de ideas universales, el intelecto humano es
capaz de distinguir mentalmente incluso aquello que no está separado en la
realidad, mediante operaciones mentales autónomas. Hume disiente de ello en
forma tajante: para él, sólo es distinguible lo que sea separable.
b) Además, puesto que todas las ideas son copias de una impresión, y la impresión
sólo puede ser algo particular, es decir, deben estar determinadas tanto
cualitativa como cuantitativamente, las ideas que no son otra cosa que copias de
las impresiones, tendrán que estar determinadas en la misma forma.
El gran principio de Hume, según el cual la idea difiere de la impresión sólo en su grado de
intensidad y de viveza, implica necesariamente que toda idea no sea más que una imagen
y, como tal, individual y particular.
Dichos individuos no se hallan, de hecho, realmente presentes en nuestra mente, sino
sólo en potencia.
La palabra suscita una idea individual, y junto con ésta, una cierta costumbre. Tal
costumbre produce otra idea individual, según lo que requieran las circunstancias. En esta
labor, uno de los fenómenos más extraordinarios consiste en que, cuando la mente
produce una idea individual y nos ponemos a razonar sobre ella, si por azar efectuamos
un razonamiento que no coincida con otra idea individual, la costumbre que acompaña
la primera -suscitada por el término general o abstracto- pronto evoca a la segunda. Así,
si al decir la palabra «triángulo» nos formamos, como idea correspondiente, la de un
triángulo equilátero concreto, y afirmamos a continuación que los tres ángulos de un
triángulo son iguales entre sí, las otras ideas individuales de triángulo escaleno e isósceles
-que habíamos dejado a un lado, se presentarían de inmediato ante nosotros para mostrar
nos la falsedad de aquella proposición, aunque sea verdad con respecto a la idea que nos
habíamos formado
5. RELACIONES ENTRE IDEAS Y DATOS DE HECHO.

Otra doctrina esencial para Hume es la referente a la distinción entre dos géneros de
objetos presentes ante la mente humana (impresiones e ideas): a) relaciones de ideas y b)
datos de hecho.
a) Son simples relaciones de ideas todas aquellas proposiciones que se limitan a
operar sobre contenidos ideales, sin referirse a lo que existe o puede existir. Se
trata de aquellas proposiciones que, como veremos después, Kant denominará
juicios analíticos. Por lo tanto, Hume escribe en las Investigaciones sobre el
intelecto humano: “Pueden descubrirse las proposiciones de esta clase por
medio de la sola acción del pensamiento, con independencia de lo que en
realidad exista en una parte cualquier del universo. Aunque en la naturaleza no
hubiese círculos ni triángulos, las verdades demostradas por Euclides
conservarían toda su certeza y su evidencia”. En efecto, se trata de
proposiciones que obtenemos básicamente como consecuencia del principio de
no contradicción.
b) En cambio, los datos de hecho no se obtienen de la misma forma, ya que “lo
contrario a cualquier dato de hecho siempre es posible, porque jamás puede
implicar una contradicción, y la mente lo concibe con la misma facilidad y
claridad, que si fuese del todo conforme a la realidad”. En resumen: las
proposiciones del tipo «mañana saldrá el sol» no implican una necesidad lógica,
es decir, no implican la contradictor edad de su contradictorio, a diferencia de las
proposiciones que expresan relaciones entre ideas. A este tipo de juicios Kant los
llamará juicios sintéticos a posteriori. El problema que surge es el de investigar la
naturaleza de la evidencia propia de los razonamientos que conciernen a los datos
de hecho, cuando no se trate de algo inmediatamente presente ante los
sentidos. La respuesta de Hume es la siguiente: “Todos los razonamientos que
conciernen a la realidad de los hechos parecen fundarse en la relación de causa
a efecto”.
Únicamente gracias a esta relación podemos ir más allá de la evidencia de nuestra
memoria y de los sentidos. Hay que tener muy presente este problema, ya que resulta
fundamental para comprender a Hume y para entender la formación de la filosofía de
Kant, aunque ambos filósofos ofrezcan soluciones notablemente diferentes acerca del
significado y el valor de la relación entre causa y efecto.

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