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= C0924 omar wo CUENTOS DE VERANO La casa partida LUNES 24 DE ENERO OE 2022 10:56 evo» © WALDO CEBRERO aldo Cebrero (San Carlos Minas, 1983), £s periodista.quinista y docente enlaFacutad de Ciencias de la Comunicacién de la UNC. Una mafiana de septiembre, mientras desayundbamos en la galeria, mama me conté que tenia céncer de pancreas. Es un érgano que esta acd —dijo y se tocé el costado de la panza-, entre las achuras. Yo sabia qué era el pancreas, lo habia estudiado en Naturales. {Te vas a morir? —pregunteé. No supe qué otra cosa decir. Ella alzé los hombros. Eso le pasa a cualquiera, todos nos vamos a morir. No era mi madre, era mi abuela. Pero me habia criado y por eso yo le decia mama. En cambio, a mi abuelo nunca le pude decir papa. Era el Tata y habla muerto un afo antes por una neumonia mal curada. Desde que recordaba, mama y yo dort famos en la misma pieza, en camas separadas por una mesita de luz en la que yo apoyaba mis revistas y ella sus rosarios. En los uitimos meses 4 a» 72 SIGUIENTE > J fertaetraccaminana por la casa arrastrando las pantufias. . Ya estas grande. Ademés, el doctor me avisé que voy a tener dolores y —Deberias ocupar la pieza del Tata —dijo después te van a molestar. Nos quedamos callados un largo rato. No me animé a preguntar quién se iba a encargar de mi. As{ que cambiamos de tema Yo le conté que a la tarde festej4bamos los trece de Roque. Qué bien, se estén poniendo hombrecitos dijo. No habia fiesta. Nos juntabamos a tomar y a fumar en la Casa Partida. Era nuestra guarida, algo mas que una choza. Algunas tardes nos queddbamos ahi al salir de la escuela, tombamos un porrén y pitébamos los cigarrillos que Clencho le sacaba a su hermana. Una vez llevé una bombacha menstruada. Huelan, dijo, este es el olor del sexo, y la pasé como si fuera el cdliz y él, un Jesus en la itima cena. Para el cumpleahos de Roque, tenia que robar una botella del mueble de las bebidas. Ese era mi aporte. Las botellas, estaban en una vitrina llena de polvo que no tocdbamos desde el velorio del Tata. Pensaba sacar una cuando mamé se fuera a hacer la siesta, pero la noticia del cancer me puso en un estado extrafo, como de silencioso respeto por ella y por el momento. {Puede agarrar un licor? —Lleva el que quieras —respondié, Sali después de almorzar con el licor de dulce de leche en la bolsa de las compras, para disimular. En el pueblo no habia un alma. Agarré por la calle de tierra y pasé fren te a la escuela. En la vereda unos perros jugaban con la cabeza de Sarmiento y otras partes de la escenografia de cartén del acto del Dia del Maestro. ‘A.unos cien metros, desde una esquina surgié una bola de polvo que dobié por la misma calle y avanzé a cierta velocidad. Era Quesito en su bici. Pedaleaba parado con el pecho recostado sobre el manubrio y el culo levantado, como un jockey. Pensé en sil 10 alo, solos en la casa, mamé y ar, pero preferi seguir solo. Tenia un nudo en la panza. Pensé en nuestro tlt yo. Quesito se perdié entre los drboles que rodeaban la Casa Partida. El terreno estaba a tres cuadras de la escuela, en una manzana medio despoblada. Era una casa vieja, con una puerta en el medio y dos postigos altos a los costados. Le deciamos la Casa Partida porque tenia una rajadura en la fachada desde el techo hasta la base. Un surco como el hachazo de un gigante. Sobre el piso habia medio metro de barro y arena mezclado con pedacitos de platos, tazas, botellas, palos. Era el sedimento que dejé en las casas de todo el pueblo el aluvién del 92. Solo que a esta nadie la limpié porque ya estaba abandonada desde antes. El ultimo duefio habia muerto de un susto. Del piso crecieron plantas extrafias, de ramas retorcidas, que buscaban el hilo de luz que pasaba por Ia rajadura del frente. Entré por el costado del terreno y me paré a escuchar lo que decian a cierta distancia. Clencho y Quesito tornaban un porrén. Hablaban de las amigas de la hermana de Clencho. Me quedé asi por un momento, jugando al invisible. Me gusta ese juego. A veces entro a una casa cuando sus duefios duermen o van al rio. Me quedo un rato. Imagino a las familias, preparadas para cenar, con la tele prendida. Una vez estuve en una donde habia una vieja enferma en una cama Entré, saludé a Roque con un abrazo y abrimos el licor. Quesito siguié hablando como si nada. 72 SIGUIENTE > ~zTu hermana se depila toda? —pregunt6. Clencho alzé los hombros. Roque no aportaba nada. Estaba incémodo. Fumaba sentado sobre un pedazo de escombro y miraba fijo la silueta de cartén de una maestra que habiamos sacado de la escuela. La mujer de cartén era joven, tenia el pelo corto, amarillo, hecho con papel afiche. Alrato, Roque conté que sus padres habian decidido separarse y mandarlo al internado de Soto a que cursara la secundaria. Estaba triste. —Cagaste. Ahi son todos guasos —dijo Quesito~. Las Unicas tetas son las de las vacas. Quesito iba poco a la escuela porque culdaba los chanchos de un vecino y hacia changas. Clencho dijo que no se iba a anotar en la secundaria, preferia ayudar en el boliche de la madre. —ePara qué? —dijo. Yo no supe qué decir. Fume y vi cémo el humo subié hasta los tirantes resecos y arqueados, como las costillas de un cabrito ala parrilla, Poco antes de morir, el Tata me habia contado la historia del duefio de la Casa Partida, el que murié de un susto. Estabamos. los tres, en su pieza, él sentado en la cama parecia recuperado, Mami le media el torso con un centimetro para coserle un chaleco de polar. El hombre era un portefio, un tal Rocha. Habja comprado la casa para refaccionarla y tener, cuando se jubilara, un lugar con aire puro donde vivir el Ultimo tramo de su vida. Venia cada tanto y se instalaba en el hotel para supervisar la obra. El resto de tiempo iba al bar y pedia que le sirvieran una botella de ginebra. No hablaba con nadie. Decian que era comunista. Una noche lo vieron entrar a la casa, un poco borracho. El hombre caminaba por los espacios vacios, oscuros, cuando una paloma levanté vuelo detrés suyo. El aleteo le paré el corazén. Al otro dia lo encontraron tirado en el piso, con los pantalones meados. El pdjaro todavia revoloteaba sin poder salir. Por un tiempo, conts el Tata, la gente decia que se lo veia entrar ala casa de noche. Lo malo de los muertos es que no estan mas —dijo mama, con un alfiler en la boca~ Parece como que estan, pero no. Lo de Roque ya no era un cumplearios, era una despedida. “Trae para acd —dijo Quesito y manotes el licor. Lo palade6— Parece un postrecito —dijo~ Dulce y espeso como el flujo de ‘tu hermana, Le pas6 la botella a Clencho. Roque bailaba y aplaudia. Cantaba 25 rosas de Chébere. Quesito agarré la maestra de cartén, =A ver cémo baila tu hermana ~dijo y le indicé a Roque—: /os segui cantando. La abrazé de la cintura y comenz6 a moverse. De pronto sacé un cuchillito afilado del bolsillo y abrié un tajo en el cartén. Se bajé el cierre de la bragueta, sacé el pito y lo ensarté en el agujero que habia hecho. Ay, qué rico papo —dijo. Despué 72 SIGUIENTE > /APrets los dientes y lo arrebaté con una trompada. ~La puta ma ito cafa un hilo de sangre. Alcé el cuchillo del piso y me lo guardé en el bolsillo, Se acabé la fiesta ~dije y me fui. Pasé frente a la escuela. La cabeza de Sarmiento era cartén picado cubriendo las baldosas. Los perros estaban echados. uno me tiré un tarascén. Segui. Cuando llegué a casa, mama quiso carnear una gallina. —Quedese aca, que yo voy buscando el bichito ~me dijo. Entré a la jaula con los brazos y las piernas abiertas, hasta donde se lo permitié el batén, y avanz6 barriendo las gallinas hacia el rincén. Agarré una colorada y me la pas6. Puso el cogote sobre el borde de una palangana, con una mano sostuvo la cabeza y con la otra corté de un cuchillazo el cuello del animal. Fue como si hubiera descorchado una sidra: el chorro de sangre manché el batén y el resto se derramé en el recipiente. La gallina sin cabeza latié pegada a mis costillas, hasta que se fue apagando. Mamé caminé hasta la rama de un drbol de donde colgaba una prolongacién y giré la lamparita, Una luz anaranjada band el piso de tierra. Hizo fuego y puso la olla con agua. —Hervida es més sana —dijo. Hacia meses que cocinébamos ahi porque la cocina se habia llenado de humedad. La casa nos quedaba grande y se venia abajo, Después buscé una botella de licor del mueble del Tata. Tomé un trag6, tiré una ramita ms a las llamas —Andate al internado —me miré y me tocé el pelo-. Ahi comen bien y se hacen hombrecitos. Va a estar todo bien —dije. Si -dijo va a estar todo bien. Después se largé a llorar. Sobre el autor Waldo Cebrero (San Carlos Minas, 1983). Es periodista, quionista y docente en la Facultad de Ciencias de la Comunicacién de la UNC. Fundé y edité COSO, revista independiente de cultura. Trabajé en las redacciones de Infojus Noticias, El Argentino, Dia a Dia, Serd Justicia y Enredaccién. Publicé erénicas en Tiempo Argentino, Pagina 12, Revista Anfibia, Revista THC, Cosecha Roja, Nimero Cero (suplemento del diario La Voz del Interior). entre otros medios. En 2016, gané el premio provincial de periodismo de Investigacién “Rodolfo Walsh’ RE ! i

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