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La nueva estética de la Ilustración: lo sublime.

La renovación estética de la España del siglo XVIII estuvo fuertemente influenciada por la
teoría de las artes francesa —Francia era el referente y centro de innovación europeo— y
tiene como objetivo depurar el “mal gusto” del siglo anterior, lo barroco. La actividad estética
de lo engañoso, del reloj, del teatro —en definitiva, de lo artificial— busca depurarse del
sabor de las bocas del final del siglo anterior con una vuelta a lo natural, en gran variedad de
sus sentidos, el más importante para nuestro tema es la naturaleza fenoménica sensible, el
mundo que nos rodea.
La filosofía centroeuropea del momento, de declive de las potencias coloniales mediterráneas
de paradigma católico y el incipiente auge de las noroccidentales, está dando una máxima
importancia al sujeto como entidad racional, producto de las tesis racionalistas de Leibnitz y
Spinoza que le atribuyen la capacidad de desentrañar las verdades del mundo mediante el uso
del intelecto, la res cogitans cartesiana. La emancipación del sujeto consecuente de una
desarrollada subjetividad se expresan en una nueva forma de entender las artes: se les
concede un estudio propio —pues son ahora un objeto de conocimiento— frente a las artes
mecánicas, subyugadas a distintos intereses; de ahí surge el concepto ‘bellas artes’. El
proyecto de la ilustración busca recoger y categorizar desde la lógica los conocimientos, y las
bellas artes, tras identificarse, son ordenadas en cánones de composición por cuyo interés se
recuperan las poéticas. Este proceso de autonomía y autorrepresentación alcanzará su
culminación en el simbolismo y la vanguardia, para el que, sin embargo, existirá una
oposición en este siglo de las escuelas neoclásicas en la estela de Boileau, crítico literario de
corte conservador con un importante trabajo sobre las unidades Aristotélicas, para lastrar el
arte al servicio de la felicidad pública.
El contexto de los debates estéticos de Francia a finales del XVII es la tradicionalmente
llamada “querella entre los antiguos y los modernos”, donde los neoclasicistas defienden
tratar los textos de la antigüedad como enseñanzas de valores políticos, tesis patente en Las
causas de la corrupción del gusto de Ana Dacier, mientras los modernos, autores como
Perroux o Fontenelle, de influencia cartesiana, sostienen que a los nuevos autores les
corresponde mayor prestigio por su privilegiada posición histórica —la conocida metáfora de
enanos a hombros de gigantes— que junto a la idea de la imaginación infinita, por la que es
posible el progreso indefinido de la sociedad, dará un mayor interés a la creación artística
contemporánea.
Como combustible de estas disputas se rescatan fuentes —sobre las cuales la tratadística
había pasado mayormente por alto hasta el siglo XVII— cuyos autores abordan el problema
estético, insignificante a gran parte de ensayistas y filósofos de la antigüedad. Sobre lo
sublime de Pseudo Longino y la Enéada de Plotino; en concreto el capítulo sexto de la
Enéada I “Sobre lo bello” y el octavo de la Enéada V “Sobre la belleza inteligible”, son el
cuerpo principal, junto a la poética de Aristóteles, para modernizar la estética ya en del
periodo de los novatores. Estos textos tienen en común haberse publicado y traducido en el
Renacimiento, principalmente en el círculo filológico de Robortello y Pazzi, pero no
adquieren una presencia en artistas hasta que se produzca el desgaste de la estética barroca,
que coincide con una relativa calma en Europa tras el fin de las grandes guerras de religión y
el declive mediterráneo, la Paz de Westfalia. Pese a la relativa proximidad a las fuentes en
España y su interés por el problema estético —podemos apreciar la aproximación propia en el
no sé qué que escribe Feijoó— los conceptos troncales de ‘bello’ y ‘sublime’ se verán
popularizados desde el contacto con el extranjero.
El concepto de lo sublime se recobra en la ilustración para mostrar la relación entre el sujeto
y el mundo en que vive, de dimensiones totalmente dispares. Lo sublime, tal y como lo
recoge Kant en su ensayo de 1764 Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo
sublime produce, como lo bello, una emoción agradable, pero de naturaleza enteramente
distinta. Lo sublime es placer producido al contemplar el una estrellada noche sin luna o un
estrecho acantilado; va unido al terror, al desconcierto, al asombro, a la soledad, a lo eterno y
lo grande; por el contrario, lo bello está asociado a lo alegre, la fragilidad, lo calmo, la
redondez y lo pequeño.
La comparación más habitual entre estos dos términos suele proseguir de largas hileras de
imágenes, cualidades y sensaciones en oposición; la anterior es tan solo una posible, aunque a
mi juicio esclarecedora. El gusto es parcialmente independiente, se determina según si es
placentero al sentido del observador, cuanto más afecto y comodidad genere en el sujeto, le
parecerá más bello, pero cuando produzca respeto y desafío, se aproximará a lo sublime. Por
cómo están caracterizados uno y otro es de esperar que hayan sido atribuidos por los
pensadores ilustrados a lo sublime, la masculinidad, y a lo bello, la feminidad. Se continúa así
la estela de asociación de espacios públicos al hombre, los privados a la mujer; la ciencia, el
oficio público y el pensamiento político al hombre y a la cría, el cuidado de la casa y los
conocimientos más cotidianos.
[texto Jovellanos 4 párrafos medio extensos] De los ilustrados españoles el más proclive a
tratar temas sublimes es Jovellanos. Trata en sus lecciones de reórica y poética, a imagen de
la de Aristóteles, como estaba en boga, de lo sublime, ….
, y así se refleja en numerosos textos suyos tanto en los íntimos, sus diarios…
como los públicos, se observa claramente su idea en la Oración inaugural o exhotación al
estudio de las Ciencias sociales, allí Elena de Lorenzo hábilmente recoge…
Pasando por la Carta de Jovino a Anfriso escrita desde el Paular, en la cual….
Lo sublime del espectáculo de la naturaleza vasta, desde los montes más grandes hasta los
mares más profundos, los antiguos bosques y las oscuras grutas; y en general lo inabarcable y
dificultoso del lucus horridus, despierta en el hombre ilustrado una mezcla de temor y
admiración. El rey de la creación, el hombre de bien, racional e ilustrado forja su
individualidad desafiando la Naturaleza; se sobrepone al temor, es capaz de contemplarla
desde la intelectualidad y se deleita en ella. Aquello no le impide —más bien le provoca—
tratar de domar el paisaje terrible y convertirlo en un jardín para la felicidad pública. Esta
narrativa responde a la necesidad de una epopeya propiamente ilustrada, lejos de ideales del
caballero famoso o el santo sacrificado, que poco añaden al bien común. El nuevo héroe
aparece como el marinero o el ingeniero, que tienen como herramienta la ciencia, y cuyo
mérito es aprovechar, transformar, amansar la naturaleza. Lo sublime no es sino una
herramienta para remarcar la misión del ilustrado, de contemplar, categorizar y aprovechar un
todo universal.
Ahora bien, como ya hemos dicho, el desafío que se presenta al sujeto le produce un goce
estético, pero ¿de dónde proviene este y cómo se produce?¿Por qué las imágenes
anteriormente descritas habrían, si bien fuera del peligro real, fascinarnos? Kant responde que
el criterio que separa la contemplación de lo bello y lo sublime es el entendimiento,
entendido, valga la redundancia, como la formalización de la información sensitiva en cuanto
a parámetros estructurales de tiempo, espacio, forma, etc. Lo que excede los límites del
entendimiento para engranar lo sensible en las categorías cognitivas y suspende de esta
manera el acto de entender, dentro del cual reside el acto de imaginar —que es de igual
manera constreñido— sería lo sublime. Aun así, queda una herramienta al cerebro ilustrado
para enfrentar aquello inabarcable, que denomina Razón. Es la facultad que si bien no alcanza
en temas inabarcables, se maneja entre ellos. Lo sublime produce de aquellas impresiones
sensoriales una unión con la razón para producir un goce moral, el sentimiento e idea del
deber.
Bibliografía
-Arce, Joaquín, La poesía del siglo ilustrado, ed. Elena Barcellós, Madrid, Athenaica, 2003,
pp. 369-380, 395-424.
-Bloom, Harold, El canon occidental, Ed. De Damián Alou, Barcelona, Anagrama, 2007, pp.
11-22.
-Deleuze, Guilles, Spinoza: filosofía práctica, trad. Antonio Escohotado, Fábula, 2020, pp.
11-25, 149-158.
-Hermoso Félix, María Jesús, “La filosofía de Plotino: una metafísica de la imagen”, Anales
Del Seminario De Historia De La Filosofía, 31, pp. 11-27. 
-Jovellanos, Gaspar Melchor de, Lecciones de retórica y poética, ed. Francisco Jarrín,
Editorial del Instituto Jovellanos, Gijón, 1879, pp. 206-289.
-León, Fray Luis de, Poesía, ed. de Juan Francisco Alcina, Cátedra, Madrid, 2019, pp. 11-
105.
-Lorenzo Álvarez, Elena de, “El curioso contemplador de la naturaleza, la estética de lo
sublime en los escritos literarios de G.M. de Jovellanos”, Iberoromania, Nº 84,
(2016), pp. 270-280.
-Rueda, Ana, “Jovellanos en sus escritos íntimos: el paisaje y la emoción estética de ‘lo
sublime’”, Revista De Literatura, 68 (2006), pp. 490–501.
-Scheck, Daniel Omar, “Lo sublime y la reunificación del sujeto a partir del sentimiento:
estética más allá de lo bello”, Signos Filosóficos, 15 (Junio 2013), pp. 103-135.
-Soto Posada, G. Trad. “De Natura Rerum. Isidoro de Sevilla”. Escritos 27. 58 (2019), pp.
143-197.
-Trías, Eugenio, Lo bello y lo siniestro, ed. Debolsillo, 2019, pp. 27-43.
Bibliografía electrónica:
-Castro Gómez, Ernesto, “¿Qué es la estética? | Historia de las filosofías de las artes (3/27)”,
Grabación de la clase de Historia de las ideas estéticas del pensamiento I, en su canal de
Youtube 29/4/21: https://www.youtube.com/watch?v=Doi8cI1AugE
-Castro Gómez, Ernesto, “Plotino y Longino | Historia de la filosofía (2/66)”, Grabación de la
clase de Historia de las ideas estéticas del pensamiento I, en su canal de Youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=76RMOXIbYig
- Feijoo, Benito Jerónimo, Teatro Crítico Universal, “El no sé qué”, ed. digital de Cervantes
Virtual 27/4/21: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/lo-bello-y-lo-sublime-ensayo-
de-estetica-y-moral--0/html/fefdabe2-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm
-Kant, Immanuel, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, ed. digital de
Cervantes Virtual 4/5/21: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/lo-bello-y-lo-sublime-
ensayo-de-estetica-y-moral--0/html/fefdabe2-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm
-Rinaldi, Mauricio, “La autonomía del arte y la subjetividad en la sociedad contemporánea”,
artículo en la web de la Universidad de Palermo 4/5/21:
https://fido.palermo.edu/servicios_dyc/publicacionesdc/vista/detalle_articulo.php?
id_articulo=1343&id_libro=124
-Ramos Gorostiza, Jose Luis, “Jovellanos y la naturaleza: economía, ciencia y sentimiento”
Scripta Nova Vol. XI, núm. 241, 15 de junio de 2007, consultada a 13/05/21:
http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-241.htm
Habiéndome leído una cantidad de bibliografía un tanto desproporcionada para un post breve
en este foro, he decidido orbitar los múltiples temas que se desarrollan en los textos y a partir
de esta misma bibliografía aprovechar algún otro breve ensayo, tan solo sea por amortizar
parte del tiempo.

Lo sublime en la poesía astral y Primero Sueño de sor Juana


Inés
Existe una estrecha relación entre la llamada al heroísmo cientificista masculina, de encontrar
el orden que subyace al grandioso caos, y el tópico del orden del universo y la cadena de los
seres en su retórica y su estructura: alejarse consiguiendo adoptar la perspectiva amplia y
singular, y el vuelo como metáfora de razonamiento ‘elevado’, que refleja la inmensidad del
universo. El éxito de la poesía astral de Edward Young y Alexander Pope se refleja en
España en Trigueros y Cadalso, y tiene especial calado en Juan Meléndez Valdés.

En On the Pleasures of the Imagination, Addison señala que son gratas y


estimulantes a la imaginación las reflexiones de los autores de la «nueva filosofía»
que contemplan la naturaleza, y detalla dos posibles modos de activar el efecto
sublime, dos posibles miradas en perspectiva: hacia las alturas, para observar la
multitud de planetas flotando y girando unos sobre otros y rodando en sus elipses
con pompa y solemnidad, y vislumbrar los campos de éter que se extienden más
allá de Saturno hacia el infinito y los océanos de luz; y hacia la tierra, admirando la
variedad de especies hasta llegar escalonadamente a los seres diminutos, perfectos
en sus minúsculas proporciones y en cuyo espíritu podrían existir otros tantos
universos. Según Addison, el yo que intenta comprender permanece atónito ante
especulación tal, que todo lo enlaza y proyecta ad infinitum, y ante la inmensidad,
la solemnidad y la magnificencia del Universo6.
En otro ensayo al margen de la conocida serie, el propio Addison explicita
que en ocasiones el contemplador atina con las leyes que ordenan el aparente
caos, pero reconoce su incapacidad para aprehender su sentido último mediante
la razón, lo que marca un giro «a lo divino». Señalando el retiro como un modo de
fortalecer la fe, afirma que la propia creación es la mejor prueba de la existencia
del Ser Supremo y, tras citar versos de los Salmos que argumentan que el firmamento
proclama la gloria divina, concluye que «such a bold and sublime manner
of Thinking furnishes very noble Matter for an Ode»7. Para muestra, deja al lector
una oda suya, que lograría notable difusión en el ámbito británico al ser convertida
en himno entonado en la liturgia eclesiástica y utizarla Haydn como coro en
The Creation (1798); y que es temprano testimonio poético de lo sublime cósmico
del siglo XVIII europeo y de cómo lo sublime retórico clásico se está transformando
en una categoría estética.

Presentación alternativa:
1. La nueva estética del siglo XVIII: lo sublime

La renovación estética de la España del siglo XVIII estuvo fuertemente influenciada por la
teoría de las artes francesa —Francia era el referente y centro de innovación europeo— y
tiene como objetivo depurar el “mal gusto” del siglo anterior, lo barroco. La filosofía
europea del momento está dando una máxima importancia al sujeto como entidad
racional, producto de las tesis racionalistas de Leibnitz y Spinoza que le atribuyen la
capacidad de desentrañar las verdades del mundo mediante el uso del intelecto, la res
cogitans cartesiana. El auge de la subjetividad y la emancipación del sujeto se expresan
en una nueva forma de entender las artes: se les concede un estudio propio —pues son
ahora un objeto de conocimiento— frente a las artes mecánicas, subyugadas a distintos
intereses; de ahí surge el concepto ‘bellas artes’. El proyecto de la ilustración busca
recoger y categorizar desde la lógica los conocimientos, y las bellas artes, tras
identificarse, son ordenadas en cánones de composición por cuyo interés se recuperan
las poéticas. Este proceso de autonomía y autorrepresentación alcanzará su culminación
en el simbolismo y la vanguardia, para el que, sin embargo, existirá una oposición en
este siglo de las escuelas neoclásicas en la estela de Boileau, con su trabajo sobre las
unidades Aristotélicas, para el servicio del arte a la felicidad pública. 

El contexto francés de los debates estéticos a finales del XVII es la tradicionalmente


llamada “querella entre los antiguos y los modernos”, donde los neoclasicistas defienden
tratar los textos de la antigüedad como enseñanzas de valores políticos, tesis patente
en Las causas de la corrupción del gusto de Ana Dacier, mientras los modernos, autores
como Perroux o Fontenelle, de influencia cartesiana, sostienen que los nuevos creadores
son los verdaderos clásicos por conocer la tradición que les antecede —la conocida
metáfora de enanos a hombros de gigantes— junto a la idea de la imaginación infinita,
por la que es posible el progreso indefinido de la sociedad.
Como combustible de estas disputas se rescatan fuentes, que la tratadística había
pasado por alto hasta el siglo XVII, cuyos autores abordan el problema estético,
insignificante a gran parte de ensayistas y filósofos de la antigüedad. Sobre lo sublime de
Pseudo Longino y la Enéada de Plotino; en concreto el capítulo sexto de la Enéada I
“Sobre lo bello” y el octavo de la Enéada V “Sobre la belleza inteligible”, son el cuerpo
principal, junto a la poética de Aristóteles, para modernizar la estética en del periodo de
los novatores. Estos textos tienen en común haberse publicado y traducido en el
Renacimiento, principalmente en el círculo filológico de Robortello y Pazzi, pero no
adquieren una presencia en boca de autores hasta que se produzca el desgaste de la
estética barroca, que coincide con una relativa calma en Europa tras el fin de las grandes
guerras de religión, la Paz de Westfalia. Pese a la relativa proximidad a las fuentes en
España y su interés por el problema estético —podemos apreciar la aproximación propia
en el no sé qué que escribe Feijoó— los conceptos troncales de ‘bello’ y ‘sublime’ se
verán popularizados desde el contacto con el extranjero.

El concepto de lo sublime se recobra en la ilustración para mostrar la relación entre el


sujeto y el mundo en que vive, de dimensiones totalmente dispares. Lo sublime, tal y
como lo recoge Kant en su ensayo de 1764 “Observaciones sobre el sentimiento de lo
bello y lo sublime” produce, como lo bello, una emoción agradable, pero de naturaleza
enteramente distinta. Lo sublime es placer producido al contemplar el una estrellada
noche sin luna o un estrecho acantilado; va unido al terror, al desconcierto, al asombro, a
la soledad, a lo eterno y lo grande; por el contrario, lo bello está asociado a lo alegre, la
fragilidad, lo calmo, la redondez y lo pequeño.

La comparación más habitual entre estos dos términos suele proseguir de largas hileras
de imágenes, cualidades y sensaciones en oposición; la anterior es tan solo una posible,
aunque a mi juicio esclarecedora. El gusto es parcialmente independiente, se determina
según si es placentero al sentido del observador, cuanto más afecto y comodidad genere
en el sujeto, le parecerá más bello, pero cuando produzca respeto y desafío, se
aproximará a lo sublime. Por cómo están caracterizados uno y otro es de esperar que
hayan sido atribuidos por los pensadores ilustrados a lo sublime, la masculinidad, y a lo
bello, la feminidad. Se continúa así la estela de asociación de espacios públicos al
hombre, los privados a la mujer; la ciencia, el oficio público y el pensamiento político al
hombre y a la cría, el cuidado de la casa y los conocimientos más cotidianos.

Lo sublime del espectáculo de la naturaleza vasta, desde los montes más grandes hasta
los mares más profundos, los antiguos bosques y las oscuras grutas; y en general lo
inabarcable y dificultoso del lucus horridus, despierta en el hombre ilustrado una mezcla
de temor y admiración. El rey de la creación, el hombre de bien, racional e ilustrado forja
su individualidad desafiando la Naturaleza; se sobrepone al temor, es capaz de
contemplarla desde la intelectualidad y se deleita en ella. Aquello no le impide —más
bien le provoca— tratar de domar el paisaje terrible y convertirlo en un jardín para la
felicidad pública. Esta narrativa responde a la necesidad de una epopeya propiamente
ilustrada, lejos de ideales del caballero famoso o el santo sacrificado, que poco añaden al
bien común. El nuevo héroe aparece como el marinero o el ingeniero, que tienen como
herramienta la ciencia, y cuyo mérito es aprovechar, transformar, amansar la naturaleza.
Lo sublime no es sino una herramienta para “enfatizar el arrojo titánico del sujeto
ilustrado y la grandeza de su misión”.

Este post deberá considerarse en relación al introductorio sobre el tema de lo sublime en el


foro de Introducción al siglo XVIII, lectura previa que aclarará e introducirá los temas y
conceptos que aquí se tratan. Es por ello que comparten una porción de la bibliografía.
Espero que resulte ser una lectura, si no amena, al menos informativa.
2. Lo sublime en la prosa de Jovellanos
Jovellanos es uno de los ilustrados españoles con mayor interés hacia la Naturaleza y que más
páginas le pudo dedicar. En su inmensa obra se manifiesta una pluralidad de facetas; en
especial la de viajero en sus Diarios o de economista, en relación con la agricultura,
ganadería e infraestructura, fueron las que desviaron mayor parte de su interés hacia el
espacio natural en torno a su tierra natal, Gijón, para el aprovechamiento de la complicada
orografía de la región. Desde el ministerio se le encargó estudios con el fin de hacer reformas
de minería, ejército y enseñanza, labor que cumple con solvencia, si bien tratan con ello de
alejarle de la Corte, como a otras personalidades reformadoras. Él mismo lo sabe, y no por
ello dejará de disfrutar de su retiro de la capital y sus “frivolidades”. Fomentará la creación
de Asociaciones de Amigos del País, como la asturiana, y proyectos de ingeniería estatales
como la construcción de presas y puertos y la tala de bosques, para los que compondrá
solemnes discursos donde aparecerá una naturaleza sublime, ya con tintes prerrománticos. En
1794 aplica sus ideas en la fundación, a raíz de su iniciativa, del Real Instituto Asturiano de
Náutica y Mineralogía, en cuya inauguración dará el discurso preliminar.
En la Oración inaugural o exhortación al estudio de las Ciencias sociales se muestra la
voluntad de transformación del lugar hórrido, “¿Hay espectáculo más triste que ver sujeto y
esclavizado a la naturaleza el hombre que nació para enseñorearla?”, incompatible con un
aprovechamiento económico que permita el progreso general. Le gusta ver la naturaleza
controlada, labrada hasta la medida del hombre, uniendo siempre la idea de fertilidad a la de
belleza. Varias de estas convicciones se pueden rastrear hasta Contemplación de la
Naturaleza , que encontramos en el catálogo de su biblioteca, de Charles Bonet, uno de los
principales defensores en el siglo XVIII de la imagen de la naturaleza como mecanismo
diseñado por la Divinidad; así lo expresa en su discurso: “Si algún estudio nos puede
levantar a estas verdades, es el estudio de la naturaleza, es el estudio de este orden que reina
en ella, que descubre por todas partes la sabia y omnipotente mano que le dispuso, y que nos
indica los grandes fines para que fuimos colocados en ella”. En general predomina el
sentimiento providencialista como motor del esfuerzo ilustrado, con la finalidad de convertir
mediante el trabajo el bíblico lugar del destierro del hombre, el mundo terrenal, en un nuevo
Edén.
La reforma de Jovellanos es poco radical, de corte tradicionalista. Propone una vuelta al
supuesto idilio clásico y “recobrar algún día aquella inocente y venturosa sencillez”; común
es entre los ilustrados españoles ver la “corrupción de ideas y costumbres” de su tiempo,
Jovellanos no es la excepción. La reforma de Jovellanos ha de ser sujeta por la moral, no
arrastrada por la ambición que, según considera, es la fuerza que emborrona “el dogma, la
moral y la venerable disciplina de la iglesia”. Aquí lo antiguo, fiable, recto y familiar se ve
identificado con la naturaleza sublime; peligrosa y sabia a partes iguales: “esas rocas
altísimas” que son los Pirineos, componen el “valladar inaccesible que la naturaleza
interpuso para separarnos del resto de la tierra”, al Mar Cantábrico lo percibe por un lado
como “olas bramadoras que baten el cimiento de vuestras moradas”, así como el “límite que
señaló a vuestra ambición”. Son barreras de la Providencia que por un lado legitiman el
espíritu de las naciones, pero atendiendo a su faceta aterradora son el objeto contra el que
medirse las fuerzas el proyecto pacificador ilustrado de aspiraciones globales; y a la fuerza se
habrá de traspasar dichas fronteras.
El desafío que se presenta al sujeto ilustrado le produce un goce estético, pero ¿dónde se
produce? Kant responde que el criterio que separa la contemplación de lo bello y lo sublime
es el entendimiento, entendido —valga la redundancia— como la formalización del
conocimiento sensible en cuanto a parámetros estructurales de tiempo, espacio, forma, etc. Lo
que excede los límites del entendimiento, cuya labor es engranar lo sensible en las categorías
cognitivas, suspende el acto de entender, y por extensión el acto de tan siquiera imaginar;
aquella imagen lo suficientemente vasta e incomprensible se caracterizaría por ser sublime.
Los sendos obstáculos que menciona Jovellanos para inflamar el arrojo de los alumnos de
náutica y mineralogía, los mares turbulentos y los escarpados picos, pueden aun así
enfrentarse, con lo que Kant denomina la Razón. No es solo que los héroes de la ilustración
dispongan de poderosas herramientas para descubrir los misterios de la naturaleza, que “no se
tratará de empeñar en indagaciones metafísicas” —los avances del siglo florecen en muchas
áreas del conocimiento natural: náutica, astronomía, electromagnetismo— ; la Razón de por
sí es la facultad que, si bien no alcanza a abarcar temas inconmensurables, se maneja entre
ellos, y puede plantearse preguntas sobre el principio y fin del universo, el alma humana, la
divinidad y la infinitud. Lo sublime es en última instancia un goce moral, en que la
experiencia de lo inabarcable le permite ver la pequeñez del sujeto y paralelamente labrar su
dignidad e identidad en su voluntad ante la amenaza que contempla; es la unión sintética
entre la estética y la ética.
La herramienta transformadora es, por lo tanto, la educación ilustrada, pues “ninguno [don]
es tan grande y tan provechoso como la ilustración”, que ve tan necesaria en su país, donde
proliferan la “ignorancia y superstición” heredadas de los pasados siglos. No en vano está
presidiendo la inauguración del actualmente conocido como Instituto Jovellanos. Esta labor
forma parte de las tibias reformas ilustradas de Carlos IV para evitar una pérdida de
intelectualidad hacia Europa, haciendo del país un foco propio de sabiduría “Ya no tendréis
que abandonar vuestra patria para alcanzarla”. Sin embargo la reforma se congelará con la
llegada de noticias sobre la Revolución Francesa y que acabará con el exilio de Jovellanos a
Mallorca. Irónicamente, Kant veía lo sublime en lo terrible contemplado desde una distancia
segura, así pone como ejemplo dicha Revolución, que admira con fascinación desde su
ciudad natal Königsberg; pero en la adyacente España desemboca en la expulsión de los
ilustrados, tanto por Carlos IV, como Fernando VII tras su restauración al acabar de repeler la
invasión napoleónica, y la subsiguiente descomposición del imperio colonial.
Bibliografía:
-Arce, Joaquín, La poesía del siglo ilustrado, ed. Elena Barcellós, Madrid, Athenaica, 2003,
pp. 369-380, 395-424.
-Jovellanos, Gaspar Melchor de, Lecciones de retórica y poética, ed Francisco Jarrín,
Editorial del Instituto Jovellanos, Gijón, 1879, pp. 206-289.
-Trías, Eugenio, Lo bello y lo siniestro, ed. Debolsillo, 2019, pp. 27-43.

Bibliografía electrónica:
-Castro Gómez, Ernesto, “¿Qué es la estética? | Historia de las filosofías de las artes (3/27)”,
Grabación de la clase de Historia de las ideas estéticas del pensamiento I, en su canal de
Youtube 29/4/21: https://www.youtube.com/watch?v=Doi8cI1AugE
-Kant, Immanuel, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, ed. digital de
Cervantes Virtual 4/5/21: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/lo-bello-y-lo-sublime-
ensayo-de-estetica-y-moral--0/html/fefdabe2-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm
-Lorenzo Álvarez, Elena de, “El curioso contemplador de la naturaleza, la estética de lo
sublime en los escritos literarios de G.M. de Jovellanos”, Iberoromania, Nº 84,
(2016), pp. 270-280, a fecha de 6/05/21: https://www.deepdyve.com/lp/de-gruyter/el-curioso-
contemplador-de-la-naturaleza-la-est-tica-de-lo-sublime-en-h07rpUe8Pq
-Ramos Gorostiza, Jose Luis, “Jovellanos y la naturaleza: economía, ciencia y sentimiento”
Scripta Nova Vol. XI, núm. 241, 15 de junio de 2007, consultada a 13/05/21:
http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-241.htm
-Rodrigo Mancho, Ricardo “Jovellanos y Jorge Semprún en el camino de la desolación”
eHumanista: Journal of Iberian Studies, Vol. 42, 2019, pp. 170-183, consultada a 15/05/21:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/7404469.pdf
-Rueda, Ana, “Jovellanos en sus escritos íntimos: el paisaje y la emoción estética de ‘lo
sublime’”, Revista De Literatura, 68 (2006), pp. 490–501., a fecha de 11/05/21:
http://revistadeliteratura.revistas.csic.es/index.php/revistadeliteratura/article/view/17
-Scheck, Daniel Omar, “Lo sublime y la reunificación del sujeto a partir del sentimiento:
estética más allá de lo bello”, Signos Filosóficos, 15 (Junio 2013), pp. 103-135, a fecha de
15/05/21:
https://www.researchgate.net/publication/262708621_Lo_sublime_y_la_reunificacion_del_su
jeto_a_partir_del_sentimiento_La_estetica_mas_alla_de_las_restricciones_de_lo_bello

Así se verá con la nueva corriente de imperialismo europeo de setenta años más tarde con un
lema eficaz: “para hacer a los pueblos felices, era preciso ilustrarlos”.
Presenta sendos obstáculos, montañas y mares, a los alumnos de náutica y mineralogía que
actuarán de héroes de la ilustración descubriendo los misterios que alberga la naturaleza, con
los avances en electromagnetismo, náutica, astronomía y mecánica. Los conocimientos
antiguos ya no lastran los avances de los nuevos, existe un orgullo encarnado en el tópico de
los hombres célebres donde desafiar a la naturaleza ya no es castigado por los dioses, sino
admirado por los humanos. Sin embargo, a la hybris ilustrada, de tan poco calado en nuestro
país, nada más llegar noticias de la Revolución francesa, es detenida y exiliada; el mismo
Carlos IV congela las reformas y condena al ostracismo a sus ministros ilustrados, entre ellos
Jovellanos. En su apresamiento, ya al final de su vida compone

Pasando por la Carta de Jovino a Anfriso escrita desde el Paular, en la cual….


Jovellanos y Jorge Semprún en el camino de la desolación Ricardo Rodrigo Mancho (Universitat de
València

3. Lo sublime en la poesía: Poema de tema astral de Meléndez

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