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El discurso eficaz

Cinco prácticas de expresión oral


Universidad Autónoma de la Ciudad de México
Avenida División del Norte 906,
Col. Narvarte Poniente, Benito Juárez, DF
tels. 5543 0538, 5543 0341,
5543 0743, 5543 1729

Difusión Cultural y Extensión Universitaria


Col. Narvarte Poniente, Benito Juárez, DF
tels. 5543 0538, 5543 0341,
5543 0743, 5543 1729, exts. 6801 y 6802
El discurso eficaz
Cinco prácticas de expresión oral

Manuel Pérez Rocha


© El discurso eficaz. Cinco prácticas de expresión oral
primera edición, 2007.
© Manuel Pérez Rocha
D.R. Avenida División del Norte 906,
Col. Narvarte Poniente, Benito Juárez, DF
tels. 5543 0538, 5543 0341,
5543 0743, 5543 1729

Publicaciones: Eduardo Mosches


Diseño gráfico: Marco Kim

Hecho e impreso en México/Printed in Mexico

correo electrónico: editorial_uacm@yahoo.com.mx


En este cuaderno se explica cómo realizar con provecho CINCO prácticas
de expresión oral...

CINCO breves ejercicios en grupo que nos proporcionarán varios


beneficios.

(Véase “Los beneficios” en la p. 13)

Estas prácticas pueden ser realizadas en


MES Y MEDIO
por cualquier grupo de
PERSONAS INTERESADAS EN SUPERARSE
Reconocimiento y advertencia

Este cuaderno es producto de un trabajo colectivo; en su elaboración


participaron colegas y amigos promotores durante varios años de las
prácticas de expresión oral; también quienes han hecho estas prácticas,
y muchas personas que al leer los borradores han formulado valiosas
sugerencias para mejorar el fondo y la forma, a todos ellos expreso mi
sincero agradecimiento.
Algunos lectores, de formación académica, sugirieron cambiar
drásticamente el orden en el cual se presentan los materiales; la propuesta
consistía en colocar al principio los apartados “teóricos”, y remitir el
instructivo para la organización de las prácticas a un “anexo”. No he
incluido esta modificación porque implica una cuestión de fondo:
el objetivo de este cuaderno no es sólo informar o ilustrar al lector, si­
no esencialmente inducir nuevas prácticas en el uso del lenguaje.
Esta propuesta tiene su origen en algunos esfuerzos de educación popular
iniciados en 1975; sus resultados, insatisfactorios, evidenciaron que la falta
de desarrollo lingüístico constituye el primer reto en ese campo. Me parece
claro desde entonces que la educación popular debe lograr, entre otros, los
siguientes objetivos: enriquecer el vocabulario, desarrollar las habilidades
de expresión oral y escrita, de escucha atenta; crear conciencia de la
importancia del lenguaje y de su relación con el pensamiento y, sobre todo,
generar entusiasmo y confianza en el desarrollo de las propias capacidades
expresivas y de pensamiento mediante el trabajo. Esto se busca con las
“prácticas de expresión oral”.
Con la traducción y adaptación de un instructivo usado en un taller
denominado “Effective Presentation”, en el que participé en 1965, inicié
la promoción de estas “Prácticas de expresión oral”. Durante más de
veinte años, después de cada ejercicio, se introdujeron cambios a dicho
manual y, sobre todo, se le hicieron muchas adiciones. Algunas de las
recomendaciones prácticas de aquel instructivo1 se conservan en El
discurso eficaz, pero la estructura, orientación educativa y la mayor parte
del contenido (particularmente en los apartados “Bases de la prácticas de
expresión oral” y “Siete peldaños más”), pertenecen exclusivamente a este
cuaderno de trabajo.

Manuel Pérez Rocha

1
Ignoro qué queda del manual original, que extravié hace tiempo, pero en general se corresponde
con los aspectos prácticos de estos ejercicios. De cualquier forma, hoy en día hay más de 53,000
sitios de internet en los que se puede consultar “Effective presentation”, en muchos de los cuales se
encuentran recomendaciones prácticas como las de El discurso eficaz.
CONTENIDO

I.Presentación 13
1. Los beneficios 13
2. El trabajo 14
3. Advertencias 15
4. Siguiente paso: leer y escribir 17

II. Instructivo para organizar y


realizar las prácticas 19
1. Las cinco prácticas 19
2. Recomendaciones 20

III. Bases y objetivos de


las prácticas de expresión oral 23
1. Satisfacción y enriquecimiento personal 23
2. Lenguaje y pensamiento 23
3. El lenguaje, una herramienta 24
4. Enriquecer nuestro vocabulario 25
5. Usar las palabras para comunicar y
entender 27
6. Expresión: instrumento de autoevaluación 27
7. Expresión verbal: guía para el estudio y
la investigación 28

IV. El discurso eficaz 29


1. El discurso 29
2. Dos ideas fundamentales. 30
3. Ingredientes de un discurso eficaz 31
4. Características de un discurso eficaz 33

V. Preparación de un discurso eficaz 35


1. La preparación, un trabajo creativo 35
2. Estudio de las circunstancias y del
auditorio 36
3. Selección y delimitación del tema 36
4. Definición y especificación del objetivo 38
5. Selección de los medios o recursos 40
6. Diseño del discurso (organización
de las ideas) 40
7. Revisión y desarrollo 41
8. Aproximaciones sucesivas 41

VI. Siete peldaños más 43


1. La verdad que vale la pena decir. 43
2. Enfermedades de la expresión oral 48
3. La lectoescritura 52
4. Formas y funciones del discurso 60
5. Dos modelos prácticos 65
6. Guía para la evaluación y los comentarios 68
7. Sugerencias para el buen uso de las ayudas
visuales 71
I. PRESENTACIÓN

1. Los beneficios

Quienes han hecho estas cinco breves prácticas afirman que han obtenido,
entre otros, los siguientes beneficios inmediatos:

Han aprendido a expresarse con más facilidad, claridad y seguridad
en sí mismos.

Esto les ha sido muy útil en el trabajo, en las acti­vidades cívicas o políticas,
en la vida familiar y social, en la escuela; porque muchos de los problemas
en todos esos ámbitos son causados o agravados por nuestra incapacidad
para comunicarnos con claridad.

Han conseguido pensar con más claridad.

Es cierto, lo que más ayuda a ordenar, fundamentar y enriquecer nuestros


propios pensamientos es el esfuerzo de transmitirlos a los demás; éste es un
camino efecti­vo para poner a prueba nuestras ideas y para desarrollarlas.

Han conseguido una conciencia más clara del avance que han logrado
en su desarrollo intelectual …
…y una idea más precisa de lo que saben y de lo que ignoran, de lo
que necesitan averiguar (investigar, estudiar) y aprender.

• También han adquirido un mayor entusiasmo por prepararse.

• Algunos señalan que, además, han aprendido a escuchar con más


cuidado y a analizar lo que los otros dicen, y por qué y para qué lo
dicen.

13
Manuel Pérez Rocha

UNA EXPLICACIÓN MÁS COMPLETA DE LOS


BE­NEFICIOS SE ENCUENTRA EN “BASES Y
OBJETIVOS...” p. 23

Éstos son algunos de los beneficios que pueden esperarse de la realización


de estas prácticas, pero...
...debe tenerse presente que estas prácticas son sólo un punto de
partida, o una ocasión para reforzar nuestro desarrollo intelectual...
…desarrollo intelectual que TODOS podemos al­can­zar para ser más
libres, para tener una vida más útil y más plena.

2. El trabajo

Los principales trabajos que se desarrollan en estas prácticas son los


siguientes:

a) Leer este cuaderno, comentarlo, discutirlo, criticarlo, tomando de él


lo que sea útil.
b) Cada semana, todos y cada uno de los participantes prepararán un
breve discurso, charla, o exposición (como se le quiera llamar); en
total cada participante va a preparar cinco exposiciones.

Se recomienda que las sesiones sean una por semana


y no menos espaciadas porque lo que se pretende es
presentar los resultados de un trabajo (no de una
improvisación), lo cual requiere tiempo; cuando no
se disponga de tiempo suficiente para trabajar cinco
semanas, es preferible reducir el número de prácticas,
pero no el tiempo entre ellas.

14
El discurso eficaz

c) Presentar los discursos ante el grupo.


d) Escuchar y observar, atenta y activamente, cada ex­­posición o
discurso.
e) Después de cada presentación, los demás miembros del grupo le
dirán al expositor cuál fue la impresión que les produjo su discurso,
cuáles les parecen los principales aciertos y errores, qué cambios
pueden ayudarlo a ser más convincente, más ameno.

ES ACONSEJABLE ANOTAR LOS ASPECTOS


MÁS IMPORTANTES DE CADA PRÁCTICA.

Se propone que las prácticas sean un trabajo en equipo porque es la mejor


forma de alcanzar los objetivos pro­puestos, pero también porque en el
trabajo en equipo tienen lugar experiencias muy valiosas.
Ahora bien, el trabajo en equipo es fundamental para la educación
y el aprendizaje, pero la educación también exige momentos de trabajo
individual, de esfuerzo solitario que rendirá sus frutos cuando lo que haya
estudiado cada uno se analice en grupo y se ponga a prueba en la acción.
La lectura de este cuaderno y la preparación de las exposiciones cons­
tituyen, en estas prácticas, esos momentos indispensables de trabajo
individual.

3. Advertencias

a) Con estas prácticas se busca que revisemos (para me­jorarla) nuestra


capacidad de expresarnos con eficacia ante quienes nos rodean en la vida
de todos los días.
De aquí la importancia del cuarto y quinto trabajos: la observación
atenta y activa de cada exposición y la comunicación de las opiniones y
sugerencias de los pro­pios compañeros.
El éxito de las prácticas depende en gran medida de que se desarrolle
entre los participantes un buen ambiente de cooperación...

15
Manuel Pérez Rocha

…de que todos estén dispuestos a hacer el mayor esfuerzo posible por
realizar un buen trabajo de pre­paración de los discursos, por hacer con
generosidad, prudencia y cortesía comentarios útiles a los trabajos de los
demás…
…y a aceptar con sencillez y madurez las observaciones que los
compañeros hagan a sus trabajos.
b) En este cuaderno se encuentran los apoyos nece­sarios para que las
prácticas sean un éxito; pero es ne­cesario subrayar que se trata de apoyos y
sugerencias que deben ser usados en la medida en que de verdad ayuden.
Se propone que todos los que van a participar en las prácticas lean con
cuidado este cuaderno, que anoten sus dudas, las ideas con las que no
estén de acuerdo y las sugerencias que tengan para un mejor desarrollo del
trabajo.
Este cuaderno, como cualquier otro escrito que cae en nuestras manos,
debe ser visto como material de trabajo.

Pero incluso la lectura completa de este cuaderno,


previa a las prácticas, puede suprimirse.
Por ejemplo, un grupo de colonos de la Ciudad
de Mé­xico que hizo las prácticas avanzaba con
mucha lentitud en la lectura del cuaderno, y estaba
ansioso por iniciar el trabajo práctico...
…decidió entonces limitarse a estudiar el es­
quema pasado-presente-futuro (que se explica en
la p. 65)…
…y de inmediato inició el trabajo práctico; al
mismo tiempo continuó el estudio del cuaderno,
buscando en él apoyos para solucionar los pro­
blemas a los que se enfrentaba a cada paso.

!Aún así, las prácticas dieron
muy buenos resultados!

16
El discurso eficaz

4. Siguiente paso: leer y escribir

Con demasiada frecuencia no somos conscientes de nuestras propias ne­


cesidades básicas. Este es el caso de necesidades tales como la de pensar
con claridad y de esa manera comunicar nuestras ideas y emociones.
¿No son éstas, necesidades de todos los seres humanos? En efecto, lo
son. Sin embargo, sólo de vez en cuando prestamos atención a ellas; a pesar
de los múltiples problemas que todos los días origina la falta de claridad en
el pensamiento y en la comunicación, poco hacemos por mejorar nuestro
desempeño en estas actividades.
Las prácticas de expresión oral son de utilidad general e inmediata porque los
seres humanos tenemos, todos los días, la necesidad de expresarnos oralmente
con claridad y eficacia, aunque no seamos muy conscientes de ello.
Estas prácticas responden a necesidades reales de la vida cotidiana;
efectuarlas nos hará tomar conciencia de esas necesidades y nos ayudará
a satisfacerlas.
Pero estas prácticas también nos ayudarán a descubrir que, aunque
no sean tan visibles e inmediatas, tenemos otras necesidades no menos
importantes; por ejemplo, saber leer y escribir.
Tengamos presente que saber escribir no es sólo saber dibujar las letras
para con ellas formar palabras; saber escribir es saber usar las palabras para
expresar nuestros pensamientos, ideas y emociones.
De la misma manera, saber leer no es sólo pronunciar los sonidos
correspondientes a cada letra; saber leer es entender el significado de las
palabras, frases, oraciones, párrafos, páginas, capítulos y libros.
No son muchas las personas que hoy sienten todos los días la necesidad
apremiante de leer y escribir (en el sentido explicado en el párrafo anterior);
pero la realización de las prácticas de expresión oral nos hará ver que un
desarrollo intelectual avanzado y sólido exige practicar la escritura y la
lectura. Así, las prácticas de expresión oral serán una oportunidad para
comprobar la necesidad y utilidad de la escritura y la lectura.

Una explicación amplia sobre el significado de la
lectoescritura en la vida y la cultura se presenta
en la página 52.

17
NOTAS

18
II. INSTRUCTIVO PARA ORGANIZAR
Y REALIZAR LAS PRÁCTICAS

1. Las cinco prácticas

Como se ha señalado en la presentación, el trabajo de estas prácticas


consiste en:

• Leer y comentar este cuaderno;


• Preparar cinco breves discursos o exposiciones;
Presentar los discursos ante el grupo;
• Escuchar atenta y activamente los discursos de los compañeros;
• Comunicar a cada expositor nuestras opiniones sobre su trabajo y
sugerirle medidas que puedan ayudarlo a mejorar su expresión oral.

A continuación se sugiere el contenido de los discursos de cada práctica.


a) PRIMERA PRÁCTICA: una exposición totalmente libre. A quienes
se sientan principiantes, o inseguros, sugerimos empezar con un tema
que les sea familiar (su trabajo, su colonia, su familia, etcétera) y que
organicen sus ideas con el esquema pasado-presente-futuro (que se ex­
plica en la p. 65).
b) SEGUNDA PRÁCTICA: una descripción. Teniendo presente lo que
se dice sobre las formas del discurso en la página 60 y sobre la descripción
en la página 62, en esta práctica se hará una exposición que tenga como
elemento importante (aunque no necesariamente único) una descripción.
c) TERCERA PRÁCTICA: una narración. Se hará una exposición que
tenga como elemento importante una narración (véase p. 63).
d) CUARTA PRÁCTICA: ayudas visuales. Una exposición libre
tratando de hacer uso eficiente de alguna ayuda visual (pizarrón, dibujos,
objetos, etc.); en la página 71 se presentan sugerencias prácticas para este
propósito.

19
Manuel Pérez Rocha

e) QUINTA PRÁCTICA: una argumentación. Este trabajo consistirá


esencialmente en una argumentación, y su resultado se medirá por el gra­
do de convencimiento logrado en los miembros del grupo. Aquí puede
ensayarse la llamada “organización sicológica” (p. 66) y aplicar lo que se
dice acerca de la argumentación en la página 64.

2. Recomendaciones

a) Como se ha señalado, es muy importante que entre una sesión y otra


transcurra una semana, para que las exposiciones sean resultado de
un trabajo serio y no improvisaciones o discursos pre­parados con
precipitación.
b) En todos los casos el tema es libre; no puede ser de otra manera
pues, como se señala más adelante, un ingrediente esencial del discurso
eficaz es el interés del expositor en el tema que está tratando.
c) Cada exposición debe durar unos tres minutos, que son suficientes
para transmitir una idea y para apoyarla.

Es esencial aprender a hacer exposiciones breves (y


al mismo tiempo sólidas) por lo regular el tiempo
para comunicar nuestras ideas está limitado por
las circunstancias o por la paciencia e interés de
nuestros oyentes. La brevedad significa respeto a
quienes nos escuchan y, además, es factor esencial
de la eficacia, ya que si expresamos oralmente di­
versas ideas y transmitimos mucha información,
muy poco de esto quedará en la memoria de
nuestros oyentes.

d) Tres minutos también son suficientes para hacer los comentarios a


cada discurso. En la página 68 se encontrarán sugerencias útiles para hacer
este trabajo que, en ocasiones, es muy delicado.

20
El discurso eficaz

e) Un grupo de diez personas tardará cerca de una hora en la realización


de cada práctica. Si el grupo es mayor (digamos quince personas), cada
sesión duraría hora y media; en estos casos quizá es preferible dividir la
sesión de trabajo en dos partes, intercalando un breve receso.

Si hay más de quince personas interesadas en


hacer las prácticas, es mejor formar dos o más
grupos.

f) Se recomienda dedicar al final de las prácticas una hora (o más si el


grupo lo desea) para hacer una evaluación general del trabajo realizado
por todos.
g) Horario de trabajo. Será, por supuesto, el que mejor se acomode a
las ocupaciones de los participantes; sólo se sugiere evitar que las prácticas
se realicen inmediatamente después de la comida pues, en general, a esa
hora disminuye nuestro rendimiento intelectual.
h) Lugar. Es preferible realizar las prácticas en un lugar cerrado, donde
no haya distracciones y todos los participantes puedan estar sentados con
comodidad formando un semicírculo.
i) Acomodo. Cada participante debe pasar al frente del semicírculo a
hacer, de pie, su exposición; de esta manera podrá ver a todos los demás
participantes y éstos lo verán a él. Esta posición refuerza físicamente la
relación del expositor con sus oyentes.
j) Cronómetro. Apenas termine su presentación, se le dice al expositor
cuánto tiempo duró su discurso; el grupo debe asegurarse de tener un reloj
con segundero y ponerse de acuerdo para que alguno de los participantes
tome el tiempo de los discursos.
k) Materiales. Será muy útil, aunque no indispensable, tener a mano
un pizarrón o algún otro dispositivo para escribir (por ejemplo, hojas
grandes de papel).

21
NOTAS

22
III. BASES Y OBJETIVOS DE LAS PRÁCTICAS DE
EXPRESIÓN ORAL

1. Satisfacción y enriquecimiento personal

Mejorar nuestras capacidades de expresión puede ayu­darnos a vivir de


manera más rica y satisfactoria. No nos referimos, por supuesto, a la sa­
tisfacción vanidosa de quien habla con pedantería, ni a los beneficios
que obtienen quienes usan las palabras para engañar y manipular a los
demás; nos referimos a la satisfacción que produce comprobar que hablar
con claridad, precisión y sencillez, nos permite ser más eficaces, más úti­
les, y compartir con los demás nuestros conocimientos e ideas, nuestras
preocupaciones, nuestros sentimientos, nuestras emociones.
La falta de claridad, precisión y sencillez impide que las conversaciones
sean ocasión de comunicación y enriquecimiento mutuo, impide que
la discusión sea un medio para solucionar conflictos y controversias. Es
más, como hemos dicho, la falta de claridad, precisión y sencillez agrava y
complica innecesariamente los problemas.

2. Lenguaje y pensamiento

Esforzarnos por hablar mejor (o escribir mejor) nos permite comunicar


nuestras ideas, nuestros pensamientos, pero además…

…al esforzarnos por hablar mejor, aprendemos
a pensar con más claridad y a entender me­
jor el mundo que nos rodea, ese mundo que
determina nuestra vida diaria. Esta claridad de
pensamiento también puede proporcionarnos di­
versas sa­tis­­­facciones y evitarnos algunas angustias
y desilusiones.

23
Manuel Pérez Rocha

En la presentación de este cuaderno hemos apuntado ya esta idea:


El lenguaje no es sólo un medio para transmitir


nuestro pensamiento y nuestros sentimientos,
es esencial también para pensar y una ayuda
pa­ra entender y vivir más plenamente nuestros
sentimientos y emociones.

Quienes han estudiado con cuidado el origen y el desarrollo del lenguaje


humano han demostrado que lenguaje y pensamiento dependen es­
trechamente uno del otro.
Una forma eficaz de aprender a pensar mejor, más ricamente y con más
claridad, es esforzarnos por perfeccionar y enriquecer nuestras capacida­des
de expresión, en particular la capacidad de expresar nuestras opiniones y
convicciones por medio de la palabra, ya sea escrita o hablada.

3. El lenguaje, una herramienta

El lenguaje es una herramienta que todos podemos y debemos usar;


también debemos estar atentos para defendernos cuando se usa contra
nosotros o para defender a otras personas cuando se usa en contra de
ellas. Las agresiones con las palabras pueden tomar diversas formas; un
especialista dice atinadamente:

Muchas palabras aciertan como garrotazos, pero mu­


chas las tragamos como anzuelos y seguimos sin darnos
cuenta de que ellas nos controlan.

Al esforzarnos por mejorar nuestras capacidades de expresión, desa­


rrollamos una herramienta para actuar: y también un arma de defensa,
porque aprendemos a analizar y juzgar lo que escuchamos, lo que vemos

24
o leemos; además, desarrollamos el hábito de reflexionar sobre lo que los
demás dicen.

4. Enriquecer nuestro vocabulario

Un lenguaje pobre no es sólo reflejo de un pensamiento pobre, es


tam­bién causa de un pensamiento pobre. Un vocabulario demasiado
limitado nos dificulta tener conciencia de nuestras experiencias y nos
impide recordarlas.
Un conocido autor dice: “aun experiencias tan sencillas como disfrutar
ante una flor hermosa se borran muy fácilmente de la memoria si no le
damos un nombre al cual asociar su imagen”.
Pero aún más, la falta de vocabulario, de palabras para nombrar
las cosas, no sólo impide recordarlas, muchas veces nos impide incluso
percibirlas, verlas.
Los siguientes son ejemplos que se citan con frecuencia en los libros
especializados en este tema:

Quien ha visitado por primera vez los desiertos africanos
dirá que en ellos vio “arena”; pero los beduinos que
habitan en esos desiertos no tienen en su vocabulario
una palabra equivalente a “arena”, en cambio tienen
diez palabras con las que nombran (designan) diez
cosas distintas que los extranjeros confunden en la
burda noción de arena; cuando los beduinos viajan
por el desierto no ven una cosa (arena) sino diez cosas
distintas.

Lo mismo pasa con los habitantes del Polo Norte,


que tienen veinte palabras para designar veinte cosas
que nosotros llamamos hielo y usan cuarenta y una
palabras para las diferentes formaciones de agua que
nosotros llamamos nieve.

25
Manuel Pérez Rocha

Otro autor nos dice:

El mundo se enriquece con cada nueva palabra; pues


cada nueva palabra es una luz que alumbra algún
rincón del mundo y torna visibles cosas, pensamientos
y sentimientos que antes estaban inadvertidos en la
oscuridad.

Por supuesto, disponer de palabras adecuadas es mucho más importante


cuando se trata, por ejemplo, de experiencias humanas valiosas o de
fenómenos sociales que nos afectan.
Quienes conocen el significado de palabras como “rencor”, “ambición”,
“demagogia”, “chantaje”, estarán mejor preparados para identificar estos
sentimientos y comportamientos y para tomar una posición consciente
frente a ellos…
Las prácticas de expresión oral nos ayudarán a conocer las posibilidades
y las limitaciones de nuestro propio vocabulario, y serán una oportunidad
para enriquecerlo con palabras útiles para nosotros y para los que nos
rodean.
Enriquecer nuestro vocabulario es pues enriquecer nuestro pen­
samiento, es enriquecer nuestra visión del mundo, de los demás hombres,
de la sociedad en que vivimos y, por lo tanto, nuestra visión de nosotros
mismos.
Sin embargo, enriquecer nuestro vocabulario no es un trabajo sencillo,
pues hay palabras que lejos de “tornar visibles cosas, pensamientos y
sentimientos que estaban inadvertidos en la oscuridad” sirven, por el
contrario, para ocultar la realidad. Pensemos, por ejemplo, en la palabra
“bruja”, tan usada en la llamada Edad Media y que, lejos de ser “una luz”,
era un medio para deformar la realidad y justificar acciones incalificables.
En estos tiempos son otras las palabras que desempeñan esas funciones
oscurantistas.

26
El discurso eficaz

5. Usar las palabras para comunicar y entender

Para que las palabras sean una herramienta útil, un instrumento eficaz
de comunicación y pensamiento, deben ser usadas con orden, precisión
y oportunidad. Para enriquecer nuestro pensamiento y mejorar nuestra
capacidad de comunicación no basta con conocer muchas palabras y ­ sus
significados, es necesario que sepamos seleccionarlas, darles forma y or­
ganizarlas; ésta es la tarea de la gramática.
La gramática la asimilamos, en gran parte, en nuestra primera infancia al
aprender a hablar, y la usamos, aunque con errores y limitaciones, siempre
que hablamos o escuchamos, y por supuesto también cuando escribimos
o leemos. Pero esos errores y limitaciones tienen consecuencias más o
menos graves: confusiones que conducen a conflictos, incapacidad de
comprender lo que oímos o leemos, incapacidad de percibir las trampas
de quienes quieren engañarnos o manipularnos, etcétera.
La manera de usar una palabra puede cambiar por completo su sig­
nificado, según la forma que le demos a la palabra misma, o por el lugar
en que la ponemos; también por el tono de nuestra voz, por los gestos con
que la acompañamos, por el sitio y ocasión en que la usamos.
Conviene revisar y tener presentes las reglas básicas de la gramática, pero
la mejor forma de apropiárnoslas consiste en practicar sistemáticamente la
escritura como un medio de expresión y comunicación de nuestras ideas.

6. Expresión: instrumento de autoevaluación

El trabajo para mejorar y enriquecer nuestra capacidad de expresión nos


puede dar otro gran beneficio: nos permite apreciar, evaluar, con mayor
precisión y objetividad lo que en realidad sabemos y lo que ignoramos
acerca de las cosas que nos interesan.
En general, todos tendemos a creer que sabemos acerca de muchos
temas más que lo que de verdad sabemos de ellos; esto es, con mucha
fre­cuencia ignoramos los alcances de nuestra ignorancia y sólo cuando
hacemos el esfuerzo de explicar o convencer a otros, de exponer con cla­
ridad nuestros puntos de vista, nos damos cuenta de las cuestiones que a
nosotros mismos nos quedan oscuras o confusas.

27
Manuel Pérez Rocha

También con frecuencia menospreciamos nuestros conocimientos; ex­


ponerlos nos permitirá apreciarlos en su justa dimensión.

7. Expresión verbal:
guía para el estudio y la investigación

Esforzarnos por expresar nuestros sentimientos, nuestras ideas y opiniones


tiene este otro beneficio: nos indica qué, y dónde tenemos que investigar
para conocer mejor las cosas que nos interesan. Las preguntas y refutaciones
que nos hacen nuestros interlocutores, o las que nosotros mismos nos ha­
cemos cuando revisamos lo que hemos dicho o escrito, son ya el primer
avance en el conocimiento de cosas nuevas y nos indican el camino para
estudiar y para investigar.

28
IV. EL DISCURSO EFICAZ

1. El discurso

La palabra discurso está muy desprestigiada; los malos políticos y los oradores
pedantes han hecho que sea palabra que sugiera fastidio y aburrimiento. Sin
embargo, todos la usamos con mucha frecuencia, aunque modificada (por
ejemplo, cuando decimos que alguien discurrió hacer tal o cual cosa para
resolver un problema); y lo que es aún más importante: todos hacemos
discursos con mucha frecuencia, aun­que no nos demos cuenta de ello
(entre otras cosas porque no asociamos al acto de discurrir con la palabra
discurso).
Discurrir es, como otras muchas palabras de nuestra lengua, una pa­
labra inventada por los antiguos romanos; con la palabra “discurrere”
ellos querían decir caminar o correr por diversas partes. Hoy, discurrir es
avanzar, caminar en el pensamiento; de un pensamiento pasar a otro que
se apoye en el primero.
Por lo tanto, un discurso es una serie de pensamientos ligados en­
tre sí, una serie de pensamientos que se apoyan unos a otros.
Hay muchas maneras de clasificar los discursos; una muy común
dice que por su forma hay tres clases de discurso: descripción, narración
y argumentación. Sin em­­bargo, esta clasificación es origen de confusiones
pues, como veremos, la argumentación no es meramente una forma que
puede presentar un discurso, sino una de las tres funciones que desempeña
todo discurso; y la descripción y la narración son las formas que puede
adoptar otra de esas tres funciones: la información.
Según las teorías más avanzadas todo discurso de­sem­­peña tres fun­
ciones: información, expresión y argumentación.
La información es la transmisión de datos (cantidades, fechas, nombres,
etcétera), ideas, imágenes; la expresión es lo que con el discurso dice de sí

29
Manuel Pérez Rocha

mismo el orador; la ar­gumentación es lo que de la realidad dice el orador


a quienes le escuchan para provocar en ellos una reacción determinada
(véase en la página 60, “Formas y funciones del discurso”).
En todo discurso domina alguna de esas funciones, pero siempre
están presentes las tres aun el discurso más puramente informativo (por
ejemplo un “reporte” técnico) contiene siempre algunos elementos de ex­
presión y de argumentación: el tono de formalidad o informalidad con
que se presenta, la importancia que se da a dicho informe, el momento
en que se lee o entrega, etcétera, todo ello expresa cosas del autor y busca
provocar en los oyentes una determinada reacción.

2. Dos ideas fundamentales

a) Eficacia

Una facultad distintiva del hombre es su capacidad de fijarse fines, ob­


jetivos, metas y orientar su acción en busca de ellos. En esto consiste la
eficacia: en emprender acciones que nos lleven a lograr fines, a conseguir
resultados previamente establecidos.
Muchas veces puede justificarse que al hablar lo hagamos sin un
propósito definido (por ejemplo, en la charla amistosa, aun cuando en
este caso hay un beneficio muy valioso, que es el disfrute mutuo de la
amistad), pero en muchas otras ocasiones, por ejemplo en nuestro trabajo,
en nuestras acciones políticas, cívicas, vecinales, etcétera, las palabras no
pueden salir de nuestros labios irresponsablemente, en esas ocasiones
hablamos para obtener ciertos resultados y tenemos que estar conscientes
de los efectos que debemos buscar, y ser responsables al preparar nuestra
exposición o discurso.

b) El talento es el trabajo

En algunas ocasiones escuchamos discursos o exposiciones que al parecer


son improvisaciones muy exitosas, pero en realidad la total improvisación
efectiva no existe; quienes “improvisan” buenos discursos en realidad están
aprovechando los frutos de la experiencia y del trabajo previos.

30
El discurso eficaz

Hablar bien (conscientemente, con eficacia) y pensar bien no son


resultados de dones recibidos del “cielo”, sino producto del trabajo; y lo
que muchas veces se considera como mayor inteligencia no es sino ma­
yor progreso en el dominio del lenguaje; este progreso depende de las
oportunidades que cada quien ha tenido y conseguido una vez que ha
tomado conciencia de la importancia del lenguaje.

3. Ingredientes de un discurso eficaz

Los ingredientes esenciales de un discurso eficaz son: a) el interés, b)


los conocimientos y c) la preparación. Si carecemos de alguno de éstos
es probable que nuestra exposición resulte insatisfactoria para nuestros
oyentes y para nosotros mismos.

a) Interés

Debemos tener interés en el tema; si el tema no nos interesa es mejor no


hablar.
No se trata por supuesto de un interés egoísta, sino del interés derivado
de nuestras responsabilidades y convicciones, y de nuestra experiencia y
compromisos sociales.
No intentemos fingir interés en temas o asuntos que nos fastidian o
aburren, nuestros oyentes se darán cuenta y nuestro discurso será opaco
y aburrido. Por el contrario, el interés auténtico nos permitirá hacer
una exposición en la que de manera congruente, armónica, sólida, se
complementen y apoyen entre sí las tres funciones del discurso: in­
formación, expresión y argumentación.
Una vida rica y atenta a los problemas del mundo y de nuestros se­
mejantes nos hará desarrollar interés por temas que vale la pena estudiar y
exponer. Un conocido pensador dijo “nada del ser humano me es ajeno”;
y en efecto, un hombre maduro, que se valore a sí mismo y a sus semejantes,
no podrá despreciar tema alguno que se refiera a la humanidad.

31
Manuel Pérez Rocha

b) Conocimientos

Si el asunto que hemos escogido como tema nos interesa, es probable que
sepamos algo de él y que hayamos reflexionado alguna vez acerca de él;
no obstante, tenemos que asegurarnos de que nuestro conocimiento se co-
rresponde con la preparación de nuestro auditorio.
Rara vez (por no decir nunca) sabremos todo acerca de un tema. Es
pues muy importante que seamos conscientes de lo que sabemos y de lo
que ignoramos; nuestro tiempo dedicado a hablar, y el de nuestros oyen-
tes a escucharnos, se justificarán si proporcionamos nuevos conocimientos
sobre el tema o si hacernos una interpretación o explicación nueva acerca
de los conocimientos que compartimos.
Además de conocer el tema específico que vamos a tratar, se requiere
también conocer los temas relacionados directa o indirectamente con
aquél; esto nos permitirá tener una idea más objetiva y clara del asunto que
tratamos, de su importancia, de sus posibles relaciones con los intereses de
nuestros oyentes.
Debemos tener siempre presente que los problemas sociales están muy
relacionados entre sí y que para entenderlos, y para entender sus causas,
es indispensable verlos desde todos los ángulos posibles (económico, so-
cial, político, filosófico, psicológico, etcétera). Ninguna visión parcial o
especializada nos permitirá conocer el fondo de los fenómenos sociales, la
realidad del mundo es unitaria y sólo el esfuerzo de captar esa unidad nos
llevará a entenderlos realmente.
De la misma manera, es siempre necesario analizar la forma como
cambian las cosas, las situaciones, las personas, las instituciones, etcétera,
esto es, el análisis serio de cualquier tema implica siempre estudiar la historia
de los elementos materiales, humanos, sociales que en él intervienen (véase
pasado, presente y futuro en la p. 65).

c) Preparación

La preparación de un discurso puede durar menos de un minuto o varias


semanas, dependiendo de las circunstancias. Por ejemplo, si en un debate
nos vemos de pronto obligados a tomar la palabra, tendremos unos cuantos
segundos para preparar nuestra exposición (mientras caminamos rumbo al

32
El discurso eficaz

estrado, mientras nos pasan el micrófono, mientras se hace el silencio para


que empecemos a hablar).
Nos encontramos pues, prácticamente, ante una improvisación y es en
estas circunstancias cuando nuestra experiencia será fundamental, pero
también lo será que aprovechemos esas fracciones de minuto para realizar
las actividades esenciales de la preparación, que se revisan en el capítulo
V (“Preparación de un discurso efi­caz”); a) estudio de las circunstancias
y del auditorio, b) selección y delimitación del tema, c) definición y
es­pecificación del objetivo, d) selección de los medios o recursos,
e) diseño del discurso (organización de las ideas) y f) revisión y
desarrollo.
Así pues el interés, el conocimiento y la preparación son esenciales.
Sin embargo, en ciertas circunstancias, las deficiencias en alguno de estos
elementos pueden ser compensadas, en parte, por la calidad de los otros;
por ejemplo, el conocimiento a fondo del problema que tratamos puede
remediar en algo las deficiencias en la preparación.

4. Características de un discurso eficaz

Al hablar del interés como ingrediente indispensable de un discurso eficaz,


hemos subrayado la importancia de la autenticidad y de la congruencia:
la autenticidad de nuestro interés en el tema y la congruencia entre lo que
pensamos, lo que sabemos, lo que sentimos y lo que expresamos (y, por
supuesto, lo que hacemos).
Pero, para que un discurso sea eficaz, no bastan nuestra congruencia
y autenticidad personales, es necesario que el discurso mismo tenga la
composición y el estilo adecuados. Lograrlo es cuestión de práctica, de
experiencia; sin embargo, las siguientes sugerencias han resultado útiles a
muchas personas.

a) Claridad

Si queremos comunicar ideas e información a nuestros oyentes, tenemos


que ser claros. Esto implica que usemos palabras sencillas, palabras que
sabemos que nuestros oyentes entienden o que pueden entender con una

33
Manuel Pérez Rocha

breve explicación nuestra (véase lo que se dice acerca del “tecnicismo” en


la p. 50).
La claridad implica, también, orden. En el siguiente capítulo (“Prepara­
ción de un discurso eficaz”) se dan algunas orientaciones para ordenar las
ideas de un discurso.
La claridad de un discurso también se refuerza haciendo, en momen­tos
oportunos, resúmenes parciales; señalando, por ejemplo, “hasta aquí he­
mos analizado..., pasemos ahora a nuestro siguiente argumento...”, “hemos
demostrado la falsedad de tres argumentos en contra, ahora veamos los
ar­gumentos a favor”, etcétera.

b) Sencillez

La sencillez es siempre provechosa; aun en los ambientes más formales


y sofisticados un discurso sencillo (pero rico y sólido) es bien recibido.
En cambio, la solemnidad y la petulancia pueden incluso provocar risa o
enojo en personas a quienes pretendemos impresionar.

c) Variedad

Un estilo eficaz exige del uso imaginativo de la gran variedad de recursos


del lenguaje hablado; argumentaciones sólidas y bien ordenadas,
descripciones ricas en detalles interesantes, anécdotas amenas y divertidas,
etcétera. Tratemos de combinar todas estas formas del discurso (véase
“Formas y funciones del discurso”, p. 60) y al mismo tiempo cuidar la
necesaria brevedad que imponen las limitaciones de tiempo y la resistencia
de nuestros oyentes.

34
V. PREPARACIÓN DE UN
DISCURSO EFICAZ

La preparación, un trabajo creativo

En este capítulo se proporciona orientación y apoyo para la preparación


del discurso, preparación que, como hemos señalado, es uno de los in­
gredientes básicos de un discurso eficaz.
Lo que aquí se presenta son sugerencias que han resultado de mucha
utilidad a quienes han hecho estas prácticas, pero que deben aplicarse con
buen juicio, aprovechando lo que en cada situación concreta parezca útil y
desechando lo que sea innecesario o estorboso.
Las actividades que se mencionan a continuación no son pasos que se
siguen mecánicamente uno tras otro hasta concluir el trabajo. La preparación
de un discur­so eficaz es un trabajo creativo, imaginativo, flexible, pero
a la vez tiene que ser un trabajo ordenado; más adelante explicaremos
có­mo puede lograrse esto, pero antes es necesario tener presente en qué
consisten las seis actividades principales del trabajo de preparación:

• Estudio de las circunstancias y del auditorio.

• Selección y delimitación del tema.

• Definición y especificación del objetivo.

• Selección de los medios y recursos.

• Diseño del discurso (organización de las ideas).

• Revisión y desarrollo.

35
Manuel Pérez Rocha

Veamos en qué consiste cada una de ellas.

Estudio de las circunstancias y del auditorio

Entendemos por “auditorio” cualquier conjunto de personas que se reúnen


a oír.
Estudiemos con detenimiento las circunstancias en las que vamos a hablar;
¿qué tipo de reunión será?, ¿ asamblea?, ¿ reunión informal de amigos?, ¿mitin?,
¿por qué se convoca?, ¿qué antecedentes tiene?, ¿quiénes van a asistir?, ¿es
un grupo homogéneo? ¿qué tan importante será para ellos esa reunión?,
¿qué información o co­nocimientos tienen ellos acerca de los temas que yo
pue­do abordar?, ¿cuál es el lenguaje que dominan y les es familiar?, ¿quién
y por qué me invitó a hablar? y ¿cómo se invitó a los que me van a oír?
Una pregunta fundamental es ¿qué supongo yo que ellos piensan acerca
de los temas que voy a tratar?
Averigüemos también todo lo que se pueda acerca del lugar en el que
vamos a hablar: ¿será un espacio abierto? ¿un salón de clases? ¿un auditorio?
¿una casa habitación? ¿con qué recursos cuenta? (luz, sonido, proyectores,
pi­zarrón, etcétera).
Son muchas las preguntas que pueden formularse, la poca o mucha
importancia de cada una se aclarará conforme avance el trabajo de pre­
paración. Por el momento, baste subrayar que el éxito de nuestro discurso
dependerá, en gran medida, de que al prepararlo y al exponerlo tenga­mos
presente a quién le estamos ha­blando y en qué circunstancias lo esta­mos
haciendo. Debemos desarrollar la habilidad de comunicarnos con eficacia
en los distintos ambientes en los que actuamos.
Por las razones anteriores, se sugiere que en estas prácticas todos
los participantes se esfuercen por hacer discursos dirigidos a los demás
miembros del grupo, y que no intenten hacer ensayos o simulaciones de
si­tuaciones distintas de la que se está dando.

Selección y delimitación del tema

El tema es aquello de lo que vamos a hablar, una cosa, una institución, una
persona, una idea, un proceso, etcétera. Veamos unos ejemplos:

36
El discurso eficaz

Cosas: un terreno, el edificio para una escuela, un dre­naje, una carretera.


Instituciones: el gobierno, la empresa, la unión de co­lonos, el sindicato,
el partido.
Personas: un compañero, un familiar, un funcionario.
Ideas: la justicia, la cooperación, los derechos ciudadanos.
Procesos: el empobrecimiento de unos y el enri­que­cimiento de otros, un
trámite administrativo, un juicio legal, el creciente fortalecimiento de un
grupo político.

El tema está definido por un nombre, el nombre de aquello de lo que


vamos a hablar. Definirlo con precisión es muy importante pues, de otro
modo, corremos el riesgo de divagar, de distraernos en varias cosas a la vez
y de distraer la atención de nuestros oyentes.
En ocasiones, una vez seleccionado el tema, se ne­cesita delimitarlo, esto
es, escoger aquellos aspectos en los que vamos a centrar nuestra atención.
Por ejemplo, el tema la unión de colonos queda delimitado al centrar
nuestra atención en la organización de la unión de colonos y queda aún más
delimitado si hablamos sólo de las causas por las cuales debe ser or­ganizada
la unión de colonos.
Lo contrario de la delimitación es la ampliación del tema; la con­
veniencia de hacer una u otra cosa dependerá de varios factores, entre
ellos el objetivo que perseguimos, el tiempo que tenemos para preparar
el discurso, para investigar las cosas que no sabemos acerca del tema, el
tiempo que tendremos para pronunciarlo, etcétera.
Al escoger el tema y delimitarlo tendremos presente que la eficacia
del discurso dependerá de nuestro interés en él, de esta preparación que
estamos haciendo, de nuestros conocimientos y, por supuesto, al escoger
el tema daremos la mayor importancia a los intereses del auditorio, pero
procurando siempre hablar de verdades que vale la pena decir (véase en la
p. 43 “La verdad que vale la pena decir”).
Si no tenemos algo valioso que decir, o no nos interesa el tema, o no lo
conocemos, es mejor no hablar. Las verdades importantes están ocultas no
sólo detrás de las muchas mentiras que se difunden hoy en día, también
las ocultan las miles de verdades intrascendentes que distraen la atención
de millones de hombres y contribuyen a su enajenación.

37
Manuel Pérez Rocha

Aprendamos a hablar... y a callar cuando no ten­


gamos algo que decir.

Hablar por hablar es un vicio muy ge­ne­­ra­­liza­do; ­ en la pági­


na 48 se analizan algunas “Enfermedades de la expresión oral”.
¡Vacu­némonos a tiempo!

Definición y especificación del objetivo

Además de seleccionar un tema y delimitarlo, es in­dispensable definir y


especificar el objetivo. El ob­jetivo es aquello que pretendemos lograr al
hablar de un determinado tema. Nuestro objetivo puede ser con­vencer
(de votar en determinado sentido, de actuar, de no actuar), demostrar (la
importancia de una acción, la validez de una proposición, el peligro de una
decisión equivocada), puede ser informar, describir, entusiasmar, disuadir,
ilustrar, instruir, inhibir, deprimir, motivar, irritar, satisfacer, preocupar,
angustiar, etcétera.
El objetivo es pues el efecto que queremos provocar en nuestros oyen­
tes al hablar de un determinado tema, El objetivo está definido por un
verbo.
Nuestro objetivo puede ser ambicioso o modesto. Por ejemplo, son ob­
jetivos relativamente modestos los si­guientes; informar, describir, instruir;
son objetivos ambiciosos: convencer, motivar, entusiasmar, disuadir.
Si nos proponemos lograr un objetivo ambicioso debemos asegurarnos:
a) de que contaremos con los re­cursos necesarios (conocimientos, tiempo,
experiencia, autoridad, etcétera), b) de que es posible lograr ese ob­jetivo
con ese auditorio y c) de que las circunstancias en las que hablaremos serán
propicias para lograrlo. Si no es así, será mejor proponernos un objetivo
modesto.

38
El discurso eficaz

Aquí es oportuno señalar que el frecuente ner­


viosismo de quien va a pronunciar un discurso es
causado, ca­si siempre, por el temor de no poder
lograr lo que el au­ditorio espera, o lo que el expositor
cree que el auditorio espera de él; nos ponemos
nerviosos porque sentimos que no contamos con
los elementos necesarios para alcanzar un objetivo
más o menos ambicioso.

La solución al problema del nerviosismo, de la in­seguridad, está en lograr


un ajuste correcto entre las expectativas del auditorio, nuestro objetivo y
los recur­sos que utilizaremos para alcanzarlo. Si no contamos con muchos
recursos (entre ellos experiencia), fijémonos objetivos modestos, que no
por eso dejarán de ser valiosos.
El objetivo debe ser tan específico como para que podamos seleccionar
los medios que permitan al­can­zarlo. Un objetivo demasiado general
(por ejemplo: “motivarlos para que sean más positivos” o “concientizar
a los jóvenes”), nos conducirá a decir generalidades sin efectos reales o
importantes.
Especificar un objetivo no significa empobrecerlo o reducirlo; por ejem­
plo, el objetivo “que mis oyentes sepan cómo fue mi reencuentro con mi
amiga” nada pierde si especificamos “que mis oyentes perciban las emociones
que experimenté al reencontrar a mi amiga” o aún más específico “que mis
oyentes perciban la felicidad y el temor que sentí al reencontrar a mi amiga”.
Al especificar así el objetivo, éste nada ha perdido y en cambio contamos
con un instrumento mucho más práctico para continuar la preparación del
discurso.
Tengamos también presente que además de “el” o “los” objetivos que nos
propongamos alcanzar, es probable que produzcamos en nuestro auditorio
efectos no previstos y quizá indeseables; en ocasiones, la heterogeneidad
del auditorio nos obligará a pensar en objetivos distintos para cada uno de
los grupos (o personas) que lo componen.

39
Manuel Pérez Rocha

Selección de los medios o recursos

La definición del objetivo (o los objetivos) está ín­ti­mamente relacionada


con la disponibilidad de los me­dios para alcanzarlo. Los medios a nuestra
disposición son: nuestras ideas, nuestros razonamientos, las ideas y
circunstancias del auditorio, el estilo de nuestro discurso, la autoridad
propia o la ajena (la que se puede usar citando sus ideas, argumentos o
testimonios), las ayudas visuales, etcétera.
En el capítulo VI se encuentran sugerencias acerca de los medios o
recursos que pueden ser útiles en una descripción (p. 62), en una narración
(p. 63) y en una argumentación (p. 64); también se encuentran algunas
sugerencias para lograr un uso correcto de las ayudas visuales (p. 71).

Diseño del discurso (organización de las ideas)

De acuerdo con todos los elementos anteriores y toman­do en cuenta lo que


sabemos del tema seleccionado (y lo que podamos investigar y aprender
en el tiempo dis­ponible), haremos un diseño preliminar de la ex­posición
o discurso.
Primero definimos las grandes partes y después los incisos y
subincisos con todo el detalle que sea necesario.
La forma o formas del discurso que hemos seleccionado también de­
terminarán cuál es la organización más ade­cuada; véase, por ejemplo, en
las páginas 60 a 64 lo que se dice acerca de la descripción, la narración y
la argumentación.
Para la realización del diseño pueden ser útiles algunos esquemas de
uso común, como los que se explican en la página 65.
El resultado de la preparación será, de preferencia, un guión, no
un escrito. Un conocido novelista dice: “Los escritos no sirven para un
discurso, su forma es litera­ria; son rígidos, inflexibles, incompatibles con
la expresión oral”.
Debemos hacer pues un guión lo más detallado que se pueda y, si se
juzga conveniente, algunos párrafos que leeremos como apoyo a nuestro
discurso (por ejemplo citas de autores prestigiados, declaraciones, fragmen­
tos de escritos, artículos de alguna ley o reglamento, etcétera).

40
El discurso eficaz

Revisión y desarrollo

Es necesario escribir un primer guión con la mayor anticipación posible,


así podremos revisarlo varias veces y mejorarlo, podremos corregir los
errores, ampliar las partes que nos parezcan débiles, y enriquecerlo con
nues­tras reflexiones e investigaciones, con ejemplos, con las situaciones
que veamos, etcétera.
Una vez que hayamos elaborado un primer guión (un primer proyecto
de nuestro discurso), nuestra mente trabajará en él en los momentos más
inesperados: en el trayecto al trabajo, en las conversaciones, al conducir un
automóvil... Por esto es conveniente traer siempre con nosotros un lápiz y
una tarjeta en la cual anotemos las ideas que nos vengan a la mente.
Escribir nuestro guión (nuestro proyecto) es fun­damental, porque la
escritura nos permite ver fuera de nosotros lo que hemos pensado; en esto
consiste la reflexión, en pensar acerca de nuestras ideas, en pensar sobre
nuestra forma de pensar, en hacer que nuestras ideas se reflejen y vuelvan
a nosotros para ser analizadas y juzgadas.
Por supuesto, se puede reflexionar sin escribir, pero la escritura nos
auxilia enormemente porque nos obliga a ser más concisos en la expresión
de nuestras ideas; una vez escritas, nuestras ideas están allí, en el papel, el
cual funciona como un espejo; podemos verlas cuantas veces queramos,
desde diversos ángulos, sin que por eso se modifiquen o se nos olviden;
además, la escritura nos permite poner tiempo de por medio entre la
aparición de una idea y su revisión posterior, lo cual también es muy útil.

El poeta latino Horacio recomendaba guardar


cada escrito seis meses en un cajón para después
poder leerlo con ojos de extraño.

Aproximaciones sucesivas

La preparación de un discurso exige, casi siempre, un trabajo de apro­


ximaciones sucesivas para hacer que ajusten las seis piezas del rompecabezas
(circunstancias, auditorio, tema, objetivo, recursos y diseño); esto es, des­

41
Manuel Pérez Rocha

pués de un primer estudio de las circunstancias y del auditorio (actividad


1), trabajaremos en la actividad 2: selección y delimitación del tema; quizá
aquí nos encontremos con que tenemos que regresar a la actividad 1 para
precisar algún dato del auditorio.
Después avanzamos de nuevo a la actividad 2 y, si nos parece que hemos
logrado seleccionar un tema adecua­do, avanzamos a la actividad 3, y quizá
hasta la actividad 4; es probable que aquí descubramos que nuestro tema es
todavía demasiado amplio, o que nuestro objetivo es demasiado ambicioso,
o quizá que nos hace falta cono­cer algo más de las circunstancias o del
auditorio, tendremos entonces que hacer las modificaciones necesarias a
to­­do el trabajo realizado. Así, yendo y viniendo, nos apro­ximaremos cada
vez más a un proyecto coherente y sólido.
El resultado nunca será perfecto, casi siempre que­daremos con la ten-
tación de modificarlo, pero tengamos presente que lo fundamental es que
hagamos el trabajo de preparación con responsabilidad y empeño y que lo
perfecto puede ser enemigo de lo bueno.
Esta forma de comunicarnos no es, pues, ni la im­provisación irres­
ponsable, ni el rígido discurso escrito que se lee mecánicamente ante un
auditorio al que se le presta poca atención.
Con el guión como apoyo, durante la exposición recrearemos de nuevo
nuestro trabajo. Así, incluso ante la presencia de nuestros oyentes y en
función de sus reacciones, iremos introduciendo cambios y elementos que
ayuden a establecer una buena comunicación.
¡No memoricemos! En primer lugar porque co­rre­mos el riesgo de
olvidar; en segundo, porque un discurso memorizado es algo mecánico,
sin vida, que nos convierte en meras máquinas parlantes.

42
VI. SIETE PELDAÑOS MÁS

1. LA VERDAD QUE VALE LA PENA DECIR

“Hay personas que no encuentran las verdades que vale la pena escribir” (o
decir). Estas personas, dice Bertolt Brecht, revolucionario escritor alemán
que luchó con va­lentía contra el nazismo, se parecen a aquellos poetas
que nos dicen que la lluvia cae de arriba hacia abajo y que las sillas tienen
superficies para sentarse. Esto es, dicen la verdad, pero dicen verdades sin
importancia.
Descubrir las verdades fundamentales, esenciales, las que vale la pena
decir o escribir, es una de las “Cinco dificultades que surgen al escribir la
verdad”. Estas ideas están contenidas en un escrito, publicado por Brecht
en 1935, pero que son de gran actualidad.
Por supuesto que en ese escrito Brecht no rechaza el valor de la poesía ni
el de la belleza, no podría hacerlo quien fuera un poeta y notable creador.
En ese escrito, Brecht habla en favor de la autenticidad y la honestidad
intelectual, habla en contra de la hipocresía, en favor de la verdadera sa­
biduría y en contra de la arrogancia y de la frecuente complicidad del co­
nocimiento académico con los intereses de los poderosos.
En estas páginas revisaremos y comentaremos bre­vemente esas ideas,
que nos pueden ayudar no sólo a desarrollar una expresión oral más eficaz,
sino también a escoger como tema de nuestros discursos verdades que vale
la pena decir.
Esto resulta de gran importancia en estos tiempos en los que, como
hemos dicho, la expansión de los medios de difusión hace que las verdades
importantes queden enterradas no sólo bajo el peso de las mentiras, sino
tam­bién bajo el de miles de verdades sin importancia que llenan las páginas

43
Manuel Pérez Rocha

de los periódicos, las horas de radio y televisión, los noticieros, las porta­
das de las revistas, etcétera.
Ahora bien, no son sólo los opresores quienes ocultan la verdad tras de
los muros de la mentira y las verdades sin importancia; Brecht nos señala,
con acierto, a los poe­tas, a los intelectuales, que adornan de importan­cia
cosas que no debieran tenerla; a nosotros no se nos dificultará encontrar,
en nuestro tiempo y lugar, a esos poetas e intelectuales que manejan muy
bien el arte de dar importancia a verdades secundarias: las de las fi­ligranas
teóricas, las de la erudición intrascendente, las de la ciencia academicista.

A. El valor de decir la verdad

Ocuparse de dar importancia a verdades que no la tienen es un truco muy


usado por quienes quieren hablar para tranquilizar su conciencia, pero al
mismo tiempo temen a los poderosos y a quedarse sin riquezas, o sin los
ho­nores que conceden los poderosos (premios, medallas, un nombre en la
historia, etcétera).
En esta situación se colocan muchos maestros, in­telectuales y científi­
cos que olvidan que encontrar la verdad que vale la pena decir exige, antes
que nada, valor para decirla y para asumir sus consecuencias, a pesar de que
ello exija fuertes cambios en el comportamiento propio.
Esos intelectuales están preocupados por aprender el método científico
que es necesario para encontrar la verdad, y éste es en verdad un problema
básico (que Brecht considera más adelante) pero olvidan que no es el único;
olvidan, o quieren olvidar, que la primera dificultad es tener el valor de
aceptar las consecuencias de la verdad, tener el valor de decirla y de mo­
dificar la propia vida según los dictados de esa verdad. No en balde la
sabiduría popular nos dice: vive como piensas o acabarás pensando según
vives.
Encontrar la verdad que vale la pena decir requiere pues, antes que
nada, valor; con toda claridad Brecht nos advierte:
“Quien quiere escribir la verdad no debe plegarse a los poderosos ni
engañar a los débiles”.
“Desagradar a los poderosos significa renunciar a la propiedad [...], y
rechazar la fama entre los potentados [...] significa a menudo rechazar toda
fama. Hacerlo requiere valor”.

44
El discurso eficaz

“Poco valor se necesita para lamentarse, en general, de la maldad del


mundo [...] del triunfo de la brutalidad [...]”.
“Se necesita valor para decir la verdad sobre sí mismos, sobre nosotros
mismos, los vencidos [...]; muchos que son perseguidos pierden la facultad
de reconocer los propios defectos”.
“No es lícito admitir como propia de la bondad la debilidad [...]
requiere valor decir que los buenos fueron vencidos no por buenos, sino
por débiles”.

B. La capacidad de encontrar la verdad

Hay quienes están dispuestos a decir la verdad que vale la pena decir, pero
no la encuentran, carecen de conocimientos; piden la justicia en general,
pero no ha­cen el esfuerzo de buscar las cifras y los hechos específicos de la
injusticia. Para éstos, el mundo es demasiado com­plicado: no conocen los
hechos ni ven las relaciones entre ellos.
Pero la verdad, dice Brecht, debe ser específica; la men­tira es genérica,
ambigua; la verdad es algo práctico, concreto, irrefutable, precisamente lo
que se necesita para cambiar las situaciones indeseables.
La verdad puede encontrarse sin método alguno, y aun sin buscarla, pero
esto es ineficiente, perdemos mucho tiempo, corremos el riesgo de nunca
encontrar alguna verdad que valga la pena decir y, de encontrarla, con
se­­­guridad nunca podremos representarla de tal manera que los hombres,
gracias a tal representación, sepan cómo deben actuar. Por lo tanto, se
requiere tener un método.
Es bien sabido que no existe un método uni­ver­salmente válido para
encontrar una verdad; el tema, las circunstancias, los destinatarios, todo
esto nos indica en cada caso cuál es el método más adecuado.
El estudio, la investigación, la reflexión, la práctica con conciencia de lo
que hacemos, son los caminos para obtener el conocimiento de las cosas,
conocimiento que es requisito indispensable para quien quiere escribir o
decir la verdad, la verdad que vale la pena decir.
Sin embargo, no olvidemos que hay bases funda­mentales para cualquier
circunstancia: la unidad entre lo que pensamos y lo que hacemos, el análisis
cuidado­so, objetivo y sistemático acerca de lo que hacemos y el actuar con
valentía de acuerdo con nuestras conclusiones y convicciones; esto es, la

45
Manuel Pérez Rocha

concordancia del pensamiento con la acción, la unidad de la teoría y la


práctica.

C. El arte de hacer la verdad manejable como arma

La verdad, dice Brecht, “debe ser dicha para sacar de ella determinadas
conclusiones sobre el propio comportamiento […] debemos alcanzar una
verdad susceptible de traducirse en la práctica […] que nos permita hacer
manejables los problemas de este mundo”.
Brecht criticó con dureza a quienes se lamentaban del fascismo como si
éste fuera una catástrofe natural, y a quienes se expresan de las situaciones
indeseables en forma demasiado general y que en realidad a nadie se
dirigen; quienes escuchan una verdad así expresada, no saben qué hacer.
Esta forma de representar las situaciones indeseables tiene dos efectos:
el primero es que muestran pocos es­labones de concatenación causal, esto
es, no se preguntan el porqué, del porqué, del porqué ... hasta encontrar
las causas evitables y las pautas de acción; el segundo efecto es que se
presenta a las fuerzas sociales como incontrolables.
Sin embargo, nos dice Brecht, cuando se desea escribir con eficacia la
verdad sobre ciertas condiciones deplorables, se requiere escribirla de tal
manera que se puedan ver las causas evitables. Cuando las causas evi­tables
se reconocen, las condiciones deplorables pue­den combatirse.
Así como en 1935 muchos críticos presentaban al fas­cismo como
una catástrofe natural, hoy se pre­­­sentan como catástrofes naturales la
pobreza, el hambre, las “cri­sis económicas”. Tal método de representar
las cosas, dice Brecht, “mantiene mucha oscuridad, detrás de la cual
se encuentran las fuerzas que generan la ca­tástrofe. Un poco de luz, y
aparecerán hombres en la base de la catástrofe. Ya que vivimos una época
en que el destino del hombre es el hombre”.
Pero, añade Brecht, hasta de las catástrofes se puede hablar en forma
digna del hombre, en forma de hacer un llamado a su energía combativa.
Brecht comenta el caso de un trágico terremoto y concluye que, “entre
las posibles maneras de hablar de un terremoto, sin com­paración, la más
importante es la de los ingenieros, quie­nes calculando los deslizamientos
del terreno, la violencia de las sacudidas, el calor desarrollado, etcétera,
llegan a nuevas construcciones que pueden soportar los terremotos”.

46
El discurso eficaz

Para quienes escriben, es esencial encontrar el tono justo para decir la


verdad. Lo que comúnmente se oye está dicho en el tono débil y lamentoso
de personas incapaces de matar una mosca. Quien lo oye, encontrándose
en la miseria, se siente más miserable.

D. Escoger a personas en cuyas manos la verdad se hace efectiva

La cuarta dificultad, nos dice Brecht, es adquirir el jui­cio necesario para


escoger a aquéllos en cuyas manos la verdad se hace eficaz. El que “escribe
para quien le paga razona de la siguiente manera: yo hablo, y quienes
quieran escuchar, me escuchan”; en realidad, dice Brecht, “él habla, y
quienes pueden pagarle, le escuchan. No todos oyen lo que dice, y quienes
lo oyen no lo quieren oír todo”.
El argumento de Brecht es éste: no es posible escribir simplemente
la verdad, hay que escribirla para quien pueda hacer algo con ella. “El
conocimiento de la verdad es un proceso común a escritores y lectores. Para
poder decir algo bueno, hay que oír bien y oír algo bueno. La verdad de­be
ser dicha con cálculo. Y para nosotros, los que escribimos, es importan­te
saber a quiénes se la decimos y quién nos la dice”.
“Debemos decir la verdad acerca de las graves si­tuaciones de aquéllos
para quienes más graves son las situaciones, y tenemos que averiguarla
por boca de ellos. No sólo se debe hablar a la gente de determinadas
convicciones, sino a la gente a quien, por su situación, incumben esas
convicciones”.

E. La habilidad de propagar la verdad entre muchos

Brecht escribió mucho tiempo en un ambiente de aguda represión, pero


siempre tuvo la pericia necesaria pa­ra decir lo que quería y, burlando a
las policías, hizo lle­gar sus mensajes a quienes consideraba que debían
recibirlos.
En el escrito que estamos comentando, muestra cómo muchos hombres
han logrado hacer esto, manejando con habilidad el lenguaje, utilizando
narraciones o des­cripciones que en apariencia sólo tienen que ver con
realidades ajenas, usando ingeniosamente la ironía, etcétera.

47
Manuel Pérez Rocha

Por ejemplo, Brecht nos señala que la propaganda para que las personas
razonen y piensen por cuenta propia, en cualquier campo que se haga,
siempre sirve a la causa de los explotados, pero hay gobiernos que se opo-
nen a que la gente piense acerca de su realidad. Sin embargo, “aun en estas
circunstancias, hay campos donde la verdad se puede señalar, sin peligro;
por ejemplo, hablando de los éxitos de la razón en el campo de la ciencia
militar y la técnica”.
Todo depende del hecho de que se enseñe un modo justo de razonar, “una
forma de razonar que interrogue por cada cuestión y cada acontecimiento
desde su la­do transitorio y cambiante […], la relación de cada co­sa con
muchas otras que cambian continuamente es pensamiento peligroso para
las dictaduras y puede expresarse de muchos modos, sin dar pretexto a la
po­­licía”. Brecht nos da dos ejemplos de recursos para de­cir verdades que
vale la pena decir: “una descripción minuciosa de las circunstancias, de
todos los procesos en que se mete un hombre que abre una tabaquería,
pue­de ser un golpe serio para una dictadura, hasta con una poesía que
describe un paisaje se puede hacer algo, si se incorporan a la naturaleza las
cosas creadas por el hombre”.

2. ENFERMEDADES DE LA EXPRESIÓN ORAL

Vacunémonos a tiempo contra las enfermedades de la ex­presión oral; en


ciertos ambientes esas enfermedades constituyen verdaderas epidemias.

Algunas de las más graves y frecuentes son:

• el rollismo

• la verborrea

• el tecnicismo

48
El discurso eficaz

• el verbalismo

• el teoricismo.

Veamos brevemente en qué consisten y cómo podemos combatirlas.


Las tres primeras (rollismo, verborrea y tecnicismo) son enfermedades
que se manifiestan en el acto de hablar; se manifiestan con claridad en las
características del discurso mismo y en la relación que se establece entre el
orador y su auditorio.

a) Rollismo

Esta enfermedad, muy común hoy en día en nuestros ambientes escolares,


la padecen en general quienes de re­pente descubren que tienen boca,
lengua y cuerdas vo­cales para hablar y que simplemente ponerlas a trabajar
ante un grupo les permite sentirse alguien.
Muy impresionados por el descubrimiento de esta facultad, e impulsados
por el deseo de dejar de ser nadie, los “rolleros” siempre que pueden se
paran a hablar de cualquier cosa (de todo y nada a la vez). El rollo que
nos echan los rolleros es improvisado, con mucha frecuencia es largo,
desordenado y repetitivo, da la impresión de que nunca va a acabar y no
tiene un objetivo específico en relación con los oyentes; el único objeti­vo
es el del orador consigo mismo: dejar de sentirse nadie.
El rollero no conecta su boca con su cerebro; le interesa más que nada
verse a sí mismo hablando, inclusive no le importa estar fastidiando a sus
oyentes, y no son pocos los que, al ser abucheados, ruegan indignamente
que se les conceda “un minuto más para concluir”. La relación del rollero
con su auditorio es, en gran medida, una relación sadomasoquista.
Es obvio que el remedio contra el rollismo consiste, en primer lugar,
en aprender a respetarnos a nosotros mismos, en ser conscientes de que
somos capaces de algo más que decir “aquí estoy, véanme” de que pode­
mos, apoyados en nuestra inteligencia y nuestro trabajo, al­canzar objetivos
valiosos con nuestros oyentes.
Será muy útil seguir algunas de las recomendaciones de este cuaderno
para hacer de nuestra expresión oral una actividad creativa, consciente,
eficaz.

49
Manuel Pérez Rocha

b) Verborrea

A diferencia del rollero, el verboso es, generalmente, un experto en


pronunciar discursos y lo que más le interesa es impresionar bien y con
fuerza a sus oyentes; no le in­teresa convencerlos de algo valioso, aclarar
situaciones o transmitir información relevante. Lo que le interesa es que
lo admiren, le interesa fascinar y para ello recurre a un lenguaje florido y
rebuscado, a su erudición, a ha­cer sentir a sus oyentes que él está muy por
encima de ellos.
La relación del verboso con el auditorio es una relación de dominación,
con frecuencia aceptada con agrado por el propio auditorio (de su difícil
curación haremos un comentario más adelante).

c) Tecnicismo

El tecnicismo consiste en el uso de un lenguaje inne­cesariamente es­


pecializado o, si dicho lenguaje es ne­ce­sario, el tecnicismo consiste en
usarlo sin preocuparse por explicar al auditorio el significado de los tér-
minos técnicos utilizados.
En ocasiones el tecnicismo es una enfermedad que se padece sin de­
searla, o sin ser consciente de padecerla; en estos casos se puede curar
cuidando reducir al mínimo los términos técnicos de nuestros discursos y
esforzándonos por explicar con claridad aquellos que son indispensables.
Muchos académicos creen que el esfuerzo de comunicar los conocimientos
a los no especialistas, al vulgo, significa degradar el nivel científico del
conocimiento, que la cien­cia no puede expresarse en términos ordinarios,
que sólo puede ser comprendida por una élite.
Esto es falso; la función de todo término técnico es sin­tetizar una o
varias ideas; por lo tanto, para que sea comprendido, es necesario explicar
esas ideas, enunciarlas señalando las relaciones entre ellas y las relaciones
con las demás ideas del discurso.
Siguiendo al filósofo Hegel (que decía: cuando faltan las palabras, fal­ta
el pensamiento), un especialista nos di­ce: cuando no hay palabras para
aclarar algo en un lenguaje accesible, entonces falta el pensamiento.
Aquí, por supuesto, puede presentársenos un pro­blema práctico: la
limitación del tiempo. La explicación de algunos términos técnicos puede

50
El discurso eficaz

requerir un curso de un año de duración. Pero esto es algo que podemos


prever y resolver al preparar el discurso.
Ahora bien, en ocasiones el tecnicismo es practicado intencionalmente
para impresionar a los oyentes, para hacerles sentir que el orador posee
un conocimiento al que el auditorio no puede acceder; en este caso la en­
fermedad tiene una causa semejante a la de la verborrea: querer dominar a
los demás.
En el tecnicismo intencional, como en la verborrea, la causa es tan
grave que su curación excede con mucho las posibilidades de cualquier
recomendación al orador; son los oyentes los que pueden poner algún re­
medio negándose a ser sometidos.
Las siguientes dos enfermedades se distinguen de las anteriores. Veamos
en qué consisten.

d) Teoricismo

El teoricismo es una desviación del trabajo intelectual que consiste en


reducir éste a la pura elaboración de teorías, sin relacionarlas con los
pro­blemas prácticos, concretos, y sin preocuparse por ver si esas teorías
corresponden a la realidad. Por supuesto, quienes así trabajan no pueden
sino producir discursos teoricistas (sin relación clara con los problemas
prácticos y sin apoyo de datos concretos de la realidad).
Con frecuencia la causa del teoricismo es un excesivo aprecio por la
razón y por nuestra inteligencia; a menudo el teoricismo está acompañado
de una gran soberbia in­telectual que aleja a los científicos de la verdadera
sa­biduría, de esa sabiduría que se alimenta de la razón y de la inteligencia,
pero también de la modestia, de las virtudes morales, del humanismo y del
contacto con la realidad social.
Contra el teoricismo arrogante, que con frecuencia conduce al
autoritarismo y al despotismo, podemos va­cunarnos, en primer lugar,
procurando siempre una complementación recíproca de las ciencias con
las hu­manidades, buscando siempre poner a la ciencia al ser­­vicio de los
mejores valores humanos. En segundo lu­gar, conectando la teoría con
nuestra propia práctica, teorizando con todo rigor y honestidad sobre nues­
tro propio quehacer vital y nuestro propio trabajo; buscando su sentido, su
utilidad y sus limitaciones.

51
Manuel Pérez Rocha

e) Verbalismo

El verbalismo es atribuir una importancia despro­porcionada a la expresión


verbal; proviene de creer que las palabras por sí mismas pueden hacerlo
todo, de olvidar que la palabra, para ser eficaz, tiene que ser seguida y
refrendada por los actos.
El verbalismo no tiene por fuerza una consecuencia visible, apreciable,
en nuestros discursos; a veces, puede ser la causa de un discurso pobre
y opaco. Ahora bien, el verbalismo puede ser considerado como una en­
fermedad de la expresión verbal porque hace de ésta una acción aislada,
muchas veces ineficaz por la falta de congruencia de lo que se dice con lo
que se hace.
La curación del verbalismo se logra al asumir tareas y responsabilidades
específicas, al participar en el trabajo común organizado, al predicar con el
ejemplo.

3. LA LECTOESCRITURA

Alfabetizar no es sólo enseñar a leer y escribir, alfa­betizar es incorporar


en la vida ordinaria la práctica de la lec­toescritura, como instrumento
de trabajo y como medio de enriquecimiento personal.
En consecuencia, el problema excede el ámbito escolar y debe ser
abordado por toda clase de medios escolares y extraescolares, con la par­
ticipación de to­dos los interesados: Estado, instituciones educativas y
culturales, escritores, medios de comunicación, edi­toriales culturales y co­
merciales, diarios y revistas, em­pleadores, etcétera.

A. La lectoescritura hoy

La escritura es, sin duda, uno de los inventos más destacados en la historia
de la humanidad y una he­rramienta de enorme poder intelectual, político
y eco­nómico. No es exageración calificar la escritura como una de las más
grandes revoluciones de la cultura humana.
Son muy reconocidos los beneficios que proporciona la escritura como
medio para conservar la palabra, para almacenarla (en libros, revistas,

52
El discurso eficaz

archivos, etcétera) y pa­ra almacenar así el conocimiento; de igual manera


son reconocidos los beneficios que la escritura proporciona al comunicar
las palabras y con ellas los pensamientos y sentimientos de quienes las
escriben. Pero otras funciones de la escritura, que no siempre tenemos
presentes, son aún de mayor trascendencia.
En efecto, la escritura constituye una técnica esencial para el desarrollo
y enriquecimiento del lenguaje y por tanto un medio eficaz para desarrollar
el pensamien­to verbal. Como ningún otro medio, la escritura hace posible
separar al pensamiento respecto de su autor y de esta manera permite
convertir el pensamiento propio en objeto de análisis, de pensamiento;
esto es, la escritura es una técnica imprescindible para poder desarrollar el
pensamiento reflexivo y objetivo.
También, como ningún otro medio, la escritura per­mite concatenar ideas
una tras otra, y generar así tex­tos, argumentaciones y discursos sólidos y
coherentes que hacen posible un conocimiento integrado y profundo de
los fenómenos y las cosas.
Sin la escritura serían impensables la ciencia y la cultura contemporáneas.
De hecho, puede decirse que la escritura constituye no sólo una técnica de
la palabra sino una clase específica de cultura.
Un especialista, Walter Ong, afirma que “la escritura, mediante la
separación del conocedor y lo conocido, posibilita una introspección ca­
da vez más articulada, lo cual abre la psique como nunca antes, no sólo
frente al mundo objetivo externo (bastante distinto de ella misma), sino
también ante el yo interior, al cual se contrapone el mundo objetivo”.
No es exagerado, pues, concluir con Ong, que la escritura reestructura la
conciencia y desarrolla destrezas intelectuales de enorme poder –podemos
añadir– no sólo cultural sino también político.
La escritura es, sobre todo, un medio de expresión y por tanto de
realización humana, pues en gran medida el hombre se realiza al expresar
y hacer común con sus semejantes su vida interior. La escritura es además,
en la literatura, una de las bellas artes que más han enriquecido a la
humanidad.
Pero a pesar de su enorme valor, durante milenios se aceptó que sólo
élites muy reducidas tuvieran acceso a la lectoescritura, a su dominio y a su
usufructo directo. Cierto es que desde la invención de la escritura no pocas
personas y grupos lucharon por ampliar y extender su uso y beneficios a

53
Manuel Pérez Rocha

sectores populares amplios, sin em­bargo, encontraron siempre una fuerte


resistencia y los resultados de tales luchas fueron muy limitados.
En su espléndido libro Educación y desarrollo en Occi­dente, Carlo Cipolla
transcribe el argumento con el cual el presidente de la Royal Society de
Inglaterra de­rrotó, en la Cámara de los Lores, en 1807, un proyecto de ley
para la creación de escuelas elementales en toda In­glaterra: “En teoría, el
proyecto de dar educación a las clases trabajadoras es ya bastante equívoco
y, en la práctica, sería perjudicial para su moral y felicidad. Enseñaría a las
gentes del pueblo a despreciar su po­sición en la vida en vez de hacer de
ellos buenos ser­vidores en agricultura y en los otros empleos a los que les
ha destinado su posición. En vez de enseñarles sub­ordinación, les haría
facciosos y rebeldes, como se ha visto en algunos condados industrializados.
Pod­rían en­­­tonces leer pan­fletos sediciosos, libros peligrosos y publicaciones
contra la cristiandad. Les haría insolentes con sus superiores; en pocos años,
el resultado sería que el gobierno tendría que utilizar la fuerza contra ellos”.
En Francia la reacción no era menos virulenta, el pro­pio Cipolla cita la
siguiente de un conspicuo miem­bro de la aristocracia: “Nunca ha habido
tantos estudiantes como hoy. Incluso la gente del pueblo quiere estudiar.
Los hermanos de la religión cristiana […] están realizando una política
fatal. Enseñan a leer y escribir a gente que sólo debería aprender a diseñar
y a manejar instrumentos y que ya no quiere hacer esto. El bien de la
sociedad exige que los conocimientos de la gente no vayan más lejos de
cuanto es necesario para su propia ocupación cotidiana.Todo hombre
que mire más lejos de su rutina diaria no será nunca capaz de continuar
paciente y atentamente esa rutina. Entre el pueblo bajo es necesario que
sepan leer y escribir sólo los que tienen oficios que requieren esa pericia”.
Otro obstáculo a la popularización de la escritura lo constituían las
limitaciones de recursos materiales, pero no era el único. Apenas a principios
del siglo pasado en el mundo occidental se extendió la idea de que la lec­
tura y la escritura deberían estar al alcance de todos. Impulsados por las
exigencias de la urbanización y de la industria, los gobiernos adoptaron la
política de enseñar la lectura y la escritura a los más amplios sectores po­
pulares y encomendaron esta tarea a las escuelas.
También contribuyeron a extender la alfabetización las instituciones
religiosas –en especial las iglesias pro­testantes– para las cuales la enseñanza
de la lectura era el medio idóneo para dar a conocer la Biblia.

54
El discurso eficaz

Ahora bien, en ciento cincuenta años de acción al­fabetizadora, en casi


todos los países de Occidente, los resultados, en mayor o menor grado,
están muy lejos de la alfabetización universal. En muchos países, sectores
más o menos numerosos de la población no tienen siquiera acceso a la
escuela y, además, proporciones significati­vas de quienes logran ingresar
a ella deben abandonarla an­tes de haber concluido la enseñanza primaria,
lo cual casi siempre significa que no han alcanzado el dominio de la
lectoescritura. Estos niños expulsados antes de terminar la primaria se
convierten en analfabetas funcionales. En México cerca del 50% de los ni­
ños que entran a la pri­maria salen de ella antes de haberla terminado.
Además, también en muchos países, aun los niños y jóvenes que con­
cluyen la enseñanza primaria presen­tan graves deficiencias en cuanto a
su dominio de la lectura y la escritura, y puede decirse que sólo en casos
de excepción logran integrar estas técnicas a su vida intelectual co­tidiana:
Esto se constata en el ingreso al empleo y en el ingreso y desempeño en
los ciclos superiores de la edu­cación escolar. Incluso en Estados Unidos
existe hoy en día una gran preocupación del gobierno y de los em­presarios
porque muchos de los egresados de high school y junior college muestran
graves deficiencias en cuanto a su capacidad de leer y escribir.
En México, según datos oficiales, 33.4 millones de los mayores de 15
años tienen rezago educativo, pues 5.9 millones son analfabetas, 10.5
millones no terminaron la primaria y 17 millones interrumpieron la se­
cundaria. Además, esta cifra aumenta con rapidez, pues cada año dejan
la escuela cerca de un millón de niños sin haber terminado la primaria, y
los sistemas de alfabetización y educación básica extraescolar expiden un
número muy bajo de certificados al año.
Pero este fracaso del sistema escolar es sólo uno de los factores por los
cuales el dominio de la lectoescritura, y su práctica cotidiana como parte de
la vida intelectual, siguen siendo patrimonio de grupos muy reducidos.
Además, hoy en día, la presencia de nuevos medios y técnicas de
comunicación y procesamiento de la pa­labra disminuyen los tradicionales
apremios para leer y escribir y por tanto para aprender a hacerlo: el teléfono
reemplaza a las cartas; la transmisión de imágenes me­diante la fotografia,
el cine, la televisión y el fax, ha­cen innecesarias muchas descripciones que
antes debían hacerse por escrito; los símbolos transmiten muchos men­sajes
simples (por ejemplo en las calles y en la ma­quinaria moderna). No sólo

55
Manuel Pérez Rocha

eso, durante algún tiempo la lectura fue una forma idónea de pasatiempo,
hoy en día es reemplazada en esta función por nuevos pasatiempos como
el cine, la televisión, los juegos electrónicos y otras muchas novedades.
No puede extrañar, pues, que los fabricantes de libros y los editores
de diarios y revistas se alarmen por el des­censo de sus ventas. Éste es
un fenómeno que por muchos factores tiende a agravarse, pero por su­
puesto el problema no se reduce a que un grupo de negocios pierda su
mercado, más graves son los efectos sociales perversos que ocasiona el
que el dominio de la lectoescritura siga siendo, y cada vez de manera más
acusada, patrimonio de una élite cultural; este monopolio es factor decisivo
de injustas e inhumanas diferencias sociales, de dominación intelectual y
política, y de inefíciencia productiva.
El interés por fomentar la lectoescritura no responde a un sentimiento
de nostalgia ni a una reacción fren­te a la modernidad ¡bienvenidos los
nuevos medios! Son muchas sus fortalezas y virtudes, pero no debemos
ig­norar sus riesgos y debilidades. Es claro que muchas de las más valiosas
funciones de la escritura no pueden ser desempeñadas por la imagen y el
sonido de la televisión, ni por el “ratón” de la computadora.
El fenómeno es complejo y no ha sido estudiado con suficiencia. El
fracaso de los sistemas escolares para ase­gurar una alfabetización efectiva
tiene, como una de sus causas, la superficialidad e ingenuidad con las que
casi siempre se aborda esta tarea, y la espontaneidad con la que se elaboran
planes y reformas educativas.
La inoperancia de muchos de los programas de en­señanza de la
lectoescritura se deriva del hecho de que ésta es enseñada olvidando que
se trata de una técnica de comunicación y de desarrollo del pensamiento,
y que como tal está fuertemente condicionada por factores personales,
afectivos. Grave contradicción es, por ejem­plo, que se pretenda desarrollar
la lectoescritura en un espacio, el escolar, en donde una norma férrea es el
silencio de los estudiantes.
Por tanto, una tarea significativa es reforzar el estudio sistemático,
riguroso e interdisciplinario del problema, el cual tiene causas y efectos
cul­turales, sociales, políticos y económicos. Además, es indispensable
vin­cular este estudio con las acciones y prácticas que buscan resolver el
problema y con los intereses económicos, políticos y culturales reales que
lo determinan.

56
El discurso eficaz

El sistema escolar puede y debe desempeñar tareas fundamentales en


la enseñanza de la lectoescritura y el fomento de su incorporación a la
vida intelectual cotidiana de todos; esta contribución exigirá, entre otras
medidas, que el espacio escolar deje de ser un espacio de silencio y se
convierta en un espacio de desarrollo de la expresión enriquecedora. Pero
en el ámbito extraescolar también son muchas las acciones que pueden
desarrollarse.
En la promoción y fomento de la lectoescritura deben estar interesados
no sólo las autoridades educativas, los maestros y los investigadores es­
pecializados en el tema y las disciplinas afines, sino también, por ejemplo,
las editoras y las empresas periodísticas cuyos mercados es­tán sufriendo
graves reducciones. Pero cabe insistir en que no se trata de un simple
pro­­blema del mercado que pueda resolverse con encuestas y diseños
novedosos del producto o con campañas de carteles y anuncios de ra­dio,
sino de un complejo fenómeno social, cultural, pedagógico, económico y
político.
Hoy en día, en nuestras universidades y otras insti­tuciones educativas,
culturales, académicas, existen equi­­­pos humanos muy bien capacitados
en los campos del conocimiento relacionados con el problema de la lec­
toescritura: lingüistas, filólogos, filósofos, psicólogos, an­tropólogos, his­
toriadores, pedagogos, etcétera. Sin embargo, en términos generales, su
tra­bajo tiene varias limitaciones: la escasez de recursos económicos, la frag­
mentación en disciplinas y su desvinculación respecto de los programas
y acciones educativas y culturales. A este trabajo académico pueden re­
conocérsele diversos méritos, pero sus efectos reales son muy limitados.

B. Fomentar la lectura... ¡y la escritura!

Tanto en los programas de alfabetización como en los de educación básica


se pone empeño en la enseñanza y la práctica de la lectura, pero no en las
de la escritura. También las agencias culturales realizan campañas para
fomentar la lectura, pero descuidan el fomento de la es­critura. Este hecho
de transcendentales consecuencias no es casual, obedece a arraigadas
concepciones que me­recen ser revisadas.
El empeño que se pone en fomentar el hábito de la escritura es escaso
en gran medida por la idea generaliza­da de que sólo una minoría de la

57
Manuel Pérez Rocha

población puede escribir, que sólo una minoría tiene el “talento intelectual”
y las condiciones de vida que supone ser escritor y que la gran mayoría que
compone el resto de la humanidad, o de una sociedad determinada, está
ahí para leer lo escrito por las élites intelectuales.
Ciertamente, también es una meta de las políticas educativas gu­
bernamentales que todos “sepan escribir”; pero esto no significa que se
busque que todos sean capaces de escribir poemas, ensayos filosóficos o
narra­ciones con valor literario, sino que sean capaces de es­cribir su nombre
y las cuestiones prácticas que se derivan de su vida laboral y social diaria:
su dirección, el llenado de un formulario, un informe de trabajo, etcétera.
La idea de que la creación intelectual es privilegio de una minoría es la que,
en última instancia, causa que tanto en los programas escolares como en
los extraescolares la escritura ocupe un segundo lugar, o ninguno.
Muchos escritores consagrados se pronuncian una y otra vez por el
fomento de la lectura; es natural, quieren ser leídos por amplios sectores de
la población, pero rara vez se preocupan por el fomento de la escritura, y
también esto es natural, responde a la concepción que tienen de sí mismos
como seres excepcionales y, no podemos descartarlo, al temor de generar
demasiada competencia.
No tiene sentido ni es fructífero discutir si toda la humanidad tiene
“talento” para escribir creativamente, si este talento lo tiene el diez por ciento,
la mitad o el noven­ta por ciento. Mientras no se haya hecho lo necesario
para fomentar el ejercicio masivo de la escritura, no habrá bases para
condenar a las “masas” a ser simples receptoras de los escritos producidos
por las élites. Este esquema –de una élite que escribe para amplios grupos
que sólo leen– es, además, discutible desde el punto de vista mismo de la
naturaleza de la escritura.
Escritura y lectura son dos actividades estrechamente interrelacionadas,
son dos momentos de un mismo pro­ceso. El primer lector de cualquier
escrito es su propio autor quien, en el momento de escribir, va leyendo
las palabras que salen de sus dedos, de su pensamiento; es él el primer
sorprendido, con no poca frecuencia ve con azoro el producto de un comple­
jo proceso intelectual y afectivo en el que han intervenido innumerables
fac­tores. Con razón Octavio Paz dice “Cuando sobre el papel la pluma
escribe, a cualquier hora solitaria, ¿quién la guía?”

58
El discurso eficaz

El escritor lee la palabra recién escrita, continúa, lee la oración formada,


regresa al principio del párrafo, revisa la coherencia, la continuidad, la
elegancia de lo escrito; corrige lo necesario, reescribe párrafos enteros,
los rea­comoda después de revisar (leer) la página comple­ta. En todo este
proceso toma infinidad de decisiones que responden a criterios estéticos,
morales y técnicos. Es­cribir implica pues leer, releerse a sí mismo. Pero
implica también haber leído a otros muchos, el impulso de escribir surge
muchas veces de una lectura, ya sea porque resultó estimulante o, por el
contrario, porque nos decepcionó o nos produjo enojo.
El impulso por la escritura puede tener también otras motivaciones.
Estados de ánimo particularmente intensos invitan a escribir (es obvio
que siempre y cuan­do se sepa escribir y se haya tenido la experiencia de
haber escrito algo personal). La nostalgia, la soledad, el sentimiento de
impotencia, son frecuentes motores de la escritura; por supuesto también
lo son la alegría, el gozo, el entusiasmo.
No queremos que se escape ese pensamiento, que­remos verlo y revisarlo,
escudriñarlo, analizarlo, por eso lo ponemos en el papel. Por eso dibujaban
los hombres de la edad de piedra en las paredes de sus cuevas. No siempre
lo hacían, como algunos han creído, por meros afanes didácticos, sino
por la necesidad de objetivar un pensamiento, una sensación, una imagen
impactante, de hacerla imperecedera; era la necesidad de verse a sí mismos.
La necesidad de escribir es la necesidad de verme a mí mismo.
Pero escribir es, además, escribir para otros, es co­municar. Y aquí los
propósitos pueden ser didácticos (o políticos), pero también son con­
secuencia de una ne­cesidad afectiva, la necesidad de integrar un nosotros,
de hacer que las ideas y los pensamientos se vuelvan parte de la realidad
porque son patrimonio común. Veo un hecho insólito: un pájaro carpintero
en un árbol fren­te a mi casa; de inmediato corro y traigo a otros para que lo
vean; será realidad cuando sea compartido. También por eso escribo, por
hacer realidad, mediante la participación, lo que de otro modo regresaría
a la nada. En realidad muchas de nuestras impresiones, intenciones, sen­
saciones, vuelven a la nada por el simple hecho de no convertirlas en
palabras.
El poeta ruso Ossip Mandelstam lo ha dicho es­pléndidamente: “He ol­
vidado la palabra que quería pro­nunciar y mi pensamiento, incorpóreo,
regresa al reino de las sombras”

59
Manuel Pérez Rocha

Aventuro una tesis: se es buen lector en la medida en que se es escritor.


¿Cómo asimilar y juzgar un escrito lleno de creatividad e imaginación?,
¿cómo valorarlo si nunca hemos hecho el trabajo de crear e imaginar? Cla­
ro que hay muchos tipos de lectura: incluso llamamos lectura al proceso
mecánico de convertir signos visi­bles en sonidos, o a las operaciones que
realiza una com­putadora. Pero leer, en el otro extremo, debe significar
un diálogo profundo con el escritor: “Esto que tienes en tus manos lector
–advierte Whitman–, no es un libro, es un hombre”.
Leer, en este otro extremo de un amplio rango, es comprender los
momentos que produjeron el es­crito y que estuvieron llenos de dudas
e inquietudes y de respuestas guiadas, como hemos dicho, por cri­terios
técnicos, estéticos y morales. Es obvio que la com­prensión y valoración de
este complejo trabajo humano son imposibles si no se ha vivido, en alguna
medida, personalmente.
Fomentar la buena lectura enriquecedora, reflexiva, comprensiva, im­­pli­
ca fomentar la escritura. Como hemos visto, lectura y escritura cons­tituyen
la base de la cultura contemporánea y una de las grandes revoluciones
en la historia de la humanidad.
Fomentar la escritura en el pueblo puede parecer una propuesta ingenua
cuando la fascinación por las imágenes absorbe casi todo el tiempo libre
de niños y adultos, cuando el trajín urbano añade cuatro o más ho­ras a
la jornada del obrero y del empleado, cuando la comunicación mediante
señales y sonidos ha disminuido muchas de las ocasiones para escribir
y leer. Sin embargo, si aspiramos a una sociedad democrática, una socie­
dad que no deje lugar a dominación alguna –incluyendo la intelectual–
tenemos que abordar la tarea de fomentar la es­critura como práctica ordinaria
de todos.

4. FORMAS Y FUNCIONES DEL DISCURSO

A. Clasificación de discursos

En algunos libros se dice que los discursos, por su forma pueden clasificarse
en descriptivos, narrativos, y argumentativos. Sin embargo, ésta es una
clasificación simplista y confusa.

60
El discurso eficaz

Como hemos señalado, todo discurso, con inde­pendencia de las in­


tenciones declaradas y conscientes de quien lo produce, desempeña, por
lo menos, tres fun­ciones: in­formación, expresión y argumentación.
Estas tres funciones aparecen en todo discurso; así, incluso un discurso
que pretende ser puramente in­for­­mativo, siempre expresa algo acerca de
quien lo di­­ce y contiene o conlleva alguna argumentación o proposición.
Por esta razón, clasificar los discursos en informativos, argumentativos y
expresivos es una simplificación ex­cesiva, puede ayudar a analizar algunos
aspectos de los discursos, pero oculta su complejidad.
Así, una forma común de engaño y manipulación consiste, por ejem­
plo, en presentar como sólo informativo un discurso que en el fondo, ve­
ladamente, transmite emo­ciones o argumentos con los que se pretende
provocar una reacción no plenamente consciente en los oyentes o en los
lectores.
Al preparar un discurso, dependiendo de nuestros objetivos y de los
recursos disponibles, buscaremos poner énfasis en alguna de las tres
fun­ciones y lo or­ganizaremos para que la desempeñe con eficiencia; sin
embargo, nunca olvidemos tener presente lo que ocurre con las otras dos
funciones.
Descripción y narración son dos formas que adquie­re la información.
Describir es transmitir mediante ­las pala­­bras la información acerca de algo
(un objeto, una persona, un proceso, etc.) con el fin de que quien re­cibe
esta información pueda formarse una imagen de lo descrito. Narrar es
transmitir, mediante las palabras, la información acerca de un suceso o
serie de sucesos re­lacionados entre sí con el fin de que quien recibe esa
información sepa cómo ocurrió el suceso o sucesos.
Por lo tanto, clasificar los discursos como descripción, narración y
argumentación puede ser origen de muchas confusiones, En primer
lu­gar porque, como se ha dicho, la argumentación no es la forma en
que se elaboran al­gunos discursos, sino una función que desempeñan
prácticamente todos los discursos. Además, no hay ar­gu­mentación sin in­
formación (sea ésta en forma de des­cripción o de narración), tampoco
hay información sin argumentación, ni es raro que la narración requiera
del auxilio de la descripción y que ésta requiera de algunos elementos
narrativos.

61
Manuel Pérez Rocha

Por otra parte, esta clasificación ignora la función ex­presiva de todo


discurso y no asigna lugar alguno a los discursos en los que esta función
predomina.
Teniendo presentes todas las advertencias anteriores, veremos al­
gunas cuestiones prácticas acerca de la des­cripción, la narración y la
argumentación.
Hemos dejado de lado la función expresiva y las for­mas correspondien­
tes (la poesía, por ejemplo) porque por su complejidad ameritan un tra­
tamien­to aparte. Para avanzar en este aspecto se recomienda leer a buenos
escritores (novelistas, poetas, cuentistas).
Más que clasificar los discursos, importa tener claro lo que son las
funciones de todo discurso y las formas que pueden presentar algunos de
sus elementos.

B. Descripción

La descripción es la representación de personas, lugares o cosas por medio


de la palabra, explicando sus distintas partes, cualidades y circunstancias.
Esta representación tiene como función general la de transmitir la imagen, las
sensaciones y las emociones que nos produce aquello que describimos.
Una descripción puede hacerse para alcanzar ob­jetivos muy variados:
convencer de la bondad de algo (por ejemplo para vender una mercancía),
provocar acep­tación o rechazo, hacer sentir emociones (temor, compasión,
enojo), etcétera.
Una descripción eficaz es por lo general breve, clara y ordenada. Para
lograr esto es necesario que sepamos distinguir, en aquello que describimos,
lo esencial de lo secundario y de lo irrelevante, que escojamos un orden
adecuado al hacer la descripción: de afuera hacia adentro, de abajo hacia
arriba, de (o cercano a ) o lejano, etc., que utilicemos calificativos adecuados
y con significado real (muchos calificativos como fabuloso, increíble, ex­
traordinario, dicen muy poco de lo que describimos; qui­zá sólo dicen que
a nosotros nos impresionó aquello que queremos describir).
Para lograr buenas descripciones tenemos que de­sarrollar nuestra
capacidad de observación y, como hemos visto, ésta también está con­
dicionada por la ri­queza de conceptos y palabras que manejemos. Hacer

62
El discurso eficaz

ejercicios de descripción puede, a su vez, ayudarnos a desarrollar nuestra


capacidad de observación.
La descripción puede ser fidedigna (si pretende trans­mitir con fidelidad
lo visto o sentido) o deformada (lo cual­ es aceptable, por ejemplo, cuando
se anuncia explícitamente como una caricatura); puede ser esencial (si se
limita a los aspectos esenciales) o comprensiva (si se pretende co­municar
hasta el último detalle); puede ser aparencial (si describe los aspectos ex­
ternos) o funcional (si describe las relaciones entre sus partes); puede ser,
en fin, cualquier combinación de éstas.

C. Narración

La narración es la transmisión, por medio de la palabra, de la información


acerca de una sucesión de hechos o acontecimientos, reales o ficticios, que
puede perseguir diversos objetivos; uno de esos objetivos puede ser con­
vencer al auditorio de que actúe para cambiar el cur­so de un proceso; otro
puede ser ejemplificar con el rela­to una idea general (por ejemplo, cómo
las ambiciones per­sonales ilegítimas descomponen las organizaciones);
otro, demostrar el papel que una persona, idea o cosa ha desempeñado en
un proceso, etcétera.
Por ejemplo, en un sindicato el orador puede usar la narración pa­
ra hacer ver la forma como se han de­sarrollado las negociaciones con
el patrón; quien vi­sita una nueva colonia donde se desea organizar
una unión de colonos, puede usar la narración para ha­cer ver cómo el
nacimiento y desarrollo de su propia unión de colonos trajo mejoras
al barrio; un ejidatario puede usar la narración para hacer ver el pa­
pel que ha desempeñado el comisariado en la evolución del ejido.
Ade­más de la narración de hechos reales, es frecuente la narración de
hechos que no ocurrieron, de hechos ficticios. La narración ficticia puede
ser verosímil (es creíble que haya ocurrido o pueda ocurrir) o fantástica;
aun las narraciones fantásticas pueden ser de gran uti­lidad para transmitir
emociones o ideas (un caso muy conocido son las fábulas).
Tres elementos fundamentales en la construcción de una narración
son:
a) el marco de referencia (tiempo y lugar en que se dan los hechos),
b) los personajes, y

63
Manuel Pérez Rocha

c) el orden cronológico, que puede ser alterado de muchas maneras e


incluso combinar diferentes tiempos.

En su forma más simple la narración sigue los siguientes pasos: inicio,


desarrollo, clímax y desenlace

D. Argumentación

El propósito central de la argumentación es convencer y consiste en la


exposición cuidadosa de los datos y ra­zonamientos que conducen a una
conclusión, a una tesis, a una afirmación, a una proposición.
La argumentación puede hacer uso de la narración y de la descripción,
pero, por principio, excluye el uso de recursos emocionales.
Para tener éxito en una argumentación es necesario contar con los
ingredientes de un discurso eficaz; par­ticularmente es indispensable estar
bien informado y te­ner una opinión definida sobre el asunto que se trata.
El orden del discurso puede seguir diversos criterios, en particular aquí
es indispensable seguir la lógica de la argumentación y cuidar mantener la
atención y el interés del auditorio.
Además de explicar la forma como se van relacionando nuestros datos y
razonamientos hasta llegar a la conclusión, es indispensable que aportemos
todas las pruebas posibles; en ocasiones será muy efectivo llevar en la mano
y mostrar con oportunidad documentos probatorios, fotografías, objetos,
etcétera.
Fi­nalmente, es muy importante anticipar y refutar los posibles argu­
mentos en contra; un discurso argu­mentativo eficaz puede seguir el
siguiente orden:

1. Tesis (proposición),

2. Refutación de los posibles argumentos en contra,

3. Argumentación a favor,

4. Reafirmación de la tesis.

64
El discurso eficaz

Este orden disminuye el riesgo de que, durante nuestra argumentación


a favor, el auditorio se distraiga pensando en la posible validez de los
argumentos en contra.

5. DOS MODELOS PRÁCTICOS

Presentamos a continuación dos modelos que nos pueden auxiliar en la


elaboración de los esquemas o guiones de nuestros discursos, esto es, en la
organización de nuestras ideas.
A quienes hayamos logrado transmitir la intención general de este
cuaderno, no necesitamos insistirle en que se trata de sugerencias que
pueden usarse como au­xilio o apoyo, para adaptarlas libre y creativamente
a cada circunstancia.
Recordaremos sólo que la organización del discurso tiene que apoyar­-
se en la selección y delimitación del tema, en la especificación del objetivo
y en la selección de los medios.

MODELO A: Pasado, presente y futuro

Si vamos a hablar de una institución, un fenómeno o alguna otra cosa que


tenga historia (en realidad todo tie­ne historia, hasta las piedras) podemos
hablar en primer lugar del pasado, después del presente y luego del fu­turo.
Después podemos añadir, por ejemplo, nuestras propuestas para lograr un
futuro deseable o evitar uno indeseable.
Este esquema es bastante simple; puede ser muy útil, por ejemplo,
cuando se dispone de poco tiempo para la preparación, incluso es muy
útil para una intervención inesperada, pues mientras recorremos con la me­
moria el pasado podemos ir preparando el resto del discurso. También es
muy práctico para quienes, por falta de ex­periencia, no se sienten seguros
de tener éxito con un discurso complicado.
Un discurso organizado con base en el tiempo puede adquirir otras
modalidades; por ejemplo, podernos ha­blar primero de un futuro desea­
ble, después haríamos ver cómo las experiencias del pasado demuestran
que ese futuro es valioso y posible, y finalmente señalaríamos lo que hay que
hacer en el presente para conquistar el futuro propuesto.

65
Manuel Pérez Rocha

Otras variaciones pueden ser útiles para ciertos pro­pósitos y cir­


cunstancias específicas, por ejemplo el orden puede ser: futuro-pasado-
presente, futuro-presente-pasado, presente-futuro-pasado, presente-pa­sa­do­-
futuro.
Para sacar todo el provecho posible de este esquema de organización de
un discurso, conviene subrayar que no basta con explicar separadamente
cada fase (pasado, presente, futuro) sino que es necesario buscar y explicar
las relaciones entre ellas. Veamos.
Hablamos del pasado para entender el presente y para definir un futuro
mejor, pero también nos ocupamos del presente para entender mejor el
pasado. Esto último pu­diera parecer paradójico, sin embargo no lo es,
sobre todo en los fenómenos y procesos sociales.
En efecto, los fenómenos sociales son tan complejos que sólo con el paso
del tiempo podemos percibir situaciones que, siendo esenciales, antes no
eran perceptibles por es­tar apenas desarrollándose, así, el conocimiento del
presente nos ayuda a escoger como objeto de estudio lo que de importante
hay en el pasado.

MODELO B: Organización sicológica del discurso

Son muchos los esquemas que pueden responder a es­te nombre, de­
pendiendo del estado sicológico o aní­mico que supongamos tendrán nues­
tros oyentes.
Por ejemplo, si supiéramos que nuestros oyentes estarán exaltados o
enojados, la primera parte de nuestra exposición podrá ser una propuesta
de acción para apro­vechar esa exaltación o, por el contrario, la primera
parte podrá ser un razonamiento que los calme y serene, todo depende de
cuál sea nuestro objetivo.
Si sabemos que nos encontraremos con un auditorio apático, al cual
tenemos que interesar en el tema que vamos a tratar (situación muy
frecuente) podemos seguir el esquema siguiente:

1. Llamada de atención. Empecemos con algunas pa­­la­bras o frases que


llamen la atención de nuestro auditorio, buscando que todos volteen a
vernos y estén atentos; en este momento recorremos con la vista, sin miedo,

66
El discurso eficaz

los ojos de todos nuestros oyentes y aseguramos su atención, aseguramos


el contacto visual y auditivo. Una breve anéc­dota relacionada con nuestro
tema puede ser una buena entrada.

2. Explicación del tema y del objetivo. De la manera más clara y breve


posible diremos, en esta segunda par­te del discurso, de qué vamos a ha­
blar (el tema); en oca­siones podrá explicarse brevemente de qué sí se va
a ha­blar y de que no se va a hablar, esto es, explicaremos cómo hemos
delimitado el tema y por qué.
En esta parte del discurso puede ser conveniente explicar también cuál es
nuestro objetivo; a veces, por el contrario, convendrá dejar esta explicación
para el final del discurso (puede ser una buena forma de concluirlo); quizá
en algunas ocasiones será preferible que nuestro objetivo, en vez de ser
enunciado explícitamente, se exprese sólo en el contenido y estilo del
discurso.

3. Relación tema-auditorio. En esta parte del discurso, le decimos di­


rectamente a nuestro auditorio cuál es la relación del tema que vamos a
tratar con sus intereses, con sus responsabilidades, con la solución de sus
problemas. Les haremos ver que lo que vamos a decir es valioso para ellos
y que vale la pena que nos escuchen con atención.

4. Proposición central. Se supone que en este momento el interés del


auditorio ha llegado a sus más altos niveles. Es el momento de exponerles de
manera clara y concreta nuestra proposición central, la idea que queremos
que se lleven al salir de la reunión: un juicio acerca de algo o alguien, una
acción que deseamos que realicen o, por el contrario, la propuesta de que
se abstengan de hacer algo, etcétera.

5. Argumentación. Inmediatamente después, ex­pon­dre­mos los razo­


namientos que hemos hecho para llegar a la conclusión que pro­ponemos,
las ventajas de la acción que sugerimos, etcétera. En el apartado “Ar­
gumentación” del capítulo “Formas y funciones del discurso” pueden
encontrarse sugerencias acerca de cómo presentar una argumentación
eficaz.

67
Manuel Pérez Rocha

6. Ejemplos. Después de la argumentación pueden ser muy útiles algunos


ejemplos (en forma de narración, por ejemplo) que reforzarán nuestra
argumentación y rescatarán el interés que es posible que se haya reducido
por la aridez de la argumentación.

7. Conclusión. Ya que hemos elevado nuevamente el nivel de atención del


auditorio, repetiremos con bre­vedad y claridad nuestra conclusión, nuestra
propuesta, indicando con claridad la acción o acciones que deseamos que
nuestros oyentes ejecuten.
Como se ha señalado, éstas son sólo algunas su­gerencias para hacer el
diseño de nuestra exposición o discurso. En realidad lo más importante
es que dicho di­seño responda fielmente a los objetivos planteados, a los
medios seleccionados, a las circunstancias en las que se hará la exposición
y a las características del auditorio.

Es recomendable hacer un diseño preliminar con


la ma­yor anticipación posible para que pueda ser
evaluado y corregido varias veces. Una vez hecho un
primer pro­yecto del discurso, nuestra mente estará
trabajando sin interrupción, confrontándolo con lo
que vemos, oímos o leemos, incorporando nuevas
ideas e información y de­sechando planteamientos
débiles o irrelevantes.

6. GUÍA PARA LA EVALUACIÓN Y LOS COMENTARIOS

Los frutos de las prácticas de expresión oral dependen, en gran medida,


de que se logre crear un ambiente de cooperación entre los participantes.
En especial, los fru­tos dependerán de la GENEROSIDAD, PRUDENCIA y
CORTESÍA con que se hagan las críticas constructivas a las exposiciones
de los compañeros.
Sin duda la generosidad es algo extraño en estos tiem­pos en los que todo
se compra y se vende. Además, la generosidad es particularmente extraña

68
El discurso eficaz

en medios donde prevalecen las luchas individuales o de camarillas por el


poder (en los gobiernos, partidos, sindicatos, etcétera).
Sin embargo, puede esperarse que en estas prácticas de expresión
oral, por su informalidad y brevedad, por sus objetivos y métodos, los
participantes encuentren la oportunidad de desarrollar relaciones de otro
tipo.
La generosidad ha sido desprestigiada por tradi­ciones de siglos que
la asocian a sentimentalismos in­trascendentes y a la idea del sacrificio,
de la pérdida de algo, de la renuncia (que cuando mucho encontrarán
su compensación en la otra vida). No es común, pues, en­tender que en
realidad al dar con generosidad el hombre experimenta y vive su riqueza, su
fuerza, su poder, y que tal experiencia, lejos de ser destructiva y dolorosa,
es satisfactoria, gozosa.
El sicólogo Erich Fromm ha hecho ver que la “ca­pacidad de dar”
depende del desarrollo del carácter de la persona, de su madurez; supone
el logro de una orientación eminentemente productiva, en la que la per­
sona ha vencido la dependencia y el deseo de explotar a los demás, ha
vencido el deseo de acumular y ha ad­quirido confianza en sus propios
poderes humanos, en su capacidad de alcanzar el logro de sus fines.
Sin embargo, no basta tener esta madurez sicológica para que las crí­
ticas constructivas a los compañeros pro­duzcan los efectos deseados;
se necesita, además de esta madurez, una actitud prudente y un estilo
cortés.
La prudencia consiste en condicionar la forma de nues­tras acciones a
las circunstancias en que deben ser realizadas, en particular tomando en
cuenta los estados anímicos de las personas que nos rodean, evitando los
ma­los entendidos y las fricciones inútiles, esforzándonos por lograr una
comunicación eficaz.
La cortesía responde a la actitud madura de quien por principio respeta
a los demás, por encima de sus errores y limitaciones, por encima de las
eventuales diferencias de todo tipo; pero aun estando ausente esta mo­
tivación, las meras fórmulas de cortesía constituyen un medio efi­caz para
evitar conflictos.
En estas prácticas, como un acto de cortesía y prudencia, tratemos de
empezar siempre nuestros comentarios a los discursos de los compañeros
señalando lo positivo, los aciertos, los avances, y al señalar los errores y

69
Manuel Pérez Rocha

deficiencias incorporemos las palabras que puedan disminuir el posible


efecto negativo de nuestras críticas: “a mí me pa­rece que...”, “me atrevería a
sugerir...”, “quizá si el compañero hubiera….” Tratemos no sólo de señalar
los errores sino también de hacer, con modestia, sugerencias de cómo
podrían evitarse.
Estos son algunos de los principios que deben orien­tar los comentarios
a los discursos preparados por los compañeros. Se sugiere tenerlos presente
y ponerlos en práctica.
Todo lo que se ha propuesto acerca del discurso efi­caz (ingredientes,
orientaciones para su preparación, cua­lidades esenciales, etcétera) cons­
tituye la guía para evaluar las exposiciones que se hacen a lo largo de las
cinco prácticas.
Como una ayuda, se presenta a continuación una lis­ta de algunos de los
principales aspectos que deben ser evaluados.

a) CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL DISCURSO: efecto general


en el auditorio, claridad, fuerza, sencillez, amenidad, solidez, organización
y orden.

b) TEMA: claridad, delimitación, adecuación con el auditorio y las cir­


cunstancias, adecuación con los re­cursos (por ejemplo con el tiempo
disponible).

c) OBJETIVO: claridad y especificidad; adecuación con el auditorio, con


las circunstancias y con los recursos; logro del objetivo, causas del éxito o
el fracaso.

d) ASPECTOS EXTERNOS: postura, movimientos del cuerpo y de los pies,


ademanes, gestos, vista, apariencia, voz (volumen, tono y modulación).

e) RECURSOS UTILIZADOS: tiempo, información, ar­gumentos, emo­


ciones, ayudas visuales, citas de au­toridades, etcétera.

f) ORGANIZACIÓN: el comienzo y el final (ade­cuación, impacto causado,


preparación); criterio se­­­­­­­guido en la organización general del discurso
(ló­­­­gico, sicológico, cronológico, etcétera.).

70
El discurso eficaz

Si la participación de los asistentes en las eva­


luaciones y comentarios a los discursos no es sa­
tisfactoria, puede estimularse encomendando a
cada asistente la evaluación de algunos aspectos
específicos.
Por ejemplo, a uno de ellos se le encomienda
la eva­luación de ademanes y expresión corporal,
a otro la claridad y especificidad del objetivo, otro
evalúa la per­tinencia del tema, etcétera.
También puede optarse por definir en cada
sesión algunos aspectos que se evaluarán con más
atención.

7. SUGERENCIAS PARA EL BUEN USO DE LAS AYUDAS


VISUALES

“Una imagen vale más que mil palabras”; éste es un refrán chino muy
conocido y convincente. Usando una imagen como apoyo de un discurso
podemos ahorrarnos mil palabras, y no sólo eso, podemos incluso
comunicar cosas que las palabras no pueden comunicar.

Tengamos presente que, a su vez, las palabras


co­­mu­nican cosas que las imágenes no pueden
comunicar.

Sin embargo, para que una imagen de verdad ayude a un discurso, se


necesita que sea escogida (o elaborada) con cuidado y que sea usada con
inteligencia y habilidad.
Las ayudas visuales de una exposición oral pueden ser, desde el común
pizarrón hasta costosos sistemas de televisión (videograbadora, circuitos

71
Manuel Pérez Rocha

cerrados), pasando por una innumerable variedad de instrumentos más


o menos accesibles (cartulinas, rotafolios, power point, fil­minas, trans­
parencias, retroproyectores, cine, etcétera).
La selección o elaboración de una imagen u otra ayu­da visual (por
ejemplo, objetos) debe hacerse a partir del objetivo asignado a nuestro
discurso; un examen cuidadoso de este objetivo nos permitirá deducir si
una imagen puede ser útil para transmitir con rapidez información que
a través de la expresión oral tomaría mucho tiempo, si puede servir para
reforzar la memorización de ciertos datos que expondremos, si es necesario
para transmitir sensaciones y emociones previstas en nuestro proyecto de
discurso, si puede ayudar a reforzar la atención de los oyentes después
de una argumentación inevitablemente árida, si puede ayudar a que los
oyentes sigan paso a paso el discurso, etcétera.
En ocasiones nuestro objetivo puede ser precisa y úni­camente mostrar
una imagen o un objeto determinado; aun en este caso, la presentación
tiene que hacerse con habilidad e inteligencia.

Se presentan a continuación algunas sugerencias prác­ticas.

• Al seleccionar la ayuda visual debemos tener en cuenta las circunstan­


cias en que se va a hacer la exposición (tamaño del auditorio, ilu­
minación, ambiente, etc.); si algunas de estas circunstancias difi­
cultan que dicha ayuda se vea, es mejor no usarla.
• Asegurarse de tener oportunamente todo lo ne­cesario a mano (gis,
borrador, colores, conexiones eléctricas, etcétera.).
• Mostrar las ayudas visuales sólo en el momento en que se van a usar,
para evitar distracciones.
• Al usar la ayuda visual debe cuidarse no perder contacto con el
auditorio: no dar la espalda, no ver al objeto que se muestra más que
lo que se ve al auditorio.
• Si es posible, deben usarse varias imágenes sencillas en vez de una
muy complicada.

72
PRIMERA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON


SEGUNDA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON


TERCERA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON


CUARTA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON


QUINTA PRÁCTICA

TEMA

OBJETIVO

MEDIOS

DISEÑO (ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS)

OBSERVACIONES Y SUGERENCIAS QUE ME HICIERON


PRINCIPALES COMENTARIOS HECHOS DURANTE
LA EVALUACIÓN GENERAL DE LA PRÁCTICAS
El discurso edicaz. Cinco prácticas de expresión oral
obra escrita por Manuel Pérez Rocha
fue impresa en noviembre de 2007
en el taller de impresión de la Universidad Autónoma
de la Ciudad de México, San Lorenzo 290,
Col. Del Valle, Delegación Benito Juárez
con un tiraje de dos mil ejemplares.

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