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DEJAR CAER Juliana Restrepo El parto es una ruptura, un accidente. Me miro en el espejo y no reconozco a la que veo. Tiene diez kilos menos, una piel traslticida que no se acomoda, una linea que la divide en dos. Tiene los ojos muertos. Estamos hinchadas, cortadas, mojadas. Mi cuerpo grita. Mis pezones son nervios quemados. Debajo de las tetas siento una red de hilos templados que arden y me recorten, casi ahorcandome. Los ovarios son dolores huecos como embudos, empiezan grandes y luego se intensifican en el punto en que desaparecen. El cuerpo es un dolor, es un dolor embudo. Mateo nacié hace seis dias. Estamos viviendo en el apartamento que tenia mi abuela Pilar cuando estaba viva: Andrés, mi mama, el bebé, yo y un calor insoporta- bley htimedo que entra por las ventanas, se amaiia en el cuerpo y s6lo deja en paza las baldosas. Sobrevivo siendo dos. Una madre fria con piernas desganadas que perdid mucha sangre y otra que le da érdenes: Me voy a parar, 31 Escaneado con CamScanner voy a coger el balde y lo voy a llevar a la cocina y lo voy q Tlenar de agua caliente. Voy a cargar al bebé y voy a caminar diez pasos. Voy a sentarme al lado de la cuna, lo voy a secar yvoy a meterle la cabeza por dentro de la piyama. Una que es cuerpo y no puede, y una que es voz y nos manda. Son las nueve. Ya bafié y vesti al bebé, lo puse en e} bouncer en la sala. Desde antier tengo puesta la misma piyama de botones. Era de Pilar, comprada en Madrid, vieja pero bonita y cémoda. Camino por el apartamento cargando unas tetas grandes y acaloradas. Llego al patio de ropas. Pongo el balde en la poceta y tiro la piyama sucia de Mateo a la lavadora. El sudor sale de la parte de abajo de mis tetas y baja en gotas por los caminos de mi barriga hasta llegar a unos calzones de algodén blanco. Los verbos «baiiar», «recoger», «caminar», «extender» se escriben rapido, pero cada uno exige una orden de la Su- sana que manda a la Susana que no es capaz. Es agotador. Me quedo en el patio de ropas recostada en la lava- dora. Oigo un ruido y presiento que el bebé vaa empezar allorar. Que no llore que no llore que no llore, rezo-recito. Siento las piernas anestesiadas. Mi mama llega de la co- cina con un pocillo. —Susi, sc6mo vas hoy? —Bien, ma. El bebé llora. Camino hasta el sofa que esta al lado del bouncer, pero no lo cargo. Cierro los ojos. Mi mama tampoco lo carga. —WYa desayunaste? ;Quieres un cafecito? sTe paso a Mateo? 32 Escaneado con CamScanner —Bueno. Mimamé desamarra al bebé y me lo pasa, y después me trae un termo de agua y un café con leche. Lo pego ami teta. El pezén me duele otra vez como si fuera un nervio quemado, pero mientras alimento no siento hi- jos recorriéndome ni ahorcindome. Cierro los ojos, le toco el pelo, lo huelo. Huele a manzanilla y a quiréfano. Te quiero mucho, Materile, te quiero mucho, le digo sin hablar. Abro los ojos. Miro la pared amarilla de la sala y veo una imperfeccién que se me parece al borde derecho del mapa de Colombia. Resiste, Susi, resiste, concéntrate en algo, contemos. Es el tinico momento, a pesar del dolor, en que me siento conectada con algo. Con una mano sosten- goa Mateo y con la otra me tomo el café con leche. Esta hirviendo y me imagino que me recorre por dentro y me calienta las piernas. Es que tengo calor y frio. Afuera hace un calor insoportable, y adentro los musculos y huesos se sienten frios y abandonados. —Que ahora van a venir Merce y Cecilia a almorzar. 40 mejor les digo que no, Susi? —Si, mejor diles que no. Después de un rato cambio a Mateo de lado. —iQuieres acompafiarme a mercar? —iNo tenfamos que llevar a Mateo donde el pediatra? —Lo llevamos y mercamos en el Carulla ala venida. —Bueno, me cambio y vamos. Le dejo el bebé a mi mamé para que le saque los Bases. Me pongo unos pantalones azul clarito de Ame- rican Apparel y una camiseta rosada. Estoy flaca, no 33 Escaneado con CamScanner = / me reconozco. Falta un cuarto para las once, Cojo e} Max gar al bebé Pesa mucho, pesan mucho mis pierna Cosi, metemos al bebé y lo amarramos, Voy car. voy a caminar. Camino b el ascensor Enganchamos Maxi Cosien la silla de atrés y cerramos las puert ‘as, me monto adelante. Cogemos la avenida del Poblado, Siento que tiemblo del frio, me arrepiento de no haber levado suéter, Mi mama me pregunta si me deja en el ascensor © si parqueamos juntas. Mejor juntas, le digo. Cuando sacamos el Maxi Cosi del carro, Mateo empieza a llorar durisimo. Nos montamos en el ascensor asf, con un bebé alos gritos. Hay dos mujeres y un chico que parece de quince. Marcamos el piso diez. —Eso debe ser que el niiio tiene calor. —Caérguelo. —O tiene hambre. —Saquelo, qué pecao, necesita a la mama. Viejas metidas no soy capaz ustedes qué van a saber no sé qué hacer no soy capaz cilllense. Blanqueo los ojos, las miro con rabia y nos bajamos del ascensor. Mateo lloraa los gritos, llegamos al consultorio, lo desamarramos y yo ensayo alimentarlo pero no se pega. Llora diez minutos mientras nos atienden, llora mientras mi mama lo carga por el corredor, llora cuando el pediatra lo cogey le dice que es un mono grandulon, llora mientras lo pesan, Jlora mientras lo miden, llora cuando el pediatra me dice que tiene temperamento y mientras hablamos de la alimen- tada y de mi debilidad. Llora cuando ensayo volver 3. alimentarlo. Llora cuando el pediatra me pregunta 1) 34 Escaneado con CamScanner fai donde el ginecdlogo otra vez y le digo que si, que ya no tengo anemia pero que siento como si todavia tuvie- ra, Llora mientras nos explica que hay bebés que lloran més, que est bien de peso, de talla. Llora en el corredor mientras pago, yo lloro cuando por fin logro alimentarlo en una salita antes de montarnos al carro. —No llore mientras amamanta que eso no le con- viene al bebé Mimamé me da la mano, Esta vez el dolor no cede, es me dice otra vieja metida. undolor embudo de veinte minutos. Se la aprieto. Mateo se adormila, lo metemos en el Maxi Cosi, mi mamé lo carga hasta el carro. No hablamos nada en el trayecto de vuelta, tampoco mercamos. Cuando abrimos la puerta del apartamento, huele a que esta Rosalinda. Ella viene lunes, miércoles y viernes a ayudarnos. —Uy, Rosali, huele demasiado bueno. Saca unas cebollas del legumbrero. —Niiia, deje al nifio ahi y se sienta y me acompatia si quiere mientras termino de hacer el hogao. —Voy. Arrimo una silla. Ella se sienta en un banco de made- racomo si fuera un murito de esos que tienen las cocinas cuando quedan en patios de fincas viejas, y conversamos como cuando trabajaba en la finca de Arboletes y yo tenia quince afios. Mateo se empieza a despertar. Volteo a mi- Tar, mi mam lo pone sobre sus piernas y oigo «Materile, Materile, Materile-rile-ro». Le est4 jugando con la mu- heca de pepas negras y blancas. Rosalinda corta cebollas blancas sobre una coca plastica sin mirar. Me acuerdo de 35 Escaneado con CamScanner Pil e tres aitos atras, uando nacié el primer bebé lar de esta familia, en una casa en Galicia cortaba cebollas de esta una coca plastica sin mirar. Mi ropa es moradas sobre Jos colores, las caras de Ro- distinta, el clima es distinto, salinda yde Pilar son distintas. Eltamano de sus familias y de sus cuchillos es distinto. L diminuta. El cuchillo de Rosalinda, grande de | de Pilar, pequeno de mango negro, .a de Rosalinda, grande, la de Pilar, mango blanc Las cocas son distintas: la de hoy es blanca e inmensa —la cebolla apenas se ve en el fondo— y la de Pilar era azul clara y pequefia. Y, aun asi, las escenas se parecen, lo que miro es casi idéntico: sefioras de mas o menos setenta aitos cortando cebolla sin mirar. Saben con el tacto hasta dénde hundir el cuchillo, dénde termina la verdura y donde empieza la palma, y paran ahi. Medio conversando conmigo, medio tatareando una canci6n de cuna. Rosa- linda tatareando «Tu ma mi te da la teta y tu pa pi te da ga lleta». Pilar cantando «Duér me te ni fio duér me te ti que vie nelvi viy te co me ra». ;Por qué cortan cebolla de | la misma forma? ;Por qué tatarean mientras lo hacen? Me Pongo a pensar que hay cosas que deben venir de muy lejos, en lo bella y casi poética que es esa red de cuadros transparentes semiblancos, semimorados que hacen las dos con sus manos. En lo bella casi poética que es la vida corta de los cuadros que son arrancados y caen al vacio segundos después de ser creados. Y que nadie ve. Nina, jsabe si dofia Mercedes al fin s{ viene a al- morzar? —Que no van a venir, 36 . Escaneado con CamScanner Ah, jvienen por la noche? —Como que no. —No vienen hoy, dejanos comida en el microondas slo para nosotros —grita mi mama. : Tu papi te da galleta y tu mami te da la teta. Los cua- dros que caen al vacto segundos después de ser creados, Los cuchillos. El tamafto de las familias, Ro con aceite la cebolla, el tomate y la cebolla junca que inda termina, nos paramos. Echa a una paila tenia picados sobre una tabla, una manito de sal, un tris de comino y una cucharada de salsa de tomate. Con la cuchara de palo revuelve, abandona, revuelve. La cocina huele rico y Mateo esta tranquilo, es una tajada delgada de felicidad. El almuerzo es sopa de arroz, carne molida, platano maduro, arepa y aguacate. Mi mamé y yo nos sentamos a comer en una mesa redonda con cinco sillas. Quiero comer, pero cuando tengo la comida en la boca quiero vomitar. Asi deben sentirse los viejos cuando ya no tienen hambre. Pienso que Pilar estaria sentada a mi izquierda si viviera atin. Antes de morirse me decia que daria lo que fuera por tener hambre. Voy a comer, tengo que comer, una cucharada, Mateo se inquieta y mi mama lo carga sentadito. Un mordisco, un trago de jugo. Corto elaguacate en dos, le saco la pepa con el cuchillo, con la cuchara le quito la cdscara, lo parto en cuadritos yle echo sal. En la boca es grasa salada que no sabe a nada mas. Le echo hogao a la arepa. Un tris de carne molida a la sopa. Otra cucharada. —Susi, tienes que comer més. 37 Escaneado con CamScanner Miro a mi mami, ella sabe que no tengo hambre, Miro el reloj, son las dos. Cojo a Mateo y lo cargo. Otro mordisco, otro trago, otra cucharada, mds aguacate, Ter- | mino de comer. Cuando me paro, empieza a quejarse, Se lo doy a Rosalinda mientras voy al bao a hacer pipj, —Eso debe ser que tiene hambre. —Hambre no, comié cuando estabamos donde el pediatra. —Entonces sueno. —Pasimelo, Rosali, que yo lo duermo. Voy acaminar ya cargarlo. Voy a ser capaz de dormir- lo rapido. —Veni, Rosali —le digo mientras cojo a Mateo de sus brazos. El bebé sigue quejéndose. Lo arrullo. Le tatareo la cancién que cantaba Pilar cuando cocinaba, pero cambio «vivi» por «coco», acd se canta «coco». Camino hacia los cuartos y tatareo y lloro de cansancio. Duenmmete nniio duernnmetetu amntes quevengael cu rru cu cd. En mi cabeza voy escribiendo lo que me pasa. Dejo de tatarear y empiezo a caminar como un payaso con pasos amplios y lentos. Ptan ptan el nifto se calma. Ptan ptan el nifio llora. Regreso a la cocina. —Nifia, quitele esa muda que de mas que lo que tiene es calor. Cambio el ritmo. Muevo las manos hacia arriba y hacia abajo en movimientos cortos sacudiendo el bulto. Caen gotas de sudor. El nifio se calma. Me siento en la 38 Escaneado con CamScanner mecedora blanca. Soy una madre fria con las piernas heladas. Ya no canto la letra de la cancién sino que can- tola lala con el mismo ritmo. Lalalalala lalalala lalalalala Jalalala. Me acuerdo del libro de Kim Thuy en el que dice que «la» significa en vietnamita cos: distintas de- pendiendo de como se pronuncie: «la» es «gritar, «ser»,

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