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LOS CLASICOS José Zamora Las hadas a la moda por Carmen Bravo-Villasante acia los aftos veinte La editorial Calleja, que es- té en el apogeo de su produccién y que ha asimilado las ‘nuevas corrientes artisticas contratan- do a los dibujantes mas famosos, pu- blica los Cuentos mdgicos en la lujo- ssa coleccién Perla. Las ilustraciones son de José Zamora, y todo nos hace pensar que el texto anénimo también fuese de él, por rasgos caracteristicos del ilustrador, que solia escribir cuen- tos y comentarios sobre la moda. José Zamora fue un exquisito, gran viajero que viajé por Grecia y Alema- nia, y pas6 grandes temporadas en Pa- ris, donde conocié al dibujante Erté, precisamente en el taller del gran mo- disto Paul Poirot, para el que ambos dibujaron maravillosos figurines de trajes femeninos. En Paris Zamora vio los ballets ru- sos y quedé impresionado por el fi- gurinista Leon Bakst, que trabajaba para Diaghilev. Una lejana influencia del inglés Beardsley se observa en las estilizaciones y formas lineales de Zamora, José Zamora, Pepito Zamora, como solian llamarle, ejerce un deco- rativismo dandy, que se corresponde con su vision esteticista del mundo. ‘Trabaja intensamente para una de las ‘mejores revistas de la época, La Esfe- va, ¢ ilustra cuentos de los novelistas Hoyos y Vinent, £/ Caballero Audaz y Alvaro Retana. Zamora dibujé los decorados para las obras de teatro La corte del cuer- vo blanco y para El sapo enamorado. ‘Tenia preferencia por las mujeres Iujosamente vestidas, por los altos Peinados, y las joyas y los largos co- ares. Estas seductoras mujeres apa- recian en sus carteles de «La Perfume- ria Florariay omadas de guimaldas de flores, y en los carteles de «Flores del Campo». La Belle Epoque queda re- flejada en los dibujos y en las ilustra- ciones de José Zamora. ‘Como muchos grandes ilustradores de su tiempo, Zamora ilustré muchos libros infantiles, y todos los persona- jes dibujados por él tienen el sello ca- racteristico del arte de su autor. Por Io general solia ser el tema de estos li- bros la fantasfa y la magia, no exenta de humor, que es lo que se estilaba en- tonces. Ilustré Zamora Alf Babé y los 40 ladrones, y yo recuerdo, como lecto- ra infantil, qué efecto me hacian aque- lias odaliscas con grandes aretes y aquellos sultanes imponentes cinén- dose la cimitarra. Tustré los Cuentos clasicos, y resulta inolvidable la tini- ca aérea de Blanca Nieves y Ia guir- nalda que cefifa sus cabellos negros. La mujer de Barba Azul iba vesti- da como la més elegante dama de los afios veinte, con una especie de des- ‘habillé clegantisimo, y se miraba al es- pejo. Luego, muchas mujeres y sefio- ras de los cuentos de Zamora se estén mirando al espejo, que parece ser una de las ocupaciones favoritas de las protagonistas femeninas de sus cuen- tos. Quizd porque el acto de mirarse al espejo es muy elegante, es un gesto estético. El caso es que los nifos y las nifias —sobre todo las nittas—, que lefan y contemplaban los cuentos y las ilus- traciones de Zamora, se quedaban ex- tasiados. Yo, por lo menos. Aquellos trajes, aquellos atuendos teatrales y fantasticos, aquella elegan- cia, y sobre todo aquella actitud de ‘sus maniquies —porque parecian ex- quisitos maniquies—, era admirable. Lo mismo daba que Zamora dibuja- se pobres campesinos, gitanos, reyes, princesas 0 hadas. Todos eran elegan~ tisimos y desempefiaban a la perfec- ccién su papel. Si aparecian jardines 0 escenas de interior, no faltaba la ma- ravillosa jaula dorada de un pajaro 0 37 CLIJ25 los arriates floridos. Hasta las mismas flores animadas eran muy elegantes, ‘como solfan serlo las flores de Walter Crane. Realmente José Zamora estaba di- bujando modelos, como solia hacer para los modistos 0 para las revistas de gran espectaculo francesas. Los personajes de los cuentos de Zamora estan posando, exhibiendo su indu- mentaria, sus trajes fastuosamente bellos. Puede con razén decirse que Zamo- ra visti6 las hadas a la moda, en un desfile suntuoso, y que las hadas des- filaron por su pasarela ante la mira- da aténita de los lectores infantiles, ‘como modelos y extraordinarias ac- trices. Cuando las elegantes mamas de aquel tiempo regresaban de los desfi- les de los modistos, los ninos y las ni- flas —sobre todo las nihas— podian decir: «Nosotros ya lo hemos visto». Solo asi se comprende que Zamora fue tinico en Espafia y de ahi el efec- to que produjeron sus ilustraciones. La preocupacién por el vestido esta siempre presente en los Cuenios mé- gicos. En el primer cuento, «Los apu- ros de un duende», el autor dice que la protagonista: «Después de poser cl collar, Maritza pensé que el traje LOS CLASICOS remendado no estaba en armonia con 4, y pidié un vestido de seda verde y plata, con pieles grises». En las suce- sivas escenas de esta leyenda valaca los personajes van cambiando de atuen- do, a medida que ascienden, y cada vez son mas elegantes. En los Cuentos de princesas dice el autor-ilustrador: «a princesa... vivia en compaiiia del Hada... que habla- ba de cosas raras y vestia de un modo que recordaba las estampas de los li- 38 = ‘CLIJ25 bros... Un dia volvié Dofia Aurora toda sofocada. Se habia puesto, para ir a misa, un traje en el que se vefan bordados todos los animales del mun- do, y por el cual Ie habian felicitado mucho hacia doce mil afios en el bau- tizo de una hija de Matusalén.»» Por otra parte la joven: «Aurorita para divertirse, se ponia los trajes baile de la Cenicienta —ya un poco pasados de moda— y las joyas de Bal- drubadur, Princesa de China», + En el cuento de «Baby y Bobbie 0 Jos nifios que no crefan en las hadas» se nos dice que Baby «trataba de ave- riguar, de paso, quién era el modisto de Caperucita Roja y de la Cenicien- ta», y en una ocasién, con cierta im- pertinencia, Baby se dirige al duende y le dice: «iene usted un sombrero horroroso, y ademds el verde no es moda. ;Por qué no se hace usted una sabardina gris?», para luego afladir que «encontraba ridjculos los trajes de Morgana y de Melusina». En la primavera de 1920 en la re- vista Perfiles, José Zamora eseribié un articulo titulado «El verdadero se- creto de la elegancian, ilustrado con numerosos figurines de damas vest das con diferentes atuendos, que po- drian ser las mismas de los Cuentos ‘médgicos. Los comentarios de Zamo- aa los diversos trajes son deliciosos. Se muestra como un verdadero cono- cedor del léxico dela moda y del mo- mento més oportuno en que cada foi- lette debe ser usada. En su comenta- rio sobre los sombreros y adornos, Za- mora también es un experto. Lo mismo sucede en otro articulo que pu- blica en esta misma revista, titulado «Las elegancias modernas en Ma- Grid». Todas las mujeres de Zamora que ilustran estos articulos nos son fa- miliares, al verlas luego en los Cuen- 39 CLIN25 tos mdgicos y en otros cuentos in- fantiles. Pasados los aiios, al volverse a ree ditar los cuentos y las ilustraciones de Zamora, nos damos cuenta de que el encanto de sus ilustraciones consistia en que el artista conocia a la per- feccién el secreto de la elegancia y que sabia vestir sus hadas a la moda. @

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