El principio de la buena fe ha sido abordado desde la óptica procedimental,
mutando su denominación de origen “conducta procedimental” en el año 2001, con la Ley N° 27444 respecto del principio de buena fe, con el objeto pedagógico para la administración y el ciudadano, que se vulnera la buena fe al abusar del derecho y realizar un fraude a la Ley. Esto ayudaría a los jueces contenciosos administrativos a realizar un control de legalidad con mayores herramientas, los cuales se encuentran limitados al revisar distintos casos de diversas especialidades, no enfocándose en la parte subjetiva de las actuaciones administrativas.
Principio de buena fe, es instrumento a través a través de la cual, las
autoridades y los ciudadanos presumirán el comportamiento legal y adecuado de unos y otros en el ejercicio de sus competencias, derechos y deberes.
El principio de buena fe, es un instrumento a través de la cual, las
autoridades y los ciudadanos presumirán el comportamiento legal y adecuado de unos y otros en el ejercicio de sus competencias, derechos y deberes.
Las medidas adoptadas por el estado para proteger la buena fe se plantean
en varios aspectos, la redacción del cuerpo del principio de buena fe procedimental sólo contribuye a una ambigüedad retorica que no contribuye con el nivel de control a la administración y el ciudadano. El principio de buena fe actúa en virtud a las autoridades y los ciudadanos presumirán el comportamiento legal y adecuado de unos y otros en el ejercicio de sus competencias, derechos y deberes. La Carta Iberoamericana de Derechos y Deberes del Ciudadano, en relación con la Administración, desarrolla con mayor amplitud el principio de la Buena Administración, encargando al principio de buen fe, que no sólo se limita a ser considerado como aquel comportamiento leal generador de confianza, sino también asume el rol de cautelar que la administración no desvíe su actuación de los márgenes que el principio de legalidad le impone, así como también, asume la responsabilidad de identificar que acciones del ciudadano representan un actuar alejado a los fines que la norma jurídica persigue.