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Durante la segunda mitad del siglo XVI cambia el panorama cultural, artístico y literario por la
irrupción de la Contrarreforma. Tras la imposibilidad
de sofocar militarmente la Reforma Protestante, la
España de Felipe II se convertirá en líder de
ese movimiento de reacción católico surgido
del Concilio de Trento que proponía utilizar el arte
y la literatura como medio para propagar y fortalecer
los dogmas y preceptos de la Iglesia Católica. De este
modo, llega el reinado de la literatura ascética y mística a
España, un fruto tardío, puesto que en el resto de Europa ya se había abandonado el fervor religioso
medieval. En consecuencia, en la poesía de esta segunda parte del siglo es posible diferenciar varias
corrientes:
ESCUELAS POÉTICAS
Tradicionalmente, la lírica de la segunda mitad del siglo XVI se ha estudiado a través de la
influencia de dos escuelas, la salmantina y la sevillana.
ESCUELA SALMANTINA
ESCUELA SEVILLANA
En otras palabras, los ascetas y los místicos siguen un esquema trinitario que constituyen
las tres etapas en el camino de perfección y acercamiento a Dios.
LA ASCÉTICA
Racional y accesible a todo aquel que quiera seguirla, la ascética busca el conocimiento
racional de Dios a través de la vida sencilla y retirada. Mediante la práctica de las virtudes
(templanza, fortaleza y prudencia), así como el estudio, la oración y el dominio de las pasiones, se
busca lograr la máxima perfección del espíritu. Asimismo, los ascetas se dedican a
la contemplación y al conocimiento de la Naturaleza, cuya belleza y armonía perfectas se
consideran reflejos de la belleza divina. Por tanto, la ascética se sitúa en torno a las dos primeras vías
religiosas, la purgativa (purificación de lo sensorial) y la iluminativa (quietud espiritual que alcanza el
alma).
LA MÍSTICA
Reservada a unos pocos, la mística va un más allá que la ascética. Son poemas que tratan de
reflejar lo que sienten aquellos elegidos que, tras dedicar su vida a la contemplación y el conocimiento
de Dios, son premiados con el don de la experiencia mística, momento en que el alma abandona
el cuerpo y se funde con Dios. Por tanto, son poemas que intentan expresar lo inefable, lo que no
se puede expresar con palabras, y que además el lector seguramente no va a conocer ni experimentar:
la felicidad suprema y absoluta de la fusión mística con Dios.
Es una de las grandes figuras de la literatura mística. El amor que siente la santa será una
flecha dorada que le atraviesa el corazón y le produce increíbles paradojas como “Vivo sin vivir en mí”.
Sus obras más destacables son Camino de perfección, consejos para mostrar a sus monjas el
camino de perfección de la vida monástica y contemplativa; Libro de la vida, una autobiografía
espiritual o diario íntimo de oración; y Las moradas o el Castillo interior que, inspirado en los
libros de caballerías, concibe la vida espiritual del
hombre como un castillo y el alma tiene que recorrer
sus siete aposentos antes de alcanzar la unión con Dios.
Además de estas, sobresalen sus poemas, escasos, en
los que transmite su experiencia desde la mayor de las
delicadezas.
Sus principales poemas son Noche Oscura del Alma, en el que describe la unión del alma con
Dios mediante la imagen de una muchacha que se escapa por la noche de su casa para encontrarse con
su amado, y Cántico espiritual, una "égloga a lo divino" donde adapta la temática-bucólico
pastoril: una chica busca a su amado en un naturaleza idealizada hasta que se produce un
maravilloso encuentro amoroso en una fuente. También es notable Llama de amor viva, en la que
se refleja el grito del alma abrasada en la llama del amor divino (ignis amoris).