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Capítulo 1: EL HECHO DE LAS AGLOMERACIONES

❗Rebelión de las masas:


- Crisis padecida por Europa.
- Advenimiento de las masas al pleno poderío social.
- Las masas no pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar una sociedad.
❗Hecho de la aglomeración, del lleno: la muchedumbre posesionada de los locales y utensilios creados por la civilización. Este es un fenómeno
que antes no ocurría y ahora sí. Ahora, se ven muchedumbres precisamente en los mejores lugares, creación relativamente refinada de la cultura
humana, reservados antes a grupos menores, minorías. La muchedumbre de pronto se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la
sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social; ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje principal.
Ya no hay protagonistas, sólo hay coro.

[Deporte del intelectual: extrañarse, sorprenderse, comenzar a entender. Su gesto gremial consiste en mirar el mundo con los ojos dilatados por la
extrañeza. Todo en el mundo es extraño y maravilloso para unas pupilas bien abiertas].

❗La sociedad es una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas.


- La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas. No se entienda por masas sólo ni principalmente las masas obreras.
Masa es el hombre medio.
- Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo por razones especiales, sino que se siente como todo el mundo, y sin embargo, no se
angustia, se siente a sabor al sentirse idéntico a los demás.
- Conversión del concepto de masa de la cantidad a la cualidad: se convierte lo que era meramente cantidad (muchedumbre) en una
determinación cualitativa: es el hombre en cuanto que no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico.
- Similitud entre la masa y la minoría: ambas implican la coincidencia de deseos, ideas, modos de ser… La diferencia es que las minorías se
basan en la coincidencia efectiva de sus miembros en algún deseo, idea o ideal que por sí solo excluye el gran número. Para formar una
minoría, es preciso que antes cada cual se separe de la muchedumbre por razones especiales. Juntarse los menos para separarse de los más.
- Existen labores especiales por naturaleza que no pueden ser bien ejecutadas sin dotes también especiales (funciones de gobierno, juicio
político sobre los asuntos públicos…). Antes, éstas actividades eran ejercidas por minorías cualificadas, y la masa no pretendía intervenir
en ellas. Ha habido un cambio de actitud en la masa. Ha resuelto adelantarse al primer plano social y ocupar los locales y usar los
utensilios y gozar de los placeres antes adscritos a los pocos. La masa que, sin dejar de serlo, suplanta a las minorías.

❗Innovaciones políticas de los últimos años: imperio político de las masas.


- La vieja democracia: vivía templada por una abundante dosis de liberalismo y de entusiasmo por la ley. Al servir a estos principios, el
individuo se obligaba a sostener en sí mismo una disciplina difícil. Al amparo del principio liberal y de la norma jurídica podían actuar y
vivir las minorías. Democracia=ley.
- Hiperdemocracia actual: la masa actúa directamente sin ley, por medio de presiones materiales, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos.
Es falso pensar que la masa se ha cansado de la política, y por eso ha encargado a personas especiales su ejercicio. Todo lo contrario.
Antes, la masa presumía que las minorías (con todos sus defectos) entendían un poco más de los problemas públicos que ella. Ahora, la
masa cree que tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café. El alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de
afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera. Quien no piense como todo el mundo corre el riesgo de ser
eliminado. Todo el mundo era antes la unidad compleja de masa y minorías. Ahora es sólo la masa.

Capítulo 2: LA SUBIDA DEL NIVEL HISTÓRICO


❗Ejemplo histórico similar al actual: el Imperio Romano. Es también la historia de la subversión, del imperio de las masas, que absorben y
anulan a la minoría dirigente.
❗La sociedad humana es aristocrática siempre, quiera o no, por su esencia misma. No se refiere a la aristocracia de Versalles. A quien
siente la misión profunda de las aristocracias, el espectáculo de la masa le incita y enardece como al escultor la presencia del mármol virgen.

❗Dos rúbricas de la sublevación moral de las masas:


- Ejercitan un repertorio vital que antes estaba reservado a las minorías.

● Derechos del Hombre y del Ciudadano. Fueron primero idea y teorema de unos pocos, y más tarde fueron reclamados por las minorías
mejores. La masa fue poco a poco ilusionándose con esos valores, pero en vez de vivirlos y ejercitarlos en sí, seguía viviendo sintiéndose a
sí misma como en el Antiguo Régimen. El pueblo ya sabía que era soberano, pero no se lo creía. La soberanía del individuo no cualificado
ha pasado de ser un ideal a ser un estado psicológico constitutivo del hombre medio. Cuando algo que fue ideal se vuelve ingrediente de
la realidad, deja de ser ideal. Ahora son apetitos y supuestos inconscientes.
● La vida del hombre medio está ahora constituida por aquello que antes caracterizaba a las minorías culminantes. El nivel medio se halla
hoy donde antes sólo tocaban los aristócratas: el nivel de la historia ha subido de pronto, la vida humana en su totalidad ha ascendido.
● Europa se ha americanizado. La conciencia de igualdad jurídica acontece desde siempre en América, mientras que en Europa sólo la
lograban adquirir los grupos sobresalientes. No por influencia de América sobre Europa, sino por causas internas europeas: educación
progresista de las muchedumbres y paralelo enriquecimiento económico de la sociedad. Se trata de una nivelación. Los europeos siempre
habían sospechado que el nivel de vida en América era más alto que en Europa. América era el porvenir. Vivimos en una sociedad de
nivelaciones. Se nivelan las culturas, los sexos… y también los continentes. Desde esta perspectiva, la subversión de las masas ha supuesto
un aumento de vitalidad para Europa. Conclusión: un europeo medio se diferencia mucho menos en tono vital de un yanqui que hace
30 años.

- Las masas no siguen, respetan y obedecen a las minorías, sino que las suplantan.

Capítulo 3: LA ALTURA DE LOS TIEMPOS

- Dos afirmaciones falsas: que todas las edades se hayan sentido inferiores a alguna del pasado; y que todas se han sentido superiores a
cuantas fueron y recuerdan.
- Reflejos históricos de la sensación de inferioridad de una edad respecto a otra del pasado: las generaciones del Imperio Romano a partir
del 150 d.C. Dos siglos más tarde, las mujeres se hicieron estériles (despoblamiento de Italia) y había que alquilar soldados valerosos.
- Reflejos históricos de la sensación de plenitud de algunas edades/épocas (“plenitud de los tiempos”): el siglo XIX, que además entendía la
Edad Media como de puro afán e ilusión no lograda, tiempos de ardientes precursores. Condición para la “plenitud de los tiempos”: que
un deseo antiguo y anhelado durante siglos por fin un día queda satisfecho. El hecho de que el siglo XIX fuera la plenitud, puede
provocar el espejismo de ver la época siguiente como la época de la decadencia.
- La auténtica plenitud vital no consiste en la satisfacción. La época que ya ha satisfecho su deseo deja de desear. Y por no saber renovar sus
deseos mueren de satisfacción. La famosa plenitud es en realidad una conclusión.
- Deseo que parece realizarse en el siglo XIX: cultura moderna. Es inquietante que un tiempo se llame a sí mismo el definitivo, y a los
anteriores simples preparaciones.
- Época en la que vive Ortega: han salido del mundo auténtico, dónde es posible lo mejor y lo peor. Verdadera plenitud de la vida: ser
imprevisible, un horizonte abierto a cualquier posibilidad. Sin embargo, sigue habiendo diagnósticos de decadencia. Sobre la decadencia:
● Concepto comparativo. Se decae de un estado superior a otro inferior.
● Son puntos de vista parciales, arbitrarios y externos a la vida. La única forma objetiva de encontrar la decadencia es instalarse en la misma
vida, contemplarla desde dentro y ver si se siente a ella misma decaída. ¿Cómo saber si una vida se siente o no decaer? Según si se prefiere a
sí misma, o a otra del pasado en su lugar.
● ¿Qué diría cualquier hombre actual sobre en qué época le gustaría vivir? El hombre del presente siente que su vida es más vida que todas
las antiguas. O que el pasado íntegro se le ha quedado chico a la humanidad actual. No hay decadencia. La decadencia absoluta sería la
vitalidad menguante. Toda época tiene conciencia de su actitud vital.
● ¿Qué sucede en la sociedad actual? De puro sentirse más vida, ha perdido todo respeto y atención hacia el pasado. Hace tabla rasa de todo
clasicismo, no reconoce modelos o normas… parece un comienzo, una niñez. Disociación de pretérito y presente. De pronto sentimos
que nos hemos quedado solos sobre la tierra, que los muertos se murieron y ya no pueden ayudarnos. Tenemos que resolver nuestros
problemas sin participación activa del pasado. ¿Cuál es la altura de nuestro tiempo? Se siente sobre todos los tiempos idos y por encima
de todas las conocidas plenitudes. Pero a la vez se siente como un comienzo. Más que los demás tiempos, e inferior a sí misma.
Orgullosa y temerosa de sus fuerzas. Fortísima e insegura de su destino.

Capítulo 4: EL CRECIMIENTO DE LA VIDA.

- Potencialidad vital: el hombre cuenta con un ámbito de posibilidades mucho mayor que nunca. El mundo es el repertorio de nuestras
posibilidades vitales. El mundo ha crecido. El hombre llega a ser sólo una parte mínima de lo que puede ser (el mundo —nuestra vida
posible— es siempre más que nuestra vida efectiva). La vida presente ha crecido, ha experimentado un avance cuantitativo y
potencial.
- ¿Cómo ha crecido en la vida del hombre la dimensión de potencialidad? En el orden intelectual (más problemas, datos, caminos de
posible ideación…); en los placeres de las urbes… Pero también en el esfuerzo físico y deportivo (parece que el organismo humano posee
en nuestro tiempo capacidades superiores a las que nunca ha tenido) y en la ciencia (la física de Einstein se mueve en espacios tan vastos
que la antigua física de Newton ocupa en ellos sólo una buhardilla). Este crecimiento extensivo de la ciencia se debe a un crecimiento
intensivo de la precisión científica. No es que la física de Einstein sea más exacta que la de Newton, sino que el hombre Einstein es capaz
de mayor exactitud y libertad de espíritu que el hombre Newton.
- Nuestro tiempo se caracteriza por la extraña presunción de ser más que todo otro tiempo pasado, por desentenderse de todo pretérito. Si
nuestro tiempo se sintiese decaído, vería otras épocas superiores a él, pero tendría ideales claros y firmes, aunque fuese incapaz de
realizarlos. Sin embargo, vivimos en un tiempo que se siente perfectamente capaz de realizar lo que sea, pero que no sabe qué realizar. Es
dueño de todas las cosas, pero no es dueño de sí mismo. Puramente a la deriva.
- Dualidad de prepotencia e inseguridad. En el siglo XIX, muchas cosas parecían imposibles. Hoy, que vemos todo posible, presentimos
que es posible también lo peor: el retroceso, la barbarie, la decadencia.
- La seguridad de las épocas de plenitud es una ilusión óptica que lleva a despreocuparse del porvenir, encargando de su dirección a la
mecánica del universo. Tanto el liberalismo progresista como el socialismo de Marx suponen que lo deseado por ellos como futuro
óptimo se realizará inexorablemente, con necesidad pareja a la astronómica. No se preocupan del futuro, convencidos de que no tiene
sorpresas ni secretos. Se instalan en un definitivo presente. Por eso no podrá extrañar que hoy el mundo parezca vacío de proyectos,
anticipaciones e ideales, porque nada se preocupó de prevenirlos. Gran deserción de las minorías directoras.

Hasta aquí, aspectos positivos de la rebelión de las masas.

Capítulo 5: UN DATO ESTADÍSTICO

- Nuestra vida, como repertorio de posibilidades, es superior a todas las históricamente conocidas. Pero por eso mismo, ha desbordado
todos los cauces, principios, normas e ideales legados por la tradición. Es más vida, y también más problemática. No puede orientarse en
el pretérito, sino que tiene que inventar su propio destino.

- Contexto: la vida es lo que podemos ser, vida posible, que es también y por lo mismo, decidir entre las posibilidades lo que en efecto
vamos a ser. Circunstancia y decisión son los dos elementos radicales de que se compone la vida. Las circunstancias (posibilidades) nos
son dadas e impuestas (la vida no elige su mundo, sino que vivir es encontrarse desde luego en un mundo determinado e incanjeable).
Nuestra trayectoria no está predeterminada, sino que la fatalidad vital consiste en que se nos fuerza constantemente a elegir (muy distinto
de la fatalidad mecánica). Vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercitar la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni un sólo
instante se deja descansar a nuestra capacidad de decisión. Incluso cuando decidimos dejarnos llevar, estamos decidiendo no elegir.

- En la vida colectiva sucede lo mismo. Hay también un horizonte de posibilidades, y luego una resolución que emana del carácter de la
sociedad (del tipo de hombre dominante). En nuestro tiempo domina el hombre-masa, y es él quien decide. Esto no era lo que aconteció
en la época de la democracia (no decidían las masas, sino que su papel consistía en adherirse a la decisión de una u otra minoría, que
presentaban programas de vida colectiva. En ellos se invitaba a las masas a aceptar un proyecto de decisión).
- ¿Qué pasa en la actualidad? En los países donde el triunfo de las masas ha avanzado más se vive políticamente al día. El poder público se
halla en manos de un representante de masas. Éstas son tan poderosas que han aniquilado toda posible oposición. Son dueñas del poder
público de forma superlativa. Y sin embargo, el poder público, el gobierno, vive al día. Vive sin programa de vida, sin proyecto. No sabe
adonde va. Su actuación se reduce a esquivar el conflicto de cada hora, no a resolverlo, sino a escapar de él de pronto. Así ha sido el poder
público cuando lo ejercieron las masas: omnipotente y efímero. El hombre-masa no tiene proyectos, y por eso no construye nada aunque
su poder sea enorme. Este tipo de hombre decide en nuestro tiempo.

- Dato demográfico que ayuda a comprender el triunfo de las masas: entre el siglo VI y hasta el año 1800, Europa sólo consiguió
llegar a 180 millones de habitantes. Entre 1800 y 1914, asciende de 180 a 460 millones. No es americanización, porque Europa ha crecido
mucho más que América. América está hecha con el reboso de Europa. No importan los datos, sino el contraste que revela la
vertiginosidad del crecimiento.
- En las escuelas se ha enseñado a las masas la técnica de la vida moderna, pero no se les ha educado. No se les ha sensibilizado acerca de los
grandes deberes históricos, sino que se les ha inoculado atropelladamente el orgullo y el poder de los medios modernos, pero no el
espíritu. [Al someter la simiente humana a la democracia liberal y la técnica, en un siglo se triplica la especie europea]. Esto tiene las
siguientes consecuencias positivas:

1. La democracia liberal fundada en la creación técnica es el tipo superior de vida pública hasta ahora conocido. [Predicción del fracaso de la
vida bolchevique o fascista, característico del hombre masa].
2. Este tipo de vida no será la mejor imaginable, pero el que imaginemos mejor tendrá que conservar lo esencial de aquellos principios.
3. Es suicida todo retorno a formas de vida inferiores a la del siglo XIX.

Conclusión: el siglo XIX tenía algo extraordinario. Pero debió padecer ciertos vicios radicales que han engendrado una casta de hombres-masa
rebeldes, que son dueños de Europa y que, si siguen siéndolo, provocaran un retroceso a la barbarie. Desaparecerán las técnicas jurídicas y materiales,
la vida se contraerá, se reducirá la actual abundancia de posibilidades… verdadera decadencia.

Capítulo 6: COMIENZA LA DISECCIÓN DEL HOMBRE-MASA

- El hombre-masa que trata de dirigir el mundo actual es distinto al del siglo XIX, pero se fue preparando en el siglo XIX. Sintiéndose
vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él.
- Omnímoda facilidad material. Gran facilidad del hombre medio para resolver sus problemas económicos. Mientras en proporción
menguan las grandes fortunas y se hace más dura la existencia del obrero industrial, el hombre medio va encontrando más franco su
horizonte económico. Cada día su posición es más independiente del arbitrio ajeno. Un derecho que no se agradece, sino que se exige.
- Hay también comodidades físicas aparte de las económicas: confort y orden público. Para el hombre antiguo no existía la franquía vital
que ahora tiene el hombre medio, sino que la vida era para ellos un cúmulo de impedimentos que era forzoso soportar.
- Contraposición clara también en lo civil y moral: el hombre medio aprende que todos los hombres son legalmente iguales (no hay nadie
civilmente privilegiado). Innovación radical en el destino humano implantada en el siglo XIX. Tres principios han hecho posible este
mundo: democracia liberal, experimentación científica e industrialismo. Los dos últimos se resumen en uno: la técnica. El honor del siglo
XIX no estriba en su invención, sino en su implantación. El siglo XIX fue revolucionario, porque colocó al hombre medio en
condiciones de vida totalmente opuestas a las que siempre le habían rodeado. Implantación de un nuevo orden que tergiversa el
tradicional (volvió del revés la existencia pública).
- Para el vulgo de todas las épocas, la vida era limitación, obligación, dependencia… presión. El nuevo mundo no presenta condición
alguna, y hostiga unos apetitos que pueden crecer indefinidamente. También seguridad radical en que mañana será más rico, más
perfecto… Como si gozase de un inagotable crecimiento. (Ejemplo del progreso de los automóviles. El hombre vulgar, al encontrarse un
mundo tan perfecto, cree que lo ha producido la naturaleza, y no los esfuerzos geniales de individuos excelentes).
- Dos primeros rasgos del hombre-masa: libre expansión de sus deseos vitales y radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad
de su existencia. Niño mimado. El nuevo hombre-masa ha sido mimado por el mundo en torno. Todo está permitido, y a nada está
obligado. No tiene la experiencia de sus propios confines. No cuenta con nadie superior a él. Eso sólo podría ofrecérselo la
experimentación de tener que renunciar a un deseo. En el mundo por lo visto hay dos. Antes el mundo enseñaba sabiduría. Ahora el
mundo está lleno de posibilidades, seguro, ingrato, sin esfuerzo.
- La perfección misma con la que el siglo XIX ha dado una organización a diversos órdenes de la vida, es origen de que las masas
beneficiarias no la consideren como organización sino como naturaleza. No les preocupa más que su bienestar, y son insolidarias con las
causas de dicho bienestar (Absurdo). Su papel es seguir exigiendo las ventajas de la civilización, como si fuesen derechos nativos.

Capítulo 7: VIDA NOBLE Y VIDA VULGAR, O ESFUERZO E INERCIA

- Visión de la vida tradicional: vivir es sentirse limitado y, por lo mismo, tener que contar con lo que nos limita.
Visión de la vida contemporánea: vivir es no encontrar limitación alguna, por lo tanto, abandonarse tranquilamente a sí mismo.
Prácticamente nada es imposible, nada es peligroso y, en principio, nadie es superior a nadie.

- Estructura tradicional del hombre-masa: se sentía referido a limitaciones materiales y a poderes superiores sociales. Y si lograba mejorar su
situación, lo atribuía a un azar de la fortuna, o a un enorme esfuerzo que mucho le había costado.
Estructura contemporánea del hombre-masa: ha encontrado la plena franquía vital como estado nativo y establecido, sin causa especial
ninguna. Nada de fuera le incita a reconocerse límites y, por tanto, a contar en todo momento con otras instancias, sobre todo con
instancias superiores. Nadie le fuerza a caer en la cuenta de que él es un hombre de segunda, limitadísimo, incapaz de crear ni conservar la
organización misma que da a su vida esa amplitud y contentamiento. Nunca el hombre-masa hubiera apelado a nada fuera de él si la
circunstancia no le hubiese forzado violentamente. Como ahora la circunstancia no le obliga, actúa como soberano de su vida. En
cambio, el hombre selecto está constituido por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él, cuyo
servicio libremente se pone. El hombre excelente se exige mucho a sí mismo, y el hombre vulgar no se exige nada, sino que se contenta
con lo que es y está encantado.
- Al hombre excelente no le sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente. Por eso, no ve la necesidad de servir como
una opresión. La vida noble se caracteriza por las exigencias, las obligaciones… no por los derechos. Vivir a gusto es de plebeyo: el noble
aspira a ordenación y ley.
- Palabra nobleza: ha sufrido una degeneración. Al significar para muchos nobleza de sangre, se convierte en algo parecido a los derechos
comunes, en una calidad estática y pasiva, que se recibe y se transmite como una cosa inerte. Pero el sentido propio significa el conocido:
el famoso que se ha dado a conocer sobresaliendo de la masa anónima. Implica un esfuerzo insólito. Equivale a esforzado y excelente.
La nobleza o fama del hijo es puro beneficio. El hijo es conocido porque su padre logró ser famoso. La nobleza hereditaria tiene un
carácter indirecto, es luz espejada. Sólo queda en ello de auténtico la incitación que produce en el descendiente a mantener el nivel de
esfuerzo que el antepasado alcanzó. Más lógicos son los chinos, que invierten el orden de la transmisión, y no es el padre quien ennoblece
al hijo, sino el hijo quien, al conseguir la nobleza, la comunica a sus antepasados.
La nobleza aparece como término formal en el Imperio Romano, para oponerse a la nobleza hereditaria, ya en decadencia. Es sinónimo
de vida esforzada, puesta siempre a superarse a sí misma, a trascender de lo que ya es hacia lo que se propone como deber y exigencia.
Ascetas: hombres selectos, nobles, no sólo reactivos sino también reactivos, para quienes vivir es una perpetua tensión, un incesante
entrenamiento. Va uno hartándose de advertir hombres y mujeres que son incapaces de otro esfuerzo que el estrictamente impuesto
como reacción a una necesidad externa.
El hombre-masa actual es tan masa como los de siempre, pero quiere suplantar a los excelentes. Nos encontramos a una masa más fuerte
que nunca, hermetizada en sí misma, incapaz de atender a nada ni a nadie, creyendo que se basta, indócil.

La indocilidad política no sería grave si no proviniese de una más honda y decisiva indocilidad intelectual y moral.

Capítulo 8: POR QUÉ LAS MASAS INTERVIENEN EN TODO, Y POR QUÉ SÓLO INTERVIENEN
VIOLENTAMENTE.

- Mecanismo de la obliteración:la persona se encuentra con un repertorio de ideas dentro de sí. Decide contentarse con ellas y
considerarse intelectualmente completa. De puro mostrarse abiertos mundo y vida al hombre mediocre, se le ha cerrado a éste
el alma. En esta obliteración de las almas medias consiste la rebeldía de las masas.

- El hombre noble no consigue sentirse de verdad completo ni siquiera cegado por la vanidad. En cambio, al hombre mediocre de nuestros
días no se le ocurre dudar de su propia plenitud. El hermetismo nato de su alma le impide lo que sería condición previa para descubrir su
insuficiencia: compararse con otros seres. Eso sería salir un rato de sí mismo y trasladarse al prójimo.
- La audacia del hombre-masa para imponer los tópicos, prejuicios, cabos de ideas y vocablos hueros que el azar ha amontonado en su
interior sólo se explica por la ingenuidad. El vulgar proclama e impone el derecho de la vulgaridad. El hombre-masa ha perdido la
audición. ¿Para qué oír si ya tiene dentro cuanto falta? No hay cuestión de vida pública donde no intervenga —ciego y sordo como es—
imponiendo sus opiniones.
- ¿No es un progreso enorme que las masas tengan ideas? Sus ideas no son auténticamente ideas, ni su posesión cultura. Quien quiera tener
ideas tiene que disponerse a aceptar la verdad y las reglas de juego que ella imponga. No vale hablar de ideas donde no se admite una
instancia que las regula, una serie de normas a que en la discusión cabe apelar. No hay cultura donde no hay normas a las que el prójimo
pueda recurrir, donde no hay principios de legalidad civil, donde no hay acatamiento de ciertas últimas posiciones intelectuales, donde
no preside a las relaciones económicas un régimen de tráfico bajo el cual ampararse… si no hay cultura, hay barbarie. Ausencia de normas
y de posible apelación. Al opinar no se trata de acertar o no, sino de la falta de escrúpulo que lleva a no cumplir los requisitos elementales
para acertar.

- Sobre el sindicalismo y el fascismo: un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que, sencillamente, se
muestra resuelto a imponer sus opiniones. El derecho a no tener razón, la razón de la sinrazón.

- Tener una idea implica supeditarse a ella, aceptar su código y su sentencia, y creer por tanto que la forma superior de la convivencia es el
diálogo en que se discuten las razones de nuestras ideas. Pero el hombre-masa se sentiría perdido si aceptase la discusión. Por eso, lo
nuevo en Europa es acabar con las discusiones, y se detesta toda forma de convivencia que por sí misma implique acatamiento
de normas objetivas, desde la conversación hasta el Parlamento, pasando por la ciencia. Se renuncia a la convivencia de cultura—
con normas—y se retrocede a la convivencia bárbara.
El hermetismo del alma empuja a la masa a intervenir en toda la vida pública, y la lleva también inexorablemente a un procedimiento único de
intervención: la acción directa, que consiste en invertir el orden y proclamar la violencia como prima ratio, en rigor, como única razón.
Es ella la norma que propone la anulación de toda norma.
El hombre siempre ha acudido a la violencia. A veces como crimen. Pero otras cuando era el último medio al cual recurrir para defender
la razón y la justicia.

La acción directa fue siempre el modo habitual de obrar de las masas. Ahora ha pasado a ser lo normal, y se suprimen las instancias indirectas. Se
suprime la buena educación, las relaciones sexuales reducen sus trámites…

La barbarie es la tendencia a la disociación. Se critica la creación de tantas complicaciones: trámites, normas, justicia… Se es bárbaro en la medida en
que no se cuenta con los demás.

Forma política de más alta voluntad de convivencia: democracia liberal. Lleva al extremo la resolución de contar con el prójimo y es prototipo de la
acción indirecta. El liberalismo es el principio de derecho político según el cual el poder público, no obstante de ser omnipotente, se limita a sí mismo
y procura dejar hueco en el estado para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como él. El liberalismo es la suprema generosidad: es el derecho
que la mayoría otorga a la minoría. Proclama la decisión de convivir con el enemigo, más aún, con el enemigo débil. Gobernar con la oposición: ¿no
es incomprensible semejante ternura? La masa odia a muerte lo que no es ella.

Capítulo 9: PRIMITIVISMO Y TÉCNICA

- Ortega no cree en la determinación de la historia. La realidad vacila, y no sabe bien si decidirse por una u otra entre varias posibilidades.
La rebelión de las masas puede, en efecto, ser tránsito a una nueva y sin par organización de la humanidad, pero también puede ser una
catástrofe en el destino humano. No hay razón para negar la realidad del proceso, pero la noción que cree seguro este progreso es
incorrecta.
- Elementos de la acción indirecta: soluciones indebidamente complicadas, normas sin sentido… demandan una época de simplificación.
Es necesario un proceso de nudificación, de autenticidad. Pero hay que evitar el error de los que dirigieron el siglo XX: no mantenerse
alerta.
- Todo el crecimiento de posibilidades concretas corre el riesgo de anularse ante el gran problema: se ha apoderado de la dirección social un
tipo de hombre al que no interesan los principios de la civilización. El hombre hoy dominante es un primitivo, un Naturmensch
emergiendo en medio de un mundo civilizado. Lo civilizado es el mundo, pero su habitante no lo es. Ni siquiera ve la civilización,
sino que usa de ella como si fuese naturaleza. Cree que el automóvil es una fruta espontánea de un árbol edénico. El hombre-masa actual es
un primitivo que por los bastidores se ha deslizado en el viejo escenario de la civilización.
- Visión de Spengler: cree que la técnica puede seguir viviendo cuando ha muerto el interés por los principios de la cultura. Visión de
Ortega: la técnica es ciencia, y la ciencia no existe si no interesa en su pureza y por ella misma, y no puede interesar si las gentes no
continúan entusiasmadas con los principios generales de la cultura.
- La vida implantada en el siglo XIX se apoya en la democracia liberal y la técnica. Es sorprendente la ligereza con que al hablar de técnica
se olvida que su víscera cordial es la ciencia pura, y que las condiciones de su perpetuación involucran las que hacen posible el puro
ejercicio científico.
- Crisis de la ciencia: esta fauna del hombre experimental requiere, para producirse, un conjunto de condiciones más insólito que el que
engendra al unicornio. La ciencia experimental es uno de los productos más improbables de la historia. Todo el mundo sabe que si se
triplicasen los laboratorios se triplicarían las riquezas. Hay una sombra que impide que las masas sacrifiquen algo de dinero para impulsar
la ciencia. Esto no sucede con la filosofía, a salvo en su imagen de inutilidad. Las ciencias necesitan de la masa, y viceversa.
Desproporción entre el provecho que recibe el hombre medio de la ciencia y la gratitud que le dedica. El europeo es un
hombre primitivo, un invasor vertical.
Capítulo 10: PRIMITIVISMO E HISTORIA
- La naturaleza se sostiene a sí misma. Son posibles los pueblos perennemente primitivos. Pero nuestro mundo es civilización, y no se
sostiene a sí mismo, sino que necesita un artesano. No puedes aprovecharte de las ventajas de la civilización y no preocuparte por
sostenerla. Si esto pasa, en nada reaparece la selva primitiva. El romántico vive el problema de las relaciones de la civilización y lo que
queda tras ella, la naturaleza. Ahora, se trata de contener la selva invasora.
El hombre-masa cree que la civilización en la que ha nacido y que usa es tan espontánea y primigenia como la naturaleza, y por eso se convierte en
primitivo.
- ¿Por qué no le interesan al hombre-masa los principios en que se apoya el mundo civilizado? Desequilibrio entre lo complicados que son
los problemas y la calidad de las mentes. Todas las civilizaciones han sucumbido por la insuficiencia de principios, y a Europa le pasa lo
contrario: es el hombre quien fracasa por no poder seguir emparejado con el progreso de su civilización.
- El saber histórico es una técnica de primer orden para conservar y continuar una civilización. Se evita cometer los errores ingenuos de
otros tiempos. Problema de Europa: la gente más culta padece una ignorancia histórica terrible. El saber histórico de las minorías
gobernantes hizo posible el avance del siglo XIX. En el siglo XIX empezó a perderse el conocimiento histórico, y comenzó el retroceso a
la barbarie, a la ingenuidad y al primitivismo.
- Bolchevismo y fascismo: intentos nuevos de política en Europa. Ejemplos de regresión sustancial. No por el contenido positivo de sus
doctrinas, sino por la manera antihistórica con la que tratan su parte de razón. Movimientos de hombres-masas, dirigidos por hombres
mediocres, extemporáneos y sin memoria, sin conciencia histórica. La cuestión no es el credo, sino que un comunista de 1917 lleve a cabo
una revolución idéntica a todas las que antes ha habido y que no corrigen los defectos de las anteriores. Quien aspire a una nueva realidad
política debe preocuparse ante todo de que esos humildísimos lugares comunes de la experiencia histórica queden invalidados por la
situación que él suscita. Con el fascismo sucede lo mismo: no lleva dentro de sí el pasado, condición para poder superarlo. Ambos
movimientos son primitivismo, porque no traen la mañana de mañana, sino la de un arcaico día, ya usado una y muchas veces. Hoy
triunfa el hombre-masa, y sólo intentos por él informados, saturados de su estilo primitivo, pueden celebrar una aparente victoria.
- Es preciso superar el liberalismo del siglo XIX. Pero no lo puede hacer quien, como el fascismo se declara antiliberal, que es lo que hacía
el hombre anterior al liberalismo. Y como ya éste triunfó de aquel, repetirá su victoria innumerables veces. El liberalismo tenía una razón
que hay que darle, pero no tenía toda la razón y esa que no tenía es la que hay que quitarle. Europa necesita conservar su esencial
liberalismo. Ésta es la condición para superarlo.
Conclusión: Europa no tiene remisión si su destino no es puesto en manos de gentes verdaderamente contemporáneas que sientan bajo sí palpitar
todo el subsuelo histórico, que conozcan la altitud presente de la vida y repugnen todo gesto arcaico y silvestre. Necesitamos de la historia íntegra
para ver si logramos escapar de ella, no recaer en ella.

Capítulo 11: LA ÉPOCA DEL SEÑORITO SATISFECHO


Resumen clave: El nuevo hecho social que aquí se analiza es este: la historia europea parece, por vez primera, entregada a la decisión del hombre
vulgar como tal. O dicho en voz activa: el hombre vulgar, antes dirigido, ha resuelto gobernar el mundo. Esta resolución de adelantarse al primer
plano social se ha producido en él, automáticamente, apenas llegó a madurar el nuevo tipo de hombre que él representa. Si atendiendo a los efectos de
vida pública se estudia la estructura psicológica de este nuevo tipo de hombre-masa, se encuentra lo siguiente: 1º, una impresión nativa y radical de
que la vida es fácil, sobrada, sin limitaciones trágicas; por lo tanto, cada individuo medio encuentra en sí una sensación de dominio y triunfo que, 2º,
le invita a afirmarse a sí mismo tal cual es, dar por bueno y completo su haber moral e intelectual. Este contentamiento consigo le lleva a cerrarse para
toda instancia exterior, a no escuchar, a no poner en tela de juicio sus opiniones y a no contar con los demás. Su sensación íntima de dominio le incita
constantemente a ejercer predominio. Actuará, pues, como si sólo él y sus congéneres existieran en el mundo; por lo tanto, 3º, intervendrá en todo
imponiendo su vulgar opinión sin miramientos, contemplaciones, trámites ni reservas, es decir, según un régimen de acción directa.
Este repertorio de facciones nos hizo pensar en ciertos modos deficientes de ser hombres, como el niño mimado y el primitivo rebelde, es decir, el
bárbaro.

Tendemos a creer que una vida en un mundo sobrado sería mejor. Tragedia de la aristocracia hereditaria: el aristócrata hereda, es decir, encuentra
atribuidas a su persona unas condiciones de vida que él no ha creado, por tanto, que no se producen orgánicamente unidas a su vida personal y
propia. Se halla, al nacer, instalado de pronto y sin saber cómo, en medio de su riqueza y de sus prerrogativas. No tiene íntimamente nada que ver con
ellas, porque no vienen de él. No vive ni su vida ni la de su antepasado. Está condenado a representar al otro, por lo tanto, a no ser ni el otro ni él
mismo. Su vida pierde, inexorablemente autenticidad, y se convierte en pura representación o ficción de otra vida. La sobra de medios que está
obligado a manejar no le deja vivir su propio y personal destino, atrofia su vida. Toda vida es la lucha, el esfuerzo por ser sí misma. Las dificultades con
las que tropiezo son las que me despiertan.
Tres consecuencias de la vida sobrada: el hombre heredero, el niño mimado y el hombre-masa de nuestro tiempo. Este hombre lleno de tendencias
inciviles es fruto natural. La vida humana ha surgido y progresado sólo cuando los medios con que contaba estaban equilibrados por los problemas
que sentía. Un mundo en el que sólo se percibe la superabundancia de los medios, pero no las angustias. Instrumentos prodigiosos, medicinas
benéficas… pero ignora lo difícil que es inventar esas medicinas… Este desequilibrio le falsifica, le vacía en su raíz de ser viviente, haciéndole perder
contacto con la sustancia misma de la vida, que es absoluto peligro, radical problematismo. Señorito satisfecho, cuando aparece, hay que dar la
alarma y advertir de la degeneración.
Señorito satisfecho: cree poder comportarse fuera de casa como en casa, el que cree que nada es fatal, irremediable e irrevocable. Cree que puede
hacer lo que le dé la gana. Lo único que cabe es negarse a hacer lo que hay que hacer, pero eso no nos deja en franquía para hacer otra cosa que nos dé
la gana. Libertad negativa de albedrío (voluntad). Podemos perfectamente desertar de nuestro destino más auténtico, pero es para caer prisioneros en
los pisos inferiores de nuestro destino. El señorito satisfecho sabe que ciertas cosas no pueden ser, pero finge con sus actos y palabras la convicción
contraria.
De nuevo sobre el fascismo: el fascista se movilizará contra la libertad política, precisamente porque sabe que ésta no faltará nunca a la postres y en
serio, sino que está ahí, irremediablemente, en la sustancia misma de la vida europea, y que en ella se recaerá siempre que la verdad haga falta, a la hora
de la seriedad. La tónica de la existencia del hombre-masa es la inseriedad, la broma. Toda la prisa por adoptar actitudes aparentemente trágicas,
tajantes… es sólo apariencia. Los esfuerzos se han para huir del propio destino, a cegarse ante su evidencia y su llamada profunda, a evitar cada cual el
careo con lo que tiene que ser. Hay humorismo donde quiera que se vive de actitudes revocables en que la persona no se hinca entera y sin
reservas. El hombre-masa no afirma el pie sobre la firmeza inconmovible de su sino, antes bien, vegeta suspendido ficticiamente en el
espacio. Por eso las vidas sin peso y raíz se dejan arrastrar por la más mínima corriente. Por eso también triunfa la retórica.
¿Qué es un fascista si no habla mal de la libertad? No podía comportarse de otra manera este tipo de hombre nacido en un mundo demasiado bien
organizado, del cual sólo percibe las ventajas y no los peligros. El contorno lo mima, porque es civilización (casa) y el hijo de familia no siente nada
que le haga salir de su temple caprichoso, que incite a escuchar instancias externas superiores a él, y mucho menos que le obligue a tomar contacto
con el fondo inexorable de su propio destino.

Capítulo 12: LA BARBARIE DEL ESPECIALISMO

Tesis: la civilización del siglo XIX ha producido automáticamente el hombre-masa. La civilización del siglo XIX puede resumirse en dos grandes
dimensiones: democracia liberal y técnica.
La técnica contemporánea nace de la copulación entre capitalismo y ciencia experimental. Sólo la técnica moderna de Europa tiene una raíz
científica, y esto es lo que ofrece un posible progreso ilimitado (las grandes civilizaciones sólo tenían técnica, lo que limitaba el progreso y terminaba
por condenar a la involución). Es indudable que la técnica —junto con la democracia liberal—es la responsable del hombre-masa en el sentido
cuantitativo (dato de crecimiento de población), pero también en el sentido peyorativo y cualitativo.

¿Quién ejerce hoy el poder social? La burguesía, y dentro de la burguesía, los técnicos (ingenieros, médicos, profesores…), y dentro de los técnicos el
hombre de ciencia (representa a la burguesía con mayor altitud y pureza).

El hombre de ciencia actual es el prototipo del hombre-masa. La ciencia misma lo convierte automáticamente en hombre-masa, es decir, hace de él un
primitivo, un bárbaro moderno. En cada generación el científico, por tener que reducir su órbita de trabajo (especialización), ha perdido contacto
con las demás partes de la ciencia, con una interpretación integral del universo. La especialización comenzaba en un tiempo en el que el hombre
civilizado era el enciclopédico. En la generación siguiente, la especialización desplaza dentro de cada hombre de ciencia a la cultura integral. Aún así,
consigue hacer avanzar una ciencia que ni siquiera conoce. La ciencia ha progresado a merced de hombres mediocres. La ciencia acoge al hombre
intelectualmente medio, y le permite operar con éxito. El hombre de ciencia actual es un sabio-ignorante (sabe de su pequeña porción de ciencia e
ignora todo lo demás). Esto es peligroso porque hablará de forma petulante de aquellas cosas que no sabe. El resultado es que un hombre cualificado
—y por lo tanto opuesto al hombre-masa—terminará comportándose como este en la mayoría de esferas de la vida. Tampoco escuchan ni se someten
a instancias superiores. Simbolizan el imperio actual de las masas, y su barbarie es la causa inmediata de la desmoralización europea.

Hoy en día hay más hombres de ciencia que nunca, pero menos hombres cultos. No está asegurado el progreso de la ciencia, porque de vez en
cuando es necesaria una labor de constitución y un esfuerzo de unificación que se complica más a medida que surgen regiones más vastas del saber
total. El especialismo ha hecho posible la evolución de la ciencia experimental durante un siglo, pero dejará de poder avanzar por sí mismo si no hay
alguien que se ocupe de preparar un asador más grande.
El típico hombre de ciencia, cima de nuestra actual civilización, también cree que la civilización simplemente está ahí, como la corteza terrestre y la
selva primigenia.

Capítulo 13: EL MAYOR PELIGRO, EL ESTADO


En una buena organización de lo público, la masa no actúa por sí misma, sino que necesita referir su vida a la instancia superior, las minorías
excelentes. Pretender que la masa actúe por sí misma es, pues, rebelarse contra su propio destino, y por eso se habla de rebelión de las masas. Rebelión
es no aceptar cada cual su destino, rebelarse contra sí mismo.

Cuando la masa actúa por su cuenta, sólo lo hace de una manera: lincha. No nos puede extrañar el progreso de la violencia como norma. Aunque lo
bueno es que, si ésta ha llegado a su máximo desarrollo, ahora va a iniciar su descenso.

El Estado contemporáneo: peligro que amenaza hoy a la civilización, y que como todos los demás peligros que la amenazan, ha nacido de ella. A
finales del siglo XVIII, el Estado era bien poca cosa. El primer capitalismo y sus organizaciones industriales habían producido un primer crecimiento
de la sociedad. Una nueva clase social apareció: la burguesía, que tenía mucho talento práctico. La burguesía era el océano, y el Estado una pequeña
nave, que apenas tenía soldados, dinero… Inventada en la Edad Media por los nobles, que eran distintos de los burgueses: valerosos, con dotes de
mando… Sin ellos no existirían las naciones de Europa, pero su forma de actuar era de inteligencia muy limitada, irracionales. Por eso la pólvora la
descubrieron los burgueses y no los nobles.

El Antiguo Régimen llegó al final del siglo XVIII muy débil, con una desproporción abismal entre el poder del Estado y el poder social. Esto causó
todas las revoluciones hasta 1848. Con las revoluciones, el poder público pasó a ser de la burguesía, que aplicó al Estado sus innegables virtudes, y en
poco más de una generación creó un Estado poderoso, que acabó con las revoluciones. Se nivelaron los poderes. Desde entonces no hay revoluciones,
sino golpes de Estado.

El Estado contemporáneo es el producto más visible y notorio de la civilización. Actitud del hombre masa hacia el estado: lo admira porque sabe que
está ahí asegurando su vida, pero no se percata de que es una creación humana inventada por ciertos hombres y sostenida por ciertas virtudes que
quizá mañana se evaporen. El otro problema es que si aparece cualquier problema en la sociedad, el hombre-masa da por supuesto que tendrá
que asumirlo el Estado.

El mayor peligro que hoy amenaza la civilización es el intervencionismo del Estado. Si la masa siente algún problema u apetito, es una gran tentación
para ella la permanente posibilidad de hacer funcionar la portentosa máquina. La masa cree que ella es el estado. Y tenderá cada vez más a hacerlo
funcionar con cualquier pretexto, a aplastar con él toda minoría creadora que lo perturbe (política, ideas, industria).

1. La sociedad crea el Estado para vivir mejor.


2. El Estado se sobrepone y la sociedad tiene que empezar a vivir para el Estado.
3. Pero el Estado se compone aún de los hombres de aquella sociedad.
4. No basta con ellos para sostenerlo, y hay que llamar a extranjeros.
5. Los extranjeros se hacen dueños del Estado y los restos del pueblo inicial tienen que vivir de esclavos de ellos.
Con el intervencionismo del Estado, el pueblo se convierte en carne y pasta para alimentarlo. El andamio se hace propietario e inquilino de la casa.

Fascismo, típico movimiento del hombre-masa: todo por el estado, nada fuera del estado, nada contra el estado. (Mussolini). Mussolini se encontró
con un estado excepcionalmente construído por la democracia liberal, y él se limita a usarlo incontinentemente. El estatismo es la forma superior
que toman la violencia y la acción directa constituidas en norma. A través y por medio del Estado, las masas actúan por sí mismas.

Gran peligro: evitar que bajo el imperio de las masas se encargue el Estado de aplastar la independencia del individuo, del grupo, y
agostar definitivamente el porvenir.

El crecimiento social ha obligado a que crezca el número de policías. Es paradójico que la población de una gran urbe actual necesite de una policía
para caminar pacíficamente. Pero es ingenuo por parte de las gentes de orden pensar que los policías van a imponer siempre lo que ellas quieran, sino
que acabarán imponiendo lo que más les convenga.

El inglés quiere que el Estado tenga límites. Prefiero ver que cada tres años se degüella a seis hombre, que estar sometido a visitas domiciliarias, al
espionaje y a todas las maquinaciones de Fouché.

SEGUNDA PARTE-¿QUIÉN MANDA EN EL MUNDO?


Desde el siglo XVI, quien manda en el mundo ejerce su influjo autoritario sobre todo él.
El mando es el ejercicio normal de la autoridad, que se funda siempre en la opinión pública. Por eso no pudo Napoleón conquistar España, porque
sólo tenía fuerza, no mando. La soberanía de la opinión pública existe desde siempre. Mandar no es gesto de arrebatar el poder, sino de tranquilo
ejercicio sobre él.
A veces no existe, debido a tantas discrepancias, la opinión pública. Esto no da lugar a que se constituya un mando. Y ese hueco, que no puede
quedarse vacío, se llena con la fuerza bruta. No se puede mandar contra la opinión pública. Porque el mando es poder espiritual.
Cuando los hombres no tienen opinión, les viene de fuera a presión. Por eso es preciso que el espíritu (poder espiritual, alguien que mande) tenga
poder y lo ejerza, para que la gente que no opina opine. Sin opiniones la convivencia humana sería el caos, la nada histórica. Y parejamente, todo
desplazamiento de poder es un cambio de opiniones, por lo que significa un cambio de gravitación histórica.
Si se dice que Europa ya no manda en el mundo, se está anunciando un desplazamiento de poder.


Europa no tiene porqué haber dejado de mandar, pero siente graves dudas sobre si manda o no, sobre si mañana mandará, sobre si serán mandados
por alguien.
Explicación de los nacionalismos: como todo el mundo piensa sin pensarlo que Europa está en decadencia, cada nación hace sus cabriolas dándose
aires de persona mayor que rige su propio destino (como los niños cuando se marcha el profesor).
También hay pueblos-masa resueltos a rebelarse contra los grandes pueblos creadores, minoría de estirpes humanas, que han organizado la historia.
Muchas pequeñas repúblicas que increpan a Europa y declaran su cesantía en la historia universal. Europa había creado un sistema de normas cuya
eficacia y fertilidad han demostrado los siglos. Para superar esas normas es inevitable partir de otras. Ahora los pueblos-masa han resuelto dar por
caducado aquel sistema de normas que es la civilización europea, pero como son incapaces de crear otro, no saben qué hacer, y para llenar el tiempo
se dedican a la cabriola. Cuando en el mundo deja de mandar alguien, los demás, al rebelarse, se quedan sin tarea, sin programa de vida.


Actualmente, corre el runrún de que Europa no manda, y los pueblos aprovechan la ocasión para vivir sin imperativos. Lo que pasa en Europa ahora
es extraño: sus mandamientos han perdido vigencia sin que otros se vislumbren en el horizonte. Europa (Francia, Inglaterra y Alemania) deja de
mandar, pero no hay sustituto. Los inferiores de todo el mundo están ya hartos de que les carguen y encarguen, y aprovechan con aire festival este
tiempo exonerado de gravosos imperativos. Esta fiesta dura poco. Las juventudes del mundo se sienten ya vacías. Necesitamos poner algo a nuestra
existencia.

Posibles sustitutos en el mando de Europa:


- Moscú. Los pueblos nuevos no tienen ideas. Cuando crecen en un ámbito donde existe o acaba de existir una vieja cultura, se embozan
en la idea que ésta les ofrece. Igual que cuando el Imperio Romano nació donde ya existían otras culturas, la mitad de los gestos rusos no
son suyos, sino aprendidos. El marxismo es una película de ideas europeas pensadas en Europa en vista de realidades y problemas
europeos.
- New York. Es un error atribuir su fuerza actual a los mandamientos a que obedece. USA se basa en la técnica, otro invento de Europa
durante los siglos XVIII y XIX. USA es un pueblo nuevo, que es fuerte por su juventud (se ha puesto a la orden del mandamiento
contemporáneo de la técnica), como podía haberse puesto a la orden del budismo si este fuera la orden del día. América no ha sufrido
aún, es ilusorio pensar que pueda poseer las virtudes del mando.


Situación de España: encanallamiento (aceptación como estado habitual y constituido de una irregularidad, de algo que mientras se acepta sigue
pareciendo indebido). El español no va a nada, no tiene proyecto ni misión, sino que, más bien, sale a la vida para ver si las de otros llenan un poco
más la suya.
Situación del europeo después de la guerra: se ha cerrado en su interior, se ha quedado sin empresa para sí y para los demás. Por eso seguimos
históricamente como hace 10 años. No se manda en seco. El mando consiste en una presión que se ejerce sobre los demás. Pero no consiste sólo en
esto. Si fuera esto sólo, sería violencia. No se olvide que mandar tiene doble efecto: se manda a alguien, pero se le manda algo. Y lo que se le manda es,
a la postre, que participe en una empresa, en un gran destino histórico. Por eso no hay imperio sin programa de vida.
Si el europeo se habitúa a no mandar él, bastarán generación y media para que el viejo continente, y tras él el mundo todo, caiga en la inercia moral,
en la esterilidad intelectual y en la barbarie omnímoda. Sólo la ilusión del imperio y la disciplina de responsabilidad que ella inspira pueden mantener
en tensión las almas de Occidente. La ciencia, el arte, la técnica y todo lo demás viven de la atmósfera tónica que crea la conciencia de mando. Si ésta
falta, el europeo se irá envileciendo. La vida creadora supone un régimen de alta higiene, de gran decoro, de constantes estímulos, que excitan la
conciencia de la dignidad. La vida creadora sólo es posible en dos situaciones: o siendo uno el que manda, o hallándose alojado en un mundo
donde manda alguien a quien reconocemos pleno derecho para tal función. Pero obedecer no es aguantar, sino al contrario, estimar al
que manda y seguirlo, solidarizándose con él, situándose con fervor bajo el ondeo de su bandera.


El origen de la idea de la decadencia de Europa no está en los extranjeros sino en los propios europeos. Pero es una afirmación muy confusa, sin
argumentos.
La sensación de impotencia de la vitalidad europea proviene de la desproporción entre el tamaño de la potencialidad europea actual y el formato de la
organización política en que tiene que actuar. El arranque para resolver las grandes cuestiones es vigoroso, pero tropieza al punto con las pequeñas
naciones en que hasta ahora vivía organizada Europa.
Esto sucede en el ámbito intelectual: el hombre de letras parisiense comienza a comprender que está agotada la tradición del mandarinismo literario,
de verbal formalismo, a que le condena su oriundez francesa, y preferiría, conservando las mejores calidades de esa tradición, integrarla con algunas
virtudes del profesor alemán.

En el ámbito político: se habla mal del Parlamento en todas partes, pero no se ve que en ninguna de las naciones se intente su sustitución. No son las
instituciones, en cuanto instrumento de vida pública, las que marchan mal en Europa, sino las tareas en que emplearlas. Faltan programas de tamaño
congruente con las dimensiones efectivas que la vida ha llegado a tener dentro de cada individuo europeo. Que haya que reformar el Parlamento no
significa que haya que sustituirlo. Lo mejor que se puede decir humanamente de algo es que necesita ser reformado, porque ello implica que es
imprescindible y que es capaz de nueva vida. Contra el Parlamento hay una desestima vulgar. No se confunda la necesidad de reforma con la
inutilidad.
Lo irrespetable no son las instituciones, sino el Estado mismo. Al tropezar el europeo en sus proyectos económicos, políticos, intelectuales, con
los límites de su nación, siente que aquéllos son inconmensurables en el tamaño del cuerpo colectivo en que está encerrado. Ser inglés, alemán o
francés es ser provinciano. Antes, el francés, inglés o alemán creían que era el universo. Éste es el auténtico origen de esa impresión de
decadencia que aqueja el europeo.
Situación auténtica de Europa: su magnífico pasado la hace llegar a un nuevo estadio de vida donde todo ha crecido; pero a la vez las estructuras
supervivientes de ese pasado son enanas e impiden la actual expansión. Europa se ha formado en forma de pequeñas naciones. Tiene que superarse a
sí misma.


El Estado no es una forma de sociedad que el hombre se encuentra dada y en regalo, sino que necesita fraguarla penosamente. No es como la tribu y
demás sociedades fundadas en la consanguinidad que la naturaleza se encarga de hacer sin colaboración con el esfuerzo humano. Al contrario, el
Estado comienza cuando el hombre se afana por evadirse de la sociedad nativa dentro de la cual la sangre lo ha inscrito. Así, la ciudad nace por
reunión de pueblos diversos. Construye sobre la heterogeneidad zoológica una homogeneidad abstracta de jurisprudencia. Pero el Estado no está
impulsado por la unidad jurídica, sino por el propósito de empresas vitales mayores que las posibles a las minúsculas sociedades
consanguíneas.
Situación histórica que precede al nacimiento de cualquier Estado: existen varias colectividades pequeñas cuya estructura social está hecha para
que viva cada cual hacia dentro de sí misma. El principio estatal es el movimiento que lleva a aniquilar las formas sociales de convivencia interna,
sustituyéndolas por una forma social adecuada a la nueva convivencia externa. Esto se puede aplicar al momento que vive Europa: no hay creación
estatal si la mente de ciertos pueblos no es capaz de abandonar la estructura tradicional de una forma de convivencia y, además, de imaginar otra
nunca sida. Por eso es auténtica creación, y el estado comienza a ser una obra de imaginación absoluta. La imaginación es el poder liberador que el
hombre tiene. Un pueblo es capaz de Estado en la medida en que sabe imaginar. El griego y el romano fueron capaces de imaginar la ciudad que
triunfa en la dispersión campesina, pero se detuvieron en los muros urbanos. Hubo quien quiso llevar las mentes grecorromanas más allá, quien
intentó liberarlas de las ciudades, pero fue en vano. Europa vive el mismo momento histórico.


La cabeza clara es la de aquel que no se pierde en la vida. Es capaz de mirar de frente la vida, y acepta que se siente perdido, empezando de esta forma a
encontrarse. El que no se siente de verdad perdido se pierde inexorablemente. Tienen el don para encontrar el perfil de la realidad sustantiva en un
momento de confusión pavorosa, en una hhora de las más caóticas que ha vivido la humanidad. César es el ejemplo máximo de cabeza clara. Los
historiadores siempre dicen que César aspiraba a hacer algo así como lo que hizo Alejandro, y esto es renunciar a entender a César. César quería un
reino universal como Alejandro, pero que no viviese de Roma, sino de la periferia. Es una superación absoluta del Estado-ciudad. Un estado donde
los pueblos más diversos colaboren, para que todos se sientan solidarios. No es un centro que manda y una periferia que obedece, sino un gigantesco
cuerpo social, donde cada elemento sea a la vez sujeto pasivo y activo del Estado. Tal es el Estado Moderno.
El Estado no es la espontánea convivencia de hombres que la consanguinidad ha unido. El Estado empieza cuando se obliga a convivir a
grupos nativamente separados. El Estado no es consanguinidad, ni unidad lingüística, ni unidad territorial, ni contigüidad de habitación. No es
nada material, inerte, dado y limitado. Es un puro dinamismo—la voluntad de hacer algo en común—y merced a ella la idea estatal no está limitada
por término físico alguno. Un Estado sucumbe cuando el impulso hacia el más allá cesa.
La verdad pura es que las naciones actuales son tan sólo la manifestación actual de aquel principio variable, condenado a perpetua superación. Ese
principio no es ahora la sangre ni el idioma, ese principio es ahora la frontera natural.
¿Qué fuerza real ha producido esa convivencia de millones de hombres bajo una soberanía de poder público que llamamos Francia, Inglaterra,
España o Italia? No hay sido la previa comunidad de sangre. El español debe su España actual a un principio X, cuyo impulso consistió precisamente
en superar la estrecha comunidad de sangre e idioma.
La nación no es una gran figura territorial, aunque algunos lo crean según el misticismo geográfico de las fronteras naturales. Esto se volatiliza al
retroceder unos siglos y sorprender a España dividida en naciones menores. Las fronteras naturales son el obstáculo natural que pone freno a la
expansión de los pueblos. Ahora que las montañas ya no suponen un problema, nos empeñamos en atribuir un carácter definitivo y fundamental a
las fronteras de hoy. Las fronteras han servido en cada momento para consolidar la unificación política ya lograda. Medio material para
asegurar la unidad, pero no principio de la nación, sino que más bien un estorbo. Lo mismo sucede con la raza y la lengua. Dominados éstos
enérgicamente por el Estado, se produjo una relativa unificación de sangres e idiomas que sirvió para consolidar la unidad.
Raza, idioma y fronteras naturales son los tres estorbos primarios para las razones, y no es que las naciones consistan en ellos.
Estado: invitación que un grupo de hombres hace a otros grupos humanos para ejecutar juntos una empresa.
Estado de los romanos: dualidad de dominantes y dominados. Roma manda y no obedece, y el estado acaba siendo un cuerpo humano con límites
físicos.
Estado de los pueblos nuevos: realidad dinámica, empresa común. Forma parte activa del Estado todo sujeto político que preste adhesión a la
empresa. No es lo que fuimos ayer, sino lo que vamos a hacer mañana lo que nos reúne. La capacidad de fusión es ilimitada, la fusión de todas las
clases sociales dentro de cada cuerpo político (no sólo de un pueblo con otro).


Visión de Ortega: al defender la nación defendemos nuestro mañana, no nuestro ayer. Nos movilizamos en su defensa para desearle un porvenir en el
cual nuestra nación continúe existiendo, no por la sangre, ni el idioma ni el común pasado.
El Estado nacional representa un principio estatal más próxima a la pura idea de Estado que la tribu de los árabes, circunscrita por la sangre.
No es el patriotismo el que ha hecho a las naciones. Eso es más bien lo que las consolida o conserva. Si para que exista una nación es preciso que un
grupo de hombres cuente con un pasado común, yo me pregunto cómo llamaremos a ese mismo grupo de hombres mientras vivía en presente eso
que visto desde hoy es un pasado. El historiador necesita para ser historiador ante todo que exista un pasado; pero la nación , antes de poseer un
pasado común, tuvo que crear esta comunidad, y antes de crearla tuvo que soñarla, quererla, proyectarla.
Con los pueblos de sudamérica tiene España un pasado común, y sin embargo no forman una nación. Falta sólo una cosa esencial: el futuro común.
España no supo inventar un programa de porvenir colectivo, el plebiscito futurista fue adverso a España, y nada valieron entonces los archivos, las
memorias, los antepasados, la patria. Cuando hay esto, sirve como fuerza de consolidación, pero nada más.
Estado nacional: estructura histórica de carácter plebiscitario. Dos ingredientes: un proyecto de convivencia total en una empresa común; segundo,
la adhesión de los hombres a ese proyecto.
Una nación no está siempre hecha. En esto se diferencia de otros tipos de Estado. Está siempre haciéndose o deshaciéndose. Ganando adhesiones o
perdiéndolas.
Proceso creador de naciones en Europa:
- El Estado se siente como fusión de varios pueblos en una unidad de convivencia política y moral, y comienza a actuar sobre los grupos
más próximos geográfica, étnica y lingüísticamente. La diversidad entre próximos es más fácil de dominar.
- Período de consolidación, en que se siente a los otros pueblos más allá del nuevo Estado como extraños y más o menos enemigos. Es el
período en que el proceso nacional toma un aspecto de exclusivismo, de cerrarse hacia dentro del Estado; en suma, lo que hoy llamamos
nacionalismo. Pero el hecho es que mientras se siente políticamente a los otros como extraños y contrincantes, se convive económica,
intelectual y moralmente con ellos. Las guerras nacionalistas sirven para nivelar las diferencias de técnica y de espíritu. Los enemigos
habituales se van haciendo históricamente homogéneos. Poco a poco se va destacando en el horizonte la conciencia de que esos pueblos
enemigos pertenecen al mismo círculo humano que el Estado nuestro. No obstante, se les sigue considerando como extraños y hostiles.
- El Estado goza de plena consolidación. Entonces surge la nueva empresa: unirse a los pueblos que hasta ayer eran sus enemigos. Crece la
convicción de que son afines con el nuestro en moral e intereses, y que juntos formamos un círculo nacional frente a otros grupos más
distantes aún. He aquí madura la nueva idea nacional.
Ahora llega para los europeos la sazón en que Europa puede convertirse en una idea nacional. El Estado nacional de Occidente, cuanto más fiel
permanezca a su auténtica sustancia, más derecho va a depurarse en un gigantesco Estado continental.


Si hoy hiciéramos balance de nuestro contenido mental, notaremos que la mayor parte de todo eso no viene al francés de su Francia etc. sino del
fondo común europeo. Hoy en efecto, pesa mucho más en nosotros lo que tenemos de europeos que lo que tenemos de españoles. Las cuatro
quintas partes de nuestro haber íntimo son bienes mostrencos europeos.
Al objetivo de hacer realidad Europa sólo se opone el prejuicio de las viejas naciones, la idea de nación como pasado.

(Sufre hoy el mundo una desmoralización, que entre otros síntomas se manifiesta por una desaforada rebelión de las masas, y tiene su origen en la
desmoralización de Europa. Ésta es causada por: el desplazamiento del poder que antes ejercía sobre el resto del mundo y sobre sí mismo nuestro
continente. Europa no está segura de mandar. La soberanía histórica se halla en dispersión. Ya no hay plenitud de los tiempos, porque esto supone un
porvenir claro, inequívoco, como era el del siglo XIX. Entonces se creía saber que iba a pasar mañana. Ahora no se sabe quién va a mandar.
Los europeos no saben vivir si no van lanzados en una gran empresa unitiva. Cuando ésta falta, se envilecen, se aflojan, se les descoyunta el alma. Un
comienzo de esto se ofrece hoy a nuestros ojos. Los círculos que hasta ahora se han llamado naciones llegaron hace un siglo, o poco menos, a su
máxima expansión. Ya no puede hacerse nada con ellos si no es trascenderlos. Ya no son sino pasado que se acumula en torno y bajo del europeo,
aprisionándolo, lastrándolo. Con más libertad vital que nunca, sentimos todos que el aire es irrespirable dentro de cada pueblo, porque es un aire
confinado. Cada nación que antes era la gran atmósfera abierta oreada, se ha vuelto provincia e interior.
Todo el mundo percibe la urgencia de un nuevo principio. Pero algunos intentan salvar al mundo por una intensificación extremada y artificial del
principio caduco. Éste es el sentido de los nacionalismos.
El nacionalismo es siempre un impulso de dirección opuesta al nacionalizador. Es exclusivista, mientras que éste es inclusivista. En épocas de
consolidación tiene un valor positivo, pero en Europa todo está de sobra consolidado, y el nacionalismo no es más que una manía, el pretexto que se
ofrece para eludir el deber de invención y de grandes empresas.

Sólo la decisión de construir una gran nación con el grupo de pueblos continentales volvería a entonar la pulsación de Europa. Pero van pasando los
años y el europeo corre el riesgo de habituarse a este tono menor de existencia que ahora lleva.
A la unión de Europa se oponen las clases conservadoras. El europeo no acepta el comunismo porque no ve en él un aumento de la felicidad humana.
Sin embargo, es muy posible que en los próximos años se entusiasme Europa con él. En el comunismo, todos los hombres han abrazado
resueltamente un destino de reforma y viven tensos bajo la alta disciplina que tal fe les inyecta. Si la materia cósmica, indócil a los entusiasmos del
hombre, no hace fracasar gravemente el intento, tan sólo con que la deje vía un poco franca, su espléndido carácter de magnífica empresa irradiará
sobre el horizonte continental como una ardiente y nueva constelación. Si Europa mientras tanto prosigue en el innoble régimen vegetativo de estos
años, flojos los nervios por falta de disciplina, ¿cómo podría evitar que el efecto contaminador de esa empresa se propague? Con tal de servir a algo
que dé un sentido a la vida y huir del propio vacío, no es difícil que el europeo se trague sus objeciones al comunismo, y ya que no es por su sustancia,
se siente arrastrado por su gesto moral.
Yo veo en la construcción de Europa como gran Estado nacional la única empresa que pudiera contraponerse al plan quinquenal.

Capítulo 15: SE DESEMBOCA EN LA VERDADERA CUESTIÓN


La cuestión es que Europa se ha quedado sin moral. El hombre-masa aspira a no supeditarse a moral alguna. Cualquiera alardea de ejercitar el
inmoralismo. Dejando de lado todos los grupos supervivientes del pasado (cristianos etc.) no se hallará entre todos los actuales uno sólo cuya actitud
ante la vida no se reduzca a creer que tiene todos los derechos y ninguna obligación. Sujetos de ilimitados derechos. Si se presenta como reaccionario
o antiliberal, tendrá derecho a allanar todas las otras normas y a machacar al prójimo. Pero lo mismo acontece si la da por ser revolucionario, le servirá
de disfraz para poder desentenderse de toda obligación y estimación por los individuos superiores. Derecho a despreciar la inteligencia. Las dictaduras
halagan al hombre-masa pateando cualquier eminencia.
Ha llegado a hacerse de la juventud un chantaje. Los jóvenes antes disponían de un falso derecho, entre irónico y tierno, que les concedían los no
jóvenes. Se consideraban eximidos de hacer o haber hecho hazañas. Pero ahora se lo toman como un derecho efectivo, precisamente para atribuirse
todos los demás que pertenecen sólo a quien haya hecho ya algo.
Dos chantajes: el de la violencia o el del humorismo, ambos consiguen que el hombre inferior pueda verse eximido de toda supeditación.

El hombre-masa se desentiende de la moral. Pero no es tan fácil desentenderse de la moral sin más. Si usted no quiere supeditarse a ninguna norma
tiene usted que supeditarse a la norma de negar toda moral, y esto no es amoral sino inmoral. Es una moral negativa que conserva de la otra la forma
en hueco. ¿Por qué se cree en la amoralidad de la vida? Porque toda la cultura y civilización moderna lleva a ese convencimiento. Ahora recoge
Europa las penosas consecuencias de su conducta espiritual. Una cultura magnífica, pero sin raíces.
Respondiendo a la pregunta de qué insuficiencias morales padece la cultura europea moderna, entendemos también el origen del hombre-masa, que
representa una negación que oculta un efectivo parasitismo.

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